Antología de Textos

JUSTICIA

1. El Señor nos habla muchas veces en el Evangelio de la justicia y nos anima a dar a cada uno lo que le corresponde. Esta virtud regula las relaciones entre los hombres en sus múltiples manifestaciones. Para ser justos, "en ese dar a cada uno lo que le pertenece" tendríamos que fijarnos lógicamente, en primer lugar, en nuestras relaciones con Dios. Sin embargo, en este caso no puede hablarse estrictamente de justicia, pues el hombre ha recibido de Dios tantos dones que nunca podrá corresponderle como merece: nos encontramos siempre ante Dios como aquel siervo que no tenía con qué pagar (cfr. Mt 18, 23-25). Por eso hemos de acudir frecuentemente a la misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que con aquel hombre: Compadecido de aquel criado, le dejó libre y le perdonó la deuda.
Por otra parte, aprender a perdonar. Si miramos a Dios, advertimos nuestros fraudes, nuestras deudas para con Él. A la vez vemos que aquello que debemos perdonar a los demás -aun en los casos más graves- es una insignificancia: no llega a cien denarios.
No suelen faltar pequeñas contrariedades, pequeñas molestias, que nacen del trato y de la convivencia. Nuestra postura, si estamos en presencia de Dios, será la de quitarles importancia (en realidad no la tienen), y saber disculpar, también, con elegancia humana. Así nos asemejamos al Señor. Nada "nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos al perdón" (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre San Mateo, 19, 7). Y nuestra vida será también mucho más alegre y no sufriremos por pequeñeces.
Al perdonar, somos nosotros los que obtenemos una mayor ganancia. Además, Dios condiciona su conducta misericordiosa con nosotros a la que nosotros tengamos con los demás. La medida con que nos mide Dios es la misma con la que nosotros debemos medir. Y es una medida amplia y misericordiosa.
No debemos cometer el error de aquel siervo mezquino que, habiéndosele perdonado a él tanto, no fue capaz de perdonar tan poco.
2. Por lo que se refiere a nuestras relaciones con los demás hombres, la justicia garantiza básicamente el respeto mutuo en el uso de los bienes que Dios nos ha otorgado, que son para todos y que miran no solo a nuestra utilidad en este mundo, sino también para que nos ayuden a llegar al Cielo.
Como consecuencia del pecado original, el hombre busca de modo desordenado y excesivo las cosas materiales. Tenemos el riesgo -contra el que nos previene el Señor- de poner nuestro corazón en las riquezas. Y ese afán desmedido por poseer cada vez más y mejores cosas puede llevarnos a lesionar la virtud de la justicia. El séptimo mandamiento de la Ley de Dios defiende esta virtud cuando nos prohíbe tomar o retener injustamente lo ajeno, o causar algún daño al prójimo en sus bienes, de cualquier modo. Es importante recordar que la justicia lesionada no queda restablecida si no se restituye, si no se devuelve la cosa injustamente tomada o no se repara el daño hecho injustamente a otros. Por eso, quien no tiene el propósito de restituir, es señal de que tampoco está verdaderamente arrepentido de su pecado, no tiene firme propósito de enmendarse; y esas disposiciones, como es sabido, son necesarias para recibir la absolución en la Confesión.
Nuestra preocupación por vivir la justicia no nos debe hacer olvidar algo evidente, y es que no se pueden resolver los problemas entre los hombres aplicando solo la justicia. Así, en la vida familiar, además de la justicia hace falta otra virtud, que está por encima de la justicia y la completa: la caridad. Pero la caridad es necesaria no solo en la familia, sino que debe informar todas las relaciones entre los hombres. La caridad llega donde la justicia no alcanza.
3. El enriquecimiento de la justicia a través de la misericordia lo ha señalado el Papa en su encíclica Dives in misericordia. No solamente la justicia es enriquecida por la misericordia, sino que propiamente sin esta quedaría desvirtuada aquella.
La justicia sin misericordia, sin perdón, termina por abocar "en un sistema de opresión de los más débiles por los más fuertes o en una arena de lucha permanente de los unos contra los otros" (n.° 14); "la justicia por sí sola no es suficiente y [...], más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí misma, si no se le permite a esa forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana" (n.° 12); "es obvio que, en nombre de una presunta justicia (histórica o de clase, por ejemplo), tal vez se aniquila al prójimo, se le mata, se le priva de la libertad, se le despoja de los elementales derechos humanos" (n.° 12); "un mundo del que se eliminase el perdón, sería solamente un mundo de fría e irrespetuosa justicia, en nombre de la cual cada uno reivindicaría sus propios derechos respecto a los demás [...]. Si desatendiéramos esta lección, ¿qué quedaría de cualquier programa humanístico de la vida y de la educación?" (n.° 14). Sin misericordia, no es posible la justicia.
El Papa Juan Pablo II no ignora cómo "la mentalidad contemporánea [...] parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende, además, a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de misericordia", como una "pretensión de liberar de la misericordia las relaciones interhumanas y sociales, y basarlas únicamente en la justicia". Pero no es posible semejante pretensión, si se tiene en cuenta "la superioridad del amor respecto a la justicia". En efecto, "la misericordia difiere de la justicia, pero no está en contraste con ella"; por el contrario, "la justicia se funda sobre el amor, mana de él y tiende hacia él". Los abusos cometidos en nombre de la justicia muestran "hasta qué punto la acción humana puede alejarse de la misma justicia, por más que se haya emprendido en su nombre".
En último término, "es imposible lograr establecer este vínculo -el de la fraternidad- entre los hombres si se quieren regular las mutuas relaciones únicamente con la medida de la justicia", por cuanto "la estructura fundamental de la justicia penetra siempre en el campo de la misericordia", que "tiene la fuerza de conferir a la justicia un contenido nuevo".
De ningún modo significa esto una humillación para quien recibe misericordia. Ni entre los hombres, puesto que "también aquel que da, queda siempre beneficiado"; ni, mucho menos, en relación con Dios. Si nuestra "humanización" solo se alcanza en referencia a Dios, y esta referencia es al Padre misericordioso, "quien es objeto de misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y revalorizado" (cfr. Enc. Dives in misericordia, nn. 2-14).

