Catena Áurea
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Así que acabo de hablar, un fariseo le convidó a comer en su casa; y entrando Jesús en ella, púsose a la mesa. Entonces el fariseo, discurriendo consigo mismo, comenzó a decir: "¿Por qué no se habrá lavado antes de comer?" Y el Señor dijo: "Vosotros, oh fariseos, limpiáis el exterior de las copas y de los platos: mas el interior de vuestro corazón está lleno de rapiña y de maldad. ¡Necios! ¿No sabéis que el hizo lo de fuera hizo también lo de dentro? Sobre todo, dad limosna de lo vuestro que os sobra y todas las cosas estarán limpias en orden a vosotros. Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la yerba buena y de la ruda, y de toda hortaliza, y no hacéis caso de la justicia y del amor de Dios! Estas son las cosas que debíais practicar sin omitir aquéllas. ¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos de las sinagogas y ser saludados en público! ¡Ay de vosotros, que sois como los sepulcros, que están encubiertos, y que son desconocidos de los hombres que pasan por encima de ellos". (vv. 37-44)
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
El fariseo, a pesar de su tenacidad, llamó al Señor a su propia casa; por esto dice: "Y cuando estaba hablando, le rogó un fariseo que fuese a comer con él".
Beda
San Lucas no dice: "Y cuando decía estas cosas", para dar a entender que no fue inmediatamente después de decir lo que había narrado antes, sino que pasaron algunos momentos antes que el fariseo le rogase fuese a comer con él.
San Agustín, De cons. Evang. lib. 2, cap. 26
San Lucas, en efecto, difiere en este relato de San Mateo acerca del lugar en donde los dos refieren lo que dijo de la señal de Jonás, de la reina del Mediodía y del espíritu inmundo. Después de este discurso, dice San Mateo ( Mt 12, 46): "Todavía estaba hablando a las turbas, cuando su madre y sus hermanos llegaron a la puerta deseando hablar al Señor"; pero San Lucas se separa en este discurso del orden que había seguido con San Mateo, recordando algunas palabras del Señor que San Mateo no había referido.
Beda
Y así, cuando le anunciaron que estaban fuera su madre y sus hermanos, y dice: ( Mt 12, 50) "El que hiciere la voluntad del Señor, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre"; es de suponer que había entrado ya al convite por el ruego del fariseo.
San Cirilo, ubi sup
Pero el mismo Jesucristo, que conocía la malicia de estos fariseos, condescendió con ellos para ganarlos, a semejanza de los buenos médicos, que prodigan sus remedios a los enfermos más graves. Por esto sigue: "Y habiendo entrado, se sentó a la mesa". Dio ocasión a las palabras de Jesucristo el indócil fariseo, que se escandalizó, porque creyendo que era justo y profeta, no actuaba conforme a la irracional costumbre de su pueblo; por lo cual, sigue: "Entonces el fariseo, discurriendo consigo mismo, comenzó a decir: ¿Por qué no se habrá lavado antes de comer?".
San Agustín. De verb. Dom., serm. 30.
Los fariseos acostumbraban a lavarse con agua todos los días antes de comer, como si esto pudiera purificar su corazón. Así pensó, pues, el fariseo, pero no dijo nada. Sin embargo, lo oyó quien veía el interior del corazón. Por esto dice: "Y el Señor le dijo: Ahora vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato: mas vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad".
San Cirilo, ubi sup
Podía el Señor haber usado de otras palabras para amonestar a aquel mal fariseo; pero aprovechó la ocasión y formó su argumento de lo que tenía más a la mano. Así que, como estaban en la mesa y durante la comida, toma por ejemplo la copa y el plato. Y enseña que así como los vasos que se presentan en la mesa, deben estar limpios de toda suciedad exterior, así todos los que sirven al Señor sinceramente deben estar lavados y limpios, no sólo de la impureza del cuerpo, sino de la que está oculta en lo interior del alma.
San Ambrosio
Aquí nuestros cuerpos son comparados con las cosas terrenas y frágiles, que al menor golpe se quiebran. Lo que está en lo interior del alma se revela fácilmente por medio de los sentidos y los movimientos del cuerpo, del mismo modo que se ve por fuera lo que una copa contiene. Por tanto no cabe duda de que con la palabra copa se da a conocer las pasiones del cuerpo. Observemos que no es lo exterior de esta copa y de este plato lo que nos mancha, sino lo interior, porque dijo el Señor: "Mas vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad".
