Misas de difuntos
Lecturas

Primera Lectura

1Co 151Jn 31Ts 4Ap 21Dn 12Flp 3Is 25Jb 19Lm 3Lm 3Rm 5Rm 5Rm 6Rm 8Rm 8Rm 14Sb 3

1Co 15, 20-24a.25-28

Por Cristo, todos volverán a la vida
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son en Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino. Cristo tiene que reinar hasta que Dios "haga de sus enemigos estrado de sus pies". El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque dice la Escritura: "Dios ha sometido todo bajo sus pies", y al decir que lo ha sometido todo, es evidente que excluye al que lo ha sometido todo. Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

1Jn 3, 14, 16

Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
Queridos hermanos: Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

1Ts 4, 13-17

Estaremos siempre con el Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses
Hermanos: No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como Palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedemos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Ap 21, 1.3-5

Ya no habrá muerte
Lectura del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, y escuché una voz potente que decía desde el trono: "Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ello. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado". Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Todo lo hago nuevo".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Dn 12, 1-3

Muchos de los que duermen en el polvo, despertarán
Lectura del libro del profeta Daniel
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempo difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Flp 3, 20-21

Transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses
Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. El transformará nuestra cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Is 25, 6. 7-9

El Señor destruirá la muerte para siempre
Lectura del libro del profeta Isaías
En aquel día, el Señor del universo preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín demanjares suculentos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. -Lo ha dicho el Señor-. Aquel día se dirá: "Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Jb 19, 1. 23-27

Yo sé bien que mi defensor está vivo
Lectura del libro de Job
Respondió Job a sus amigos: "¡Ojalá se escribieran mis palabras, ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y en plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que está vivo mi Redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios; yo mismo lo veré, y no otro, mis propios ojos lo verán.".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Lm 3, 17-26

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones
Me han arrancado la paz y ya no me acuerdo de la dicha. Pienso que se me acabaron ya las fuerzas y la esperanza en el Señor. Fíjate, Señor, en mi pesar, en esta amarga hiel que me envenena. Apenas pienso en ello, me invade el abatimiento. Pero, apenas me acuerdo de ti, me lleno de esperanza. La misericordia del Señor nunca termina y nunca se acaba su compasión; al contrario, cada mañana se renuevan. ¡Qué grande es el Señor! Yo me digo: "El Señor es la parte que me ha tocado en herencia y en el Señor pongo mi esperanza". El Señor es bueno con aquellos que en él esperan, con aquellos que lo buscan. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Lm 3, 22-26

Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones
La misericordia del Señor nunca termina y nunca se acaba su compasión; al contrario, cada mañana se renueva. ¡Qué grande es el Señor! Yo me digo: "El Señor es la parte que me ha tocado en herencia" y en el Señor pongo mi esperanza. El Señor es bueno con aquellos que en él esperan, con aquellos que lo buscan. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 5, 5-11

Justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: La esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconcialiados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 5, 17-21

Donde reinó el pecado, reinará la gracia
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Por el pecado de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte. ¡Cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la salvación! Por tanto, si el pecado de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la salvación y la vida. Si, por la desobediencia de uno, todos se convirtieron en pecadores, así, por la obediencia de uno, todos se convertirán en justos. La ley se introdujo para que creciera el pecado; pero si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado causando la muerte, así también, por Jesucristo nuestro Señor, reinará la gracia causando la salvación y la vida eterna.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 6, 3-9

Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 8, 31 b-35 37-39

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 8, 14-23

Aguardando la redención de nuestro cuerpo
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos
Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar "¡Abba!" (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados. Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 14, 7-9. 10b-10

En la vida y en la muerte somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito: "Por mi vida, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, a mí me alabará toda lengua". Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Sb 3, 1-9

Los aceptó como un holocausto agradable
Lectura del libro de la Sabiduría
Las almas de los justos están en las manos de Dios y no los alcanzará ningún tormento. Los insensatos pensaban que los justos habían muerto, que su salida de este mundo era una desgracia y su salida de entre nosotros, una completa destrucción. Pero los justos están en paz. La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo, pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad. Después de breves sufrimientos recibirán una abundante recompensa, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto agradable. En el día del juicio brillarán los justos como chispas que se propagan en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos. Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

El ... pastorA ti, SeñorA ti, Señor 2El ,,. mi luzEstoy sedientoSeñor, Dios El ... compasivoCaminaréDichososDesde el abismoSeñor, escuchaQue todos alaben 2224242641 y 4262102114 y 115127129142148

Salmo 22 (Sal 23)

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit  

Salmo 24 (Sal 25)

