Santo Rosario
Texto y comentario crítico-histórico
Prólogo y piezas introductorias
Misterios gozosos
Misterios dolorosos
Misterios gloriosos
Letanías
Epílogo
Misterios de luz
- Prólogo y piezas introductorias
- "Prólogo de Fátima"
- Al lector
- Misterios gozosos
- Introducción
- Introducción al 1º Misterio gozoso
- Introducción al 2° Misterio gozoso
- Introducción al 3º Misterio gozoso
- Introducción al 4° Misterio gozoso
- Introducción al 5° Misterio gozoso
- Misterios dolorosos
- Introducción
- Introducción al 1º Misterio doloroso
- Introducción al 2° Misterio doloroso
- Introducción al 3º Misterio doloroso
- Introducción al 4º Misterio doloroso
- Introducción al 5º Misterio doloroso
- Misterios gloriosos
- Introducción
- Introducción al 1º Misterio glorioso
- Introducción al 2° Misterio glorioso
- Introducción al 3º Misterio glorioso
- Introducción al 4° Misterio glorioso
- Introducción al 5° Misterio glorioso
- Letanías
- Introducción
- Epílogo
- Introducción
- Misterios de luz
- Introducción
- Nota introductoria del Prelado del Opus Dei
- 1. El Bautismo del Señor
- 2. Las bodas de Caná
- 3. El anuncio del Reino de Dios
- 4. La Transfiguración del Señor
- 5. La institución de la Eucaristía
« PRÓLOGO Y PIEZAS INTRODUCTORIAS »
La portada exterior del libro, tanto en piel como en rústica, es de gran sencillez. El facsímil de la portada en piel se encuentra supra página IV. En la parte de arriba de la portada en rústica, y en dos líneas, se lee, con letras dibujadas en negro y en caja alta de 17 mm: SANTO / ROSARIO, con dos cruces verdes a un lado y otro de la palabra SANTO. En la parte de abajo, el nombre del Autor: JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ, también dibujado en caja alta de 7 mm y con los tres acentos bien patentes. El dorso está en blanco.
La portadilla es, en la cuarta edición, la página primera del libro: no viene precedida por las clásicas páginas de respeto, que aparecerán en las ediciones posteriores. El título va centrado y en color verde. Es en esta página donde se hizo constar el nombre del autor de las ilustraciones. Dorso en blanco.
Portada interior del libro, o página normativa. Las palabras del título y del autor, idénticas a las de la portada, pero ahora en verde. En cambio, la indicación de Editorial, ciudad y fecha va en negro. Luis Borobio subrayaba que el emblema de las dos rosas, que separa el texto de arriba del de abajo, estaba aquí fielmente reproducido, no así en la portada en piel (vid supra pg IV).
Dorso. Página de derechos o de créditos: "NIHIL OBSTAT: / Madrid, 17 Marzo 1945. / DR. JOSÉ M.ª BUENO / Censor." Abajo, a la izquierda: "IMPRIMATUR: / † CASIMIRO, Obispo Auxiliar, / Vicario General." En el borde inferior se lee: "ES PROPIEDAD DEL AUTOR" 1.
Primer dibujo de Borobio: la Virgen sentada con el Niño en su regazo.
La edición de Minerva situaba en la pg 5 este dibujo, que sirve de pórtico a la secuencia de texto e imágenes que empieza a continuación. Pero ya desde la 5ª edición (la primera de Rialp), este hermoso dibujo de la Virgen –permaneciendo siempre como pg 5– pasó, además, a ilustrar la cubierta de numerosas ediciones de Santo Rosario.
Como en otros tiempos,
ha de ser hoy el Rosario
arma poderosa2,
para vencer en nuestra lucha interior,
y para ayudar a todas las almas...
Ensalza con tu lengua a Santa María 3:
reparación te pide el Señor,
y alabanzas de tu boca.
Ojalá sepas y quieras tú sembrar 4
en todo el mundo la paz y la alegría,
con esta admirable devoción mariana
y con tu caridad vigilante.
Roma, octubre de 1968 5
Esta pieza, sin título, a la que llamamos en la presente edición crítica "Prólogo de Fátima", abre, desde la edición de Minerva, todas las ediciones del texto de Santo Rosario.
La primera redacción de este Prólogo fue escrita por su Autor en el Santuario de Fátima en febrero de 1945 y se estampó en la edición de Minerva de ese año. San Josemaría, por sugerencia de Ediciones Rialp y de los editores norteamericanos, actualizó el texto en 1968, a la vez que lo reducía de tamaño. La redacción definitiva apareció, por vez primera, en la 10ª edición española (Rialp, 1969, bilingüe: castellano e inglés). Vid sobre el tema IntrodGen, § 5, 1. El argumento es el mismo en las dos redacciones: el "arma poderosa", la siembra de paz y de alegría, la caridad vigilante.
Para comodidad del lector, a pesar de que los datos constan en el aparato crítico, reproducimos también la secuencia íntegra del antiguo prólogo –el de Fátima–, según la edición de Minerva (pg 7):
Como en otros días –¡Lepanto!–,
ha de ser hoy el Rosario
arma poderosa,
para vencer a los enemigos
de la Santa Iglesia Romana y de la Patria.
Desagravia al Señor, ensalza con tu lengua a su Madre:
reparación pide tu Dios,
alabanzas de tu boca, porque
–y son palabras del Soberano Pontífice,
a su Guardia Noble,
el último día del año 1944–
"la hostilidad de los enemigos de Cristo y de la Iglesia tuvo en todo tiempo a su servicio no solamente las críticas malévolas y los asaltos vehementes, sino principalmente las calumnias venenosas, las insinuaciones cautas y los rumores vagos y anónimos, hábilmente difundidos, que no pocas veces sorprenden la buena fe, incluso de algunos cristianos ignorantes o crédulos".
Saeta que hiere es la lengua de ellos,
dice Jeremías (9, 8).
Ojalá sepas y quieras tú curar esas heridas,
con esta admirable devoción mariana
y con tu caridad vigilante.
En el Santuario de Fátima, día 6 de febrero de 1945.
Adición de 1973
EL rezo del Santo Rosario, con la consideración de los misterios, la repetición del Padrenuestro y del Avemaría, las alabanzas a la Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe, de esperanza y amor, de adoración y reparación.
Josemaría Escrivá de Balaguer.
Roma, 9 enero de 1973.
Con fecha de 26-I-1973, se envió desde Roma a Ediciones Rialp "un texto del Padre para que se incluyera en las nuevas ediciones de Santo Rosario". Así se hizo, en efecto, desde entonces. Se trata del texto arriba transcrito, que es la octava y última pieza que San Josemaría incorpora a Santo Rosario. En la nota que lo acompaña, se sugiere que se podría insertar "en la misma página donde aparecen las palabras Al lector en la página siguiente irá el texto que comienza: No se escriben estas líneas..." 6.
AL LECTOR
7
No se escriben estas líneas para mujercillas 8. –Se escriben para hombres muy barbados, y muy... hombres, que alguna vez, sin duda, alzaron su corazón a Dios, gritándole con el Salmista:
Notam fac mihi viam, in qua ambulem; quia ad te levavi animam meam. Dame a conocer el camino que he de seguir; porque a ti he levantado mi alma (Ps. CXLII, 8).
He de contar a esos hombres un secreto9 que puede muy bien ser el comienzo de ese camino por donde Cristo quiere que anden.
Amigo mío10: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño.
Ser pequeño11exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños.
Y todo esto junto es preciso12para llevar a la práctica lo que voy a descubrirte en estas líneas:
El principio del camino13, que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima.
–¿Quieres14amar a la Virgen? Pues, ¡trátala! –¿Cómo? –Rezando bien el Rosario de nuestra Señora.
Pero, en el Rosario... ¡decimos siempre 15 lo mismo! –¿Siempre lo mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?... ¿Acaso no habrá monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras como hombre, emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy lejos de Dios? Además, mira: antes de cada decena, se indica el misterio que se va a contemplar. –Tú... ¿has contemplado alguna vez estos misterios?
Hazte pequeño. Ven conmigo 16
y –este es el nervio de mi confidencia– viviremos la vida de Jesús, María y José.
Cada día les prestaremos un nuevo servicio. Oiremos sus pláticas de familia. Veremos crecer al Mesías. Admiraremos sus treinta años de oscuridad... Asistiremos a su Pasión y Muerte... Nos pasmaremos ante la gloria de su Resurrección... En una palabra: contemplaremos 17, locos de Amor (no hay más amor que el Amor), todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús.
En Es Cristo que pasa, 143d, el Autor cita el § 7 de este texto, y agrega: "Así lo escribí hace ya muchos años, en el prólogo a unos comentarios al santo rosario...".
Efectivamente, esta es la pieza más originaria de Santo Rosario: el prólogo del pequeño libro que el Autor escribió en Santa Isabel, y que en la edición de Minerva recibió su nombre definitivo: Al lector, como puede verse en IntrodGen, § 5, 2.
NOTA A LA 5° EDICIÓN ESPAÑOLA
Lector amigo: Escribí "Santo Rosario" para que tú y yo nos sepamos recoger en oración, a la hora de rezar a Nuestra Señora.
Que ese recogimiento no se turbe con ruido de palabras cuando medites las consideraciones que te propongo: no las leas en voz alta, porque perderían su intimidad.
Pronuncia, en cambio, claramente y sin prisas el Padrenuestro y las Avemarías de cada decena. Así sacarás siempre más provecho de esta práctica de amor a Santa María.
Y no te olvides de rezar por mí.
EL AUTOR
Roma, en la fiesta de la Purificación,
2 de febrero de 1952
Esta Nota del Autor –y lo mismo debe decirse de la Nota siguiente (a la 12ª ed) no se refiere a alguna peculiaridad de la nueva edición. Es en realidad una prolongación de las originales palabras Al lector que la preceden. Por eso el Autor tuvo interés desde el principio en que estas Notas fueran ubicadas aquí, no delante, como suele hacerse de ordinario. En esta Nota, San Josemaría manifiesta su deseo de que la oración "no se turbe con ruido de palabras", y comunica al lector un punto concreto que le parece del máximo interés si se utiliza este libro para rezar el Rosario: leer en silencio, "para adentro", los párrafos sobre cada misterio, después, que resuenen en alta voz las "decenas": Padrenuestro, Avemaría y Gloria... Sobre esta Nota vid IntrodGen, § 5,1.
NOTA PARA LA 12ª EDICIÓN ESPAÑOLA 18
Mi experiencia de sacerdote me dice que cada alma tiene su propio camino. Sin embargo, querido lector 19, voy a darte un consejo práctico que no entorpecerá en ti la labor del Espíritu Santo, si lo sigues con prudencia: que te detengas durante unos segundos –tres o cuatro– en un silencio de meditación, considerando el respectivo misterio del Rosario, antes de recitar el Padrenuestro y las Avemarías de cada decena. Estoy seguro de que esta práctica aumentará tu recogimiento y el fruto de tu oración.
Y no te olvides de rezar por mí.
EL AUTOR
Roma, en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora,
8 de septiembre de 1971
Así como la Nota anterior es un consejo sobre cómo "usar" Santo Rosario, esta Nota a la 12ª edición es una sugerencia del Autor para todo el que rece el Rosario, de la manera y en el lugar que sea: "cada alma tiene su propio camino". Ésta es la propuesta de San Josemaría: un poco de silencio, enunciado el misterio, antes de adentrarnos en la oración vocal. Muchos lectores guardan, en efecto, esos momentos de oración contemplativa antes de cada misterio, rezando en las más diversas circunstancias de la vida: en la iglesia, en casa, en el tren, en coche, por la calle, de excursión. Esa breve contemplación silenciosa tendría que ser como el "hábito adquirido" de un lector de Santo Rosario.
« MISTERIOS GOZOSOS »
1. "Los misterios de gozo recogen cinco escenas entrañables –hablo con terminología ascética clásica– de la trinidad de la tierra: Jesús, María y José 20. Allí se aprende a venerar al Santo Patriarca, Nuestro Padre y Señor, varón recto, justo, delicado. Allí Santa María encarna para nosotros todas las virtudes cristianas: la fe, el amor, la santa esperanza, la humildad, el espíritu de servicio, la obediencia rendida a Dios. Allí nace Dios, de nuevo, pidiendo otra vez posada en el corazón de cada uno" 21. Estas palabras del Autor, escritas poco tiempo antes de que el Señor le llamara a su presencia, enmarcan muy bien la primera parte del Rosario, los misterios gozosos. Porque aquí la "trinidad de la tierra" lo llena todo, con el Niño Jesús como protagonista de la contemplación que San Josemaría propone. Además, esa consideración orante de Jesús Niño se refleja en el propio Autor –que se ve continuamente a sí mismo como un niño– y se extiende, con toda naturalidad, al lector, al que se invita a ser niño también, y a comportarse como tal en estas escenas. El clima y el contexto de la contemplación que el Autor propone en este libro es, como sabemos, la infancia espiritual, la vida de infancia.
Los misterios gozosos sobresalen particularmente en este aspecto, que llega a ser dominante. En la carta que San Josemaría escribió al P. Sánchez Ruiz, para acompañar el manuscrito 22, dice que proyecta tirar esas cuartillas a velógrafo "para empujar a nuestros amigos por el camino de la contemplación". Y allí agrega que eso lo ve realizado, propiamente, en su texto sobre los misterios gozosos. De toda esta problemática nos hemos ocupado ya con un cierto detenimiento 23. En efecto, estos cinco misterios mantienen un tono más personal, íntimo, afectivo, que el resto: son fruto del "corazón" más que de la "cabeza" (sin que falte por eso hondura teológica); y esto tiene mucho que ver, a nuestro juicio, con esa destacada presencia de la infancia espiritual.
En gran medida, es lógico que sea así, dada la naturaleza propia de los misterios gozosos del Rosario, que nos presentan precisamente a Jesús-Niño. Pero, además, parece como si San Josemaría se sintiera también más "a sus anchas" al escribir estas primeras consideraciones, y volcara aquí con más facilidad todas sus vivencias de aquellos meses en torno a la infancia espiritual: ésas que hemos glosado ampliamente en la Introducción General. Se juntan, pues, la naturaleza propia de estos misterios y la sensibilidad espiritual, predominante entonces en el alma del Autor, multiplicando así el efecto plasmado por la pluma.
Esto no quiere decir que el contexto "infantil" y, más en general, el tono afectivo, desaparezcan en los demás misterios. Es, sin duda, "injusta" –podríamos decir– esta "descalificación", que hace aquí San Josemaría, de su propio comentario a las otras dos partes del Rosario (descalificación que, por supuesto, el P. Sánchez Ruiz no aceptó). Veremos, en su lugar, que infancia y afectos están más presentes de lo que quizá se aprecia en una primera lectura. Pero son indudables las diferencias, que el Autor percibe y señala de esa forma tajante.
2. Decir que el Rosario es profundamente mariano, y que lo son, por tanto, los comentarios de San Josemaría, resulta una trivialidad. Sin embargo, también aquí la "marianidad" tiene grados, y los misterios gozosos son, sin duda, los más marianos del Rosario.
Ante todo, porque la Santísima Virgen aparece con verdadero protagonismo en los cinco pasajes evangélicos, que fundamentan los cinco "misterios"; pero, yendo más a1 fondo, resulta que estos misterios son, teológicamente, los más marianos: si todos los misterios de la vida de Jesús dicen relación a María, su Madre, los cinco gozosos, en los que se contempla directamente la Maternidad de la Virgen, contemplan también, por eso mismo, lo más esencial de la relación María - Jesús. Y sólo desde aquí, desde la óptica de esa misma Maternidad divina, se entiende bien el lugar de la Virgen en los misterios dolorosos y gloriosos. Y es que la Maternidad, como misterio mariológico central y fuente de los demás misterios de María, era una idea teológica muy arraigada en el pensamiento y la enseñanza de San Josemaría 24. Por eso, en los misterios gozosos de su libro, lo mariano cobra una viveza y una amplitud superior al resto de la obra. Y también por eso, el tono afectivo e "infantil" característico de estas páginas, al que hemos hecho referencia, afecta particularmente a la forma de presentar a María y de tratarla, siempre como Madre inseparable del Niño-Dios. Sin embargo, habrá que esperar a los misterios dolorosos para que el hecho –apuntado en el 1° Gozoso– de que la Virgen María sea, por donación de su Hijo, también Madre nuestra, aparezca con toda su fuerza salvífica.
3. Una singularidad de estos misterios de gozo: son los únicos propiamente "josefinos". De forma distinta a la de su Esposa, pero también decisiva, San José está teológicamente unido a los misterios en torno al Nacimiento de Jesús.
Esto bastaría para explicar el porqué de la importancia concedida por el Autor a San José en estas páginas. Pero, en su caso, hay mucho más: aunque no es el lugar para desarrollar estas afirmaciones con todo su fundamento y consecuencias, el Autor de Santo Rosario es uno de los maestros espirituales más "josefinos" en la historia de la espiritualidad 25.
Fue, desde su infancia, personalmente muy devoto de San José, y con una devoción que fue enriqueciéndose a lo largo de toda su vida, tanto en hondura teológica como en sus manifestaciones prácticas. Además, varios aspectos centrales del mensaje que Dios le confió, sobre la llamada universal a la santidad y el espíritu del Opus Dei, tienen mucho que ver con la figura misma de San José; y San Josemaría supo profundizar en esa relación, y transmitirla de forma viva y convincente en su magisterio oral y escrito.
Podemos decir, incluso, que, aprovechando a fondo la rica tradición josefina de la Iglesia –en particular, desde el Siglo de Oro español hasta nuestros días–, San Josemaría llegó a ser "revolucionario" en su forma de presentar a San José: sumamente original y sugerente, en el fondo y en la forma.
Todo esto se aprecia ya en estas glosas contemplativas a los misterios del Santo Rosario, a pesar de la brevedad del texto y de lo mucho que se iba a enriquecer la piedad personal y la doctrina sobre San José, en el resto de la vida del Autor. Lo veremos al considerar el comentario a cada misterio, pero ya desde ahora debemos destacar el simple hecho de la "presencia" de San José en el 2° Gozoso, la Visitación: algo que tiene, ciertamente, una tradición tras de sí, pero de poca incidencia en las numerosas reflexiones, comentarios y meditaciones que, a lo largo de la historia, se han hecho sobre ese pasaje evangélico.
Introducción al 1er Misterio Gozoso
26
El 1° Gozoso es uno de los tres misterios de Santo Rosario (los otros son el 5° Gozoso y el 1° Doloroso) cuyo comentario no fue ampliado por San Josemaría, al preparar la cuarta edición. Los siete §§ de este misterio proceden, pues, de la redacción de Santa Isabel. En este sentido, el 1° Gozoso puede considerarse, desde el principio, emblemático de la interrelación entre escena bíblica y contemplación, buscada por el Autor en cada comentario.
1. El primero de los quince misterios tiene su centro en la Encarnación del Hijo de Dios: ése es el "misterio" de fe contemplado; oculto, pero al mismo tiempo desvelado por el diálogo entre San Gabriel y María Santísima 27. San Josemaría lo expresa de forma sugerente en los últimos §§ del texto: "Al encanto de estas palabras virginales, el Verbo se hizo carne" (§ 6); "Aún tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno: Jesús, te amo" (§ 7). Ambas frases son, a nuestro juicio, particularmente significativas de la forma de "contemplar" el misterio que es característica del Autor.
Primero, se afirma la realidad profunda de fe –"el Verbo se hizo carne"–, que la sencillez de la expresión no hace sino resaltar; Jesús ya existe como Dios y Hombre verdadero: por eso puedo decirle a continuación, de hombre a hombre, "Jesús, te amo". El acto explícito de fe de la primera frase apoya la oración sencilla, pero llena de contenido, de la segunda –"Jesús, te amo"–, que extrae toda la trascendencia vital, personal, del hecho de la Encarnación: misterio, sí, pero no algo extraño y lejano, sino íntimamente próximo a cada uno: Jesús se ha encarnado por mí y para mí.
Por lo demás, junto a esta forma de expresar el misterio en sus consecuencias personales, nótese cómo "ilumina" la escena ese "ser un personaje más", que el Autor propone a los lectores; mejor, al lector, en singular, porque el tete-á-tete de ambos será como el armazón literario de la contemplación de los misterios. La "ocurrencia" de San Josemaría, de ser el primero en dirigirse al Dios recién encarnado, es, en efecto, una muestra más de su oración audaz y atrevida, y, por eso mismo, tan cercana al misterio.
2. Merece la pena detenerse en la expresión "al encanto de estas palabras virginales". La crítica textual pone de manifiesto que la primera expresión que escribió el Autor fue "embrujo", que corrigió en una segunda lectura del manuscrito, y sustituyó por "encanto", que pasa al texto definitivo. La palabra "embrujo" era ciertamente expresiva de lo que el Autor quería comunicar al lector, pero se prestaba demasiado –si faltan las necesarias coordenadas teológicas– a confundir lo sobrenatural con la "magia", o a dar a María un papel casi divino en la Encarnación. De esto está sin duda mucho más lejana la palabra "encanto", sobre todo porque desplaza el pensamiento y las vivencias del lector hacia la segunda acepción que nos ofrece el Diccionario de la Lengua: "cosa que suspende o embelesa" 28. El fiat de la Virgen "embelesa" al Dios Omnipotente... Desde luego, las pocas palabras de María, que recogen los Evangelios, tienen todas un particularísimo encanto, y todas son "virginales"; pero éstas son las más importantes que salieron de su boca, las más trascendentales para la historia de la salvación; también, las que reflejan mejor el mismo ser de la Madre Virgen.
En efecto, la Encarnación es obra del Espíritu Santo, pero "al encanto" del fiat de María; Dios cuenta con ella para realizar la increíble maravilla, le pide su consentimiento, y como la voluntad de Dios es firme, eficaz, inmediata y todopoderosa , en cuanto se produce el sí de María, se produce el hecho –el hecho radical de la Redención– que los cristianos recuerdan todos los días en el rezo del "ángelus" rezar el ángelus es sencillamente contemplar el primer misterio del Rosario con el "encanto" de la Virgen-Madre.
De esta forma, la célebre "impaciencia" de San Bernardo ante el "retardarse" del sí de la Virgen 29, se convierte en San Josemaría en contemplación del "encanto" virginal de su fiat decisivo. Es difícil expresar de forma teológicamente más certera y contemplativamente más bella, en tan pocas palabras, la íntima relación existente entre María y la Encarnación del Hijo de Dios.
3. Unas palabras, ahora, para subrayar la dimensión de "infancia espiritual" en el comentario a este misterio. Estamos en el primer misterio de todo el Rosario, y es lógico que el "autor-niño" y el "lector-niño" aparezcan desde el principio: "No olvides, amigo mío, que somos niños". De hecho, ya no necesitará San Josemaría decir más, ni ser más explícito al respecto: toda la contemplación que sigue es contemplación de niño, con los rasgos ya señalados en la introducción: contemplación "infantil", "adulta" en lo teológico.
Respecto al "niño" que contempla la escena, San Josemaría da en este caso un giro que puede sorprender, pero muy coherente con su habitual espontaneidad y con su capacidad de iniciativa en la oración personal. En efecto, al lector le ofrece varias alternativas, todas muy apropiadas para ser "un personaje más" en la casita de Nazaret: "Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino...". Pero, al aplicárselo a sí mismo, parece romper las reglas del juego: "Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena". Pero esto es algo muy de niño, esconderse... De hecho, no rompe las reglas: es también un personaje más, es el "niño" que reaparece escondido "detrás de ti". De esta forma, sutil, ayuda al lector a meterse él mismo en la escena: por decirlo así, no tenemos más remedio que entrar en la casa y contemplar, porque un niño –el Autor– nos viene empujando y nos habla al oído...
Al mismo tiempo, el "no me atrevo" y el contemplar "pasmado" nos ayudan a valorar la trascendencia del misterio. Podríamos decirlo así: Santo Rosario empieza "muy fuerte" con el misterio mismo de la Encarnación... Ya habrá tiempo de "jugar" distintos papeles infantiles en otras escenas...
4. Este primer misterio gozoso es, por muchas razones, prototípico de la contemplación del Rosario a que el Autor invita a sus lectores. Pero lo es, sobre todo, del discurso comunicativo de San Josemaría a lo largo de los quince misterios, como ha puesto de manifiesto, con singular maestría, el Prof. Antonio Vilarnovo 30. "Tanto emisor como receptor son niños", dice Vilarnovo: "Niños con relación a Dios y a los misterios sobrenaturales que se han de contemplar. Precisamente, sólo así entramos en el tiempo de la contemplación, sólo siendo niños podemos superar el tiempo empírico y unirnos a Cristo en un tiempo a la vez histórico y universal. Y es que el texto no sólo une emisor y receptor, también une a ambos con Dios" 31.
NO olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora del dulce nombre 32, María, está recogida en oración.
Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino... –Yo ahora 33
no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena:
El Arcángel dice su embajada... Quomodo 34 fiet istud, quoniam virum non cognosco? –¿De qué modo se hará esto si no conozco varón? (Luc., 1, 34) .
La voz de nuestra Madre agolpa en mi memoria, por contraste, todas las impurezas de los hombres 35..., las mías también.
Y ¡cómo odio entonces esas bajas miserias de la tierra! ... ¡Qué propósitos! 36
Fiat mihi secundum verbum tuum. Hágase en mí según tu palabra (Luc., 1, 38) 37. Al encanto de estas palabras virginales, el Verbo se hizo carne.
Va a terminar la primera decena... 38
Aún tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno:
Jesús, te amo.
Introducción al 2° Misterio Gozoso
39
1. Las notas que escribió el Autor en 1931 para ayudarnos a caminar con Santa María en este 2° Gozoso tienen dos partes muy claras: la primera es el viaje –preparado cum festinatione-, la "expedición" a las montañas de Judá; la segunda, el encuentro con Isabel en casa de Zacarías. Las adiciones de 1945 son meros complementos. La originalidad de la contemplación que nos ofrece San Josemaría es fuerte y llamativa, sobre todo en esa primera parte, en la que –de manera muy característica– el Autor introduce en la "expedición" a José, el esposo de María. La pequeña caravana que vemos avanzar se concentra en torno a Jesús, es decir, alrededor de la Virgen Madre, embarazada de pocos días, sentada sobre el borrico, y a la que acompañan José, que tira del burro, y los dos "niños", que ya conocemos: el "niño amigo" (el lector) y el Autor de Santo Rosario, que, en un primer momento redaccional, quería ser el borrico que durante el viaje sirviera de trono a la Virgen. Todo en la narración cobra un fuerte sentido contemplativo y poético.
2. La forma en que el Amor describe la presencia de José en la caravana tiene unos contextos exegéticos y teológicos a los que vendremos enseguida. Pero subrayemos ya que la Encarnación del Hijo de Dios, tema del 1° Gozoso, sigue en el centro de la meditación de San Josemaría, mientras acompaña a la Virgen, que lleva al Niño en sus entrañas, a visitar a Isabel. María y José, durante el viaje, tienen ahí –según el Autor– su gozo y su consuelo. El Autor-niño le adelanta a su amigo lo que le va a ocurrir camino de Ain Karen 40: "latirá fuertemente tu corazón cada vez que nombren al Niño que nacerá en Belén". Esta frase no sólo supone un nuevo acto de fe explícita en la Encarnación, sino que ofrece, para todo el misterio, el marco contemplativo. El Niño-Dios es el centro de todas las "miradas", aunque todavía no se le vea físicamente. Las "tradiciones de la casa de David", el viaje, el estremecimiento del Bautista, las palabras de Isabel y las de María: todo gira en torno al misterio del Dios hecho hombre; y una vez más, el tino literario del Autor, unido a su profunda piedad y doctrina, va introduciendo al lector en la contemplación del misterio. Son luces sugerentes para la inteligencia y toques cariñosos en el corazón, que cada vez se ve más enamorado del Niño, de su Madre, de José.
Pero, por la manera de estar Jesús en el 2° Gozoso, la Virgen María –a la Madre de mi Señor"– es la protagonista visible de la escena. Si nunca se la puede separar de Jesús, podemos decir que menos aún en estos primeros meses de gestación, en los que el Niño vive en Ella y de Ella, y no viviría sin Ella. En este misterio, por tanto, más que en ningún otro, contemplamos a Jesús a través de su Madre, en su Madre, actuando ya en el seno de su Madre. Como Juan el Bautista e Isabel, "sentimos", de forma misteriosa pero real (fe y amor), la presencia de Jesús al sentir la de su Madre. En definitiva, lo que decíamos en el 1° Gozoso sobre las relaciones entre María y la Encarnación, queda plasmado, en este 2° misterio, de forma muy viva y prolongada en el tiempo.
3. Vengamos ya a José, el esposo de María, que es, en la contemplación del Autor, el otro protagonista del relato. Lo es, sobre todo, en la primera parte, en el viaje. He aquí los textos explícitos, dirigidos al "niño amigo": "Acompaña con gozo a José y a Santa María" 41; "te enternecerás ante el amor purísimo de José". Pero, más allá de lo explícito, ambas frases sitúan al santo Patriarca como punto de referencia imprescindible de toda la escena.
Como es sabido, San Lucas, el evangelista que narra la Visitación, no habla de que José acompañara a la Virgen en su viaje a Ain Karen. Lo cual, claro está, no excluye que José, efectivamente, la acompañara. Así lo pensaba San Josemaría. Lo problemático, para nuestro asunto, no es esto, sino el hecho de que a lo largo de aquel viaje –emprendido no mucho después de la Anunciación– el Autor nos presenta a María y a José hablando del "Niño que nacerá en Belén". Podría entenderse que, aquí, este Niño es sólo una de esas "tradiciones" de Israel que comentan en el camino, una referencia al deseado Mesías y a la ciudad de su estirpe. Pero no parece ser ése el tono y el mensaje del comentario: es un "secreto" que María porta consigo y finalmente comunica a José. El Patriarca, por tanto, ya durante el viaje, habría conocido el "misterio" de María. La dificultad proviene del modo ordinario en que se ha leído y traducido San Mateo 1, 19: "Su esposo José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto". Según una lectura muy habitual, este versículo relata la llamada "duda" o "sospecha" de José al ver a su esposa embarazada, y quedaría, por tanto, excluido que José tuviera un conocimiento del misterio de la Encarnación antes de que el Ángel, en sueños, le explicara el misterio (Mt 1, 20-24).
La realidad es que toda una línea de la Tradición patrística y todo un sector de la moderna exégesis bíblica hacen una lectura muy distinta del pasaje de San Mateo, que comienza así: "María, su Madre, estaba desposada con José y, antes de que conviviesen, se halló encinta por el Espíritu Santo" (cfr Mt 1, 18-24). Laurentin 42
y De la Potterie 43, dos ilustres exegetas y mariólogos, analizando la perícopa, han explicado con profundidad y rigor que, según San Mateo, José estaba al corriente del misterio de María 44. "Opinamos, pues, con algunos Padres de la Iglesia 45
–concluye De la Potterie–, que José, antes de la aparición en sueños del Ángel, sabía dos cosas: que María estaba encinta y que lo estaba por obra del Espíritu Santo. Podemos ahora replantear la cuestión histórica a que nos referíamos hace un momento. ¿Por quién fue informado y cuándo lo fue? Si José sabía desde el principio que su esposa llevaba un hijo en su seno, es evidente que no podía saberlo más que por una comunicación personal (directa o indirecta) de María" 46. Comunicación que los Padres y los medievales ponen, de alguna manera, en relación con un "descubrimiento" sobrenatural del misterio por parte de José.
4. Este contexto exegético y patrístico hace plausible que José acompañara a la Virgen a visitar a su prima, y da pie para pensar –no sólo poéticamente– en esas "conversaciones" de María y José camino de las montañas, en las que esa percepción sobrenatural del misterio lleva a José a preguntar delicadamente a María, que, finalmente, le habla de lo que hasta entonces había guardado en silencio 47: del anuncio del Ángel y del Niño que nacerá.... ¿Son las conversaciones que les llegan a los "niños"?
La idea de que María fuera acompañada por José a las montañas de Judea, la encontramos escrita por vez primera en San Efrén el Sirio, siglo IV 48, pero entra en el contexto de la piedad de la Iglesia latina a través de los relatos sobre San José de Jean Gerson (1363-1429) 49, y, sobre todo, de un clásico de la teología y la espiritualidad josefina: el franciscano de Sevilla, Bernardino de Laredo (1482-1540), cuyo Tratado de San José fue muy estimado de San Josemaría 50. Hay, en efecto, muchos elementos comunes en la forma que tienen ambos de contemplar a San José: desde presentarlo como un hombre joven y fuerte hasta la insistencia en que no se le puede separar de su Esposa, etc. 51.
Hay una diferencia entre Bernardino y San Josemaría: para el franciscano, José sabe que hay un misterio divino en María, pero se enterará de cuál es cuando oiga a Santa Isabel saludar a "¡la Madre de mi Señor!"; y es entonces cuando, indigno ante el misterio, empieza a pensar en apartarse de la Virgen Madre 52. En la contemplación de San Josemaría, José, ya durante el viaje, se hace cargo del misterio de María, pero en Santo Rosario no se alude a la cuestión de cuándo y por qué José se plantea ese alejarse de la Virgen de que habla San Mateo. Y es que el "clima" de Santo Rosario no es el de tomar "posiciones" exegéticas o históricas en estas cuestiones debatidas, sino la sencilla oración contemplativa en un ambiente de vida de infancia; bien apoyada, ciertamente, en las sólidas verdades del Evangelio y de la fe de la Iglesia. En el marco contemplativo de los misterios gozosos, que traza San Josemaría, los eventos de Mt 1, 18-24, al menos en parte, habría que situarlos en el espacio de este 2° misterio, a lo largo del viaje a las montañas 53.
5. Es importante señalar que, de manera simultánea a la literatura medieval sobre San José en la Visitación, se da una creciente iconografía de la Visitación de Nuestra Señora, acompañada de José, que comienza a extenderse en los siglos XVI y XVII, sobre todo en Italia y España: Andalucía, principalmente, y también Aragón 54.
¿Conocía estas imágenes el Autor de Santo Rosario? Es lógico pensar que conociera la hermosa escena del retablo del Pilar de Zaragoza 55. Pero, como vamos a ver, no la recordaba. El tema se plantea con ocasión de su visita a Chile en el viaje a América de 1974. En el oratorio de Antullanca, una casa de retiros del Opus Dei cerca del río Mapocho, que San Josemaría visitó el día primero de julio, hay un cuadro de la Visitación a modo de retablo. Lo interesante a nuestros efectos es que San Josemaría –según el cronista– "entró en el oratorio. Después de saludar al Señor levantó la mirada hacia el retablo, y señaló el cuadro de la Visitación, comentando con alegría que siempre había pensado que San José debió de acompañar a la Virgen en su visita a Santa Isabel, pero que nunca lo había visto representado" 56. El propio San Josemaría decía al día siguiente, en una tertulia en Tabancura, que había "hecho la oración esta tarde allí, pensando en vosotros, media hora o tres cuartos de hora escasos, antes de venir aquí. [...]. En el oratorio han colocado unos cuadros muy simpáticos, de escuela quiteña, del tiempo colonial. Uno representa la Visitación de Nuestra Señora, y se ve a Santa Isabel que recibe a la Virgen, y luego a Zacarías que saluda a San José. Me he vuelto a conmover. Ya lo había visto ayer, pero hoy he seguido mi oración con los ojos puestos unas veces en el Sagrario, y otras en el cuadrito" 57. Fue, pues, en América, en Chile, donde San Josemaría vio por primera vez algo para él tan querido: el glorioso Patriarca acompañando a María a las montañas de Judea.
AHORA, niño amigo, ya habrás aprendido a manejarte. –Acompaña con gozo a José y a Santa María... 58 y escucharás tradiciones de la Casa de David:
Oirás 59 hablar de Isabel y de Zacarías, te enternecerás ante el amor purísimo de José, y latirá fuertemente tu corazón cada vez que nombren al Niño que nacerá en Belén...
Caminamos apresuradamente 60 hacia las montañas, hasta un pueblo de la tribu de Judá (Luc., 1, 39) .
Llegamos. –Es la casa donde va a nacer Juan, el Bautista 61. –Isabel aclama, agradecida, a la Madre de su Redentor: ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! –¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? (Luc., 1, 42 y 43).
El Bautista nonnato 62 se estremece... (Luc., 1, 41). La humildad de María se vierte en el Magníficat...1 Y tú y yo, que somos que éramos unos soberbios, prometemos que seremos humildes.
Introducción al 3º Misterio Gozoso
63
1. El 3º Gozoso es el primero que, en la relectura de 1945, es objeto de la reelaboración que hemos llamado prototípica, consistente en mantener intacta la redacción de Santa Isabel y hacerla preceder de nuevos textos, que en este caso son los §§ 1 y 2. El objetivo es siempre ofrecer al lector, al comenzar, la escena bíblica que va a ser contemplada. Como dijimos, los primeros lectores, para los que el Autor escribía de manera inmediata aquellas cuartillas, rezaban con frecuencia el Rosario y conocían bien las escenas: por eso, podía Escrivá de Balaguer pasar directamente a la contemplación de los misterios. Así comenzaba la "mirada" al Portal de Belén, en 1931: "Frío. –Pobreza. –Soy un esclavito de José" (§ 3). No se puede decir más condensadamente lo que el Autor-niño está viendo y sintiendo en torno a María y su Hijo en el establo Esta mirada vendrá ahora precedida por una especie de lectio divina del relato de San Lucas (§§ 1 y 2), una síntesis del hecho que había suscitado en el Autor, de golpe, aquella vivencia.
2. Este tercer misterio es, por otra parte, el centro de los misterios gozosos, no sólo correlativamente, sino, sobre todo, "contemplativamente". Los dos primeros han preparado al lector, de la mano de María y de José, para este encuentro personal con el Niño recién nacido; luego, los misterios cuarto y quinto prolongarán ese deseado encuentro, arraigando más en el alma el amor a Jesús y las enseñanzas de su infancia. Pero el "niño amigo" tiene dentro la impaciencia de conocer finalmente a este Niño, del que María y José hablaban con entusiasmo, camino de las montañas, y del que siguen hablando ahora, camino de Belén. Es casi el mismo viaje que a Ain Karen, pues Belén queda a cinco kilómetros de Jerusalén, hacia el sur. Pero ahora la Virgen Madre está ya muy cerca de dar a luz.
3. En la vida interior de San Josemaría, hay un hecho fundamental que enmarca la contemplación de este misterio, tal como la dejó escrita en Santo Rosario: un intenso crecimiento en su devoción a Jesús-Niño, que guarda una relación muy especial con una concreta imagen del Niño Jesús. Así nos relata su primer encuentro con esa imagen, el 15 de octubre de 1931: "Hoy entré en la clausura de Santa Isabel. Animé a las monjas. Les hablé de Amor, de Cruz y de Alegría... y de victoria. [...] Al salir de la clausura, en la portería, me han enseñado un Niño, que era un Sol. ¡No he visto Jesús más guapo! Encantador: lo desnudaron: está con los bracitos cruzados sobre el pecho y los ojos entreabiertos. Hermoso: me lo he comido a besos y... de buena gana lo hubiera robado"64.
Fue ese encuentro un auténtico "flechazo" de amor, un enamoramiento que llegó muy hondo en su alma, y que se intensificó más y más a lo largo de aquellos años. Sus notas personales de esos meses, antes y después de escribir Santo Rosario, lo reflejan así: "Me gusta verte chiquitín, como desamparado, para hacerme la ilusión de que me necesitas"65.
Pocos días después de escribir Santo Rosario, anotaba: "Quiero hablar de la Madre Tornera del Convento de Santa Isabel. Suelo acercarme al torno, una vez a la semana, y charlamos de cosas espirituales... y me deja al chiquitín –Jesús– que tienen en la portería. Me mueve mucho ese Niño. Desde que le vi, me entró con fuerza la devoción, muy sólida, a la infancia de Cristo. Le he dicho varias veces a la Tornera que, cuando yo comulgo, como ellas ya han dado gracias porque les administro la sagrada Comunión antes de la Misa, le diga en mi nombre a Jesús cuánto le quiero... Rara vez me siento fervoroso al recibir al Señor a mi Madre María, a S. José, a mi Ángel Custodio, Teresita y Mercedes les indico que hablen entonces al Niño diciéndole lo que, por mi torpeza, yo no sé decirle" 66. Incluso pudo una vez llevarse la imagen del Niño a su casa algunos días, con permiso de las monjas 67.
Las religiosas de Santa Isabel fueron testigos de esa particular e intensa devoción y de muchas de sus manifestaciones, de manera que a la pequeña escultura, que el Autor de Santo Rosario llamaba el "Niño de Santa Teresa", las monjas de aquella casa empezaron a llamarle desde entonces el "Niño de Don Josemaría"; ahora le llaman el "Niño de San Josemaría" 68.
Álvaro del Portillo, que conocía bien el tema por conversaciones con el Fundador de la Obra, lo explicaba así: "Esa imagen del Niño Jesús dio ocasión a nuestro Padre para que hiciese mucha oración y muchos actos de amor a la Humanidad Santísima de Jesús. Lo solía pedir a las monjas especialmente por las épocas de Navidad, y lo bailaba y lo arrullaba y lo mimaba" 69.
4. No deja de ser significativo que San Josemaría escribiera Santo Rosario precisamente en el Convento de Santa Isabel, donde había descubierto, poco antes, la imagen de ese Niño que le enamoraba. Por eso no cabe, nos parece, mejor introducción al 3º Gozoso de Santo Rosario, que haber reunido estos datos que conocemos del encuentro del Autor con esta pequeña imagen. Y esto, por la sencilla razón de que la redacción original de este misterio (vid crítica textual), es decir, la que escribió junto al presbiterio de Santa Isabel, no es sino la descripción de lo que el santo sacerdote hacía siempre que la tornera le dejaba tomar al Niño...
Esta consideración nos lleva a enlazar con lo que decíamos a1 comienzo, a propósito del carácter "central" de este misterio. Pero ahora, para agregar que esa centralidad no afecta sólo a los misterios gozosos, sino a la totalidad del libro: las acciones del esclavito de José–"besarle, cantarle y bailarle", decirle "cosas dulces y encendidas" durante "horas y horas"– son la vivencia espiritual e histórica de Josemaría Escrivá con la imagen del Niño en las manos, y parecen una cumbre en el modo de contemplación y en el estilo de vida de infancia que el Autor quería vivir, y transmitir a lo largo de los quince misterios. Tal vez por eso le escribía al P. Sánchez Ruiz, al mandarle las cuartillas, que en el texto de las otras dos partes del Rosario había quizá "demasiado entendimiento".
