Anexo

Miércoles de Ceniza

La bendición e imposición de la ceniza pueden hacerse también sin misa. En este caso, conviene celebrar antes la liturgia de la Palabra, usando el canto de entrada, la oración colecta y las lecturas con sus cánticos, como en la misa. Enseguida se tienen la homilía y la bendición e imposición de la ceniza. La ceremonia se termina con la oración universal.

Domingo 2º Cuaresma

Segunda lectura (forma larga)

Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros.
Porque -como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos- hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas.
Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Domingo 3º Cuaresma

Evangelio, ciclo A, forma larga

Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 4, 5-42)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber».
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice "dame de beber", le pedirías tú, y él te daría agua viva».
La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?».
Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna».
La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que
venir aquí a sacarla».
Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve».
La mujer le contesta: «No tengo marido».
Jesús le dice: «Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad».
La mujer le dice: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén».
Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca ¡a hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad».
La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo».
Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo».
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?».
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: «Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?».
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: «Maestro, come».
Él les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis».
Los discípulos comentaban entre ellos: «¿Le habrá traído alguien de comer?».
Jesús les dice: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos».
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho».
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos, Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Lecturas que pueden emplearse en cualquier feria de la III semana de Cuaresma, principalmente en los años B y C, cuando el Evangelio de la samaritana no se lee en en III Domingo.

Primera Lectura

Saldrá agua para que beba el pueblo
Lectura del libro del Éxodo. (Ex 17, 1-7)
En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel se marchó del desierto de Sin, por etapas, según la orden del Señor, y acampó en Refidín, donde el pueblo no encontró agua que beber. El pueblo se querelló contra Moisés y dijo:
Danos agua que beber.
Él les respondió: ¿Por qué os querelláis contra mí?, ¿por qué tentáis al Señor? Pero el pueblo, sediento, murmuró contra Moisés, diciendo: ¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
Clamó Moisés al Señor y dijo: ¿Qué puedo hacer con este pueblo? Por poco me apedrean.
Respondió el Señor a Moisés: Pasa al frente del pueblo y toma contigo algunos de los ancianos de Israel; empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y marcha. Yo estaré allí ante ti, junto a la roca de Horeb. Golpea la roca, y saldrá agua para que beba el pueblo.
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y llamó a aquel lugar Masá y Meribá, a causa de la querella de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: ¿Está el Señor entre nosotros o no?
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 43, 2.3; 42, 3.4
R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón.
Sitívit ánima mea ad Deum vivum; quando apparébo ante fáciem Dei?

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón.
Sitívit ánima mea ad Deum vivum; quando apparébo ante fáciem Dei?

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón.
Sitívit ánima mea ad Deum vivum; quando apparébo ante fáciem Dei?

Aclamación antes del Evangelio

Jn 4, 2.15
Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo; dame agua viva, así no tendré más sed.
Sitívit ánima mea ad Deum vivum; quando apparébo ante fáciem Dei?

Evangelio

Un surtidor de aguo que salta hasta la vida eterna
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 4, 5-42)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, llegó Jesús a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el pozo de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber.
Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice:
¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber", le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La mujer le dice: Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús le contestó: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
Él le dice: Anda, llama a tu marido y vuelve.
La mujer le contesta: No tengo marido.
Jesús le dice: Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
La mujer le dice: Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
Jesús le dice: Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad.
La mujer le dice: Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.
Jesús le dice: Soy yo, el que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: ¿Qué le preguntas o de qué le hablas?
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será este el Mesías?
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: Maestro, come.
Él les dijo: Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis.
Los discípulos comentaban entre ellos: ¿Le habrá traído alguien de comer?
Jesús les dice: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio: uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado. Otros trabajaron y vosotros entrasteis en el fruto de sus trabajos. En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: Me ha dicho todo lo que he hecho.
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Sábado 4ª Cuaresma

La costumbre de cubrir las cruces y las imágenes puede conservarse a juicio de la Conferencia Episcopal. Las cruces permanecen cubiertas hasta después de la celebración de la pasión del Señor, el Viernes Santo, y las imágenes, hasta el comienzo de la Vigilia Pascual.

Domingo 4º Cuaresma A

Evangelio

(Forma breve)
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: –Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). El fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: –¿No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: –El mismo. Otros decían: –No es él, pero se le parece. El respondía: –Soy yo. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. El les contestó: –Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos comentaban: –Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: –¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: –Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? El contestó: –Que es un profeta. Le replicaron: –Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: –¿Crees tú en el Hijo del hombre? El contestó: –¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: –Lo estás viendo: el que te está hablando ese es. Él dijo: –Creo, Señor. Y se postró ante él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Semana 4ª Cuaresma

Lecturas opcionales para esta semana

Primera Lectura

Me levantaré; si vivo en tinieblas, el Señor es mi luz
Lectura de la profecía de Miqueas. (Mi 7,7-9)
Yo aguardaré al Señor, esperaré en el Dios que me salva.
Mi Dios me escuchará.
No te alegres por mi causa, enemiga mía, pues si caí me levantaré; si vivo en tinieblas, el Señor es mi luz.
Cargaré con la cólera del Señor, pues pequé contra él, hasta que se vea mi causa
y se proclame mi sentencia; me hará salir a la luz y veré su justicia.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 30, 2.4.-6.11-12a y 13b
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminatio mea et salus mea.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminatio mea et salus mea.

Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
Buscad mi rostro.

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminatio mea et salus mea.

Tu rostro buscaré, Señor.
No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches.

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminatio mea et salus mea.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminatio mea et salus mea.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 8, 12b
Yo soy la luz del mundo –dice el Señor–; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
Ego sum lux mundi, dicit Dóminus; qui séquitur me, habébit lumen vitae.

Evangelio

Él fue, se lavó, y volvió con vista
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 9, 1-41)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?
Jesús contestó: Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista, Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: ¿No es ese el que se sentaba a pedir?
Unos decían: El mismo.
Otros decían: No es él, pero se le parece.
Él respondía: Soy yo.
Y le preguntaban: ¿Y cómo se te han abierto los ojos?
Él contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron: ¿Dónde está él?
Contestó: No lo sé.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
Algunos de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Él contestó: Que es un profeta.
Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y que había comenzado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: ¿Es este vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?
Sus padres contestaron: Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: Ya es mayor, preguntádselo a él.
Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
Contestó él: Si es un pecador, no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo. Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les contestó: Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: Discípulo de ese lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ese no sabemos de dónde viene.
Replicó él: Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es piadoso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron: Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre?
Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es.
Él dijo: Creo, Señor.
Y se postró ante él.
Dijo Jesús: Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: ¿También nosotros estamos ciegos?
Jesús les contestó: Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís "vemos", vuestro pecado permanece.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Domingo 5º Cuaresma A

Evangelio, ciclo A, forma larga

Yo soy la resurrección y la vida
En aquel tiempo, había caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo:
«Señor, el que tú amas está enfermo».
Jesús, al oírlo, dijo:
«Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos:
«Vamos otra vez a Judea».
Los discípulos le replicaron:
«Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?».
Jesús contestó:
« ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche tropieza, porque la luz no está en él».
Dicho esto, añadió:
«Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo». Entonces le dijeron sus discípulos:
«Señor, si duerme, se salvará».
Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.
Entonces Jesús les replicó claramente:
«Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su
encuentro».
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
«Vamos también nosotros y muramos con él».
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y
muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a
Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo:
«Tu hermano resucitará».
Marta respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá
para siempre. ¿Crees esto?».
Ella le contestó:
«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
«El Maestro está ahí y te llama».
Apenas lo oyó se levantó y salió adonde estaba él, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la
acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
« ¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
« ¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
«Quitad la losa».
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
«Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días».
Jesús le replicó:
«No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios ?». Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».
Y dicho esto, gritó con voz potente:
«Lázaro, sal afuera».
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
Desatadlo y dejadlo andar».
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Semana 5ª Cuaresma

Lecturas opcionales para esta semana

Primera Lectura

Manteniéndose recostado sobre él la carne del niño iba entrando en calor
Lectura de la segunda carta de los Reyes. (2R 4, 18b-21.32-37)
Un día, el hijo de la sunamita fue adonde estaba su padre con los segadores, y se quejó: «¡Ay, mi cabeza, mi cabeza!».
El padre ordenó a un criado: «Llévalo a su madre».
El criado tomó al niño y lo llevó a su madre. Estuvo sentado en las rodillas maternas hasta el mediodía y luego murió.
Entonces ella lo subió y lo acostó sobre el lecho del hombre de Dios. Cerró la puerta.
Eliseo entró en la casa; allí estaba el niño, muerto, acostado en su lecho.
Entró, cerró la puerta con ellos dos dentro y oró al Señor. Luego subió al lecho, se tumbó sobre el niño, boca con boca, ojos con ojos, manos con manos. Manteniéndose recostado sobre él la carne del niño iba entrando en calor. Pasado un rato, bajó Eliseo y se puso a caminar por la casa de acá para allá. Volvió a subirse y se recostó sobre él. Entonces el niño estornudó y abrió los ojos. Llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la sunamita», y la llamó.
Al entrar, él le dijo: «Toma tu hijo».
Y ella se echó a sus pies postrada en tierra. Luego, tomando a su hijo, salió.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 16, 1-6.7.8.15
R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Satiábor, cum evigilávero, conspéctu tuo, Dómine.

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño.

Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Satiábor, cum evigilávero, conspéctu tuo, Dómine.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.

Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Satiábor, cum evigilávero, conspéctu tuo, Dómine.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.

Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Satiábor, cum evigilávero, conspéctu tuo, Dómine.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 11, 25a.26
Yo soy la resurrección y la vida –dice el Señor–; el que cree en mí no morirá para siempre.
Ego sum resurréctio et vita, dicit Dóminus; qui credit in me, non moriétur in aetérnum.

Evangelio, ciclo A, forma larga

Yo soy la resurrección y la vida
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 11, 1-45)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, había caído enfermo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó
los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas le mandaron recado a Jesús diciendo: Señor, el que tú amas está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo: Esta enfermedad no es para la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba.
Solo entonces dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le replicaron: Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver de nuevo allí?
Jesús contestó: ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche tropieza, porque la luz no está en él.
Dicho esto, añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo. Entonces le dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, se salvará.
Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.
Entonces Jesús les replicó claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su encuentro.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: Vamos también nosotros y muramos con él.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección en el último día. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: El Maestro está ahí y te llama.
Apenas lo oyó se levantó y salió adonde estaba él, porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó: ¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron: Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días.
Jesús le replicó: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, sal afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Lunes 5ª Cuaresma

Primera lectura (forma larga)

… vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcias, mujer muy bella y temerosa del Señor.
Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.
Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo: En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo.
Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.
A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.
Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes.
Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola.
Susana dijo a las criadas: Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño.
Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron: Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas.
Susana lanzó un gemido y dijo: No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor.
Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín.
Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.
Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron: Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín. Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes. Toda su familia y cuantos la veían lloraban.
Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana.
Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.
Los ancianos declararon: Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.
En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello.
Como eran ancianos del pueblo y jueces, …

Evangelio

(opcional para el año C)
Yo soy la luz del mundo
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 8, 12-20)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús habló a los fariseos, diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Le dijeron los fariseos: «Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero». Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y e! que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre».
Ellos le preguntaban: «Dónde está tu Padre?».
Jesús contestó: «Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre».
Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Domingo de Ramos. Entrada con procesión

A la hora señalada se reúnen todos en una iglesia menor o en otro lugar apto fuera de la iglesia a la que se va a ir en procesión. Los fieles tienen en sus manos los ramos.
El sacerdote y el diácono, revestidos con las vestiduras rojas que se requieren para la celebración de la misa, se dirigen al lugar donde se ha congregado el pueblo. El sacerdote, en lugar de casulla, puede llevar capa pluvial, que se quitará una vez acabada la procesión.
Mientras los ministros llegan al lugar de la reunión, se canta la siguiente Antífona u otro canto apropiado:

Antífona

Mt 21, 9
Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en el cielo.

