En diálogo con el Señor

Contexto e historia
Fuentes y material previo
Contenido
Texto: San José, nuestro Padre y Señor
Comentarios
Notas


Contexto e historia

El fundador del Opus Dei predicó esta meditación en el oratorio de Pentecostés, para los que vivían en el centro del Consejo General de la Obra. El 19 de marzo, solemnidad de san José, es una fiesta grande en el Opus Dei, que tiene a san José como patrono. También era el día del santo de san Josemaría y, por tanto, se añadía un especial significado familiar.
El texto apareció en Crónica y Noticias del mes de marzo de 1971, con la habitual firma caligráfica de san Josemaría.

Fuentes y material previo

EdcS, 93-103; Crol971, 195-205; Notl971, 179-189. Se conservan en el expediente de AGP, serie A.4, m680219, tres transcripciones mecanografiadas: A (con una fotocopia), B (en realidad es una fotocopia de A, con alguna anotación a mano en el encabezamiento) y C, más breve.

Contenido

El amor por san José estaba muy presente desde los primeros tiempos del fundador del Opus Dei, 1 pero en los años precedentes a su muerte creció “impetuosamente” y recibió un fuerte impulso durante su segundo viaje a América en 1974 2.
El Autor trata de san José tomando pie de los textos litúrgicos de la solemnidad. Va comentando el proprium de la Misa, según el Misal Romano entonces vigente 3, y dos oraciones que se contenían en el devocionario de ese Misal: la que comienza con las palabras O felicem virum, como preparación del sacerdote antes de la Misa, y la que se utiliza para la acción de gracias después de la Eucaristía, cuyo íncipit es Virginum castos et pater.
Sus comentarios a esos textos son breves y tienen siempre una aplicación práctica, inmediata. A veces realiza conexiones de ideas que quizá pueden sorprender a quienes no conozcan el contexto en el que san Josemaría predicaba o los temas en los que más le interesaba insistir. Por ejemplo, el «Sicut cedras Lybani multiplicabitur» de la Antífona le sugiere el tema del apostolado 4; el «in atriis domus Dei nostri», que se lee en esa misma oración, le permite subrayar que los fieles del Opus Dei viven con «el alma dentro de la casa del Señor», al mismo tiempo que están «en medio de la calle, en medio de los afanes del mundo, sintiendo las preocupaciones de sus colegas, de los demás ciudadanos, nuestros iguales» 5. Y más adelante, glosando las palabras «tais sanctis altaribus deserviré», pone de manifiesto que en el Opus Dei se procura servir a Dios «no sólo en el altar, sino en el mundo entero, que es altar para nosotros» 6. Todas las acciones se convierten en ofrenda grata a Dios mediante la unión al sacrificio eucarístico, de modo que la jornada es como una misa que dura veinticuatro horas.
El cariño con que el fundador habla de san José refleja su antigua familiaridad con él. Sus virtudes le encantan: la fe, la fortaleza, la pureza, la obediencia. Es un trabajador que se santifica mediante una humilde labor, que procura el sustento a Jesús y a María con sus brazos y su trabajo, llevando una vida contemplativa maravillosa, la misma que desea para los miembros del Opus Dei.
Escrivá de Balaguer se rebela contra la iconografía que representa al glorioso esposo de María como un viejo; él lo imagina como un hombre «joven de corazón y de cuerpo» 7, fuerte y humanamente atractivo. La representación iconográfica como un anciano se basa en las narraciones apócrifas y en algún escritor antiguo que deseaba rebatir a los que negaban la perpetua virginidad de María 8. Por contra, ya en el siglo XV, Jean Gerson defendía la juventud de san José y su pureza, con las mismas razones con que lo hará Escrivá de Balaguer 9. Sigue a Gerson un franciscano español del siglo XVI, fray Bernardino de Laredo, autor de un Trataelo de San José que influyó en santa Teresa de Jesús y en otros santos. El fundador del Opus Dei apreciaba ese Tratado 10, en el que –con su estilo llano–, el franciscano criticaba a quienes imaginaban a la «Virgen de edad tierna y hermosísima (...) casada con un muy viejo» y llamaba «muy gran bobedad» la tendencia de los pintores a representar «a san José en edad de varón viejo», cuando para él «san José fue en extremo hermosísimo» 11.
El texto destaca también el papel que san José juega en el Opus Dei, no sólo como modelo, sino como intercesor y patrón principal. Lo llama el «Patriarca de nuestra casa» 12, verdadero jefe de esa familia sobrenatural que es el Opus Dei. En su fiesta, dice, «nos ligamos con lazos de amor y acostumbramos a renovar nuestra entrega» 13, porque en esa fecha los fieles de la Obra ratifican su vinculación al Opus Dei y ponen su fidelidad bajo el amparo de san José.