Esa devoción se prolongará toda su vida, a pesar de la lejanía física respecto a la imagen de Santa Isabel. Cuenta Álvaro del Portillo que muchos años después, en Roma, el pintor y escultor Manolo Caballero realizó una reproducción cuidadísima de aquel mismo Niño, cuya vista volvió a conmover profundamente a San Josemaría. Durante mucho tiempo se ponía durante la Navidad en el oratorio de San Josemaría, en Roma. Pero no la retuvo. Al pensar que se estaba apegando a esa imagen, la regaló 70. Como para dejar claro que la piedad y la contemplación no están en imágenes, aunque se sirvan de esas representaciones, sino en la misma Persona adorable del Hijo de Dios hecho hombre por nuestro Amor.
SE ha promulgado 71
un edicto de César Augusto, y manda empadronar a todo el mundo. Cada cual ha de ir, para esto, al pueblo de donde arranca su estirpe. –Como es José de la casa y familia de David, va con la Virgen María desde Nazaret a la ciudad llamada Belén, en Judea (Luc., 2, 1-5).
Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! –No hay lugar en la posada: en un establo. –Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre 72 (Luc., 2, 7).
Frío. –Pobreza. –Soy un esclavito de José 73. –¡Qué bueno es José! –Me trata como un padre a su hijo. –¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!...
Y le beso –bésale tú– , y le bailo 74, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, ¡mi Todo!...
¡Qué hermoso es el Niño... y qué corta la decena!
Introducción al 4° Misterio Gozoso
75
1. El 4° Gozoso mira a la Sagrada Familia cumpliendo una doble prescripción de la Ley de Moisés: la purificación de la madre y la presentación y "rescate" del primogénito. La tradición cristiana del Rosario los ha unido para la contemplación, como unidos estaban ambos ritos en la vida de las familias israelitas 76. En uno, predomina la dimensión cristológica; en el otro, el primer plano es mariológico; pero sin separarlos, como inseparable es la mariología de la cristología, María de Jesús. La tradición popular conoce también, en consecuencia, una doble denominación del misterio. Algo parecido vimos ya, a propósito del misterio primero, también con una doble dimensión y dos nombres tradicionales: la Encarnación del Hijo de Dios, la Anunciación de Nuestra Señora 77. San Josemaría, que había elegido para el 1° Gozoso la designación cristológica, opta en el 4° Gozoso por destacar la componente mariana: la Purificación de la Virgen 78.
Pero esto es así no sólo en el título: en la primera redacción del misterio, la de 1931, el tema casi monográfico (vid apcrít) era la Purificación de María. Pero los §§ 1 y 5, añadidos por el Autor para la edición de 1945, acentúan, en cambio, el clima del acontecimiento cristológico –la Presentación del Niño– y a la vez enmarcan el evento mariológico: la Purificación de Nuestra Señora 79. De esta manera, en StR4, la contemplación recae temáticamente, desde el inicio, sobre los dos acontecimientos, y así continúa hasta el final.
San Josemaría nos explica de este modo cómo ese "cumplir la Santa Ley de Dios" se verifica tanto en la presentación del Hijo, como en la purificación de la Madre. "La presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor", dice el Catecismo de la Iglesia Católica (529). En Cristo, "primogénito de toda creación" (Col 1, 15), se verifica en efecto, en toda su plenitud, la palabra del Señor: "Todo primogénito es mío" (Nm 3, 13). Por eso, Jesús no tenía propiamente que ser "presentado", como tampoco María necesitaba purificación. Pero San Josemaría quiere recalcar, a través de ambos acontecimientos, el mensaje básico de este 4° Gozoso: cumplir la "santa" ley de Dios, su "santa" voluntad, bajo todos sus aspectos.
2. San Josemaría podría haber escrito también su comentario, como vemos, en términos cristológicos. Pero, en el presbiterio de Santa Isabel, con Cristo en su corazón después de celebrar la Sagrada Eucaristía, su pluma avanza en clave mariana y desarrolla el tema a través de una bellísima reflexión sobre el mensaje –humano y cristiano– de la purificación de María. De esta manera, el mensaje inicial –"cumplir la Santa Ley de Dios"– se prolonga ahora en la idea de "purificación" del alma –"a pesar de todos los sacrificios personales"–, que en el contexto del 4° Gozoso se constituye como la propuesta central del Autor a los lectores; con esta secuencia: purificación – que es expiación – impulsada por el Amor.
La purificación, como "expiación por Amor", se le viene a la pluma en Santa
Isabel casi con las mismas palabras que ya están, escritas en su Cuaderno dos meses antes: "Hoy entré en la clausura de Sta. Isabel. Animé a las monjas. Les hablé de Amor, de Cruz y de Alegría... y de victoria. ¡Fuera congojas! Estamos en los principios del fin. Santa Teresa me ha proporcionado, de nuestro Jesús, la Alegría –con mayúscula– que hoy tengo..., cuando, a1 parecer, humanamente hablando, debiera estar triste, por la Iglesia y por lo mío (que anda mal: la verdad): Mucha fe, expiación, y, por encima de la fe y de la expiación, mucho Amor" 80.
3. Lo mismo habría que decir del efecto de ese Amor –en el que culmina la purificación-expiación–, que es el "cauterio" purificador que abrasa la miseria del alma. En el presbiterio de Santa Isabel, pasan a la contemplación del 4º Gozoso las palabras de la experiencia del "borrico sarnoso" –que hemos estudiado en la Introducción General (§ 10, 3, b)–, escrita también poco antes en su Cuaderno: "... consideré que soy un borrico sarnoso. Y pedí – pido– al Señor que cure la sarna de mis miserias con la suave pomada de su Amor: que el Amor sea un cauterio que queme todas las costras y limpie toda la roña de mi alma: que vomite el montón de basura, que hay dentro de mí" 81.
Dos días después, el 11 de octubre, reaparece en su Cuaderno el fuego purificador: "Continúo pidiendo oraciones. Así espero que mi Dios arrancará de mi alma la basura que me queda. Aunque bien sé que la Caridad todo lo purifica y espero que Él ponga una hoguera dentro de mí, que consuma con su llama todo lo que estorba" 82.
4. La idea de fondo, ya lo advierte el lector, es clásica y constante a lo largo de toda la historia de la espiritualidad; por eso no es difícil ver el cauterio de la Llama
de amor viva detrás del lenguaje y de la vivencia de San Josemaría:
"¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro! / Pues ya no eres esquiva, / acaba ya, si quieres; /¡rompe la tela deste dulce encuentro! / ¡Oh cauterio suave! / ¡Oh regalada llaga! / ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!, / que a vida eterna sabe / y toda deuda paga. / Matando, muerte en vida la has trocado" 83.
Toda esta reflexión sobre la purificación adquiere una fuerza especial precisamente a la luz de la figura de Santa María y en el contexto del 4° Gozoso. La conmovedora incitación a la purificación y a la pureza del alma surge en el Autor mirando a la Inmaculada, a la Purísima, que "se somete a la Ley como si estuviera inmunda": lo que en Ella fue un don desde su Concepción Inmaculada, en previsión de los méritos de su Hijo y de su vocación a ser Madre de Dios, pasa a ser en nuestro caso un objetivo, una meta: sucesivas purificaciones que nos llevarán, día tras día, si somos dóciles a la gracia, a la Pureza definitiva, a la Santidad, al Cielo.
CUMPLIDO el tiempo de la purificación de la madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir con el Niño 84
a Jerusalén para presentarle al Señor (Luc., 2, 22).
Y esta vez serás tú, amigo mío 85, quien lleve la jaula de las tórtolas.1 –¿Te fijas? Ella –¡la Inmaculada!– se somete a la Ley como si estuviera inmunda.
¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto 86, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?
¡Purificarse! ¡Tú y yo sí que necesitamos purificación! 87 –Expiar, y, por encima de la expiación, el Amor. Un amor que sea cauterio, que abrase la roña de nuestra alma, y fuego, que encienda con llamas divinas la miseria de nuestro corazón.
Un hombre justo y temeroso de Dios 88, que movido por el Espíritu Santo ha venido al templo le había sido revelado que no moriría antes de ver al Cristo, toma en sus brazos al Mesías y le dice: Ahora, Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa... porque mis ojos han visto al Salvador
(Luc., 2, 25-30).
Introducción al 5° Misterio Gozoso
89
1. Ya dijimos, en la Introducción General, que el 5° Gozoso quedó prácticamente intacto en la revisión-ampliación que el Autor realizó para la edición "normativa" (Minerva, 1945). Y eso fue así porque, en la redacción de Santa Isabel, el texto de este misterio tenía ya la extensión que después se propuso dar al comentario de cada misterio. Esta permanencia –sin adición alguna al texto original– nos brinda, por tanto, de manera muy inmediata, los recursos para la contemplación que tiene
San Josemaría cuando escribe en el presbiterio de Santa Isabel. Lo que allí hace, en síntesis, es presentar la escena particularmente "personalizada" desde el primer momento: el Autor, y el lector con él –¡los dos niños!–, implicados inmediatamente.
Y esto, sin preámbulos ni preparación alguna, sin descripción de la escena evangélica. El Autor, cuando redacta sus cuartillas en 1931, sabe que los lectores para los que escribe –"nuestros amigos", le dice al P. Sánchez Ruiz– tienen en la cabeza el pasaje evangélico de cada misterio nada más enunciarlo. Y en 1945, al preparar la edición de Minerva, para un gran número de lectores, sabe que eso ya no será así, y decide que las ampliaciones del comentario a los misterios vayan en la línea de explicitar la escena. Pero en este 5° Gozoso no necesitaba ampliar el texto: tenía ya, desde la contemplación de Santa Isabel, la extensión modélica. Por eso son tan escasas las alusiones formales a la narración evangélica (Lc 2, 41-50): el Autor y el lector están metidos de lleno en la escena...
2. Como sabemos, Luis Borobio proponía modificaciones de los títulos de los misterios en función de las necesidades estéticas del rótulo correspondiente 90. En nuestro 5° Gozoso, el título tradicional, que San Josemaría puso en Msa (El niño perdido y hallado en el Templo), a Borobio le pareció demasiado largo para hacer un buen diseño y suprimió la segunda parte. Es de suponer que Luis, al tomar estas decisiones, examinaría el texto del comentario para sopesar la adecuación del nuevo título. Pero, en todo caso, es sorprendente la coherencia del título corto con el tenor de la contemplación que San Josemaría nos ofrece en su comentario. Efectivamente, aunque el misterio acaba con el reencuentro de Jesús y sus padres en el Templo, la meditación de San Josemaría está claramente centrada, en la primera parte del relato, en la pérdida del Niño; el Autor arrastra a los lectores a meditar y compartir el dolor de María y de José, y de ahí extrae la enseñanza principal: el pecado como pérdida de la unión con Jesús, y la contrición y el arrepentimiento consiguientes, acompañados de un propósito de la enmienda, honda y certeramente expresado: "Jesús: que nunca más te pierda". Unas palabras que vienen con frecuencia al corazón y a los labios de los lectores de Santo Rosario.
Esta enseñanza fundamental está muy presente en la predicación del fundador del Opus Dei sobre este pasaje evangélico. He aquí un texto de Amigos de Dios, en el que se refuerza si cabe la perspectiva mariana:
"María y José anduvieron la jornada entera, preguntando a los parientes y conocidos. Pero, como no lo hallasen, volvieron a Jerusalén en su busca (Lc 2, 44-45). La Madre de Dios, que buscó afanosamente a su hijo, perdido sin culpa de Ella, que experimentó la mayor alegría al encontrarle, nos ayudará a desandar lo andado, a rectificar lo que sea preciso cuando por nuestras ligerezas o pecados no acertemos a distinguir a Cristo. Alcanzaremos así la alegría de abrazarnos de nuevo a Él, para decirle que no lo perderemos más" 91.
3. Esto que decimos es así en la dinámica contemplativa del texto. Pero el comentario centrado en el dolor de la pérdida –"por mi culpa"–, avanza, siguiendo el tenor del Evangelio, hacia el gozo del encuentro. Es ahí, en el contexto del "gozo de encontrar a Jesús", donde el Autor sitúa el otro gran mensaje espiritua1 del quinto misterio, que, según los exegetas, es la intencionalidad del relato de San Lucas, sintetizada en este punto de Camino:
"'Nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse'? 92
-¿No sabíais que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? Respuesta de Jesús adolescente. Y respuesta a una madre como su Madre, que hace tres días que va en su busca, creyéndole perdido. –Respuesta que tiene por complemento aquellas palabras de Cristo, que transcribe San Mateo 93: 'El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí'" 94.
En Santo Rosario, este diálogo de Jesús con María queda sobreentendido; como decíamos, la escena se supone conocida: el Autor salta directamente a la exigencia personal, y por primera vez en este 5º Gozoso, el "criadito basto" se dirige al "niño amigo"; y al encontrar a Jesús entre los doctores –entendámonos: al oír a Jesús hablar con María–, le dice algo que ha de quedar muy grabado "en tu alma y en la mía": "la obligación de dejar a los de nuestra casa por servir al Padre Celestial".
Es interesante notarlo: en Santo Rosario, con ese clima de vida de infancia y de dulce contemplación, el Autor omite el diálogo fundante –el "Nesciebatis... ?"–, y salta a la explícita exigencia del seguimiento de Cristo y, con esa exigencia en el corazón, comenzamos a rezar la decena. En cambio, en el punto de Camino que hemos citado, todo se concentra en ese diálogo. Con un complemento de San Mateo que aboca al lector, ciertamente, a la explícita consecuencia de Santo Rosario.
Como vemos, el fondo teológico de la meditación del 5º Gozoso es muy abarcante: comienza por el pecado y la conversión y todo se encamina hacia el decidido seguimiento de Cristo y a la entrega a la misión apostólica.
DÓNDE está Jesús? 95
–Señora: ¡el Niño!... ¿dónde está?
Llora María. 96 1
Por demás hemos corrido tú y yo de grupo en grupo, de caravana en caravana: no le han visto.2 –José, tras hacer inútiles esfuerzos por no llorar, llora también... Y tú... Y yo.
Yo, como soy un criadito 97
basto, lloro a moco tendido y clamo al cielo y a la tierra..., por cuando le perdí por mi culpa y no clamé.
Jesús: que nunca más te pierda... Y entonces 98 la desgracia y el dolor nos unen, como nos unió el pecado, y salen de todo nuestro ser gemidos de profunda contrición y frases ardientes, que la pluma no puede, no debe estampar.
Y, al consolarnos con el gozo de encontrar a Jesús ¡tres días de ausencia! disputando con los
Maestros de Israel (Luc., 2, 46), quedará muy grabada en tu alma y en la mía la obligación de dejar a los de nuestra casa por servir al Padre Celestial 99.
« MISTERIOS DOLOROSOS »
Introducción
100
Ya conocemos el juicio que San Josemaría manifestó al P. Sánchez Ruiz a propósito del texto de Santo Rosario. Refiriéndose a los misterios dolorosos y gloriosos, escribió: "Están desenfocados: hay demasiado entendimiento". Por eso agregaba que, de momento, sólo pensaba difundir los misterios gozosos. Parece, en consecuencia, que su plan era reelaborar los otros diez. Pero el P. Sánchez Ruiz, que le sugirió leves modificaciones a su texto, debió decirle que no, que podía difundir ya los quince misterios; cosa que hizo San Josemaría inmediatamente (Txv), sin cambiar una línea de los misterios de dolor y de gloria.
1. ¿Qué es, pues, ese exceso de "entendimiento", que lleva al Autor a pensar que los misterios dolorosos están "desenfocados"? Ciertamente, si no fuera por las propias palabras del Autor, nunca hubiéramos llegado a esa conclusión. Pues los comentarios a esos misterios tienen una gran fuerza evocadora, introducen con sencillez evangélica en las escenas y ayudan poderosamente a la meditación y contemplación personal de los misterios. Vid, para todo el tema, IntrodGen, § 8.
A nuestro juicio, lo que el Autor llama "demasiado entendimiento" estaría, sobre todo, en la disminución del "lenguaje infantil", con el que San Josemaría quería expresar su invitación a la "vida de infancia"; tal vez, también, en un tono algo menos personal y afectivo, sin pasar tanto por el "tamiz" del "personaje" que se introduce en la escena, y la contempla con sus propios ojos, en particular con ojos de "niño": algo constante, como hemos comprobado, en los misterios de gozo.
Pero esto no significa que estos elementos, tan característicos del libro y del Autor, no estén ahora vigentes. Ya al inicio del 1° Doloroso aparece la expresión "niño amigo", acompañando la implicación en la escena, una vez más, de autor y lector: "te dormiste tú, niño amigo..., y yo fui también otro Pedro dormilón"; y no es un caso aislado en todos estos misterios, como veremos. Es decir, se trata más bien de un problema de acentos o de intensidad, de predominio, según los casos, de "infancia" o "entendimiento". Quizá San Josemaría, en el "tirón" de Santa Isabel, en plena novena de la Inmaculada y preparando la Navidad, estaba repleto de la vida oculta de Jesús, que se proyectó en los misterios gozosos con un tono y un escenario que, natura sua, no podía darse en los de dolor. ¿Tuvo el Autor la sensación de que perdían sus notas algo de la "frescura" inicial? Quizá escritos en Cuaresma o Semana Santa, los misterios dolorosos no hubieran tenido en su pluma tanto "entendimiento"... Con todo, lo decisivo –a la hora de los matices del lenguaje en relación con los misterios gozosos– es, a nuestro parecer, que José ya no está presente en las escenas y que María sólo lo está en el 4° y 5° Dolorosos.
2. La realidad es que, sin ese comentario del Autor, no hubiéramos sospechado el "problema". Porque el lector de Santo Rosario, si se deja llevar por las palabras del texto, "siente" en lo más hondo el dolor de Cristo, que da un nuevo sentido a su propio sufrimiento: y así, se adentrará cada vez más en el misterio de la Redención por la Cruz. El "misterio" de Jesús paciente, ése es el tema que nos va envolviendo mientras leemos en silencio –como quiere el Autor– los cinco misterios. Los padecimientos de Jesús, con su centro en la Cruz y con su sentido redentor, suscitan tanto la "contemplación" llena de amor y dolor, como el "entendimiento" del mensaje teológico-espiritual que San Josemaría desea transmitir con estas consideraciones.
Ante todo, presenta, con su crudo realismo, el terrible padecimiento de Cristo. Baste citar un pasaje particularmente vivo del segundo misterio, de la Flagelación: "Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad. Al cabo, rendidos, desatan a Jesús. –Y el cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio muerto" 101.
Junto a este realismo y viveza, San Josemaría mantiene continuamente la atención del lector en el profundo misterio redentor que ese dolor esconde; y, con frecuencia, a lo largo de los cinco misterios, se vuelve hacia él para tomarlo consigo e implicarlo en la escena: "Llora por ti ... y por mí" (1°); "padece por tu carne pecadora" (2°); "Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir?" (3°); "Jesús lleva Cruz por ti" (4°); "Niño bobo, mira: todo esto..., todo lo ha sufrido por ti... y por mí" (5°).
El Autor acaba la contemplación de los misterios dolorosos como la empezó: implicación personal, infancia espiritual... Si hay más "entendimiento" en los misterios dolorosos, el tono teológico-espiritual sigue siendo el de los gozosos, ahora con los acentos propios del dolor, de la redención, del arrepentimiento... Éste es, en efecto, el tercer paso que San Josemaría quiere que el lector dé con él: del dolor redentor de Cristo "por mí", a los propósitos personales, que son propósitos de contrición, expiación, oración reparadora: "¿No lloras?" (5°); "Llévala (la cruz) por Jesús" (4º); "Ya no más, Jesús, ya no más" (3°); "¿Serás capaz de tener miedo a la expiación?" (2°); "Oración... Oración..." (1°).
3. Como no podía ser de otra manera, la contemplación que el Autor hace de la segunda parte del Rosario va encaminada al 5° Doloroso. Es junto a la Cruz el lugar donde el Evangelio sitúa a María durante la Pasión. Una tradición inmemorial la ve también en el 4° Doloroso. Ambos son los misterios de dolor en que Santo Rosario nos habla de la Virgen: en los otros tres no se nombra a María. Desde esta perspectiva, los misterios dolorosos del Rosario podrían parecer menos marianos; en realidad es exigencia del modo de contemplación que el Autor tiene de los misterios: no introducir nunca a María saliéndose de los relatos bíblicos (o de la gran Tradición). El quinto misterio de dolor domina la piedad mariana de San Josemaría: el centro de su mirada está en Cristo que muere y, "junto al Hijo, al pie de la Cruz, Santa María"; es en este misterio donde San Josemaría, glosando a San Juan, contempla formalmente el "misterio" de María para la humanidad: "Ecce mater tua –¡Ahí tienes a tu madre!: nos da a su
Madre por Madre nuestra". Palabras que tienen una inmensa trascendencia teológico-espiritual. La cristología se hace eclesiología en la Cruz, a través de la mariología: por muy acostumbrados que estemos a considerar a María nuestra Madre y a tratarla como tal, sólo se adentra uno en el misterio si advierte y contempla que es su Madre –la Madre de Jesús– la que, por donación amorosa del Hijo, es nuestra Madre. Aquí se forja el adecuado contexto mariológico de todos los misterios dolorosos: María está tan íntimamente asociada al misterio de la Cruz, al misterio de la Redención, que Cristo, al morir por nosotros, nos hace hijos de Dios e inseparablemente hijos de María.
Así lo explicaba el propio Autor en esta otra ocasión: "Éramos pecadores y enemigos de Dios. La Redención no sólo nos libra del pecado y nos reconcilia con el Señor: nos convierte en hijos, nos entrega una Madre, la misma que engendró al Verbo, según la Humanidad. ¿Cabe más derroche, más exceso de amor?" 102.
Dicho de otra forma, el misterio de la Maternidad espiritual de María, y su relación inseparable con el misterio de la Redención, ilumina toda la contemplación de los misterios dolorosos del Santo Rosario; y su estrecha conexión con el misterio de la Maternidad divina, inseparable a su vez de la Encarnación, otorga una perfecta continuidad y armonía, en lo cristológico y en lo mariológico, a los misterios dolorosos del Rosario en relación con los gozosos.
Por otra parte, San Josemaría no olvida otra referencia explícita a la Santísima Virgen, tan frecuente en la tradición de la piedad cristiana, que casi se puede considerar unánime: "Y de seguro, como Él, encontrarás a María en el camino": el camino con la Cruz a cuestas hacia el calvario, el Via Crucis (4° Doloroso).
Introducción al 1º Misterio Doloroso
103
El 1° Doloroso, como el 1° y el 5° Gozoso, no tuvieron modificaciones en la reelaboración de 1945: son fruto, como ya sabemos, de aquella acción de gracias de Santa Isabel. Y en ambos casos son los textos evangélicos que escoge, dispuestos con arte contemplativo, los que "meten" al lector en la escena. Es siempre significativo en Santo Rosario
ver qué palabras evangélicas toma literalmente el Autor 104: la secuencia texto latino-traducción castellana parece una forma de destacarlas y grabarlas a fuego en el alma del lector, como estaban grabadas en la suya.
1. La Oración de Jesús en el Huerto se considera tradicionalmente el inicio de la Pasión del Señor. Pero es más: es la anticipación concentrada de todos los otros sufrimientos de la Pasión, físicos y espirituales: es toda la Pasión la que Jesús, en el Huerto, experimenta en su alma, antes de vivirla en su secuencia histórica. Pero este sufrimiento interior tendrá también sus propias repercusiones físicas (el sudor de sangre), debido a la total unidad de alma y cuerpo en la naturaleza humana del Redentor 105. San Josemaría refleja todo esto en su contemplación del misterio: "Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre"; "Está Jesús en la agonía" 106... Pero quizá destaca más aún, en su forma de presentar el misterio, la estrecha relación entre oración y sufrimiento, y en consecuencia el valor redentor de la oración 107. Podríamos decir que aquí, en el Huerto, el dolor se hace presente en la oración: la oración se hace dolor, para luego, a lo largo de toda la Pasión, transformar el dolor en oración.
2. La causa de esa oración dolorosa queda muy clara: "le aplasta el peso de los pecados de los hombres"; y no menos clara aparece la libertad con que Jesús asume esa plegaria doliente para alcanzar nuestra salvación: "De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración"; "Pero no se haga mi voluntad, sed tua fiat, sino la tuya"; "Continúa prolixius, más intensamente orando". A San Josemaría, gran amante y predicador de la libertad –de la verdadera libertad–, le gustaba particularmente destacar la libertad de amor y entrega que Jesucristo manifiesta aquí: "En todos los misterios de nuestra fe católica aletea ese canto a la libertad. La Trinidad Beatísima saca de la nada el mundo y el hombre, en un libre derroche de amor. El Verbo baja del Cielo y toma nuestra carne con este sello estupendo de la libertad en el sometimiento: heme aquí que vengo, según está escrito de mí en el principio del libro, para cumplir; ¡oh Dios! tu voluntad (Hb 10, 7). Cuando llega la hora marcada por Dios para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado, contemplamos a Jesucristo en Getsemaní, sufriendo dolorosamente hasta derramar un sudor de sangre (cfr Lc 22, 44), que acepta espontánea y rendidamente el sacrificio que el Padre le reclama: como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores (Is 53, 7). Ya lo había anunciado a los suyos, en una de esas conversaciones en las que volcaba su Corazón, con el fin de que los que le aman conozcan que El es el Camino –no hay otro– para acercarse al Padre: por eso mi Padre me ama, porque doy mi vida para tomarla otra vez. Nadie me la arranca, sino que yo la doy de mi propia voluntad y yo soy dueño de darla y dueño de recobrarla (Jn 10, 17-18)"108.
3. La segunda parte de la escena recoge también el prendimiento: brevemente, con cuatro rasgos de inmensa viveza; pero la aplicación ascética personal que San Josemaría propone no varía: se mantiene en la línea de la primera parte, de la oración reparadora: "Somos cobardes: le seguimos de lejos, pero despiertos y orando. –Oración... Oración...".
Respecto al habitual recurso de meterse en la escena "como un personaje más", destaca en este caso la clara tendencia a identificarse con los mismos apóstoles, más concretamente con San Pedro: "yo fui también otro Pedro dormilón"; "Se acerca a nosotros, que dormimos"; "Somos cobardes: le seguimos de lejos...". Esta identificación tiene muchas ventajas para extraer el mayor fruto posible de la meditación de estos misterios concretos: acentúa la conciencia de la propia miseria, de los pecados personales que hacen sufrir al Señor, pero nos mantiene suficientemente cerca de Él, para recibir los frutos de su Redención.
4. Para adentrarnos hacia el fondo teológico-espiritual que vive San Josemaría, al contemplar en Santa Isabel este misterio, debemos recordar las luces que había recibido poco antes sobre su condición de hijo de Dios, sobre la paternidad divina que nos transforma en hijos de "tu Padre-Dios", como le gustaba decir. En efecto, en el comentario a la Oración en el Huerto se sirve del texto de San Lucas (Pater, si vis...), sin duda atraído por la fuerza de libertad ejercida y de entrega total que tiene ese lacónico si vis. Pero el paralelo de San Marcos es el famoso texto evangélico del Abba, Pater, que está detrás de aquella jornada de oración, inolvidable para San Josemaría, que fue el 16 de octubre de 1931: "Sentí la acción del Señor, que hacía germinar en mi corazón y en mis labios, con la fuerza de algo imperiosamente necesario, esta tierna invocación: Abba! Pater!. Estaba yo en la calle, en un tranvía... 109
.
5. Al contemplar este misterio en los ejercicios espirituales de Segovia de 1932, San Josemaría hace más explícito aún ese contexto filial, tan importante para él y en su enseñanza: "Jesús ora en el huerto: Pater mi (Mt 26, 39), Abba, Pater! (Mc 14, 36). Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre... Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento? Constituirá una señal cierta de mi filiación, porque me trata como a su Divino Hijo. Y, entonces, como Él, podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní, pero, postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta el Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Pater mi, Abba, Pater, ... fiat!" 110.
En el mismo Via Crucis, encontramos una contemplación más detenida del prendimiento, que prolonga la breve consideración de Santo Rosario: "El Prendimiento: venit hora: ecce Filius hominis tradetur in manus peccatorum (Mc 14, 41)... Luego, ¿el hombre pecador tiene su hora? ¡Sí, y Dios su eternidad!... ¡Cadenas de Jesús! Cadenas, que voluntariamente se dejó Él poner, atadme, hacedme sufrir con mi Señor, para que este cuerpo de muerte se humille... Porque –no hay término medio– o le aniquilo o me envilece. Más vale ser esclavo de mi Dios que esclavo de mi carne" 111.
ORAD, para que no entréis en la tentación. 112 1 –Y se durmió Pedro. –Y los demás apóstoles.2 –Y te dormiste tú, niño amigo..., y yo fui también otro Pedro dormilón.
Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre 113.1
De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración...1. Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los pecados de los hombres 114.
Pater, si vis, transfer calicem istum a me. –Padre, si quieres, haz que pase este cáliz de mí... Pero no se haga mi voluntad, sed tua fiat, sino la tuya 115
(Luc . , 22, 42) .
Un Ángel del cielo le conforta. –Está Jesús en la agonía. – Continúa prolixius, 116
más intensamente orando...1 –Se acerca a nosotros, que dormimos:2 levantaos, orad –nos repite–, para que no caigáis en la tentación (Luc., 22, 46).
Judas el traidor: un beso.1–La espada de Pedro brilla en la noche.2 –Jesús habla: ¿como a un ladrón venís a buscarme? 117 (Marc., 14, 48).
Somos cobardes: le seguimos de lejos,1 pero despiertos y orando. –Oración... Oración... 118
Introducción al 2° Misterio Doloroso
119
Cuando San Josemaría decidió ampliar el texto de Santo Rosario, el 1° Doloroso, como acabamos de ver, quedó intacto, pues tenía suficiente extensión. Este 2° Doloroso, en cambio, es paradigmático del modo de añadir texto que adopta San Josemaría (vid IntrodGen, § 4, 4): los §§ 6-10 son exactamente la contemplación de 1931, que ahora va a ser precedida por los §§ 1-5. Son los textos mismos que en Santa Isabel había "contemplado" sin necesidad de transcribirlos: los tenía en la cabeza y en el corazón. Después de la ampliación, es este 2° misterio el de texto más largo en Santo Rosario.
1. ¿Qué contenido tienen estos nuevos textos? San Josemaría sabía muy bien que, de la flagelación, los Evangelios sólo dejan la pura constancia, no hay "relato" 120. El relato viene de la tradición de la Iglesia, que lo ha puesto en la cabeza, en el corazón y en el imaginario de los cristianos. Ese relato es el que emerge en los párrafos que escribió en Santa Isabel. Por eso, en la relectura del 2° Doloroso en 1945, el Autor de Santo Rosario no lo duda: pone delante del lector ese tremendo diálogo que precede a la flagelación, un diálogo a tres –Pilatos, los príncipes de los sacerdotes y la muchedumbre– mientras Jesús callaba. Según San Josemaría, para captar la gravedad salvífica de la flagelación de Jesús, hay que hacer antes la lectio divina del complot a triple banda, que traman el odio, la envidia y la cobardía.
La tradición cristiana del Rosario y de la meditación de la Pasión ha tenido siempre ante los ojos esas escenas en el Pretorio que narran los §§ 1 a 5. El propio San Josemaría nos ha dejado otras notas sobre el tema. Una, escrita en Burgos en 1939, pasó a ser este punto de Camino: "Es duro leer, en los Santos Evangelios, la pregunta de Pilato: '¿Aquién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, que se llama Cristo?' –Es más penoso oír la respuesta: '¡A Barrabás!' Y más terrible todavía darme cuenta de que ¡muchas veces!, al apartarme del camino, he dicho también '¡a Barrabás!', y he añadido '¿A Cristo?... Crucifige eum!–¡Crucifícalo!'" 121. Ver también, en el Via Crucis de San Josemaría, las escenas del Pretorio, que constituyen la I estación en la tradición del Via Crucis.
2. Es del máximo interés el enfoque final, con el que concluyó San Josemaría el 2° Doloroso: la flagelación contemplada como expresión primera de la cobardía y el odio que había en aquel diálogo a tres en el Pretorio. Sin embargo, como ya hemos señalado, la parte fuerte de la contemplación, la originaria, es, en este misterio, la flagelación misma. Ahora los relatos quedan detrás y es San Josemaría el que se queda atónito delante de Cristo: "Atado a la columna. Lleno de llagas" (§ 6). El Autor se volverá al lector en el § 9: "Míralo, míralo... despacio".
El estilo del texto es muy personal del Autor, muy del "tirón" de Santa Isabel, podríamos decir. Ahora no son los dos "niños" los que contemplan, sino "tú y yo", que "no podemos hablar": el lector y el Autor, ciertamente los niños que emprendieron el camino del Rosario, pero que ahora se ven implicados en aquel tormento, que es su propia responsabilidad, pues Jesús "padece por tu carne pecadora".
Como ya dijimos al introducir los misterios de dolor, es en este segundo misterio en el que San Josemaría acentúa más los sufrimientos de Cristo en la Pasión: de hecho, pasamos del dolor sobre todo interior de la Oración en el Huerto al más brutal dolor físico, corporal, que San Josemaría describe con expresiones rotundas, de viejo abolengo castellano: "lleno de llagas", "carne rota", "saña", "colmo de la humana crueldad", "tronchado y medio muerto"...
El Autor subraya particularmente en este misterio –ya ha sido apuntado– la necesidad de "mirar" al Señor: un mirar que es, desde luego, profunda contemplación espiritual, pero que en este caso, quizá más que en otros, es un mirar también físico, pues el "golpear de las correas" y las llagas que van apareciendo, una tras otra, por todo el cuerpo de Jesús hablan por sí solas de la intensidad de su Amor.
3. El propósito que debe suscitar ese tremendo impacto visual es también muy claro y rotundo: "serás capaz de tener miedo a la expiación?". En el 1. Doloroso, la contemplación de la escena llevaba a San Josemaría a comprobar nuestra lejanía del Señor, el sueño que nos distrae y nos aparta: de ahí que su propuesta y su propósito fuera entonces: despertarnos y acompañarle en la oración: "Oración... Oración".
Ahora, en el 2° Doloroso, la meditación del misterio le lleva a este tránsito: de la oración, a la expiación. La oración sólo es auténtica si nos mueve a la expiación y a la penitencia. La enseñanza de San Josemaría sobre la expiación es muy rica. Ya se puso de relieve en el 4° Gozoso, pero aquí, en este 2° Doloroso, el Autor subraya con fuerza la estrecha relación que tiene, precisamente, con la contemplación: contemplación y expiación aparecen como dos componentes inseparables de todo verdadero crecimiento en el camino de santidad; algo que todo cristiano debe procurar, especialmente, en su acompañar a Jesús en la Pasión. "El rostro bienamado de Jesús, que había sonreído a los niños y se transfiguró de gloria en el Tabor, está ahora como oculto por el dolor. Pero este dolor es nuestra purificación; ese sudor y esa sangre que empañan y desdibujan sus facciones, nuestra limpieza. Señor, que yo me decida a arrancar, mediante la penitencia, la triste careta que me he forjado con mis miserias... Entonces, sólo entonces, por el camino de la contemplación y de la expiación, mi vida irá copiando fielmente los rasgos de tu vida. Nos iremos pareciendo más y más a Ti. Seremos otros Cristos, el mismo Cristo, ipse Christus" 122.
HABLA Pilatos 123: Vosotros tenéis costumbre de que os suelte a uno por Pascua. ¿A quién dejamos libre, a Barrabás –ladrón, preso con otros por un homicidio– o a Jesús? (Math., 27, 17). –Haz morir a éste y suelta a Barrabás, clama el pueblo incitado por sus príncipes (Luc., 23, 18).
Habla Pilatos de nuevo 124: Entonces ¿qué haré de Jesús que se llama el Cristo? (Math., 27, 22). –Crucifige eum! –¡Crucifícale! (Marc., 15, 14).
Pilatos, por tercera vez, les dice 125: Pues ¿qué mal ha hecho? Yo no hallo en él causa alguna de muerte (Luc., 23, 22).
Aumentaba 126
el clamor de la muchedumbre: ¡crucifícale, crucifícale! (Marc., 15, 14).
Y Pilatos, deseando contentar al pueblo, les suelta a Barrabás y ordena que azoten a Jesús 127.1
Atado a la columna. Lleno de llagas 128.
Suena el golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla 129, que padece por tu carne pecadora. –Más golpes. Más saña. Más aún... Es el colmo de la humana crueldad.
Al cabo, rendidos 130, desatan a Jesús. –Y el cuerpo de Cristo se rinde también al dolor y cae, como un gusano, tronchado y medio muerto.
Tú y yo no podemos hablar. –No hacen falta palabras. –Míralo, míralo... despacio 131.
Después... ¿serás capaz de tener miedo a la expiación? 132
Introducción al 3º Misterio Doloroso
133
Tanto en los Evangelios como en el texto de Santo Rosario, los misterios dolorosos 2° y 3° guardan entre sí una interna relación: los golpes y las heridas a Nuestro Señor se suceden de uno a otro misterio y todo culmina en el Ecce homo, que ha configurado en la tradición la imagen de Jesús flagelado y coronado de espinas.
1. San Josemaría inicia el 3° Doloroso con estas palabras, escritas en Santa Isabel: "¡Satisfecha queda el ansia de sufrir de nuestro Rey!". El lector que, compungida el alma ante la flagelación del Señor, empieza la meditación de este misterio, ve en esta frase como la apertura del 2° misterio al 3°. Se diría que el Autor y, con él, el lector se "meten" en el alma santa de Jesús, y ven precisamente ahí su "ansia de sufrir" –¡ansia de Redención!–, que tras la terrible flagelación ¡queda satisfecha! Equivale a decirnos que el que ha sufrido ya hasta el límite, ahora va a sufrir lo que ya es insufrible: la coronación de espinas. Por eso estas palabras iniciales no sólo resumen lo pasado, sino que anticipan también el nuevo sufrimiento.
En la revisión de Santo Rosario, ya tantas veces citada, lo añadido en el 3° Doloroso es importante en extensión y en significado teológico-espiritual. El examen del texto llevó a San Josemaría a proceder de manera distinta a como había hecho en el 2° misterio (el lector lo puede ver en el aparato crítico), donde el añadido de 1945 es un bloque único, que precede al texto de 1931; ahora, en cambio, las frases nuevas se intercalan dentro del texto de Santa Isabel. Los textos añadidos apoyan la escena "contemplada" con palabras tornadas casi a la letra de los Evangelios. Los nuevos datos son: la ubicación de la escena, la caña de que habla San Mateo, con los golpes en la cabeza (esto, en los §§ 1 y 2) y, sobre todo, el importante § 3, escrito íntegramente para la edición de Minerva, que es una nueva escena, el Ecce homo de San Juan, o sea, la flagelación y la coronación de espinas mostradas por Pilatos a la muchedumbre. Son textos que tienen el tenor contemplativo del texto original y le proporcionan, de hecho, mayor dramatismo e intensidad.
2. Por otra parte, la continuidad entre los dos misterios se aprecia tanto en el contenido como en la forma. Seguimos, ciertamente, contemplando el dolor de Jesús en su vertiente más física y brutal (la corona, "hincada a martillazos"; "a golpes, hieren su cabeza"), pero el Autor tiene delante, sobre todo, la terrible humillación moral y psíquica que sufre Nuestro Señor: la desnudez, el trapo de púrpura, la caña como cetro, bofetadas y escupitajos... Todo, resumido en la expresión intencionadamente paradójica: "Rey de burlas" 134.
Aparecen también paralelismos con la narración del 2° Doloroso: "su carne sin mancilla" se convierte ahora en "sus carnes purísimas"; los que caen "rendidos de dar golpes" son ahora los "soldadotes brutales"... Y, sobre todo, sigue golpeándonos la relación entre el sufrimiento de Jesús y nuestros pecados personales, que el Autor contempla siempre en solidaridad con el lector. Es el significativo "tú y yo", que domina el diálogo entre ambos mientras contemplan, juntos, los misterios de la Pasión. El Autor y el lector, ante la flagelación, se habían quedado como mudos y sólo podían mirar ("Tú y yo no podemos hablar.... Míralo, míralo"). Ahora, ambos, viendo al "Rey de burlas", se miran y examinan la propia vida: "Tú y yo, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas...?". Son frases del texto de Santa Isabel que en cada misterio se encaminan al final de la contemplación con un "propósito". La mirada al cuerpo "tronchado" de Jesús –veíamos al contemplar el 2° Doloroso– lleva, seriamente, a la expiación: "¿serás capaz de tener miedo a la expiación?"; y ahora, en el tercero, el "ya no más, Jesús, ya no más" es el propósito de enmienda que hacen Autor y lector, y que en el texto se califica de "propósito firme y concreto".
Por otra parte, en la sucesión de las dos escenas, hay como un camino de ida y vuelta. El 2° misterio comienza en el exterior del Pretorio, con Cristo y Pilatos ante el pueblo y los sacerdotes, y de ahí se pasa al patio para la flagelación. En este misterio 3°, como hemos visto, la cruel coronación tiene lugar en el patio y Pilatos toma a Cristo, flagelado y coronado de espinas, para sacarlo de nuevo ante el pueblo: es el Ecce homo del § 3. El doble suplicio flagelación-coronación queda así enmarcado entre las vacilaciones de Pilatos, la crueldad de los mercenarios romanos y el rechazo del pueblo judío: ¡todos contra el Señor que los redime!
3. San Josemaría, como vemos, pasa en la edición de Minerva de los sinópticos a San Juan, y de esta forma la configuración que el Autor da a la contemplación del 3º Doloroso adquiere su forma definitiva: de la "coronación de Cristo" se pasa al "Cristo coronado", al Hombre tal como queda después del martirio y mientras resuena, con fuerza redoblada, el "¡Crucifícale!". El Ecce homo del Pretorio, junto al Consummatum est del Gólgota, será la imagen de la Pasión del Señor que conmoverá al alma cristiana, para llevarla por caminos de Amor. De la mirada al Hombre coronado de espinas saca San Josemaría el "ya no más, Jesús, ya no más" de que hablábamos.
