Sal 24, 1-3 A ti levanto mi alma, Dios mío, en ti confío; no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados. No se dice Gloria.
Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos, con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jr 31, 10; Is 35, 4 Escuchad, pueblos, la palabra del Señor; anunciadla en los confines de la tierra: he aquí nuestro Salvador que viene, no temáis.
Concédenos, Señor Dios nuestro, esperar vigilantes la venida de Cristo, tu Hijo, para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre velando en oración y cantando con alegría sus alabanzas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Salmo Responsorial
Sal 122, 1-2.3-5.6-7.8-9 R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
Vamos alegres a la casa del Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor.
Vamos alegres a la casa del Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.
Vamos alegres a la casa del Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios».
Vamos alegres a la casa del Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.
Vamos alegres a la casa del Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
Aclamación antes del Evangelio
Sal 79, 4 Ven a librarnos, Señor, Dios nuestro; que brille tu rostro y nos salve. Veni ad liberándum nos, Dómine Deus noster osténde fáciem tuam, et salvi érimus.
Evangelio
Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 8, 5-11) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos, con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor Dios; acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en nuestras tribulaciones, para que, consolados por la presencia de tu Hijo que viene, no caigamos en la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Sobre él se posará el espíritu del Señor Lectura del libro de Isaías. (Is 11, 1-10) Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Lo inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja. El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid. Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 72, 2.7-8.12-13.17 R/. En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Aclamación antes del Evangelio
Mirad, el Señor llega con poder e iluminará los ojos de sus siervos. Ecce Dóminus noster cum virtúte véniet, et illuminábit óculos servórum suórum.
Evangelio
Jesús, lleno de alegría en el Espíritu Santo † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 10, 21-24) Gloria a ti, Señor. En aquella hora Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo, en nuestra ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Saciados con el alimento espiritual te pedimos, Señor, que, por la participación en este sacramento, nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor y Dios nuestro, prepara nuestros corazones con tu poder divino, para que cuando llegue Cristo, tu Hijo, nos encuentre dignos del banquete de la vida eterna y merezcamos recibir de su mano el alimento celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
El Señor invita a su festín y enjuga las lágrimas de todos los rostros Lectura del libro de Isaías. (Is 25, 6-10a) En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo -lo ha dicho el Señor-. Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios. Esperábamos en él y nos ha salvado. Este es el Señor en quien esperamos. Celebremos y gocemos con su salvación, porque reposará sobre este monte la mano del Señor. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 23, 1-3a.3b-4.5.6 R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Inhabitábo in domo Dómini in longitúdinem diérum.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.
Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Inhabitábo in domo Dómini in longitúdinem diérum.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Inhabitábo in domo Dómini in longitúdinem diérum.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa,
Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Inhabitábo in domo Dómini in longitúdinem diérum.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Inhabitábo in domo Dómini in longitúdinem diérum.
Aclamación antes del Evangelio
Mirad que llega el Señor, para salvar a su pueblo; bienaventurados los que están preparados para salir a su encuentro. Ecce véniet Dóminus, ut salvet pópulum suum; beáti qui paráti sunt occúrrere illi.
Evangelio
Jesús cura a muchos y multiplica los panes † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 15, 29-37) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». Los discípulos le dijeron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?». Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete y algunos peces». Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como expresión de nuestra propia entrega, para que se realice el santo sacramento que tú instituiste y se lleve a cabo en nosotros eficazmente la obra de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Imploramos tu misericordia, Señor, para que este divino alimento que hemos recibido, nos purifique del pecado y nos prepare a las fiestas que se acercan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Despierta tu poder, Señor, y ven a socorrernos con tu fuerza, para que la gracia de tu bondad apresure la salvación que retrasan nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Que entre un pueblo justo, que observa la lealtad Lectura del libro de Isaías. (Is 26, 1-6) Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes. Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua. Doblegó a los habitantes de la altura, a la ciudad elevada; la abatirá, la abatirá hasta el suelo, hasta tocar el polvo. La pisarán los pies, los pies del oprimido, los pasos de los pobres». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 118, 1.8-9.19.21.25-27a R/. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Benedíctus qui venit in nómine Dómini.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Benedíctus qui venit in nómine Dómini.
Abridme las puertas de la salvación, y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Benedíctus qui venit in nómine Dómini.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor. El Señor es Dios, él nos ilumina.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Benedíctus qui venit in nómine Dómini.
Aclamación antes del Evangelio
Is 55, 6 Buscad al Señor mientras se deja encontrar, invocadlo mientras está cerca. Quærite Dóminum, dum inveníri potest, invocáte eum, dum prope est.
Evangelio
El que hace la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 7, 21.24-27) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal, sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos, con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Despierta tu poder y ven; Señor, para que merezcamos ser protegidos por ti y nos veamos libres de los peligros que nos acechan a causa de nuestros pecados. Tú, que vives y reinas con el Padre.
Primera Lectura
Aquel día verán los ojos de los ciegos Lectura del libro de Isaías. (Is 29, 17-24) Esto dice el Señor: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, y el vergel parecerá un bosque. Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel; porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del Cínico; y serán aniquilados los que traman para hacer el mal: los que condenan a un hombre con su palabra, ponen trampas al juez en el tribunal y por una nadería violan el derecho del inocente. Por eso, el Señor, que rescató a Abrahán, dice a la casa de Jacob: "Ya no se avergonzará Jacob, ya no palidecerá su rostro, pues, cuando vean sus hijos mis acciones en medio de ellos, santificarán mi nombre, santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel". Los insensatos encontrarán la inteligencia y los que murmuraban aprenderán la enseñanza». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 27, 1.4.13-14 R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente ten ánimo, espera en el Señor.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Dóminus illuminátio mea et salus mea.
Aclamación antes del Evangelio
Mirad, el Señor llega con poder e iluminará los ojos de sus siervos. Ecce Dóminus noster cum virtúte véniet, et illuminábit óculos servórum suórum.
Evangelio
Jesús cura a dos ciegos que creen en él † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 9, 27-31) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe». Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo, en nuestra ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Saciados con el alimento espiritual te pedimos, Señor, que, por la participación en este sacramento, nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que para librar a la humanidad de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu Unigénito a este mundo, concede a los que esperamos con fe el don de tu amor, alcanzar la recompensa de la libertad verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Se apiadará de ti al oír tu gemido Lectura del libro de Isaías. (Is 30, 19-21.23-26) Esto dice el Señor, el Santo de Israel: «Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, se apiadará de ti al oír tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te diera el pan de la angustia y el agua de la opresión ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a tus espaldas que te dice: "Este es el camino, camina por él". Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano cosechado en el campo será abundante y suculento; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con pala y con rastrillo. En toda alta montaña, en toda colina elevada habrá canales y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres. La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure las llagas de sus golpes». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 147, 1-2.3-4.5-6 R/. Dichosos los que esperan en el Señor.
Beáti omnes qui exspéctant Dóminum.
Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel.
Dichosos los que esperan en el Señor.
Beáti omnes qui exspéctant Dóminum.
Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre.
Dichosos los que esperan en el Señor.
Beáti omnes qui exspéctant Dóminum.
Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados.
Dichosos los que esperan en el Señor.
Beáti omnes qui exspéctant Dóminum.
Aclamación antes del Evangelio
Is 33, 22 El Señor nos gobierna, nos da leyes, es nuestro rey: él es nuestra salvación. Dóminus iudex noster, légifer noster, rex noster; ipse salvábit nos.
Evangelio
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 9, 35-Mt 10, 1.5a.6-8) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies». Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como expresión de nuestra propia entrega, para que se realice el santo sacramento que tú instituiste y se lleve a cabo en nosotros eficazmente la obra de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Imploramos tu misericordia, Señor, para que este divino alimento que hemos recibido nos purifique del pecado y nos prepare a las fiestas que se acercan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Is 30, 19. 30 Pueblo de Sión: el Señor vendrá a salvar a los pueblos y hará resonar la majestad de su voz con alegría en vuestro corazón. No se dice Gloria.
