1Ts

1Ts 1, 1-10. Introducción

1Ts 1, 1. Saludo epistolar

San Pablo asocia en el saludo a Silvano y a Timoteo, sus dos principales colaboradores en la fundación de las iglesias de Macedonia (cf. Hch 15, 40; Hch 16, 3; Hch 17, 14). En los Hechos se habla de Silas, no de Silvano; pero, evidentemente, se trata del mismo personaje. Parece ser que "Silvano" era el nombre latino, de cierta semejanza con el hebreo "Silas", elegido por éste para sus relaciones con el mundo greco-romano.
Lo que Pablo y sus dos fieles colaboradores piden para los tesalonicenses es "gracia y paz" (????ß ?a? e?????), fórmula usual en las cartas paulinas y que ya hemos explicado anteriormente (cf. Rm 1, 7). También hemos explicado el término "iglesia", con que aquí es designada la comunidad cristiana de Tesalónica (cf. Hch 5, 11). En cuanto a la expresión "en Dios Padre y en el Señor Jesucristo" (e? Te? pat?? ?a? ????? ??s?? ???st?), es de notar que en el texto griego Dios Padre y Jesucristo van en la misma línea, bajo una misma preposición, expresándose así de algún modo, en lo que puede hacerlo una fórmula literaria, la unidad de la naturaleza divina en la diversidad de personas.
Por lo que respecta a la preposición en de dicha frase, resulta difícil precisar qué alcance deba dársele. No cabe duda que San Pablo se vale de esa partícula para significar la unión o comunión de la iglesia tesalonicense con el Padre y con Cristo; pero ¿de qué unión se trata? Muchos hablan de unión por la fe y la caridad, sin más explicaciones; otros creen que se alude a que la fundación y conservación de la iglesia tesalonicense, como de todas las demás, es obra del Padre como causa eficiente, y de Cristo como causa meritoria, resultando así íntima unión entre los tres extremos. Creemos que esa frase pregnante debe explicarse no sólo por su texto, sino teniendo en cuenta el conjunto de la doctrina paulina, como aparece en otros lugares. Y esta doctrina es que, si ya en el orden natural estamos como sumergidos en el elemento divino, de modo que "vivimos y nos movemos en Dios" (cf. Hch 17, 28), mucho más en el orden sobrenatural, al entrar a formar parte de un cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, sin cuya savia y unión a El no podemos vivir, y el cual, a su vez, está en el Padre, fuente y raíz primera de todo bien natural y sobrenatural. Es lo que ya antes había dicho Jesucristo: "Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad" (Jn 17, 23).

