Catena Áurea
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← Lc 11, 45-54 →
Entonces uno de los doctores de la ley, le dijo: "Maestro, hablando así, nos afrentas también a nosotros". Y El dijo: "¡Ay de vosotros igualmente, doctores de la ley, porque echáis a los hombres cargas que no pueden soportar, y vosotros ni aun con la punta del dedo las tocáis! ¡Ay de vosotros que fabricáis mausoleos a los profetas después que vuestros mismos padres los mataron! Verdaderamente dais a conocer que aprobáis los atentados de vuestros padres porque ellos en verdad los mataron, mas vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo también la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán a unos y perseguirán a otros; para que a esta nación se le pida cuenta de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde el principio del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías que pereció entre el altar y el templo. Sí, os lo digo, que a esta raza de hombres se le pedirá de ello cuenta. ¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os alzasteis con la llave de la ciencia! Vosotros mismos no habéis entrado, y aun a los que iban a entrar se lo habéis impedido". Diciéndoles estas cosas, los fariseos y los doctores de la ley comenzaron a contradecirle porfiadamente y a pretender taparle la boca de muchas maneras, armándole asechanzas y tirando a sonsacarle alguna palabra de que poder acusarle. (vv. 45-54)
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
La reprensión, que hace obrar mejor a los humildes, suele ser intolerable para los hombres soberbios. Por lo que cuando el Salvador reprendía a los fariseos, que se separaban del verdadero camino, se ofendía por ello la turba de los doctores de la ley. Por esto dice: "Entonces uno de los doctores de la ley, le dijo: Hablando así, nos afrentas también a nosotros".
Beda
Cuán miserable es la conciencia de aquellos que se creen ofendidos oyendo la palabra de Dios, y recordando la pena de los malvados se cree siempre condenada.
Teófil
Los doctores de la ley eran diferentes de los fariseos, porque éstos, separándose de los demás, aparecían como religiosos; pero los doctores de la ley eran los escribas y los sabios que resolvían las cuestiones de la misma.
San Cirilo, ubi sup
Jesucristo devuelve a los doctores de la ley su invectiva y humilla su vana arrogancia. Por esto sigue: "Y El dijo: ¡Ay de vosotros igualmente, doctores de la ley, porque echáis a los hombres!", etc. Usa de un ejemplo evidente para confundirlos. La ley era pesada para los judíos, como confiesan los discípulos del Salvador; pero los doctores de la ley, reuniendo como en un haz los preceptos de la ley, los imponían sobre sus súbditos y no se cuidaban de trabajar.
Teófil
Siempre que un doctor hace lo que enseña, alivia la carga, ofreciéndose como ejemplo; pero cuando nada hace de aquello que enseña, entonces parece pesada la carga a los que reciben su enseñanza, puesto que ni el doctor mismo puede soportarla.
Beda
Se les decía con razón que no tocaban ni con el dedo la carga de la ley; esto es, que no la cumplían en lo más mínimo, puesto que, contra la costumbre de sus mayores, presumían que la cumplían y la hacían cumplir sin la fe y la gracia de Cristo.
San Gregorio Niceno, in Cat. graec. Patr
Tales son también muchos jueces: severos con los que pecan e indulgentes consigo mismos; legisladores intolerables y débiles observantes de las leyes; no quieren observar una vida honesta ni acercarse a ella y exigen a sus subordinados que la observen con todo rigor.
San Cirilo, ubi sup
Después que reprendió las duras prácticas de los doctores de la ley, dirige sus cargos contra todos los príncipes de los judíos, diciéndoles: "¡Ay de vosotros que fabricáis mausoleos a los profetas, después que vuestros mismos padres los mataron!"
San Ambrosio
Este pasaje es muy oportuno contra la muy vana superstición de los judíos, que, fabricando sepulcros a los profetas, condenaban las acciones de sus padres; y sin embargo, imitando los pecados de sus padres, atraían sobre sí su condenación. Aquí no reprende la edificación, sino la emulación del crimen. Por esto añade: "Verdaderamente dais a entender que aprobáis", etc.
