Catena Áurea
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← Lc 16, 14-18 →
Mas los fariseos, que eran avaros, oían todas estas cosas, y le escarnecían. Y les dijo: "Vosotros sois los que os vendéis por justos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, abominación es delante de Dios. La ley, y los profetan hasta Juan: desde entonces es anunciado el reino de Dios, y todos hacen fuerza contra él. Y más fácil cosa es pasar el cielo y la tierra que caer un solo tilde de la ley. Cualquiera que deja su mujer y toma otra, hace adulterio; y también el que se casa con la que repudió el marido, comete un adulterio". (vv. 14-18)
Beda
Jesucristo había aconsejado a los escribas y a los fariseos que no presumieran de su justicia, sino que recibieran a los pecadores penitentes y redimiesen sus pecados por medio de limosnas. Pero ellos se burlaban del maestro de la misericordia, de la humildad y del buen uso de las riquezas, por lo cual dice: "Mas los fariseos, que eran avaros, oían todas estas cosas y le escarnecían". Por dos razones: o porque mandaba cosas de poca utilidad, o porque creían que ellos ya lo hacían así.
Teofilacto
Pero el Señor, descubriendo la malicia oculta que había en ellos, les manifiesta que su justicia es fingida. Por esto añade ( 1Cor 4, 5): "Y les dijo: Vosotros sois los que os vendéis por justos delante de los hombres".
Beda
Se justifican delante de los hombres todos aquellos que desprecian a los pecadores como débiles y como desesperados y que, considerándose perfectos, creen que no necesitan del remedio de la limosna. Sin embargo, el que iluminará las tinieblas más profundas verá cuán digna de condenación es la hinchazón de este orgullo culpable. Y prosigue: "Mas Dios conoce vuestros corazones".
Teofilacto
Y por tanto sois abominables en su presencia por vuestra arrogancia y por vuestra ambición de favor humano. Así es que añade: "Porque lo que los hombres tienen por sublime, abominación es delante de Dios".
Beda
Los fariseos se burlaban del Salvador, porque predicaba contra la avaricia, como si mandase algo en contra de lo que prescribían la ley y los profetas, en donde se lee que muchos y muy ricos agradaron al Señor y que aun el mismo Moisés había predicho al pueblo que gobernaba, que si cumplía con exactitud la ley abundaría en toda clase de bienes terrenos ( Dt 28). Queriendo el Señor probar esto mismo, manifiesta que entre la ley y el Evangelio hay no pequeña diferencia en cuanto a las promesas y a los preceptos. Por esto añade: "La ley y los profetas hasta Juan".
San Ambrosio
No porque haya concluido la ley, sino porque ha empezado la predicación del Evangelio. Parece que las cosas menores se cumplen cuando empiezan las mayores.
Crisóstomo In Matthaeum hom. 38
De este modo les restituye la fe con más prontitud, como diciéndoles: "porque si todo se había cumplido hasta el tiempo de San Juan, yo soy quien viene, porque no hubiesen dejado de existir profetas, si yo no hubiese venido". Pero se dirá: ¿Cómo han durado los profetas hasta San Juan, siendo así que hay muchos más profetas en el nuevo testamento que en el antiguo? Pero habla de aquellos profetas que anunciaron la venida de Jesucristo.
Eusebio
Los primeros profetas habían conocido la predicación del reino de los cielos, pero ninguno de ellos la había anunciado terminantemente al pueblo judío, porque hallándose éste, por decirlo así, en la infancia, era incapaz de comprender la inmensidad de esta predicación. San Juan había predicado el primero y con toda claridad que se aproximaba el reino de los cielos y la remisión de los pecados por el bautismo de la regeneración. Por esto sigue: "Entonces es anunciado el reino de Dios y todos hacen fuerzas contra él".
San Ambrosio, in Lucam lib. 8
La ley enseñaba muchas cosas conforme a la naturaleza para atraernos al celo por la justicia con su indulgencia con las inclinaciones naturales. Pero Jesucristo corrige a la naturaleza, porque combate sus deleites desordenados. Por tanto, nosotros luchamos por ordenar la naturaleza para que no se hunda en las cosas de la tierra, sino que se levante a las del cielo.
Eusebio
Grande es la lucha que han de sostener los mortales para subir al cielo, porque los hombres vestidos de carne mortal que sujetan sus pasiones y enfrentan todo apetito ilícito, queriendo imitar a los ángeles, tienen que hacerse violencia para obrar de este modo. ¿Quién hay que viendo a los que se esfuerzan en el servicio de Dios y mortifican su carne, no confiese que se hace verdadera violencia por el Reino de los Cielos? Además, si alguno observa el propósito admirable de los venerables mártires, confesará que han entrado violentamente en el reino de los cielos.
