Santo Rosario


Introducción general
I. Santo Rosario: historia del texto y de las ediciones
II. Las ilustraciones de Santo Rosario
III. El contexto teológico-espiritual
IV. El aparato crítico y la estructura de la presente edición

I. SANTO ROSARIO: HISTORIA DEL TEXTO Y DE LAS EDICIONES
§ 1. ORIGEN HISTÓRICO DE SANTO ROSARIO
1. "De un tirón": Santa Isabel, Novena a la Inmaculada de 1931
2. Las cuartillas enviadas al P. Sánchez Ruiz (Msa)
3. E1 texto a velógrafo (Txv)
§ 2. LA PRIMERA EDICION, MADRID 1934 (StR1)
§ 3. LA EDICIÓN DE VALENCIA, 1939 (StR3)
1. Edición simultánea de Camino y SANTO ROSARIO
2. Características de StR3
§ 4. LA "EDICIÓN NORMATIVA", MADRID I.945 (StR4)
1. La Editorial Minerva
2. Minerva, Borobio y el proyecto de una "gran edición"
3. La relectura del texto por el Autor
4. El sentido de las ampliaciones del texto
5. Las capas textuales de StR4
6. Descripción de StR4: las piezas originarias y el Prólogo de Fátima
§ 5. EL TEXTO DEFINITIVO DE SANTO ROSARIO:
1. La Nota del Autor a la 5ª edición y la reelaboración del Prólogo de Fátima
2. Los desarrollos textuales de 1971 y 1973
3. Sobre las adiciones post mortem Auctoris
II. LAS ILUSTRACIONES DE SANTO ROSARIO
§ 6. LA REPRESENTACIÓN GRÁFICA DE LOS MISTERIOS
§ 7. LOS DIBUJOS DE LUIS BOROBIO
1. El joven dibujante aragonés
2. Dibujos, rótulos y orlas
3. Las otras ediciones con dibujos de Borobio
4. Ilustraciones de otros dibujantes hasta 1975
III. EL CONTEXTO TEOLÓGICO-ESPIRITUAL
§ 8. EL ROSARIO EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA
1. El hogar benedictino
2. La consolidación en el hogar de la Cartuja
3. La Orden de Santo Domingo y la difusión del Rosario
4. Creación de nuevas cofradías
5. Institución de la fiesta de la Virgen del Rosario
6. La piedad popular y el Rosario
7. El Rosario en el magisterio de los últimos Pontífices
§ 9. LA DEVOCIÓN AL ROSARIO EN SAN JOSEMARÍA ESCRIVA
§ 10. TEOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD EN EL SANTO ROSARIO
1. "Yo no he conocido en los libros el camino de infancia"
2. Paternidad de Dios y filiación divina del cristiano
3. La infancia espiritual
4. La Novena a la Inmaculada de 1931
5. Una consideración final: la libertad de los hijos de Dios
IV. EL APARATO CRÍTICO Y LA ESTRUCTURA DE LA PRESENTE EDICIÓN
§ 11. TESTIGOS DEL TEXTO Y FUENTES PARA LA CRÍTICA TEXTUAL DE SANTO ROSARIO
§ 12. DISPOSICIÓN DEL TEXTO Y DEL APARATO CRÍTICO

 «    I. SANTO ROSARIO: HISTORIA DEL TEXTO Y DE LAS EDICIONES    » 

El Autor del libro cuya edición crítica emprendemos es San Josemaría Escrivá de Balaguer. Su biografía ha sido desde hace décadas objeto de intensa investigación y de numerosas publicaciones. Es clásico comenzar la Introducción, de obras como la presente, con una biografía del Autor. No vamos, sin embargo, a proceder así. La edición crítico-histórica de Santo Rosario es el segundo volumen de la colección de sus "Obras Completas", que, en el volumen primero, la edición de Camino, ofreció en su Introducción General, § 1, una síntesis documentada de la vida santa del Autor, a la que remitimos a los lectores. Pasamos, pues, al texto mismo del que debe ocuparse este segundo volumen de las "Obras Completas".

§ 1. ORIGEN HISTÓRICO DE SANTO ROSARIO

1. "De un tirón": Santa Isabel, Novena a la Inmaculada de 1931

Todo el que haya leído alguna de esas biografías de San Josemaría a las que acabamos de aludir, sabe que un día, al terminar la acción de gracias de la Misa, el Fundador del Opus Dei escribió –"de un tirón", como solía decir– su pequeño libro Santo Rosario1. Fue en 1931, junto al presbiterio de la iglesia del Patronato de Santa Isabel2. Mons. Javier Echevarría, que acompañó a San Josemaría en la visita que hizo en 1972 a las monjas del Patronato, escribió respondiendo a una pregunta sobre el tema: "El día 26 de octubre de 1972, por la tarde, con nuestro Padre fuimos don Álvaro, Florencio, otros y yo a visitar al Señor en la iglesia del Patronato de Santa Isabel. Estuvimos arrodillados un tiempo prolongado en el comulgatorio del presbiterio. Al cabo de bastantes minutos, nuestro Padre, señalando la reja de la clausura de las monjas que está en el lado izquierdo del presbiterio, me dijo: "ahí escuché obras son amores y no buenas razones"; y, sin cortar la frase, añadió –mientras indicaba el lado derecho del mismo presbiterio–: "y ahí escribí de un tirón Santo Rosario". Yo no comenté nada; continuamos rezando y, después de un buen espacio de tiempo, salimos del templo"3.
Álvaro del Portillo, recordando conversaciones suyas con San Josemaría, concretaba en 1984: "Este libro lo escribió nuestro Padre de una sentada, como prolongación de la acción de gracias de la Santa Misa, en el Patronato de Santa Isabel: sobre una mesa que hay entre la Iglesia y la sacristía, yendo hacia la salida del Presbiterio"4. Es el lugar que las monjas del Convento de Santa Isabel llaman "el paso" (el paso de la sacristía al presbiterio)5.
Los testimonios y los recuerdos, como vemos, ubican con precisión el lugar en que San Josemaría escribió "el folletico", como solía llamarlo6. Pero si tratarnos de saber no ya dónde, sino cuándo lo escribió, nos encontramos con datos directos escritos por el propio San Josemaría. El texto clave para situar en el tiempo la redacción de Santo Rosario, es sin duda éste, que se encuentra en el Cuaderno V de los Apuntes íntimos. "Vísperas de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora: 1931: Ayer, domingo, sucedió una cosa curiosa. Como de costumbre, vino a oír mi Misa y comulgar Pepe A. con su vecino Luis. Después de dar gracias, estaba yo hablando –leyendo– a estos muchachos el modo de rezar el rosario, cuando entra el sacristán..."7.
E1 asunto que traía el sacristán, y que narra San Josemaría, no hace al caso. Aquí lo interesante es el inciso guionado, tan característico del Autor, que nos dice que, a aquellos dos jóvenes, les estaba "leyendo" el modo de rezar el Rosario. Si no fuera porque estamos en autos de que fue por entonces cuando escribió el "folletico", esas palabras habrían pasado de hecho inadvertidas, sin captar que son el dato más claro que tenemos acerca de la fecha de composición de Santo Rosario.
Pero no salgamos del texto. Aquel año 1931 la Inmaculada cayó en martes. San Josemaría anota en su Cuaderno la víspera, lunes día 7, como él mismo nos dice. Estamos muy probablemente en su casa de la calle de Viriato, a donde ha regresado por la tarde. "Ayer", escribe –es decir, el día 6 de diciembre, domingo II de Adviento–, se había reunido, también después de la acción de gracias, con aquellos dos jóvenes que venían los domingos desde el Barrio de Salamanca a oír la Santa Misa que celebraba el Autor: Pepe Muñoz Aycuens, pintor, que tendrá una presencia muy constante en torno a San Josemaría en aquellos años, y un amigo suyo –Luis–, que vivía en la misma casa que Pepe, pero del que sabemos muy poco más8. San Josemaría decía su Misa dominical a las 7"30 (a las 8"30 había otra Misa) y, como vemos, dedicó su catequesis dominical a enseñar a estos jóvenes cómo rezar el Rosario. Estaba reunido con ellos en la sacristía, o en torno a la mesa que había en "el paso". Lo que nosotros sabemos, casi con plena seguridad, es que aquella singular catequesis consistió en leerles las cuartillas de la redacción original de Santo Rosario.
¿Cuándo las escribió? Como vemos, el dato firme es que ese domingo, 6 de diciembre, ya estaban escritas. Pudieron haber sido escritas el día anterior, sábado día 5, allí mismo, en el paso del presbiterio a la sacristía, donde tendría lugar, al día siguiente, domingo, la catequesis a aquellos jóvenes. El análisis del Cuaderno V y la tradición entre los fieles del Opus Dei, es que San Josemaría escribió esas hojas "en la novena de la Inmaculada" de aquel año9.
El Santo Rosario que escucharon aquellos dos jóvenes se inscribe en una etapa de la vida espiritual y mística de San Josemaría, que necesariamente hemos de abordar en esta Introducción. Ahí se encuentra el "hogar", el "humus" de las humildes páginas escritas en aquel rincón de Santa Isabel. Pero del tema nos ocuparemos más abajo, IntrodGen, § 10. Ahora debemos continuar con la historia de la redacción y edición de Santo Rosario.
Para saber algo más, hemos de bucear en esos Cuadernos de 1931. Pero no debemos avanzar sin subrayar que la anotación del Cuaderno V, que hemos transcrito, es característica, emblemática, del modo que San Josemaría tiene de hablar en sus Cuadernos de las publicaciones que planea: sencillamente, no habla. A lo más, alusiones con motivo de otras cosas distintas 10.

2. Las cuartillas enviadas al P. Sánchez Ruiz (Msa)

Aquella lectura del Santo Rosario a Pepe Aycuens y su amigo manifiesta claramente la intencionalidad de San Josemaría al escribir las cuartillas: ardía en deseo: de comunicar a otros la experiencia de Dios, a través de María, que había cuajado en aquellos papeles. Por eso, tiendo a pensar que "el tirón" redaccional en el presbiterio fue el sábado día 5 y la idea de "comunicarlo", inmediata. Incluso es posible que Aycuens y Luis no fueran los primeros que oyeron esas páginas de labios del Fundador, tal era el deseo de transmitir a otros el amor a la Virgen a través del Rosario. El caso es que enseguida concibe la idea de tirar a velógrafo esas cuartillas, para llegar a más personas. De ahí su idea de pasar "las cuartillas" a su confesor, para pedirle su dictamen, como solía hacer con sus escritos. Gracias a esta decisión podemos disponer de las cuartillas con el texto de Santa Isabel, que le entregó al P. Sánchez Ruiz, y de la carta que le escribió acompañando esos papeles. Esa carta, en lo que directamente se refiere a nuestro asunto, dice así:

" + Madrid – diciembre – 1931.
Padre: Le entrego estas cuartillas, para que haga el favor de decirme si sería conveniente tirarlas al velógrafo, con el fin de empujar a nuestros amigos por el camino de la contemplación. Los misterios gozosos son los que les daría, con su aprobación, porque los otros [dorso] están desenfocados: hay demasiado entendimiento.
Y ahora, otra consulta:
En mi cuaderno de notas, tengo una que dice así [...] 11.
¿Querrá decirme, Padre, si he de seguir o no esta doctrina?
L. b. l. m.
José María Escrivá"

¿Cuándo llevó al jesuita las cuartillas, escritas al menos desde el día 5? Sin duda, un jueves de diciembre, pues en aquella época ése era el día en que Escrivá de Balaguer iba, con toda regularidad, a ver a su confesor. La primera visita que, escrito ya el libro, hizo a Sánchez Ruiz, fue el 10 de diciembre, pero es claro que entonces no le entregó la carta con las cuartillas 12. Debió de ser el 17 o el 24 de diciembre 13. Lo que en cambio, sabemos con toda exactitud es que el P. Sánchez Ruiz se las devolvió del jueves 31. Así lo deja escrito San Josemaría en la primera anotación del día de Año nuevo: "Día primero de 1932: Ayer estuve con el P. Sánchez. Me devolvió, acotadas, las cuartillas mías sobre el santo rosario. Tuve mi hora santa... Por la noche, hasta después de las nueve, pasé un rato con D. Norberto, en su casa, y con Adolfo" 14.
Los cuadernos de San Josemaría, en los que anotaba con frecuencia la entrega de escritos suyos al P Sánchez Ruiz para dictamen espiritual, testifican que su confesor tardaba de ordinario unos quince días en encontrar tiempo para leer esos textos 15. Por eso, sopesados todos los datos, lo más probable es que Escrivá de Balaguer entregase los papeles, al P. Sánchez Ruiz, cuando fue a confesarse el 17 de diciembre de 1931.
Todo este fatigoso –y tal vez premioso– recorrido se justifica, nos parece, por la intencionalidad crítico-histórica a que responde. E inclina a suponer que los papeles que dio al P. Sánchez Ruiz no eran materialmente los mismos sobre los que escribió junto al presbiterio de Santa Isabel, sino el "pasado a limpio" de aquellas cuartillas. Digo esto por la calidad y hermosura de la letra y por el hecho de estar escritas por un solo lado, como solía hacer cuando entregaba escritos al confesor. Ésta podría ser la razón de por qué cuando fue a confesarse el día 10 no le dejó las cuartillas: porque todavía no había pasado a limpio el texto que, movido por Dios, redactó en aquel "paso" hacia la sacristía.
El Autor las debió romper cuando las pasó a limpio, como hacía con las cuartillas de sus Apuntes íntimos. En todo caso, en AGP se conserva en perfecto estado, formando un único cuadernillo, la carta al P. Sánchez Ruiz y las cuartillas que constituyen el original autógrafo del Santo Rosario. Estas hojas son el punto de partida de las distintas fases redaccionales de Santo Rosario, la matriz y el sustrato de nuestra investigación. Ese cuadernillo es el "manuscrito autógrafo" de Santo Rosario: Msa, en las abreviaturas del aparato crítico. Pasarnos a describir y analizar esas cuartillas.
Forman un cuaderno apaisado –17 hojas de 21 x 15 cm–, cosido con dos grapas, muy en el borde izquierdo, actualmente desaparecidas, de las que quedan en primera y última página restos oxidados. Las dos primeras hojas del cuaderno, sin numerar y escritas por ambos lados, son la carta al P. Sánchez Ruiz. Las otras quince son el texto de la "sentada": hojas autógrafas, escritas por un solo lado, con dos breves correcciones interlineadas (hojas 2 y 4), típicas de la relectura posterior del cuadernillo. Están numeradas del 1 al 15, al estilo de San Josemaría: número en la esquina superior derecha, inclinado y subrayado, metido al final de la primera línea; márgenes escasos, tanto laterales como superior e inferior; letra firme, clara, sin la menor vacilación en el trazado, muy propia del "pasado a limpio".
El autógrafo de Santo Rosario está formado por cuatro piezas: primera, tres hojas para presentar el modo que propone de rezar el Rosario, basado en la oración de infancia que embargaba el alma del Autor en aquellos meses finales de 1931. Segunda, hojas 4 a 13 y tres líneas de la 14, los quince misterios del Rosario, uno detrás otro siguiendo la secuencia tradicional, pero sin agruparlos bajo el título de las tres "partes": gozosos, dolorosos, gloriosos. Tercera, hojas 14 y 15, el comentario a las letanías; y, cuarta, una exhortación final al lector a "hacerse pequeño" y a meterse como un niño en la contemplación de los misterios. No hay nombre ni firma. Las dos últimas líneas dicen: la primera, centrado, "D. O. G." (Deo omnis gloria); la segunda, desplazado a la derecha, "Diciembre de 1931".
"Me devolvió, acotadas, las cuartillas mías sobre el santo rosario". En efecto, en Msa el P. Sánchez Ruiz hizo en las hojas 5 (segundo misterio gozoso) y 15 (epílogo) un par de breves "acotaciones" (propuestas de supresión) que se describirán detenidamente en el aparato crítico. E1P. Sánchez Ruiz estimaba, y San Josemaría le siguió con plena docilidad, que lo acotado era mejor no publicarlo: "esto para V. solo", interlineó en la hoja 5, y "esto para V.", en la 15. La solución que encontró el Autor para recomponer el discurso en ambos casos será estudiada en el comentario crítico. En el dorso de la hoja 4 y al final de la 15 San Josemaría hizo unas anotaciones que son como el esquema de esa reelaboración.

3. E1 texto a velógrafo (Txv)

Durante mucho tiempo, en los trabajos de la edición crítica de Camino, se tenía la duda de que esta tirada a velógrafo, que motivaba la consulta al confesor, se hubiera llevado realmente a cabo. No sólo no se conocía ningún ejemplar, sino que San Josemaría no hace la menor alusión en sus Cuadernos ni en ningún otro documento, ni había rastro en el Archivo (AGP), ni sabíamos encontrar referencias a esas hojas en las numerosas relaciones sobre aquellos años, leídas mientras se trabajaba en la edición crítico-histórica de Camino. Finalmente apareció una referencia en el testimonio del Dr. Rafael Roldán 16, que se pudo incluso citar en aquella edición 17. De la relación de Roldán sobre San Josemaría son estas palabras: "En otra ocasión me entregó mecanografiado un comentario sobre los Misterios del Santo Rosario que luego he visto impreso en su libro del mismo título" 18. Pero Roldán no sólo retenía el recuerdo de las hojas a velógrafo, sino que conservaba las cartas de Escrivá y, entre éstas, ¡una hoja de la edición a velógrafo!: la última, una reliquia bibliográfica 19. Esto era todo lo que quedaba de Txv.
Sin embargo, hace unos meses apareció finalmente un ejemplar completo 20, con lo que se dispone del marco de referencias total para la historia del texto. Consta de 10 cuartillas de papel muy modesto, mecanografiadas en forma apaisada por los dos lados con una máquina de aún más modesta calidad. La letra es de color azul, típica del velógrafo de la época, y se aprecia enseguida que el mecanógrafo era poco experto.
El cuadernillo, apaisado como Msa, de 21,5 x 16 cm, está sujeto en el centro del borde izquierdo con una grapa y consta de 6 hojas; la primera sólo tiene el título: Santo Rosario, en mayúsculas (el dorso en blanco) 21 y la sexta hoja es sencillamente una hoja en blanco por las dos caras. El texto de Santo Rosario se encuentra en las cuatro hojas interiores, con el texto muy concentrado y márgenes muy escasos. Están numeradas, en anverso y reverso, de la 1 a la 8, con la siguiente distribución: las páginas 1 y 2 contienen las palabras introductorias y el primer misterio gozoso; la 3, los misterios 2°, 3° y 4° de gozo; la 4, el 5° gozoso y el 1° doloroso; la 5, los misterios de dolor 2°, 3° y 4°; la 6, el 5° doloroso y los dos primeros de gloria; la 7, los tres últimos gloriosos; y la 8, el comentario a las letanías y la exhortación final o epílogo.
El Txv transcribe el manuscrito de Santa Isabel (Msa) con las reelaboraciones que hizo San Josemaría a partir de las acotaciones del P. Sánchez Ruiz. La lectura de Txv nos ha llevado a identificar con rigor, en el autógrafo de Msa, las dos capas textuales que, en consecuencia, conviven en él y que llamaremos Msal y Msa2. Por fortuna, San Josemaría no llevó a la práctica lo que había dicho al P. Sánchez Ruiz: que sólo quería tirar a velógrafo los misterios gozosos, ya que los otros diez estaban "desenfocados". Posiblemente el jesuita dijo que no era así, que había que editarlos todos. Del tema no se vuelve a hablar 22.
La tirada a velógrafo, que se hizo en enero o febrero de 1932, debió de ser muy reducida: por supuesto, no más de 100 ejemplares, lo que daban de sí los "clichés".

§ 2. LA PRIMERA EDICION, MADRID 1934 (StR1)

La cuestión acerca de cuantas fueron las primeras ediciones de Santo Rosario es de fácil respuesta. En todo caso, viene planteada porque entre los papeles autógrafos de San Josemaría se conserva un ejemplar de la edición de Valencia 1939; cuya portada, a tinta y con letra grande y clara, escribió: "Pedir censura eclesiástica para la 4ª edición. Yo os daré otro ejemplar, con las erratas corregidas".
El ejemplar que tiene escritas estas palabras es el que se llevó al Obispado, Madrid, para pedir la censura de la edición de 1945, y que fue devuelto al Autor una vez obtenida la licencia. Bien lo atestiguan dos sellos de tampón del Obispado que se encuentran en la portada interior de ese ejemplar 23. El ejemplar corregido, al que alude San Josemaría –y que no se conserva–, es evidentemente el que servirá de base para la tal 4ª edición. ¿Cuáles son, pues, las tres ediciones que preceden a la gran edición ilustrada de Ediciones Minerva, en cuyos ejemplares impresos se lee, claramente, "4ª adición"? Estudiemos la cuestión un poco más despacio.
En enero de 1933, al año siguiente de echar a velógrafo Santo Rosario (Txv), Escrivá ponía a circular, otro fascículo o cuadernillo, también a velógrafo, de estilo muy diverso a Santo Rosario y mucho más amplio, con el título Consejos o Consideraciones espirituales, seguido en julio de otro, que era prolongación del primero. Ambos fascículos constituyen, como se sabe, el primer esbozo del futuro libro Camino. A finales de ese mes de julio envió –como había hecho con Santo Rosario– un ejemplar de ambos fascículos al P. Sánchez Ruiz, para que los revisara y le diera su parecer, pues el Autor proyectaba hacer la edición impresa de los Consejos. De todo esto hay abundante información en la edición crítica de Camino 24. Si ahora traemos a colación esos datos es porque en el contexto de ese proyecto se planteó también llevar a la imprenta los comentarios al Santo Rosario.
Pasar del velógrafo al texto impreso siempre era un paso de gran trascendencia para un sacerdote, porque implicaba en aquellos años obtener la censura eclesiástica del texto y el permiso de la autoridad diocesana. En el caso de Josemaría Escrivá, editar un libro era cosa aún más delicada, dada su situación de sacerdote extradiocesano en Madrid, con una acción apostólica relevante, cada vez más conocida en la vida universitaria 25, pero con el problema de la incardinación sin resolver 26
Estamos ya en 1934. El 1 de marzo San Josemaría tuvo una importante entrevista con el beato Cruz Laplana, Obispo de Cuenca, "a quien comuniqué –escribe San Josemaría en sus notas íntimas 27-, en secreto y a grandes rasgos, la Obra de Dios. Desde luego, se mostró "ganado". En esa conversación parece que, entre otras cosas, el Obispo le ofreció editar en Cuenca, en la Imprenta del Seminario, las cosas que fuera escribiendo. Todo esto lo sabemos por la correspondencia de San Josemaría con Sebastián Cirac, Canónigo-Archivero de Cuenca y gran amigo y colaborador apostólico de Escrivá, al que envió el texto mecanografiado de Consideraciones y Santo Rosario. El 9 de abril, Cirac comunica al Autor que, en efecto, las Consideraciones se editan en Cuenca y el día 26 San Josemaría comunica el hecho al Vicario General de Madrid 28. La relación con la imprenta no fue todo lo satisfactoria que Escrivá esperaba 29. El caso es que decidió retirar de Cuenca Santo Rosario e imprimirlo en Madrid 30: ya el 22 de mayo, en entrevista con Morán, le pedía la censura del folleto 31 y el 28, en nueva entrevista, el Vicario podía ya comunicarle que tenía concedida licencia 32.
Desde ese momento comienza Escrivá las gestiones para buscar imprenta. En carta de 6 de julio, envía a Morán un ejemplar recién llegado de Cuenca de las Consideraciones Espirituales, a la vez que le dice: "Santo Rosario todavía no está impreso; cuando lo esté, le enviaré dos ejemplares" 33. En realidad, todavía no se había llevado a la imprenta, pues San Josemaría pensaba –ésta fue siempre su idea original– en un texto ilustrado con dibujos para cada misterio, que encargó en esos días al arquitecto Ricardo Fernández Vallespín. Lo sabemos por el propio dibujante, que escribe en el Diario de la Academia DYA, el 15 de julio de 1934: "Santo Rosario. Se va a imprimir el opúsculo del 'Santo Rosario' que escribió el Padre y me ha encargado que haga los dibujos de los misterios; todos los días estoy yendo a la Biblioteca Nacional para inspirarme en los dibujos de los maestros" 34.
El 23 de julio vuelve a dar noticias de su trabajo: "Los últimos días de la semana pasada estuve haciendo dibujos para el 'Santo Rosario'; estos días viene poca gente por la Academia, pues casi todos nuestros amigos están de veraneo" 35. Entre tanto se había encontrado ya una imprenta para el "folletico", la Imprenta del Sagrado Corazón, en la calle de Juan Bravo 3, esquina a Claudio Coello 36. Allí aparecerán efectivamente los primeros ejemplares impresos de Santo Rosario, cuya edición designamos en el texto crítico con la sigla StR1. El domingo 23 de septiembre anota Fernández Vallespín en el Diario de DYA: "Ayer terminé la instalación de luz en la Academia [Ferraz 50]. Mandaron también los anuncios de la Academia DYA, que estaban hechos muy chapuceros, y las pruebas de imprenta del 'Rosario'. Pusieron el teléfono: 46232" 37
Pero ni una palabra sobre "sus" dibujos. Pasarán tres largos meses en los que no hay noticia alguna sobre la edición del folleto. Hasta la primera quincena de enero de 1935 no llegarán a DYA los primeros ejemplares 38. Lo sabemos por la carta inmediata de San Josemaría al Vicario General, Morán: "Muy querido y venerado señor Vicario: Con estas líneas, tengo el gusto de enviar a S. S. Ilma. unos ejemplares del folleto 'Santo Rosario', a la vez que aprovecho la ocasión para darle las acostumbradas noticias de nuestra Obra [...]" 39.
San Josemaría mandó también ejemplares al Obispo de Cuenca. No se conserva la carta de Escrivá, pero sí la respuesta de Mons. Laplana, que dice así (muy a su estilo): "Querido José Mª: Me gustan los comprimidos conteniendo materia y forma para meditar prácticamente cuando se recita el Santo Rosario. La gente de estudio no puede con las consideraciones muy diluidas" 40.
La noticia y el comentario "oficial" constan en el Diario de DYA (ya en su nueva sede de Ferraz 50). Ahora es Sainz de los Terreros el que escribe: "Están bien hechos, sencillos, sin grabados ni nada, sólo el texto y sin las faltas que había en los anteriores, que se rompieron. Nos dijo el Padre que podemos darlos a quien aproveche" 41.
Como se ve, esta nota daría una cierta base para pensar que, en la imprenta de Juan Bravo, corregidas las pruebas de septiembre de 1934, se hicieron dos impresiones (o ediciones): la primera, con los grabados de Vallespín, que salió mal; y otra, que se encargó sin los grabados; y, al recibir la nueva, se destruyó la anterior 42. En todo caso, es ese grupo de 1.000 ejemplares, que se puso en circulación en enero de 1935, la que consideramos en nuestra edición crítica la primera edición (impresa) de Santo Rosario: StRI. Pasemos a describirla.
Así corto en Txv no consta nombre alguno de Autor (es anónimo), StR1 está firmado, igual que Consideraciones espirituales, por "José María", elocuente para los lectores, que sabían quién lo había escrito. Pero jurídicamente es un texto anónimo, como ya le dijo el Autor al Vicario General de Madrid 43. El texto editado en la imprenta de Juan Bravo circulaba entre los jóvenes del entorno de la Academia DYA y no tuvo nunca distribución comercial.
StR1 es un folleto de 16 x 11 cm, también apaisado, de aspecto sencillo y elegante: papel de buena calidad, con 24 páginas numeradas que han aguantado muy bien el paso del tiempo; portada y contraportada en cartulina ligera de color ocre. En la portada se lee, centrado, con versales muy clásicas: SANTO ROSARIO. Debajo, hacia el borde inferior, a la izquierda, pone: "Con licencia eclesiástica"; a la derecha: "Por José María."; y debajo, más hacia el borde inferior, precedido por una fina rayita, los datos de la imprenta: "Imp. Juan Bravo, 3. Madrid". No consta fecha de la edición, aunque ya sabemos que es 1934. La contraportada está en blanco. En la página 1 se repite exactamente la portada, con la misma plancha, pero sin los datos referentes a la imprenta.
El folleto está impreso en letra grande y clara, clásica, que se lee con toda comodidad. Sigue perfectamente el orden del manuscrito. La consideración sobre los quince misterios ocupa las páginas 5 a 21. Por delante va la introducción (pgs 2-4), después, los misterios, a los que siguen la consideración de la letanía lauretana (pg 22) y el coloquio final con el "niño amigo" (pg 23). La última página (pg 24) va en blanco y sin numerar. El impresor se ha esforzado por meter el texto de cada misterio en una sola página del folleto, quizá para facilitar al lector la meditación: no hay que pasar página, toda la consideración del misterio que ofrece "José María" la tiene delante el lector. Lo ha logrado en todos los misterios menos en el 1° gozoso y en el 1º doloroso, que ocupan dos páginas cada uno (lo que sobra de la segunda página queda en blanco). Pero el tributo que ha debido pagar el impresor es patente y poco "ortodoxo": para lograr el objetivo propuesto ha tenido que cambiar en cada página el espacio interlineal, incluso la caja 44.
En contraste con Msa y Txv, en StR1 la secuencia de los quince misterios ya incluye, en el lugar adecuado, los nombres de las tres partes: misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. Los nombres de los misterios son los de Msa. Por lo demás, en StR1, igual que en Msa y Txv, San Josemaría comienza la introducción con su forma habitual entonces –que ya no usará en las sucesivas ediciones– de iniciar sus documentos: "En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y de Santa María".
Dos son las aportaciones principales de StR1 a la historia textual de Santo Rosario: por una parte, introduce en el libro el abundante guionado que conocemos, tan característico del modo de escribir de San Josemaría, sobre todo en Camino, y casi del todo ausente en Msa y Txv 45. Por otra, los breves textos latinos que cita el Autor, ahora se ofrecen también con su traducción castellana, cosa que no se encuentra todavía en Txv.
El impresor de StR1 trabaja sin duda sobre un cuadernillo de Txv, en el que San Josemaría ha corregido erratas y ha hecho estas –y algunas otras modificaciones, de las que se da cuenta en el aparato crítico.

§ 3. LA EDICIÓN DE VALENCIA, 1939 (StR3)

San Josemaría contesta en enero de 1936 a una carta del P. Basterra, un jesuita de Bilbao con el que había entrado en una relación muy cordial, y le dice: "Con mucho gusto, le envío unos folletos; se está concluyendo la edición. Le mandaré más, cuando se vuelvan a imprimir" 46.
Es muy probable que fueran restos de Santo Rosario o de Consideraciones espirituales. La realidad es que ambos textos no se reimprimirían hasta después de la Guerra Civil (1936-39). En la hoja multicopiada titulada "Noticias", que se empezó en Ferraz y se continuó enviando a los estudiantes desde Burgos, se lee en el envío de diciembre de 1938: "Si conserva alguno de vosotros el folleto sobre el Santo Rosario, que se os daba en Madrid, conviene que lo envíe a Burgos, porque no tenemos aquí ningún ejemplar" 47.

1. Edición simultánea de Camino y Santo Rosario

Se ve que San Josemaría –que en esas fechas ya tenía preparado Consideraciones para la edición–, quería reeditar también Santo Rosario. Y llevó adelante el proyecto, pero hubo de esperar a que acabara la Guerra Civil. En junio de 1939 el Autor se llevaba a la Ciudad del Turia su proyecto para ambas ediciones y, desde Burjasot (Valencia), escribía a sus hijos que habían quedado en Madrid: "E1 libro está en la imprenta, con el folleto. Creo que la impresión será muy buena" 48.
Todos sabían muy bien de qué iba. El libro es Camino, sobre el que se concentraba la atención de San Josemaría y de todos, ahora en sus aspectos tipográficos y de diseño 49. El folleto, Santo Rosario, iba siempre "de segundo" en los planes editoriales.
Vivían los de la Obra de Madrid, desde que había terminado la guerra, en el Rectorado del Patronato de Santa Isabel, que habían podido recuperar, pues la Residencia de Ferraz estaba destrozada. San Josemaría comenzó una actividad pastoral –predicación de retiros y ejercicios– agotadora. Ahora tenía que viajar a Valencia, donde el día 6 de junio comenzaba a predicar Ejercicios Espirituales en el Colegio Mayor de Burjasot. El texto de Camino y la que sería famosa portada "de los nueves" estaban ya preparados y el Autor se los llevaba a imprimir en Valencia. San Josemaría quería llevarse también la portada de Santo Rosario. Escribe Isidoro Zorzano, el día 2 de junio: "Fisac está confeccionando la portada del Santo Rosario, pero dice que hoy no está en vena" 50.
El día 2 Miguel Fisac "no estaba en vena", pero terminó finalmente la portada, que es, sin duda, la que figura en el folleto de 1939. Sin embargo, ahora lo que nos importa subrayar es el contraste entre la complejidad de ensayos y pruebas que se hicieron para la edición de Camino en Valencia –que conocemos al detalle– y la ausencia casi total de información acerca de los planes de composición e impresión del texto de Santo Rosario.
Todo parece indicar que, al plantearse editar también en Valencia Santo Rosario, San Josemaría seguía pensando en un sencillo folleto, como el de la imprenta de Juan Bravo, pero al que se quería dar una adecuada dignidad en la edición, análoga –en el nivel de un folleto– a la que se buscaba para Camino. Con este fin, como hemos visto, encargó a Miguel Fisac, que había diseñado la portada de Camino, que dibujara también una sencilla portada para Santo Rosario.
Las citadas palabras de San Josemaría desde Burjasot –que el libro y el folleto estaban en la imprenta y que "la impresión será muy buena"– son la primera y última noticia que tenemos del proceso de Santo Rosario en la imprenta de Valencia. El día 17 regresa el Autor a Madrid 51. La siguiente noticia, de l° de julio, es sorprendente. Se trata de una nota escrita por Francisco Botella, que resume su llamada telefónica a Valencia, para transmitir instrucciones de San Josemaría acerca de Camino. El interlocutor en Valencia es Alfredo Sánchez Bella, que gestionaba la edición de ambos textos. Botella escribe al final de la nota: "Los folletos de Santo Rosario están ultimados. Los tiene Alfredo" 52. Es decir, la impresión de Santo Rosario fue inmediata: el 17 de junio había vuelto San Josemaría a Madrid y diez días después estaba impreso Santo Rosario... La edición fue de 4.000 ejemplares: la factura tiene fecha de 2 de julio 53. No hay noticias de cómo se decidió el tipo de papel, de cómo se hizo la corrección de pruebas, de nada.
Ricardo Fernández Vallespín, que estaba destinado en Alicante, regresó a Madrid el día 4 de julio, pasando antes por Valencia. Traía consigo un ejemplar de la flamante edición, que en Madrid produjo una cierta perplejidad y disgusto. Por la tarde del mismo día 4 se habló por teléfono con San Josemaría, que estaba en Vitoria predicando y al que –se lee en el Diario 54- "se le ha puesto al corriente de todas las novedades habidas". A1 día siguiente, nueva llamada de Vallespín a Valencia para comunicarles las impresiones a la vista del folleto y el temor de que pudiera ocurrir algo semejante con Camino. La versión que da Zorzano en el Diario de la casa es muy somera: "Llamamos a Valencia para indicarles que tengan cuidado con la imprenta pues el ejemplar que han traído del Santo Rosario no ha agradado ni por la presentación ni por la clase de papel, además han dejado pasar bastantes cosas en la corrección de las pruebas" 55
José Manuel Casas Torres, que estaba al frente del pequeño grupo de la Obra en la ciudad del Turia, nos ha dado recientemente más detalles del contenido de esa conversación telefónica 56. Desde Madrid había llamado Fernández Vallespín y les explicó que "no podían maltratar un texto del Fundador de la Obra y que una cosa mal hecha no era buena presentación del espíritu del Opus Dei, que es santificarse acabando las cosas bien en lo humano y en lo sobrenatural". Vallespín les comunicó que por el momento los ejemplares impresos de Santo Rosario se guardaran. Se decidiría lo que había que hacer con ellos cuando Camino estuviera ya editado. La realidad es que la edición quedó efectivamente bloqueada y no se habló más de esos ejemplares hasta que Camino estuvo en la calle.
Unos días después Miguel Fisac, muy a su estilo, trata de proteger la edición de Camino de los desafueros cometidos por los impresores en la de Santo Rosario, y escribe a Sánchez Bella en estos términos: "En la edición del Rosario han puesto una viñeta de pie de imprenta francamente desagradable, diles que la supriman y pongan en letra corriente lo que quieran poner" 57.
Se refiere al exlibris de Gráficas Turia, que está en la página 16, última del folleto y que es ciertamente antiestético. Pero en la edición desdecía, sobre todo, la ínfima calidad del papel, el pequeño tamaño de los tipos de imprenta y la intensa concentración del interlineado del texto, que dificultaba la lectura (en contraste con la hermosa y espaciosa letra de la edición de Juan Bravo). Había también algún error de composición desafortunado 58.
Detrás de toda la operación debió haber, sin duda, un malentendido, por el cual Alfredo Sánchez Bella dio orden de imprimir el folleto, sin que apenas nadie más estuviera en autos del tipo de papel, del diseño de composición, de la corrección de pruebas, etc. Fue tal el "hecho consumado", que en la portadilla interior figura el preceptivo "Con licencia eclesiástica", sin que en esas fechas se hubiera obtenido. No consta ni en el Arzobispado de Valencia ni entre los papeles de San Josemaría (AGP). Ciertamente, Don Antonio Rodilla, Vicario General, que era quien tenía que dar la licencia, era íntimo amigo de Escrivá y estaba al cabo de la calle de los proyectos del Fundador del Opus Dei; pero la realidad es que esos 4.000 ejemplares de junio de 1939 fueron impresos, por esa imprevisión de Alfredo, "sin los papeles en regla".

2. Características de StR3

Pero vengamos ya a la descripción de los ejemplares. Reproducen el texto de StR1 (con pocas variantes; vid aparato crítico). La portada diseñada por Fisac es sencilla y sobria, con un dibujo muy peculiar de las palabras "Santo Rosario": las letras –centradas, en negro– van todas en "caja baja", pero sumamente "alta", con las letras alargadas y estilizadas. Junto al borde inferior, el nombre del Autor, dibujado en elegante "caja alta", pero poniendo los acentos, cosa pedida siempre por San Josemaría al dibujante: "¡que yo no soy un "escriba"!", solía decirles, para recordarles la "v" y el acento en la "a".
El folleto ya no es apaisado, como los precedentes: tiene 12'5 cm de base y 15'3 de altura. Portada y contraportada son de una leve cartulina satinada de color blanco apagado, que contrasta duramente con el gris pardo de las hojas de texto. El dorso de la portada está en blanco, lo mismo que la contraportada, cuyo dorso interior, en cambio, tiene en letras grandes y vistosas un anuncio, centrado, de otras obras del Autor, que dice:

Del mismo autor:
Camino. (Prólogo del Excmo. Sr. Obispo de Vitoria.)
Devociones litúrgicas. (Prólogo del Excmo. Sr. Obispo de Tortosa.) En prensa 59.