El sacerdote y el pueblo se signan, mientras el sacerdote dice:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Después saluda al pueblo como de costumbre, y hace una breve monición, en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad. Hoy nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual del Misterio pascual de la pasión y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo quien, para llevarlo a cabo, hizo la entrada en la ciudad santa de Jerusalén.
Por este motivo, recordando con fe y devoción esta entrada salvadora, acompañemos al Señor para que, participando de su cruz por la gracia, merezcamos un día tener parte en su resurrección y vida.

Después de la monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, con las manos juntas:

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
santifica con tu + bendición estos ramos,
y, a cuantos vamos a acompañar a Cristo Rey
aclamándolo con cantos,
concédenos, por medio de él,
entrar en la Jerusalén del cielo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Aumenta, oh Dios, la fe de los que esperan en ti
y escucha las plegarias de los que te invocan,
para que, al levantar hoy los ramos
en honor de Cristo vencedor,
seamos portadores, apoyados en él,
del fruto de las buenas obras.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

A continuación asperja con agua bendita los ramos sin decir nada.
Seguidamente el diácono, o en su defecto, el sacerdote proclama, en la forma habitual, el evangelio de la entrada del Señor, según uno de los cuatro Evangelios.
Puede utilizarse incienso, si se juzga oportuno.

Evangelio

Después del evangelio, se puede hacer una breve homilía. Antes de comenzar la procesión, el sacerdote, el diácono o un ministro laico, dice con estas u otras palabras:

Queridos hermanos, imitemos a la muchedumbre que aclamaba a Jesús, y vayamos en paz.

Vayamos en paz.
En el nombre de Cristo. Amén.

Y comienza la procesión hacia la iglesia donde se va a celebrar la misa. Si se emplea el incienso, va delante el turiferario con el incensario humeante, seguidamente el acólito u otro ministro que porta la cruz adornada con ramos o palmas según las costumbres del lugar, en medio de dos ministros con velas encendidas. A continuación, el diácono llevando el libro de los Evangelios, el sacerdote con los ministros y, detrás de ellos, los fieles, que llevan los ramos en las manos.
Durante la procesión, los cantores, junto con el pueblo, cantan los siguientes cantos u otros apropiados en honor de Cristo Rey:

Antífona 1

R. Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentre del Señor, aclamando: Hosanna en el cielo.

Esta Antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo:

Sal 23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, / el orbe y todos sus habitantes
el la fundó sobre los mares, / él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes / y puro corazón,
que no confía en los ídolos / ni jura contra el prójimo en falso. R.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R.
¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. / ¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso, / el Señor valeroso en la batalla. R.
¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién ese rey de la gloria? / El Señor. Dios del universo:
él es el Rey de la Gloria. R.

Antífona 2

R. Los niños hebreos extendían mantos por el camino y aclamaban:
Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor.

Esta Antífona se puede repetir entre los versículos de este salmo:

Salmo 46
Pueblos todos, batid palmas, / aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible, / emperador de toda la tierra. R.
Él nos somete los pueblos / y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya: / gloria de Jacob, su amado.
Dios asciende entre aclamaciones; / el Señor, al son de trompetas: R.
tocad para Dios, tocad; / tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el Rey del mundo: / tocad con maestría. R.
Dios reina sobre las naciones, / Dios se sienta en su trono sagrado.
Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra, / y él es excelso. R.

Himno a Cristo Rey

R. ¡Gloria, alabanza y honor!
¡Gritad Hosanna,
y haceos como los niños hebreos al paso del Redentor!
¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!

Cantores:
1. Como Jerusalén con su traje festivo,
vestida de palmeras, coronada de olivos,
viene la cristiandad en son de romería
a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría. R.
2. Ibas como va el sol a un ocaso de gloria;
cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria;
Pero tú eres el Rey, el Señor, el Dios Fuerte,
la Vida que renace del fondo de la Muerte, R.
3. Tú, que amas a Israel y bendices sus cantos,
complácete en nosotros, el pueblo de los santos;
Dios de toda bondad que acoges en tu seno
cuanto hay entre los hombres sencillamente bueno. R.

Al entrar la procesión en la iglesia se canta el siguiente responsorio u otro canto que haga alusión a la entrada del Señor:

Al entrar el Señor en la ciudad santa,
los niños hebreos
profetizaban la resurrección de Cristo,
proclamando, con ramos de palmas:
«Hosanna en el cielo».
Hosanna en el cielo.
Como el pueblo oyese
que Jesús llegaba a Jerusalén,
salió a su encuentro,
proclamando, con ramos de palmas:
«Hosanna en el cielo».
Hosanna en el cielo.

El sacerdote, al llegar al altar, lo venera y, si lo juzga oportuno, lo inciensa. Después va a la sede, se quita la capa pluvial si la ha usado, y se pone la casulla y, omitidos los demás ritos iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor ten piedad, dice la Oración colecta de la misa y continúa como de costumbre.

Domingo de Ramos

Evangelio procesión (opción 2)

Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo evangelio según san Juan (Jn 12, 12-16)
En aquel tiempo, la gran multitud de gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!».
Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito: «No temas, hija de Sion; he aquí que viene tu Rey, sentado sobre un pollino de asna».
Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que esto estaba escrito acerca de él y que así lo habían hecho para con él.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Domingo de Ramos. Entrada solemne

Cuando no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro de la iglesia, por medio de una entrada solemne antes de la misa principal.
Los fieles se reúnen o en la puerta de la iglesia o en la misma iglesia, teniendo los ramos en las manos. El sacerdote, los ministros y una representación de fíeles se dirigen a un lugar apto de la iglesia, fuera del presbiterio, donde la mayor parte de los fieles pueda ver el rito.
Mientras el sacerdote se dirige al lugar indicado, se canta la Antífona: Hosanna u otro canto adecuado. En este lugar se bendicen los ramos y se proclama el evangelio de la entrada del Señor en Jerusalén, como se ha indicado más arriba. Después del evangelio, el sacerdote con los ministros y algunos fieles se dirigen al presbiterio por la iglesia; mientras tanto se canta el responsorio: Al entrar el Señor u otro canto apto.
Cuando ha llegado al altar el sacerdote lo venera, después va a la sede, y, omitiendo los ritos iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor, ten piedad, dice la Oración colecta. Después la misa continúa como de costumbre.

Domingo de Ramos. Entrada Simple

En las restantes misas de este domingo en las que no se hace la entrada solemne, se hace memoria de la entrada del Señor en Jerusalén como entrada simple.
Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la Antífona de entrada con el salmo u otro canto que haga alusión a la entrada del Señor. El sacerdote, llegado al altar, lo venera y se dirige a la sede. Después de hacer la señal de la cruz, saluda al pueblo y la misa prosigue como de costumbre.
En otras misas, en las que no es posible cantar una Antífona de entrada, el sacerdote, inmediatamente después de llegar al altar y venerarlo, saluda al pueblo, lee la Antífona de entrada y prosigue la misa como de costumbre.


Domingo de Ramos. Lecturas

Para la lectura de la Pasión del Señor no se llevan cirios ni incienso, no se hace al principio el saludo habitual ni se signa el libro. La lee el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Puede también ser leída por lectores, reservando, si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a Cristo.
Si son diáconos, antes de la lectura de la Pasión, piden la bendición al sacerdote, como en otras ocasiones antes del Evangelio.
Después de la lectura de la historia de la Pasión téngase, oportunamente, una breve homilía. También se puede observar algún espacio de silencio.
Se dice Credo y se hace la oración universal.

Domingo de Ramos (A)

Evangelio

¿Qúe estáis dispuestos a darme si os lo entrego?

C. … uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

C. El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

S. ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».

C. Él contestó:

+ «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».

C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Uno de vosotros me va a entregar

C. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

+ «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».

C. Ellos muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro

S. «¿Soy yo acaso, Señor?».

C. Él respondió:

+ «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

S. «¿Soy yo acaso, Maestro?».

C. Él respondió:

+ «Tú lo has dicho».

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre

C. Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo:

+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».

C. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo:

+ «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre».

C. Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos.

Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño

C. Entonces Jesús les dijo:

+ «Esta noche os vais a escandalizar todos por mi causa, por- que está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».

C. Pedro replicó:

S. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».

C. Jesús le dijo:

+ «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».

C. Pedro le replicó:

S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».

C. Y lo mismo decían los demás discípulos.

Empezó a sentir tristeza y angustia

C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos:

+ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».

C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo:

+ «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».

C. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».

C. Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:

+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».

C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y les dijo:

+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡ levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:

S. «Al que yo bese, ese es: prendedlo».

C. Después se acercó a Jesús y le dijo:

S. «¡Salve, Maestro!».

C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:

+ «Amigo, ¿a qué vienes?».

C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:

+ «Envaina la espada; que todos los que empuñan espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?».

C. Entonces dijo Jesús a la gente:

+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas».

C. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder

C. Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:

S. «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».

C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:

S. ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».

C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:

S. «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

C. Jesús le respondió:

+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo».

C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:

S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?».

C. Y ellos contestaron:

S. «Es reo de muerte».

C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:

S. «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».

Antes de que cante el gallo me negarás tres veces

C. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo

S. «También tú estabas con Jesús el Galileo».

C. Él lo negó delante de todos diciendo:

S. «No sé qué quieres decir».

C. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:

S. «Este estaba con Jesús el Nazareno».

C. Otra vez negó él con juramento:

S. «No conozco a ese hombre».

C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:

S. «Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata».

C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:

S. «No conozco a ese hombre».

C. Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador

C. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

No es lícito echarlas en el arco de las ofrendas, porque son precio de sangre

C. Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo:

S. «He pecado entregando sangre inocente».

C. Pero ellos dijeron:

S. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!».

C. Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron:

S. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre».

C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».




C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

José puso en su sepulcro nuevo el cuerpo de Jesús

C. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

Ahí tenéis la guardia: Id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis

C. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

S. «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: «A los tres días resucitaré”. Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera».

C. Pilato contestó:

S. «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis».

C. Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.


Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Domingo de Ramos (B)

Evangelio

Andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte
Cronista: Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando cómo prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían: S. «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo». Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó sobre la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. «¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».
C. Y reprendían a la mujer. Pero Jesús replicó:
+ «Dejadla, ¿por qué la molestáis? Una obra buena ha hecho conmigo. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se hablará de lo que esta ha hecho, para memoria suya».
Prometieron a Judos Iscariote darle dinero
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo, se alegraron y le prometieron darle dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?
C. El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
C. Él envió a dos discípulos diciéndoles:
+ «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí». ’
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.
Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo
C. Al atardecer fue él con los Doce. Mientras estaban a la mesa comiendo dijo Jesús:
+ «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo».
C. Ellos comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro:
S. «¿Seré yo?».
C. Respondió:
+ «Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre será entregado!; ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre de la alianza
C. Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición lo partió y se lo dio diciendo:
+ «Tomad, esto es mi cuerpo».
C. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
+ «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres
C. Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:
+ «Todos os escandalizaréis, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».
C. Pedro le replicó:
S. «Aunque todos caigan, yo no».
C. Jesús le dice:
+ «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres».
C. Pero él insistía:
S. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C. Y los demás decían lo mismo.
Empezó a sentir espanto y angustia
C. Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos:
+ «Sentaos aquí mientras voy a orar».
C. Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice:
+ «Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad».
C. Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y decía:
+ «¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres».
C. Vuelve y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro:
+ «Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? Velad y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió y los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían qué contestarle. Vuelve por tercera vez y les dice:
+ «Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».
Prendedlo y conducidlo bien sujeto
C. Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. «Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto»
C. Y en cuanto llegó, acercándosele le dice:
S. «¡Rabbí!».
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
+ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras».
C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho envuelto solo en una sábana; y le echaron mano, pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?
C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban falso testimonio contra él diciendo:
S. «Nosotros le hemos oído decir: “Yo destruiré este templo, edificado por manos humanas, y en tres días construiré otro no edificado por manos humanas”».
C Pero ni siquiera en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote, levantándose y poniéndose en el centro, preguntó a Jesús:
S. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?».
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. De nuevo le preguntó el sumo sacerdote:
S. «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?».
C. Jesús contestó:
+ «Yo soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene entre las nubes del cielo».
C. El sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dice:
S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?».
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. «Profetiza».
C. Y los criados le daban bofetadas.
No conozco a ese hombre del que habláis
C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, ve a Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice:
S. «También tú estabas con el Nazareno, con Jesús».
C. Él lo negó diciendo:
S. «Ni sé ni entiendo lo que dices».
C. Salió fuera al zaguán y un gallo cantó. La criada, al verlo volvió a decir a los presentes:
S. «Este es uno de ellos».
C. Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro:
S. «Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. «No conozco a ese hombre del que habláis».
C. Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? …
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
José rodó una piedra a la entrada del sepulcro
C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión; le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodo una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban dónde lo ponían.

