Oh, Dios, que en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad por medio de tu Unigénito, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 10, 34a.37-43) En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 119, 1-2.16ab-17.22-23 R/. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.
«La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.
Segunda Lectura
Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses. (Col 3, 1-4) Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
(Opcional durante la octava) Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta. «¿Qué has visto de camino, María en la mañana?» «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos sudario y mortaja ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua». Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Aclamación antes del Evangelio
1Co 5, 7b-8a Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en el Señor.
Aleluya, aleluya, aleluya
Pascha nostrum immolátus est Christus, ítaque festa celebrémus in Dómino.
Evangelio
Puede leerse el Evangelio de la Vigilia: Mateo (A), Marcos (B), Lucas (C) En las misas vespertinas puede usarse este evangelio. Él había de resucitar de entre los muertos † Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 20, 1-9) Gloria a ti, Señor. El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Rebosantes de gozo pascual, ofrecemos, Señor, este sacrificio en el que tan maravillosamente renace y se alimenta tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Cf. 1Co 5, 7-8 Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Aleluya. Así, pues, celebremos con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya, aleluya.
Protege, oh, Dios, a tu Iglesia con misericordia perpetua, para que, renovada por los sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Para despedir al pueblo, durante toda la octava: Podéis ir en paz, aleluya, aleluya. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Señor Dios, que haces crecer a tu Iglesia, dándole siempre nuevos hijos, concede a tus siervos vivir el sacramento que recibieron con fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 2, 14.22-33) El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto con los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: “Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”. Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 17, 1-2a.5.7-8.9-10.11 R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Sal 118, 24 Este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.
Evangelio
Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 28, 8-15) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones, Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe propicio, Señor, las ofrendas de tu pueblo, para que, renovado por la confesión de tu nombre y por el bautismo, alcance la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
(en este día) Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Te pedimos, Señor, que la gracia del Misterio pascual colme totalmente nuestro espíritu, para que hagas dignos de tus dones a quienes concediste entrar en el camino de la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que nos entregaste los auxilios pascuales, continúa favoreciendo a tu pueblo con estos dones celestes, para que, habiendo alcanzado la libertad verdadera, pueda gozar en el cielo de la alegría que ya ha empezado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 36-41) El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: «Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías». Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?». Pedro les contestó: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro». Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo: «Salvaos de esta generación perversa». Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 34, 4-5.18-19.20 y 22 R/. La misericordia del Señor llena la tierra. Aleluya.
Misericórdia Dómini plena est terra.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
La misericordia del Señor llena la tierra. Aleluya.
Misericórdia Dómini plena est terra.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
La misericordia del Señor llena la tierra. Aleluya.
Misericórdia Dómini plena est terra.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
La misericordia del Señor llena la tierra. Aleluya.
Sal 118, 24 Este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.
Evangelio
He visto al Señor y ha dicho esto † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 20, 11-18) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando, Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: «¡María! ». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboní!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acoge, Señor, con bondad, las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
(en este día) Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Col 3, 1-2 Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba. Aleluya.
Escúchanos, Dios todopoderoso, y, para merecer la felicidad eterna, prepara los corazones de tu familia a la que otorgaste la gracia incomparable del bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos propicio llegar a la alegría eterna mediante las fiestas que celebramos en el tiempo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 3, 1-10) En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo: «Míranos». Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda». Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 106, 1-2.3-4.6-7.8-9 R/. Que se alegren los que buscan al Señor. Aleluya.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos. Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas.
Que se alegren los que buscan al Señor. Aleluya.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.
Gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro.
Que se alegren los que buscan al Señor. Aleluya.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra.
Que se alegren los que buscan al Señor. Aleluya.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.
Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac.
Sal 119, 24 Este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.
Evangelio
Lo reconocieron al partir el pan † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 24, 13-35) Gloria a ti, Señor. Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?». Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, las ofrendas de la redención humana y concédenos, complacido, la salud del alma y del cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
(en este día) Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Liberados de la vieja condición de pecado, te pedimos, Señor, que la devota participación en el sacramento de tu Hijo nos transforme en nuevas criaturas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sb 10, 20-21 Celebraron a coro tu mano vencedora, Señor, porque la sabiduría abrió la boca de los mudos y soltó la lengua de los niños. Aleluya. Se dice Gloria
Oh, Dios, que has reunido pueblos diversos en la confesión de tu nombre, concede a los que han renacido en la fuente bautismal una misma fe en su espíritu y un mismo amor en sus obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 3, 11-26) En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos. Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros. Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas. Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 8, 2a.5.6-7.8-9 R/. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Aleluya.
Dómine, Dóminus noster, quam admirábile est nomen tuum in univérsa terra!
Señor, Dios nuestro, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él?
¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Aleluya.
Dómine, Dóminus noster, quam admirábile est nomen tuum in univérsa terra!
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies.
¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Aleluya.
Dómine, Dóminus noster, quam admirábile est nomen tuum in univérsa terra!
Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar que trazan sendas por el mar.
¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Aleluya.
Dómine, Dóminus noster, quam admirábile est nomen tuum in univérsa terra!
Sal 119, 24 Este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Hæc dies quam fecit Dóminus; exsultémus et lætémur in ea.
Evangelio
Está escrito que Cristo tenía que padecer y tenía que resucitar de entre los muertos al tercer día † Lectura del santo Evangelio según san Lucas (Lc 24, 35-48) Gloria a Ti, Señor. En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: – Paz a vosotros. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: – ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: – ¿Tenéis ahí algo de comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: – Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: –Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, en tu bondad las ofrendas que te presentamos con gratitud por los nuevos bautizados, y para apresurar la ayuda del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
(en este día) Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que por el Misterio pascual has restablecido tu alianza con los hombres, concédenos imitar en la vida lo que celebramos en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
No hay salvación en ningún otro Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 4, 1-12) En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el paralítico fuese sanado, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto con el sumo sacerdote Anás, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?». Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 119, 1-2.4.22-24.25-27a R/. La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Aleluya.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Digan los que temen al Señor: eterna es su misericordia.
La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Aleluya.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Aleluya.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor. El Señor es Dios, él nos ilumina.
La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Aleluya.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.
Sal 118, 0 Este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Hæc dies quam fecit Dóminus; exsultémus et lætémur in ea.
Evangelio
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 21, 1-14) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger». Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Realiza, Señor, en nosotros lo que significa el intercambio de esta ofrenda pascual, para que pasemos del apego a las cosas de la tierra, al deseo de los bienes del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
(en este día) Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oh, Dios, que no cesas de aumentar con la abundancia de tu gracia el número de los pueblos que creen en ti, mira con amor a tus elegidos, para que los renacidos en el bautismo se revistan de la inmortalidad dichosa. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 4, 13-21) En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos. Reconocían que habían sido compañeros de Jesús, pero, viendo de pie junto a ellos al hombre que había sido curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín y se pusieron a deliberar entre ellos, diciendo: «Qué haremos con estos hombres? Es evidente que todo Jerusalén conoce el milagro realizado por ellos, no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos con amenazas que vuelvan a hablar a nadie de ese nombre». Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo: «¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». Pero ellos, repitiendo la prohibición, los soltaron, sin encontrar la manera de castigarlos a causa del pueblo, porque todos daban gloria a Dios por lo sucedido. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 119, 1.14-15.16ab-18.19-21 R/. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Confitébor tibi, Dómine, quóniam exaudísti me.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos.
Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Confitébor tibi, Dómine, quóniam exaudísti me.
«La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte.
Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Confitébor tibi, Dómine, quóniam exaudísti me.
Abridme las puertas de la salvación, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.
Sal 119, 24 Este es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo. Hæc dies quam fecit Dóminus; exsultémus et lætémur in ea.
