Catena Áurea
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← Lc 9, 28-31 →
Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un monte a orar. Y entre tanto que hacían oración, la figura de su rostro se transmutó, y sus vestidos se volvieron blancos y resplandecientes. Y he aquí que hablaban con El dos hombres: éstos eran Moisés y Elías, que aparecieron en majestad, y hablaban de su pasión, que había de consumar en Jerusalén. (vv. 28-31)
Eusebio
Cuando el Señor habló a sus discípulos del misterio de su segunda venida, para que no pareciese que creían sólo por las palabras, procedió a las obras, manifestándoles, con fe oculta, una figura de su reino. Por lo que prosigue: "Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y subió a un monte a orar".
San Juan Damasceno orat. de transfig
San Mateo y San Marcos dicen que tuvo lugar la transfiguración el sexto día después de hecha la promesa a los discípulos, mientras que San Lucas dice que la transfiguración se realizó después del día octavo. Pero no hay discordancia en ellos; porque los que dicen que el sexto día después, no cuentan el primero ni el último (esto es, el primero en que se hizo la promesa y el último en que se realizó) y sólo computaron los intermedios. Y el que contó ocho, computó los otros dos. Pero, ¿y por qué no todos los discípulos, sino algunos de ellos, fueron llamados a presenciar la transfiguración? Solamente había uno que no merecía ver la Divinidad
Judas
, según aquellas palabras: "Quítese el impío, para que no vea la gloria del Señor" ( Is 26, 10). Si hubiese sido sólo éste quien hubiese quedado privado de tan grato espectáculo, acaso se hubiera llenado de envidia y hubiera sido provocado a cometer toda clase de crímenes. Por eso el Señor quiso quitar aquella ocasión de aborrecimiento al que le había de vender, dejando con él, a la falda del monte, a la mayor parte de sus discípulos. Tomó a tres para que toda palabra esté confirmada por dos o tres testigos. Tomó a Pedro para hacerle ver -confirmado por el testimonio del Padre- el testimonio que él había dado; y también como futuro presidente de toda la Iglesia. Tomó a Santiago porque había de morir por Cristo antes que los demás discípulos. Tomó a Juan -como órgano purísimo de la teología- para que, viendo la gloria del Hijo, que no está sujeta a tiempo, resonase aquello: "En el principio era el Verbo" ( Jn 1, 1).
San Ambrosio
Subió San Pedro porque había recibido las llaves del reino de los cielos; San Juan, porque había de acompañar a la Madre del Salvador; y Santiago, porque había de ser el primer mártir de entre los Apóstoles.
Teofilacto
O tomó a estos tres, porque eran los más apropiados para guardar el secreto y no lo habían de revelar a nadie. Subió al monte a orar para enseñarnos que cuando oremos debemos estar solos y elevados, no acordándonos de las cosas de la vida.
San Juan Damasceno orat. jam. notata
De un modo oran los siervos y de otro oraba el Señor. Porque la oración del siervo es una ascensión del espíritu hacia Dios; mas el espíritu sagrado de Cristo, unido hipostáticamente a Dios, nos lleva como de la mano al ascenso, con el cual subimos a Dios por la oración y nos enseña que no es adversario de Dios, sino que venera como principio al que lo engendra. Además, a fin de desorientar al demonio, que exploraba si era Dios (lo cual predicaba la virtud de sus milagros), ocultaba, por decirlo así, su anzuelo bajo cierto cebo. Lo hacía así a fin de que, el que había seducido (cogido con anzuelo) al hombre con la esperanza de la deificación, fuese engañado o cogido con el anzuelo del vestido del cuerpo. La oración es una revelación de la gloria divina. Por lo cual prosigue: "Y entre tanto que hacía oración, la figura de su rostro se hizo otra".
San Cirilo
No mudando la forma corporal y humana, sino resplandeciendo con cierto brillo de gloria.
San Juan Damasceno ut sup
Viendo el diablo que resplandecía en la oración, se acordó de Moisés, cuyo semblante fue también glorificado ( Ex 34); pero Moisés era glorificado por una gloria que le venía de fuera, mientras que el Señor brillaba con un resplandor innato de su gloria divina. Porque -como en virtud de la unión hipostática es una y la misma la gloria del Verbo y de la carne-, se transfigura, no recibiendo lo que no tenía, sino manifestando a sus discípulos lo que era. De donde se dice, según San Mateo: "Que se transfiguró delante de ellos", y que "su rostro brilló como el sol" ( Mt 17). Porque Dios es en las cosas espirituales, lo que el sol en las cosas sensibles. Así como el sol -que es la fuente de la luz- no puede ser visto fácilmente, mientras que la luz, derramada sobre la tierra, puede contemplarse, así el semblante de Cristo es deslumbrador como el sol, mientras que sus vestidos son blancos como la nieve. Por lo cual continúa: "Y sus vestidos se tornaron blancos"; esto es, por la participación de la luz eterna.