1Ts 1, 2-10. Acción de gracias por la conversión de los tesalonicenses

Es la acostumbrada entrada en materia de las cartas paulinas, haciendo el elogio de los destinatarios en forma de acción de gracias a Dios.
Lo que aquí alaba el Apóstol en los tesalonicenses, y que le mueve a dar gracias a Dios, es su fidelidad al Evangelio, que concreta en la práctica de las tres virtudes teologales: obras de la fe, trabajos de la caridad, firmeza de la esperanza (v.3). Prácticamente "obras de la fe" y "trabajos de la caridad" son expresiones equivalentes, con alusión a las obras penosas y duras que los tesalonicenses venían realizando, en medio de las persecuciones, movidos por su fe y su caridad. En cuanto a la "esperanza", más que referirla en general a la confianza de que Dios nos dará en su día los bienes del cielo, parece que San Pablo está pensando concretamente en la parusía o segunda venida de Cristo (cf. v.10), que es la preocupación que domina estas dos cartas a los tesalonicenses, alabando en ellos el que tantos trabajos sufridos no hayan enfriado su firme esperanza de la parusía. Es frecuente en San Pablo enumerar juntas, como hace aquí, las tres virtudes teologales, infundidas en el alma, junto con la gracia, desde el primer momento de la justificación, y que son como el compendio de la vida cristiana (cf. 1Co 13, 13; Col 1, 4-5). No tienen otra función que la de unirnos a Dios. A la cabeza está la fe, que es la que nos introduce en la vida cristiana; la esperanza nos coloca en un clima de gozo, que es propio de los hijos de Dios, y, finalmente, la caridad nos lleva a la intimidad con Dios viviendo su propia vida y su propio amor.
Otro motivo que mueve a San Pablo a dar gracias a Dios, cuando piensa en los tesalonicenses, es el saber que han sido objeto de la elección divina (v.4). No se trata aquí de la predestinación a la gloria o salvación final, en el sentido en que suelen hablar los teólogos, sino de la vocación eficaz a la fe o entrada en el cristianismo, como se describe luego en los versículos siguientes. Cierto que esta vocación a la fe tiene como resultado lógico la gloria eterna; pero este resultado, por culpa nuestra, puede fallar, y de él San Pablo nada dice (cf. Rm 8, 28-30). Si emplea el término "elección" y no el de "vocación", que es el corriente (cf. Rm 1, 6; 1Co 1, 24; 2Ts 1, 11), quizá sea debido a que quiere hacer resaltar la singular benevolencia de Dios con los tesalonicenses en comparación con otros muchos; pues, aunque "vocación" y "elección" de hecho se identifican, la elección añade a la vocación la idea de preferencia. Mientras que la "vocación" mira al término de llegada ("llamados" a la fe o incorporación a Cristo), la "elección" se fija más bien en el punto de partida ("elegidos" de entre otros muchos).
A partir del v.5, San Pablo explica cómo tuvo lugar esa "elección" o entrada de los tesalonicenses en el cristianismo. El "pues" (?t?), mas que causal, tiene sentido explicativo. Habla primeramente de que, cuando él les predicó el Evangelio, no fue sólo cuestión de palabras, como cuando se trata de una obra humana, sino que hubo manifiesta intervención de Dios, lo que era claro indicio de que los había "elegido", pues así quería intervenir (v.5). En efecto, la expresión "en poder y en Espíritu Santo y en mucha plenitud" (e? d???µe? ?a? e? tt?e?µat? ayíco ?a? e? p????f???a p????) claramente alude a una intervención especial divina, aunque, si tratamos de dar en detalle su sentido, la frase no es del todo clara. Hay bastantes autores que la interpretan en el sentido de que la predicación en Tesalónica habría sido acompañada de milagros ("en poder") y de carismas ("en Espíritu Santo"), y todo eso en gran abundancia ("en mucha plenitud"). No consta, sin embargo, que San Pablo emplee nunca el término "poder" (d??aµ?ß), en singular, como equivalente de "milagros". Por eso otros muchos autores, quizás más acertadamente, dan al término "poder" el sentido de acción o fuerza divina que acompañaba la predicación de Pablo, operando eficazmente en la conversión de los tesalonicenses; y esta fuerza procedía del Espíritu Santo, traduciéndose para Pablo en plena convicción de que tendría allí éxito su predicación, lo que le llenaba de entusiasmo y de valor. Casi con las mismas palabras describe el Apóstol su predicación en Corinto (cf. 1Co 2, 5); con la diferencia de que en Corinto su estado de ánimo era diverso, y en lugar de la "plenitud" (p????f???a) que le venía de arriba, se encontraba "en debilidad, temor y mucho temblor" (cf. 1Co 2, 3).
Los tesalonicenses, a pesar de las persecuciones, recibieron con gran alegría y fervor la predicación hecha en esas condiciones (v.6); y eso corrió en seguida por todas partes, con gloria y contento del Apóstol (v.7-10). Lo de que "en todo lugar", y no sólo en Macedonia y en Acaya, se ha divulgado la fe de los tesalonicenses (v.8) tiene evidentemente su parte de hipérbole. Quizás por Priscila y Aquila, que acababan de llegar de Roma (cf. Hch 18, 2), supo que hasta en Roma -las comunicaciones con la capital eran continuas- se hablaba de cómo se había recibido el Evangelio en Tesalónica, y ello hizo que escribiera entusiasmado y para alabanza de los tesalonicenses: "en todo lugar" se habla de vosotros. De hecho, concreta luego el Apóstol, a cualquier parte que llega no necesita contar cómo fue su predicación en Tesalónica, pues se adelantan a decirle cómo le recibieron y cómo se convirtieron de los ídolos al Dios vivo y esperar el retorno glorioso de "Jesús, quien nos librará de la ira venidera" (??s??? t?? ???µe??? ?µ?ß e? t?ß ????? t?? e???µe???). En estas ?ltimas palabras hay una clara alusión a la parusía, tema dominante de estas cartas. Aunque el verbo griego está en presente (???µe???), ningún inconveniente hay en traducir "librará" con valor de futuro, como en otras ocasiones (cf. Lc 22, 20), con referencia al castigo que al final de los tiempos vendrá sobre los malvados (cf. 2Ts 1, 8-9). Ni con esto se excluye el juicio particular, que seguirá enseguida después de la muerte (cf. Flp 1, 23), sino que Pablo, a la manera de los antiguos profetas, suele presentar bajo una sola perspectiva, la del juicio final, las diversas manifestaciones del juicio divino. De suyo no habría inconveniente en traducir "nos libró", en pasado, pues la victoria ha sido ya ganada con la muerte y resurrección de Cristo, a la que nos incorporamos en el bautismo.
Es de notar la expresión "Dios vivo y verdadero" (v.g), en contraposición a la muerte y mentira de los ídolos (cf. Jr 10, 1-16; Jn 17, 3; 1Co 8, 4-6). Eso es lo que nos diferencia de los gentiles, así como la esperanza en Jesús es lo que nos diferencia de los judíos. En este último versículo (v.10), no obstante su brevedad, se contienen los principales elementos del dogma cristiano sobre Jesucristo: filiación divina, muerte redentora, resurrección gloriosa, segunda venida como juez supremo.