Evangelio
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio † Lectura del santo Evangelio según san Marcos. (Mc 16, 9-15) Gloria a ti, Señor. Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales, y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
(en este día) Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios de misericordia infinita, que reanimas, con el retorno anual de las fiestas de Pascua, la fe del pueblo a ti consagrado, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que todos comprendan mejor qué bautismo nos ha purificado, qué Espíritu nos ha hecho renacer y qué sangre nos ha redimido. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Recibe, Señor, las ofrendas de tu pueblo (y de los recién bautizados), para que, renovados por la confesión de tu nombre y por el bautismo, consigamos la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
(en este día) Plegaria I: Reunidos en comunión y Acepta, Señor Plegaria II: Acuérdate, Señor, y la intercesión particular Plegaria III; Intercesión particular, y Atiende los deseos
Dios todopoderoso, haz que seamos transformados a imagen del Creador del cielo los que, renovados por los sacramentos pascuales, nos hemos librado de la huella del padre terreno. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Al terminar la oración, los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 4, 23-31) En aquellos días, Pedro y Juan, puestos en libertad, volvieron a los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oírlo, todos invocaron a una a Dios en voz alta, diciendo: «Señor, tú que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú que por el Espíritu Santo dijiste, por boca de nuestro padre David, tu siervo: “¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean proyectos vanos? Se presentaron los reyes de la tierra, los príncipes conspiraron contra el Señor y contra su Mesías”. Pues en verdad se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, para realizar cuanto tu mano y tu voluntad habían determinado que debía suceder. Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra con toda valentía; extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús». Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 2, 1-3.4-6.7-9 R/. Dichosos los que se refugian en ti, Señor. Aleluya.
Beáti omnes qui confídunt in te, Dómine.
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: «Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo».
Dichosos los que se refugian en ti, Señor. Aleluya.
Beáti omnes qui confídunt in te, Dómine.
El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: «Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo».
Dichosos los que se refugian en ti, Señor. Aleluya.
Beáti omnes qui confídunt in te, Dómine.
Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: «Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones; en posesión, los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza»,
Dichosos los que se refugian en ti, Señor. Aleluya.
Beáti omnes qui confídunt in te, Dómine.
Aclamación antes del Evangelio
Col 3, 1 Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Si consurrexístis cum Christo, quæ sursum sunt quaérite, ubi Christus est in déxtera Dei sedens.
Evangelio
El que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios † Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 3, 1-8) Gloria a Ti, Señor. Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: – Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él. Jesús le contestó: – Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le pregunta: –¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? Jesús le contestó: – Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Haznos capaces, Dios todopoderoso, de anunciar el poder de Cristo resucitado para que poseamos en plenitud los dones visibles que hemos recibido como prenda de los futuros. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Un solo corazón y una sola alma Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 4, 32-37) El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa hijo de la consolación, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 93, 1ab.1c-2.5 R/. El Señor reina, vestido de majestad. Aleluya.
Dóminus regnávit, decórem indútus est.
El Señor reina, vestido de majestad; el Señor, vestido y ceñido de poder. Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
El Señor reina, vestido de majestad. Aleluya.
Dóminus regnávit, decórem indútus est.
Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.
El Señor reina, vestido de majestad. Aleluya.
Dóminus regnávit, decórem indútus est.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 3, 14 b-15 Tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Exaltári opórtet Fílium hóminis, ut omnis qui credit in eum hábeat vitam ætérnam.
Evangelio
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 3, 5 a.7b-15) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». Le contestó Jesús: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Al celebrar un año más los misterios en los que la humanidad recibió la esperanza de la resurrección recuperando la dignidad original, invocamos, Señor, tu compasión, para que percibamos siempre en el amor lo que hemos celebrado con fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Mirad, los hombres que metisteis en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 5, 17-26) En aquellos días, el sumo sacerdote y todos los suyos, que integran la secta de los saduceos, en un arrebato de celo, prendieron a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles: «Marchaos y, cuando lleguéis al templo, explicad al pueblo todas estas palabras de vida». Entonces ellos, al oírlo, entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con todos los suyos, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos de los hijos de Israel, y mandaron a la prisión para que los trajesen. Fueron los guardias, no los encontraron en la cárcel, y volvieron a informar, diciendo: «Hemos encontrado la prisión cerrada con toda seguridad, y a los centinelas en pie a las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro». Al oír estas palabras, ni el jefe de la guardia del templo ni los sumos sacerdotes atinaban a explicarse qué había pasado. Uno se presentó, avisando: «Mirad, los hombres que metisteis en la cárcel están en el templo, enseñando al pueblo». Entonces el jefe salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 35, 2-3.4-5.6-7.8-9 R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 3, 16 Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito; todo el que cree en él tiene vida eterna. Sic Deus dilexit mundum, ut Filium suum unigenitum daret; omnis qui credit in eum habet vitam aeternam.
Evangelio
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 3, 16-21) Gloria a ti, Señor. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jn 13, 16.19 Dice el Señor: «Yo os he escogido sacándoos del mundo y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca». Aleluya.
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que estableciste el sacrificio pascual para la salvación del mundo sé propicio a las súplicas de tu pueblo, para que Jesucristo, nuestro sumo sacerdote que intercede en favor nuestro, nos reconcilie por aquello que le asemeja a nosotros y nos absuelva en virtud de su igualdad contigo. Por nuestro señor Jesucristo.
Primera Lectura
Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 5, 27-33) En aquellos días, los apóstoles fueron conducidos a comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo: «¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre». Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen». Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 35, 2.9.17-18.19-20 R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó. Aleluya.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 20, 29 Porque me has visto, Tomás, has creído –dice el Señor–: bienaventurados los que crean sin haber visto. Quia vidísti me, Thoma, credidísti, –dicit Dóminus–: beáti qui non vidérunt et credidérunt.
Evangelio
El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 3, 31-36) Gloria a ti, Señor. El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas para que, purificados por tu bondad nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor
Ap 5, 9-10 Señor, con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes. Aleluya.
Oh, Dios, esperanza y luz de las almas sinceras, te pedimos humildemente que concedas a nuestros corazones realizar una plegaria digna de ti y que siempre te glorifiquemos con la ofrenda de nuestras alabanzas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 5, 34-42) En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín, mandó que sacaran fuera un momento a los apóstoles y dijo: «Israelitas, pensad bien lo que vais a hacer con esos hombres. Hace algún tiempo se levantó Teudas, dándoselas de hombre importante, y se le juntaron unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, se dispersaron todos sus secuaces y todo acabó en nada. Más tarde, en los días del censo, surgió Judas el Galileo, arrastrando detrás de sí gente del pueblo; también pereció, y se disgregaron todos sus secuaces. En el caso presente, os digo: no os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios». Le dieron la razón y, habiendo llamado a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 27, 1.4.13-14 R/. Una cosa pido al Señor: habitar en su casa. Aleluya.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor: habitar en su casa. Aleluya.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.
Una cosa pido al Señor: habitar en su casa. Aleluya.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Una cosa pido al Señor: habitar en su casa. Aleluya.
Unum pétii a Dómino: ut inhábitem in domo Dómini
Aclamación antes del Evangelio
Mt 4, 4 b No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.
Evangelio
Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 1-15) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Destruye, Señor, el documento escrito por la ley del pecado, que anulaste para nosotros en el Misterio pascual por la resurrección de Jesucristo, tu Hijo. Él, que vive y reina contigo.
Oh, Dios, que, por los misterios pascuales, has querido abrir a tus fieles la puerta de la misericordia, míranos y ten piedad de nosotros, para que no nos desviemos nunca del sendero de la vida los que, con tu benevolencia, seguimos el camino de tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 6, 1-7) En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas. Los Doce, convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron: «No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra». La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo; a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba creciendo y en Jerusalén se multiplicaba el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 34, 1-2.4-5.18-19 R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. Aleluya.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. Aleluya.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. Aleluya.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. Aleluya.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya Ha resucitado Cristo, que creó todas las cosas, y se ha compadecido del género humano. Surréxit Christus, qui creávit ómnia et misértus est humáno géneri.
