Antología de Textos

CONFIANZA EN DIOS

1. La historia de la Encarnación se abre con estas palabras: No temas, María (Lc 1, 30). Y a San José le dirá también el Ángel del Señor: José, hijo de David, no temas (Mt 1, 20). A los pastores les repetirá de nuevo el Ángel: No tengáis miedo (Lc 2, 10). Este comienzo de la entrada de Dios en el mundo marca un estilo propio de la presencia de Jesús entre los hombres.
Cierto día, Jesús, acompañado de sus discípulos, atravesaba el pequeño mar de Galilea. Y se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las olas cubrían la barca (Mt 8, 24). La tormenta debió de ser imponente y aquellas gentes, acostumbradas al mar, se vieron en peligro. Recurren angustiadas a Jesús: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! Y Cristo les contesta: ¿ De qué teméis, hombres de poca fe? ¿De qué teméis...? Si Yo estoy a vuestro lado, viene a decirles, ¿por qué tenéis miedo?
Jesucristo es, siempre, nuestra seguridad. Basta estar en su compañía para sentirnos seguros, aunque los momentos de oscuridad, de turbación, de tentación o de prueba puedan hacernos creer que se ha olvidado un poco de nosotros.
La inseguridad nace cuando se debilita nuestra fe, y con la debilidad llega la desconfianza. Él sabe bien todo lo que nos pasa; y todo, agarrados de su mano, es para bien. Si es necesario, increpará a los vientos y al mar y se hará una gran calma, nos inundará con su paz: "Fiad de su bondad, que nunca falló a sus amigos" (SANTA TERESA, Vida, 11, 4).
San Pablo alentaba a los primeros cristianos de Roma con estas palabras: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará en contra? [...]. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? [...] Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó. Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios (Rm 8, 31 ss).
2. Otra vez instruía el Señor a las gentes acerca del amor y cuidado que Dios tiene por cada criatura. Quienes le escuchaban eran gente sencilla y honrada que alababa la majestad de Dios, pero a la que quizá le faltaba esa peculiar confianza de hijos en su Padre Dios. Quién se preocupa de los gorriones? ¿Acaso las modestas amas de casa no solían comprarlos por unos pocos céntimos? Estaban al alcance del más modesto bolsillo. Tenían poco valor. Sin embargo, ninguno de ellos está olvidado de Dios, ninguno de ellos cae al suelo sin el consentimiento de vuestro Padre. Y el Señor vuelve a darnos confianza: No temáis; vosotros valéis más que muchos pájaros (Lc 12, 7). Nosotros no somos criatura de un día, sino sus hijos para siempre. ¿Cómo no se va a cuidar de nuestras cosas? No temáis. Un Padre nos ha dado la vida y nos la ha dado para siempre. Y no solamente nos hace vivir, sino que nos ve vivir. A vosotros, mis amigos, os digo: No temáis [...] (Lc 12, 4). Esta es la medicina para barrer de nuestras vidas miedos, tensiones y ansiedades.
3. Dios nunca llega tarde para socorrer a sus hijos. Aun en los casos que parecen más extremos, Dios llega siempre, aunque sea de modo misterioso y oculto, en el momento oportuno. Los pasajes de la resurrección de Lázaro, de la hija de Jairo, etc., deben animar al cristiano a tener en Dios una confianza inquebrantable, a andar sin miedos -sí con prudencia- por la vida. Esos hechos que nos relata el Evangelio nos recuerdan, quizá, tantos momentos en la vida del cristiano en los que se han encontrado en una situación extrema y, junto al Sagrario, han oído las mismas palabras que Jesucristo dijera a Jairo en una situación en la que parecía que todo estaba perdido, cuando le comunican la muerte de su hija. Jesús le dijo, y repite a todo cristiano que acude a Él con confianza: No temas, ten solo fe (Lc 8, 50). La plena confianza en Dios, con los medios humanos de los que sea necesario echar mano en cada situación, dan al cristiano una singular fortaleza y una especial serenidad ante los acontecimientos y dificultades.
La consideración de la Providencia nos ayudará a dirigirnos a Dios, no como a un Ser lejano, indiferente y frío, sino como a un Padre que está pendiente de cada uno de nosotros y que ha puesto un Ángel para que nos guarde en todos nuestros caminos.

