Catena Áurea
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Y cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí; y a los ladrones, uno a la diestra y otro a la siniestra. (v. 33)
San Atanasio in Cat. Graec. Patr
En el mismo sitio donde pereció el género humano, allí ofreció Jesús su propio cuerpo. Porque donde se sembró la corrupción debió nacer la incorrupción; por esto fue crucificado en el Calvario. Dice, pues: "Y cuando llegaron al lugar que llaman de la Calavera, le crucificaron allí". Los doctores de los judíos aseguraban, que allí se encontraba el sepulcro de Adán.
Beda
Había varios sitios fuera de la ciudad en donde se decapitaba a los condenados a muerte, y tenían el nombre de Calavera, esto es, de los degollados; y así fue crucificado por la salud de todos, como culpable, entre los culpables; para que allí donde abundó el pecado, sobreabundara la gracia. (Rm 5, 20)
San Cirilo
El Hijo Unigénito de Dios no padeció aquellas cosas que son propias del cuerpo en su naturaleza divina, según la cual es Dios sino más bien en su naturaleza humana. Pero se puede decir a la vez, que el mismo Hijo, padeció de uno y otro modo; esto es, que no padeció en cuanto a la divinidad, sino que padeció en cuanto a la humanidad.
San Eusebio in Cat. Graec. Patr
Si, obrando de otro modo, después de haber vivido con los hombres, se hubiese vuelto al cielo de pronto, huyendo a la muerte, los hombres le hubiesen creído un fantasma. Y del mismo modo como cuando uno nos quiere mostrar que un vaso es incombustible y que puede resistir a la acción del fuego, lo expone a las llamas y luego lo vemos salir ileso una vez sometido a su acción, así el divino Verbo, queriendo dar a conocer que el medio de que se había valido para la salvación de los hombres podía vencer a la muerte, lo sometió a prueba, sometiendo lo que era mortal a la muerte; pero después de poco, lo libró de la muerte con la ayuda del poder divino. Este es el primer fin que Jesucristo se propuso al morir. En segundo lugar, se propuso dar a conocer el poder divino, encerrado en el cuerpo de Jesucristo. Como antiguamente se acostumbraba a deificar a los hombres que morían rodeados de gloria, y los llamaban héroes o dioses, enseñó que sólo hay que confesar como verdadero Dios a aquel que muerto, ha sido engalanado con los trofeos de la victoria al haber vencido El a la muerte. En tercer lugar, quiso ofrecerse como víctima que había de ser inmolada por la salvación de todo el género humano, con la cual, una vez ofrecida, queda destruido todo el poder del infierno, y todo error disipado. Reconoce, además, otra causa la muerte del Salvador: que, en la Resurrección que habría de tener lugar después de su muerte, sus discípulos viesen confirmada su fe oculta, esa fe que tanto cuidó de enseñarles, para que, menospreciando la muerte, sufriesen con gusto toda clase de tormentos en contra del error.
