Catena Áurea
1 2 3 4 5 6 7 8 Cap. 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24
← Lc 9, 23-27 →
Decía, pues, a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame: porque el que quisiere salvar su alma, la perderá, y quien perdiere su alma por amor de mí, la salvará: Porque, ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si lo hace a sus expensas, y se pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mi palabra, se avergonzará de él el Hijo del hombre cuando viniere con su majestad, y con la del Padre y de los santos Angeles. Mas dígoos, en verdad, que algunos hay aquí que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios". (vv. 23-27)
San Cirilo
Los superiores de entre los generales excitan a sus valientes al valor en el manejo de las armas, no ofreciéndoles únicamente los honores de la victoria, sino diciéndoles también que su memoria será gloriosa si sucumben en la pelea. Esto mismo hace y enseña Jesucristo. Había predicho a sus discípulos lo conveniente que era el que El sufriese las calumnias de los judíos, que fuese muerto y que resucitase al tercer día. Para que no creyesen que Jesús padecía todo esto por la salud del mundo y que a ellos les sería permitido pasar una vida cómoda, dice que es necesario que cada uno ascienda por los grados de la perfección, por medio de iguales sufrimientos, cuando desea participar de su gloria. Por ello sigue: "Y decía a todos".
Beda
Dijo muy bien "a todos", porque lo que precede, relativo a la fe del nacimiento y pasión del Señor, lo trató separadamente, sólo entre El y sus discípulos.
Crisóstomo in Mat. hom. 56
Como es bueno y piadoso el Salvador, no quiso tener ninguno que lo sirviese como obligado sino, por el contrario, quienes lo sirviesen espontáneamente y le agradeciesen el poderlo servir. No obligando ni imponiéndose a nadie, sino persuadiendo y haciendo bien, es como atrae a todos los que quieren venir, diciendo: "Si alguno quiere".
San Basilio in cons. mon cap. 4
Cuando dice: "Venir en pos de mí" propone -a los que quieren obedecerlo- su propia vida como modelo de una vida perfecta. No insinuando que lo siguiesen corporalmente -lo que sería imposible a todos estando ya el Señor en el cielo-, sino con una imitación fiel de su vida, según la medida de nuestras fuerzas.
Beda
Si alguno no renuncia a sí mismo, no se acerca al que está sobre él. Por lo que sigue: "Niéguese a sí mismo".
San Basilio in regulis fusius disputatis ad interrog. 6
La abnegación de sí mismo quiere decir el olvido absoluto de lo pasado y la renuncia de la propia voluntad.
Orígenes tract. 2 in Mat
Se niega a sí mismo uno cuando la vida pasada en el mal se convierte en un buen régimen de nuevas costumbres, o en una vida de oración. El que ha vivido la vida del pecado deshonesto se niega a sí mismo cuando se vuelve casto. Del mismo modo, se llama negarse a sí mismo abstenerse de cualquier clase de pecado.
San Basilio ut sup
El deseo de sufrir la muerte por Cristo, la mortificación de los sentidos corporales -mientras se vive en la tierra-, el estar dispuesto a enfrentar cualquier peligro en obsequio del Señor y no aficionarse a las cosas de esta vida, es lo que se llama tomar su cruz. Por lo cual prosigue: "Y tome su cruz cada día".
Teofilacto
Llama cruz a la muerte ignominiosa, advirtiendo que el que quiera seguir a Cristo no debe huir el padecer por El aun la muerte más ignominiosa.
San Gregorio in Evang. hom. 32
La cruz puede llevarse de dos modos: cuando se mortifica el cuerpo por medio de la abstinencia, o cuando se apena el alma por medio de la compasión.
Griego
Con razón reunió estas dos cosas: "Niéguese a sí mismo, y tome su cruz". Porque del mismo modo que el que está dispuesto a subir a la cruz se resigna a la muerte en su alma y marcha no pensando ya en vivir, así el que quiere seguir al Señor debe desde luego renunciar a sí mismo y después llevar su cruz, de suerte que su voluntad esté pronta a sufrir toda clase de penalidades.
San Basilio ut sup, ad interrog. 8
La perfección consiste, pues, en tener el afecto en la indiferencia -aun de la vida-, y en estar siempre dispuesto a sufrir la muerte, no confiando en sus propias fuerzas. La perfección reconoce como fundamento las acciones exteriores. Por ejemplo, la renuncia de lo que se posee y de la vanagloria. También la renuncia de las afecciones a las cosas inútiles.
Beda
Se nos manda tomar todos los días nuestra cruz y, una vez tomada, seguir con ella a Jesucristo, que llevó su propia cruz. De aquí prosigue: "Y sígame".