San José, nuestro Padre y Señor

1a Celebramos la fiesta de San José, Nuestro Padre y Señor, protector y patrono de la Iglesia universal y de esta familia de hijas e hijos de Dios que es el Opus Dei. A veces pienso que os habréis preguntado: ¿cómo es posible que la devoción a San José tenga en la Obra esta raíz, esta hondura, si es una devoción relativamente reciente, puesto que ha comenzado a florecer en Occidente hacia el siglo XVI? Os responderé entonces que el cariño, la piedad, la devoción a San José, es consecuencia de nuestra vida contemplativa. Porque todos en la Obra estamos obligados a tratar mucho a Jesús y a la Virgen Santísima; y no se puede tratar íntimamente al Señor y a su Madre, a nuestra Madre bendita, si no estamos muy familiarizados con el Santo Patriarca, que era el jefe de la Familia de Nazaret.

1b De otra parte, hijos, la Iglesia nos lo ha propuesto, con razón, como Patrono de la vida interior. ¿Quién con más vida interior que José? ¿Qué criatura tuvo un trato más íntimo con Jesús y con María? ¿Quién más humilde que José, que pasa totalmente inadvertido?

2a Hace unos días, leyendo en la misa un pasaje del libro de los Reyes, me vino a la mente y al corazón el pensamiento de la sencillez que el Señor nos pide en esta vida, que es la misma que vivió José. Cuando Naamán, aquel general de Siria, va por fin a ver a Elíseo para ser curado de su lepra, el profeta le pide una cosa sencilla: «Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne recobrará la salud, y quedarás limpio» 14. Aquel hombre arrogante piensa: ¿acaso los ríos de mi tierra no son de agua tan buena como los de esta tierra de Elíseo? ¿Para eso me he movido yo de Damasco? Esperaba algo llamativo, extraordinario. ¡Y no! Estás manchado; ve y lávate, le dice el profeta. No una vez sola, sino bastantes: siete. Yo pienso que es como una figura de los sacramentos.

2b Todo esto me recordó la vida sencilla, oculta, de José, que no hace más que cosas ordinarias. San José pasa totalmente inadvertido. La Sagrada Escritura apenas nos habla de él. Pero nos lo muestra realizando la labor de jefe de familia.

2c Por eso también, si San José es Patrono para nuestra vida interior, si es acicate para nuestro andar contemplativo, si es su trato un bien para todos los hijos y las hijas de Dios en su Opus Dei; para los que en la Obra tienen función de gobierno, San José me parece un ejemplo excelente. No interviene sino cuando es necesario, y entonces lo hace con fortaleza y sin violencia. Este es José.

2d No os extrañe, pues, que la misa de su fiesta comience diciendo: «Iustus ut palma florebit» 15. Así ha florecido la santidad de José. «Sicut cedrus Lybani multiplicabitur 16. Pienso en vosotros. Cada uno en el Opus Dei es como un gran padre o madre de familia, y tiene la preocupación de tantas y tantas almas en el mundo. Cuando explico a las hijas o hijos míos jóvenes que, en la labor de San Rafael, deben tratar especialmente a tres o cuatro o cinco amigos; que de esos amigos quizá sólo hay dos que encajarán, pero que después cada uno de ellos traerá tres o cuatro más, cogidos de cada dedo, ¿qué es esto sino florecer como el justo y multiplicarse como los cedros del Líbano?

2e «Plantatus in domo Domini: in atriis domus Dei nostri» 17. Como José, todos los hijos míos están seguros, con el alma dentro de la casa del Señor. Y esto viviendo en medio de la calle, en medio de los afanes del mundo, sintiendo las preocupaciones de sus colegas, de los demás ciudadanos, nuestros iguales.

