Antología de Textos

LIMOSNA

1. En la Sagrada Escritura se nos presenta la limosna como una acción gratísima al Señor, que nunca queda sin su recompensa. En ocasiones viene preceptuado directamente por Dios: Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso te doy este mandamiento: abrirás tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre de tu tierra (Dt 15, 11). Según tus facultades, haz limosna y no se te vayan los ojos tras lo que des. No apartes el rostro de ningún pobre, y Dios no los apartará de ti (Tb 4, 7). El libro del Eclesiástico recomienda repetidas veces la limosna y se dice de ella que es más útil que el oro y que obtiene de Dios la remisión de los pecados (3, 15.33; 17, 18; 29, 11). En el libro de Tobías, el Arcángel San Rafael compara la limosna con la riqueza: vale más hacer limosna que atesorar, y salva de la muerte y purifica de todo pecado (12, 8-9). El Señor también nos invita frecuentemente a ser generosos con los más necesitados: Dad y se os dará; se os volcará en el regazo una buena medida, apretada, llena, rebosante; porque con la misma medida con que midiereis, seréis medidos vosotros (Lc 6, 38). Vended lo que tengáis y dadlo a los pobres; haceos bolsas que no se gastan, un tesoro inagotable en los cielos (Lc 12, 33)... Esto mismo predicaron los Apóstoles, y la Iglesia no ha cesado nunca de repetirlo y de practicarlo: El que tuviere bienes de este mundo y viendo a su hermano pasar necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo mora en él la caridad de Dios? Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y de verdad (1Jn 3, 17-18). En los Hechos de los Apóstoles se alaba a Tabita por sus limosnas, y la conversión de Cornelio se atribuye a su oración y a sus limosnas (9, 36; (10, 4). Los primeros cristianos vivieron con generosidad esta muestra de caridad, de modo especial cuando los cristianos de Jerusalén se encontraban en grave necesidad (Rm 15, 26; Hch 24, 17).

2. No ha pasado de moda la limosna. "La palabra limosna no la oímos hoy con gusto. Notamos en ella algo humillante. Esta palabra parece suponer un sistema social en el que reina la injusticia, la desigual distribución de bienes, un sistema que debería ser cambiado con reformas adecuadas. Y si tales reformas no se realizasen, se delinearía en el horizonte de la vida social la necesidad de cambios radicales, sobre todo en el ámbito de las relaciones entre los hombres... Los profetas consideran este problema a nivel religioso: no hay verdadera conversión a Dios, no puede existir religión auténtica sin reparar las injurias e injusticias en las relaciones entre los hombres, en la vida social. Sin embargo, en tal contexto los profetas exhortan a la limosna" (JUAN PABLO II, Aloc. 28-111-79). La limosna brota de un corazón misericordioso que quiere llevar un poco de consuelo al que está pasando una necesidad, o desea contribuir con sus medios en una empresa de especial interés humano y sobrenatural.
El simple hecho de dar limosna ya es suficientemente expresivo de unos sentimientos humanitarios y religiosos que reclaman un mínimo de respeto. La limosna es una muestra de generosidad que nos hace crecer por dentro, educa en el amor y contribuye a la verdadera unión entre los miembros de una sociedad. "Cuando el Señor Jesús habla de limosna, cuando pide practicarla, lo hace siempre con el sentido de ayudar a quien tiene necesidad de ello, de compartir los propios bienes con los necesitados, es decir, en el sentido simple y esencial, que no nos permite dudar del valor del acto denominado con el término limosna, al contrario, nos apremia a aprobarlo: como acto bueno, como expresión de amor al próximo y como acto salvífico" (ibídem). Como dice el Señor (Mc 14, 7), siempre habrá pobres entre nosotros que nos tiendan la mano, y, por consiguiente, siempre tendremos necesidad de practicar la limosna para remediar necesidades. Dios lo tendrá en cuenta para recompensar a los que le atendieron a Él en la persona de los pobres.

