Domingo I de Cuaresma Ciclo A

Primera Lectura

Creación y pecado de nuestros primeros padres
Lectura del libro del Génesis (Gn 2, 7-9; 3, 1-7)
El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: –«¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?» La mujer respondió a la serpiente: –«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte."» La serpiente replicó a la mujer: –«No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal.»
Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió.
Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 50 cfr. (Sal 51, 1 y ss)
R/. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserere, Dómine, quia peccavimus

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserere, Dómine, quia peccavimus

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia.

Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserere, Dómine, quia peccavimus

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserere, Dómine, quia peccavimus

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserere, Dómine, quia peccavimus

Segunda Lectura

El don de Dios supera con mucho al delito
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (Rm 5, 12-19)
Hermanos:
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron...
Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir.
Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.
Y tampoco hay proporción entre la gracia y el pecado de uno:
pues el juicio, a partir de uno, acabó en condena, mientras que la gracia, a partir de muchos pecados, acabó en justicia.
Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos.
Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procedit de ore Dei.

Evangelio

El ayuno y las tentaciones de Jesús
Lectura del santo Evangelio Según san Mateo (Mt 4, 1-11)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
Pero él le contestó:
«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo:
«También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo:
«Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús:
«Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo II de Cuaresma Ciclo A

Primera Lectura

Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios
Lectura del libro del Génesis (Gn 12, 1-4ª) En aquellos días, el Señor dijo a Abrán:
«Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra».
Abrán marchó, como le había dicho el Señor.
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 32 cfr. (Sal 33, 1 y ss)
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

Segunda Lectura

Dios nos llama y nos ilumina
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2Tm 1, 8b-10)
Querido hermano:
Toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Él nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia que nos
dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos, la cual se ha manifestado ahora por la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: «Éste es mi Hijo, el Elegido; escuchadlo.»
In splendénti nube, patérna vox audíta est; «Hic est Filius meus diléctus; ipsum audíte.

Evangelio

Su rostro resplandeció como el sol
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 17, 1-9)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago
y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
«Levantaos, no temáis».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo III de Cuaresma Ciclo A

Primera Lectura

Danos agua que beber
Lectura del libro del Éxodo. (Ex 17, 3-7)
En aquellos días, el pueblo, sediento, murmuró contra Moisés, diciendo:
«Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?».
Clamó Moisés al Señor y dijo:
«¿Qué puedo hacer con este pueblo? Por poco me apedrean».
Respondió el Señor a Moisés:
«Pasa al frente del pueblo y toma contigo algunos de los ancianos de Israel; empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y marcha. Yo estaré allí ante ti, junto a la roca de Horeb. Golpea la roca, y saldrá agua para que beba el pueblo».
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y llamó a aquel lugar Masá y Meribá, a causa de la querella de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo:
«¿Está el Señor entre nosotros o no?».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 95, 1-2.6-7c.7d-9
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utínam hódie, vocem Dómini audiátis: «Nolíte obduráre Corda vestra».

Venid, amemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utínam hódie, vocem Dómini audiátis: «Nolíte obduráre Corda vestra».

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utínam hódie, vocem Dómini audiátis: «Nolíte obduráre Corda vestra».

Ojalá escuchéis hoy su Voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras».

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utínam hódie, vocem Dómini audiátis: «Nolíte obduráre Corda vestra».

Segunda Lectura

El amor ha sido derramado en nosotros por el Espíritu que se nos ha dado
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. (Rm 5, 1-2.5-8)
Hermanos:
Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 4, 42. 15
Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo;
dame agua viva, así no tendré más sed.
Dómine, tu es vere Salvátor mundi;
da mihi aquam vivam, ut non sítiam.