Evangelio
Vieron a Jesús caminando sobre el mar † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 16-21) Gloria a ti, Señor. Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. Pero él les dijo: «Soy yo, no temáis». Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Que tu pueblo, oh, Dios, exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el espíritu, para que todo el que se alegra ahora de haber recobrado la gloria de la adopción filial, ansíe el día de la resurrección con la esperanza cierta de la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Año A:Cf. Lc 24, 35 Los discípulos reconocieron al Señor Jesús al partir el pan. Aleluya. Año B:Cf. Lc 24, 46-47 Convenía que el Mesías padeciera, resucitara de entre los muertos al tercer día y, en su nombre, se proclamara la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos. Aleluya. Año C:Cf. Jn 21, 12-13 Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos, almorzad». Y tomó el pan y se lo dio. Aleluya.
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te pedimos, Dios todopoderoso, que, despojándonos del hombre viejo con sus inclinaciones, vivamos en la obediencia de aquel a quien nos has incorporado por los sacramentos pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 6, 8-15) En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Entonces indujeron a unos que asegurasen: «Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían: «Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés». Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 119, 23-24.26-27.29-30 R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor. Aleluya.
Beáti qui ámbulant in lege Dómini.
Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí, tu siervo medita tus decretos; tus preceptos son mi delicia, tus enseñanzas son mis consejeros.
Dichoso el que camina en la ley del Señor. Aleluya.
Beáti qui ámbulant in lege Dómini.
Te expliqué mi camino, y me escuchaste: enséñame tus mandamientos; instrúyeme en el camino de tus mandatos, y meditaré tus maravillas.
Dichoso el que camina en la ley del Señor. Aleluya.
Beáti qui ámbulant in lege Dómini.
Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu ley; escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos.
Dichoso el que camina en la ley del Señor. Aleluya.
Beáti qui ámbulant in lege Dómini.
Aclamación antes del Evangelio
Mt 4, 4b No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.
Evangelio
Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 22-29) Gloria a ti, Señor. Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que, purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Ap 19, 5; 12, 10 Alabad a nuestro Dios todos los que lo teméis, pequeños y grandes, porque ha establecido la salvación y el poder y la potestad de su Cristo. Aleluya.
Oh, Dios, que abres la puerta de tu reino a los que han renacido del agua y del Espíritu, acrecienta en tus siervos la gracia que les has dado, para que, limpios de sus pecados, no se vean, por tu bondad, privados de tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Señor Jesús, recibe mi espíritu Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 7, 51-8, 1a) En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas: «¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado». Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios». Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y, con estas palabras, murió. Saulo aprobaba su ejecución. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 32, 3 cd-4.6-7d y 8a.17 y 21ab R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.
Sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.
A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. Yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Aleluya.
In manus tuas, Dómine, comméndo spíritum meum.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 6, 35 ab Yo soy el pan de vida –dice el Señor–; el que viene a mí no tendrá hambre, Ego sum panis vitæ, –dicit Dóminus–; qui venit ad me non esúriet.
Evangelio
No fue Moisés, sino que es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 30-35) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Atiende, Señor, a tu familia y ayúdala como conviene, y concede participar en la resurrección de tu Unigénito. a quienes has dado la gracia de la fe. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 8, 1 b-8) Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres. Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 67, 1-3a.4-5.6-7a R/. Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
Aclamad al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria. Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!».
Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
«Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre». Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres.
Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
Transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río. Alegrémonos en él, que con su poder gobierna eternamente.
Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 6, 40 Todo el que cree en el Hijo tiene vida eterna –dice el Señor–; y yo lo resucitaré en el último día. Omnis qui credit in Fílium habet vitam ætérnam; et ego resuscitábo eum in novíssimo die, –dicit Dóminus –.
Evangelio
Esta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 35-40) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales, y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, concédenos experimentar más de cerca tu amor, que, por tu bondad, hemos conocido con mayor profundidad en estos días de Pascua, y afianza en el testimonio de la verdad a quienes has librado de las tinieblas del error. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice? Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 8, 26-40) En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto». Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». Contestó: «Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este: «Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra». El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 67, 8-9.16-17.20 R/. Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios; haced resonar sus alabanzas, porque él nos ha devuelto la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies.
Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
Los que teméis a Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo: a él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua.
Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor.
Aclamad al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Deo, omnis terra
Aclamación antes del Evangelio
Jn 6, 51 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo –dice el Señor–; el que coma de este pan vivirá para siempre. Ego sum panis vivus, qui de caelo descéndi, –dicit Dóminus–; si quis manducáverit ex hoc pane, vivet in aetérnum.
Evangelio
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 44-51) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, concédenos, a los que hemos conocido ya la gracia de la resurrección del Señor, resucitar a la vida nueva por el amor del Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a los pueblos Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 9, 1-20) En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres. Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Dijo él: «¿Quién eres, Señor?». Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer». Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «Ananías». Respondió él: «Aquí estoy, Señor». El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista». Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre». El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre». Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo». Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 118, 1-2 R/. Id al mundo entero, y proclamad el Evangelio. Aleluya.
Eúntes in mundum univérsum, praedicate Evangélium
Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos.
Id al mundo entero, y proclamad el Evangelio. Aleluya.
Eúntes in mundum univérsum, praedicate Evangélium
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Id al mundo entero, y proclamad el Evangelio. Aleluya.
Eúntes in mundum univérsum, praedicate Evangélium
Aclamación antes del Evangelio
Jn 6, 56 El que come mi carne y bebe mi sangre –dice el Señor– habita en mí y yo en él. Qui mandúcat meam carnem et bibit meum sánguinem, in me manet, et ego in eo, –dicit Dóminus–
Evangelio
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 52-59) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Col 2, 12 Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él por la fe en la fuerza de Dios, que lo resucitó de entre los muertos. Aleluya.
Oh, Dios, que has renovado en la fuente bautismal a los que creen en ti, guarda a los renacidos en Cristo, para que, vencida toda clase de engaños, conserven fielmente tu gracia santificadora. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Se iba construyendo la Iglesia, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 9, 31-42) En aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo. Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó también a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla. Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho». Se levantó inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor. Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba. Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle: «No tardes en venir a nosotros». Pedro se levantó y se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo con ellas. Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 118, 12-13.14-15.16-17 R/. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.
Quid retribuam Dómino pro ómnibus quae retribuit mihi?
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.
Quid retribuam Dómino pro ómnibus quae retribuit mihi?
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.
Quid retribuam Dómino pro ómnibus quae retribuit mihi?
Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando el nombre del Señor.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Aleluya.
Quid retribuam Dómino pro ómnibus quae retribuit mihi?
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 6, 63 b.68b Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna. Verba tua, Dómine, spíritus et vita sunt; verba vitae aetérna habes
Evangelio
¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 6, 60-69) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acoge, Señor, en tu bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Dios todopoderoso y eterno, condúcenos a la asamblea gozosa del cielo, para que la debilidad del rebaño llegue hasta donde le ha precedido la fortaleza del Pastor. Él, que vive y reina contigo. Se dice Credo.
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pastor bueno, vela compasivo sobre tu rebaño y conduce a los pastos eternos a las ovejas que has redimido con la sangre preciosa de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oh, Dios, luz perfecta de los santos, que nos has concedido celebrar en la tierra los sacramentos pascuales, haznos gozar eternamente de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 11, 1-18) En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos». Pedro entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo: «Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo. Luego oí una voz que me decía: “Levántate, Pedro, mata y come”. Yo respondí: «De ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”. Pero la voz del cielo habló de nuevo: «Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”. Esto sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo. En aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: “Manda recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que traerán la salvación a ti y a tu casa”. En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había dicho: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”. Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?». Oyendo esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo: «Así pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 43, 2-3; 42, 3.4 R/. Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo. Aleluya.
Sitívit ánima mea ad te, Deum vivum
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo. Aleluya.
Sitívit ánima mea ad te, Deum vivum
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo. Aleluya.
Sitívit ánima mea ad te, Deum vivum
Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría, y te daré gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo. Aleluya.
Sitívit ánima mea ad te, Deum vivum
Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 14 Yo soy el Buen Pastor –dice el Señor– que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. En el año A, para no repetir el Evangelio que se lee el IV Domingo (Jn 10, 1-10), se puede leer el que se propone como opcional (Jn 10, 11-18). Ego sum pastor bonus –dicit Dóminus– et cognósco oves meas, et cognóscunt me meae
Evangelio
Yo soy la puerta de las ovejas † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 10, 1-10) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Al celebrar el misterio de la resurrección del Señor, te pedimos, Dios todopoderoso, que merezcamos recibir la alegría de nuestra redención. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Se pusieron a hablar a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 11, 19-26) En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor. Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 88, 1-3.4-5.6-7 R/. Alabad al Señor todas las naciones. Aleluya.