R/. A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam
Muéstrame tus caminos e instrúyeme, Señor, en tus senderos; haz que camine con lealtad y enséñame a cumplir tus mandamientos, pues eres tú mi Dios y Salvador y en ti continuamente espero.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam
Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Señor, acuérdate de mí con ese mismo amor y esa ternura. Alivia mi angustiado corazón y haz que lleguen mis penas a su fin.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam
Protégeme, Señor, mi vida salva, que jamás quede yo decepcionado de haberte entregado mi confianza.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam  

Salmo 24 (Sal 25)

R/. A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor
A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam
Alivia mi angustiado corazón y haz que lleguen mis penas a su fin. Contempla mi miseria y mis trabajos y perdóname todas mis ofensas
A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam
Protégeme, Señor, mi vida salva, que jamás quede yo decepcionado de haberte entregado mi confianza; la rectitud e inocencia me defiendan, pues en ti tengo puesta mi esperanza
A ti, Señor, levanto mi alma.
Ad te, Domine, levavi animam meam  

Salmo 26 (Sal 27)

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Dominus illuminatio mea et salus mea
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.
Dominus illuminatio mea et salus mea
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Dominus illuminatio mea et salus mea
Escúchame, Señor, que te llamo, ten piedad, respóndeme. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Dominus illuminatio mea et salus mea
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Esepra en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor
El Señor es mi luz y mi salvación.
Dominus illuminatio mea et salus mea  

Salmo 41 (Sal 42) y 42 (Sal 43)

R/. Estoy sediento del Dios que da la vida.
Sitivit anima mea ad Deum vivum
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Sitivit anima mea ad Deum vivum
Tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el restro de Dios?
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Sitivit anima mea ad Deum vivum
Recuerdo como marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Sitivit anima mea ad Deum vivum
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Sitivit anima mea ad Deum vivum
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Sitivit anima mea ad Deum vivum
¿Por qué te acongojas, alma mía? ¿Por qué tu turbación? Espera en Dios, que aún alabarás, a tu Dios Salvador
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Sitivit anima mea ad Deum vivum  

Salmo 62 (Sal 63)

R/. Señor, Dios mío, mi alma tiene sed de ti
In Deo tantum quiesce, anima mea
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua
Señor, Dios mío, mi alma tiene sed de ti
In Deo tantum quiesce, anima mea
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios
Señor, Dios mío, mi alma tiene sed de ti
In Deo tantum quiesce, anima mea
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me sacieré como de unjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos
Señor, Dios mío, mi alma tiene sed de ti
In Deo tantum quiesce, anima mea
Fuiste mi auxilio y a tu sombra canté lleno de gozo. A ti se adhiere mi alma, y tu diestra me da seguro apoyo.
Señor, Dios mío, mi alma tiene sed de ti
In Deo tantum quiesce, anima mea  

Salmo 102 (Sal 103)

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es quien salva a los justos.

Miserator et misericors Dominus

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la ira, y rico en clmencia:
no nos trata como merecen nuestros pecados
no nos paga según nuestras culpas

El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es quien salva a los justos.

Miserator et misericors Dominus

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternua por los que lo temen;
porque é conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro

El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es quien salva a los justos.

Miserator et misericors Dominus
Los días del hombre duran lo que la hierba,
florecen como flor del campo
que el viento lo roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla

El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es quien salva a los justos.

Miserator et misericors Dominus

Pero la misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan su alianza
y recitan y cumplen sus mandatos

El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es quien salva a los justos.

Miserator et misericors Dominus  

Salmo 114 (Sal 116) y 115 (Sal 116)

R/. Caminaré en presencia del Señor
en el país de los vivos.

Ambulabo coram Dómino in regione vivéntium

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compaisvo;
el Señor guarda a los senciloos:
estando yo sin fuerzas, me salvó

Caminaré en presencia del Señor
en el país de los vivos.
Ambulabo coram Dómino in regione vivéntium

Tenía fe, aun cuando dije:
"¡Qué desgraciado soy!"
Yo decía en mi apuro:
"Los hombres son unos mentirosos"

Caminaré en presencia del Señor
en el país de los vivos.
Ambulabo coram Dómino in regione vivéntium

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
rompiste mis cadenas

Caminaré en presencia del Señor
en el país de los vivos.
Ambulabo coram Dómino in regione vivéntium  

Salmo 127 (Sal 128)

