Antología de Textos

TRABAJO

1. El trabajo es un don de Dios, un bien del hombre, aunque lleva consigo "el signo de un bonum arduum, según la terminología de Santo Tomás [...]. Y es no solo un bien útil o para disfrutar, sino un bien "digno", es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta" (JUAN PABLO II, Enc. Laborem exercens, 9). Una vida sin trabajo se corrompe, y en el trabajo el hombre "se hace más hombre" (Ibídem). La pereza, manifestada de mil formas, es destrucción de la misma dignidad humana. Es el trabajo como la columna vertebral del hombre; todo descentramiento en este terreno repercute en la vida interior. El trabajo debemos cuidarlo como se cuida un tesoro.
La pereza es destructora. De ella se derivan con frecuencia la malicia, el rencor, la pusilanimidad, el desaliento, la torpeza e indolencia en la guarda de los mandamientos y la divagación de la mente hacia cosas ilícitas.
La Sagrada Escritura hace una viva descripción del perezoso: pasa el día entre dormir, sestear y descansar (cfr. Pr 6, 10), quiere y no quiere cumplir su obligación (Ibídem, 3, 4) porque todo le parecen dificultades (Ibídem, 15, 19), y así inventa excusas increíbles: Fuera hay un león, y si salgo seré muerto (Ibídem, 20, 13). Por eso, perderá todos sus bienes (Ibídem, 20, 4) y su campo quedará lleno de ortigas, cubierto de espinas y arruinada la cerca (Ibídem, 24, 31). Lo llega a comparar con la boñiga del buey, que todos los que la tocan, sacuden sus manos (Si 22, 2). El trabajo es consecuencia del mandato de dominar la tierra (Gn 1, 28) dado por Dios a la humanidad, que se volvió penoso por el pecado original (Gn 3, 17). "La Iglesia halla en las primeras páginas del libro del Génesis la fuente de su convicción según la cual el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia humana sobre la tierra" (JUAN PABLO II, Enc. Laborem exercens, n. 4).
A lo largo de la Sagrada Escritura, y de modo especial en los libros sapienciales, se señalan repetidamente las desgracias que ocasiona la pereza y las bendiciones que trae consigo el trabajo (Pr 6, 6 ss; 30, 10 ss; etc.).

2. Tiene un especial valor el ejemplo de trabajo que nos dio el Señor a lo largo de la mayor parte de su vida. De los treinta y tres años que pasa en la tierra, treinta de ellos los vivió como un hombre más, en medio de una vida ordinaria de trabajo. Algo importante nos ha querido enseñar, cuando pasa tanto tiempo entre las ocupaciones normales de los hombres como uno más.
No vamos a tener, de ordinario, otra cosa para santificar y ofrecer a Dios sino una vida corriente llena de labor, como la que tuvo el Señor durante la mayor parte de su vida. Toda tarea nos puede llevar a Dios: "cualquier trabajo digno y noble en lo humano, puede convertirse en un quehacer divino. En el servicio de Dios, no hay oficios de poca categoría: todos son de mucha importancia.
"Para amar a Dios y servirle, no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres sin excepción, Cristo les pide que sean perfectos como su Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48). Para la gran mayoría de los hombres, ser santo supone santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo, y santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de sus vidas" (SAN JOSEMARIA ESCRIVA, Conversaciones, 55).