1Ts 2, 1-1Ts 3, 13. Pablo y los Tesalonicenses

1Ts 2, 1-12. Cómo fue la predicación de Pablo en Tesalónica

Describe aquí San Pablo cuál fue su conducta en Tesalónica. Parece, dada la manera como se expresa, que también en Tesalónica habían surgido calumniadores que tergiversaban sus intenciones y su doctrina; de ahí que se vea obligado a hacer su propia apología, trayendo a la memoria de los tesalonicenses la realidad de los hechos. Dichas calumnias, sin embargo, debían haber conseguido poco efecto, pues el Apóstol se expresa con relativa serenidad, sin esa vehemencia que encontramos, por ejemplo, en la apología ante los corintios (cf. 2Co 1, 12, 24; 2Co 12, 11).
Comienza recordando a los tesalonicenses la valentía y libertad apostólica con que les predicó el Evangelio, no obstante la oposición exterior y las afrentas que acababa de sufrir en Filipos (v.1-2; cf. Hch 16, 22-24; Hch 17, 1-10). La expresión "tuvimos valentía" (?pa???-s?as?µe?a), ? simplemente el sustantivo "valentía" (pa???s?a), es usada con frecuencia por Pablo (cf. 2Co 3, 12; 2Co 7, 4; Ef 3, 12; Ef 6, 19-20; Flp 1, 20; Col 2, 15; 1Tm 3, 13; Flm 8; Hb 3, 6; Hb 4, 16; Hb 10, 35); también es frecuente en el libro de los Hechos para significar la libertad con que los Apóstoles proclamaban públicamente el "kerygma" cristiano (cf. Hch 2, 29; Hch 4, 13.29; Hch 9, 27; Hch 13, 46; Hch 14, 3). Esta "libertad" tiene dos vertientes: confianza mirando a Dios, y valor mirando a los hombres. Les dice luego (v.3) que su predicación no procedía "de error (e? tt????ß) ni de concupiscencia (e? ??aa?s?aß) ni con engaño" (e? d???). Es el lado negativo: nada de común con los charlatanes y propagadores de falsas doctrinas que entonces pululaban por el imperio (cf. Hch 17, 18-21), usando de artificios y engaños para lograr adeptos. A continuación viene el lado positivo: ha obrado siempre como debe obrar aquel en quien Dios ha puesto su confianza (v.4). En los v.5-6 recalca lo dicho en los v.3-4; y puesto que a veces se trata de cosas internas y ocultas, pone a Dios por testigo de la verdad de sus afirmaciones (v.5).
Todavía va más lejos su desinterés y rectitud de intención. Así lo hace notar, con una bella sucesión de imágenes, en los v.7-12. Pudo, pero no quiso, "hacer pesar" (e? ßa?e? e??a?) sobre los tesalonicenses su autoridad (v.7), exigiendo sus derechos de apóstol de Cristo, lo mismo por lo que se refiere a veneración y respeto que por lo que se refiere a ayuda económica (cf. 1Co 9, 6-7). No ha querido, sin embargo, ni honores ni dinero, sino que se ha portado con ellos como "pequeñuelo" y como "nodriza" (v.7-8), y ha trabajado con sus manos para no serles gravoso (v.9-10; cf. 1Co 9, 12; 2Co 11, 7; 2Ts 3, 8; Hch 20, 34).
La última frase: "os llamó a su reino y gloria" (e?ß t?? ea?t?? ßas??e?a? ?a? d??a?), no ha de interpretarse como si San Pablo tratase de distinguir entre "reino" acá en la tierra y luego "gloria" en el cielo. Se trata del "reino" mesiánico, del que es inseparable la "gloria", luz o esplendor que lleva consigo la presencia de Dios, habitando en medio de su pueblo, aunque no siempre sea visible, los cristianos pertenecemos ya a ese reino de "gloria", aunque la manifestación plena y completa no aparecerá hasta la etapa final (cf. Rm 5, 2; Rm 8, 18; Col 1, 12-13; Col 3, 3-4).

1Ts 2, 13-16. Correspondencia por parte de los tesalonicenses

Después de hablar de su conducta con los tesalonicenses, el Apóstol pasa ahora a hablar de la correspondencia por parte de éstos, haciendo de ellos un cálido elogio.
Alaba primeramente el que recibieran su predicación "no como palabra de hombre, sino como palabra de Dios, cual en verdad es" (v.13). Es muy de notar la expresión "palabra de Dios que de nosotros oísteis" (????? a???? tta?' ?µ?? t?? Te??), fórmula concentrada de la doctrina sobre la tradición apostólica. En efecto, la palabra de Dios o revelación divina llega ante todo a los hombres por el oído (cf. Rm 10, 17; Ga 3, 2), y los tesalonicenses reconocen que Dios habla a través de su enviado. Esa palabra de Dios "obra" eficazmente (e?e??e?ta?) en ellos, es decir, les da fuerza y energía en la consecución del objetivo (cf. Ef 6, 17; Hb 4, 12): creer y obrar, recepción y actividad. En realidad es Dios quien obra a través de esa palabra; de ahí que en otro lugar (cf. Rm 1, 16) Pablo llame al Evangelio "poder de Dios".
En las penalidades y persecuciones sufridas por los tesalonicenses (cf. 1Ts 1, 6; Hch 17, 5-8) ve San Pablo la fuerza de la palabra de Dios actuando en ellos (v.14). Esas persecuciones le recuerdan las sufridas por las iglesias de Palestina, las iglesias madres en la fe (cf. Hch 4, 3; Hch 8, 1; Hch 2, 1), con cuya ocasión hace un recuento doloroso de los crímenes de los judíos, que mataron a Cristo y persiguen a su Iglesia y "están contra todos los hombres", con lo que van colmando "la medida de sus pecados", estando para descargar sobre ellos la "ira" de Dios (v. 15-16). Con estas últimas expresiones da a entender San Pablo que en los designios de Dios todo está previsto, y los crímenes de los judíos tendrán un límite, llegado el cual vendrá sobre ellos el castigo. No dice expresamente de qué castigo se trata. Probablemente es una alusión velada a la destrucción de Jerusalén y de la nación judía en el año 70, predicha ya por Jesucristo (cf. Mt 23, 37-38; Lc 19, 41-44), cuyos vaticinios Pablo no ignoraba. Sin embargo, también es posible, conforme interpretan algunos autores (Lemonnyer, Amiot, Rigaux), que, más que a la destrucción futura de Jerusalén, se aluda al endurecimiento obstinado de los judíos, como aparecía ya entonces, enemigos declarados del Evangelio y excluidos, en cuanto pueblo, del reino mesiánico; disposiciones todas que estaban presagiando la reprobación final. En la carta a los Romanos San Pablo abordará directamente este problema de la incredulidad judía, haciendo una amplia exposición de los planes providenciales de Dios referente a los judíos, el pueblo de las promesas, cuya obstinación tanto dolor le causa (cf. 1Ts 9, 3) y cuya futura conversión predice (cf. 1Ts 11, 26). Aquí, en esta carta a los tesalonicenses, se trata de una simple alusión, motivada por las persecuciones que le están haciendo. La expresión "hasta el colmo" (e?ß t????), a la que en nuestra traducción damos valor intensivo, podría también ser traducida "hasta el fin" o para siempre, con valor temporal. Es posible que en este contexto entren ambos matices, el intensivo y el temporal.