Laudáte Dóminum, omnes gentes
Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
Alabad al Señor todas las naciones. Aleluya.
Laudáte Dóminum, omnes gentes
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí». Se dirá de Sión: «Uno por uno, todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado».
Alabad al Señor todas las naciones. Aleluya.
Laudáte Dóminum, omnes gentes
El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Este ha nacido allí». Y cantarán mientras danzan: «Todas mis fuentes están en ti».
Alabad al Señor todas las naciones. Aleluya.
Laudáte Dóminum, omnes gentes
Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 27 Mis ovejas escuchan mi voz –dice el Señor–, y yo las conozco, y ellas me siguen. Oves meae vocem meam áudiunt –dicit Dóminus– et ego cognósco eas, et sequúntur me
Evangelio
Yo y el Padre somos uno † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 10, 22-30) Gloria a ti, Señor. Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales, y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, vida de los fieles, gloria de los humildes y felicidad de los justos, escucha con bondad nuestras súplicas, para que se vean siempre colmados de tus dones los que tienen sed de las promesas de tu generosidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Apartadme a Bernabé y a Saulo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 12, 24 13, 5) En aquellos días, la palabra de Dios iba creciendo y se multiplicaba. Cuando cumplieron su servicio, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose con ellos a Juan, por sobrenombre Marcos. En la Iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado Níger; Lucio, el de Cirene; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día que estaban celebrando el culto al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: «Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado». Entonces, después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los enviaron. Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre. Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 68, 2-3.5.6 y 8 R/. Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Aleluya.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes
Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Aleluya.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Aleluya.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Aleluya.
Confiteántur tibi pópuli, Deus, confiteántur tibi pópuli omnes
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 8, 12b Yo soy la luz del mundo –dice el Señor–; el que me sigue tendrá la luz de la vida. Ego sum lux mundi, –dicit Dóminus–; qui séquitur me, habébit lumen vitae.
Evangelio
Yo he venido al mundo como luz † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 12, 44-50) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jn 15, 16.19 Dice el Señor: «Yo os he escogido sacándoos del mundo y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca». Aleluya.
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que has restaurado la naturaleza humana por encima de su dignidad original, dirige tu mirada hacia el sacramento de tu amor inefable y conserva los dones de tu continua gracia y protección en aquellos que te has dignado renovar por el sacramento de la regeneración. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Dios sacó de la descendencia de David un salvador: Jesús Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 13, 13-25) Pablo y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Juan los dejó y se volvió a Jerusalén; ellos, en cambio, continuaron y desde Perge llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Acabada la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a unos que les dijeran: «Hermanos, si tenéis una palabra de exhortación para el pueblo, hablad». Pablo se puso en pie y, haciendo seña con la mano de que se callaran, dijo: «Israelitas y los que teméis a Dios, escuchad: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo poderoso; unos cuarenta años los cuidó en el desierto, aniquiló siete naciones en la tierra de Canaán y les dio en herencia su territorio; todo ello en el espacio de unos cuatrocientos cincuenta años. Luego les dio jueces hasta el profeta Samuel. Después pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. Lo depuso y les suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: “Encontré a David”, hijo de Jesé, “hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 90, 2-3.21-22.25 y 27 R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. Aleluya.
Misericordias túas, Dómine, in aetérnum cantábo
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno», más que el cielo has afianzado tu fidelidad.
Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. Aleluya.
Misericordias túas, Dómine, in aetérnum cantábo
Encontré a David, mi siervo, y lo he ungido con óleo sagrado; para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso.
Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. Aleluya.
Misericordias túas, Dómine, in aetérnum cantábo
Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su poder. Él me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora».
Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. Aleluya.
Misericordias túas, Dómine, in aetérnum cantábo
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Ap 1, 5 ab Jesucristo, eres el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos; nos amaste y nos has librado de nuestros pecados con tu sangre. Iesu Christe, testis es fidélis, primogénitus mortuórum; dilexísti nos et lavásti peccáta nostra in sánguine
Evangelio
El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 13, 16-20) Gloria a ti, Señor. Cuando Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que, purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ap 5, 9-10 Señor, con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes. Aleluya.
Oh, Dios, autor de nuestra libertad y salvación, escucha las súplicas de quienes te invocamos y, pues nos has salvado con la Sangre derramada de tu Hijo, haz que vivamos siempre por ti y en ti gocemos al encontrar la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Dios ha cumplido su promesa resucitando a Jesús Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 13, 26-33) En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga: «Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: “Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 2, 6-7.8-9.10-11 R/. Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Aleluya.
Fílius meus es tu: ego hódie génui te.
«Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo». Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: «Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy.
Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Aleluya.
Fílius meus es tu: ego hódie génui te.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones; en posesión, los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza».
Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Aleluya.
Fílius meus es tu: ego hódie génui te.
Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando.
Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Aleluya.
Fílius meus es tu: ego hódie génui te.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 6 Yo soy el camino y la verdad y la vida –dice el Señor–; nadie va al Padre sino por mí. Ego sum via, véritas et vita, –dicit Dóminus–; nemo venit ad Patrem, nisi per me.
Evangelio
Yo soy el camino y la verdad y la vida † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 14, 1-6) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oh, Dios, que en la solemnidad de la Pascua has dado al mundo los auxilios del cielo, continúa dispensando el perdón a tu Iglesia, para que lo realizado en el tiempo nos sirva para la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Sabed que nos dedicamos a los gentiles Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 13, 44-52) El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía: «Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra”». Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio. Estos sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaban llenos de alegría y de Espíritu Santo. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 99, 1-2.3ab.3cd-4 R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aleluya.
Vidérunt omnes términi terrae salutáre Dei nostri
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aleluya.
Vidérunt omnes términi terrae salutáre Dei nostri
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aleluya.
Vidérunt omnes términi terrae salutáre Dei nostri
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aleluya.
Vidérunt omnes términi terrae salutáre Dei nostri
Aclamación antes del Evangelio
Jn 8, 31 b-32 Si permanecéis en mi palabra –dice el Señor– seréis de verdad discípulos míos, y conoceréis la verdad. Si manséritis in sermóne meo, vero discipúli me éritis, et cognoscétis veritátem, –dicit Dóminus–.
Evangelio
Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre † Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 14, 7-14) Gloria a Ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto. Felipe le dice: – Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le replica: – Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Dios todopoderoso y eterno, lleva a su pleno cumplimiento en nosotros el Misterio pascual, para que, quienes, por tu bondad, han sido renovados en el santo bautismo, den frutos abundantes con tu ayuda y protección y lleguen a los gozos de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te pedimos, Señor, que protejas siempre a tu familia con tu mano poderosa, para que, libre de toda maldad, en virtud de la resurrección de tu Hijo unigénito, consiga los dones del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 14, 5-18) En aquellos días, cuando en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y Bernabé y apedrearlos; al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio. Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta: «Levántate, ponte derecho sobre tus pies». El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia: «Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos». A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio. Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando y diciendo: «Hombres, ¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición; os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera por su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia». Con estas palabras, a duras penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un sacrificio. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 116, 1-2.3-4.15-16 R/. No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria. Aleluya.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu bondad, por tu lealtad. ¿Por qué han de decir las naciones: «Dónde está su Dios»?
No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria. Aleluya.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.
Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas.
No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria. Aleluya.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.
Benditos seáis del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se les ha dado a los hombres.
No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria. Aleluya.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 26 El Espíritu Santo será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. Spíritus Sanctus vos docébit ómnia; súggeret vobis ómnia quaecúmque díxero vobis.
Evangelio
El Paráclito, que enviará el Padre, será quien os lo enseñe todo † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 14, 21-26) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?». Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que, purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Ap 19, 5; 12, 10 Alabad a nuestro Dios todos los que lo teméis, pequeños y grandes, porque ha establecido la salvación y el poder y la potestad de su Cristo. Aleluya.
