Domingo I de Cuaresma Ciclo C

Primera Lectura

Profesión de fe del pueblo elegido
Lectura del libro del Deuteronomio. (Dt 26, 4-10)
Moisés habló al pueblo, diciendo: «El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias de todos los frutos y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios.
Entonces tomarás la palabra y dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí como emigrante, con pocas personas, pero allí se convirtió en un pueblo grande, fuerte y numeroso.
Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestros gritos, miró nuestra indefensión, nuestra angustia y nuestra opresión.
El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y prodigios, y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado".
Los pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 91, 1 y ss
R/. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti».

Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos.

Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre;
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré».

Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

Segunda Lectura

Profesión de fe del que cree en Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. (Rm 10, 8-13)
Hermanos: ¿Qué dice la Escritura? «La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».
Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Pues dice la Escritura: «Nadie que crea en él quedará confundido».
En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 4, 4 b
No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

Evangelio

El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».
Jesús le contestó: «Está escrito: "No solo de pan vive el hombre"».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».
Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto"».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra"».
Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"».
Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo II de Cuaresma Ciclo C

Primera Lectura

Dios inició un pacto fiel con Abrahán
Lectura del libro del Génesis. (Gn 15, 5-12.17-18)
En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas».
Y añadió: «Así será tu descendencia».
Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia.
Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra».
Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?».
Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón».
Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba.
Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 116, 10.15.16-17.18-19
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.

Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor.

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.

No me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches.

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.

Segunda Lectura

Cristo nos configurará según su cuerpo glorioso
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. (Flp 3, 20Flp 4, 1)
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 9, 35
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: «Este es mi Hijo amado, escuchadlo».
In splendénti nube, patérna vox audíta est; «Hic est Filius meus diléctus; ipsum audíte.

Evangelio

Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 9, 28b-36)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo III de Cuaresma Ciclo C

Primera Lectura

"Yo soy" me envía a vosotros
Lectura del libro del Éxodo. (Ex 3, 1-8a.13-15)
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se dijo: «Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza».
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés».
Respondió él: «Aquí estoy».
Dijo Dios: «No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».
Y añadió: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos.
He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel».
Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros". Si ellos me preguntan: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les respondo?».
Dios dijo a Moisés: «"Yo soy el que Soy"; esto dirás a los hijos de Israel: "Yo soy" me envía a vosotros».
Dios añadió: «Esto dirás a los hijos de Israel: "El Señor, Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación"».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 103, 1 y ss
R/. El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura.

El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen.

El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus

Segunda Lectura

La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. (1Co 10, 1-6.10-12)
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador.
Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Mt 4, 17
Convertíos -dice el Señor-, porque está cerca el reino de los cielos.
Paeniténtiam ágite, dicit Dóminus; appropinquávit regnum caelórum.

Evangelio

Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 13, 1-9)
Gloria a ti, Señor.
En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilatos con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: "Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?".
Pero el viñador respondió: "Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar"».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo IV de Cuaresma Ciclo C

Primera Lectura

El pueblo de Dios, tras entrar en la tierra prometida, celebra la Pascua
Lectura del libro de Josué. (Jos 5, 9 a.10-12)
En aquellos días, dijo el Señor a Josué: «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto». Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó.
Al día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ácimos y espigas tostadas.
Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 34, 2-3.4-5.6-7
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

Segunda Lectura

Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios. (2Co 5, 17-21)
Hermanos:
Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.
Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Lc 15, 18
Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Surgam et ibo ad patrem meum et dicam ei: Pater peccavi in caelum et coram te.

Evangelio

Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 15, 1-3.11-32)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna". El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado".
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud".
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado".
El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado"».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo V de Cuaresma Ciclo C

Primera Lectura

Mirad que realizo algo nuevo; daré de beber a mi pueblo
Lectura del libro de Isaías. (Is 43, 16-21)
Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, la tropa y los héroes: caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue.
«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino en el desierto, corrientes en el yermo.
Me glorificarán las bestias salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 126, 1 y ss
R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus laetántes

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus laetántes

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus laetántes

Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus laetántes

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Magnificávit Dóminus fácere nobíscum; facti sumus laetántes

Segunda Lectura

Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. (Flp 3, 8-14)
Hermanos:
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya lo haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jl 2, 12-13
Ahora -dice del Señor-, convertíos a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso.
Nunc ergo, dicit Dóminus, convertímini ad me in toto corde vestro, quia benígnus et miséricors sum.