2f No es de extrañar que la liturgia de la Iglesia aplique al Santo Patriarca estas palabras del libro de la Sabiduría: «Dilectus Deo et hominibus, cuius memoria in benedictione est» 18. Nos dice que es amado del Señor, y nos lo pone como modelo. Y nos invita también a que los buenos hijos de Dios –aunque seamos unos pobres hombres, como lo soy yo– bendigamos a este hombre santo, maravilloso, joven, que es el Esposo de María. Me lo han esculpido viejo, en un relieve del oratorio del Padre. ¡Y no! Lo he hecho pintar, joven, como me lo imagino yo, en otros lugares; quizá con algunos años más que la Virgen, pero joven, fuerte, en la plenitud de la edad. En esa forma clásica de representar a San José anciano, late el pensamiento –demasiado humano– de que una persona joven no tiene facilidad para vivir la virtud de la pureza. No es cierto. El pueblo cristiano le llama Patriarca, pero yo lo veo así: joven de corazón y de cuerpo, y anciano en las virtudes; y, por eso, joven también en el alma.

2g «Glorificavit illum in conspectu regum, et iussit illi coram populo suo, et ostendit illi gloriam suam» 19. No lo olvidemos: el Señor quiere glorificarle. Y nosotros lo hemos metido en la entraña de nuestro hogar haciéndole también Patriarca de nuestra casa. Por eso la fiesta más solemne e íntima de nuestra familia, aquella en la que nos reunimos todos los socios de la Obra pidiendo a Jesús, Salvador nuestro, que envíe obreros a su mies, está especialmente dedicada al Esposo de María. Entonces es también mediador; entonces es el amo de la casa; entonces descansamos en su prudencia, en su pureza, en su cariño, en su poder. ¿Cómo no va a ser poderoso, Nuestro Padre y Señor San José?

3a ¡Cuántas veces me he removido leyendo esa oración que la Iglesia propone a los sacerdotes para recitar antes de la misa!: «O felicem virum, beatum Ioseph, cui datum est, Deum, quem multi reges voluerunt videre et non viderunt, audire et non audierunt...». ¿No habéis tenido como envidia de los Apóstoles y de los discípulos, que trataron a Jesucristo tan de cerca? Y después, ¿no habéis tenido como vergüenza, porque quizá –y sin quizá: yo estoy seguro, dada mi debilidad– hubierais sido de los que se escapaban, de los que huían bellacamente y no se quedaban junto a Jesús en la Cruz?

3b «...quem multi reges voluerunt videre et non viderunt, audire et non audierunt; non solum videre et audire, sed portare, deosculari, vestiré et custodire». No os lo puedo ocultar. Algunas veces, cuando estoy solo y siento mis miserias, cojo en mis brazos una imagen de Jesús Niño, y lo beso y le bailo... No me da vergüenza decíroslo. Si tuviésemos a Jesús en nuestros brazos, ¿qué haríamos? ¿Habéis tenido hermanos pequeños, bastante más pequeños que vosotros? Yo, sí. Y lo he cogido en mis brazos, y lo he mecido. ¿Qué hubiera hecho con Jesús?

3c «Ora pro nobis, beate Ioseph». ¡Claro que hemos de decir así!: «Ut digni efficiamur promissionibus Christi». San José, ¡enséñanos a amar a tu Hijo, nuestro Redentor, el Dios Hombre! ¡Ruega por nosotros, San José!

3d Y seguimos considerando, hijos míos, esta oración que la Iglesia propone a los sacerdotes antes de celebrar el Santo Sacrificio.

3e «Deus, qui dedisti nobis regale sacerdotium...». Para todos los cristianos el sacerdocio es real, especialmente para los que Dios ha llamado a su Obra: todos tenemos alma sacerdotal. «Pæsta, quasumus; ut, sicut beatus Ioseph unigenitum Filium tuum, natura ex Maria Virgine...». ¿Habéis visto qué hombre de fe? ¿Habéis visto cómo admiraba a su Esposa, cómo la cree incapaz de mancilla, y cómo recibe las inspiraciones de Dios, la claridad divina, en aquella oscuridad tremenda para un hombre integérrimo? ¡Cómo obedece! «Toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto» 20, le ordena el mensajero divino. Y lo hace. ¡Cree en la obra del Espíritu Santo! Cree en aquel Jesús, que es el Redentor prometido por los Profetas, al que han esperado por generaciones y generaciones todos los que pertenecían al Pueblo de Dios: los Patriarcas, los Reyes...

3f «...ut, sicut beatus Ioseph unigenitum Filium tuum, natum ex Maria Virgine, suis manibus reverenter tractare meruit et portare...». Nosotros, hijos míos –todos, seglares y sacerdotes–, llevamos a Dios –a Jesús– dentro del alma, en el centro de nuestra vida entera, con el Padre y con el Espíritu Santo, dando valor sobrenatural a todas nuestras acciones. Le tocamos con las manos, ¡tantas veces!