Domingo de Ramos (C)

Evangelio

Ardientemente he deseado comer esto Pascua con vosotros, antes de padecer

Cronista: Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él y les dijo:
+ Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios.
C. Y, tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo:
+ Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

Haced esto en memoria mía

C. Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
+ Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.
C. Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz diciendo:
+ Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

Ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado

+ Pero mirad: la mano del que me entrega está conmigo, en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros sobre quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve

C. Se produjo también un altercado a propósito de quién de ellos debía ser tenido como el mayor. Pero él les dijo:
+ Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y el que gobierna, como el que sirve.
Porque ¿quién es más, el que está a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos

+ Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos.
C. Él le dijo:
S. Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Pero él le dijo:
+ Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado conocerme.

Es necesario que se cumpla en mí lo que está escrito

C. Y les dijo:
+ Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?
C. Dijeron:
S. Nada.
C. Jesús añadió:
+ Pero ahora, el que tenga bolsa, que la lleve consigo, y lo mismo la alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí lo que está escrito: “Fue contado entre los pecadores”, pues lo que se refiere a mí toca a su fin.
C. Ellos dijeron:
S. Señor, aquí hay dos espadas.
C. Él les dijo:
+ Basta.

En medio de su angustia, oraba con más intensidad

C. Salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, ylo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
+ Orad, para no caer en tentación.
C. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
+ Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se
haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo:
+ ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación.

Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

C. Todavía estaba hablando, cuando apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Viendo los que estaban con él lo que iba a pasar, dijeron:
+ Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
+ Dejadlo, basta.
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ ¿Habéis salido con espadas y palos como en busca de un bandido? Estando a diario en el templo con vosotros, no me prendisteis. Pero esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas.

Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente

C. Después de prenderlo, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro estaba sentado entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
S. También este estaba con él.
C. Pero él lo negó diciendo:
S. No lo conozco, mujer.
C. Poco después, lo vio otro y le dijo:
S. Tú también eres uno de ellos.
C. Pero Pedro replicó:
S. Hombre, no lo soy.
C. Y pasada cosa de una hora, otro insistía diciendo:
S. Sin duda, este también estaba con él, porque es galileo.
C. Pedro dijo:
S. Hombre, no sé de qué me hablas.
C. Y enseguida, estando todavía él hablando, cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.
Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?

C. Y los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban diciendo:
S. Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?
C. E, insultándolo, proferían contra él otras muchas cosas.

Lo condujeron ante su Sanedrín

C. Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas; lo condujeron ante su Sanedrín, y le dijeron:
S. Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. Él les dijo:
+ Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a responder.
Pero, desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del poder de Dios.
C. Dijeron todos:
S. Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?
C. Él les dijo:
+ Vosotros lo decís, yo lo soy.
C. Ellos dijeron:
S. Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
C. Y levantándose toda la asamblea, lo llevaron a presencia de Pilato.

José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado en la roca

C. Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto.

Jueves Santo (Misa crismal)

El obispo ha de ser tenido como el gran sacerdote de su grey, del cual se deriva y depende, en cierto modo, la vida de sus fieles en Cristo.
La misa crismal que concelebra el obispo con su presbiterio ha de ser como una manifestación de la comunión de los presbíteros con él; conviene, pues, que todos los presbíteros, en cuanto sea posible, participen en ella y comulguen bajo las dos especies. Para significar la unidad del presbiterio diocesano, conviene que los presbíteros, procedentes de las diversas zonas de la diócesis, concelebren con el obispo.
La liturgia cristiana recoge el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el óleo de la consagración los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa «el Ungido del Señor».
Con el santo crisma consagrado por el obispo, se ungen los nuevos bautizados y los confirmados son sellados, se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y la iglesia y el altar en su dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, estos se preparan y se disponen al bautismo. Con el óleo de los enfermos, estos reciben alivio en su enfermedad.
Del mismo modo se significa con el santo crisma que los cristianos, injertados por el bautismo en el Misterio pascual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resucitados con él, participando de su sacerdocio real y profético, y recibiendo por la confirmación la unción espiritual del Espíritu Santo que se les da.
Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados reciben la fuerza para que puedan renunciar al diablo y al pecado, antes de que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida.
El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados.
La bendición del óleo de los enfermos y del óleo de los catecúmenos, así como la consagración del crisma, ordinariamente se hacen por el obispo el día de Jueves Santo, en la misa propia que se celebra por la mañana, siguiendo el orden establecido en el Pontifical Romano.

Pero si el clero y el pueblo tienen dificultad para reunirse con el obispo en este día, la misa crismal se puede anticipar a otro día, pero cercano a la Pascua.

La materia apta del sacramento es el óleo de las olivas u, oportunamente, otro aceite vegetal.
El crisma se confecciona con óleo y aromas o esencias aromáticas.
El obispo puede preparar el crisma privadamente antes de la celebración o bien dentro de la misma acción litúrgica.
La consagración del crisma es de competencia exclusiva del obispo.
El óleo de los catecúmenos es bendecido por el obispo, juntamente con los otros óleos, en la misa crismal.
Sin embargo, la facultad de bendecir el óleo de los catecúmenos se concede a los sacerdotes, cuando en el bautismo de adultos deben hacer la unción en la correspondiente etapa del catecumenado.
El óleo para la unción de los enfermos debe estar bendecido por el obispo o por un sacerdote que por derecho propio o por peculiar concesión de la Santa Sede goce de esta facultad.
Por derecho propio pueden bendecir el óleo de los enfermos:
a) El que, por derecho, se equipara al obispo diocesano.
b) Cualquier sacerdote, en caso de verdadera necesidad.

Según la costumbre tradicional de la liturgia latina, la bendición del óleo de los enfermos se hace antes de finalizar la plegaria eucarística, mientras que la bendición del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma se hacen después de la comunión.
Pero por razones pastorales, está permitido hacer todo el rito de bendición después de la liturgia de la Palabra, observando el orden que se describe más adelante.
La preparación del obispo, de los concelebrantes y demás ministros, su entrada en la iglesia y todo lo que hacen desde el comienzo de la misa hasta el final de la liturgia de la Palabra, se realiza como en la misa estacional. Los diáconos que toman parte en la bendición de los óleos, se dirigen al altar delante de los presbíteros concelebrantes.
En esta misa no se dice Credo.
La oración de los fieles, que tiene formulario propio, está unida a la renovación de las promesas sacerdotales.
Quienes comulgan en esta misa puedenvolver a comulgar en la misa vespertina.

Cosas que hay que preparar

Para la bendición de los óleos, además de lo necesario para la celebración de la misa estacional, prepárese lo siguiente:
En la sacristía o en otro lugar apto:
– las vasijas de los óleos;
– aromas para la confección del crisma, si el obispo quiere hacer la mezcla en la misma acción litúrgica;
– pan, vino y agua para la misa, que son llevados juntamente con los óleos antes de la preparación de los dones.
En el presbiterio:
– una mesa para colocar las ánforas de los óleos, dispuesta de tal manera que los fieles puedan ver y participar bien en toda la acción litúrgica;
– la sede para el obispo, si la bendición se hace ante el altar.

Procesión de las ofrendas

Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados llevan los óleos, o, en su defecto, algunos presbíteros y ministros, o bien los mismos fieles que presentan el pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristía o al lugar donde se han dejado preparados los óleos y las otras ofrendas. Al volver al altar, lo hacen de este modo: en primer lugar, el ministro que lleva el recipiente con los aromas, si es que el obispo quiere hacer él mismo la mezcla del crisma; después, otro ministro con la vasija del óleo de los catecúmenos; seguidamente, otro con la vasija del óleo de los enfermos. El óleo para el crisma es llevado en último lugar por un diácono o un presbítero. A ellos les siguen los ministros que llevan el pan, el vino y el agua para la celebración eucarística.
Al avanzar la procesión por la iglesia, la schola canta el himno O Redemptor u otro canto apropiado, respondiendo toda la asamblea, en lugar del canto de ofertorio.

Himno

O Redémptor, sume carmen
Temet concinéntium.
Arbor feta alma luce
Hoc sacrándum prótulit,
Fert hoc prona praesens turba
Salvatóri saéculi.
Consecráre tu dignáre,
Rex perénnis pâtriae,
Hoc olivum, signum vivum,
lura contra daemonum.
Ut novétur sexus omnis
Unctióne chrismatis:
Ut sanétur sauciáta
Dignitátis gloria.
Lota mente sacro fonte
Aufungántur crimina,
Uñeta fronte sacrosáncta
Influunt charismata.
Corde natus ex Paréntis,
Alvum implens Virginis,
Praesta lucem, claude mortem
Chrismatis consortibus.
Sit haec dies festa nobis
Saeculorum saeculis,
sit sacrata digna laude
nec senéscat témpore.

Cuando llegan al altar o a la sede, el obispo recibe los dones. El diácono que lleva la vasija para el santo crisma se la presenta al obispo, diciendo en voz alta: Óleo para el santo crisma; el obispo la recibe y se la entrega a uno de los diáconos que le ayudan, el cual la coloca sobre la mesa que se ha preparado. Lo mismo hacen los que llevan las vasijas para el óleo de los enfermos y de los catecúmenos. El primero dice: Óleo de los enfermos; el otro: Óleo de los catecúmenos. El obispo recibe ambas vasijas, y los ministros las colocan sobre la mesa que se ha preparado.
La misa se desarrolla como en el rito de la concelebración, hasta el final de la plegaria eucarística, a no ser que todo el rito de la bendición se tenga inmediatamente. En este caso, todo se dispone según se describirá más adelante.

Bendición del óleo de los enfermos

Antes de que el obispo diga: Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando todos los bienes.. en la plegaria eucarística I, o antes de la doxología Por Cristo, con él y en él en las otras plegarias eucarísticas, el que llevó la vasija del óleo de los enfermos, la lleva cerca del altar y la sostiene delante del obispo, quien, mientras bendice el óleo
de los enfermos, dice esta oración:

Señor Dios, Padre de todo consuelo,
que has querido sanar las dolencias de los enfermos
por medio de tu Hijo,
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Paráclito
sobre este óleo.
Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en cuerpo y alma tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.
Que por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros
óleo santo, en nombre de Jesucristo nuestro Señor.
(Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.)

La conclusión Él, que vive y reina se dice solamente cuando la bendición se hace fuera de la plegaria eucarística.
Acabada la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la misa prosigue hasta después de la comunión.