En la I Estación de su Via Crucis San Josemaría prolonga, desde el Ecce homo de San Juan, estas vivencias de Santo Rosario –"Míralo, míralo", "Ya no más, ya no más"–, que llevan a esos propósitos de contrición y enmienda que propone al lector 135.
Pero también hace constar la tremenda realidad histórica que prolonga la contemplación del tercer misterio: "Está para pronunciarse la sentencia. Pilatos se burla: ecce rex vester! (Jn 19, 14). Los pontífices responden enfurecidos: no tenemos rey, sino a César (Jn 19, 15). –¡Señor!, ¿dónde están tus amigos?, ¿dónde, tus súbditos? Te han dejado. Es una desbandada que dura veinte siglos... Huimos todos de la Cruz, de tu Santa Cruz. Sangre, congoja, soledad y una insaciable hambre de almas... son el cortejo de tu realeza.. 136.
4. Como hemos visto, en estos misterios dolorosos 2° y 3° del Rosario, tan profundamente unidos, San Josemaría nos introduce en la escena, ante todo, "mirando" el dolor de Cristo y reaccionando interiormente ante tanto sufrir. Pero ahora, para acabar de introducir el misterio 3º, queremos copiar tres textos suyos que proponen un nuevo paso en la mirada entregada: ocupar el lugar del mismo Jesús, acompañarle en los mismos sufrimientos que padece:
"No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con Él, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la cruz..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo... Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor Jesús hasta hallar cobijo seguro en su llagado Corazón" 137.
"Contempla y vive la Pasión de Cristo, con Él: pon –con frecuencia cotidiana– tus espaldas, cuando le azotan; ofrece tu cabeza a la corona de espinas. –En mi tierra dicen: 'amor con amor se paga'" 138.
"Entiendo que, por Amor, desees padecer con Cristo: poner tus espaldas entre É1 y los sayones, que le azotan; tu cabeza, y no la suya, para las espinas; y tus pies y tus manos, para los clavos; ...o, al menos, acompañar a nuestra Madre Santa María, en el Calvario, y acusarte de deicida por tus pecados..., y sufrir y amar" 139.
SATISFECHA queda el ansia de sufrir de nuestro Rey! –Llevan a mi Señor al patio del pretorio, y allí convocan a toda la cohorte (Marc., 15, 16). –Los soldadotes brutales han desnudado sus carnes purísimas. –Con un trapo de púrpura, viejo y sucio, cubren a Jesús. –Una caña 140, por cetro, en su mano derecha...
La corona de espinas, hincada a martillazos 141, le hace Rey de burlas... Ave Rex judaeorum! –Dios te salve, Rey de los judíos (Marc., 15, 18). Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen.(1)
Coronado de espinas y vestido con andrajos de púrpura, Jesús es mostrado al pueblo judío: Ecce homo! 142
–Ved aquí al hombre. Y de nuevo los pontífices y sus ministros alzaron el grito diciendo: ¡crucifícale, crucifícale! (Joan., 19, 5 y 6) .
–Tú y yo 143, ¿no le habremos vuelto a coronar de espinas, y a abofetear, y a escupir?
Ya no más 144, Jesús, ya no más... Y un propósito firme y concreto pone fin a estas diez Avemarías.
Introducción al 4º Misterio Doloroso
145
El aparato crítico hace patente una singularidad de este misterio: es el único cuyo título se mantuvo inalterado en la 4ª edición 146. En cambio, sí hubo añadidos sustanciales al texto y con un diseño idéntico al del 2° misterio. En efecto, el Autor hizo preceder los tres párrafos de la "contemplación" de Santa Isabel de otros dos, tomados casi directamente de los relatos evangélicos, para ayudar al lector a "meterse" en la escena con nuevos elementos para la contemplación.
1. En este 4° misterio se nos hace de nuevo patente el modo de contemplación del Autor, mientras escribía en Santa Isabel, donde empezó así su comentario: "Si alguno quiere venir tras de mí... Niño amigo: estamos tristes, viviendo la Pasión de Nuestro Señor Jesús". Es decir, la narración evangélica y el imaginario de la tradición están en la cabeza y en el corazón: ni una palabra "narrada" en el texto: los dos niños amigos están "viviendo" la Pasión con Jesús y por eso están tristes. El Autor ahora, en 1945, "narra" con tres rasgos fuertes la Pasión de Jesús camino del Calvario.
Toda la carga del texto nuevo, incluso literalmente, está en las primeras palabras: "Con su Cruz a cuestas marcha hacia el Calvario", que solo en Evangelio de San Juan alienta explícitamente. En efecto, San Josemaría acude a Jn 19, 17, y así sitúa al lector ante Jesús que recorre la via Crucis "con su Cruz a cuestas". Después mostrará al lector a Simón de Cirene y a los dos ladrones en el camino del Calvario. A Simón, el Autor lo pone en escena siguiendo la narración de los sinópticos, pero la frase -"y le cargan la Cruz para que la lleve en pos
de Jesús"– va referenciada a Lc 23, 26, que es quien lo afirma expresamente.
El tema del § 2 es el caminar junto a Jesús de los dos ladrones, que llevaban también al Gólgota "para hacerlos morir con él": San Josemaría antepone el texto profético de Is 53, 12, y de nuevo recurre al Evangelio de Lucas, que es el que habla detenidamente de estos dos malhechores. La humillación de Jesús, que fue creciendo en la secuencia de los tres primeros misterios dolorosos, ahora se concentra en "la Cruz a cuestas", en el hecho de llevar Jesús la Cruz. El Autor no se detiene en Simón de Cirene con la Cruz de Jesús. Es Jesús con "la Cruz a cuestas" el que unifica los párrafos de Santa Isabel y los textos agregados en 1945, y el Evangelio se hace contemplación y exigencia.
2. San Josemaría, en los §§ 3-5, sigue poniendo el acento en el dolor de Jesús, como en los misterios anteriores, pero se diría que ahora busca una participación aún más directa del lector en esos sufrimientos. Por eso, pasa enseguida de la Cruz de Jesús a la nuestra –"tu Cruz"–, apoyado en la palabra de Jesús en los sinópticos: "Si alguno quiere venir tras de mí...", y dándole la vuelta a la motivación de ese cargar con la Cruz: "Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús". El texto de Santa Isabel es, todo él, un diálogo del Autor con el lector –el "niño amigo"–, que comienza en la tristeza de ambos niños al ver sufrir a Jesús y al "vivir" ese sufrimiento, pero que va siendo superada, como en un camino ascendente, al descubrir la verdadera relación entre la Cruz y la vida personal, ese progresivo perfeccionamiento en la forma de llevar la Cruz que va describiendo San Josemaría: de llevarla "arrastrando", a cargarla "a plomo"; de "resignación", a verdadero amor por la Cruz; de llevar "una Cruz", a llevar... "la Santa Cruz", imitando así a Jesús, que por amor "se abraza a la Cruz". Ya nos damos cuenta de que no son "ideas" del Autor, sino que nos conduce con él al centro mismo del Evangelio: "Si alguno quiere venir tras de mí...".
Por lo demás, el tema y las expresiones lingüísticas o literarias de ese núcleo central llenan aquellos meses en los que se forja Santo Rosario. "Abrazar la Cruz" y "querer la Cruz", en particular, son muy características y formarán parte de la enseñanza de San Josemaría a lo largo de toda su vida. He aquí dos textos de su Cuaderno en 1931, uno de seis meses antes, otro de Navidad: "Esa noche tuve que dormirme abrazado al Crucifijo. ¡Qué bueno eres, Señor, qué bueno!... Creo que, sin sensiblerías, me dio contrición" 147. "Paradojas de un alma pequeña. –Cuando Jesús te envíe sucesos que el mundo llama buenos, llora en tu corazón, considerando la bondad de Él y la malicia tuya: cuando Jesús te envíe sucesos que la gente califica de malos, alégrate en tu corazón, porque Él te da siempre lo que te conviene y entonces es la hermosa hora de querer la Cruz" 148.
3. En su Via Crucis, San Josemaría desarrolla de este modo la contemplación que había escrito tantos años antes en Santo Rosario: "Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz de cada día y sígame (Mt 16, 24). ¡Con qué amor se abraza Jesús al leño que ha de darle muerte! ¿No es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales? Es verdaderamente suave y amable la Cruz de Jesús. Ahí no cuentan las penas; sólo la alegría de saberse corredentores con Él" 149.
4. Digamos finalmente una palabra sobre el § 5, dedicado a la Virgen María. La presencia de María Santísima en este misterio, como ya hicimos notar, es una antigua tradición; pero aquí el Autor la presenta como una especie de premio, de regalo, con algo de sorpresa y mucho de alegría y de consuelo: tras la decisión de los dos "niños amigos" de tomar la Cruz de cada día, aparece el consuelo de María para cada uno de nosotros, como lo fue para el propio Jesús encontrar a su Madre. Con las propias palabras de San Josemaría, años después: "Ha esperado Jesús este encuentro con su Madre. ¡Cuántos recuerdos de infancia!: Belén, el lejano Egipto, la aldea de Nazaret. Ahora, también la quiere junto a sí, en el Calvario. ¡La necesitamos!... En la oscuridad de la noche, cuando un niño pequeño tiene miedo, grita: ¡mamá! Así tengo yo que clamar muchas veces con el corazón: ¡Madre!, ¡mamá!, no me dejes". "Si somos almas de fe, a los sucesos de esta tierra les daremos una importancia muy relativa, como se la dieron los santos... El Señor y su Madre no nos dejan y, siempre que sea necesario, se harán presentes para llenar de paz y de seguridad el corazón de los suyos" 150.
Por lo demás, el encuentro de Jesús con María en el camino de la Cruz, situado como cierre al comentario del misterio, es en realidad una invitación del Autor a iniciar el rezo contemplativo de la decena junto a María, mirando la Cruz y el dolor de Jesús con los ojos de la Virgen Dolorosa.
CON su Cruz a cuestas marcha hacia el Calvario, lugar que en hebreo se llama Gólgota (Joan., 19, 17). –Y echan mano de un tal Simón, natural de Cirene 151, que viene de una granja, y le cargan la Cruz para que la lleve en pos de Jesús (Luc., 23, 26).
Se ha cumplido aquello de Isaías (53, 12): cum sceleratis reputatus est, 152
fue contado entre los malhechores: porque llevaron para hacerlos morir con El a otros dos, que eran ladrones (Luc., 23, 32) .
Si alguno quiere venir tras de mí... 153 1Niño amigo: estamos tristes, viviendo la Pasión de Nuestro Señor Jesús. –Mira con qué amor se abraza a la Cruz. –Aprende de Él. –Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús.
Pero no lleves la Cruz arrastrando... 154 Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz. No te resignes con la Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Quiere la Cruz. Cuando de verdad la quieras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz.
Y de seguro, como Él, encontrarás a María en el camino 155.
Introducción al 5º Misterio Doloroso
156
El 5° Doloroso, desde el punto de vista teológico-espiritual, es a la vez la cumbre y el centro de los cuatro misterios precedentes: toda la Pasión, todo el dolor redentor de Cristo se encamina a su muerte en la Cruz y en el madero alcanza su culminación. Pero digamos ya, antes de seguir adelante, que la revisión de este 5° misterio en 1945 se distancia del modo habitual que el Autor tiene de añadir texto, y es fruto de un profundo repensar lo escrito para subrayar mejor el mensaje de la Cruz. Porque la muerte de Jesús no es el fin; el fin es la vida gloriosa de Cristo, que pronto contemplaremos con el Autor en la tercera parte del Rosario.
1. Esa inmanente relación entre el dolor de la Cruz y la gloria de la Resurrección es una de las características más señaladas de la cristología soteriológica, más en concreto, del modo de contemplar la Pasión del Señor en Santo Rosario. Contemplación que hace a San Josemaría ver la gloria del Resucitado cuando mira la Cruz del Calvario. La expresión más densa de lo que decimos es el § 1 de este quinto misterio, escrito en Santa Isabel, que comienza así: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos, tiene dispuesto el trono triunfador". Después de la vibrante exhortación que el Autor ha hecho a los lectores, en el misterio cuarto, para que tomen "la Cruz a cuestas" y se unan así al tremendo dolor de Cristo, ahora les dice que su crucifixión en esa Cruz es... subir al "trono triunfador". El lector advertirá que es el Evangelio de San Juan el que subyace a esta cristología, a esa comprensión del misterio pascual y de la realeza de Cristo, de tanta trascendencia en la propuesta espiritual y misionera de San Josemaría. Pero no se piense en un detenido "estudio exegético" del corpus joánico. Lo que hay detrás son acontecimientos de su vida espiritual: luces y locuciones divinas en esos meses, que preceden al texto que comentamos 157.
Esta teología de la Cruz, que eleva el sufrimiento a trono triunfador, destaca, en consecuencia, el sentido positivo, optimista, glorioso, que tienen para el cristiano la contradicción y el dolor, pues son vividos en comunión con los padecimientos del Hijo de Dios; que sufrió "cuanto se pueda sufrir", pero sin "retorcerse", añade San Josemaría 158.
La Cruz como trono triunfador
es una forma de referirse a Cristo Rey que enlaza internamente, en el pensamiento del Autor, con esta otra expresión del § 1: "con gesto de Sacerdote eterno". Así condensa San Josemaría el misterio del Sacrificio de Cristo: Sacerdote y Víctima, a la vez, con una entrega y un ofrecimiento al Padre plenamente libres y conscientes 159. Un mes antes de escribir Santo Rosario, había apuntado en su Cuaderno: "Viva nuestro Rey Cristo Jesús, Sacerdote Eterno, Redentor del humano linaje" 160. Es ésta, por lo demás, una expresión muy frecuente en la predicación del fundador del Opus Dei 161.
2. En la revisión de 1945, el Autor quiso completar con breves trazos la secuencia evangélica de la contemplación de Cristo en la Cruz. A la crucifixión del § 1 siguen ahora los soldados repartiéndose las vestiduras de Jesús (§ 2) y, ya al pie de la Cruz, la presencia de María (§ 3). Como vemos, estos §§ 1 a 3 siguen, con una decisión muy pensada, el Evangelio y la teología de San Juan. La profunda atención prestada a la Virgen es, sin duda, la más significativa de estas adiciones. Ciertamente, ya en el "tirón" de Santa Isabel el Autor había escrito: "nos da a su Madre por Madre nuestra". Pero ahora todo el § 3 está concentrado en María junto a la Cruz, de manera que el "trono triunfador" y esa donación que Jesús nos hace de su Madre, pasan a ser como los dos ejes de la contemplación de la Muerte de Jesús en Santo Rosario.
El "desarrollo" de este § 3 consiste, como en los otros dos parágrafos, en meterse más dentro del cuarto Evangelio y, desde allí, contemplar, con toda la tradición de la piedad cristiana, al Hijo, que "ya está en lo alto". "Y, junto a su Hijo, al pie de la Cruz, Santa María...". Y con Ella, a las santas mujeres y al apóstol Juan. Contemplar, decíamos, y así disponerse a escuchar de Cristo crucificado las palabras con las que hace a Juan la increíble "donación": Ecce mater tua! 162.
Pero antes de contemplar a María como don, quiere el Autor que la contemplemos, sobreponiéndose al dolor, ante el Hijo crucificado: el § 3 es la escena del Stabat mater, que en Camino
provocará esta consideración: "Admira la reciedumbre de Santa María: al pie de la Cruz, con el mayor dolor humano –no hay dolor como su dolor–, llena de fortaleza. –Y pídele de esa reciedumbre, para que sepas también estar junto a la Cruz" 163.
Desde el dolor que atraviesa el corazón de María, la adición de 1945 en el § 3 lleva a saborear, con las palabras mismas del Evangelio, la conclusión que escribió en Santa Isabel: "nos da a su Madre por Madre nuestra". Esta densa expresión quiere subrayar, nos parece, algo de la máxima importancia: que la maternidad de María respecto a los hombres no es un gesto cariñoso –el último– por parte de Jesús (con ella, con Juan y con nosotros), sino que brota de su Maternidad divina y del misterio mismo de la Redención. La que Cristo nos da como Madre nuestra ¡es su
Madre!: "La Redención no sólo nos libra del pecado y nos reconcilia con el Señor: nos convierte en hijos, nos entrega una Madre, la misma que engendró al Verbo, según la Humanidad"164. Como consecuencia, la expresión «Madre de Dios y Madre nuestra" pasó a ser, en el lenguaje de San Josemaría, una de las fórmulas habituales de nombrar a la Santísima Virgen; y la exclamación "¡Madre!", o incluso "¡Mamá!", una de sus formas preferidas de dirigirse a Ella en todo momento, con sencillez de niño y hondura de teólogo.
3. Los §§ 4 y 5, que recogen, como los anteriores, la secuencia evangélica, presentan algunas peculiaridades textuales que deben ser ahora analizadas. El texto, tanto en Santa Isabel como en la edición de Minerva –debemos repetirlo–, contempla el Calvario siguiendo el Evangelio de San Juan. En los §§ 2 y 3 el encaje de ambos momentos redaccionales ha sido perfecto, como hemos visto: Jn 19, 23-24. La dificultad proviene de las adiciones en los §§ 4 y 5. Estudiémoslos con un cierto detenimiento.
El § 4, añadido íntegro en la edición de Minerva, recoge el tema del vino mezclado con hiel, que ofrecen a Jesús, y que el Autor sitúa, como en San Juan, después de la donación de María como Madre nuestra. Pero es importante notar que, a pesar de eso, el Autor no sigue en este punto el relato de San Juan (19, 29, sino el de San Mateo (27, 34) 165; que, como sabemos, nos habla de esa bebida antes de la Crucifixión y no como respuesta a la "sed" de Jesús, sino como un brebaje narcótico que se daba al que iba a ser crucificado. Por eso, San Josemaría hace notar que eso que él cuenta siguiendo a San Mateo, ocurrió "antes", antes de que Jesús estuviera en "lo alto" (§ 3) y nos diera a su Madre 166. Sólo cuando Cristo está ya en la Cruz (§ 5), el Autor vuelve a la secuencia textual de San Juan para recuperar en su contemplación la "sed" de Jesús ahora, que no es sed del vinagre que los soldados le acercaron a la boca (Jn 19, 29), como subraya San Josemaría, al decirnos con San Mateo que lo probó pero "no lo tomó".
El Autor, con una densa brevedad, nos dirá de qué tenía sed Jesús en la Cruz. En el marco contemplativo del misterio es el "niño-amigo" quien percibe la palabra –Sitio!– y se da cuenta de que el Señor "ahora tiene sed". Y San Josemaría agrega que "tiene sed... de amor, de almas". El Autor, por la opción redaccional que ha tomado, omite –en su literalidad– el "Tengo sed" (Jn 19, 28), que es, sin embargo, la palabra de Jesús que, como vemos, domina esta última parte del misterio y de la que nos ofrece –ya desde la contemplación en Santa Isabel– esta profunda y joánica interpretación.
El lector que medita el texto de San Josemaría, al pasar del § 4 al 5 –que es al que nos está llevando el Autor–, percibe este binomio, fruto de las adiciones de Minerva: antes
(§ 4)... ahora (§ 5). Lo que busca el Autor nos parece claro: una inteligencia profunda y contemplativa del "Tengo sed" del Evangelio de San Juan, que tanto antes (en el evento histórico del Calvario) como ahora
(en el decurso de la historia) es sed de Redención (almas) y de Comunión (amor).
4. En el § 6, el Autor sigue con el Evangelio de San Juan y cierra la contemplación del misterio con el Consummatum est, la última palabra de Jesús en su Pasión según el 4º Evangelio. Es el momento en que el Autor se queda en silencio y se vuelve al niño-amigo, al que pregunta: "¿No lloras?".
JESÚS Nazareno, Rey de los judíos 167
1, tiene dispuesto el trono triunfador. Tú y yo no lo vemos retorcerse, al ser enclavado: sufriendo cuanto se pueda sufrir, extiende sus brazos con gesto de Sacerdote Eterno.
Los soldados toman las santas vestiduras y hacen cuatro partes. –Por no dividir 168
la túnica, la sortean para ver de quién será. –Y así, una vez más, se cumple la Escritura que dice: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre ellos echaron suertes (Joan., 19, 23 y 24).
Ya está en lo alto... 169
–Y, junto a su Hijo, al pie de la Cruz, Santa María... y María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Y Juan, el discípulo que Él amaba. Ecce mater tua!'1–¡Ahí tienes a tu madre!: nos da a su Madre por Madre nuestra.
Le ofrecen antes vino 170
mezclado con hiel, y habiéndolo gustado, no lo tomó (Math., 27, 34).
Ahora tiene sed... 171
2 de amor, de almas.
Consummatum est 172. –Todo está consumado (Joan., 19, 30).
Niño bobo, mira: todo 173
esto..., todo, lo ha sufrido por ti... y por mí. –¿No lloras?
« MISTERIOS GLORIOSOS »
Introducción
174
1. Los misterios gloriosos culminan el desarrollo clásico del Santo Rosario, que sigue el itinerario de la economía salvífica. Si los gozosos se centran en la Encarnación y los dolorosos en la Cruz, a la que la misma existencia humana del Hijo de Dios se encamina, los gloriosos nos muestran "el fruto de la Cruz": es decir, nos muestran cómo la Cruz es victoria sobre el pecado y la muerte, y cuál es la plenitud efectiva de la Redención, la Gloria. Dicho de otra forma, con la gloria manifestada desde la Resurrección a la Ascensión, se culmina el exitus
y el reditus, el itinerario de "ida y vuelta" del Hijo de Dios, del cielo a la tierra y de la tierra al cielo.
Para comprender bien el comentario a los misterios gloriosos que nos ofrece San Josemaría, es fundamental conectar con la contemplación que acaba de hacer en el 5° Doloroso, especialmente con el tema del "trono triunfador". El Autor, siguiendo a San Juan –como hemos visto–, contempla ya en la Cruz la gloria de Cristo: "ya está en lo alto", dice San Josemaría en el § 3, viendo en este movimiento ascendente la subida al "trono triunfador", que se prolonga hacia la Resurrección y la sessio ad dexteram Patris (Ascensión); subida en la que se consuma la Redención de los hombres.
En Pentecostés, Cristo nos envía esa plenitud –el Espíritu Santo, "fruto de la Cruz"– que, de forma incoativa, nos permite participar de la Gloria ya aquí en la tierra. Finalmente, la criatura más excelsa, la Madre del Redentor, María, participa ya en cuerpo y alma de la Gloria en forma consumada (Asunción y Coronación), anunciando así el itinerario de todas las almas santas que han seguido a Cristo y le seguirán.
Esta contemplación gozosa de la Cruz y de la Gloria, en una tan grande unidad y mutua implicación, llegó a configurar fuertemente la vida espiritual del Autor de Santo Rosario. En los ejercicios espirituales que hizo en Segovia, unos meses después de escribirlo, leyó este texto, que le impresionó y que copió:
"'La gloria de la resurrección: La alegría sucede a la tristeza, el triunfo al combate. Ya Jesús es el Dios poderoso en las batallas, siempre vencedor. Exaltare super caelos, Deus, et in omnem terram gloria tua (Sal 56, 6). Y San Pablo nos colma de esperanza scientes quod sicut socii passionum estis, sic eritis et consolationis
(II Cor. 1.7) ... Cuanto más abatidos nos viere, por cumplir su Voluntad, más nos regalará en la felicidad y gloria que nos promete, pues ésta ha de ser proporcionada a nuestros trabajos, a nuestro celo, a nuestros sufrimientos'. ¡Hermosa consideración, la que acabo de copiar a la letra del libro que empleo en este retiro!" 175.
2. Este itinerario gozo-dolor-gloria, Encarnación-Cruz-Resurrección, gravita sobre los misterios gloriosos de Santo Rosario, tanto al contemplar a Cristo como al meditar sus consecuencias para la vida cristiana. El lector agradecerá que copiemos este desarrollo del tema, escrito muchos años después:
"Hacer las obras de Dios no es un bonito juego de palabras, sino una invitación a gastarse por Amor. Hay que morir a uno mismo, para renacer a una vida nueva. Porque así obedeció Jesús, hasta la muerte de cruz, mortem autem crucis. Propter quod et Deus exaltavit ilium (Flp 2, 8). Y por esto Dios lo exaltó. Si obedecemos a la voluntad de Dios, la Cruz será también Resurrección, exaltación. Se cumplirá en nosotros, paso por paso, la vida de Cristo: se podrá asegurar que hemos vivido procurando ser buenos hijos de Dios, que hemos pasado haciendo bien, a pesar de nuestra flaqueza y de nuestros errores personales, por numerosos que sean.
"Y cuando venga la muerte, que vendrá inexorable, la esperaremos con júbilo, como he visto que han sabido esperarla tantas personas santas, en medio de su existencia ordinaria. Con alegría: porque, si hemos imitado a Cristo en hacer el bien –en obedecer y en llevar la Cruz, a pesar de nuestras miserias–, resucitaremos como Cristo: surrexit Dominus vere! (Lc 24, 34), que resucitó de verdad.
"Jesús, que se hizo niño, meditadlo, venció a la muerte. Con el anonadamiento, con la sencillez, con la obediencia: con la divinización de la vida corriente y vulgar de las criaturas, el Hijo de Dios fue vencedor.
"Este ha sido el triunfo de Jesucristo. Así nos ha elevado a su nivel, al nivel de los hijos de Dios, bajando a nuestro terreno: al terreno de los hijos de los hombres" 176.
Por eso, el tono fundamental de estos misterios, bien reflejado por el Autor en su contemplación, es de alegría profunda: a veces, desbordante: "borrachos del Espíritu Santo", "la corte celestial despliega todo su aparato"; y siempre, impregnada de la hermosura de "contemplar aquella maravilla", que es "nuestra Madre".
3. Siguiendo la lógica interna de esta parte del Rosario, la contemplación de los misterios gloriosos posee una cierta "polaridad" teológica: explícitamente cristológicos los dos primeros, los dos últimos directamente marianos, y el tercero y central, pneumatológico. Por lo demás, la presencia de la Virgen María es mucho más "temática" ahora que en los dolorosos: es explícita en los cinco misterios. Aparte de la Asunción y la Coronación, y de Pentecostés en que estaba presente la Virgen, como afirman los Hechos de los Apóstoles, el Autor recoge la antigua tradición de una primera aparición de Jesús resucitado a su Madre, y la presencia suya en la Ascensión, siempre acompañando a los apóstoles y a aquella primitiva y entrañable comunidad cristiana: "vamos a consolarnos con María". Quizá sea éste el momento de hacer notar que, a lo largo de estos cinco misterios, el Autor despliega una vez más su dominio de la lengua y su don de comunicación con el lector, y por eso encontraremos sugerentes expresiones de estos íntimos sentimientos, llenos de contenido teológico.
Los misterios gloriosos son los de contenido más breve en la redacción de Santa Isabel. De ahí que la revisión que hizo el Autor con motivo de la 4ª edición, diera lugar a abundantes incorporaciones de texto en todos los misterios. El lector, si lee estos comentarios ayudado por el aparato crítico, puede llegar a la misma conclusión que el Autor en aquella relectura: que el texto de esta parte en 1931 era la directa y entusiasmada contemplación de los misterios; y que ahora, para llegar a la extensión que se había propuesto en cada decena (vid IntrodGen, § 4, 3), la tarea era, sencillamente, hacerlo preceder en cada caso de nuevos datos (bíblicos o de tradición) sobre la escena evangélica contemplada. Es exactamente lo que ya vimos que realizó en el 3° Gozoso y en el 2° y 4° Dolorosos. Es lo que ahora va a hacer en todos los misterios de gloria, excepto en el quinto.
Digamos, finalmente, que la implicación personal de autor y lector en las escenas mantiene, en estos misterios, la intensidad y las características que tienen en todo el libro. En algunos momentos parece una prolongación de los misterios dolorosos, como este final del 1° Glorioso, § 4: "has besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido –por más niño– he puesto mis labios sobre su costado abierto". En otros, la alegría de los misterios gloriosos toma la forma y el "estilo" de los gozosos: "Tú y yo –niños, al fin– tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen" (4°, § 5). En particular, como podemos comprobar, aquí es donde aparece con más frecuencia la expresión "tú y yo"..., que es –y no sólo en Santo Rosario, sino en otros escritos del Autor, en Camino, por ejemplo– la forma de "comunión" personal característica de San Josemaría. Sólo que aquí se trata de los dos "niños amigos", que han descubierto a Jesús.
Introducción al 1er Misterio Glorioso
La versión original de este comentario comenzaba sin preámbulos, de forma clara y rotunda: "¡Ha resucitado!". Así, el Autor tomaba, sin describirlo, el patrimonio bíblico, y se sumergía en la contemplación gozosa y entusiasta de la victoria de Cristo, que es nuestra victoria. Así mostraba también, de un trallazo, el contraste con los misterios dolorosos, con los sufrimientos ignominiosos y terribles de Jesús hasta su muerte de Cruz; Cruz –no lo olvidemos– que, sorprendentemente, era ya el "trono triunfador", inseparable de la Resurrección, que es victoria, triunfo, gloria.
1. Este 1° Glorioso refleja muy bien –lo dijimos ya a propósito del 2° Doloroso– el modo de proceder de San Josemaría en la relectura de 1945. No altera ni una coma a la contemplación de 1931. El Autor tiene su mirada en el "¡Ha resucitado!", y la adición será el largo § 1, en el que enlaza los testimonios evangélicos que llevan al "surrexit sicut dixit... ha resucitado, según predijo". Es un desarrollo temático del que ahora es § 2, su propia oración contemplativa en Santa Isabel. El lector tiene delante, escrito en el § 1, lo que San Josemaría llevaba dentro cuando exclamó y escribió: "¡Ha resucitado!". Ahí está el gran Domingo, el "día del Señor", con las mujeres que llegan al sepulcro... ¡vacío! y el anuncio de los ángeles: non est hic, surrexit.
El tajante "¡Ha resucitado!... La vida pudo más que la muerte", de Santo Rosario, es la primera palabra publicada de San Josemaría sobre este tema, que será central en su predicación oral y escrita –ha resucitado y por tanto ¡vive!, vive hoy–, y que después se prolonga, anotada por todas partes en sus obras.
En una Instrucción dirigida a los fieles del Opus Dei en 1935, les explicaba cómo tenían que hablar de Jesús a sus compañeros y amigos: " Jesucristo vive, con carne como la mía, pero gloriosa; con corazón de carne como el mío. Scio enim quod Redemptor meus vivit, sé que mi Redentor vive (Jb 19, 25). Mi Redentor, mi Amigo, mi Padre, mi Rey, mi Dios, mi Amor, ¡vive! Se preocupa de mí. Me quiere más que la bendita mujer –mi madre– que me trajo a este mundo... Es bastante: que saquen los chicos las consecuencias prácticas" 177.
Y tres años después, este ya célebre punto de Camino: "Enciende tu fe. –No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia. ¡Vive!: 'Jesus Christus herí et hodie: ipse et in saecula!' –dice San Pablo– ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!" 178.
Es evidente que el 1° Glorioso y el punto 584 de Camino configuran textos posteriores, como éste: "Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la Cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia (...). Porque Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel: Dios con nosotros. Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos" 179.
2. Como habrá observado el lector, en la brevedad del texto de este misterio, se encuentran los datos básicos que tanto la Apologética clásica como la moderna Teología fundamental han manejado siempre, para hablar del hecho histórico de la Resurrección de Jesucristo, a saber, el sepulcro vacío y las diversas apariciones del Señor.
Al sepulcro vacío, que provoca, entre exclamaciones de entusiasmo, el "¡Ha resucitado!" del § 2, dedica –en 1945– un desarrollo textual previo en el § 1: el sepulcro, el testimonio de las mujeres y las palabras del Ángel.
El § 3, en cambio, estaba dedicado por completo, ya desde 1931, a las apariciones del Resucitado. Y con éstas introduce la parte más personal e íntima de la meditación. La fe viva, que se ha expresado en ese grito del § 2, lleva ahora al Autor a contemplar, conmovido, cómo Jesús manifiesta su Resurrección a las mujeres y a los Apóstoles. Pero, ante todo, contempla la aparición del Hijo a su Santísima Madre, de la que nos habla la tradición; una tradición que –con profunda lógica humana (¡cómo no iba Jesús a aparecerse primero a su Madre!) y teológica (María, tan estrechamente unida a la Pasión, no puede estar menos unida a la gloria que deriva de ella, desde el mismo instante de la Resurrección)– considera que la aparición a la Santísima Virgen fue la primera 180.
3. Es aquí, con ocasión de estas apariciones del § 3, donde se ve mejor el modo característico de contemplar que San Josemaría tiene en Santo Rosario: el Autor implica al lector, y le convence para que ambos se metan en el círculo de los discípulos y las santas mujeres. Así comienza la maravilla: Jesús se aparece a su Madre, a María de Magdala, a Pedro, a los demás Apóstoles "y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena". E incluso se inicia un atrevido e íntimo diálogo con el recién Resucitado: "¡qué cosas le hemos dicho!".
Esas cosas son el tema del § 4, en el que la implicación personal gozosa del § 3 se hace exigencia de amor y fidelidad. San Josemaría concreta algunas de esas cosas, pero deja, como es habitual, el camino abierto para tantas otras que deben brotar espontáneamente, de forma personal, de esa locura de amor.
Si consideramos, con atención, la propuesta contemplativa que nos hace el Autor para rezar el 1° Glorioso, ésta no deja de ser sorprendente. Este misterio en Santo Rosario se contempla así: "tú y yo" estamos ante Cristo Resucitado, que se nos ha aparecido –estamos en Jerusalén– porque "somos sus discípulos y más locos que la Magdalena". "Qué cosas le hemos dicho", comenta el Autor. Son cosas llenas de amor y contrición, algunas de las cuales nombra en el § 4. Pero, ¡atención!: todo esto, con Cristo resucitado ante nosotros, acontece mientras estamos desgranando las diez Avemarías del misterio. Y, "antes de terminar la decena", el niño-lector ha besado "las llagas de sus pies...". ¿Y el Autor? Él mismo nos lo dice: "y yo más atrevido –por más niño– he puesto mis labios sobre su costado abierto". Nótese de paso cómo el mismo que nos presentó la Cruz como trono triunfador, nos presenta ahora al Resucitado con las llagas de los clavos y el costado herido por la lanza 181. Puro Evangelio y unidad del Misterio Pascual. Y mientras, con el Rosario en la mano, recitamos la "decena".
AL caer la tarde del sábado, María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. –Muy de mañana, al otro día 182, llegan al sepulcro, salido ya el sol (Marc., 16, 1 y 2). Y entrando, se quedan consternadas porque no hallan el cuerpo del Señor. –Un mancebo, cubierto de vestidura blanca,1 les dice: No temáis: sé que buscáis a Jesús Nazareno:2 non est hic, surrexit enim sicut dixit, –no esta aquí, porque ha resucitado, según predijo (Math., 28, 5).
¡Ha resucitado! –Jesús ha resucitado. No está 183 en el sepulcro. –La Vida pudo más que la muerte.
Se apareció a su Madre Santísima 184. –Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. –Y a Pedro y a los demás Apóstoles. –Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡qué cosas le hemos dicho!
Que nunca muramos por el pecado; que sea eterna nuestra resurrección espiritual. –Y, antes 185
de terminar la decena, has besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido –por más niño– he puesto mis labios sobre su costado abierto.
Introducción al 2° Misterio Glorioso
186
1. En este 2° Glorioso es muy útil compulsar, siguiendo el aparato crítico, la revisión que hizo el Autor para la edición de Minerva. Aquí no hay mera adición de texto que precede a la redacción originaria, como vimos en el 1° Glorioso y veremos de nuevo en el 3°, sino interesante reconsideración del texto ya redactado en 1931.
Éste –el texto de Santa Isabel– tiene el tenor contemplativo que ya conocemos: al "¡Ha resucitado!" del 1° Glorioso corresponde, en este 2° misterio, el "Se fue Jesús con el Padre". Son dos "hechos" cristológicos los que se contemplan y el Autor los señala sin preámbulos. Pero también en este 2° Glorioso el Autor decide describir el hecho con más detenimiento y surgen los nuevos §§ 1 y 2. Como es lógico, se sirve del Evangelio de San Lucas: el § 1 resume la conversación final de Jesús con los discípulos en su última aparición, y el § 2 es ya el relato evangélico de la Ascensión, con una alusión a la nube que ocultó a Jesús, de la que hablan los Hechos de los Apóstoles. Este libro de San Lucas había dado ya en Santa Isabel la base para el § 3. Los dos últimos párrafos de entonces serán los que el Autor reconsidere, de una manera especial, para la 4ª edición. El estudio del aparato de crítica textual y el examen de los manuscritos hacen posible proponer una cuidada interpretación del sentido que toman estos §§ 4 y 5.
2. Hay que decir ante todo que ese estudio nos hace pensar que el Autor, en una primera fase de su trabajo, decidió proceder exactamente igual que en el lº Glorioso: agregar el par de párrafos que describen, con San Lucas, el hecho de la Ascensión, y dejar intacta la contemplación de Santa Isabel. Así fue, en efecto, y lo expresa con toda claridad Txm1. Después, al releer Txm1, el texto de los dos últimos párrafos de 1931 le ofrece dificultad. Especialmente, la conclusión –el actual § 5–, que sonaba así: "Pero estamos tristes, y vamos a consolarnos con María". Lo aquí afirmado –primera persona del plural– remitía al inicio del § 4, cuyo tenor literal era éste: "Pedro y los demás, tú y yo, y todos, volvemos
a Jerusalén".
El Autor, que sabe perfectamente que el relato de la Ascensión subraya la alegría con la que los Apóstoles regresaron a la Ciudad Santa, busca cómo precisar con claridad este punto y, a la vez, no dejar de comunicar lo que él meditó y contempló en Santa Isabel, y continuaba meditando. Quiere dar exacta noticia de la mezcla de alegría y de pena con que los dos niños amigos vivieron la Ascensión. Por eso, en un primer momento, corrige el § 4, que toma su forma actual: "Pedro y los demás vuelven
a Jerusalén –cum gaudio magno –con gran alegría". Desaparece el "tú y yo", y los dos "niños amigos" se sumergen en el más impersonal vuelven, y el Autor hace constar el gaudium magnum que domina a ese colectivo apostólico en el camino de regreso.
Pero, al mismo tiempo que deja constancia de la alegría, quiere explicar la razón del "estamos tristes" que escribió en Msa, y con trazos claros y enérgicos, paralelos a los del vuelven del § 4, anota: "Pero sentimos la orfandad: estamos tristes". Releyendo, advierte que tanto el sentimos como el estamos, en la secuencia del texto, pueden, incluso deben, entenderse de todo el alegre grupo que ha regresado con Pedro a Jerusalén. Y eso no lo dice San Lucas, ni es eso lo que, formalmente, él quiere afirmar. Por lo tanto, con una última modificación acaba de perfilar su pensamiento: recupera el "tú y yo", tachado en el § 4, y lo incrusta en el § 5, que nos ofrece ya "el texto", el texto definitivo, protagonizado por los dos "niños amigos": "Pero, tú y yo sentimos la orfandad: estamos tristes, y vamos a consolarnos con María" 187.
3. Nos ha parecido oportuno esta tan detenida lectura del texto, porque estimamos que nos lleva a la comprensión de la escena y de su contemplación, tal como la vivió San Josemaría en el tirón
de Santa Isabel, y tal como la propone en el texto definitivo en clave mariana y de vida de infancia. El texto lucano de la alegría, que el Autor no nombra en la contemplación de 1931, se expresaba entonces y se expresa en el texto de 1945 con este contenido contemplativo: Jesús se va, ciertamente, de la experiencia inmediata de aquellos cuarenta días, pero la alegría viene de que su "Santa Humanidad", que ha sido tan ultrajada y despreciada, ahora recibe, mientras la comitiva vuelve a Jerusalén, "la aclamación y adoración de todas las jerarquías de los Ángeles y de todas las legiones de los bienaventurados de la Gloria".
Y el Autor, tras explicar así la alegría, perfila el modo de ese "estar tristes" de que habla en su texto. Lo dice con toda claridad el texto añadido: "orfandad" 188. Los dos "niños amigos", que han asistido a la Ascensión del Señor boquiabiertos, y que han visto y oído a los Ángeles de vestiduras blancas, no se hacen a la idea de no tener ya a mano a Jesús, que es para ellos su padre, su hermano, su amigo. Su tristeza de niños –vida de infancia– es sentimiento de orfandad, necesidad de tener cerca a Jesús. Por eso encierra un profundo significado teológico la resolución que toman: "vamos a consolarnos con María". No había pasado un año, cuando el Autor escribió en su Cuaderno esta vivencia de su alma:
"Ayer [...] descubrí un Mediterráneo –otro–, a saber: que, si soy hijo de mi Padre Dios, lo soy también de mi Madre María. Me explicaré: por María fui a Jesús, y siempre la he tenido por mi Madre, aunque yo haya sido un mal hijo. (Desde ahora seré bueno). Pero ese concepto de mi filiación materna lo vi con una luz más clara, y con un sabor distinto lo sentí ayer. Por eso, durante la Sda. Comunión de mi Misa, le dije a la Señora mi Madre: ponme un traje nuevo. Era muy justa mi petición, porque celebraba una fiesta suya" 189.
Unos días después escribe, como una conclusión: "A Jesús siempre se va y se 'vuelve' por María" 190. Esta culminación mariana del 2° Glorioso parece ya una anticipación de esa comunión en torno a María (Hch 1, 14), que precede a Pentecostés y a la que el fundador del Opus Dei se refería con frecuencia. Estamos ante esa forma de tratar a María como Madre, en el contexto de la vida de infancia, que es una constante en su vida y su enseñanza 191. Hay que señalar que el Autor, en sus pinceladas sobre la Ascensión en Santo Rosario, no se detiene en la dimensión "misionera", podríamos decir, de la alegría con la que vuelven a Jerusalén los Apóstoles (Lc 24, 49-50), sino que la reserva para el 3° Glorioso: Pentecostés 192.
ADOCTRINA ahora el Maestro 193
a sus discípulos: les ha abierto la inteligencia, para que entiendan las Escrituras y les toma por testigos de su vida y de sus milagros, de su pasión y muerte, y de la gloria de su resurrección (Luc., 24, 45 y 48).