Citas de la Sagrada Escritura

Gedeon y los 300 escogidos: Jc 7, 1-7
David y Goliat: 1S 17, 31-51
Confianza en Dios y no en el hombre: Jr 17, 5 ss
Castigo de los 40 años en el desierto por falta de confianza en Dios: Nm 14
Confianza en Dios en tiempo de oscuridad: Si 2, 1-6
De la viuda de Sarepta: 1R 17, 10-16
Esto os lo he dicho para que tengáis paz en mí; en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo. Jn 16, 33
Tal es la confianza que por Cristo tenemos en Dios. No que de nosotros seamos capaces de pensar algo como de nosotros mismos, que nuestra suficiencia viene de Dios. 2Co 3, 4
Considerad las generaciones antiguas y ved: ¿Quien confió en el Señor que fuese confundido? Si 2, 11
Mirad a los cuervos, que ni hacen sementera ni cosecha, que no tienen ni despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿Cuanto mas valéis vosotros que un ave? Lc 12, 24
Mirad los lirios como crecen: ni trabajan ni hilan, y yo os digo que ni Salmón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Si a la hierba, que hoy esta en el campo y mañana es arrojada al horno, así la viste Dios, ¿cuanto mas a vosotros, hombres de poca fe? Lc 12, 27-28
Los que confían en Yavé son como el monte de Sión, que es inconmovible y esta asentado para siempre. Sal 125, 1
La confianza que tenemos en El es que, si le pedimos alguna cosa conforme con su voluntad, El nos oye. 1Jn 5, 14
Los que teméis al Señor esperad la dicha, el gozo eterno y la misericordia. Si 2, 9
Se alegraran cuantos en ti confían, exultaran por siempre. Tu los protegerás y en Ti se alegraran los que aman tu nombre. Sal55, 12
Confía en Yavé de todo corazón y no te apoyes en tu prudencia. Pr 3, 5
Confianza en El, ¡oh, pueblo!, en todo tiempo. Derramad ante El vuestros corazones, porque Dios es nuestro asilo. Sal 62, 9
Encomienda a Yavé tus caminos, confía en El, y El actuara. Sal 62, 9
Pone en si su confianza el impío, y de la carne hace su apoyo y aleja de Yavé su corazón Jr 17, 5

"Nunca falló a sus amigos"

1178 Y fiad de su bondad, que nunca falló a sus amigos (SANTA TERESA, Vida, 11, 4).

1179 Si no le dejas, El no te dejará (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 730).

1180 ¿Que madre estará tan pronta y dispuesta si sus hijos pequeños la llaman? Nadie, ciertamente, ni madre ni padre; sino sólo Dios (SAN JERÓNIMO, Hom. Evang. S. Mateo, 55).

1181 ¿Que mas queremos tener al lado que un tan buen amigo, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? (SANTA TERESA, Vida, 22, 6-7).

1182 Todo hombre, con tal que sea amigo de Dios, debe tener gran confianza en ser librado por El de cualquier angustia [...]. Y como Dios ayuda especialmente a sus siervos, muy tranquilo debe vivir quien sirve a Dios (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 5, 1.c., p. 72).

1183 Dios nunca falta de ayudar a quien por El se determina a dejarlo todo (SANTA TERESA, C. de perfección, 1, 2).

1184 Tenía muy creído que no había de faltar el Señor a las que no tratan otro cuidado sino en cómo contentarle (SANTA TERESA, Fundaciones, 1, 2).