Dios todopoderoso, rico en misericordia, no permitas que, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, lo impidan los afanes terrenales, para que, aprendiendo la sabiduría celestial, podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo, en nuestra ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Saciados con el alimento espiritual, te pedimos, Señor, que, por la participación en este sacramento, nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Jr 31, 10; Is 35, 4 Escuchad, pueblos, la palabra del Señor; anunciadla en los confines de la tierra: he aquí nuestro Salvador que viene, no temáis.
Dirige hacia ti nuestras súplicas, Señor, para que los deseos de servirte con total pureza nos conduzcan hasta el gran misterio de la encarnación de tu Unigénito. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Dios viene en persona y os salvará Lectura del libro de Isaías. (Is 35, 1-10) El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo. Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Contemplarán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes; decid a los inquietos: «Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y os salvará». Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque, el suelo sediento en manantial. En el lugar donde se echan los chacales habrá hierbas, cañas y juncos. Habrá un camino recto. Lo llamarán «Vía sacra». Los impuros no pasarán por él. Él mismo abre el camino para que no se extravíen los inexpertos. No hay por allí leones, ni se acercan las bestias feroces. Los liberados caminan por ella y por ella retornan los rescatados del Señor. Llegarán a Sión con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros. Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 84, 9ab-10.11-12.13-14 R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
Ecce Deus noster véniet et salvábit nos.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». La salvación está cerca de los que lo temen, y la gloria habitará en nuestra tierra.
He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
Ecce Deus noster véniet et salvábit nos.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.
He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
Ecce Deus noster véniet et salvábit nos.
El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, y sus pasos señalarán el camino.
He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará.
Ecce Deus noster véniet et salvábit nos.
Aclamación antes del Evangelio
Mirad, el Rey viene, el Señor de la tierra, y él romperá el yugo de nuestra cautividad. Ecce véniet Rex, Dóminus terræ, et ipse áuferet iugum captivitátis nostræ.
Evangelio
Hoy hemos visto maravillas † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 5, 17-26) Gloria a ti, Señor. Un día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones. En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico- "A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa"». Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios, Y, llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos, con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que has manifestado tu salvación hasta los confines de la tierra, concédenos esperar con alegría la gloria del nacimiento de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Dios consuela a su pueblo Lectura del libro de Isaías. (Is 40, 1-11) «Consolad, consolad a mi pueblo -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados». Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos -ha hablado la boca del Señor-». Dice una voz: «Grita». Respondo: «¿Qué debo gritar?». «Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; sí, la hierba es el pueblo; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre». Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 96, 1-2.3.10a.11-13 R/. Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza.
Ecce Deus noster in fortitúdine véniet.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.
Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza.
Ecce Deus noster in fortitúdine véniet.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Decid a los pueblos: «El Señor es rey: él gobierna a los pueblos rectamente».
Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza.
Ecce Deus noster in fortitúdine véniet.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.
Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza.
Ecce Deus noster in fortitúdine véniet.
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
Aquí está nuestro Dios, que llega con fuerza.
Ecce Deus noster in fortitúdine véniet.
Aclamación antes del Evangelio
Está cerca el día del Señor; mirad, él viene a salvarnos. Prope est dies Dómini; ecce véniet ad salvándum nos.
Evangelio
Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 18, 12-14) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo, en nuestra ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Saciados con el alimento espiritual, te pedimos, Señor, que, por la participación en este sacramento, nos des sabiduría para sopesar los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, que nos mandas preparar el camino a Cristo, el Señor, concédenos, con bondad, no desfallecer por nuestra debilidad a los que esperamos la consoladora presencia del médico celestial. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
El Señor todopoderoso fortalece a quien está cansado Lectura del libro de Isaías. (Is 40, 25-31) «¿En quién podréis compararme, quién es semejante a mí?», dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿quién creó todo esto? Es él, que despliega su ejército al completo y a cada uno convoca por su nombre. Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza, ninguno falta a su llamada. ¿Por qué andas diciendo, Jacob, y por qué murmuras, Israel: «Al Señor no le importa mi destino, mi Dios pasa por alto mis derechos»? ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído? El Señor es un Dios eterno que ha creado los confines de la tierra. No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto. Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 103, 1-2.3-4.8 y 10 R/. Bendice, alma mía, al Señor.
Bénedic, ánima mea, Dómino.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
Bendice, alma mía, al Señor.
Bénedic, ánima mea, Dómino.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura.
Bendice, alma mía, al Señor.
Bénedic, ánima mea, Dómino.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.
Bendice, alma mía, al Señor.
Bénedic, ánima mea, Dómino.
Aclamación antes del Evangelio
Mirad que llega el Señor, para salvar a su pueblo; bienaventurados los que están preparados para salir a su encuentro. Ecce véniet Dóminus, ut salvet pópulum suum; beáti qui paráti sunt occúrrere illi.
Evangelio
Venid a mí todos los que estáis cansados † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 11, 28-30) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como expresión de nuestra propia entrega, para que se realice el santo sacramento que tú instituiste y se lleve a cabo en nosotros eficazmente la obra de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Imploramos tu misericordia, Señor, para que este divino alimento que hemos recibido nos purifique del pecado y nos prepare a las fiestas que se acercan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, aviva nuestros corazones para que preparemos los caminos a tu Unigénito, y, por su venida, merezcamos servirte con un corazón puro. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Yo soy tu libertador, el Santo de Israel Lectura del libro de Isaías. (Is 41, 13-20) Yo, el Señor, tu Dios, te tomo por tu diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio». No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-, tu libertador es el Santo de Israel. Mira, te convierto en trillo nuevo, aguzado, de doble filo: trillarás los montes hasta molerlos; reducirás a paja las colinas; los aventarás y el viento se los llevará, el vendaval los dispersará. Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Haré brotar ríos en cumbres desoladas, en medio de los valles, manantiales; transformaré el desierto en marisma y el yermo en fuentes de agua, pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivares; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y alerces, para que vean y sepan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 145, 1 y 9.10-11.12-13ab R/. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.
Miserátor et miséricors Dóminus, longánimis et multæ misericórdiæ.
Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.
Miserátor et miséricors Dóminus, longánimis et multæ misericórdiæ.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.
Miserátor et miséricors Dóminus, longánimis et multæ misericórdiæ.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad.
Miserátor et miséricors Dóminus, longánimis et multæ misericórdiæ.
Aclamación antes del Evangelio
Is 45, 8 Cielos, destilad desde lo alto al Justo, las nubes lo derramen, se abra la tierra y brote el Salvador. Roráte, cæli, désuper, et nubes pluant iustum; aperiátur terra, et gérminet Salvatórem.
Evangelio
No ha nacido uno más grande que Juan el Bautista † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 11, 11-15) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos, que oiga». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, concede a tu pueblo esperar vigilante la venida de tu Unigénito, para que nos apresuremos a salir a su encuentro con las lámparas encendidas, como nos enseñó nuestro Salvador. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Si hubieras atendido a mis mandatos Lectura del libro de Isaías. (Is 48, 17-19) Esto dice el Señor, tu libertador, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te instruyo por tu bien, te marco el camino a seguir. Si hubieras atendido a mis mandatos, tu bienestar sería como un río, tu justicia como las olas del mar, tu descendencia como la arena, como sus granos, el fruto de tus entrañas; tu nombre no habría sido aniquilado, ni eliminado de mi presencia». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 1, 1-2.3.4 y 6 R/. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
Qui séquitur te, Dómine, habébit lumen vitæ
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
Qui séquitur te, Dómine, habébit lumen vitæ
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.
El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
Qui séquitur te, Dómine, habébit lumen vitæ
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
Qui séquitur te, Dómine, habébit lumen vitæ
Aclamación antes del Evangelio
El Señor llega, salid a su encuentro; él es el Príncipe de la paz. Dóminus véniet, occúrrite illi; ipse est princeps pacis.