1Ts 2, 17-20. Vivo deseo de volver a verles

Con gran variedad de expresiones muestra San Pablo su amor a los tesalonicenses y su vivo deseo de volver a verles. Es éste uno de los pasajes de sus cartas en que aparece más al vivo la ternura de su corazón, aunque siempre en un plano sobrenatural.
Dice que "una y otra vez" intentó volver a Tesalónica, pero Satanás se "lo estorbó" (v. 17-18). No concreta cómo se lo estorbó. Desde luego, no es necesario, aunque tampoco se excluye suponer intervención extraordinaria o milagrosa; bastan obstáculos naturales, de orden físico o moral, en los que Pablo ve la mano del demonio. El está firmemente convencido, muy al contrario de lo que prácticamente a veces nos pasa a nosotros, de la acción funesta del demonio, cuyo triste papel es oponerse a los intereses de Dios (cf. Rm 16, 20; 1Co 7, 5; 2Co 2, 11; Ef 6, 11; 1Tm 3, 7). El inciso "al menos yo, Pablo" (v.18), parece ser una aclaración al plural "quisimos, pretendimos" que no sería simplemente un plural literario, sino inclusivo también de sus compañeros de apostolado en Tesalónica (cf. 1Ts 1, 1).
En los ?. 19-20 da la razón de esa su preocupación por los tesalonicenses. Quiere que en el momento de la cuenta, cuando tenga lugar la parusía o segunda venida de Cristo, él pueda presentarse ante el Señor acompañado de sus queridos tesalonicenses, que constituirán como su "corona de gloria", igual que la de un vencedor en el estadio, o la de aquellos acompañantes a los soberanos helénicos en sus "parusías".

1Ts 3, 1-13. Envío de Timoteo a Tesalónica

No habiendo podido ir él personalmente a Tesalónica, como hubiera sido su deseo, Pablo se decide a enviar allá a Timoteo, aun a trueque de tener que "quedarse solo en Atenas" (v.1-5). Sobre este viaje de Timoteo, y de si estaba ya con el Apóstol en Atenas, o todavía en Berea cuando recibió el encargo de ir a Tesalónica, ya hablamos en la introducción a la carta y al comentar (Hch 17, 15). Lo cierto es que Timoteo va a Tesalónica a fin de "confirmar y exhortar en la fe" a los tesalonicenses, de los que Pablo sabe que se hallan en duras "tribulaciones" (v.2-4). Teme el Apóstol que se desalienten y resulte vana su labor entre ellos, máxime que también ahí puede andar de por medio la mano del tentador (v.5; cf. 1Ts 2, 18). Es muy de notar, hablando de las "tribulaciones" de los tesalonicenses, la afirmación universal que Pablo establece: "Bien sabéis que para eso estamos" (e?ß t??t? ?e?µea), es decir, que tal es la suerte del cristiano, el camino real de la cruz (cf. Rm 8, 17; 2Tm 3, 12; 1P 2, 20-21; Hch 14, 22).
Al volver Timoteo de Tesalónica y traer buenas noticias, Pablo recibe inmensa alegría (v.6-7). Ya queda tranquilo, sabiendo que están "firmes en el Señor" (v.8); sin embargo, todavía no desiste de su intento de volver a verles y "completar lo que falta a su fe" (?ata?t?sa? ta ?ste??µata t?? p?ste?? ?µ??). Parece que con esto el Apóstol se refiere principalmente al conocimiento de las verdades que luego esclarecerá en el capítulo cuarto. Por lo demás, siempre hay posibilidad de progreso en el conocimiento de las verdades de la fe (cf. Flp 1, 25), sin que sea necesario recurrir, para explicar esta frase, al hecho de que hubo de salir precipitadamente de Tesalónica (cf. Hch 17, 5-10), lo que habría impedido que la instrucción de los tesalonicenses fuese completa.
Pablo termina esta primera parte de su carta con una oración a Dios Padre y a Jesucristo, rogando que le sea a él allanado el camino para que pueda volver a los tesalonicenses (v.11; cf. 1Ts 2, 18), para quienes pide aumento de caridad entre sí y con todos los hombres (v.12; cf. Rm 12, 16-18; Ga 6, 10), de modo que puedan presentarse irreprochables en el gran día de la parusía o venida de Jesucristo "con todos sus santos" (v.15). No está claro a quiénes se refiera el Apóstol con el término "santos" (µet? p??t?? t?? a???? a?t??). Lo primero que se ocurre pensar es que se trata de los "justos" o fieles muertos en gracia, lo mismo que en (1Co 6, 2 y 2Ts 1, 1) o, que aparecerán gloriosos con Cristo en el gran día del juicio final (cf. Col 3, 4). De hecho, así interpretan muchos autores (Gutjahr, Rigaux, Leal) este texto del Apóstol. Sin embargo, es de notar que de los "justos" o fieles muertos en gracia dice San Pablo poco después, no que bajarán con Cristo, sino que resucitarán y, unidos a los que se hallen en vida, subirán de la tierra a su encuentro (cf. 1Ts 4, 15-17); por eso otros muchos autores (Knaben-bauer, Vosté, Amiot) prefieren interpretar aquí el término "santos" como equivalente de "ángeles", de los cuales en muchas otras ocasiones se dice expresamente que acompañarán a Cristo en la parusía (cf. 1Ts 4, 16; 2Ts 1, 7; Mt 13, 41; Mt 24, 31). Desde luego, con esta interpretación todo resultaría coherente; pero hemos de confesar que nunca en San Pablo el término "santos", por lo demás de uso muy frecuente, es aplicado a los ángeles. Ambas interpretaciones, pues, ofrecen sus dificultades; ni tenemos datos suficientes en el texto para decidir la cuestión.