3g «. ..suis manibus reverenter tractare meruit et portare...». Nosotros no lo merecemos. Sólo por su misericordia, sólo por su bondad, sólo por su amor infinito le llevamos con nosotros y somos portadores de Cristo.

3h «...ita nos facías cum cordis munditia...». Así, así quiere Él que seamos: limpios de corazón. «Et operis innocentia –la inocencia de las obras es la rectitud de intención– tuis sanctis altaribus deserviré».
Servirle no sólo en el altar, sino en el mundo entero, que es altar para nosotros. Todas las obras de los hombres se hacen como en un altar, y cada uno de vosotros, en esa unión de almas contemplativas que es vuestra jornada, dice de algún modo su misa, que dura veinticuatro horas, en espera de la misa siguiente, que durará otras veinticuatro horas, y así hasta el fin de nuestra vida.

3i «... Ut sacrosantum Filii tui corpus et sanguinem hodie digne sumamus, et in futuro sáculo præmium habere mereamur ætemum». Hijos míos: enseñanzas de padre, las de José; enseñanzas de maravilla. Acaso exclamaréis, como digo yo con mi triste experiencia: no puedo nada, no tengo nada, no soy nada. Pero soy hijo de Dios y el Señor nos anuncia, por el salmista, que nos llena de bendiciones amorosas: «Prævenisti eum in benedictionibus dulcedinis» 21, que de antemano nos prepara el camino nuestro –el camino general de la Obra y, dentro de él, el sendero propio de cada uno–, afianzándonos en la vía de Jesús, y de María, y de José.

3j Si sois fieles, hijos, podrán decir de vosotros lo que de San José, el Patriarca Santo, afirma la liturgia: «Posuisti in capite eius coronam de lapide pretioso» 22. ¡Qué tristeza me produce ver las imágenes de los Santos sin aureola! Me regalaron -y me conmoví- dos pequeñas imágenes de mi amiga Santa Catalina, la de la lengua suelta, la de la ciencia de Dios, la de la sinceridad. Y enseguida he dicho que les pongan aureola; una corona que no será de lapide pretioso, pero que tendrá buena apariencia de oro. Apariencia sólo, como los hombres.

4a Mirad: ¿qué hace José, con María y con Jesús, para seguir el mandato del Padre, la moción del Espíritu Santo? Entregarle su ser entero, poner a su servicio su vida de trabajador. José, que es una criatura, alimenta al Creador; él, que es un pobre artesano, santifica su trabajo profesional, cosa de la que se habían olvidado por siglos los cristianos, y que el Opus Dei ha venido a recordar. Le da su vida, le entrega el amor de su corazón y la ternura de sus cuidados, le presta la fortaleza de sus brazos, le da... todo lo que es y puede: el trabajo profesional ordinario, propio de su condición.

4b «Beatas vir qui timet Dominum» 23. Bienaventurado el hombre que teme al Señor, bienaventurada la criatura que ama al Señor y evita darle un disgusto. Este es el timor Domini, el único temor que yo comprendo y siento. «Beatas vir qui timet Dominum; in mandatis eius cupit nimis» 24. Bienaventurada el alma que tiene ambición, deseos de cumplir los mandatos divinos. Esta inquietud persiste siempre. Si alguna vez viene un titubeo, porque el entendimiento no ve con claridad, o porque las pasiones nuestras se alzan como víboras, es el momento de decir: ¡Dios mío, yo deseo servirte, quiero servirte, tengo hambre de amarte con toda la pureza de mi corazón!

4c Entonces, ¿qué nos faltará? ¡Nada! «Gloria et divitia erunt in domo eius» 25. No buscamos gloria terrena: será la gloria del Cielo. Todos los medios –que eso son las riquezas de la tierra– deben servirnos para hacernos santos, y para santificar el trabajo, y para santificar a los demás con el trabajo. Y en nuestro corazón habrá siempre una gran serenidad. «Et iustitia eius», la justicia de Dios, la lógica de Dios, «manet in sæculum sæculi» 26, permanecerá por los siglos de los siglos, si no la echamos fuera de nuestra vida, por él pecado. Esa justicia de Dios, esa santidad que El ha puesto en nuestra alma, exige –siempre con alegría y con paz– una lucha interior personal que no es de ruido, de alboroto: es algo más intenso, como muy nuestro, que no se pierde a no ser que nos rompamos, a no ser que lo quebremos como si fuera un cántaro de barro. Para arreglarlo están las Normas, está la confesión y la conversación fraterna con el Director. ¡Y de nuevo la paz, la alegría! ¡Y otra vez a sentir más deseos de cumplir los mandamientos del Señor, más ambición buena de servir a Dios y, por El, a las criaturas todas!

