Catena Áurea
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← Lc 12, 58-59 →
"Cuando vas con tu contrario al príncipe, haz lo posible por librarte de él en el camino, porque no te lleve al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último maravedí". (vv. 58-59)
Teofilacto
Después de dar a conocer la discordia laudable, el Señor habla a sus discípulos de la paz laudable diciendo: "Cuando vas con tu contrario al magistrado, haz lo posible por librarte de él en el camino", etc. Como diciendo: Cuando tu enemigo te lleva a juicio, procura -esto es, por todos los medios que puedas- el ser absuelto por él. O bien: procura, es decir, aunque no tengas nada, pide prestado para obtener su perdón y que no te lleve delante del juez. Y continúa: "Porque no te lleve al juez y el juez te entregue al alguacil".
San Cirilo
En cuyo caso sufrirás las penas hasta que pagues el último dinero. Y esto es lo que añade: "Que digo que no saldrás", etc.
Crisóstomo, homil. 16, in Matth
Me parece que el Salvador habla aquí de los jueces actuales y de la comparecencia en los juicios presentes y de la cárcel de este mundo. Por todas estas cosas que aparecen y ocurren, se enmiendan ordinariamente los hombres culpables. El Señor los amonesta así con frecuencia, no sólo por los bienes y los males de la otra vida, sino también por la presente a causa de la ignorancia de los que lo escuchaban.
San Ambrosio
Nuestro enemigo es el diablo, que nos tienta con la seducción del mal, para que sufran con él los que lo acompañaron en el error. También es enemiga nuestra toda costumbre viciosa. Por último, es nuestra enemiga nuestra mala conciencia, que nos aflige aquí y nos acusará y condenará en la otra vida. Procuremos, por tanto, mientras vivimos en este mundo, huir de todo acto culpable como de enemigo malo; no sea que yendo con él al juez, nos condene en el camino por nuestro error. Pero ¿quién es el magistrado, sino aquel que tiene toda potestad? Este magistrado entrega al reo a aquel que tiene poder sobre los vivos y los muertos, esto es a Jesucristo, por quien se juzga lo oculto, e impone el castigo de las malas obras. Y él entrega al alguacil y pone en la cárcel, pues dice: "Tomadle y arrojadle a las tinieblas exteriores" ( Mt 22, 13). Da a conocer también que sus ejecutores son los ángeles, de quienes dice: "Saldrán los ángeles y separarán los malos de los buenos y los arrojarán al fuego" ( Mt 13, 49). Pero aquí añade: "Te digo, que no saldrás de allí hasta que pagues el último dinero". Así como los que pagan una cantidad no dejan de ser deudores hasta que han pagado, sea como fuere, todo lo que deben, así se redime la pena del pecado por las obras de caridad y otras acciones.
Orígenes, sup. hom. 33
De otro modo: Pone aquí cuatro personas, el adversario, el legislador, el ejecutor y el juez. San Mateo omite la persona del magistrado y en vez de ejecutor dice ministro. Se diferencian también en que aquél dijo dinero y éste óbolo; pero uno y otro dijeron hasta el último. Sabemos que todos los hombres llevan consigo dos ángeles: el malo, que nos invita a obrar mal, y el bueno, que nos exhorta a obrar bien. El primero, enemigo nuestro, siempre que pecamos triunfa, sabiendo que tiene el poder de triunfar y de gloriarse ante el príncipe de este mundo que lo ha enviado. En el texto griego dice "el adversario", con artículo, como para determinar a uno entre muchos, porque cada uno vive bajo el dominio de su príncipe. Procura, por tanto, librarte de tu enemigo, o sea del príncipe ante quien te lleve tu enemigo, teniendo sabiduría, justicia, fortaleza y templanza. Mas si lo procuras así, sea en Aquél que dice: "Yo soy el camino" ( Jn 14, 6). De otro modo tu enemigo te presentará al juez. Dice que te presentará para dar a conocer que los que se resisten, serán compelidos a sufrir la condenación. En cuanto al juez que entrega al ejecutor yo no conozco otro que nuestro Señor Jesucristo. Cada uno de nosotros tiene sus propios ejecutores. Estos nos dominan cuando debemos algo. Pero si pagamos todo lo que debemos, podemos ir al ejecutor y con la frente levantada decirle: Nada te debemos. Si fuésemos deudores, en cambio, el ejecutor nos metería en la cárcel y no nos permitiría salir hasta que paguemos todo lo que debemos, puesto que no tiene poder para condonarme ni siquiera un óbolo. El Señor es quien perdonó a un deudor quinientos denarios, y a otro cincuenta ( Lc 7). Este, que es el ejecutor, no es el dueño, sino el encargado por él de exigir las deudas. Dice el último óbolo, porque es lo menor y más pequeño. Ya que nuestros pecados son graves o leves. Bienaventurado, pues, el que no peca. Bienaventurado después de éste, el que peca levemente. Y aun entre los que así pecan hay una gran diferencia, de otro modo no diría "hasta que pague el último óbolo". E incluso cuando deba poco no saldrá de allí, hasta que pague el más pequeño dinero; pero a aquél que deba mucho, se le hará pagar durante muchos siglos.
Beda
O bien: nuestro enemigo en el camino es la palabra de Dios contraria a nuestros deseos materiales en la presente vida, del que se libra el que se somete a sus preceptos. De otro modo será entregado al juez, porque en virtud del menosprecio de la palabra de Dios el pecador será tenido como reo en el examen del juez, quien lo entregará al ejecutor -es decir, al espíritu maligno- para la venganza. Y éste lo arrojará en la cárcel, esto es en el infierno, en donde siempre padecerá el castigo sin que nunca pueda obtener el perdón, por lo que jamás saldrá de allí, sino que sufrirá las penas eternas con la terrible serpiente, el diablo.