Lv 1-5 Entre los sacrificios, el texto alude aquí a los siguientes. Primero, el holocausto (Lv 1, 1-17), palabra griega que significa «quemado por completo» (en hebreo se le llama "olah", un término relacionado quizá con una raíz cuyo significado es «subir», en humo hasta Dios). Segundo, la oblación vegetal (Lv 2, 1-16), menos estimada que el sacrificio cruento, porque al derramamiento de sangre se atribuía especial fuerza expiatoria (Lv 17, 11), pero también válida para la expiación (véase Lv 5, 11-13). Tercero, el sacrificio de comunión (Lv 3, 1-17), que se dice en hebreo shelamim o zebaj shelamim, donde shelamim significa el banquete sacrificial que sella una alianza. Cuarto, el sacrificio expiatorio (Lv 4, 1-5, 13), hattat, también llamado sacrificio por el pecado. Quinto, el sacrificio de reparación, "asham", similar al anterior, hasta el punto de que resulta difícil diferenciarlos. La razón de los sacrificios expiatorios o de reparación está en que no se puede obtener el favor de Dios sin expiar antes los pecados y sin limpiarse de las impurezas que se contraen cometiéndolos.
Lv 2 La palabra hebrea para oblación, minjá, significa «don, regalo, presente, tributo» de un inferior a un superior. Y, aunque podría aludir a cualquier clase de sacrificio, aquí designa solo la ofrenda de alimentos vegetales o la oblación vegetal que acompaña a los sacrificios de animales (Lv 7, 12-13; Nm 15, 1-12). El pan que se quema en el altar no puede ser fermentado; se prohíben también las tortas de miel. Se trataba de evitar los ritos cananeos, en los que se usaban panes fermentados y tortas de miel (Am 4, 5; Ez 16, 19). La prohibición del fermento se remonta al rito de la Pascua y a la fiesta de los Ácimos (Ex 23, 18; Ex 34, 25; Ex 12, 8. 15-20).
Lv 6-7 Lv 1-5 trataba del reparto de funciones entre el oferente laico y el sacerdote; Lv 6-7 añade normas complementarias. Cinco de las secciones se llaman torot (plural de torá: Lv 6, 2. 7. 18; Lv 7, 1. 11), instrucciones de Dios a los sacerdotes, principalmente acerca de la pureza y santidad del culto, para que instruyeran con ellas al pueblo.
Lv 8-10 Los sacrificios, como son «para el Señor», deben ser ofrecidos por un sacerdote especialmente consagrado. Como consagrado a Dios, debe ser santo, evitando cuanto sea impuro o contrario a la naturaleza y voluntad de Dios. Tras el destierro, en el templo de Jerusalén, los sacerdotes eran, o se consideraban, descendientes de Aarón; las demás familias sacerdotales, los «levitas», estaban relegadas a oficios menores. En el caso del sumo sacerdote, era purificado escrupulosamente, revestido de vestiduras sagradas, ungido, como antaño los reyes, apartado de todo lo profano. Sus pecados e impurezas eran expiados insistentemente.
Lv 9 Ya puede comenzar el culto en forma ordinaria, con la actuación de los sacerdotes recién consagrados. En aquella primera y única ocasión, el Señor, para manifestar que confirma el sacerdocio y los sacrificios, se muestra a todo el pueblo. La gloria del Señor es el resplandor nebuloso que permite vislumbrar entre celajes la luz del rostro de Dios. La aparición no es mensajera de castigo: el pueblo la contempla con júbilo, pero postrado ante la tremenda majestad. La narración se complica con añadiduras.
Lv 11-15 Los sacerdotes resolvían e instruían sobre los casos de pureza e impureza (Lv 10, 10ss). Ejemplo de sus instrucciones son estos capítulos. Que alguien fuera «impuro» significaba que no estaba en condiciones de participar en el culto. La Morada del Dios santo, del Dios puro, fuente de salud y de vida, intolerante con todo lo sucio, nocivo y muerto, está en medio de Israel; los israelitas contaminados de impureza contaminarían, al acercarse para el culto, esa Morada; para que eso no sucediera, la santidad de Dios los destruiría.
Lv 11, 7 La prohibición del cerdo, que se convirtió en una de las características del judaísmo (2M 6, 18ss), puede explicase por razones higiénicas; acaso también por motivos religiosos, para evitar prácticas idolátricas, pues era animal sagrado en Fenicia y Siria (Is 65, 4; Is 66, 3. 17).
Lv 11, 24-38 Aquí no se prohíbe el contacto con los cadáveres de los animales impuros; solo se exponen las consecuencias de ese contacto. No se menciona el grupo de bichos alados: es prácticamente imposible evitar el contacto con sus cuerpos muertos.
Lv 12 La antigua concepción sobre la impureza de la mujer que ha dado a luz, muy extendida entre los pueblos primitivos, pudo estar determinada por el temor ante el misterio de la generación, obra de fuerzas divinas o demoníacas. El peligro por el que pasaba la vida de la parturienta podía hacer sospechar la presencia de lo demoníaco. En Israel la impureza se hace derivar de la pérdida de sangre. Indirectamente se aseguraba a la mujer un período de recuperación.