Evangelio

El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 8, 1-11)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó: «Ninguno, Señor».
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo de Ramos Ciclo C

Evangelio procesión

Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo Evangelio según San Lucas (Lc 19, 28-40)
En aquel tiempo, Jesús caminaba delante de sus discípulos, subiendo hacia Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo necesita”.
Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
Ellos dijeron: El Señor lo necesita.
Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre él.
Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
Y respondiendo, dijo: Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (Lc 22, 14-71; 23, 1-56 / Lc 23, 1-49)

No encuentro ninguna culpa en este hombre

C. Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S. Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.
C. Pilato le preguntó:
S. ¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Él le responde:
+ Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. No encuentro ninguna culpa en este hombre.
C. Pero ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí.
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.

Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio

C. Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí.

Pilato entregó a Jesús a su voluntad

C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que
le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos vociferaron en masa:
S. ¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás.
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. ¡Crucifícalo, crucifícalo!
C. Por tercera vez les dijo:
S. Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí

C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

C. Y cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.

Este es el rey de los judíos

C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. Había también por encima de él un letrero: Este es el rey de los judíos.

Hoy estarás conmigo en el paraíso

C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
+ ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo.
C. Y decía:
S. Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
C. Jesús le dijo:
+ En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
C. Y, dicho esto, expiró.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. Realmente, este hombre era justo.
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Vigilia Pascual Ciclo C

Evangelio

¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro.
Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron:
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar».
Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.
Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos, Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo II de Pascua Ciclo C

Primera Lectura

Crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 5, 12-16)
Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a las plazas, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.
Acudía incluso mucha gente de las ciudades cercanas a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos eran curados.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 118, 1 y ss
R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Confitémini Dómino quóniam bonus, quóniam in saéculum misericórdia eius.

Segunda Lectura

Estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos
Lectura del libro del Apocalipsis. (Ap 1, 9-10.12-13.17-19)
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
El día del Señor fui arrebatado en espíritu y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta que decía: Lo que estás viendo, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias.
Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuelto, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro.
Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y lo que ha de suceder después de esto.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 20, 29
Porque me has visto, Tomás, has creído -dice el Señor-; bienaventurados los que crean sin haber visto.
Quia vidísti me, Thoma, credidísti, dicit Dóminus: beáti qui non vidérunt et credidérunt

Evangelio

A los ocho días llegó Jesús
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 20, 19-31)
Gloria a ti, Señor.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo III de Pascua Ciclo C

Primera Lectura

Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 5, 27b-32.40b-41)
En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles, diciendo: ¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.
Pedro y los apóstoles replicaron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen.
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 30, 1 y ss
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me.

Segunda Lectura

Digno es el Cordero degollado de recibir el poder y la riqueza
Lectura del libro del Apocalipsis. (Ap 5, 11-14)
Yo, Juan, miré, y escuché la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los vivientes y de los ancianos, y eran miles de miles, miríadas de miríadas, y decían con voz potente: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.
Y escuché a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -todo cuanto hay en ellos-, que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Y los cuatro vivientes respondían: Amén.
Y los ancianos se postraron y adoraron.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya.
Ha resucitado Cristo, que creó todas las cosas, y se ha compadecido del género humano
Surréxit Christus, qui creávit ómnia et misértus est humáno géneri.
Aleluya.

Evangelio

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 21, 1-14/19)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades.
Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: Me voy a pescar.
Ellos contestan: Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron: No.
Él les dice: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice: Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo IV de Pascua Ciclo C

Primera Lectura

Sabed que nos dedicamos a los gentiles
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 13, 14.43-52)
En aquellos días, Pablo y Bernabé continuaron desde Perge y llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.
Muchos judíos y prosélitos adoradores de Dios siguieron a Pablo y Bernabé, que hablaban con ellos exhortándolos a perseverar fieles a la gracia de Dios.
El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía: Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra”.
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.
La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio.
Estos sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaban llenos de alegría y de Espíritu Santo.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 100, 1 y ss
R/. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Nos pópulos eius et oves páscuae eius

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Nos pópulos eius et oves páscuae eius

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Nos pópulos eius et oves páscuae eius

El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.

Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Nos pópulos eius et oves páscuae eius

Segunda Lectura

El Cordero los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas
Lectura del libro del Apocalipsis (Ap 7, 9.14b-17)
Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y uno de los ancianos me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo.
El que se sienta en el trono acampará entre ellos.
Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 10, 14
Yo soy el Buen Pastor -dice el Señor-, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen.
Ego sum pastor bonus, dicit Dóminus, et cognósco oves meas, et cognóscunt me meae.

