Catena Áurea
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 Cap. 24
← Lc 24, 13-24 →
Y dos de ellos, aquel mismo día, iban a una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios. Y ellos iban conversando entre sí de todas estas cosas, que habían acaecido. Y como fuesen hablando y conferenciando el uno con el otro, se llegó a ellos el mismo Jesús, y caminaba en su compañía. Mas los ojos de ellos estaban detenidos, para que no le conociesen, y les dijo: "¿Qué pláticas son ésas que tratáis entre vosotros caminando, y por qué estáis tristes?" Y respondiendo uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: "¿Tú sólo eres forastero en Jerusalén, y no sabes lo que allí ha pasado estos días?" El les dice: "¿Qué cosa?" Y respondieron: "De Jesús Nazareno, que fue un varón profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Y cómo le entregaron los sumos sacerdotes y nuestros príncipes a condenación de muerte, y le crucificaron; mas nosotros esperábamos que El era el que había de redimir a Israel; ahora sobre todo esto ya hoy es el tercer día, que han acontecido estas cosas. Aunque también unas mujeres de las nuestras nos han espantado, las cuales, antes de amanecer, fueron al sepulcro, y no habiendo hallado su cuerpo, volvieron, diciendo que habían visto allí visión de ángeles, los cuales dicen que El vive. Y algunos de los nuestros fueron al sepulcro, y lo hallaron así como las mujeres lo habían referido, mas a El no lo hallaron". (vv. 13-24)
Glosa
Después de la manifestación de la resurrección de Jesucristo a las mujeres por medio de los ángeles se da a conocer la resurrección por medio del mismo Cristo. Por ello dice: "Y dos de ellos, en aquel mismo día, iban", etc.
Teófil
Algunos dicen que uno de éstos era San Lucas y que por ello ocultó su nombre.
San Ambrosio
El Señor también se había manifestado a dos de sus discípulos, aparte, en la misma tarde: a Amaón y a Cleofás.
San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25
No tomemos como un absurdo la palabra ciudadela, puede llamarse una villa como la titula San Marcos. Después la describe diciendo: "Que distaba de Jerusalén sesenta estadios, y se llamaba Emaús".
Beda
Esta es Nicópolis, ciudad distinguida de la Palestina que después de la guerra de la Judea fue restaurada por el príncipe Marco Aurelio Antonino, habiéndole cambiado la forma y el nombre. Un estadio -como dicen los griegos-, es un espacio de camino determinado 1, como había dispuesto Hércules, y es la octava parte de una milla, por lo tanto, sesenta estadios representan un espacio de siete mil cincuenta pasos, esto es siete millas y media. Este fue el espacio de camino que recorrieron aquellos que, estando seguros de la muerte y sepultura del Salvador, aún dudaban acerca de su resurrección. Porque nadie dudará que la resurrección -que se verificó después del séptimo día llamado sábado- está representada en el número ocho. Los discípulos que marchaban hablando del Señor habían completado seis millas del camino emprendido, porque se dolían de que El, habiendo vivido sin ofensa, hubiera llegado a la muerte que sufrió en el sexto día de la semana. Habían completado también la séptima milla porque no dudaban que hubiese descansado en el sepulcro. Pero no habían recorrido más que la mitad de la octava milla, porque no creían de un modo perfecto en la gloria de la resurrección que ya se había verificado.
Teófil
Los citados discípulos hablaban entre ellos de lo sucedido, no como creyendo en ello, sino como admirados por cosas tan extrañas. Por ello sigue: "Y ellos iban conversando entre sí de todas estas cosas que habían sucedido".
Beda
Cuando hablaban de El, Jesús se aproximó y los acompañaba, para inculcar en ellos la fe de la resurrección y para cumplir lo que había ofrecido, de que "cuando estén congregados en mi nombre dos o tres, allí estoy yo en medio de ellos" ( Mt 18, 20). Por esto sigue: "Y como fuesen hablando y deliberando el uno con el otro, se llegó a ellos el mismo Jesús".
Teófil
Una vez asumido el cuerpo glorioso, no había dificultad en las distancias porque ya podía encontrarse donde le pareciese, pues las leyes naturales no regían ya a su cuerpo, sino las espirituales y sobrenaturales. Por esto -como dice San Marcos- ellos le veían con otra forma, en la que no podían reconocerle. Prosigue: "Mas los ojos de ellos estaban detenidos para que no le conociesen", esto es, para que no penetrasen todos sus propósitos y descubriendo la herida, encuentren la medicina. Y no se presentaba de modo que pudiese ser visible para todos, sino únicamente para aquéllos que El quisiese que le viesen, para que comprendiesen que aquel cuerpo que había padecido, era el mismo que había resucitado. Y para que no duden acerca del silencio que guarda al vulgo sobre esto, da a entender que su trato después de la resurrección no debe ser digno de todos los hombres, sino más bien divino, lo cual es una figura de la futura resurrección, en la que conversaremos como ángeles e hijos de Dios.