Bendición del óleo de los catecúmenos

Dicha la Oración después de la comunión, los ministros colocan las vasijas con los óleos que se han de bendecir y consagrar sobre una mesa que se ha dispuesto oportunamente en medio del presbiterio. El obispo, teniendo a ambos lados suyos a los presbíteros concelebrantes, que forman un semicírculo, y a los otros ministros detrás de él, procede a la bendición del óleo de los catecúmenos y a la consagración del crisma.
Estando todo dispuesto, el obispo, de pie y cara al pueblo, con las manos extendidas, dice la siguiente oración:

Señor Dios, fuerza y defensa de tu pueblo,
que has hecho del aceite un símbolo de vigor,
dígnate bendecir + este óleo
y concede tu fortaleza
a los catecúmenos que han de ser ungidos con él,
para que, al aumentar en ellos
el conocimiento de las realidades divinas
y la valentía en el combate de la fe,
vivan más hondamente el evangelio de Cristo,
emprendan animosos la tarea cristiana,
y, admitidos entre tus hijos de adopción,
gocen de la alegría de sentirse renacidos
y de formar parte de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Consagración del crisma

Seguidamente el obispo derrama los aromas sobre el óleo y confecciona el crisma en silencio, a no ser que ya estuviese preparado de antemano.
Una vez hecho esto, dice la siguiente invitación a orar:

Hermanos: Pidamos a Dios, Padre todopoderoso, que se digne bendecir y santificar este ungüento, para que aquellos cuyos cuerpos van a ser ungidos con él, sientan interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los frutos de la redención.

Entonces el obispo, oportunamente, sopla sobre la boca de la vasija del crisma, y con las manos extendidas dice una de las siguientes oraciones de consagración:

Señor Dios, autor de todo crecimiento
y de todo progreso espiritual:
recibe complacido la acción de gracias
que gozosamente, por nuestro medio,
te dirige la Iglesia.
Al principio del mundo,
tú mandaste que de la tierra brotasen árboles
que dieran fruto,
y entre ellos, el olivo
que ahora nos suministra el aceite
con el que hemos preparado el santo crisma.
Ya David, en los tiempos antiguos,
previendo con espíritu profético
los sacramentos que tu amor instituiría
en favor de los hombres,
nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo
en señal de alegría.
También, cuando en los días del diluvio
las aguas purificaron de pecado la tierra,
una paloma, signo de la gracia futura,
anunció con un ramo de olivo
la restauración de la paz entre los hombres.
Y en los últimos tiempos,
el símbolo de la unción alcanzó su plenitud:
después de que el agua bautismal lava los pecados,
el óleo santo consagra nuestros cuerpos
y da paz y alegría a nuestros rostros.
Por eso, Señor, tú mandaste a tu siervo Moisés
que, tras purificar en el agua a su hermano Aarón,
lo consagrase sacerdote con la unción de este óleo.
Todavía alcanzó la unción mayor grandeza
cuando tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
después de ser bautizado por Juan en el Jordán,
recibió el Espíritu Santo en forma de paloma
y se oyó tu voz declarando que él era tu Hijo, el Amado,
en quien te complacías plenamente.
De este modo se hizo manifiesto
que David ya hablaba de Cristo cuando dijo:
«El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros».

Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma,
mantienen así hasta el final de la oración.

A la vista de tantas maravillas,
te pedimos, Señor,
que te dignes santificar con tu bendición + este óleo
y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo,
de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma,
infundas en él la fuerza del Espíritu Santo
con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires,
y hagas que este crisma
sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana
para todos los que van a ser renovados
por el baño espiritual del bautismo;
haz que los consagrados por esta unción,
libres del pecado en que nacieron,
y convertidos en templo de tu divina presencia,
exhalen el perfume de una vida santa;
que, fieles al sentido de la unción,
vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas,
y que este óleo sea
para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo,
crisma de salvación,
les haga partícipes de la vida eterna
y herederos de la gloria celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

O bien esta oración:

Señor Dios, fuente de la vida y autor de los sacramentos:
te damos gracias porque en tu bondad inefable
anunciaste en la Antigua Alianza
el misterio de la santificación por la unción con el óleo,
y lo llevaste a plenitud, al llegar los últimos tiempos,
en Cristo, tu Hijo amado;
pues cuando Cristo, nuestro Señor,
salvó al mundo por el Misterio pascual,
quiso derramar sobre la Iglesia
la abundancia del Espíritu Santo
y la enriqueció con sus dones celestiales,
para que en el mundo se realizase plenamente,
por medio de la Iglesia,
la obra de la salvación.
Por eso, Señor, en el sacramento del crisma
concedes a los hombres el tesoro de tus gracias
y haces que tus hijos
renacidos por el agua bautismal
reciban fortaleza en la unción del Espíritu Santo
y, hechos a imagen de Cristo, tu Hijo,
participen de su misión profética, sacerdotal y real.

Todos los concelebrantes, en silencio, extienden la mano derecha hacia el crisma, y la mantienen así hasta el final de la oración.

Por tanto, te pedimos, Señor,
que mediante el poder de tu gracia
hagas que esta mezcla de aceite y perfume
sea para nosotros instrumento y signo de tus + bendiciones;
derrama sobre nuestros hermanos,
cuando sean ungidos con este crisma,
la abundancia de los dones del Espíritu Santo,
y que los lugares y objetos
consagrados por este óleo
sean para tu pueblo motivo de santificación.
Pero ante todo, Señor, te suplicamos
que por medio del sacramento del crisma
hagas crecer a tu Iglesia
en el número y santidad de sus hijos,
hasta que, según la medida de Cristo,
alcance aquella plenitud
en la que tú, en el esplendor de tu gloria,
junto con tu Hijo
y en la unidad del Espíritu Santo,
lo serás todo en todos
por los siglos de los siglos.
Amén.

Cuando todo el rito de la bendición de los óleos se realiza después de la liturgia de la Palabra, acabada la renovación de las promesas sacerdotales y la procesión de ofrendas, el obispo con los concelebrantes se acerca a la mesa donde se va a tener la bendición de los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, y la consagración del crisma.
Todo se hace según se ha descrito más arriba.

Procesión

Dada la bendición conclusiva de la misa, el obispo pone y bendice el incienso en el incensario, y se organiza la procesión hacia la sacristía después de que el diácono dice: Podéis ir en paz.
Los óleos bendecidos son llevados por sus ministros inmediatamente después de la cruz. La schola o el pueblo cantan algunos versos del himno O Redemptor u otro canto apropiado.
En la sacristía, elobispo, oportunamente, puede advertir a los presbíteros cómo hay que tratar y venerar los óleos, y también cómo hay que conservarlos cuidadosamente.


Jueves Santo

Según una antiquísima tradición, en este día se prohíben todas las misas sin participación del pueblo.
Por la tarde, en la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, en la que participa plenamente toda la comunidad local y en la que todos los sacerdotes y ministros ejercen su propio oficio.
Pueden concelebrar todos los sacerdotes aunque en este día hayan celebrado la misa crismal o deban celebrar otra misa para el bien de los fieles.
Donde lo exija el bien pastoral, el ordinario del lugar puede permitir la celebración de otra misa, por la tarde, en las iglesias u oratorios públicos o semipúblicos, y en caso de verdadera necesidad, incluso por la mañana, pero solamente para los fieles que de ningún modo puedan participar en la misa vespertina.
Cuídese que estas misas no se celebren solamente para bien de personas privadas o pequeños grupos particulares y que nada perjudique la misa vespertina.
La sagrada comunión solamente se puede distribuir a los fieles dentro de la misa; a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.
Adórnese con flores el altarcon la moderación conveniente al carácter de este día. El sagrario ha de estar completamente vacío; se ha de consagrar en esta misa suficiente pan para que el clero y el pueblo puedan comulgar hoy y mañana.

Lavatorio de los pies

Terminada la homilía, se procede al lavatorio de los pies donde lo aconseje el bien pastoral.
Los que han sido designados de entre el pueblo de Dios, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos. El sacerdote (dejada la casulla, si es necesario) se acerca a cada uno y, con la ayuda de los ministros, vierte agua sobre los pies y se los seca.
Mientras tanto se cantan algunas de las siguientes Antífonas o algún otro canto apropiado.

Antífona Primera

Jn 13, 4. 5. 15
El Señor, después de levantarse de la cena, echó agua en la jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos. Este fue el ejemplo que les dejó.

Antífona Segunda

Jn 13, 12. 13. 15
El Señor Jesús, después de haber cenado con sus discípulos, les lavó los pies y les dijo: «¿Comprendéis lo que yo, Señor y Maestro, he hecho con vosotros? Os he dado ejemplo para que vosotros también lo hagáis».

Antífona Tercera

Jn 13, 6. 7. 8
Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le contestó: «Si no te lavo los pies, no tienes parte conmigo».

Llegó a Simón Pedro y este le dice:
Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le contestó: «Si no te lavo los pies, no tienes parte conmigo».

«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
Jesús le contestó: «Si no te lavo los pies, no tienes parte conmigo».

Antífona Cuarta

Jn 13, 14
Si yo, vuestro Señor y Maestro, os he lavado los pies, cuánto más vosotros debéis lavaros los pies unos a otros.

Antífona Quinta

Jn 13, 35
«En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Dijo Jesús a sus discípulos:
«En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».

Antífona Sexta

Jn 13, 34
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado, dice el Señor.

Antífona Séptima

1Co 13, 13
Permanezcan en vosotros la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es el amor.
Ahora quedan la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es el amor.
Permanezcan en vosotros la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es el amor.

Inmediatamente después del lavatorio de los pies el sacerdote se lava y seca las manos, vuelve a ponerse la casulla y va a la sede desde la que dirige la oración universal.
No se dice Credo.

Liturgia eucarística

Al comienzo de la liturgia eucarística se puede organizar una procesión de los fieles en la cual, con el pan y el vino, se pueden presentar dones para los pobres.
Mientras tanto se canta el siguiente himno u otro canto apropiado.

Ant. Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
Congregávit nos in unum Christi amor.
Exsultémus et in ipso iucundémur.
Timeámus et amémus Deum vivum.
Et ex corde diligámus nos sincéro.
Ant. Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
Simul ergo cum in unum congregámur:
Ne nos mente dividámur, caveámus.
Cessent iúrgia maligna, cessent lites.
Et in médio nostri sit Christus Deus.
Ant. Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
Simul quoque cum beátis videámus
Gloriánter vultum tuum, Christe Deus:
Gáudium, quod est imménsum atque probum,
Sáecula per infinita saeculorum. Amen.

Traslado del Santísimo Sacramento

Dicha la Oración después de la comunión, el sacerdote, de pie, pone incienso en el incensario, y de rodillas inciensa tres veces el Santísimo Sacramento. Después, poniéndose el paño de hombros de color blanco, se levanta, toma en sus manos la píxide y la cubre con el extremo del humeral.
Se organiza la procesión, en la que, en medio de cirios e incienso, se lleva el Santísimo Sacramento por la iglesia hasta el lugar de la reserva, preparada en alguna parte de la iglesia o en alguna capilla convenientemente ornamentada. Va delante un ministro laico con la cruz, en medio de otros dos con cirios encendidos. Le siguen otros llevando velas encendidas. Delante del sacerdote que lleva el Santísimo Sacramento va el turiferario con el incensario humeante. Mientras tanto, se canta el himno "Pange, lingua", en castellano: "Que la lengua humana" (excepto las dos últimas estrofas), u otro canto eucarístico.
Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el sacerdote, con la ayuda del diácono si es necesario, deposita la píxide en el tabernáculo dejando la puerta abierta. A continuación, después de poner incienso, de rodillas, inciensa al Santísimo Sacramento, mientras se canta el "Tantum ergo", en castellano: "Adorad postrados", u otro canto eucarístico. Después, el diácono o el mismo sacerdote, cierra la puerta del
sagrario.
Después de un tiempo de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros, hecha la genuflexión, vuelven a la sacristía.
Oportunamente se despoja el altar y se quitan, si es posible, las cruces de la iglesia. Si quedan algunas cruces en la iglesia, conviene que se cubran con un velo.
Los que han participado en la misa vespertina no celebran las Vísperas.
Exhórtese a los fieles a que dediquen algún tiempo de esta noche, según las circunstancias y costumbres de cada lugar, a la adoración del Santísimo Sacramento.
Esta adoración, con todo, si se prolonga más allá de la medianoche, debe hacerse sin solemnidad.
Si en la misma iglesia no secelebra al día siguiente el Viernes Santo de la Pasión del Señor, la misa se concluye de modo acostumbrado y se guarda en el tabernáculo el Santísimo Sacramento.