Abrazadas por la doble hoja de portada-contraportada y sujetas con una grapa, están las 16 páginas de texto: 8 hojas. La página 1 es la portada interior, que dice: "SANTO ROSARIO / JOSE MARIA ESCRIVA [sin acentos] / Con licencia eclesiástica". La página 2, en blanco. En las páginas 3-4, la introducción, que ahora se titula "Santo Rosario". Páginas 4-7, Misterios gozosos; páginas 8-10, Misterios dolorosos; páginas 11-13, Misterios gloriosos; página 13, Letanía lauretana; y página 14, "Niño amigo" (epílogo). La página 15, en blanco y en página 16 el exlibris que enojaba a Fisac, en el que se lee: "Gráficas / Turia / Pintor S. Abril 12. Tl10077 / Valencia". No consta en ninguna parte el año de la edición.
Hay base para pensar que, en este contexto, el Autor de Camino y los que le ayudaban más de cerca se plantearon qué hacer con los ejemplares de Santo Rosario retenidos: si desecharlos e imprimir de nuevo o proceder a su distribución. El dato documental que lleva a suponer este dilema es que, coincidiendo con la salida y distribución de Camino, se pidió formalmente la censura eclesiástica de Santo Rosario, que fue firmada por D. Antonio Rodilla con fecha 2 de octubre de 1939 60. En buena lógica, esa licencia y su imprimatur de octubre no podrían ser para un texto impreso ¡tres meses antes!, sino para otra edición.... Pero la censura de octubre podría también explicarse porque se quisiera que aquel implícito imprimatur de junio, en conversación del Autor con el Vicario General, constara formalmente in scriptis. Por eso, puede pensarse que San Josemaría consideraba a los ejemplares de junio la segunda edición de Santo Rosario, que no se distribuyó (la primera sería la que tenemos de Juan Bravo), y que esos ejemplares, distribuidos a partir de octubre y con su censura eclesiástica perfectamente en regla, son la tercera edición 61. Así la llamamos nosotros en el aparato crítico: StR3.
Lo que hace verosímil ese tránsito de la segunda a la tercera edición es el hecho de tener bloqueados los ejemplares de junio, de manera que, durante todo aquel verano, no aparece nunca, en la correspondencia entre los de la Obra que he podido consultar, la edición de Santo Rosario. El que sería gran historiador de la Iglesia visigótica, Prof. José Orlandis, que se incorporó al Opus Dei el mes de septiembre en Valencia, decía que él no oyó hablar durante ese año 1939 de Santo Rosario 62; que él, en Mallorca, donde estaba destinado en servicio militar, hizo gestiones para colocar en las librerías ejemplares de Camino, pero que no recuerda que le pidieran gestión alguna sobre Santo Rosario.
En efecto, es a principios de 1940 cuando empezamos a tener datos y noticias sobre la circulación de StR3. La primera es del propio San Josemaría, que en una carta testifica precisamente su preocupación de que Orlandis, que seguía en Mallorca, conociera Santo Rosario. Escribía a los de Valencia: "No me dejéis solo a Pepe Orlandis. Escribidle con frecuencia. ¿Le habéis enviado el folleto del rosario?" 63.
La tercera edición empezó, efectivamente, a utilizarse y distribuirse de manera discreta, entrado ya el curso 1939-40. Los ejemplares ya estaban en Madrid. El ingeniero de Caminos, Fernando Valenciano, que frecuentaba la recién inaugurada Residencia de Jenner (continuación después de la guerra de la de Ferraz), explicaba que en diciembre de 1939 se distribuía a través de las relaciones personales de la gente de la Obra: concretamente, a él le vendió un ejemplar Francisco Botella 64. Por su parte, el Prof. Francisco Ponz, que sería después Rector durante muchos años de la Universidad de Navarra y que, en 1940, se había incorporado también a la Residencia, recuerda que en el oratorio había un par de ejemplares del folleto de Santo Rosario para hacer oración 65. Las páginas del Diario de Jenner, de esos primeros meses de 1940, testifican numerosas gestiones de los residentes para colocar Camino en las librerías 66. Es de suponer que, a la vez, habría intentos de que aceptaran también el folleto 67. Esto lo digo porque sabemos que San Josemaría escribía cartas y hacía gestiones entre sus amigos para difundir y vender el folleto de Valencia 68.
Es interesante, en este contexto, la respuesta de D. Luis Latre, un sacerdote de Zaragoza, buen amigo suyo: "Tu 'Camino', espero se abrirá 'id' enseguida. Por esto te ruego envíes 25 ejemplares a la 'Juventud Femenina de A. C.', Zurita 13-2° dcha, contra reembolso, descontando el 25% que tu generosidad nos regala. Y confío que pronto te pedirán más ejemplares. En cambio, el 'Santo Rosario' no conviene en el almacén, pues nadie lo compraría por ,50. Dado el mal papel y lo feamente que está editado 69, resulta carísimo; por ,20, aún nos atreveríamos a colocarlo. Y es una grandísima pena, porque la Virgen Santísima te inspiró al escribirlo" 70.
En todo caso, lo que significan estas cartas y los intentos de difusión a través de las librerías es que, con StR3, el folleto ha entrado por primera vez en el ámbito comercial. No olvidemos que StR1 no se vendía.

§ 4. LA "EDICIÓN NORMATIVA", MADRID 1945 (StR4)

Esta situación de dificultad para distribuir el folleto se prolongó durante tiempo, años. Pero el texto de Santo Rosario conmovía al que llegaba a leerlo. Sin duda, eran certeras las palabras de Latre, que acabamos de citar: "Es una grandísima pena, porque la Virgen Santísima te inspiró al escribirlo". Por eso, muchos insistían a San Josemaría para que se hiciera una edición de Santo Rosario que fuera digna. Pero tendrían que pasar unos años.

1. La Editorial Minerva

Estamos ya en julio de 1944 y en Madrid hacía un calor insoportable. Se acababan de ordenar los tres primeros sacerdotes de la Obra. San Josemaría, que vivía a la sazón en lo que era sede central del Opus Dei (Diego de León 14, llamada en el lenguaje cotidiano "Lagasca", pues hace esquina a esta calle), trabajaba intensamente en la corrección de pruebas de La Abadesa de Las Huelgas 71 y aludía con alguna frecuencia a esa tarea en las tertulias. En ese ambiente anunció que se proyectaba una nueva edición de Santo Rosario. Lo leemos en el Diario de Lagasca, que pasa a ser una fuente principal para nuestro tema: "Sigue acaparando la nueva obra [la Abadesa] la atención del Padre, pero ya está haciendo las gestiones para la publicación de 'Santo Rosario'. Hace años se editó en rústica y de cualquier manera. El proyecto actual es que sea una edición no lujosa, pero sí de gusto" 72.
El contexto de este proyecto tiene como pieza principal una editora –la Editorial Minerva– que, bajo el impulso personal de San Josemaría, había puesto en marcha un grupo de mujeres, relacionadas con el apostolado del Opus Dei, y daba sus primeros pasos 73. Se hace, pues, necesario detenernos ahora y tratar de conocer esa Editorial, que es el hogar de la que podríamos llamar edición "emblemática" de Santo Rosario. Pero no es mero contexto; la investigación sobre Minerva va a aportarnos información decisiva para fijar la historia del texto de Santo Rosario.
Las pocas jóvenes que trataban de sacar adelante la Editorial no es que fueran especialmente expertas en este campo; entre ellas, la más conocedora del mundo editorial era, sin duda, María Jiménez Salas, que trabajaba en el Consejo de Investigaciones Científicas y ha escrito un relato de sumo interés para nuestro asunto 74.También las otras dos 75 nos han dejado información decisiva para nuestra historia.
La incipiente Editorial tenía su sede en la calle Jorge Manrique 19, o más exactamente en los cajones de una mesa de despacho de este pequeño Centro de Mujeres del Opus Dei 76. Eso era la Editorial. María Jiménez había propuesto como primer libro una selección de textos del célebre Tercer Abecedario de Francisco de Osuna, que tuvo una influencia tan decisiva en la vida espiritual de Santa Teresa de Jesús, como se explica muy bien en el prólogo (sin firma, pero escrito por María Jiménez Salas 77). De hecho, el libro, al que pusieron como título Victoria del Amor, es la transcripción con ortografía moderna del Cap. XVI del Tercer Abecedario, y así se estrenaba la Colección "Neblí, clásicos de espiritualidad" 78. Durante el verano de 1944 el libro estaba en corrección de pruebas y en octubre circulaban ya los ejemplares 79.
San Josemaría, que publicará este año, en la Editorial Luz, La Abadesa de Las Huelgas y la 2ª edición de Camino, decidió apoyar con sus propios libros a la nueva Editorial, que estaba pensada, sobre todo, como editora de libros de espiritualidad. A Minerva le confiará la deseada edición de Santo Rosario y después la tercera edición de Camino 80.
Pero San Josemaría, para el diseño de los libros contaba no sólo con el equipo de la nueva Editorial –sobre todo, con María Jiménez Salas y con Guadalupe Ortiz de Landázuri–, sino con el buen gusto y la eficacia de Pedro Casciaro, que en el curso 1943-44 era Director de Moncloa, la Residencia de estudiantes que sustituyó a la de Jenner 81. Casciaro habló a San Josemaría de Luis Borobio, un residente de Moncloa que a la sazón apenas llegaba a los veinte años y preparaba el ingreso en Arquitectura. Todos estos nombres serán habituales en la breve historia de la Editorial Minerva.
San Josemaría ya había comprobado la calidad del dibujo de Borobio. A través de Pedro Casciaro le había hecho un encargo que mostró complacido en la tertulia de Lagasca: "Nos ha enseñado [San Josemaría] el dibujo del sello de la Abadía de Las Huelgas, que ha hecho uno de la Moncloa, Luis Borobio, para la tapa del libro de la 'Abadesa de Las Huelgas'" 82. El dibujo de la Abadesa y otros encargos para la Editorial terminaron llevando al Autor a pedirle a Borobio que se encargara de preparar las ilustraciones de Santo Rosario.
En realidad Borobio pasó a ser el "dibujante" de Minerva, a la que urgía disponer del exlibris, marca o emblema de la Editorial, y "del chaleco del libro que hay en la imprenta", Victoria del Amor 83. El verano estaba encima y durante los primeros días de vacaciones Luis, que veraneaba con sus padres en Panticosa, se ocupó de ambas tareas, que estaban terminadas a primeros de julio.
María Jiménez Salas le había dado el lema o divisa que debía figurar en el emblema: In angello cum libello, "en un rinconcito con un librito" sería su traducción literal 84; ya en Panticosa y para que se inspirara, le hicieron llegar –sacado de la Biblioteca Nacional por el Prof. Federico Suárez– el libro de Vindel, entonces recién editado pero que hoy es un clásico, que recoge cientos y cientos de exlibris desde el siglo XV 85. Así andaba Luis, mirando y mirando emblemas, hasta que se detuvo en la marca de un impresor de Zaragoza 86, y a partir de ella dibujó una graciosa figura de Minerva, diosa de la sabiduría y de las artes (no sólo de la guerra), con casco y lanza, a la que orló con el lema de la Editorial. Envió el dibujo a Casciaro 87, que le contesta el día 30 de junio: "Aún no me han dicho [el Autor y Ed. Minerva] qué juicio ha merecido el 'In angello...'. Te imagino 'In angello Panticossae cum libello Physicae'..." 88.
En realidad Borobio estaba dedicado al "chaleco" del libello 89. Ese juicio le llegó en carta autógrafa, llena de afecto, de San Josemaría 90, que solía llamar, a esta marca editorial, la "minervita" 91.

2. Minerva, Borobio y el proyecto de una "gran edición"

Pero Borobio se había ido a Panticosa con un tercer encargo, que es el que a nosotros interesa: ir pensando y preparando las ilustraciones de Santo Rosario, el primer libro de San Josemaría que publicaría Minerva.
"Antes del verano [de 1944] –escribe Luis a propósito del tema– Pedro Casciaro me comentó la pobreza de la primera edición de 'Santo Rosario', haciéndome ver que merecía una presentación mucho mejor" 92. Pedro Casciaro era en ese curso 1943- 44 Director de la Residencia de la Moncloa y Luis Borobio, un residente que preparaba el ingreso en Arquitectura. Casciaro, hablando con San Josemaría de la necesaria nueva edición, había recogido la idea originaria –texto con ilustraciones–, y pensaba en un diseño que tuviera belleza tipográfica: más páginas, buen papel, letra grande, dibujos y buen juego de espacios; es decir, quería darle al folleto el formato de un libro, de un pequeño libro, que ayudara, también estéticamente, a hacer "oración buena". Son las ideas que comenta con Luis Borobio y también con las personas del Opus Dei que trabajaban en la Editorial que sacaría el libro. Luis, durante aquel verano en Panticosa y Zaragoza, pensará y ensayará bocetos, dibujos de algunos misterios, como se deduce de la correspondencia.
A primeros de julio, San Josemaría comunica al equipo de Minerva el planteamiento de la nueva edición de Santo Rosario 93, y lo comenta después, como ya hemos visto, a los residentes de Lagasca 94. A la Editorial le toca, como primera tarea, pensar el diseño del libro sabiendo que contarán con los dibujos de Borobio. Se ponen inmediatamente en marcha, para fundamentar bien su edición: "Fueron después [Guadalupe Ortiz de Landázuri y Teresa] a la Biblioteca Real para tener idea de alguno de los muchos libros preciosos (me refiero a la presentación) que allí hay, ya que queremos reimprimir el Rosario que compuso el Padre, que tiene una edición fatal. Pasaron una mañana agradabilísima viendo todas aquellas maravillas" 95.
La "fundamentación" artística deja paso a los proyectos prácticos. Ellas ya saben que el autor del exlibris está ahora ocupado con los dibujos del Santo Rosario, y tienen base para proceder a la maquetación del libro, por supuesto a partir del texto del folleto de Valencia (StR3). Realizan un intenso trabajo ese mes de julio:
"Pronto vino por la tarde María Jiménez Salas y empezamos a hacer la maqueta del libro 'Santo Rosario' del Padre, que editaremos enseguida. Va a quedar estupendo" 96.
"Por la tarde vino Lolita Ríos y estuvo con Guadalupe haciendo otra maqueta del 'Santo Rosario'. Le gustó mucho ese trabajo" 97.
"Guadalupe fue con María Jiménez Salas a llevar las pruebas [de Victoria del Amor] a Blass y a pedirle presupuestos para el Santo Rosario. Les dijo llevasen la maqueta y a base de ésta podrá concretar" 98.
"María Jiménez Salas se marcha esta tarde a la sierra. Por la mañana fue con Guadalupe a la imprenta a llevar la maqueta del Santo Rosario para que nos hagan el presupuesto" 99.
Lamentablemente en estas notas no hay indicación alguna sobre el tipo de maqueta que habían preparado. Hemos de deducirlo a posteriori. En todo caso, contrasta con esta celeridad la simultánea dificultad del artista: "Todavía no he dibujado nada en serio del Santo Rosario. No he hecho más que bocetos" 100.
En esta fase del proyecto, como ha sido apuntado, San Josemaría no había pensado todavía en una ampliación del texto de Santo Rosario. Ahora se trabaja –Casciaro, Minerva, Borobio– sobre la base del texto de StR3, con las erratas corregidas 101. Digo esto porque la referencia que Casciaro le da a Borobio para su tarea es sencillamente "el folleto": "Estoy esperando que me digas si estás haciendo algo de las escenas del Santo Rosario. ¿Te llevaste el folleto del Padre?" 102.
La respuesta de Luis es sorprendente, sobre todo porque declara no conocer el texto de Santo Rosario: "El folleto del Padre de Santo Rosario [StR3], ni lo tengo, ni lo conozco. Los dibujos de las escenas pueden quedar muy bien. No he hecho nada pero he pensado algo" 103.
Se le manda inmediatamente el folleto 104 y Borobio, presionado por Casciaro –con delicadeza y constancia– durante todo aquel verano, empieza a enviar ideas, bocetos y dibujos que Pedro va pasando al Autor. A San Josemaría le gustan 105 y los pasa a su vez al equipo de Minerva 106, que va perfeccionando su diseño de maquetación.
Con todo –escribe Luis Borobio en su relato–, "me parece que no empezamos a trabajar seriamente en ello hasta después del verano de 1944", es decir, en el primer trimestre del curso 1944-45 107. Ya se entiende que se refiere a su campo, a 1os dibujos, pues el verano de 1944 es intensísimo para el equipo de Minerva en cuestiones de maquetación, presupuestos en las distintas imprentas y búsqueda del tipo de papel que se desea: Casciaro había sugerido a San Josemaría que fuera "ahuesado" 108. Finalmente, será la tipografía Blass, con la que ya habían hecho Victoria del Amor, la que se encargue de la impresión de Santo Rosario. Pero Blass fue muy tajante: no menos de tres meses para imprimir 109. La realidad es que la maqueta de Santo Rosario estaba todavía en elaboración.
En febrero de 1945 San Josemaría había hecho un viaje a Portugal y, estando en Fátima, escribió un prólogo para incluir en Santo Rosario, del que hablaremos detenidamente, y que entregó al personal de Minerva al regresar a Madrid (14 de ese mes). San Josemaría tuvo una importante entrevista con el equipo unos días después. Es Encarnita Ortega la que escribe: "Llegó María Jiménez Salas y al poquito el Padre, que estuvo en casa toda la tarde. Ultimamos detalles del Santo Rosario" 110 "Han llegado los últimos dibujos del Santo Rosario, el fotograbador se ha portado muy bien y nos los está haciendo enseguida. El Padre quiere que salga muy pronto" 111.
Reelaboraron la maqueta para encajar el Prólogo de Fátima, y el libro quedó en condiciones para la imprenta. Es en este contexto de "urgencia" de finales de febrero donde hay que situar esta peripecia que describe María Jiménez: "El segundo libro impreso [de la Editorial Minerva] fue Santo Rosario, del Padre. En este encargo intervino ya Guadalupe Ortiz de Landázuri. Se encargó de imprimirlo la tipografía Blass y el Padre tenía mucho interés en que se terminara el día de San José del año 1945.[...]. Hacía las viñetas L. Borobio, que tardó más tiempo del que habíamos nosotras previsto 112: quedaba muy poco tiempo para que en la imprenta hicieran el trabajo. Yo acompañé a Guadalupe y, avergonzada, le dije que no se atrevería a proponerles a los impresores semejante desatino porque nos tomarían por locas. Pero Guadalupe contestó, sin inmutarse: Si me lo ha dicho el Padre, claro que propondré esta fecha a la Imprenta. Le dije: ¿Y si el Padre te dice que te tires por la ventana?... Es que no me lo dirá" 113.
Le quedaba, en efecto, a Minerva una buena lidia tipográfica, pues la cuarta edición de Santo Rosario no era precisamente un libro cómodo para el fotograbador y el impresor, que no siempre acertaban... y, además, con el libro ya en imprenta, el Autor y la Editorial seguían aportando cosas nuevas.

3. La relectura del texto por el Autor

Si en la imprenta no tuvieron el libro para el día de San José, entregaron al menos las primeras pruebas. Así lo cuenta Guadalupe Ortiz de Landázuri. "Esta tarde fui a la imprenta Blass a recoger las primeras pruebas de Santo Rosario y las llevé a casa de María Jiménez Salas, donde las corregimos. [...] Gracias a Dios todo ha salido bien pero tengo un poco de miedo a que el tipo de letra del Santo Rosario no le guste al Padre" 114. Al parecer, le debió gustar, pues en la anotación del día siguiente, 17 de marzo, nos cuenta, sin aludir para nada a este temor, cómo volvieron a hacer la corrección de pruebas conjuntamente con el Autor, que leía en voz alta el texto y ellas verificaban las correcciones. Queda constancia escrita de la emoción que produjo a la joven oír Santo Rosario leído de viva voz por San Josemaría 115.
Y sin embargo, todo parece indicar que fue en esa tarde del sábado 17 de marzo, durante la lectura de esas primeras pruebas de imprenta, cuando San Josemaría tomó una decisión sin precedentes en la historia redaccional de Santo Rosario: ampliar el comentario a los misterios 116. Es posible que la idea ya hubiera surgido en Lagasca, hablando con Pedro Casciaro, "asesor" de la operación diseño. Pero fue en esa sesión –que conmovió tanto a Guadalupe Ortiz de Landázuri– donde, con las pruebas en la mano, el Autor vio muy claro el problema que ofrecía la maquetación del libro.
La causa era la diferente extensión literaria que tenían los comentarios de los misterios en el texto original de Santa Isabel, que provocaba un defectuoso encaje de rótulos, dibujos, viñetas y texto. San Josemaría se percata de que si se da la misma extensión de texto –poco más o menos– a cada misterio, el ritmo de maquetación que intentan en Minerva puede salir perfecto, sin introducir innecesarias páginas en blanco; en definitiva, las mismas páginas para cada misterio.
Tal vez el Fundador del Opus Dei les dijera, ya en esa sesión, que pensaba añadir nuevo texto a los misterios y que habría que llevarlo a la imprenta, aunque en el Diario de Jorge Manrique no se habla para nada del tema 117. Algo, con todo, debió apuntar el Autor, porque las pruebas corregidas no las devuelven a Blass, sino que las retienen una semana. En efecto, el Diario no reflejará sorpresa alguna, cuando una semana después el Autor envíe a Minerva el "texto ampliado" de Santo Rosario. La primera noticia que tenemos del asunto es que ya está escrito: el domingo 25 de marzo el nuevo texto se hallaba en poder de María Jiménez. Así lo cuenta Guadalupe Ortiz de Landázuri: "Por la noche me llamó María J. Salas diciendo tenía el original de Santo Rosario aumentado por el Padre y quedamos en reunirnos mañana a las 10 1/2 en su casa para arreglarlo y llevar las pruebas a la imprenta" 118.
Aquí es donde la información de Minerva conecta con los papeles de Santo Rosario que están en el AGP, y que estudiaremos detenidamente en la próxima sección. Allí encontramos los textos –autógrafos y mecanografiados– que dan lugar a ese flamante "original ampliado", que María Jiménez tiene en sus manos, y que en la terminología de la edición crítica llamamos Txm3: Texto mecanografiado 3. Todo ese material se elaboró dentro de la semana del 18 al 25 de marzo de 1945. El día 27 salía San Josemaría para un viaje a Andalucía.
¿Cómo procedió el Autor en esos días? Tenemos la fortuna de disponer de un texto autógrafo, una octavilla, en la que apuntó –deducimos– su plan de trabajo para la ampliación de los misterios gozosos y dolorosos. Allí se lee:

"Dignare me laudare te, Virgo sacrata
laus Deo Virginique Matri
Añadir
Visitación. 5 líneas del antiguo
Nacimiento. 8 líneas
Purific. -----
Flagelación
Coronación
Cruz a cuestas
Muerte" 119.

San Josemaría había comprobado que los misterios primero y quinto gozosos y el primero doloroso tenían, ya en el "tirón" de Santa Isabel (y por tanto en el folleto y en las primeras pruebas de Minerva que había examinado), la extensión requerida para el diseño de maqueta proyectado: por eso, no figuran en la octavilla y no hizo añadido alguno en esos misterios. Esa proporción de texto le sirvió de guía para los añadidos a los otros misterios de comentario más breve, cuya extensión fue señalando: 5 líneas del antiguo folleto, 8 líneas, etc. Si se consulta la 4ª edición (o cualquiera de las posteriores que siguen su diseño), se verá cómo, gracias al texto ampliado, todos los misterios tienen el ritmo de tres páginas de texto que estaba desde el principio en el 1° gozoso: media página de texto en la primera página (impar); la segunda (par), página a texto completo; la tercera (impar), media página de texto, incluso más (siempre dentro de la misma página: en el 2° doloroso el texto llena por completo esa tercera página).
La operación que realizó San Josemaría significó el aumento de un 35% del comentario a los misterios y a las letanías 120. El lector podrá identificar los añadidos, punto por punto, en la información del aparato crítico.

4. El sentido de las ampliaciones del texto

Pero no debemos avanzar sin hacernos esta pregunta: la decisión de aumentar el texto ¿era debida solamente a una cuestión de extensión y maquetación? El estudio detenido de la historia del texto, que se refleja en la crítica textual (vid apcrít) y que iremos glosando en la Introducción a cada misterio, nos ha llevado a pensar que el
Autor, al secundar los planes de una edición, diríamos, "de peso" y con mucha difusión, se dio cuenta de que el texto de Santa Isabel era, podríamos decir, profundamente "intracristiano"; lo había escrito pensando en el pequeño grupo de universitarios, católicos practicantes, que rezaban con frecuencia el Rosario y que conocían perfectamente el contenido evangélico y tradicional de los misterios. Por eso, en la redacción de 1931 –que refleja su modo de orar y contemplar, y en el que iba tratando de introducir a "nuestros amigos", como le dice al P. Sánchez Ruiz–, no describe de ordinario las escenas contempladas, sino que pasa directamente a contemplarlas. El Autor, y los lectores en los que piensa cuando escribe en Santa Isabel, tienen en la cabeza los datos bíblicos de esas escenas.
Por eso, la decisión de "aumentar" el texto –y, al menos, el modo concreto de aumentarlo– no responde sólo a problemas de la maqueta, sino a algo que el Autor, quince años después del "tirón" de Santa Isabel, ve ahora muy claro: serán muchos los lectores que no conocen, o no tienen vivas en sus mentes, las escenas que les propone contemplar. De ahí que el modo ordinario de "aumento" de texto, en la relectura de 1945, sea hacer preceder el texto de Santa Isabel, en cada misterio, con una sintética lectio del pasaje bíblico (o litúrgico) correspondiente. Lo iremos viendo en cada caso concreto.
Volvamos ahora al día 25 de marzo y al "original aumentado" que tenían las encargadas de Minerva, al manojo de cuartillas que hemos llamado Txm3, cuyo contenido es el texto completo de los quince misterios y letanías de Santo Rosario que editará Minerva. María Jiménez y Guadalupe Ortiz de Landázuri tenían dos posibilidades: enviar Txm3 a la imprenta, pidiendo todo tipo de excusas, para que compusieran el texto ex novo; o transcribir en las primeras pruebas los añadidos. Se decidieron por esto último, y abordaron con arte y maña lo que les parecía un rompecabezas: injertar las numerosas novedades textuales en el seno de las primeras pruebas quedando todo "presentable" en la tipografía. Merece la pena transcribir la narración del Diario: "Estuvimos añadiendo a las primeras pruebas de la imprenta (del Santo Rosario) la parte nueva que ha hecho el Padre. Fue muy divertido porque, como lo nuevo va entremedias de lo antiguo, lo que hicimos fue pegar sobre cuartillas todo [el texto de las pruebas y los nuevos textos], recortando los párrafos y parecía un rompecabezas. – Quedó bastante claro y además así en la imprenta podrán aprovechar todo el trabajo que tienen hecho. – Teníamos miedo de que Santa Isabel (que es el 'imprentero', como dice María) nos chillase y dijera que no servía para nada lo que habíamos hecho (por los nuevos añadidos), pero no protestó" 121.
Es interesante subrayar que, en la secuencia de Txm3, el texto original, escrito en el Patronato de Santa Isabel, quedaba intacto: el Autor fue añadiendo nuevas frases o párrafos, sin alterar o modificar los párrafos originales. Por eso las dos jóvenes pudieron trabajar de esa manera: pegando sobre cuartillas, cada uno en su sitio, los párrafos antiguos (recortados de las primeras pruebas) y los nuevos (recortados de Txm3).Ya se comprende que, para la imprenta, el "rompecabezas" implicaba en la práctica componer de nuevo todo el texto (los rótulos y dibujos se meterían después).
El Autor, que estaba en Andalucía, seguía con interés el trabajo y las llamó desde Almería el día 4 de abril. "Me ha preguntado por todas y por las pruebas del Santo Rosario (que por cierto después nos han avisado de la imprenta que ya estaban y las hemos ido a recoger). [...] Qué bonito va a quedar Santo Rosario, a ver si lo hacen deprisita" 122.
En abril estaban ya corregidas las segundas pruebas de texto y dibujos 123 y en mayo ya les dieron la prueba de un pliego completo 124 y finalmente una prueba de conjunto 125 San Josemaría comentó en la tertulia: "quizá salga para la Feria del Libro algún librito iluminado por Luis Borobio" 126. El 21 de junio había ya ejemplares de Santo Rosario 127. El 25 de junio, aniversario de la ordenación de los tres primeros sacerdotes, el Autor lo mostró a los residentes de Lagasca 128.
María Jiménez comenta el evento, en su relato ya citado varias veces: "El libro salió después de la fecha que el Padre había indicado, pero quedó precioso" 129. En página 149, tenía este colofón, impreso en forma de Cruz: "Terminó de imprimirse esta cuarta edición de 'Santo Rosario' en la Imprenta Blass, S. A., de Madrid, durante el mes de mayo, dedicado a Nuestra Señora la Virgen María, del año de gracia de MCMXLV. Dignare me laudare te, Virgo Sacrata".

5. Las capas textuales de StR4

Ya con esta hermosa edición en la mano, lo que a nosotros interesa ahora es situar técnicamente "el texto" en su contexto y evolución.
Como acabamos de saber, gracias a las notas de Minerva, la "relectura" de 1945 trajo consigo un examen del texto que dio lugar al "texto definitivo" de Santo Rosario, y nos ha hecho conocer cómo San Josemaría llevó a cabo ese desarrollo textual. Cuenta Fernando Valenciano que San Josemaría un día les dijo, en la tertulia de la cena, que había ampliado el contenido de Santo Rosario y quería leerles los pasajes nuevos, "para ver qué os parece y me hacéis observaciones..." 130. No serían muchas las aportaciones...
Estudiemos, pues, el texto desde los papeles del Archivo para ver cómo se forja esta definitiva redacción, y para describir desde sus fuentes la edición de Minerva. Lógicamente el punto de partida de San Josemaría fue la edición de Valencia (StR3) 131, desde la que se compuso y se hicieron, como hemos visto con detalle, las primeras pruebas de StR4. Es de suponer que el ejemplar de StR3 que se entregó a Minerva, para llevarlo a la imprenta Blass, era el ejemplar corregido de las numerosas erratas, del que les había hablado San Josemaría 132.
Con el folleto y las pruebas a la vista, San Josemaría procedió a la redacción de los nuevos textos sobre las cuartillas que utilizaba y, a la vez, señalaba en el folleto el lugar de inserción de cada párrafo. Alguien se encargó después de tomar el folleto y las cuartillas autógrafas para pasar todo aquello a máquina, y tener ya el "texto ampliado": el resultado de esa mecanografía es el primer borrador de StR4, que en la terminología de la edición crítica llamamos Txm1 (=Texto mecanografiado 1). Txm1 se entregó al Autor para que pudiera ver, de manera unitaria, el texto final e hiciera eventuales correcciones.
Las hojas autógrafas de San Josemaría no se conservan, pero Txm 1 se encuentra, afortunadamente, en el legajo de AGP dedicado a Santo Rosario. Se trata de un conjunto de 14 hojas (cuartillas de 16'2 x 22'2 cm), mecanografiadas en sentido vertical en el anverso y, si es necesario, también en el reverso, con una máquina muy gastada que sólo tiene interrogación e interjección finales.
Qué contiene Txm1? Contiene el texto de trece misterios del Rosario (faltan el primero gozoso y el primero doloroso): cada misterio escrito en una cuartilla. Contiene además, en su propia cuartilla (hoja 14), el comentario a las letanías. No figuran en Txm 1 ni las palabras introductorias ("No se escriben...") ni el epílogo ("Amigo mío...").
Sobre esas hojas trabaja San Josemaría, que hace de su puño y letra correcciones y adiciones e indicaciones en letra roja. Algunas son "avisos" de carácter general para la segunda mecanografía, como éste que encabeza el bloque de cuartillas: "las palabras latinas, subrayadas" (cursiva en la imprenta). A esta nueva capa textual, que perfecciona a Txm1 sobre sus propias cuartillas, la llamamos Txm 1add (=adiciones a Texto mecanografiado 1) y con esta sigla figuran sus datos en el aparato crítico.
Era de todo punto necesario, antes de llevar el texto a la imprenta, que Txm1 –con el complemento de Txm ladd– fuese pasado a limpio y mecanografiado de nuevo. Se conserva en AGP el resultado de esa mecanografía, que llamamos Txm2. Son 16 cuartillas algo más pequeñas que las anteriores (15,5 x 21,5), escritas en otra máquina, que tiene ya interrogación e interjección dobles. El paso de 14 a 16 cuartillas tiene una sencilla explicación: aquí están ya los quince misterios, cada uno en una cuartilla, con el comentario a las letanías en la hoja 16. Siguen ausentes las dos mismas piezas que en Txm1: introducción y epílogo.
Hay que añadir algo importante para nuestra pequeña historia. El mecanógrafo, al escribir Txm2, hizo original y copia. El original, se supone, fue pasado al Autor para ulterior revisión y definitiva aprobación. Pues bien, el ejemplar de Txm2 que se guarda en AGP no es ese original, sino la copia de papel carbón, impoluta, sin la más pequeña corrección ni anotación: ni del Autor ni de nadie. Es decir, el Txm2 de AGP es la sencilla suma de Txm1 + Txm1add, que ahí queda bloqueada. Ciertamente, para la historia de la redacción, esa copia nos aporta la novedad ya aludida: nos da a conocer, a ese nivel redaccional, el texto de los dos misterios del Rosario ausentes en Txm1, cuya "relectura" no aportó modificaciones.
Pero, como es lógico, la historia del texto avanza no por esa copia, sino por el original de Txm2, que releyó de nuevo y anotó San Josemaría. Llamamos a esas notas Txm2add, es decir, "adiciones al Texto mecanografiado 2". Del original de Txm2 sólo quedan restos en AGP: dos trozos de cuartilla y una hoja complementaria (en realidad, media hoja de una holandesa). Esta ausencia y esta presencia se explican porque el Autor apenas hizo modificaciones sobre Txm2: introdujo variantes de cierto relieve en el primero y quinto misterios dolorosos y esas son precisamente, las cuartillas de las que se conservan trozos: una adición sustancial y extensa en el quinto misterio, escrita a mano en cuartilla aparte, y una anotación bíblica en el primero.
Todo fue pasado a limpio y recompuesto con el nuevo texto de esos dos misterios afectados por Txm2add. Llamamos a este resultado leal, por pura lógica, Txm3:
'tercer texto mecanografiado". Es el "texto ampliado que del Autor recibió María Jiménez Salas el 25 de marzo de 1945. Como bien sabemos, no se conserva: con ese material, troceado, las jóvenes de Minerva hicieron el rompecabezas de que hemos hablado anteriormente.
Una última cuestión, que ya se habrá planteado el lector: ¿Por qué Txm1 y Txm2 no incluyen la introducción y el epílogo? A partir de cuanto hemos expuesto, la razón parece clara: esos dos textos están al margen del problema de maquetación que ofrecían los misterios y las letanías, y no era necesario aumentar su extensión. Quedan intactos, como puede comprobarse en el aparato crítico. Los linotipistas de la Imprenta Blass los compusieron desde el principio a partir del folleto StR3, sobre el que San Josemaría había corregido las erratas.