Evangelio
No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 11, 16-19) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado". Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio". Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores". Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y, al vernos desvalidos y sin méritos propios, acude, compasivo, en nuestra ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Saciados con el alimento espiritual, te pedimos, Señor, que, por la participación en este sacramento, nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amanezca en nuestros corazones, Dios todopoderoso, el resplandor de tu gloria, para que, disipadas las tinieblas de la noche, la llegada de tu Unigénito manifieste que somos hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Elías volverá de nuevo Lectura del libro del Eclesiástico. (Si 48, 1-4.9-11) En aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego, su palabra quemaba como antorcha. Él hizo venir sobre ellos el hambre, y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor cerró los cielos y también hizo caer fuego tres veces. ¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos! ¿Quién puede gloriarse de ser como tú? Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente, en un carro de caballos de fuego; tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros, para aplacar la ira antes de que estallara, para reconciliar a los padres con los hijos y restablecer las tribus de Jacob. Dichosos los que te vieron y se durmieron en el amor. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 80, 2ac y 3b.15-16.18-19 R/. Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.
Pastor de Israel, escucha; tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos.
Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.
Dios del universo, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña. Cuida la cepa que tu diestra plantó y al hijo del hombre que tú has fortalecido.
Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.
Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Deus, convérte nos, illústra fáciem tuam, et salvi érimus.
Aclamación antes del Evangelio
Lc 3, 4 cd.6 Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Toda carne verá la salvación de Dios. Paráte viam Dómini, rectas fácite sémitas eius; vidébit omnis caro salutáre Dei.
Evangelio
Elías ya ha venido y no lo reconocieron † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 17, 10-13) Gloria a ti, Señor. Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como expresión de nuestra propia entrega, para que se realice el santo sacramento que tú instituiste y se lleve a cabo en nosotros eficazmente la obra de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Imploramos tu misericordia, Señor, para que este divino alimento que hemos recibido nos purifique del pecado y nos prepare a las fiestas que se acercan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que contemplas cómo tu pueblo espera con fidelidad la fiesta del nacimiento del Señor, concédenos llegar a la alegría de tan gran acontecimiento de salvación y celebrarlo siempre con solemnidad y júbilo desbordante. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como expresión de nuestra propia entrega, para que se realice el santo sacramento que tú instituiste y se lleve a cabo en nosotros eficazmente la obra de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te imploramos tu misericordia, Señor, para que este divino alimento que hemos recibido nos purifique del pecado y nos prepare a las fiestas que se acercan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Se puede usar la fórmula de bendición solemne. Durante esta semana, cuando se dice la misa de feria se utilizan los formularios que siguen, a no ser que coincidan en las ferias del 17 al 24 de diciembre, que se utilizan formularios propios.
Cf. Jr 31, 10; Is 35, 4 Escuchad, pueblos, la palabra del Señor; anunciadla en los confines de la tierra: he aquí nuestro Salvador que viene, no temáis.
Escucha con piedad nuestras súplicas, Señor, e ilumina las tinieblas de nuestro corazón con la gracia de tu Hijo, que viene a visitarnos. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Avanza una estrella de Jacob Lectura del libro de los Números. (Nm 24, 2-7.15-17a) En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios, que contempla visiones del Poderoso, que cae y se le abren los ojos: ¡Qué bellas tus tiendas, oh, Jacob, y tus moradas, Israel! Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente; el agua fluye de sus cubos, y con el agua se multiplica su simiente. Su rey es más alto que Agag, y descuella su reinado». Y entonó sus versos: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios y conoce los planes del Altísimo, que contempla visiones del Poderoso, que cae en éxtasis y se le abren los ojos: Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 25, 4-5a.6.7cd.8-9 R/. Señor, instrúyeme en tus sendas.
Sémitas tuas, Dómine, édoce me.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Señor, instrúyeme en tus sendas.
Sémitas tuas, Dómine, édoce me.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.
Señor, instrúyeme en tus sendas.
Sémitas tuas, Dómine, édoce me.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
Señor, instrúyeme en tus sendas.
Sémitas tuas, Dómine, édoce me.
Aclamación antes del Evangelio
Sal 84, 8 Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam, et salutáre tuum da nobis.
Evangelio
El bautismo de Juan ¿de dónde venía? † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 21, 23-27) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?». Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?». Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos "del cielo", nos dirá: "Por qué no le habéis creído?". Si le decimos "de los hombres", tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta». Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Él, por su parte, les dijo: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos, con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, Que por medio de tu Unigénito Has hecho de nosotros criaturas nuevas, mira con amor esta obra de tu misericordia y, por la venida de tu Hijo, límpianos de todas las manchas de nuestra antigua vida de pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
La salvación mesiánica será enviada a todos los pobres Lectura de la profecía de Sofonías. (So 3, 1-2.9-13) Esto dice el Señor: «¡Ay de la ciudad rebelde, impura, tiránica! No ha escuchado la llamada, no ha aceptado la lección; no ha confiado en el Señor, no ha recurrido a su Dios. Entonces purificaré los labios de los pueblos para que invoquen todos ellos el nombre del Señor y todos lo sirvan a una. Desde las orillas de los ríos de Cus, mis adoradores, los deportados, traerán mi ofrenda. Aquel día, ya no te avergonzarás de las acciones con que me ofendiste, pues te arrancaré tu orgullosa arrogancia, y dejarás de engreírte en mi santa montaña. Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor. El resto de Israel no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca. Pastarán y descansarán, y no habrá quien los inquiete». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 34, 2-3.6-7.17-8.19 R/. El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum..
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum..
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum..
El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum..
El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.
El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.
Pauper clamávit, et Dóminus exaudívit eum..
Aclamación antes del Evangelio
Ven, Señor, y no tardes, perdona los pecados de tu pueblo. Veni, Dómine, et noli tardáre; reláxa facínora plebis tuæ
Evangelio
Vino Juan y los pecadores le creyeron † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 21, 28-32) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña". Él le contestó: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor". Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron, Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo, en nuestra ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Saciados con el alimento espiritual te pedimos, Señor, que, por la participación en este sacramento, nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concédenos, Dios todopoderoso, que la fiesta, ya cercana, de la venida de tu Hijo nos reconforte en esta vida y nos conceda los premios eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Cielos, destilad desde lo alto Lectura del libro de Isaías. (Is 45, 6c-8.18.21b-25) «Yo soy el Señor, y no hay otro, el que forma la luz y crea las tinieblas; yo construyo la paz y creo la desgracia. Yo, el Señor, realizo todo esto. Cielos, destilad desde lo alto la justicia, las nubes la derramen, se abra la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia. Yo, el Señor, lo he creado». Así dice el Señor, creador del cielo -él es Dios-, él modeló la tierra, la fabricó y la afianzó, no la creó vacía, sino que la formó habitable: «Yo soy el Señor, y no hay otro. -No hay otro Dios fuera de mí-. Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay ninguno más. Volveos hacia mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro. Yo juro por mi nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: Ante mí se doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua»; dirán: «Solo el Señor tiene la justicia y el poder». A él vendrán avergonzados los que se enardecían contra él. Con el Señor triunfará y se gloriará la estirpe de Israel. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 85, 9abc-14 R/. Cielos, destilad desde lo alto al Justo, las nubes lo derramen.
Roráte, cæli, désuper, et nubes pluant iustum.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». La salvación está cerca de los que lo temen, y la gloria habitará en nuestra tierra.
Cielos, destilad desde lo alto al Justo, las nubes lo derramen.
Roráte, cæli, désuper, et nubes pluant iustum.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.
Cielos, destilad desde lo alto al Justo, las nubes lo derramen.
Roráte, cæli, désuper, et nubes pluant iustum.
El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, y sus pasos señalarán el camino.
Cielos, destilad desde lo alto al Justo, las nubes lo derramen.
Roráte, cæli, désuper, et nubes pluant iustum.
Aclamación antes del Evangelio
Is 40, 9-10 Alza fuerte la voz, heraldo; mirad, el Señor Dios llega con poder. Exálta in fortitúdine vocem tuam, tu qui evangelizas; ecce Dóminus Deus in fortitúdine véniet.