5a «Cum esset desponsata Mater Iesu Maria Ioseph...: estando desposada su Madre María con José, sin que antes hubieran estado juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo» 27. Es como la piedra de toque de la santidad admirable de este varón perfecto que es José. «Ioseph autem, vir eius, cum esset iustus et nollet cam traducere...» 28; pero José, su esposo, siendo, como era, justo, y no queriendo infamarla... No, no podía en conciencia. Sufre. Sabe que su esposa es inmaculada, que es un alma sin mancilla, y no comprende el prodigio que se ha obrado en ella. Por eso, «voluit occulte dimitiere eam, deliberó dejarla secretamente» 29. Tiene una vacilación, no sabe qué hacer, pero lo resuelve de la manera más limpia.

5b «Hæc autem eo cogitante...». Mientras pensaba estas cosas, le llega la luz de Dios. ¡El Señor no nos faltará nunca, hijos, tened confianza! «Ecce, Angelus Domini apparuit in somnis... Estando él en este pensamiento, he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo» 30. Es el primer hombre que recibe esta declaración divina de la realidad de la Redención, que se estaba ya realizando. «Pariet autem filium, et vocabis nomen eius Iesum... De modo que dará luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, pues Él es el que ha de salvar a su pueblo de sus pecados» 31. Y José se queda tranquilo, sereno, lleno de paz.

5c Hijos míos: ¿no merece este hombre todo el amor, todo el agradecimiento nuestro? ¿No es un ejemplo de fe y de fortaleza? ¿No es un modelo de limpieza de alma y de cuerpo? ¿No es nuestro Padre y Señor? Padre y Señor lo he llamado yo, desde hace tantos años, y así le llamáis vosotros en el mundo entero.

5d Mirad. A mí, y pienso que a vosotros también, me da mucho consuelo esta otra oración que nos propone la Iglesia Santa para recitarla después de la misa: virginum custos et pater... ¿Por qué no lo entienden esos desgraciados, que no quieren mirar con ojos limpios la castidad ni el amor santo de nuestros padres; esas personas a quienes no cabe en la cabeza que una criatura débil pueda guardar su ser entero –cuerpo y alma– para Dios? Si somos débiles, Dios pondrá su fuerza. Yo soy muy débil, pero el Señor me dará toda su fortaleza.

5e «Virginum custos et pater, sancte Ioseph, cuius fideli custodia ipsa Innocentia Christus Iesus et Virgo virginum María commissa juit...». Bienaventurado José, custodio y padre de las vírgenes, a cuyo cuidado fidelísimo fue entregada la Inocencia misma, Jesucristo, y la Virgen de las vírgenes, María. ¿Puede haber un sacerdote, un alma verdaderamente cristiana, que lea esto y no se remueva? Todos los hijos míos, que tienen alma sacerdotal, se encenderán en devoción, en confianza, en aclamación, en cariño a José, Nuestro Padre y Señor.

5f « Te per hoc utrumque carissimum pignus Iesum et Mariam obsecro et obtestor, ut me, ab omni immunditia praservatum, mente incontami- nata, puro corde et casto corpore Iesu et María semper facías castissime famulari». Te suplicamos, por Jesús y por María, a quienes recibiste en prenda, que nos preserves de toda inmundicia y que –con espíritu limpio, corazón puro y cuerpo casto– nos hagas servir siempre a Jesús y a María.

5g Hijos míos: hemos considerado juntos cómo es un milagro grande que en la Obra, desde el principio, se haya vivido esta vinculación al Santo Patriarca. El es nuestro Patrono principal, y es también el jefe de nuestra familia: porque le pedimos que envíe más hijos a la Obra, porque en este día nos ligamos con lazos de amor y acostumbramos a renovar nuestra entrega, poniendo en manos de José y de María nuestra vinculación al Opus Dei.

Comentarios

1ala Nazaret] Nazareth Cro1971, 195 EdcS, 93.

