Catena Áurea
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"Y dijo: Pues te ruego, Padre, que lo envíes a casa de mi padre. Porque tengo cinco hermanos, para que les de testimonio; no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos. Y Abraham le dijo: Tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos. Mas él dijo: No, padre Abraham; mas si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia. Y Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de los muertos resucitare". (vv. 27-31)
San Gregorio, in Evang hom. 40
Después que se le quitó al rico condenado toda esperanza, se acuerda de todos los prójimos que había dejado en este mundo. Por esto sigue: "Y dijo: Te ruego, Padre, que le envíes a casa de mi padre".
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 38
Pide que envíe a Lázaro porque se considera indigno de ser testimonio de la verdad y como no había conseguido ser refrigerado un poco, mucho menos creyó que podría librarse de los infiernos para anunciar la verdad.
Crisóstomo, hom. de divite
He aquí su perversidad. Ni aun en las mismas penas puede expresar la verdad. Si el padre es Abraham, ¿cómo dice mándale a casa de mi padre? Pero no has olvidado a tu padre, porque él te llevó a la perdición. 1
San Gregorio, ut sup
Algunas veces sucede que la pena de los malvados les enseña cierta caridad, -aunque inútilmente- de tal modo que entonces aman a los suyos de una manera especial, siendo así que en el mundo, no amando más que el pecado, no se amaban a sí mismos. Por esto sigue: "Tengo cinco hermanos; para que les de testimonio, no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos".
San Ambrosio
Este rico empieza demasiado tarde a ser maestro cuando ya no le queda tiempo de aprender ni de enseñar.
San Gregorio, ut sup
En ello se da a conocer cuántas aflicciones se acumulan sobre el rico condenado, porque conserva el conocimiento y la memoria para su suplicio. Conoció pues a Lázaro, a quien despreció y se acordó de sus hermanos, a quienes dejó. Para que los pecadores sean más castigados en las penas eternas, ven la gloria de aquellos a quienes despreciaron y son atormentados por la desgracia de aquellos a quienes amaron en vano. Abraham contestó en seguida al rico que le pedía mandase a Lázaro. Por ello sigue: "Abraham le dijo: Tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos".
Crisóstomo, serm. 4 De Lazaro
Como diciendo: No cuidas tú tanto de tus hermanos como lo hace Dios que les ha creado, que les ha enviado doctores para que los amonesten y los exhorten. Aquí llama Moisés y profetas a los escritos mosaicos y proféticos.
San Ambrosio
En lo que declara el Señor terminantemente que el Antiguo Testamento es el fundamento de la fe, confundiendo así la perfidia de los judíos y rechazando las necedades de los herejes.
San Gregorio, ut sup
El que había despreciado la palabra de Dios, creía que tampoco podrían oírla sus secuaces. Por ello sigue: "Mas él dijo: No, padre Abraham, mas si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia".
Crisóstomo, in hom. de divite
Como cuando él oía las Sagradas Escrituras las despreciaba y las consideraba como fábulas, creía que a sus hermanos les sucedería lo mismo.
San Gregorio Niceno
En esto se nos da a conocer otra cosa: que en el seno de Abraham, Lázaro no siente solicitud por lo presente ni se aflige por lo pasado. Mas el rico, después de su muerte se ve detenido por su vida carnal como por un lazo. Porque todo el que se haga carnal en el espíritu, ni aún después de la muerte se verá libre de sus pasiones.
San Gregorio, in Evang hom. 40
Por esto, ahora se responde al rico con una sentencia llena de verdad. Sigue pues: "El le dijo: si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco creerán, aun cuando alguno de los muertos resucitase". Porque los que desprecian las palabras de la ley, cumplirán con tanta más dificultad los preceptos del Redentor que resucitó de entre los muertos.
Crisóstomo, serm. 4 De Lazaro
Que los que no escuchan las Escrituras tampoco escuchan a los muertos resucitados, lo prueban los mismos judíos, puesto que así como ahora querían matar a Lázaro, así también perseguían a los apóstoles incluso después de que muchos resucitasen al momento de morir Jesús en la cruz. Téngase en cuenta también que todo el que muere es siervo. Pero todo lo que dicen las Escrituras lo dice el Señor, por lo que son más dignas de fe que un muerto que resucite o que un ángel que baje del cielo, porque el Señor de los ángeles, el Señor de los vivos y de los muertos es quien las ha instituido. Por tanto, si Dios juzgase que resucitando a los muertos había de venir alguna utilidad a los vivos, no lo omitiría, porque todo lo hace en beneficio nuestro. Pero si los muertos resucitasen con frecuencia, esto se despreciaría con el tiempo, porque el diablo introduciría fácilmente doctrinas perversas, imitando esto mismo por sus oráculos, no resucitando verdaderamente a los muertos sino engañando a los hombres con alucinaciones o enseñando ingeniosamente a algunos a fingir la muerte.