Lv 13, 1-46 La lepra de la que aquí se habla no es lo que nosotros conocemos por ese nombre, sino enfermedades de la piel en general; estas causan el mayor grado de impureza ritual. Los sacerdotes, encargados de velar por la pureza del culto, se trasmitían de generación en generación sus conocimientos sobre las enfermedades que apartaban del culto.
Lv 14, 1-32 Muchos de aquellos enfermos se curaban. Entonces se practicaba uno de los más antiguos ritos de purificación que conservamos en la Biblia (1-9). La purificación ritual se hacía fuera del campamento. El rito de los dos pájaros es similar al de los dos machos cabríos de Lv 16. El pájaro que es soltado en el campo se lleva la impureza del leproso. En la vasija de barro se introducían ingredientes que se creían de gran fuerza purificadora y quizá con poder para ahuyentar los malos espíritus: agua viva, sangre de pájaro, madera de cedro, paño rojo (el rojo de sangre ¿defendía contra los poderes malignos, Ex 4, 24-26) e hisopo (Ex 12, 22; Sal 51, 9; Nm 19, 6).
Lv 15 Se describen las impurezas por flujos sexuales, excluidos los ocasionados por el parto, que se trataban en Lv 12. Son fenómenos corrientes, que se resuelven sin intervención del sacerdote. El acto sexual en sí mismo no es causa de impureza; solo lo es algo anormal en torno a él. Las víctimas que se han de ofrecer son las de casos de indigencia.
Lv 16 Se reanuda la narración de Lv 8-10, indicando las condiciones para penetrar en lo más sagrado (véase Ex 25, 10-22).
Lv 17 Este capítulo es como el prólogo de la ley de santidad, que, en paralelo con el Código deuteronómico, comienza por la ley de concentración de todo el culto en el único Santuario (Dt 12).
Lv 18 Se regulan las relaciones sexuales entre familiares, cuya desnudez hay que respetar como cosa sagrada. La ley antigua se completa con otras prohibiciones para abarcar todo el campo de la sexualidad. En la heterogénea lista de delitos sexuales figuran: el de tomar a la vez en matrimonio a dos hermanas, provocando la rivalidad entre ellas (antiguamente se permitía: Gn 29, 27; Gn 30, 1ss; véase 1S 1, 6; Si 37, 11); las relaciones sexuales con una mujer durante sus reglas (Lv 15, 24; Lv 20, 18); el adulterio, la sodomía y la zoofilia.
Lv 19 Es como el Decálogo de la Ley de Santidad. Combinando y completando varias series antiguas, se proveyó a esta ley de un código completo de obligaciones del israelita para con Dios y para con el prójimo, exceptuando las ya tratadas en Lv 17-18.
Lv 21 Se trata primero de la santidad ritual de los sacerdotes para que el culto se celebre con la dignidad exigida por el Dios santo y, como consecuencia, de irregularidades que impiden el ejercicio del sacerdocio. Por ejemplo, esta santidad se pone en peligro por el casamiento con mujeres consideradas manchadas (v.7). En Ez 44, 22 se exige que, si un sacerdote se casa con una viuda, esta sea viuda de sacerdote. Todos los israelitas estaban obligados a mirar por la santidad de sus sacerdotes (v.8). Las normas deben aplicarse con especial rigor al sumo sacerdote (Lv 8, 7-9. 12).
Lv 23 Aquí se recurre a un calendario antiguo, en el que las celebraciones dependían de la marcha de las cosechas (Ex 23, 14-19; Ex 34, 18-23; Dt 16, 1-17), y se completa con otro, más reciente, con fechas fijas.
Lv 25 Varias leyes sociales y humanitarias tratan de impedir la acumulación de la propiedad en pocas manos y remediar la situación de los proletarios. Las motivaciones son: la solidaridad nacional, la propiedad del Señor sobre toda la tierra de Canaán, el respeto al Señor vengador del pobre y el agradecimiento a aquel que los libró de la esclavitud de Egipto. Mediante el descanso de la tierra durante el año sabático se reconoce que la tierra pertenece al Señor. El año jubilar se celebra cada 50 años (contando el primero y el último), de modo que coincida con el correspondiente año sabático.
Lv 26 Una colección legislativa debía terminar con promesas y bendiciones para los cumplidores, y amenazas y maldiciones para los infractores (véase Ex 23, 20-33; Dt 28; Dt 27, 11-26; Jos 8, 34).
Lv 27 Tras la vuelta del exilio se introdujeron en el templo de Jerusalén formas de ofrendas más cómodas para los oferentes y más prácticas para el Santuario y el clero, en una economía basada cada vez más en el dinero. Aquí se reglamenta la costumbre de sustituir las ofrendas en especie por su valor en metálico.