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 37
También se hacen violencia por el reino de los cielos, no sólo despreciando las cosas de la tierra, sino también las palabras de los que se burlan de ellos por tales cosas. Esto lo añadió el evangelista cuando dijo que se burlaron de Jesús porque hablaba del menosprecio de las riquezas materiales.
Beda
Para que no se creyese que las palabras "La ley y los profetas hasta Juan" anunciaban la destrucción de la ley y de los profetas, desvanece este pensamiento diciendo: "Y más fácil cosa es pasar el cielo y la tierra que borrar una sola tilde de la ley"; porque la figura de este mundo pasa (ver 1Cor 7, 31), pero no pasará ni una sola letra de la ley. Esto es, ni aun las cosas más pequeñas carecen de misterio en ella. Y, sin embargo, la ley y los profetas no duran más que hasta Juan, porque no pudo vaticinarse que había de venir aquél de quien la predicación de Juan decía claramente que había venido ya. Respecto a lo que había dicho de que no debía infrigirse la ley en ningún tiempo, lo confirma con un testimonio sacado de ella misma, por vía de ejemplo, diciendo: "Cualquiera que deja su mujer y toma otra, hace adulterio; y también el que se casa con la que repudió el marido, comete adulterio". Decía esto con el fin de dar a conocer que también en las demás cosas no había venido a deshacer la ley, sino a cumplir los preceptos de ella.
Teofilacto
La ley hablaba a imperfectos de un modo imperfecto, como se conoce a primera vista cuando dice a los endurecidos corazones de los judíos ( Dt 24, 1): "Si un hombre aborrece a su mujer, la despedirá"; porque como eran homicidas y se gozaban en el derramamiento de sangre, no tenían compasión ni aún de las personas con quienes estaban más unidos, hasta el punto de sacrificar a sus hijos y a sus hijas a los demonios. Pero ahora se necesita de una ley más perfecta. Por esto digo, que si alguno repudia a su mujer, no habiendo causa de fornicación, comete adulterio y el que se case con la repudiada también lo comete.
San Ambrosio
Creo que primero debe hablarse de la ley del matrimonio, para discutir después de la prohibición del divorcio. Algunos creen que todo matrimonio viene de Dios, porque está escrito ( Mt 19, 6; Mc 10): "Aquellos a quienes Dios unió no debe separarlos el hombre". ¿Cómo, pues, dice el Apóstol ( 1Cor 7, 15): "Si el infiel se separa, que se separe"? En lo que da a conocer que no todos los matrimonios vienen de Dios, ni por su voluntad se unen los cristianos con los gentiles. No quieras abandonar a tu mujer y así no negarás que Dios es el autor de tu unión. Porque si tienes obligación de sufrir y enmendar las costumbres de los extraños, con mucha más razón debes hacerlo con tu mujer. Si la abandonas cuando tienes hijos, obrarás con dureza despidiendo a la madre y quedándote con la prole, porque a la ofensa que haces a la madre añades la injuria que haces a la piedad, y obrarás con más dureza si por causa de la madre despides a los hijos. ¿Sufrirás acaso que tus hijos, viviendo tú aún, vivan bajo el dominio de un padrastro, o que viviendo su madre estén bajo el de una madrastra? ¡Cuán peligroso es si expones la edad frágil de la adolescencia a que caiga en el error! Y ¡cuán impío que desampares la ancianidad de aquélla cuya juventud has profanado! Supongamos que la repudiada no se case. Entonces te desagradará que guarde fidelidad a un adúltero. Pero supongamos que se case. Lo que para ella es una necesidad, para ti es un crimen, porque lo que consideras matrimonio es un adulterio. En esto, sin embargo, hay un sentido moral, porque después de haber dicho que el reino de los cielos era anunciado y que de la ley no podría faltar un ápice, añadió: "Cualquiera que deja a su mujer", etc. Jesucristo es el varón, la Iglesia es la esposa, esposa por la caridad y virgen por la integridad. Por tanto, no separe la persecución a aquél a quien Dios ha atraído a su Hijo. No lo separe la lujuria, no lo engañe la filosofía, no lo contamine el hereje, ni el judío lo aparte. Son adúlteros todos aquellos que desean adulterar la verdad de la fe y de la sabiduría.