Catena Áurea
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 Cap. 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21
← Jn 12, 20-26 →
Y había allí algunos gentiles de aquellos que habían subido a adorar en el día de la fiesta. Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: "Señor, queremos ver a Jesús". Vino Felipe y lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe lo dijeron a Jesús. Y Jesús les respondió diciendo: "Viene la hora en que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo, que cae en la tierra, no muriese, él solo queda; mas si muriese, mucho fruto lleva. Quien ama su alma, la perderá; y quien aborrece su alma en este mundo, para vida eterna la guarda. Si alguno me sirve, sígame; y en donde yo estoy, allí también estará mi ministro. Y si alguno me sirviese, le honrará mi Padre". (vv. 20-26)
Beda.
El templo del Señor, construido en Jerusalén, era tan celebrado, que en los días de fiesta concurrían a él no solamente los vecinos, sino otras muchas gentes de lejanos países, como se lee en los Hechos de los Apóstoles del eunuco de Candace, reina de los etíopes. En fuerza de tal costumbre, habían venido aquí para adorar los gentiles de que nos ocupamos. "Y había allí algunos gentiles de aquellos que habían subido a adorar en el día de la fiesta".
Crisóstomo In Ioannem hom., 65.
De los que estaban dispuestos a hacerse luego sus prosélitos. Y así, habiendo oído hablar de Cristo, quieren verlo. "Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús".
San Agustín In Ioannem tract., 51.
He aquí que los judíos quieren matarlo, y los gentiles lo quieren ver. Pero, por otra parte, de entre los judíos eran los que clamaban ( Jn 12, 13): "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!". Los unos se han sujetado a la ley de la circuncisión, los otros son incircuncisos. Son como dos murallas de distinto origen y que vienen a reunirse por un ósculo de paz en la misma fe de Cristo.
"Vino Felipe y le dijo a Andrés".
Crisóstomo ut supra.
Felipe le comunica el asunto a Andrés, pues éste le precedía. Pero él había escuchado esas palabras: "No vayáis a camino de gentiles" ( Mt 10, 5). Entonces refiere al Maestro lo que habla con el discípulo, de donde se sigue: Andrés y Felipe dijeron a Jesús.
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Oigamos la voz de la piedra angular, que es la siguiente: "Y Jesús les respondió diciendo: viene la hora en que sea glorificado el Hijo del hombre". Quizá creerá alguno que El dijo glorificado porque los gentiles querían verlo. Pero no es así, sino que veía que los gentiles en todas las naciones habían de creer en El, después de su pasión y de su resurrección. Con ocasión, pues, de estos gentiles que deseaban verlo, anuncia la futura plenitud de las naciones y promete que ya es llegada la hora de esta glorificación en los cielos, después de la cual las naciones habían de creer, conforme a aquellas palabras del profeta ( Sal 56, 6; 107, 6): "Seas ensalzado, oh Dios, sobre los cielos, y sobre toda la tierra tu gloria". Pero convino que se manifestara la exaltación de su gloria de tal manera que estuviera precedida de la humildad de su pasión. Y por eso añade: "En verdad, en verdad os digo, que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda él solo; mas si muere, lleva mucho fruto ". El decía de sí que era el grano que debía triturar la infidelidad de los judíos, pero que la fe de las naciones debía multiplicar.
Beda.
Porque El ha sido sembrado en este mundo de la semilla de los profetas, esto es, se encarnó para que, muriendo, resucitase multiplicando. El murió solo y resucitó acompañado de muchos.
Crisóstomo ut supra.
Y como con las palabras no podía convencerlos suficientemente, se vale de un ejemplo, porque el trigo da mucho más fruto después que muere. Y si esto sucede en las semillas, con mayor razón en Mí. Por otra parte, como debía enviar a sus discípulos a las naciones y ve a los gentiles abrazar la fe, les manifiesta que ya es tiempo de acercarse a la cruz. No los envió a las naciones sin que antes los judíos se estrellasen contra El y lo crucificasen. Y como previó que sus discípulos habían de contristarse por lo que les había dicho acerca de su muerte, para mayor abundancia les dice: No solamente debéis soportar con paciencia mi muerte, sino que vosotros mismos debéis morir, si es que queréis conseguir algún fruto. Y esto es lo que quiere significar por aquellas palabras: "Quien ama su alma la perderá".
