Catena Áurea
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← Lc 17, 11-19 →
Y aconteció que yendo El a Jerusalén, pasaba por medio de Samaria y de Galilea. Y entrando en una aldea, salieron a El diez hombres leprosos, que se pararon de lejos. Y alzaron la voz diciendo: "Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros". Y cuando los vio, dijo: "Id y mostraos a los sacerdotes". Y aconteció, que mientras iban quedaron limpios. Y uno de ellos cuando vio que había quedado limpio volvió glorificando a Dios a grandes voces. Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias; y éste era samaritano. Y respondió Jesús, y dijo: "¿Por ventura no son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? No hubo quien volviese, y diera gloria a Dios, sino este extranjero". Y le dijo: "Levántate, vete, que tu fe te ha hecho salvo". (vv. 11-19)
San Ambrosio
Después de la parábola antedicha, son reprendidos los ingratos. Dice pues: "Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén", etc.
Tito Bostrense
Para dar a conocer que los samaritanos son benévolos mientras los judíos son desagradecidos a los beneficios que se les había dispensado. Había enemistad entre los samaritanos y los judíos, la que el Señor se proponía disipar, pasando entre ellos para unirlos en un hombre nuevo.
San Cirilo
Después de la parábola manifiesta el Salvador su gloria para suscitar la fe de Israel. Prosigue: "Y entrando en una aldea salieron a El diez hombres leprosos", expulsados de las ciudades y de las aldeas y considerados como inmundos por la ley de Moisés.
Tito Bostrense, in Cat. graec. Patr
Ellos hablaban entre sí, porque los unía la desgracia común y se presentaron donde Jesús había de pasar, estando inquietos por verle venir. Y prosigue: "Que se pararon de lejos", porque la ley de los judíos considera a la lepra como enfermedad inmunda. Pero la ley del Evangelio no considera como inmunda la lepra externa, sino la interna.
Teofilacto
Esperan desde lejos como avergonzados por la impureza que tenían sobre sí. Creían que Jesucristo los rechazaría también, como hacían los demás. Por esto se detuvieron a lo lejos, pero se acercaron por sus ruegos. El Señor siempre está cerca de los que le invocan con verdad ( Sal 145, 18). Prosigue: "Y alzaron la voz diciendo: Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros".
Tito, ut sup
Invocan el nombre de Jesús y obtienen lo que desean, porque Jesús quiere decir Salvador. Dicen: "Apiádate de nosotros", porque conocen la magnitud de su poder y no le piden oro ni plata, sino la salud y purificación de su cuerpo.
Teofilacto
Y no le piden sencillamente, ni le ruegan como mortal. Le llaman maestro, esto es, Señor, con lo que casi dan a entender que lo consideran como Dios. Pero El les manda que se presenten a los sacerdotes, por lo que sigue: "Cuando El los vio les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes", porque éstos veían si habían sido curados o no de la lepra.
San Cirilo, in Cat. graec. Patr
La ley también mandaba que los curados de la lepra ofreciesen un sacrificio en acción de gracias por la curación.
Teofilacto
Al mandarles que fuesen a los sacerdotes ya les daba a conocer que debían ser curados. Por esto sigue: "Y aconteció que mientras iban quedaron limpios".
San Cirilo, ut sup
Los príncipes de los judíos, émulos de la gloria de Jesús, podían conocer que habían sido curados de una manera inesperada y admirable, siendo Jesucristo quien les había concedido la salud.
Teofilacto
Siendo ellos diez, nueve que eran israelitas fueron desagradecidos y el forastero, que era samaritano, volvió expresando su gratitud. Por esto sigue: "Y uno de ellos volvió glorificando a Dios a grandes voces".
Tito, ut sup
Le dio confianza para aproximarse la curación obtenida. Por esto sigue: "Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias", manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.
Prosigue: "Y éste era samaritano".
Teofilacto
De aquí se puede deducir que nada impide el que cualquiera agrade a Dios, aun cuando proceda de raza profana, con tal que obre con buen propósito. Y ninguno de los que nacen de padres santos se ensoberbezca, porque los nueve que eran israelitas fueron precisamente los desagradecidos. Por esto sigue: "Y respondió Jesús y dijo: ¿Por ventura no son diez?", etc.
Tito Bostrense
En esto se da a conocer lo prontos que estaban a aceptar la fe los extraños, mientras que Israel andaba en ello perezoso. Por esto sigue: "Y le dijo: Levántate; vete, que tu fe te ha hecho salvo".
San Agustín, De quaest Evang. 2, 40
En sentido espiritual puede creerse que son leprosos los que, no teniendo conocimiento de la verdadera fe, admiten las diferentes doctrinas del error, no ocultan su ignorancia, sino que aparentan tener un grande conocimiento y muestran un lenguaje jactancioso. La lepra es un mal de color. La mezcla desordenada de verdades y de errores en la discusión o discurso del hombre, semejante a los diferentes colores de un mismo cuerpo, significa la lepra que mancha y hace distintos a los cuerpos humanos, como con tintes de colores verdaderos y falsos. Estos no deben ser admitidos en la Iglesia, de modo que colocados a lo lejos, si es posible, rueguen a Cristo con grandes voces. Respecto a que le llamaron maestro, creo que dieron a entender en ello, que la lepra es una doctrina falsa que el buen maestro hace desaparecer. No se sabe que el Señor mandase a los sacerdotes a otros, a quienes había concedido beneficios corporales, más que a los leprosos. Y es que el sacerdocio de los judíos figuraba el sacerdocio que está en la Iglesia. Los demás vicios los sana y corrige interiormente el Señor mismo, en la conciencia; mientras que el poder de administrar los Sacramentos y el de la predicación, ha sido concedido a la Iglesia. Cuando los leprosos iban, quedaron limpios, porque los gentiles, a quienes vino San Pedro, no habiendo recibido aún el sacramento del Bautismo, por el cual se viene espiritualmente a los sacerdotes, son declarados limpios por la infusión del Espíritu Santo. Por tanto, todo el que se asocia a la doctrina íntegra y verdadera de la Iglesia, aunque se manifieste que no se ha manchado con el error -que es como la lepra-, será, sin embargo, ingrato con el Señor, que lo cura, si no se postra para darle gracias con piadosa humildad, y se hará semejante a aquellos de quienes dice el Apóstol (Rm 1, 21), que, habiendo conocido a Dios, no le confesaron como tal, ni le dieron gracias. Estos tales, pues, como imperfectos, serán del número nueve, porque necesitan de uno más para formar cierta unidad y ser diez. Y aquel que dio gracias fue alabado porque representaba la unidad de la Iglesia. Y como aquéllos eran judíos, se declaró que habían perdido por la soberbia el reino de los cielos, en donde la unidad se conserva principalmente. En cambio, éste, que era samaritano, que quiere decir custodio, dando lo que había recibido a Aquel de quien lo recibió, según las palabras del Salmo ( Sal 58, 10): "Guardaré mi fortaleza para ti", conservó la unidad del reino con su humilde reconocimiento.
Beda
Cayó con la faz sobre la tierra porque se acordó del mal que había hecho y se avergonzó. Y Jesús le mandó que se levantase y se fuese, porque al que se prosterna conociendo humildemente su debilidad, merece que la palabra divina le consuele y le mande adelantar en el camino de obras más santas. Si la fe salvó a aquel que se había postrado a dar gracias, la malicia perdió a los que no se cuidaron de dar gloria a Dios por los beneficios recibidos. Por estos hechos se da a conocer que debe aumentarse la fe por medio de la humildad, como se explica en la parábola anterior.