Viernes Santo

Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra ningún sacramento ni en este día ni en el siguiente, excepto el de la Penitencia y Unción de enfermos.
En este día la sagrada comunión se distribuye a los fieles únicamente dentro de la celebración de la Pasión del Señor; a los enfermos, que no pueden participar en dicha celebración, se les puede llevar a cualquier hora del día.
El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candeleros ni manteles.
Después del mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razones pastorales se elija una hora más tardía, tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes: liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz y sagrada comunión.
El sacerdote, y el diácono si lo hay, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen en silencio al altar, y, hecha la reverencia al mismo, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor, se arrodillan, y oran en silencio durante algún espacio de tiempo.
Todos los demás se postran de rodillas.
Después el sacerdote, con los ministros, se dirige a la sede, donde, vuelto hacia el pueblo, que está de pie, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones sin decir la invitación Oremos.

Oración Universal

La Liturgia de la Palabra se termina con la Oración Universal, que se hace de esta manera: el diácono, junto al ambón, dice el invitatorio, en el cual se expresa la intención. Enseguida oran todos en silencio durante un breve espacio de tiempo y luego el sacerdote, de pie junto a la sede o ante el altar, dice la oración con las manos extendidas. Los fieles pueden permanecer arrodillados o de pie durante todo el tiempo de las oraciones.
Las Conferencias Episcopales pueden aprobar algunas aclamaciones del pueblo antes de cada oración del sacerdote o disponer que se conserve la invitación tradicional del diácono: Pongámonos de rodillas, Podéis levantaros y la costumbre de que los fieles se arrodillen en silencio durante la oración.
Cuando hay una grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o prescribir que se añada alguna intención especial.
De las oraciones que se presentan en el Misal, el sacerdote puede escoger las que sean más apropiadas para las circunstancias del lugar, cuidando, sin embargo, de que se conserve la serie de intenciones establecidas para la Oración Universal.

Segunda forma

El sacerdote, o el diácono, con los ministros, o bien otro ministro idóneo, se dirige a la puerta de la iglesia donde toma la cruz descubierta; los ministros le acompañan con velas encendidas, y van procesionalmente por la iglesia hacia el presbiterio. Cerca de la puerta, en medio de la iglesia y antes de subir al presbiterio, el que lleva la Cruz la eleva y canta la invitación: Mirad el árbol, a la que todos responden: Venid a adorarlo, y después de cada una de las respuestas se arrodillan y la adoran en silencio durante unos momentos, como se ha indicado antes.

Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.Venid a adorarlo.

Cantos para la adoración de la santa Cruz

Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría
al mundo entero.

Sal 66, 2
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros y tenga piedad.
Tu cruz adoramos, Señor,
y tu santa resurrección alabamos y glorificamos.
Por el madero ha venido la alegría
al mundo entero.

Improperios I

¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo te saqué de Egipto;
tú preparaste una cruz para tu Salvador.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Hágios o Theós.
Santo es Dios.
Hágios Ischyrós.
Santo y fuerte.
Hágios Athánatos, eléison himás.
Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.
Yo te guié cuarenta años por el desierto,
te alimenté con el maná,
te introduje en una tierra excelente;
tú preparaste una cruz para tu Salvador.

Hágios o Theós.
Santo es Dios.
Hágios Ischyrós.
Santo y fuerte.
Hágios Athánatos, eléison himás.
Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.
¿Que más pude hacer por ti?
Yo te planté como viña mía,
escogida y hermosa.
¡Qué amarga te has vuelto conmigo!
Para mi sed me diste vinagre,
con la lanza traspasaste el costado
a tu Salvador.

Hágios o Theós.
Santo es Dios.
Hágios Ischyrós.
Santo y fuerte.
Hágios Athánatos, eléison himás.
Santo e inmortal, ten piedad de nosotros.

Improperios II

Yo por ti azoté a Egipto y a sus primogénitos;
tú me entregaste para que me azotaran.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo te saqué de Egipto,
sumergiendo al Faraón en el mar Rojo;
tú me entregaste a los sumos sacerdotes.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo abrí el mar delante de ti;
tú con la lanza abriste mi costado.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo te guiaba con una columna de nubes;
tú me guiaste al pretorio de Pilato.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo te sustenté con maná en el desierto
tú me abofeteaste y me azotaste.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo te di a beber el agua salvadora
que brotó de la peña;
tú me diste a beber hiel y vinagre.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo por ti herí a los reyes cananeos;
tú me heriste la cabeza con la caña.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo te di un cetro real;
tú me pusiste una corona de espinas.
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Yo te levanté con gran poder;
tú me colgaste del patíbulo de la cruz.
¡Pueblo mío! ¿Qué te hehecho,
en qué te he ofendido?
Respóndeme.

Himno

¡Oh, cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.
¡Oh, cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Y así dijo el Señor: ¡Vuelva la Vida
y que Amor redima la condena!
La gracia está en el fondo de la pena
y la salud naciendo de la herida.
¡Oh, cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

¡Oh, plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la Palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.
Oh, cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.
Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Vinagre y sed la boca, apenas gime;
y al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo y los redime.
¡Oh, cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Ablándate, madero, tronco abrupto
de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Tú solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo;
tú el arca que nos salva, tú el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
¡Oh, cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.

Esta conclusión no debe omitirse:
Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.


Sábado Santo

Según una antiquísima tradición, esta es una noche de vela en honor del Señor (Ex 12, 42). Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc 12, 35-37), deben asemejarse a los criados que, con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y los invite a sentarse a su mesa.
La Vigilia de esta noche, que es la mayor y más noble de todas las solemnidades, ha de ser una sola en cada iglesia. Se desarrolla de la siguiente manera: después del lucernario y el pregón pascual (que es la primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia, llena de fe en la palabra y en las promesas del Señor, contempla las maravillas que el Señor Dios realizó desde el principio en favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la Palabra), hasta que, al acercarse el día y acompañada ya de sus nuevos hijos renacidos en el Bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo como memorial de su muerte y resurrección hasta que vuelva (cuarta parte).
Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Por ello no debe escogerse ni una hora tan temprana que la Vigilia empiece antes del inicio de la noche, ni tan tardía que concluya después del alba del domingo.
La misa de la vigilia, aunque se celebre antes de la medianoche, es ya la misa de Pascua del Domingo de Resurrección.
Los fíeles que participan en esta misa de la noche pueden comulgar de nuevo en la misa del día de Pascua. El que celebra o concelebra la misa de la noche pascual puede celebrar o concelebrar de nuevo la misa del día de Pascua. La Vigilia pascual ocupa el lugar del oficio de lectura.
Según costumbre, asista al sacerdote un diácono; en su ausencia, el sacerdote celebrante o un concelebrante asuman las funciones de su orden, excepto las que a continuación se indican.
El sacerdote y el diácono se revisten con las vestiduras blancas que han de usar en la misa.
Han de prepararse velas para todos los fieles que participen en la Vigilia. Se apagan las luces de la iglesia.

Bendición del fuego

Se apagan las luces de la iglesia. En un lugar adecuado fuera de la iglesia, se enciende el fuego. Allí se congrega el pueblo y allí va el celebrante con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio. Cuando no se puede encender el fuego fuera de la iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias.

Donde por alguna dificultad no se enciende la hoguera, la bendición del fuego se acomodará a las circunstancias. Reunido el pueblo en la iglesia como de costumbre, el sacerdote y los ministros, uno de los cuales lleva el cirio pascual, se dirigen a la puerta de iglesia. El pueblo, en cuanto sea posible, se vuelve hacia el celebrante. El sacerdote saluda al pueblo y hace la monición inicial; después bendice el fuego y prepara el cirio.
El sacerdote enciende el cirio pascual con el fuego nuevo diciendo:
La luz de Cristo, que resucita glorioso,
disipe las tinieblas del corazón y del espíritu.

Pregón pascual

Cuando el sacerdote ha llegado al altar, va a su sede, entrega la candela al ministro, impone y bendice el incienso como para el Evangelio en la misa. El diácono va ante el sacerdote, y diciendo: Padre, dame tu bendición, pide y recibe la bendición del sacerdote, que dice en voz baja:

El Señor esté en tu corazón y en tus labios,
para que anuncies dignamente su pregón pascual;
en el nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo.
Amén.

Esta bendición se omite si el pregón pascual es anunciado por alguien que no sea diácono.
El diácono, una vez incensados el libro y el cirio, anuncia el pregón pascual en el ambón o púlpito, estando todos de pie y con las velas encendidas en las manos.
El pregón pascual puede ser anunciado, en ausencia del diácono, por el mismo sacerdote o por otro presbítero concelebrante. Si, por necesidad, anuncia el pregón un cantor laico, omite las palabras: Por eso, queridos hermanos, hasta el fin de la invitación, y el saludo: El Señor esté con vosotros.

Liturgia de la palabra

En esta vigilia, «Madre de todas las vigilias», se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (Epístola y Evangelio), que se han de leer todas donde sea posible, para salvaguardar la índole de la Vigilia, que requiere larga duración.
Por motivos graves de orden pastoral puede reducirse el número de lecturas del antiguo Testamento; pero téngase siempre en cuenta que la lectura de la palabra divina es parte fundamental de esta Vigilia pascual. Deben leerse, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento, concretamente de la Ley y los Profetas, y cantarse los respectivos salmos responsoriales. Nunca puede omitirse la lectura del capítulo 14 del Éxodo (tercera lectura) ni su canto.
Apagadas las velas, todos se sientan.

Después siguen las lecturas. El lector se dirige al ambón y lee la primera de ellas. Seguidamente el salmista o un cantor dice el salmo, proclamando el pueblo la respuesta. Acabado el salmo, todos se levantan y el sacerdote dice: Oremos, y, después de que todos han orado en silencio durante algún tiempo, dice la oración correspondiente a la lectura. En lugar del salmo responsorial puede guardarse un espacio de silencio sagrado, omitiendo en este caso la pausa después del Oremos.

Después de la última lectura del Antiguo Testamento, con su salmo responsorial y oración, se encienden los cirios del altar, y el sacerdote entona el himno Gloria a Dios, que todos prosiguen mientras se hacen sonar las campanas, según las costumbres de cada lugar.
Acabado el himno, el sacerdote dice la oración colecta, como de costumbre.

Acabada la epístola, todos se levantan, y el sacerdote entona solemnemente por tres veces, elevando gradualmente el tono de la voz, el Aleluya, que repiten todos. Si fuese necesario, el salmista entona el Aleluya.
Después el salmista o cantor proclama el salmo 117, y el pueblo intercala Aleluya en cada una de sus estrofas.
El sacerdote, según el modo acostumbrado, pone el incienso y bendice al diácono. Para el Evangelio no se llevan cirios, sino solamente incienso.
Después del Evangelio no se omita la homilía, aunque sea breve.