3. El Señor manifiesta conocer muy bien el mundo del trabajo. En su predicación utilizará frecuentemente imágenes, parábolas, comparaciones, de la vida de trabajo que Él vivió, o la que vivieron sus paisanos.
Jesús conocía el trabajo del campo: el cuidado de la viña (Mt 20, 1-6; 21, 33-41); la necesaria unión de los sarmientos a la vid (Jn 15, 1-6). Sigue paso a paso la vida del trigo: la simiente que cae en el camino, entre espinas, entre piedras, en buena tierra (Mt 13, 1-8); la aparición de la cizaña (Mt 13, 24-30); el grano que se pudre bajo tierra (Jn 12, 24); el crecimiento invisible, pero cierto (Mc 4, 26-7; la mies que ya blanquea, lista para la siega (Jn 4, 35-38). Se fija en el crecimiento de la mostaza (Mt 13, 31-32) y en el modo de fertilizar una higuera (Lc 13, 6-9).
No le pasan por alto las faenas del pastoreo. Sabe que los primeros invitados a su nacimiento fueron pastores (Lc 2, 8-20) y él se llama buen pastor (Jn 10, 8-20), distinguiendo el buen trabajo (el del que conoce a cada oveja, las llama por su nombre, va a buscar a la perdida), del malo: el del mercenario. Otras veces se para en el que tiene necesidad de llevar a abrevar el buey (Lc 13, 15) o de sacar a la oveja caída en un barranco (Mt 12, 11).
Trabajos en el campo o en el mar. Trabajos en la ciudad; cómo edificar una casa (Mt 7, 24-27; Lc 14, 28) de modo que quien ponga la primera piedra pueda también colocar la última. Y el mundo variado del comercio: en perlas (Mt 13, 45-46), en vino (Mt 9, 17), en paños (Lc 5, 37). Sabe lo que dan por un cuarto: dos gorriones (Mt 10, 29); y la posibilidad de negociar con el propio dinero (Lc 19, 27).
En la predicación aparecen también las más variadas profesiones de su época, que conoce con exactitud: el publicano o recaudador de impuestos (Mt 9, 13); el alguacil (Mt 5, 23), el juez (Lc 18, 1-6), los militares (Mt 8, 5-13), el labrador (Mt 13, 3), etc. No se le escapan tampoco las faenas caseras: la fabricación del pan (Mt 13, 33), el barrido (Lc 15, 8-8), el servicio doméstico (Lc 16, 1-9), la necesidad de atender a la despensa (Mt 13, 52), etc.
Jesús, en los años de vida oculta en Nazaret, nos está enseñando el valor de la vida ordinaria como medio de santificación.
Jesús haría en Nazaret su trabajo con perfección humana, acabándolo en sus detalles, con competencia profesional. Entre sus compatriotas es conocido precisamente por el artesano, por su oficio. Cuando más tarde vuelva y predique en su pueblo, dirán de Él: ¿De dónde saca esas cosas que dice? [...] ¿No es este el artesano, el hijo de María? (Mc 6, 2-3).

4. Nuestros días pueden quedar santificados si se asemejan a los de Jesús: si trabajamos a conciencia y mantenemos la presencia de Dios mientras trabajamos, si vivimos la caridad con quienes están a nuestro alrededor, si sabemos aceptar las contradicciones evitando la queja frecuente, si las relaciones familiares, sociales y profesionales nos sirven como ocasión de apostolado... "Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres" (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Conversaciones..., n. 113). En (y a través de) la profesión, la familia, la amistad, el deporte, la enfermedad... podemos y debemos encontrar a Dios: "hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir" (Ibídem, n. 114).

5. San Pablo insistió frecuentemente a los primeros cristianos acerca del trabajo: Cuando todavía estábamos entre vosotros, les dice a los de Tesalónica, os dimos esta norma: el que no trabaje que no coma... Exhortamos y amonestamos en el Señor Jesucristo a que todos, trabajando disciplinadamente, ganen el pan que comen (2Ts 3, 10-12; cfr. Ef 4, 28; 1Ts 4, 11 ss; 2Ts 3, 6 ss). La predicación de la primitiva Iglesia introduce en el mundo antiguo esta concepción moral del trabajo. La Doctrina de los Apóstoles establece este importante principio: "Ningún cristiano debe vivir ocioso entre nosotros" (c. 12). Las Constituciones Apostólicas (II, 63; IV, 2) recomiendan a los padres y a los pastores eclesiásticos que procuren que los niños aprendan un oficio útil. El trabajo manual, despreciado por los paganos, adquiere un elevado rango al ser realizado por los cristianos.

6. El trabajo debe ayudar al hombre a hacerse mejor, "espiritualmente más maduro, más responsable, para que pueda realizar su vocación sobre la tierra. El trabajo debe ayudar al hombre a ser más hombre. El trabajo, aun con sus componentes de fatiga, de monotonía, de obligatoriedad -donde se advierten las consecuencias del pecado original- le ha sido dado al hombre, antes del pecado, precisamente como instrumento de elevación, de perfeccionamiento del cosmos, como plenitud de su personalidad, como colaboración a la obra creadora de Dios. La fatiga que lleva consigo asocia al hombre al valor de la cruz redentora de Cristo" (JUAN PABLO II, Aloc. 1-IV-1980).