Beda
Fingían, en efecto, para captarse el amor del pueblo, que miraban con horror la perfidia de sus padres, adornando con magnificencia los sepulcros de los profetas que ellos habían muerto; pero en esto mismo manifiestan cuánto consentían en la iniquidad de sus padres, injuriando al Señor anunciado por los profetas. Por lo cual dice: "Por eso dijo también la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán a unos y perseguirán a otros".
San Ambrosio
La sabiduría de Dios es Jesucristo. En fin, leemos en San Mateo ( Mt 23, 34): "He aquí que yo os envío profetas y sabios".
Beda
Si, pues, la misma sabiduría de Dios es la que ha enviado profetas y apóstoles, dejen de sostener los herejes que Jesucristo tiene su principio en la Virgen, y que uno es el Dios de la ley y los profetas y otro distinto el del Nuevo Testamento. Aunque también muchas veces los apóstoles llaman profetas en sus escritos no sólo a los que anuncian la futura encarnación de Jesucristo, sino a los que predicen las futuras alegrías del reino de los cielos. Pero de ningún modo creo que éstos deban ser considerados de rango superior a los apóstoles.
San Atanasio, in Apolog. 1. De fuga sua
Si los matan, pues, su muerte clamará más alto contra ellos; y si los persiguen, darán testimonio de iniquidad. Porque la huida de los que sufren persecución redunda en mayor culpa de los perseguidores, no habiendo quien huya del que es piadoso y bondadoso, sino del que es cruel y tiene costumbres depravadas. Por esto sigue: "Para que a esta generación se le pida cuenta de la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde el principio del mundo".
Beda
Se pregunta ¿por qué razón se exige de esta generación de judíos la sangre de todos los profetas y de los justos, siendo así que muchos de los santos -antes y después de la encarnación- habían sido muertos por otras naciones? Pero es costumbre en las Sagradas Escrituras el dividir a los hombres en dos generaciones, la de los buenos y la de los malos.
San Cirilo, ubi sup
Aunque dice terminantemente a esta generación, no se refiere sólo a los que están presentes y lo oyen, sino a todos los homicidas; puesto que comprende a todos los que son semejantes.
Crisóstomo, homil. 75, in Matth
Además, si anuncia que los judíos habían de sufrir mayores males, no lo dice sin motivo. Ellos se atrevieron a cometer mayores crímenes que los demás y nunca fueron castigados por eso; y cuando vieron que otros que pecaban eran castigados, no por esto fueron mejores sino que cometieron iguales crímenes. Sin embargo, eso no quiere decir que paguen ellos las culpas cometidas por otros pueblos.
Teófil
Manifiesta el Señor que los judíos son los herederos de la malicia de Caín, porque añade: "Desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías", etc. Abel fue muerto por Caín. En cuanto a Zacarías, que mataron entre el altar y el templo, dicen que era el antiguo Zacarías, hijo del sacerdote Yoyadá 1.
Beda
No es de admirar que desde la sangre de Abel, que fue el primero que sufrió el martirio, les exija su responsabilidad. Pero ¿por qué dice hasta la sangre de Zacarías, siendo así que muchos fueron muertos después de él hasta el nacimiento de Jesucristo, y aun en este mismo tiempo fueron degollados muchos inocentes? Quizá porque Abel fue pastor de ovejas y Zacarías sacerdote, habiendo sido muerto el primero en el campo y el segundo en el atrio del templo, representando con sus nombres los dos órdenes de mártires: el de los seglares y el de los sacerdotes.
San Gregorio Niceno. Orat. in diem natalem Christi
Dicen algunos que Zacarías, padre de Juan Bautista 2, deduciendo el misterio de la virginidad intacta de la Madre de Dios por el espíritu de profecía, no la excluyó del lugar del templo destinado a las vírgenes, para dar a entender que este nacimiento especial, estaba sometido al poder del que hizo todas las cosas y que en nada se opone a la virtud del celibato. Este lugar, situado entre el altar y el templo, era en donde estaba el altar de bronce, que fue donde mataron a Zacarías. Dicen también que habiendo oído que iba a venir el Rey del mundo, impulsados por el temor de la servidumbre acometieron con toda premeditación al que anunciaba su nacimiento, e inmolaron al sacerdote en el templo.