Citas de la Sagrada Escritura

Conformidad con el derecho. Rige las relaciones del hombre con sus semejantes: Is 32, 1; Am 6, 12
En sentido más general es también santidad: se opone al pecado: Gn 18, 23; 2Co 6, 14
Consiste en obrar conforme a la voluntad de Dios: Ez 18, 5.
También, recompensa que proviene de esta conformidad con la voluntad divina: Dt 6, 25; Dt 24, 13; Pr 21, 21; Lc 1, 6; Mt 23, 29
Y cumplimiento de los mandamientos: Pr 8, 20; Si 16, 22; Sb 14, 7
Justicia y misericordia: Sal 52, 1-6; Sal 66, 6
Justicia y temor de Dios: Lc 2, 25; Hch 10, 22
Justicia y justificación: Rm 5, 1; Rm 9, 30; Ga 2, 16, 21
La razón de nuestra justicia, y su fuente, es Cristo: 1Co 1, 30; 2Co 5, 21
El modo de participar en la justicia de Dios es la fe en Cristo: Rm 1, 17; Rm 3, 22; Flp 3, 9
(A Juan el Bautista). Respondióle Jesús: Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Mt 3, 15
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Mt 5, 6
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Mt 5, 10
Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Mt 5, 20
Porque vino Juan a vosotros caminando en justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Mt 21, 32
(El Señor Dios) juró [...] concedernos que, libres de manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia delante de él todos nuestros días. Lc 1, 73. 74-75
Y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio [...] Jn 16, 8
En lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia, porque me voy al Padre, y ya no me veréis [...]. Jn 16, 9-10
Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Mt 6, 1
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Mt 6, 33

Dar a cada uno lo que es debido

3268 La justicia es el hábito según el cual uno, con constante y perpetua voluntad, da a cada cual su derecho (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 58, a. 1).

3269 Ser justo significa dar a cada uno lo que le es debido. Esto concierne a los bienes temporales, de naturaleza material. El mejor ejemplo puede ser aquí la retribución por el trabajo o el llamado así derecho a los futuros del propio trabajo y de la propia tierra. No obstante, al hombre se debe, además, el buen nombre, el respeto, la consideración, la fama que se ha merecido. Cuanto más conocemos al hombre, tanto más se nos revela su personalidad, su carácter, su inteligencia y su corazón. Y tanto más nos damos cuenta –y debemos darnos cuenta de ello– de con qué criterio "medirlo" y qué quiere decir ser justos con él (JUAN PABLO II, Audiencia general, 8-XI-1978).