Citas de la Sagrada Escritura

Tomó Yahvé Dios al hombre, y le puso en el jardín de Edén para que lo cultivase y guardase. Gn 2, 15
Seis días trabajarás, y descansarás al séptimo, para que descansen también tu buey y tu asno y se recobre el hijo de tu esclava y el extranjero. Ex 23, 12
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María [...]? Mt 13, 5 ss
Vosotros sabéis que a mis necesidades y a las de los que me acompañan han suministrado estas manos. Hch 20, 34
Saldrá el hombre a su trabajo y a sus labores, hasta la tarde [...]. Sal 105, 23
Trabajad como para el Señor, y no para los hombres. Col 3, 23
Allí encontró a un judío llamado Aquila [...], con Priscila, su mujer [...] y como era del mismo oficio que ellos, se quedó en su casa y trabajaban juntos, pues eran ambos fabricantes de lonas. Hch 18, 2-3
Os exhortamos, hermanos, a progresar más y a que os esforcéis por llevar una vida quieta, laboriosa, en vuestros negocios, y trabajando con vuestras manos como os lo hemos recomendado. 1Ts 4, 11
Mientras estuvimos entre vosotros, os advertimos que el que no quiera trabajar no coma. 2Ts 3, 10
A estos tales les recomendamos y exhortamos en el Señor Jesucristo que, trabajando sosegadamente, ganen su pan. 2Ts 3, 11

El ejemplo de Jesucristo

5186 Esta verdad, según la cual a través del trabajo el hombre participa en la obra de Dios mismo, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo, aquel Jesús ante el que muchos de sus primeros oyentes en Nazareth permanecían estupefactos y decían: ¿De dónde le vienen a éste tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ...¿No es acaso el carpintero? (Mc 6, 2-3). En efecto, Jesús no solamente lo anunciaba, sino que ante todo, cumplía con el trabajo el "evangelio" confiado a él, la palabra de la Sabiduría eterna. Por consiguiente, esto era también el "evangelio del trabajo", pues el que lo proclamaba, él mismo era hombre del trabajo, del trabajo artesano al igual que José de Nazareth (cfr. Mt 13, 55). (JUAN PABLO II, Encíclica Laborens exercens, 5, 26).

5187 Lo habréis notado a lo largo de los Evangelios: Jesús no hace milagros en beneficio propio. Convierte el agua en vino, para los esposos de Caná (cfr. Jn 2, 1-11); multiplica los panes y los peces, para dar de comer a una multitud hambrienta (cfr. Mc 6, 33-46). Pero El se gana el pan, durante largos años, con su propio trabajo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 61).

5187b Las tareas profesionales -también el trabajo del hogar es una profesión de primer orden- son testimonio de la dignidad de la criatura humana; ocasión de desarrollo de la propia personalidad; vínculo de unión con los demás; fuente de recursos; medio de contribuir a la mejora de la sociedad en la que vivimos, y de fomentar el progreso de la humanidad entera...
-Para un cristiano, estas perspectivas se alargan y se amplían aún más, porque el trabajo
-asumido por Cristo como realidad redimida y redentora- se convierte en medio y en camino de santidad, en concreta tarea santificable y santificadora (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Forja, n. 702).

Medio y camino de santidad y de apostolado

5188 La oración no consiste sólo en las palabras con que invocamos la clemencia divina, sino también en todo lo que hacemos en obsequio de nuestro Creador movidos por la fe (SAN BEDA, Coment. Evang. S. Marcos).

5189 En vuestra ocupación profesional, ordinaria y corriente, encontraréis la materia –real, consistente, valiosa– para realizar toda la vida cristiana, para actualizar la gracia que nos viene de Cristo (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 49).

5190 Del mismo modo que al decir que las aves del cielo no siembran no reprobó el que se sembrara, sino el excesivo cuidado, así, cuando dice no trabajan ni hilan, no condena el trabajo, sino el excesivo celo de él (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 90).