Después los lleva camino de Betania, levanta las manos y los bendice 194. –Y, mientras, se va separando de ellos y se eleva al cielo (Luc., 24, 50),1 hasta que le ocultó una nube (Act., 1, 9).
Se fue Jesús con el Padre. –Dos Ángeles 195 de blancas vestiduras se aproximan a nosotros y nos dicen: Varones de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? (Act., 1, 11).
Pedro y los demás vuelven a Jerusalén 196 cum gaudio magno, – con gran alegría (Luc., 24, 52). –Es justo que la Santa Humanidad de Cristo reciba el homenaje, la aclamación y adoración de todas las jerarquías de los Ángeles y de todas las legiones de los bienaventurados de la Gloria.
Pero, tú y yo 197
sentimos la orfandad: estamos tristes, y vamos a consolarnos con María.
Introducción al 3º Misterio Glorioso
198
1. El cambio de título en el 3° Glorioso, como en los casos anteriores, es una propuesta de Luis Borobio, carente –en él– de toda intencionalidad teológica: fruto, simplemente, de su proyecto estético de rotulación de los títulos (vid supra IntrodGen, § 7, 2, c). Pero el Autor no dudó en aceptarla. "Pentecostés" designa el evento salvífico contemplado en este tercer misterio, y lo data históricamente: el "quincuagésimo día". En el Rosario, en efecto, se contempla aquella primera y constitutiva donación del Espíritu Santo, por la que la Iglesia de Cristo nace a la misión y se pone a vivir de manera pública y, podríamos decir, oficial.
Es precisamente ese nacimiento a la vida y a la misión lo que van a experimentar los "dos niños amigos" que rezan en Santo Rosario. Porque ellos no estuvieron en el "evento" desde el principio. La redacción de 1931 lo declaraba con toda nitidez en sus primeras palabras: "No pudimos asistir a la Pentecostés". Por eso, lo que el Autor y el "niño amigo" contemplan en Santa Isabel son, propiamente, los efectos maravillosos de lo que ocurrió en el Cenáculo, donde ellos no estaban; y el primer efecto que ven los niños es éste: "Llenos del Espíritu Santo, como borrachos, estaban los Apóstoles". Así suena el § 2, procedente de Santa Isabel.
Resurrección, Ascensión, Pentecostés: interesa observar la secuencia de los misterios gloriosos. Los tres hechos "misteriosos", en la originaria redacción de Santo Rosario, se señalan en la frase inicial: "¡Ha resucitado!" (1° Glorioso), "Se fue Jesús con el Padre" (2º Glorioso), "No pudimos asistir a la Pentecostés" (3° Glorioso). No hay descripción de los sucesos, telegráficamente nombrados. El Autor los tiene en el corazón, y pasa –con el lector– a la directa contemplación del misterio. Así en Santa Isabel. Al ampliar el texto para la edición de Minerva, como bien sabemos, el Autor quiere hacer esa previa descripción, a partir de los datos bíblicos.
2. Pero en nuestro 3° Glorioso hay una singularidad respecto de los otros dos, incluso de todos los misterios en Santo Rosario. La adición textual, tomada de los Hechos, llevará consigo la desaparición de la frase que la suscita. Es un caso raro en Santo Rosario. ¿Quiere esto decir que los niños –que no pudieron asistir, en Santa Isabel, a la "venida" del Espíritu– asisten en la edición de Minerva al gran evento pneumatológico? No parece que sea esa la intención del Autor. En todo caso el estudio del texto, con la ayuda de la crítica textual, inclina a una respuesta negativa.
El texto añadido de 1945 es, técnicamente, sustitución de la frase problemática –"No pudimos asistir a la Pentecostés"– por la narración bíblica que leemos en el § 1. Pero, desde el punto de vista redaccional, estamos ante una adición precedente de texto narrativo, semejante a las que ya conocemos por los añadidos paralelos de los misterios 1° y 2°. El Autor parte de la promesa del Espíritu según San Juan para describir a continuación, brevemente, el acontecimiento según los Hechos de los Apóstoles: los discípulos "todos juntos en un mismo lugar", el viento impetuoso, las lenguas de fuego. Esto es lo que los niños no vieron según el texto de Santa Isabel y tampoco –pensamos– según el redactado en Lagasca 199. En efecto, la adición narrativa tiene, como vemos, una total objetividad
bíblica: allí están los discípulos, no aparece el nosotros, ni el tú y yo de los niños amigos, que tuvieron una aparición del Resucitado y que oyeron a los Ángeles en la Ascensión, pero que no vieron la Pentecostés descrita en el § 1, sino sus efectos, que alimentan la contemplación de este misterio, en el que el Autor y el niño amigo están no en el Cenáculo con Pedro, sino entre la muchedumbre que le escucha en la plaza.
Desde ahí el Autor, para ayudar a rezar bien esta decena, va anotando su mensaje contemplativo, es decir, lo que ven y sienten y hacen los dos niños. Pero antes de abordarlo volvamos al texto del § 1, para subrayar el sentido de ese anteponer, al relato de los Hechos, la promesa de Jesús sobre la misión del Espíritu Santo, tomada de San Juan 14, 16. Con ese texto por delante, el lector capta mejor la correlación teológica de los tres primeros misterios, pues el versículo de San Juan, que es estrictamente trinitario, muestra desde el Padre la íntima unión entre la misión del Hijo y la del Espíritu Santo, y ayuda al lector a pasar al texto de los Hechos, en el que el Espíritu pone a vivir a la Iglesia.
Meditar con San Josemaría el 3º Glorioso lleva a captar, en su secuencia y en su unidad, cristología, pneumatología y eclesiología. Son cuestiones fundamentales de la fe cristiana, que el Autor tenía firmemente arraigadas en su cabeza y en su piedad de niño.
3. Retornando al mensaje contemplativo, vemos que todo está centrado en la forma impresionante de comenzar la misión de la Iglesia, en el don de lenguas para el anuncio del Evangelio. Es el tema del § 3: los Apóstoles que salen y que hablan con la gente; Pedro que se pone a predicar. Los dos niños, como todos los presentes, ven el milagro: "Le oímos gente de cien países. –Cada uno le escucha en su lengua. –Tú y yo en la nuestra". Esto es lo que el Autor contempla: la universalidad de la Iglesia en la realización de la misión.
No deja de ser interesante, en este sentido, que los dos niños pasan inmediatamente a la acción. San Josemaría no se sitúa –ni nos sitúa– pasivamente, entre los que se convierten y reciben el Bautismo, sino en el lado activo, en el seno de la misión apostólica, ayudando a los Doce. Los niños no pudieron estar en la Pentecostés –allí estaban sólo los mayores–, pero formaban parte de la primera comunidad, de la gran familia de los discípulos, y enseguida asumen su responsabilidad en la misión: "ayudar a los Apóstoles en la administración de los bautismos"; en un plano segundo respecto a la Autoridad, pero primero respecto a la muchedumbre. San Josemaría, como es lógico, siempre dio, a su predicación sobre Pentecostés, un profundo y dinámico tono apostólico.
Pero, nótese bien, los niños pasan a la acción porque antes han oído, metidos entre la muchedumbre, la palabra encendida de Pedro. Y declaran con sencillez su contenido: "Nos habla de Cristo Jesús y del Espíritu Santo y del Padre". Es en este plano radical trinitario donde está ubicada la meditación de Pentecostés en Santo Rosario.
4. Pero el texto quiere comunicarnos, con más fuerza aún, lo que hay detrás de ese hablar en lenguas y de esas conversiones. Los dos niños –el Autor y el lector– se dan cuenta de que todo eso que están viendo y oyendo es, no ya obra del Espíritu, sino de su presencia plena en los Apóstoles, "llenos del Espíritu Santo": una plenitud tan notoria y manifiesta, que estaban los Apóstoles "como borrachos". San Josemaría explota con fuerza teológica y psicológica este tema, con el que, según los Hechos, algunos de los presentes despachaban el fenómeno: "Están bebidos, decían, burlándose". Al Autor le parece que eso era exactamente lo que estaba sucediendo, pero en el plano sobrenatural: la efusión embriagante del Espíritu, que hablaba a través de las palabras de aquellos hombres, que no eran suyas, sino del Espíritu de Cristo. Por eso, con tono totalmente positivo, al comenzar su meditación en Santa Isabel, escribe: "Llenos del Espíritu Santo, como borrachos, estaban los Apóstoles"; y la termina con la doxología trinitaria del § 5.
La acción y presencia del Espíritu a modo de embriaguez se hace muy presente en San Josemaría, precisamente en el tiempo inmediato al "tirón" de Santa Isabel. Sólo dos textos. Apenas una semana después, escribe en su Cuaderno: "Hoy me ha abierto Jesús el sentido, durante el rezo del Oficio divino, como pocas veces. En momentos, fue una borrachera" 200. Y dos días después relata una peripecia apostólica que le conmueve hasta el límite: "Esta conversación, fielmente transcrita –casi a la letra– emborrachó con locura de cielo a un niño, que se llenó de vergüenza, porque no saben los hombres –ni él muchas veces– tener con Jesús las suaves delicadezas que unos pobres toscos, pero cristianos, tienen diariamente con una infeliz chiquilla" 201. Ya ha comprendido el lector que en este último texto reaparece el mayor de los dos "niños amigos"... 202.
HABÍA dicho203
el Señor: Yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, otro Consolador, para que permanezca con vosotros eternamente (Joan., 14, 16). –Reunidos los discípulos todos juntos en un mismo lugar, de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso que invadió toda la casa donde se encontraban. –Al mismo tiempo, unas lenguas de fuego se repartieron y se asentaron sobre cada uno de ellos (Act., 2, 1-3).
Llenos del Espíritu Santo,1 como borrachos, estaban los Apóstoles 204 (Act., 2, 13).
Y Pedro, a quien rodeaban los otros once, levantó la voz y habló. –Le oímos gente de cien países. –Cada uno le escucha en su lengua. –Tú y yo 205 en la nuestra. –Nos habla de Cristo Jesús y del Espíritu Santo y del Padre.1
No le apedrean 206, ni le meten en la cárcel: se convierten y son bautizados tres mil, de los que oyeron.1
Tú y yo, después de ayudar a los Apóstoles en la administración de los bautismos 207, bendecimos a Dios Padre, por su Hijo Jesús, y nos sentimos también borrachos del Espíritu Santo.
Introducción al 4° Misterio Glorioso
208
1. Los dos últimos misterios del Rosario son formalmente marianos. Los misterios precedentes son, ante todo, cristológicos. (Y derivadamente mariológicos, sea por la presencia inmediata de María en el evento, sea porque a la Madre no se la puede separar del Hijo ni de su obra, la Redención). Pero, en estos dos, todo está centrado en la Virgen Santísima. Es a ella a la que "miramos" directamente, para contemplarla en su exaltación a la Gloria del Padre en compañía de su Hijo.
La Asunción de María, el 4° Glorioso, está internamente finalizada en lo que la tradición y la piedad llamarán "Coronación" de nuestra Señora, 5° misterio glorioso. La secuencia de ambos es tan estrecha, que fue asumida en la reforma litúrgica que siguió al Concilio Vaticano II 209.
2. La fe en la Asunción de María está testificada en la tradición desde el siglo IV 210; y se celebra en la Liturgia desde el siglo VI 211. Su definición dogmática tuvo lugar el pasado siglo: fue declarada por el Papa Pío XII el día 1 de noviembre de 1950 en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus. Sabemos que el Autor de Santo Rosario vivió el acontecimiento en Roma con particular emoción e intensidad 212. He aquí lo definido ex cathedra: "Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la Gloria celestial".
El Autor, en su contemplación de Santa Isabel, había expresado la fe de siglos de manera entrañable: "Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria" (§ 5). Jesús quiere... Ese quiere es el que está en el centro del "privilegio" concedido a la Madre de Dios. San Josemaría lo explicaba siempre recurriendo al conocido texto de San Juan Damasceno –citado por Pío XII en la Munificentissimus Deus 213–, que glosaba así: "Los teólogos han formulado con frecuencia un argumento semejante, destinado a comprender de algún modo el sentido de ese cúmulo de gracias de que se encuentra revestida María, y que culmina con la Asunción a los cielos. Dicen: convenía, Dios podía hacerlo, luego lo hizo 214. Es la explicación más clara de por qué el Señor concedió a su Madre, desde el primer instante de su inmaculada concepción, todos los privilegios. Estuvo libre del poder de Satanás; es hermosa –tota pulchra–, limpia, pura en alma y cuerpo" 215.
3. En la relectura de 1945, el Autor se limita a hacer preceder la contemplación de Santa Isabel de los actuales § 1 y 2. Como el hecho de la Asunción no se narra en la Sagrada Escritura, San Josemaría recurre en este caso, en lugar de a los habituales textos bíblicos, a la Liturgia de las Horas, que ya era fuente principal en los textos de Santa Isabel 216. Ahora echa mano de la célebre antífona que dominaba toda la fiesta en el Breviario de San Pío V 217, y que transcribe en latín y a continuación en castellano.
Esta reacción de los Ángeles al "hecho" de la Asunción de María pasa a ser, según el Autor, el canto de la Iglesia y le sirve –así nos lo dice– como introducción y comienzo de "la contemplación en esta decena del Santo Rosario" (§ 2) 218.
La palabra que inicia –y centra– esa contemplación es ésta: "Se ha dormido la Madre de Dios". La Dormición de Nuestra Señora: éste es el nombre que ha prevalecido en las Iglesias orientales para designar la Asunción de la Virgen 219. También tiene su recepción en la Iglesia de Occidente, donde prevalece no obstante el nombre y el tema de la Asunción, que tiene un fuerte paralelo con la Ascensión del Señor. En aquélla, la Virgen María resucita y entra en la vida gloriosa por la potencia de Dios –de su Hijo que la quiere con Él–; en ésta, Cristo resucita propria virtute.
Existe, y no sin fundamento, la opinión del tránsito de la Virgen al Cielo sin pasar por la muerte. Pero los mariólogos, utilizando argumentos tanto históricos como sistemáticos, tienden a afirmar la realidad de la muerte de la Virgen 220. Juan Pablo II lo explicó detenidamente en su catequesis de 25 de junio de 1997: "Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una 'dormición'" 221.
Por eso, la piedad cristiana –reflejada con fidelidad en la rica iconografía sobre la Asunción– ha visto siempre algo muy especial en el paso de María de esta vida a la Gloria, precisamente porque su presencia en el Cielo es en cuerpo y alma. De ahí el uso de la palabra Dormición, que parece suavizar la radicalidad de la palabra muerte, aunque no la niegue en sí misma. Con el uso de Dormición, o incluso de Tránsito, se pretenden subrayar, sobre todo, dos cosas: que el cuerpo de María no sufrió ni la más mínima corrupción, ni siquiera, probablemente, el paso por un sepulcro; y que su tránsito al Cielo fue particularmente dulce y amable, sin los dolores y angustias habituales en la muerte humana: dolores y angustias que Ella había sufrido ya, anticipadamente, en la muerte de su Hijo. De ahí esa representación tradicional de la Virgen dulcemente dormida en su lecho –con frecuencia, rodeada de los Apóstoles–, como sencillo anticipo de esa otra representación de su subida gloriosa al Cielo, rodeada de Ángeles. En el caso de San Josemaría, además del influjo de esa tradición, conviene tener en cuenta que tuvo desde pequeño una particular devoción al misterio de la Dormición de Nuestra Señora, que transmitió a muchos otros, sin pretender nunca imponerla 222.
4. La secuencia contemplativa de este 4° misterio responde, en efecto, a lo que decimos: primero, la Dormición; en un segundo momento, la Asunción. Los § 3 y 4 son como la descripción concentrada de la Dormición de María (y no faltan ahora los niños amigos, el Autor con los lectores: tú y yo, nosotros). El § 5 es la contemplación de la Asunción, donde el Autor extrema su audacia infantil: los Apóstoles se quedan en tierra, y los niños, como los Ángeles, siguen a María hasta la Gloria del Padre. El texto se prolonga, lógicamente, hasta la Trinidad, que acoge a la Hija, Madre y Esposa de Dios, y la maravilla que veían los niños al llevarle la cola, ahora asombra, por su majestad, a los Ángeles: ¿Quién es ésta?
El 15 de agosto de ese año el Autor había vivido con especial intensidad la fiesta de la Asunción. Dejó escritas estas notas: "Día de la Asunción de nuestra Señora – 1931: Ayer y hoy he importunado, con pesadez si cabe, a la Virgen Santísima, pidiéndole protección para la Obra de Dios. Voy a hacer, desde esta tarde, una novena a nuestra Madre, celebrando su asunción en cuerpo y alma a los cielos. Realmente, gozo, pareciéndome estar presente... con la Trinidad beatísima, con los Ángeles recibiendo a su Reina, con los Santos todos, que aclaman a la Madre y Señora" 223.
ASSUMPTA est Maria 224
in coelum: gaudent angeli! –María ha sido llevada por Dios, en cuerpo y alma, a los cielos: ¡y los Ángeles se alegran!
Así canta la Iglesia. –Y así 225, con ese clamor de regocijo, comenzamos la contemplación en esta decena del Santo Rosario:
Se ha dormido la Madre de Dios. –Están 226 alrededor de su lecho los doce Apóstoles. –Matías sustituyó a Judas.1
Y nosotros 227, por gracia que todos respetan, estamos a su lado también.
Pero Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria 228. –Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para agasajar a la Señora. –Tú y yo -niños, al fin- tomamos la cola del espléndido manto azul de la
Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla.
La Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios... –Y es tanta la majestad de la Señora, que hace preguntar a los Ángeles: ¿Quién es ésta? 229 1
Introducción al 5° Misterio Glorioso
230
1. Al introducir el 4º misterio, se explicó detenidamente la intrínseca relación entre los dos últimos misterios del Rosario: son dos aspectos de la consumación de la vida de la Virgen María, según el designio de Amor de la Trinidad. Así lo expresa el Concilio Vaticano II: "La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina Universal con el fin de que se asemejara de forma más plena a su Hijo, Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte" 231.
El misterio de la singular glorificación de Nuestra Señora tiene, pues, esta secuencia: Asunción al Cielo – Coronación como Reina. La Asunción arranca de la tierra, es un acontecimiento que se inicia en la historia y acaba en el Cielo. La Coronación, en cambio, es una realidad metahistórica, acontece toda en la Gloria de Dios. Esta es la diferencia teológica del 5º Glorioso con todos los demás misterios del Rosario. Lo vio muy bien fray Luis de Granada: "Deste glorioso misterio –decía– no se puede señalar historia, por consistir en la grandeza de gloria que por sus inmensos trabajos y merecimientos le fue dada a la Madre de Dios y Señora nuestra la Virgen María. Porque si el apóstol San Pablo dice (1Co 2, 9) que no hay capacidad humana que pueda explicar la gloria que communmente da Dios á sus escogidos, ¿cuál será la que dio a la que es más sancta que todos los santos y espíritus angélicos, y Madre suya?" 232.
Desde la época patrística, la tradición de la fe y de la piedad nos habla de la Realeza de María en el contexto de su Dormición y Asunción, y por supuesto como donación de la Realeza de Cristo. Esta tradición ha configurado el sentir del Pueblo de Dios, que se expresa en la abundante y valiosa iconografía –pintura, escultura, etc.– y, sobre todo, en el oracional de María Reina, tan difundido: Salve Regina; Regina caeli; Ave Regina caelorum. Todo llevará a la fiesta de Santa María Reina, que, como sabemos 233, Pío XII extendió a la Iglesia universal.
2. Vengamos ya a la estructura de la contemplación del misterio, que nos ofrece San Josemaría. Como siempre, es de la máxima importancia comprender, en sí mismas y en su interrelación, las dos principales capas textuales: la de Santa Isabel (1931) y la de Minerva (1945).
El inicio de la contemplación
en Santa Isabel (actual § 2) es, como de ordinario, una exclamación que al Autor le sale del alma, como de golpe, al ponerse en oración. Ese modo de comenzar presupone 234 la previa e implícita consideración del evento contemplado: que Dios ha hecho, a la Virgen, Reina y Señora. Por eso, en la revisión de 1945 agrega el § 1°, para hacer explícito lo presupuesto, es decir, lo ocurrido en el Cielo. El Autor lo expresa con palabras tomadas del capítulo 4 del Cantar de los Cantares, un lugar clásico para comprender a la Virgen María en su relación más profunda con el Señor. Son tres versos: 7, 12 y 8 235. El segundo, Ct 4, 12, en traducción literal, incluye dos imágenes –"huerto cerrado", "fuente sellada"– importantes en la espiritualidad y en la iconografía marianas, que aluden místicamente a la íntima presencia de Dios en la Virgen Santísima 236.
Finalmente, "Ven, serás coronada" 237, la expresión de Ct 7, 8, que tuvo un peso tan fuerte desde la Edad Media en la meditación del 5º Glorioso. Vid infra en apcrít § 1, una nota sobre el tema.
El § 3 es un caso singular en la historia de la redacción. Es uno de los pocos textos, escritos en Santa Isabel, que el Autor tuvo que reelaborar a fondo al preparar la edición de Minerva. Y no de golpe, sino en etapas sucesivas. El estudio de este proceso manifiesta que lo que hizo el Autor fue ilustrar y reforzar el texto de Santa Isabel, cuyo tenor es éste: "Doce estrellas sobre su cabeza. –Vestido de sol. –La luna a sus pies". No hay verbos, ni se nombra al sujeto, no se dice quién es; todo se presupone, como en el § 2. Es la pura contemplación de la maravilla que es la Virgen, mirada, diríamos, de arriba abajo: la cabeza, su vestido, los pies... (secuencia distinta de la de Ap 12,1). Y al reelaborar el 5° misterio en 1945, San Josemaría hizo preceder este texto, sin tocarlo, con palabras tomadas del inicio del mismo versículo: "Una gran señal apareció en el cielo: una mujer ..." 238. A continuación, para enlazar con la referencia a la Trinidad del § 4, agregó: "Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios".
Y aquí está la novedad: el resto del § 3 es posterior. No lo encontramos en los folios reelaborados (Txm 1 y Txm2) No está en el texto que el Autor hizo llegar al equipo de Minerva (Txm3) 239. Lo conocemos, sencillamente, porque se lee en los ejemplares de la 4ª edición. Fue, por tanto, un añadido de última hora, en las últimas pruebas: el Autor no tuvo tiempo ni de apuntar la referencia bíblica, que es Gn 3, 15, el "protoevangelio" 240
3. Por lo demás, la lectura mariológica del texto –"Ipsa conteret caput tuum" que ofrece Santo Rosario tiene fuerte apoyo en la tradición, una gran densidad teológica y ha configurado la piedad, la cultura y el arte cristianos 241. La que es coronada en el Cielo por la Trinidad Santa es la Virgen Inmaculada.
ERES toda hermosa y no hay en ti mancha. –Huerto cerrado eres, hermana mía, Esposa, huerto cerrado, fuente sellada. –Veni: coronaberis 242. –Ven: serás coronada (Cant., 4, 7, 12 y 8).
Si tú y yo 243
hubiéramos tenido poder, la hubiéramos hecho también Reina y Señora de todo lo creado.
Una gran señal 244
apareció en el cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza. –Vestido de sol. –La luna a sus pies (Apoc., 12, 1). María, Virgen sin mancilla, reparó la caída de Eva: y ha pisado, con su planta inmaculada, la cabeza del dragón infernal.(1) Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la coronan como 245 Emperatriz que es del Universo.
Y le rinden pleitesía de vasallos los Ángeles 246..., y los patriarcas y los profetas y los Apóstoles..., y los mártires y los confesores y las vírgenes y todos los santos..., y todos los pecadores y tú y yo.
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Introducción
247
1. En la Iglesia, como hemos visto en IntrodGen, § 8, se usaban, desde tiempos muy antiguos, numerosas estrofas letánicas dirigidas a Cristo, a la Virgen y a los Santos, que, durante la Edad Media, brotaban con espontaneidad y un tanto de anarquía. Lo que hoy en la vida ordinaria de los cristianos llamamos, sencillamente, las letanías del Rosario, o de la Virgen, es la "Letanía lauretana", la joya de la oración letánica, que recibe su nombre de Loreto y su santuario mariano 248. Desde el siglo XVI esta Letanía empezó a asociarse al rezo del Rosario y pasó, poco a poco, a ser la hermosa pieza que clausura su recitación 249. En todo caso, la tradición del Rosario que recibe San Josemaría la incluye de esta manera. Por eso, la redacción de Santa Isabel incluía, tras la meditación de los quince misterios, unas palabras para entrar contemplativamente en el rezo de la letanía que nació en la santa casa de Loreto.
Como siempre, la meditación-contemplación que propone San Josemaría es formalmente sencilla, pero implica un profundo conocimiento de la estructura y el significado espiritual de esta grandiosa serie de invocaciones. De ahí que, para comprender su secuencia oracional y literaria, tengamos que traer a colación la estructura misma de la Letanía lauretana.
2. La frase con la que abre el Autor su breve comentario tiene el estilo típico del "tirón" de 1931: "Estalla
ahora la letanía lauretana". La palabra sobre el "hecho" contemplado –el "¡Ha resucitado!" del 1° Glorioso– ahora es una serena exclamación de entusiasmo. La imagen del "estallido" es certera e, incluso, onomatopéyica, porque la invocación letánica es más breve, rápida, ágil y tajante que las oraciones que componen el resto del Rosario.
Ese estallido de la Letanía, dice el Autor que tiene siempre "esplendor de luz nueva y color y sentido distintos". Es un modo de decir que esas exclamaciones son el lenguaje del amor. Las letanías son realmente muy variadas, aunque siempre con un objeto común: la alabanza a María. Pero San Josemaría sugiere también aquí otro tipo de variedad: el nuevo sentido que el devoto de la Virgen puede darles cada vez que las reza. De hecho, éste es el espíritu contemplativo que propone para todo el Santo Rosario: las Avemarías son las mismas, los misterios son los mismos, las letanías son las mismas, pero el amor verdadero y la verdadera piedad pueden y deben ser nuevos en cada ocasión, como es propio de un corazón enamorado, aunque sea sólo a través de un pequeño matiz, de algún detalle, de una intención renovada 250.
3. Ya vemos que en el pensamiento del Autor, la Letanía de la Virgen, en cuanto incorporada al Rosario, aparece toda como un desarrollo, lleno de entusiasmo y alegría, del clima de los misterios 4° y 5°, que se acaban de contemplar. Es lo mismo, pero con otra música: la Trinidad, Cristo y María en su poder y en su gloria. No olvidemos que, en la contemplación del Autor, los cristianos que rezan y cantan la Letanía de Loreto son los niños que llevan la cola del manto azul de la Virgen (4° Glorioso): somos "tú y yo", el Autor y cada uno de nosotros, que rendimos pleitesía (5° Glorioso).
Por eso, debemos tratar de comprender la "estructura" de la breve contemplación, que el Autor aquí nos ofrece. Ayuda a conseguirlo, notar el contraste de lo añadido en 1945 al comentario de las letanías con el modo ordinario, que bien conocemos, de aumentar texto en los misterios. En las letanías, como muestra el apcrít, la ampliación no precede al texto de Santa Isabel. En la edición de Minerva sigue en primera línea, como § 1, el "estallido" de Santa Isabel. Los añadidos se incrustan ahora en el centro del que era entonces el § 2, que en Santa Isabel tenía este tenor, que compensa transcribir: "Clamores al Señor, a Cristo; peticiones a cada una de las personas divinas, y a la Santísima Trinidad; piropos encendidos a Santa María y el reconocimiento de su reinado...".
Como vemos, lo que quería el Autor en Santa Isabel, con este lenguaje tan sencillo, era hacer al lector consciente de la secuencia teológico-espiritual de la Letanía lauretana: a Cristo Redentor –nos dice– "clamores"; a la Trinidad y a cada una de las Personas divinas, "peticiones"; a Santa María, "piropos" y "el reconocimiento de su reinado". Es precisamente este § 2 de Santa Isabel el que sugiere al Autor los desarrollos de 1945, de que hablamos; y que en sustancia consisten en volver a nombrar, agrupándolos, los "piropos encendidos". Sale así un § 2 más largo de lo normal, pero que muestra al lector la comprensión interna que San Josemaría tenía de la Letanía lauretana. Veámosla.
4. Después de la invocación-petición a Cristo y a la Trinidad, empieza la larga secuencia de invocaciones-peticiones a la Santísima Virgen, comenzando por nombrarla –Sancta Maria– y enunciar su misterio: Sancta Dei Genitrix, Sancta Virgo Virginum. Este núcleo teológico es el que se despliega en las cinco series de invocaciones que la constituyen: la serie de la Maternidad divina, la de la Virginidad, la de las metáforas bíblicas, la de sus modos de intercesión y, finalmente, la de su realeza. El Autor, sin teorizar ni por asomo sobre el tema, lo recoge y lo expresa en la relectura de 1945, separando las series por puntos suspensivos.
La primera serie es el desarrollo contemplativo del Sancta Dei Genitrix: "Madre de Cristo, Madre Inmaculada, Madre del Buen Consejo, Madre del Creador, Madre del Salvador...". La segunda corresponde al Sancta Virgo Virginum y tiene seis invocaciones, de las que el Autor sólo nombra la primera: "Virgen prudentísima...". La tercera, la que procede de metáforas bíblicas, consta de trece alabanzas de una belleza y profundidad extraordinarias. Son los "piropos" por excelencia, de los que el Autor elige estos cinco: "Asiento de la Sabiduría, Rosa mística, Torre de David, Arca de la Alianza, Estrella de la mañana...". La cuarta es un conjunto de miradas agradecidas a los favores y beneficios que nos concede la Virgen. San Josemaría nombra a tres de las cuatro que la integran: "Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, Auxilio de los cristianos...". La quinta y última serie se encuentra ya en el § 3 y, desde Santa Isabel, tiene nombre propio: "el reconocimiento de su reinado...". El desarrollo de 1945 consistió en agrupar las doce invocaciones que comienzan con el Regina Angelorum en el solo nombre "–Regina!
–¡Reina! –".
Finalmente, en ese § 3 el Autor se hace eco de la antífona Sub tuum praesidium, que precede a la oración final, y que el Autor reproduce casi literalmente, parafraseándola, y calificándola teológicamente, en la relectura de 1945, como "el reconocimiento de su Mediación". Introduce de esta forma otro aspecto central de la mariología, presente desde luego en todo el libro, como ya hemos indicado, pero que cobra aquí, al final, significativamente, un papel más explícito y preponderante. En efecto, no podemos olvidar que rezar el Rosario es acudir a la poderosa y especialísima mediación que la Santísima Virgen ejerce, por expreso deseo divino, entre nosotros y la Santísima Trinidad.
Las letanías de la Virgen son un caso eminente de las llamadas letanías de invocación y de alabanza: los "piropos encendidos", de que habla el Autor. El comentario que hace el Autor muestra que, en efecto, son contemplación y júbilo. Por eso, el texto de San Josemaría se reconduce a una sencilla relectura de las letanías mismas. Su contemplación de las letanías es, en realidad, ¡recitarlas!, recitarlas de nuevo, volverlas a rezar y a cantar.
ESTALLA ahora la letanía lauretana 251, siempre con esplendor de luz nueva y color y sentido distintos.
Clamores al Señor, a Cristo 252; peticiones a cada una de las personas divinas, y a la Santísima Trinidad; piropos encendidos a Santa María: Madre de Cristo,Madre Inmaculada, Madre del Buen Consejo, Madre del Creador, Madre del Salvador..., Virgen prudentísima..., Asiento de la Sabiduría, Rosa mística, Torre de David, Arca de la Alianza, Estrella de la mañana..., Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, Auxilio de los cristianos...
Y el reconocimiento 253
de su reinado -Regina! –¡Reina!- y el de su mediación: Sub tuum praesidium confugimus –bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios..., líbranos de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita.
Ruega 254
por nosotros, Reina del Santísimo Rosario, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
« EPÍLOGO »
Introducción
Estas "palabras finales" de Santo Rosario, a las que San Josemaría nunca puso título –son eso: el "epilogo"–, conectan muy directamente, por su estilo y contenido, con las "palabras introductorias", que el Autor, en la edición de Minerva, tituló Al lector. Deben ser estudiadas conjuntamente, pues ambas piezas, intactas en la relectura de 1945, contienen el mensaje metodológico sobre el rezo y meditación del Rosario, que el Autor va a desarrollar –o ya ha desarrollado– en su contemplación de los misterios. Un mensaje que identifica al libro en medio de la gran cantidad de obras sobre el Rosario, de estilos y géneros muy diferentes, que se han escrito en los siglos XIX y XX.
Por otra parte, la historia de la redacción 255 ha puesto de relieve que Santo Rosario es, fundamentalmente, lo que San Josemaría escribió en el presbiterio de Santa Isabel. Los complementos bíblicos, que el Autor agregó catorce años después, dejaron intacto el texto escrito en aquella iglesia madrileña. El Autor, como sabemos, se refería al libro diciendo que un día, al terminar la acción de gracias de la Misa, lo escribió "de un tirón", "en una sentada". Las luces y gracias en la vida de San Josemaría, durante aquellos meses de septiembre - diciembre de 1931, fueron muy abundantes, y muy alta su unión con Dios. No hay que elucubrar mucho para ver que, en aquella "sentada", el "tirón" era de Dios. De ahí, la sencillez y la hermosura, incluso literaria, de la contemplación que se nos propone en aquellas cuartillas.
Es ilustrativa, en este sentido, la lectura de una de esas obras a las que antes aludíamos: El Rosario de nuestra Señora, escrita por Romano Guardini 256, de tan reconocida personalidad en la cultura cristiana del siglo XX. El pequeño libro fue publicado en Würzburg en 1940, pocos años después de las cuartillas de San Josemaría. Hubo mucho esfuerzo, trabajo y meditación hasta llegar al "texto" publicado, como el propio autor explica en su prólogo, fechado en Berlín en febrero de ese año.
"La idea básica de este escrito –dice– surgió hace más de treinta años; desde entonces ha venido acompañándome, durante media vida. A menudo intenté exponerla, pero no lograba conseguirlo, y los bocetos se quedaron sin desarrollar. Este último acabo de terminarlo; pero tampoco sé si está realmente conseguido" 257.
El contraste metodológico, con la "sentada" de San Josemaría, no puede ser más clamoroso. Guardini sigue escribiendo: "Cuanto más vive uno, más claramente ve que las cosas sencillas son las verdaderamente grandes. Por eso son también las más difíciles de dominar. La tarea más elevada de un escrito espiritual debiera ser sin duda hablar de Dios de tal modo que el corazón humano lo entienda de inmediato. Pero, ¿quién puede hacerlo...? El rosario es algo muy sencillo: por eso debiera hablarse de él con la máxima simplicidad. El lector debería tener la sensación de que es tomado de la mano y llevado a un ámbito de vida que desborda serenidad..." 258.
Se diría que estas palabras apuntan a un libro como Santo Rosario. El "ámbito" de que nos habla el teólogo alemán, ¿no es ése en el que hemos visto moverse a los "dos niños amigos" en los misterios contemplados por San Josemaría? Guardini dice que es un ámbito "en el que, con toda seriedad, intimidad y espíritu de acogimiento, le salen al encuentro las máximas figuras de nuestra santa fe". Y agrega, con sencilla humildad: "Para esto no me siento preparado, pero he intentado sugerirlo con ideas. Ojalá que, al menos, sean éstas verdaderas y útiles" 259. Lo son, ciertamente, y profundas. Esa simplicidad, "que el corazón humano entiende de inmediato" y que anhela Guardini, es sin duda una característica del escrito de San Josemaría.
Amigo mío 260: te descubrí un punto mi secreto. A ti, con la ayuda de Dios, te toca descubrir el resto. Anímate. Sé fiel.
Hazte 261
pequeño. El Señor se esconde a los soberbios y manifiesta los tesoros de su gracia a los humildes.
No temas si, al discurrir por tu cuenta, se te escapan afectos y palabras audaces y pueriles. Jesús lo quiere. María te anima. Si rezas el Rosario así, aprenderás a hacer oración buena 262.
Tras el Epílogo, la edición de Minerva y sucesivas ediciones de Rialp incluían este colofón en forma de cruz. Vid IntrodGen, § 4, 4 nt 129. El Autor tenía previsto acabarlo con una de estas dos jaculatorias: "Dignare me laudare te Virgo sacrata" o "Laus Deo Virginique Matri". Eligió la primera.
« MISTERIOS DE LUZ »
Introducción
263
En su Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, del 16 de octubre de 2002, el Papa Juan Pablo II anunció la incorporación al Rosario de cinco nuevos misterios, tomados de la vida pública de Cristo –desde el Bautismo a la Última Cena de nuestro Señor–, con el fin de completar el recorrido orante de la entera vida de Jesús. "Misterios de Luz", así llamó el Papa a esta nueva parte del Rosario, pues "durante la vida pública es cuando el misterio de Cristo se manifiesta de manera especial como misterio de luz: "Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo" (Jn 9, 5)" 264.
Y explicaba el Papa: "En estos misterios contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como, revelador definitivo de Dios. Él es quien, declarado Hijo predilecto del Padre en el Bautismo en el Jordán, anuncia la llegada del Reino, dando testimonio de él con sus obras y proclamando sus exigencias" 265, En esa misma Carta, el Santo Padre declaraba Año del Rosario desde octubre de 2002 a octubre de 2003.
1. Los nuevos misterios del Rosario suscitaron enseguida la cuestión de su posible incorporación en las nuevas ediciones de Santo Rosario 266. Ya al día siguiente de la publicación del documento papal, la Oficina de Dirección Espiritual, refiriéndose a posibles orientaciones en relación con Rosarium Virginis Mariae, 38, preguntó al Prelado si era oportuno preparar un texto para incluir en el libro Santo Rosario, que quedase claramente identificado como "algo añadido". Se trataba de incluir "los cinco misterios de luz, con textos exclusivamente de nuestro Padre", para cada uno de los nuevos misterios, comparables a lo que escribió en Santo Rosario". A la vez, iban llegando al Prelado numerosas sugerencias procedentes de las Regiones del Opus Dei y de personas individuales.
Con todas estas sugerencias sobre la mesa, Mons. Echevarría indicó al Dr. Derville que se estudiara esta cuestión y que se hiciera una propuesta a partir de las ideas recibidas.
2. Se concretaron muy pronto tres criterios para el trabajo: los nuevos textos, comentarios a los misterios de Luz, tenían que entresacarse de otros textos de San Josemaría. Además, la extensión –y en lo posible el estilo– de cada nuevo misterio debía ser semejante al de los misterios escritos por el Autor para Santo Rosario. Y, finalmente, se procuraría, siempre que fuera posible, que hubiera referencias a la Santísima Virgen en todos los misterios. También se vio la conveniencia de pedir a Mons. Echevarría que escribiera una breve Nota
explicando la razón de la nueva incorporación y el camino seguido.
"Entre octubre de 2002 y enero de 2003, se hizo, sin prisa, una primera búsqueda de textos de San Josemaría sobre los misterios de luz". Se buscaban pasajes de las obras de San Josemaría que presentaran una cierta homogeneidad con los textos de Santo Rosario: brevedad, consideración sencilla del misterio, intimidad de estilo; y que fueran, en lo posible, próximos a la redacción de Santo Rosario. Por eso, en esta fase se trabajó especialmente sobre Camino, Surco y Forja, pues estas obras recogen muchos textos procedentes de los Cuadernos que San Josemaría anotaba entonces.
En enero de 2003 presentaron a Mons. Echevarría un dossier sobre el tema, que contenía: la propuesta de los textos para cada misterio, el documento Observación sobre la selección de textos y una minuta de la Nota introductoria del Prelado del Opus Dei 267. Tras estudiar la documentación presentada, Mons. Echevarría, con fecha 9 de enero, pidió al Dr. Derville que se preparara ya un proyecto pormenorizado que pudiera ser el definitivo.
3. Un primer resultado de esta nueva fase fue el aumento del número de textos seleccionados, que llevó a una redacción provisional de los nuevos misterios. Ciertamente, esa composición de textos tiene claras diferencias con la redacción, espontánea y carismática, de las tres series de misterios que constituyen Santo Rosario, pero transmite también incisividad y vibración, y manifiesta el amor de San Josemaría a la Trinidad, a Santa María y a las almas.
Había que resolver un problema: cómo informar al lector de la procedencia de los textos. "Si las notas iban con cada texto, el conjunto se hacía fragmentario. Había de formar una cierta unidad, también poética y de sentido, respetando el estilo de Santo Rosario": más contemplación de niño que "entendimiento". Derville y Villar abogaban por no incluir en el texto las citas de las fuentes, sino documentar al final: "Lo importante era no traicionar el contenido de los pasajes, tal como se desprendía del contexto, y subrayar que era una elección entre muchas posibles: con la Nota introductoria y la mención al final, para cada misterio, de varias fuentes –todas del Evangelio, con comentarios de San Josemaría–, no había ambigüedad".
El 10 de febrero ya estaba listo el nuevo proyecto, con el que se buscaba tanto la presencia de las ideas madres expuestas en la Rosarium Virginis Mariam, como la de los grandes temas teológicos de Santo Rosario (filiación divina, apostolado, conversión, infancia espiritual, mundo, vida ordinaria). Se proponía también que, donde se pudiera, se prepararan nuevas ediciones de Santo Rosario con el Apéndice de los "Misterios de Luz", y se hacían sugerencias sobre el modo de referenciar las fuentes.
Mons. Echevarría aprobó enseguida el proyecto y les entregó la redacción definitiva de su Nota introductoria, que llevaba fecha de 14 de febrero de 2003, y se publicaría, precediendo a los misterios luminosos, en todas las ediciones de Santo Rosario. Su texto los precede también en la nuestra. En el texto de los misterios se habían suprimido los puntos suspensivos y corchetes, con los que se señalaba la abreviación de las citas; la Nota introductoria dejaba claro que los comentarios eran fruto de una composición de varios textos; además, se ofrecían al final las fuentes 268.
Un pequeño apunte acerca de los títulos de los misterios, para terminar. San Josemaría, en la edición de 1945, había dejado a Luis Borobio libertad para elegir los títulos que encajasen mejor con el diseño editorial. "Siguiendo el mismo criterio –escriben los autores de la Nota–, acortamos tres títulos: pusimos "El Bautismo del Señor", sin palabras "en el Jordán"; "Las Bodas de Caná", suprimiendo "La autorrevelación de Cristo"; y "El anuncio del Reino", sin añadir "y la llamada a la conversión"".