1Ts 4, 1-1Ts 5, 22. Exhortaciones Morales

1Ts 4, 1-12. Santidad de vida

Reafirma aquí San Pablo a los tesalonicenses ciertos preceptos del código moral cristiano, que ya en su predicación oral (cf. v.1.2.6) les había inculcado.
Comienza con una recomendación de carácter general, pidiéndoles que caminen según las enseñanzas que les dio cuando estuvo entre ellos y que miren siempre adelante, tratando de progresar más y más cada día (v.1-2; cf. 1Ts 3, 12-13). Y esto se lo pide "en el Señor" (v.1), es decir, con la autoridad y por la voluntad del Señor, en quien creen y al que están místicamente incorporados.
Luego, tratando de concretar más esa recomendación general, San Pablo va a insistir sobre todo en tres cosas: pureza (v.3-8), caridad (v.9-10), trabajo (v.11-12).
Por lo que respecta a la pureza, la necesidad le obliga a insistir de modo especial, dada la gran laxitud del mundo pagano en esa materia (cf. Rm 1, 24-32) y el peligro que de ahí derivaba para los recién convertidos. Dice a los tesalonicenses que es deseo de Dios que todos los cristianos sean "santos" (v.3), es decir, separados de cuanto es pecado (cf. Rm 1, 7). Esta "santidad", por lo que se refiere al pasaje presente, la concreta de modo especial en la represión de los apetitos de la carne, que tanto dominan al hombre, señalando tres como capítulos: abstención de la "fornicación", es decir, de toda relación sexual fuera del matrimonio (v.3), "tener cada uno su mujer en santidad y honor", evitando cuanto se opone a la castidad conyugal (v.4-5), no "hacer injuria" (alusión velada al adulterio) a los derechos del prójimo para satisfacer el instinto carnal (v.6). Tal es la interpretación de estos versículos, que juzgamos más probable. Y da el Apóstol tres motivos principales: el castigo divino (v.6b; cf. 2Ts 1, 8-9), el haber sido llamados a la santidad (v.7; cf. Rm 1, 7; Ef 4, 1), la presencia del Espíritu Santo (v.8; cf. 1Co 6, 19).
Referente a la caridad, alaba el que los tesalonicenses ya la practiquen, pero les pide que se esfuercen por progresar cada día más (v.9-10). Ese magisterio interior y divino a que se alude en el v.9 es una de las características de la época mesiánica (cf. Jn 6, 45; Hb 8, 10); y Pablo parece aplicarlo de modo especial a la caridad" virtud que Dios infunde en nuestros corazones en el momento mismo de la justificación (cf. 1Ts 1, 2), y que ha de ser como el distintivo del cristiano (cf. Jn 13, 35).
Finalmente viene la recomendación al trabajo (v.11-12). Aunque de modo explícito no se dice nada, parece que también aquí, lo mismo que luego en (2Ts 3, 11-12), esta recomendación al trabajo está relacionada con la preocupación escatológica de los tesalonicenses, quienes andaban agitados y algunos ni trabajaban, pensando en que todo iba a terminar muy pronto. Ello redundaba en desprestigio de la nueva religión ante "los de fuera", es decir, los no cristianos, a quienes muchas veces incluso tendrían que ir a pedir que comer. Desde luego, esta recomendación está íntimamente ligada a la anterior, pues es una forma de practicar la caridad el evitar ser carga para el prójimo y preocuparse del buen nombre de los fieles.