Evangelio
Anunciad a Juan lo que habéis visto y oído † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 7, 19-23) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió al Señor diciendo: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?». Los hombres se presentaron ante él y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte: "Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?"». En aquella hora Jesús curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Y respondiendo, les dijo: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Haz, Señor, que te ofrezcamos siempre este sacrificio como expresión de nuestra propia entrega, para que se realice el santo sacramento que tú instituiste y se lleve a cabo en nosotros eficazmente la obra de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Imploramos tu misericordia, Señor, para que este divino alimento que hemos recibido nos purifique del pecado y nos prepare a las fiestas que se acercan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te pedimos, Señor, que nosotros, indignos siervos tuyos, afligidos por las propias culpas, nos alegremos en la venida salvadora de tu Unigénito. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Como a mujer abandonada te llama el Señor Lectura del libro de Isaías. (Is 54, 1-10) Exulta, estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar, alégrate, tú que no tenías dolores de parto: porque la abandonada tendrá más hijos que la casada -dice el Señor-. Ensancha el espacio de tu tienda, despliega los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, afianza tus estacas, porque te extenderás de derecha a izquierda. Tu estirpe heredará las naciones y poblará ciudades desiertas. No temas, no tendrás que avergonzarte, no te sientas ultrajada, porque no deberás sonrojarte. Olvidarás la vergüenza de tu soltería, no recordarás la afrenta de tu viudez. Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso. Tu libertador es el Santo de Israel: se llama «Dios de toda la tierra». Como a mujer abandonada y abatida te llama el Señor; como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-. Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré. En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero -dice el Señor, tu libertador-. Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte. Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz -dice el Señor que te quiere-. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 30, 2.4-6.11-12a.13b R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me..
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me..
Tañed para el Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me..
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Exaltábo te, Dómine, quóniam extraxísti me..
Aclamación antes del Evangelio
Lc 3, 4 cd.6 Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Toda carne verá la salvación de Dios. Paráte viam Dómini, rectas fácite sémitas eius; vidébit omnis caro salutáre Dei.
Evangelio
Juan es el mensajero que prepara el camino del Señor † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 7, 24-30) Gloria a ti, Señor. Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti". Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él». Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te ofrecemos, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y lo que nos concedes celebrar con devoción durante nuestra vida mortal sea para nosotros premio de tu redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fructifique en nosotros, Señor, la celebración de estos sacramentos, con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa, a descubrir el valor de los bienes del cielo y a poner en ellos nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, que tu gracia nos preceda y acompañe siempre, para que quienes anhelamos de todo corazón la venida de tu Unigénito encontremos auxilio para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos Lectura del libro de Isaías. (Is 56, 1-3a.6-8) Esto dice el Señor: «Observad el derecho, practicad la justicia, porque mi salvación está por llegar, y mi justicia se va a manifestar. Dichoso el hombre que obra así, el mortal que persevera en esto, que observa el sábado sin profanarlo y preserva su mano de obrar el mal. El extranjero que se ha unido al Señor no diga: "El Señor me excluirá ciertamente de su pueblo". A los extranjeros que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que observan el sábado sin profanarlo y mantienen mi alianza, los traeré a mi monte santo, los llenaré de júbilo en mi casa de oración; sus holocaustos y sacrificios serán aceptables sobre mi altar; porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos». Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel: «Todavía congregaré a otros, además de los ya reunidos». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 66, 2-3.5.7- R/. Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Sal 106, 4 Ven, Señor, visítanos con tu paz, para que nos alegremos en tu presencia de todo corazón. Veni, Dómine, visitáre nos in pace, ut lætémur coram te corde perfécto.
Evangelio
Juan es la lámpara que arde y brilla † Lectura del santo Evangelio según san Juan. (Jn 5, 33-36) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor, y al vernos desvalidos y sin méritos propios acude, compasivo, en nuestra ayuda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Saciados con el alimento espiritual, te pedimos, Señor, que, por la participación en este sacramento, nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. Se dice Credo.
El mismo Espíritu, que colmó con su poder las entrañas de santa María, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, después de recibir la prenda de la redención eterna, te pedimos que crezca en nosotros tanto el fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo, cuanto más se acerca la gran fiesta de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, creador y redentor de la naturaleza humana, que has querido que tu Verbo se encarnase en el seno de María, siempre virgen, escucha complacido nuestras súplicas, para que tu Unigénito, hecho hombre, nos haga partícipes de su divinidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
No se apartará de Judá el cetro Lectura del libro del Génesis. (Gn 49, 1-2.8-10) En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel: A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás tu mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 72, 1-2.d-4ab.7-8.7 R/. En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Que los montes traigan paz, y los collados justicia; defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol; él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Aclamación antes del Evangelio
Sabiduría del Altísimo, que lo dispones todo con firmeza y suavidad, ven para mostrarnos el camino de la prudencia. Sapiéntia Altíssimi, fórtiter suavitérque dispónens ómnia: veni ad docéndum nos viam prudéntiæ.
Evangelio
Genealogía de Jesucristo, hijo de David † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 1, 1-17) Gloria a ti, Señor. Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zará, Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán, Arán engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey. David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia. Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Santifica, Señor, las ofrendas de tu Iglesia y haz que, por estos sagrados misterios, merezcamos recibir el pan del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, que nos has alimentado con el don divino, te pedimos que, inflamados por el fuego de tu Espíritu, resplandezcamos delante de Cristo que se acerca, como luminarias de su gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, concede a los que vivimos oprimidos por la antigua esclavitud del pecado ser liberados por el nuevo y esperado nacimiento de tu Unigénito. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Daré a David un vástago legítimo Lectura del libro de Jeremías. (Jr 23, 5-8) Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y le pondrán este nombre: «El-Señor-nuestra-justicia». Así que llegan días -oráculo del Señor- en que ya no se dirá: «Lo juro por el Señor, que sacó a los hijos de Israel de Egipto», sino: «Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó, y los trajo para que habitaran en su propia tierra». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 72, 1-2.12-13.18-19 R/. En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
El librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas; bendito por siempre su nombre glorioso; que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!
En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.
Florébit in diébus eius iustítia et abundántia pacis in ætérnum.
Aclamación antes del Evangelio
Pastor de la casa de Israel, que en el Sinaí diste a Moisés tu ley, ven a rescatarnos con el poder de tu brazo. Dux domus Isræl, qui Móysi in Sina legem dedísti: veni ad rediméndum nos in brácchio exténto.
Evangelio
Jesús nacerá de María, desposada con José hijo de David † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 1, 18-24) Gloria a ti, Señor. La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, el sacrificio que celebramos en honor de tu nombre nos haga agradables a ti, para que merezcamos participar de la eternidad de aquel que, con su muerte, remedió nuestra condición mortal. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, que recibamos tu misericordia en medio de tu templo y preparemos dignamente las fiestas cercanas de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que has querido revelar al mundo el resplandor de tu gloria por el parto de la Virgen santa, concédenos proclamar con fe íntegra y celebrar con piedad sincera el gran misterio de la Encarnación. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
El nacimiento de Sansón fue anunciado por el ángel Lectura del libro de los Jueces. (Jc 13, 2-7.24-25a) En aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos. El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: «Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos». La mujer dijo al esposo: «Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: "He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte"». La mujer dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 71, 3-4a.5-6ab.16-17 R/. Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.
Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa.
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.
Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías.
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.
Contaré tus proezas, Señor mío; narraré tu justicia, tuya entera. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas.
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.
Aclamación antes del Evangelio
Raíz de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ven a librarnos, no tardes más. Radix Iesse, stans in signum populórum: veni ad liberándum nos, iam noli tardáre.
Evangelio
Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 1, 5-25) Gloria a ti, Señor. En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, "para convertir los corazones de los padres hacia los hijos", y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto». Zacarías replicó al ángel: «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada». Respondiendo el ángel, le dijo: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno». El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mí para quitar mi oprobio ante la gente». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, mira con bondad las ofrendas que presentamos sobre tu altar y consagra con tu poder lo que nuestra debilidad te presenta. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, sé propicio con nosotros y, al darte gracias por los dones recibidos, haz que de tal modo deseemos los que están por llegar, que recibamos con el corazón purificado el nacimiento admirable de nuestro Salvador. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Cf. Is 11, 1; Is 40, 5; Lc 3, 6 Brotará un renuevo de la raíz de Jesé y la gloria del Señor llenará toda la tierra. Toda carne verá la salvación de Dios.