4. En marzo, para secundar la intención del Santo Padre y llegar a un número mayor de personas, objetivo del Año del Rosario, se planteó la conveniencia de hacer ediciones más económicas del libro. Para lo cual se sugería imprimir Santo Rosario muy dignamente, pero sin ilustraciones ni color, usando solamente la cantidad necesaria de papel, abreviando quizá el texto El Autor y dejando sólo una nota introductoria. De este modo, podríais reducirse mucho los costes, y encargar grandes tiradas.
El esquema de las futuras ediciones populares estaba terminado y aprobado a principios de abril de 2003. Se proponía, a los distintos países, la publicación de una edición de Santo Rosario, presentada a modo de folleto, sencillo, digno y con un precio económico; se suprimían el apartado Al lector, las Notas introductorias de la 5ª y 12ª edición y las ilustraciones; se mantenía la nota introductoria de octubre de 1968. Como biografía de San Josemaría se indicaba la que aparece en el reverso de la estampa para el fomento de su devoción. Los nuevos misterios –esto es lo que ahora hay que subrayar– ya no estarían en apéndice, sino siguiendo el orden histórico: gozo, luz, dolor, gloria. Y se incluía una breve nota editorial que presentaba los misterios de luz. La sugerencia sobre ediciones populares tuvo como consecuencia que en un año se multiplicase notablemente la difusión del libro.
Estas ediciones populares modificaban, como se ve, la línea seguida en las ediciones de Santo Rosario. Por eso, a su vez, se proponía mantener, en otras ediciones, la forma tradicional del libro, siguiendo los diferentes diseños usados hasta entonces, u otros nuevos. Por otra parte, se contaba con que la presente edición crítico- histórica, ya entonces en gestación, asentaría y fijaría la naturaleza y las características de Santo Rosario.
5. Cuando Juan Pablo II publicó la Carta Apostólica sobre el Rosario, e instituyó los nuevos misterios de Luz, Luis Borobio comenzó, por propia iniciativa, a abocetar dibujos destinados a ilustrar los nuevos misterios, siguiendo el estilo de los realizados en 1945. Con la experiencia reciente de la edición de sus dibujos en la edición polaca, confeccionó las orlas y los dibujos: no hizo el rótulo para cada misterio, pero sí nos dejó, a lápiz, el boceto del rótulo de esta nueva parte del Rosario 269. El resultado lo ofreció a Ediciones Rialp, pero en esas fechas la editorial estaba comprometida con esas otras ediciones populares de gran tirada –sin dibujos–, de las que acabamos de hablar.
No fue, pues, en España donde se editaron, por primera vez, los dibujos de los misterios de luz realizados por Luis Borobio. ¡Fue en Nigeria! 270. A la edición nigeriana siguieron, en 2004, las de Costa Rica y la 6ª portuguesa 271. Esta última apareció con las ilustraciones del Santuario de Torreciudad para los quince misterios tradicionales, pero incluyó los nuevos dibujos de Luis Borobio para los luminosos. En 2005, se publicó la primera edición estonia de Santo Rosario 272, con las ilustraciones de Luis Borobio para los 20 misterios.
Al contemplar los misterios de luz dibujados por Borobio se aprecia una evolución respecto a los dibujos primeros: la composición es más compleja y el trazo más barroco. En la presente edición crítica nos ha parecido lógico que, también ahora, los dibujos de Borobio acompañaran a los textos de San Josemaría seleccionados para los misterios de luz.
6. Para la presentación de los misterios de luz, hemos adoptado un formato similar, no idéntico, al de las otras tres partes, según la edición de Minerva: texto y dibujos. A la presente introducción, que hemos ilustrado con el boceto del rótulo, sigue la "Nota introductoria" del Prelado y el texto de los misterios. Los párrafos del comentario tienen numeración marginal, como los de los otros quince misterios. Y también de modo semejante, con referencia a esos números se sitúa a pie de página la documentación textual.
Agradecen los autores a D. Miguel Arango la idea de disponer dibujos y textos en estos misterios de manera que el lector tenga ante sus ojos, en una doble página, el comentario de cada misterio con el correspondiente dibujo de Borobio.
[Nota introductoria del Prelado del Opus Dei]
273
El Santo Padre Juan Pablo II, en su Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, ha indicado que, por el carácter cristológico de esta devoción mariana, a los quince misterios tradicionales se añadan cinco nuevos misterios, que ha llamado "misterios de luz".
Comentarios a estos misterios no figuraban en el libro Santo Rosario, redactado en 1931, pero San Josemaría, a lo largo de toda su vida, los contempló y predicó con amor, como cada paso del Evangelio. Para facilitar a los lectores la meditación completa del Santo Rosario, se han tomado de los escritos del Fundador del Opus Dei algunos textos, entre muchos posibles, y se han reunido en este apéndice.
Seremos fieles al espíritu del autor de Santo Rosario si, cada vez que recemos los misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria, nos unimos a las intenciones del sucesor de Pedro, Obispo de Roma. Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!
Roma, 14 de febrero de 2003.
+ Javier Echevarría
Prelado del Opus Dei
1. El Bautismo del Señor
Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea, para ser bautizado por Juan [...]. Y una voz desde los cielos dijo: –Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido (Mt 3, 13.17)274.
En el Bautismo, Nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo 275.
La fuerza y el poder de Dios iluminan la faz de la tierra. 276.
¡Haremos que arda el mundo, en las llamas del fuego que viniste a traer a la tierra! ... Y la luz de tu verdad, Jesús nuestro, iluminará las inteligencias, en un día sin fin.277.
Yo te oigo clamar, Rey mío, con voz viva, que aún vibra: ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur?1 –Y contesto –todo yo– con mis sentidos y mis potencias: ecce ego: quia vocasti me!2
El Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble, por medio del Bautismo: eres hijo de Dios 278.
Niño: ¿no te enciendes en deseos de hacer que todos le amen?279
2. Las bodas de Caná
Entre tantos invitados de una de esas ruidosas bodas campesinas, a las que acuden personas de varios poblados, María advierte que falta el vino (cfr. Jn 2, 3). Se da cuenta Ella sola, y en seguida. ¡Qué familiares nos resultan las escenas de la vida de Cristo! Porque la grandeza de Dios convive con lo ordinario, con lo corriente. Es propio de una mujer, y de un ama de casa atenta, advertir un descuido, estar en esos detalles pequeños que hacen agradable la existencia humana: y así actuó María 280.
–Haced lo que Él os diga (Jn 2, 5) 281.
Implete hydrias, (Jn 2, 7), llenad las vasijas, y el milagro viene. Así, con esa sencillez. Todo ordinario. Aquellos cumplían su oficio. El agua estaba al alcance de la mano. Y es la primera manifestación de la Divinidad del Señor. Lo más vulgar se convierte en extraordinario, en sobrenatural, cuando tenemos la buena voluntad de atender a lo que Dios nos pide 282.
Quiero, Señor, abandonar el cuidado de todo lo mío en tus manos generosas. Nuestra Madre –¡tu Madre!– a estas horas, como en Caná, ha hecho sonar en tus oídos: ¡no tienen!... 283
Si nuestra fe es débil, acudamos a María. Por el milagro de las bodas de Caná, que Cristo realizó a ruegos de su Madre, creyeron en El sus discípulos (Jn 2, 11). Nuestra Madre intercede siempre ante su Hijo para que nos atienda y se nos muestre, de tal modo que podamos confesar: Tú eres el Hijo de Dios 284.
–¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora mía, María Santísima, ¡haz qe yo crea!285
3. El anuncio del Reino de Dios
–El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1, 15)286.
Toda la muchedumbre iba hacia El, y les enseñaba (Mc 2, 13) 287.
Jesús ve aquellas barcas en la orilla y se sube a una. ¡Con qué naturalidad se mete Jesús en la barca de cada uno de nosotros! 288
Cuando te acerques al Señor, piensa que está siempre muy cerca de ti, en ti: regnum Dei intra vos est
(Lc 17, 21). Lo encontrarás en tu corazón 289.
Cristo debe reinar, antes que nada, en nuestra alma. Para que El reine en mí, necesito su gracia abundante: únicamente así hasta el último latido, hasta la última respiración, hasta la mirada menos intensa, hasta la palabra más corriente, hasta la sensación más elemental se traducirán en un hosanna a mi Cristo Rey 290.
Duc in altum. –¡Mar adentro! –Rechaza el pesimismo que te hace cobarde. Et laxate retia vestra in capturara –y echa tus redes para pescar 291.
Debemos confiar en esas palabras del Señor: meterse en la barca, empuñar los remos, izar las velas, y lanzarse a ese mar del mundo que Cristo nos entrega como heredad 292.
–Et regni ejus non erit finis. – ¡Su Reino no tendrá fin! 293
¿No te da alegría trabajar por un reinado así? 294
4. La Transfiguración del Señor
Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz (Mt 17, 2). 295
¡Jesús: verte, hablarte! ¡Permanecer así, contemplándote, abismado en la inmensidad de tu hermosura y no cesar nunca, nunca, en esa contemplación! ¡Oh. Cristo, quién te viera! ¡Quién te viera para quedar herido de amor a Ti! 296
Y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien me complazco; escuchadle (Mt 17, 5) 297.
Señor nuestro, aquí nos tienes dispuestos a escuchar cuanto quieras decirnos. Háblanos, estamos atentos a tu voz. Que tu conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad para que se lance fervorosamente a obedecerte 298.
Vultum tuum, Domine, requiram (Sal 26, 8), buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no como en un espejo, y bajo imágenes oscuras... sino cara a cara (1Co 13, 12). Sí, mi corazón está sediento de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo vendré y veré la faz de Dios? (Sal 41, 3) 299.
Y al alzar sus ojos no vieron a nadie: sólo a Jesús (Mt 17, 8) 300.
5. La institución de la Eucaristía
La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin
(Jn 13, 1) 301.
Se hacía noche en el mundo, porque los viejos ritos, los antiguos signos de la misericordia infinita de Dios con la humanidad iban a realizarse plenamente, abriendo el camino a un verdadero amanecer: la nueva Pascua. La Eucaristía fue instituida durante la noche, preparando de antemano la mañana de la Resurrección 302.
Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti 303.
–Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú.
–Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas –¡muchas!– sigan igual camino.
Niño bueno: los amadores de la tierra ¡cómo besan las flores, la carta, el recuerdo del que aman!... 304
–Y tú, ¿podrás olvidarte alguna vez de que le tienes siempre a tu lado... ¡a Él!? –¿Te olvidarás... de que le puedes comer?
–¡Señor, que no vuelva a volar pegado a la tierra!, ¡que esté siempre iluminado por los rayos del divino Sol –Cristo– en la Eucaristía!, ¡que mi vuelo no se interrumpa hasta hallar el descanso de tu Corazón! 305
Notas
1 Eran dos grandes amigos de San Josemaría: Morcillo sería Arzobispo de Zaragoza, y Presidente de la Conferencia Episcopal; y Bueno Monreal, Cardenal Arzobispo de Sevilla.
2 StR4 StR10 ||| tiempos StR10 rel] días –¡Lepanto!– StR4 rel || en nuestra lucha interior, y para ayudar a todas las almas. StR10 rel] a los enemigos de la Santa Iglesia Romana y de la Patria. StR4 rel
"arma poderosa" –Tema y expresión muy constante en el lenguaje de San Josemaría: "Estoy muy contento con las noticias que me llegan de la labor que hacéis en esa queridísima tierra catalana. No dejes de insistir en tu predicación sobre la devoción filial a nuestra Madre Santísima: el Rosario sigue siendo arma poderosa" (Carta de San Josemaría a Justo Martí Gilabert, Roma 14-VI-1971; AGP, serie A.3-4, leg 300, carp 1).
3 StR4 StR10 ||| Ensalza con tu lengua a Santa María: StR10 rel] Desagravia al Señor, ensalza con tu lengua a su Madre: StR4 rel || te pide el Señor StR10 rel] pide tu Dios StR4 rel || de tu boca. StR10 rel] de tu boca, porque / –y son palabras del Soberano Pontífice, / a su Guardia Noble, / el último día del año 1944/"la hostilidad de los enemigos de Cristo y de la Iglesia tuvo en todo tiempo a su servicio no solamente las críticas malévolas y los asaltos vehementes, sino principalmente las calumnias venenosas, las insinuaciones cautas y los rumores vagos y anónimos, hábilmente difundidos, que no pocas veces sorprenden la buena fe, incluso de algunos cristianos ignorantes o crédulos". / Saeta que hiere es la lengua de ellos, / dice Jeremías (9, 8). StR4 rel
4 StR4 StR10 ||| sembrar / en todo el mundo la paz y la alegría StR1O rel] curar esas heridas StR4 rel
5 StR4 StR 10 ||| Roma, octubre de 1968 StR10 rel] En el Santuario de Fátima, día 6 de febrero de 1945 StR4 rel
6 Vid sobre el tema IntrodGen, § 5, 2.
7 Al lector StR4 ||| Al lector StR4 rel] En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo y de Santa María Msa Txv StR1 | Santo Rosario StR3
8 Msa ||| No se escriben estas líneas para mujercillas. StR1 rel] Estas cuartillas no se escriben para beatas; Msa Txv || Se escriben para hombres (...) hombres StR4 rel] se escriben para hombres (...) hombres Msa rel || Dame (...) mi alma StR1 rel || Ps. CXLII,8 StR4 rel] Ps. CXLII,10 StR1StR3
"mujercillas" –El Autor, en su autógrafo, había escrito "beatas". La "beata" era el arquetipo de la sociología católica que rechazaba el Autor. Al hacer la primera edición en 1934, no debió estimar oportuna la palabra y la cambió. "Mujercilla: Mujer de poca estimación y porte", dice el DRAE en su edición de 1925. Cambia la palabra, pero nos parece que la idea sigue siendo la misma: la beatería resta "estimación y porte" a la persona. El panorama de "vida de infancia" en torno a María y a Jesús, que el Autor va a proponer, no es para gente de escaso horizonte y de baja cultura cristiana. ¿Capta bien la idea la versión alemana cuando traduce por "alte Mütterchen"?
9 Msa ||| secreto que StR1 rel] secreto, que Msa Txv || de ese camino StR1 rel] del camino Msa Txv
10 Msa ||| mío: si StR4 rel] mío, si Msa rel
11 Msa |||
12 Msa ||| preciso para StR3 rel] preciso, para Msa rel
13 Msa ||| El principio del camino StR1 rel ] El principio del Camino Msa Txv
"El principio del camino" –Todas las ediciones, siguiendo al original, han puesto en cursiva esta expresión. Pero en el apcrít hemos indicado el modo en que el Autor quiso expresar el mensaje en las cuartillas de Santa Isabel: escribiendo las palabras con mayor tamaño e intensidad y poniendo, debajo, doble subrayado. Así quería comunicar a los lectores lo que el amor a la Virgen Santísima es en la vida del cristiano. En Msa esta expresión del § 7 se complementa con idéntico subrayado doble en esta otra palabra del § 8: "bien", que hemos retenido como lectio auténtica. El Autor, en Msa, escribió "principio del Camino", con mayúscula; sin duda, para señalar a Cristo, al que la Virgen Santísima nos lleva. El Autor nos dice que en esa dinámica se inserta el Rosario, cuando se reza bien.
14 Msa ||| –¿Quieres StR1 rel] ¿Quieres Msa Txv || –¿Cómo? Msa Txv StR1] ¿Cómo? StR3 rel || –Rezando StR1 rel] Rezando Msa Txv || bien Msa rel] bien StR4 rel
15 Msa ||| decimos siempre Msa add rel] siempre se dice Msa del || ¿Y no se dicen Txv StR3 rel] -¿Y no se dicen Msa StR1 || ¿Acaso no StR1 rel]–¿Acaso no Msa Txv || Rosario StR3 rel] rosario Msa StR1 || porque en StR1 rel] porque, en Msa Txv || estos misterios StR1 rel] esos misterios Msa Txv
"¿Siempre lo mismo?" -Será éste un tema permanente en la predicación de San Josemaría sobre la oración: "Plan de vida: ¿monotonía? Los mimos de la madre, ¿monótonos? ¿No se dicen siempre lo mismo los que se aman? –El que ama está en el detalle" (EjEsp, Plática "Perfección en las cosas pequeñas", Vitoria 22-VIII-1938; guión 107; AGP, serie A.3, leg 186, carp 2). "sonidos como animal" -"oración vocal de prisa = ruido, golpeteo de latas" (Cuadernillo-agenda 2° de Burgos, hoja suelta 2; en AGP, serie A.3, leg 176, carp 2, exp 1). Es el mensaje del punto 85 de Camino: "Despacio. –Mira qué dices, quién lo dice y a quién. –Porque ese hablar de prisa, sin lugar para la consideración, es ruido, golpeteo de latas. / Y te diré con Santa Teresa, que no lo llamo oración, aunque mucho menees los labios" (Vid en Camino ed crít-hist, comentario a este punto, pgs 296-297).
"Además, mira" –A este tema dedicará años después la Nota a la 12ªedición española: tres o cuatro segundos de meditación antes de comenzar a recitar el misterio. Vid supra texto de la Nota.
"contemplar" –El Autor sabe que hay muchos, incluso entre los jóvenes en los que pensaba mientras escribía en Santa Isabel, que rezan el Rosario y conocen el contenido de los misterios. Pero ¿los han contemplado alguna vez? Contemplación del misterio de Cristo en los misterios del Rosario... Éste es el eje del pequeño folleto que se forjó en la acción de gracias de aquella Eucaristía. A eso va, párrafo tras párrafo, este pequeño libro. En Msa y en Txv estas dos palabras van en mayúsculas: CONTEMPLAR, CONTEMPLADO.
16 Msa ||| conmigo y StR3 rel] conmigo, que soy un nene también, y Msa rel || José. StR1 rel] José... Msa Txv
17 Msa ||| contemplaremos StR3 rel ] contemplaremos Msa rel || Cristo Jesús Txv rel ] Cristo-Jesús Msa
18 manuscrito del Autor: AGP serie A, leg 325, carp 3, doc 9.
19 querido lector add autogr interlin || práctico add autogr interlin || Padrenuestro ] Padre nuestro autogr || Avemarías] Avemarías autogr
20 [Mgz] Misterios Gozosos StR4 |||
En los años cincuenta del pasado siglo, San Josemaría comenzó a referirse a la Sagrada Familia de Nazaret con la expresión "trinidad de la tierra", que nos guía hacia la "Trinidad del Cielo", la Santísima Trinidad. Un texto autógrafo de esas fechas: "Con la piedad, mi devoción a la trinidad de la tierra y a la Trinidad del cielo, estaré siempre, no entre el cielo y la tierra, sino en la tierra y en el cielo, simultáneamente" (AGP, serie A.3, leg 184, carp 3, exp 1, ficha I-65).
21 La Virgen del Pilar, pg 100.
22 Vid supra IntrodGen, § 1, 2.
23 Vid ibídem, § 10.
24 "La Maternidad divina de María es la raíz de todas las perfecciones y privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida inmaculada y está llena de gracia, es siempre virgen, subió en cuerpo y alma a los cielos, ha sido coronada como Reina de la creación entera, por encima de los ángeles y de los santos. Más que Ella, sólo Dios. La Santísima Virgen, por ser Madre de Dios, posee una dignidad en cierto modo infinita, del bien infinito que es Dios (S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I , q 25, a 6). No hay peligro de exagerar. Nunca profundizaremos bastante en este misterio inefable; nunca podremos agradecer suficientemente a Nuestra Madre esta familiaridad que nos ha dado con la Trinidad Beatísima" (Amigos de Dios, 276).
25 Vid Laurentino Mª HERRÁN, "La devoción a San José en la vida y enseñanzas de Mons. Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (1902-1975)", en Estudios Josefinos 34 (1980) 147-189.
26 [1° Mgz] StR4 ||| La Anunciación StR4 rel] La Encarnación Msa rel
27 El cambio del título del misterio (La Encarnación pasa a ser La Anunciación) carece de intencionalidad teológica. Fue, como sabemos, cosa de Borobio, el dibujante del rótulo en la 4ª edición, ciertamente aprobado por el Autor. Pero el cambio parece providencial, porque encamina al lector hacia la contemplación de lo "anunciado", la Encarnación del Hijo de Dios, eje de la meditación contemplativa en estos cinco misterios gozosos. "Y después que este celestial embajador la saludó con toda reverencia, y le propuso la embajada que de parte de Dios le traía, y le declaró de la manera que se había de obrar aquel misterio, que no había de ser por obra de varón, sino por Espíritu Santo; luego la Virgen con humildes palabras, y devota obediencia consintió a la embajada celestial; y en ese punto el Verbo de Dios omnipotente descendió en sus entrañas virginales, y fue hecho hombre: para que, de esta manera, haciéndose Dios hombre, viniese el hombre a hacerse Dios" (Fray Luis de GRANADA, Memorial, pg 172).
28 Encanto, en DRAE, ed 1925.
29 "¡Da pronto tu respuesta! ¡Responde presto al ángel! [...] ¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. [...] En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción [...] Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Creador" (Sermones, I , In laudibus Virginis Matris. Homilia 4, 8; en SANCTI BERNARDI OPERA, vol IV, pgs 53-54).
30 "Antonio VILARNOVO, "Santo Rosario: escena y contemplación en el discurso", en Miguel Ángel GARRIDO (ed.), La obra literaria de Josemaría Escrivá, Eunsa, Pamplona 2002, pgs 87-137.5
31 Ibídem, pg 96.
32 Msa ||| nombre, María Msa rel] nombre María StR3 Txm2
"el dulce nombre" - "Y el nombre de la virgen era María". Desde la hermosa expresión de San Lucas (1, 27), el nombre de María está en la boca de los cristianos. La Iglesia, que instituyó la fiesta del Santo Nombre de Jesús en la octava de la Navidad, ha querido situar también unos días después de la Natividad de nuestra Señora (8 de septiembre), la fiesta del Santo Nombre de María (12 de septiembre), popularmente "El dulce nombre de María". En 1513 la Santa Sede concedió a España celebrar esta fiesta, y en 1683 Inocencio XI la extendió a la Iglesia universal. En el calendario litúrgico actual es una memoria libre. Las expresiones del Autor en este § 1, recogen la tradición de la piedad y de la Liturgia: "Oh, dulcis Virgo Maria!".
33 Msa ||| –Yo ahora StR1 rel] Yo ahora Msa Txv || Me escondo Msa Txv StR3 rel] –Me escondo StR1
"contemplo la escena". –Antigua y amplísima tradición (en la literatura y el arte cristianos) que representa a la Virgen orando, en el momento en que Dios envía a San Gabriel a transmitirle el decisivo mensaje. San Lucas no lo dice, pero tampoco habla de otras posibilidades, como ocurre con las apariciones a San José, de las que nos dice San Mateo que fueron en sueños (Mt 1, 20; 2, 13.19.22). De ordinario, se piensa en la oración de María meditando la Escritura Santa. –La expresión "recogida en oración", del § 1, dice mucho a la luz de la doctrina teológico-espiritual sobre el recogimiento, presente en toda la tradición cristiana, y particularmente en el Siglo de Oro español, tan bien conocido por San Josemaría. Yendo sólo a lo más básico de esa doctrina, la actitud recogida del que ora (actitud exterior, pero sobre todo interior) es la disposición más importante para "oír" la palabra de Dios y, por tanto, para que haya verdadero diálogo en la oración y dejar que el Señor lleve la iniciativa.
La Virgen María aparece así, también en esto, como la mejor maestra de oración; y, al mismo tiempo, se nos muestra cómo ella –gracias a esa orante lectio divina que recoge el arte cristiano– estaba en las mejores condiciones para captar el trascendental mensaje de Dios, aceptarlo, profundizar en su riqueza, y responder de la manera que Dios mismo esperaba.
34 Msa ||| Quomodo Msa Txv Tx n2StR13 rel ] ¿Quomodo StR1StR3 StR4 rel || cognosco? –¿De qué modo se hará esto si no conozco varón? (Luc., 1, 34) StR1 rel] cognosco? Msa Txv]
"Quomodo fiet istud..." Junto al "fiat", San Josemaría se detiene también a contemplar la pregunta que hace la Virgen; en cambio, no lo hace sobre la "exégesis" del texto, que presupone. El Autor "escucha" a María y "entiende" sus palabras, que le hacen saltar de manera inmediata a su propia existencia. La consecuencia para la vida espiritual es clara y viene enseguida presentada al lector: "La voz de nuestra Madre agolpa en mi memoria...". Son los §§ 4 y 5. –Es interesante notar cómo estas consecuencias vitales y prácticas se forjan desde una profunda teología, es decir, desde la meditación de ese misterio de fe que es la Virginidad de María, desposada con José. Guiados por el Autor, escuchamos de nuevo, con un convencimiento firme de fe, el "encanto" de las palabras virginales, y la mirada de amor se traduce en "propósitos". Una observación en este contexto: a lo largo de sus escritos y de su predicación. San Josemaría glosa muchas virtudes marianas, y propone a María como modelo para todo cristiano de esas mismas virtudes. La castidad, la pureza, es una de las más frecuentes. Pues bien, se hace muy difícil aislar la doctrina ascética de San Josemaría sobre esta virtud, de su contemplación de la figura virginal, esponsal y materna de María.
35 Msa ||| hombres..., las Msa rel] hombres... las Txm2
"por contraste" –Un rasgo característico de la forma que tiene San Josemaría de contemplar-meditar los misterios del Rosario, y las escenas evangélicas en general, es esta aplicación práctica del contraste (la pureza de María frente a nuestra impureza, en este caso). Es un recurso, frecuente en la predicación cristiana desde la antigüedad, que, al situarlo nuestro autor en el clima de "ser un personaje más" en la escena, se hace más luminoso y personal, más fácilmente traducible en decisiones personales de lucha: de ahí el uso de las exclamaciones: "¡qué propósitos!".
36 Msa ||| ¡Qué StR4 rel] ¡qué Msa rel
37 Msa ||| tuum. –Hágase en mí según tu palabra (Luc., 1, 38). StR1 rel] tuum. Msa Txv || encanto Msa add rel] embrujo Msa del || estas Msa del Txv rel] esas Msa add
38 Msa ||| "la primera decena" –La contemplación que el Autor describe en Santo Rosario, aunque se lea antes de comenzar la "decena", está concebida como clima y ambiente de la decena misma.
"antes que mortal alguno" –Ya hemos hablado de esta frase en Introd, 1. Pero nótese ahora su sentido literal, es decir, léase en el contexto de los dos niños que "contemplan" la escena y "rezan" el primer misterio in situ! Siendo esto así, el autor-niño puede decir "¡Jesús, te amo! Antes que mortal alguno". Por tanto, el primero en la historia: locuras y audacias de los niños.
Y cuánto Amor y cuánto deseo de amar.
39[2° Mgz] Msa StR4 ||| Visitación StR4 rel] La Visitación Msa rel || Nuestra Señora StR4 rel] N. Señora Msa Txv | Ntra. Señora StR1StR3 || Señora StR4 rel] Señora a su prima Sta. Isabel Msa rel
40 Ain Karen o Ain Karem (=Fuente del Viñedo) es un pueblecito situado al oeste de Jerusalén, a unos seis kilómetros de la Puerta de Jafa. Este es el lugar en que la tradición ha situado el hogar de Zacarías e Isabel. Actualmente, en el lugar hay una hermosa iglesia dedicada a la Visitación de Nuestra Señora, en cuyo atrio está el texto del Magníficat en cincuenta idiomas.
41 En la frase de Msa, desaconsejada por el P. Sánchez Ruiz, la presencia de José se introduce de este modo: "soy... el borrico de la caravana. José, suavemente, tira de mí".
42 René LAURENTIN, Les Evangiles de l'Enfance du Christ: vérité de Noel au-delà des mythes. Exégèse a sémiotique, historicité a théologie, prefacio de Joseph RATZINGER, Desclée de Brouwer, Paris 1982, pgs 319-323.
43 Ignace de LA POITERIE, María en el misterio de la Alianza, BAC 533, Madrid 1993, pgs 67-98.
44 "Las fórmulas paralelas de la estructura de la perícopa muestran con toda claridad que, según Mateo, José estaba sin duda al corriente de todo. Es éste el único punto que interesa aquí al evangelista, y que incluso revestirá a sus ojos una gran importancia. Es inútil que nos preguntemos cómo y cuándo tomó José conocimiento del hecho y a través de quién llegó a conocerlo, aun cuando éstas sean cuestiones legítimas para el historiador. Pero la tarea esencial del exegeta es penetrar lo más posible en la perspectiva singular y en la problemática del autor [el evangelista]" (LA POTTERIE, María en el misterio, pg 83). Vid también José Miguel FERREIRA-MARTINS, "O segredo de Maria", en Humanistica e Teologia, 26 (2005) 189-211.
45 Orígenes, Eusebio de Cesarea, San Efrén, San Basilio y Teofilacto. En Occidente, diversos medievales y, en la cumbre, San Bernardo, "el último de los Padres" y, después, Santo Tomás de Aquino.
46 LA POTTERIE, María en el misterio, pg 85.
47 Es el momento de traer a colación esta frase del punto 653 de Camino, en apariencia contradictoria: "¡Qué ejemplo de discreción nos da la Madre de Dios! Ni a San José comunica el misterio" (el tema se repite en Surco, 647). La Virgen, guiada por el Señor, sabe que hay tiempos de callar y tiempos de hablar: tempus tacendi et tempus loquendi (Qo 3, 7). En María hay dos momentos: guardó silencio hasta que el Señor la llevó finalmente a hablar a José del misterio.
48 Vid Ignacio ORTIZ DE URBINA, "San Giuseppe nella Patrologia siria", en Estudios josefinos, Actas del Simposio Internacional sobre San José en los primeros siglos de la Iglesia, Valladolid 1971, pg 153.
49 Jean GERSON, Josephina, pgs 120-158. "Était-elle seule dans ce voyage? Je ne puis le croire; et quoique l'Évangile garde silence sur ce point, j'ose affirmer que Joseph était lá" (pg 120). – Josephina, plural neutro del adjetivo josephinus = relatos josefinos, cosas sobre San José.
50 "Su obra principal es la Subida al Monte Sión (Sevilla 1535), refundida y, con la tercera parte, que trata de la contemplación, completamente cambiada en la edición de 1538 (reimpresa en Sevilla 1542, Valencia 1590, Alcalá 1617). Junto a esta obra se editó siempre el tratadito Josephina, sobre las glorias y patrocinio de San José, que tanto influyó en Santa Teresa" (Pedro de Alcántara MARTÍNEZ, OFM, voz "Bernardino de Laredo", en GER, IV, pgs 96-97). La Subida es uno de los escritos más representativos de la corriente denominada Mística del recogimiento, en los inicios del Siglo de Oro español, y fue muy leído por San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, una de las más grandes difusoras de la devoción a San José en la historia de la Iglesia. Así comienza el tema del viaje a las montañas: "Se debe notar que si no está escrito que su santísimo esposo en este camino la acompañó, ni tampoco se escribió alguna razón ni punto que nos impida pensar que fueron juntos los dos, antes no cabe en buen seso, ni en reverencia del santo, ni a la Virgen sacratísima se le aumenta reverenda honestidad, pensar que él no fue con ella" (§ 12, pg 34 de la edición de Josephina citada en nota siguiente).
51 En los años setenta del pasado siglo, el Autor de Santo Rosario tuvo interés en volver a leer el citado opúsculo de Bernardino de Laredo, que no era fácil de encontrar. El conocido josefólogo español Laurentino Mª Herrán (1920-2005) le hizo llegar una fotocopia (el texto figuraba como apéndice de la edición de Sevilla de 1538). San Josemaría leyó el texto de Laredo con gran alegría y devoción. El Dr. Federico Delclaux, mariólogo, al que debemos ésta y otras informaciones sobre el tema, editó, poco después de la muerte de San Josemaría, este pequeño tratado en la colección por él dirigida en Rialp: BERNARDINO DE LAREDO, Tratado de San José, edición a cargo de Federico DELCLAUX, Rialp Facsímiles, Madrid 1977, 80 pgs.
52 Vid LAREDO, Tratado de San José, § 12, pg 34; Joaquín FERRER ARELLANO, San José Nuestro Padre y Señor, Madrid 2007, pgs 75-85 y 120-124.
53¿Regresó José a su trabajo en Nazaret, cuando María decidió quedarse en casa de Isabel hasta el nacimiento del Bautista? Parece lo más natural.
54 Puede consultarse a través de la web del fotógrafo Oronoz, en Internet: www.oronoz.com.
Vid también sobre el tema J. L. RODRÍGUEZ, "Iconografía josefina en el gótico español", en Estudios josefinos, Actas del Simposio Internacional sobre San José en los primeros siglos de la Iglesia, Valladolid 1971, pgs 755 ss.
55 Obra del gran escultor valenciano Damián Forment (1480-1540), se encuentra en la predela del retablo de la Basílica del Pilar. El retablo estaba muy apagado y sucio en aquella época y apenas era contemplado; sólo se ha descubierto su belleza después de la reciente restauración.
56 Catequesis en América II, 1974, pg 198 (AGP, Biblioteca, PO4).
57 Apuntes tomados de una tertulia en el Colegio Tabancura (Santiago de Chile), el 2-VII‑ 1974; Catequesis en América 2, 1974-II, pg 100 (AGP, Biblioteca, PO4).
58 Msa StR ||| Acompaña con gozo a José y a Santa María... StR! rel] Acompaña a José y a Santa María... Msa2 Txv | Cuidado: no te cedo el honor: soy... el borrico de la caravana. José, suavemente, tira de mí. Mis espaldas tiemblan de gozo: ¡sirvo de trono a la Madre de Dios! Msa1. El P. Sánchez Ruiz puso este texto entre paréntesis y anotó interlineado: Esto para V. solo || ... y escucharás tradiciones Txm1add rel] Y sabrás las tradiciones StR1StR3 Txm1 del | ... y sabrás todos los secretos Msa2 Txv( Y me entero de todos los secretos: Msa1
"ya habrás aprendido a manejarte" –El autor liga claramente este misterio con el anterior, en el fondo y en la forma, y lo presenta como un paso más en el itinerario pedagógico del espíritu contemplativo que quiere ir inculcando en el lector. La ambientación, por lo demás, sigue siendo marcadamente "gozosa" y propia de la vida de infancia ("niño amigo").
59 Msa StR1 ||| Oirás Msa2 Txv rel] oigo Msa1 || te enternecerás Msa2 Txv rel] me enternezco Msa1 || latirá... nombren Msa2 Txv rel] late fuertemente mi corazonazo de borrico cada vez que nombran Msal. Una nota del P V Sánchez Ruiz sugiere sustituir corazonazo por corazón || Niño Msa1 Txv Txm1add rel] niño StR1StR3 Txm1 del
"Oirás hablar de Isabel y de Zacarías" –Indudablemente, el Autor, en este segundo párrafo, sitúa al lector en el viaje "de ida" a las montañas: se va hablando de las personas que van a conocer.
Los §§ 1 y 2, como se ve en la crítica textual, fueron reelaborados por el Autor a partir de las sugerencias del P. Sánchez Ruiz: suprimió la frase que éste le indicó, en la que el Autor-niño habla al "niño amigo" en primera persona, diciéndole: soy el borrico de la caravana..., sirvo de trono a la Madre de Dios.... Pero esta supresión implicaba también un cambio redaccional en la frase siguiente, en la que el Autor seguía hablando de sus vivencias como borrico: oigo..., me enternezco..., late mi corazón... En la redacción definitiva desaparece el borrico, y todo pasa a ser exhortación (en futuro) al niño amigo: oirás, etc. –En el dorso de la hoja 4 de Msa puede verse, en autógrafo del Autor, el esquema de esta nueva redacción: "Acompaña a José y a Santa María.... Y sabrás todos los secretos.... oirás hablar...., te enternecerás.... y latirá....". –Con estas expresiones, el Autor ayuda al lector, de manera íntima y sencilla, no sólo a meterse en la escena, sino a comprometerse desde lo más íntimo y a reaccionar personalmente ante lo que ve y oye. Las referencias personales a Isabel y Zacarías, junto a María, José y el Niño, ayudan a presentar el misterio de forma más viva, entrañable y familiar. La reelaboración está muy conseguida, precisamente por el subrayado dialógico que encuentra como alternativa. Pero es evidente que el texto impreso pierde, respecto al manuscrito original, la fuerza espiritual y teológica que, en la vivencia espiritual de San Josemaría, tiene la consideración del borrico. Vid lo que se dice a propósito de San Josemaría y el borrico en IntrodGen, § 10, 3, b.
60 Txm1 |||
"Caminamos apresuradamente" –Ahora es la prisa, la solicitud cariñosa de María por su prima, la que se "contagia" al autor y al lector, involucrándoles una vez más en todos los recovecos del misterio contemplado. "Apresuradamente": la expresión parece el eco operativo, durante el viaje, de la preparación, que fue cum festinatione (Lc 1, 39).
61 Msa Txm l ||| –Es la casa donde va a nacer Juan Txm1add] Es la casa del padre de Juan Txm1add del Es la casa de Zacarías, padre de Juan Txm1 del || el Bautista Txm1 rel] el Bautista (Precursor?) Txm1add del || –Isabel StR1 rel] Isabel Msa Txv Redentor: ¡Bendita tú ... visitarme? (Luc., 1, 42 y 43). Txm1 rel] Redentor. Msa Txv
"Es la casa donde va a nacer Juan". No "la casa del padre de Juan". Interesantes estos sucesivos cambios que el Autor hace sobre Txm1, que nos ofrece la crítica textual. La intencionalidad es clara: pasar de Zacarías a Juan, y acentuar así la importancia de la figura de Juan frente a su padre; es decir, que el lector se acerque más al Precursor y, por tanto, al mismo Jesús, al centro del Misterio redentor.
"aclama, agradecida". Las dos frases que siguen en el § 4 son adición de 1945, como se ve en el apcrít, y ayudan a comprender el sentido de la adición. En 1931 basta a San Josemaría referirse a la aclamación de Isabel, para suscitar la oración contemplativa. En 1945 se da cuenta de que debe transcribirla.
62 Msa ||| (Luc., 1, 41) Txm1 rel || El guionado es de StR1||| 1Lc 1, 46-55
"nonnato" – El DRAE sólo reconoce el término "nonato". Sin embargo, la forma "nonnato", más próxima al original latino, era y es de circulación normal en la literatura (J. M. Valverde, hablando en 1971 de un texto de Azorín: "un libro nonnato") y en el lenguaje jurídico (Enciclopedia Jurídica Española, 1923). San Josemaría, como vemos, lo utiliza en su sentido jurídico: el ser humano todavía en el vientre de su madre.
"humildad de María" –La humildad es la actitud de María que siempre ha destacado la tradición ante el misterio del Verbo en su seno, y así ocurre también en el comentario de Santo Rosario. La estructura de este § 5 presenta la humildad de María brotando de la contemplación de los efectos maravillosos que, en Juan y en Isabel, tiene su presencia, portadora del Hijo...
Así, la humildad de María, por contraste, provoca la "promesa" de ser humildes que hacen los dos niños amigos. –La expresión de esa humildad de María, como dice San Lucas y subraya San Josemaría, es el texto del Magníficat, el célebre himno que entonó en Ain Karem aquella joven de Nazaret. Con palabras llenas de humildad, ciertamente, pero no "humildicas", sino pregoneras de la fuerza y la grandeza de Dios, María nos ofrece la clave de la economía de la Redención. El Magníficat es una de las líneas maestras de la oración cristiana y de la Liturgia de la Iglesia. En el Magnificat resuenan las grandes plegarias del Antiguo Testamento, que María había meditado desde niña. Es, ante todo, el Cántico de Ana en el primer Libro de Samuel (1S 2, 1-10) y algunos salmos los que se proyectan sobre el Cántico de Nuestra Señora (Sal 135, 1: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia").
63 [3° Mgz] StR4 ||| Nacimiento StR4 rel] El nacimiento Msa rel || de Jesús StR4 rel] del Hijo de Dios en Belén Msa rel
64 Apínt, Cuaderno IV, no 328b, 15-X-1931, la cursiva es nuestra.
65 Apínt, Cuaderno 4, 347, 26-X-1931; vid Forja, 301.
66 Apínt, Cuaderno 5, 464, 10-XII-1931, la cursiva es nuestra. Teresita es Santa Teresa de Lisieux, o del Niño Jesús; y Mercedes, Mercedes Reyna. Vid supra IntrodGen, § 10, 1.
67 "Hoy me llevé el 'Niño de Santa Teresa'. Me lo dejaron las Madres Agustinas. Fuimos a felicitar las Pascuas a Fray Gabriel, en los Carmelitas. [...] Luego a casa de Pepe R., donde retratamos al Chico. Antes de ir a casa, subí a la de D. Norberto, para que vieran al Nene.
En casa mamá rezó en voz alta un Padrenuestro y Avemaría. Y aquí tendré a Jesús hasta mañana..." (Apínt, Cuaderno 5, 528, 30-XII-1931). –Fray Gabriel: Fray Gabriel de la Sagrada Familia, o.c.d., hermano lego, portero del convento de los carmelitas de la Plaza de España, de Madrid. Murió asesinado en agosto de 1936, en Madrid.
[3º Mgz] Dibujo según 2ª ed polaca (1992) y 41a ed Rialp |||
68 "Refería la Madre Carmen de San José, ya difunta, que era sacristana en el tiempo en que don Josemaría era capellán, que había en la comunidad, y hay, un Niño Jesús pequeño, que sólo se saca a la iglesia en los días de Navidad para la adoración, y que cuando se lo pasaban a él por el torno, se le oía desde dentro tratar al Niño con mucha familiaridad y afecto y dirigirle saludos como si fuera un niño vivo; y que algunas veces el Siervo de Dios les pidió que le dejasen llevar a su casa este Niño, para hacer oración ante él, Niño que después devolvía a la comunidad" (Testimonio de Cecilia Gómez Jiménez, Sum 6511, recogido en VÁZQUEZ DE PRADA, I , pg 414).
69 Nota de Mons. Álvaro del Portillo, comentando el texto de Apínt citado supra nt 1.
70 Cfr Nota de Mons. Del Portillo citada en la nt anterior. La regaló para que fuera "la primera piedra" de Cavabianca, en Roma, la futura sede del Colegio Romano de la Santa Cruz, donde se sigue venerando, particularmente en los días de Navidad. Era otra forma de decir a los alumnos de ese Centro que Cristo es el fundamento y la piedra angular de la vida cristiana.