Orígenes ut sup
Expresa la causa de esto, añadiendo: "Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá". Esto es, el que quiere vivir según el mundo y continuar gozando de las cosas sensibles, éste la perderá, porque no la conducirá a los términos de la bienaventuranza. Y por el contrario, añade: "Y quien perdiere su alma por amor de mí, la salvará". Es decir, el que menosprecia las cosas sensibles, prefiriendo la verdad -aun exponiéndose a la muerte-, éste que por decirlo así, pierde su alma por Cristo, más bien la salvará. Por tanto, si es bueno salvar el alma (con relación a la salvación que está en Dios), cierta perdición debe ser buena para el alma, es decir, la que se hace en vista de Cristo. Me parece también que se refiere a lo que precede, de renunciar a sí mismo, el que conviene que cada uno pierda su alma pecadora para tomar aquella que se salva por la virtud.
San Cirilo
Que el ejercicio de la pasión de Cristo supera incomparablemente las delicias y preciosidades del mundo, lo insinúa añadiendo: "¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo y perjudica?". Como si dijese: cuando alguno, considerando los placeres y los bienes presentes, rehúsa sufrir y elige vivir de una manera espléndida, si es rico, ¿de qué le aprovechará todo esto, si pierde su alma? Pasan las grandezas de esta vida y sus delicias ( 1Cor 7), como pasa una sombra ( Sab 5). No aprovechan, pues, los tesoros de la impiedad. Pero la justicia libra de la muerte ( Prov 10).
San Gregorio in Evang. hom. 32
Como la Santa Iglesia tiene sus épocas de persecución y sus períodos de paz, el Señor hace mención de estos dos tiempos. Pues en el tiempo de la persecución es cuando quiere que se exponga el alma, esto es, la vida, como lo demuestra cuando dice: "El que perdiere su alma". Mas en tiempo de paz deben domarse los deseos terrenos más dominantes, lo que significó diciendo: "¿Qué aprovecha al hombre?". Ordinariamente despreciamos las cosas pasajeras y, sin embargo, nos abstenemos muchas veces -por los respetos humanos- de expresar con la voz la rectitud que tenemos en el alma. Por eso el Señor añade el oportuno remedio a esta herida, diciendo: "Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se afrentará de él el Hijo del hombre".
Teofilacto
Se avergüenza de Cristo quien dice: "¿Por ventura creeré al Crucificado?". Y se avergüenza de sus palabras quien menosprecia la sencillez del Evangelio. Dios se avergonzará del que así obrare en su reino, como se avergüenza un padre de familia de nombrar a un siervo suyo que no es bueno.
San Cirilo
Les infundió temor diciendo que bajaría de los cielos, no en su humildad primera y en cuanto pudiere percibirle nuestra humana naturaleza, sino revestido de la gloria del Padre y acompañado de los ángeles. Sigue, pues: "Cuando viniere en su majestad, y en la del Padre y de los Santos Angeles". Terrible y funestísimo será aparecer con el signo de la enemistad y la inercia de las obras, cuando tan gran Juez baje en medio del ejército de los ángeles. De donde se desprende que, aunque el Hijo de Dios tomó carne mortal, no ha dejado de ser Dios, puesto que ofrece venir acompañado de la majestad del Padre como justo juez, y dice que lo acompañarán los ángeles. Todo esto aun cuando se ha hecho hombre semejante a nosotros.
San Ambrosio
Constantemente el Señor, a la vez que nos invita a merecer la eterna dicha por la práctica de la virtud, nos enseña a menospreciar las cosas de la tierra. Por ello robustece la humana debilidad, ofreciendo premios por las penalidades de la vida presente. Es cosa ardua tomar la cruz, tener dispuesta el alma contra los peligros y ofrecer el cuerpo a la muerte. También dejar lo conocido por lo desconocido, y raras veces la virtud, aun la más excelsa, abandona las cosas presentes por las futuras. El buen Maestro, para que ninguno se deje abatir por la desesperación o el tedio, promete a continuación a los fieles que lo verán. Diciendo: "Os digo, en verdad: hay algunos aquí que no morirán sin ver el reino de Dios".
Teofilacto
Esto es, la gloria en que habitan los justos. Dijo esto refiriéndose a la transfiguración, que representaba las felicidades de la gloria futura, como diciendo: hay algunos de los que están aquí (a saber, San Pedro, San Juan y Santiago) que no sufrirán la muerte hasta que en el día de la transfiguración vean la gloria que disfrutarán los que me confiesen.
San Gregorio ut sup
O es la Iglesia presente la que aquí se llama reino de Dios. Y algunos de sus discípulos habían de vivir en la tierra hasta que viesen la Iglesia de Dios establecida y erigida contra la Iglesia de este mundo.
San Ambrosio
Por tanto, si queremos no temer la muerte, estemos donde está Cristo, pues sólo quienes puedan estar con Cristo, serán los que no puedan gustar la muerte. Del sentido propio de estas palabras puede deducirse que aquellos que merecieron asociarse a Cristo, no experimentarán el menor contacto de la muerte. Ciertamente ellos gustarán la muerte pasajera del cuerpo, pero poseerán la vida permanente del alma. No se niega aquí la muerte del cuerpo, sino del alma.