3270 No basta para ser justos que alguno quiera observar esta virtud esporádicamente en algún determinado negocio, porque prácticamente no existe quien quiera obrar en todos injustamente, sino que es menester que el hombre tenga la firme voluntad de conservarla siempre y en todas las cosas (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 58, a. 1 ad 3).

3271 La justicia es principio de la existencia de la Iglesia como pueblo de Dios y principio de coexistencia de la Iglesia y de las diversas estructuras sociales, en particular del Estado, como igualmente de las organizaciones internacionales. En esto terreno amplio y diferenciado, el hombre y la humanidad buscan continuamente justicia; éste es un proceso permanente y un cometido de la máxima importancia (JUAN PABLO II, Audiencia general 8-XI-1978).

La justicia y las demás virtudes

3272 La fortaleza sin justicia es palanca del mal (SAN AMBROSIO, Sobre los oficios de los ministros, 1, 35).

3273 El hombre no pone su vida en peligro de muerte más que cuando se trata de la salvación de la justicia. De aquí que la dignidad de la fortaleza sea una dignidad que depende de la anterior virtud (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 123, a. 12 ad 3).

3274 En esta norma (el mayor entre vosotros, hágase como el menor) no se excluyen los que tienen una posición elevada: no deben dominar éstos a quienes viven más modestamente [...], ni deben ser ensalzados por sus alabanzas; pero deben obrar enérgicamente contra los que obran mal, por amor a la justicia (SAN BEDA, en Catena Aurea, vol. VI, p. 445).

3275 La justicia, después de la prudencia, es más noble que cualquier otra virtud moral: después, la fortaleza y la templanza (SANTO TOMÁS, S.Th. I-II, q. 66, a. 1 c y 4).

3276 Aunque la justicia abraza a la vez todas las virtudes, sin embargo, existen entre todas dos principales que no se pueden separar de ella: la piedad y la equidad [...]. La piedad y la equidad son como su fuente; en ellas se funda toda la justicia. Sin embargo, la primera es su cabeza y origen; la segunda, toda su fuerza y razón (LACTANCIO, Instituciones divinas, 5, 15; PL 6, 596).

3277 Mirad, amadísimos, y considerad prudentemente qué raíces y frutos nacen de la estirpe de la avaricia, la cual la definió acertadamente el Apóstol como la raíz de todos los males (1Tm 6, 10), porque ningún pecado se comete sin deseo desordenado, y todo apetito ilícito es enfermedad de esta codicia [...]. No hay ningún vestigio de justicia en aquel corazón donde habita la avaricia [...] (SAN LEÓN MAGNO, Sermón 60, 4).

"La caridad es el alma de la justicia"

3278 La caridad es el alma de la justicia (JUAN PABLO II, Aloc. 6-lX-1978).

3279 ...Unicamente con la justicia no resolveréis nunca los grandes problemas de la humanidad. Cuando se hace justicia a secas, no os extrañéis si la gente se queda herida: pide mucho más la dignidad del hombre, que es hijo de Dios. La caridad ha de ir dentro y al lado, porque lo dulcifica todo, lo deifica: Dios es amor (1Jn 4, 16) (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 172).

3280 Amar la justicia no es otra cosa sino amar a Dios. Y como este amor de Dios va siempre unido al amor que se interesa por el bien del prójimo, el hambre de justicia se ve acompañada de la virtud de la misericordia (SAN LEÓN MAGNO, Sermón sobre las bienaventuranzas 95).

3281 La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción (SANTO TOMÁS, en Catena Aurea, vol. l, p. 247).

3282 Cristo nos ha dejado el mandamiento del amor al prójimo. En este mandamiento se encierra todo lo que concierne a la justicia. No puede haber amor sin justicia. El amor desborda la justicia, pero, al mismo tiempo, encuentra su verificación en la justicia. Hasta el padre y la madre, cuando aman al propio hijo, deben ser justos con él. Si vacila la justicia, también el amor corre peligro (JUAN PABLO II, Audiencia general, 8-XI-1978).

3283 La paz es obra de la justicia, indirectamente, en cuanto remueve los obstáculos que a ella se oponen; pero propia y directamente proviene de la caridad, que es la virtud que realiza por excelencia la unión de todos los corazones (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 29, a. 3 ad 3).