6. Descripción de StR4: las piezas originarias y el Prólogo de Fátima

Ha llegado ya el momento de describir el ejemplar de la edición de Minerva, que pasará a ser durante mucho tiempo no sólo el texto, sino el diseño normativo de las futuras ediciones de Santo Rosario. La edición se ofrecía encuadernada en piel, tela y rústica. Se hizo una tirada de 5.000 ejemplares 133.
El libro es de 11'5 x 14'8 cm (los ejemplares en piel, algo más grandes; 12 x 16) y tiene 152 páginas, numeradas de la 5 a la 148 (las 4 primeras y las 4 últimas, sin número). Papel consistente, amarillo-claro, "ahuesado", como querían en Minerva. Los ejemplares en rústica tienen las tapas de cartulina blanca, sin texto ni dibujo, con sobrecubiertas de papel también ahuesado, algo más ligero que el de las hojas del libro, con solapas de 5 cm. La sobrecubierta anterior, dibujada por Borobio y con la solapa en blanco, es de gran sencillez. En la parte superior y en dos líneas, con letras dibujadas en negro y en caja alta de 17 mm de altura, se lee: SANTO / ROSARIO, con dos cruces verdes a un lado y otro de SANTO. En la parte de abajo, el nombre del Autor: JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ, dibujado también en caja alta de 7 mm y con los acentos bien patentes. La sobrecubierta posterior, blanca, tiene impreso en el centro el emblema editorial: la "minervita". En la solapa correspondiente se lee: "Obras del mismo Autor", y debajo Consideraciones espirituales (agotado), Camino, 2a edición, Madrid, 1944 y La Abadesa de Las Huelgas, Madrid, 1944. Junto al borde inferior de la solapa: "Precio: doce pesetas". En el lomo de la sobrecubierta se lee, en negro, entre dos cruces verdes, SANTO / ROSARIO, en dibujo fino de 9 mm. Como ya se hizo en la edición príncipe de Camino, la sobrecubierta está también pegada y adherida al lomo del libro.
Los dibujos de todo el libro son, como dijimos, de Luis Borobio, y el diseño de maqueta y encuadernación es del equipo de Minerva, probablemente en diálogo con Pedro Casciaro, de quien es, concretamente, la idea del color verde para las letras capitales y los adornos, como nos dicen tanto Borobio como María Jiménez 134. Quería así Casciaro conectar con el verde de los "nueves" de la portada de Camino y de la numeración de los distintos "puntos" del libro.
Un rasgo estético, característico de la edición de Minerva, es que todas las páginas de texto, incluidos los rótulos (no, pues, las que tienen dibujos y viñetas), alojan su contenido textual en el interior de un recuadro de 9 x 11 cm, trazado con filete fino pero de intenso color verde. Debajo del filete inferior del recuadro, junto al borde exterior, el número de la página.
No hay páginas de respeto. La página 1, que hace de portadilla, reproduce, en el interior del recuadro verde, el título del libro centrado y con las mismas letras de la portada, pero más pequeñas (10 mm) y en color verde, como las cruces. En la parte inferior del recuadro se lee, en versales negras, no dibujadas sino tipográficas: "ILUSTRACIONES DE L. BOROBIO". La página 2 está en blanco.
La página 3 es la portada o "página normativa": el recuadro es mayor: 10 x 13 cm. En la parte superior, el título del libro con el mismo dibujo y proporciones que en la cubierta, pero todo –letras y cruces– en color verde. Debajo, hacia el centro de la página, el nombre del Autor, también igual que en la cubierta, pero en verde. Debajo, una pequeña viñeta –en verde, por supuesto– formada por dos tallos de flores. Y finalmente, en versales tipográficas de color negro, se lee: "EDITORIAL MINERVA / MADRID MXMXLV". Al dorso, la página de créditos, con la censura eclesiástica, en caracteres convencionales de color negro (sin recuadro). Arriba, a la derecha: "NIHIL OBSTAT: / Madrid, 17 Marzo 1945. / DR. JOSÉ M.ª BUENO / Censor". Abajo, ala izquierda: "IMPRIMATUR: / + CASIMIRO, Obispo Auxiliar, / Vicario General". En el borde inferior se lee: "ES PROPIEDAD DEL AUTOR".
La página 5 está ocupada, íntegra, por el primer dibujo de la Santísima Virgen que aparece en Santo Rosario y pretende, diríamos, ilustrar el libro en cuanto tal: la Virgen Reina, sentada con el niño en los brazos y dispuesta a seguir nuestro Rosario. El dorso, en blanco y, después, propiamente, el libro: una combinada secuencia de texto y dibujos, que mete al lector, a través de los misterios del Rosario, en la contemplación del misterio de Jesús.
Describamos, pues, las piezas textuales que componen esta secuencia 135, comenzando por las que podríamos llamar "piezas originarias" de Santo Rosario, es decir, las que se encuentran ya en el autógrafo de Santa Isabel y pasan a Txv y a las tres ediciones precedentes. Son cuatro piezas: las palabras al lector, la consideración de los quince misterios, el comentario a la Letanía lauretana y el epílogo.
a) Las palabras introductorias, de muy escasa evolución textual en la historia del texto, reciben en la edición de Minerva un título que será ya el definitivo, sencillamente: Al Lector. Compuestas ahora en letra cursiva, que pasará también a la tradición editorial, ocupan las páginas 9 a 12, recuadradas con el filete verde al que ya hemos aludido, lo mismo que las demás páginas de texto.
b) El comentario a los quince misterios. Su disposición es la tradicional: las "tres partes" del Rosario, misterios gozosos, dolorosos, gloriosos. La extensión de cada una –fruto de la operación "texto ampliado"– es idéntica, 42 páginas para cada parte: gozosos (pgs 13-54), dolorosos (pgs 55-96) y gloriosos (pgs 97-138). Tampoco varían la estructura y el diseño: primero, una página con el título de la parte de que se trate, con una viñeta en el dorso; a continuación los cinco misterios, con esta secuencia cada uno: título del misterio en página impar con el dorso en blanco; en la siguiente, también con el dorso en blanco, un dibujo de la escena del misterio; tres páginas de texto para cada misterio y una viñeta en la cuarta: en total, ocho páginas para cada misterio. A notar: falta la viñeta final en los misterios gozosos 3° y 5° y en el 5° doloroso.
c) El comentario a las letanías (pgs 139-146) tiene la misma estructura tipográfica que el de los misterios del Rosario: el diseño del título en el anverso de la primera hoja (pg 139) y un dibujo de la Virgen en el anverso de la hoja siguiente (pg 141), los dorsos siempre en blanco; la consideración de las letanías a continuación: páginas 143-145 y la página 146 en blanco, sin viñeta.
d) Finalmente, a modo de epílogo, la cuarta pieza, el epílogo, que carece de título, como en toda la tradición textual; va en cursiva, como las palabras introductorias, y conectando por razón de estilo y contenido con ellas: ocupa la página 147, el reverso en blanco.
Llegados aquí, hay que decir ya que la edición de Minerva estrena una quinta pieza textual, que tiene un carácter de prólogo a la totalidad, escrito casi quince años después. Es la primera pieza en la secuencia tipográfica del libro –ocupa la página 7, la primera de texto (dorso en blanco)– y fue escrita por San Josemaría, como ya sabemos, en Fátima, durante el viaje a Portugal de febrero de 1945. Era ese viaje el primero de los que realizó San Josemaría a la nación hermana y está descrito con detalle por el portugués Hugo de Azevedo 136. El Autor fechó nuestro texto en el Santuario de Fátima, el día 6 de febrero de 1945. El viaje a Fátima –y el texto, de alguna manera–, tiene el trasfondo de los meses últimos de la Seguida Guerra Mundial, como escribe Azevedo: "la aproximación del fin de la guerra mundial, con la victoria inminente de los 'aliados', trae esperanzas y preocupaciones: será posible finalmente pasar por las fronteras, pero también es probable la invasión de España [por las fuerzas aliadas], que había apoyado a Alemania de diversas maneras" 137. San Josemaría, dice Azevedo, recurre a la oración, repitiendo una vez y otra el salmo que hizo rezar a todos en la Obra desde 1940, cuando surgió el peligro de que los nazis invadieran la península ibérica: "Dominus illuminatio mea et salas mea, quem timebo? Si consistant adversum me castra, non timebit cor meum, si exsurgat adversum me proelium in hoc ego sperabo".
En ese clima de gran preocupación por la paz y por la doctrina, el prólogo fechado en Fátima –así llamamos a esta pieza en la edición crítica: el prólogo– presenta la devoción a la Virgen, que se expresa en el Rosario, como el arma poderosa que defendió la fe en Lepanto y que también hoy es el único camino de la paz; y a la vez el Autor pide alabanza y desagravio al Señor. Hugo de Azevedo subraya que ese prólogo lo escribió "con el espíritu de desagravio que la Virgen Santísima había recomendado tanto a los pastorcitos" 138. San Josemaría regresó de su largo viaje el 14 de febrero y el día 15 escribía: "Pedid al Señor la paz de España y del mundo, para que la Santa Iglesia pueda extender el reino de Cristo en las almas. ¡A eso vamos!" 139.
San Josemaría, al llegar a Madrid, llevaba consigo el citado prólogo para añadirlo a Santo Rosario, que entraba inmediatamente en imprenta. Tal vez fue por la rapidez, pero el caso es que hay una evidente diferencia tipográfica entre esta pieza y las cuatro originarias, diseñadas con una gran unidad de estilo. El nuevo prólogo está ciertamente en el interior de un recuadro verde, como las demás páginas de texto, pero con un diseño –letra convencional, pequeña, redonda, negrita, líneas apretadas– que contrasta con los espacios generosos del resto del libro. Da la impresión de que se trató a toda costa que cupiera íntegro en la página 7, y que no hubiera que continuar al dorso. Pero también se puede pensar que el Autor, de esta manera, quiso distinguir y diferenciar los textos del "tirón" de Santa Isabel, del nuevo que se agregaba.
El Prólogo de Fátima estuvo presente en todas las ediciones –en España (hasta la 92 edición) y fuera de España– hasta 1968. Después, como estudiaremos más adelante, adquirió una nueva forma literaria y se integró por completo, en sus formas tipográficas, en el diseño general del libro. Por supuesto, el aparato crítico informa detenidamente al lector de todo este trasiego.

§ 5. EL TEXTO DEFINITIVO DE SANTO ROSARIO: ÚLTIMAS ADICIONES DEL AUTOR

La Editorial Minerva no siguió adelante, entre otras cosas, porque fue impugnado el nombre por otra casa editora que lo tenía desde tiempo atrás. Otra sociedad, que se constituye en 1947 con el nombre de Ediciones Rialp, se hace cargo de la incipiente Colección Neblí, clásicos de espiritualidad, y del fondo de las ediciones de Camino y Santo Rosario, que había publicado Minerva. Antes de que Rialp hiciera su primera edición (la 5ª española, 1953), habían aparecido las tres primeras ediciones de Santo Rosario en otros idiomas: portugués (1948), italiano (1952) e inglés americano (1953). De la edición portuguesa hablaremos detenidamente en el Apéndice I. Tienen ya ahora especial interés para la historia del texto las otras dos ediciones, cuyos datos técnicos, como los de todas las ediciones de Santo Rosario, pueden verse infra Apd 2, 2.

1. La Nota del Autor a la 5ª edición y la reelaboración del Prólogo de Fátima

La primera edición italiana, de Angelo Belardetti, es también la primera que testifica la sexta pieza de la historia redaccional de Santo Rosario. En efecto, Belardetti incluye en su ejemplar una Nota alfa 5ª edizione spagnola que San Josemaría le envió, en italiano, un año antes de que Rialp publicara (1953) la 5ª edición que se preparaba. Compensa transcribir el párrafo de la carta que San Josemaría manda un año después al Director de Rialp: "Envío, Florentino, un ejemplar de la edición italiana del Rosario. Allí va la Nota a la 5ª edición: traducidla y me la enviáis para que yo vea antes esa nota en castellano. Haced la edición con el mismo texto, el mismo formato, y los mismos grabados que la anterior [la 4a]: así van las que se han hecho en Italia y en Estados Unidos" 140.
Por palabras del propio Autor sabemos, pues, que esa Nota a la edición española en realidad fue primero Nota a las ediciones italiana y USA 141. Pero esas palabras nos interesan también porque dan unos criterios de edición que serán normativos en las ediciones de Rialp hasta la 12ª (1971) inclusive –excepto la l0ª, de la que hablaremos–, que en efecto son idénticas a la de Minerva 142, con esta diferencia: tienen al principio (pgs 1-2) la preceptiva hoja de respeto que faltaba en aquélla y agregan otra hoja para la sexta pieza –la Nota del Autor a la 5ª edición española (pg 11, la 12 en blanco): 152 páginas en vez de 148 143.
La excepción de la 10ª edición de Rialp (1969) debe estudiarse por sí misma. Es la edición que rompe con la tradición de Minerva: texto bilingüe –inglés y castellano–, formato grande (19 x 24 cm) y, por primera vez, sin las ilustraciones de Luis Borobio. No hemos podido saber cómo surgió este proyecto de edición bilingüe. No se encuentran papeles en AGP sobre el tema. Pero esta 10ª edición es muy importante para la historia del texto por otro motivo: el Autor reelabora a fondo la quinta pieza –el Prólogo de Fátima–, llegando a una redacción mucho más breve, fechada ahora en Roma, en octubre de 1968 (pgs 10 y 11). No debe considerarse otra "pieza", sino una actualización de la escrita en Fátima, como puede verse detenidamente consultando la crítica textual.
Conocemos bien la historia de esta reelaboración. Ya con ocasión de la primera edición americana (Chicago 1952) José Luis Múzquiz proponía al Autor anotar la palabra "Lepanto", tema desconocido –decía– para los eventuales lectores en USA 144. Años después, la Comisión Regional de España hace llegar al Autor una consulta con vistas a la nueva edición del libro que preparan (la edición bilingüe, pensada para ser distribuida también en países de habla inglesa), preguntando "si no sería conveniente revisar su actual introducción". En concreto, dudan de que "la alusión a la batalla de Lepanto o la cita de las palabras de Pío XII tengan la suficiente actualidad y significación en Estados Unidos o Inglaterra" 145. San Josemaría anota en el papel: "lo veré: dádmelo. 24-VI-68" 146. Le copiaron a máquina a doble espacio el Prólogo de Fátima y él, con su bolígrafo rojo, tachó, modificó, añadió. Se conserva esta valiosa reelaboración autógrafa del Prólogo de Fátima. El día 29 de junio salía el nuevo texto para Madrid, con una nota recordando que había de publicarse también la Nota a la 5ª edición española 147.
Desde esa 10ª edición de Rialp, este Prólogo de Roma, que sustituye al de Fátima, abrirá sin excepción todas las ediciones de Santo Rosario, dentro y fuera de España.

2. Los desarrollos textuales de 1971 y 1973

Una nueva intervención del Autor tuvo lugar el año 1971, escribiendo una nueva Nota, que pasará a la tradición del texto como "Nota para la 12ª edición española", fechada el 8 de septiembre de 1971. Es la séptima pieza que se agrega al texto. En la sección de autógrafos de AGP se encuentran dos valiosos documentos sobre el tema: una octavilla –resultado de partir en dos un papel más grande– que contiene el original manuscrito de San Josemaría, con enmiendas, escrito con bolígrafo rojo (dorso en blanco); y, en la misma carpeta, una cuartilla con el texto pasado a máquina, al que San Josemaría ha agregado, también en rojo, la ciudad y la fecha 148. En realidad, esa Nota no hacía sino recoger un consejo que San Josemaría venía dando desde tiempo atrás: pararse unos segundos al comenzar cada misterio para contemplar la escena, y arrancar después con el Padrenuestro y las Avemarías. Pero desde la fecha de la Nota habla del tema a todos y por todas partes, como se comprueba al repasar los apuntes tomados de su predicación en los viajes por la península Ibérica (1972) y por América (1974-75), que San Josemaría llamó de catequesis 149.
Conviene señalar que, cuando San Josemaría escribió en 1952 la Nota a la 5ª edición, Belardetti –en cuya edición italiana apareció la Nota por primera vez– la situó después del Prólogo de Fátima y antes de las palabras introductorias del texto de Santa Isabel ("No se escriben..."). No consta que fuera una indicación de San Josemaría, pero es seguro que se encontraba entonces en Roma, y vio las pruebas. Esa posición se mantiene en todas las ediciones, dentro y fuera de España, hasta que el Autor escribe la "Nota para la 12ª edición española". En esa edición las Notas cambian de posición. Ahora se sitúan no después del Prólogo de Fátima, sino después de las palabras introductorias 150, y así se hará normalmente en todas las ediciones posteriores.
En 1972San Josemaría hizo llegar a las diversas Regiones del Opus Dei, en las que se editaban traducciones de Santo Rosario, una indicación a propósito de estas dos Notas del Autor, que aparecían siempre –ése era su origen– como Notas a las correspondientes ediciones españolas. Pero en realidad su contenido nada tenía que ver con algo propio o peculiar de esas ediciones de Rialp, sino con el mensaje mismo del libro, que era y es universal. Por eso, les dijo algo sumamente razonable: que esas Notas "pueden aparecer en futuras ediciones bajo el epígrafe Notas a precedentes ediciones. No hace falta que se indique por tanto en qué edición se publicaron por primera vez; deben aparecer, en cambio, con el texto íntegro, la firma del Autor y la indicación de la ciudad y fecha en que fueron redactadas" 151. Así se hizo y así lo recogemos en el texto crítico.
El último desarrollo que introdujo San Josemaría en Santo Rosario fue en 1973. Es un breve párrafo fechado en Roma, el día de su cumpleaños, 9 de enero. En aquellos agitados años del primer posconcilio del Vaticano II, manifiesta su convicción de que, a quien reza bien el Rosario, esta plegaria lo introduce en el núcleo mismo de la existencia cristiana: es "un continuo acto de fe, de esperanza y amor, de adoración y reparación".
La posición que señaló el Autor para esta pieza en la secuencia del libro, hace evidente la importancia que San Josemaría daba al mensaje de este párrafo. No es una nueva Nota que se agrega a las dos precedentes: el breve texto de 1973 es como un dardo" dirigido al lector, al comienzo del libro, entre las dos primeras piezas de la edición normativa de Minerva: el prólogo de Fátima-Roma y las palabras introductorias del "tirón" de Santa Isabel, que, al preparar aquella edición, tituló con la expresión clásica Al lector. A Rialp llega desde Roma la sugerencia de que el título Al lector preceda ahora a este nuevo texto, y en la página siguiente, sin título alguno, se sitúe el texto que comienza "No se escriben estas líneas..." 152. Así se hizo en numerosas ediciones y traducciones. La octava y última pieza de Santo Rosario aparecía, pues, integrada de algún modo en la primera pieza.
Pero, en el estilo literario y en el tenor del discurso, las dos piezas son muy diferentes. Una sencilla lectura pone de manifiesto el laconismo y el rigor del nuevo texto, y su contraste con la ternura confidencial del texto de Santa Isabel. Responden, en efecto, a dos momentos existenciales muy diversos en la vida de San Josemaría: por eso esta pieza octava no es en realidad –así nos parece– el primero de un conjunto de párrafos Al lector, sino el mensaje radical al lector del libro (aunque históricamente sea el último), que señala lo que es el Rosario en su profundidad espiritual y teológica. En consecuencia, el breve texto queda perfectamente ubicado en su singularidad al editarse en la posición que había señalado el Autor, solitario y sin adherencias, y restituyendo el título Al Lector al bloque "No se escriben estas líneas...", que es, como decimos, la más originaria pieza del libro. Por otra parte, en muchas ediciones (sin duda porque los editores captaron bien que, a pesar del título, eran dos piezas diferentes), el párrafo de 1973 está impreso en caja redonda, que contrasta con la tradicional cursiva de la primera pieza, que se mantiene. Así lo han entendido las recientes ediciones de Rialp, que vuelven al "formato Minerva".

3. Sobre las adiciones post mortem Auctoris

Con esta octava pieza queda completo el texto de Santo Rosario que escribió Josemaría Escrivá, lo que en nuestra edición crítica llamamos el Texto. No obstante, hagamos una alusión, para acabar esta parte, a dos adiciones al libro, de naturaleza muy distinta, realizadas post mortem Auctoris 153.
Nos referimos, ante todo, a la importante repercusión de la Carta Apostólica de Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, de 16 de octubre de 2002, por la que el Santo Padre introducía en el rezo del Rosario una cuarta serie de misterios, correspondientes a la vida pública de Jesús, que llamó "Misterios de luz o luminosos". De esa importante repercusión, estructural y literaria, nos ocuparnos en el Anexo a la Segunda Parte de la presente edición.
Cosa de naturaleza distinta es la inclusión, en las ediciones de Santo Rosario, después del comentario a la Letanía lauretana, del texto mismo de esa letanía con sus oraciones complementarias. Es éste un fenómeno característico de las pequeñas ediciones de 7'5 x 10'5 cm, que comienzan a proliferar precisamente en el año 1975, inspirándose en las correspondientes de Camino. Ese año, que es el de la muerte de San Josemaría, Rialp lanza con este formato las ediciones 16ª y 17ª, que en su colofón señalan los meses de julio y de septiembre como fechas editoriales 154. Son ediciones de muchos miles de ejemplares, que difundieron por todas partes esa inclusión y desde entonces, en los distintos idiomas, estas ediciones –no ya "de bolsillo", sino "para el pequeño bolsillo del niqui"– llevan siempre las letanías, en latín y en la lengua vernácula. Otro fenómeno comienza, poco a poco, a partir de la 10ª edición mexicana: la inclusión, junto al texto de las letanías, de lo que en el Apéndice II llamamos Guía para el rezo del Rosario 155.

 «    II. LAS ILUSTRACIONES DE SANTO ROSARIO    » 

La historia del texto ha puesto de manifiesto que San Josemaría, ya en 1933, al proyectar una edición de sus comentarios al Santo Rosario, pensó que el relato fuese acompañado de ilustraciones 156. Había escrito el libro para facilitar la meditación contemplativa; no para una lectura meramente formativa, que se podía hacer en muy poco tiempo. De ahí que el modo de ofrecer el texto a los lectores, el diseño del libro, tenía que ser una ayuda para una lectura pausada y meditativa que introdujera en la contemplación. Por eso, vio enseguida la conveniencia de que, en el folleto, los misterios estuvieran ilustrados con dibujos. Ignoramos si el arquitecto Fernández Vallespín, al que había encargado confeccionar esas ilustraciones, llegó a realizar los dibujos para el libro. Lo que sí sabemos es que, al fin, la edición "operativa" de 1934 salió sin esos dibujos. En cambio, las ilustraciones que unen su historia a la de Santo Rosario, son del aragonés Luis Borobio, estudiante en la Escuela de Arquitectura, que, como sabe muy bien el lector, es el dibujante de la "edición normativa", la edición de Minerva. Después, los editores, siempre dando noticia a San Josemaría, se servirían también de otras ilustraciones.
En esta segunda parte de la Introducción General, vamos a estudiar el tema en Santo Rosario. Diremos, primero (§ 6), una palabra sobre la gran tradición del Rosario ilustrado, que precede y fundamenta las ilustraciones de Santo Rosario. Y, después (§ 7), consideraremos la obra de Luis Borobio, donde haremos también una alusión a las demás ilustraciones hasta 1975, fecha en que el Señor llamó a San Josemaría a su presencia. Es en el Apéndice I, donde nos ocuparemos detenidamente de esa otra actividad "ilustrativa", que también siguió con interés San Josemaría.

§ 6. LA REPRESENTACIÓN GRÁFICA DE LOS MISTERIOS

La traslación de los pasajes del Evangelio y de los misterios de la fe a representaciones plásticas en todas sus modalidades –dibujo, pintura, mosaico, escultura– es una de las características distintivas del cristianismo: en virtud del misterio de la Encarnación, se declara superada la prohibición veterotestamentaria de reproducir imágenes de la divinidad. Ya en los inicios, en las mismas catacumbas y en otros edificios paleocristianos, aparecen representaciones de personajes bíblicos, escenas de la vida de Jesús y figuras de gran contenido simbólico en la primitiva cristiandad.
El transcurso del tiempo desarrolla en extensión, intensidad, calidad y variedad la expresión artística de los misterios de la fe, de modo que el arte, en sus diversas expresiones, pasa a constituir no sólo un instrumento de mediación, al proponer las imágenes a la veneración de los fieles, sino también un elemento de gran valor para la exposición y explicación de los distintos misterios del cristianismo. Por esta razón, desde la Edad Media, se llamó Biblia de los pobres el conjunto formado por los retablos, figuras de los capiteles de las columnas de los claustros y relieves de las portadas de las iglesias, pues a través de estas imágenes el pueblo accedía a las verdades de la revelación.
La aparición de la imprenta, en el siglo XV, abrió nuevos cauces para la difusión de la fe y la piedad. No en vano la primera obra impresa fue una Biblia. Muy pronto aparecieron publicaciones de contenido teológico o espiritual, muchas de las cuales, especialmente las de devoción, iban dirigidas al gran público. Y muy pronto también –siguiendo la estela de los códices miniados y de los Libros de Horas medievales–, estas obras aparecieron iluminadas con imágenes que ilustran el contenido, si bien la técnica de los miniaturistas fue sustituida por la del grabado, arte que alcanzó en estos tiempos niveles de gran calidad.
La propagación de la devoción y práctica del Rosario se sirvió, desde el primer momento, de las ventajas que la imprenta brindaba y enseguida vieron la luz ejemplares impresos, destinados al fomento del Rosario, que incorporaban abundantes ilustraciones 157. Estas primeras publicaciones fueron promovidas fundamentalmente por las Cofradías del Rosario que, desde el siglo XIV y bajo la guía de la Orden de Predicadores, habían asumido la difusión de esta práctica de devoción 158: el nexo existente entre la labor de las cofradías y la propaganda impresa del Rosario es un hecho evidente.
Una de las primeras obras impresas que alcanzó fama y difusión fue el Rosario de Alberto Castellani 159. El libro lleva más de ciento setenta xilografías a toda plana: prácticamente cada Avemaría está comentada por un texto y representada por un grabado, directamente relacionado con el texto que acompaña. Los grabados, pues, no tienen una finalidad ornamental, sino que se integran en la estructura y proyecto del libro. La razón que da el autor es que la obra no se dirige solamente a la gente de cultura, sino también a los incultos e ignorantes 160 y, por tanto, el libro ha de estar al alcance de todos, también de aquellos que no saben leer: así podrán alimentar su imaginación y memoria con la contemplación de las realidades divinas. De este modo, el autor alcanza su propósito de incitar a la contemplación de las riquezas del misterio de Cristo en todo tipo de públicos.
A esta tradición –texto y representación gráfica–, que surge con fuerza, en los comienzos de la imprenta, con la intención de facilitar la contemplación, se incorpora desde el comienzo Santo Rosario: en las primeras ediciones, sin lograrlo; y a partir de la 4ª, con los hechos. Este modo de proceder se ha mantenido prácticamente en todas las ediciones de los diversos países y lenguas 161.

§ 7. LOS DIBUJOS DE LUIS BOROBIO

1. El joven dibujante aragonés

¿Qué méritos o qué circunstancias concurrían para que el Autor encargase a Luis Borobio esta tarea? Sin duda, la feliz resolución del diseño de la portada de La Abadesa de Las Huelgas, como hicimos notar en el § 2 de esta Introducción. Oigamos ahora el relato del propio Borobio:
"En la primavera de 1944 era yo residente de Moncloa y me encargaron dibujar el sello abacial de Las Huelgas, para poder imprimirlo en el libro del Padre [...]. El único dato que teníamos era un sello (¿en hueco?) grabado en un papel blanco con su simple relieve. Ese sello, así, no podía imprimirse, y había que interpretarlo dibujándolo con tinta china. Como dibujado en tinta se veía muy bien, el Padre decidió ponerlo en la portada del libro, y me encargó que dibujara toda la portada incluyendo el sello. Me dio libertad para hacer lo que quisiera; pero, de manera divertida, me impuso dos condiciones:
1ª. Escribe 'La Abadesa de Las Huelgas' por José María Escrivá, porque yo no soy la Abadesa de Las Huelgas.
2ª. Aunque lo rotules con letras mayúsculas, pon los acentos, porque yo no soy escriba.
"Al componer la página, la rotulé toda con mayúsculas y puse una L capital en rojo con un báculo cruzado. Nuestro Padre me preguntó, bromeando, que por qué había puesto el báculo. Don Álvaro, siguiendo la broma le dijo algo así como: los artistas hacen lo que quieren. Queda bonito" 162.
Luis Borobio Navarro había nacido en Zaragoza, en 1924, en el seno de una familia de arquitectos. Su padre, Regino Borobio Ojeda, fue uno de los arquitectos más interesantes de la nueva arquitectura en Aragón.
En el curso 1943-44 se trasladó a Madrid, para cursar la carrera y seguir la tradición familiar. Se alojó en la Residencia de la Moncloa, que se acababa de inaugurar ese curso. Allí conoció el Opus Dei y a su Fundador. Hacia la primavera del año 1944 se incorporó al Opus Dei. En 1950 obtuvo el título de arquitecto. Amplió después estudios durante un año en Roma y en 1953 marchó a Colombia, como profesor de Proyectos e Historia del Arte en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, y de la Universidad Bolivariana de Medellín 163.
Llegó a la Escuela de Arquitectura de Pamplona en 1968, para ocuparse de Estética y Composición. En 1973 ganó la cátedra de ese mismo nombre en Sevilla, y permaneció allí tres años. Volvió a Pamplona, donde fue sucesivamente profesor de Proyectos, Historia del Arte, y Dibujo Arquitectónico. Sucedió a Francisco Iñiguez como Director del Departamento de Teoría e Historia, en el que trabajó hasta su jubilación, en 1994 164.
En el entorno de la arquitectura, Borobio cultivó otras disciplinas y puede afirmarse que fue, a lo largo de toda su vida y a la vez, escritor de ensayos, pintor, caricaturista y poeta, internándose también en el campo de la música. Escribió libros de estética y teoría del arte (El arte y sus tópicos, Razón y corazón de la arquitectura, Historia sencilla del arte o El arte expresión vital). Publicó diversos libros de poesía, que manifiestan su gran afición a la literatura surgida en los ambientes universitarios del Madrid del final de los años cuarenta 165.
Si hay un rasgo de su personalidad que conviene destacar, éste es su permanente inconformismo y su singular ingenio e inventiva, que encuentran sin duda hondas raíces en su aprendizaje de niño junto a su padre y su tío, grandes arquitectos e iniciadores de la reconocida saga familiar.
Fue siempre un magnífico profesor. Sus alumnos recuerdan su magisterio brillante, entregado, pedagógico y caluroso. Falleció en Pamplona, el 2 de enero de 2005.

2. Dibujos, rótulos y orlas

Este resumen biográfico manifiesta unos rasgos que ya despuntaban en los inicios de sus estudios de Arquitectura. Pedro Casciaro supo descubrirlos y, tras la positiva experiencia de la cubierta de La Abadesa de Las Huelgas, propuso a San Josemaría que Luis Borobio se encargara de las ilustraciones de Santo Rosario. El intercambio epistolar que mantuvo con Pedro Casciaro en esas vacaciones, que ya hemos utilizado abundantemente en el § 4, es fuente importante para seguir el proceso de elaboración de la edición de Minerva.
A Borobio le costó arrancar con los dibujos de Santo Rosario. A mediados de julio, Casciaro le pregunta: "¿Has hecho algo del Santo Rosario?" 166. La carta se cruza con el envío de Luis de los primeros bocetos: "Te mando unos 'monos' y unas letras del 'Santo Rosario', para que digas lo que quieras" 167. Eran ésos, en efecto, los dos tipos de dibujos de los que habían hablado: las escenas evangélicas y los títulos de los misterios. A vuelta de correo, Pedro Casciaro le comunica que el Autor los ha visto y "le ha gustado la idea" 168. Pero la realidad es que, a finales de mes, tenía Luis que reconocer que no le "salían" las cosas: todo eran pruebas, ensayos 169. En Madrid, evidentemente, esperaban algo más sustancial.
Fue el 3 de agosto cuando Borobio remitió el primer dibujo "serio" de una escena del Santo Rosario: el primer misterio gozoso; incluía también los rótulos para dos misterios. Oigamos sus propias palabras, que ahora revelan seguridad y confianza: "Envío también unos dibujos para el Santo Rosario. Los títulos de los misterios pueden ser bastante diferentes sin perder la unidad (como los dos que envío). El dibujo de la Anunciación no sé si es demasiado soso, decid lo que os parece para seguir así. Los dibujos de los misterios dolorosos espero que serán los mejores" 170. Casciaro le contesta enseguida, comentándole el dibujo de la Anunciación, la única escena preparada hasta entonces: "Los dibujos se han recibido esta tarde y mañana llegarán a su destino definitivo. A Jesús Alberto y a mí nos han gustado bastante. [...]. Quizá, en las escenas del Santo Rosario, podía ser el rayado más grueso, y en general el dibujo con más tinta, como si fuera un grabado tosco en madera. Recibe un abrazo fortísimo de todos" 171.
Borobio aceptó la sugerencia de Casciaro: "Pedro: estoy de acuerdo con que dibujos del Santo Rosario deben ser con más tinta y más toscos: ésa era mi idea. Como era la primera escena que dibujaba, lo hice con cierto miedo y como el asunto es bastante tierno y delicado [la Anunciación], me salió así sin querer. Por eso dije que quizá fuese algo soso. Eso tiene fácil arreglo. En dibujos sucesivos procuraré enmendarme" 172.
Ahora es el momento de insistir en que la tarea de Borobio como dibujante de Santo Rosario se inscribía dentro del bello diseño y "maquetación" del libro que, también bajo la "égida" de Casciaro, había presentado a San Josemaría, a finales de julio, el equipo de la Editorial Minerva 173. Cuando el proyecto de maquetación estuvo aprobado, se le hizo llegar a Borobio, que estaba en Panticosa, pues en él se señalaban las prestaciones concretas que, dentro de la estructura general del libro, tenía que hacer el autor de las ilustraciones 174.
El caso es que, al finalizar el verano, el proyecto estaba todavía en una fase muy primitiva. Con el nuevo curso 1944-45, Luis Borobio había trasladado –y también Pedro Casciaro– su residencia de Moncloa a Lagasca, donde vivía San Josemaría. Con la experiencia y el intercambio de ideas y, sobre todo, en la nueva situación domiciliaria, Borobio comienza a "producir". A primeros de octubre ya había entregado a Pedro los primeros dibujos "en serio" 175. En conexión con las que llevaban la Editorial, se concretaron las líneas generales y los aspectos del estilo que se quería imprimir a la obra. Quedó claro –y esto afectaba de modo directo al dibujante– que debía haber una ilustración para la escena de cada misterio del Santo Rosario, y otra para la rotulación correspondiente (el título del misterio): una hoja para cada escena y otra para cada rótulo (las páginas del dorso, tanto en un caso como en otro, en blanco, o con una viñeta). Aparte de los dibujos de los quince misterios, debía haber un dibujo de la Santísima Virgen que sirviera para abrir el libro, una especie de portada interior, que acabaría siendo la página 5 de la edición. El desafío para Luis Borobio –y así lo escribirá años después en su relato rememorativo– era "que las ilustraciones tuviesen una cierta fuerza que imprimiera carácter". Vamos a considerar los tres tipos de ilustraciones por su orden.

a. Las escenas de los misterios

Desde el principio –en diálogo con Casciaro, como hemos visto en la correspondencia del verano– vio claro que las escenas de los misterios había que dibujarlas imitando grabado en madera, con mucha tinta y una cierta tosquedad. En la ejecución el artista procedió –siempre y en todo– según su criterio, pero a la vez buscó, como es natural, la aprobación del Autor del libro. A este respecto escribió: "Conforme yo hacía los dibujos de 'Santo Rosario', el Padre los iba viendo y los comentaba ligeramente. Todos le parecían bien. Algunos los elogió expresamente; pero tengo muy pocos recuerdos concretos" 176. Quienes gozaban con los dibujos de Borobio era el equipo de Minerva 177.
Para entender mejor la mente del autor de las ilustraciones de Santo Rosario y su intencionalidad al hacerlas, nos pueden ayudar unas palabras tomadas de un libro que escribió veinticinco años después 178. Las ideas recogidas en este ensayo son fruto de la reflexión de muchos años. En el último capítulo, titulado La figuración en el arte, se encuentran a este respecto unas consideraciones, que resumimos:

– El arte religioso, cuya misión es evocar las verdades de fe y las realidades sobrenaturales, busca siempre avivar de alguna manera el fervor de los fieles y ponerlos en contacto con el misterio divino.
– En las imágenes del arte religioso occidental el sentido predominante es el explicativo o narrativo.
– En el arte románico, las escenas evangélicas están tratadas siempre con un sentido familiar, cariñoso y humano, que trasciende su ingenua tosquedad y, en su expresionismo, busca una mayor comunicación de la imagen hacia el fiel. Este aspecto se acentúa en el gótico y en el barroco.
– En el arte religioso español, los artistas buscan la fuerza expresiva y poética de la escena en lo conmovedor del realismo, huyendo de estilizaciones líricas y buscando la humanidad concreta con toda su dureza; pero también con todo su amor.
– El realismo propio del arte religioso español ayuda a que el fiel se identifique más con la escena, la viva más íntimamente y la haga más suya: deje de ser un frío espectador, para ser un protagonista emocional.
– En esta expresión del arte no existe un culto a las formas puras, que se sacrifican a la expresión y a la vida de la representación. Podrá haber una distorsión en las figuras, un desgarramiento en el dibujo y un dramatismo irreal en el color; pero todo ello deberá estar presidido por un respeto profundo y por una emoción, no sólo plástica, sino, sobre todo, religiosa, provocada por la escena que representa.
– Por último, la expresión se ha de buscar no tanto en la actitud psicológica de los personajes, sino en el misterio del ambiente, en la emoción del color, en la fuerza del dibujo y en la concepción compositiva.

En la mente de Luis Borobio, en 1945, ya estaban presentes de alguna manera estas ideas y se pueden descubrir al contemplar sus dibujos, pues no buscó la originalidad en la composición sino que, más bien, se inspiró en las representaciones clásicas de la piedad popular para estas escenas de la vida del Señor y de la Virgen.
El análisis de las ilustraciones, y los recuerdos del artista, permiten algunas observaciones sobre el resultado final de los dibujos. Por ejemplo, en la composición del misterio de la Visitación, sin duda para concentrar la atención del espectador en María e Isabel, Borobio diseña un fondo de gran sencillez y prescinde de la presencia de San José o de Zacarías. Rememora Borobio: "De la escena de la Visitación me dijo [San Josemaría] que le gustaba mucho la figura de Nuestra Señora, porque se veía que era Virgen y Madre: se reflejaba en su cara la virginidad, y, bajo los ropajes, se la veía grávida. En realidad yo no había tratado de que se notara la gravidez, ni creo que al tercer mes se notaría; pero, sin quererlo, dibujé el manto con una amplitud que permitía pensarlo. Eso hizo comprender a nuestro Padre que, bajo el movimiento de los ropajes, estaba Cristo" 179.
También es original de Borobio la composición de la escena de la Presentación del Niño en el Templo. No hemos encontrado semejanzas en lienzos o grabados de otros autores. El artista se centra en el anciano Simeón, que acoge en sus brazos al Niño, mientras recita el Nunc dimittis. Sobre la cabeza de Simeón están representadas las tablas de la Ley. La Virgen y San José casi dan la espalda al lector, mientras contemplan la escena. Además, suele ser habitual que los artistas se entretengan en dibujar detalles del Templo con más o menos magnificencia. En este caso, la referencia a la arquitectura es mínima.
Cuando Borobio representa los misterios de la Pasión, sigue las composiciones tradicionales, que se pueden reconocer en multitud de cuadros y dibujos del arte cristiano. También procede con un criterio análogo en los misterios de Gloria, aunque en los misterios 1º y 5º hay algunas peculiaridades, que merecen ser reseñadas. Así, en la composición de la escena de la Resurrección, sigue los esquemas clásicos: Jesús resucitado aparece, triunfante, con el estandarte de la victoria, mientras los soldados están en el suelo, atemorizados. Pero, en el dibujo de Borobio, hay dos pequeños detalles: en el cuerpo de Jesús no aparecen las señales de la Pasión, y Jesús sale del sepulcro por la abertura del muro. No hemos encontrado otras representaciones con esta particularidad. Lo habitual es que se represente a Jesús surgiendo de un sepulcro que está en la tierra.
Para la representación de la Coronación de la Virgen, el artista compone la escena según el esquema clásico, en el que María es coronada por la Trinidad. Son especialmente conocidos los cuadros de Velázquez o de El Greco. La peculiaridad que introduce Borobio, respecto a la iconografía clásica, está en la disposición de las figuras: en todas las representaciones, tanto el Padre como el Hijo están sentados, y Dios Padre, contemplándolo desde el punto de vista del espectador, está a la derecha, y Dios Hijo a la izquierda, ad dexteram Dei sedens. En el dibujo de Borobio, el Padre y el Hijo están de pie, y cambian la posición: el Padre, a la izquierda y el Hijo a la derecha.
Nos parece que la gran acogida de estos dibujos de Borobio, tiene que ver con ese algo naif que los caracteriza. Al contemplarlos, se advierte enseguida que el autor domina la técnica del dibujo, que emplea un trazo vigoroso, decidido y sobrio, y, al mismo tiempo, evita caer en los rigores de la composición clásica. El espectador tiene la sensación de que hay libertad creativa, tan del agrado del artista, pero también capta un mensaje de gran profundidad espiritual, envuelto en una forma sencilla que evita intencionadamente los cánones de la perfección formal. La "ingenuidad" de las ilustraciones facilita la comunicación estética con la gente sencilla. Pensamos que, si el pintor hubiera confeccionado unos dibujos más complejos y perfectos, es muy probable que se hubiera distanciado de la capacidad de comprensión artística de la gente normal, y las ilustraciones habrían perdido gran parte del valor de mediación que se buscaba, pues la atención se fijaría más sobre el dibujo y se desviaría del mensaje del libro. El resultado es un conjunto de cuadros, muy ligeros en su contenido, que parecen querer expresar las escenas a través de la mirada ingenua y creyente de un niño. Tal vez sea esto lo que vio San Josemaría en estas escenas evangélicas de Borobio, que reflejaban la piedad "infantil", la "vida de infancia" de un hombre adulto. Un recensor de la edición de Minerva captó muy bien el tono de las ilustraciones de Borobio: son "dibujos –dice 180– entre serios, sencillos e infantiles".