5191 Nazaret es la mansión del Hijo del carpintero. Aquí quisiéramos comprender y celebrar la ley severa y redentora del trabajo humano; restaurar la conciencia de la nobleza del trabajo; recordar que el trabajo no puede ser un fin en si mismo, sino que su liberación y su nobleza le viene, mas que de su valor económico, de los valores que lo inspiran (PABLO VI, Aloc. en Nazaret, 5-1-1964).

5192 Es toda una trama de virtudes la que se pone en juego al desempeñar nuestro oficio, con el propósito de santificarlo: la fortaleza, para perseverar en nuestra labor, a pesar de las naturales dificultades y sin dejarse vencer nunca por el agobio; la templanza, para gastarse sin reservas y para superar la comodidad y el egoísmo; la justicia, para cumplir nuestros deberes con Dios, con la sociedad, con la familia, con los colegas; la prudencia, para saber en cada caso qué es lo que conviene hacer, y lanzarnos a la obra sin dilaciones... Y todo, insisto, por Amor, con el sentido vivo e inmediato de la responsabilidad del fruto de nuestro trabajo y de su alcance apostólico (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 72).

5193 Todos, efectivamente, sabemos que en el trabajo del hombre está profundamente grabado el misterio de la cruz, la ley de la cruz. ¿Acaso no se comprueban ahí las palabras del Creador, pronunciadas después de la caída del hombre: Con el sudor de tu rostro comerás el pan (Gn 3, 19)? Ya sea el antiguo trabajo de los campos que hace nacer el trigo, también las espinas y los cardos, ya sea el nuevo trabajo de los altos hornos y las nuevas fundiciones, siempre se realiza con el sudor de la frente. La ley de la cruz está inscrita en el trabajo humano. Con el sudor de la frente ha trabajado el agricultor. Con el sudor de la frente trabaja el obrero siderúrgico. Y con el sudor de la frente, con tremendo sudor de la muerte, agoniza Cristo en la cruz. No se puede separar del trabajo humano la cruz. No se puede separar a Cristo del trabajo humano (JUAN PABLO II, en Mogila 9-VI-1979).

5193b El trabajo es la vocación inicial del hombre, es una bendición de Dios, y se equivocan lamentablemente lo que lo consideran un castigo.
El Señor, el mejor de los padres, colocó al primer hombre en el Paraíso, "ut operaretur", para que trabajara (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Surco, n. 482).

5194 Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura racional pretende rivalizar con el Creador, están, por el contrario, persuadidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio. Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplía es su responsabilidad individual y colectiva. De donde se sigue que el mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrarío, les impone como deber el hacerlo (CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 34).

5195 No debe enojarte sufrir los pequeños asaltos de la preocupación y los disgustos de tus múltiples deberes domésticos; antes, ello ha de servirte de ejercicio para la práctica de las virtudes más gratas al Señor. No lo dudes, la verdadera virtud no prospera en una vida descansada, como tampoco se nutren los peces delicados en las aguas insalubres de los pantanos (SAN FRANCISCO DE SALES, Epistolario, fragm. 57, 1. c., p. 691).

5195b Al reanudar tu tarea ordinaria, se te escapó como un grito de protesta: ¡siempre la misma cosa!
Y yo te dije: -sí, siempre la misma cosa. Pero esa tarea vulgar -igual que la que realizan tus compañeros de oficio- ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta. Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA, Surco, n. 500).

5196 La oración, que en todo trabajo humano aporta referencia a Dios Creador y Redentor, contribuye al mismo tiempo a la total " humanización " del trabajo. "El trabajo existe... para que nos elevemos" (C.K. Norwid). Precisamente el hombre, que por voluntad del Creador ha sido llamado desde el principio a dominar la tierra mediante el trabajo, ha sido creado también a imagen y semejanza de Dios mismo. De ningún otro modo puede encontrarse a sí mismo, confirmar que es él, si no es buscando a Dios en la oración. Buscando a Dios, encontrándose con El en la oración, el hombre debe encontrarse necesariamente a sí mismo, siendo semejante a Dios. No puede encontrarse de otro modo a sí mismo, si no es en su Prototipo. No puede, a través del trabajo, confirmar su " dominio " sobre la tierra si no es orando contemporáneamente (JUAN PABLO II, en Czestochowa, 6-VI-1979).