3. San Cipriano hace este canto de la limosna: "Cosa excelsa y divina, hermanos carísimos, es la limosna: obra de salvación, gran consuelo de los creyentes, medio saludable de nuestra seguridad, defensa de la esperanza, tutela de la fe, medicina del pecado, al alcance de quien la quiere efectuar, grande y fácil a la vez, sin peligro de que nos persigan por ella, corona de la paz, verdadero y máximo don de Dios, necesaria para los débiles, gloriosa para los fuertes. Con ella, el cristiano alcanza la gracia espiritual, consigue el perdón de Cristo juez y cuenta a Dios entre sus deudores [...]. Nunca dejará el Señor de premiar nuestros méritos si, en el día de la muerte o en el de la persecución, nos hallamos desembarazados, prestos, combatiendo en la lucha de las obras de caridad. A los que vencieron en la paz les dará una corona blanca por sus obras de misericordia, a los que lo fueron en la persecución les añadirá otra de púrpura" (De las buenas obras y de la limosna, 27; PL 4, 625 ss).
La limosna es un deber que obliga siempre que haya necesidad verdadera en el indigente y posibilidad moral de dar por parte de aquel a quien se le pide. Según Santo Tomás, esta posibilidad moral existe en cuanto se tenga algo superfluo o por encima de lo necesario según la propia condición (Suma Teológica 2-2, q. 31 a. 5 ad 3).

Citas de la Sagrada Escritura

Es frecuentemente recomendada: Ex 23, 11; Lv 19, 10; Lv 23, 22; Dt 24, 19-22; 1R 17, 10-16; Sal 41, 1; Sal 82, 4; Pr 3, 27..
Produce abundantes frutos: Tb 4, 7-12; Tb 12, 9-12; Si 4, 3; 29, 15; Dn 4, 24
Dad limosna conforme a vuestros medios y todo será puro en vosotros. Lc 11, 41
Hacerla secretamente esperando de Dios la recompensa: Mt 6, 2-4
demos a aquellos que no nos lo pueden devolver: Lc 14, 12-14
Quien da su dinero a los pobres se granjea amigos en el cielo. Lc 16, 9
Dar de lo necesario: Mc 12, 41-44; Lc 21, 1-4
Nuestro Señor desprecia las limosnas de los hipócritas: Mt 6, 1-4
Estemos dispuestos a ayudar a nuestros hermanos con nuestras limosnas: Rm 12, 13; y también a nuestros enemigos: Rm 12, 20; los cristianos de Macedonia y Acaya sustentan con sus limosnas a los de Jerusalén: Rm 15, 30-31
Pablo recomienda que ayuden a Febe, la diaconisa, como ella misa ayuda a los otros: Rm 16, 1-2
La oración, limosna espiritual: Rm 15, 30-31
No avergonzar a aquellos que nada poseen: 1Co 11, 22
Las limosnas sin la caridad so estériles, por grande que sea su abundancia: 1Co 13, 3
Colecta para los cristianos de Jerusalén; motivos que Pablo hace valer: 1Co 16, 1-4; 2Co 8, 9
Los que venden lo que poseen para dar limosna consiguen en el cielo un tesoro inagotable: Lc 11, 33
San Pablo acepta con agradecimiento las limosnas de los Filipenses. Flp 4, 16
San Pedro resucita a Tabita, cuyo milagro le pedían los pobres socorridos con sus limosnas: Hch 9, 36-41
Las oraciones y las limosnas del Centurión Cornelio son aceptadas por Dios, disponiéndole a la conversión: Hch 10, 2, 4, 31
Que el que tenga dos túnicas dé una al que no tenga, y aquel que tenga de comer haga lo mismo. Lc 3, 11