1Ts 4, 13-18. La condición de los muertos en la parusía

Es éste, por sus enseñanzas dogmáticas, el pasaje más importante de la carta. El Apóstol da claramente a entender que los tesalonicenses estaban preocupados por la suerte de sus muertos (cf. v.13 y 18), y hasta es posible, como insinúa la fórmula "no queremos que ignoréis" (?.13; cf. 1Co 12, 1), que sobre ello le hubiesen hecho, a través de Timoteo, una pregunta formal.
No está claro qué era concretamente lo que motivaba esa inquietud de los tesalonicenses por sus muertos. Es posible que, al igual que en Corinto (cf. 1Co 15, 12.19.34), también aquí circulasen dudas entre los fieles sobre el hecho mismo de la resurrección. De todos modos, la vida de ultratumba, lo mismo para el mundo judío que para el mundo helénico, aparecía envuelta siempre en la penumbra del misterio, y es obvio que los tesalonicenses, que esperaban inminente la parusía o retorno glorioso de Cristo, estuviesen preocupados por sus parientes difuntos, que no podrían ya presenciar ese triunfo y formar parte del cortejo. De hecho, eso es lo que parece suponer la respuesta del Apóstol al afirmar que los muertos antes de la parusía no estarán en peores condiciones que los que se hallen en vida; pues cuando llegue esa fecha, primeramente resucitarán los muertos, y luego nos uniremos a ellos los vivos, para salir todos al encuentro de Cristo (v.15-17). Que no tengan, pues, preocupación (v.18).
Expuesta así la idea general, conviene explicar todo con algo más de detalle. Notemos primeramente que cuando habla de "muertos" o de los que "se durmieron", San Pablo se fija únicamente en los justos o muertos "en Cristo". Es de ellos de los que dice que resucitarán y, junto con los vivos, saldrán al encuentro de Cristo para "estar siempre" con El. El caso de los pecadores, cuya resurrección no niega (cf. Hch 24, 15), no entra aquí en su perspectiva. Notemos también que cuando dice a los tesalonicenses que "no se aflijan" por sus muertos (?.13), no lo dice de manera absoluta, sino agregando en seguida: como los demás que carecen de esperanza. Radical diferencia del cristiano y del impío. Hay un dolor cristiano legítimo, como el de Jesucristo cuando la muerte de Lázaro o el de San Agustín cuando la de su madre, pero ese dolor ha de ser radicalmente diferente del de los paganos, que no tienen esperanza de resurrección ni de vida en Cristo. Nosotros, en cambio, añade San Pablo, no podemos dudar de esa resurrección, ligada necesariamente a la de Cristo (v.14). De esta conexión entre la resurrección de Cristo y la nuestra, aquí sólo apuntada, habla el Apóstol con amplitud en (1Co 15, 1-28).
Después de esta afirmación fundamental asegurando que todos los justos o muertos en Cristo resucitarán (v.14), viene luego (v.15-17) una precisión ulterior, que es donde se halla lo más característico de este pasaje. Distingue el Apóstol dos clases o categorías de fieles: la de los vivientes al tiempo de la parusía y la de los que hayan muerto antes. Respecto de los primeros, dice que, cuando llegue esa fecha, "serán arrebatados en las nubes al encuentro del Señor en los aires" (??pa??s?µeßa e? ?ef???aß e?? ?p??t?s?? t?? ?????? e?? a??a). Nótese que el Apóstol no habla para nada de muerte, sino simplemente de que "serán arrebatados". Algunos autores, siguiendo a San Agustín y a Santo Tomás, dan por supuesto que para todos deberá preceder la muerte, pena del pecado original. Sin embargo, la inmensa mayoría de los exegetas actuales creen que el pensamiento de San Pablo no es ése; pues claramente da a entender, sobre todo si atendemos también a otros pasajes (cf. 1Co 15, 51; 2Co 5, 2-4), que los fieles de la última generación no morirán, sino que, actuando en ellos el poder de Dios, pasarán directamente del estado de corruptibilidad y mortalidad al estado de incorruptibilidad e inmortalidad. Ni ello se opone al dogma de la universalidad de la muerte por razón del pecado original (cf. Rm 5, 12), como no se opone al dogma de la universalidad del pecado original el que Dios haya querido hacer alguna excepción de hecho, como en el caso de la Virgen. Si se dan o no esas excepciones, es Dios quien, de una u otra manera, nos lo tiene que decir.