5197 Una mujer ocupada en la cocina o en coser una tela puede siempre elevar su pensamiento al cielo e invocar al Señor con fervor. Uno que va al mercado o viaja solo, puede fácilmente rezar con atención. Otro que está en su bodega, ocupado en coser los pellejos de vino, está libre para levantar su ánimo al Maestro. El servidor, si no puede llegarse a la iglesia porque ha ido de compras al mercado o está con otras ocupaciones, o en la cocina, puede siempre rezar con atención y con ardor. Ningún lugar es indecoroso para Dios (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre la profetisa Ana, 4, 6).

Frutos sobrenaturales y humanos del trabajo

5198 El trabajo debe ayudar al hombre a hacerse mejor, espiritualmente más maduro, más responsable, para que pueda realizar su vocación sobre la tierra, sea como persona irrepetible, sea en comunidad con los demás, y sobre todo en la comunidad humana fundamental que es la familia. El hombre y la mujer, uniéndose en esta comunidad, cuyo carácter ha sido establecido por el mismo Creador, desde el principio, dan vida a nuevos hombres. El trabajo debe hacer posible a esta comunidad humana encontrar los medios necesarios para formarse y para mantenerse. (JUAN PABLO II, en Czestochowa, 6-VI-1979).

5199 [...] pensad que con vuestro quehacer profesional realizado con responsabilidad, además de sosteneros económicamente, prestáis un servicio directísimo al desarrollo de la sociedad, aliviáis también las cargas de los demás y mantenéis tantas obras asistenciales –a nivel local y universal– en pro de los individuos y de 105 pueblos menos favorecidos (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 121).

5200 Como a hijos y enfermos, les da un consejo provechoso que es al propio tiempo un remedio para sus heridas: A estos tales les ordenamos y rogamos por el amor del Señor Jesucristo que, trabajando sosegadamente, coman su pan. Médico experto entre muchos, cura sus llagas y conjura el peligro atacando directamente la causa, la ociosidad, echando mano de un solo precepto: el trabajo. Sabe perfectamente que todas las enfermedades que pululan en un tronco común desaparecen al instante si se logra eliminar la infección principal que las origina (CASIANO, Instituciones, 10).

5201 De donde aquella preciosa máxima –muy en boga entre los monjes egipcios– que nos legaron los antiguos Padres: "El monje que trabaja no tiene más que un demonio para tentarle, mientras que al ocioso y holgazán lo tortura una legión de espíritus malvados" (CASIANO, Instituciones, 11).

5202 El agua estancada se corrompe, mas la que corre y se derrama por mil arroyos conserva su propia virtud. El hierro que yace ocioso, consumido por la herrumbre, se torna blando e inútil; mas si se lo emplea en el trabajo, es mucho mas útil y hermoso y apenas si le va en zaga por su brillo a la misma plata. La tierra que se deja baldía no se ve que produzca nada sano, sino malas hierbas, cardos y espinas y árboles infructuosos; mas la que goza de cultivo se corona de suaves frutos. Y, para decirlo en una palabra, todo ser se corrompe por la ociosidad y se mejora por la operación que le es propia. Ya, pues, que sabemos cuánto sea el daño de la ociosidad y el provecho del trabajo, huyamos de aquélla y démonos a éste [...] (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre Priscila y Aquila).

5203 Y vuestro fruto permanezca. Todo cuanto hacemos en este mundo apenas tiene duración hasta la muerte; y llegando ésta, arranca el fruto de nuestro trabajo. Pero cuando trabajamos de cara a la vida eterna, el fruto de nuestro trabajo permanece [...]. Cuando se ha llegado al conocimiento de las cosas eternas, dejan de tener importancia los frutos temporales (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 27 sobre los Evang.).

5203b Ante Dios, ninguna ocupación es por sí misma grande ni pequeña. Todo adquiere el valor del Amor con que se realiza (SAN JOSEMARIA ESCRIVA, Surco, n. 487).