Evangelio

Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 4, 5-15.19b-26.39a.40-42)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
«Dame de beber».
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “dame de beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva».
La mujer le dice:
«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
Jesús le contestó:
«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dice:
«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla».
Él le dice:
«Anda, llama a tu marido y vuelve».
La mujer le contesta:
«No tengo marido».
Jesús le dice:
«Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad».
La mujer le dice:
«Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».
Jesús le dice:
«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad».
La mujer le dice:
«Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».
Jesús le dice:
«Soy yo, el que habla contigo».
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?».
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
«Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?».
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él. Mientras tanto sus discípulos le insistían:
«Maestro, come».
Él les dijo:
«Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis». Los discípulos comentaban entre ellos:
«¿Le habrá traído alguien de comer?».
Jesús les dice:
«Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos».
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho».
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
«Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo IV de Cuaresma Ciclo A

Primera Lectura

David es ungido rey de Israel
Lectura del primer libro de Samuel. (1S 16, 1 b.6-7.10-13a)
En aquellos días, el Señor dijo a Samuel:
«Llena tu cuerno de aceite y ponte en camino. Te envío a casa de Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí».
Cuando llegó, vio a Eliab y se dijo:
«Seguro que está su ungido ante el Señor».
Pero el Señor dijo a Samuel:
No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, más el Señor mira el corazón».
Jesé presentó a sus siete hijos ante Samuel. Pero Samuel dijo a Jesé:
«El Señor no ha elegido a estos».
Entonces Samuel preguntó a Jesé:
«¿No hay más muchachos?».
Y le respondió:
«Todavía queda el menor, que está pastoreando el rebaño». Samuel le dijo:
«Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa mientras no venga».
Jesé mandó a por él y lo hizo venir. Era rubio, de hermosos ojos y buena presencia. El Señor dijo a Samuel:
«Levántate y úngelo de parte del Señor, pues es este».
Samuel cogió el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde aquel día en adelante.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 23, 1b-3a.3b-4.5.6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y
repara mis fuerzas.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit.

Segunda Lectura

Levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. (Ef 5, 8-14)
Hermanos: Antes erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor.
Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas.
Pues da vergüenza decir las cosas que ellos hacen a ocultas. Pero, al denunciarlas, la luz las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz.
Por eso dice:
«Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 8, 12 b
Yo soy la luz del mundo –dice el Señor–; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
Ego sum lux mundi, dicit Dóminus; qui séquitur me, habébit lumen vitae.

Evangelio

Él fue, se lavó, y volvió con vista
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 9, 1.6-9.13-17.34-38)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
«Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?».
Jesús contestó:
«Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo».
Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
«El mismo».
Otros decían:
«No es él, pero se le parece».
El respondía:
«Soy yo».
Y le preguntaban:
«¿Y cómo se te han abierto los ojos?».
Él contestó:
«Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver».
Le preguntaron:
«¿Dónde está él?».
Contestó:
«No lo sé».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
«Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de los fariseos comentaban:
«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó:
«Que es un profeta».
Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
«¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?».
Sus padres contestaron:
«Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse».
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor, preguntádselo a él».
Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
«Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador».
Contestó él:
«Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo».
Le preguntan de nuevo:
«¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?».
Les contestó:
«Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?».
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
«Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene».
Replicó él:
«Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
«¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Él dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante él.
Dijo Jesús:
«Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos».
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
«¿también nosotros estamos ciegos?».
Jesús les contestó:
«Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís “vemos”, vuestro pecado permanece». .
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo V de Cuaresma Ciclo A

Primera Lectura

Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis
Lectura de la profecía de Ezequiel. (Ez 37, 12-14)
Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel.
Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mío, comprenderéis que soy el Señor.
Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestra tierra y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y lo hago -oráculo del Señor-».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 130, 1b-2.d-4.5-7ab.7cd-8
R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Apud Dóminum misericórdia, et copiósa apud eum redémptio.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz,
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Apud Dóminum misericórdia, et copiósa apud eum redémptio.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes temor.

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Apud Dóminum misericórdia, et copiósa apud eum redémptio.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora.

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Apud Dóminum misericórdia, et copiósa apud eum redémptio.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.
Apud Dóminum misericórdia, et copiósa apud eum redémptio.

Segunda Lectura

El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. (Rm 8, 8-11)
Hermanos:
Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 11, 25 a.26
Yo soy la resurrección y la vida -dice el Señor-; el que cree en mí no morirá para siempre.
Ego sum resurréctio et vita, dicit Dóminus; qui credit in me, non moriétur in aetérnum.