Oh, Dios, que en la resurrección de Cristo nos has renovado para la vida eterna, concede a tu pueblo la firmeza de la fe y de la esperanza, para que nunca dudemos del cumplimiento de las promesas que hemos conocido siendo tú el autor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 14. 19-28) En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dándole ya por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad. Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe. Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Y después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Se quedaron allí bastante tiempo con los discípulos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 146, 10-11.12-13ab.21 R/. Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado. Aleluya.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.
Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado. Aleluya.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado. Aleluya.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás.
Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado. Aleluya.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Lc 24, 26 Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos; y entrara así en su gloria. Oportébat pati Christum et resúrgere a mórtuis; et ita intráre in glóriam suam.
Evangelio
Mi paz os doy † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 14, 27-31a) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde, Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae hacia ti los corazones de tus siervos, para que nunca se aparten de la luz de tu verdad los que han sido liberados de las tinieblas del error. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Se decidió que subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 15, 1-6) En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia. Ellos, pues, enviados por la Iglesia provistos de lo necesario, atravesaron Fenicia y Samaría, contando cómo se convertían los gentiles, con lo que causaron gran alegría a todos los hermanos. Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros; ellos contaron lo que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron, diciendo: «Es necesario circuncidarlos y ordenarles que guarden la ley de Moisés». Los apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 123, 1-2.3-4a.4b-5 R/. Vamos alegres a la casa del Señor. Aleluya.
In domum Dómini lætántes íbimus
¡Qué alegría cuando me dijeron: «¡Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Vamos alegres a la casa del Señor. Aleluya.
In domum Dómini lætántes íbimus
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor.
Vamos alegres a la casa del Señor. Aleluya.
In domum Dómini lætántes íbimus
Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.
Vamos alegres a la casa del Señor. Aleluya.
In domum Dómini lætántes íbimus
Aclamación antes del Evangelio
Jn 15, 4 a. 5b Permaneced en mí, y yo en vosotros –dice el Señor–; el que permanece en mí da fruto abundante. Manéte in me, et ego in vobis, –dicit Dóminus–; qui manet in me fert fructum multum
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Juan (Jn 15, 1-8) Gloria a Ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que, por tu gracia, nos has hecho pasar de pecadores a justos y de infelices a dichosos, hazte presente con tus obras y dones, para que no nos falte la fuerza de la perseverancia a quienes hemos sido justificados por la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 15, 7-21) En aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros: «Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús». Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo: «Escuchadme, hermanos: Simón ha contado cómo Dios por primera vez se ha dignado escoger para su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: “Después de esto volveré y levantaré de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre: lo dice el Señor, el que hace que esto sea conocido desde antiguo”. Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que es leído cada sábado en las sinagogas». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 97, 1-2a.2b-3.10 R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. Aleluya.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabilía Dómini
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre.
Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. Aleluya.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabilía Dómini
Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.
Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. Aleluya.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabilía Dómini
Decid a los pueblos: «El Señor es rey: él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente».
Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. Aleluya.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabilía Dómini
Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 27 Mis ovejas escuchan mi voz –dice el Señor–, y yo las conozco, y ellas me siguen. Oves meæ vocem meam áudiunt, –dicit Dóminus–; et ego cognósco eas, et sequúntur me.
Evangelio
Permaneced en mi amor para que vuestra alegría llegue a plenitud † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 15, 9-11) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Danos, Señor, una plena vivencia de los misterios pascuales, para que, celebrándolos con alegría, nos protejan continuamente y nos salven. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 15, 22-31) En aquellos días, los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir a algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y enviaron por medio de ellos esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad. Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos». Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la comunidad y entregaron la carta. Al leerla, se alegraron mucho por aquellas palabras alentadoras. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 58, 8-9.10-12 R/. Te daré gracias ante los pueblos, Señor. Aleluya.
Confitébor tibi in pópulis, Dómine
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor. Aleluya.
Confitébor tibi in pópulis, Dómine
Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones: por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza las nubes. Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor. Aleluya.
Confitébor tibi in pópulis, Dómine
Aclamación antes del Evangelio
Jn 15, 15 b A vosotros os llamo amigos –dice el Señor– porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Vos dixi amícos, –dicit Dóminus–, quia ómnia quæcúmque audívi a Patre meo, nota feci vobis.
Evangelio
Esto os mando: que os améis unos a otros † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 15, 12-17) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Col 2, 12 Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él por la fe en la fuerza de Dios, que lo resucitó de entre los muertos Aleluya.
Dios todopoderoso y eterno, que, por la regeneración bautismal, te has dignado comunicarnos la vida del cielo, ayuda a llegar, conducidos por ti, a la plenitud de la gloria a quienes has santificado y hecho capaces de la inmortalidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Pasa a Macedonia y ayúdanos Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 16, 1-10) En aquellos días, Pablo llegó a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de una judía creyente, pero de padre griego. Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso que fuera con él y, puesto que todos sabían que su padre era griego, por consideración a los judíos de la región, lo tomó y lo hizo circuncidar. Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día. Atravesaron Frigia y la región de Galacia, al haberles impedido el Espíritu Santo anunciar la palabra en Asia. Al llegar cerca de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Tróade. Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba: «Pasa a Macedonia y ayúdanos». Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 101, 2.3.5 R/. Aclama al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Dómino, omnis terra.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.
Aclama al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Dómino, omnis terra.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
Aclama al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Dómino, omnis terra.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.
Aclama al Señor, tierra entera. Aleluya.
Iubiláte Dómino, omnis terra.
Aclamación antes del Evangelio
Col 3, 1 Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Si consurrexístis cum Christo, quæ sursum sunt, quærite, ubi Christus est in déxtera Dei sedens.
Evangelio
No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 15, 18-21) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Cf. Is 48, 20 Anunciadlo con gritos de júbilo, publicadlo y proclamadlo hasta el confín de la tierra. Decid: «El Señor ha rescatado a su pueblo». Aleluya.
Dios todopoderoso, concédenos continuar celebrando con fervor sincero estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que manifestemos siempre en las obras lo que repasamos en el recuerdo. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que, purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jn 14, 15-16 Si me amáis, guardaréis mis mandamientos, dice el Señor. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros. Aleluya.
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios misericordioso, concédenos recibir como fruto abundante en toda nuestra vida lo que realizamos en las celebraciones pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
El Señor le abrió el corazón paro que aceptara lo que decía Pablo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 16, 11-15) Nos hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días. El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa». Y nos obligó a aceptar. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 149, 1-2.3-4.5-6a y 9b R/. El Señor ama a su pueblo. Aleluya.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.
Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
El Señor ama a su pueblo. Aleluya.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.
Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
El Señor ama a su pueblo. Aleluya.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.
Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca. Es un honor para todos sus fieles.
El Señor ama a su pueblo. Aleluya.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 15, 26 b. 27a El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí –dice el Señor–; y vosotros daréis testimonio. Spíritus veritátis testimónium perhibébit de me, –dicit Dóminus–; et vos testimónium perhibébitis.
Evangelio
El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 15, 26-16, 4a) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y lleno de misericordia, concédenos lograr verdaderamente nuestra participación en la resurrección de Cristo, tu Hijo. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 16, 22-34) En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados ordenaron que les arrancaran los vestidos y que los azotaran con varas; después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara bien; según la orden recibida, él los cogió, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el cepo. A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento que temblaron los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado. Pero Pablo lo llamó a gritos, diciendo: «No te hagas daño alguno, que estamos todos aquí». El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los sacó fuera y les preguntó: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?». Le contestaron: «Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia». Y le explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. A aquellas horas de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las heridas, y se bautizó enseguida con todos los suyos; los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 139, 1-2a.2bc-3.7c-8 R/. Tu derecha me salva, Señor. Aleluya.
Salvum me faciet dextera tua, Domine
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste las palabras de mi boca; delante de los ángeles tañeré para ti; me postraré hacia tu santuario.
Tu derecha me salva, Señor. Aleluya.
Salvum me faciet dextera tua, Domine
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.