San Agustín. De verb. Dom. serm. 38
¿Cómo no perdonó a aquel hombre que le había convidado? Pero fue más indulgente reprendiéndolo para perdonarlo en su tribunal justiciero. Después nos da a conocer que el bautismo, que se recibe una sola vez, limpia por la fe. Esta fe está en lo interior, no en lo exterior; y como los fariseos la menospreciaban lavando lo de fuera, quedaban muy manchados interiormente, . Es lo que condenaba el Señor, diciendo: "¡Necios! ¿No sabéis que el que hizo lo de fuera hizo también lo de dentro?"
Beda
Como diciendo: El que hizo las dos dimensiones del hombre desea que ambas estén limpias. Lo cual es contrario a los maniqueos, que dicen que Dios sólo ha creado el alma, pero que la carne ha sido creada por el diablo. Esto también se opone a los que detestan como muy graves los pecados corporales (como son la fornicación, el hurto y otros semejantes) y consideran leves los espirituales, que condena no menos el Apóstol ( Gal 5).
San Ambrosio
El Señor, como buen maestro, nos enseña de qué modo debemos limpiar la impureza de nuestro cuerpo, diciendo: "Esto no obstante, lo que resta, dad limosna: y todas las cosas os son limpias". Ve aquí cuántos remedios. La misericordia nos purifica, la palabra de Dios nos purifica, según lo que está escrito ( Jn 15, 3): "Ya habéis quedado limpios por la palabra que os he dicho".
San Agustín, De eleemosyna
El misericordioso aconseja que se ejercite la misericordia. Y, como desea preservar a todos los que ha redimido a tan gran precio, enseña que pueden purificarse de nuevo los que se han manchado después de la gracia del bautismo.
Chris., in Cat. graec. Patr., ex-homiliis in Joannem.
Dice, pues: Dad limosna, no injusticia; porque hay limosna que carece de toda injusticia. Esta lo limpia todo y es mejor que el ayuno, más difícil, pero menos meritorio. Pues la limosna es el lustre del alma, la enriquece y la hace aparecer buena y hermosa. El que piensa compadecerse de la miseria de otro, empieza a abandonar el pecado. Porque así como el médico que cura con frecuencia a los heridos, se compadece fácilmente reconociendo su propia fragilidad, y por los sufrimientos ajenos, así nosotros, si nos ocupamos en socorrer a los necesitados, menospreciaremos fácilmente lo presente, y nos elevaremos hasta el cielo. No es pequeño el remedio de la limosna, puesto que puede aplicarse a todas las heridas.
Beda.
Dice: "lo que resta", esto es, lo que no es necesario para comer y vestir. Porque no manda que se haga la limosna de modo que tú mismo te reduzcas a la indigencia, sino que, satisfechas las necesidades de tu cuerpo, des al pobre todo cuanto puedas. También puede entenderse de este modo: Lo que resta, esto es, el solo remedio que queda a los que andan preocupados por sus muchas maldades es dar limosna. Esta palabra se refiere a todas las obras de misericordia, porque da limosna no sólo el que da de comer al que tiene hambre y otras necesidades por el estilo, sino también el que perdona a quien le falta y ruega por él, y el que corrige a otro castigándolo con alguna pena para que se enmiende.
Teófil.
O bien dice: "Lo que sobra"; porque las riquezas dominan al corazón ambicioso.
San Ambrosio.
Todo este magnífico pasaje tiene por objeto invitarnos a que nos hagamos sencillos, condenando las cosas superfluas y terrenas de los judíos. Con todo El les ofrece el perdón de sus pecados si ejercen la misericordia.
San Agustín. De verb. Dom., serm. 30.