Da siempre las ayudas necesarias

1185 ¡Bienaventuradas malaventuras de la tierra!-pobreza, lágrimas, odios, injusticia, deshonra... Todo lo podrás en Aquel que te confortará (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 717).

1186 Pues nadie se basta a si mismo para librarse de tantos peligros de miserias, a no ser que le ayude el que está mas arriba (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 1).

1187 (Hemos de confiar plenamente en Dios), de quien esperamos el socorro, no solo de beneficios espirituales, sino también temporales (SANTO TOMÁS, Cuest. disput. sobre la esperanza, 1).

1188 Y como les había hecho encargos de mucha importancia, queriendo animarlos, les dice: Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos. Como diciendo: y no digáis que es difícil cumplir lo que se os manda, porque yo estoy con vosotros, que todo lo facilito (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol VIII, p. 432).

1189 Si tenéis confianza en El y ánimos animosos, que es muy amigo Su Majestad de esto, no hayáis miedo que os falte nada (SANTA TERESA, Fundaciones, 27, 12).

1190 Y le dijo al paralítico: Coge tu camilla y vete a tu casa (Mc 2, 1 s.), para hacer mas evidente el milagro, mostrando que no es cosa que se opere en la fantasía, sino un hecho positivo y patente, y para demostrar que no solo curaba, sino que devolvía también las fuerzas al enfermo. De la misma manera, no solo separa a las almas del pecado, sino que les da las ayudas necesarias para cumplir los mandamientos (TEOFILO, en Catena Aurea, vol IV, p. 54).

1191 La soledad tiene sus asaltos, el mundo tiene sus peligros; en todas partes es necesario tener buen ánimo, porque en todas partes el Cielo está dispuesto a socorrer a quienes tienen confianza en Dios, a quienes con humildad y mansedumbre imploran su paternal asistencia (SAN FRANCISCO DE SALES, Carta a su hermana, Epistolario, 761).

1192 Fíate enteramente de Dios, encomiéndate a El, descarga en su providencia todos los cuidados, y El te sustentará, de modo que confiadamente puedas decir: el Señor anda solicito por mi (Sal 40, 18) (SAN BERNARDO, Hom. en la Natividad de la B. Virgen María, 5).

Confianza del que se dedica al apostolado por entero

1193 La confianza que el apóstol ha de poner en Dios debe ser tan grande que, aunque no posea lo necesario para esta vida, tenga por cierto que nada le ha de faltar (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobre los Evang.).

1194 Tanta debe ser la confianza en Dios del que predica, que ha de estar seguro que no ha de faltarle lo necesario para la vida, aunque el no pueda procurárselo, puesto que no debe ocuparse menos de las cosas eternas, por tener que preocuparse de las temporales (SANTO TOMÁS, en Catena Aurea, vol IV, p. 140).

1195 No os asustéis, ni temas ningún daño, aunque las circunstancias en que trabajéis sean tremendas [...]. Las manos de Dios son igualmente poderosas y, si fuera necesario, harían maravillas (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 105).

1196 No queráis llevar bolsa, ni alforja, ni calzado, y a nadie saludéis por el camino. Tanta debe ser la confianza que ha de tener en Dios el predicador, que aunque no se provea de las cosas necesarias para la vida, debe estar persuadido de que no le han de faltar, no sea que, mientras se ocupa en proveerse de las cosas temporales, deje de procurar a los demás las eternas (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 17 sobre los Evang.).

Junto al Señor se ganan todas las batallas

1197 Es muy piadoso (el Señor), y a personas afligidas y desfavorecidas jamás falta si confían en El sólo (SANTA TERESA, C. de perfección, 29, 2).

1198 Si posees a Cristo, serás rico y con el te bastara. El será tu proveedor y fiel procurador en todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres. Pon en Dios toda tu confianza y sea Él el objeto de tu veneración y de tu amor. El responderá por ti y todo lo hará bien, como mejor convenga (Imitación de Cristo, II, l, 2-3).