El trabajo y la dignidad del hombre

5204 Cristo no aprobará jamás que el hombre sea considerado o se considere a sí mismo solamente como un instrumento de producción; que sea apreciado, estimado y valorado según ese principio. ¡Cristo no lo aprobará jamás! Por esto se ha hecho clavar en la cruz, como sobre el frontispicio de la gran historia espiritual del hombre, para oponerse a cualquier degradación del hombre, también a la degradación mediante el trabajo. Cristo permanece ante nuestros ojos sobre su cruz, para que todos los hombres sean conscientes de la fuerza que El les ha dado: Les ha dado el poder de llegar a ser hijos de Dios (Jn 1, 12). De esto deben acordarse tanto los trabajadores como los que proporcionan trabajo; tanto el sistema laboral, como el de retribución. Lo deben recordar el Estado, la Nación y la Iglesia (JUAN PABLO II, en Mogila, 9-VI-1979).

5205 Todo el que llegue a vosotros en nombre del Señor, sea recibido; luego, examinándole, le conoceréis [...]. Si el que llega es un caminante, no permanecerá entre vosotros mas de dos días o, si hubiera necesidad, tres. Pero si quiere establecerse entre vosotros, teniendo un oficio, que trabaje y así se alimente. Mas si no tiene oficio, proveed según vuestra prudencia, de modo que no viva entre nosotros ningún cristiano ocioso. Si no quiere hacerlo así, es un traficante de Cristo; estad alerta contra los tales (Didaché, 12).

5206 El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que vive, y al progreso de toda la Humanidad (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 47).

5207 De hecho, la problemática contemporánea –¿solamente contemporánea?– del trabajo humano, en último término, no se reduce [...J ni a la técnica, ni tampoco a la economía, sino a una categoría fundamental: a la categoría de la dignidad del trabajo, es decir, de la dignidad del hombre. La economía, la técnica y tantas otras especialidades y disciplinas tienen su razón de ser en aquella única categoría esencial. Si no la alcanzan, si se constituyen fuera de la dignidad del trabajo humano, están en el error, son nocivas, están contra el hombre
Esta categoría fundamental es humanística. Me permito decir que esta categoría fundamental –la categoría del trabajo como medida de la dignidad del hombre– es cristiana. La encontramos, en su más alto grado de intensidad, en Cristo (JUAN PABLO II, en Afogila, 9-VI-1979).

5208 Los hombres y las mujeres que, mientras procuran el sustento para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia (CONC. VAT. II, Const. Gaudium et spes, 34).

5209 El buen trabajador recibe con libertad el pan de su trabajo; pero el perezoso y holgazán no se atreve a mirar la cara del amo (SAN CLEMENTE, Epístola a los Corintios, 34, 1).

5210 Todos los males han venido a la vida de que muchos consideran como la máxima dignidad no poner la mano en sus propios oficios y como la suprema ignominia parecer que saben una palabra de ellos. Pablo no se avergonzaba de manejar la lezna y cortar las pieles y hablar a la vez a los más altos dignatarios; más bien alardeaba de ello en el momento mismo en que venían a él un sinnúmero de hombres ilustres y distinguidos. Y no sólo no se abochornaba de su trabajo, sino que en sus epístolas [...], dejó inscrito para la posteridad el oficio que practicaba. Así, pues, lo que desde el principio aprendió eso siguió luego ejerciendo, aun después de haber sido arrebatado al tercer cielo, aun después de haber sido trasladado al paraíso y haber tenido parte en las palabras inefables de Dios (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre Priscila y Aquila).

5211 De ahí que Pablo trabajara continuamente, no sólo durante el día, sino durante la noche misma, y así pudo decir: Trabajando día y noche, a fin de no gravar a ninguno de vosotros (1Ts 2, 9). Y no se dedicaba Pablo al trabajo simplemente por recreo y distracción, como lo hacían muchos de sus hermanos, sino que desplegaba en él esfuerzo tal que podía subvenir a las necesidades de los otros [...]. Un hombre que imperaba a los démones, que era maestro de todo el universo, a quien se le confiaron los habitantes todos de la tierra y todas la iglesias situadas bajo el sol, el que cuidaba con toda solicitud de pueblos, naciones y ciudades, ese hombre, repito, trabajaba día y noche [...]. Nosotros, empero, que no tenemos una milésima parte de sus preocupaciones [...], ¿qué excusas [...] tendremos? (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre Priscila y Aquila).