Catena Áurea
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← Lc 22, 21-23 →
"Pero ved ahí que la mano del que me entrega conmigo está en la mesa. Y en verdad, el Hijo del hombre va, según lo que está decretado. ¡Mas ay de aquel hombre por quien será entregado!" Y ellos comenzaron a preguntarse unos a otros, cuál de ellos sería el que esto había de hacer. (vv. 21-23)
San Agustín., De consensu Evang., lib. 3, cap. 1
Habiendo entregado el Señor a sus discípulos el cáliz, volvió a hablar del traidor, diciendo: "Pero ved la mano del que me entrega", etc.
Teófil
Esto lo dijo con el fin de que se supiera que conocía lo futuro, y para demostrar su gran bondad en virtud de la que no dejó de continuar su obra, dándonos ejemplo, para que trabajemos hasta el fin para ganar a los pecadores, y también para que comprendamos la malicia del traidor que no tuvo inconveniente en presentarse en la cena con este fin.
Crisóstomo., homil. 83, in Matth
Cuando el que participa de tan elevados misterios no se convierte, su culpa es mucho mayor, ya sea porque se ha acercado a los misterios con mala intención, ya sea porque habiéndose acercado a estos misterios no la ha cambiado, ni por el miedo, ni por la dicha, ni por el premio.
Beda
No lo señala sin embargo de una manera especial, para evitar que una vez corregido públicamente, se vuelva peor. Culpa a todos igualmente, para que se arrepienta el que sea. Pero predice el castigo, para que si el bochorno no convence, convenzan los castigos con que se amenaza. Por esto sigue: "Y en verdad el Hijo del hombre va", etc.
Teófil
No porque no pueda defenderse, sino decretando su propia muerte por la salvación de todos.
Crisóstomo, homil 82, in Matth
Pero como Judas hacía lo que estaba escrito con intención depravada, y para que nadie crea que está exento de culpa como si fuera un ministro forzoso de aquella acción terrible, añade: "Mas ¡ay de aquel hombre por quien será entregado!".
Beda
Pero ¡ay del hombre que se acerca a la Mesa sagrada en pecado, porque, a imitación de Judas, entrega al Señor, no a los judíos, sino a unos miembros pecadores! Y aun cuando los otros once Apóstoles sabían que nada malo pensaban contra el Señor, como creen más a su Maestro que a sí mismos, temiendo por su propia debilidad, se preguntan acerca del pecado que no tenían. Sigue, pues: "Y ellos comenzaron a preguntarse", etc.
San Basilio., in regulis brevioribus ed interrog. 301.
Así como entre las enfermedades corporales hay muchas que no sienten los que las experimentan, sino que más bien dan crédito a lo que dicen los médicos no teniendo en cuenta su insensibilidad propia, así el alma que no advierte sus pasiones ni conoce sus pecados, debe dar crédito a los que pueden dárselos a conocer.