1199 Ahí lo veis: presumía de sus fuerzas humanas, intentó luchar, no pudo triunfar, se vino a tierra, fue subyugado, fue hecho cautivo. Entonces aprendió a presumir de Dios, y terminó por recibir el auxilio de la gracia cuando puso en Dios la esperanza (SAN AGUSTÍN, Sermón 145).

1200 Fue permitida esta negación para que en el mismo príncipe de la Iglesia tuviese principio el remedio de la penitencia, y nadie se atreviera a confiar en sus propias fuerzas, cuando ni el mismo San Pedro había podido evadirse del peligro de la inconstancia (SAN LEON MAGNO, Sermón 9, sobre la Pasión).

1201 La fuerza de Dios se muestra perfecta en la debilidad (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 5).

1202 Que ninguno diga aquellas palabras frías: no me atrevo, tengo vergüenza, no puedo pronunciar palabra. Este respeto es propio del diablo. El diablo quiere cerrarte las puertas que dan acceso a Dios (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 301).

1203 Mirad lo que ha de consolar en gran manera a un cristiano: el pensar que, al sufrir una tentación, tiene la seguridad de que cuantas veces recurra a Dios, no ha de sucumbir a los embates del demonio (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre las tentaciones).

1204 Pero los Apóstoles, en medio de las persecuciones, mantuvieron en Cristo la paz, sin abandonarle, por el contrario, buscaron refugio en El [...]. En ellos se cumplió lo que les había dicho: tened confianza, yo he vencido al mundo. Confiaron y vencieron. ¿Por quien vencieron sino por El? (SAN AGUSTÍN, Trat. Evang. S. Juan, 103).

1205 Nadie confíe en si mismo al hablar; nadie confíe en sus propias fuerzas al sufrir la prueba, ya que si hablamos con rectitud y prudencia nuestra sabiduría proviene de Dios, y si sufrimos los males con fortaleza nuestra paciencia es también don suyo (SAN AGUSTÍN, Sermón 276).

1206 Cuanto mas determinados, menos confiados de nuestra parte: de donde ha de venir la confianza ha de ser de Dios (SANTA TERESA, C. de perfección, 41, 4).

1207 Cuando imaginamos que todo se hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada, porque Tu eres, Señor, mi fortaleza (Sal 43, 2). Si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás, por importante que parezca, es accidental, transitorio; en cambio, nosotros, en Dios, somos lo permanente (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 92).

La confianza en Dios aumenta con la oración y las buenas obras

1208 Como no tardó en creer (se refiere al leproso de Cafarnaún), tampoco tardó en sanar; y como no dilató la confesión de la fe, tampoco se hizo esperar la curación (ORIGENES. en Catena Aurea, vol l, p. 467).

1209 Las buenas obras mueven la fe del corazón, y dan confianza al alma para dirigirse a Dios (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol 1, p. 345).

1210 Hay un solo modo de crecer en la familiaridad y en la confianza con Dios: tratarle en la oración, hablar con El, manifestarle –de corazón a corazón– nuestro afecto (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 294).

Dios no manda imposibles

1211 Dios no manda imposibles, sino que al mandar avisa que hagas lo que puedas y pidas lo que no puedas y ayuda para que puedas (SAN AGUSTÍN, Sobre la naturaleza y la gracia, 43).

1211b Dios hace posible por su gracia lo que manda (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2082).

Confianza en la oración de petición

1212 De la miseria del hombre está llena toda la tierra, y de la misericordia de Dios está llena la tierra. Lo mismo los desventurados que los felices, todos necesitan de Dios (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 32).

1213 No pueden dejar de cumplirse los deseos que el Hijo omnipotente manifestó al Padre omnipotente (SAN AGUSTÍN. Trat. Evang. San Juan, 11).

1214 Llama al cielo para que seas oído, y tu Padre, que está en los cielos, te enviará el auxilio y te defenderá. Te librará de la tribulación y te colmará de la gloria de la resurrección (SAN AMBROSIO, Coment. Evang. S. Lucas, 7).