Evangelio

Yo doy la vida eterna a mis ovejas
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 10, 27-30)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo V de Pascua Ciclo C

Primera Lectura

Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 14, 21b-27)
En aquellos días, Pablo y Bernabé volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Y después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la misión que acababan de cumplir.
Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 145, 1 y ss
R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Benedícam nómini tuo in saéculum, Deus meus rex

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Benedícam nómini tuo in saéculum, Deus meus rex

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Benedícam nómini tuo in saéculum, Deus meus rex

Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. .

Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Benedícam nómini tuo in saéculum, Deus meus rex

Segunda Lectura

Dios enjugará toda lágrima de sus ojos
Lectura del libro del Apocalipsis. (Ap 21, 1-5a)
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía: He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios.
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono: Mira, hago nuevas todas las cosas.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 13, 34
Os doy un mandamiento nuevo -dice el Señor-: que os améis unos a otros, como yo os he amado.
Mandátum novum do vobis, dicit Dóminus; ut diligátis invicem, sicut diléxi vos.

Evangelio

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 13, 31-33a. 34-35)
Gloria a ti, Señor.
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo
glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo VI de Pascua Ciclo C

Primera Lectura

Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 15, 1-2.22-29)
En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia.
Entonces los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir a algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas llamado Barsabás y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta: Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad.
Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 67, 1 y ss
R/. Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes.

Segunda Lectura

Me mostró la ciudad santa que descendía del cielo
Lectura del libro del Apocalipsis. (Ap 21, 10-14.22-23)
El ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino. Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero.
Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 14, 23
El que me ama guardará mi palabra -dice el Señor- y mi Padre lo amará, y vendremos a él.
Si quis díligit me, sermónem meum servábit, dicit Dóminus; et Pater meus díliget eum, et ad eum veniémus.

Evangelio

El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 14, 23-29)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo, Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  La Ascensión del Señor Ciclo C

Evangelio

Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo
Conclusión del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 46-53)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».
Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo VII de Pascua Ciclo C

Primera Lectura

Veo al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 7, 55-60)
En aquellos días, Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo: Señor, no les tengas en cuenta este pecado.
Y, con estas palabras, murió.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 96, 1 y 2b. 6 y 7c. 9
R/. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
Dóminus regnavit, Altíssimus super omnem terram.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Justicia y derecho sostienen su trono.

El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
Dóminus regnavit, Altíssimus super omnem terram.

Los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Adoradlo todos sus ángeles.

El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
Dóminus regnavit, Altíssimus super omnem terram.

Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra.
Dóminus regnavit, Altíssimus super omnem terram.

Segunda Lectura

¡Ven Señor Jesús!
Lectura del libro del Apocalipsis. (Ap 22, 12-14.16-17.20)
Yo, Juan, escuché una voz que me decía: Mira, yo vengo pronto y traeré mi recompensa conmigo para dar a cada uno según sus obras.
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener acceso al árbol de la vida y entrar por las puertas en la ciudad.
Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para dar testimonio de esto a las iglesias.
Yo soy la raíz y la descendencia de David, la estrella radiante de la mañana.
El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven!
Y quien lo oiga, diga: ¡Ven!
Y quien tenga sed, que venga. Y quien quiera, que tome el agua de la vida gratuitamente.
Dice el que da testimonio de estas cosas: Sí, vengo pronto. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Jn 14, 18
No os dejaré huérfanos -dice el Señor-; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón.
Non vos reliquam orphanos, dicit Dóminus, vado et venio ad vos, et gaudébit cor vestrum.

Evangelio

¡Que sean completamente uno!
Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 17, 20-26)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró diciendo: Padre santo, no solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

  Domingo de Pentecostés Ciclo C

Primera Lectura

Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 2, 1-11)
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Estaban todos estupefactos y admirados, diciendo: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 103, 1ab, 24ac.29bc-30,31,34
R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Emítte Spíritum tuum, Dómine, et rénova fáciem terræ.

Segunda Lectura

Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1Co 12, 3-7. 12-13) 
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación de Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos. son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Secuencia

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Aclamación antes del Evangelio

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.
Veni, Sancte Spíritus, reple tuórum corda fidélium, et tui amóris in eis ignem accénde.

Evangelio

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23) 
Gloria a ti, Señor.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.