Oh, Dios de eterna grandeza, ya que la Virgen Inmaculada, por el anuncio del ángel, acogió tu Verbo inefable y, transformada en templo de tu divinidad, se llenó con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, a ejemplo suyo, aceptemos humildemente tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Mirad: la virgen está encinta Lectura del libro de Isaías. (Is 7, 10-14) En aquellos días, el Señor habló a Ajaz y le dijo: «Pide un signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo». Respondió Ajaz: «No lo pido, no quiero tentar al Señor». Entonces dijo Isaías: «Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 24, 1b-2.3-4ab.5-6 R/. Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria.
Introíbit Dóminus: ipse est rex glóriae.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria.
Introíbit Dóminus: ipse est rex glóriae.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.
Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria.
Introíbit Dóminus: ipse est rex glóriae.
Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Esta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob.
Va a entrar el Señor; él es el Rey de la gloria.
Introíbit Dóminus: ipse est rex glóriae.
Aclamación antes del Evangelio
Llave de David, que abres las puertas del Reino eterno, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas. Clavis David, qui áperis portas ætérni regni: veni, et educ vinctum de domo cárceris sedéntem in ténebris.
Evangelio
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 1, 26-38) Gloria a ti, Señor. En el mes sexto, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, "porque para Dios nada hay imposible"». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, este sacrificio único, para que, al participar en este misterio, recibamos los dones que la fe nos hace esperar. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Protege, Señor, con tu poder divino a los que alimentas con los dones del cielo, para que, al participar en tus misterios, les concedas gozar de la paz verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Escucha con bondad, Señor, las oraciones de tu pueblo, para que, alegres por la venida de tu Unigénito en nuestra carne, consigamos la recompensa de la vida eterna cuando vuelva en la majestad de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
He aquí mi amado, llega saltando por los montes Lectura del libro del Cantar de los Cantares. (Ct 2, 8-14) (Sofonías ) ¡La voz de mi amado! Vedlo, aquí llega, saltando por los montes, brincando por las colinas. Es mi amado un gamo, parece un cervatillo. Vedlo parado tras la cerca, mirando por la ventana, atisbando por la celosía. Habla mi amado y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía y ven. Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias cesaron, se han ido. Brotan las flores en el campo, llega la estación de la poda, el arrullo de la tórtola se oye en nuestra tierra. En la higuera despuntan las yemas, las viñas en flor exhalan su perfume. Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente. Paloma mía, en las oquedades de la roca, en el escondrijo escarpado, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz: es muy dulce tu voz y fascinante tu figura». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 33, 2-3,11-12.20-21 R/. Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo.
Exsultáte, iusti, in Dómino; cantáte ei cánticum novum.
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando los vítores con bordones.
Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo.
Exsultáte, iusti, in Dómino; cantáte ei cánticum novum.
El plan del Señor subsiste por siempre; los proyectos de su corazón, de edad en edad. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo.
Exsultáte, iusti, in Dómino; cantáte ei cánticum novum.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.
Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo.
Exsultáte, iusti, in Dómino; cantáte ei cánticum novum.
Aclamación antes del Evangelio
Enmanuel, rey y legislador nuestro, ven a salvarnos, Señor, Dios nuestro. Emmánuel, rex et légifer noster: veni ad salvándum nos, Dómine Deus noster.
Evangelio
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 1, 39-45) Gloria a ti, Señor. En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta complacido, Señor, los dones que en tu misericordia has dado a tu Iglesia para que pueda ofrecértelos y que ahora transformas con tu poder en sacramento de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor, que la participación en los divinos misterios sirva de continua protección a tu pueblo, para que, con plena entrega a tu servicio, obtenga con abundancia la salvación de alma y cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que, al ver al hombre caído en la muerte, quisiste redimirlo con la venida de tu Unigénito, concede a quienes profesan humildemente la fe en su encarnación participar también en los bienes del Redentor. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Ana da gracias por el nacimiento de Samuel Lectura del primer libro de Samuel. (1S 1, 24-28) En aquellos días, una vez que Ana hubo destetado a Samuel, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo. Inmolaron el novillo y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo: «Perdón, por tu vida, mi señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor, Quede, pues, cedido al Señor de por vida». Y se postraron allí ante el Señor. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
1S 2 R/. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in dómino salvatóre meo.
Mi corazón se regocija en el Señor, mi poder se exalta por Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación.
Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in dómino salvatóre meo.
Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor. Los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan; la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía.
Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in dómino salvatóre meo.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece.
Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in dómino salvatóre meo.
Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria.
Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in dómino salvatóre meo.
Aclamación antes del Evangelio
Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra. Rex géntium et lapis anguláris Ecclésiae: veni, et salva hóminem quem de limo formásti.
Evangelio
El Poderoso ha hecho obras grandes en mí † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 1, 46-56) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, "se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava". Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: "su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación". Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia" -como lo había prometido a "nuestros padres"- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, confiando en tu bondad, nos presentamos con ofrendas ante tu santo altar, para que, purificados por tu gracia, quedemos limpios en virtud de estos misterios que ahora celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Nos fortalezca, Señor, la participación en tu sacramento, para que, acompañados por las buenas obras, merezcamos salir al encuentro del Salvador que viene y recibir el premio de la bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, al ver que se acerca el nacimiento de tu Hijo según la carne, te pedimos que nosotros, indignos siervos tuyos, recibamos la misericordia del Verbo, Jesucristo, Señor nuestro, que se ha dignado encarnarse en la Virgen María y habitar entre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor Lectura de la profecía de Malaquías. (Ml 3, 1-4.23-24) Esto dice el Señor Dios: «Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí. De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo. ¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño. Mirad, os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor, día grande y terrible, Él convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir a castigar y destruir la tierra». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 25, 4-bc-5.8-9.10 y 14 R/. Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Respícite et leváte cápita vestra, quóniam appropínquat redémptio vestra.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Respícite et leváte cápita vestra, quóniam appropínquat redémptio vestra.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.
Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Respícite et leváte cápita vestra, quóniam appropínquat redémptio vestra.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía a los que lo temen, y les da a conocer su alianza.
Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Respícite et leváte cápita vestra, quóniam appropínquat redémptio vestra.
Aclamación antes del Evangelio
Rey de las naciones y Piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra. Rex géntium et lapis anguláris Ecclésiae: veni, et salva hóminem quem de limo formásti.
Evangelio
Nacimiento de Juan Bautista † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 1, 57-66) Gloria a ti, Señor. A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella. A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Y le dijeron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, que esta oblación, en la que alcanza su plenitud el culto que el hombre puede tributarte, restablezca nuestra amistad contigo; así celebraremos, con el alma purificada, el nacimiento de nuestro Redentor. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Alimentados con el don del cielo danos benigno tu paz, Señor, para que merezcamos salir, con las lámparas encendidas, al encuentro de tu Hijo muy amado que llega. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que lo esperan todo de tu amor. Tú, que vives y reinas con el Padre.
Primera Lectura
El reino de David se mantendrá siempre firme ante el Señor Lectura del segundo libro de Samuel. (2S 7, 1-5.8b-12.14a.16) Cuando el rey David se asentó en su casa y el Señor le hubo dado reposo de todos sus enemigos de alrededor, dijo al profeta Natán: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios habita en una tienda». Natán dijo al rey: «Ve y haz lo que desea tu corazón, pues el Señor está contigo». Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán: «Ve y habla a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía? Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa. En efecto, cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre"». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 88, 2-3.4-5.27.29 R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno», más que el cielo has afianzado tu fidelidad.
Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
«Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades».
Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
«El me invocará: "Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora"; Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable».
Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
Aclamación del Evangelio
Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna, sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Oriens, splendor lucis ætérnæ et sol iustítiæ: veni, et illúmina sedéntes in ténebris et umbra mortis.
Evangelio
Nos visitará el Sol que nace de lo alto † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 1, 67-79) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo: «"Bendito sea el Señor, Dios de Israel", porque ha visitado y "redimido a su pueblo", suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la "misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza" y "el juramento que juró a nuestro padre Abrahán" para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante "del Señor a preparar sus caminos", anunciando a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz». Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, con bondad los dones de esta ofrenda y haz que, al recibirlos, nos purifiquen de nuestros pecados y podamos esperar con el corazón limpio la gloriosa venida de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Recreados por tu admirable don, Señor, concédenos prepararnos para adorar a tu Hijo en su nacimiento, de manera que recibamos con gozo sus bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que cada año nos alegras con la esperanza de nuestra redención, concede a quienes acogemos gozosos a tu Unigénito, Jesucristo Señor nuestro, como Redentor poder contemplarle sin temor cuando venga también como Juez. Él, que vive y reina contigo.