b. Las orlas de las escenas

Para dar más realce a la representación de misterios, pensó Borobio que cada dibujo estuviera enmarcado fuertemente por una orla o cenefa: de ambos modos las llama Borobio. Con esta idea se fue a Zaragoza para las vacaciones de Navidad. Para esas fechas, ya estaba prácticamente resuelto el capítulo de las ilustraciones de los misterios. Y en Zaragoza es donde trabajó y diseñó las tres orlas para las tres partes del Rosario 181, que darán tan fuerte personalidad a las ilustraciones del libro, pero que siempre fueron insatisfactorias a los ojos de su autor. He aquí sus palabras escritas a Pedro Casciaro en aquella ya lejana Navidad, a propósito de rótulos y cenefas: "Te mando esta colección de pajaritadas para exponerlas a tu juicio. Estuve buscando cenefas; vi muchas, algunas bonitas, pero no me convenció ninguna. Estas tres que me he inventado no tienen ningún carácter, pero son bonitas, al menos a mí –que soy su autor– me gustan" 182.
Son dos aportaciones –o "pajaritadas", como él dice– las que hace Luis esa Navidad, que no estaban incluidas en el diseño y maquetación preparado en la Editorial. Por una parte, los tres nuevos rótulos, como veremos después; por otra, el diseño de las tres orlas, que es de lo que nos ocupamos ahora. Ambas operaciones surgieron simultáneamente.
Al no encontrar cenefas a su gusto, como ya le había sucedido en el caso del exlibris de Minerva, finalmente dibujó por su cuenta las tres orlas que envía a Casciaro, de las que dice sencillamente que no tienen ningún carácter, pero que le gustan. A San Josemaría le debieron gustar también, pues las pasó enseguida a María Jiménez Salas, que las trajo a la Editorial. La reacción en Minerva es la ya habitual con los dibujos de Borobio: "son francamente bonitas" 183. Las tres cenefas pasarán a la edición que se prepara.
¿Cómo son estas orlas o cenefas? Los dibujos del interior de las orlas son a modo de grutescos, aunque no exactamente simétricos. Esta asimetría tiene una cierta intencionalidad en la mente del artista, y se puede considerar también relacionada con el estilo de las ilustraciones de los misterios: esa impronta naif de que hablábamos, que evita la perfección formal... La de los misterios gozosos tiene dos peanas que semejan macetas de las que salen ramas, hojas y flores. En ese entrelazado se encuentran dos aves, y también hay dibujados unos instrumentos musicales: una trompeta, un cuerno y un arpa. La orla de los misterios dolorosos contiene un entrelazado de ramas de espino con algunas hojas. En la parte superior se sugiere una corona de espinas a los dos lados, unos paños colgados. La orla de los misterios gloriosos es un entrelazado de hojas y flores que salen de unas redomas que están en la parte inferior. Entre las hojas aparecen unas palomas. El fondo simula la noche, sirviéndose de unas cuantas estrellas. Esta orla se usa también para las letanías.
Años después, Borobio escribió a propósito de estas orlas: "Hice los dibujos [de las escenas de los misterios] y las orlas de manera que el rectángulo del dibujo estuviera encuadrado por una línea blanca de un milímetro, que lo aislara de la cenefa y ayudara a la mejor definición del conjunto" 184.
Fue su gran fracaso. Luis Borobio siempre tuvo el "disgusto" de que esta secuencia (dibujo, un milímetro blanco de encuadre, cenefa) nunca fue conseguida en las ediciones Minerva-Rialp.
Una lectura del Diario de Jorge Manrique de aquellos días nos arroja cierta luz sobre lo acontecido. Así, el 17 de abril escribieron: "Después de comer estuvieron Pedro [Casciaro] y Borobio a hacer unas indicaciones para modificar algunas cosas en el Santo Rosario. Después fuimos Mari Tere y yo a llevar las pruebas a la imprenta" 185. Tres días después: "De la imprenta nos han llamado diciendo que hacía falta rehacer algunos clichés de los dibujos porque no podrán encajar con los que había en las orlas. Los hemos llevado inmediatamente al fotograbador y los hará mañana" 186. Un mes después, al revisar las correcciones de las segundas pruebas de imprenta, anotaron: "Los dibujos quedan mal porque resulta que se oculta un espacio en blanco, entre el dibujo y la orla; es una lástima, no sé si se podrá arreglar 187. El caso es que no respetaron el rectángulo blanco de encuadre, que sólo aparecía, incompleto, por algunos sitios.
No fue éste el único error. Al confeccionar los clichés se produjo una curiosa equivocación: la orla dibujada para enmarcar los misterios dolorosos la imprimieron invertida 188.
Una última anotación. En la maquetación diseñada en la Editorial, todos los misterios comienzan y terminan en página impar. Debido a esto, en principio quedaba en blanco la página par anterior a cada misterio. Para marcar el tránsito de un misterio a otro, Borobio dibujó tres viñetas –una cruz con el alfa y omega, un pez y un racimo de uvas– que dispuso sucesivamente al final de los misterios, excepto en el quinto de gozo y el quinto de dolor, en los que la viñeta allí prevista se desplaza al dorso del rótulo orlado de "misterios dolorosos" y "misterios gloriosos", de los que hablaremos enseguida.

c. Los rótulos de las tres partes y la titulación de los misterios

En la maquetación de Minerva, duró muy poco tiempo la idea de poner el título del misterio en la misma página que el dibujo de la escena evangélica. En el proyecto que se le hace llegar a Borobio a Panticosa, en el verano del 44, los títulos de los 15 misterios (más el de las letanías) ocupaban ya cada uno una hoja: al rótulo, dibujado y artísticamente diseñado, se le dedicaría la página impar, quedando en blanco la página par del dorso 189. Con esta manera de rotular los títulos, los misterios de Santo Rosario cobraban un realce y una importancia mayor, a la vez que se aumentaba el número de páginas. En la maquetación de Minerva esto significaba 32 páginas más. Con ese criterio había trabajado Luis a lo largo del primer trimestre del curso 1944-45.
En la carta de 28 de diciembre de 1944, en la que Borobio habla de las orlas, toca después otro tema: "Los rótulos esos están fuera de programa; los he hecho para encuadrarlos en la cenefa que les corresponde y ponerlos al principio de cada parte. Si no os gustan no he hecho nada; pero yo creo que no están mal" 190.
En efecto, el dibujante da un paso más, y decide dibujar y proponer los tres rótulos "fuera de programa", que envía. Los nuevos rótulos le surgieron, sin duda, con ocasión de dibujar las cenefas que habían de enmarcar cada uno de los misterios: de gozo, de dolor, de gloria. Al plantearse las orlas Luis cayó en la cuenta de que, en el libro proyectado, no se habían nombrado y distinguido esas tres series de misterios, llamadas de ordinario las "Partes" del Rosario 191. Es entonces cuando dibujó estos tres nuevos rótulos, cuyo título era precisamente el de las Partes. A diferencia de los rótulos de los misterios, serían los únicos rótulos enmarcados, a semejanza de las escenas de los misterios, con la orla o cenefa correspondiente. Pero dejemos estos tres rótulos singulares –que significaron seis nuevas páginas-para la maqueta–, y detengámonos en la generalidad de los rótulos de los misterios.
Años más tarde escribió Borobio: "Para dar más carácter a los títulos de los misterios, los rotulé distribuyendo las letras acopladas con cruces verdes, compactadas en un rectángulo y muy acusada la letra capital" 192.
Pero al poco de iniciar esa tarea se le planteó un doble problema. Tal como estaban formulados los misterios en Msa y en las ediciones subsiguientes, todos menos uno, comenzaban con los artículos "La" o "El", excepto el quinto misterio doloroso, cuyo enunciado se iniciaba con la palabra "Jesús". Como en cada rótulo su línea de fuerza estaba en la letra capital del título del misterio, pensó que con tan poca variedad en dicha letra se desvirtuaba la intención primera. Por otra parte, la diferente extensión de los títulos de los misterios, si se mantenía en los rótulos, dificultaba un tratamiento armonioso de la rotulación. Para salvar estos escollos, decidió planteárselos al Autor: "Pregunté a nuestro Padre por los títulos exactos de los misterios, y me dijo que lo hiciera como quisiera (podía ser con artículo inicial o sin artículo, y con la redacción que prefiriera ["Jesús carga con la cruz" o "La Cruz a cuestas", "La venida del Espíritu Santo" o "Pentecostés", etc.]). Lo hice como mejor me pareció. Y le pareció bien" 193.
En la siguiente tabla se pueden comparar los primeros títulos de los misterios con los últimos y definitivos:

TÍTULOS EN LAS PRIMERAS EDICIONES
TÍTULOS EN LA 4ª EDICIÓN
La Encarnación
La Anunciación
La Visitación de Ntra. Señora a su prima Sta. Isabel
Visitación de Nuestra Señora
El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén
Nacimiento de Jesús
La Purificación de Ntra. Señora
Purificación de la Virgen
El Niño perdido y hallado en el templo
El Niño perdido
La Oración del Huerto
Oración en el Huerto
La Flagelación del Señor
Flagelación del Señor
La coronación de espinas
Coronación de espinas
La Cruz a cuestas
La Cruz a cuestas
Jesús muere en la Cruz
Muerte de Jesús
La Resurrección del Señor
Resurrección del Señor
La Ascensión del Señor a los cielos
La Ascensión del Señor
La venida del Espíritu Santo
Pentecostés
La Asunción de Nuestra Señora
Asunción de la Virgen
La Coronación de María Santísima
Coronación de la Virgen

Ya se ve, en la doble columna, que a Borobio le interesaba abreviar los títulos de los misterios. Al final, sólo un misterio conservó el enunciado primero, el cuarto de dolor. Los demás se modificaron con la supresión de artículos y abreviando los títulos. De este modo, el autor de las ilustraciones contó con más variedad de letras capitales, hasta once, (la "L" se repite tres veces; y la "C" y la "P", dos veces cada una).
En ocasiones, Borobio introdujo dibujos alusivos en algunas letras capitales: un lirio, en la Anunciación; la estrella de Belén, en el Nacimiento; y una rosa, en el título de las letanías. Como ya hemos dicho, estos rótulos de los misterios no están enmarcados por cenefas, sino situados en el interior del rectángulo verde que enmarca las páginas de texto en la edición de Minerva.

3. Las otras ediciones con dibujos de Borobio

No siempre los fotograbadores e impresores interpretaron con exactitud la intención del dibujante. Lo hemos visto a propósito del rectángulo blanco de encuadre, que sólo aparecía, incompleto, por algunos sitios, y de la orla de los misterios dolorosos, que se imprimió invertida. Comenta Borobio: "Aunque desde el principio me di cuenta de estos desafueros, yo había hecho los dibujos y ni siquiera se me ocurrió pensar que tenía derechos de autor. Tampoco a la Editorial se le ocurrió pensarlo se hicieron, una tras otra, multitud de ediciones que insistían machaconamente en los mismos errores" 194.
La realidad es que Casciaro y Borobio lo hicieron notar en su momento, y el equipo de Minerva se batió el cobre para que todo saliera bien..., pero no salió. Por supuesto, el lector medio no sólo no se daba cuenta de estos errores "técnicos", sino que las ilustraciones le parecían, como al equipo de Minerva, "preciosas". Analicemos ahora brevemente cómo quedaron las ilustraciones en las siguientes ediciones españolas 195.

a. Las ediciones de Rialp

Ediciones Rialp se hizo cargo en 1947 de los modestos fondos de Minerva. La primera edición de Santo Rosario en Rialp fue la 5ª castellana, y vio la luz en 1953. Las novedades más significativas son las siguientes:
Se cambia la portada. Se imprime ahora en la cubierta la imagen sedente de Santa María, con el Niño apoyado en el lado derecho y con un lirio en la mano izquierda, que en la 4ª edición estaba en página 5, antes del Prólogo de Fátima, donde continúa, además de aparecer en la cubierta. De ahora en adelante, durante muchos años, esta Virgen sedente será la portada de Santo Rosario.
Otra variación se refiere al emblemático color verde, en el que insistía Pedro Casciaro –que se trasladó a México en 1949–, para dejar paso al azul celeste. Así lo explica el artista: "La edición estaba pensada para hacerla en tintas negra y verde. Pasado algún tiempo, en lugar de verde le pusieron azul. No era ésa la idea del autor; pero debo reconocer que no quedaba mal y, además, el azul es un color muy mariano" 196.
Hay que añadir que, en esta 5ª edición, ya no encontramos ese bello papel ahuesado, pajizo, que buscaron por todas partes hasta encontrarlo Guadalupe Ortiz de Landázuri y María Jiménez Salas, y que daba un sello tan propio a la edición de Minerva. Ahora el papel es totalmente blanco.
Las planchas utilizadas para la impresión eran las mismas que en la anterior edición. Sin embargo, en la 5ª, en vez de imprimir con un color negro uniforme, como se logró en la 4ª edición, aparecieron unas manchas irregulares.
Las ediciones 6ª y 7ª (Madrid 1957 y 1959) son una reimpresión de la anterior edición, en que se acentúan algo las citadas manchas del fondo de las ilustraciones en negro. Las ediciones 8ª y 9ª (Madrid 1965 y 1966) son también reimpresiones, pero mejorando la calidad y la intensidad de la tinta. Se corrige el defecto de las ilustraciones de fondo negro, que recuperan su esplendor.
La 10ª edición es la edición bilingüe, ya mencionada, que no lleva ilustraciones de Borobio. Éstas reaparecen en las ediciones 11ª y 12ª (Madrid, las dos de 1971), con las siguientes características: el color de las letras –tanto del texto como de los rótulos– y el de las escenas de los misterios es ahora el gris, y las ilustraciones –viñetas, mayúsculas, cruces– van en rojo, comenzando por la imagen de la Virgen sedente de la portada. El comentario de Borobio sobre estas últimas variaciones manifiesta sentido del humor y resignación. Dice: "Después llegó algún editor al que le habían dicho que una impresión gris queda más fina que una impresión en negro. Lo hizo así (sin enterarse de que los dibujos estaban hechos en negro para imprimirlos en negro), y, para darle más viveza, en lugar del color verde inicial les metió un rojo sanferminero que se cargaba todo. Esa versión del rojo avasallando al grisecito, se repitió muchas veces, hasta que –cansados al fin– echaron mano de los grabados de Alberto Durero, lo cual es un acierto para la editorial y, para mi conciencia de autor, un alivio" 197.
Las últimas ediciones anteriores a 1975, que contienen dibujos de Borobio, son la 16ª y 17ª (Madrid 1975). Son de muy pequeñas dimensiones (7'5 x 103 cm), y tienen menos ilustraciones, una para cada serie de misterios y otra para las letanías. Los de gozo están encabezados por el dibujo correspondiente al tercer misterio, el Nacimiento; los de dolor, por el del quinto, la Crucifixión; y los de gloria, por la representación del cuarto: la Asunción. Tampoco cuenta con página especial para los títulos. Estos aparecen en el encabezamiento de los textos de cada misterio; eso sí, mantienen el título fijado en la "gran edición".

b. Ediciones no españolas

La primera edición –fuera de España– que contiene ilustraciones de Luis Borobio es la 1ª italiana: Roma 1952. Il Santo Rosario es similar a la 5ª española, aunque cambió el color verde por el azul. Esta versión italiana es un año anterior a la 5ª española, de lo cual puede desprenderse que la iniciativa de cambiar el color original, que no disgustó a Borobio, fue de los editores italianos.
La primera edición en inglés, la de Chicago 1953, sigue en todo a la edición de Minerva, también en lo relativo a las ilustraciones. Un ejemplar de esta edición de Holy Rosary está en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, donde en la ficha bibliográfica se hace constar el nombre de Luis Borobio como autor de los dibujos. La 2ª edición USA, que vio la luz también ese mismo año, es idéntica a la anterior.
En 1964 apareció en Lisboa la 2ª edición portuguesa. En la cubierta hay una representación de Santa María con los brazos extendidos y sujetando el manto, bajo el que se cobija una representación del Pueblo de Dios. En su interior se recogen las ilustraciones de Borobio, pero sin cenefas y ocupando el dibujo toda la hoja. Otra variación es el color de las letras capitales, que es ahora rojizo, como de sangre de toro.
Las dos primeras ediciones filipinas, en lengua tagala, son de 1972 y 1973. Reproducen las ilustraciones de Luis Borobio, pero con economía de espacio. Los dibujos recogen los defectos de impresión que aparecen en las ediciones españolas 6ª y 7ª.
Por último, entra en este grupo la primera edición en japonés: Sei naru Rozario, también publicada en 1972. Se trata de una edición muy cuidada, con tapas en tela de color cereza, que procura seguir el mismo esquema utilizado en la 4ª edición española. Los colores de los dibujos y de los rótulos van en verde. La línea del marco de las páginas es de un color cereza oscuro, el mismo que tienen las viñetas de final de capítulo (la vid, el pez, la cruz).

4. Ilustraciones de otros dibujantes hasta 1975

La primera edición que se publicó, con dibujos distintos de los de Borobio, fue la lª edición portuguesa, que era, a su vez, la primera edición no española: año 1948. Nos parece una clara señal de algo en realidad evidente: que no había una vinculación necesaria entre el texto de San Josemaría y las ilustraciones de Borobio. Sin embargo, desde la 4ª edición hasta la 12ª 198, todas las ediciones españolas –excepto la 10ª– llevaban las ilustraciones del artista aragonés.
Con los años se vio que los dibujos de Borobio estaban muy vinculados al tipo de libro inspirado en la maqueta de Minerva, en las dimensiones de la 4a edición española y en la mayoría de las posteriores de España y de otros países. En 1969, es la propia editorial la que, a la hora de hacer una edición de mayor tamaño (la 10ª edición), prescinde por primera vez de los dibujos de Borobio. En 1971, el editor de la 1ª edición alemana ilustra el texto de Santo Rosario con los grabados de Alberto Durero y, poco después, en la 13ª edición española, de 1972, se utiliza la lámina de Francesc Doménech. Si se observan estas ediciones, se ve que, de hecho, la admisión de otras ilustraciones dice clara relación a la opción de los editores por buscar formatos mayores para el libro.
En 1975, se edita Santo Rosario en México, 1ª edición, que incorpora al texto dibujos creados ex profeso para ayudar en la contemplación de los misterios.
San Josemaría conoció todas estas novedades en la ilustración de Santo Rosario. En este contexto hay que mencionar una edición posterior –la 20ª edición española, de 1977 –, que reproduce las cerámicas que representan los misterios del Rosario en el Santuario de Torreciudad: San Josemaría siguió el proceso de creación de estas cerámicas, que pudo ver acabadas, y quiso que sirvieran también para ilustrar alguna edición de Santo Rosario.
Al estudio de esta variedad de ilustraciones se dedicará buena parte de nuestro Apéndice I.

 «    III. EL CONTEXTO TEOLÓGICO-ESPIRITUAL    » 

El "tirón" de Santa Isabel, que hace nacer el original de Santo Rosario, se inscribe en la tradición de oración contemplativa del Rosario, con largos siglos de historia, asimilada por San Josemaría en sus rezos de niño, en su formación sacerdotal, en sus lecturas teológicas y espirituales, etc. Por otra parte, el texto que escribió en aquella ocasión no es un hecho aislado en el itinerario espiritual del Autor, no fue sólo el fruto de la inspiración de ese momento, sino que guarda una estrecha relación con la profunda maduración de su vida espiritual que manifiestan sus manuscritos y diarios a lo largo del verano y el otoño de 1931; evolución interior que se proyecta sobre los temas, el enfoque e incluso las palabras mismas que brotaron ese día de su alma y quedaron plasmadas en aquellas cuartillas.
La tercera parte de esta Introducción General tendrá, pues, dos apartados. Una breve síntesis, en el primero, de la tradición del Rosario en la historia de la espiritualidad cristiana; y en el segundo, un intento de ubicar Santo Rosario en esa tradición (§ 9, 1) y, sobre todo, en ese singular proceso de personal relación con Dios que es el año 1931 de la vida de San Josemaría (§ 9, 2). Todo esto servirá de marco –de "introducción"– a los comentarios y notas más específicos sobre el texto de los misterios, que irá encontrando el lector en el aparato crítico de la presente edición.

§ 8. EL ROSARIO EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

En la iglesia de Santo Domingo de Cingoli, en la región de las Marcas, se venera, en su altar mayor, un cuadro de notable mérito, obra del pintor veneciano Lorenzo Lotto. Lleva por título La Madonna del Rosario. En la escena central, la que capta la primera mirada, se representa a la Virgen María que, sentada y ligeramente inclinada hacia su lado derecho, entrega un rosario a Santo Domingo de Guzmán. El cuadro, compuesto en 1539, es un fiel testigo de la cristalización, para esas fechas, de la leyenda que atribuye el origen del Rosario a Santo Domingo de Guzmán y que forma parte del imaginario de una buena parte del pueblo cristiano, que incluso lo ha recogido en canciones populares, en las que se atribuye la fundación del Rosario al santo de Caleruega. Como toda leyenda, tiene un cierto fundamento: el amor a la Virgen que profesaba Santo Domingo, el recurso frecuente a la consideración de las escenas de la vida de Jesús, especialmente en la controversia albigense, y la gran propagación que la Orden de Predicadores hizo de esta devoción 199.
Sin embargo, los orígenes son otros, como han puesto de manifiesto las investigaciones eruditas de los últimos siglos. A la vista de los hallazgos, se concluye que la génesis de esta práctica devocional es más compleja y articulada, y que, en el proceso de formación del Rosario, se dan cita en su nacimiento, tradiciones del Oriente y del Occidente cristianos y se entrecruzan las líneas de fuerza de la tradición orante de la Iglesia 200. En un texto, del siglo XVI, se lee que el Rosario tiene su origen primero en la Orden de San Benito, se consolida entre los Cartujos, y llega a su estado de consumación y expansión de la mano de la Orden de Predicadores 201. Veamos en primer lugar el papel de los Benedictinos.

1. El hogar benedictino

Un somero análisis fenomenológico del Rosario nos manifiesta una oración vocal, mariana, de aclamación y repetitiva, que se fundamenta en la salutación angélica (Lc 1, 26-38) y en las palabras de bienvenida de santa Isabel (Lc 1, 42) 202. Este modo de honrar a María, repitiendo aclamaciones y alabanzas, tiene sus raíces en la tradición cristiana oriental. Junto con las palabras del arcángel, la piedad cristiana encontró en el Antiguo Testamento otros textos o imágenes que prefiguraban a la Virgen. A partir de éstos, crearon nuevas fórmulas para saludar a la Madre de Dios, y compusieron himnos. Pronto las liturgias orientales formaron un rico patrimonio de oraciones para alabar a María. Hacia el siglo IX la himnología oriental comienza a conocerse en Occidente, especialmente a partir de la traducción latina del célebre himno Akathistos, que desarrolla un uso multiforme del Avemaría.
La llegada al mundo latino de la piedad repetitiva oriental se encuentra con una tradición de oración vocal muy asentada y fundamentada en la recitación del Salterio, de un modo coral. Al ser pocos los que sabían leer y al escasear los libros, el vehículo para expresar la oración personal y colectiva era la audición y memorización de los salmos. Era frecuente que, al leer el Salterio, se añadiera una breve explicación que, con el tiempo, fue decantándose en forma de oraciones colectas y antífonas, con las que se daba la interpretación cristiana del texto veterotestamentario.
Pero en este siglo noveno, ya está muy avanzado el proceso de descomposición del latín, que dará origen a las diferentes lenguas románicas. Los fieles corrientes, al no entender la lengua, no pueden acompañar la recitación de los Salmos, porque no comprenden su significado. Por eso, para vivir el mens concordet voci de San Benito, y unirse con la intención al rezo del Salterio, se extiende la costumbre de recitar las oraciones vocales más conocidas a media voz, casi en susurro, al mismo tiempo que se leen los salmos. Estas oraciones no son otras que las de la primera iniciación cristiana, especialmente el Padrenuestro. La oración repetitiva del Oriente en honor a María entra en sintonía con esta práctica, de modo que al Padrenuestro se añaden otras oraciones dirigidas a la Virgen. Con la eclosión de la devoción mariana de los comienzos del segundo milenio, la fórmula más usada es la del Avemaría, cuya estructura y composición, en su primera parte, ya en el siglo XI, es prácticamente igual a como la conocemos en la actualidad.
En el siglo XII, la oración repetitiva del Avemaría se propaga más aún, pero se estructura en un esquema análogo al del Salterio, con Padrenuestros, antífonas y doxologías, acompañadas de gestos litúrgicos. Las Avemarías se rezan en pequeños conjuntos, que poco a poco se agrupan en bloques de diez. Este proceso de articulación tiene como referente el rezo de los Salmos. Por eso, así como desde antiguo el Salterio se dividía en tres grupos de 50 salmos cada uno, también el número de Avemarías, que en principio son 150 porque sustituyen a los 150 salmos, se agrupan también en tres partes. Quizá por esto, la palabra salmodiar acaba significando, en el bajo medioevo, casi indistintamente la recitación de las horas litúrgicas y los diferentes modos de oración mariana repetitiva 203.
Los autores espirituales y los santos, en el afán de dotar de contenido a esa oración vocal, y de ayudar a los fieles a interiorizarla, vinculan esas tres partes a los tres estados de la vida cristiana: la conversión, la vida de la gracia, y la vida eterna. En otros casos, unen a la recitación de esas partes la consideración de los gozos de María, de sus dolores, o de las cinco llagas de Cristo. Así, este tipo de rezo logra integrar a la vez la intención de la plegaria, el uso de la imaginación, la insistencia en la petición, la admiración y la compasión, junto con la tensión propia de la oración, ayudada además de gestos corporales, como las inclinaciones y las genuflexiones.
También por esa época, algunos fieles comienzan a utilizar un cordel con nudos que les ayuda a contar los Padrenuestros. A los fabricantes de este cordel se les llamaba "paternostreros" 204, aunque ya el cordel no fuera sólo de nudos sino que tuviera granos o bolas. De momento, este cordel anudado no tiene un nombre específico.

2. La consolidación en el hogar de la Cartuja

A mediados del siglo XIII aparece en la Renania, Flandes y las tierras del Ducado de Borgoña, la expresión Psalterium Beatae Mariae para designar explícitamente una práctica devocional, cada vez más extendida, consistente en la recitación de tres cincuentenas de Avemarías, con intercalaciones de doxologías trinitarias. En estos territorios había una presencia considerable de monasterios de Cartujos: alrededor de cincuenta. Estos monjes, en su tarea de guiar a los fieles por caminos de oración, encontraron en esta devoción un instrumento válido 205.
¿En qué se concreta la influencia de la Cartuja en la formación del Rosario? En varios puntos. Un aspecto de gran importancia es el relativo al perfeccionamiento de la fórmula de la oración vocal. Todavía para estas fechas, al recitar el Avemaría sólo se decía la primera parte, esto es, la compuesta por las salutaciones del arcángel San Gabriel y de Santa Isabel. Aún no se había compuesto la oración de petición de la segunda parte del Avemaría. Esta oración tiene un origen cartujo. La petición Sancta Maria, ora pro nobis aparece por vez primera en un breviario cartujano del siglo XIII. En el siglo siguiente, también en breviarios de la Cartuja, la fórmula se desarrolla, con la adición Ora pro nobis peccatoribus. Amén. En algunos casos aparece, después de la palabra María, una explicitación: Mater Dei. Por fin, hacia 1350, y también en otro breviario cartujano se encuentra la conclusión: Nunc et in hora mortis nostrae. Amén. Esta fórmula acaba constituyéndose como la respuesta y el complemento del Avemaría. De este modo, a la oración de alabanza se une la oración de petición 206.
Casi simultáneamente al proceso de creación y adición de la segunda parte del Avemaría, se introduce la recitación del Padrenuestro al comienzo de cada serie de diez Avemarías. Se atribuye esta novedad al monje de la Cartuja de Colonia, Enrique de Kalkar 207. Esta innovación tuvo gran aceptación entre los fieles, y se difundió rápidamente. También es de esta época y entorno geográfico y espiritual, la consolidación de una praxis que alcanzará fortuna: con el fin de facilitar la devoción y el recogimiento se hizo frecuente reducir las Avemarías a 50, en el llamado todavía Salterio de María.
Otra aportación que surge en este hogar cartujano es el nombre que recibirá esta devoción. En los territorios flamencos se comienza a mencionar esta práctica con la palabra hodekin, y en la zona francófona con la expresión chapelet. Tanto la palabra francesa como la flamenca encierran, en su significado original, el concepto de prenda para cubrir la cabeza, de sombrero. Pero en este caso eran unos sombreros de características especiales: se trataba de un tocado confeccionado con flores que se regalaba, como señal de amor o de homenaje, a la persona amada o a la que se deseaba honrar. Por extensión, también se ofrecía a la Virgen. El paso del sombrero material a otro espiritual, confeccionado con oraciones que se convierten en flores místicas, era casi obligado.
Un origen análogo –de prenda para cubrir la cabeza– tiene la expresión alemana Rosenkranz. Sin apartarnos de la metáfora floral, en el entorno de la Cartuja renana comienza a compararse a María con la rosa, la más apreciada de las flores. Al recitar el Salterio de María, la Virgen recoge, en forma de rosas, cada una de las Avemarías que le dirige su devoto y confecciona con todas una corona de flores.
También la palabra Rosarium es utilizada entre los cartujos, pero con un significado algo distinto al actual común. Sirviéndose del uso que de esta palabra se hacía en el latín medieval –colección o cadena de textos de determinadas materias–, en la Cartuja comienzan a aplicar este vocablo a una colección de frases breves, que servían para la recitación meditada de las Avemarías. Estos textos recibieron el nombre de cláusulas 208 por ser proposiciones con las que se concluía, se cerraba, cada Avemaría. Se trata de comentarios breves y penetrantes, de fórmulas que conducen a la contemplación a partir de la oración vocal. La atención del espíritu y del corazón puede detenerse en la consideración de los beneficios de la salvación obtenida por Jesús, en la contemplación íntima de su misterio a través de los múltiples acontecimientos de su vida.
En la redacción de las cláusulas, hay un nombre propio que va a tener especial relevancia en la historia del Rosario: Domingo de Prusia 209. A la vista del bien que había comprobado en su alma, pensó que su experiencia podría ayudar a los cartujos de Flandes que recitaban el Salterio de María. Con este fin, y entre los años 1435 y 1445, compuso 150 cláusulas, divididas en tres secciones, correlativas a los evangelios de la infancia de Jesús, de su vida pública, y de su Pasión y Resurrección 210.
El espíritu que animó a Domingo de Prusia lo explicó él mismo con estas palabras: "No es necesario detenerse demasiado en las palabras que se digan en este Rosario. Cada uno, según su agrado y la devoción que el Señor le conceda, puede prolongar, acortar, mejorar. Se puede evocar la vida del Salvador con palabras, o representarla sutilmente en la memoria, unas veces de un modo, otras, de otro. Todo dependerá, en cada caso, de su estado de ánimo, de sus fuerzas, del tiempo de que disponga" 211. La intención es, pues, que la oración vocal se convierta progresivamente en una oración interior.
Con la aparición de la imprenta, se imprimen abundantes Rosarios, en forma de folletos, escritos en el entorno de la Cartuja y, al socaire de la obra de Domingo de Prusia, alcanzan gran difusión. Algunos están escritos ya en lengua alemana. La palabra Rosario se sigue usando en el sentido dicho más arriba: conjunto de fórmulas –cláusulas– para ayudar en la recitación de las Avemarías, siguiendo los misterios de la vida de Jesús 212. Su difusión fue especialmente notable en las regiones de Renania y Flandes.

3. La Orden de Santo Domingo y la difusión del Rosario

En la consolidación y difusión de la práctica del Rosario hay un nombre que destaca sobre los demás: el dominico Alain de la Roche 213. Este fraile bretón, en el tiempo de su estancia en Flandes, conoció la labor de los cartujos en la propagación del Salterio de María y del Rosario, esto es, de las cláusulas de Domingo de Prusia. Él mismo practicó y propagó esta devoción. Hasta aquí no hay novedad. Sin embargo, hay un hecho que marca un punto creciente de inflexión: la fundación, en Douai, de la Cofradía de la Virgen y de Santo Domingo, que establecía como obligación principal de sus miembros la recitación diaria del Salterio de María.
¿Cuál es la aportación principal de Alain de la Roche? En cuanto al método y naturaleza del Salterio de María, de la Roche no cambia nada. Transmite lo recibido. La novedad está en el espíritu que infundió en la cofradía por él fundada. La obligación diaria del rezo del salterio mariano es el fundamento, pero a esto añade unos beneficios espirituales: la participación de los bienes espirituales de la Orden de Santo Domingo. Poco antes de su muerte, predicó un octavario a los miembros de la cofradía de Douai. Fue especialmente fogoso, y cuando habló de la comunicación de bienes, la extendió a todos aquellos que se inscribieran en una cofradía de características análogas.
Estas características que imprimió a su cofradía son el germen de la gran difusión que va a tener la devoción del Rosario, pues ponen las bases para una amplia red de cofradías, una Ordo fraternitatis, que pronto se extendió por todo el orbe católico. La primera se fundó en el mismo año de la muerte de Alain de la Roche, en 1475, en el convento dominico de Colonia y se llamó la Cofradía del Rosario 214, Ya no se llama Salterio de María, sino Rosario, y supone variaciones respecto al método seguido en la cofradía de Douai, pero acentúa la participación en los bienes espirituales.
Antes de seguir adelante, conviene hacer un alto para tratar el tema de la atribución del origen del Rosario a Santo Domingo de Guzmán. Hasta muy avanzado el siglo XV no hay ningún autor, ni ninguna fuente documental, que atribuya la paternidad del Rosario al fundador de la Orden de Predicadores. Es en las últimas décadas de este siglo cuando comienza a extenderse la leyenda que hace de Santo Domingo, el fundador del Rosario. Y además se habla de una especial intervención sobrenatural de la Virgen, confiándole este encargo. Es lo que, en 1539, Lorenzo Lotto plasmará en el cuadro de La Virgen del Rosario, para la iglesia de Santo Domingo de Cingoli.
Las investigaciones del último siglo ponen el origen de esta leyenda en la actividad del dominico Alain de la Roche. Es un hecho plenamente documentado que trató a los cartujos de Flandes y de otros lugares de Alemania donde residió. Fruto de esa relación es el conocimiento del Rosario de Domingo de Prusia (Salterio de María más las cláusulas). Asimismo, en su predicación para consolidar y extender su Cofradía de la Virgen y de Santo Domingo, explicaba con detalle dos relatos, que narran intervenciones especiales de la Virgen en torno a esta devoción. En el segundo se cuenta cómo la corte celestial, que reza el Rosario de Domingo de Prusia, pide a Dios la gracia de un gran provecho espiritual.
Por alguna razón que ignoramos, al hablar y escribir de estos hechos, se fue omitiendo el apellido del autor del relato y, de algún modo protagonista de la visión, que no era otro que Domingo de Prusia. Si en una iglesia de la Orden de Predicadores se menciona con veneración y admiración a Domingo, sin mencionar su apellido, es fácil que el público acabe atribuyendo, lo que se diga de ese Domingo, al fundador de los Dominicos, a Santo Domingo de Guzmán. Es cierto que en el ámbito de la Cartuja se mantuvo, por decirlo de algún modo, la verdad histórica 215, pero la mayor presencia de los Dominicos en el orbe cristiano acabó por decantar la balanza hacia Santo Domingo de Guzmán.

4. Creación de nuevas cofradías

La cofradía del Rosario de Colonia fue el primer paso para la proliferación de nuevas cofradías, que en poco tiempo se multiplicaron por los países del Occidente cristiano. La Orden de Santo Domingo se hizo cargo de su guía y dirección, y de hecho ejerció un monopolio sobre la creación y establecimiento de nuevas cofradías, y el desarrollo de sus estructuras. De Alemania pronto pasó a Italia, donde, debido al gran número de conventos dominicos, florecieron por doquier.
Es en Italia donde se concreta el aspecto de la vida de Cristo y de la Virgen que hay que considerar. En el siglo XV, en Colonia era uso común que cada una de las cinco decenas de Avemarías honraran a la Virgen en cinco momentos de su vida: Anunciación, Visitación, Natividad, el Niño perdido y la Asunción. Además, cada decena iba seguida de un Padrenuestro con el que se conmemoraba la Pasión de Cristo: oración en el huerto, flagelación, coronación de espinas, cruz a cuestas y crucifixión y muerte. Con todo, había una cierta libertad. Cuando las cofradías del Rosario llegan a Italia, aparece una expresión nueva, para designar el pasaje que se va a contemplar mientras se reza la decena: "misterio". En 1480, en el estatuto de las cofradías de Venecia y de Florencia, ya aparece designado cada grupo de misterios con el nombre con que ha llegado hasta nuestros días: gozo, dolor y gloria.
Al mismo tiempo, gracias a la imprenta, se publican textos que ayudan a la difusión y propagación del Rosario. La obra más completa de este comienzo del XVI es el Rosario della gloriosa Vergine Maria, de Alberto Castellani, publicado en Venecia en 1521 216. En esta obra, el autor proporciona material de meditación, no ya para cada misterio, sino para cada una de las oraciones vocales que se repiten 217. Hay, en el fondo, un eco de las antiguas cláusulas que difundieron los Cartujos. Y para ayudar aún más a la contemplación, en todas las páginas pares hay una ilustración, un grabado, que representa gráficamente el texto de meditación, escrito en las impares correspondientes.
El libro de Alberto Castellani era una guía para la oración, con la que se pretendía que los fieles tuvieran materia suficiente para que la meditación acompañara a la plegaria. No obstante, en la recitación habitual del Rosario hay una evolución paulatina hasta llegar a un proceder semejante al actual.

5. Institución de la fiesta de la Virgen del Rosario

Durante el asedio de la plaza fuerte de Neuss, el dominico Jacobo Sprenger hizo la promesa de erigir una cofradía, en su convento de Colonia, si se levantaba el sitio. La plaza quedó libre enseguida, casi súbitamente. Era un favor más que añadir a los relatados por los Dominicos, para mostrar la eficacia del Rosario, aunque de un tipo diferente, pues lo habitual era relatar fundamentalmente favores de naturaleza espiritual. Poco después, en septiembre de 1475, fundó la Cofradía de Colonia.
El 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la batalla de Lepanto, en la que las fuerzas cristianas destrozaron la armada turca. Los países cristianos acogieron con júbilo la noticia, y la emoción se amplió por las connotaciones religiosas. Así, cuentan los biógrafos de San Pío V que, ese mismo día, tuvo la certeza interior de la victoria, y dio gracias a Dios y a la Virgen por el éxito de la Cristiandad. Pronto se extendió la convicción de que se había vencido por un especial auxilio de la Madre de Dios. Por otra parte, el 7 de octubre de 1571 cayó en domingo, y el primer domingo de octubre era un día especial de fiesta en las cofradías del Rosario.
En el contexto de este impulso de fervor religioso se inscribe la institución de la fiesta del Rosario. Ya en algunas cofradías se había establecido la costumbre de honrar a la Virgen del Rosario en una fecha precisa, que variaba de unas a otras. El primer intento de fijar la conmemoración de esta advocación fue en 1572, cuando San Pío V estableció, para la Cofradía de Martorell (Barcelona), el primer domingo de octubre, al tiempo que concedió privilegios e indulgencias.
Al año siguiente Gregorio XIII instituyó, con carácter más formal, la celebración de la fiesta de la Virgen del Rosario para el primer domingo de octubre, pero sólo en las iglesias que tuviesen cofradía del Rosario. Aunque la concesión estaba perfectamente delimitada, poco a poco se fue ampliando a las diócesis, especialmente con ocasión de nuevas victorias sobre la media luna. En 1716 hubo una victoria memorable: Eugenio de Saboya derrotó a los turcos en Peterwaradin el 5 de agosto 218. En señal de agradecimiento, Clemente XI extendió la fiesta del Rosario a la Iglesia universal. Actualmente tiene el rango litúrgico de memoria y se celebra el 7 de octubre.

6. La piedad popular y el Rosario

El Rosario, por sus características, es una oración que permite ser rezada tanto en común como en privado. Durante siglos, hasta que la liturgia permitió la celebración vespertina de la Santa Misa, el Rosario de la tarde era el eje habitual de la actividad piadosa y cultual en las parroquias. Y a su vez, se extendió la costumbre de poseer cada persona un rosario para rezarlo en privado, en cualquier momento. En la literatura hagiográfica del siglo XVII es un lugar común señalar que los personajes piadosos rezan diariamente el Rosario. Y es prácticamente imposible encontrar un santo de la época que no lo recomiende.
Hay un personaje que tiene una relevancia singular en la historia de la devoción del Rosario, especialmente por su empeño de conducir al pueblo cristiano hasta las alturas de la vida espiritual: San Luis María Grignion de Monfort 219. A todos exigía un compromiso total en el seguimiento de Cristo, aconsejando la oración diaria y el recurso al director espiritual, incluso a las gentes ocupadas en los trabajos del campo o manuales. Para conducirles por los caminos de interioridad, se apoyaba sobre todo en el Rosario, oración adecuada a la gente sin estudios. Y, para que valorasen esta práctica devocional, explicaba su eficacia, condicionada a las buenas obras y a la penitencia. No dejaba de hablar de los prodigios y maravillas del Rosario, aunque daba más importancia a los favores de naturaleza espiritual que a las curaciones físicas. Y, sobre todo, animaba a que los fieles se introdujeran en la contemplación, hablando de los misterios como momentos de la presencia de Jesús, siempre vivo.
Cuando llegó la Revolución Francesa y el culto católico quedó prácticamente suprimido en muchos lugares, la recitación del Rosario fue en muchos casos la única actividad piadosa colectiva posible para tantos fieles que, a causa de la persecución, no podían vivir ni manifestar su fe y su piedad por los cauces habituales.
Pasados los rigores revolucionarios, la autoridad eclesiástica se vio empeñada en la restauración de la vida cristiana. Uno de los medios empleados para despertar y fomentar la piedad fue el fomento del rezo del Rosario. Al mismo tiempo, aparecieron nuevas más o menos directamente, estimulaban esta devoción: el Rosario viviente, el Rosario perpetuo, el Mes de María... Estas nuevas realidades, junto con la reinstauración de las congregaciones religiosas, favoreció la expansión de esta devoción mariana.
A todo lo anterior hay que añadir un acontecimiento de importancia capital: las apariciones de la Virgen María en Lourdes, en las que el pueblo cristiano entendió, entre otras cosas, que agradaba a la Virgen el rezo del Rosario. Cuando, ya en el siglo XX, se produjeron las apariciones de Fátima, en las que se recomendaba expresamente el rezo del Rosario, esta devoción alcanzó nuevo impulso.