Evangelio

Yo soy la resurrección y la vida
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 11, 3-7.17.20-27.33b-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo:
«Señor, el que tú amas está enfermo». Jesús, al oírlo, dijo:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Jesús se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
«Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
Jesús le replicó:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?». Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo de Ramos Ciclo A

Evangelio Procesión

Bendito el que viene en nombre del Señor.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 21, 1-11)
Gloria a ti, Señor.
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, envió a dos discípulos diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, los desatáis y me los traéis. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto».
Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta:
«Decid a la hija de Sion:
«Mira a tu rey, que viene a ti,
humilde, montado en una borrica,
en un pollino, hijo de acémila”».
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
«¡”Hosanna” al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡“Hosanna” en las alturas!».
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando:
«¿Quién es este?».
La multitud contestaba: «Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (Mt 26, 14-75; 27, 1-54)

¿Eres tú el rey de los judíos?

C. En aquel tiempo

C. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador Poncio Pilato, y éste le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Jesús respondió:

+ Tú lo dices».

C. Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:

S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».

C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:

S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».

C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia, Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

S. «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».

C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:

S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».

C. Ellos dijeron:

S. «A Barrabás».

C. Pilato les preguntó:

S. ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».

C. Contestaron todos:

S. «Sea crucificado».

C. Pilato insistió:

S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?».

C. Pero ellos gritaban más fuerte:

S. «¡Sea crucificado!».

C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:

S. «¡Soy inocente de esta sangre. Allá vosotros!».

C. Todo el pueblo contestó:

S. «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».

C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:

S. ¡Salve, rey de los judíos!».

C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

Crucificaron con él a dos bandidos

C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Los demás decían:

Si eres hijo de Dios, baja de la cruz

C. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:

S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».

C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:

S. «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: «Soy Hijo de Dios”».

C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

¿Elí, Elí, lamá sabaqtani?»

C. Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente

+ «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?».

C. (Es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:

S. «Está llamando a Elías».

C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían:

S. «Dejadlo, a ver si viene Elías a salvarlo»

C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu

Todos se arrodillan y se hace una pausa

C. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:

S. «Verdaderamente este era Hijo de Dios».



Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Vigilia Pascual Ciclo A

Evangelio

Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 28, 1-10)
Gloria a ti, Señor.
Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
«Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis". Mirad, os lo he anunciado».
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo II de Pascua Ciclo A

Primera Lectura

Los creyentes vivían unidos y todo lo tenían en común
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 42-47)
Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.
Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 117 cfr. (Sal 118, 1 y ss)
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

Segunda Lectura

La resurrección de Cristo nos da la esperanza de una vida nueva
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1P 1, 3-9)
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.
Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya.
Porque me has visto, Tomás, has creído –dice el Señor–. Bienaventurados los que crean sin haber visto.
Quia vidísti me, Thoma, credidísti, dicit Dóminus: beáti qui non vidérunt et credidérunt.
Aleluya.

Evangelio

Ocho días después se les apareció Jesús
Lectura del Santo Evangelio según san Juan (Jn 20, 19-31)
Gloria a ti, Señor.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo III de Pascua Ciclo A

Primera Lectura

No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio
Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 14.22-33)
EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
“Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 15 cfr. (Sal 16, 1 y ss)
R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Dómine, notas mihi fácies vias vitæ

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.


Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Dómine, notas mihi fácies vias vitæ

Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.


Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Dómine, notas mihi fácies vias vitæ

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.


Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Dómine, notas mihi fácies vias vitæ

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.


Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Dómine, notas mihi fácies vias vitæ

Segunda Lectura

Habéis sido rescatados con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1P 1, 17-21)
Queridos hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas.
Dómine Iesu, áperi nobis Scriptúras; fac cor nostrum ardens dum lóqueris nobis.
Aleluya.