Se dice Credo. A las palabras: Y por obra... todos se arrodillan.
Primera Lectura
El Señor te prefiere a ti Lectura del libro de Isaías. (Is 62, 1-5) Por amor a Sion no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya no te llamarán Abandonada, ni a tu tierra Devastada; a ti te llamarán Mi predilecta, y a tu tierra Desposada, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 88 R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh, Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
Él me invocará: "Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora". Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Misericórdias tuas, Dómine, in ætérnum cantábo.
Segunda Lectura
Testimonio de Pablo sobre Cristo, hijo de David Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 13, 16-17.22-25) Cuando Pablo llegó a Antioquía de Pisidia, se puso en pie en la sinagoga y, haciendo seña con la mano de que se callaran, dijo: Israelitas y los que teméis a Dios, escuchad: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo poderoso. Después, les suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: "Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos". Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía: "Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies". Aleluya Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya. Mañana quedará borrada la maldad de la tierra, y reinará sobre nosotros el Salvador del mundo. Dies sanctificátus illúxit nobis: veníte, gentes, et adoráte Dóminum: quia hódie descéndit lux magna super terram. Aleluya.
Evangelio
María dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 1, 18-25/1-25) Gloria a ti, Señor. La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de .a vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros". Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Concédenos, Señor, iniciar con fervor la celebración de esta solemnidad del mismo modo que manifiestas en ella el comienzo de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
Al conmemorar el nacimiento de tu Hijo Unigénito concédenos, Señor, ser fortalecidos por el sacramento celestial que hemos comido y bebido. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que has hecho resplandecer esta noche santísima con el resplandor de la luz verdadera, concédenos gozar también en el cielo a quienes hemos experimentado este misterio de luz en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Se dice Credo. A las palabras: Y por obra... todos se arrodillan.
Primera Lectura
Un hijo se nos ha dado Lectura del libro de Isaías. (Is 9, 1-6) El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián. Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serán combustible, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz. Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor del universo lo realizará. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 89 R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hódie natus est nobis Salvátor, qui est Christus Dóminus
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hódie natus est nobis Salvátor, qui est Christus Dóminus
Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hódie natus est nobis Salvátor, qui est Christus Dóminus
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hódie natus est nobis Salvátor, qui est Christus Dóminus
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hódie natus est nobis Salvátor, qui est Christus Dóminus
Segunda Lectura
Se ha manifestado la gracia de Dios para todos los hombres Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito. (Tt 2, 11-14) Querido hermano: Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Lc 2, 10-11 Os anuncio una buena noticia: hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Evangelízo vobis gáudium magnum: natus est nobis hódie Salvátor, Christus Dóminus.
Evangelio
Hoy os ha nacido un Salvador † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 2, 1-14) Gloria a ti, Señor. Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, la ofrenda de la fiesta que hoy celebramos para que, por este sagrado intercambio, seamos semejantes a aquel en quien nuestra naturaleza está unida a la tuya. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
A cuantos celebramos alegres el nacimiento de nuestro Redentor, concédenos, Señor Dios nuestro, llegar así a la perfecta comunión con él mediante una vida santa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Is 9, 1.5; Lc 1, 33 Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; y es admirable su nombre: Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo; y su reino no tendrá fin.
Concede, Dios todopoderoso, a los que vivimos inmersos en la nueva luz de tu Verbo hecho carne, que lo que brilla por la fe en nuestro espíritu resplandezca en nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
Se dice Credo. A las palabras: Y por obra... todos se arrodillan.
Primera Lectura
Mira a tu salvador, que llega Lectura del libro de Isaías. (Is 62, 11-12) El Señor hace oír esto, hasta el confín de la tierra: Decid a la hija de Sion: Mira a tu salvador, que llega, el premio de su victoria lo acompaña, la recompensa lo precede. Los llamarán Pueblo santo, Redimidos del Señor, y a ti te llamarán Buscada, Ciudad no abandonada. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 97 R/. Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria.
Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre.
Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor.
In domum Dómini lætántes íbimus.
Segunda Lectura
Según su propia misericordia, nos salvó Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito. (Tt 3, 4-7) Querido hermano: Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hubiéramos hecho nosotros, sino, según su propia misericordia, nos salvó por el baño del nuevo nacimiento y de la renovación del Espíritu Santo, que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos, en esperanza, herederos de la vida eterna. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Lc 2, 14 Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Osténde nobis, Dómine, misericórdiam tuam, et salutáre tuum da nobis.
Evangelio
Los pastores encontraron a María y a José y al niño † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 2, 15-20) Gloria a ti, Señor. Sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado. Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Señor, te pedimos que estas ofrendas sean dignas del misterio de esta Navidad que estamos celebrando, para que, del mismo modo que resplandece como Dios el engendrado como hombre, estos dones terrenos nos comuniquen la vida divina. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
Concede, Señor, a quienes hemos celebrado el nacimiento de tu Hijo con devoción gozosa, conocer con plenitud de fe la profundidad de este misterio y amarlo con la más ardiente caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que estableciste admirablemente la dignidad del hombre y la restauraste de modo aún más admirable, concédenos compartir la divinidad de aquel que se dignó participar de la condición humana. Por nuestro Señor Jesucristo.
Se dice Credo. A las palabras: Y por obra... todos se arrodillan.
Primera Lectura
Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios Lectura del libro de Isaías. (Is 52, 7-10) Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sion: ¡Tu Dios reina! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sion. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 98 R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Vidérunt omnes términi terræ salutáre Dei nostri.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Vidérunt omnes términi terræ salutáre Dei nostri.
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Vidérunt omnes términi terræ salutáre Dei nostri.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Vidérunt omnes términi terræ salutáre Dei nostri.
Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Vidérunt omnes términi terræ salutáre Dei nostri.
Segunda Lectura
Dios nos ha hablado por el Hijo Lectura de la carta a los Hebreos. (Hb 1, 1-6) En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás: "Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy"; y en otro lugar: "Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo"? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: "Adórenlo todos los ángeles de Dios". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya. Nos ha amanecido un día sagrado; venid, naciones, adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra. Dies sanctificátus illúxit nobis: veníte, gentes, et adoráte Dóminum: quia hódie descéndit lux magna super terram. Aleluya.
Evangelio
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros † Comienzo del santo Evangelio según san Juan. (Jn 1, 1-5.9-14/1-18) Gloria a ti, Señor. En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. . El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. . Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, la ofrenda de este día solemne en el que se manifestó el sacrificio perfecto de nuestra reconciliación y comenzó para nosotros la plenitud del culto divino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
Dios misericordioso, hoy que nos ha nacido el Salvador del mundo para comunicarnos la vida divina, te pedimos que nos hagas igualmente partícipes del don de su inmortalidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Bendición solemne
Oh, Dios, que nos has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo, concédenos, con bondad, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Cuando esta fiesta se celebra en domingo, se dice Credo.
Al ofrecerte, Señor, este sacrificio de expiación, te suplicamos, por intercesión de la Virgen Madre de Dios y de San José, que guardes a nuestras familias en tu gracia y en tu paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
Padre misericordioso, concede a cuantos has renovado con estos divinos sacramentos imitar fielmente los ejemplos de la Sagrada Familia para que, después de las tristezas de esta vida, podamos gozar de su eterna compañía en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios invisible y todopoderoso, que has disipado las tinieblas del mundo con la llegada de tu luz, míranos complacido, para que podamos cantar dignamente la gloria del nacimiento de tu Unigénito. Él, que vive y reina contigo.
Primera Lectura
Quien ama a su hermano permanece en la luz Lectura de la primera carta del apóstol san Juan. (1Jn 2, 3-11) Queridos hermanos: En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: Yo lo conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él. Quien dice que permanece en él debe caminar como él caminó. Queridos míos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo -y esto es verdadero en él y en vosotros-, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya. Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
El Señor ha hecho el cielo; honor y majestad lo preceden, fuerza y esplendor están en su templo.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Aclamación antes del Evangelio
Lc 2, 32 Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Lumen ad revelatiónem géntium, et glória plebis tuæ Israel.