3284 La justicia de los fariseos es no matar; la justicia de los que han de entrar en el reino de los cielos es no enojarse sin causa (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 1, 9).

Lo primero: justicia con Dios

3285 ...Primero, justicia con Dios. Esa es la piedra de toque de la verdadera hambre y sed de justicia (Mt 5, 6), que la distingue del griterío de los envidiosos, de los resentidos, de los egoístas y codiciosos... Porque negar a Nuestro Creador y Redentor el reconocimiento de los abundantes e inefables bienes que nos concede, encierra la más tremenda e ingrata de las injusticias (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 167).

3286 Es necesario, pues, que cada uno de nosotros pueda vivir en un contexto de justicia y, más aún, que cada uno de nosotros sea justo y actúe justamente respecto a los seres próximos y lejanos, respecto a la comunidad, respecto a la sociedad de la que es miembro... y respecto a Dios (JUAN PABLO II, Audiencia general, 8-XI-1978).

3287 Cuando algo se encuentra de por sí en contradicción con el derecho natural, no puede ser justificado por la voluntad humana (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 57, a. 2 ad 2).

3288 Entended bien, pues, si os queda algo de conocimiento, que los crímenes y la injusticia de los hombres consisten principalmente en el culto que rinden a los dioses, y que las desgracias que les afligen continuamente tienen su origen en la ingratitud de haber abandonado al Dios único para seguir supersticiones extravagantes [...] (LACTANCIO, Instituciones divinas, 5, 8; PL 6, 573).

No se reduce a una simple distribución de bienes materiales

3289 ...¡Qué pobre idea tienen de la justicia quienes la reducen a una simple distribución de bienes materiales! (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 169).

3290 La justicia es principio fundamental de la existencia y la coexistencia de los hombres, como también de las comunidades humanas, de las sociedades y de los pueblos (JUAN PABLO II, Audiencia General, 8-XI-1978).

Manifestaciones de esta virtud

3291 Como el fundamento de una casa y la quilla de una nave, por muy sólidos que sean, de nada valen ni aprovechan si no se construye también sabiamente lo que sobre ello estriba; así toda esa penitencia no vale para nada si no se le añade y acompaña todo lo que pide la justicia. El temor de Dios enseñe a la lengua a hablar lo que conviene, a no decir cosas vanas, a conocer el momento y, la medida en el hablar, y saber decir lo necesario y dar la respuesta oportuna; a no hablar tumultuosamente y a no dejar caer como una granizada, por la impetuosidad en el hablar, las palabras sobre los que nos salen al paso (SAN GREGORIO DE NISA, Sobre los pobres, 1; PG 46, 453).

3292 No debe entenderse que únicamente sean ladrones los que cortan las bolsas o roban en los baños, sino también los que están constituidos en jefes de los ejércitos, y aquellos a quienes se confia el gobierno de las ciudades y de los pueblos, cuando toman furtivamente alguna cosa o la exigen injustamente y por la fuerza (SAN BASILIO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 310).

3293 La virtud cristiana es más ambiciosa: nos empuja a mostramos agradecidos, afables, generosos; a comportarnos como amigos leales y honrados, tanto en los tiempos buenos como en la adversidad; a ser cumplidores de las leyes y respetuosos con las autoridades legitimas; a rectificar con alegría, cuando advertimos que nos hemos equivocado al afrontar una cuestión. Sobre todo, si somos justos, nos atendremos a nuestros compromisos profesionales, familiares, sociales..., sin aspavientos ni pregones, trabajando con empeño y ejercitando nuestros derechos, que son también deberes (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 169).

3294 No es ciencia teórica. Es virtud, es capacidad del espíritu humano, de la voluntad humana y también del corazón. Es necesario, además, orar para ser justos y saber ser justos (JUAN PABLO II, Audiencia general, 8-XI-1978).

"Hambre y sed de justicia"

3295 Todo hombre vive y muere con una cierta sensación de insaciabilidad de justicia, porque el mundo no está en condiciones de satisfacer hasta el fondo a un ser creado a imagen de Dios, ni en la profundidad de su persona ni en los diversos aspectos de su vida humana. Y así, mediante este hambre de justicia, el hombre se abre a Dios, que " es la justicia misma ". Jesús, en el discurso de la montaña, lo expresó de forma muy clara y concisa cuando dijo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (Mt 5, 6) (JUAN PABLO II, Audiencia general, 8-XI-1978).