2b «la vida sencilla, oculta, de José»: sobre su papel como modelo de santificación en la vida ordinaria, ver introducción a esta meditación.

2f 5Ep. (Eccli. XLV, 1). ] 5Ep. (Eccli. LXV, 1). EdcS, 93.
«Lo he hecho pintar, joven»-, se refiere al cuadro de Manuel Caballero (ver introducción a la meditación 16 de este libro y foto del cuadro en el apartado de facsímiles y fotografías).
«joven de corazón y de cuerpo»: en la transcripción se lee además: «No casarían a una criatura, apenas salida de la adolescencia, con un hombre viejo: es una cosa repugnante», m680219-A.

2g socios Crol971, 198] miembros EdcS, 96.
«que envíe obreros a su mies»-, la víspera del 19 de marzo, los fieles del Opus Dei ponen bajo la intercesión de san José la petición de que nuevas personas vengan a la Obra.

3a «esa oración»: se trata de la que se propone para la preparación a la Misa: Missale Romanum, Prasparatio ad Missam, Preces ad S. Ioseph.
«O felicem ... vestiré et custodire!»: «¡Oh feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido no sólo ver y oír al Dios a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, y no sólo verle y oírle, sino también ¡abrazarlo, vestirlo y custodiarlo!». La traducción castellana de estas oraciones proviene del Misal Romano diario, dispuesto por el Rdo. Eudaldo SERRA, Pbro., Editorial Balmes, Barcelona, 1962.

3b «Algunas veces, cuando estoy solo»-, en el convento de Santa Isabel de Madrid –del que Escrivá fue capellán– se conserva una talla del Niño Jesús que las religiosas llaman ahora el “Niño de San Josemaría”. El encuentro con esa imagen fue «un auténtico “flechazo” de amor –como lo llama Rodríguez–, un enamoramiento que llegó muy hondo en su alma», y representó «un intenso crecimiento en su devoción a Jesús-Niño». Aquello ocurría el 15 de octubre de 1931, día de santa Teresa de Jesús. Unas semanas después el fundador escribía Santo Rosario, donde se lee: «-¡Qué bueno es José! -Me trata como un padre a su hijo. -¡Hasta me perdona si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!... / Y le beso -bésale tú-, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, ¡mi Todo!...». San Josemaría estaba describiendo lo que él mismo hacía cuando las monjas de Santa Isabel le pasaban por el torno esa preciosa imagen. Quiso hacer una réplica, para tenerla en Roma, y es probable que ante ella siguiera manifestando su amor a Cristo del modo que explica aquí. Cff. Santo Rosario, ed. crít.-hist., pp. 150-155.
«Yo lo he cogido en mis brazos, y lo he mecido»: san Josemaría llevaba diecisiete años a su hermano Santiago (1919-1994), quien decía: «Josemaría, para mí, más que un hermano, fue un padre. Era un santo “de carne y hueso”, no un santo “de pasta flora”». Entrevista a Santiago Escrivá de Balaguer, realizada por Santiago Álvarez, Palabra (1992), pp. 243-247.

3c «Ora pro nobis... promissionibus Christi»: «Ruega por nosotros, bienaventurado José, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo», Missale Romanum, Præparatio ad Missam, Preces ad S. Ioseph. En los siguientes párrafos, el Autor comenta esta antigua oración para los sacerdotes.

3e «Deus, qui dedisti... et portare...»: «Oh Dios, que nos concediste el sacerdocio real; te pedimos que, así como san José mereció tratar y llevar en sus brazos con cariño a tu Hijo unigénito, nacido de la Virgen María...», ibíd.

3h «ita nos facias ... deservire»: «hagas que nosotros te sirvamos [en tus santos altares] con corazón limpio y buenas obras», ibíd. En algunas traducciones al castellano del Missale Romanum se omite “en tus santos altares”, tal vez para dar una validez más general a esta oración, que en principio estaba reservada a la preparación de la santa Misa por parte de los sacerdotes. San Josemaría da un sentido universal a esa frase, pero sin desligarla de la Eucaristía, como explicamos a continuación.
«el mundo entero, que es altar para nosotros»-, una frase que podría sintetizar buena parte del espíritu del Opus Dei. El fundador enseña que hay que santificar el mundo desde dentro, con la vida contemplativa y una total integración en las cosas temporales. De este modo, el alter Christus, ipse Christus, que es cada cristiano, ofrece a Dios la creación entera –su trabajo y todo lo que toca a la vida humana– en unión al único Sacrificio grato a Dios: el de la Eucaristía. Así, el cristiano participa en el reditus de la creación a su Creador, que es la gran obra de Nuestro Señor, y de ahí que san Josemaría diga que el mundo es altar para los miembros del Opus Dei que no son presbíteros, porque allí elevan a Dios su ofrenda cotidiana, unidos al sacrificio del Altar que celebran los sacerdotes. Por eso también enseña que el cristiano corriente ejercita su alma sacerdotal y su sacerdocio común diciendo «de algún modo su misa, que dura veinticuatro horas».