Crisóstomo
El Salvador había venido, no a destruir su propia muerte, la que no tenía, porque era la Vida, sino la de los hombres. Por esto no se reservó su cuerpo de la muerte, sino que permitió que le fuese impuesta por los hombres. Y si hubiese enfermado su cuerpo, y se hubiese disuelto en presencia de todos, no habría dejado de producir mal efecto, puesto que mientras había curado las enfermedades de los demás, tenía su cuerpo sometido a las mismas. Y si hubiese abandonado el cuerpo en alguna ocasión, sin enfermedad alguna, y después se hubiese vuelto a presentar, no se habría creído que hubiera resucitado: la muerte debe preceder a la resurrección. ¿Cómo habría podido hacer creer en su resurrección, si no hubiese probado antes que había muerto? Y si todo esto hubiera sucedido en secreto, ¿cuántas mentiras no habrían inventado los hombres incrédulos? ¿Cómo podría conocerse la victoria del Salvador en su muerte, si no la hubiese sufrido en presencia de todos, y hubiese probado que la había vencido por la incorruptibilidad de su carne? De este modo se dirá: hubiera sido conveniente que hubiese elegido otra muerte mejor, evitando así la ignominia de la cruz, pero aun cuando así lo hubiera hecho, habría dado lugar a la sospecha, haciendo ver que carecía del valor suficiente para arrostrar cualquier muerte. De este modo se presenta como luchador, venciendo a aquel que su enemigo le ofrece, apareciendo más fuerte que todos. Por ello aceptó, para salvación de todos, la muerte más ignominiosa que sus enemigos le ofrecieron, y que ellos mismos consideraban como dura e infame, para que destruida ésta, quedase destruido en absoluto el dominio de la muerte. Por esto no se le corta la cabeza como al Bautista, ni fue descuartizado como Isaías, porque debía conservar el cuerpo íntegro después de su muerte, no fuera que algunos tomasen ocasión de ello para dividir su Iglesia. Quiso llevar también sobre sí la maldición en que nosotros habíamos incurrido pecando, recibiendo una muerte maldita, como lo es la de cruz, según aquellas palabras: ( Dt 21) "Maldito el hombre que pende de un madero". Muere en una cruz, y con los brazos abiertos, para atraer hacia sí, con una mano, al pueblo antiguo, y con la otra, al pueblo gentil, uniéndolos entre sí y consigo mismo. Muriendo en lo alto de una cruz, purifica la atmósfera de los demonios que la inundan, facilitándonos así la subida al cielo.
Teófil
Como la muerte había entrado por un árbol, se hacía preciso destruirla por medio de otro árbol, para que sufriendo invenciblemente el Señor los dolores de la crucifixión, venciese la complacencia que había producido el árbol primero.
San Gregorio Niceno Orat 1, De resurect. Christ
La forma de la cruz, teniendo cuatro brazos que arrancan de un mismo centro, da a conocer la virtud y la providencia de Aquel que de ella pende, extendidas por todas partes.
San Agustín de Gratia Nobis et veteris testamenti
No eligió sin misterio esta clase de muerte, porque quiso enseñarnos la latitud, la longitud, la altura y la profundidad de que habla el Apóstol. Porque la latitud del madero transversal indica las buenas obras, pues en él se extienden las manos; la longitud en todo lo que se ve del madero que descansa sobre la tierra, esto es, que persiste y persevera, significa la longanimidad. La altura se encuentra en aquella parte del madero que está en la parte superior del otro que le atraviesa, dejando una parte por encima, esto es, donde llega la cabeza del crucificado. Porque la esperanza suprema de los que esperan es buena. Y finalmente, aquella parte que se oculta en la tierra, y de donde arranca todo lo demás, da a conocer la profundidad de la gracia gratuita.
Crisóstomo
Crucificaron también a dos ladrones, para que Jesús participase de las sospechas que sobre aquéllos había. Prosigue: "Y a los ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda". Pero no ha sido así, porque han sido olvidados aquéllos mientras que la Cruz del Salvador en todas partes es honrada: los reyes, dejando sus diademas, colocan la cruz en sus púrpuras, en sus coronas y en sus armas; en la Sagrada Mesa, establecida por todo el mundo, brilla la cruz. No sucede esto generalmente en las demás cosas de la vida. Mientras viven los que obran con valor, gozan en sus acciones; mas cuando estos mueren, aquellas obras desaparecen. Pero en Jesucristo sucede lo contrario; porque antes de que muriese, todo era triste; pero con su muerte, todo lo ha hecho alegre y glorioso, para que conozcamos que no era un puro hombre el que había muerto crucificado.
Beda
Los dos ladrones crucificados con Jesucristo, representan a aquellos que padecen por la fe de Cristo, o sufren los tormentos del martirio, o las penalidades de la mortificación austera. Pero los que padecen esto para alcanzar la vida eterna están representados por el ladrón de la derecha; mas el que obra así por merecer la humana alabanza, imita el proceder del mal ladrón.