7. El Rosario en el magisterio de los últimos Pontífices

León XIII publicó más de dieciséis documentos que trataban de la devoción del Rosario; doce de los cuales, con el rango de encíclicas 220. El contenido de estos escritos no aporta novedades en el campo de la teología espiritual; más bien retoma reflexiones ya conocidas de antiguo, recogidas en los distintos tratados sobre el Rosario. León XIII escribió estos documentos para exhortar al pueblo cristiano al rezo del Rosario, remedio eficaz para proteger a la Iglesia y a las almas de los peligros que les amenazan. La eficacia del Rosario, recuerda León XIII, deriva del papel que Dios ha concedido a María en la economía de la Redención. También presenta esta devoción mariana como un medio apto para revitalizar la vida cristiana, siempre que el orante fije su atención en el amor infinito de Dios Redentor.
Las encíclicas de León XIII también disponen, prescriben y organizan. Así, por ejemplo, la práctica del mes de octubre-mes del Rosario, procedente de España, se extiende a todo el mundo y se le otorga un ritual que comienza a vivirse en todas las iglesias. Éste consistía en integrar el rezo colectivo del Rosario, en las bendiciones del Santísimo Sacramento, durante ese mes de octubre. El Papa también estimuló el rezo del Rosario colectivo, dotándolo de características casi litúrgicas, y exhortó a la recitación familiar y privada de esta oración.
El alcance de este planteamiento pastoral de León XIII fue grande, por la insistencia y frecuencia con que se dirigió al pueblo cristiano: fue como una movilización de toda la Iglesia para la oración, hasta el punto de que se puede decir que este Papa ha contribuido a hacer del Rosario, definitivamente, una oración eclesial.
Los Papas siguientes, San Pío X y Benedicto XV, no escribieron ningún documento de relieve sobre el Rosario. No así Pío XI, que publicó la Encíclica Ingravescentibus, del 29-IX-1937 221. También Pío XII escribió una Encíclica sobre el Rosario: Ingruentium malorum, del 15-IX-1951 222. El Beato Juan XXIII es el autor de la encíclica Grata recordatio, del 26-IX-1959 223.
Pablo VI publicó las Encíclicas Mense Maio, del 29-IV-1965 224 y Christi Matri, del 15-IX-1966 225, donde recomienda de nuevo el rezo del Rosario: y dos Exhortaciones Apostólicas: Recurrens mensis october; del 7-X-1969 226; y Marialis cultus, del 2‑II-1974 227. Este último documento, escrito "para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen María", reviste una especial importancia para esta devoción mariana, pues dedica los números 42-55 al Rosario, a su pedagogía, y establece las condiciones para la renovación de su práctica.
Finalmente Juan Pablo II, que escribió la ya citada Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, del 16-X-2002 228. Es un documento casi exhaustivo. En la Introducción, el Pontífice sintetiza la historia del Magisterio Pontificio sobre el Rosario y se plantea su vigencia actual. En el capítulo 1, Contemplar a Cristo en María, insiste con profundidad en el carácter contemplativo de la oración del Rosario. El capítulo 2, Misterios de Cristo, misterios de la Madre, explica la naturaleza y las raíces profundamente evangélicas del Rosario, y cómo por la Madre se llega al Hijo. Es en este capítulo donde introduce el Papa la novedad de los Misterios de luz. Estas escenas de la vida de Jesús ya estaban en la tradición de la Cartuja, pero no pasaron a la tradición dominicana del Rosario. El capítulo 3, Para mí la vida es Cristo, explica que el Rosario es un camino válido para la profundización en el misterio, un buen método de oración. Con este fin repasa las distintas oraciones del Rosario, explicando su naturaleza y su contenido.
Con este último documento pontificio, se hace patente el interés que siempre han tenido los pastores de la Iglesia y los santos en inculcar el rezo del Rosario, pero enseñando a pasar de la mera recitación a la interiorización y a la oración contemplativa.

§ 9. LA DEVOCIÓN AL ROSARIO EN SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ

El libro Santo Rosario es, sin duda, la expresión emblemática de la piedad personal y de la doctrina espiritual de San Josemaría en torno a esta práctica mariana.
Pero no es una pieza aislada. Rezó esta oración desde niño, en el hogar familiar, hasta el mismo día de su muerte; y lo hizo con continuada intensidad y devoción; meditó sobre esta devoción mariana y contempló sus misterios día a día, extrayendo cada vez más tesoros de su riqueza espiritual y teológica, y no cesó de predicar sobre el Rosario y de promover su práctica. Veámoslo.
La pieza central en el rezo del Rosario –así lo muestra su origen histórico– es la sencilla repetición del Avemaría. Josemaría Escrivá expresó así lo que esa repetición significa para un buen hijo de Nuestra Señora: "Yo entiendo que cada Avemaría, cada saludo a la Virgen, es un nuevo latido de un corazón enamorado" 229. Esta fundamentación teológica de la oración en el amor, incluso de la más repetida, da ya a la oración "vocal" ese impulso "contemplativo" que alberga siempre el amor y sus consecuencias; por ejemplo, la reparación del mal: "Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados...' Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día. Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de Avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!" 230.
La simple repetición del Avemaría (con el Padrenuestro y el Gloria) es ya, por tanto, muy importante y valiosa para el Autor. Sin embargo, como Santo Rosario muestra de continuo, San Josemaría va más allá, aplicando al rezo del Rosario la doctrina de los grandes maestros sobre el valor de cualquier oración vocal 231: "El Rosario no se pronuncia sólo con los labios, mascullando una tras otra las Avemarías. Así, musitan las beatas y los beatos. –Para un cristiano, la oración vocal ha de enraizarse en el corazón, de modo que, durante el rezo del Rosario, la mente pueda adentrarse en la contemplación de cada uno de los misterios" 232.
Uniendo las dos ideas, podemos decir que la "monotonía" de las Avemarías se hace "bendita monotonía", cuando el Rosario se vive de manera contemplativa, como escribirá el propio San Josemaría en las "palabras introductorias" al libro: "Pero, en el Rosario... ¡decimos siempre lo mismo! –¿Siempre lo mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?... ¿Acaso no habrá monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras como hombre, emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy lejos de Dios? –Además, mira: antes de cada decena, se indica el misterio que se va a contemplar. –Tú... ¿has contemplado alguna vez estos misterios?" 233.
"Contemplar". Ésta es la palabra y el concepto clave para el Autor. Esto es lo que da contenido a esa repetición de Avemarías, agrupadas en "misterios": el rezo del Avemaría se hace contemplativo en la secuencia del Rosario, es decir, en el seno de cada misterio "contemplado" de la vida de Cristo, porque el que reza así, mira a Jesús y a su Madre con mirada de hermano y de hijo. Esto, y no otra cosa, es lo que San Josemaría hace en Santa Isabel cuando escribe este libro y lo que desea que consiga el lector, con la ayuda de sus palabras.
La contemplación es uno de los conceptos teológico-espirituales más importantes en la teología de la vida espiritual, y también más controvertidos de su historia 234. Por eso, no vamos a abordar ahora el tema en sí mismo, ni en la teología de Josemaría Escrivá, pues trasciende al objeto de estas páginas. En las distintas introducciones y notas del comentario crítico-histórico, el lector encontrará, de hecho, muchos elementos que ayudan a profundizar en cómo San Josemaría contemplaba y en cómo entendía teológicamente la contemplación. Tenemos la fortuna de que el mismo Autor, al inicio de su libro, nos explica qué entendía entonces por contemplación de los misterios del Rosario, cómo los contemplaba él mismo y cómo podemos contemplarlos nosotros al hilo de sus palabras: "Hazte pequeño. Ven conmigo y –éste es el nervio de mi confidencia– viviremos la vida de Jesús, María y José. Cada día les prestaremos un nuevo servicio. Oiremos sus pláticas de familia. Veremos crecer al Mesías. Admiraremos sus treinta años de oscuridad... Asistiremos a su Pasión y Muerte... Nos pasmaremos ante la gloria de su Resurrección... En una palabra: contemplaremos, locos de Amor (no hay más amor que el Amor), todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús" 235.
En esa contemplación, por tanto, se incluye un introducirse y vivir la vida misma de Jesús (y de María, y de José...), un asistir activamente a todos los acontecimientos, prestando servicios, un tomar parte, un participar 236; un ver y un oír, un admirar, un pasmarse ante las maravillas del misterio; una locura de Amor... Y todo, haciéndose pequeño. En seguida profundizaremos un poco más en esto, al hilo del propio itinerario interior del autor en la época de redacción del libro. Pero antes, anotemos otras consideraciones sobre San Josemaría Escrivá y el Rosario.
Otra repetida enseñanza en la predicación del fundador del Opus Dei, fruto de su dilatada experiencia personal, y relacionada también con el carácter contemplativo de esta oración, es el beneficio que, del rezo frecuente del Rosario, puede obtener la presencia de Dios durante toda la jornada: "Siempre retrasas el Rosario para luego, y acabas por omitirlo a causa del sueño. –Si no dispones de otros ratos, recítalo por la calle y sin que nadie lo note. Además, te ayudará a tener presencia de Dios" 237.
También daba importancia San Josemaría al Rosario en su sentido "material", es decir, a la "corona del Rosario", tan unida históricamente y en la piedad popular, como hemos visto, a la oración misma. Como tantas personas devotamente sencillas, él también tenía sus gustos devocionales muy personales, que le ayudaban, en particular, en su piedad mariana. Pocos meses antes de la redacción de Santo Rosario escribe en sus Apuntes íntimos: "Como el padre Sánchez, mi padre Sánchez, me ha dicho que es de Dios, voy a anotar unas pequeñeces del Señor con su borrico: el rosario de mi uso, regalo de Pilar Salcedo 238, al volver de su último viaje a Roma, decidí echármelo al cuello, para que sea la señal de mi esclavitud 239 voluntaria y amable a la Virgen Inmaculada. Pedí a mamá un rosario suyo; y con el rosario de señora, chiquitín, no me encontraba bien: me daba hasta su poco de vergüenza (a pesar de ser, por la misericordia de Dios, un desvergonzado). D. Norberto –sin saber nada– hace mucho tiempo, me había prometido regalarme un rosario. Ayer, por la noche, fui a su casa con el pensamiento de recordarle lo ofrecido, si se presentaba ocasión... No hubo lugar: apenas nos sentamos en su habitación, sin manifestar yo nada en absoluto, me dice: 'tome Vd. el rosario que le prometí'" 240.
Un rasgo muy personal del modo que tenía San Josemaría de rezar el Rosario: imaginaba en aquellos años que lo rezaba junto al Santo Padre. Y lo escribió: "Desde hace años, por la calle, todos los días, he rezado y rezo una parte del Rosario por la Augusta Persona y por las intenciones del Romano Pontífice. Me pongo con la imaginación junto al Santo Padre, cuando el Papa celebra la Misa: yo no sabía, ni sé, cómo es la capilla del Papa, y, al terminar mi Rosario, hago una comunión espiritual, deseando recibir de sus manos a Jesús Sacramentado" 241.
El amor al Rosario llevó a San Josemaría, precisamente en la época anterior al "tirón" de Santa Isabel, a hacer algo muy poco habitual en él, un voto: "En las Vísperas de la Aparición de S. Miguel Arcángel, con permiso de mi p. Sánchez, me obligué con voto, durante todo este mes de mayo, a rezar las tres partes de rosario que ordinariamente recito a diario" 242. Hasta ese punto sentía la necesidad de apoyar su vida interior en el rezo del Rosario, particularmente en aquella etapa decisiva de su vida.
Con o sin voto, el rezo habitualmente "completo" (las tres partes) del Rosario formaba parte importante de la piedad de San Josemaría en torno al año 1931. Así lo recordaba, con particular emoción, hacia el final de su vida: "¡Cuántas horas de
caminar por aquel Madrid mío, cada semana, de una parte a otra, envuelto en mi manteo! (...) aquellos Rosarios completos, rezados por la calle –como podía, pero sin abandonarlos–, diariamente (...) Nunca pensé que sacar la Obra adelante lleva‑
ría consigo tanta pena, tanto dolor físico y moral: sobre todo moral (...) Iter para tutum! ¡Madre mía! ¡Madre!; ¡no te tenía más que a Ti! Madre, ¡gracias! (...) Madre, Cor Mariae Dulcissimum! ¡Oh, cuánto he acudido a Ti! Y otras veces, hablando y predicando, dándome cuenta de que no valía nada, de que no era nada, pero con una certeza... ¡Madre!, ¡Madre mía! ¡no me abandones!, ¡Madre!, ¡Madre mía!" 243.
Pero tratemos ya de conocer mejor la vida espiritual del joven sacerdote en aquellos meses de 1931.

§ 10. TEOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD EN SANTO ROSARIO

Los textos que hemos citado, sobre todo los que proceden de Apínt, nos sitúan ya en el contexto más inmediato de la redacción de este pequeño libro. El rezo y contemplación del Rosario por parte de Josemaría Escrivá, particularmente piadoso en aquellos meses, se inscribe en una fuerte intensificación de su vida de oración personal, que nos reenvía a un conjunto de vivencias y experiencias interiores –con unos acentos muy particulares durante ese periodo–, que en Santo Rosario quedan claramente reflejados. Esa experiencia de Dios que precede y rodea la redacción de Santo Rosario es, fundamentalmente, una experiencia intensa y gozosa de Dios como Padre, acompañada por una deslumbrante comprensión espiritual de su condición de hijo de Dios. A la vez, esa experiencia de la paternidad divina, del Padre lleno de amor y de misericordia, era vivida por San Josemaría –en medio de grandes tribulaciones y sufrimientos– sintiéndose hijo pequeño de Dios, un niño de dos años, apenas balbuciente, que nada puede por sí y todo lo espera de su Padre-Dios. De esta manera, el sentido de la filiación divina y la vida espiritual de infancia se funden y se entrecruzan en el alma de San Josemaría –oración, testimonio, mensaje–, e informan el pequeño libro que estudiamos: Santo Rosario. Esta síntesis, que es la que debemos exponer, sólo puede situarse bien, si previamente hacemos una advertencia al lector.

1. "Yo no he conocido en los libros el camino de infancia"

Conforme vayamos leyendo los textos del Cuaderno IV de sus Apuntes, iremos comprobando que el Autor relata, a partir de su experiencia, una realidad íntimamente vinculada a la gran tradición teológico-espiritual que arranca de la palabra misma de Jesús: "Si no os hacéis como niños, no podréis entrar en el Reino de los Cielos" 244. Es la tradición de lo que acabará llamándose "la vía o el camino de la infancia espiritual", tradición explicada y profundizada muchas veces por los mismos que la vivían. Basta una breve consulta a la bibliografía sobre el tema para ver qué impresionante realidad es, en la historia de la Iglesia y de la teología espiritual, el eco y el impacto de esas palabras de Jesús, que llevarán a tantos cristianos a vivir su condición de hijos de Dios, de una forma o de otra, con el modo propio de un hijo pequeño, de un niño. Esa historia tiene un fuerte desarrollo temático en los siglos XVII y XVIII "antes de llegar al ejemplo éclatant de Santa Teresa del Niño Jesús y pasar a ser un foco de atracción de las almas contemporáneas o, si se prefiere, ser reconocida como una de las líneas dominantes de la espiritualidad cristiana" 245.
Si, al comenzar, traemos a colación estas ideas, es porque la "vida de infancia" y el "camino de infancia", que siguió tan intensamente San Josemaría en estos meses que preceden a Santo Rosario, no fue algo conocido y aprendido "bibliográficamente", sino fruto de las mociones del Espíritu. Todo acontece desde la verticalidad de la gracia, desde la personal relación con Dios: son unos meses en que los carismas del Espíritu Santo –entre éstos, locutiones Dei– dominan y conducen la vida espiritual de San Josemaría. Lo escribió así el 13 de enero de 1932: "Yo no he conocido en los libros el camino de infancia hasta después de haberme hecho andar Jesús por esa vía" 246. Fue precisamente este día el que comenzó a leer un libro sobre el tema, y así nos lo cuenta al día siguiente, a la vez que nos explica cómo Jesús le había hecho andar por esa "vía":
"Ayer, por primera vez, comencé a hojear un libro que he de leer despacio muchas veces: 'Caminito de infancia espiritual' por el P. Martin 247. Con esa lectura, he visto cómo Jesús me ha hecho sentir, hasta con las mismas imágenes, la vía de Santa Teresita. Algo hay anotado en estas Catalinas, que lo comprueba. Leeré también despacio la "Historia de un alma" 248. Creo que ya la leí una vez, pero sin darle importancia, sin que, al parecer, dejara poso en mi espíritu. Fue primero Mercedes, quien hizo que yo comprendiera y admirara y quisiera practicar la síntesis de su vida admirable: ocultarse y desaparecer. Pero este plan de vida, que en ella era consecuencia, fruto sabroso de su humildad íntima y profunda, no es otra cosa, a fin de cuentas, que la médula de la infancia espiritual. Entonces, me tomó Teresita y me llevó, con Mercedes, por María, mi Madre y Señora, al Amor de Jesús. Y aquí estoy cum Gaudio et pace, siempre llevado, porque solo me caigo y me ensucio, camino adelante, para creer, para amar y para sufrir. Que Santa María no suelte la cuerda del borrico de Jesús. Amen. Amen" 249.
Ofrece este párrafo de su Cuaderno una lograda síntesis de su comprensión de la infancia espiritual, cuya "médula" –ocultarse y desaparecer– había visto en la vida santa de Mercedes Reyna 250. La devoción de San Josemaría a Santa Teresita, que era grande, le venía del clima de piedad recibido, de su contacto con el Movimiento del Amor Misericordioso 251 y del ejemplo de Mercedes Reyna, que le llevó a enlazar el testimonio de ambas, como puede verse en la primera redacción del epílogo de Santo Rosario, en la que decía: "Encomiéndate a Teresita y a Mercedes, que también anduvo por caminos de fe y amor" 252. Volveremos sobre el tema. Ahora vengamos ya a considerar, en los textos, esa doble dimensión de la experiencia espiritual de San Josemaría: filiación divina y vida de infancia.
Hay que decir, ante todo, que esas "pasadas" del Espíritu, que le empujan en esa dirección se mueven siempre en relación con la viva conciencia, que tenía el joven sacerdote, de su vida como respuesta al encargo que Dios le había hecho el 2 de octubre de 1928: el Opus Dei. Con sus propias palabras: "Desde aquel día, el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, había puesto sobre sus espaldas" 253; es decir –ahora con palabras nuestras–, poner en marcha, en el seno de la Iglesia universal, el Opus Dei, con su mensaje de santificación de la vida ordinaria y del trabajo profesional y social como camino para la misión apostólica del cristiano.
Por eso va a cobrar una significación central, para todo lo que diremos después, el evento sobrenatural del 7 de agosto de aquel año 1931, que los biógrafos han expuesto detenidamente y también ha sido objeto de estudio en su fondo espiritual y teológico 254. Estaba celebrando la Santa Misa en la iglesia del Patronato de Enfermos, y era el momento de la Consagración. Al alzar la Sagrada Hostia, Dios grabó a fuego en su alma, "con fuerza y claridad extraordinarias –escribe en su Cuaderno–, aquello de la Escritura: 'et si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum' (Jn 12, 32)" 255. Continúa su anotación con la luz recibida sobre el sentido de aquella: "Y comprendí que serán los hombres y mujeres de Dios, quienes levantarán la Cruz con las doctrinas de Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana... Y vi triunfar al Señor, atrayendo a Sí todas las cosas" 256.
Este ver y comprender en Dios el espíritu y el mensaje del Opus Dei, precisamente por su profundidad, provocaba en San Josemaría una acentuada conciencia de su pequeñez y de su incapacidad para llevarla adelante. Y así, su comprensión de la misión que el Señor le encargaba le empujaba, por contragolpe, a ver que era el Señor, y no él, quien podía realizarla. Porque él se ve a sí mismo un niño, un niño pequeño, que no sabe nada. Pero Dios es su Padre, que lo puede todo. En el contexto de este panorama acuciante de labor apostólica, el clima del que nace Santo Rosario es éste: el propio de la filiación divina del cristiano –"la médula de la piedad", dirá más tarde 257– y de la vida de infancia, que será el modo de cultivar esa filiación que el Autor sugiere a los lectores. Comprobémoslo, tomando sus propios textos de aquellos meses de 1931.

2. Paternidad de Dios y filiación divina del cristiano

Emblemático de lo que señalamos es este apunte de su oración el 12 de septiembre de 1931. Leemos:
"Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. –Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.
"Y está como un Padre amoroso –a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos–, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando.
"¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! –Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!
"Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los Cielos" 258.
Es éste uno de lugares más representativos del hondo sentido de la filiación divina que tuvo el Autor, y que se manifiesta por todas partes en sus Cuadernos y en Santo Rosario. Condensa este punto, en efecto, la experiencia y la predicación del Autor sobre la relación del cristiano con Dios, basada en la proximidad e intimidad amorosa del Señor, cimentada en que ese Dios es Padre lleno de Amor misericordioso al hombre.
La vida espiritual de aquel verano y otoño de 1931 es el ambiente de oración y contemplación que vamos a encontrar en Santo Rosario: presencia paternal de Dios, que no es sólo en la oración sino siempre y en todas partes 259.
El Espíritu se abre paso en San Josemaría concediéndole, de manera escalonada, una creciente experiencia de esta paternidad amorosa de Dios –y del consecuente sentido de la filiación divina–, que tendrá en aquellos meses que preceden a Santo Rosario momentos de alta significación. He aquí dos. Nos referirnos a la oración exultante del 22 de septiembre y al evento del 16 de octubre:
"Estuve considerando las bondades de Dios conmigo y, lleno de gozo interior, hubiera gritado por la calle, para que todo el mundo se enterara de mi agradecimiento filial: ¡Padre, Padre! Y –si no gritando– por lo bajo, anduve llamándole así (¡Padre!) muchas veces, seguro de agradarle. Otra cosa no busco: sólo quiero su agrado y su Gloria: todo para Él" 260.
Aquí es San Josemaría el que, movido por la gracia, ora y medita, poniendo inteligencia y corazón en ese gozoso "considerar", que va a ser como una preparación para la experiencia mística del 16 de octubre. Aconteció así, según la nota que escribe de inmediato (en el mismo Cuaderno, 16-X-1931, 334):
"Día de Santa Eduvigis 1931 [16 de octubre]: Quise hacer oración, después de la Misa, en la quietud de mi iglesia 261. No lo conseguí. En Atocha, compré un periódico (el ABC) y tomé el tranvía. A estas horas, al escribir esto, no he podido leer más que un párrafo del diario. Sentí afluir la oración de afectos, copiosa y ardiente. Así estuve en el tranvía y hasta mi casa 262. Esto que hago, esta nota, realmente, es una continuación, sólo interrumpida para cambiar dos palabras con los míos –que no saben hablar más que de la cuestión religiosa 263– y para besar muchas veces a mi Virgen de los Besos y a nuestro Niño" 264.
Nada dice el Cuaderno sobre el contenido de aquel imponerse de Dios. Pero lo explicará después, al rememorar, en muy diversas ocasiones, el acontecimiento: era la misma oración del 22 de septiembre, pero en la forma de una irrupción divina, de una efusión trinitaria en el alma. Lo leemos en una Carta dirigida a los fieles del Opus Dei en 1959, en la que expone detenidamente el sentido de la filiación divina, como fundamento de la vida espiritual:
"Este rasgo típico de nuestro espíritu nació con la Obra, y en 1931 tomó forma: en momentos humanamente difíciles, en los que tenía sin embargo la seguridad de lo imposible –de lo que contempláis hecho realidad–, sentí la acción del Señor que hacía germinar en mi corazón y en mis labios, con la fuerza de algo imperiosamente necesario, esta tierna invocación: Abba, Pater! Estaba yo en la calle, en un tranvía [...] Probablemente hice aquella oración en voz alta. Y anduve por las calles de Madrid, quizá una hora, quizá dos, no lo puedo decir, el tiempo se pasó sin sentirlo. Me debieron tomar por loco. Estuve contemplando con luces que no eran mías esa asombrosa verdad, que quedó encendida como una brasa en mi alma, para no apagarse nunca" 265.
Tres meses después de aquellas experiencias "del tranvía", encontramos en su Cuaderno este apunte: "Pepe R. tiró al velógrafo una cuartilla que le llevé –la primera de una serie–, titulada 'Dios es nuestro Padre'" 266. Es decir, las luces de Dios se hicieron enseguida mensaje. Al año siguiente, al comenzar su retiro en Segovia, escribía: "Día primero. Dios es mi Padre. –Y no salgo de esta consideración" 267. Mensaje, pues, que arranca de la transformación de su espíritu. El impacto de esta sobrenatural vivencia configurará ya para siempre la oración y la predicación de San Josemaría.

a) Filiación en Cristo: el amor a Jesús y a su Madre Santísima

Esta pleamar de afectos filiales coincide con la incorporación de Josemaría Escrivá como Capellán al Patronato de Santa Isabel: son los meses de septiembre a noviembre. Éstas y otras gracias divinas de aquellos días, unidas a su praxis habitual de oración –intensa celebración de la Eucaristía, acción de gracias después de la Comunión, oración mental, santo Rosario y lectura contemplativa de la Escritura y de las Horas canónicas– fueron conduciéndole a una nueva etapa en su vida de oración: "Siento que el Señor me pide más oración: quiere, sin duda, que le dedique exclusivamente, ad hoc, más tiempo. Trataré de darle gusto" 268.
Pero el fruto de todo aquello fue, sobre todo, un amor creciente al Señor, del que se sentía consciente y asombrado: "Ahora me doy exacta cuenta de mi amor a Jesús. No es que antes no le amara. Mi voluntad estaba en amarle. No es tampoco sensiblería. No sé cómo decirlo: pero es el hecho: sé que le quiero por encima de todo" 269. "¡Qué alegría, qué gozo más grande y sobrenatural me ha dado hoy Jesús, después de las congojas de ayer! Porque ayer sufrí mucho. Anoche, hasta las once, estuve un rato de oración y me acosté con paz. Pero, hoy, sin que haya ninguna razón humana, me encontré lleno, rebosante de satisfacción. ¿Qué te he hecho, Jesús, para que así me quieras? Ofenderte... y amarte: amarte: a esto va a reducirse mi vida [ ] Cuántas veces han salido hoy estos afectos encendidos de mis labios y de mi corazón" 270.
Y junto al amor a Jesús, se da una decisiva presencia de María Santísima en el proceso interior de aquellas semanas, que se hace cada vez más explícita conforme nos vamos acercando a la fecha de redacción de Santo Rosario 271. Ya de agosto es esta anotación, escrita un día al volver de Santa Isabel:
"Señor y Padre mío, heme aquí, como un niño pequeño que apenas sabe balbucear... Mi Madre –mi Virgen de los Besos 272–te dirá lo que siento y no sé expresar con esta lengua de trapo mía. Hágase, cúmplase... Mi Virgen de los Besos: terminaré comiéndomela. Lo he dicho otras veces: estoy segurísimo de que amo a la Señora. Y Ella lo sabe. Y no consentirá que su borrico –yo– sarnoso y todo, ofenda a Jesús. Y me obtendrá gracia abundante para vencer, en esta lucha cotidiana. Y no servirán de nada al Maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de mí, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en mi Corazón. Serviam!" 273.

b) En medio de la tribulación y el sufrimiento

El clima de filiación divina e infancia espiritual en que se redactó Santo Rosario, como estamos viendo, quedaría sensiblemente incompleto si no nos referimos a otro elemento clave, que da su pleno sentido a ambas dimensiones: la experiencia de la Cruz. Tres días antes había escrito en el mismo Cuaderno:
"Día 9 de septiembre de 1931: Estoy con una tribulación y desamparo grandes.¿Motivos? Realmente, los de siempre. Pero, es algo personalísimo que, sin quitarme la confianza en mi Dios, me hace sufrir, porque no veo salida humana posible a mi situación. Se presentan tentaciones de rebeldía: y digo serviam!" 274.
En medio del abatimiento, queda patente la fuerza de Dios. El futuro punto 267 de Camino es por completo autobiográfico. El "es preciso convencerse..." testimonia ante todo la batalla de la fe.
En efecto, en esas semanas se intensificó también, en la vida de San Josemaría, la presencia del dolor, tanto a nivel externo como interno. Por una parte, entre otros problemas de orden más material, arreciaron las habituales dificultades económicas en el hogar, del que él era cabeza de familia, y sufría de ver sufrir a los suyos 275; por otra, todas esas dificultades repercutían en su vida interior, en lo más hondo de su alma, llevándole a consideraciones que acabarán también reflejadas en Santo Rosario 276.
Pero la sólida alegría que brotaba de la consideración de su filiación divina, alcanzaba también a su experiencia de la Cruz: "A esta falta de formación mía se deben bastantes de mis ratos de desaliento, de mis horas y aun días de apuro y de mal humor. Generalmente, me da Jesús la Cruz con alegría, cum gaudio et pace, y Cruz con alegría... no es Cruz. Yo, por mi naturaleza optimista, he tenido habitualmente una alegría, que podríamos llamar fisiológica, de animal sano; no es ésa la alegría a que me refiero, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarse en los brazos amantes del Padre-Dios" 277.
En esos meses, la Cruz se presentaba también, en la vida de San Josemaría como en la de tantos españoles, en forma de persecución religiosa. Sufrió particularmente por la quema de iglesias y conventos, y por otras tropelías del rabioso anticlericalismo de muchos conciudadanos. Intensificó por eso su espíritu de desagravio, apoyándose expresamente en el rezo del Rosario:
"Día de San Lorenzo – 1931. [...] Desde que, en aquel día funesto, al oír por teléfono que estaba ardiendo la iglesia de la Flor, fui corriendo a nuestra Iglesia del Patronato, cerré las puertas de la calle, subí al presbiterio... resbalé, cayendo cuan largo soy –me dolió unos días el golpe–, anuncié a los fieles el triste suceso y leí con voz emocionada las Preces del Amor Misericordioso, por la Iglesia y por la Patria; desde entonces, todos los días después del rosario, rezo esas oraciones, convencido de que orar es el único camino de atajar todos estos males que padecemos" 278.
Dios mismo confirmó a San Josemaría, en aquellos meses, la estrecha unión existente entre el Rosario y el espíritu de desagravio: "Fiesta de nuestra Señora del Rosario, 1931: El día 4 estuve, con D. Norberto, en casa de Juana Lacasa. Me dio el Señor lágrimas y compunción. Hoy, en la acción de gracias de la Santa Misa, también me ha hecho la misma merced, con una verdadera contrición. Gracias a mi Madre la Virgen inmaculada" 279.

3. La infancia espiritual

La vivencia de la filiación divina –en medio de dolor y contradicciones– estuvo existencialmente acompañada, en el Autor de Santo Rosario, de una gozosa conciencia de ser un niño delante de ese Dios, que es su Padre. Y la relación filial con la Santísima Virgen le llevaba a un creciente desarrollo de la "infancia espiritual". Las anotaciones de esos meses, que constituyen el "hogar" en que se forja Santo Rosario, son también la fuente principal de los futuros capítulos de Camino titulados "Infancia espiritual" y "Más de vida de infancia", y de otros lugares del libro; por lo cual, la edición crítico-histórica de esos dos capítulos, con abundante información y reflexión teológica acerca de nuestro asunto, nos es fundamental para situar ahora el tema en Santo Rosario 280.
En los Apuntes íntimos, ese "tiempo de gracia" tiene algo que nos parece particularmente elocuente: más de cincuenta anotaciones empiezan por la palabra "Niño:..." 281. Se trata, como veremos, de una palabra clave en el patrimonio literario y espiritual de Santo Rosario: seis veces se encuentra referida al Niño Jesús; referida al lector, o al Autor, o a ambos, "Niño" aparece ¡doce veces! en el pequeño libro; y todas, en los textos del "tirón" de Santa Isabel, que es un fiel reflejo del lenguaje de los Cuadernos de esos meses. Un dato, pues, significativo de esa "infancia espiritual", que dará su ambiente a todo el texto, como el lector irá comprobando misterio tras misterio. Había escrito al comenzar el libro: "He de contar a esos hombres un secreto", que desvela a continuación: "Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños". El secreto es la "vida de infancia espiritual".
Pero en el itinerario contemplativo del Autor, que en esa época tiene en su Cuaderno anotaciones prácticamente diarias, hay un periodo aún más determinado, que podríamos calificar de verdadera "eclosión" de este "secreto". Tiene su inicio el 2 de octubre de 1931 282, tercer aniversario de la Fundación del Opus Dei; recorre los meses de octubre a diciembre; su momento de especial intensidad es, claramente, la novena de la Inmaculada de ese año; y se prolonga, al menos, hasta mediados de enero de 1932 283. Sobre esos pasajes, que citaremos una vez y otra, se construyen, en este apartado, la reflexión sobre la vida de infancia, y en la Segunda Parte, el comentario histórico-espiritual del texto.

a) Oración de infancia

El texto del 2 de octubre de 1931, que ya hemos utilizado como hermosa memoria del evento de 1928, se prolonga en unas consideraciones que nos muestran el alma de niño de San Josemaría; son las que ahora nos interesan. Leamos: "Esta mañana [.. .] me metí más con mi Ángel. Le eché piropos y le dije que me enseñe a amar a Jesús, siquiera, siquiera, como le ama él. Indudablemente Santa Teresita –a quien invoco a diario tanto como a Mercedes– quiso anticiparme algo por su fiesta y logró de mi Ángel Custodio que me enseñara hoy a hacer oración de infancia" 284.
Retengamos bien lo que acabamos de leer: San Josemaría declara que su Ángel Custodio le ha enseñado –ese 2 de octubre– a hacer oración de infancia. Esto es lo que buscaba San Josemaría en fecha tan señalada, y le fue concedido en aquel coloquio de ángeles y santos: que su oración fuera realmente la oración de un niño 285. Eso, por otra parte, es lo que el Autor quería para sus lectores al escribir Santo Rosario, como les dirá en su palabra final: "Si rezas el Rosario así, aprenderás a hacer oración de infancia" 286.
Aquel año, la proximidad del Adviento y el ritmo de la Liturgia y de la Iglesia ponían en Josemaría Escrivá una expectación creciente de la Navidad; su piedad se concentraba progresivamente en Jesús-Niño, siempre acompañado de María y de José: "Esta mañana pedí a Jesús –no le pedí, digo mal– expuse a Jesús mis deseos de prepararme muy bien, durante el Adviento, para cuando el Niño venga. Le dije muchas cosas, entre ellas que me enseñe a vivir la Liturgia sagrada" 287.
La "vida de infancia", ya antes de la "oración de infancia" del 2 de octubre del 31, era en San Josemaría una realidad en su trato con el Señor, muy unida a lo que podíamos llamar su "teología del borrico", que ahora, al llegar al Patronato de Santa Isabel, se desarrolla y se une –siempre según los Cuadernos– a su nuevo "descubrimiento" de la infancia de Jesús 288.

b) La "teología del borrico"

Esta sorprendente "teología del borrico", como la hemos llamado con un cierto humor, venía ya de atrás 289. En este ambiente va creciendo el diálogo orante, que es el tejido con el que San Josemaría escribe Santo Rosario; un diálogo en el que la figura del borrico, que el Autor se aplica a sí mismo en su relación con Dios, fomenta diversas actitudes espirituales, subyacentes al libro que va a escribir: humildad, audacia, desagravio...
Una nota de marzo de ese año: "¡Cuántas veces me propongo servirte en algo, Señor mío, ...y me he de conformar, tan miserable soy, con ofrecerte la rabietilla, el sentimiento de no haber sabido cumplir aquel propósito... tan fácil! –Decididamente casi no llego a borrico..., me quedo, formando parte del montoncillo vil de trapos sucios, que desprecia el trapero más pobre" 290.
Escrivá no desea, por supuesto, aparecer sarnoso, ni ser un trapo sucio, ni estar lleno de basura: busca con afán la purificación de su alma, quiere ser un "borrico, paciente, trabajador, fiel": y recurre, para esto, con su sencillez y osadía habitual, al diálogo de la oración:
"Hoy –escribe en octubre de ese año–, en mi oración, me confirmé en el propósito de hacerme santo. Sé que lo lograré: no porque esté seguro de mí, Jesús, sino porque... estoy seguro de Ti. Luego, consideré que soy un borrico sarnoso. Y pedí –pido– al Señor que cure la sarna de mis miserias con la suave pomada de su Amor: que el Amor sea un cauterio que queme todas las costras y limpie toda la roña de mi alma: que vomite el montón de basura, que hay dentro de mí. Después he decidido ser borrico, pero no sarnoso. Soy tu borrico, Jesús, que ya no tiene sarna. Lo digo así, para que me limpies, pues no vas a dejarme mentir... Y de tu borrico, Niño-Dios, haz cuanto quieras: como los niños traviesos de la tierra, tírame de las orejas, zurra fuerte a este borricote, hazle correr para tu gusto... Quiero ser tu borrico, paciente, trabajador, fiel... Que tu borrico, Jesús, domine su pobre sensualidad de asno, que no responda con coces al aguijón, que lleve con gusto la carga, que su pensamiento y su rebuzno y su obra estén impregnados de tu Amor, ¡todo por Amor!" 291.
El borrico, al acercarse el Adviento, tiene la alegría de la entrega junto al Niño, María y José: "Jesús-Niño: mi Rey: mi Dios: Amor: zurra al borrico, que no merece más que palos, pero... ¡Hágase, cúmplase!... –María, Madre nuestra, ruega: San José, intercede" 292. Pero Josemaría sólo ve el amor, el cariño que Jesús tiene al borrico, y por eso todo son "mimos de Jesús". Así escribe (estamos a 20 de noviembre) a propósito de cómo se ha solucionado un asunto: "Otro mimo de Jesús con su borrico..." 293. Es la vida de infancia, que se hace "natural" en él.
Finalmente, ya en plena Novena de la Inmaculada, tres días antes de escribir Santo Rosario, el Autor parece culminar su teología del borrico: "Jesús sabrá hacer de su borrico, no un hombre, un Ángel ¡y padre de Ángeles!" 294.

c) El "descubrimiento" de la infancia de Jesús

Hay una imagen del Niño Jesús, que se guarda en la Iglesia del Patronato de Santa Isabel. Las monjas se la mostraron a su Capellán el día de Santa Teresa, el 15 de octubre, y San Josemaría se quedó prendado de esa talla 295.
La contemplación reiterada de esa imagen llena el alma del joven sacerdote de amor y de entusiasmo: "El Niño Jesús: ¡cómo me ha entrado esta devoción, desde que vi al grandísimo Ladrón, que mis monjas guardan en la portería de su clausura! Jesús- niño, Jesús-adolescente: me gusta verte así, Señor, porque... me atrevo a más" 296.
Es una contemplación, ésta de Jesús-Niño, que empuja a San Josemaría a predicar como locura de Amor el misterio de Cristo, desde la infancia hasta la Eucaristía:
"Les hablé –anota en su Cuaderno– de Jesús chiflado, loco por nosotros. [...]
Quise hacerles ver que el más grande loco que ha habido y habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse como Él se entrega, y a quienes se entrega? Porque locura hubiera sido quedarse hecho un Niño indefenso; pero, entonces, aun muchos malvados se enternecerían, sin atreverse a maltratarle. Le pareció poco: quiso anonadarse más y darse más. Y se hizo comida, se hizo Pan. ¡Divino Loco! ¿Cómo te tratan los hombres?... ¿Yo mismo?... 297. Jesús, tu locura me roba el corazón. Estás inerme y pequeño, Niño-Dios, para engrandecer a los que te comen 298. Haznos locos, con esa locura pegadiza que atraiga a muchos a tu Apostolado 299" 300.
La devoción a Jesús Niño está muy unida al cariño que el Capellán de Santa Isabel tenía a la que llamaba la Virgen de los Besos, que ya hemos encontrado en las notas del Cuaderno IV. Ese cariño y ese clima de audacia infantil le llevaron a adquirir una piadosa costumbre en relación con esta imagen de la Virgen. Él mismo la relata, a la vez que reflexiona profundamente sobre sus implicaciones. He aquí el texto:
"A veces nos sentimos inclinados a hacer pequeñas niñadas: mientras esos actos no sean rutinarios, no son estériles. Un ejemplo: supongamos que un alma, que va por vía de infancia espiritual, se mueve a arropar cada noche, a las horas del sueño, a una imagen de madera de la Santísima Virgen. El entendimiento se rebela contra semejante acción, por parecerle completamente inútil. Pero el alma pequeña, tocada de la gracia, ve perfectamente que un niño, por Amor, obraría así. Entonces, la voluntad viril, que tienen todos los que son espiritualmente chiquitos, se alza obligando al entendimiento a rendirse... Y, si aquella alma infantil continúa cada día arropando la imagen de nuestra Señora, cada día también hace una pequeña obra de maravilla delante de Dios, y, mientras no se introduzca la rutina, será desde luego esa obra una obra fecunda, como fecundo es siempre el Amor" 301.
Cinco días antes de escribir Santo Rosario, nos dejará esta emocionante confesión: "Estoy lleno de miserias. Cada día las veo más claras. Pero no me asustan. Él sabe bien que ya no puedo dar otro fruto. Mis caídas, como las de los niños, involuntarias -cada día, Señor, han de ser con tu ayuda más involuntarias, porque cada día quiero ser más niño– hacen que mi Padre-Dios tenga más cuidado de mí y que mi Madre María no me suelte de su mano amorosa: yo quiero aprovecharme, Jesús, y, al cogerme Tú a diario del suelo, te abrazaré con todas mis fuerzas y pondré mi cabeza miserable sobre tu pecho, para que me acaben de enloquecer los latidos de tu dulce Corazón" 302.