Y sigue a continuación: Así las cosas, para que se conociese que era uno mismo Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento y se cerrasen las bocas de los herejes y se estableciese la fe de la resurrección (y además para que se creyese que El que se transfiguraba era el Señor de vivos y muertos), Moisés y Elías, como ministros, asisten al Señor en su gloria. Por ello sigue: "Y he aquí que hablaban con El", etc. Convenía, pues, que viendo la gloria y la confianza de sus consiervos, admirasen la misericordiosa condescendencia del Señor, se animasen a imitar a aquellos que los habían precedido en el trabajo -al ver el gozo de los bienes futuros- y se fortificasen más en las pruebas; pues el que conoce la recompensa de sus trabajos, los tolerará más fácilmente.
Crisóstomo, hom. 57, in Matth
¿Y por qué hace que se presenten allí Moisés y Elías? Para que se distinguiese entre el Señor y los siervos, pues el pueblo afirmaba que el Señor era Elías o Jeremías. Además, hizo que apareciesen sirviéndole, para demostrar que El no era adversario de Dios ni transgresor de la ley; pues en tal caso el legislador Moisés y Elías, los dos hombres que más habían brillado en la guarda de la ley y en el celo de la gloria de Dios, no lo hubieran servido. Igualmente, con dicha aparición manifestó las virtudes de aquellos dos hombres, pues uno y otro se expusieron muchas veces a la muerte por guardar los preceptos divinos. Quería también que sus discípulos los imitasen en el gobierno de los pueblos, para que fuesen humildes como Moisés y celosos como Elías. Los hizo venir también con objeto de hacerles ver la gloria de la cruz para consolar a Pedro y a otros que temían la pasión. Por lo cual prosigue: "Y hablaban de su partida había de terminar en Jerusalén".
San Cirilo
Esto es, del misterio de la encarnación y de la pasión salvífica, cumplida en la venerable Cruz.
San Ambrosio
Místicamente se manifiesta la transfiguración de Cristo después de las palabras antedichas. Porque quien oye y cree las palabras de Cristo verá la gloria de la resurrección. Esta se verificó en el octavo día, y de allí el que la mayor parte de los salmos se escribe por la octava: (para cantarse por octavo tono), o acaso para demostrarnos lo que había dicho, que todo aquel que perdiere su alma, la salvará, puesto que cumplirá sus promesas en el día de la resurrección.
Beda
Pues así como El resucitó después del día séptimo del sábado, en que había descansado en el sepulcro, así nosotros después de las seis edades del mundo y la séptima del reposo de las almas, que se pasa en la otra vida, resucitaremos, por decirlo así, en la edad octava.
San Ambrosio
San Mateo y San Marcos dicen que después de seis días fue cuando tomó a sus discípulos y se transformó, de lo que podríamos deducir que resucitaremos después de seis mil años, que mil años para Dios son lo que un día para nosotros; pero se computan más de seis mil años, y preferimos entender esos seis días como la figura de los seis días de la creación de las obras del mundo, de suerte que el tiempo signifique las obras y las obras signifiquen el mundo. Así es como se nos ha revelado la resurrección futura, o puede ser también que aquel que ha ascendido sobre la tierra, y ha trascendido las importantes generaciones espere, sentado en lo alto del cielo, el fruto eterno de la resurrección futura.
Beda
Por ello sube a orar y a transfigurarse a la cumbre de un monte, para dar a entender que aquellos que esperan el fruto de la resurrección y desean ver al Rey inmortal en toda su gloria, deben habitar en los cielos con el espíritu y consagrarse a oraciones constantemente.
San Ambrosio
Si no distinguiese a los elegidos, consideraría que en aquellos tres que fueron guiados al monte, místicamente está comprendido el género humano, porque la humanidad entera descendió de los tres hijos de Noé. Son tres los elevados para que suban al monte, porque nadie puede ver la gloria de la resurrección si no cree en el misterio de la Santísima Trinidad con fe sincera.
Beda
Cuando el Señor se transfigura, nos da a conocer la gloria de la resurrección suya y de la nuestra. Porque tal y como se presentó a sus discípulos en el Tabor, se presentará a todos los elegidos después del día del juicio. El vestido del Señor representa el coro de sus santos, el cual parecía despreciado mientras el Señor estuvo en la tierra. Pero dirigiéndose El al monte, brilla con nuevo fulgor. Así ahora somos los hijos de Dios, pero lo que un día seremos, no parece todavía; mas sabemos que, cuando aparezca, seremos semejantes a El ( 1Jn 3, 2).
San Ambrosio
O de otro modo, el Verbo de Dios se achica o agranda, según la medida de tus fuerzas. Si no subes a la cumbre de la más alta sabiduría, no podrás ver cuánta sea la gloria en el Verbo de Dios. Las palabras de la Sagrada Escritura son como los vestidos del Verbo y como ciertos velos del entendimiento divino. Y así como el vestido resplandeció en blancura, así el sentido de las divinas lecciones blanquea por su claridad en los ojos de tu inteligencia. Así es como aparecen Moisés y Elías, esto es, la ley y los profetas en el Verbo. Porque no puede haber ley sin el Verbo, ni profeta, sino el que vaticinó sobre el Hijo de Dios.