San Agustín ut supra.
De dos maneras puede entenderse este pasaje: el que ama, perderá; esto es, si amas perecerás; si deseas vivir en Cristo, no temas morir por Cristo. Y también de este otro modo: el que ama su alma, la perderá. No la ames en esta vida, para no perderla en la eterna. Este último me parece que es el sentido del Evangelio, pues añade: "Y el que aborrece su alma en este mundo", etc. Luego, lo dicho más arriba, se entiende en este mundo.
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
Ama su alma en este mundo aquel que pone por obra los deseos desordenados, y la aborrece el que resiste sus malas pasiones. Y no dijo aquel que no cede a ella, sino aquel que la aborrece. Y a la manera que nosotros no podemos ni aun soportar la voz ni la presencia de aquellos que aborrecemos, del mismo modo debemos apartar nuestra alma cuando nos induce a que hagamos cosas contrarias a Dios, y que por lo mismo le desagradan.
Teofilacto.
Mas como era demasiado duro oír que "es necesario aborrecer al alma", da el consuelo con las palabras "en este mundo", enseñando la circunstancia de tiempo, pues no manda que aborrezcamos eternamente al alma, y a continuación señala la recompensa: "Para vida eterna la guarda".
San Agustín In Ioannem tract., 51.
Pero mira, no te asalte la tentación de querer matarte a ti mismo, entendiendo que de este modo aborreces en este mundo a tu alma; de aquí toman motivo muchos malignos y perversos homicidas para entregarse a las llamas, arrojarse al agua o por un precipicio, y perecen. No es esto lo que enseñó Cristo: antes, por el contrario, al diablo, que le sugería para que se arrojase desde una altura, le respondió ( Mt 4, 10): "Vete, Satanás". Pero cuando las circunstancias sean tales que se te ponga en la alternativa de obrar contra la Ley de Dios, o salir de esta vida amenazándote con la muerte el perseguidor, entonces es cuando debes aborrecer tu alma en este mundo para conservarla en la otra vida.
Crisóstomo ut supra.
Cara es esta vida para aquellos que están apegados a ella; pero si alguno elevase los ojos al cielo, considerando que allí es donde están todos los bienes, menospreciará pronto la vida presente. Porque cuanto más claro se viere lo mejor, se desprecia lo peor. Y esto es lo que Cristo quería infundirnos, cuando añade: "El que me sirve, sígame", esto es, imíteme. Dice esto de la muerte y de la imitación por medio de las obras, porque es preciso que el que sirve siga a aquel a quien sirve.
San Agustín ut supra.
Qué sea servir a Cristo, lo encontramos en sus mismas palabras: "Si alguno me sirve", etc. Ahora bien, sirven a Jesús los que no buscan su gloria propia, sino la de Jesucristo. Esto es lo que quiere decir "sígame"; ande mis caminos, no los suyos, haciendo por Cristo no solamente aquellas obras de misericordia que pertenecen al cuerpo, sino hasta aquélla de sublime caridad, que es dar la vida por sus hermanos. ¿Pero cuál será el fruto de esto? ¿Cuál la recompensa? Hela aquí: "Y en donde yo estoy, allí también estará mi ministro". Amese de balde a fin de que el precio de la obra con que se sirve sea estar con El.
Crisóstomo ut supra.
Manifiesta de esta manera que la resurrección sucederá a la muerte. "En donde yo estoy" dice, porque antes de la resurrección Cristo estaba en los cielos; elevemos, pues, allí, nuestro corazón y nuestra alma.
"Y si alguno me sirviese, le honrará mi Padre".
San Agustín ut supra.
Estas palabras debemos tomarlas como explicación de lo que antes había dicho: "Allí también estará mi ministro". Porque, ¿qué mayor honra puede recibir el hijo adoptado que la de estar allí en donde está el Unico?
Crisóstomo ut supra.
No dijo, pues, Yo le honraré, sino "le honrará mi Padre"; porque aún no tenían de El la opinión que convenía, y creían que era mayor la gloria del Padre.