71 Txm1 ||| al pueblo de Txm1add rel] a la ciudad de Txm1add del || de donde arranca Txm1add rel] que es origen de Txm1add del || Nazaret Txm1 rel] seq , ciudad de Galilea, Txm1 del || a la ciudad Txm1 rel ] seq de David, Txm1 del
"Se ha promulgado" –Muchos años después, Surco, 322, recogerá este inicio del 3º Mgz, para encaminarlo de la contemplación al testimonio cristiano: "Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén... –¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a una ley, para dar cumplimiento a su profecía? Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios".
72 Txm1 ||| –Y su Madre Txm1add rel] Y su Madre Txm1
"en el pesebre" –Como sabemos, el tema del borrico en el contexto de la vida de infancia se venía forjando desde tiempo atrás. He aquí una anotación del día de la Anunciación de ese año: "25-III-931. En casa de Pepe R. –Conozco un borrico de tan mala condición que, si hubiera estado en Belén junto al buey, en lugar de adorar, sumiso, al Creador, se hubiera comido la paja del pesebre..." (Apínt, Cuaderno 3, 181).
"en pañales" –Borobio, a pesar de San Lucas y del texto del Autor, dibujó la escena del Nacimiento con el Niño "desnudico", y fue aceptado y pasó a todas las ediciones, hasta la edición polaca de 1992, en la que el artista reparó por su cuenta la omisión: el Niño, recostado en el pesebre, ahora está envuelto en pañales, siguiendo fielmente el relato bíblico. El dibujo de nuestra edición crítica recoge esta versión de Borobio. Vid infra Apd I , § 8.
73 Msa ||| El guionado es de Txm1
"un esclavito de José" –El término "esclavito" y su contexto en el Portal de Belén se encuentran ya en este pasaje de los Ejercicios ignacianos: "El primer puncto es ver a las personas, es a saber, ver a Nuestra Señora y a José y a la ancila y al niño Jesús, después de ser nascido, haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviendo en sus neccessidades, como si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia possible; y después reflectir en mí mismo para sacar algún provecho" (BAC 245, Madrid 1965, pg 46).
"¡Qué bueno es José!" –Ya quedó tratado en Introd al 2° Mgz, pero debe ser subrayada la cariñosa devoción que el Autor tuvo siempre a San José. Unos textos de 9-IX-1931, que reflejan un momento de tribulación, algo anteriores a Santo Rosario: "Invoco a mi Madre: ayer terminé su novena. Hoy comienzo un triduo a mi Patrono San José [...] San José, óyeme y haz que tu Hijo me devuelva la paz y la alegría. Para toda su gloria" (Apínt, Cuaderno IV,5 274-275).
74 Msa ||| Y le beso Msa rel] ¡Y le beso StR24 rel || tú–, y le StR1 rel] tú– y le Msa Txv || canto, y le Txv rel] canto y le Msa || ¡mi Todo!... Msa Txv StR1] mi Todo!... StR3 Txm1 Txm2StR4 rel || qué corta es la Msa] qué corta la Txv rel
"y le bailo" – Es, como ya hemos apuntado, lo que hacía el Autor en la sacristía con el Niño Jesús de las monjas de Santa Isabel. Cabe una doble lectura literaria de este "y le bailo": danzar delante del Niño para alegrarle y divertirle, y una segunda (en línea leísta): bailarle es danzar con él en brazos y mecerle. Según cuentan las monjas, es esto último lo que hacía San Josemaría cuando tomaba al Niño, y eso mismo es lo que nos dice Álvaro del Portillo en el texto citado supra Introd. in 6, en el que, a diferencia de San Josemaría (tanto en Santo Rosario como en el Cuaderno), se sirve del "lo" en vez del "le".
"y le llamo Rey..." –Las expresiones hacen eco, nos parece, a una nota escrita un mes antes (que pasará después a ser literalmente el punto 426 de Camino): "En Cristo tenemos todos los ideales: porque es Rey, es Amor, es Dios" (Apínt, Cuaderno IV, no 351b, 26-X-1931). Los términos de Santo Rosario se repiten al año siguiente en las Glosas marginales al Decenario del Espíritu Santo, pg 106: "Padre y Hermano y Amigo... y Rey y Dios..., y Amor y... Único... y Todo".
"¡mi Todo!..." –Sólo en la presente edición se ha podido recuperar esta hermosa expresión del texto, que el Autor escribió en Msa, como informa el apcrít. Se perdió en StR3, la edición de Valencia –sumamente imperfecta, como sabemos– que, paradójicamente, retiene sin embargo la sola interjección final. Así se suceden las ediciones hasta la de Rialp de 1979, que, viendo que la lectio recepta era insostenible, subsana la anomalía convirtiendo la frase entera en interjección: el signo inicial (¡) se sitúa delante de "¡Y le beso...". Lectura que, desde entonces, ha pasado a todas las ediciones. Ahora, esta final exclamación de san Josemaría nos lleva, también hasta el final, en la contemplación del Niño.
75 [4° Mgz] StR4 ||| Purificación StR4 rel] La Purificación Msa rel || de la Virgen StR4 rel] de N. Señora Msa Txv 1 de Ntra. Señora StR1 rel
76 Vid Lv 12, 2-8; Ex 13, 2.12.
77 Vid 1° Mgz, Introd, nt 1.
78 Como se ve en la crítica textual, el cambio de la expresión original "Nuestra Señora" por la de "la Virgen" proviene, como en el 1° Mgz, de Borobio y de su diseño del rótulo, no de un "cambio" en el enfoque teológico-espiritual del Autor.
79 Nótese que esos § 1 y 5 de 1945, en su primera redacción eran consecutivos (§§ 1 y 2: vid apcrít), lo que subrayaba más la secuencia: Presentación – Visitación. En Txm2 pasan a la posición actual.
80 Apínt, Cuaderno 4, 328, 15-X-1931; la cursiva es nuestra. Como vemos, resume palabras suyas a las monjas de Santa Isabel, precisamente.
81 Apínt, Cuaderno 4, 313b, 9-X-1931; la cursiva es nuestra.
82 Ibídem, 3206, 11-X-1931.
83 San JUAN DE LA CRUZ, Llama de amor viva, Canciones 1 y 2. La tradición que se expresa en el cauterio tiene otra imagen paralela en el crisol, el acrisolamiento del oro. Vid San GREGORIO DE NISA, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, Ciudad Nueva, Madrid 1995, pg 72.
84 Txm1 ||| madre Txm1 Txm2] Madre StR4 rel || ir con el StR4] llevar al Txm1
"ir con el Niño". El cambio señalado se introduce ya en segundas o terceras pruebas de StR4. Conociendo el modo que el Autor tiene de trabajar sobre sus textos, puede decirse, casi con seguridad, que la modificación surge al advertir que el verbo "llevar" se repetía en el § 2. Cambio meramente estilístico.
85 Msa ||| Y esta vez Txm1 rel] Esta vez Msa rel Ise somete a la Ley, como StR4 rel] cumple la Ley como Msa rel |||| 1 vid Lc 2, 24
"amigo mío". La frase inicial de los misterios gozosos –"No olvides, amigo mío, que somos niños" –rige la contemplación de todos ellos: el Autor es un "niño", y lo mismo el "amigo" que le acompaña. Es una invitación a que el lector "se meta" en la vida de infancia espiritual y se "involucre" en las escenas: "serás tú... quien lleve la jaula".
"se somete". Modificación con la misma motivación que la variatio del § 1: "cumplir", que ya está en el § 1, reaparece en el § 3. Pero el "se somete" que elige en lugar de "cumple", tiene más fuerza: expresa de modo denso y rotundo la docilidad y la plena voluntariedad con la que María, la Inmaculada, por pura fidelidad a la voluntad divina, acude al Templo para una ceremonia que Ella sabe innecesaria en su caso.
86 Msa |||
"niño tonto". –El adjetivo, como deja claro el contexto y el tono general, no tiene aquí sentido descalificados, sino cariñoso, pero exigente y comprometedor al mismo tiempo. La expresión reaparecerá una sola vez en sus Cuadernos, veinte días después de Santo Rosario; será el original del punto 269 de Camino: "Niño tonto: No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario, cuando divises los muros o las torres de las casas del Señor. Él te espera. No seas tan ciego o tan atolondrado que dejes de rezar a María Inmaculada, una jaculatoria siquiera, cuando pases junto a los lugares donde sabes que se ofende a Cristo" (Apínt, Cuaderno 5, 532, 1-I-1932).
87 Msa ||| ¡Tú y yo Msa rel] –¡Tú y yo StR1 || -Expiar StR1 rel] Expiar Msa Txv || Expiar, y, por Txv rel] Expiar y, por Msa || Un amor StR1 rel] Un amor Msa Txv
"¡Tú y yo sí que necesitamos purificación!". La presencia orante del Autor y de su "amigo" –de los dos "niños"–, en el misterio contemplado, alcanza aquí una de las manifestaciones más profundas y decisivas. Como explicábamos al introducir el misterio, se trasciende la idea de purificación y parece haber aquí todo un itinerario interior concentrado: del pecado (la "roña") al Amor, a la divinización ("llamas divinas"), pasando por la expiación, palabra muy frecuente y de muy profunda significación en el lenguaje espiritual de San Josemaría. Vid Camino ed crít-hist, 210 y comentario, con las referencias que allí se indican.
88 Txm 1 ||| En Txm 1 este § 5 está, como § 2, a continuación del § 1 [Cumplido el tiempo ...
(Luc., 2, 22)]. Una señal autógrafa del Autor indica la modificación, que se ejecuta en Txm 2 || no moriría Txm1 add rel] no había de morir Txm1 del
"Un hombre justo y temeroso de Dios" –Como se ve en el apcrít, este § 5 fue añadido (como § 2), junto con el § 1, en 1945: la unidad de ambos constituía una adición de las que hemos llamado prototípicas: a la contemplación de 1931, que permanece intacta, se le hace preceder de un par de párrafos sobre la escena bíblica correspondiente. Sin embargo, el Autor toma aquí una determinación que no tiene paralelo en los otros añadidos de 1945: decide, leyendo Txm1, que ese § 2 pase a ser el último, y cierra así la contemplación del misterio. Después de haber meditado el cambio, nos parece claro cuál es su sentido: San Josemaría quiere concluir cristológicamente la contemplación del misterio, e invita al lector, que está prendido en las implicaciones personales de la Purificación de María (§ 4), a escuchar con Ella a Simeón (§ 5) y a contemplar a Jesús como Cristo, como Mesías, como Salvador –son las tres palabras que usa–: como el único que puede llevarle a ese cambio de vida. La contemplación ahora apenas se separa del texto evangélico. El Autor deja así al lector, que ya "ha aprendido a manejarse", vía libre para sus propias consideraciones. El tenor del texto, sin embargo, parece presentarnos a los "dos niños" mirando, con ojos asombrados, al Niño que aquel santo anciano –¡la tradición de Israel!– ha tomado en sus brazos y proclama como Salvador del mundo.
"toma en sus brazos al Mesías y le dice" –Nótese el giro hermenéutico que hace San Josemaría en el Nunc dimittis. La letra de San Lucas dice que Simeón, con el Niño en los brazos, "bendice a Dios, diciendo...". San Josemaría presenta al anciano que se dirige al Niño que tiene en los brazos, y le dice al Niño: "Ahora, Señor...". Para Simeón, como para Isabel en Ain Karen, María es "la Madre de mi Señor".
89 [5ª Mgz] StR4 ||| El Niño perdido StR4 rel] seq y hallado en el templo Msa rel
90 Por supuesto, siempre era necesaria la aprobación final del Autor. Vid IntrodGen, § 7, 2 c.
91 Amigos de Dios, 278.
92 Lc 2, 49.
93 Mt 10, 37.
94 Camino, 907.
95 Msa ||| Jesús? –Señora StR1 rel] Jesús? Señora Msa Txv
"¿Dónde está Jesús?". El inicio de la contemplación del misterio resulta contundente, casi abrupto, pero sumamente eficaz, tanto para presentar la escena como para "meter" dentro al lector e implicarle en su secuencia. Llama la atención cómo el Autor es capaz de decir tanto con tan pocas palabras; tal vez se debe a su dominio de la interrogación, la interjección, el vocativo, etc., tan característicos de su estilo literario y tan apropiados para el género espiritual oracional.
96 Msa ||| –Por demás StR1 rel] Por demás Msa Txv || –José StR1 rel] José Msa Txv || Y tú... Y yo Msa rel] –Y tú... Y yo Txm1 Txm2 ||| 1 cfr Lc 2, 48 | 2 cfr Lc 2, 44
"Llora María". Este § 2 es uno de los más significativos de todo el libro, a la hora de acoger esa propuesta de "meterse en las escenas como un personaje más": no sólo por los "dos niños" buscando al Niño, sino por la forma de presentar esa serie de "llantos", con el esfuerzo de José por no llorar... En esta línea, es interesante notar que la repetición dos veces, en el mismo breve párrafo, del binomio "tú y yo", no sólo no recarga, sino que subraya y presta fuerza y belleza al mensaje de comunión, de caminar juntos que es tan propio del buscar y del seguir a Cristo.
97 Msa |||
El "criado" del 1° Mgz y el "esclavito" del 3° Mgz son ahora un "criadito basto", que llora a moco tendido": expresiones muy coherentes con el contexto de pecado y contrición propio de la meditación de esta escena. De nuevo el Autor, con un simple calificativo, con una expresión coloquial, logra comunicar de forma plástica cosas muy profundas del alma. No olvidemos que el Autor, en los misterios gozosos, quería que su personaje fuese "el borrico".
98 Msa ||| Y entonces Msa rel] Y entonces Tmx1Tmx2
"... la pluma no puede, no debe estampar". Junto a la doctrina sobre el pecado y la contrición, ya reseñada, en este § 4 hay una interesante alusión al carácter inefable de los misterios de la vida espiritual. El Autor se muestra así, como en otras ocasiones, compartiendo la experiencia de los grandes místicos de la Iglesia: capaces de expresar por escrito, tantas veces, profundos acontecimientos interiores, pero conscientes también de los límites del lenguaje ante el misterio de Dios y de las relaciones del alma con Él; conciencia que les lleva también a saber "callar", en los momentos oportunos, y respetar así el pudor del alma enamorada. Basta recordar, a este propósito, la declaración que San Juan de la Cruz hace a la última estrofa de su Llama de amor viva (Y en tu aspirar sabroso, / de bien y gloria lleno, / ¡cuán delicadamente me enamoras!): "En la cual aspiración, llena de bien y gloria y delicado amor de Dios para el alma, yo no querría hablar, ni aun quiero; porque veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecería que ello es menos si lo dijese".
99 Msa ||| Israel (Luc., 2, 46) Txm1 rel] Israel Msa rel || Padre Celestial Msa rel] Padre Celestial StR3 |||| 1cfr Lc 2, 49; Mt 19, 29
El tema de este § 5 reaparece en las notas de una meditación, en la Legación de Honduras, que es directa lectio divina del pasaje de San Lucas: "Cuál es el proceder de Jesús con sus padres? Narra el Evangelio que al verle se admiraron: 'et videntes admirati sunt. Et dixit mater eius ad illum: Fili, quid fecisti nobis sic? Ecce pater tuus et ego dolentes quarebamus te' (Lc 2, 48); y le preguntó su Madre: Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? Mira cómo tu padre y yo te buscábamos angustiados. Jesús responde: 'Quid est quod me quaerebatis? Nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt, oportet me esse?' (Lc 2, 49). ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? ¿Será esto despego? No: es, sencillamente, colocar a la familia en el plano que le corresponde" (Crecer para adentro, 8-V11-1937, pgs 196-197 [AGP, Biblioteca, P12]). Cfr Camino ed crít-hist, punto 907 y comentario.
100 [Md1] Misterios Dolorosos StR4 |||
101 Son muchos los lectores de Santo Rosario a los que, al ver en The Passion of the Christ–la película de Mel Gibson (2004)– las imágenes particularmente duras e impactantes sobre la flagelación, se les ha venido a la mente este comentario de San Josemaría al 2° Mdl. El hecho es que el texto se mueve dentro de la riquísima tradición cristiana, que se expresa en el arte y en la literatura. San Josemaría leyó muchas veces y recomendó el libro del P. Luis de la Palma, del que son estas palabras, que pone en labios de la Virgen: "Vi su cuerpo azotado hasta las costillas, de manera que las mismas costillas se le veían; y lo que era más triste y doloroso, cuando retiraban los azotes, le surcaban con ellos las carnes. Y como mi Hijo estuviese así todo sangriento y todo despedazado, de manera que no se hallaba en Él parte sana, ni parte en que le pudiesen azotar, entonces uno de los que allí estaban, con enojo preguntó: ¿Por ventura habéis de matar a este hombre antes de sentenciarle? Y diciendo esto, cortó luego las ataduras" (LA PALMA, Historia de la Sagrada Pasión, pg 272).
102 Amigos de Dios, nº 276.
103 [1° Mdl] Msa StR4 ||| Oración StR4 rel] La Oración Msa rel
104 El apcrít pone de manifiesto que en Msa cita sólo en latín; las traducciones, que se agregan al texto latino, aparecen en StR1 y StR3. En StR4 lo que hay son numerosos nuevos textos evangélicos.
105 Vid una detenida meditación sobre el tema en Javier ECHEVARRÍA, Getsemaní: en oración con Jesucristo, Planeta, Madrid 2005; y el célebre libro de Santo TOMÁS MORO, La agonía de Cristo, Rialp, Madrid, 1979.
106 Agonía es una palabra fuerte, usada por el mismo evangelio, con la que solemos designar los momentos finales de la vida, inmediatamente anteriores a la muerte; el uso de este término prueba hasta qué extremo llegó el sufrimiento de Jesús durante esta oración: sólo le faltó morir.
107 La relación oración-expiación tiene muchas manifestaciones en la enseñanza de San Josemaría. Un año antes de la redacción de Santo Rosario había escrito en su Cuaderno: "Sin la oración, sin la presencia continua de Dios; sin la expiación, llevada a las pequeñas contradicciones de la vida cuotidiana; sin todo eso, no hay, no puede haber acción personal de verdadero apostolado" (Apínt, Cuaderno 2, 74, 21-VII-1930); texto que está en el origen del punto 81 de Camino: "La acción nada vale sin la oración: la oración se avalora con el sacrificio" (cfr Camino ed crít-hist, Introd al cap "Oración").
108 Amigos de Dios, 25.
109 Carta 9-1-1959, 60 (AGP, serie A.3, leg. 95, carp. 2, exp. 1). El texto completo, supra IntrodGen, § 10, 2, nt 67.
110 Apint, Apd | , 1663, 10-X-1932; cfr Via Crucis, I Estación, 1.
111 Apint, Apd | , 1664, 10-X-1932; cfr Via Crucis, I Estación, 2.
112 Msa ||| amigo..., y StR1 rel] amigo... y Msa Txv || El guionado de todo el misterio procede de StR1 ||| 1 Lc 22, 40.46 | 2 Lc 22, 45
"Orad, para que no entréis en la tentación" –Subráyese este otro fruto de la oración, y en particular de la oración doliente, que el Autor, al reproducir las palabras de Jesús a los Apóstoles, destaca al comienzo mismo de su contemplación: oración para no "entrar en la tentación". San Josemaría no hace ninguna referencia explícita a una posible intervención tentadora del diablo en esos momentos, aunque muchos comentarios clásicos de la Oración en el Huerto así lo suponen, partiendo de esas palabras del Señor y en analogía con la oración de Jesús en el inicio de su vida pública, en el desierto, donde fue tentado por el Diablo, que, derrotado, se retiró "hasta el momento oportuno" (cfr Lc 4, 13): hasta la oración en Getsemaní, según la tradición.
"otro Pedro dormilón" –Llama la atención el rápido tránsito de las graves palabras de Jesús, cuyo significado hemos subrayado en nota precedente, a la consideración "infantil" del sueño de los Apóstoles que el Autor hace al "niño amigo": tanto Pedro como él fueron unos "dormilones". Un modo de decir que parece poner de relieve cómo, detrás de actitudes en sí mismas graves, lo que predomina –con mucha frecuencia– en el sujeto humano no es la maldad, sino el "no hacerse cargo", el "estar en otra cosa" y no advertir el paso de Dios en las circunstancias de la propia vida; lo cual puede llevar ciertamente a graves consecuencias personales y sociales. Pero no estamos todavía ante "la negación" de Pedro, sino ante el "Pedro dormilón, incoherente, a quien el Autor, consciente de sus propias miserias, mira con ternura.
113 Msa ||| 1 Lc 22, 44
"Jesús, solo y triste, sufría..." –Otro aspecto fundamental de la oración cristiana se esconde en esta frase, a la luz también del párrafo anterior: la importancia de rezar juntos, de apoyarse mutuamente y de saberse apoyados en la oración y con la oración. En Getsemaní, en efecto, Jesús sintió particularmente la soledad, el abandono de los suyos, dormidos: era el abandono de toda la humanidad.
114 Msa ||| 1 Lc 22, 41
el peso de los pecados de los hombres" – El Autor siempre tiene el acento puesto en los pecados personales "¡Cuánta miseria! ¡Cuántas ofensas! Las mías, las tuyas, las de la humanidad entera... Et in peccatis concepit me mater mea! (Ps 50,7). Nací, como todos los hombres, manchado con la culpa de nuestros primeros padres. Después..., mis pecados personales: rebeldías pensadas, deseadas, cometidas..." (Via Crucis, IV Estación, 2).
115 Msa ||| a me. –Padre ... cáliz de mí... StR1 rel] a me. Msa Txv] || fiat, sino la tuya
(Luc., 22, 42) StR1 rel] fiat Msa Txv
"no se haga mi voluntad, sed tua fiat" – Escribió años después: "Al meditar esos momentos en los que Jesucristo –en el Huerto de los Olivos y, más tarde, en el abandono y el ludibrio de la Cruz– acepta y ama la Voluntad del Padre, mientras siente el peso gigante de la Pasión, hemos de persuadirnos de que para imitar a Cristo, para ser buenos discípulos suyos, es preciso que abracemos su consejo: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz, y me siga (Mt 16, 24). Por esto, me gusta pedir a Jesús, para mí: Señor; ¡ningún día sin cruz! Así, con la gracia divina, se reforzará nuestro carácter, y serviremos de apoyo a nuestro Dios, por encima de nuestras miserias personales" (Amigos de Dios, nº 216).
116 Msa ||| prolixius, más intensamente StR3 rel] prolixius más intensamente StR1 | –prolixius– Msa Txv || repite–, para StR1 rel] repite– para Msa Txv || (Luc., 22, 46)] StR4 rel |||| 1 Lc 22, 43 | 2 Lc 22, 45
"Un Ángel del cielo le conforta" –En relación con el tema soledad y compañía, la referencia expresa al Ángel que conforta a Jesús acentúa el contraste con el sueño de los hombres: el Padre le envía desde el Cielo el consuelo y la compañía que Jesús no encuentra en la tierra. Tampoco es indiferente la secuencia literaria de este párrafo: con la compañía del Ángel, puede afrontar el momento más terrible de aquella oración (la agonía) y continuar orando aún con más intensidad; y por lo mismo, la insistencia en que nosotros le acompañemos también en su oración cobra entonces más fuerza y trascendencia.
117 Msa ||| ladrón venís StR1 rel] ladrón, venís Msa Txv || (Mc,14, 48)] StR4 rel] (Luc., 22, 52) Txm2add autogr ||| 1Mt 26, 49; Mc 14, 45; Lc 22, 47 |2 Mt 26, 51; Mc 14, 47; Lc 22, 49s
118 Msa ||| 1 Mt 26, 58; Mc 14, 54; Lc 22, 54
"Oración... Oración..." –Este clima de oración urgente, con el que acaba el 1° Mdl, refleja también la exigencia personal que el Autor percibía en las semanas anteriores a la redacción de Santo Rosario: "Siento que el Señor me pide más oración" (Apínt, Cuaderno 4, 4-XI-1931, 380; vid supra IntrodGen, § 10, 2, a).
119 [2° Mdl] Msa StR4 ||| Flagelación StR4 rel] La flagelación Msa rel
120 "Después de haberle hecho azotar", es todo lo que dicen Mateo y Marcos (Mt 27, 26: Mc 15, 15); "mandó que lo azotaran", dice San Juan (19,1); Lucas alude sólo implícitamente: "lo entregó a la voluntad de ellos" (Lc 23, 25).
121 Camino, 296. En Camino ed crít-hist, comentario a este punto, nt 54, se apunta que San Alfonso María de Ligorio acentuaba el "¡a Barrabás!": "Jesús fue de nuevo presentado a Pilatos, y el gobernador lo presentó al pueblo para preguntarle a cuál de los dos quería que librase en aquella Pascua: a Jesús o a Barrabás, el homicida. El pueblo a gritos contestó: No a éste sino a Barrabás. Replicóles Pilatos: ¿Pues qué he de hacer con Jesús? Dicen todos: Sea crucificado. Y el Presidente: ¿Pero qué mal ha hecho? Mas ellos comenzaron a gritar diciendo: Sea crucificado. ¡Ah, Dios mío!, que la mayor parte de los hombres prosiguen hoy gritando: no a éste, sino a Barrabás, cada vez que menosprecian a Cristo por un placer carnal, por puntillos de honra, por un desahogo de cólera" (Amor del alma o Reflexiones y afectos sobre la Pasión de Jesucristo, 7, 6; San ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Meditaciones sobre la Pasión, Palabra, Madrid 1996, pg 61). El "¡Crucifícalo!" destaca en la narración del P. La Puente: "¿A cuál quieres más, a Cristo o a Barrabás? ¿A Dios o a la criatura? ¿Al cielo o a la tierra? ¿A la honra de Dios o a la tuya? Y cuando ando vacilando y dudando sobre lo que escogeré, llegan el demonio y la carne a persuadirme con sugestiones y razones que deje a Cristo. Y, finalmente, cuando consiento, es como abalanzarme y escoger a Barrabás, a la criatura y al deleite sensual o a la honra vana, con grande injuria de Dios y con gran desprecio de Cristo [...] Mis pecados. Ellos son los que dan voces y dicen: Crucifícale, crucifícale" (LA PUENTE, Meditaciones de los misterios de nuestra santa fe, || , pgs 283-285).
122 Via Crucis, VI Estación.
123 Txm1 |||
124 Txm 1 ||| Habla Txm1add rel] –Y habla Txm1 || Entonces ¿qué StR4 rel ] ¿Entonces qué Txm1 Txm2 || Crucifige eum! Txm 1 Txm2StR5 StR7 rel ] ¡Crucifige eum! StR4 | Crucifige eum StR6
"Crucifige eum!" –El conjunto de los §§ 1-5 está tomado de los sinópticos, y pone el acento en el clamor de la muchedumbre: ¡Crucifícale!". Cada palabra proviene del Evangelio mismo, pero con una composición propia que va combinando los tres sinópticos, y ofrece al lector un cuadro concentrado y acuciante –que acaba así: "y ordena que azoten a Jesús"–, desde el que salta, de golpe, en el § 6, a la escena de la flagelación.
125 Txm1 ||| Pilatos Txm1add rel] –Y Pilatos Txm1
126 Txm ||| Aumentaba Txm1add rel] –Y aumentaba Txm1
127 Txm 1 ||| suelta Txm1add rel] soltóTxm1 ||| 1Mt 27, 26; Mc 15, 15
"deseando contentar al pueblo, les suelta a Barrabás y ordena que azoten a Jesús" –Así sintetiza San Josemaría, en su estrategia redaccional, este verso de San Marcos 15, 15: "Pilatos entonces, queriendo complacer a la muchedumbre, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado". Para concentrar al lector en los azotes, al tomar este texto evangélico, lo corta y silencia la crucifixión, que será contemplada en el 5° misterio.
128 Msa ||| Lleno Msa rel] –Lleno StR1
"Atado a la columna. Lleno de llagas" –Ésta es la síntesis, lacónica, que hace San Josemaría de la tradición de la Iglesia sobre Jesús azotado. Dos pinceladas para condensar todo el misterio. Después vendrá la profundización, el detenerse en lo que significan esas llagas y en lo que provocan en el alma que las contempla. –San Juan, cuando habla de las llagas de Jesús en la Pasión, se refiere a las que dejaron los clavos en la crucifixión y la lanzada post mortem: ésas son las llagas que Jesús resucitado muestra a Tomás (Jn 20, 27: "trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente"). Quizá San Lucas piensa también así cuando Jesús dice en su Evangelio (24,39): "Mirad mis manos y mis pies». Pero la tradición, siguiendo a Isaías, ha contemplado también, como hace aquí San Josemaría, las llagas de la flagelación: "El castigo de nuestra salvación pesó sobre él, y en sus llagas hemos sido curados" (Is 53, 5; Via Crucis, VII Estación); "Desde la planta de los pies hasta la cabeza, no hay en él nada sano. Heridas, hinchazones, llagas podridas, ni curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite" (Is 1,6; Via Crucis, X Estación).
129 Msa ||| –Más golpes StR1 rel] Más golpes Msa Txv
"... sin mancilla,, –Expresión frecuente en San Josemaría para expresar la santidad de Jesús en la perspectiva de la santa pureza, y subrayar su aspecto más propiamente "corporal": -Él es la pureza más sublime, el Cordero inmaculado. Nada podía manchar su santidad perfecta, sin mancilla", dirá en Amigos de Dios, 224 (en referencia a Jn 8, 46: "Quién de vosotros podrá acusarme de pecado?"). De junio de 1930 son estas palabras, referentes a la Cruz que quería que se bordara sobre una capa: "Bordada en rojo, para indicar que se tiñó en la sangre del Cordero sin mancilla, y que estamos dispuestos, por Él, a volverla a teñir con nuestra sangre" (Apínt, Cuaderno 2, 37, VI-1930). Análogamente, aplica esta expresión a la Santísima Virgen María: "Procura dar gracias a Jesús en la Eucaristía, cantando loores a Nuestra Señora, a la Virgen pura, la sin mancilla, la que trajo al mundo al Señor" (Forja, 70); y derivadamente a la Iglesia: "Has de amar a la Esposa de Cristo, tu Madre, que está, y estará siempre, limpia y sin mancilla" (Forja, 461).
130 Msa ||| –Y el StR1 rel] Y el Msa Txv || muerto.] muerto... Msa Txv
"Al cabo, rendidos... Cristo se rinde". –Interesante ese doble uso del verbo "rendir". Los verdugos se rinden, cansados de flagelar al Señor: tan terrible fue el sufrimiento infligido. Pero más fuerte fue la increíble entereza de Jesús ante el dolor: se "rinde" sólo cuando los verdugos ya se han rendido.
131 Msa ||| –No hacen StR1 rel] No hacen Msa Txv || –Míralo StR1 rel] Míralo Msa Txv
..Míralo, míralo... despacio" –Hay que insistir en el sentido de este "mirar". El Autor nos invita a la contemplación en el sentido más literal y propio: mirar, mirar sin hablar, mirar despacio. "Sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira!" (Amigos de Dios, 307).
132 Msa |||
"miedo a la expiación" –El Autor, que "mira" en silencio a Cristo doliente junto con el lector, se vuelve ahora hacia éste y le dice las palabras del § 10. Si hay "contemplación", si se "mira" a Cristo "tronchado y medio muerto", no puede haber "miedo a la expiación", a lo costoso del seguimiento de Jesús. Es el mensaje final del 2° Mdl.
133 [3° Mdl] Msa StR4 ||| Coronación StR4 rel] La coronación Msa rel
134 Vid infra nt a § 2.
135 "Ecce homo! (Jn 19, 5). El corazón se estremece al contemplar la Santísima Humanidad del Señor hecha una llaga. Y entonces le preguntarán: ¿qué heridas son esas que llevas en tus manos? Y él responderá: son las que recibí en la casa de los que me aman (Za 13, 6). Mira a Jesús. Cada desgarrón es un reproche; cada azote, un motivo de dolor por tus ofensas y las mías" (Via Crucis, I Estación, 5).
136 Ibídem, 4.
137 Camino, 58. Cfr Camino ed crít-hist, comentario a este punto.
138 Forja, 442.
139 Ibídem, 758.
140 Msa Txm1 ||| Llevan ... 15, 16) Txm 1 rel || Una caña ... derecha... Txm | rel || [ El guionado es de Txm 1 add]
A partir de la 13ª ed española, el editor divide en dos este § 1: es la primera frase la que quedará ya separada del resto en las futuras ediciones. No hay en la documentación nada que induzca a este cambio, o lo legitime. Podría ser una errata, pero también una interpretación, en la línea de lo que decimos sobre esta frase en Introd, 1. Hemos retenido, no obstante, la compartimentación original, que se mantiene también en otras ediciones, por ejemplo en la 1° edición mexicana, 1975.
"Llevan a mi Señor" –Esta breve frase de 1945 señala la ubicación de la escena contemplada, y muestra al lector la secuencia entre los misterios 2° y 3°. La flagelación debió ser en un lugar destinado a ejecutar este castigo. El Evangelio, en cambio, subraya que la coronación de espinas y la escena del "Rey de burlas" fue en el patio delante de toda la cohorte.
"Una caña, por cetro" –Esta breve frase, añadida en la revisión e inspirada en San Mateo 27, 29, aporta un elemento propio, muy desarrollado en la tradición de la Pasión: la caña calificada como "cetro", implícito en el texto evangélico al decir que le pusieron la caña "en la mano derecha". Introduce así el Autor a la frase inicial del § 2, escrita en Santa Isabel, y subraya la ofensa que hacían al Señor como si fuera un "Rey de burlas".
141 Msa ||| Rey StR1 rel] rey Msa Txv || Ave Rex Msa Txv StR5 rel ]¡Ave Rex StR 1 rel || judaeorum StR9 rel] judeorum Msa rel || –Dios te salve ... XV, 18) StR1 rel || Y, a golpes ... cabeza Txm1 rel ||||1 Mt 27, 30; Mc 15, 19; le abofetean: Jn 19, 3
"hincada a martillazos" – Expresión original del Autor, en la que parece unir el hecho mismo de la coronación con los golpes que le dan. La idea es recurrente en la contemplación clásica de la escena. Escribe, por ejemplo, el P. La Palma, a quien había leído mucho San Josemaría: "Sobre la cual [la cabezal le asentarían luego la corona de espinas, y clavándosela con mucha fuerza [...1 le daban de palos sobre la cabeza, y con suma deshonra y desprecio le causaban intensísimo dolor. Con tal corona como ésta, empezó a gotear la sangre y correr hilo a hilo por los cabellos, por el cuello, por la frente y por todo su sagrado rostro" (LA PALMA, Historia de la Sagrada Pasión, pgs 283-284).
"Rey de burlas" –La figura procede del lenguaje de las Saturnalia de la época romana y se prolonga en las burlas del Carnaval: un periodo de licencia y desenfreno, con un papel primordial por parte de las máscaras, y la muerte o destrucción de un personaje figurado o real: "El Rey del Carnaval", antiguo "Rey de Burlas" y simbólico representante de Saturno o de una deidad a él asimilada. Vid Julio CARO BAROJA, El Carnaval, análisis histórico cultural Taurus, Madrid 1965; José Manuel GÓMEZ-TABANERA, voz "Carnaval", en GER, V, pgs 157-158. –Los Evangelios de Mateo y Marcos describen las burlas como risotadas y escupitajos. San Juan sólo habla de "bofetadas". Los tres evangelistas hablan del manto de púrpura, de las genuflexiones y del Ave, Rex. Luis Borobio ha recogido en su dibujo, con especial agudeza, el clima del "Rey de burlas".
"judaeorum" –Por una observación llegada de Roma, a partir de la 9ª ed española se corrigió en el texto la errata referenciada supra. Sobre la corrección de este error en el dibujo de Borobio, vid infra Apd | , § 8, nt 101-103.
"a golpes, hieren su cabeza"–San Mateo hace notar que los soldados golpean a Jesús, en la cabeza, con la misma caña-cetro que le obligan a tener en su diestra. San Marcos habla sólo de golpes con una caña.
142 | Txm1 ||| Ecce Txm2StR5 vel] ¡Ecce StR4 || Joan., XIX StR5] Joan., XVIII Txm1StR4
143 Msa ||| –Tú y yo, ¿no StR1 rel] Tú y yo ¿no Msa Txv
144 Msa Avemarías Txv rel] avemarías Msa
"Ya no más"–Esta sencilla pero sincera expresión de enmienda aparece en otros escritos de San Josemaría cercanos, en el tiempo, a la primera redacción de Santo Rosario: "Perdóname, Jesús, todas mis infidelidades a la vocación. ¡Ya no más! " (Apínt, Cuaderno 5, 706b, 22-IV-1932); "Ya no más indiferencia" (Ibídem, Cuaderno VIII/1a, 1303, XII-1935); "Por mi miseria, me quejaba yo a un amigo de que parece que Jesús está de paso... y de que me deja solo. –Al instante, reaccioné con dolor, lleno de confianza: no es así, Amor mío: yo soy quien, sin duda, se apartó de Ti: ¡ya no más!" (Ibídem, Cuaderno VIII/la, 1334b, 11-V-1936, reproducido en el 159 de Forja); "Son cerca de las doce de la noche. Vengo del Oratorio, de charlar con Jesús y con mi Madre. Me viene muy bien la Cruz. ¡Al Borrico, hay que llevarlo a palos!". Se encontraba ante una fuerte contradicción, que le llevaba a exclamar: "Jesús de mi alma, Mamá del cielo: gracias, porque ahora sí que puedo decir: 'nunc coepi'. Fiat, adimpleatur...¿Qué es eso para lo que merezco? ¿Acaso no te he hecho yo, Dios mío, mil traiciones? Pues, entonces... ¡Ah, Jesús!: ya no más: con tu ayuda, seré fiel y callado" (Ibídem, Cuaderno VIII/la, 1342b, 29-V-1936). El "ya no más" de San Josemaría parece hacer eco a la antigua Misa, que se celebraba in aliquibus locis el Viernes después de Ceniza, para venerar la sagrada corona de espinas de nuestro Señor e impetrar que Él nos conceda ser coronados de gloria en el Cielo.
145 [4º Mdl] Msa |||
146 Sobre los cambios en la titulación de los misterios, vid IntrodGen, § 7, 2, c.
147 Apínt, Cuaderno III, nº 198b, 8-V-1931.
148 Apínt, Cuaderno V, nº 498, 23-XII-1931. Cfr Camino ed crít-hist, comentario al punto 873. En 1938 escribirá otro punto de Camino, que desarrolla la misma idea expuesta en este misterio del Rosario, aplicada a determinadas experiencias interiores dolorosas por las que todos podemos pasar: "Al perder aquellos consuelos humanos te has quedado con una sensación de soledad, como pendiente de un hilillo sobre el vacío de negro abismo. –Y tu clamor, tus gritos de auxilio, parece que no los escucha nadie. Bien merecido tienes ese desamparo. –Sé humilde, no te busques a ti, ni busques tu comodidad: ama la Cruz –soportarla es poco– y el Señor oirá tu oración. –Y se encalmarán tus sentidos. –Y tu corazón volverá a cerrarse. –Y tendrás paz" (Camino, 726; cfr Camino ed crít-hist). –Lo mismo habría que decir a propósito de la diferencia entre resignación –"palabra poco generosa"– y amor: la Cruz personal llevada con amor vuelve a los hombros del mismo Jesús. En Forja, 225, expresa ese contraste resignación-amor de esta forma sorprendente: "Ten picardía santa: no aguardes a que el Señor te envíe contrariedades; adelántate tú, con la expiación voluntaria. –Entonces no las acogerás con resignación –que es palabra vieja–, sino con Amor: palabra eternamente joven".
149 Via Crucis, II Estación. En el tercer punto de meditación de la misma estación, refuerza esta enseñanza, diciendo: "la Cruz a cuestas, con una sonrisa en tus labios, con una luz en tu alma"; y en el quinto, explica la razón profunda de toda esta visión positiva de la Cruz: "Hay en el ambiente una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural. ¡Hasta quitan las cruces que plantaron nuestros abuelos en los caminos...! En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor: in quo est salus, vita et resurrectio nostra: allí está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección".
150 Via Crucis, IV Estación, nos 3 y 5.
151 Txm1 ||| echan Txm1add rel ] echaron Txm1 del || viene Txm1add rel] venía Txm1 del || cargan Txm1add rel ] cargaron Txm1 del
"Simón de Cirene" –En la literatura, el arte, e incluso el cine, hay dos interpretaciones distintas sobre la ayuda que Simón, desde que es obligado a llevar la Cruz, presta al Salvador: en unos casos, lleva la Cruz junto con Jesús (detrás o a un lado); en otros, la lleva él sólo. Esta segunda, como ya dijimos, es la que recoge San Josemaría, tomándola a la letra de San Lucas; es, por lo demás, la que parece más coherente con los otros dos sinópticos: Mt 27, 32; Mc 15, 21.
152 Txm1 ||| Se ha Txm1add rel] Y se ha Txm1 del || fue ... malhechores Txm1add rel] con los malvados fue contado Txm1 del || ladrones Txm1add rel] malhechores Txm1 del
"cum sceleratis" –El Autor no recurre a Mc 15, 28, donde el evangelista reproduce el texto de Isaías, precisamente para afirmar que se estaba cumpliendo en Jesús al ser ejecutado junto a dos ladrones; ni a Lc 22, 37, donde es el mismo Jesús el que dice, al término de la Última Cena, que esa noche se va a "cumplir en mí" Is 53, 12. En ambos lugares el tenor de Isaías es idéntico: Et cum iniquis reputatus est. En cambio, San Josemaría referencia este § 2 a Lc 23, 32 y cita directamente por Isaías según la Vulgata: curn sceleratis, no cum iniquis. Posiblemente conocía ya la debilidad crítica del versículo 28 de Mc 15, que ha sido retirado del texto en la mayoría de las ediciones.
153 Msa ||| En este párrafo el guionado es de StR1 || amigo: estamos StR4 rel] amigo, estamos Msa rel ||| 1 Mt 16, 24; Lc 9, 23; Mc 8,34.