San Gregorio in Evang. hom. 23
No se les manifiesta de modo que puedan conocerle y en ello obra con suma prudencia, haciéndolo así respecto de los ojos del cuerpo, a la vez que les abría los ojos interiores del corazón, a pesar de que ellos le amaban interiormente, pero dudaban. Presentándose entre ellos les dio a conocer que hablaban de El mismo pero como aún dudaban sobre si conocerle, les ocultó su aspecto. Pero les dirigió palabras interesantes, porque sigue: "Y les dijo: ¿Qué pláticas son ésas que tratáis?", etc.
San Gregorio
Conversaban entre sí como si ya desconfiasen de que el Salvador podría vivir, lamentándose de su muerte. Por ello sigue: "Y respondiendo uno de ellos, cuyo nombre era Cleofás, le dijo: "Tú sólo", etc.
Teófil
Como diciendo: ¿Tú sólo eres peregrino, y como habitas fuera del término de Jerusalén, desconoces por ello lo que aquí ha sucedido?
Beda
Dice esto porque lo creían un peregrino, cuya cara no conocían. Y en verdad que para ellos era un peregrino, porque una vez realizada la gloria de la resurrección estaba muy distante de ellos, por lo que aparecía como peregrino para ellos, puesto que no creían aún en su resurrección. Pero el Señor pregunta: "Y El les dijo: ¿Qué cosa?". Y se pone a continuación la respuesta, cuando dicen: "De Jesús Nazareno que fue un varón profeta". Le confiesan profeta y se callan que sea Hijo de Dios porque como aún no creían con verdadera fe, y andaban con recelos de caer en manos de los judíos que los perseguían, como no sabían quién era, ocultaban lo que en realidad creían. A cuya recomendación añadieron: "Poderoso en obras y en palabras".
Teófil
Primero se debe obrar y después se debe hablar. Nadie es atendido si antes no demuestra que practica lo que dice. La acción precede a la vista, porque si no limpias el espejo del entendimiento por medio de las acciones, no puede decirse que brilla la hermosura deseada. Por esto sigue todavía: "Delante de Dios y delante de los hombres". Primero se debe agradar a Dios, y después, en cuanto sea posible, se debe cuidar de la inocencia ante los hombres, para que precediendo el honor de Dios, podamos vivir de modo que no se escandalicen los demás.
Griego
A continuación expresan la causa de su tristeza: la entrega y la pasión del Salvador, cuando sigue: "Y cómo le entregaron". En seguida aparece el lamento de los que desesperan: "Mas nosotros esperábamos que había de redimir a Israel". Dijo esperábamos, no esperamos, como si la muerte del Salvador se pareciese en algo a la de los demás.
Teófil
Esperaban que Jesucristo salvaría y redimiría a Israel de todos los males que le asediaban, especialmente del dominio de los romanos. Creían también que sería un rey terreno que podría librarse de la sentencia de muerte lanzada contra El.
Beda
Con razón, pues, andaban tristes, y se reprendían a sí mismos por haber llegado a esperar que los redimiría Aquel que ya estaba muerto y en cuya resurrección no creían. Pero lo que más sentían era que había sido muerto sin motivo alguno, cuando lo creían inocente.
Teófil
No parece que fuesen del todo incrédulos aquellos hombres, por lo que ahora sigue: "Y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que han acontecido estas cosas". En lo que parece que recordaban que Jesús les había ofrecido resucitar al tercer día.
Griego
También hacen mención de lo que habían oído a las mujeres acerca de la resurrección, cuando dicen: "Aunque también unas mujeres de las nuestras, nos han espantado", etc. En verdad dicen esto como no creyendo, porque dicen que fueron asustados, es decir, que estaban desconcertados. Pues no consideraban como verdadero el relato o lo referido a la presencia del ángel, sino que su estupor y turbación nacían de ello. No admitían, sin embargo, lo que San Pedro les había dicho sobre el particular, porque no decía que había visto al Señor, sino que deducía su resurrección porque su cuerpo no estaba en el sepulcro. Por esto sigue: "Y algunos de los nuestros", etc.
San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 25
Cuando San Lucas dice que San Pedro corrió al sepulcro, a la vez que afirma que Cleofás dijo que fueron algunos de los discípulos, parece corroborar a San Juan que dice que dos fueron al sepulcro, pero antes mencionó sólo a San Pedro porque María le había anunciado primero este acontecimiento.
Notas
1. Unos 180 metros.