1215 Pedid y recibiréis... (cfr. Mt 7, 7-8). Lo repite para recomendar a justos y pecadores la confianza en la misericordia de Dios, y por eso añade: todo el que pide recibe; es decir, ya sea justo, ya sea pecador, no dude al pedir, para que conste que no desprecia a nadie [...]. No puede concebirse que Dios, cuando manda la gran obra de caridad de hacer bien a los enemigos, imponga a los hombres el deber de que hagan lo que El no hiciera, siendo bueno (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol 1, pp. 428-429).

1216 Según somos, si nos dan lo que queremos, no admitiremos lo que el Señor nos diere; porque, aunque sea lo mejor, como no vemos luego el dinero en la mano, nunca nos pensamos ver ricos (SANTA TERESA, C. de perfección, 30, 1-5).

1217 ¿Y cuantos favores cada uno de nosotros podríamos contar si, recordando con ánimo agradecido los beneficios recibidos, quisiéramos hacer con ellos una alabanza a Dios? Pues almas que por mucho tiempo permanecieron sin descendencia, afectadas de esterilidad en lo mas noble de su ser y con síntomas de muerte en su alma, una vez fecundadas por el Espíritu Santo en la oración asidua, concibieron pensamientos saludables y llenos del conocimiento de la verdad. Y con ser innumerables las fuerzas adversas que frecuentemente arremeten contra nosotros con el propósito de apartarnos de la confianza divina, ¡cuantos enemigos fueron vencidos! Pero hemos permanecido en nuestra confianza porque estos confían en sus carros, aquellos en sus caballos; pero nosotros, a/ invocar el nombre del Señor, nuestro Dios, vemos la verdad de que vano es el caballo para la salvación (Sal 33, 17) (ORIGENES, Trat. sobre la oración, 13).

1218 No hay enfermo a quien le sea negada la victoria de la cruz, ni hay nadie a quien no ayude la oración de Cristo. Pues si esta fue de provecho para los que tanto se ensañaban con el, ¿cuanto mas no lo será para los que se convierten a el? (SAN LEON MAGNO, Sermón 15, sobre la Pasión).

Motivos de nuestra confianza en Dios

1219 Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿ cuanto mas vuestro Padre... ? (Mt 7, 9-11). Citó la semejanza de los padres y de los hijos para que, si desesperamos de nuestros pecados, esperemos en la bondad de nuestro Padre (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol 1, p. 430).

1220 Si Dios hizo todas las cosas de la nada, hay que creer que podría hacerlas de nuevo si fuesen destruidas; puede, por tanto, dar vista a un ciego, resucitar a un muerto y obrar cualquier otro milagro. Porque tienes en tu mano el poder cuando quieras (Sb 12, 18) (SANTO TOMÁS, Sobre el Credo, 1, l.c., p. 43).

1221 Cristo era tentado por el diablo y en Cristo eras tentado tu, porque Cristo tomó tu carne y te dio su salvación, tomo tu mortalidad y te dio su vida, tomó de ti las injurias y te dio los honores, y toma ahora tu tentación para darte la victoria. Si fuimos tentados en El, vencimos también al diablo en El. ¿Te fijas en que Cristo es tentado y, sin embargo, no consideras su triunfo? (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 60).

1222 Ahora nos mueve a una confianza firme e inquebrantable con el ejemplo de las aves, diciendo: mirad los cuervos, que no siembran ni siegan (esto es, para tener que comer), los cuales no tienen despensa ni granero (esto es, para conservar) y Dios los alimenta. Pues, ¡cuanto mas no valéis vosotros que ellos! (SAN CIRILO, en Catena Aurea, vol VI, p. 88).

