Catena Áurea
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← Lc 10, 25-28 →
Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo para tentarle: "Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna?" Y El le dijo: "En la ley, ¿qué hay escrito? ¿Cómo lees?" El, respondiendo, dijo: "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento, y a tu prójimo como a ti mismo". Y le dijo: "Bien has respondido: Haz eso, y vivirás". (vv. 25-28)
Beda
El Señor había dicho antes que sus nombres estaban escritos en el cielo; de donde, como creo, el doctor de la ley tomó ocasión de tentar al Señor. Por lo que se dice: "Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo para tentarle", etc.
San Cirilo
Había ciertos charlatanes que recorrían todo el territorio de los judíos, acusando a Cristo y diciendo que llamaba inútil a la ley de Moisés al mismo tiempo que enseñaba doctrinas nuevas. Queriendo, pues, aquel doctor de la ley seducir a Jesús para que hablase algo en contra de la ley de Moisés, se presenta tentándole, llamándole maestro y no sufriendo ser enseñado. Y como el Señor acostumbraba a hablar de la vida eterna a todos los que venían a El, el doctor de la ley se servía de sus propias palabras; y como lo tienta con astucia, no oye otra cosa que lo que Moisés había enseñado. Por eso sigue: "Y El le dijo: ¿En la ley qué hay escrito? ¿Cómo lees?"
San Ambrosio
Era uno de aquellos que creían conocer la ley, y que poseen de ella la letra pero que ignoran el espíritu; por eso, con el texto mismo de la ley les prueba que la ignoran, demostrando que la ley anunció desde el principio al Padre, al Hijo y el misterio de la encarnación del Señor. Prosigue, pues: "Y El respondiendo dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento".
San Basilio
En cuanto dice "con todo tu entendimiento", no admite división con las criaturas. Porque cualquier afecto que se invierta en las cosas ínfimas, ha de faltar necesariamente al todo. Así como cuanto se derrame de un vaso lleno de licor, tanto faltará a su plenitud; así en el alma, cuanto de su amor emanare para lo ilícito, tanto disminuye necesariamente en el amor que debe a Dios.
San Gregorio Niceno, lib. De hominis creat., cap. 8
Tres potencias se distinguen en el alma. Una es sólo aumentativa y nutritiva, la cual se halla también en las plantas; otra que siente y es común en la naturaleza a los animales irracionales; y otra que es la perfecta actividad del alma racional, que se observa en la naturaleza humana. Así, diciendo corazón, significó la sustancia corporal, esto es, la nutritiva; diciendo alma, designó la del medio o la sensibilidad, y diciendo mente, designó la naturaleza más elevada, esto es, la potencia inteligente y reflexiva.
Teofilato
Esto debe entenderse respecto de que todas las potencias del alma deben estar sometidas al amor divino, ardientemente y no con tibieza; por eso se añade: "Y con todas tus fuerzas".
San Máximo
Con este fin la ley nos habla de una triple dirección hacia Dios, para apartarnos de la triple tendencia del mundo hacia las pasiones, la gloria y la sensualidad; con las cuales también fue tentado Cristo.
San Basilio
Si alguno pregunta cómo puede adquirirse el amor divino, diremos que el amor divino no se aprende. No aprendemos de otro a alegrarnos de la presencia de la luz, ni a amar la vida, ni amar a nuestros padres, ni a nuestros amigos, ni mucho menos podemos aprender las reglas del amor divino. Sino que hay en nosotros cierto sentimiento íntimo, que tiene sus causas intrínsecas, que nos inclina a amar a Dios; y el que obedece a ese sentimiento, practica la doctrina de los divinos preceptos y llega a la perfección de la divina gracia. Amamos naturalmente el bien; amamos también a nuestros prójimos y parientes, y además damos espontáneamente a los bienhechores todo nuestro afecto. Si, pues, el Señor es bueno, y todos desean lo bueno, lo que se perfecciona por nuestra voluntad reside naturalmente en nosotros. A El, aunque no le conozcamos por su bondad, en el mero hecho de que procedemos de El, tenemos obligación de amarle sobre todo, como principio nuestro que es. Es también mayor bienhechor que todos los que se aman naturalmente. El primero y principal mandamiento es, por consiguiente, el del amor a Dios. El segundo, que completa al primero y es completado por él, nos manda amar al prójimo. Por esto sigue: "Y a tu prójimo como a ti mismo". Recibimos de Dios las fuerzas necesarias para cumplir este precepto; pues ¿quién no conoce que el hombre es un animal manso y comunicativo, no solitario ni silvestre? Nada hay tan conforme con nuestra naturaleza como el comunicarse con los demás, favorecerse mutuamente y amar a los parientes. El Señor, previniéndonos, nos ha infundido la semilla de todo esto y, por consecuencia, exige los frutos.
Crisóstomo, hom. 32 in 1 ad Cor
Tú considera, sin embargo, cómo pide con el mismo empeño el cumplimiento de uno y otro precepto; pues de Dios dice: "Con todo tu corazón"; del prójimo: "Como a ti mismo". Lo cual si se observase bien, no habría siervo, ni libre; ni vencedor, ni vencido (mejor aún, ni príncipe ni súbdito); ni rico, ni pobre; ni el diablo se hubiese conocido nunca. Con más facilidad resistirían las pajas el fuego, que el diablo los afectos de la caridad. Todo lo vence la constancia del amor.
San Gregorio, Moralium 19, 20
Cuando se dice: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", ¿cómo puede ser compasivo con otro, el que viviendo injustamente es implacable para sí?
Crisóstomo
Cuando el doctor de la ley respondió lo que en ella se contenía, Cristo, para quien todo es conocido, le rompió las redes de su malicia; porque sigue: "Y El le dijo: Bien has respondido: haz eso, y vivirás".
Orígenes
De todo esto se deduce indudablemente que la vida que se predica según Dios, Creador del mundo, y según las antiguas Escrituras, dadas por El, es la vida eterna. El Señor lo atestigua tomando del Deuteronomio aquellas palabras: "Amarás al Señor tu Dios" ( Dt 6, 4), y del Levítico: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lv 19, 18). Esto se ha dicho contra los sectarios de Valentino, Basílides y Marción; porque ¿qué otra cosa quiso que hiciésemos para conseguir la vida eterna, sino lo que contienen la Ley y los Profetas?