Por lo que hace a la expresión "nosotros, los vivos, los que quedamos" (v.15), si Pablo emplea la primera persona, lo hace simplemente porque mientras escribía estaban él y sus lectores en la categoría de los vivientes y no de los muertos; no porque afirme que hayan de pertenecer a la misma categoría al tiempo de la parusía. Esto ni lo niega ni lo afirma, pues no lo sabe, como ya expusimos ampliamente en la introducción a la carta. Por una hipótesis contraria, apartándose de la realidad presente, en (1Co 6, 14) se coloca en la categoría de los muertos que resucitaran en la parusía. Tenemos, en uno y otro caso, la figura retórica llamada por los gramáticos enálage de persona, en virtud de la cual el escritor, para dar más viveza a la idea, se identifica con sus lectores poniéndose él mismo en escena (cf. Ga 5, 25-26), aunque luego quizá no le afecte personalmente lo que allí se afirma.
Respecto de la segunda categoría de fieles, es decir, la de los que hayan muerto antes de la parusía, San Pablo dice que, para ese encuentro en los aires con el Señor, no irán detrás o estarán en peores condiciones que los que se hallen en vida (v.15), sino que primeramente resucitarán ellos (v.16), y luego, todos juntos, vivos y muertos, iremos al encuentro de Cristo (v.17). El Apóstol no especifica más ni dice qué pasará inmediatamente después. Se fija sólo en el resultado final, afirmando que "estaremos ya siempre con el Señor" (v.18). ¡Ha comenzado la vida gloriosa en el cielo! En otros lugares, sin embargo, nos dirá que es en la parusía cuando tendrá lugar el juicio universal (cf. Rm 2, 5-11; 1Co 15, 24-25; 2Ts 1, 7-10). Pero ¿dónde se realizará?
Algunos santos Padres y escritores antiguos suponen que, después del encuentro con Cristo, los justos irán ya directamente al cielo; otros, como San Agustín y el Crisóstomo, dicen que bajarán nuevamente a la tierra con El, para ese juicio universal que tan vivamente se nos pinta en (Mt 25, 31-46). Ni faltan quienes, inspirándose en la profecía de Joel sobre el juicio condenatorio que van a sufrir las naciones paganas por sus atropellos contra el pueblo elegido (cf. Jl 3, 2-12), hablan de que el juicio universal tendrá lugar en el valle de Josafat (Jl 3, 2), valle que la tradición judía localizó al este de Jerusalén. Esta idea ha entrado profusamente en la literatura y arte cristianos. Lo más probable es que, en la mente del profeta, se trate sólo de un nombre simbólico (Josafat = "Yahvé juzga" o juicio de Yahvé), mero artificio literario. En resumen, no olvidemos que todas estas descripciones de la parusía y del juicio final están calcadas sobre el ropaje apocalíptico, esencialmente colorista, y es muy difícil saber dónde termina el símbolo y cuál ha de ser en concreto la realidad. Esto tiene también aplicación para esa descripción tan realista de orden, voz del arcángel, sonido de la trompeta, impresionante aparato escénico con que nos es presentada la parusía (v.16). Son todos ellos elementos con que se adornan constantemente las teofanías bíblicas (cf. Ex 19, 16; Mt 24, 31; 1Co 15, 52; Ap 5, 2; Ap 19, 17), sin que sea preciso tomar en sentido propio esas circunstancias. Probablemente, en nuestro caso, se trata de una misma realidad, es decir, una potente y misteriosa intervención de Dios, expresada con tres fórmulas apocalípticas distintas: la orden divina, la voz del arcángel y el sonido de la trompeta.

