Catena Áurea
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← Lc 4, 31-37 →
Y bajó a Cafarnaúm ciudad de la Galilea, y allí les enseñaba en los sábados. Y se maravillaban de su doctrina, porque era con autoridad su palabra. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un demonio inmundo, y exclamó en alta voz, diciendo: "Déjanos ¿qué tienes tú con nosotros, Jesús de Nazaret? Conozco bien quién tú eres, el Santo de Dios". Y Jesús le increpó y dijo: "Enmudece y sal de él". Y el demonio, derribándole en medio, salió del cuerpo del endemoniado, y no le hizo daño alguno. Y quedaron llenos de espanto, y se hablaban los unos a los otros, diciendo: "¿Qué cosa es ésta?, porque con poder y con virtud manda a los espíritus inmundos, y salen": Y se difundía la fama de El por todos los lugares de la comarca. (vv. 31-37)
San Ambrosio
El Señor no abandonó Judea, ni excitado por la indignación, ni ofendido del crimen; antes al contrario, olvidándose de la injuria, no se acuerda más que de la clemencia (ora enseñando, ora curando) y así inclina a los corazones de aquel pueblo pervertido. Por lo cual sigue: "Y bajó a Cafarnaúm, ciudad de la Galilea", etc.
San Cirilo
Aun cuando sabía que eran desobedientes y duros de corazón, sin embargo, los visita como el buen médico visita a aquellos que se encuentran en la última enfermedad y se esfuerza por curarlos. Enseñaba sin temor en las sinagogas, según aquellas palabras de Isaías: "Nunca he hablado en secreto, ni en lugar oscuro de la tierra" ( Is 45, 19). También disputaba en sábado con ellos, porque descansaban. Se admiraron de la grandeza de su doctrina, de su virtud y de su poder. Y prosigue: "Su doctrina los llenaba de asombro, porque hablaba con autoridad". Esto es, no de un modo blando, sino impulsivo e incitatorio a la salvación. Los judíos pensaban que Cristo era como alguno de los santos o de los profetas; y para que se formasen mejor opinión de El, excedía la medida de los profetas. No decía, pues: "Esto dice el Señor" (como acostumbraban a decir los profetas), sino que como Autor de la ley decía cosas que estaban sobre la misma ley, pasando de la letra a la verdad, y de las figuras a su cumplimiento espiritual.
Beda
La predicación de un doctor tiene autoridad cuando obra según lo que enseña; mas se desprecia al que desmiente con sus actos lo que predica.
San Cirilo
Por eso el Salvador del mundo hace alternar sus obras prodigiosas con su enseñanza. A los que no tienen inteligencia para comprender, los excita la manifestación de ciertas señales. De donde prosigue: "Y había en la sinagoga un hombre poseído del demonio", etc.
San Ambrosio
Dice que las obras de la divina medicina comenzaron el sábado, para enseñarnos que la nueva creación comienza donde la antigua había concluido; mostrando así que el Hijo de Dios no está sometido a la ley, sino sobre la ley, desde el principio. Oportunamente empezó a obrar prodigios en sábado para manifestar que El era el Creador, que había dado principio a todas las cosas, y que ahora continuaba la obra que El mismo había empezado; como si un obrero se propone renovar una casa, no empieza por los cimientos, sino por las partes superiores, de manera que comience por donde antes había concluido. Además empieza por las obras menores para llegar a las más grandes. Los santos pueden librar también del demonio (pero en nombre del Señor), mas sólo pertenece al poder de Dios mandar a los muertos que resuciten.
San Cirilo
Los judíos vituperaban la gloria de Jesucristo, diciendo: Este no arroja a los demonios, sino por Belcebú, príncipe de ellos ( Mt 12, 24). Para destruir este error, cuando los demonios se presentaban ante su invencible poder, y no podían tolerar el concurso de la Divinidad, gritaban. De aquí prosigue: "Y exclamó en voz alta diciendo: déjanos, ¿qué tienes tú con nosotros", etc.
Beda
Como diciendo: Deja un poco de maltratarme, porque tú no puedes estar conforme con nuestros engaños.