Evangelio
Luz para alumbrar a las naciones † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 2, 22-35) Gloria a ti, Señor. Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos "han visto a tu Salvador", a quien has presentado ante todos los pueblos: "luz para alumbrar a las naciones" y gloria de tu pueblo Israel. Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, nuestras ofrendas en las que vas a realizar un admirable intercambio, para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
Concédenos, Dios todopoderoso, que, por la eficacia de estos santos misterios, se fortalezca constantemente nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cf. Sb 18, 14-15 Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, se lanzó desde el cielo, desde el trono real.
Concédenos, Dios todopoderoso, que el renovado nacimiento de tu Unigénito encarnado libere a quienes nos domina la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre Lectura de la primera carta del apóstol san Juan. (1Jn 2, 12-17) Os escribo, hijos, porque se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. Os he escrito, hijos, porque conocéis al Padre. Os he escrito, padres, porque ya conocéis al que existía desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo –la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, y su concupiscencia. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 26, 7-8a.8b-9.10 R/. Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor; aclamad la gloria del nombre del Señor.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Decid a los pueblos: El Señor es rey: él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya. Nos ha amanecido un día sagrado; venid, naciones, adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra. Dies sanctificátus illúxit nobis: venite, gentes et adoráte. Dóminum: quia hódie descéndit lux magna super terram. Aleluya.
Evangelio
Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 2, 36-40) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo, para que cuanto creemos por la fe lo alcancemos por el sacramento celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
Oh, Dios, que llegas hasta nosotros al participar en tu sacramento, realiza en nuestros corazones el efecto de su poder, para que, al recibirlo, nos haga dignos del don que nos haces. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que has establecido el principio y la perfección de toda religión en el nacimiento de tu Hijo, te suplicamos nos concedas estar unidos a aquel en quien se sustenta la plenitud de la salvación humana. Por nuestro Señor Jesucristo.
Primera Lectura
Estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis Lectura de la primera carta del apóstol san Juan. (1Jn 2, 18-21) Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis. Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira viene de la verdad. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.
Alégrese el cielo, goce la tierra.
Læténtur cæli et exsúltet terra.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 1, 14 a El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios. Verbum caro factum est, et habitávit in nobis. Quotquot recepérunt eum, dedit eis potestátem fílios Dei fíeri.
Evangelio
El Verbo se hizo carne † Comienzo del santo Evangelio según san Juan. (Jn 1, 1-18) Gloria a ti, Señor. En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oh, Dios, autor de la piedad sincera y de la paz, te pedimos que con esta ofrenda veneremos dignamente tu grandeza y nuestra unión se haga más fuerte por la participación en este sagrado misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende propio.
Que tu pueblo, Señor, dirigido por tu abundante ayuda, reciba los auxilios presentes y futuros de tu amor, para que, sostenido por el consuelo necesario de las cosas temporales, aspire con más confianza a los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
¡Salve, Madre santa!, Virgen, Madre del Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos.
Cf. Is 9, 1. 5; Lc 1, 33 Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; y es admirable su nombre: Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo; y su reino no tendrá fin.
Oh, Dios, que por la maternidad virginal de santa María entregaste a los hombres los bienes de la salvación eterna, concédenos experimentar la intercesión de aquella por quien hemos merecido recibir al autor de la vida, tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Él, que vive y reina contigo.
Se dice Credo.
Primera Lectura
Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré Lectura del libro de los Números. (Nm 6, 22-27) El Señor habló a Moisés: Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz". Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 67, 2-3.5.6 y 8 R/. Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
Deus misereátur nostri, et benedícat nobis.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
Deus misereátur nostri, et benedícat nobis.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia y gobiernas las naciones de la tierra.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
Deus misereátur nostri, et benedícat nobis.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra.
Que Dios tenga piedad y nos bendiga.
Deus misereátur nostri, et benedícat nobis.
Segunda Lectura
Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas. (Ga 4, 4-7) Hermanos: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Hb 1, 1-2 En muchas ocasiones habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. Multifáriam olim Deus loquens pátribus in prophétis, novíssime diébus istis locútus est nobis in Fílio.
Evangelio
Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús † Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (Lc 2, 16-21) Gloria a ti, Señor. En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Oh, Dios, que generosamente das principio y cumplimiento a todo bien, concede, a cuantos nos alegramos en la solemnidad de la santa Madre de Dios, que, así como nos gloriamos del comienzo de la salvación, nos alegremos de su plenitud. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o Atiende, propio.
Hemos recibido con alegría los sacramentos del cielo; concédenos, Señor, que nos ayuden para la vida eterna a cuantos proclamamos a la Bienaventurada siempre Virgen María Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Bendición solemne
Cf. Sb 18, 14-15 Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu Palabra Omnipotente, Señor, se lanzó desde el cielo, desde el trono real.
Dios todopoderoso y eterno, esplendor de los que en ti creen, dígnate, propicio, llenar de tu gloria el mundo y que el resplandor de tu luz se manifieste a todos los pueblos Por nuestro Señor Jesucristo.
Se dice Credo.
Primera Lectura
La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido Lectura del libro del Eclesiástico. (Si 24, 1-2.8-12) La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. El Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: "Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel". Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él, y así me establecí en Sion. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 147 R/. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Verbum caro factum est, et habitavit in nobis
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sion. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Verbum caro factum est, et habitavit in nobis
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz.
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Verbum caro factum est, et habitavit in nobis
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Verbum caro factum est, et habitavit in nobis
Segunda Lectura
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. (Ef 1, 3-6.15-18) Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
1Tm 3, 16 Gloria a ti, Cristo, proclamado en las naciones; gloria a ti, Cristo, creído en el mundo. Gloria tibi, Christe, prædicato gentibus; gloria tibi Christe, crédito in mundo
Evangelio
El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros † Comienzo del santo Evangelio según san Juan. (Jn 1, 1-5.9-14) Gloria a ti, Señor. En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Santifica, Señor, estas ofrendas por el nacimiento de tu Unigénito, en el que se nos muestra el camino de la verdad y se nos promete la vida del reino celestial Por Jesucristo, nuestro Señor.
Humildemente te pedimos, Señor y Dios nuestro que la eficacia de este sacramento nos purifique de nuestros pecados y dé cumplimiento a nuestros buenos deseos Por Jesucristo, nuestro Señor.
Te rogamos, Señor, que el esplendor de tu majestad ilumine nuestros corazones, para que podamos atravesar las tinieblas de este mundo y lleguemos a la patria de la claridad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Señor, recibe nuestros dones ofrecidos en la Epifanía de tu Unigénito y en los comienzos de la salvación de los pueblos gentiles, para que celebremos tu alabanza y se realice en nosotros la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Leccionario
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o, Atiende, propio.
Renovados por estos santos alimentos, suplicamos, Señor, tu misericordia, para que la estrella de tu salvación brille siempre en nuestro espíritu y nuestro tesoro sea poder reconocerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Bendición solemne
Oh, Dios, que revelaste en este día tu Unigénito a los Pueblos gentiles por medio de una estrella concédenos con bondad, a los que ya te conocemos por la fe poder contemplar la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Donde sea costumbre o se considere oportuno, después del Evangelio se pueden anunciar las fiestas móviles del año.
Se dice Credo.
Primera Lectura
La gloria del Señor amanece sobre ti Lectura del libro de Isaías. (Is 60, 1-6) Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti. Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen hacia ti; llegan tus hijos desde lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás y estarás radiante; tu corazón se asombrará, se ensanchará, porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti, y a ti llegan las riquezas de los pueblos. Te cubrirá una multitud de camellos, dromedarios de Madián y de Efá. Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso, y proclaman las alabanzas del Señor. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 72, 2.7-8.10-11.12-13 R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ
Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.
Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ
En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.
Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ
Los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos.
Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ
Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.
Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ
Segunda Lectura
Ahora ha sido revelado que los gentiles son coherederos de la promesa Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. (Ef 3, 2-3a.5-6) Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Mt 2, 2 Hemos visto salir su estrella y venimos a adorar al Señor. Vídimus stellam eius in oriénte, et vénimus adoráre Dóminum.
Evangelio
Venimos a adorar al Rey † Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (Mt 2, 1-12) Gloria a ti, Señor. Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel". Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Mira propicio, Señor, los dones de tu Iglesia que no son oro; incienso y mirra, sino Jesucristo que, en estas ofrendas, se manifiesta, se inmola y se da en alimento. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Prefacio
Si se usa el Canon romano, se dice Reunidos en comunión propio. Si se usa la plegaria eucarística II o III, se dice Acuérdate…, o, Atiende, propio.
Que tu luz, Señor, nos prepare siempre y en todo lugar para que contemplemos con mirada limpia y recibamos con amor sincero el misterio del que has querido hacernos partícipes Por Jesucristo, nuestro Señor. Bendición solemne
Desde el 2 de enero, hasta el sábado anterior a la fiesta del Bautismo del Señor. Estas misas se utilizan en los días asignados, cambiando la colecta según se indica.
Concede, Señor, a tu pueblo perseverancia y firmeza en la fe, y a cuantos confiesan que tu Unigénito, eterno contigo en tu gloria, nació de Madre Virgen en la realidad de nuestro cuerpo, líbralos de los males de esta vida y hazles alcanzar las alegrías eternas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Después de la solemnidad de Epifanía:
Oh, Dios, cuyo Verbo eterno embelleció la faz del cielo y recibió de la Virgen María la fragilidad de nuestra carne, te pedimos que actúe con la plenitud de su poder para la redención del mundo aquel que apareció entre nosotros como esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acepta, Señor, nuestras ofrendas en las que vas a realizar un admirable intercambio, para que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concédenos, Dios todopoderoso, que, por la eficacia de estos santos misterios, se fortalezca constantemente nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que, por el feliz alumbramiento de la santa Virgen, has hecho que, en tu Hijo, la humanidad no quedara sometida a la condena, concede a quienes hemos recibido el ser criaturas nuevas vernos libres del influjo del antiguo pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.
Después de la solemnidad de Epifanía:
Oh, Dios, cuyo Unigénito se manifestó en la realidad de nuestra carne, haz que merezcamos ser transformados interiormente por aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recibe, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo, para que cuanto creemos por la fe lo alcancemos por el sacramento celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que llegas hasta nosotros al participar en tu sacramento, realiza en nuestros corazones el efecto de su poder, para que, al recibirlo, nos haga dignos del don que nos haces. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios todopoderoso, concédenos que tu salvación, que llegó con una luz nueva del cielo para la redención del mundo, amanezca en nuestros corazones y los renueve siempre. Por nuestro Señor Jesucristo.
Después de la solemnidad de Epifanía:
Oh, Dios, que iluminas a todas las naciones, concede a tu pueblo gozar de una paz estable e infunde en nuestras almas aquella luz espléndida que derramaste en los corazones de nuestros padres. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, autor de la piedad sincera y de la paz, te pedimos que con esta ofrenda veneremos dignamente tu grandeza y nuestra unión se haga más fuerte por la participación en este sagrado misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Que tu pueblo, Señor, dirigido por tu abundante ayuda, reciba los auxilios presentes y futuros de tu amor, para que, sostenido por el consuelo necesario de las cosas temporales, aspire con más confianza a los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que con el nacimiento de tu Unigénito has comenzado de modo inefable la redención de tu pueblo, te pedimos que concedas a tus fieles una fe tan sólida que, guiados por él, alcancemos el premio prometido de la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Después de la solemnidad de Epifanía:
Oh, Dios, Que por medio de tu Hijo has hecho aparecer ante todas las naciones la luz de tu eternidad, concede a tu pueblo reconocer la plenitud espléndida de su Redentor, para llegar con su ayuda a la claridad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Acepta, Señor, nuestras ofrendas en las que vas a realizar un admirable intercambio, para que, al ofrecerte lo que tú nos diste merezcamos recibirte a ti mismo Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concédenos, Dios todopoderoso, que, por la eficacia de estos santos misterios, se fortalezca constantemente nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ilumina con bondad a tus fieles, Señor, y enciende siempre sus corazones con la luz de tu gloria, para que en todo momento reconozcan a su Salvador y se adhieran sinceramente a él. Que vive y reina contigo.
Después de la solemnidad de Epifanía:
Dios todopoderoso, concédenos que el nacimiento del Salvador del mundo, anunciado por una estrella, se manifieste y crezca siempre en nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo.
Recibe, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo, para que cuanto creemos por la fe lo alcancemos por el sacramento celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh, Dios, que llegas hasta nosotros al participar en tu sacramento realiza en nuestros corazones el efecto de su poder para que, al recibirlo, nos haga dignos del don que nos haces.
Dios todopoderoso y eterno, que has querido manifestarte con una luz nueva por medio de la venida de tu Unigénito, concédenos que, así como merecimos que él participara por su nacimiento de la Virgen, de nuestra existencia corporal nosotros merezcamos ser coherederos en su reino de gracia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Después de la solemnidad de Epifanía:
Dios todopoderoso y eterno, que por tu Unigénito nos hiciste para ti nuevas criaturas concédenos, por tu gracia, ser semejantes a aquel en quien nuestra naturaleza está unida a la tuya Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, autor de la piedad sincera y de la paz, te pedimos que con esta ofrenda veneremos dignamente tu grandeza y nuestra unión se haga más fuerte por la participación en este sagrado misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Que tu pueblo, Señor, dirigido por tu abundante ayuda, reciba los auxilios presentes y futuros de tu amor, para que, sostenido por el consuelo necesario de las cosas temporales, aspire con más confianza a los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fiesta En aquellos lugares donde la solemnidad de la Epifanía del Señor se celebra el domingo que ocurre entre los días 2 y 8 de enero, si el domingo después del 6 de enero es el día 7 o el 8, en él se celebra la solemnidad de la Epifanía del Señor; en este caso, la fiesta del Bautismo del Señor se traslada al lunes siguiente.
Cf. Mt 3, 16-17 Apenas se bautizó el Señor, se abrieron los cielos y el Espíritu se posó sobre él como una paloma, y se oyó la voz del Padre que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».
Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo, en el Jordán, al enviar sobre él tu Espíritu Santo, quisiste revelar solemnemente a tu Hijo amado, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oh, Dios, cuyo Unigénito se manifestó en la realidad de nuestra carne, haz que merezcamos ser transformados interiormente por aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Se dice Credo.
Primera Lectura
Lecturas alternativas Mirad a mi siervo, en quien me complazco Lectura del libro de Isaías. (Is 42, 1-4.6-7) Esto dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas». Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 29, 1b2.3ac-4.db.9c-10 R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Dóminus benedícet pópulo suo in pace
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Dóminus benedícet pópulo suo in pace
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Dóminus benedícet pópulo suo in pace
El Dios de la gloria ha tronado. En su templo, un grito unánime: ¡Gloria! El Señor se sienta sobre las aguas del diluvio, el Señor se sienta como rey eterno.
El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Dóminus benedícet pópulo suo in pace
Segunda Lectura
Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. (Hch 10, 34-38) En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Mc 9, 17 Se abrieron los cielos y se oyó la voz del Padre: Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo. Cæli apérti sunt et vox Patris intónuit: Hic est Fílius meus caríssimus; audíte illum.
Recibe, Señor, los dones en este día en que manifestaste a tu Hijo predilecto, y haz que esta ofrenda de tu pueblo se convierta en el sacrificio de aquel que quiso borrar los pecados del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque estableciste un nuevo bautismo con señales admirables en el Jordán, para que, mediante la voz venida del cielo, se creyera que tu Verbo habitaba entre los hombres; y, por el Espíritu que descendió en forma de paloma, fuese reconocido Cristo, tu Siervo, ungido con óleo de alegría, y enviado a evangelizar a los pobres. Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra alabando tu gloria sin cesar:
Señor, alimentados con estos dones sagrados, imploramos de tu bondad, que, escuchando fielmente a tu Unigénito, de verdad nos llamemos y seamos hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.