San Agustín, De curis pro mortuis habendis cap. 14 et 15
Pero dirá alguno: Si los muertos no se cuidan de los vivos, ¿cómo el rico pedía a Abraham que enviase a Lázaro a sus cinco hermanos? Pero ¿por qué aquel rico dijo esto? (Había de saber acaso qué es lo que harían sus hermanos o qué es lo que padecerían en aquel tiempo? Así se cuidó de los vivos aun cuando ignoraba en absoluto lo que hacían, como nosotros nos cuidamos de los muertos aunque ignoremos enteramente lo que hacen. Pero volvamos otra vez a la cuestión. ¿Cómo sabía Abraham que existían Moisés y los profetas?, esto es, sus libros. (Ni de dónde sabía que aquel rico había vivido entre delicias y Lázaro entre aflicciones? No pudo tener conocimiento de ello mientras vivían, sino que después de su muerte Lázaro se lo dio a conocer, puesto que dice el profeta ( Is 63, 16): "Abraham no nos conoció". Pueden saber también algo los muertos por los ángeles, que presencian lo que pasa en el mundo, y también pueden tener conocimiento por revelación del Espíritu de Dios de las cosas no sólo pasadas sino también futuras que sea necesario que conozcan.
San Agustín, De quaest Evang. 2, 38
En sentido alegórico esto puede interpretarse del siguiente modo: El rico representa la soberbia de los judíos que desconocen la justicia de Dios y quieren hacer valer la suya ( Rom 10). La púrpura y el lino finísimo indican la dignidad del reino ( Mt 21, 43), y el reino de Dios -dice- os será quitado. El convite espléndido es la jactancia de la ley, en la que se gloriaban, más abusando de ella para satisfacer su orgullo, que usando de ella en lo que era necesario para su salvación. Y el mendigo con el nombre de Lázaro -que quiere decir ayudado- significa el indigente, como algún gentil o publicano, que es tanto más favorecido cuanto menos presume de sus propias facultades.
San Gregorio, ut sup
Lázaro, lleno de úlceras, es figura del pueblo gentil que en tanto que convertido no se avergüenza de confesar sus pecados, y por ello tuvo su piel cubierta de llagas. Porque ¿qué es la confesión de los pecados sino cierta abertura de llagas? Lázaro, llagado, deseaba alimentarse de las migajas que caían de la mesa del rico y ninguno se las daba, ya que aquel pueblo orgulloso no se dignaba admitir a ningún gentil al conocimiento de la ley y porque dejaba caer las palabras de esta ciencia como caían las migas de sobre la mesa.
San Agustín, ut sup
Los perros que lamían las úlceras del pobre son los hombres malvados que aman el pecado, cuya lengua está siempre dispuesta a alabar las malas acciones que otros detestan y que se lamentan de cometerlas y las confiesan.
San Gregorio, ut sup
También en las Sagradas Escrituras se llama con frecuencia perros a los predicadores, según aquellas palabras del Salmo ( Sal 68, 24): "La lengua de tus perros beberá sangre de tus enemigos", porque la lengua de los perros cura las llagas que lame, y los santos doctores cuando nos instruyen en la confesión de nuestros pecados, tocan en cierto modo la llaga de nuestra alma con la lengua. El rico fue sepultado en el infierno y Lázaro fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, esto es, al descanso misterioso del que la Verdad ha dicho ( Mt 8, 11): muchos vendrán de Oriente y de Occidente y descansarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores. El rico levanta sus ojos para ver desde lejos a Lázaro, porque mientras los infieles sufren en el abismo los castigos de su condenación, los fieles están sobre ellos, esperando en reposo el día del juicio final, después del cual aquéllos no podrán ya contemplar su gozo. Lo que miran está lejos porque no pueden llegar allí por sus méritos. Se manifiesta más abrasada su lengua, porque el pueblo infiel tuvo las palabras de la ley en su boca, pero no quiso observarlas con sus obras. Por tanto, sufrirá más en la parte en que más manifestó saber lo que no quiso hacer. Abraham le llama su hijo y sin embargo no le libra de los tormentos porque los padres de este pueblo infiel, considerando que muchos se apartaron de su fe, no los libran de los tormentos ni tienen compasión de ellos, aunque les reconocen como hijos suyos según la carne.
San Agustín, ut sup
Los cinco hermanos que dice que tiene en la casa de su padre representan a los judíos, quienes fueron llamados con el nombre de cinco porque vivían bajo el influjo de la ley que fue dada por Moisés, quien la escribió en cinco libros.