3i «Ut sacrosantum ... æternum»: «De modo que hoy recibamos dignamente el sacrosanto cuerpo y sangre de tu Hijo, y en la vida futura merezcamos alcanzar el premio eterno», Missale Romanum, Præparatio ad Missam, Preces ad S. Ioseph.
«pravenisti eum ... lapide pretioso»: «Le previniste Señor, con bendiciones de dulzura, pusiste sobre su cabeza corona de piedras preciosas». En las transcripciones se encuentra un párrafo, que no se incluyó en la versión final, en el que, glosando el «de antemano nos prepara», añade un inciso que ayuda a pensar en la vida de Jesús y concretamente en su bautismo: «Como seguís haciendo oración, cada uno por vuestra cuenta, no es difícil que recordéis alguna pequeña encrucijada de vuestra vida: una cosa mínima, como meterse en el agua de aquel río de Palestina, en el agua purificadora del Jordán; no es una cosa aparatosa: ahí estaba El, previniendo, disponiendo con su bendición dulcísima el camino nuestro», m680319-A.

3j «mi amiga Santa Catalina»: en esos años, san Josemaría tenía muy presente la figura de la mística de Siena, entre otros motivos, por el modo en que la santa manifestaba su apasionado amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, hablando con firmeza y claridad. Ver 9.2c, nota.

4b «el único temor que yo comprendo y siento»: sobre esta interpretación del timor Domini
en san Josemaría, que se remonta a su oración del otoño de 1931, ver Camino, ed. crít.–hist., com. al 435.

4c «Gloria et divitiæ ... sæculum sæculi»: «Gloria y riquezas llenan su casa; y su justicia durará eternamente».

5a 14Ev. (Mt 1, 18). Cro1971,203 ] 14Ev.(Mt 1, 13). EdcS, 101.
«Sabe que su esposa es inmaculada»: la interpretación que aquí hace el Autor sobre el estupor de san José, tiene un apoyo en la tradición patrística y espiritual, así como en la moderna exégesis. El Evangelio de san Mateo afirma que José «era justo». San Josemaría sigue la interpretación propuesta por los Padres de la Iglesia y la exégesis, que atribuyen la actitud de José a un respeto religioso: no osaba tomar como esposa a María, pues sabía que Ella pertenecía sólo al Señor (cfr. René LAURENTIN, Les Évangiles de l’enfance du Christ: vérité de Noël au-delà des mythes: exégèse et sémiotique, historicité et théologie, París, Desdée, Desclée de Brouwer, 1983 pp. 319-321). Fray Bernardino de Laredo, místico español del siglo XVI, cuyo Tratado de San José apreciaba san Josemaría, sigue una opinión parecida, atribuyendo a la humildad de san José el deseo de apartarse de la Virgen: «Reputándose no digno de misterios tan altísimos como en la Virgen pensaba que obraba Dios» decía en su interior «yo me apartaré de aquesta Señora mía pues soy hombre pecador», pues había comprendido su «santidad perfecta» (cfr. Bernardino DE LAREDO, Tratado de san José, Madrid, Rialp, 1977, pp. 34-36).

5d «Virginum custos... famulari»: Missale Romanum, Gratiarum actio post Missam, Orado ad S. Ioseph.
«esos desgraciados»-, se está refiriendo a quienes, en aquellos años de crisis eclesial, pedían la abolición del celibato eclesiástico, manifestando así, a la vez, que tampoco entendían la castidad conyugal. Ver introducción a la meditación 9.