Medio de conversión, de penitencia y obra de misericordia

3331 La limosna y el ayuno, como medios de conversión y de penitencia cristiana, están estrechamente ligados entre sí. El ayuno significa un dominio sobre nosotros mismos [...]. Y la limosna –en la acepción más amplia y esencial– significa la prontitud a compartir con los otros alegrías y tristezas, a dar al prójimo, en particular al necesitado; a repartir no sólo los bienes materiales, sino también los dones del espíritu. Y precisamente por este motivo debemos abrirnos a los demás, sentir sus diversas necesidades, sufrimientos, infortunios, y buscar –no sólo en nuestros recursos, sino sobre todo en nuestros corazones, en nuestro modo de comportarnos y de actuar– los medios para adelantarnos a sus necesidades o llevar alivió a sus sufrimientos y desventuras. (Juan Pablo II, Carta a la diócesis de Roma, 28-2-1979).

3332 (La misericordia, la limosna) es el lustre del alma, la enriquece y la hace aparecer buena y hermosa. El que piensa compadecerse de la misericordia de otro, empieza a abandonar el pecado [...] (S. Agustín, en Catena Aurea vol. VI, p. 48).

3333 Continuamente encontramos a un Lázaro, si lo buscamos, y a cada paso le vemos aunque no le busquemos. Considerad que los pobres necesitados se prestan a nosotros y nos suplican una limosna, cuando han de ser con el tiempo nuestros intercesores. (S. Gregorio Magno, Hom. 40 sobre los Evang.).

3334 Donde se da limosna no se atreve a penetrar el diablo. (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea vol. VI, p. 170).

3335 El pobre no es más que un instrumento del cual Dios se Sirve para impulsarnos a obrar bien. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la limosna).

3336 Dios puede, en realidad, alimentar a los pobres; pero quiere que se unan, por amor, los que dan con quienes reciben. (S.Juan Crisóstomo, en Catena Aurea vol. VI, p. 312).

3337 Purifiquémonos, pues, no sólo de comidas y bebidas, sino también de toda otra contaminación inmunda, del perjurio, de la detracción, de la enemistad, de la intemperancia y, señaladamente, de la avaricia, principio y fin que es de todos los males. El apartamiento de todo eso es la más brillante purificación, el ayuno verdadero e inculpable. Pero antes que esto y juntamente con esto y a la vez que esto practiquemos la limosna, que es la que nos levanta no ya al tercer cielo, sino hasta el Señor mismo de todos los cielos la limosna, que, como un carro de fuego y puesto sobre cielo, recibe a los que suben de la tierra. Con ella, nuestro ayuno resultará brillante y acepto a Dios, y nuestra oración se elevará como nube de incienso. (Nectario, Hom. en la fiesta de S. Teodoro, 15; PG 39, 1833).

3338 Te vendiste al pecar, redímete ahora con tus buenas obras, paga tu rescate con tu dinero. Viles son las riquezas, pero la misericordia es preciosa. "La limosna –dice– libra del pecado" (Tb 12, 8). Y en el Evangelio dice el Señor: "Haceos amigos de las riquezas injustas" (Lc 14, 9) [...]. Convierte tú, como buen dispensador, las riquezas de instrumento de la avaricia, en recurso de la misericordia, (S. Ambrosio, Libro de Elías y el ayuno, 20; PL 14, 759).

Generosidad

3339 No seáis mezquinos ni tacaños con quien tan generosamente se ha excedido con nosotros, hasta entregarse totalmente, sin tasa. Pensad ¿cuánto os cuesta –también económicamente– ser cristianos? (J. Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, 126).

3340 En ti debe haber una fuente, no una bolsa. (S. Agustín, Sermón 355).

3341 Las riquezas mal conservadas pueden perderse fácilmente, si no de una manera material sí en un sentido espiritual, porque no aprovechan a su dueño a conseguir su salvación. (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 1, p. 385).

3342 No temamos la pobreza que nos pueda resultar de esta nuestra largueza, ya que la misma bondad es una gran riqueza y nunca puede faltarnos con qué dar, pues Cristo mismo es quien da el alimento y quien lo recibe. En todo este asunto interviene la mano de Aquel que al partir el pan lo aumenta y al repartirlo lo multiplica. (S. León Magno, Sermón 10 sobre la Cuaresma).