Tu derecha me salva, Señor. Aleluya.
Salvum me faciet dextera tua, Domine
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.
Tu derecha me salva, Señor. Aleluya.
Salvum me faciet dextera tua, Domine
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 16, 7.13 Os enviaré el Espíritu de la verdad –dice el Señor–; él os guiará hasta la verdad plena. Mittam ad vos Spíritum veritátis, –dicit Dóminus–; ille docébit vos omnem veritátem.
Evangelio
Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 16, 5-11) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escucha, Señor, nuestra oración y concédenos que, así como celebramos las fiestas de la resurrección de tu Hijo, merezcamos también, cuando vuelva, alegrarnos con todos sus santos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 17, 15.22-Hch 18, 1) En aquellos días, los que conducían a Pablo lo llevaron hasta Atenas, y se volvieron con el encargo de que Silas y Timoteo se reuniesen con él cuánto antes. Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que sois en todo extremadamente religiosos. Porque, paseando y contemplando vuestros monumentos sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido". Pues eso que veneráis sin conocerlo os lo anuncio yo. “El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene”, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas, ni lo sirven manos humanas, como si necesitara de alguien, él que a todos da la vida y el aliento, y todo. De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos; así lo han dicho incluso algunos de vuestros poetas: “Somos estirpe suya”. Por tanto, si somos estirpe de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos». Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron: «De esto te oiremos hablar en otra ocasión». Así salió Pablo de en medio de ellos. Algunos se le juntaron y creyeron, entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más con ellos. Después de esto, dejó Atenas y se fue a Corinto. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 148, 1-2.11-12ab.12c-14a R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Aleluya.
Pleni sunt cæli et terra glória tua.
Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo todos sus ángeles; alabadlo todos sus ejércitos.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Aleluya.
Pleni sunt cæli et terra glória tua.
Reyes del orbe y todos los pueblos, príncipes y jueces del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los ancianos junto con los niños.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Aleluya.
Pleni sunt cæli et terra glória tua.
Alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Aleluya.
Pleni sunt cæli et terra glória tua.
Él acrece el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Aleluya.
Pleni sunt cæli et terra glória tua.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 16 Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros. Rogábo Patrem, et álium Paráclitum dabit vobis, ut máneat vobíscum in ætérnum.
Evangelio
El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 16, 12-15) Gloria a ti, Señor. En aquellos días, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jn 15, 16.19 Dice el Señor: «Yo os he escogido sacándoos del mundo y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca». Aleluya.
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que das parte a tu pueblo en tu obra redentora, concédenos vivir siempre la alegría de la resurrección del Señor. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Se quedó a vivir y trabajar en su casa, y discutía en la sinagoga Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 18, 1-8) En aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Áquila, judío natural del Ponto, y a su mujer, Priscila; habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma. Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran tejedores de lona para tiendas de campaña. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, dando testimonio ante los judíos de que Jesús es el Mesías. Como ellos se oponían y respondían con blasfemias, Pablo sacudió sus vestidos y les dijo: «Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza. Yo soy inocente y desde ahora me voy con los gentiles». Se marchó de allí y se fue a casa de un cierto Ticio Justo, que adoraba a Dios y cuya casa estaba al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios, al escuchar a Pablo, creían y se bautizaban. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 99, 1-2.3ab.3cd-4 R/. El Señor revela a las naciones su salvación. Aleluya.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor revela a las naciones su salvación. Aleluya.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
El Señor revela a las naciones su salvación. Aleluya.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.
El Señor revela a las naciones su salvación. Aleluya.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 14, 18 No os dejaré huérfanos –dice el Señor–; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón. Non vos relínquam órphanos, –dicit Dóminus–: vado et vénio ad vos, et gaudébit cor vestrum.
Evangelio
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 16, 16-20) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver». Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?». Y se preguntaban: «¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice». Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que, purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ap 5, 9-10 Señor, con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes. Aleluya.
Escucha, Señor, nuestras oraciones, para que se complete en todo lugar, por la fuerza del Evangelio, lo que fue prometido como fruto de la acción santificadora de tu Verbo, y lo anunciado por la predicación de la verdad nos obtenga la plenitud de la adopción filial. Por nuestro Señor Jesucristo.
Donde la solemnidad de la Ascensión del Señor se ha celebrado el jueves: Oh, Dios, que en la resurrección de Cristo nos has dispuesto para la vida eterna, oriéntanos hacia el que está sentado a tu derecha, a fin de que, cuando venga de nuevo en majestad, se revistan de la inmortalidad gloriosa los que hiciste renacer en el bautismo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Tengo un pueblo numeroso en esta ciudad Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 18, 9-18) Cuando estaba Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión: «No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano encima para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad». Se quedó, pues, allí un año y medio, enseñando entre ellos la palabra de Dios. Pero, siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal diciendo: «Este induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la ley». Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Galión dijo a los judíos: «Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros. Yo no quiero ser juez de esos asuntos». Y les ordenó despejar el tribunal. Entonces agarraron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal, sin que Galión se preocupara de ello. Pablo se quedó allí todavía bastantes días; luego se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se había hecho rapar la cabeza, porque había hecho un voto. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 48, 2-3.4-5.6-7 R/. Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor altísimo es terrible, emperador de toda la tierra.
Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob, su amado.
Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro Rey, tocad.
Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Lc 24, 26 Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos; y entrara así en su gloria. Oportébat pati Christum et resúrgere a mórtuis; et ita intráre in glóriam suam.
Evangelio
Nadie os quitará vuestra alegría † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 16, 20-23a) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acoge, Señor, en tu bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Instruye siempre, Señor, nuestros corazones con las buenas obras, para que, orientándonos hacia lo mejor, aspiremos a disfrutar plenamente el Misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo.
Donde la solemnidad de la Ascensión del Señor se ha celebrado el jueves: Oh, Dios, tu Hijo, al subir a los cielos, prometió el Espíritu Santo a los apóstoles; te pedimos que, así como ellos recibieron los incontables dones de la sabiduría del cielo, nos concedas también a nosotros las mismas gracias espirituales. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Apolo demostraba con la Escritura que Jesús es el Mesías Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 18, 23-28) Pasado algún tiempo en Antioquía, Pablo marchó y recorrió sucesivamente Galacia y Frigia, animando a los discípulos. Llegó a Éfeso un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, hombre elocuente y muy versado en las Escrituras. Lo habían instruido en el camino del Señor y exponía con entusiasmo y exactitud lo referente a Jesús, aunque no conocía más que el bautismo de Juan. Apolo, pues, se puso a hablar públicamente en la sinagoga. Cuando lo oyeron Priscila y Áquila, lo tomaron por su cuenta y le explicaron con más detalle el camino de Dios. Decidió pasar a Acaya, y los hermanos lo animaron y escribieron a los discípulos de allí que lo recibieran bien. Una vez llegado, con la ayuda de la gracia, contribuyó mucho al provecho de los creyentes, pues rebatía vigorosamente en público a los judíos, demostrando con la Escritura que Jesús es el Mesías. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 48, 2-3.8-9.10 R/. Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor altísimo es terrible, emperador de toda la tierra.
Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abrahán; porque de Dios son los grandes de la tierra, y él es excelso.
Dios es el rey del mundo. Aleluya.
Rex omnis terræ Deus
Aclamación antes del Evangelio
Jn 16, 28 Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre. Exivi a Patre, et veni in mundum; íterum relinquo mundum, et vado ad Patrem
Evangelio
El Padre os quiere porque vosotros me queréis y creéis † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 16, 23 b-28) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Cf. Sal 68, 33. 35 Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad al Señor que asciende a lo más alto de los cielos; su majestad y su poder sobre las nubes. Aleluya. Se dice Gloria
Oh, Dios, cuyo Hijo asciende hoy a los cielos en presencia de los apóstoles, concédenos, según su promesa, que permanezca siempre con nosotros en la tierra y que nosotros merezcamos vivir con él en el cielo. Él, que vive y reina contigo. Se dice Credo.
Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (1, 1-11) En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: –No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo. Ellos lo rodearon preguntándole: –Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel? Jesús contestó: –No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo. Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: –Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 48, 2-3.6-7.8-9 R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ
Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro Rey, tocad. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1, 17-23) Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya Id y haced discípulos de todos los pueblos –dice el Señor–, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Eúntes docéte omnes gentes, dicit Dóminus: ego vobíscum sum ómnibus diébus usque ad consummatiónem sæculi Aleluya.
Oh, Dios, cuyo Unigénito, nuestro Sumo Sacerdote, vive para siempre sentado a tu derecha intercediendo por nosotros, concédenos acceder confiadamente al trono de la gracia para alcanzar tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, los dones que hemos recibido de tu altar, enciendan en nuestros corazones el deseo de la patria del cielo y nos hagan llegar, siguiendo los pasos de nuestro Salvador, allí donde él nos ha precedido. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Bendición solemne
Dios todopoderoso, concédenos exultar santamente de gozo y alegrarnos con religiosa acción de gracias, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y adonde ya se ha adelantado gloriosamente nuestra Cabeza, esperamos llegar también los miembros de su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Dios todopoderoso, concédenos habitar espiritualmente en las moradas celestiales a cuantos creemos que tu Unigénito y Redentor nuestro ascendió hoy a la gloria. Él, que vive y reina contigo.
Se dice Credo.
Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (1, 1-11) En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: –No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo. Ellos lo rodearon preguntándole: –Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel? Jesús contestó: –No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo. Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: –Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 48, 2-3.6-7.8-9 R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ
Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro Rey, tocad. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Ascéndit Deus in iúbilo, et Dóminus in voce tubæ
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1, 17-23) Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya Id y haced discípulos de todos los pueblos –dice el Señor–, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Eúntes docéte omnes gentes, dicit Dóminus: ego vobíscum sum ómnibus diébus usque ad consummatiónem sæculi Aleluya.
Te presentamos ahora, Señor, el sacrificio para celebrar la admirable ascensión de tu Hijo; concédenos, por este sagrado intercambio, elevarnos hasta las realidades del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que, mientras vivimos aún en la tierra, nos concedes gustar los divinos misterios, te rogamos que el afecto de nuestra piedad cristiana se dirija allí donde nuestra condición humana está contigo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Bendición solemne
Atiende, Señor, a nuestras plegarias y, ya Que confesamos que Cristo, Salvador de los hombres, vive junto a ti en la majestad de tu gloria, haz que le sintamos presente también entre nosotros hasta el fin de los tiempos, como él mismo prometió. Él, que vive y reina contigo. Se dice Credo.
Acepta las súplicas de tus fieles, Señor, juntamente con estas ofrendas, para que lleguemos a la gloria del cielo mediante esta piadosa celebración. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escúchanos, Dios, salvador nuestro, para que confiemos en que, por este santo sacramento, se realizará, en todo el cuerpo de la Iglesia, lo anticipado ya en su Cabeza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Llegue a nosotros, Señor, la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio con una conducta santa. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe? Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 19, 1-8) Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?». Contestaron: «Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo». Él les dijo: «Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?». Respondieron: «El bautismo de Juan». Pablo les dijo: «Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús». Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres. Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios, dialogando con ellos y tratando de persuadirlos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 69, 2-3.4-5ac.6-7ab R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantate Deo
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo odian; como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite la cera ante el fuego, así perecen los impíos ante Dios.
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantate Deo
En cambio, los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. Cantad a Dios, tocad a su nombre; su nombre es el Señor.
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantate Deo
Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece.
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantate Deo
Aclamación antes del Evangelio
Col 3, 1 Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Si consurrexístis cum Christo, quæ sursum sunt, quærite, ubi Christus est in déxtera Dei sedens.
Evangelio
Tened valor: yo he vencido al mundo † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 16, 29-33) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios». Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y rico en misericordia, te pedimos que el Espíritu Santo, con su venida, se digne habitar en nosotros y nos convierta en templos de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Completo mi carrera y consumo el ministerio que recibí del Señor Jesús Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 20, 17-27) En aquellos días, Pablo, desde Mileto, envió recado a Éfeso para que vinieran los presbíteros de la Iglesia. Cuando se presentaron, les dijo: «Vosotros habéis comprobado cómo he procedido con vosotros todo el tiempo que he estado aquí, desde el primer día en que puse el pie en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, con lágrimas y en medio de las pruebas que me sobrevinieron por las maquinaciones de los judíos; cómo no he omitido por miedo nada de cuanto os pudiera aprovechar, predicando y enseñando en público y en privado, dando solemne testimonio tanto a judíos como a griegos, para que se convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesús. Y ahora, mirad, me dirijo a Jerusalén, encadenado por el Espíritu. No sé lo que me pasará allí, salvo que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me da testimonio de que me aguardan cadenas y tribulaciones. Pero a mí no me importa la vida, sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús: ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios. Y ahora, mirad: sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino, volverá a ver mi rostro. Por eso testifico en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos: pues no tuve miedo de anunciaros enteramente el plan de Dios». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 69, 10-11.20-21 R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantáte Deo.
Derramaste en tu heredad, oh, Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh, Dios, preparó para los pobres.
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantáte Deo.
Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantáte Deo.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 16 Le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros. Rogábo Patrem, et álium Paráclitum dabit vobis, ut máneat vobíscum in ætérnum.
Evangelio
Padre, glorifica a tu Hijo † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 17, 1-11a) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta las súplicas de tus fieles, Señor, juntamente con estas ofrendas, para que lleguemos a la gloria del cielo mediante esta piadosa celebración. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jn 14, 26 El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho, dice el Señor. Aleluya.
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Dios misericordioso, concede a tu Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, entregarse a ti de todo corazón y mantenerse unida con voluntad sincera. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Os encomiendo a Dios, que tiene poder para construiros y haceros partícipes de la herencia Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 20, 28-38) En aquellos días, dijo Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: «Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo. Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso de entre vosotros mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por eso, estad alerta: acordaos de que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para construiros y haceros partícipes de la herencia con todos los santificados. De ninguno he codiciado dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han bastado para cubrir mis necesidades y las de los que están conmigo. Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Hay más dicha en dar que en recibir”». Cuando terminó de hablar, se puso de rodillas y oró con todos ellos. Entonces todos comenzaron a llorar y, echándose al cuello de Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba de lo que había dicho era que, no volverían a ver su rostro. Y lo acompañaron hasta la nave. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 69, 29-30.33-35a.35b-36c R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantáte Deo.
Oh, Dios, despliega tu poder, tu poder, oh, Dios, que actúa en favor nuestro. A tu templo de Jerusalén traigan los reyes su tributo.
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantáte Deo.
Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor, tocad para Dios, que avanza por los cielos, los cielos antiquísimos; que lanza su voz, su voz poderosa. «Reconoced el poder de Dios».
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantáte Deo.
Sobre Israel resplandece su majestad, y su poder sobre las nubes. ¡Dios sea bendito!
Reyes de la tierra, cantad a Dios. Aleluya.
Regna terræ, cantáte Deo.
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 17, 17b. a Tu palabra, Señor, es verdad; santifícanos en la verdad. Sermo tuus, Dómine, véritas est; sanctífica nos in veritáte.
Evangelio
Que sean uno, como nosotros † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 17, 11 b-19) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, el sacrificio establecido por ti y, por estos santos misterios que celebramos en razón de nuestro ministerio, perfecciona en nosotros como conviene la obra santificadora de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jn 15, 26-27 Cuando venga el Paráclito, que os enviaré, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio, dice el Señor. Aleluya.
La participación en este divino sacramento nos colme siempre de tu gracia, Señor, y, al purificarnos con su fuerza, nos haga cada vez más dignos de este gran regalo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te suplicamos, Señor, que tu Espíritu infunda con tal fuerza sus dones en nosotros, que nos conceda un corazón que te agrade y, propicio, nos haga conformes a tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Tienes que dar testimonio en Roma Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 22, 30; Hch 23, 6-11) En aquellos días, queriendo el tribuno conocer con certeza los motivos por los que los judíos acusaban a Pablo, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno y, bajando a Pablo, lo presentó ante ellos. Pablo sabía que una parte eran fariseos y otra saduceos y gritó en el Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, se me está juzgando por la esperanza en la resurrección de los muertos». Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección ni ángeles ni espíritus, mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Se armó un gran griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando: «No encontramos nada malo en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?». El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel. La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: «¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio en Jerusalén de lo que a mí se refiere, tienes que darlo en Roma». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 17, 1-2a.5.7-8.9-10.11 R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. .