R/. Dichosos los que temen al Señor.
Beáti omnes qui timent Dóminum
Dichosos los que temen al Señor y siguen los caminos de su ley. Comerán del trabajo de sus manos, serán felices y les irá bien
Dichosos los que temen al Señor.
Beáti omnes qui timent Dóminum
Será su esposa como vid fecunda en la paz hogareña; serán sus hijos como olivos nuevos en torno de su mesa
Dichosos los que temen al Señor.
Beáti omnes qui timent Dóminum
Así bendecirá el Señor al hombre que le teme y lo respeta: Que el Señor te bendiga desde Sión y, de Jerusalén, veas la dicha, todos los días de tu vida.
Dichosos los que temen al Señor.
Beáti omnes qui timent Dóminum  

Salmo 129 (Sal 130)

R/. Desde el abismo clamo a ti, Señor.
De profundis clamo ad te, Domine

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Desde el abismo clamo a ti, Señor.
De profundis clamo ad te, Domine

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Desde el abismo clamo a ti, Señor.
De profundis clamo ad te, Domine

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Desde el abismo clamo a ti, Señor.
De profundis clamo ad te, Domine

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;

Desde el abismo clamo a ti, Señor.
De profundis clamo ad te, Domine

Y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Desde el abismo clamo a ti, Señor.
De profundis clamo ad te, Domine  

Salmo 142 (Sal 143)

R/. Señor, escucha mi oración.
Domine, exaudi orationem meam
Pues eres justo y fiel, Señor, escúchame y a mi plegaria atiende. No vayas a juzgarme, pues ante ti ninguno es inocente.
Señor, escucha mi oración.
Domine, exaudi orationem meam
Cuando me pongo a recordar tus obras, y pienso en tus proezas, tiendo hacia ti mis manos, de ti sediento, como tierra seca.
Señor, escucha mi oración.
Domine, exaudi orationem meam
Señor, respóndeme enseguida, pues me falta el aliento. Hazme saber tu amor por la mañana, puesto que en ti yo espero.
Señor, escucha mi oración.
Domine, exaudi orationem meam
Ya que tú eres mi Dios, enséñame a cumplir tus mandamientos. Haz que tu bondadoso espíritu me enseñe el buen sendero.
Señor, escucha mi oración.
Domine, exaudi orationem meam  

Salmo 148 (Sal 148)

R/. Que todos alaben al Señor.
Laudate Dominum de caelis
Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles; alabadlo, todos sus ejércitos
Que todos alaben al Señor.
Laudate Dominum de caelis
Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefess del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños, alabad el nombre del Señor, el único nombre sublime
Que todos alaben al Señor.
Laudate Dominum de caelis
Su majestad sobre el cielo y la tierra; él acrece el vigos de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido.
Que todos alaben al Señor.
Laudate Dominum de caelis  

Segunda Lectura

1Co 15, 20-231Co 15, 20-24.25-281Co 15, 511Ts 42Co 12Co 42Tm 2Flp 3Rm 5, 5Rm 5, 17Rm 6Rm 8, 14Rm 8, 31Rm 14

1Co 15, 20-23

En Cristo todos volverán a la vida
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son en Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

1Co 15, 20-24.25-28

En Cristo, todos volverán a la vida
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son en Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino. Cristo tiene que reinar hasta que Dios "haga de sus enemigos estrado de sus pies". El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque dice la Escritura: "Dios ha sometido todo bajo sus pies", y al decir que lo ha sometido todo, es evidente que excluye al que lo ha sometido todo. Al final, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

1Co 15, 51-57

La muerte ha sido aniquilada por la victoria
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Os voy a revelar un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final. Pues al resonar la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que este ser nuestro, corruptible y mortal, se revista de incorruptibilidad e inmortalidad. Y cuando nuestro ser corruptible y mortal se revista de incorruptibilidad e inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido aniquilada por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria?¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y la fuerza del pecado es la ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

1Ts 4, 13-14. 17-18

Estaremos con el Señor para siempre
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses
Hermanos: No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

2Co 1, 6-10

Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Sabemos que, aunque se desmorone esta morada terrena, que nos sirve de habitación, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas. Por eso siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos en el cuerpo, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. Por eso procuramos agradarle, en el destierro o en la patria. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hallamos hecho en esta vida.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

2Co 4, 14-18;5.1

Lo que se ve es transitorio y lo que no se ve es eterno
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos: Sabemos que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todos es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso, no nos desanimamos. Aunque nuestro hombre exterior se vaya deshaciendo, nuestro interior se renueva día a día. Y una tribulación pasajera y liviana produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria. No nos fijamos en lo que se ve. Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno. Es cosa que ya sabemos: Si se destruye este nuestro tabernáculo terreno, tenemos un sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido levantada por mano de hombre y que tiene una duración eterna en los cielos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