4. La Novena a la Inmaculada de 1931

"Madre Inmaculada, Santa María: algo me darás, Señora, en esta novena a tu Concepción sin mancha. Ahora ya no pido nada –como no me lo manden–, pero te expongo ese deseo de llegar a la perfecta infancia espiritual" 303. Fue precisamente al comenzar el Adviento y la Novena a la Inmaculada, cuando esta profunda experiencia personal de la vida de infancia se hace, en el alma de San Josemaría, no sólo vida sino luz y mensaje. Nos interesa subrayar que, en San Josemaría –como hemos podido ver en nuestro breve recorrido por el Cuaderno IV–, sentido de la filiación divina e infancia espiritual se inscriben en la misma experiencia de Dios y expresan, sustancialmente, el mismo mensaje. Es ilustrativo escuchar cómo al cabo de los años lo explicaba el propio fundador del Opus Dei:
"Tenía por costumbre, no pocas veces, cuando era joven, no emplear ningún libro para la meditación. Recitaba, paladeando, una a una, las palabras del Pater Noster, y me detenía –saboreando– cuando consideraba que Dios era Pater, mi Padre, que me debía sentir hermano de Jesucristo y hermano de todos los hombres. No salía de mi asombro, contemplando que era ¡hijo de Dios! Después de cada reflexión me encontraba más firme en la fe, más seguro en la esperanza, más encendido en el amor. Y nacía en mi alma la necesidad, al ser hijo de Dios, de ser un hijo pequeño, un hijo menesteroso. De ahí salió en mi vida interior vivir mientras pude –mientras puedo– la vida de infancia, que he recomendado siempre a los míos, dejándolos en libertad" 304.
Pero sigamos por su orden aquellos días de la Novena, que verán a San Josemaría escribir Santo Rosario. He aquí la anotación del primer día, que parece como la introducción existencial a todo el libro: "Lunes 30-XI-1931, San Andrés, primer día de la Novena. Camino de infancia. Abandono. Niñez espiritual. Todo esto que Dios me pide y que yo trato de tener no es una bobería, sino una fuerte y sólida vida cristiana.
Por ahí voy, cuando, al rezar el rosario o hacer –como ahora en Adviento– otras devociones, contemplo los misterios de la vida, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo, tomando parte activa en las acciones y sucesos, como testigo y criado y acompañante de Jesús, María y José" 305.
No cabe una mejor explicación de lo que será Santo Rosario. Lo decíamos más arriba: que el Autor, aunque escribió "de un tirón" sus consideraciones sobre los misterios del Rosario, quizá no lo hizo sólo como fruto de una inspiración del momento, sino como la culminación, trasladada al papel, de una "contemplación" de esos misterios, que se había hecho habitual en su piedad, pero que tomó forma específica en aquellos meses de 1931: será contemplación de "testigo y criado y acompañante de Jesús, María y José", y será contemplación de "niño" y de "borrico" 306.
Segundo día de la Novena, primero de diciembre: "La infancia espiritual no es memez espiritual, ni 'blandenguería': es camino cuerdo y recio que, por su difícil facilidad, el alma ha de comenzar y seguir llevada de la mano de Dios" 307.
Día tercero (2 de diciembre): "Anoche, cuando hacíamos la novena a la Inmaculada, en la petición, le expuse que quiero ser muy niño. Al instante me hizo ver por qué, siendo niño, no tendré más penas: porque los niños olvidan en seguida los disgustos, aun los mayores disgustos, para volver a sus juegos ordinarios: porque, con el abandono, el niño no tiene que preocuparse, ya que descansa en su Padre" 308.
Y en el día de San Francisco Javier, 3 de diciembre y última página del Cuaderno IV, nos dejó escrito este detalle "infantil" de amor a la Virgen: "Esta mañana volví sobre mis pasos, hecho un chiquitín, para saludar a la Señora, en su imagen de la calle de Atocha, en lo alto de la casa que allí tiene la Congregación de S. Felipe 309.
Me había olvidado de saludarla: ¿qué niño pierde la ocasión de decir a su Madre que la quiere? Señora, que nunca sea yo un ex-niño" 310.
Las notas del 3 de diciembre prosiguen en el Cuaderno V, donde en la primera página quedó estampado este pensamiento: "Ser pequeño: las grandes audacias son siempre de los niños. –¿Quién pide... la luna? –¿Quién no repara en peligros para conseguir su deseo? 'Poned' en un niño 'así', mucha gracia de Dios, el deseo de hacer su Voluntad (de Dios), mucho amor a Jesús, toda la ciencia humana que su capacidad le permita adquirir... y tendréis retratado el carácter de los apóstoles de ahora, tal como indudablemente Dios los quiere" 311.
Todos estos deseos y proyectos los encontraremos en el libro que escribirá dos días después: Santo Rosario. Hay allí, en efecto, muchas "audacias de niño" en la forma de moverse en las escenas; de relacionarse con Jesús mismo, con María; de rezarles y de aprender de ellos; hay mucho amor de Dios, mucho deseo de cumplir su voluntad. Es evidente que San Josemaría, personalmente, se sentía así en aquella Novena a la Inmaculada, así rezaba y contemplaba esos días; y por eso "brotó" todo, con particular intensidad y hondura –y también belleza literaria–, en aquella acción de gracias en Santa Isabel.
El día 10, apenas pasada la fiesta de la Inmaculada y escrito ya el libro, subraya la "bendita monotonía" de la repetición de oraciones sencillas al Señor y a su Madre: "Nuestra voluntad, con la gracia, es omnipotente delante de Dios. –Así, a la vista de tantas ofensas para el Señor, si decimos a Jesús con voluntad eficaz, al ir en el tranvía por ejemplo: 'Dios mío, querría hacer tantos actos de amor y de desagravio como vueltas da cada rueda de este coche', en aquel mismo instante delante de Jesús realmente le hemos amado y desagraviado según era nuestro deseo. Esta 'bobería' no se sale de la infancia espiritual: es el diálogo eterno entre el niño inocente y el padre chiflado por su hijo: –¿Cuánto me quieres? ¡Dilo! –Y el pequeñín silabea: ¡Mu-chos mi-llo-nes!" 312.
Y el día 13, parece hacer un balance teológico-espiritual de la vida de infancia, tan intensamente vivida en aquellas jornadas: "la infancia espiritual exige la sumisión del entendimiento, más difícil que la sumisión de la voluntad. Para sujetar el entendimiento, se precisa, además de la gracia de Dios, un continuo ejercicio de la voluntad, que niega, como niega a la carne, una y otra vez y siempre, dándose, por consecuencia, la paradoja de que quien sigue el Caminito de infancia, para hacerse niño, necesita robustecer y virilizar su voluntad" 313.

5. Una consideración final: la libertad de los hijos de Dios

Las anotaciones de estos Cuadernos, que alimentan a Santo Rosario y a Camino, están pidiendo una monografía, que investigue detenidamente la doctrina de Josemaría Escrivá sobre la infancia espiritual; una investigación que contemple su relación con la tradición precedente, especialmente, con San Francisco de Sales y todo ese movimiento de los siglos XVII y XVIII, al que ya antes hemos aludido, y sobre todo con Santa Teresita del Niño Jesús, a la que venera e invoca precisamente por razón de esta doctrina 314. Algo, pues, que trasciende con mucho a estas páginas introductorias.
Hay, sin embargo, un punto en la doctrina del Autor de Santo Rosario, del que sí debemos decir una palabra. Nos referimos a la posición de la vida de infancia en la praxis cristiana del Opus Dei, tal como la explicó San Josemaría.
Importante, en este sentido, el pasaje escrito la víspera de la Novena de la Inmaculada: "Vigilia del Apóstol San Andrés – 1931. Sin torcer el rumbo de las almas, todos [en el Opus Dei] hemos de andar por el camino de infancia espiritual, señalado por Santa Teresita, camino de Amor por el que anduvo también Mercedes" 315.
Es interesante notar en este pasaje que la expresión inicial ("Sin torcer el rumbo de las almas") no pertenece a la secuencia primera del texto: está añadida al margen, al releer la página poco después. Que sea añadida pero que sea casi simultánea dice mucho a la hora de situar el tema. El tenor directo y original pone de manifiesto la espontánea redacción, que corresponde a la experiencia que el Autor tenía del sentido de la filiación divina –"fundamento de la vida espiritual en el Opus Dei"–, expresándose en los modos propios de la infancia espiritual. Infancia espiritual y filiación divina se implicaban en San Josemaría en una sencilla unidad. Pero el matiz añadido responde al profundo sentido de la libertad que San Josemaría veía, en el configurarse de la vida espiritual de cada persona llamada a vivir el espíritu del Opus Dei. Cada alma tiene su "rumbo" dentro del "camino". Escrivá era sumamente consciente de que los modos de la infancia espiritual, del saberse pequeño delante de Dios, eran muy diversos. Cada cual tiene su libertad, sus dones del Espíritu y su rumbo...
En enero siguiente perfiló claramente la nota que hemos comentado. Es un texto fundamental para nuestro estudio. Dice así:
"Cuando digo en estas catalinas que el Señor desea para los socios el conocimiento y práctica de la vida de infancia espiritual, no es mi intención uniformar las almas de los 'hombres de Dios'. [...]. Lo que veo es: 1°/ hay que dar a conocer a todos y cada uno de los socios la vida de infancia espiritual: 2°/ nunca se forzará a ningún socio a seguir este camino, ni ninguna otra vía espiritual determinada" 316.
De aquí salió el texto básico del capítulo de Camino, "Infancia espiritual". Es el número primero, el 852: "Procura conocer la 'vía de infancia espiritual', sin 'forzarte' a seguir ese camino. –Deja obrar al Espíritu Santo" 317.
Esto es de gran importancia para la lectura y la comprensión teológico-espiritual de Santo Rosario, que es la culminación literaria de la infancia espiritual vivida por su Autor. Un libro ofrecido a todos, que difunde el sentido de la filiación divina metido en la infancia espiritual, dejando a los lectores una plena libertad... Será éste un tema recurrente, al cabo de los años, en la predicación de Josemaría Escrivá. Al proponer el pequeño libro como ayuda para rezar el Rosario, o al explicar, sin más, cómo rezar el Rosario, aparecerá, una vez y otra, la exhortación a la libertad personal.
He aquí unos textos, entre tantos otros, sobre el modo que tenía San Josemaría de hablar de Santo Rosario en los últimos años de su vida, en 1972, en su catequesis por la península ibérica:
"... A nadie le digo que ésta ha de ser necesariamente su manera concreta de hacerlo, porque puede haber otras mil formas diversas. Las almas, aunque son similares, tienen cada una su propio camino. Sigue el que quieras, en el rezo del Rosario y en todo lo demás" 318.
"En ese folletito, que escribí hace unos años, hay unas frases de cariño, que te pueden ayudar para contemplar bien los misterios del Rosario. Pero no os aconsejo que los meditéis necesariamente de la misma manera: tú no tienes por qué hacer las cosas como las hago yo. Cuando comenzaste a escribir, en la escuela te ponían, debajo del papel, una falsilla –una plantilla, igual da– porque si no, te torcías. Iba la maestra, te cogía de la mano... Pues eso: yo os doy las falsillas, que son el denominador común que tenemos, pero tu letra no es como la mía; ni lo que tú digas, será lo que diga yo, aun cuando tratáramos idénticas cosas con el mismo amor, ¿está claro? El Espíritu Santo nos coge de la mano a cada uno. Yo no te voy a decir cómo tienes que contemplar los misterios gozosos, porque lo harás a tu manera y yo a la mía. Por lo pronto, comienza contemplándolos con aquel folletito y, después, ve por tu cuenta" 319.
Asentado así el principio de libertad, la realidad es que las páginas de Santo Rosario –con los capítulos de Camino sobre la vida de infancia– "constituyen una atractiva descripción y, con ella, una invitación y una incitación al lector a aventurarse por el camino de ser y vivir como un niño delante de Dios. Se percibe en cada texto cómo Josemaría Escrivá habla de lo que vive y cómo de continuo 'tira' –del lector– hacia la 'niñez' espiritual de los hijos de Dios" 320.

 «    IV. EL APARATO CRÍTICO Y LA ESTRUCTURA DE LA PRESENTE EDICIÓN    » 

§ 11. TESTIGOS DEL TEXTO Y FUENTES PARA LA CRÍTICA TEXTUAL DE SANTO ROSARIO

En realidad, el lector los conoce ya perfectamente, pues han sido descritos con todo detenimiento, al filo de la historia de la redacción, en los §§ 1 a 5 de esta Introducción General. Por eso, ahora sólo se trata de enumerar ordenadamente esos testigos –manuscritos, ediciones, capas textuales–, con las abreviaturas correspondientes, para facilitar la cómoda consulta del aparato crítico.

1. Ante todo, el manuscrito original y la copia a velógrafo

Msa "Manuscrito autógrafo": es el manuscrito original de puño y letra del Autor (XII-1931)
Msa1 Msa antes de las anotaciones del P. Sánchez Ruiz
Msa2 Msa después de las anotaciones del P. Sánchez Ruiz y de las modificaciones del Autor
Txv "Texto a velógrafo": la copia mecanográfica de Msa2 reproducida a velógrafo (III-1932)

2. Después, las primeras ediciones:

StR1 la edición, Madrid 1934 (imprenta Juan Bravo)
StR2 ¿Fue la edición con dibujos de 1934 o la fase primera de la edición de Valencia 1939? Cuestión no resuelta.
StR3 3ª edición, Valencia 1939

3. Finalmente, el texto de 1945:

Txm1 "Texto mecanografiado primero": folios con el comentario a misterios y letanías, ampliado por el Autor en 1945, a la vista de las primeras pruebas de la 4ª edición (faltan los misterios 1° Gozoso y 1º Doloroso)
Txm1add Correcciones autógrafas que el Autor introduce sobre las hojas de Txm1
Txm2 "Texto mecanografiado segundo", fruto de pasar a limpio Txm1, con las modificaciones de Txm1add: no se conserva el original, sino la copia de papel carbón, sin correcciones de ningún tipo
Txm2add Correcciones del Autor sobre el original de Txm2: sólo se conservan restos de los misterios Dolorosos 1° y 5°
Txm3 "Tercer texto mecanografiado" (pasado a limpio de Txm2+Txm2add), que se utiliza para corregir las segundas pruebas de la 4ª edición (no se conserva)
StR4 4ª edición, Minerva, Madrid 1945

§ 12. DISPOSICIÓN DEL TEXTO Y DEL APARATO CRÍTICO

La detenida consideración de la historia del texto, que ya conoce el lector, nos ha llevado a presentar y estructurar el resultado de nuestro trabajo, de la manera que describimos a continuación.
La investigación sobre el "texto" se expresa en las piezas clásicas de estas ediciones críticas; aquí, aparte de la siempre importante Introducción General, esas piezas toman esta forma: a) introducciones a las "partes" del Rosario; b) introducciones a cada misterio del Rosario y a las letanías; c) notas de crítica textual; d) notas de comentario textual e histórico-espiritual.
El "texto" de Santo Rosario, como ya se ha dicho, quedó fijado por su Autor en la edición de 1945. Esta edición es, además, casi con toda seguridad 321, la primera "ilustrada", como siempre deseó San Josemaría, pero que no fue posible en los modestos "folletos" que preceden a la edición de Minerva. Las "ilustraciones", ciertamente, no quedaron fijadas con los dibujos de Borobio para esta cuarta edición: serán muy variadas y de muy diversos autores en la expansión mundial de las ediciones. Pero el diseño del texto y de las ilustraciones en la edición de Minerva, pasó a ser la referencia para las futuras ediciones en las distintas lenguas. Por eso, a la hora de pensar la estructura de nuestra edición, nos pareció que respondía al concepto de edición "crítico-histórica" –perfilado con ocasión de la edición crítica de Camino– disponer el libro de manera que el lector, a pesar de la necesaria complejidad redaccional que una edición crítica comporta, pudiera tener ante sus ojos el "texto" y las ilustraciones de Santo Rosario, según la hermosa edición de 1945. Esta decisión "estructural" lleva a un modo peculiar de disponer la Segunda Parte del libro, titulada Texto y comentario crítico-histórico. Esa disposición es la siguiente:

1. La mitad superior de las páginas está dedicada a reproducir el "texto" y las "ilustraciones" de Santo Rosario, en el que podríamos llamar "formato Minerva", que se caracteriza por su generosidad en los espacios libres: lo seguiremos rigurosamente, con sus páginas de texto, páginas con rótulos y dibujos, páginas con viñetas y páginas en blanco. Cada hoja de nuestra edición tiene el texto o el dibujo de la correspondiente página de Minerva. En el margen derecho o en el izquierdo –según sea página par o impar– de las páginas de texto, hemos numerado los párrafos (§§) de cada unidad (prólogo, misterios, letanías, etc.), que se citan así, por ejemplo: 5° Mgz, § 3.

2. La mitad inferior de las páginas tiene esta estructura:
a) En las páginas con rótulos o dibujos, esa mitad inferior (más los correspondientes dorsos en blando según la edición de Minerva) está dedicada en nuestra edición a las introducciones a las partes del Rosario y a las introducciones a los misterios, que llevan sus notas de documentación a pie de página, como de ordinario.
b) En cambio, en las páginas de "texto", es en esa mitad inferior donde se sitúan las notas de crítica textual y de comentario histórico-teológico al texto de los misterios. La referencia al texto se hace por medio de los números marginales que acabamos de nombrar. Después del número, viene la información de crítica textual; y debajo, en párrafos sucesivos, las eventuales notas de comentario doctrinal o histórico, que comienzan por la palabra o las palabras del texto que suscitan esas consideraciones. Una excepción: la nota crítica referente al título del misterio, o de la parte del Rosario de que se trate, no tiene, lógicamente, un número de párrafo como referencia: se abre con un simple asterisco.

3. El modo de anotar la crítica textual es el habitual en este tipo de ediciones 322. La información crítica, sobre cada párrafo de Santo Rosario, puede tener, para cada punto, tres partes bien diferenciadas:
a) la primera parte –que no falta nunca– identifica las fuentes redaccionales del párrafo; fuentes que hemos nombrado un poco más arriba (§ 11) y que se escriben en letra redonda; está separada de la segunda parte por triple barra (|||);
b) la segunda parte describe –si las hay– las diversas cuestiones o incidencias de crítica textual que ofrece ese párrafo, separadas entre sí –esas diversas incidencias– por barra doble (||): aquí los testigos van siempre en cursiva, para distinguirlos de las variantes textuales (que van en redonda); si hay diversas variantes dentro de una misma incidencia se separan entre sí –esas variantes– por una barra simple (|); como es tradicional, un corchete (]) separa la lectio recepta de las lectiones variantes.
c) también puede haber una tercera parte –separada de la segunda por barra cuádruple (||||)–, dedicada a la documentación de las citaciones bíblicas, explícitas o implícitas, que en el punto se contienen.
A modo de ejemplo, comentamos esta anotación del § 1 del tercer misterio gozoso:

1 Txm1 ||| al pueblo de donde arranca Txm1add Txm2 rel] al pueblo que es origen de | a la ciudad de Txm1 del || Nazaret Txm1 rel] seq, ciudad de Galilea, Txm1 del || a la ciudad Txm1 rel] seq de David, Txm1 del

Como se ve, en la primera parte leemos que el párrafo procede de la ampliación de 1945 (Txml). En la segunda parte (separada de la primera por triple barra) vemos que, en el § 1, hay tres incidencias textuales (separadas entre sí por doble barra), que son siempre correcciones autógrafas del Autor sobre Txml, que era la primera mecanografía de la ampliación de texto. Se refieren a la manera de designar a las ciudades de Belén y Nazaret. En esta anotación no hay tercera parte sobre fuentes bíblicas.
Tres abreviaturas han aparecido, aparte de las que designan a documentos y capas textuales: rel = reliquae, las restantes; del = deletum, tachado, eliminado; seq = sequitur, sigue. Vid tabla general de abreviaturas archivísticas.

4. Una advertencia sobre los rótulos y dibujos de la edición de Minerva. Luis Borobio, con ocasión de la 2ª edición polaca, hizo una reelaboración de esos materiales, corrigiendo defectos que se habían introducido en la edición de 1945, y haciendo alguna reinterpretación de sus dibujos. La 41ª edición española (Rialp, formato Minerva) asumió esta revisión realizada por Borobio y, a partir de ella, reproducimos los rótulos y los dibujos en nuestra edición. La comparación crítica de los dibujos de Minerva y los de la 2ª edición polaca, con reproducción de las ilustraciones, puede verse en Apéndice I, §§ 7 y 8.

5. Las ediciones de "formato Minerva" tienen en blanco las páginas dorsales de las que llevan los rótulos y los dibujos que hizo Luis Borobio. Esas páginas nos han sido de gran utilidad para dedicarlas, íntegramente, a la "introducción crítica" de los misterios. Y, a la vez, cuando el comentario textual lo exige, se prolonga su exposición en la página final de cada misterio, ilustrada por Borobio con una viñeta. De esta manera, el formato Minerva se mantiene para rótulos, dibujos y texto de Santo Rosario, pero las demás páginas recogen el comentario crítico en el formato normal.