Evangelio

Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 13-35)
Gloria a ti, Señor.
Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adónde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo IV de Pascua Ciclo A

Primera Lectura

Dios lo ha constituido Señor y Mesías
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 14.36-41)
EL día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y declaró:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 22 cfr. (Sal 23, 1 y ss)
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
Dóminus pascit me, et nihil mihi déerit

Segunda Lectura

Ha vuelto a vosotros el pastor y guardián de vuestras vidas
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1P 2, 20b-25)
Queridos hermanos:
Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios.
Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.
Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca.
Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente.
Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.
Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya.
Yo soy el buen Pastor –dice el Señor–, conozco a mis ovejas, y las mías me conocen.
Ego sum pastor bonus, dicit Dóminus, et cognósco oves meas, et cognóscunt me meae.
Aleluya.

Evangelio

Yo soy la puerta de las ovejas
Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 10, 1-10)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo V de Pascua Ciclo A

Primera Lectura

Eligieron a siete llenos del Espíritu Santo
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 6, 1-7)
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 32 cfr. (Sal 33, 1 y ss)
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.


Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.


Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.


Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.

Segunda Lectura

Vosotros sois estirpe elegida, sacerdocio real
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1P 2, 4-9)
Queridos hermanos:
Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.
Por eso se dice en la Escritura:
«Mira, pongo en Sion una piedra angular, elegida y preciosa; quien cree en ella no queda defraudado».
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, pero para los incrédulos «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular», y también «piedra de choque y roca de estrellarse»; y ellos chocan al despreciar la palabra. A eso precisamente estaban expuestos.
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya.
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida –dice el Señor–; nadie va al Padre, sino por mí.
Ego sum via, véritas et vita, dicit Dóminus; nemo venit ad Patrem nisi per me.
Aleluya.

Evangelio

Yo soy el camino, la verdad y la vida
Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto»
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo VI de Pascua Ciclo A

Primera Lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 8, 5-8.14-17)
EN aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría. Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no había bajado sobre ninguno; estaban solo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 65 cfr. (Sal 66, 1 y ss)
R/. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!».


Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.


Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
Con su poder gobierna eternamente.


Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.


Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1P 3, 15-18)
Queridos hermanos:
Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo.
Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal.
Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya.
El que me ama guardará mi palabra –dice el Señor–, y mi Padre lo amará, y vendremos a él.
Si quis díligit me, sermónem meum servábit, dicit Dóminus; et Pater meus díliget eum, et ad eum veniémus.
Aleluya.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 15-21)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  La Ascensión del Señor Ciclo A

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 28, 16-20)
Gloria a ti, Señor.
EN aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo VII de Pascua Ciclo A

Primera Lectura

Se dedicaban a la oración en común
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 12-14)
Después de que Jesús fue levantado al cielo, los apóstoles volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban: Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago.
Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 26, 1. 4. 7-8a (R.: 13)
R/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Credo videre bona Dómini in terra vivéntium.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?


Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Credo videre bona Dómini in terra vivéntium.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.


Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Credo videre bona Dómini in terra vivéntium.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».


Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Credo videre bona Dómini in terra vivéntium.

Segunda Lectura

Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1P 4, 13-16)
Queridos hermanos:
Estad alegres en la medida que compartís los sufrimientos de Cristo, de modo que, cuando se revele su gloria, gocéis de alegría desbordante.
Si os ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados vosotros, porque el Espíritu de la gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.
Así pues, que ninguno de vosotros tenga que sufrir por ser asesino, ladrón, malhechor o entrometido, pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que dé gloria a Dios por este nombre.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 14, 18
Aleluya.
No os dejaré huérfanos -dice el Señor-; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón.
Non vos reliquam orphanos, dicit Dóminus, vado et venio ad vos, et gaudébit cor vestrum.
Aleluya.

Evangelio

Padre, glorifica a tu Hijo
Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 17, 1-11a)
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo de Pentecostés Ciclo A

Primera Lectura

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 2, 1-11)
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 103, 1ab, 24ac.29bc-30,31,34
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Segunda Lectura

Lectura de la primera Carta de San Pablo a los Corintios (1Co 12, 3b-7. 12-13)
Hermanos:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo. Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Palabra de Dios.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Secuencia

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de los fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.
Veni, Sancte Spíritus, reple tuórum corda fidélium, et tui amóris in eis ignem accénde.
Aleluya.

Evangelio

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23)
Gloria a ti, Señor.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.