2Tm 2, 8-13

Si morimos con él, viviremos con él
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo
Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaja de David. Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos tambie´n alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna. Es doctrina segura: "Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Flp 3, 20-21

El transfigurará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses
Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que venga nuestro salvador, Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 5, 5-11

Dios ha infundido su amor en nuestros corazones
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: La esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconcialiados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 5, 17-21

Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: Si por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen, si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, así también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 6, 3-9

Fuimos sepultados con él por medio del bautismo para que emprendamos una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado. Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 8, 14-23

Anhelamos la redención de nuestro cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar "¡Abba!" (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados. Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 8, 31-35. 37-39

¿Qué podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Rm 14, 7-9.10-12

Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, moriomos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos. Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito: "Por mi vida, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, a mí me alabará toda lengua". Por eso, cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes de Evangelio

Aleluya.
Jn 6, 40
Ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que cree en mí tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día, dice el Señor.
Haec est volúntas Patris mei, ut omnis qui credit in me hábeat vitam aetérnam, et ego resucitábo eum in novísimo díe, dicit Dóminus.
Aleluya.

Evangelio

Mc 15Mt 11Lc 12Lc 23Lc 23Lc 24Lc 6Jn 5Jn 6Jn 6Jn 11Jn 11Jn 12Jn 14Jn 17Jn 19Jn 19

Mc 15, 33-46

Jesús, dando un fuerte grito, expiró
Lectura del santo Evangelio según san Marcos
Gloria a ti, Señor.
Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedo en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: "Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?" (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Mira, está llamando a Elías". Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a una caña y se la acercó para que bebiera, diciendo: "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo". Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Mt 11, 25-30

Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó: «¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí, todos los que estáis fatigados y agobiados por la carga, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso, porque mi yugo es suave, y mi carga ligera».
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

Lc 6, 27-38

Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Tambieén los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselos. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y pretad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; predonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Lc 12, 35-40

También vosotros estad preparados
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejará abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre" Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Lc 23, 33.39-43

Hoy estarás conmigo en el paraíso
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
Gloria a ti, Señor.
Cuando los soldados llegaron al lugar llamado "La Calavera", crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: "Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro le increpaba: "¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio éste no ha faltado en nada". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino". Jesús le respondió: "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Lc 23, 44-46. 50. 52-53; 24, 1-6

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
Gloria a ti, Señor.
Era casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" Y dicho esto, expiró. Un hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. El primer día después del sábado, muy de mañana, llegaron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Lc 24, 13-35

Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
Gloria a ti, Señor.
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. El les preguntó: "¿De qué cosas venís hablando, tan llenos de tristeza?" Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" El les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuese el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron diciendo que sé les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron". Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos y duros de corazón sois para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él. Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Y ellos se decían: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!" Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con los discípulos, que les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 5, 24-29

Quien escucha mi palabra y la cree, ha pasado ya de la muerte a la vida
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de muerte a la vida. Os aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 6, 37-40

El que cree en el Hijo tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 6, 51-58

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo". Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 11, 17-27

Yo soy la resurrección y la vida
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a Betania y Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta respondió: "Ya sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 11, 32-45

¡Lázaro, sal de ahí!
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, cuando llegó María, la hermana de Lázaro, adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies diciéndole: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano". Jesús, viéndola llorar a ella, y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó: "¿Dónde lo habéis enterrado?" Le contestaron: "Señor, vea a verlo". Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: "¡Cómo lo quería!" Pero algunos dijeron: "Y uno que ha le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?" Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: "Quitad la losa". Marta, la hermana del muerto, le dice: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días". Jesús le dice: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?" Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre: pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado". Y dicho esto, gritó con voz potente: "Lázaro, ven afuera" El muerto salió, los piés y las manos atados con vendas, y la cara envuleta en un sudario. Jesús les dijo: "Desatadlo y dejadlo andar". Y muchos de los judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 12, 23-28

Si el grano de trigo sembrado en la tierra, muere, producirá mucho fruto
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué dire?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del cielo: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 14, 1-6

En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la cada de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino". Tomás le dice: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 17, 24-26

Padre, quiero que donde yo esté, también ellos estén conmigo
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús levantando los ojos al cielo, oró: "Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como yo estoy en ellos".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 19, 17-18.25-39

Inclinando la cabeza, entregó el espíritu
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado "la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed". Había allí una jarra llena de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: "Todo está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que lo vio, dio testimonio; y el testimonio de él es verdadero. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. El fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Jn 19, 25-30

Ahí está tu madre
Lectura del santo Evangelio según san Juan
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a sumadre: "Mujer, ahí está tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde entonces el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: "Tengo sed". Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: "Todo está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.