Catena Áurea
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← Lc 12, 24-26 →
"Mirad los cuervos que no siembran ni siegan, no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta. ¿Pues cuánto más valéis vosotros que ellos? ¿Y quién de vosotros, por mucho que lo piense, puede añadir a su estatura un codo? Pues si lo que es menos no podéis, ¿por qué andáis afanados por las otras cosas?" (vv. 24-26)
San Cirilo, sicut supra v.2
Así como antes nos exhortó a elevarnos a una certidumbre espiritual con el ejemplo de las aves que se estiman en poco precio, diciendo: "Vosotros valéis más que muchas aves"; así ahora también nos excita a una confianza firme e indudable con otro ejemplo de las aves, diciendo: "Mirad los cuervos, que no siembran ni siegan -esto es, para tener que comer-, los cuales no tienen ni despensa ni granero -esto es, para conservar-, y Dios los alimenta. ¿Pues cuánto más valéis vosotros que ellos?".
Beda
Esto es, vosotros valéis mucho más, porque el hombre, animal racional, tiene un destino más sublime en el orden de la naturaleza que los seres irracionales, como son las aves.
San Ambrosio
Gran ejemplo que debemos seguir con nuestra fe. Porque a las aves del cielo, que no pueden cultivar la tierra ni procurar abundancia de mieses, la providencia divina las provee siempre de alimento. Hay que confesar, por tanto, que la causa de nuestra pobreza es la avaricia. A las aves no les falta alimento en abundancia, aun cuando nunca trabajan, porque no saben apropiarse por dominio especial los frutos dados para alimento de todos. Nosotros perdemos las cosas comunes cuando las reivindicamos como si fueran nuestras. Porque nada puede considerarse como propio donde nada es perpetuo, ni abundancia cierta donde es incierto el porvenir.
Crisóstomo in Matthaeun homil. 22
Pudiendo el Señor citar el ejemplo de hombres que menospreciaron las cosas de la tierra -como Elías, Moisés, San Juan y otros muchos-, lo toma de las aves, como en el Antiguo Testamento, que cita la abeja, la hormiga y otros animales, a quienes el Creador ha infundido instintos especiales.
Teofilato in ps. 146
Por tanto, no queriendo hacer mención de otras aves, cita a los cuervos, porque Dios alimenta a sus polluelos con una providencia especial. Los cuervos dan a luz sus hijos, y en vez de alimentarlos los abandonan. El viento les lleva de un modo admirable el alimento, que reciben con el pico entreabierto, y así se alimentan. También acaso usa hablando así de la figura sinécdoque 1, tomando el todo por la parte. Por esto, en San Mateo (cap. 6), el Señor habla de las aves del cielo, pero aquí especialmente de los cuervos como más hambrientos y rapaces.
San Eusebio, in Cat. graec. Patr
También da a entender algo más en los cuervos, porque las aves que se alimentan de semillas encuentran más pronto su alimento. Pero las que comen carne -como los cuervos- es más difícil que la encuentren. Sin embargo, estas aves no sufren la falta de comida, porque la providencia de Dios a todo alcanza. En fin, prueba lo mismo con otro razonamiento, diciendo: "¿Quién de vosotros, por mucho que lo piense, puede añadir a su estatura?", etc.
Crisóstomo, homil. 22, in Matth
Advierte que una vez que el Señor nos ha concedido el alma, permanece la misma, en tanto que el cuerpo todos los días crece. Por lo cual, no diciendo nada del alma, que no crece, sólo hace mención del cuerpo, dándonos a entender que no crece por sólo el alimento, sino por la providencia de Dios, puesto que nadie puede añadir nada a su estatura por mucho que se alimente. Por esto concluye diciendo: "Pues si lo que es menos no podéis, ¿por qué andáis afanados por otras cosas?".
San Eusebio, in Cat. graec. Patr
Como diciendo: Si ninguno ha podido aumentar su estatura, por mucho que se haya esforzado, ni prolongar un sólo momento el tiempo fijado de la vida, ¿para qué ocuparse tanto de las cosas necesarias a la vida?
Beda
Dejad, pues, el cuidado del cuerpo a Aquel que lo ha formado y le ha dado su estatura.
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 28
Después de hablar del aumento de la estatura del cuerpo, dice que la formación de los cuerpos es la menor obra para Dios.
Notas
1. Figura literaria que consiste en tomar una parte por el todo, o el todo por una parte, o la materia de una cosa por la cosa misma.