Crisóstomo, hom De divite
También puede decirse que tuvo cinco hermanos, esto es, cinco sentidos, de los que era esclavo. No podía amar a Lázaro, porque estos hermanos no aman la pobreza. Ellos son los que te han traído a estos tormentos y no pueden salvarse si no mueren, de otro modo es necesario que habiten con su hermano. Pero ¿por qué pides que envíe a Lázaro? "Tienen a Moisés y a los profetas". Moisés fue el Lázaro pobre, que creyó que tenía mayores riquezas en la pobreza de Jesucristo que en las riquezas del Faraón ( Heb 12). Jeremías, arrojado al lago, se alimentaba del pan de la tribulación ( Jer 38). Y todos los profetas enseñan a estos hermanos; pero no pueden salvarse ni aunque alguien resucite de los infiernos. Estos hermanos, antes que Jesucristo resucitase, me conducían a la muerte. El murió, y estos hermanos resucitaron: ahora mis ojos ven a Jesucristo, mis oídos le oyen y mis manos le abrazan. Todo esto es la condenación de Marción y Maniqueo, que no admiten el Antiguo Testamento. Véase lo que dice Abraham: "Si no oyen a Moisés y a los profetas". Como diciendo: Haces bien esperando a aquél que ha de resucitar; pero Jesucristo habla por medio de ellos, así que si los oyes has de oír también a Jesucristo.
San Gregorio, ut sup
El pueblo judío, como no quiso entender el sentido espiritual de las palabras de Moisés, no pudo llegar a Aquel de quien Moisés había hablado.
San Ambrosio
Lázaro es pobre en esta vida, pero es rico para Dios y no se crea que toda pobreza es santa ni toda riqueza criminal, sino que así como la lujuria infama las riquezas, así la santidad recomienda la pobreza. Que el hombre apostólico, pobre en la palabra y rico en la fe -puesto que posee la verdadera- no busque la elegancia de las palabras. A éste considero semejante a aquél que, herido muchas veces por los judíos, presentaba a ciertos fieles sus llagas, como Lázaro a los perros. Bienaventurados los perros a quienes venga a parar el humor de tales úlceras, para que llene el corazón y las fauces de los que acostumbran guardar la casa, velar sobre el rebaño y librarle de los lobos. Y como el pan es la palabra, la fe nace de la palabra. Las migajas son como ciertos dogmas de fe, esto es, los misterios de las Escrituras. Pero los arrianos que afectan el apoyo del poder de los reyes para combatir las verdades de la Iglesia, ¿no es verdad que parece que viven como envueltos en cierta púrpura y lino finísimo? Estos abundan en palabras vanas, cuando defienden lo aparente en contra de lo verdadero. La rica herejía ha compuesto muchos evangelios y el fiel pobre conserva únicamente el que ha recibido. La filosofía rica se ha formado muchos dioses, la Iglesia pobre sólo conoce un único Dios. ¿No es cierto que aquellas riquezas son indigencias y que esta pobreza es abundancia?
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 38
También puede entenderse esta parábola de otro modo, esto es, considerando al Señor representado en Lázaro tendido a la puerta de aquel rico. Porque se abatió ante los muy soberbios judíos en la humildad de su encarnación, deseando saciarse de las migas que caían de la mesa del rico. Es decir, buscaba en ellos, aun cuando fuesen pequeñas sus obras de justicia, que no fuesen quitadas de su mesa, esto es, de su poder por su soberbia. Sus obras, aunque pequeñas y extrañas a la perseverancia de una buena vida, podían repetirse de vez en cuando, al menos como suelen caer las migas de la mesa. Las úlceras son los tormentos del Señor, los perros que las lamían son los gentiles, a quienes los judíos llamaban inmundos y sin embargo lamen ahora las llagas del Señor en los sacramentos de su cuerpo y de su sangre en todo el mundo, con una profundísima ternura. El seno de Abraham es el seno del Padre, en donde fue recibido el Señor cuando resucitó después de su pasión y a donde creo se dice que fue llevado por los ángeles, porque ellos anunciaron a los discípulos esta recepción que había tenido en el seno del Padre. Todo lo demás puede admitirse según la exposición que ya queda hecha, porque el seno del Padre se entiende como el lugar en donde las almas de los justos se ven con Dios, aun antes de la resurrección.
Notas
1. Literalmente, dice: "porque él te ha perdido". Hace referencia a Satanás, quien es el "padre de la mentira" (ver Jn 8, 44) y es llamado por Jesús como "Padre" de los malos judíos que no creen en él (allí mismo). Otra versión latina: "Non es oblitus patris tui? Non es oblitus quia ille te perdidit?", podría traducirse como: "¿No has olvidado a tu padre? ¿no has olvidado que él te ha perdido?".