1 "Hace muchos años escribí –de un tirón, después de la acción de gracias de la Misa– un folletico muy pequeño, con algunas consideraciones en torno a esos misterios" (Apuntes tomados de una tertulia, Gaztelueta [Vizcaya], 12-X-1972; Dos meses de catequesis, 1972, pg 703 [AGP, Biblioteca, PO4). "¡Rezad el Santo Rosario todos los días! Son pocos minutos. Hace años escribí, con la ayuda de Dios, un pequeño libro para enseñar a rezar el Rosario a la gente; no para que lo recen como yo, sino para que se suelten. Adquirid ese folleto..." (Apuntes tomados de una tertulia, Lima, 29-VII-1974; Catequesis en América 2, 1974-II, pg 421 [AGP, Biblioteca, PO4]).
2 Sobre el Patronato y San Josemaría, vid Beatriz COMELLA GUTIÉRREZ, "Introducción para un estudio sobre la relación de Josemaría Escrivá de Balaguer con el Real Patronato de Santa Isabel", en SetD 3 (2009) 175-202; de la misma autora: Josemaría Escrivá de Balaguer en el Real Patronato de Santa Isabel de Madrid (1931-1945) Colección de Monografías del Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, Rialp, Madrid 2010 (en prensa).
3 Nota de Mons. Javier Echevarría a Pedro Rodríguez, Roma, 16 de marzo de 2008. –Florencio: Florencio Sánchez Bella, que era entonces Consiliario del Opus Dei en España.
4 Notas de un tertulia con Mons. Álvaro del Portillo en Cavabianca (Roma), 14 de octubre de 1984, en Crónica, 1984, pg 1054 (AGP, Biblioteca, PO1).
5 Las monjas de Santa Isabel confirman esta concreción de D. Álvaro. La Madre Cecilia del Amor Hermoso explica que San Josemaría escribió Santo Rosario en lo que las religiosas llaman "el paso". En efecto, saliendo del presbiterio por la puerta que hay a la derecha, se accede a un espacio de unos 4 x 7 m y que conduce a la sacristía. Este "paso" tenía, junto a la pared del presbiterio, una mesa con una silla, orientadas hacia el Altar. Éste fue el lugar donde San Josemaría escribió el Santo Rosario. Esto fue después de la acción de gracias de la Misa, que hizo, como de costumbre, en el reclinatorio que había entonces a la derecha del presbiterio (conversación de Mercedes Morado y Lourdes Toranzo con la actual Superiora de las Agustinas Recoletas, febrero de 2008). Después del fallecimiento del antiguo Rector, la Comunidad de Agustinas Recoletas de Santa Isabel regaló al Opus Dei un reclinatorio, tapizado en rojo, réplica del que entonces estaba en el presbiterio y usaba San Josemaría para hacer oración.
6 Vid Dos meses de catequesis, 1972, pg 703 (AGP, Biblioteca, PO4).
7 Apínt, Cuaderno 5, 454.
8 Álvaro del Portillo en nota a este texto del Cuaderno dice que al leerlo "me dijo el Padre que no recordaba quién era este Luis". Iban a verle juntos con frecuencia. Vivían cerca del Retiro: "Dejé a Pepe y a Luis en su casa y, a través del Retiro, me dirigí, en oración hacia casa de los Guevara" (Apínt, Cuaderno 5, 473, 11-XII-1931).
9 Vid VAZQUEZ DE PRADA, I, pg 408-410.
10 Vid Camino ed crít-hist, pgs 17 y 35.
11 El párrafo de esta consulta, sobre un modo concreto de vivir la vida de infancia, lo estudiaremos después detenidamente (vid infra § 10, 2, c). El texto, que copia, de su Cuaderno (V, nº 488b) tiene fecha de 17 de diciembre. –La carta, cosida a las cuartillas, se encuentra en el legajo de los papeles de Santo Rosario: AGP, serie A.2, leg 58, carp 2, exp I.
12 Apínt, Cuaderno 5, 467b.
13 En la carta que acompaña a esas hojas copia un texto de su Cuaderno (5, 488b) –que estudiaremos después detenidamente–, que tiene fecha del jueves 17 de diciembre. Pudo muy bien copiarlo a la vez en la carta, que ese mismo día llevaría a su confesor: pero no consta. El siguiente jueves, víspera de Navidad, 24 de diciembre, fue también a confesarse y hay también en sus notas una alusión a la conversación de ese día con Sánchez Ruiz, pero nada sobre la carta y las cuartillas de Santo Rosario. Nos inclinamos por el día 17, porque el confesor no solía leer, de una semana para otra, las cosas que le llevaba San Josemaría.
14 Apínt, Cuaderno V, no 529.
15 Vid, por ejemplo, la primera entrega de unos textos que le hizo San Josemaría: "El domingo, día 6 de julio [1930], entregué al P. Sánchez estas cuartillas, en el Patronato, cuando vino a los exámenes de la Preservación de la Fe. El lunes 21 del mismo mes, en Chamartín, me devolvió las notas" (Apínt, Cuaderno 2, 73). Esto pasaría a ser lo normal.
16 Joven profesor de Medicina entonces, Rafael Roldán, cordobés nacido en 1900 y discípulo de D. Carlos Jiménez Díaz, conoció a San Josemaría en julio de 1932 y mantuvo una intensa relación con él. Hacia noviembre de 1933 ganó una plaza de A.P.D. (Asistencia Pública Domiciliaria) y residió en Córdoba. El trato con San Josemaría fue, a partir de entonces, epistolar.
17 Camino ed crít-hist, IntrodGen, § 3, nt 93.
18 Fechada en Córdoba a 14 de junio de 1977 (texto en AGP, serie A.5, leg 1427, carp 1, exp 7).
19 Numerada en anverso y reverso como 7 y 8.
20 Mons. Javier Echevarría lo había encontrado, en Roma, entre sus papeles, y el 24 de junio de 2009 se lo mostró a Pedro Rodríguez, que pudo escanearlo antes de devolverlo.
21 El ejemplar de que hablamos tiene, bien trazada a lápiz rojo encima del título, la cruz griega flechada que utilizaba San Josemaría en sus escritos.
22 Lo más lógico es pensar que fuera Pepe Romeo el que puso a máquina Santo Rosario, pues era el que entonces ayudaba a San Josemaría en estas cosas materiales: vid infra § 10, nt 67. "Anoche, al salir del hospital, Pepe R. y yo fuimos a tirar al velógrafo la meditación para entregarla a los sacerdotes esta tarde" (Apínt, Cuaderno 5, 660, 14-III-1932). Después, a propósito de un determinado proyecto: "Hice una pequeña ponencia, que Pepe R. ha puesto a máquina, y espero que Jesús nos dará el tino preciso para comenzar como El quiere" (ibídem, 770, 11-VII-1932). Más testimonios de Romeo y el velógrafo, ibídem, Cuaderno VI, nos 945 y 966.
23 En los dos se lee "Obispado de Madrid Alcalá". Todo lo gestionó el futuro Cardenal Bueno Monreal, que fue además el censor. Vid infra § 4, 3. El ejemplar de que hablarnos se conserva en AGP, serie A.3, leg 102, carp 2, exp 3.
24 Camino ed crít-hist, IntrodGen, § 3, 2-4.
25 Vid VÁZQUEZ DE PRADA, I, pgs 255-259.
26 Vid Pedro RODRÍGUEZ, "El doctorado de San Josemaría en la Universidad de Madrid.,, en SetD, 2 (2008) 13-103; otro enfoque, en Benito BADRINAS, "Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote de la diócesis de Madrid", en Anuario de Historia de la Iglesia 8 (1999) 608-611.
27 Apínt, Cuaderno 7, 1146, 3-III-1934; subrayado del Autor.
28 "Por razones de economía, con la aprobación del Sr. Obispo de Cuenca, se está tirando un folletico –luego se tirarán otros–, en la "imprenta Moderna", antes "Imprenta del Seminario", de esa capital (de Cuenca). Son notas que empleo, para ayudarme en la dirección y formación de los jóvenes, y que hasta ahora iban a velógrafo. Enseguida que me manden la edición, me apresuraré a enviar a V. S. Ilma. un ejemplar. Le anticipo que no tienen ni pretensiones, ni importancia, y que se imprimen anónimamente: desde luego, sólo son útiles para determinadas almas, que quieren de veras 1) tener vida interior 2) y sobresalir en su profesión, porque esto es obligación grave" (Carta a Juan Francisco Morán Ramos, 26-IV-1934; en AGP, serie A.3-4, leg 253, carp 2). Vid Santiago CASAS RABASA, "Las relaciones escritas de San Josemaría sobre sus visitas a Francisco Morán (1934-1938)", en SetD 3 (2009) 371-411.
29 Vid Camino ed crít-hist, IntrodGen, § 3, 5, b.
30 Cirac le devuelve, en efecto, Santo Rosario: "He aguardado a escribirte con el fin de decirte algo del opúsculo [se entiende, sobre la marcha de la edición de Consideraciones). Pero nada he conseguido. El día 20 repasé yo las pruebas corregidas de unas veinte páginas; después nada me han vuelto a decir. Te remito la oración y "Santo Rosario" Dirígete personalmente por carta a D. Pedro Lorente, La Imprenta Moderna [No hay en AGP correspondencia con Lorente ni con la imprenta]. Podrás también preguntarle por el opúsculo. Puedes decirle que como es mucho lo que habéis de dar a la imprenta, os dirigís a él, mejor que valeros de tercero" (Carta de Sebastián Cirac a Josemaría Escrivá, Cuenca 28-V-1934; AGE serie A.5, leg 205, carp 1, exp 9).
31 "El 22 de mayo, martes, día en la semana que dedico a Sta. María Reina de los Ángeles, encomendándome mucho a la Señora y a mi Ángel Custodio –y a todos los Stos. Ángeles Custodios nuestros (al de la O., de modo especial)– fui a ver al Sr. Vicario. [...] El Sr. Vicario estuvo amable. Traté de estas cuestiones: [...] petición de censura para el "Santo Rosario"; [...]" (Apint, Cuaderno V1I, 1186, 30-V-1934).
32 "Me recibió el Sr. Vicario muy amablemente. [...] 5/ Me dijo que no deje de dar los retiros espirituales durante el verano. 6/ Me dijo también que ya tenía licencia para publicar el "Santo Rosario"" (Apínt, Cuaderno V1I, 1191, 30-V-1934). En el Libro-Registro de Censuras (Archivo histórico diocesano de Madrid) figura el asiento correspondiente: Libro: "El Santo Rosario", Autor: "Pbro. D. José Mª Escrivá", Censor: "P. Agustín Tejedor CMF", Fecha de la concesión para publicarlo: 26-V-1934, Observaciones: en blanco. No se conserva el expediente de la censura del libro (como de muchos otros), que solía estar integrado por cuatro documentos: instancia del Autor al Vicario General, oficio de Cancillería comunicando el encargo al designado Censor, informe de éste con el nihil obstat y finalmente la concesión de la licencia firmada por el Vicario General, Morán. Se conserva en AGP el documento de comunicación oficial de la licencia al solicitante, firmada por el Canciller-Secretario, Dr. Juan J. Marco. Lleva fecha de 26 de mayo y se contesta a la instancia presentada por Escrivá el 23 de mayo (AGP, serie A.3, exp D-4668). Todo fue muy rápido. El censor, P. Agustín Tejedor Díez, CMF (1904-1983), ordenado presbítero en 1929, residía en los claretianos de Buen Suceso y estudiaba en la Universidad Central. No era muy frecuente su colaboración en las tareas de censura de la Diócesis.
33 Carta a Juan Francisco Morán Ramos, 6-VII-1934; en AGP, serie A.3-4, leg 253, carp 2.
34 Diario de Luchana, 15-V1I-1934.
35 Ibídem, 23-VII-1934.
36 La imprenta era aneja al Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús. El Asilo estaba dirigido por los Hermanos de La Salle y, después, se transformó en el Colegio La Salle, Sagrado Corazón, que ahora se encuentra en la calle Herrera Oria. En la imprenta se editaba el Boletín Oficial de la Diócesis de Madrid.
37 Diario de Ferraz, 23-IX-1934.
38 ""Folletos del Santo Rosario" (17-I-35). Se nos olvidó decir que hace días llegaron los 1.000 ejemplares encargados a los Talleres del S. Corazón (Juan Bravo)".
39 Carta a Juan Francisco Morán Ramos, 13-I-1935; en AGP, serie A.3-4, leg 253, carp 3.
40 Carta de Cruz Laplana, Cuenca 24-1-1935; en AGP, serie A.5, leg 221, carp 2, exp 1. Sobre el Obispo de Cuenca y la edición de Consideraciones Espirituales, vid Camino ed crít-hist, IntrodGen, § 3, 5, b.
41 Diario de Ferraz, 17-1-1935.
42 De esa posible primera edición no queda un solo ejemplar. "Los anteriores se rompieron", dice Sainz de los Terreros: pero ¿son los de esa posible edición mal hecha o, lo que es más probable, los que quedaban de la tirada a velógrafo? No podemos despejar con certeza la cuestión de a qué se refiere San Josemaría cuando habla de las tres ediciones anteriores a la de 1945: si considera que hay dos en la imprenta de Juan Bravo y la tercera en Valencia, como veremos; o bien, si considera la edición el texto a velógrafo y 2ª la de Juan Bravo. Vid infra § 3, 2 y 11.
43 Vid supra nt 28.
44 Véase, como ejemplo, la gran concentración de líneas y la ampliación de la caja en el 5° misterio gozoso.
45 El guionado está también ausente en los fascículos a velógrafo de Consideraciones espirituales. San Josemaría lo introduce, simultáneamente, al imprimir ambos libros en 1934: StR1 y Consideraciones de Cuenca. El estudio de los autógrafos nos hace comprender que, en la mayoría de los casos, el "mensaje" que expresa este peculiar guionado, San Josemaría lo indicaba muchas veces, en el texto manuscrito de los dos libros, dejando un largo espacio en blanco detrás del "punto y seguido".
46 Carta al P. Ángel Basterra, Madrid 17-I-1939; AGP, serie A.3-4, leg 253, carp 4.
47 Noticias de diciembre de 1938; AGP, serie A.2, leg 11, carp 2, exp 10.
48 Carta a los fieles del Opus Dei en Madrid, Burjasot 6-VI-1939; en AGP, serie A.3-4, leg 256, carp 3. La cursiva es nuestra.
49 El resultado sería la espléndida edición príncipe, cuyos avatares de edición se describen detenidamente en Camino ed crít-hist, IntrodGen, § 6, 2. El contexto y el fondo histórico de lo que sigue está en esas páginas.
50 Diario de Madrid, 2-VI-1939. A las palabras Santo Rosario precede, tachada, la palabra Camino. Esta palabra (Camino), que tachó Isidoro Zorzano, refleja bien el ambiente de la casa: todos estaban pendientes de Camino y de su portada. Por eso, al dar noticia del trabajo de Fisac en su tablero de dibujo, lo que se le vino a la pluma fue Camino y no Santo Rosario.
51 El 22 se traslada a Vitoria y Vergara, donde tiene que predicar varias tandas de Ejercicios espirituales. No volverá a Madrid hasta el 12 de julio.
52 Nota aneja a carta de Francisco Botella a Josemaría Escrivá, Madrid 1-VII-1939; AGP, serie N-2, leg 149, carp D, exp 1.
53 En AGP, serie A.3, leg 102, carp 3, exp 4, se encuentra la factura de la imprenta "Gráficas Turia", con fecha 2 de julio de 1939 y dirigida a "D. Alfredo Sánchez" (sic): Mes: junio; Concepto: 4.000 folletos Santo Rosario; Pesetas: 400.
54 Diario de Madrid, 4-VI-1939; escribe Isidoro Zorzano.
55 Ibídem, 5-VII-1939
56 Conversación de Pedro Rodríguez con José Manuel Casas Torres, en Pamplona, 6-V-2008
57 Carta de Miguel Fisac a Alfredo Sánchez Bella, Madrid 15-VII-1939; AGP, serie N-2, leg 150, carp A, exp 6. Así se hizo, como se puede ver en la edición príncipe.
58 En concreto, situar el comentario a las letanías como un párrafo más del 5º misterio glorioso.
59 Vid, sobre este proyecto de libro, Camino ed crít-hist, IntrodGen, § 5, 2.
60 El breve expediente que se conserva en el Archivo Metropolitano de Valencia tiene dos elementos: un ejemplar de StR3 y un oficio fechado en 2 de octubre de 1939 y firmado por el Vicario General, D. Antonio Rodilla, en el que éste concede la licencia solicitada para el folleto Santo Rosario y manda que se ponga "a la cabeza o pie del mismo el imprimatur". Nótese que la edición de Camino obtuvo el imprimatur el 3 de septiembre de ese año.
61 Sobre el tema de la segunda edición vid también José Luis ILLANES, "Obra escrita y predicación de San Josemaría Escrivá de Balaguer", en SetD 3 (2009) 216, nt 28, donde estima que la edición de Valencia se hizo en dos tiradas diversas, que podrían ser consideradas dos ediciones: 2ª y 3ª. Sobre la cuestión de la segunda edición en relación con la edición de Madrid 1934, vid supra § 2 nt 42.
62 Conversación de Pedro Rodríguez con José Orlandis, Pamplona, 12 -V-2008.
63 Carta a los de Valencia, Madrid 27-I-1940; en AGP, serie A.3-4, leg 256, carp 4. –Es ilustrativo lo que ese mismo día escribía a Orlandis: "Jesús te me guarde. Espero siempre tus cartas con impaciencia, y las leo con alegría. El Señor, como te ve aparentemente solo, te ayuda. Digo aparentemente, porque te ayudamos mucho también desde lejos: ¡esa Comunión de los Santos! Cúmpleme las Normas, y ten siempre alegría y paz. Para esto, no admitas discusión ninguna con el enemigo sobre estos tres puntos: Fe, Pureza, Camino (vocación). Así serás feliz" (en AGP, ibídem).
64 Conversación de Pedro Rodríguez con Fernando Valenciano, Roma, 18-V-2008.
65 Conversación de Pedro Rodríguez con Francisco Ponz, Pamplona, 11-V-2008, en la que habla igualmente de la mala calidad del papel –se ve que era lo más llamativo– y lo borroso de la letra.
66 "Hemos ido a certificar paquetes de "Caminos" en el coche" (Diario de Jenner, 18-I-1940). "Miguel y Carrato han ido en el coche a las librerías para repartir "Camino"" (ibídem, 20II-1940). "A las 12 se han ido Álvaro y Miguel. Llevan el coche lleno de ejemplares de Camino" (ibídem, 23-II-1940). –Carrato: Alfredo Carrato Ibáñez, médico, residente entonces de Jenner.
67 No obstante, el Prof. Ponz (conversación citada), que hizo entonces visitas a diversas librerías para distribuir ejemplares de Camino, no recuerda que llevara también Santo Rosario.
68 "Mándeme algún folleto del Santo Rosario para enseñar en las librerías" (Carta de Emiliano Amann Puente a San Josemaría, Oviedo 14-I-1940; en AGP, serie E-1, leg 222, exp 582). Respuesta: "Queridísimo Emi: ¡Jesús te me guarde! [...] Convendrá que veas si en alguna librería de Oviedo desearían vender CAMINO; también el folleto SANTO ROSARIO, del que se ha hecho otra edición. Ya enviamos dos ejemplares del libro a tu papá como deseabas. Dinos si, en Bilbao, habría alguien (a ser posible un muchacho) que se preocupara de ofrecer las dos obras en las tiendas de libros. Tenemos ahora la preocupación de la casa: se hace preciso comprar una muy grande, y es menester poner los medios sobrenaturales: "pedid... y se os dará". Pide. Un abrazo, y te bendice Josemaría" –Al margen (letra de Álvaro del Portillo): "En Camino se hace a los libreros del 20 al 25% de rebaja sobre el precio nuevo. El folleto vale 30 ptas. el ciento para venderlo a '50 ptas. el ejemplar" (Carta a Emiliano Amann Puente, Madrid 22-I-1940; en AGP, serie A.3-4, leg 256, carp 4). Otra carta: "Querido Manolo: ¡Jesús te guarde! [...] Te envío un folleto, que ya conoces, y te agradeceré que veas si en alguna librería de Gijón querrían vender mis libros: en caso afirmativo, dales la dirección, para que escriban, a no ser que quieras ser tú intermediario, cosa que vendría mejor. CAMINO se vende a 14 pesetas el ejemplar, y a los libreros se les hace una rebaja del 20 al 25%; SANTO ROSARIO, a 30 pesetas el ciento, para venderlo a ,50 el ejemplar. Un abrazo, y la bendición de Josemaría" (Carta a Manuel Pérez Sánchez, Madrid 22-1-1940; en AGP, serie A.3-4, leg 256, carp 4). Respuesta: "Supongo que habrá pasado por ahí el dueño de la librería religiosa 'Ramira', el cual hace unos días marchó a Madrid y me dijo que pasaría por esa Residencia para hablar con Vd. sobre la venta de sus libros en Gijón" (Carta de Manuel Pérez Sánchez a San Josemaría, Gijón 1-III-1940; ACI serie A.3.4, exp 581.95).
69 Se comprende –y tiene su gracia– la reacción de San Josemaría, casi ¡30 años después!, ante unos ejemplares de StR3. Había llegado a Roma, al Consejo General, en 1968, una breve nota (una octavilla) de la Región de España (H 506/68) redactada en estos términos: "Tenemos bastantes ejemplares de la edición de Santo Rosario que se acompaña. Consultamos si sería interesante enviarlos al Consejo General, dado su interés histórico. 12-V‑1968". En la propia octavilla, debajo, con su bolígrafo rojo característico de esos años, escribió lo que había que contestar: "Guardamos este ejemplar: los demás los quemáis. 15-V-68". El documento de respuesta a España, que reproduce casi a la letra esas palabras, tiene esa misma fecha (3617/68, en AGP, serie A.3, leg. 102, carp. 2, exp. 3).
70 Carta de Luis Latre a San Josemaría, Zaragoza 4-II-1940; AGP, serie A.3.4, exp 551.113. Típico juego de palabras: "Tu Camino se abrirá camino...". No se conserva la carta de San Josemaría, que no debió ser muy diferente de las enviadas a Amman y a Pérez Sánchez. Como se ve por la siguiente carta de Latre, el Autor le envió los ejemplares del folleto a 20 cts.: "Recibí tu carta y los 25 'Caminos', pero no tus 50 ejemplares del Santo Rosario, que quizá llegarán hoy o mañana" (Carta de Luis Latre a San Josemaría, Zaragoza 19-II-1940; AGP, serie A.3.4, exp 551.113). –D. Luis Latre Jorro era un sacerdote que conoció San Josemaría en el Seminario y con el que hizo gran amistad. Entonces era el Secretario de visita del Arzobispo.
71 "En este Madrid hace una calor horrible [...] Amadeo se queda algunas noches con el Padre trabajando en 'La Abadesa' y les hace buena falta este suplemento de sueño" (Diario de Lagasca, 6-VII-1944). "El cuarto de huéspedes lo ha transformado el Padre en cuarto 'abacial': por todas partes hay documentos, libros, papeles sobre la Abadesa" (Ibídem, 1-VII‑ 1944). –El libro se publicaría ese año: José María Escrivá, La Abadesa de Las Huelgas, Ed. Luz, Madrid 1944.
72 Diario de Lagasca, 10-VII-1944. En Francisco PONZ, Mi encuentro con el Fundador del Opus Dei. Madrid, 1939-1944, Eunsa, Pamplona 2000, pg 108, hay una alusión al tema. El Prof. Ponz vivía entonces en Lagasca.
73 De esta futura Editorial se hablaba en el Diario de Lagasca ya el curso anterior: "Terminada la visita vuelve [el Padre] con nosotros y nos cuenta muchas cosas; nos promete escribir un libro, "Forja", para antes de S. José; por lo visto tiene todo el material preparado. Nos habla del provecto de disponer de una Editorial, de cosas de nuestros sacerdotes..., en fin de muchas cosas que yo no sé transcribir aquí" (Diario de Lagasca, 7-I-1944). De nuevo, pero ya operativamente, aparece el proyecto Minerva en octubre de este año: "El Padre hace subir para enseñarnos, el nombramiento de Álvaro como censor de la Editorial "Minerva", de las chicas, que tiene un libro en imprenta. También nos enseña unas encuadernaciones de la segunda edición [Ed. Luz] de "Camino" en piel, de las cuales no nos puede enseñar la más bonita porque la ha regalado. Algunos que no habían visto "La Abadesa", la ven" (Ibídem, 2-X-1944).
74 Se trata del Relato testimonial que escribió María Jiménez Salas en 1975 sobre San Josemaría, en el que hay noticias sobre la Editorial y la edición de Santo Rosario.
75 Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975) y Encarnita Ortega (1920-1995) cuyas causas de canonización están abiertas.
76 El Diario que llevaban las que vivían en este Centro es de hecho la fuente principal que he encontrado para conocer los esfuerzos por sacar adelante la Editorial y conocer el día tras día de la gran edición Minerva de Santo Rosario. El Diario habla de continuo de los problemas suscitados por la edición de los tres libros que publicó Minerva en su corta vida. A este Diario, como al de Lagasca, acudiremos una vez y otra.
77 Así se lee en el Diario de Jorge Manrique, 22-VII-1944: "María Jiménez Salas pasó en casa la tarde y, aprovechando que no había niñas, se dedicó a ultimar el prólogo de Victoria del Amor".
78 Francisco de OSUNA, Victoria del Amor, "Clásicos Neblí", 1, Ed. Minerva, Madrid 1944, 160 pgs. Se trata –escribe el P. J. Llamas O.S.A.– del "libro que nos anuncia la existencia de una nueva Editorial, bautizada inteligentemente con el nombre de "Minerva". Esta Editorial comienza con tres colecciones: "Clásicos Neblí", colección selecta de obras maestras del Siglo de Oro. Colección "Delfín", obras clásicas de la literatura universal, editadas especialmente para jóvenes. Colección "Ayer y Hoy", lecturas amenas para toda clase de lectores. Por las obras que promete editar la primera, en un porvenir inmediato, se colige un propósito señalado de formación sobrenatural" (P. José LLAMAS, recensión en La Ciudad de Dios, la revista de los PP. Agustinos de El Escorial, vol CLVII, enero-abril de 1945, pg 198).
79 "Acabamos de recibir de la imprenta el primer libro [...] Mañana o pasado ya se pondrá a la venta en las librerías" (Carta de Victoria López Amo a sus padres, Madrid 16-XI-1944; AGP, serie A-2, leg 46, carp 1, exp 1).
80 Es de sumo interés la reacción de un distribuidor de los libros de la Editorial Luz, que escribió en estos términos a Escrivá: "Muy señor mío: Como representante exclusivo para Cataluña desde el año 1941, de la Editorial Luz y enterado por mi hermano, el P. Moreno, de que ha retirado usted los derechos de edición de su obra titulada Camino a la citada Editorial, estando procediendo a la reimpresión por su cuenta, me complazco en ofrecerle mis servicios por si acaso no hubiera ya dispuesto de otra persona, que le represente de [sic] la venta de sus obras para toda esta región. La demanda, sobre todo en Barcelona es grande, debido en gran parte a lo interesante de sus contenidos, también a lo bien escrito que está, en la confianza de que si su decisión fuera favorable llegaríamos a hacer grandes negocios. Las librerías de esta ciudad, como saben que mi representada ha editado alguna obra de usted me piden ejemplares de la obra recientemente lanzada al mercado que creo que se titula Rosario [...]" (Carta de Manuel Moreno a San Josemaría, Barcelona 14-X-1945; AGP, serie A.3.4, exp 556.150).
81 Vid Pedro CASCIARO, Soñad y os quedaréis cortos, 15ª ed, Rialp, Madrid 2008, pg 195.
82 Diario de Lagasca, 18-IV-1944.
83 "Por la tarde –se lee en el Diario de Jorge Manrique, 17-VI-1944– estuvieron Pilar Ripoll y María Jiménez Salas, que estuvo charlando con María sobre planes para el futuro y concretando los dibujos del emblema de la Editorial y el chaleco del libro que hay en la imprenta". El "chaleco" o "camisa" del libro es, en el lenguaje de los editores, la cubierta de papel con solapas interiores que recubre las tapas de los ejemplares en tela o en rústica. –María: María Arellano Catalán.
84 Notas de la conversación de Pedro Rodríguez con Luis Borobio, de 22 de enero de 2000: "María Salas en Minerva le dijo lo del "ángel": in angello cum libello". La divisa procede del célebre epitafio de Tomás de Kempis, en Zwoll, Holanda, que dice: "In omnibus rebus requiem quaesivi et nusquam inveni, nisi seorsum sedens in angello cum libello".
85 Francisco VINDEL, Escudos y marcas de impresores y libreros en España durante los siglos XV a XIX (1485-1850), Orbis, Barcelona 1942. Lo comenta después a los de Moncloa: "Recibí un librote gordísimo de marcas de libreros y lo encerré "ajustadito" en mi maleta y me lo traje. Está muy bien" (Carta de Luis Borobio a Antonio Huerta, Zaragoza, martes 1-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2). Lo devolvió a mediados de agosto (vid cartas de Antonio Huerta a Luis Borobio, Madrid, 22-VIII y 28-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C177, carp C, exp 1). –Antonio Huerta Ferrer nació en Almansa (Albacete) en 1919. Doctor en Derecho por la Universidad de Madrid. Fue el primer Director de Ediciones Rialp.
86 Agustín Millán. Se trataba de un libro de 1561, cuya marca, bajo el colofón, era un ángel con el lema Deo Iuvente en una orla y sosteniendo un escudo con las iniciales "A. M.", las iniciales del impresor. En nota a Antonio Huerta, al devolverle el libro, dice que está en la página 190. En efecto, el emblema para la flamante Editorial tiene la orla, el escudo y el ángel de Agustín Millán, pero éste, sin alas y con brioso casco guerrero, se convierte en Minerva.
87 "¿Has recibido las revistas, el exlibris y la carta?" (Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Zaragoza 27-VI-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2).
88 Carta de Pedro Casciaro a Luis Borobio [que está en Zaragoza], Madrid 30-VI-1944; AGE serie M.1.1, leg C176, carp C, exp 1. La broma aludía a la Física, una de las materias que le quedaban a Luis para ingresar en Arquitectura. –"La primera edición ilustrada [de Santo Rosario] salió en la Editorial Minerva, cuyo exlibris había dibujado yo, por encargo del Padre, a fines de la primavera de 1944" (Relato de Luis Borobio, 2001).
89 El tema del "chaleco", colateral al de la ilustración de Santo Rosario, refleja muy bien el clima de humor que se vivía en torno a San Josemaría. Copiamos unas notas. Escribe Borobio: "El libro "Victoria del Amor" supongo que será de 17 1/2 x 12 1/2 y no de 7 1/2 x 12 1/2 [como Casciaro decía en su carta], porque en este caso sería un feto de libro y de muy feas proporciones (Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Zaragoza 27-VI-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2). Contesta Casciaro: "Siento mucho decirte que las dimensiones del libro son 7 1/2 x 12 1/2" (Carta de Pedro Casciaro a Luis Borobio, Madrid 30-VI-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp C, exp 1). Respuesta de Luis: "Cuando me confirmaste que las dimensiones de "Victoria del Amor" son 7 1/2 x 12 1/2 saqué un alma del Purgatorio. Porque va a ser un libro estrechito y largo, parecido al de cuentas de la dueña de la casa o al de entradas y salidas de la tienda de ultramarinos de enfrente, pero en embrión. Como hoy es domingo, he cogido por mi cuenta la "Victoria del Amor" y ya la he dibujado. No sé si te gustará" (Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Panticosa 1-VII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2). –No hemos podido comprobar la sobrecubierta de que habla Borobio, porque los ejemplares examinados de Victoria del Amor no conservan el "chaleco" que recubría las tapas, que es donde estaría el dibujo y diseño de Borobio; estos ejemplares en tela tienen tapas de color marrón oscuro, sin portada (ni dibujo ni letras); el título, estampado con letras grandes doradas, se lee sólo en el lomo; el exlibris está grabado en el centro de la contraportada. El libro, 160 páginas de ese pequeño tamaño, nos parece, a pesar de la crítica de Borobio, sumamente elegante y la edición, cuidadísima.
90 Luis Borobio guardaba este tarjetón como oro en paño. Dice así: "Madrid -5-julio-1944 / + Que Jesús te me guarde, Luisico. / Muy bien, el ex-libris. Eres un artistazo. / Pórtate cada día mejor con tus papás y tus hermanos. No me dejes la oración. Cuando vuelvas a Zaragoza, besa el Pilar y dile algo a la Virgen de mi parte. Un abrazo y la bendición de tu Padre / Mariano" (AGP, serie A.3-4, leg 258, carp 2). Escribió enseguida a Casciaro: "La carta del Padre me ha sabido "muy rica", la contestaré aunque todavía no lo que le puedo decir" (Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Panticosa 7-VII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2). "La carta que recibiste del Padre vale mucho porque no suele hacerlo. Si quieres, puedes enseñarla a tus padres y aclarar lo de la portada de la Abadesa y lo del exlibris. No hay inconveniente por su parte" (Carta de Pedro Casciaro a Luis Borobio, Madrid 13-VII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp C, exp 1).
91 De una nota autógrafa para la Editorial Minerva, a propósito de la 32 edición de Camino "Recoger en Blass la otra "minervita" y llevarla a Carrascosa, para la encuadernación,; AGP, serie A.3, leg 96, carp 4, exp 4.
92 Relato de Luis Borobio, 2001.
93 "María Jiménez Salas vino prontito después de comer y estuvimos en la biblioteca hablando sobre el libro que va a salir y el del Rosario del Padre que esperamos quede formidable" (Diario de Jorge Manrique, 8-VII-1944).
94 Vid supra texto de nt 72.
95 Diario de Jorge Manrique, 11-VII-1944.
96 Ibídem, 18-VII-1944.
97 Ibídem, 19-VII-1944.
98 Ibídem, 21-VII-1944. "Estamos haciendo ahora la maqueta para reimprimir el Santo Rosario del Padre, pero con una edición que no se parezca en nada a la primera" (Carta de Encarnita Ortega a Enrica Botella, Madrid 24-VII-1944; AGE, serie U.1.1, carp 2, n IV).
99 Diario de Jorge Manrique, 26-VII-1944.
100 Carta de Luis Borobio a Antonio Huerta, Zaragoza 28-VII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2.
101 Vid supra en este mismo § 4, 2.
102 Carta de Pedro Casciaro a Luis Borobio [que está en Zaragoza], Madrid 30-VI-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp C, exp 1.
103 Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Panticosa 1-VII [por error dice VI] -1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2. Borobio había pedido la admisión en el Opus Dei tres meses antes y, como ya hemos apuntado, StR3 no se hacía circular en exceso.
104 "Hoy, día 7, he recibido muchas cosas: una carta del Padre, otra carta tuya con el Santo Rosario [el folleto]" (Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Panticosa 7-VII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2).
105 "Contesto tu carta del día 12. [...] Al Padre le gustó la idea para el Santo Rosario y se llevó la cuartilla correspondiente. También la portada para la "Victoria". Te transmitiré lo que me contesten sobre el asunto. Mejor dicho, te contestarán porque yo seguramente saldré de Madrid el próximo miércoles" (Carta de Pedro Casciaro a Luis Borobio, Madrid 16‑ VII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp C, exp 1).
106 "Ya ha vuelto el Padre de su viaje [5 al 12]. Llamó por la tarde diciendo tenía unos dibujos del Santo Rosario. Fui yo [Encarnita Ortega] a recogerlos y a preguntarle unas cuantas cosas que tenemos pendientes" (Diario de Jorge Manrique, 13-VIII-1944). Se enviaron enseguida a Jiménez Salas: "Ha escrito María Jiménez Salas. Ya le han llegado los dibujos que le enviaron, le gustan mucho".
107 Relato de Luis Borobio, 2001. Todo fue más fácil cuando Luis Borobio, residente de Moncloa en el curso 1943-44, pasa a vivir a Lagasca en octubre del 44 y San Josemaría lo tiene a mano para todo lo relativo a Santo Rosario. Pedro Rodríguez recoge de boca de Borobio estos datos: "Los dibujos se hacen en el primer trimestre curso 1944-45 y los comenta con el Autor" (Nota sobre su conversación con el ilustre arquitecto, en Pamplona, el 22 de enero de 2000). Testimonios de Encarnita Ortega: "Llegaron unos cuantos dibujos de Santo Rosario tan bonitos como los anteriores, este libro va a quedar precioso" (Diario de Jorge Manrique, 17-X-1944). "A última hora fui a Donadío a recoger unos dibujos del Santo Rosario" (ibídem, 17-XI-1944). [Donadío: nombre con el que a veces se designaba también (en recuerdo de su anterior propietario: el Marqués de Donadío) al edificio del Centro de Lagasca, donde residía el Autor de Santo Rosario]. Vid también infra texto de § 7 nt 28. "Aprovechamos para ir al fotograbador a pedir presupuesto para los dibujos del Santo Rosario. Nos lo mandarán mañana" (ibídem, 8-I-1945). "Nos han traído pruebas de los dibujos del Santo Rosario, van a quedar muy bonitos" (ibídem, 16-II-1945).
108 Temas constantes en las anotaciones del Diario de Jorge Manrique en agosto y septiembre. Escribe Encarnita Ortega en 13-IX-1944: "Vino D. Álvaro [del Portillo] a celebrar. Le estuvimos enseñando las novedades de papel, presupuesto, emblema de la Editorial".
109 "Por la mañana fue Guadalupe con María Jiménez Salas a la imprenta [...]. Hablaron también del Santo Rosario pero este libro no nos lo pueden tirar en menos de tres meses" (Diario de Jorge Manrique, 19-IX-1944).
110 Ibídem, 25-11-1945.
111 Ibídem, 27-11-1945.
112 Como hemos podido ver, hasta enero de 1945 Borobio no acabó con las cenefas y grabados...
113 Relato de María Jiménez Salas, 1975.
114 Diario de Jorge Manrique, 16-III-1945. "Encarnita... se quedó muy contenta al saber que tenemos ya las pruebas de Santo Rosario".
115 "Por la tarde vino el Padre y después María Jiménez Salas. Estuvimos corrigiendo las pruebas del Santo Rosario. Qué emocionante resulta oírselo leer al Padre, me gustó más que nunca" (ibídem, 17-III-1945). Ese mismo día se firmó la licencia eclesiástica, que tiene el nihil obstat del Censor, el futuro Cardenal Bueno Monreal, que era profesor de Teología Moral de los que en Lagasca se preparaban para el sacerdocio. El expediente se encuentra en el Archivo Histórico de la Archidiócesis de Madrid, en el legajo de censuras correspondiente a 1945. Bueno Monreal no sólo firma su Nihil obstat, sino que él mismo rellena todo el expediente. Como en Valencia, también en Madrid el Vicario General, que autoriza la publicación, es un gran amigo personal de San Josemaría: Casimiro Morcillo, Obispo Auxiliar de Madrid. –La víspera de San José, felicitaba San Josemaría a una hermana de Francisco Botella, a la que dice: "no me olvidaré de enviarte pronto otro librico mío, que está en la imprenta" (Carta de San Josemaría a Josefina Botella Raduán, Madrid 18-I1I-1945; AGP, serie A.3-4, leg 258, carp 3).
116 El texto de las pruebas, como bien sabemos, era el del folleto, es decir, sustancialmente el "tirón" de Santa Isabel.
117 En las notas del Diario de Jorge Manrique del día 20 se lee: "Por la mañana salió Victoria [López Amo] a encargar unos clichés para el Santo Rosario" y en el 21 escriben: "Vino María, estuvimos pensando en la encuadernación y propaganda de Santo Rosario". Nada sobre el tema.
118 Ibídem, 25-111-1945.
119 AGP, serie A.3, leg 174, carp 4, exp 10, doc 74. No apuntó los misterios gloriosos cuyo texto debía ser aumentado, tal vez porque lo serían todos. Las dos frases latinas eran para el colofón del libro; se eligió la primera, como veremos –La octavilla tiene en el dorso un "comentario del Evangelio" correspondiente al Miércoles de Ceniza de 1946 (6 de marzo) y escrito por otra mano y tachado. Se ve que San Josemaría, una vez que el papel cumplió su función, lo desechó y, siguiendo las "costumbres de la casa", alguien lo volvió a utilizar en el dorso... Y otro, sin duda, lo rescató al ver que ese dorso era letra de San Josemaría.
120 En esta problemática, de que hablamos, no entran ni las palabras introductorias ni el epílogo, que tienen otro diseño.
121 Diario de Jorge Manrique, 26-111-1945.
122 Ibídem. 4-1V-1945; escribe Guadalupe Ortiz de Landázuri.
123 Cuenta Encarnita Ortega (ibídem, 9-IV-1945) que el Autor quería tener una prueba de conjunto del libro, pero como no era posible entonces, pidió "que nos dieran todo el original para enseñarlo primero a la Censura eclesiástica por si hubiese alguna palabra que cambiar". Esto se comprende a la luz de lo anterior: la censura se hizo sobre el folleto de Valencia y, por tanto, los textos añadidos en Txm3 no habían pasado por la Censura. Un detalle de delicadeza de San Josemaría.
124 "Nos dieron un pliego de Santo Rosario definitivo en la imprenta, se lo llevamos al Padre y le gustó mucho. La cubierta en cartulina nos la tendrán el viernes" (Diario de Jorge Manrique, 9-V-1945). "Corrigieron las segundas pruebas del Santo Rosario" (ibídem, 20-V-1945).
125 "Hoy nos ha enseñado una prueba del Libro del Rosario" (Diario de Lagasca, 24-V-1945). "Estuvo María Jiménez Salas corrigiendo lo que faltaba (no todo) del Santo Rosario" (Diario de Jorge Manrique, 23-V-1945).
126 Diario de Lagasca, 24-V-1945. La Feria del Libro en Madrid era y es en el mes de junio.
127 Lo sabemos por el expediente de la censura estatal del libro, que se encuentra en el Archivo General de la Administración, signatura (3)50 21/7659 exp 2570-45. La solicitud, con fecha de 15-VI-1945, está firmada por María Jiménez Salas, domiciliada en San Bernardo 113. Se habla de una tirada de 5.000 ejemplares a cargo de Editorial Minerva, con domicilio en Madrid, calle Jorge Manrique 19. Con firma ilegible del "Jefe del Negociado" y fecha 21-VI-1945, se lee: "Con fecha 21 jun. 1945 [sello] queda hecho el depósito de los CINCO ejemplares que se determinan para su firma y sellado en el Negociado de Circulación". Ese mismo día escribe Guadalupe Ortiz de Landázuri: "Por la mañana salí con María Jiménez a ver unos distribuidores, hemos recorrido todos los de Madrid; en todos son muy parecidas las condiciones; fuimos al control de Falange, pero no estaba aún censurado el libro" (Diario de Jorge Manrique, 21-VI-1945).
128 Diario de Lagasca, 25-VI-1945. Sobrio comentario en el Diario de ese día: "La tertulia de después de la comida ha sido arriba. [...]. Juan José ha subido del cuarto del Padre un ejemplar del "Santo Rosario", que resulta muy simpático".
129 Relato de María Jiménez Salas, 1975.
130 Conversación con Pedro Rodríguez, Roma 20 de mayo de 2008. Fernando no recuerda el día, ni el Diario de Lagasca recoge la anécdota, pero bien sabemos nosotros cuándo pudo ser: en la semana que precede al 25 de marzo, cuando San Josemaría entrega el texto ampliado a María Jiménez Salas.
131 En AGP se conserva un ejemplar de StR3 anotado por el Autor de su puño y letra. No son notas para la edición, sino para la meditación en el oratorio de Lagasca (Diego de León 14). Arriba de la pg 3 se lee, con letra de otra mano: "Año 1944, Lagasca. El Padre nos leía estas meditaciones". Debajo, al comienzo de las palabras introductorias, San Josemaría puso un "1"; en pg 4, titula el primer párrafo así: "2. Oración vocal"; y delante del siguiente párrafo puso un "3" (AGP, serie A.3, leg 102, carp 2, exp 3). Todo parece indicar que con esas dos páginas del libro se hizo un guión de predicación en tres puntos, que incluía leer o desarrollar los párrafos anotados.
132 Vid supra § 2, nt 23.
133 Carta de Encarnita Ortega a Enrica Botella, Madrid 1-III-1945 (AGP, serie U 1.1, carp 2, n. VI): "pedid muestras y precio de telas de encuadernación en verde y gris [...] es para encuadernar los 5.000 ejemplares del Santo Rosario, que va a quedar precioso". Hemos podido consultar ejemplares en rústica y en piel verde, no en tela.
134 "A Pedro le pareció oportuno (y a mí con él) incluir en la edición una tinta verde que le daría más alegría. El verde es el color que se había puesto en las primeras ediciones de "Camino" y, de esta manera, se ponía un rasgo externo común en las obras de nuestro Padre., (Relato de Luis Borobio, 2001). También María Jiménez Salas: "Recuerdo que fue idea de don Pedro Casciaro poner en tinta verde las letras capitales que, efectivamente, dieron mayor originalidad al libro" (Relato de María Jiménez Salas, 1975).
135 Digo textuales, pues las pictóricas, como ya se ha señalado, tienen sede propia en esta edición crítica.
136 Hugo de AZEVEDO, Uma luz, pgs 190-193; IDEM, "Primeiras viagens de S. Josemaria a Portugal (1945)", en SetD 1 (2007) 15-39. Fue un viaje improvisado, que se forjó estando San Josemaría y Álvaro del Portillo visitando al recién nombrado Obispo de Tuy, Fray José López Ortiz, gran amigo de San Josemaría. Los tres, impulsados por sor Lucia, se pusieron en marcha el día 5, acompañados por el secretario del Obispo, D. Eliodoro Gil Rivera. Ese día pasaron por Oporto y Leiría, el día 6 estaban en Fátima, y el 7 y 8 en Lisboa. En la tarde del 8, por Coimbra y Braga, regresaron a Tuy. Comían y cenaban en estos lugares con los Obispos de las sedes respectivas. Escribieron postales desde Oporto y Lisboa. Copio la que escribió a Lagasca: "Oporto 5-febrero-1945 / Queridísimos: Supongo vuestra sorpresa, al recibir este saludo. / Mucho os recordamos camino de Fátima. Un abrazo, / Mariano / + Fray José Obispo de Tuy / Un abrazo muy fuerte de / Álvaro" (AGP, serie A.3.4, leg 258, carp 3).
137 AZEVEDO, Uma luz, pg 190.
138 "Vincando o espirito de desagravo que a Virgem Santíssima recomendara tanto aos pastorinhos" (AZEVEDO, Una luz, pg 192).
139 Carta de San Josemaría al Centro de mujeres del Opus Dei en Bilbao, Madrid 15-II-1945; AGP, serie A.3-4, leg 258, carp 3.