3343 Que el temor a la pobreza que pueda sobrevenir, no impida a la voluntad ser generosa en la limosna. (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. 1, p. 384).

3344 Que el que distribuye limosnas lo haga con despreocupación y alegría, ya que, cuanto menos se reserve para sí, mayor será la ganancia que obtendrá. (S. León Magno, Sermón 10 sobre la Cuaresma).

3345 Sin la limosna es imposible ver el reino; porque así como se corrompen las aguas detenidas de una fuente, así sucede a los ricos cuando guardan para si sus riquezas. (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 97).

3346 No está la limosna en dar poco de lo mucho que se tiene, sino en hacer lo que aquella viuda, que dio todo lo que tenía; pero si tú no puedes hacer lo que la viuda, por lo menos da lo que te sobre. (S. Juan Crisóstomo, Catena Aurea, vol. VI, p. 393).

3347 El que da limosna no hace, a imitación de Dios, discriminación alguna, en lo que atañe a las necesidades corporales, entre buenos y malos, justos o injustos, sino que reparte a todos por igual, a proporción de las necesidades de cada uno, aunque su buena voluntad le inclina a preferir a los que se esfuerzan en practicar la virtud, más bien que a los malos. (S. Máximo, Sobre la Caridad, 1).

Todos podemos dar limosna

3348 Quizá no tenga pan con que socorrer al necesitado; pero quien tiene lengua dispone de un bien mayor que puede distribuir; pues vale más el reanimar con el alimento de la palabra al alma que ha de vivir para siempre, que saciar con el pan terreno al cuerpo, que ha de morir. Por lo tanto, hermanos, no neguéis al prójimo la limosna de vuestra palabra. (S. Gregorio Magno, Hom. 4 sobre los Evang.).

3349 (Da al que te pida). Puede entenderse también esto del dinero de la doctrina, que nunca falta; sino que cuanto más se da, tanto más se multiplica. (S. Jerónimo, en Catena Aurea, vol. 1, p. 323).

3350 Dad limosna: esta palabra se refiere a todas las obras de misericordia, porque da limosna no sólo el que da de comer al que tiene hambre y otras necesidades por el estilo, sino también el que perdona a quien le falta y ruega por él, el que corrige a otro [...]. (San Beda, en Catena Aurea, vol. VI, p. 49).

3351 La limosna, denominación que incluye una extensa gama de obras de misericordia, de modo que todos los fieles son capaces de practicarla, por diversas que sean sus posibilidades. (S. León Magno, Sermón 6 sobre la Cuaresma).

3352 La pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes –hablo de la limosna–, pues esto lo realizó incluso aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas. (S. Juan Crisóstomo, Hom. 6 sobre el tentador).

3353 El hombre de corazón duro es avaro e insensible a las miserias del prójimo; hallará mil excusas para no tener que dar limosna. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la limosna).

3354 La limosna no se hace sólo con dinero, sino también con otras obras, como cuando alguien protege a otro, o un médico cura, o un sabio aconseja. (S. Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VI, pp. 96-97).

Rectitud de intención

3355 "Cuando des limosna, no vayas tocando la trompeta..." Quizá procuraban reunir al pueblo cuando hacían algo bueno, para que todos fueran a ese espectáculo. (Santo Tomás, Catena Aurea, vol. 1, p. 340).

3356 Mientras estamos en este mundo, es preciso hacer cuantas limosnas podamos; siempre seremos bastante ricos, si tenemos la dicha de agradar a Dios y salvar nuestra alma; mas es necesario hacer la limosna con la más pura intención. ¡ Qué felices seríamos si todas las limosnas que hayamos hecho durante nuestra vida nos acompañasen delante del tribunal de Dios para ayudarnos a ganar el cielo! (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la limosna).