San Ambrosio
No debe mover a nadie que en este libro sea el diablo el primero que pronuncia el nombre de Jesús Nazareno; pues Cristo no recibió de él el nombre que el ángel trajo del cielo a la Virgen. Tal es la imprudencia del diablo, que usurpa el primero alguna cosa entre los hombres, y la lleva como nueva a los hombres para inspirar el terror de su poder. De donde prosigue: "Conozco bien quién tú eres, el Santo de Dios".
San Atanasio, in Cat. graec. Patrum
No le llamaba un Santo de Dios, porque entonces daría a entender que era como los demás santos, sino existiendo singularmente Santo, añadiendo el artículo. El es, pues, el Santo por naturaleza. Todos los demás se llaman santos, porque participan algo de El y, sin embargo, no decía esto porque lo conociese en verdad, sino que fingía conocerlo.
San Cirilo
Los demonios creían que por medio de esta alabanza inculcarían en Jesús el deseo de la vanagloria; proponiéndose que no les contrariase o los reprendiese por esto como recompensando así una gracia con otra gracia.
San Crisóstomo, hom 9, in ad Cor
También quiso el demonio trastornar el orden de las cosas, usurpar la dignidad de los apóstoles, y persuadir a muchos a que le obedeciesen a él.
San Atanasio
Reprimía, pues, su palabra, aunque confesaba la verdad, para que con la verdad no publicase también su iniquidad; y al propio tiempo, para acostumbrarnos a no cuidarnos de tales, aunque parezca que dicen la verdad. Porque es criminal que, teniendo la Escritura divina, nos dejemos instruir por el diablo. De donde sigue: "Y Jesús le increpó y le dijo: Enmudece, y sal de él", etc.
Beda
El poseído es arrojado en medio de todos por permisión de Dios, a fin de que, manifestada la virtud del Salvador, invite a muchos para emprender el camino de la salvación. De aquí prosigue: "Y el demonio, derribándolo en medio", etc. Parece que lo que dice San Marcos: "Y agitándole con violencia el espíritu inmundo, y dando un gran grito, salió de él" ( Mc 1, 26) es distinto; a no ser que entendamos que con estas palabras: "Agitándole con violencia", San Marcos quiso decir lo mismo que éstas de San Lucas: "Arrojándole en medio de todos". Por eso cuando sigue: "Y no le hizo daño alguno", se entiende que aquella agitación de miembros, y aquella sacudida, no le hicieron daño, como de ordinario, cuando se amputan y arrancan algunos miembros. Con razón, pues, se admiran de una curación tan completa. Por lo cual sigue: "Y quedaron todos llenos de espanto" etc.
Teofilacto
Como diciendo: ¿Qué orden es esa que ha dado: "Sal de este hombre", y salió?
Beda
Los santos pueden ciertamente expeler a los demonios, (pero sólo en nombre de Dios), mas el divino Verbo ejerce este poder con autoridad propia.
San Ambrosio
En sentido místico, el poseído del espíritu inmundo en la sinagoga es el pueblo judío, que, atrapado en las redes del diablo, manchaba la pureza fingida del cuerpo con la suciedad interior del alma. Y ciertamente que tenía el espíritu inmundo, puesto que había perdido al Espíritu Santo; había entrado el diablo allí, de donde Cristo saliera.
Teofilacto
Debe saberse también que muchos están poseídos del demonio ahora; a saber: los que hacen lo que el demonio desea. Como los furiosos, que tienen el demonio de la ira, y así de los demás. Pero el Señor viene a la sinagoga cuando el alma del hombre está recogida, y entonces dice al demonio que la ocupa: "Enmudece". Y al punto, arrojándolo en medio, sale de él. No está bien que el hombre sea iracundo constantemente (porque es propio de las fieras), ni tampoco que carezca siempre de energía (porque esto haría creer que es insensible), por lo que conviene buscar un término medio, reprendiendo las malas acciones. Y así es arrojado el hombre en medio, cuando el espíritu inmundo sale de él.