140 Carta de San Josemaría a Florentino Pérez Embid y Antonio Fontán, Roma 1-VII-1953; AGP, serie A.3-4, leg 265, carp 1. Fontán colaboraba con Pérez Embid en las tareas intelectuales de Rialp.
141 "No dejéis de poner, en la edición de Santo Rosario, la nota a la 5ª edición española, que ha sido publicada también en la edición italiana: viene muy bien" (Carta de Álvaro del Portillo a José Luis Múzquiz, Roma 15-III-1953; AGP, serie B, leg 1, carp 3, exp 4).
142 Sobre las diferencias en el tratamiento de las ilustraciones de Luis Borobio, vid infra § 7, 3, a.
143 Sobre la edición americana: "Llegó también un ejemplar de Santo Rosario: muy bien, le gustó mucho al Padre. Está muy bien impreso. Por cierto, ¿por qué no enviáis algún ejemplar a [Bing] Crosby, el cantor, que hace propaganda del rezo del Rosario?" (Carta de Álvaro del Portillo a José Luis Múzquiz, Roma 27-IV-1953; AGP, serie B, leg 1, carp 3, exp 4).
144 "Esperamos su nota a la edición inglesa: ¿será nota independiente o irá unida de alguna manera a la que empieza "Como en otros días–¡Lepanto!– "? Si se conserva la palabra "Lepanto" habrá que poner nota explicando lo que es, porque aquí nadie lo conoce" U. L. Múzquiz, Nota sobre el "Santo Rosario"; documento autógrafo dirigido a San Josemaría, sin fecha [1951 o principios de 1952]; AGP, serie A.3, leg 102, carp 3, exp 9). He aquí la anotación que se lee en pg 9 de la edición USA de 1952: "Through faithful devotion to the Holy Rosary, the Christian forces defeated the Turkish fleet at Lepanto on October 7, 1571". –Da la impresión de que Múzquiz esperaba una "Nota" especial del Autor para la edición inglesa, pero posiblemente se trata de la Nota a la 5ª edición española.
145 La nota procedente de España es de 21 de junio de 1968.
146 H 752/68; AGP, serie A.3, leg 102, carp 4, exp 1.
147 Es la nota 4775/68, fechada en 29-VI-1968; ibídem.
148 AGP, serie A-3, leg 325, carp 3, exp 9. En el dossier sobre Santo Rosario sólo está la octavilla con el texto a máquina, que se envió a España cuando la 12ª edición estaba en la imprenta (en el colofón se lee que se terminó de imprimir el día de la Inmaculada de 1971).
149 Cfr Dos meses de catequesis, 1972; y Catequesis en América 1974-75, I, II y III (AGP, Biblioteca, P04 y P05).
150 En un documento de trabajo de la secretaría de San Josemaría, de fecha de 3-I-1972, con apuntes para la edición de Santo Rosario en las diversas lenguas, hemos podido leer: "El orden de los textos que anteceden a los comentarios [de los misterios] debe ser el siguiente: Como en otros tiempos..., No se escriben estas líneas.. , Nota a la 5ª edición española, Nota a la 12ª edición española" (AGP, serie A.3, leg 102, carp 4, exp 3). Como se ve, es el orden de esta última edición.
151 La nota lleva la fecha Roma, 21-VI-1972 (AGP, serie A.3, leg 102, carp 4, exp 3).
152 Nota 608/73, Roma 28-I-1973 (AGP, serie A.3, leg 102, carp 4, exp 3).
153 Para todo lo que decimos en este apartado, vid infra Introducción al Apd II de nuestra edición, dedicado a describir todas las ediciones de Santo Rosario.
154 Sabemos por Santos Velasco, Director de Ediciones Rialp en los años 70, que la idea de agregar el texto completo de las letanías en estas ediciones fue una propuesta suya al Autor, que encontró la plena aprobación de San Josemaría.
155 En esta línea de adiciones post mortem Auctoris hay que aludir a la Nota biográfica del Autor de Santo Rosario, que ya tiene algunos precedentes en vida de San Josemaría, y la Nota iconográfica, que incluyen algunas ediciones a propósito del origen de sus grabados. Todo puede verificarse en la Introducción y en el elenco de ediciones del citado Apd II.
156 Vid supra § 2, nt 34 y nt 35.
157 "La plus ancienne xylographie connue sur la confrérie du Rosaire de Cologne se trouve dan la 2e édition (1477) du texte allemand des statuts de la confrérie, réalisée à Augsbourg sur l'initiative du curé Molitor (éxemplaire de la bibl. de Bamberg; reproduite dans Van den Oudendijk Pieterse, Afb 2, et dans G.G. Meersseman, Ord. Frat., pg 1160)" (DUVAL, voz "Rosaire", col 957).
158 Cfr ibídem, col 946-951.
159 Alberto CASTELLANI, Rosario della gloriosa Vergine Maria, ed. Marchio Sessa y Piero di Ravani, Venecia 1521.
160 En la edición de 1541 de la obra de Castellani se explica que no está dirigida " solamenti a gli literati, ma etiam allí illiterati e ignoranti e idioti" . Citado por DUVAL, voz "Rosaire", col 957.
161 Son muy pocas las ediciones que se han publicado sin ilustraciones. Cfr Apd II, sobre las ediciones de Santo Rosario.
162 Relato de Luis Borobio, 2001. Y prosigue: "En ediciones posteriores del libro, convenía poner como nombre del autor, en lugar de "José María Escrivá", "Josemaría Escrivá de Balaguer" y, como apostilla del título, "estudio jurídico histórico". Lo hicieron muy bien y adaptándose perfectamente a las letras que yo había dibujado. Estaba tan bien, que nadie –ni yo mismo– sería capaz de descubrir que lo había hecho otra mano. Sí, pero nuestro Padre me había hecho la advertencia de que pusiera acentos aunque usara letras mayúsculas, y en la nueva versión no pusieron acentos ni en histórico, ni en jurídico, ni en Josemaría, ni en Escrivá. Es verdad que la advertencia del Padre me la había hecho personalmente a mí".
163 Además ejerció como arquitecto: en 1955, obtuvo el primer premio de proyecto y construcción del Instituto Laboral Piloto del Departamento Norte de Santander (Colombia), en colaboración con el arquitecto Eduardo Mejía, con el cual obtuvo, al año siguiente, el primer premio del anteproyecto del Instituto de Investigaciones Lingüísticas "Caro y Cuervo", de Bogotá. También presentó varias exposiciones de pintura.
164 Durante esos años ganó el primer premio para el anteproyecto de la Universidad Autónoma de Madrid (1969), en colaboración con su padre, Regino Borobio Ojeda, su tío, José Borobio Ojeda, y su hermano, Regino Borobio Navarro; y el primer premio al definitivo proyecto para la construcción de la citada Universidad (1970).
165 Llegó a quedar finalista del Premio Planeta con su única novela, titulada Yo y Aníbal, el año 1999.
166 Carta de Pedro Casciaro a Luis Borobio, Madrid 13-VII-1944; AGP, serie M.1.1. leg C176, carp C, exp 1.
167 Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Panticosa 12-VII-1944; AGP, serie M.1.1. leg 176, carp B, exp 2.
168 Vid supra § 4, 2, nt 105.
169 Vid supra § 4, 2, nt 100.
170 Carta de Luis Borobio a Antonio Huerta, Zaragoza 3-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2.
171 Carta de Pedro Casciaro a Luis Borobio, Madrid 5-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp C, exp 1. "Reitero lo que creo te diría Pedro y es que tendrían más carácter cuanta más tinta tengan" (Carta de Antonio Huerta a Luis Borobio, Madrid 12-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C177, carp C, exp 1). San Josemaría vio enseguida los dibujos y los pasó a las que trabajaban en Minerva: "Ya ha vuelto el Padre de su viaje [5 al 12]. Llamó por la tarde diciendo tenía unos dibujos del Santo Rosario. Fui yo [Encarnita Ortega] a recogerlos y preguntarle unas cuantas cosas que tenemos pendientes" (Diario de Jorge Manrique, 13‑ VIII-1944). "Los dibujos los vio ya el Padre hace unos días y no te digo que le gustaron para que no te pongas más ancho de lo que eres" (Carta de Antonio Huerta a Luis Borobio, Madrid 18-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg 77, carp C, exp 1) –Jesús Alberto Cajigal, también estudiante de Arquitectura, nació el mismo año que Borobio en Deusto (Vizcaya, España). Como arquitecto ganó varios premios y concursos importantes. A principios de los años 50 colaboró en la construcción de la sede central de la Prelatura del Opus Dei, en Roma. Falleció en Madrid el 13-IX-2001.
172 Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Zaragoza, 8-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2.
173 Del diseño de la Editorial salen las instrucciones para la ubicación de los dibujos.
174 Borobio acusará recibo desde Panticosa: "Recibí también un certificado mandándome explicaciones de las ilustraciones y cosas así del "Santo Rosario"" (Carta de Luis Borobio a Antonio Huerta, Panticosa 10-VIII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2). Quizá haya que poner en relación estas instrucciones con los problemas de diseño y maquetación, que pasaban por un momento difícil en las relaciones de la Editorial con la imprenta Blass, que imprimiría el libro: "Por la mañana fueron María y Guadalupe a casa de Blass [...] a buscar el presupuesto del Santo Rosario. Les han dicho que este libro no podía editarse por ser muy poco el texto para la cantidad de hojas que queríamos tuviese. Después de discutir bastante salió el gerente y con éste, por medio de una feliz idea que tuvo Guadalupe sobre el cambio de los dibujos, llegaron a un acuerdo sin tener que quitar ninguna hoja. Prometieron hacer el presupuesto para mañana, veremos si es cierto" (Diario de Jorge Manrique, 9-VIII-1944). No hemos podido "reconstruir" esta propuesta de Guadalupe Ortiz de Landázuri, que convenció al gerente.
175 Regresó unos días a Zaragoza en las fiestas del Pilar con ocasión de asuntos familiares. Antes de salir dejó a Pedro Casciaro unos cuantos dibujos para los misterios. Desde Zaragoza escribe: "¿Qué me cuenta Pedro de los dibujos del Santo Rosario?" (Carta de Luis Borobio a Ignacio Echeverría, Zaragoza 16-X-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2). Al día siguiente, los dibujos, ya aprobados por San Josemaría, estaban en manos de las que se ocupaban de Minerva.
176 Relato de Luis Borobio, 2001. Para esos comentarios de San Josemaría, vid también texto de nt 24.
177 "A María Jiménez Salas ya le han llegado los dibujos que le enviaron, le gustan mucho, (Diario de Jorge Manrique, 23-VIII-1944). "Llegaron unos cuantos dibujos de Santo Rosario tan bonitos como los anteriores, este libro va a quedar precioso" (Diario de Jorge Manrique, 17-X-1944).
178 Luis BOROBIO, El arte y sus tópicos, Eunsa, Pamplona 1970.
179 Relato de Luis Borobio, 2001.
180 P. José LLAMAS, en La Ciudad de Dios, la revista de los PP. Agustinos de El Escorial vol CLVII, enero abril de 1945, pg 389.
181 Vid Relato de Luis Borobio, 2001.
182 Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Zaragoza 28-XII-1944; AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2. Y añade: "También te mando la Resurrección, en la que he corregido algo –poco– las piernas, y el neblí que lo tengo muerto de risa desde que le corregí algo –poco– la cabeza".
183 "Vino María Jiménez Salas por la tarde y estuvo con Guadalupe haciendo planes sobre el libro del Santo Rosario. Ha traído las orlas, son francamente bonitas" (Diario de JorgeManrique, 3-1-1945).
184 Relato de Luis Borobio, 2001.
185 Diario de Jorge Manrique, 17-IV-1945.
186 Ibídem, 20-IV-1945.
187 Ibídem, 20-V-1945.
188 Vid infra Apd I, § 8, nt 100
189 La hoja siguiente, como bien sabemos, era para el dibujo de la escena evangélica.
190 Carta de Luis Borobio a Pedro Casciaro, Zaragoza 28-XII-1944, AGP, serie M.1.1, leg C176, carp B, exp 2.
191 En el libro los quince misterios se distribuían por su orden tradicional, ciertamente, pero no estaban agrupados en las "tres Partes".
192 Relato de Luis Borobio, 2001.
193 Ibídem.
194 Ibídem
195 Como hemos dicho más arriba, no incluimos los datos técnicos de las ediciones de Santo Rosario que se citan. Pueden consultarse infra Apd 2, 2.
196 Relato de Luis Borobio, 2001.
197 Ibídem.
198 Sobre esta edición, vid IntrodGen, § 5, 1.
199 A este respecto, explica Iribertegui que Santo Domingo de Guzmán "estaba en la memoria de todos como el predicador que proclama ante los cátaros el misterio de la encarnación; vive como gran penitente, se flagela y, según dicen, tiene la experiencia de la cruz y de las llagas en la cueva de Segovia; finalmente porque es un ejemplar admirable de orante [...].La asignación [del origen del Rosario a santo Domingo] se ve justificada parcialmente por una verdad, pues los dominicos desplegaron su empeño misional y utilizaron el esquema del Rosario para la predicación popular [...]. Así en Domingo de Guzmán, titular del Carisma del Rosario, encontramos felizmente al portador del, mayor aún, carisma de la oración" (IRIBERTEGUI, El Rosario..., pgs 22-23).
200 Un texto de referencia y de base para todo este apartado es André DUVAL, voz "Rosaire", en DSp, vol 13, 1988, col 937-980.
201 "Rosarius... originem suam habet principalem ab ordine S. Benedicti, deinde robur a Carthusiensibus, novissime yero consummationem et fraternitatem a Praedicatoribus" (Manuscrito de 1501, Biblioteca de Munich, cod. Lat. 11922, fol 56b; citado por Th. ESSER, Über die allmähliche Einführung der jetzt beim Rosenkranz üblichen Betrachtungspunkte, Maguncia 1906, pg 15; cfr DUVAL, voz "Rosaire", col 941).
202 Cfr Herbert THURSTON, voz "Ave Maria", en DSp, vol 1, 1937, col 1161-1165.
203 El nº 2678 del Catecismo de la Iglesia Católica lo sintetiza así. "La piedad medieval de Occidente desarrolló la oración del Rosario, en sustitución popular de la Oración de las Horas. En Oriente, la forma letánica del Acathistós y de la Paráclisis se ha conservado más cerca del oficio coral en las Iglesias bizantinas, mientras que las tradiciones armenia, copta y siríaca han preferido los himnos y los cánticos populares a la Madre de Dios. Pero en el Ave María, los theotokia, los himnos de San Efrén o de San Gregorio de Narek, la tradición de la oración es fundamentalmente la misma". Cfr también DUVAL, voz "Rosaire", col 939-941; IRIBERTEGUI, El Rosario..., pg 20.
204 Vid DUVAL, voz "Rosaire", col 940.
205 Cfr DUVAL, voz "Rosaire", col 941-946; IRIBERTEGUI, El Rosario..., pgs 20-21.
206 Otra tradición hace remontar la segunda parte del Ave Maria a Eudes de Sully, Obispo de Paris (1196-1208). Cfr Bernard PLONGERON - Luce PIETRI, Le Diocese de Paris: Des Origines á la Revolution, Beauchesne 1987, pg 156. Explica el Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2675-2676: "En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración [a María], se alternan habitualmente dos movimientos: uno "engrandece" al Señor por las "maravillas" que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos los seres humanos (cfr Lc 1, 46-55); el segundo confía a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios. Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Ave María".
207 Enrique de Kalkar nació en el ducado de Cleves en 1328. Tras doctorarse en París y ser canónigo de Colonia, tomó el hábito de cartujo. En esta Orden desempeñó varios cargos de responsabilidad. De entre los varios tratados que escribió hay uno titulado El Salterio de la Virgen. Falleció en 1408.
208 El origen de estas cláusulas hay que buscarlo en la espiritualidad del Císter de la región de Tréveris: en la búsqueda de una oración más interior, se comenzó a añadir breves frases a la mención del nombre de Jesús –Jesús, adorado por los magos; Jesús, tentado por el demonio; Jesús, que lavó los pies a los discípulos...–, de modo que la atención de la mente se centrara en aspectos concretos de la vida de Jesús. Interesante hacer notar que en el área germánica hoy día el rosario sigue rezándose más o menos así, con una breve alusión, después de "el fruto de tu vientre, Jesús", al misterio que se contempla.
209 Domingo de Hélion, llamado también Domingo de Tréveris y Domingo de Prusia, entró en la Cartuja de Tréveris en 1409. Al poco de ingresar, cayó en una fase depresiva que superó gracias a Adolfo de Essen, prior del monasterio. Éste le condujo por un camino de oración muy adecuado a su situación: le enseñó a recitar el rosario de forma contemplativa, de modo que, por encima de las palabras, la atención se centrara en pasajes de la vida de Jesús.
210 Un ejemplo del modo del rezar este Salterio de María por Domingo de Prusia es el siguiente: "Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es fruto de tu vientre, JESÚS, al que por el anuncio del ángel concebiste del Espíritu Santo. Amén". Luego añadía otras cláusulas distintas a cada Avemaría, desde la Concepción hasta la Muerte y Resurrección del Señor. Y así hasta cincuenta. Su Rosario empezó a tener un contenido meditativo variadísimo y riquísimo, sin perder su estructura repetitiva fija. Rezaba con toda calma cada Avemaría, susurrando luego cada cláusula, guardando un instante de silencio para saborear la escena evangélica evocada. Luego pasaba a la siguiente y así, hasta terminar todo su recorrido espiritual. El rezo de su Rosario podía llevarle cuando menos una hora, porque era un verdadero ejercicio de meditación.
211 Citado por DUVAL, voz "Rosaire", col 945.
212 Los grabados de la 2ª edición alemana de Santo Rosario pertenecen a una edición de un Rosario en el sentido cartujo. Es obra de Johann Justus Labdsberg –Prior de la Cartuja de Colonia–, publicada en esta ciudad hacia 1531. El título completo es: Rosarium mysticum animae fidelis, quinquaginta articulis totius vitae passionisque domini nostri Iesu Christi, actotidem piis precatiunculis, ceu vernis floribus secundum fidem sancti evangelii consitum...
213 Alain de la Roche nació en Dinan (Bretaña) hacia 1428. Profesó en la Orden de Santo Domingo y estudió en París. Se trasladó a la zona del Henao y Flandes. Hacia 1470 fue destinado a Rostock. Falleció en 1475.
214 Cfr DUVAL, voz "Rosaire", col 949-950.
215 Por ejemplo, el cuadro de La Virgen del Rosario, lienzo de fray Juan Sánchez, hermano cartujo. Fue pintado en 1624 para la Cartuja de Granada. Hoy se encuentra en el museo de Granada. Más famosos son los cuadros de Zurbarán, titulados: La Virgen amparando a los cartujos, de la Cartuja de Sevilla, y La Virgen del Rosario, para la Cartuja de Jerez. Fueron pintados hacia 1633. En estos tres cuadros están representados los cartujos que se han ido mencionando en las líneas precedentes. Cfr IRIBERTEGUI, El Rosario..., pgs 28-29.
216 Cfr ibídem, pg 25.
217 "Pour le premier mystère joyeux par exemple, le Pater comportera considération de l'attente des saints de l'Ancien Testament; puis chacun des Ave Maria s'arrétera successivement aux figures bibliques de Marie, aux prophéties qui la désignent, á la promesse de maternité revue par Sainte Anne, á la vie de Marie dans le sein maternel, sa nativité, sa présentation au Temple, son humilité, son mariage, sa familiarité avec la parole de Dieu, et enfin le message de l'archange Gabriel" (DUVAL, voz "Rosaire", col 956).
218 Cfr IRIBERTEGUI, El Rosario..., pg 25.
219 Cfr Luis PEROUAS, voz "Louis-Marie Grignion de Montfort (saint), 1673-1716", en DSp, vol 9, 1976, col 1073-1081. La obra más conocida de San Luis María es el Traité de la vraie dévotion à la sainte Vierge.
220 Las encíclicas son: Supremi apostolatus, 1-IX-1883 (ASS 16 [1883] 113-118); Superiori anno, 30-VIII-1884 (ASS 17 [1884] 49-51); Quod auctoritate apostolica, 22-XII-1885 (ASS 18 [1885], 257-262); Quamquam pluries, 15-VIII-1889 (ASS 22 [1889], 65-69); Octobri mense, 22-IX-1891 (ASS 24 [1891] 193-203); Magnae Dei Matris, 8-IX-1892 (ASS 25 [1892] 139-148); Laetitiae sanctae, 8-IX-1893 (ASS 26 [1893] 193-199); Jucunda semper, 8-IX-1894 (ASS 27 [1894] 177-184); Adjutricem populi, 5-IX-1895 (ASS 28 [1895] 129-136); Fidentem piumque animum, 20-IX-1896 (ASS 29 [1896] 204-209); Augustissimae Virginis, 12-IX-1897 (ASS 30 [1897] 129-135) y Diuturni temporis, 5-IX‑ 1898 (ASS 31 [1898] 146-149).
221 Se encuentra en AAS 29 (1937) 373-380.
222 Se encuentra en AAS 43 (1951) 577-582. Otro documento de Pío XII sobre el Rosario es la Carta al P. Michel Browne, O.P., del 14-VII-1957 (AAS 49 [1957] 726).
223 En AAS 51 (1959) 673-678. Otros documentos de Juan XXIII que tratan del Rosario son: la carta al cardenal Micara, cardenal-vicario de Roma, Lottobre, del 28-X-1960 (AAS 52 [1960] 814-817); la Carta Apostólica Religioso convenio, del 29-IX-1961 (AAS 53 [1961] 641-647); y la Epístola Apostólica Oecumenicum concilium, del 28-IV-1962 (AAS 54 [1962] 241-247).
224 En AAS 57 (1965) 353-358.
225 En AAS 58 (1966) 745-749.
226 En AAS 61 (1969) 649-654.
227 En AAS 66 (1974) 113-168.
228 En AAS 95 (2003) 5-36.
229 Forja, 615.
230 Surco, 475.
231 Baste recordar la enseñanza de Santa Teresa de Jesús al respecto, particularmente clara y significativa en este punto: "La puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración; no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios" (Moradas primeras, cap 1, no 7; BAC 212, Madrid 1997, pg 474); "Y porque no penséis se saca poca ganancia de rezar vocalmente con perfección, os digo que es muy posible que estando rezando el Paternóster os ponga el Señor en contemplación perfecta, u rezando otra oración vocal; que por estas vías muestra Su Majestad que oye al que le habla, y le habla su grandeza, suspendiéndole el entendimiento y atajándole el pensamiento, y tomándole –como dicen- la palabra de la boca" (Camino de perfección, cap 25, 1; BAC 212, Madrid 1997, pg 338).
232 Surco, 477.
233 Infra, Al lector, § 9.
234 Para hacerse una idea de esa complejidad y riqueza, basta, por ejemplo, hojear la extensa y documentada voz "Contemplation", del DSp, vol II, col 1643-2193.
235 Infra, Al lector, § 10 y 11.
236 Cfr Guillaume DERVILLE, "Une connaissance d'amour. Note de théologie sur l'édition critico-historique de Chemin" (II)", en SetD 3 (2008) 280, a propósito del "Contemplo... tomando parte activa", del texto citado infra § 10, 4, nt 107.
237 Surco, 478.
238 Pilar Salcedo era una amiga de Luz Casanova, fundadora de las Damas Apostólicas, que ayudaba en el apostolado del Patronato de Enfermos, y que tenía gran afecto a San Josemaría.
239 En este lugar aparece una nota a pie de página, escrita con tinta azul, que dice: "no me gusta decir esclavitud". Aunque el tema merece un estudio detenido, baste decir que a nuestro autor no le gustaban algunos acentos en la enseñanza sobre este tema, frecuentes en su época, debido sobre todo a su gran amor a la libertad, y su profunda comprensión de esa esencial cualidad de la naturaleza humana, decisiva, en particular, en la relación personal con Dios y en la vida interior.
240 Apínt, Cuaderno 3, 175, 17-III-1931. D. Norberto Rodríguez era el primer sacerdote colaborador de San Josemaría en aquellos momentos. (cfr José Luis GONZÁLEZ GULLÓN y Jaume AURELL, "Josemaría Escrivá de Balaguer en los años treinta: los sacerdotes amigos", Studia et Documenta, 3 [2009] 41-106).
241 Carta 9-1-1932, 20; AGP, serie A.3, leg. 91, carp. 3, exp. 1.
242 Apínt, Cuaderno 3, 199, 8-V-1931. Mons. Álvaro del Portillo anota en este lugar: "Me comentaba el Padre que ni entonces, ni después a lo largo de su vida había sido amigo de hacer votos: cuando los he hecho –me dijo– fue siempre por coacción interior, contraria a mi modo de sentir".
243 Palabras tomadas de la meditación que predicó el día de San José, el día de su santo, 19‑ III-1975, recogidas en Álvaro DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, 6ª ed, Palabra, Madrid 1990, pg 200.
244 Mt 18,3.
245 VV.AA., voz "Enfance spirituelle" en el DSp, vol 4, 1960, col 705.
246 Apínt, Cuaderno 5, 560, 13-I-1932.
247 El caminito de infancia espiritual según la vida y escritos de la Beata Teresita del Niño Jesús, por el R. P. [Gabriel] MARTIN, de los Misioneros diocesanos de la Vendée, Librería Católica de Rafael Casulleras, Barcelona 1924, 124 pgs. Desde entonces comenzó a recomendar la lectura de este libro. "El domingo lo pasé de retiro; medité sobre el Caminito de Infancia Espiritual, la Pasión y con el librito de meditaciones sobre el juicio particular" (Carta de Isidoro Zorzano a Josemaría Escrivá, Málaga 24-X-1935; AGP, serie J.2.IZL, nº 105).
248 Probablemente leyó esta edición: LA BEATA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, Historia de un alma, escrita por ella misma, Convento de los Padres Carmelitas Descalzos de Tarragona, Barcelona 1923. Original francés: LA BIENHEUREUSE THÉRÈSE DE L'ENFANT JÉSUS, Histoire d'une ame, écrite par elle-même, Lisieux 1923. Una edición actual: TERESA DE LISIEUX, Historia de un alma, Monte Carmelo, Burgos 1995.
249 Apínt, Cuaderno 5, nº 562, 14-I-1932; el subrayado es del Autor.
250 Mercedes Reyna O'Farrill, Dama Apostólica del Sagrado Corazón. Nació en La Habana, el 11-IX-1889, de antigua familia profundamente cristiana, que se trasladó a Madrid a raíz de la pérdida de Cuba. En 1925, por consejo de San José María Rubio S.J., Mercedes se unió al grupo de señoras que preparaban la futura Congregación de Damas Apostólicas del Sagrado Corazón, fundada por Luz Rodríguez-Casanova, y que llevaban el Patronato de Enfermos. Tomó el hábito la víspera de Navidad de 1928 y entregó su alma al Señor un mes después, 23-1-1929, en olor de santidad. Josemaría Escrivá, capellán entonces del Patronato, que la conoció profundamente en vida y la atendió en el lecho de muerte, le tuvo una gran devoción personal. El preparó los textos que figuran en la estampa para la devoción privada. Sobre Mercedes Reyna, vid Camino ed crít-hist, comentario al 152, nt 30 (pg 353) con las referencias que allí se incluyen; VÁZQUEZ DE PRADA, I, pgs 313-315 y 419 nt 215; y, sobre todo, Asunción MUÑOZ GONZÁLEZ, "Testimonio", en Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Palabra, Madrid 1994, pgs 371-378.
251 Cfr. Federico M. REQUENA, "San Josemaría Escrivá de Balaguer y la devoción al Amor Misericordioso (1927-1935)", en SetD 3 (2009) 139-174.
252 Vid infra Epílogo, § 3, apcrít. Ya en marzo de ese año había anotado: "¿Todos esos pequeños consuelos del Amo, no serán para que yo me fije, sirviéndole, en las cosas pequeñas, ya que no soy capaz de servirle en las grandes? Santa Teresita y mi Santa Merceditas me ayuden a cumplir el propósito firme que hago, ahora mismo, de dar gusto al buen Jesús en los detalles minúsculos de la vida" (Apínt, Cuaderno 3, 177, 20-111-1931). "No quiero hacer nada –según la doctrina de Teresita y Mercedes- por ganar méritos, ni por miedo a las penas del purgatorio: todo, lo mínimo inclusive, quiero, desde ahora para siempre, hacerlo para dar gusto a Jesús" (Ibídem, 185b, 25-111-1931). –Cuando el Autor decidió, por consejo del P. Sánchez Ruiz, no nombrar a Mercedes Reyna en el Epílogo escribió: "Encomiéndate a Teresita, que es Maestra segura en estos caminos de Fe y de Amor". Sobre la presencia de Santa Teresita en San Josemaría, cfr Camino ed crít-hist, pgs 943-953 y las numerosas referencias en el Indice de nombres. Vid también –aunque a veces exagera o extrapola– Francisco GALLEGO LUPIÁÑEZ, "Influencia de Santa Teresita del Niño Jesús en el Beato Josemaría Escrivá de Balaguero, Carmelus 47 (2000) fasc 1, pgs 91-108.
253 Apínt, Cuaderno 4, 306, 2-X-1931. Texto del 2 de octubre del 31 rememorando el de 1928. Vid José Luis ILLANES, "Dos de octubre de 1928: alcance y significado de una fecha", en Scripta Theologica 13 (1981) 411-451.
254 Vid un análisis teológico-espiritual de este evento en Pedro RODRÍGUEZ, "La 'exaltación' de Cristo en la Cruz. Juan 12, 32 en la experiencia espiritual del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer", en G. ARANDA, C. BASEVI y J. CHAPA (ed.), Biblia, exégesis y cultura. Estudios en honor del Prof. D. José María Casciaro, Ediciones Universidad de Navarra, S. A., Pamplona 1994, pgs 573-601.
255 Apínt, Cuaderno 4, 217, 7-VIII-1931. En una relectura posterior de esta página, el Autor añadió en el margen este comentario: "Ordinariamente, ante lo sobrenatural, tengo miedo. Después viene el ne timeas!, soy Yo" (fol 9v).
256 Ibídem.
257 Conversaciones, 102.
258 Apínt, Cuaderno IV, no 281, 12-IX-1931. El texto pasaría a ser un célebre punto de Camino: el 267. –Esta fundamental dimensión del espíritu y la vida de San Josemaría ha sido muy estudiada. Vid Fernando OCÁRIZ, "La filiación divina, realidad central en la vida y en la enseñanza de Mons. Escrivá de Balaguer", en Naturaleza, gracia y gloria, Eunsa, Pamplona 2000, pgs 175-221; José Luis ILLANES, "Experiencia cristiana y sentido de la filiación divina en San Josemaría Escrivá de Balaguer", en PATH7 (2008) 477-493; Javier SESÉ, "La conciencia de la filiación divina, fuente de vida espiritual", en Scripta Theologica 31 (1999) 471-493; Jutta BURGGRAF, "II senso della filiazione divina", en AA.VV., Santitá e mondo. Atti del Congresso teologico di studi sugli insegnamenti del beato Josemaría Escrivá, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1994, pgs 85-100; J. STOHR, "La vida del cristiano según el espíritu de filiación divina", en Scripta Theologica 24 (1992) 879-893.
259 Y todo, como diremos más despacio, en medio de fuertes tribulaciones. Vid infra § 10, 2, b.
260 Apínt, Cuaderno 4, 296, 22-IX-1931. El texto pasará a ser Forja, 1033.
261 Ya era la del Patronato de Santa Isabel, en Atocha; en la que escribiría Santo Rosario.
262 Vivía entonces con la familia en la calle de Viriato, 22 [hoy, 24]. El tranvía de la experiencia del 16 de octubre era el 48, que iba de la estación de Atocha hasta la Glorieta de Quevedo, cerca de Viriato.
263 Se estaban discutiendo en el Parlamento los artículos de la Constitución relativos a la cuestión religiosa. Cfr Fernando DE MEER, La cuestión religiosa en las Cortes Constituyentes de la II República Española, Eunsa, Pamplona 1975.
264 Apínt, Cuaderno 4, 334. Cfr VÁZQUEZ DE PRADA, I, pgs 388-389.
265 Carta 9-1-1959, 60 (AGP, serie A.3, leg. 95, carp. 2, exp. 1); cfr VÁZQUEZ DE PRADA, I, pgs 389-390. Unos años después volvía sobre el tema: "Os podría decir hasta cuándo, hasta el momento, hasta dónde fue aquella primera oración de hijo de Dios. Aprendí a llamar Padre, en el Padrenuestro, desde niño; pero sentir, ver, admirar ese querer de Dios de que seamos hijos suyos..., en la calle y en un tranvía –una hora, hora y media, no lo sé–; Abba, Pater!, tenía que gritar" (Notas de una meditación, Roma 24-XII-1969; Crónica, 1970, pgs 146-147 [AGP, Biblioteca, PO1]). "Sentir, ver, admirar": una verdadera experiencia mística de la paternidad de Dios.
266 Apínt, Cuaderno 5, 566, 16-1-1932. Ni esa cuartilla, ni la serie de que habla se encuentra en AGP.
267 Es la primera anotación de sus ejercicios espirituales de 1932 (Apínt, Apd 1, 1637, 4-X‑ 1932); la cursiva es del original.
268 Apínt, Cuaderno 4, 380, 4-XI-1931.
269 Ibídem, 382, 8-XI-1931.
270 Ibídem,5 358-359, 29-X-1931. Vid en Camino ed-crít, comentario al 435, el trasfondo de esa congoja a la que alude San Josemaría.
271 Una presencia, por lo demás, que pasaba necesariamente por el Rosario. "Por mi desorden, ayer a las 11 y1/4 todavía me faltaba el rezo del Santo rosario. Tenía mucho sueño y ya no lo recé: hoy, en desagravio a la Señora, rezaré el rosario completo. Procuraré que no me suceda más" (Apínt, Cuaderno 4, 435, 30-XI-1931).
272 La Virgen de los Besos era una vieja talla de madera, que San Josemaría besaba al entrar y al salir de casa.
273 Apínt, Cuaderno IV, nos 225-226, 13-VIII-1931. El texto es la base de Camino, 493.
274 Apínt, Cuaderno 4, 274; la cursiva es del original.
275 La siguiente anotación, por ejemplo, corresponde al 30 de septiembre: "Me encuentro en una situación económica tan apurada como cuando más. No pierdo la paz. Tengo absoluta confianza, verdadera seguridad de que Dios, mi Padre, resolverá pronto este asunto de una vez. ¡Si yo estuviera solo!... la pobreza, entonces, me doy cuenta, sería una delicia. Sacerdote y pobre: con falta hasta de lo necesario. ¡Admirable!" (Apínt, Cuaderno 4, 301).
276 Para sintetizar esta situación San Josemaría solía decir que Dios "daba una en el clavo y cien en la herradura" (Meditación, 14-II-1964; AGP, serie A.4, m640214). La herradura eran los que más quería: su madre y sus hermanos. Se refería, principalmente, a las duras consecuencias materiales que tuvo para su familia el traslado a Santa Isabel, donde no tenía retribución alguna ni estipendios. "Señor, lo pesado de mi Cruz –exclamaba en la oración– es que de ella participan otros. Dame, Jesús, Cruz sin Cirineos" (Apínt, Cuaderno 4, 351, 26-X-1931).
277 Ibídem, 350, 26-X-1931.
278 Ibídem, 221, 10-VIII-1931. Las Preces, de que habla, se encuentran en P. M. SULAMITIS, A los Católicos Españoles, Publicaciones del Amor Misericordioso, Imprenta de Calatrava, 2ª ed, Salamanca 1931, 16 pgs. En pg 15 se lee la oración "por la Iglesia y por la Patria", que Josemaría Escrivá leyó en aquellas circunstancias dramáticas el 13-V-1931. La iglesia a la que alude era la de la Casa profesa de los jesuitas, en Madrid. Vid sobre el tema Federico M. REQUENA, Católicos, devociones y sociedad durante la Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. La Obra del Amor Misericordioso en España (1922-1936), Madrid, Biblioteca Nueva, 2008, pg 261.
279 Ibídem, 311, 7-X-1931. Obsérvese que ese don sobrenatural lo experimenta durante la acción de gracias de la Misa, que será también, unas semanas después, el momento del "tirón" de Santo Rosario. Sobre Juana Lacasa, vid Federico M. REQUENA, "San Josemaría Escrivá de Balaguer y la devoción al Amor Misericordioso (1927-1935)", en SetD 3 (2009) 139-174.
280 Vid Camino ed crít-hist, pgs 1017-1051 de la 3ª ed.
281 Entre éstas, el célebre punto primero de Camino. La lectura de los textos muestra que la expresión era ante todo una manera de nombrarse a sí mismo. Por eso, la mayor parte de las veces, el Autor quitaba la palabra, cuando el texto se iba a publicar.
282 Era el día de los Santos Ángeles Custodios y víspera entonces de Santa Teresita.
283 El tema trasciende la finalidad limitada de la presente edición. Los textos, como decimos, están estudiados en Camino ed crít-hist, para el contexto vital y humano cfr VÁZQUEZ DE PRADA, I, pgs 404-422.
284 Apínt, Cuaderno 4, 307, 2-X-1931. Vid infra Epílogo, § 3, apcrít, "oración buena".
285 Cuenta en su Cuaderno algo de la oración de aquel día: "¡Qué cosas más pueriles le dije a mi Señor! Con la confiada confianza de un niño que habla al Amigo Grande, de cuyo amor está seguro: Que yo viva sólo para tu Obra –le pedí–, que yo viva sólo para tu Gloria, que yo viva sólo para tu Amor [...]. Recordé y reconocí lealmente que todo lo hago mal: eso, Jesús mío, no puede llamarte la atención: es imposible que yo haga nada a derechas. Ayúdame Tú, hazlo Tú por mí y verás qué bien sale. Luego, audazmente y sin apartarme de la verdad, te digo: empápame, emborráchame de tu Espíritu y así haré tu Voluntad. Quiero hacerla. Si no la hago es... que no me ayudas. Y hubo afectos de amor para mi Madre y mi Señora, y me siento ahora mismo muy hijo de mi Padre-Dios" (ibídem).
286 Msa, Txv, StR1. Vid infra Epílogo, ibídem.
287 Apínt, Cuaderno 4, 43I, 29-XI-I931. Cfr Forja, 336.
288 Vid ibídem.
289 Y se prolongará durante toda su vida. Escribe cinco años después de Santo Rosario: "Ser niño. El Borrico de Jesús quiere ser niño. Ha habido una temporada, en la que se ha puesto zancos. Y, ¡claro!, ha tenido muchos percances. Basta: niño otra vez, y niño para siempre. Sancta Theresia a Iesu Infante, ora pro me!" (Apínt, Cuaderno VIII, I348, 2-VI-1936). Sobre el tema del "borrico", vid Camino ed crít-hist, comentario a los números 420, 606 y 998.
290 Apínt, Cuaderno III, no 186b, 27-III-1931. La primera parte de ese texto pasó al 176 de Camino, y la segunda, al 607 de Forja.
291 Apínt, Cuaderno 4, 3I3b, 9-X-193I. De aquí procede el 729 de Camino.
292 Apínt, Cuaderno 5, 388b, I2-XI-I93I.
293 Ibídem, Cuaderno 4, 403, 20-XI-I93I.
294 Ibídem, Cuaderno 5, 45Ib, 3-XII-1931.
295 El "Niño de Santa Teresa", como le llamaba el Autor; el "Niño de Don Josemaría" le llamarían las monjas.
296 Ibídem, Cuaderno 4, 347, 29-X-1931; subrayado del Autor; cfr Forja, 301. Nótese el lenguaje audaz y cariñosísimo que usaba San Josemaría, en sus escritos más íntimos, para referirse a Jesús y que le llevaba a utilizar expresiones que, fuera de este contexto, podrían parecer chocantes: "grandísimo Ladrón", "Jesús chiflado", "¡Divino loco!", "el más grande loco"...
297 Cfr Forja, 824.
298 Cfr Forja, 825.
299 Cfr Camino, 916.
300 Apínt, Cuaderno 4, 4I1, 23-XI-1931.
301 Ibídem, Cuaderno 5, 488, 17-XII-1931; cfr Forja,347. Es interesante notar que, en la carta que escribió al P. Sánchez Ruiz, adjuntándole las cuartillas del Santo Rosario, le hacía otra consulta precisamente a propósito de este pasaje del Cuaderno V. Después de copiar íntegro el texto arriba transcrito, pregunta: "¿Querrá decirme, Padre, si he de seguir o no esta doctrina?". Su confesor, cuando le devolvió la carta con las cuartillas de Santo Rosario, había anotado al margen del texto: "Esto para V. solo". Quizá en la entrevista comentaran la "doctrina". Lo cierto es que unos meses después, haciendo abstracción de la imagen, la doctrina pasa a Consideraciones Espirituales 169 y finalmente al 859 de Camino. –Unos años después, San Josemaría vuelve sobre el tema y nos dice que ya no sigue su antigua costumbre: "Día 2 de marzo de I935. –Ya no visto de noche a mi Virgen de los Besos. Fue aquella temporada, en que arropaba la imagen de mi Madre, el aprendizaje de la vida de infancia. ¡Cuánto bien me hizo! Hoy sería rutina" (Apínt, Cuaderno VIII/lª, 1236). Es un texto de gran interés para comprender el sentido de las devociones según los estados de su alma y las mociones divinas.
302 Apínt, Cuaderno 4, 435b, 30-XI-I93I. El texto es la base de Camino, 884.
303 Apínt, Cuaderno 4, 437b, I-XII-I93I.
304 Carta 8-XII-1949, 4I (AGP, serie A.3, leg 94, carp I, exp 3); cfr VÁZQUEZ DE PRADA, I, pg 404.
305 Apínt, Cuaderno 4, 435; la cursiva es del Autor; de aquí procede el 853 de Camino (cfr Camino ed crít-hist, pgs 947-949). Este pasaje es una perfecta síntesis de los objetivos del librito que escribirá unos días después: "Ese es el clima de su comentario al Santo Rosario" (ibídem, pg 593).
306 De ahí también las diferencias, que comentaremos en su lugar, entre la contemplación de los Misterios gozosos y del resto del Rosario: el clima litúrgico-devocional era Adviento-Navidad, no Semana Santa-Pascua.
307 Apínt, Cuaderno 4, 438, recogido en el 855 de Camino. Ese texto va precedido de otra reflexión sobre el niño que pasará también a Camino, al 870: "Jesús: yo no quiero ser mayor. Niño, niño siempre..., aunque me muera de viejo. Cuando un niño tropieza... y cae, a nadie choca. Todo el mundo va a levantarle. Cuando el que tropieza y cae es el mayor, el primer movimiento es de risa. A veces, pasado ese primer ímpetu, lo ridículo da lugar a la piedad. Pero, los mayores se han de levantar solos. Jesús: mi triste experiencia cuotidiana [sic] está llena de tropezones y caídas. ¿Qué sería de mí, si no me hicieras cada vez más niño? Yo no quiero ser mayor. Niño, y que cuando tropiece me levantes Tú" (Apínt, Cuaderno 4, 437).
308 Ibídem, 445, que pasará a Camino, 864.
309 Se trata de unos azulejos que representan a la Inmaculada Concepción, según el cuadro clásico de Murillo, y que están en la cornisa del edificio de la calle de Atocha 109, donde tenía su sede la Congregación Seglar de San Felipe Neri. Enfrente de esta casa, a mano izquierda, comienza la calle de Santa Inés, que lleva directamente al Patronato de Santa Isabel. Posiblemente fue aquí donde volvió sobre sus pasos. Desde el cruce de Santa Inés con Atocha se ve perfectamente (también hoy) la imagen de la Virgen.
310 Apínt, Cuaderno 4, 446.
311 Apínt, Cuaderno 5, 450, recogido íntegramente en Camino, 857.
312 Apínt, Cuaderno 5, 468, incorporado a Camino, 897. Se diría, leyendo este punto de Camino, que los tranvías madrileños fueron un ámbito privilegiado para la oración de San Josemaría. Vid supra § 10, 2, nt 66 y nt 67.
313 Apínt, Cuaderno 5, 477, recogido en el 856 de Camino, es decir, el inmediatamente posterior al primer punto citado en nt 109, lo que confirma que el Autor deseaba insistir en ese binomio, paradójico pero decisivo, infancia-madurez. Vid supra en nt 103 el texto de 17 de diciembre, que implica también una reflexión sobre su vida de infancia tan intensa aquellos días.
314 Cfr Apínt, Cuaderno 4, 307, 2-X-I931.
315 Apínt, Cuaderno 4, 42I, 29-XI-1931. Sobre la presencia de Santa Teresita en San Josemaría, cfr Camino ed crít-hist, Introd al cap "Infancia espiritual". Sobre Mercedes Reyna, vid supra nt 52.
316 Apínt, Cuaderno 5, 535, 2-I-1932. En una relectura posterior, hizo esta adición interlineal con lápiz rojo fuerte: "Esta es la buena doctrina de la Obra de Dios".
317 Es el 239bis de Consideraciones espirituales, Madrid 1932. Texto y comentario en Camino ed crít-hist, punto 852.
318 Apuntes tomados de una tertulia en el Colegio Mayor Belagua (Pamplona), 9-X-1972; en Dos meses de catequesis, 1972, pg 703 (AGP, Biblioteca, PO4). "Hace muchos años escribí –de un tirón, después de la acción de gracias de la Misa– un folletico muy pequeño, con algunas consideraciones en torno a esos misterios; pero lo que hacía entonces así, lo hago ahora de otra manera. Quise, sin embargo, que se publicara, porque ha ayudado a miles de almas a hacer oración. Allí enseño a tener un poco de picardía, para no distraerse y estar con devoción mientras se habla con la Virgen. Pero tú no tienes por qué hacerlo del mismo modo. Puedes comenzar de esta manera, y luego seguir tu camino propio, sin inconveniente alguno" (Notas de una tertulia en el Colegio Gaztelueta [Vizcaya]; ibídem, pg 703).
319 Notas de una tertulia en Castelldaura (Barcelona), 5-IX-1973; Noticias, 1973, pgs 974‑ 975 (AGP, Biblioteca, P02).
320 Camino ed crít-hist, comentario al 852. –La realidad es que siempre quiso vivir así, y así vivió: "A la vuelta de cincuenta años, estoy como un niño que balbucea. Estoy comenzando, recomenzando, como en cada jornada. Y así hasta el final de los días que me queden: siempre recomenzando. El Señor lo quiere así, para que no haya motivos de soberbia en ninguno de nosotros, ni de necia vanidad. Hemos de estar pendientes de Él, de sus labios: con el oído atento, con la voluntad tensa, dispuesta a seguir las divinas inspiraciones" (Notas de una meditación, Roma 27-III-I975, Jueves Santo; AGP, Crónica, I975, pg 364 [AGP, Biblioteca, P01). Juan Pablo II, con ocasión de la Beatificación de Escrivá, se hizo eco precisamente de estas palabras: "Dio prueba –decía el Papa– de una humildad extraordinaria, hasta el punto de que, al final de su existencia, se veía 'como un niño que balbucea'" (Juan Pablo II, Discurso, Audiencia, 18-V-1992; versión italiana en Insegnamenti, XV,1, pg 1480).
321 Como sabemos, hay posibilidad de que hubiera una primera edición con dibujos en 1934, que en todo caso salió en malas condiciones y fue destruida. Vid supra § 2, nt 42.
322 Ya nos ocupamos de describirlo detalladamente en la edición crítica de Camino, a la que remitimos al lector (Camino ed crít-hist, IntrodGen, § 13, pgs 197-202).