Dios premia con creces nuestra generosidad en la limosna

3357 Jamás será pobre una casa caritativa. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la limosna).

3358 Os pregunto, hermanos, ¿qué es lo que queréis o buscáis cuando venís a la Iglesia? Ciertamente, la misericordia. Practicad, pues, la misericordia terrena y recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios; aquel un bocado, tú la vida eterna. Da al indigente y merecerás recibir de Cristo, ya que él ha dicho: "Dad y se os dará". No comprendo cómo te atreves a esperar recibir si tú te niegas a dar. Por esto, cuando vengáis a la iglesia, dad a los pobres la limosna que podáis, según vuestras posibilidades. (S. Cesáreo de Arlés, Sermón 25).

3359 No serán solamente los pobres los que rogarán por vosotros sino las mismas limosnas, las cuales vendrán a ser como otros tantos protectores cerca del Señor que implorarán benevolencia en vuestro favor. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la limosna).

3360 La razón que debe inducirnos a dar limosnas de todo corazón y con alegría es el pensar que las damos al mismo Jesucristo. Leemos en la vida de Santa Catalina de Siena que, al encontrarse una vez con un pobre, le dio una cruz; en otra ocasión, dio su ropa a una pobre mujer. Algunos días después, apareciósele Jesucristo, y le manifestó haber recibido aquella cruz y aquella ropa que ella había puesto en manos de sus pobres, y que le habían complacido tanto que esperaba el día del juicio para mostrar aquellos presentes a todo el universo. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la limosna).

3361 Los misericordiosos y quienes hacen buenas obras no se verán reducidos a la miseria, pero silos mezquinos y quienes se desentienden de los demás [...]. "El ejercicio de la limosna no sólo remediará la necesidad de los santos, sino que os producirá la abundancia por las muchas acciones de gracias que se darán a Dios" (2Co 9, 10-2), porque cuando la oración de los pobres dirige a Dios acción de gracias por nuestra limosna y obras buenas, Dios en retribución aumenta nuestros bienes. (S. Cipriano, Sobre las buenas obras y sobre la limosna, 9; PL 4, 627).

3362 Has de disminuir alguna parte de tus bienes dándosela de buena voluntad a los pobres, [...]. Verdad es que Dios te lo restituirá no sólo en el otro mundo, sino aun también en éste, pues nada hace prosperar tanto los bienes temporales como la limosna [...]. (S. Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, 3, 15).

Limosna y pecados veniales

3363 ...Ejercitaos en la limosna, en el ayuno y en la oración. Por estos remedios se purgan los pecados diarios, que, a causa de la fragilidad humana, no pueden dejar de deslizarse en el alma. No despreciéis estos pecados porque son pequeños, sino temedlos porque son muchos. Atended, hermanos míos. Son pequeños, no grandes. No son como el león, que de un bocado se traga a uno; pero también, frecuentemente, muchos insectos pequeños llegan a matar. Si fuera arrojado alguien a un lugar lleno de pulgas, ¿acaso no moriría allí? No son grandes, pero la naturaleza humana es débil y puede ser destruida por insectos diminutos. Así también los pecados pequeños. Prestadles, pues, atención porque son pequeños, temedlos porque son muchos. (S. Agustín, Sermón 9).

3364 Pequeñísimos son los granos de arena; pero si permites que entren demasiados en la barca, acabarán por hundirla de modo que perezcáis. Las gotas de agua, aunque son pequeñas, ¿acaso no llenan los ríos hasta rebosar y socavan las casas? No despreciéis, pues, los pecados Menudos. Pero diréis: ¿quién puede librarnos de dios? Para que se pudiera decir esto (porque verdaderamente nadie puede), Dios misericordioso, viendo nuestra fragilidad, puso a nuestro alcance remedios. ¿Cuáles? Tres: la limosna, la oración y el ayuno. Para que tu oración sea verdadera debes hacer limosnas perfectas. ¿Cuáles son? Que de lo que te sobra, des al que no tiene; y que cuando alguien te ofenda, le perdones. (S. Agustín, ibidem).