Liturgia Bautismal

Después de la homilía se procede a la liturgia bautismal. El sacerdote, con los ministros, se dirige a la fuente bautismal, si esta se encuentra situada a la vista de los fieles. Si no es así, se coloca un recipiente con agua en el presbiterio.
Si hay catecúmenos, se los llama y sus padrinos los presentan; pero si los catecúmenos son niños, son sus padres y padrinos quienes los llevan y presentan a toda la asamblea congregada.
Si hay procesión al baptisterio o a la fuente, se organiza inmediatamente. Abre la procesión un ministro con el cirio pascual, siguen los bautismos con los padrinos, luego los demás ministros, el diácono y el sacerdote. Durante la procesión se cantan las letanías. Terminadas estas, el sacerdote hace la monición.


Dos cantores entonan las letanías a las que todos responden estando en pie (por razón del tiempo pascual).
Si la procesión hasta el baptisterio es larga, las letanías se cantan durante dicha procesión; entonces, se llama a los que se van a bautizar antes de empezar la procesión. Se abre la procesión con el cirio pascual, luego siguen los catecúmenos con sus padrinos, después los ministros, el diácono y el sacerdote. En este caso, la monición precedente se hace antes de la bendición del agua.
Si no hay bautismos ni se ha de bendecir la fuente, omitidas las letanías, se procede inmediatamente a la bendición del agua.
En las letanías se pueden añadir algunos nombres de santos, especialmente el del titular de la iglesia, el de los patronos del lugar y el de los que van a ser bautizados.


Si hay bautismos, el sacerdote dice la siguiente oración con las manos extendidas:

Dios todopoderoso y eterno,
manifiesta tu presencia
en estos sacramentos,
obra de tu amor sin medida,
y envía el espíritu de adopción
para recrear los nuevos pueblos
que alumbrará para ti la fuente bautismal;
así tu poder dará eficacia
a la humilde acción de nuestro ministerio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

El sacerdote bendice el agua bautismal, diciendo la siguiente oración con las manos extendidas:

Oh, Dios, que realizas en tus sacramentos obras admirables
con tu poder invisible,
y de diversos modos te has servido de tu criatura, el agua,
para significar la gracia del bautismo.
Oh, Dios, cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo,
se cernía sobre las aguas,
para que ya desde entonces
concibieran el poder de santificar.
Oh, Dios, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio
prefiguraste el nuevo nacimiento,
de modo que una misma agua, misteriosamente,
pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
Oh, Dios, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo
a los hijos de Abrahán,
para que el pueblo liberado de la esclavitud del Faraón
fuera imagen de la familia de los bautizados.
Oh, Dios, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan en el agua del Jordán,
fue ungido por el Espíritu Santo;
colgado en la cruz
vertió de su costado agua, junto con la sangre;
y después de su resurrección mandó a sus apóstoles:
«Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo»,
mira el rostro de tu Iglesia
y dígnate abrir para ella la fuente del bautismo.
Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo,
la gracia de tu Unigénito,
para que el hombre, creado a tu imagen,
lavado, por el sacramento del bautismo,
de todas las manchas de su vieja condición,
renazca, como niño, a nueva vida
por el agua y el Espíritu.

Y, metiendo, si lo cree oportuno, el cirio pascual en el agua una o tres veces, prosigue:

Te pedimos, Señor,
que el poder del Espíritu Santo,
por tu Hijo,
descienda hasta el fondo de esta fuente,

Y, teniendo el cirio en el agua, prosigue:

para que todos los sepultados con Cristo en su muerte,
por el bautismo,
resuciten a la vida con él.
Que vive y reina contigo.
Amén.

Seguidamente saca el cirio del agua, y el pueblo hace la siguiente aclamación:

Manantiales, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Terminada la bendición del agua bautismal con la consiguiente aclamación del pueblo, el sacerdote, de pie, interroga a los adultos y a los padres o padrinos de los niños, para hacer las renuncias, como se determina en los respectivos rituales.
Si la unción de los adultos con el óleo de los catecúmenos no se ha hecho anteriormente en los ritos preparatorios, se hace en este momento.
Después, el sacerdote interroga sobre la fe a cada adulto, y si se trata de niños, pide a la vez a los padres y padrinos la triple profesión de fe, como se indica en los respectivos rituales.
Cuando en esta noche son muchos los que han de ser bautizados, se puede ordenar el rito de modo que, inmediatamente después de la respuesta de los bautizandos, padres y padrinos, el celebrante pida y reciba la renovación de las promesas bautismales de todos los presentes.
Terminado el interrogatorio, el sacerdote bautiza a los elegidos adultos y niños.
A continuación del bautismo el sacerdote unge a los niños con el crisma. A todos, adultos y niños, se les entrega la vestidura blanca. Seguidamente, el sacerdote o el diácono toma el cirio pascual de manos de un ministro y de él se encienden las velas de los neófitos. En el bautismo de los niños se omite el rito del Effetá.
Después, si no han tenido lugar en el presbiterio la ablución bautismal y los demás ritos explanativos, se regresa al presbiterio, ordenando la procesión como antes, llevando los neófitos, o sus padres y padrinos, las velas encendidas. Durante la procesión se entona el canto bautismal Vi que manaba agua u otro apropiado (n. 54).
Si los bautizados son adultos, el obispo o, en su ausencia, el presbítero que confirió el bautismo, les administra inmediatamente el sacramento de la Confirmación en el presbiterio, como se indica en el Pontifical o en el Ritual Romano.


Si no hay bautismos ni se bendice la fuente bautismal, el sacerdote bendice el agua con la siguiente oración:

Invoquemos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria de nuestro bautismo, y pidámosle que nos renueve interiormente, para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.

Después de una breve oración en silencio, prosigue con las manos extendidas:

Señor Dios nuestro,
muéstrate propicio a tu pueblo
que vela en esta noche santa.
Dígnate bendecir esta agua
ahora que celebramos
la acción admirable de nuestra creación
y la maravilla, aún más grande, de nuestra redención.
Tú la creaste para hacer fecunda la tierra
y para dar alivio y frescor a nuestros cuerpos.
La hiciste también instrumento de tu misericordia
al librar a tu pueblo, por medio de ella, de la esclavitud
y al apagar su sed en el desierto;
por los profetas la revelaste como signo de la nueva alianza
que quisiste sellar con los hombres.
Y finalmente, también por ella,
santificada por Cristo en el Jordán,
renovaste nuestra naturaleza pecadora
en el baño del nuevo nacimiento.
Que esta agua, Señor,
avive en nosotros
el recuerdo de nuestro bautismo
y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos,
bautizados en la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Acabado el rito del bautismo (y de la confirmación), o después de la bendición del agua, si no hubo bautismos, todos de pie y con las velas encendidas en sus manos, renuevan las promesas del bautismo, a no ser que se hubiera hecho junto con los que van a ser bautizados.


Se puede cantar otro canto de índole bautismal.
Mientras tanto los neófitos son conducidos a su lugar entre los fieles.
Si la bendición del agua bautismal se hizo en el presbiterio, el diácono y los ministros llevan el recipiente del agua al baptisterio.
Si no hubo bendición del agua bautismal, el agua bendita se deja en lugar conveniente.
Acabada la aspersión, el sacerdote vuelve a la sede, donde, omitida la profesión de fe, dirige la oración de los fieles, en la que los neófitos participan por primera vez.

El sacerdote va al altar y comienza la liturgia eucarística como de costumbre.
Conviene que el pan y el vino sean llevados por los neófitos, y si son niños, por sus padres y padrinos.


En la plegaria eucarística, se hace memoria de los bautizados y padrinos según las fórmulas que se encuentran en el Misal y en el Ritual Romano para cada una de las plegarias.
Antes del Cordero de Dios, el sacerdote exhorta brevemente a los neófitos sobre la primera comunión que van a recibir y sobre el valor de tan gran misterio, que es culmen de la iniciación y centro de toda vida cristiana.
Conviene que los neófitos reciban la sagrada comunión bajo las dos especies, junto con los padrinos, madrinas, padres y cónyuges católicos, así como los catequistas laicos. Conviene también que, con el consentimiento del obispo diocesano, donde las circunstancias lo aconsejen, todos los fieles sean admitidos a la sagrada comunión bajo las dos especies.

Liturgia Bautismal

El celebrante con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista de los fieles reunidos. De lo contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio. Se llama a los catecúmenos, si los hay, los cuales son presentados por los padrinos, o si son niños llevados por los padres y padrinos ante toda la asamblea.
Si hay bautizandos: Hermanos: Acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan renacer a una nueva vida en la fuente bautismal y pidamos insistentemente todos juntos a Dios, nuestro Padre, que guíe y acompañe sus pasos hacia la fuente bautismal.
Si se bendice la fuente, pero no hay bautizandos: Invoquemos, queridos hermanos, a Dios todopoderoso, y pidámosle que con su poder santifique esta agua, para que cuantos en ella renazcan por el bautismo sean incorporados a Cristo y contados entre los hijos de adopción.
Si hay procesión, se organiza de esta manera: primero el cirio pascual, al que siguen los catecúmenos con los padrinos; después el celebrante con los ministros. Hágase la monición antes de la bendición del agua.

Bendición del agua si hay bautizandos

El celebrante bendice el agua bautismal, diciendo la siguiente oración:
¡Oh Dios!, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del bautismo.
¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar.
¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
¡Oh Dios!, que hiciste pasar a pie seco por el mar Rojo a los hijos de Abrahán, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los bautizados.
¡Oh Dios!, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan en el agua del Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo; colgado en la cruz vertió de su costado agua, junto con la sangre; y después de su resurrección mandó a sus apóstoles: "Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu santo".
Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella la fuente del Bautismo. Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo, la gracia de tu Unigénito, para que el humano, creado a tu imagen y limpio en el Bautismo, muera el humano viejo y renazca, como niño, a nueva vida por el agua y el Espíritu.
Y metiendo, si lo cree oportuno, el cirio pascual en el agua una o tres veces, prosigue:
Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente.
Y teniendo el cirio en el agua prosigue:
Para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el Bautismo, resuciten con él a la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
40. Seguidamente saca el cirio del agua, y el pueblo proclama:
Manantiales, bendecid al Señor, alabadlo con himnos por los siglos.
41. Cada uno de los catecúmenos renuncian a Satanás, son examinados sobre su fe y son bautizados.
Los catecúmenos adultos, inmediatamente después del bautismo, si está presente un obispo, o un sacerdote que tiene la facultad de confirmar, son confirmados.
Si no hay bautizandos ni se bendice la fuente bautismal, el sacerdote bendice el agua con la siguiente oración:
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria de nuestro bautismo; y pidámosle que nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al espíritu, que hemos recibido.
Señor Dios nuestro, escucha las oraciones de tu pueblo que vela en esta noche santa, en que celebramos la acción maravillosa de nuestra creación y la maravilla aún más grande de nuestra redención; dígnate + bendecir esta agua. La creaste para hacer fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpos con el frescor y la limpieza. La hiciste también instrumento de misericordia al librar a tu pueblo de la esclavitud y al apagar con ella su sed en el desierto; por los profetas la revelaste como signo de la nueva alianza que quisiste sellar con los humanos. Y cuando Cristo descendió a ella en el Jordán, renovaste nuestra naturaleza pecadora con el baño del nuevo renacimiento. Que esta agua, Señor, avive en nosotros el recuerdo de nuestro bautismo, y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos bautizados en la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Terminado el rito del bautismo (y de la confirmación) si ha tenido lugar, o después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas, renuevan las promesas del bautismo.
El celebrante se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas:

Cuarta Parte. Liturgia Eucarística

El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia Eucarística en la forma acostumbrada.
Es conveniente que el pan y el vino sean presentados por los neófitos, si los hay.