"Si alguno quiere venir tras de mí ..."–La frase evangélica, en la redacción de Santa Isabel, revela, una vez más, la imagen del lector que tenía in mente San Josemaría mientras meditaba allí los misterios del Rosario: el lector es alguien que, al encontrar la frase así cortada, la continúa por dentro, porque la conoce y le afecta. Más todavía, el Autor la interrumpe para que el lector, personalmente, tenga que rememorarla íntegra en oración: ... que se niegue así mismo, que tome su cruz y que me siga. Por eso, su idea era dar Txv a "nuestros amigos". Por lo demás, el corte de la frase es un eficaz recurso literario, pues el resto del párrafo viene a ser como la contemplación de lo implicado en esa segunda parte de la frase de Jesús.
"por ti... por Jesús"–La expresión es clara en la tradición espiritual de la fe cristiana. Llevar la Cruz por Jesús no significa en vez de Jesús, sino en comunión con Jesús y asociándonos a su entrega redentora. Cuando Jesús lleva la Cruz por ti o por mí o por todos, la lleva –en sentido estricto–en vez de nosotros y a favor de nosotros: sobre Él recae el castigo que debía recaer sobre nosotros. Ahí está toda la teología de la Redención y de la justificación: "A Cristo, que no conoció pecado, [Dios] lo hizo pecado por nosotros, para que llegásemos a ser en él justicia de Dios" (2Co 5, 21). Como consecuencia, nosotros podemos ahora llevar la Cruz por Jesús: unirnos a Él y padecer con Él por la salvación de todas las almas. Misteriosamente, esa comunión con Jesús está anticipada en el tiempo y era un consuelo para Jesús. La idea de "consolar" a Jesús, que tiene esta profunda base teológica, está en el clima de vida de infancia: del "niño amigo", que vuelve a aparecer aquí y que domina en Santo Rosario.
154 Msa ||| Pero no StR1 rel] Pero, no Msa Txv || Cruz, sin Cruz StR1 rel] Cruz sin Cruz Msa Txv
"una Cruz cualquiera –En escritos posteriores, por ejemplo Surco, 249, o en Via Crucis, como hemos visto, San Josemaría usaba cruz o Cruz, con minúscula o con mayúscula, para diferenciar el sufrimiento meramente material del que se vive unido a Cristo y transforma la cruz en Cruz. En este sentido esta "Cruz cualquiera" sería con minúscula. Sin embargo, en Santo Rosario, desde el autógrafo del Autor hasta la última edición española, ha ido siempre en mayúscula. No la modificamos.
"Resignación...". Escribe San Josemaría en su Cuaderno: "Jesús me inspiró la idea de ir a un banco (del que me había hablado Adolfo), para pedir un préstamo de trescientas pesetas, a pagar por mi parte en un año a razón de 25 ptas. mensuales. Cuando esperaba en la oficina, con mi gozo y mi paz, me vi obligado a anotar en la cuartilla: resignación es una palabra poco generosa, que no debe pronunciarse en la O. de D. [Obra de Dios, el Opus Dei]" (Apínt, Cuaderno 4, 417, 26-XI-31). Nótese la proximidad de esta nota de Apínt al "tirón" de Santa Isabel: la escribió ocho o diez días antes. Se ve que esa inspiración gravitaba desde entonces en su alma. Tres o cuatro días después anotaba: "¿Resignación?... ¿Conformidad?... ;Querer la Voluntad de Dios!" (Apínt, Cuaderno 5, 469, 10-XII-1931, del que procede el 757 de Camino: cfr Camino ed crít-hist). El no a la "resignación" pasará a ser una constante de su espiritualidad: "Cuando se camina por donde camina Cristo; cuando ya no hay resignación, sino que el alma se conforma con la Cruz –se hace a la forma de la Cruz–; cuando se ama la Voluntad de Dios; cuando se quiere la Cruz..., entonces, sólo entonces, la lleva El" (Forja, 770).
"una Cruz, sin Cruz". De nuevo el Autor habla y escribe desde su propia existencia. El texto que copiamos a continuación tiene una proximidad aún mayor que el que acabamos de citar en la nota anterior: "Todos estos jaleos, para colocarme, me traen, por misericordia de Dios, tan indiferente como si no se tratase de algo mío. Jesús, ahora que realmente la Cruz es sólida, de peso, arregla las cosas de modo que nos llena de paz. Señor, ¿qué Cruz es ésta? Una Cruz sin Cruz. Con tu ayuda, conociendo la fórmula del abandono, así serán siempre todas mis Cruces" (Apínt, Cuaderno 4, 429, 29-XI-1931; al día siguiente comenzaba la Novena de la Inmaculada).
155 Msa ||| camino. StR4 rel ||| camino... Msa rel
156 [5° Mdl] StR4 ||| Muerte de Jesús StR4 rel] Jesús muere en la Cruz Msa rel |||
157 Vid IntrodGen, § 10, 1. Hay que releer especialmente las notas del Autor tomadas el 7 de agosto de 1931 y que hemos reproducido y glosado ibídem nt 56-59.2
158 Forma gráfica de expresar el señorío de Jesús sobre esos mismos padecimientos. San Josemaría desarrolla después esta idea: "Hay una falsa ascética que presenta al Señor en la Cruz rabioso, rebelde. Un cuerpo retorcido que parece amenazar a los hombres: me habéis quebrantado, pero yo arrojaré sobre vosotros mis clavos, mi cruz y mis espinas. Esos no conocen el espíritu de Cristo. Sufrió todo lo que pudo –¡y por ser Dios, podía tanto!–; pero amaba más de lo que padecía... Y después de muerto, consintió que una lanza abriera otra llaga, para que tú y yo encontrásemos refugio junto a su Corazón amabilísimo" (Via Crucis, XII Estación, 3).
159 Esta visión de la Cruz y del Sacerdote Eterno repercutía también en su propio gesto, escondido en el silencio de la oración. "Pensando en el camino que queda por recorrer", escribe: "me siento felicísimo ofreciéndome a Jesús por esclavo suyo, y tengo ansias de cruz y de dolor y de Amor y de almas. Sin querer, en movimiento instintivo –que es Amor– extiendo los brazos y abro las palmas, para que Él me cosa a su Cruz bendita: ser su esclavo –serviam!–, que es reinar" (Apínt, Cuaderno VIII/1a, 1369, 28-VI-1936).
160 Apínt, Cuaderno 4, 369, 31-X-1931; era sábado, el domingo anterior había sido la fiesta de Cristo Rey. Para situar la fiesta de Cristo Rey en el contexto histórico español, vid Luis CANO, "Reinaré en España". La mentalidad católica a la llegada de la Segunda República, Encuentro, Madrid 2009.
161 Por ejemplo, escribe en la XI Estación del Via Crucis. "Es el Amor lo que ha llevado a Jesús al Calvario. Y ya en la Cruz, todos sus gestos y todas sus palabras son de amor, de amor sereno y fuerte. Con ademán de Sacerdote Eterno, sin padre ni madre, sin genealogía (cfr. Hb 7, 3), abre sus brazos a la humanidad entera". Y concluye con esta implicación personal, tan del estilo de Santo Rosario: "Y nosotros, rota el alma de dolor, decimos sinceramente a Jesús: soy tuyo, y me entrego a Ti, y me clavo en la Cruz gustosamente, siendo en las encrucijadas del mundo un alma entregada a Ti, a tu gloria, a la Redención, a la corredención de la humanidad entera".
162 Años después, en la XII Estación del Via Crucis, la escena de la maternidad de María recoge también la de la filiación del discípulo amado: "Junto a la Cruz está su Madre, María, con otras santas mujeres. Jesús la mira, y mira después al discípulo que Él ama, y dice a su Madre: –Mujo; ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: –Ahí tienes a tu madre (Jn 19, 26-27)".
163 Camino, 508. Cfr Camino ed crít-hist. Ver también Camino, 982; Amigos de Dios, 292; Surco, 242; Via Crucis, XIII Estación, 4. En otros momentos, es la fidelidad lo que San Josemaría contempla y propone como aplicación de la escena: "Si quieres ser fiel, sé muy mariano. Nuestra Madre –desde la embajada del Ángel, hasta su agonía al pie de la Cruz– no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús. Acude a María con tierna devoción de hijo, y Ella te alcanzará esa lealtad y abnegación que deseas" (Via Crucis, XIII Estación, 4). Y también, el espíritu contemplativo: "Contemplemos ahora a su Madre bendita, Madre nuestra también. En el Calvario, junto al patíbulo, reza. No es una actitud nueva de María. Así se ha conducido siempre, cumpliendo sus deberes, ocupándose de su hogar. Mientras estaba en las cosas de la tierra, permanecía pendiente de Dios" (Amigos de Dios, 241.8)
164 Amigos de Dios, 276. Toda la homilía a la que pertenecen estas frases, titulada "Madre de Dios, Madre nuestra", viene a ser un desarrollo teológico-espiritual de esta idea. Algo parecido ocurre con la homilía "Por María, hacia Jesús", en Es Cristo que pasa, nos 139 ss.
165¿Por qué esta opción? Parece que el Autor no ha querido presentar a la contemplación de los lectores una relación inmediata –como en el cuarto Evangelio– entre la sed de Jesús, de la que va a hablar, y esa esponja empapada en vinagre, que le ofrecen estando ya agonizante en la Cruz; esta esponja, según Mateo y Marcos (Mt 27, 46-50; Mc 15, 35-37), está además en el contexto del "éste llama a Elías", que nada tiene que ver con la sed del Señor y es casi una burla de los soldados (cfr también Lc 23, 36-37).
166 El Autor hubiera podido, sin problema alguno, situar el § 4 como § 3, después del expolio (§ 2), que es su lugar cronológico. Pero la posición actual es más semejante a la secuencia joánica, que el Autor va siguiendo en su comentario al 5° misterio. Por eso va como § 4; y el problema cronológico lo soluciona, con gran habilidad, introduciendo esa simple palabra: "Le ofrecen antes vino mezclado". El lector podría no entenderlo exactamente al leer este pasaje, porque ese antes se presta a una doble lectura. La primera es su tenor literal e histórico: antes, es decir, después del expolio (§ 2) y antes de subir a la Cruz (§ 3). La segunda es teológico-espiritual: antes de tener sed, la sed del sitio de San Juan, con Cristo ya en la Cruz.
167 Msa |||| Rey StR1 rel] rey Msa Txv || Eterno. StR7 rel] Eterno... Msa rel ||| 1Jn 19, 19
"Rey de los judíos. –En realidad todo el 5° Mdl es una honda meditación sobre Cristo Rey y sobre el paradójico ejercicio de esa realeza: la Cruz, "trono triunfador". Vid Introd, 1. Como se ve, el Autor comienza con San Juan ya desde la primera palabra del texto de Santa Isabel: "Pilatos mandó escribir el título y lo hizo poner sobre la cruz. Estaba escrito: Jesús Nazareno, el Rey de los judíos. (Jn 19, 19).
168 Txm2add autogr ||| Por no dividir Txm2add rel] praec No quieren Txm2add del l | la
sortean Txm2add rel] la echan suertes Txm2add del | Partieron StR4 rel] partieron Txm2add || sobre ellos echaron suertes Txm2add rel] sortearon mi túnica Txm2add del
"Partieron entre sí mis vestido. – Vid en Introd, 2 el comentario a este § 3 y a la secuencia joánica de todo este 5° misterio (Jn 19, 23-30). Las condensadas expresiones del texto en Santo Rosario se hacen más explícitas en la meditación del "expolio", como solía llamar el Autor a la X Estación del Via Crucis "Es el expolio, el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero. Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra" (Via Crucis, X Estación). "Del pretorio al Calvario han llovido sobre Jesús los insultos de la plebe enloquecida, el rigor de los soldados, las burlas del sanedrín... Escarnios y blasfemias... Ni una queja, ni una palabra de protesta. Tampoco cuando, sin contemplaciones, arrancan de su piel los vestidos. Aquí veo la insensatez mía de excusarme, y de tantas palabras vanas. Propósito firme: trabajar y sufrir por mi Señor, en silencio" (Ibídem, nº 1).
169 Msa Txm1 ||| –Y, junto ... tu madre! Txm1 rel ||| Ecce Txm1 Txm2StR5 rel] ¡Ecce StR4 || nos da Txm1 rel] Nos da Msa rel |||| 1 Jn 19, 25-27.
"Ya está en lo alto..." –Texto de Msa que, en la redacción de Santa Isabel, era § 2 y, por tanto, conectaba inmediatamente con el "trono triunfador" del § 1. El pasaje depende de la teología del exaltatus, ahora incluso en la expresión literal: "en lo alto". Vid supra Introd, 1 y las referencias de nt 1.
"Ecce mater tua!" –"'Desde aquel momento –escribe San Josemaría– la recibió el discípulo por suya' (Jn 19, 26-27). Y nosotros por nuestra. Dios nos la entrega como Madre de todos los regenerados en el Bautismo, y convertidos en miembros de Cristo: Madre de la Iglesia entera" (La Virgen del Pilar, pg 98).
170 Txm1 ||| antes vino Txm1 add ] antes, para beber, vino Txm1 del
171 Msa ||| Ahora tiene Txm1 rel] Tiene Msa rel || de amor, de Msa rel] de amor de StR3 Txm1 ||| 2Jn 19, 28.
"Ahora tiene sed" –Sobre este § 5, vid Introd al misterio, 3. Ahora, sólo agregamos algún texto del Autor, que ve la sed del Señor en la Cruz como sed de almas: "Desde la Cruz ha clamado: sitio! (Jn 19, 28), tengo sed. Sed de nosotros, de nuestro amor, de nuestras almas y de todas las almas que debemos llevar hasta Él, por el camino de la Cruz, que es el camino de la inmortalidad y de la gloria del Cielo" (Amigos de Dios, nº 202). Y la sed de Jesús junto al pozo de Sicar: "Y tiene sed. Pero más que la fatiga del cuerpo, le consume la sed de almas. Por esto, al llegar la samaritana, aquella mujer pecadora, el corazón sacerdotal de Cristo se vuelca, diligente, para recuperar la oveja perdida: olvidando el cansancio, el hambre y la sed" (Amigos de Dios, nº 176).
172 Msa StR1 ||| Consummatum est ... 19, 30) StR1 rel] Consummatum est Msa Txv
"Consummatum est, –Tiene particular fuerza culminar los misterios dolorosos con esta palabra de Jesús –la última según San Juan–, que es ya camino abierto a los de gloria. El verbo consummare es frecuente en la última jornada de Jesús según San Juan: "He terminado la obra (opus consummavi) que Tú me has encomendado" (Jn 17, 4). El "Tengo sed" de Jesús, que centra la contemplación en la parte última del misterio (vid Introd), tiene este contexto en San Juan 19, 28: "Después, sabiendo Jesús que todo ya estaba cumplido (iam omnia consummata), para que se cumpliera (ut consummaretur) la Escritura...". En efecto, con la muerte de Jesús todo se "cumple", en el sentido más fuerte de este verbo: se cumple el antiguo Testamento, que da paso al Nuevo; se cumple, se lleva hasta el final la vida y la obra de Jesús; se realiza plenamente la obra de nuestra Redención; etc. Después de pronunciar Jesús esa palabra, San Juan agrega: et inclinato capite tradidit spiritum, frase en la que la tradición ha visto no sólo la muerte física de Jesús (entrega del espíritu), sino la eficacia redentora de su muerte (donación del Espíritu). San Josemaría había meditado intensamente esta teología: "Me he propuesto frecuentar más al Paráclito, y pedirle sus luces, me has dicho. –Bien: pero recuerda, hijo, que el Espíritu Santo es fruto de la Cruz" (Forja, nº 759). Vid también Amigos de Dios, nos 176 y 202.
173 Msa ||| mira: todo Msa rel] mira; todo StR3 Txm1 Txm2 || todo, lo ha Msa rel] todo lo ha StR4 rel || –¿No lloras? StR1 rel] ¿No lloras? Msa Txv
"Niño bobo, mira" –El Autor cierra en Santa Isabel la contemplación del 5° misterio –y de los misterios dolorosos–, volviéndose al "niño amigo" con esta expresión: "niño bobo", que sólo aquí aparece en Santo Rosario. Es también la primera vez que aparece en los manuscritos del Autor, pero a partir del tirón de Santa Isabel no será infrecuente en sus Cuadernos, sobre todo en los meses inmediatos, en los que vivió y experimentó tan intensamente la filiación divina y la vida de infancia. Para "niño bobo" vale lo que se dijo en 4° Mgz, § 3, nt: que no tiene en San Josemaría sentido descalificador, sino cariñoso. Nos parece interesante a este propósito copiar aquí un pasaje del Cuaderno escrito tres días después de Santo Rosario (y que terminó pasando a Forja, 329): "El niño bobo llora y patalea, cuando su madre cariñosa hinca un alfiler en su dedo, para sacar la espina que lleva clavada... El niño discreto, quizá con los ojos llenos de lágrimas –porque la carne es flaca– mira agradecido a su mamá buena, que le hace sufrir un poco, para evitar mayores males. Jesús: que sea yo niño discreto" (Apínt, Cuaderno 5, 463, 9-XII-1931). El Autor, al terminar el 5° Mdl, quiere que el "niño bobo" mire a Jesús y a su Madre, y pase a ser "niño discreto" en el orden de la Redención; es decir, que se haga consciente del amor que Cristo tiene a los "dos niños amigos" –a la Humanidad– y que acompañe a Jesús en su dolor: "todo esto..., todo, lo ha sufrido por ti... y por mí. –No lloras?". El ciclo de las notas sobre el "niño bobo", en su Cuaderno, acaba con ésta, que es una buena exégesis de esa "conciencia" que el Autor pide al niño en este 5° misterio: "No olvides, niño bobo, que el Amor te ha hecho omnipotente" (Apínt, Cuaderno 5, 737, 26-V-1932; cfr Camino, 875). Casi todas estas anotaciones pasan efectivamente a Camino: vid puntos 403, 862, 867, 875, 882.
174 [Mgl] Misterios Gloriosos StR4 ||| Sobre este rótulo vid infra Apd I, § 8.
175 Apínt, Apd 1, 1670, 11-X-1932. Vid Camino ed crit-hist, comentario al 182. No hemos podido identificar el libro ni el autor.
176 Es Cristo que pasa, 21.
177 Instrucción, 9-1-1935, n. 248s; la cursiva es del original.
178 Vid en Camino ed crít-hist, 584, una detenida consideración de lo que decimos. En este contexto el Card. Ratzinger llegó a hablar de "un cristocentrismo acentuado y singular" en San Josemaría (Joseph RATZINGER, "Mensaje inaugural", en Santidad y mundo, Eunsa, Pamplona 1996, pgs 30s).
179 Es Cristo que pasa, 102.
180 Cfr Fray Luis de GRANADA, Libro de la Oración y meditación, pgs 114-116, tituladas: "De cómo el Salvador apareció a la Virgen Nuestra Señora". Escribe San Ignacio de Loyola, al comenzar la cuarta semana de los Ejercicios: "La primera contemplación cómo Christo Nuestro Señor aparesció a Nuestra Señora" (218); y explica más adelante: "Primero: apareció a la Virgen María, lo qual, aunque no se diga en la Escriptura, se tiene por dicho, en decir que aparesció a tantos otros; porque la Escriptura supone que tenemos entendimiento, como está escripto: ¿También vosotros estáis sin entendimiento?" (299; BAC 245, 1965, pgs 75 y 105). Ya en nuestra época, Juan Pablo || : "Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cfr Hch 1, 14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su divino Hijo resucitado de entre los muertos?" (Discurso en la audiencia general, 21-V-1997, versión italiana en Insegnamenti, 20, 1, pg 1224).
181 El tema de las llagas de Cristo tiene una extraordinaria presencia en la vida de San Josemaría y en su mensaje espiritual. Escribe: ¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! –Te 'metiste' en la Llaga santísima de la mano derecha de tu Señor, y me preguntaste: 'Si una Herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora. ¿qué no harán las cinco, abiertas en el madero?'). (Camino, nº 555; cfr comentario en Camino ed crit-hist, donde se comprueba el origen de este número en una experiencia mística muy personal del Autor. Ver también, en ese mismo lugar, las referencias oportunas a la tradición teológico-espiritual sobre las llagas de Jesús). Un propósito para su vida: "Meterme cada día en una llaga de mi Jesús" (Apínt, Apd VIII, 1799b, 1933). Una propuesta para todos: "Métete en las llagas de Cristo Crucificado. –Allí aprenderás a guardar tus sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres" (Camino, 288; cfr Camino ed crit-hist). Vid más adelante notas al § 4 del texto.
182 Txm1 |||| En este párrafo el guionado es de Txm1add || al otro día Txm1add] el domingo Txm1 del ||| 1 Mc 16, 5; 2 Lc 16, 6.
"salido ya el sol" – El Autor construye el relato bíblico a partir de San Mateo y San Marcos. Narra según San Marcos la llegada al sepulcro y lo señala con exactitud (Mc 16, 1-2). Para el Ángel y el sepulcro vacío remite a Mt 28 5, pero sigue incluyendo elementos procedentes de San Marcos, que no se señalan. Es claro que el Autor, que tenía tanta devoción a los Ángeles, aquí prefiere referirse al joven cubierto de vestidura blanca (mancebo, dice con castellano clásico = "mozo de pocos años", DRAE), de que habla San Marcos (16, 5).
Jesús Nazareno" –La expresión procede también de San Marcos, cuyo tenor literal es "Jesús Nazareno, el crucificado". San Mateo dice sólo "Jesús, el crucificado". Con la elección selectiva del nombre el Autor busca, a nuestro parecer, la continuidad con la denominación que acaba de usar en el último misterio de dolor (vid 5° Mdl, § 1, nota). Jesús Nazareno: la Gloria en la Cruz, y de la Cruz a la Gloria. Muchos años después (1967) abrirá su homilía de Pascua con el triunfo de Cristo según el texto de Marcos: "Cristo vive. (...). No temáis, con esta invocación saludó un ángel a las mujeres que iban al sepulcro; no temáis. Vosotras venís a buscar a Jesús Nazareno, que fue crucificado: ya resucitó, no está aquí (Mc 16, 6). Haec est dies quam ficit Dominus, exsultemus et laetemur in ea; éste es el día que hizo el Señor, regocijémonos (Sal 118, 24; Gradual de la Misa)" (Es Cristo que pasa, nº 102).
183 Msa ||| –Jesús StR1 rel] Jesús Msa Txv || No está Msa rel] –No está StR1 || –La Vida StR1 Txm1add rel] La Vida Msa Txv StR3 Txm 1
"La Vida pudo más que la muerte" –El uso de la mayúscula es siempre significativo en los escritos del Autor. La Vida de que aquí habla, en efecto, no es la vida física recuperada: es, radicalmente, la condición divina de Cristo, que murió según su naturaleza humana, pero es Vida inmortal porque el sujeto de esa vida es Dios, Dios mismo que es Vida sustancial. De ahí la tradicional afirmación de que resucitó propria virtute (ANASTASIO II, Formula Fidei ad Laurentium Episcopum, a. 497; cfr DENZINGER-SCHOMETZER, Enchiridion Symbolorum, Barcelona 1977, n. 358): Cristo pudo más que la muerte. Pero, derivadamente, esa Vida que puede más que la muerte es, en el cristiano, la Vida sobrenatural que Cristo recupera para nosotros con su Muerte y Resurrección: la Vida eterna, la Vida inmortal del Cielo; es la Vida de la gracia, que vence a la muerte del pecado y cuyo despliegue es la Gloria del Cielo. El tema se plantea de nuevo en los puntos 187 y 218 de Camino (cfr comentarios en Camino ed crít-hist).
184 Msa En este párrafo el guionado es de StR1
"Se apareció a su Madre" – No dice el Autor que la aparición a la Virgen fuera la primera de Jesús Resucitado. Pero la secuencia con la aparición a la Magdalena lo da entender con toda claridad. Es el pensamiento de Juan Pablo || : "Es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su Madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cfr Mc 16, 1; Mt 28, 1), podría constituir un indicio del hecho de que Ella ya se había encontrado con Jesús?" (Discurso en la audiencia general, 21- V-1997; en Insegnamenti, 20, 1, pg 1224; cfr LOARTE, Los misterios del rosario, pg 170).
"que está loca de amor" –El tema "locura de amor" es constante en la vida espiritual de San Josemaría, reflejado desde el principio en sus Cuadernos personales: los santos son "locos de amor, por Jesucristo y él aspira a serlo. Emblemática en este sentido, como testifica la tradición es la "locura" de María de Magdala, que el Autor de Santo Rosario pedía para sí y deseaba inculcarla en todos: tendríamos que ser «más locos que la Magdalena". Después de escribir esto en Santo Rosario, ese mismo mes, el día de Navidad, apuntó en su Cuaderno un audaz y significativo pensamiento, que pasaría enseguida, casi a la letra, a Camino: "No pidas a Jesús perdón tan sólo de tus culpas: no le ames con tu corazón solamente... Desagráviale por todas las ofensas que le han hecho, le hacen y le harán..., ámale con toda la fuerza de todos los corazones de todos los hombres que más le hayan querido. Sé audaz: dile que estás más loco por Él que María Magdalena, más que Teresa y Teresita..., más chiflado que Agustín y Domingo y Francisco, más que Ignacio y Javier" (Camino, n. 402; original en Apínt, Cuaderno V, n. 505, 25-XII-1931, que antepone las palabras que ya conocemos: "Niño amigo". Cfr comentarios en Camino ed crít-hist).
185 Msa–Y, antes St/él rel] Y, antes Msa
"las llagas de sus pies" – Es interesante que el Autor nos diga que el "niño amigo" ha besado las llagas de los pies del Resucitado, no las de las manos: un toque de profunda humildad y de sentido del desagravio, y de no menor locura de amor, como la Magdalena. ¿Suscribía el Autor la conocida identificación de María Magdalena con María de Betania? Sin entrar ahora en la discusión técnica sobre su verosimilitud, la identificación otorga una particular fuerza a ese modo de oración "a los pies" del Señor.
"y yo más atrevido" –En el 2º Mgz–redacción de Santa Isabel–, San Josemaría se reservaba el papel del borrico. Ahora, entre las cinco llagas del Señor, hay también una que el Autor, en el diálogo con el "otro niño", se reserva para él: la que afecta directamente al Corazón. Es ésta la más significativa en contexto teológico y espiritual, la que sintetiza todo el misterio de la Redención: el Amor Misericordioso. Detrás de este "privilegio", que es en realidad una aspiración, está su vivencia de la infancia espiritual, que lleva a la audacia, sin perder la sencillez y, por tanto, sin contaminar para nada ese gesto con la vanidad o el orgullo. Este propósito será recordado y renovado años más adelante: "Me quedaré metido cada día, cumpliendo un propósito antiguo, en la Llaga del Costado de mi Señor" (Apínt, Apd VII-EjEsp 1934, 1763d, 19-VII-1934; texto que pasará a Forja, n. 934).
186 [2º Mgl] Msa StR4 ||| La Ascensión del Señor StR4 rel] seq a los Cielos Msa rel
187 El tema del "estamos tristes" y la búsqueda del consuelo en María se encuentra ya, por ejemplo en San Juan de Ávila, Sermones del Espíritu Santo, VI: Los Apóstoles, ya de nuevo en el Cenáculo, dijeron desconsolados: Hablemos a la Virgen, pues nos la dejó por consoladora. Fueron a ella muy tristes, cabizbajos y desconsolados" (BAC 303, Madrid 1970, pg 462). Sobre la "tristeza" de los Apóstoles en la Ascensión, vid ROMANO EL CANTOR, Himno 53 sobre la Ascensión (cfr ibídem, LOARTE, Los misterios, pg 183).
188 Vid infra § 5, apcrít nt "sentimos la orfandad".
189 Apínt, Cuaderno VI, no 820, 5-IX-1932.
190 Apínt, Cuaderno 6, 824, 13-IX-1932. El texto pasará a ser el célebre punto 495 de Camino. Cfr Camino ed crít-hist, comentario.
191 Como ejemplo, estos dos puntos de Camino: "Todos los pecados de tu vida parece como si se pusieran de pie. –No desconfíes. –Por el contrario, llama a tu Madre Santa María, con fe y abandono de niño. Ella traerá el sosiego a tu alma". "¡Madre! –Llámala fuerte, fuerte. –Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha" (Camino, nos498 y 516; cfr Camino ed crít-hist, comentario).
192 La Ascensión del Señor a los Cielos, 19-V-1966, en Es Cristo que pasa, 117-126, que acaba con estas palabras: "Si, a pesar de todo, la subida de Jesús a los cielos nos deja en el alma un amargo regusto de tristeza, acudamos a su Madre, como hicieron los apóstoles: entonces tornaron a Jerusalén... y oraban unánimemente... con María, la Madre de Jesús (Hch 1, 12-14),
193 Txm1 ||| les toma por Txm1add rel] les hace Txm1 del
"Adoctrina ahora el Maestro" –Tanto el relato de San Lucas como la breve indicación de San Marcos, ponen la Ascensión de Jesús en inmediata relación con las instrucciones del Señor a los discípulos, para la misión que habrán de cumplir en el mundo. Esa misión la resume el propio Lucas, tanto en el Evangelio como en los Hechos (1, 7), con la idea que recoge el Autor: el testimonio, "Seréis mis testigos". Interesante subrayar la importancia que San Josemaría da a la dimensión doctrinal de ese testimonio, que comporta una palabra que se pronuncia, desde la inteligencia de las Escrituras y recoge las instrucciones del Señor. De ahí que, para referirse a ese hablar de Jesús a sus discípulos, en el momento culminante de la despedida, el Autor diga: adoctrina el Maestro. Adoctrinar, una palabra clásica y perfectamente ajustada: "instruir a alguien en el conocimiento o enseñanzas de una doctrina" (DRAE).
194 Txm 1 ||| y los bendice. –Y, mientras, se va Txm1 add rel] y les da su bendición. Y, mientras los bendice, se va Txm1 del || ocultó Txm1add rel] oculta Txm1add del ||| 1CE Mc 16,19
195 Msa ||| –Dos Txm1add rel] Dos Msa rel || Ángeles Msa Txv StR4 rel] ángeles StR1StR3 Txm1 Txm2 || nos dicen StR1 rel] dicen Msa Txv || hacéis mirando Txm1 rel || hacéis, mirando Msa rel || cielo? (Act., 1, 11) StR3 rel] cielo?... Msa rel
"Se fue Jesús con el Padre" –En la introducción al misterio hemos visto cómo esta expresión funda toda la contemplación. Es el "hecho" que se contempla, mientras se reza. La sencilla y familiar expresión de San Josemaría es un resumen del misterio de fe, tal como lo confesamos en el Símbolo Niceno-constantinopolitano: et ascendit incaelum, sedet ad dexteram Patris. Es la perfecta glorificación de la Humanidad de Cristo. La realeza de Cristo, la "posición" de Cristo Rey es ese estar a la derecha del Padre, y no de pie, sino sentado, como el Padre. Pero no es un "lugar", sino una nueva dimensión de la Humanidad de Cristo: la Gloria. Es todo un imaginario bíblico y tradicional para ayudar a la expresión de un misterio de suyo inexpresable.
"Dos Ángeles de blancas vestiduras" –El texto, tanto griego como latino, habla de "dos varones" (Hch 1, 10), que el Autor entiende con toda la tradición, sin la menor dificultad, como dos ángeles. Una opción distinta de la que tomó al comentar el 1º Mgl, en el que se refiere, al ángel del sepulcro vacío, con las palabras literales de San Marcos (16, 6): un joven, "un mancebo" vestido de blanco, a pesar de que San Mateo (28, 3) le llama directamente un ángel del Señor", también con el vestido "blanco como la nieve". Un ejemplo de la lectura tradicional y libre del texto sagrado, que San Josemaría estaba acostumbrado a hacer. Tal vez en la opción por el término ángeles, en este 2º Mgl, influyó una consideración literaria: al hablar los "dos varones", vuelven a repetir la misma palabra: Varones de Galilea...
"se aproximan a nosotros" –El Autor, en medio de la reelaboración redaccional de que se ha hablado en la introducción, quiere dejar firme que los "dos niños" estuvieron presentes en la Ascensión del Señor: el nosotros de este § 3 estaba ya en Msa y permanece también el nos dicen, añadido en 1934. Se trata siempre de la audacia de niños atrevidos que se meten donde no podrían estar. Ver el contraste con los niños del 3º Mgl.
196 Msa ||| vuelven a Jerusalén... (Luc., 24, 52.) Txm1 add rel] y tú y yo, y todos, volvemos a Jerusalén Msa Txv Txm1 del || –Es justo Txm1 add rel] Es justo Msa rel
"Pedro y los demás" –Los demás, en la redacción de Santa Isabel, eran evidentemente los otros diez Apóstoles, pues los discípulos y las santas mujeres integran el todos; los "dos niños" –el tú y yo de Santa Isabel– son los que narran. Al modificarse el texto para la edición de Minerva, Pedro y los demás son el colectivo, incluidos los niños.
197 Msa ||| Pero, tú y yo... estamos tristes, y Txm1 add rel] Pero estamos tristes y StR1 StR3 Txm1 | Pero, estamos tristes y Msa Txv
"sentimos la orfandad" –Orfandad, la palabra elegida en la relectura de 1945 (vid Introd al misterio), responde con extremado rigor teológico al sentimiento de los niños que el Autor quiere comunicar al lector. La vida de infancia es una manera peculiar de vivir algo que está en la esencia misma de la condición cristiana: el ser hijos de Dios (Padre). El "sentido de la filiación divina" que predicaba San Josemaría, precisamente por expresarse en una constante relación filial con nuestro Padre Dios –que él, sin imponerlo a quienes le escuchaban, quería que fuera la de un niño pequeño– impulsa a que la relación del cristiano con Jesucristo sea una relación fraternal, una relación con el "primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8, 29). Es precisamente la ausencia del hermano mayor, que hace las veces de padre, la que provoca en la Ascensión, que es triunfo, el sentimiento de orfandad de que aquí habla el Autor.
En realidad, San Josemaría está rememorando, al escribir este misterio, las palabras de Jesús, que en Jn 13, 33 trata a los Apóstoles como padre: "Hijos, todavía estoy un poco con vosotros. Me buscaréis y como les dije a los judíos: 'Adonde yo voy, vosotros no podéis venir', lo mismo os digo ahora a vosotros". De ahí la orfandad de la Ascensión, y que sea el sentido de la filiación divina el que empuja a los dos niños a ir a consolarse con María, nuestra Madre. Con María, viene a decirnos el Autor, la tristeza apenada de los dos niños se transformará en la radical alegría que es el efecto propio del triunfo de Cristo en la Ascensión: "tristitia vestra vertetur in gaudium" (Ioh 16, 20).–Al cabo de más de treinta arios, la vivencia que San Josemaría tiene de la Ascensión conecta de manera directa con la que tenían los "niños amigos" en el presbiterio de Santa Isabel. Junto a la alegría, siente el Autor también que "esta tristeza, peculiar del día de la Ascensión, es una muestra del amor que sentimos por Jesús, Señor Nuestro. [...] Y se separa de nosotros, para ir al cielo. Cómo no echarlo en falta?" (La Ascensión del Señor a los Cielos, 19-V-1966, en Es Cristo que pasa, n. 117). Estas palabras son, como vemos, una amplia glosa a ese "Se fue Jesús con el Padre", que llena su contemplación del 2º Glorioso. Y estas otras, con las que acaba la meditación que citamos, son como una paráfrasis del § 5 de este 2º misterio: "Si, a pesar de todo, la subida de Jesús a los cielos nos deja en el alma un amargo regusto de tristeza, acudamos a su Madre, como hicieron los apóstoles: entonces tornaron a Jerusalén... y oraban unánimemente... con María, la Madre de Jesús (Hch 1, 12-14)".–El gran poeta fray Luis de León acertó a expresar ese sentimiento de tristeza y de orfandad en su conocida Oda a la Ascensión, que empieza "Y dexas, Pastor Santo, / tu grey en este valle hondo, escuro, / con soledad y llanto", etc. (Fray Luis DE LEÓN, Poesías Completas, ed a cargo de Cristóbal CUEVAS, Castalia, Madrid 2000, pg 156).
198 [3° Mgl] StR4 IIII Pentecostés StR4 rel] La venida del Espíritu Santo Msa rel
199 Diego de León, 14 (esquina a Lagasca), donde residía entonces San Josemaría. Allí hizo el Autor la relectura para la edición de Minerva.
200 Apínt, Cuaderno V,475, 12-X11-1931.
201 Ibídem, 481 b, 14-XII-1931.
202 "Me veo inundado, borracho de gracia de Dios. ¡Qué gran pecado, si no correspondo! Hay momentos –hoy mismo– en que me vienen ganas de gritar: ¡Basta, Señor, basta!" (ibídem, 653b, 11-111-1932) . "A renglón seguido de la borrachera de Amor: ¡mis habituales tonterías!" (ibídem, 691d, 10-1V-1932). "A pesar de todas mis miserias, estoy loco de Amor: estoy borracho de Amor" (Apínt, Cuaderno 6, 1043e, 26-VII-1933). Vid también Foja, 205, 499, 1007; Camino, 688.
203 Txm 1 ||| Había dicho... uno de ellos (Act., 2, 1-3). Txm1add rel] No pudimos asistir a la Pentecostés. Msa rel Txm1 del || –Reunidos los discípulos Txmiadd rel] –Y estaban los discípulos Txm1 || de repente Txm1add rel] cuando de repente Txm/ || como de viento Txm1add rel] de viento Txm1 || que invadió StR4 rel] que llenó Txm1add | que soplaba, y llenó Txm/ || –Al mismo Txmadd rel] Al mismo Txm/ || lenguas Txm1add rel] como lenguas Txm1 l | (Act., 2, 1-3) StR5 rel] (Act., 2, 1-2) Txm1 rel
"Había dicho el Señor" –Este § 1, que es la adición de 1945, fue una y otra vez predicado por el Autor. De Es Cristo que pasa, 128 y 130: "Yo rogaré al Padre –anunció el Señor a sus discípulos– y os dará otro Consolador para que esté con vosotros eternamente (Jn 14, 16). Jesús ha mantenido sus promesas: ha resucitado, ha subido a los cielos y, en unión con el Eterno Padre, nos envía el Espíritu Santo para que nos santifique y nos dé la vida [...].El Espíritu Santo es el Espíritu enviado por Cristo, para obrar en nosotros la santificación que Él nos mereció en la tierra. No puede haber por eso fe en el Espíritu Santo, si no hay fe en Cristo, en la doctrina de Cristo, en los sacramentos de Cristo, en la Iglesia de Cristo. No es coherente con la fe cristiana, no cree verdaderamente en el Espíritu Santo quien no ama a la Iglesia, quien no tiene confianza en ella, quien se complace sólo en señalar las deficiencias y las limitaciones de los que la representan, quien la juzga desde fuera y es incapaz de sentirse hijo suyo".
"otro Consolador"–La cita de San Juan es prácticamente literal, añadiendo la explicación del término Paráclito: "Consolador". San Josemaría utilizaba con frecuencia este término como nombre propio de la Tercera Persona de la Trinidad.
204 Msa Apóstoles (Act., 2, 13) Txm1add rel] Apóstoles Msa rel ||| 1Cfr Hch 2, 4
205 Msa ||| En este § el guionado es de StR1 || –Tú y yo en StR4 rel] Tú y yo, en Msa rel] || la nuestra. StR3 ten] la nuestra. Dice hermosas cosas Msa Txv StR1 || Cristo Jesús Txm2 ml] Cristo-Jesús Msa rel ||| 1Hch 2, 14-36
"cien países" – El autor utiliza el recurso, habitual en castellano, de tomar el número "cien" como equivalente de "muchos".
"Cada uno le escucha en su lengua" – El don de lenguas de Pentecostés no es el mismo que el de 1Co 12, 10 ("diversidad de lenguas", hablar lenguas extrañas, lo que exigía que el Señor concediera a otro cristiano en la asamblea el don de interpretarlas: "interpretación de lenguas"). El don de Pentecostés a los Apóstoles era en realidad un don concedido a la muchedumbre allí presente, un don al aire libre: cada uno entendía a aquellos galileos en su propia lengua, sin otra mediación. El Autor de Santo Rosario hizo del "don de lenguas", al estilo de Pentecostés, un tema constante de su predicación, que es de hecho una categoría de su teología del apostolado en la vida ordinaria. Hablaba San Josemaría de don de lenguas para referirse a las gracias que el Espíritu Santo concede –a los cristianos que viven en medio del mundo– para hablar de Jesucristo, a sus amigos y compañeros de trabajo, en el lenguaje existencial cotidiano que éstos pueden entender. "Cada generación de cristianos ha de redimir, ha de santificar su propio tiempo: para eso, necesita comprender y compartir las ansias de los otros hombres, sus iguales, a fin de darles a conocer, con don de lenguas, cómo deben corresponder a la acción del Espíritu Santo, a la efusión permanente de las riquezas del Corazón divino. A nosotros, los cristianos, nos corresponde anunciar en estos días, a ese mundo del que somos y en el que vivimos, el mensaje antiguo y nuevo del Evangelio" (Es Cristo que pasa, n. 132).
"Nos habla de..." –Hay que subrayarlo. El Autor dice aquí sin rodeos que el Evangelio es, sencillamente, revelación de la Trinidad, de las Tres Personas divinas. La contemplación que el Autor propone en este 3º Mgl es contemplación de la Trinidad de Personas divinas, de las que habla Pedro (Hch 2, 14-36) y, en cuyo nombre, se bautizan aquellos tres mil. En la redacción de Santa Isabel el "Nos habla de..." iba precedido de esta frase, a propósito del discurso de Pedro: "Dice hermosas cosas", que el Autor suprimió ya en StR3, tal vez por parecerle obvia; pero se ve que la meditación sobre ese discurso de Pedro le hacía palpar la grandeza y hermosura de la vida cristiana, como relación personal con las Tres divinas Personas.
206 Msa ||| 1Hch 2, 37-41
"No le apedrean" – El Autor se refiere, para excluirlo, a lo que sucedería después con ocasión de la persecución tramada por sacerdotes y saduceos (cárcel: Hch 4, 3; 5, 16; 8, 3; lapidación: 7, 58) y entre los primeros cristianos en general, pero no en ese primer día, en Pentecostés: busca así acentuar el tono "glorioso" de aquella jornada, centrado en el fruto apostólico: tres mil conversiones.