Pero, si no pueden quedar limpios sino aquellos que creen en el que purifica el corazón por la fe, ¿cómo es que dice el Señor: "Dad limosna y todas las cosas os son limpias"? Veamos si El mismo lo explica: los fariseos separaban la décima parte de todos sus frutos y daban limosnas, lo que no hacen todos los cristianos; por tanto se burlaron del Salvador porque les hablaba como a hombres que no daban limosnas. Conociendo esto el Salvador, añade: "Mas ¡ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la yerba buena y de la ruda, y de toda clase de hortalizas, y no hacéis caso de la justicia y del amor de Dios!". Esto no es dar limosna. El hacer limosna consiste en tener caridad; si comprendes esto comienza por ti mismo. ¿Cómo te compadecerás de otro, si eres cruel para contigo? Oye lo que dice la Sagrada Escritura (Si 30, 24): "Compadécete de tu alma, agradando al Señor". Fija los ojos en tu conciencia, tú que vives mal o como infiel, y en ella encontrarás tu alma mendigando o acaso enmudecida por la necesidad. Da limosna a tu alma por medio del juicio y de la caridad. ¿Qué es el juicio? El disgusto de ti mismo; ¿qué es la caridad? Amar a Dios y amar al prójimo. Si dejas de hacer esta limosna, por mucha caridad que tengas, nada harás cuando nada haces por ti mismo.
San Cirilo.
O bien dice esto para reprender a los fariseos, porque mandaban observar a los hombres que les estaban sometidos aquellos preceptos, solamente que eran para ellos motivo de mayores rendimientos. De aquí que no perdonaban ni la más pequeña parte de las hortalizas, mientras no se ocupaban de exhortar a la caridad hacia Dios y descuidaban la justa censura del juicio.
Teofilacto.
Y como ellos despreciaban a Dios tratando con indiferencia las cosas sagradas, les mandó amar a Dios. Y por el juicio les insinúa el amor del prójimo; porque si alguno juzga bien a su prójimo es porque lo ama.
San Ambrosio.
O bien porque no hacen ningún caso del juicio ni del amor de Dios; del primero porque no lo ponen como punto de mira en su conducta, y de la caridad porque no aman a Dios de corazón. Y con el fin de que no nos perdamos fijando nuestra atención en la fe y abandonando las buenas obras, resume en breves palabras la perfección del hombre fiel, para que éste merezca ser aprobado por su fe y por sus buenas obras, diciendo: "Estas son las cosas que debíais practicar sin omitir aquéllas".
Crisóstomo, homil. 74, in Matth
Cuando habla de la purificación de los judíos, la omite enteramente; pero porque el diezmo es una especie de limosna y todavía no era tiempo de concluir terminantemente con las ceremonias legales, dice: "Estas son las cosas que debíais practicar".
San Ambrosio
También reprende la soberbia y el orgullo de los judíos, porque deseaban ocupar los primeros puestos. Sigue, pues: "¡Ay de vosotros, fariseos, que amáis los primeros asientos", etc.
San Cirilo, ubi sup
Reprendiéndolos por estas cosas, nos invita a ser mejores. Quiere curarnos de la ambición y que no busquemos la apariencia -que es lo que hacían los fariseos-, sino la realidad. Y es así que el ser saludados por otros y presidirlos no demuestra que seamos verdaderamente dignos de ello. A muchos les sucede esto aun cuando no sean buenos, por lo cual añade: "Ay de vosotros, que sois como los sepulcros que no parecen", porque, queriendo ser saludados por los hombres y presidirlos para gozar de grande estima, no difieren de sepulcros encubiertos que aparecen exteriormente con ricos ornatos, mientras que interiormente están llenos de podredumbre.
San Ambrosio
Y como los sepulcros, que están encubiertos, disimulan lo que son, engañan la vista de los que pasan por encima. Por lo cual dice: "Y que son desconocidos de los hombres que pasan por encima de ellos"; esto es, que en tanto que exteriormente aparecen magníficos, interiormente están llenos de corrupción.
Crisóstomo in Matthaeum hom. 74
No debe llamar la atención, sin embargo, el que los fariseos fueran así. Pero si nosotros, considerados como dignos de ser templos de Dios, nos convertimos repentinamente en sepulcros que sólo encierren podredumbre, será el extremo de la desgracia.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr. et contra Julianum
Dice aquí el apóstata Juliano que debe huirse de los sepulcros, que el mismo Jesucristo llamó inmundos; pero esto lo dice ignorando el sentido de las palabras del Salvador. No mandó huir de los sepulcros, sino que comparó con ellos al pueblo hipócrita de los fariseos.