1223 Toda mi esperanza estriba sólo en tu gran misericordia (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 10).

1224 Esta confianza del hombre en Dios ha de ser centésima, porque todo lo sabe, es todopoderoso y quiere nuestra salvación (SANTO TOMÁS, Compendio de Teología, 2, 4).

Confianza en Dios, por encima de todas las dificultades

1225 Aunque estoy convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes de prestar juramento en contra de mi conciencia (SANTO TOMÁS MORO, Carta a su hija Margarita desde la cárcel, 1. c.).

1226 Hubiera podido hacer que no tuvierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho mas temibles que leones; pero eso no era lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y Yo la ocasión de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: Te basta mi gracia, que en la debilidad se muestra perfecto mi poder. Así es como yo he determinado que fuera. Al decir: Os envío como ovejas, dice implícitamente: " No desmayéis: yo se muy bien que de este modo sois invencibles " (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre San Mateo, 33).

1227 Así como no debemos confiar demasiado, para que no parezca que ensalzamos nuestro propio poder, tampoco debemos desconfiar, para no tratar de ineficaz la ayuda que Dios nos presta (ORIGENES, en Catena Aurea, vol III, p. 311).

El Señor nunca abandona

1228 Para la desconfianza, el remedio es considerar que este negocio no se ha de alcanzar por solas tus fuerzas, sino por la divina gracia, la cual tanto mas presto se alcanza, cuanto mas el hombre desconfía de su propia virtud y confía en sólo la bondad de Dios, a quien todo es posible (SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Trat. de /a oración y meditación, 11, 4, aviso 7°).

1229 Mirad que lo puede todo y nosotras no podemos nada sino lo que El nos hace poder (SANTA TERESA, C. de perfección, 16, 10).

1230 Las oleadas son numerosas y peligrosas las tempestades, pero no tememos el naufragio: estamos consolidados sobre la roca. Aunque el mar se enfurezca, no demolerá la roca. Aunque las olas se agiten, no podrán hundir la barca de Jesús [...]. Me importa poco cuanto el mundo considera como temible. Me río de sus bienes. Ni temo la pobreza, ni deseo la riqueza. Ni tengo miedo a la muerte, ni deseo seguir viviendo, si no es para aprovechamiento espiritual (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. antes de partir para el destierro).

1231 El se anticipó a sanarnos, y continuará interviniendo después para que alcancemos nuestro desarrollo; se adelantó para llamarnos, y nos seguirá hasta que logremos la gloria; previno las cosas para que vivamos piadosamente, porque sin El nada podemos (SAN AGUSTÍN, Trat. sobre la naturaleza y la gracia, 30).

1232 No debes desconfiar de Dios ni desesperar de su misericordia; no quiero que dudes ni que desesperes de poder ser mejor: porque, aunque el demonio te haya podido precipitar desde las alturas de la virtud a los abismos del mal, ¿cuanto mejor podrá Dios volverte a la cumbre del bien, y no solamente reintegrarte al estado que tenías antes de la caída, sino también hacerte mas feliz de lo que parecías antes? (RABANO MAURO, Tres libros a Bonosio, 3, 4).

1233 El alma del hombre recto, al buscar en la oración el remedio a sus heridas, se hace tanto mas acreedora a ser escuchada por Dios cuanto mas rechazada se ve de la aprobación de los hombres (SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 10).

1234 Buscad el rostro de Aquel que habita siempre, con presencia real y corporal, en su Iglesia. Haced, al menos, lo que hicieron los discípulos. Tenían sólo una fe débil, no tenían una gran confianza ni paz, pero por lo menos no se separaban de Cristo [...] No os defendáis de El, antes bien, cuando estéis en apuro acudid a El, día tras día, pidiéndole fervorosamente y con perseverancia aquellos favores que solo El puede otorgar. Y así como en esta ocasión que nos narran los Evangelios, El reprochó a sus discípulos, pero hizo por ellos lo que le habían pedido, así, aunque observe tanta falta de firmeza en vosotros, que no debía existir, se dignará increpar a los vientos y al mar y dirá: " Paz, estad tranquilos ". Y habrá una gran calma (CARD, J. H. NEWMAN, Sermón para el Domingo IV después de Epifanía; Cat. S. Chaud 1848).