207 Msa |||
"Los bautismos" – Pentecostés manifiesta la relación entre Espíritu Santo, conversión y bautismo, que el Autor puso continuamente de relieve: "Comprobamos una vez más que la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que cualquier espada de dos filos (Hb 4, 12) y, lo mismo que los primeros fieles cristianos, nos alegramos al admirar la fuerza del Espíritu Santo y su acción en la inteligencia y en la voluntad de sus criaturas", (Es Cristo que pasa, n. 132).
"los que oyeron" –Predicación, conversión: en medio está el oír, el oír escuchando: fides ex auditu (Rm 10, 17). Los niños ya estaban convertidos, pero la audición les llevó a una nueva y gozosa conversión. Vid siguiente.
"bendecimos a Dios Padre" –Este final trinitario del 3° Mgl es de gran profundidad y belleza. La reacción de los dos niños–"tú y yo"–, después de la maravilla en la que han participado, es bendecir a Dios y cantar su gloria: una original doxología, un himno de bendición y glorificación del Dios Uno y Trino, con sabor paulino en sus palabras y con la forma de la tradición oriental ("Gloria Patri per Filium in Spiritu Sancto"). A Dios Padre le llega toda la gloria (por su Hijo Jesús); y los dos niños expresan "su" teología de la glorificación del Padre in Spiritu diciendo que, como los Apóstoles, se sienten "también borrachos del Espíritu Santo". Vid en la Introducción el tema embriaguez en el Espíritu.
208 [4º Mgl] StR4 ||| la Virgen StR4 rel] N. Señora Msal Nuestra Señora Txv rel
209 El Papa Pío XII extendió a la Iglesia universal la fiesta litúrgica de Santa María Reina en su encíclica Ad caeli Reginam, de 11 de octubre de 1954. fijando su celebración en el día 31 de mayo y pidiendo que, en ese día, se renovase la consagración del género humano al Corazón Inmaculado de María. En el nuevo calendario litúrgico, la Asunción de la Virgen sigue celebrándose, como ya se hacía en el siglo VI, el 15 de agosto; pero ahora, es a los ocho días (22 de agosto) cuando se celebra a Santa María Reina.
210 Los primeros testimonios de la Asunción –que han de considerarse como huellas– pueden encontrarse en San Efrén (siglo IV), para quien el cuerpo de la Virgen no sufrió la corrupción después de la muerte; y en el Transitus escrito por el Pseudo Melitón (quizá de finales del siglo IV), que afirma la resurrección definitiva del cuerpo de María y su elevación a los gozos del Paraíso (De transitu V Mariae, 16; PG 5, 1.238).
211 La fiesta litúrgica del Transitus o Dormición de María se comenzó a celebrar en el siglo VI en Jerusalén y hacia el ario 600 pasó a Constantinopla (Cfr Jean GALOT, "Le mystére del'Assomption", en H. DU MANOIR, Marie, t. 7, pgs 153-237).
212 La siguió por la radio, acompañado por Álvaro del Portillo y algunos otros hijos suyos, y cayó de rodillas cuando el Papa comenzó a leer el texto de la definición: "El 1º de noviembre de 1950 tuve ocasión de estar con él y unos pocos más en el 'soggiorno' del Pensionato, donde estaba la radio que teníamos. Los demás habían ido al Vaticano para estar presentes en la Plaza de San Pedro. Las palabras esenciales, en las que el Papa hablaba 'ex cathedra', las escuchamos de rodillas, reverentemente, y esto me impresionó" (Relación de Rafael Asenjo Jordán, Pamplona, 21 de julio de 1976; AGP, serie A.5, leg 194, carp 1, exp 13). Alberto Taboada, por su parte, escribe: "Apenas terminadas las palabras del Papa, con las que proclamaba el dogma, el Padre se puso a aplaudir contentísimo e inmediatamente salimos corriendo el Padre, D. Álvaro y yo en el coche para ir a S. Pedro a ver el final de la ceremonia. Nos situamos en la terraza superior del 'colonnato', en el lado derecho, contemplando aquel espectáculo grandioso. El Padre estaba feliz y se palpaba su amor a la Virgen, cantando, con las gentes que abarrotaban la Plaza, himnos a Nuestra Señora. Nos costó Dios y ayuda para salir después de la Plaza, porque había una marea de gente que apretaba por todas partes el coche, pero el Padre no se preocupaba, era –como he dicho– feliz. Después en casa celebramos la fiesta" (AGP, serie A.5, leg 244, carp 4, exp 6).
213 San JUAN DAMASCENO, Homilía II in dormitionem B. V Maride, 14 (PG 96, 742).
214 Cfr Beato Juan Duns SCOTO, In III Sententiarum, dist. III , q. 1 (Opera Omnia, ed. J. Vives, vol XIV, Paris 1894, pgs 159-179).
215 Es Cristo que pasa, 171.
216 Vid sobre el tema § 6, apcrít, "¿Quién es ésta?".
217 Vid infra § 1, apcrít. También en la Liturgia de la Misa de la Asunción: Alleluya, alleluya. Assumpta est Maria in coelum: gaudet exercitus Angelorum. Alleluya.
218 Nótese que, en contraste con lo habitual en estas adiciones que preceden, el Autor cierra el § 2 poniendo no punto sino dos puntos (:),para indicar que la contemplación, propiamente, es lo que viene después; es decir, lo escrito en Santa Isabel (§§ 3 a 6). Esto que decimos ilustra el sentido de estas ampliaciones de 1945: anteponer a la pura contemplación del misterio –a modo de lectio divina (o eclesial)– la palabra bíblica o litúrgica que la proclama y alimenta.
219 También se habla del "Tránsito" de Nuestra Señora. Hay una magnífica bibliografía sobre estos antiquísimos testimonios de Oriente, abundantes en las tradiciones árabes, coptas, etíopes, etc. Y por supuesto en la gran tradición ortodoxa, especialmente en la Iglesia de Rusia. De gran interés es Gonzalo ARANDA PEREZ, Dormición de la virgen: relatos de la tradición copta, Ciudad Nueva, Madrid 1995; el autor sostiene que el manuscrito más antiguo es del siglo IV, y que la tradición que refleja es de los siglos II o III ; Pilar GONZÁLEZ CASADO, "Textos árabes cristianos sobre la dormición de la Virgen., en Revista de Ciencia de las Religiones, Anejos 2001, IV, pgs 75-95. Vid www.elarcadenoe.org/iconos/dormicion.php, Meditaciones iconográficas, La Dormición de la Madre de Dios.
220 Un buen resumen de la cuestión en Juan Luis BASTERO, María, Madre del Redentor, Eunsa, Pamplona 1995, pgs 266 ss.
221 JUAN PABLO II , Audiencia, 25-VI-1997; Insegnamenti, 20, 1, pg 1610.
222 En la catedral de Barbastro, su ciudad natal, dedicada precisamente a la Asunción de María, existe la capilla de la Dormición, con una representación tradicional, especialmente querida y venerada por los barbastrenses, que la llaman, cariñosamente, la "Virgen de la cama". Esta imagen mariana recibió muchas oraciones del fundador del Opus Dei en su infancia. En 1957, al construirse en la sede central de Roma el oratorio de Santa María de la Paz, futura iglesia prelaticia del Opus Dei, San Josemaría quiso que se pusiera allí otra representación de la Dormición, inspirada en la de Barbastro; se encuentra en un nivel intermedio en el descenso a la cripta del templo desde la nave principal. Bajo el altar de la iglesia descansan los restos mortales del Santo
223 Apínt, Cuaderno 4, 15-VIII-1931, 228.
224 Txm1 ||| est Maria StR5 rel ] est María Txm1 StR4
"Assumpta est Maria" – Oficio de la Asunción de María, 15 de agosto. En el Breviario de San Pío V, que es el de la época, texto parcial de la 1a antífona tanto en Laudes como en I y II Vísperas; entraba además en el responsorium breve de Tertia y de Sexta. En la actual Liturgia de las Horas, el texto de esta antigua antífona configura el responsorium breve de las I Vísperas, y constituye el versículo de Tertia. Texto completo: Assumpta est Maria in caelum: Gaudent angeli, laudantes benedicunt Dominum. Se comprende que el Autor entienda la contemplación de este misterio como un unirse al canto de la Iglesia.
"en cuerpo y alma" –El lector habrá observado que el Autor introduce, en la traducción de la antífona, el inciso "en cuerpo y alma", repitiendo lo que ya había escrito en Santa Isabel y el lector leerá en el § 5. Es el eje, como hemos visto al introducir el misterio, de la futura definición dogmática. San Josemaría, en su época juvenil en Logroño, debió mirar muchas veces, en la girola de la iglesia de La Redonda, actual concatedral, el hermoso cuadro que contiene una representación de la Asunción y esas palabras, que lo enmarcan.
"y los Ángeles se alegran"–Este inicio del 5º Mgl está sin duda en la base de la homilía, ya citada, que predicó el Autor el día de la Asunción de 1961 (vid Es Cristo que pasa, 171-178).
225 Txm1 ||| –Y así Txm1add rel] Y así Txm1 || la contemplación Txm1add] a contemplar Txm1 || Santo Rosario StR4 rel || santo rosario Txm1 Txm2
226 Msa ||| –Están... Judas Txm1add rel] Los doce Apóstoles –Matías sustituyó a Judas– están alrededor de su lecho Msa rel||| 1 Hch 1, 26
"los doce Apóstoles", –La presencia de los Apóstoles en la Asunción es una tradición antigua. Escribe Fr. LUIS DE GRANADA: "Después que Christo nuestro Redemptor subió al cielo, su Santísima Madre quedó en la tierra supliendo sus ausencias"; la Asunción tuvo lugar –dice–passado todo el tiempo necesario para enseriar, consolar y animar á los Apóstoles en la prosecución de fundar la Iglesia" (Breve Memorial, cap LXVIII, pg 469). No hay una tradición concorde sobre el lugar (Jerusalén o Éfeso) y la fecha de la Asunción. Granada parece recoger la tradición que dice que la Dormición de Nuestra Señora fue en Jerusalén antes de la dispersión de los Apóstoles (allí hay una antigua iglesia, la iglesia de la Asunción de María, en el lugar llamado de la Dormición, a los pies del Monte de los Olivos).
227 Msa ||| Y nosotros, por StR3 rel]Y nosotros, hijos fieles de María Inmaculada, por Msa Txv StR1 || por gracia StR4 rel] por derecho StR3 Txm1 Txm2 | por derecho propio Msa Txv StR1
"por gracia que todos respetan" –Otro de los modos del Autor para introducir a los lectores en la "vida de infancia": el afecto que los niños amigos suscitan entre los mayores: no pudieron asistir a la Pentecostés (vid 3° Mgl, § 1, apcrít), pero ahora pasan a ser casi protagonistas en la Dormición-Asunción de Nuestra Señora. Pero ¡atención a esa "gracia que todos respetan"!: es fruto de una de las escasas correcciones que hizo el Autor al texto de Santa Isabel (vid apcrít ibídem). No le convencía sin duda su original de 1931, que decía en vez de gracia "derecho propio", y lo cambió, ya en StR1, por "derecho", para pasar finalmente en 1945, a ser "gracia": un don, un regalo de Jesús para estar junto a su Madre, que es también Madre nuestra, y escoltarla después hasta la Gloria. –En la edición de Valencia (vid apcrít) se elimina la frase "hijos fieles de María Inmaculada"; no es fácil deducir la razón: quizás el Autor quiso evitar que pudiera entenderse la frase como referida sólo a los miembros de las congregaciones religiosas que se acogen a esa denominación. La frase, así abreviada, parece tener más ritmo.
228 Msa ||| El guionado de los SSSV 5y 6 es de Txm1add || Gloria StR1 rel] gloria Msa Txv | Corte StR4 rel] corte Msa rel
"tomamos la cola del espléndido manto azul" – El Autor contempla la Asunción, no con los Apóstoles, que rodeaban el cuerpo de María en la Dormición, sino que, haciendo uso de esa gracia (§ 4), se incorpora con los dos niños al cortejo celestial y toman la cola del manto azul, el color mariano por excelencia. Es el momento cumbre para los niños: desde esa posición pueden, mejor que nadie, "contemplar aquella maravilla. Tras esa posición de los niños en la Asunción de María, el Autor está viendo anticipada la llegada de la Esposa a las bodas eternas del Cordero. A la condición de Esposa alude el Autor en el § 6.
229 Msa ||| Señora, que StR1 rel] Señora que Msa Txv || Ángeles StR4 rel] ángeles Msa rel || ésta? StR1 rel] ésta?... Msa Txv ||| 1 Ct 6, 10; 8, 5; cfr Ct 6, 10
"Hija, Madre y Esposa de Dios" - Vid Camino ed crít-hist, punto 496 y comentarios.
"Quién es ésta?" –El Autor expresa el asombro que hay en el Cielo, ante la majestad de María asunta, con los célebres interrogantes del Cantar de los Cantares: ¡Quién es ésta...?". El Quae est ista? y el Assumpta est Maria han alimentado durante siglos la Liturgia de las Horas (y derivadamente el 4. Mgl). El orante, que en el primer Nocturno había leído el Cantar y había exclamado en los responsos: Quae est ista quae ascendit per desertum...?, Quae est ista quae processit sicut sol...?, canta después para introducir el Benedictus: Quae est ista quae ascendit quasi aurora consurgens, pulchra ut luna, electa ut sol, tern bilis ut castrorum acies ordinata?(cfr Ct 6, 10). (El tema "¿Quién es ésta...?" está presente pero difuminado en la reforma del Breviario que sigue al Vaticano II). Se comprende que estos textos sean, una vez y otra, la fuente tradicional de la contemplación sobre el tema. Tres ejemplos ilustres: Fray LUIS DE GRANADA, meditando el 4º Mgl: 17 así maravillados [los ángeles] desta grande novedad y gloria, comenzaron á decir: '¿Quién es ésta que sube del desierto llena de deleites, y recostada sobre su amado?' [Ct 8]. Otros, considerando el olor suavísimo de sus virtudes, decían [Ct 3]: '¿Quién es ésta que sube como en una vara delgada de humo de mirra, y encienso, y de todos los polvos olorosos, que son todas las virtudes?'. Otros considerando la grandeza de su resplandor y hermosura, decían [Ct 6]: 'Quién es ésta que sube a lo alto, como la luz de la mañana cuando comienza a esclarescer, hermosa como la luna, escogida como el sol, y terrible como los escuadrones de los ejércitos bien ordenados?' Cuál sería pues aquí el alegría de los ángeles, acordándose que por medio desta Señora fueron sus sillas reparadas?" (Fray Luis DE GRANADA, Adiciones al Memorial, pg 589).
230 [5° Mgl] StR4 |||| Coronación de la Virgen StR4 rel] La coronación de María Santísima Msa rel
231 Const Lumen gentium, 59
232 Fray Luis DE GRANADA, Memorial y guía, cap LVIII, pg 185. "Considera la dignidad de la Reina de todo lo criado, la cual es Madre de Dios, cuya maternidad –dice el Evangélico doctor Sancto Tomás– contiene dignidad casi infinita: y así es la mayor dignidad y privilegio de nuestra Señora. Y si la honra de la Madre es honra del Hijo, ¿qué lugar le había de dar tal Hijo a tal Madre en la gloria, sino esa su mano derecha, haciendo coro a parte con todos los bienaventurados?" (ibídem, pg 186).
233 Vid supra Introd al 4° Mgl, nt 1.
234 En este caso, incluso gramaticalmente: el también de "la hubiéramos hecho también Reina y Señora".
235 Sobre Ct 4, 7, vid infra § 1, apcrít.
236 Ya desde la Patrística están muy vivos los temas bíblico-mariológicos, "puerta cerrada", y "huerto cerrado", que en la tradición aluden sobre todo a la virginidad de María. Un texto célebre del s. IV: "Dios te salve, llena de gracia, Puerta de los Cielos, de quien el Profeta hizo este vaticinio: 'Esta puerta permanecerá cerrada, no se abrirá y nadie entrará por ella, porque por ella ha entrado el Señor Dios de Israel. Permanecerá cerrada. Sólo el Príncipe, por ser Príncipe, se sentará ante ella. Y Él será la esperanza de todas las naciones' (Ez 44, 2). De esta Puerta, también en el Cantar de los cantares, el Profeta habla de manera abierta y clara en el decurso de su oración, exclamando: 'Huerto cerrado, hermana mía, esposa, huerto cerrado, fuente sellada'" (San Epifanio, Homilía in Laudes Sanctae Mariae Deiparce; vid PG 43, 491).
237 "veni, coronaberis" es el texto de la Vulgata: Veni de Libano, sponsa, veni de Libano, veni, coronaberis, de capite Amana.... La Neovulgata, como todas las traducciones actuales, recoge la moderna crítica textual del texto hebreo del Cantar de los Cantares y ha modificado el latín de Ct 4, 8, que ya no hace alusión a la idea de coronar a la esposa: el "veni coronaberis" pasa a ser ingredere, respice": Veni de Libano, sponsa, veni de Libano, ingredere; respite de capite Amana.... Suelen decir los comentaristas que Ct 4, 8-9 formaba un poema independiente, que más tarde se incorporó al Cantar, quedando un texto complejo que da lugar a traducciones diversas. El debate a nuestros efectos no hace al caso. Cfr A. VACCARI, "Note critiche ed esegetiche (Ps 87;110,6; Cant 4,8; 5,12; Judit 16,11; 2M 15, 42)", en Biblica 28 (1947) 394-406; la crítica de Ct 4, 8 está en pgs 398-399. Agradecemos a nuestro colega de la Universidad de Navarra, Prof. Santiago Ausin, la exhaustiva información que nos ha ofrecido sobre el tema.
238 El Autor mantiene la secuencia de su texto: "con corona de doce estrellas".
239 Es lo que Guadalupe Ortiz de Landázuri llamaba "el original de Santo Rosario aumentado por el Padre". Vid supra IntrodGen, § 4, 3.
240 Es muy posible que la decisión de añadir unas líneas más de texto provenga de que venían exigidas por la maquetación: el texto del misterio quedaba un poco breve. El Autor acude al protoevangelio y redacta estas cuatro o cinco líneas que faltaban.
241 "La Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado protoevangelio Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: 'Ella te aplastará la cabeza', ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada, que aplasta a la serpiente bajo sus pies. Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto, por consiguiente, no atribuye a María, sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo" (JUAN PABLO || , Audiencia General, La Inmaculada Concepción de María, 29-V-1996; versión italiana en Insegnamenti, 19, 1, pg 1389).
242 Txm 1 ||| coronaberis.–Ven StR4 rel] coronaberis–ven Txm1 Txm2
"Eres toda hermosa" –El § 1, adición de 1945, está compuesto a partir de los tres textos del Cantar de los Cantares que señala el Autor (vid Introd a 5º Mgl). Pero, en la selección del primero, gravita sin duda la conocida antífona que canta el pueblo cristiano a la Virgen Inmaculada, y que San Josemaría tenía siempre en sus labios: Tota pulchra es, Maria, et macula originalis non est in te (Oficio divino en la fiesta de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre; cuando escribe el Autor, antífona 1ª en Laudes y I y II Vísperas; en el Breviario actual, II Vísperas). Años después, San Josemaría escribió en Surco, 339: "...¡Toda hermosa eres, María, y no hay en ti mancha original!, canta la liturgia alborozada. No hay en Ella ni la menor sombra de doblez: ¡a diario ruego a Nuestra Madre que sepamos abrir el alma en la dirección espiritual, para que la luz de la gracia ilumine toda nuestra conducta! –María nos obtendrá la valentía de la sinceridad, para que nos alleguemos más a la Trinidad Beatísima, si así se lo suplicamos".
"Ven: serás coronada" –Estas pabras del Cantar de los Cantares tuvieron gran influencia en la Edad Media. Un ejemplo eminente es la antífona polifónica inglesa Vox Patris Caelestis, del s. XVI, que arranca del toca pulchra y culmina en el coronaberis. Vid el texto en Kerry MCCARTHY, pg 357.
243 Msa ||| Si tú y yo StR1 rel] Si tu o yo Msa Txv
244 Msa Txm 1StR4 ||| Una gran señal ... sobre su cabeza Txm 1 rel] Doce estrellas sobre su cabeza Msa rel || La luna a sus pies StR4 rel] La luna a sus plantas Msa rel (Apoc., 12, 1) ] Txm1add rel || María, Virgen ... dragón infernal ] StR4 rel || Hija ... Esposa de Dios Txm1 rel It Gn 3, 15
"Una gran señal apareció" –Servirse de Ap 12, 1 para contemplar a María Reina del Universo, tiene una antigua tradición, de la que es testigo eximio San Bernardo en el sermón para el Domingo infraoctava de la Asunción (Sermones, || ; S. BERNARDI Opera, vol V, pgs 262-274). Fr. Luis de Granada, meditando el 5º Mgl, hace esta hermosa traducción de ese sermón: Y a este propósito aplica San Bernardo [Serm. sup. locum eundem, inter Serm. de B. Virg.] aquello del Apocalipsi, donde dice San Juan que apareció en el cielo una mujer vestida del sol, la cual debajo de sus pies tenía la luna, y encima de la cabeza una corona de doce estrellas. Con mucha razón dice este sancto, que la Virgen nuestra Señora estaba vestida del sol; porque estaba toda cercada y envestida de aquella luz inaccesible: para que entendamos que ninguna cosa había en ella que no estuviese abrasada y encendida con amor. ¡Oh, Señora, cuán familiar, cuán vecina y cuán íntima eres a Dios! ¡Cuánta gracia hallaste en sus ojos [Lc 1]! Él está en ti, y tú en él; tú vistes a él, y él viste a ti. Tú le vistes con la substancia de nuestra carne, y él viste a ti con la gloria de su Majestad. Tú vistes al sol con una nube, y él te viste con el mesmo sol. Tiene también la luna debajo de los pies, para que entendamos que reina sobre todo lo que es mudable. Solo Dios, que no se muda, es más que ella. Pero lo que no es Dios, no es tal como ella. Dice más, que tiene en la cabeza una corona de doce estrellas. Porque ¿cómo no será coronada con estrellas la que se viste del sol, y la que más esclaresce con su resplandor a las mesmas estrellas?), (Fray LUIS DE GRANADA, Adiciones al Memorial pg 590).
245 Msa || coronan como Txm1 rel] coronan, como Msa rel
"Emperatriz" –Palabra muy del gusto del Autor para referirse, en el clima de Santa Isabel, a la Virgen coronada en la Gloria: le diría a mi Madre Santa María: Señora, ni por juego quiero que dejes de ser la Dueña y Emperadora de todo lo creado" (Apínt, Cuaderno V, no 517, 28-XII-1931). –Los §§ 4 y 5 describen la Coronación de la Madre de Dios como obra de la Trinidad, en medio del entusiasmo de los Ángeles y de todos los bienaventurados.
246 Msa ||| Angeles StR4 rel] ángeles Msa rel] Apóstoles StR4 rel] apóstoles Msa rel || pecadores y StR4 rel] pecadores..., y StR1 rel | pecadores... y Msa Txv
"y le rinden pleitesía..." –Como en el misterio anterior, este párrafo final ejerce también una función de enlace o puente; en este caso, el entusiasmo y la veneración de ángeles y hombres prepara el camino hacia el canto letánico de su gloria, hacia las letanías, que a su vez culminan con las diversas invocaciones a María como Reina, como Reina de estas series de bienaventurados que aquí nombra el Autor. –En este contexto hay que tener en cuenta la tradición devocional que ve en el 5° misterio del Rosario: junto con la glorificación de María, la glorificación prometida por Cristo a todos sus fieles. Tan es así que el traductor italiano de Fr. Luis de Granada titula el 5° misterio: "La felicidad y gloria de los Santos" (Andrea GIANETTI, Rosario figurato, pg 203). El Rosario acaba en el Cielo, que es eso, la gloria, el gozo del Dios Uno y Trino, en compañía de nuestra Madre: "Ella nos ha precedido por la vía de la imitación de Cristo, y la glorificación de nuestra Madre es la firme esperanza de nuestra propia salvación; por eso la llamamos spes nostra y causa nostra letitiae, nuestra esperanza y causa de nuestra felicidad" (Es Cristo que pasa, 176).
"los pecadores y tú y yo" –El Autor acaba Santo Rosario como lo empezó. Ahí están los dos niños amigos –"tú y yo"–, que en el 4º misterio llevaban la cola del manto azul de la Virgen, y ahora están paradójicamente contemplándola en el Cielo con los pecadores. El Autor tachó finalmente los puntos suspensivos (vid apcrít), para formar la unidad "los pecadores y tú y yo". Es evidente que el Autor quiere subrayar que eso es lo que somos en el gozo del Cielo: "pecadores perdonados", como solía decir. Quizá en esta perspectiva haya que leer esta ulterior contemplación de la Coronación de Nuestra Señora que hizo el Autor: ¡Es justo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo coronen a la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado. –¡Aprovéchate de ese poder! y, con atrevimiento filial, únete a esa fiesta del Cielo. –Yo, a la Madre de Dios y Madre mía, la corono con mis miserias purificadas, porque no tengo piedras preciosas ni virtudes. –¡Anímate!" (Forja, 285).
247 [Let.] Letanías StR4 ||| Letanías StR4 rel] [sin título] Msa rel
248 Fueron aprobadas por Sixto V en 1587. El más antiguo testimonio de su uso en Loreto es de 1531, pero no hay seguridad de que la Letanía lauretana ya entonces tuviera la forma con la que se extendió progresivamente en la Iglesia. Hoy parece demostrado que se inspira en el himno Akathistos, joya a su vez de la devoción mariana en la tradición del Oriente cristiano (vid Gilles-Gérard MEERSSEMAN, Der Hymnos Akathistos im Abendland, 2 vol, coll "Spicilegium Friburgense",Universitätsverlag, Fribourg 1958-1960). Clemente VIII, en 1601, decidió que sólo se cantasen públicamente las letanías incluidas en el Misal y en el Breviario, y la Letanía lauretana.
249 León XIII recomendó concluir la recitación del Rosario, durante el mes de octubre (mes del Rosario), con el canto de la Letanía lauretana.
250 Tienen las Letanías "un encanto muy particular, un charme particulier, que viene sin duda, de que las letanías reflejan una ley inscrita en el corazón humano" (Baltasar FISHER, "Litanies", en DSp, vol 9, 1976, col 870).
251 Msa ||| letanía lauretana Msa rel] Letanía Lauretana Txv || distintos. Clamores StRI rel] distintos: Clamores Msa Txv
"color y sentido distintos" – Esta idea ha llevado siempre al Autor a fomentar el modo personal y, en este sentido, creativo, de dirigirse al Señor y a la Virgen en el silencio de la oración: "¡Cuánto crecerían en nosotros las virtudes sobrenaturales, si lográsemos tratar de verdad a María, que es Madre Nuestra! Que no nos importe repetirle durante el día –con el corazón, sin necesidad de palabras– pequeñas oraciones, jaculatorias. La devoción cristiana ha reunido muchos de esos elogios encendidos en las letanías que acompañan al Santo Rosario. Pero cada uno es libre de aumentarlas, dirigiéndole nuevas alabanzas, diciéndole lo que –por un santo pudor que Ella entiende y aprueba– no nos atreveríamos a pronunciar en voz alta" (Amigos de Dios, 293).
252 Msa Txm 1 ||| Cristo; peticiones Txm1 rel] Cristo: peticiones Msa rel || Trinidad; piro- pos Txm1 rel] Trinidad: piropos Msa rel || Santa María:... Auxilio de los cristianos... Txm1 rel] Santa Maria Msa rel
"piropos encendidos" –"Cumplido, sobre todo el que dirige el hombre a una mujer" (Definición del DRAE, edición de 1940). "Lisonja, requiebro" (edición de 1997). A San Josemaría le gustaba especialmente realizar esa comparación con las expresiones del amor humano, tanto para referirse al trato con Dios y con la Virgen, como también con los Ángeles custodios. Así lo hizo durante toda su vida. "Mañana, algo espero del Santo Arcángel Gabriel. Voy a echarle unos piropos: Gabriel Arcángel, nuncio de Dios, visitador dichosísimo de la siempre Virgen, embajador del Gran Rey, iluminador de Daniel Profeta, consolador de Zacarías, escogido entre todos para anunciar el misterio de la Encarnación del Verbo, acuérdate mañana y siempre de la O. de D." (Apínt, nº 10, Cuaderno IV, 23-111-1931). "Entre seis y media y siete menos cuarto vi, durante bastante tiempo, cómo el rostro de mi Virgen de los Besos se llenaba de alegría, de gozo. Me fijé bien: creí que sonreía, porque me hacía ese efecto, pero no se movían los labios. Muy tranquilo, le he dicho a mi Madre muchos piropos" (Apínt, Cuaderno V, nº 701, 20-IV-1932). ¿Habéis visto, en cambio, con qué poca piedad se habla a diario de nuestra Santa Madre la Iglesia? ¡Cómo consuela leer, en los Padres antiguos, esos piropos de amor encendido a la Iglesia de Cristo!" (El fin sobrenatural de la Iglesia, 54).
"Refugium peccatorum..." – La cuarta serie de la Letanía lauretana estaba muy presente en la predicación de San Josemaría: ¿Que por momentos te faltan las fuerzas? --Por qué no se lo dices a tu Madre: "consolatrix afflictorum, auxilium christianorum..., Spes nostra, Regina apostolorum?" (Camino, nº 515; cfr Camino ed crít-hist, comentario); ¡María, Madre nuestra, auxilium christianorum, refugium peccatorum: intercede ante tu Hijo, para que nos envíe al Espíritu Santo, que despierte en nuestros corazones la decisión de caminar con paso firme y seguro" (Es Cristo que pasa, 66); 'Auxilium christianorum!'–Auxilio de los cristianos, reza con la letanía lauretana. ¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trances difíciles? Si lo haces con fe, con ternura de hija o de hijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tu Madre Santa María, que te llevará a la victoria" (Surco, nº 180).
253 Msa Txm1 ||| Y el reconocimiento... su mediación Txm1 rel] y el reconocimiento de su Reinado... Msa rel || Sub tuum praesidíum confitgimus ... gloriosa y bendita Txm1 rel] "Sub tuum praesidium –bajo tu protección" StR1StR3 rel | Sub mum praesidium Msa Txv
"Sub tuum praesidium" –El Autor siempre estuvo conmovido por esta antífona que proclama la mediación de María. Predicaba muchos años después: "No es pues extraño que uno de los testimonios más antiguos de la devoción a María sea precisamente una oración llena de confianza. Me refiero a esa antífona que, compuesta hace siglos, continuamos repitiendo aún hoy día: Nos acogemos bajo tu protección, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestra necesidad, antes bien sálvanos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita" (Es Cristo que pasa, nº 141).–La antífona original, greco-bizantina, "es quizás el texto más antiguo en que se llama Theotokos a la Virgen, e indiscutiblemente es la primera vez que este término aparece en un contexto oracional e invocativo... La universalidad de esta antífona hace pensar que ya a mediados del siglo III era usual invocar a Santa María como Theotokos" (Lucas F. MATEO-SECO, "La devoción mariana en la primitiva Iglesia", en Anales Valentinos, 27 [2001] 213-232).
254 Msa ||| Ruega Msa Txv rel] –Ruega StR1StR3 || nosotros, Reina StR1 rel] nosotros Reina Msa Txv || nuestro Msa Txm1 Txm2 rel] Nuestro Txv StR1StR3
"Reina del Santísimo Rosario" –El § 4 es casi traducción literal del breve responsorio que precede al Sub tuum. Nótese la variante que ha introducido el Autor. En vez de "Santa Madre de Dios", dice: "Reina del Santísimo Rosario"; modificación sugerente, que, en una de esas paradojas características de la auténtica piedad cristiana, viene a pedirle a la misma Madre de Dios que nos ayude a rezarle a Ella con unción y cariño su oración predilecta: el Rosario. En una de las últimas páginas que escribió San Josemaría antes de su muerte se lee este texto: "Así cabría discurrir por los misterios dolorosos y gloriosos, y lo mismo por la explosión de júbilo y de amor que son las letanías. El que recite el Rosario con perseverancia, con sencillez, desde lo hondo de su alma, saboreará cada día esos distintos y maravillosos descubrimientos de los tesoros de gracia que Nuestro Padre tiene preparados para sus hijos" (La Virgen del Pilar, pgs 100-101).
Dentro de la formación progresiva de las series que componen la Letanía lauretana, son de notar los "piropos" introducidos oficialmente por los Papas: Pío V mandó que se incluyera Auxilio de los Cristianos; Gregorio XVI, Reina concebida sin pecado original; León XIII, Reina del Santísimo Rosario y Madre del Buen Consejo; Benedicto XV, Reina de la paz Pío XII, Reina Asunta al Cielo; Pablo VI, Madre de la Iglesia; Juan Pablo II, Reina de la Familia. El Papa Clemente XIII, a petición de Carlos III, concedió incluir Mater Immaculata en los reinos y dominios de la Corona de España".
Detrás de las series de invocaciones marianas, que hacen el papel de los salmos en la tradición del Rosario, se solían incluir, siguiendo la estructura del oficio divino, otras piezas oracionales. El Rosario que rezaba San Josemaría incluía cinco piezas tras las letanías: el triple Agnus Dei, la antífona Sub tuum praesidium, el doble verso Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix y la oración final Gratiam tuam. Así aparece también en las ediciones de Santo Rosario que han incluido el texto de las letanías.
255 Vid IntrodGen, §§ 5 a 9.
256 Romano GUARDINI, Der Rosenkranz unserer lieben Frau, Werkbund, Wiirzburg 1940.
257 IDEM, Orar con... el Rosario de Nuestra Señora, Desclée de Brouwer, Bilbao 2008, pg 33.
258 Ibídem.
259 Ibídem, pg 34.
260 Msa ||| En StR1, después de punto seguido, las frases van siempre introducidas por un guión, que es eliminado en StR3 rel
Msa ||| Amigo mío StR4 rel] Niño amigo Msa rel || ayuda StR1 rel] gracia Msa Txv
"Amigo mío" –Interesante la modificación introducida en el último momento (segundas o terceras pruebas 1945). El "niño amigo" es, como hemos visto una vez y otra, una figura ad intra de la contemplación de los misterios que traza San Josemaría en Santo Rosario. El prólogo y el epílogo introducen desde fuera en esa oración contemplativa. Tal vez por eso el Autor sustituye aquí el "Niño amigo" por el "Amigo mío", que ya había usado en las palabras introductoria para dirigirse Al lector.
261 Msa |||
262 Msa StR3 ||| oración buena. StR3 rel] oración de infancia. Encomiéndate a Teresita –que es Maestra segura en estos caminos de Fe y de Amor– y, desde luego, no olvides a José, Padre de Cristo y Esposo de María, ni dejes de pedir ayuda al Ángel de tu guarda. Msa2add Txv StR1 | oración de infancia. Encomiéndate a Teresita y a Mercedes –que también anduvo por caminos de fe y amor– y, desde luego, no olvides a José, Padre de Cristo y Esposo de María, ni dejes de pedir ayuda al Ángel de tu Guarda. D.O.G. Diciembre de 1931, Msa1 del
"oración buena" –En Msa, como se ve en el apcrít del § 3, se leía "oración de infancia", seguida de una frase exhortativa, cuya historia textual allí se describe. En Msal el P. Sánchez Ruiz puso entre paréntesis las palabras "y a Mercedes" y anotó interlineado: "Esto para V.". El texto de Msa2, transcrito en el apcrít, es fruto de la acogida por el Autor del consejo de Sánchez Ruiz. Finalmente, al preparar la edición de Valencia (StR3), San Josemaría cambia "oración de infancia" por "oración buena", y tacha toda la frase que sigue. El Autor decide así, en doble etapa, eliminar de su epílogo alusiones personales, aunque sean de tan alta calidad: Santa Teresita, San José y el Ángel de la Guarda. Pero, el texto suprimido refleja la incidencia de estas dos mujeres -Santa Teresita y Mercedes Reyna- en la oración de infancia de San Josemaría en la época que escribe Santo Rosario. Por eso, el pasaje tiene tanto interés histórico. Es cuestión examinada en IntrodGen, § 10,3 a.
"D.O.G." --San Josemaría terminó su texto en Santa Isabel poniendo en la última cuartilla: D.O.G.. Esta sigla era en aquellos años de uso continuo en sus papeles y cuadernos, y la conocían muy bien y usaban los miembros del naciente Opus Dei. Se explica su sentido en el punto 780 de Camino: "“Deo omnis gloria”. -Para Dios toda la gloria.-Es una confesión categórica de nuestra nada. Él, Jesús, lo es todo. Nosotros, sin Él, nada valemos: nada. Nuestra vanagloria sería eso: gloria vana; seria un robo sacrílego; el "yo" no bebe aparecer en ninguna parte". Vid el comentario en Camino ed crít-hist. Vid sobre el tema Pedro RODRÍGUEZ, "La santificación del mundo en el lenguaje fundacional del Beato Josemaría Escrivá", en J. L. ILLANES y otros (dir.), El cristiano en el mundo, Actas del XXIII Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, ("Simposios Internacionales de Teología",23), Pamplona 2003, pgs 47-66
263 Falta posiblemente el escaneo de toda esta página (276)
|||Boceto de rótulo para los Misterios de Luz. Inédito. Se encuentra en la carpeta de materiales para la ilustración de Santo Rosario que Luis Borobio entregó al Director de la presente edición crítica.
264 JUAN PABLO || , Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 19.
265 Ibidem.
266 Para cuanto sigue, la fuente documental es Guillaume DERVILLE y Carlos VILLAR, Nota sobre la incorporación de los misterios de luz al libro Santo Rosario de San Josemaría Escrivá de Balaguer (AGP, Serie A. 3, Leg 102, Carp 4, Exp 4); también las conversaciones de Pedro Rodríguez con los autores de ese documento.
267Esta Nota no tendría carácter de presentación, sino que daría razón de la novedad, y subrayaría que, con los nuevos textos, no se pretendía alterar un libro ya escrito y constituido como un todo por su Autor, sino aprovechar una oportunidad pastoral, secundando la iniciativa del Papa. Por esta razón –se indicaba–, los Misterios de Luz irían situados en las futuras ediciones como un apéndice del libro.
268 En el envío a los diversos países, los comentarios iban presentados de dos modos distintos: el primero incluía los textos tal como iban a ser publicados; el segundo, incorporaba –como ayuda para los traductores– notas a pie de página en las que se indicaban las fuentes exactas. Esas notas son las que se reproducen en la presente edición.
269 Con ese boceto se abre en nuestra edición el presente Anexo: ocupa, pues, el mismo sitio que los rótulos de las otras tres Partes.
270En Lagos, 2003. Datos infra en Apd. II.
271 En San José de Costa Rica y en Lisboa. Datos ibídem.
272 En Tallinn. Datos ibídem.
273Nota introductoria del Prelado del Opus Dei |||
En las grandes ediciones populares de Santo Rosario, como hemos visto en Introd, 4, los misterios de luz pasaron a situarse después de los gozosos. La nota introductoria del Prelado dejó, lógicamente, de publicarse y, en cambio, comenzó a incluirse, de ordinario a pie de página, esta nota editorial: "Comentarios a estos misterios no figuraban en el libro Santo Rosario, redactado en 1931, pero San Josemaría, a lo largo de toda su vida, los contempló y predicó con amor, como cada paso del Evangelio. Para facilitar a los lectores la meditación completa del Santo Rosario, se han tomado de los escritos del Fundador del Opus Dei algunos textos entre muchos posibles".
274 Mt 3 ||| [Biblia de Navarra]
275 Es Cristo que pasa, 128, 2
276 Es Cristo que pasa, 128, 1
277 Apuntes íntimos, Apéndice 7, 1741, 16-VII-1934; citado en Camino ed crít-hist, 801 ||| [Cfr Forja, 947]
278 Ibídem ||| [Cfr Forja, 52] | 1 Lc 12, 49: He venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda? 2 1S 3, 6: ¡Aquí me tienes, porque me has llamado!
279 Forja, 264 ||| El Señor Misterios de Luz] Al traerte a la Iglesia, el Señor Forja || de Dios. Misterios de Luz] de Dios. –No lo olvides Forja]
280 Forja, 300 |||
281 Es Cristo que pasa, 141
282 Jn 2 ||| [Biblia de Navarra]
283 Carta 14-IX-1951, 23; AGP, serie A.3, leg 94, carp 4, exp 2
284 Forja, 807
285 Amigos de Dios, 285 ||| María. Por Misterios de Luz] María. Cuenta San Juan que, por Amigos de Dios
286 Forja, 235 |||
287 Mc 1 ||| [Biblia de Navarra]
288 Mc 2 ||| [Biblia de Navarra]
289 Como un personaje más, pg 179, 19-III-1960 (AGP, Biblioteca, P08, I) ||| a una. ¡Con Misterios de Luz] a una de ellas.¡Con Como un personaje más
290 Texto en Crónica, pg 54, 1-I-1973 (AGP, Biblioteca, P01) |||
291 Es Cristo que pasa, 181, 2 Ill alma. Para Misterios de Luz] alma. Pero qué responderíamos, si El preguntase: tú, ¿cómo me dejas reinar en ti? Yo le contestaría que, para Es Cristo que pasa
292 Camino, 792
293 Es Cristo que pasa, 159, 2 ||| confiar en Misterios de Luz] confiar, por tanto, en Es Cristo que pasa
294 Camino, 906 ||| 1 Lc 1, 33
295 Mt 17 ||| [Biblia de Navarra]
296 Crecer para adentro, pg 105 (AGP, Biblioteca, P 12); meditación titulada "E pluribus unum" , de fecha 4-VI-1937, § 1 ||| amor a Ti! Misterios de Luz] amor a Ti y, embriagado y sustentado de ese amor.... Crecer para adentro
297 Mt 17 ||| [Biblia de Navarra y Biblia de Jerusalén]
298 Crecer para adentro, pg 222 (AGP, Biblioteca, P12); meditación titulada "El grano de mostaza", de fecha 25-VII-1937, § 4 ||| alma, inflame Misterios de Luz] alma, como dardo encendido, inflame Crecer para adentro
299 En diálogo con el Señor, pgs 200-201 (AGP, Biblioteca, P12); Meditación de Navidad, 25-XII-1973 |||
300 Mt 17 ||| [Biblia de Navarra]
301 Jn 13 ||| [Biblia de Navarra]
302 Es Cristo que pasa, 155 |||
303 Forja, 887 |||
304 Forja, 305 |||
305 Forja, 39 |||