Vigilia Pascual. Lecturas del Antiguo Testamento

Primera lectura

Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno
Lectura del libro del Génesis (Gn 1, 1-Gn 2, 2)
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió.
Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó «noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios: «Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas».
E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento.
Y así fue.
Llamó Dios al firmamento «cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco».
Y así fue.
Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar».
Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios: «Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra».
Y así fue.
La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Dijo Dios: «Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra».
Y así fue.
E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Dijo Dios: «Bullan las aguas de seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la tierra frente al firmamento del cielo».
Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Luego los bendijo Dios, diciendo: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que las aves se multipliquen en la tierra».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
Dijo Dios: «Produzca la tierra seres vivientes según sus especies: ganados, reptiles y fieras según sus especies».
Y así fue.
E hizo Dios las fieras según sus especies, los ganados según sus especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra».
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó.
Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra».
Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira».
Y así fue.
Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo.
Y habiendo concluido el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo de toda la obra que había hecho.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 104, 1-2a.5-6.10.12.13-14
R/. Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emitte spiritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terrae

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emitte spiritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terrae

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emitte spiritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terrae

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emitte spiritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terrae

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos.

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emitte spiritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terrae

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emitte spiritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terrae

Oración I

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
admirable en todas tus obras,
que tus redimidos comprendan
cómo la creación del mundo,
en el comienzo de los siglos,
no fue obra de mayor grandeza
que el sacrificio de Cristo,
nuestra Pascua inmolada,
en la plenitud de los tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oremos.
Oh, Dios,
que admirablemente creaste al hombre
y de modo más admirable aún lo redimiste:
concédenos resistir sabiamente a los atractivos del pecado
para alcanzar la eterna alegría.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Segunda lectura

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe
Lectura del libro del Génesis (Gn 22, 1-18)
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo: «¡Abrahán!».
El respondió: «Aquí estoy».
Dios dijo: «Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré».
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos.
Abrahán dijo a sus criados: «Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros».
Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: «Padre».
Él respondió: «Aquí estoy, hijo mío».
El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?».
Abrahán contestó: «Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío». Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!».
Él contestó: «Aquí estoy».
El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «En el monte el Señor es visto».
El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 16, 5.8.9-10.11
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Conserva me, Deus, quoniam speravi in te

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Conserva me, Deus, quoniam speravi in te

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Conserva me, Deus, quoniam speravi in te

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Conserva me, Deus, quoniam speravi in te

Oración II

Oremos.
Oh, Dios,
Padre supremo de los creyentes,
que multiplicas sobre la tierra
los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción
y, por el Misterio pascual,
hiciste de tu siervo Abrahán el padre de todas las naciones,
como lo habías prometido,
concede a tu pueblo
responder dignamente a la gracia de tu llamada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Tercera Lectura

Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco
Lectura del libro del Éxodo. (Ex 14, 15-Ex 15, 1a)
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de vosotros, y me cubriré de gloria a costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes».
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar y el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes.
Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró el pánico en el ejército egipcio. Trabó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente.
Los egipcios dijeron: «Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto».
Luego dijo el Señor a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».
Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipitó el Señor a los egipcios en medio del mar.
Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar. Ni uno solo se salvó.
Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel entonaron este canto al Señor.

Salmo Responsorial

Ex 15
R/. Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria.
Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est

Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
Él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.

Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria.
Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est

El Señor es un guerrero,
su nombre es “El Señor”.
Los carros del faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.

Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria.
Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est

Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es magnífica en poder,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo.

Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria.
Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est

Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás.

Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria.
Cantemus Domino: gloriose enim magnificatus est

Oración III

Oremos.
También ahora, Señor,
vemos brillar tus antiguas maravillas
y lo mismo que en otro tiempo manifestabas tu poder
al librar a un solo pueblo de la persecución del Faraón,
hoy aseguras la salvación de todas las naciones,
haciéndolas renacer por las aguas del bautismo;
te pedimos
que los hombres del mundo entero
lleguen a ser hijos de Abrahán
y miembros del nuevo Israel.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oremos.
Oh, Dios, que has iluminado los prodigios
de los tiempos antiguos
con la luz del nuevo Testamento,
el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal,
y el pueblo, liberado de la esclavitud,
imagen de la familia cristiana;
concede a todas las gentes,
elevadas por su fe a la dignidad de pueblo elegido,
regenerarse por la participación de tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Cuarta Lectura

Con amor eterno te quiere el Señor, tu libertador
Lectura del libro de Isaías. (Is 54, 5-14)
Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso.
Tu libertador es el Santo de Israel: se llama «Dios de toda la tierra».
Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-.
Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré.
En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero -dice el Señor, tu libertador-.
Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte.
Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz -dice el Señor que te quiere-.
¡Ciudad afligida, azotada por el viento, a quien nadie consuela!
Mira, yo mismo asiento tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; haré tus almenas de rubí, tus puertas de esmeralda, y de piedras preciosas tus bastiones.
Tus hijos serán discípulos del Señor, gozarán de gran prosperidad tus constructores.
Tendrás tu fundamento en la justicia: lejos de la opresión, no tendrás que temer;
lejos del terror, que no se acercará.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 30, 2.4.5-6.11.12a.13b
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltabo te, Dómine, quoniam extraxisti me

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltabo te, Dómine, quoniam extraxisti me

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltabo te, Dómine, quoniam extraxisti me

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltabo te, Dómine, quoniam extraxisti me

Oración IV

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
multiplica, fiel a tu palabra,
la descendencia que aseguraste a la fe de nuestros padres
y aumenta con tu adopción los hijos de la promesa,
para que tu Iglesia vea cómo se ha cumplido ya, en gran medida,
cuanto creyeron y esperaron los patriarcas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

U otra de las oraciones que siguen a las lecturas omitidas.

Quinta Lectura

Venid a mí y viviréis. Sellaré con vosotros una alianza perpetua
Lectura del libro de Isaías. (Is 55, 1-11)
Esto dice el Señor: «Sedientos todos, acudid por agua; venid, también los que no tenéis dinero: comprad trigo y comed, venid y comprad, sin dinero y de balde, vino y leche.
¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad vuestro oído, venid a mí: escuchadme y viviréis.
Sellaré con vosotros una alianza perpetua, las misericordias firmes hechas a David: lo hice mi testigo para los pueblos, guía y soberano de naciones.
Tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti;
porque el Señor tu Dios, el Santo de Israel te glorifica.
Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca.
Que el malvado abandone su camino, y el malhechor sus planes; que se convierta al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-.
Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis planes de vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Is 12
R/. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Haurietis aquas in gaudio de fóntibus Salvatoris.

«Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Haurietis aquas in gaudio de fóntibus Salvatoris.

«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso».

Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Haurietis aquas in gaudio de fóntibus Salvatoris.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sion,
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.

Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Haurietis aquas in gaudio de fóntibus Salvatoris.

Oración V

Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
esperanza única del mundo,
que anunciaste por la voz de tus profetas
los misterios de los tiempos presentes,
atiende complacido los deseos de tu pueblo,
porque ninguno de tus fieles puede progresar en la virtud
sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo,nuestro Señor.

Sexta Lectura

Camina al resplandor del Señor
Lectura del libro de Baruc. (Ba 3, 9-15.32–Ba 4, 1-4)
Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oído y aprende prudencia.
¿Cuál es la razón, Israel, de que sigas en país enemigo, envejeciendo en tierra extranjera; de que te crean un ser contaminado, un muerto habitante del Abismo?
¡Abandonaste la fuente de la sabiduría!
Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en paz para siempre.
Aprende dónde está la prudencia, dónde el valor y la inteligencia, dónde una larga vida, la luz de los ojos y la paz.
¿Quién encontró su lugar o tuvo acceso a sus tesoros?
El que todo lo sabe la conoce, la ha examinado y la penetra; el que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos; el que envía la luz y le obedece,
la llama y acude temblorosa; a los astros que velan gozosos arriba en sus puestos de guardia, los llama, y responden: «Presentes», y brillan gozosos para su Creador.
Este es nuestro Dios, y no hay quien se le pueda comparar; rastreó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a su hijo, Jacob, se lo mostró a su amado, Israel.
Después apareció en el mundo y vivió en medio de los hombres.
Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna: los que la guarden vivirán; los que la abandonen morirán.
Vuélvete, Jacob, a recibirla, camina al resplandor de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero.
¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 19, 8.9.10.11
R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, verba vitae aeternae habes.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, verba vitae aeternae habes.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, verba vitae aeternae habes.

El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, verba vitae aeternae habes.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, verba vitae aeternae habes.

Oración VI

Oremos.
Oh, Dios,
que sin cesar haces crecer a tu Iglesia
con la convocatoria de todas las gentes,
defiende con tu constante protección
a cuantos purificas en el agua del bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Séptima Lectura

Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo
Lectura de la profecía de Ezequiel. (Ez 36, 16-17a.18-28)
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de hombre, la casa de Israel profanó con su conducta y sus acciones la tierra en que habitaba.
Me enfurecí contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país, y por haberlo profanado con sus ídolos.
Los dispersé por las naciones, y anduvieron dispersos por diversos países.
Los he juzgado según su conducta y sus acciones.
Al llegar a las diversas naciones, profanaron mi santo nombre, ya que de ellos se decía: “Estos son el pueblo del Señor y han debido abandonar su tierra”.
Así que tuve que defender mi santo nombre, profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde había ido.
Por eso, di a la casa de Israel: “Esto dice el Señor Dios:
No hago esto por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones a las que fuisteis.
Manifestaré la santidad de mi gran nombre, profanado entre los gentiles, porque vosotros lo habéis profanado en medio de ellos. Reconocerán las naciones que yo soy el Señor -oráculo del Señor Dios-, cuando por medio de vosotros les haga ver mi santidad.
Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 42, 3.5;43,3.4
R/. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus.

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus.

Cómo entraba en el recinto santo,
cómo avanzaba hacia la casa de Dios
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus.

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus.

Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus.

Oración VII

Oremos.
Oh, Dios, poder inmutable y luz sin ocaso,
mira con bondad el sacramento admirable de la Iglesia entera
y, en cumplimiento de tus eternos designios,
lleva a feliz término la obra de la salvación humana;
y que todo el mundo experimente y vea
cómo lo abatido se levanta,
lo viejo se renueva
y todo vuelve a su integridad original,
por el mismo Jesucristo,
de quien todo procede.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oremos.
Oh, Dios, que para celebrar el Misterio pascual
nos instruyes con las páginas de ambos Testamentos,
danos a conocer tu misericordia,
para que, al percibir los bienes presentes,
se afiance la esperanza de los futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.


Domingo de Resurrección

Segunda Lectura

Barred la levadura vieja para ser una masa nueva
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1Co 5, 6b-8)
Hermanos:
¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (levadura de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Evangelio (opcional para misas vespertinas)

Quédate con nosotros, porque atardece
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 13-35)
Gloria a ti, Señor.
Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo: «¿Qué?».
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos,
tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado e! Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Domingo 3ª Pascua, ciclo C

Evangelio (forma larga)

… Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Él le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice: Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta: Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Él le dice: Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: ¿Me quieres? y le contestó: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice: Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
Sígueme.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Ascensión del Señor

Segunda lectura optativa en el año B

A la medida de Cristo en su plenitud
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (Ef 4, 1-13)
Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos actúa por medio de todos y está en todos.
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres».
Decir «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de los cielos para llenar el universo.

Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, a Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Segunda lectura optativa en el año C

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Hebreos (Hb 9, 24-28; 10, 19-23)
Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces -como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.
Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Domingo de Pentecostés, misa vespertina de la vigilia

1. En las iglesias donde se celebra la misa de la vigilia de forma más extensa, esta misa se puede celebrar del modo siguiente:
2. a) Si las I Vísperas, rezadas en el coro o en comunidad, preceden inmediatamente a la misa, la celebración puede comenzar por el versículo introductorio y el himno Ven, Espíritu divino, o bien por el canto de entrada (El amor de Dios) con la procesión de entrada y el saludo del celebrante, omitiendo en uno y otro caso el rito penitencial (cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, nn. 94 y 96).
Luego sigue la salmodia de Vísperas hasta la lectura breve exclusive.
Después de la salmodia, omitido el acto penitencial y, según las circunstancias el "Señor, ten piedad", el sacerdote dice la oración: Dios todopoderoso.
3. b) Si la misa empieza del modo acostumbrado, después del Señor, ten piedad el sacerdote dice la oración: Dios todopoderoso.
A continuación, el sacerdote puede exhortar al pueblo con estas palabras u otras semejantes:

Hemos empezado ya, queridos hermanos, la vigilia de Pentecostés imitando a los apóstoles y discípulos, que, con María, la madre de Jesús, se dedicaban a la oración, esperando el Espíritu prometido por el Señor, escuchemos ahora, con atención y con calma, la palabra de Dios. Meditemos los prodigios que hizo Dios en favor de su pueblo y pidamos que el Espíritu Santo, a quien el Padre envió como primicia para los creyentes, lleve a plenitud su obra en el mundo

4. Siguen luego las lecturas propuestas ad libitum en el Leccionario. El lector se dirige al ambón y proclama la lectura. Luego, el salmista o el lector proclama el salmo al que responde el pueblo. Después, poniéndose todos en pie, el sacerdote dice Oremos y, tras un breve lapso de tiempo que todos dedican a la oración, pronuncia la oración correspondiente a la lectura. En lugar del salmo responsorial puede guardarse un intervalo de respetuoso silencio, en cuyo caso se omite la pausa tras el Oremos.

Oraciones para después de las lecturas

5. Después de la primera lectura (Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra: Gn 11, 1-9) y el salmo (Sal 32, 10-11. 12-13. 14-15; Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad).

Oración

Dios todopoderoso,
haz que tu Iglesia permanezca siempre
como pueblo santo,
reunido en la unidad del Padre, y del Hijo, y del Espíritu,
que manifieste al mundo el signo de tu santidad y unidad,
y que lo conduzca a la perfección de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

6. Después de la segunda lectura (El Señor bajó al monte Sinaí a la vista del pueblo: Ex 19, 3-8a.16-20b) y el Cántico (Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56; A ti gloria y alabanza por los siglos) o el salmo (Sal 18, 8. 9. 10. 11; [Jn 6, 68c] Señor, tú tienes palabras de vida eterna).

Segunda Lectura

El Señor descendió al monte Sinaí a la vista del pueblo
Lectura del libro del Éxodo.
(Ex 19, 3-8.16-20b)
En aquellos días, Moisés subió hacia Dios.
El Señor lo llamó desde la montaña diciendo: «Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los hijos de Israel: "Vosotros habéis visto lo que he hecho con los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa". Estas son las palabras que has de decir a los hijos de Israel».
Fue, pues, Moisés, convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había mandado.
Todo el pueblo, a una, respondió: «Haremos todo cuanto ha dicho el Señor».
Moisés comunicó la respuesta del pueblo al Señor.
Al tercer día, al amanecer, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre la montaña; se oía un fuerte sonido de trompeta y toda la gente que estaba en el campamento se echó a temblar. Moisés sacó al pueblo del campamento, al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie de la montaña. La montaña del Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre ella en medio de fuego. Su humo se elevaba como el de un horno y toda la montaña temblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba y Dios le respondía con el trueno. El Señor descendió al monte Sinaí, a la cumbre del monte. El Señor llamó a Moisés a la cima de la montaña.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial a la segunda lectura (opción 1)

Dn 3, 52
R/. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
Domino: laudate et superexaltate eum in saecula

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito tu nombre, santo y glorioso.

¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
Domino: laudate et superexaltate eum in saecula

Bendito eres en el templo de tu santa gloria.

¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
Domino: laudate et superexaltate eum in saecula

Bendito eres sobre el trono de tu reino.

¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
Domino: laudate et superexaltate eum in saecula

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos.

¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
Domino: laudate et superexaltate eum in saecula

Bendito eres en la bóveda del cielo.

¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
Domino: laudate et superexaltate eum in saecula

Oración

Oh, Dios, que en el monte Sinaí,
en medio del resplandor del fuego,
diste a Moisés la ley antigua,
y en el día de hoy,
con el fuego del Espíritu Santo,
manifestaste la nueva Alianza,
te pedimos que nos inflame continuamente
el mismo Espíritu que infundiste de modo inefable en tus apóstoles
y que el nuevo Israel, convocado de entre todos los pueblos,
reciba con alegría el mandamiento eterno de tu amor.
PorJesucristo, nuestro Señor.

7. Después de la tercera lectura (Huesos secos, traeré sobre vosotros espíritu, y viviréis: Ez 37, 1-14) y el salmo (Sal 106, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9; Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia, o bien: Aleluya).

Tercera Lectura

Huesos secos, infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis
Lectura de la profecía de Ezequiel.
(Ez 37,1-14)
En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí. El Señor me saco en espíritu y me coloco en medio de un valle todo
lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y vueltas en torno a ellos: eran muchísimos en el valle y estaban completamente secos.
Me preguntó: «Hijo de hombre: ¿podrán revivir estos huesos?».
Yo respondí: «Señor, Dios mío, tú lo sabes».
Él me dijo: «Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: "Huesos secos, escuchad la palabra del Señor! Esto dice el Señor Dios a estos huesos: Yo mismo infundiré espíritu sobre vosotros y viviréis. Pondré sobre vosotros los tendones, haré crecer la carne, extenderé sobre ella la piel, os infundiré espíritu y viviréis. Y comprenderéis que yo soy el Señor"».
Yo profeticé como me había ordenado, y mientras hablaba se oyó un estruendo y los huesos se unieron entre sí. Vi sobre ellos los tendones, la carne había crecido y la piel la recubría; pero no tenían espíritu.
Entonces me dijo: «Conjura al espíritu, conjúralo, hijo de hombre, y di al espíritu: "Esto dice el Señor Dios: ven de los cuatro vientos, espíritu, y sopla sobre estos muertos para que vivan"».
Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu y revivieron y se pusieron en pie. Era una multitud innumerable.
Y me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice: "Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, ha perecido, estamos perdidos". Por eso profetiza y diles: "Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío, yos llevaré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de ellos, pueblo mío, comprenderéis que soy el Señor. Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestra tierra y comprenderéis que yo, el Señor, lo digo y lo hago" -oráculo del Señor-».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial a la tercera lectura

Sal 107, 2-3.4-5.6-7.8-9
R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Confitemini Domino, quoniam bonus, quoniam in saeculum misericordia eius

Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
oriente y occidente, norte y sur.

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Confitemini Domino, quoniam bonus, quoniam in saeculum misericordia eius

Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida.

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Confitemini Domino, quoniam bonus, quoniam in saeculum misericordia eius

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a una ciudad habitada.

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Confitemini Domino, quoniam bonus, quoniam in saeculum misericordia eius

Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.

Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Confitemini Domino, quoniam bonus, quoniam in saeculum misericordia eius

Oración

Señor, Dios todopoderoso,
que restauras cuanto está caído
y, una vez restaurado, lo conservas,
multiplica los pueblos que han de ser renovados
por la acción santificadora de tu nombre,
para que todos los que reciban el santo bautismo
sean guiados siempre por tu inspiración.
PorJesucristo, nuestro Señor.

Oh, Dios, que nos has regenerado por tu palabra de vida,
derrama sobre nosotros tu Espíritu Santo,
para que, caminando en la unidad de la fe,
merezcamos llegar a la incorruptible resurrección
de la carne que habrá de ser glorificada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Que tu pueblo, oh, Dios, exulte siempre
al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu,
para que todo el que se alegra ahora
de haber recobrado la gloria de la adopción filial,
ansíe el día de la resurrección
con la esperanza cierta de la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

8. Después de la cuarta lectura (Sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu: Jl 3, 1-5) y el salmo (Sal 103, 1-2a. 24 y 35c. 27-28. 29bc-30; Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra, o bien: Aleluya).

Cuarta Lectura

Sobre mis siervos y siervas derramaré mi espíritu
Lectura de la profecía de Joel.
(Jl 3, 1-5)
Esto dice el Señor: «Derramaré mi espíritu sobre toda carne, vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y vuestros jóvenes verán visiones.
Incluso sobre vuestros siervos y siervas derramaré mi espíritu en aquellos días.
Pondré señales en el cielo y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo.
El sol se convertirá en tinieblas, la luna, en sangre ante el Día del Señor que llega,
grande y terrible.
Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Habrá supervivientes en el monte Sion, como lo dijo el Señor, y también en Jerusalén entre el resto que el Señor convocará».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial a la cuarta lectura

Sal 104, 1-2a.24.35c.27-28.29bc.30
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emittes spiritum tuum, et creabuntur; et renovabis faciem terrae

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emittes spiritum tuum, et creabuntur; et renovabis faciem terrae

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emittes spiritum tuum, et creabuntur; et renovabis faciem terrae

Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo:
se la echas, y la atrapan;
abres tu mano, y se sacian de bienes.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emittes spiritum tuum, et creabuntur; et renovabis faciem terrae

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emittes spiritum tuum, et creabuntur; et renovabis faciem terrae

Oración

Cumple, Señor, en nosotros tu promesa,
para que la venida del Espíritu Santo
nos convierta ante el mundo
en testigos del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

9. Luego el sacerdote entona el himno "Gloria a Dios en el cielo".

10. Terminado el himno, el sacerdote dice la oración colecta: Dios todopoderoso y eterno.

11. Luego el lector proclama la lectura del Apóstol (Rm 8, 22-27), y la misa continúa del modo acostumbrado.

12. Si se celebran unidas las Vísperas y la misa, después de la comunión con la antífona El último día de las fiestas, se canta el Magníficat con su antífona de las Vísperas "Ven, Espíritu Santo"; luego se dice la Oración después de la comunión y lo demás, del modo acostumbrado.


Domingo de Pentecostés, misa vespertina de la vigilia.

Salmo Responsorial a la segunda lectura (opción 2)

Sal 19, 8.9.10.11
R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, ad quem ibimus? verba vitae aeternae habes

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, ad quem ibimus? verba vitae aeternae habes

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, ad quem ibimus? verba vitae aeternae habes

El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, ad quem ibimus? verba vitae aeternae habes

Más preciosos que el oro,
mas que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.

Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Domine, ad quem ibimus? verba vitae aeternae habes

Domingo de Pentecostés, año B

Lecturas

Estas lecturas pueden leerse también cuando el lunes o el martes después de Pentecostés los fieles deben o suelen participar en la Misa. También pueden emplearse para el sacramento de la Confirmación.

Segunda Lectura, alternativa para los años B

El futo del EspírituLectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas.
(Ga 5, 16-25)
Frente a ello, yo os digo: caminad según el Espíritu y no realizaréis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne; efectivamente, hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. Pero si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley.
Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Evangelio, alternativo para los años B

El Espíritu de la verdad os quiará hasta la verdad plena.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 15, 26-27;16, 12-15)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.»
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Domingo de Pentecostés, año C

Segunda Lectura, alternativa para los años C

Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
(Rm 8, 8-17)
Hermanos:
Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Así pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la carne. Pues si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis.
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: « ¡Abba, Padre!».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Evangelio, alternativa para los años C

El Espíritu Santo os lo enseñará todo
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
(Jn 14, 15-16.23b-26)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros.
El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.