Jesucristo ha prometido estar con sus discípulos hasta la consumación de los siglos

1235 El me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas donde me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Este es mi báculo. Esta es mi seguridad, este es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Que es lo que ella me dice? Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo. Cristo esta conmigo, ¿que puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa mas que una tela de araña (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. antes de partir para el destierro).

1236 El que promete estar con sus discípulos hasta la consumación de los siglos, manifiesta que ellos habrán de vencer siempre, y que El nunca se habrá de separar de los que crean (SAN JERÓNIMO, en Catena Aurea, vol III, p. 433).

1237 Qui habitat in adiutorio Altissimi, in protectione Dei coeli commorabitur (Sal 91, 1), habitar bajo la protección de Dios, vivir con Dios: esta es la arriesgada seguridad del cristiano. Hay que estar persuadidos de que Dios nos oye, de que está pendiente de nosotros: así se llenará de paz nuestro corazón (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 58).

1238 Y como les había hecho encargos de gran importancia, queriendo animarles les dice: Y mirad que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los siglos (Mt 28, 20). Como diciendo: no digáis que es difícil cumplir lo que se os manda, porque estoy con vosotros, que todo lo hago fácil. Y no dijo que estaría sólo con ellos, sino con todos los que creyeron después de ellos [...], ya que los Apóstoles no iban a vivir hasta el final de los tiempos (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol III, p. 432).

Confianza en Dios, a pesar de las propias faltas y pecados

1239 (Mas líbranos del mal). Nada queda ya que deba pedirse al Señor cuando hemos pedido su protección contra todo lo malo; la cual, una vez obtenida, ya podemos considerarnos seguros contra todas las cosas que el demonio y el mundo pueden hacer. ¿Que miedo puede darnos el siglo, si en el tenemos a Dios por defensor? (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol 1, pp. 371-372).

1240 Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el monasterio a donde estuve seglar era de su Orden; y también por haber sido pecador, que en los santos que después de serlo el Señor tornó a si, hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda; y que como los había el Señor perdonado, podía hacer en mi; salvo que una cosa me desconsolaba, como he dicho, que a ellos sola una vez los había el Señor llamado y no tornaban a caer, y a mi eran ya tantas, que esto me fatigaba. Mas considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que de su misericordia jamás desconfié; de mi, muchas veces (SANTA TERESA, Vida, 9, 3).

1241 Con razón tengo puesta en El la firme esperanza de que sanarán todas mis dolencias por medio de El, que esta sentado a tu diestra y que intercede por nosotros; de otro modo desesperaría. Porque muchas y grandes son mis dolencias; sí, son muchas y grandes, aunque mas grande es tu medicina (SAN AGUSTÍN, Confesiones, 10, 43).

La nave de Cristo no se hunde

1242 La nave de Jesús no puede hundirse [...]. Las olas no quebrantan la roca, sino que se tornan ellas mismas espuma. Nada hay mas fuerte que la Iglesia. Deja, pues, de combatirla, para no destrozar tu fuerza en vano. Es inútil pelear contra el cielo. Cuando combates contra un hombre, o vences o eres vencido; pero si peleas contra la Iglesia, el dilema no existe. Dios es siempre mas fuerte (SAN JUAN CRISÓSTOMO Hom. antes de partir para el destierro).

1243 Permitió el Señor que peligrasen sus discípulos para que se hicieran sufridos, y no los asistió en seguida, sino que los dejó en peligro toda la noche (hace referencia a la tempestad en el lago de Genezaret), a fin de enseñarles a esperar con paciencia y que no se acostumbrasen a recibir inmediatamente el socorro en las tribulaciones (TEOFILACTO, Trat. Evang. S. Marcos).