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 17, 21 Que todos sean uno –dice el Señor–, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado. Ut omnes unum sint, sicut tu Pater in me, et ego in te, ut credat mundus quia tu me misisti, –dicit Dóminus–
Evangelio
Que sean completamente uno † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 17, 20-26) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos Uno; Yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te pedimos, Señor, que el sacramento recibido nos ilumine con su luz y nos transforme con su participación, para que merezcamos alcanzar los dones espirituales. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que, por la glorificación de Cristo y la luz del Espíritu Santo, nos has abierto el acceso a la vida eterna, haz que la participación en tanta gracia nos mueva a dedicarnos con mayor empeño a tu servicio y a vivir con mayor plenitud las riquezas de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
De un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 25, 13-21) En aquellos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para cumplimentar a Festo. Como se quedaron allí bastantes días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: «Tengo aquí un hombre a quien Félix ha dejado preso y contra el cual, cuando fui a Jerusalén, presentaron acusación los sumos sacerdotes y los ancianos judíos, pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre arbitrariamente; primero, el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para que tenga ocasión de defenderse de la acusación. Vinieron conmigo, y yo, sin dar largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este hombre. Pero, cuando los acusadores comparecieron, no presentaron ninguna acusación de las maldades que yo suponía; se trataba solo de ciertas discusiones acerca de su propia religión y de un tal Jesús, ya muerto, que Pablo sostiene que está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a Jerusalén a que lo juzgase allí de esto. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo deje en la cárcel para que decida el Augusto, he dado orden de que se le custodie hasta que pueda remitirlo al César». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 104, 1-2.11-12.19-20ab R/. El Señor puso en el cielo su trono. Aleluya.
Dóminus in cælo parávit sedem suam
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
El Señor puso en el cielo su trono. Aleluya.
Dóminus in cælo parávit sedem suam
Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre los que lo temen; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos.
El Señor puso en el cielo su trono. Aleluya.
Dóminus in cælo parávit sedem suam
El Señor puso en el cielo su trono, su soberanía gobierna el universo. Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes.
El Señor puso en el cielo su trono. Aleluya.
Dóminus in cælo parávit sedem suam
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 26 El Espíritu Santo será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. Spíritus Sanctus vos docébit ómnia; súggeret vobis ómnia quæcúmque díxero vobis.
Evangelio
Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 21, 15-19) Gloria a ti, Señor. Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Mira, Señor, con misericordia, las ofrendas de tu pueblo y, para que sean aceptables a ti, haz que la venida del Espíritu Santo purifique nuestras almas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, tus sacramentos nos purifican y alimentan; concédenos que la participación inmerecida en ellos nos obtenga la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concédenos, Dios todopoderoso, a los que hemos celebrado las fiestas de Pascua, conservarlas, por tu gracia, en las costumbres y en la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Permaneció en Roma, predicando el reino de Dios Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 28, 16-20. 30-31) Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con el soldado que lo vigilaba. Tres días después, convocó a los judíos principales y, cuando se reunieron, les dijo: «Yo, hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las tradiciones de nuestros padres, fui entregado en Jerusalén como prisionero en manos de los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, me vi obligado a apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo, pues, os he llamado para veros y hablar con vosotros; pues por causa de la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas». Permaneció allí un bienio completo en una casa alquilada, recibiendo a todos los que acudían a verlo, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 12, 5-6.8 R/. Los buenos verán tu rostro, Señor. Aleluya.
Recti vidébunt vultum tuum, Dómine.
El Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo; sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres.
Los buenos verán tu rostro, Señor. Aleluya.
Recti vidébunt vultum tuum, Dómine.
El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia él lo odia. Porque el Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro.
Los buenos verán tu rostro, Señor. Aleluya.
Recti vidébunt vultum tuum, Dómine.
Aclamación antes del Evangelio
Cf. Jn 16, 7.13 Os enviaré el Espíritu de la verdad –dice el Señor–; él os guiará hasta la verdad plena. Mittam ad vos Spíritum veritátis, –dicit Dóminus–; ille docébit vos omnem veritátem.
Evangelio
Este es el discípulo que ha escrito esto, y su testimonio es verdadero † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 21, 20-25) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y este, ¿qué?». Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme». Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?». Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Te pedimos, Señor, que la venida del Espíritu Santo prepare nuestras almas con los sacramentos divinos, porque él mismo es el perdón de todos los pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Asiente compasivo, Señor, a nuestras súplicas, para que, abandonada la vieja condición, nos renovemos con el alma santificada, como nos has hecho pasar de los antiguos sacramentos a los nuevos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que has querido que el Misterio pascual se actualizase bajo el signo sagrado de los cincuenta días, haz que los pueblos dispersos en la diversidad de lenguas se congreguen, por los clones del cielo, en la única confesión de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.
Dios todopoderoso, brille sobre nosotros el resplandor de tu gloria y que tu luz fortalezca, con la iluminación del Espíritu Santo, los corazones de los renacidos por tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra Lectura del libro del Génesis. (Gn 11, 1-9) Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí. Se dijeron unos a otros: «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego». Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa. Después dijeron: «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos disperse por la superficie de la tierra». El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres. Y el Señor dijo: «Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo». El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad. Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial a la primera lectura
Sal 32, 10-11.12-13.14-15 R/. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beata populus quem elegit in haereditatem sibi
El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos; pero el plan del Señor subsiste por siempre; los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beata populus quem elegit in haereditatem sibi
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres.
Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beata populus quem elegit in haereditatem sibi
Desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón, y comprende todas sus acciones.
Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beata populus quem elegit in haereditatem sibi
Epístola
El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. (Rm 8, 22-27) Hermanos: Sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto. Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo. Pues hemos sido salvados en esperanza. Y una esperanza que se ve, no es esperanza; efectivamente, ¿cómo va a esperar uno algo que ve? Pero si esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia. Del mismo modo, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor. Veni, Sancte Spíritus, reple tuórum corda fidélium: et tui amóris in eis ignem accénde.
Evangelio
Manarán ríos de agua viva † Lectura del santo Evangelio según San Juan (Jn 7, 37-39) Gloria a ti, Señor. Lectura del santo Evangelio según san Juan. El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: «El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: "de sus entrañas manarán ríos de agua viva"». Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Colma, Señor, estos dones con la acción santificadora de tu Espíritu, para que se manifieste, por medio de ellos, aquel amor de tu Iglesia que hace brillar en todo el mundo la verdad del misterio de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Estos dones que acabamos de recibir, Señor, nos sirvan de provecho, para que nos inflame el mismo Espíritu que infundiste de modo inefable en tus apóstoles. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Bendición solemne
Para despedir al pueblo, el diácono, o el mismo sacerdote, dice: Podéis ir en paz, aleluya, aleluya. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Se puede anteponer una de las fórmulas de despedida previstas en el Ordinario de la misa.
Oh, Dios, que por el misterio de esta fiesta santificas a toda tu Iglesia en medio de los pueblos y de las naciones, derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra y realiza ahora también, en el corazón de tus fieles, aquellas maravillas que te dignaste hacer en los comienzos de la predicación evangélica. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Te pedimos, Señor, que, según la promesa de tu Hijo, el Espíritu Santo nos haga comprender más profundamente la realidad misteriosa de este sacrificio y se digne llevarnos al conocimiento pleno de toda la verdad revelada. Por Jesucristo, nuestro Señor
Prefacio
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Pues, para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo. Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas. Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria
Oh, Dios, que has comunicado a tu Iglesia los bienes del cielo, conserva la gracia que le has dado, para que el don infuso del Espíritu Santo sea siempre nuestra fuerza, y el alimento espiritual acreciente su fruto para la redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.