5e «alma sacerdotal»-, una expresión que se basa en la verdad del sacerdocio común de todos los fieles, y que aplicaba tanto a los ministros sagrados como a los fieles corrientes. Estos últimos contribuyen a la santificación del mundo secular ofreciendo su vida ordinaria a Dios, buscando en todo momento la identificación con Cristo y colocando en el centro de su vida espiritual la Santa Misa. Siempre con “mentalidad laical”, que pedía a todos, laicos y sacerdotes. Ver María Mercedes OTERO TOMÉ, “Alma sacerdotal”, en DSJEB, pp. 90-95.

Notas

A la introducción
1 Ver, por ejemplo, la anotación del 9-I-1933 en sus Apuntes íntimos, en Camino, ed. crít.- hist., p. 241. El 19 de marzo de 1935 se realizaron las primeras incorporaciones definitivas de miembros de la Obra, y pocos días después se obtenía el permiso para tener reservado el Santísimo Sacramento, por primera vez en una casa del Opus Dei, algo que Escrivá siempre atribuyó a la intercesión de san José: AVPI, pp. 494, 542-545; DYA, pp. 315-324.
Sobre este tema, ver la introducción, notas y comentarios de Antonio Aranda a la homilía “En el taller de José”: Es Cristo que pasa, ed. crít.-hist., pp. 323-371. Puede verse una buena selección de textos de san Josemaría sobre el santo Patriarca, ordenados y comentados por criterios teológicos, en Laurentino María DE LA HERRÁN, “La devoción a San José en la vida y enseñanzas de Mons. Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (1902-1975)”, Estudios josefinos XXXIV (1980), pp. 147-189. Sobre su devoción en general, ver Manuel BELDA, “San José”, en DSJEB, pp. 1105-1108, Ignacy SOLER, “San José en los escritos y en la vida de San Josemaría. Hacia una teología de la vida ordinaria”, Estudios josefinos LIX (2005), pp. 259-284. Acerca de diversos aspectos de la devoción josefina presentes en san Josemaría ver Joaquín FERRER ARELLANO, San José, nuestro padre y señor: la Trinidad de la tierra: teología y espiritualidad Josefina, Madrid, Arca de la Alianza Cultural, 2007.
2 Ver AVPIII, pp. 728-731.
3 O sea, el Misal reformado en 1962 por san Juan XXIII; el promulgado por el beato Pablo VI no entró en vigor hasta 1970.
4 Cfr. 12.2d.
5 12.2e.
6 12.3h.
7 12.2f.
8 Los escritos apócrifos, en los que se han inspirado tantos detalles iconográficos cristianos, presentan a san José como de unos cuarenta años –una edad avanzada en aquella época– que desposa a María después de haber enviudado de un precedente matrimonio. Esto les sirve para explicar la presencia de los “hermanos” de Jesús, que serían en realidad hermanastros, hijos de la primera mujer de José, y quizá también apunta a justificar la continencia de José y por tanto la virginidad de María. Se trata del Protoevangelio de Santiago y de la Historia de José el Carpintero.
9 Este autor, uno de los pioneros de la devoción a san José, recalcaba que para defender su pureza bastaba el Espíritu Santo, no una supuesta ancianidad, que no preserva de las malas inclinaciones. Y defendía que José era joven cuando se casó con María, aduciendo razones convincentes. Cfr. Jean GERSON, Sermón en el Concilio de Costanza sobre la natividad de la gloriosa Virgen María y el elogio de su virginal esposo José, Consideración 3, en Francisco CANALS VIDAL, San José en la fe de la Iglesia: antología de textos, Madrid, BAC, 2007, p. 40. Ver también Es Cristo que pasa, ed. crít.-hist., p. 340.
10 Ver Santo Rosario, ed. crít.-hist., p. 143, nota 12.
11 Cfr. Bernardino DE LAREDO, Tratado de san José, Madrid, Rialp, 1977, pp. 18-20. El artista que preparó los relieves del oratorio en el que san Josemaría celebraba habitualmente la Misa se inspiró en la iconografía del José anciano, suscitando, como veremos, la crítica del fundador.
12 12.2g.
13 12.5g.
Al texto
14 2R 5, 10.
15 Ant. ad Intr. (Sal 41, 13).
16 Ibid.
17 Ibid.
18 Ep. (Si 45, 1).
19 Ibid., 3.
20 Mt 2, 13.
21 Grad. (Sal 20, 4).
22 Ibid., 3.
23 Ibid.
24 Ev. (Mt 1, 18).
25 Ibid., 19.
26 Ibid
27 Ev (Mt 1,18)
28 Ibid
29 Ibid. 19
30 Ibid., 20
31 Ibid., 21.