Graec., vel Geometer, in Cat. graec. Patr
Algunos dicen que fue otra la causa de la muerte de San Zacarías. Como habían sido degollados los inocentes debía también morir Juan Bautista con sus coetáneos; pero Isabel, sacando a su hijo de en medio de la matanza, huyó al desierto. De allí que, no habiendo encontrado los soldados de Herodes a Isabel y a su hijo, volvieron sus iras contra Zacarías, matándolo cuando prestaba sus servicios en el templo. Prosigue: "¡Ay de vosotros, doctores de la ley, que os alzasteis con la llave de la ciencia!"
San Basilio, in Esaiam, visione 1
Esta frase "¡ay de vosotros!", que sólo se profiere en las grandes aflicciones, convenía en efecto a aquellos que, poco después, habían de ser entregados a un grave suplicio.
San Cirilo, ut sup
La llave de la ciencia es la misma ley, porque era la sombra y la figura de la justicia de Jesucristo. Convenía, por tanto, que los doctores que examinaban la ley de Moisés y los testimonios de los profetas, abriesen, digámoslo así, las puertas del conocimiento de Jesucristo al pueblo judío. Sin embargo no lo hicieron; más bien, por el contrario, desacreditaban los milagros divinos y clamaban contra su doctrina: ¿Por qué lo oís? Así, pues, se alzaron con la llave de la ciencia (esto es, la quitaron). Por lo cual dice: "Vosotros mismos no habéis entrado, y a los que iban a entrar se lo habéis prohibido". Pero también la fe es la llave de la ciencia, porque el conocimiento de la verdad se alcanza por la fe, según las palabras de Isaías ( Is 7, 9): "Si no creyereis, no entenderéis". Los doctores de la ley, por tanto, se habían apoderado de la llave de la ciencia, no permitiendo que creyesen los hombres en Jesucristo.
San Agustín. De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 23
También puede decirse que la llave de la ciencia es la humildad de Jesucristo, la que no querían conocer los doctores de la ley, ni permitían que la conociesen los demás.
San Ambrosio
Son acusados también hasta hoy bajo el nombre de judíos, y se les anuncia que están sujetos a la perdición eterna aquellos que usurpan la enseñanza del conocimiento divino e impiden que lleguen a él los otros, y no conocen ellos mismos esta enseñanza.
San Agustín. De cons. Evang., lib. 2, cap. 75
Refiere San Mateo que el Señor dijo todo esto después que hubo entrado en Jerusalén; pero San Lucas dice que fue cuando se dirigía a aquella ciudad. Por esto es de creer que habló el Señor dos veces, y un evangelista cita las palabras de una de ellas y otro las de la otra.
Beda
Cuán verdaderos son los crímenes de perfidia, de disimulo y de impiedad -imputados a los fariseos y los doctores de la ley-, lo manifiestan ellos mismos, puesto que, en vez de arrepentirse, se oponen insidiosamente al doctor de la verdad. Sigue, pues: "Diciéndoles estas cosas, los fariseos y los doctores de la ley comenzaron a instar fuertemente".
San Cirilo, ubi sup
Se toma la palabra insistir por instar, amenazar o embravecerse. Empezaron, pues, a interrumpir la palabra del Señor de muchos modos; por esto sigue: "Y a pretender taparle la boca de muchas maneras".
Teófil
Cuando muchos preguntan a uno sobre varias materias, como no puede contestar a todos a la vez, aparece para los ignorantes como que no sabe contestar. De este modo le armaban asechanzas aquellos sacrílegos. Pero además se proponían hacerle callar de otro modo, a saber, provocándolo para que dijese alguna cosa por donde pudiera ser acusado; por lo cual dice: "Armándole asechanzas y procurando cazar de su boca alguna cosa, para poder acusarle". Después de decir el evangelista instar, dice ahora cazar o arrebatar de su boca alguna cosa. Le preguntaban rápidamente acerca de la ley, para poder acusarle de que blasfemaba contra Moisés; rápidamente del César, para acusarle como conspirador y enemigo de la majestad del César.
Notas
1. Zacarías, hijo del sacerdote Yoyadá. Fue muerto en el atrio del templo por orden del rey Yoas de Judá, como consecuencia de haber recriminado al pueblo por haber abandonado a Yavé. Ver 2Cro 24, 20-22.
2. Aquí se considera que Zacarías, al que se refiere Cristo, no es el hijo del sacerdote Yoyadá sino el padre del Bautista.