1Ts 5, 1-11. Incertidumbre sobre el tiempo de la parusía

Esta perícopa es esencialmente práctica. Es posible que los tesalonicenses, a través de Timoteo, hubiesen preguntado expresamente a Pablo sobre el tiempo de la parusía. Tal parece insinuar la fórmula "cuanto al tiempo y momento preciso" (v.1), muy semejante a "no queremos que ignoréis", que introduce la narración anterior (cf. 1Ts 4, 13). Pablo, sin embargo, no da una respuesta directa. Afirma, sí, indirectamente que lo ignora (cf. v.2 y 10); pero en lo que directamente insiste es en la vigilancia y sobriedad con que debemos vivir, como soldados siempre en guardia, a fin de que ese día ignorado no nos coja de sorpresa. Es exactamente la misma doctrina que, referente a este punto de la parusía, había inculcado ya Jesucristo (cf. Mt 24, 36-44; Mt 25, 13).
La expresión "cuanto al tiempo y momento preciso" (pe?? de t?? ?????? ?a? t?? ?a????), con que el Apóstol introduce la cuestión (v.1), era una fórmula más o menos ya estereotipada (cf. Dn 2, 21; Hch 1, 7), propia de la literatura escatológica, cuando se trataba de inquirir el tiempo en que el hecho tendría lugar. Pablo responde que de eso no es necesario escribir, pues "saben bien que el día del Señor llegará como el ladrón en la noche., como los dolores del parto a la embarazada" (v.2-3). Evidentemente ese "día del Señor" está refiriéndose a la parusía y juicio final (cf. 1Co 1, 8; 2Co 1, 14; Flp 1, 6; 2Ts 2, 2). Lo de "saben bien" indica que los tesalonicenses ya habían sido instruidos suficientemente en este punto durante su evangelización. En cuanto a las imágenes "ladrón en la noche" y "dolores de parto", usadas ya por Jesús (cf. Mt 24, 43; Jn 16, 21), son muy frecuentes en el estilo apocalíptico, del que se consideran adorno obligado, y ciertamente muy aptas para expresar la incertidumbre y sorpresa de la venida del Señor y la necesidad de estar siempre preparados. Es posible que la segunda imagen, además de la idea de sorpresa, insinúe también la idea de dolor, con alusión a los grandes males que precederán esa venida (cf. Mt 24, 8).
Claro que la "sorpresa" será más bien para los impíos, quienes no piensan más que en los goces materiales (v.3; cf. Mt 24, 37). Respecto de los fieles, Pablo les pide que se comporten de manera que ese día "no les coja de sorpresa" (v.4), haciendo luego (v.5-7) una serie de consideraciones en que juega con las palabras "tinieblas", "luz", "día", "noche", "dormir", "velar", que de ordinario toma en sentido metafórico, pero a veces también propio, con no pequeña dificultad de interpretación concreta en algunos casos. Lo normal es que entienda por "tinieblas" y "noche" las tinieblas de la infidelidad con su cortejo obligado de vicios; y lo mismo se diga del término "dormir", con referencia a la falta de fe y obras correspondientes (cf. v.6). Sin embargo, en el v.7, lo mismo el término "dormir" que el término "noche" se toman en sentido propio, aunque sobrentendiendo la misma idea moral de antes, como diciendo: aunque se puede dormir durante el día, pero la noche es su tiempo propio, lo mismo que para los excesos de la crápula; no es, pues, extraño que "duerman" (sentido metafórico) y "se embriaguen" los gentiles, pero sería extraño que lo hicieran los cristianos, que son hijos de la "luz" y del "día". Estos términos "luz" y "día" (v.5) se contraponen a "tinieblas" y "noche" de antes, e indican la vida de fe con su floración de todas las virtudes; igual se diga del término "velar" (v.6), contrapuesto a "dormir", y de la expresión "vivir sobriamente" (v.6-8), contrapuesta a "embriagarse".
Para más recalcar la idea de vigilancia y sobriedad, San Pablo, valiéndose de imágenes tomadas de la vestimenta militar, describe la panoplia o armadura espiritual de que debe revestirse el cristiano (v.8). Esta misma imagen, desarrollada con más amplitud, la encontramos en (Ef 6, 11-17), y alusión a ella en (Rm 13, 12). El motivo o acicate que nos debe alentar en este combate espiritual, es el saber que Dios no nos ha destinado a la ira con que castigará a los impíos (cf. 1Ts 1, 10; 1Ts 5, 3), sino que nos ha llamado a la salvación, y, consiguientemente, estará con nosotros en la adquisición de la misma (v.9). Ni se olvida el Apóstol de recordar a los tesalonicenses que, en este negocio de nuestra salvación, el mérito principal se lo hemos de agradecer a Jesucristo, que "murió por nosotros para que, en vida o en muerte, vivamos unidos a El" (v.10). Nótese la antítesis: murió él para que vivamos nosotros, idea muy cara al Apóstol (cf. 2Co 5, 14-15; Ga 2, 21). La expresión "en vida o en muerte" (e?te ?????-??µe? e?te ??&e?d?µe?), literalmente "ya velemos, ya durmamos", no parece que pueda referirse a "velar" o "dormir" en el sentido que tienen estos términos en los versículos anteriores, sino a pasar o no pasar por la muerte temporal, como en (1Ts 4, 16-17). San Pablo vendría a decir: lo importante no es el vivir hasta la parusía o el morir antes, sino lo importante es el que, vivos o muertos cuando venga Cristo, hemos de vivir unidos a El (cf. 1Ts 4, 18). Con esto, el Apóstol, en la conclusión de lo referente a la parusía, vuelve a la idea central de la narración anterior. Y nótese que, mientras en 1Ts 4, 15.17 se había colocado en la categoría de los vivientes, aquí admite como posible, tanto para él como para sus lectores, el tránsito de la categoría de los vivientes a la de los muertos.
La conclusión final es que no hay motivos para inquietarse (v.11). Notemos la expresión "edifícaos", imagen corriente en San Pablo y sumamente significativa: cada cristiano es un "edificio" en construcción continua (cf. Flp 3, 12-16), cuyo fundamento es Cristo y cuyas piedras que se van poniendo en el muro son las obras buenas de cada uno (cf. 1Co 3, 9-12; Ef 2, 20-21), pudiendo no sólo contribuir a la "edificación" de nosotros mismos, sino también a la de los demás (cf. Ef 4, 12-15). A esa "edificación" se opone el "escándalo", con que tratamos de quitar piedras del muro del prójimo (cf. 1Co 8, 8-13).

1Ts 5, 12-22. Amonestaciones varias

San Pablo termina su carta dando a los tesalonicenses una serie de consejos que podemos distinguir en tres grupos: comportamiento con los superiores jerárquicos (v.12-13), en las relaciones mutuas (v.14-18), en las asambleas litúrgicas (v. 19-22).
Respecto del primer grupo, referente a los superiores jerárquicos, pide respeto y amor para con ellos, en atención al trabajo que se toman por la comunidad (v.12-13). San Pablo habla de los superiores en general, sin especificación alguna; pero es de suponer que esos superiores se correspondan con los "obispos" y "diáconos", de que se habla en (Flp 1, 1). Es importante señalar los tres términos con que designa sus funciones: trabajar (por el bien espiritual de los fieles), presidir, amonestar.
Por lo que toca a las relaciones mutuas, San Pablo recomienda sobre todo la paz y la caridad (v. 13-15), insistiendo también en la alegría, la oración y la acción de gracias (v. 17-18). Recomendaciones semejantes encontramos en otros lugares de sus cartas (cf. Rm 14, 19; 2Co 13, 11; Ef 5, 20; Flp 4, 4-7). No está claro quiénes son esos "fuera de orden" (?t??t??ß), a que se alude en el v.14. San Pablo vuelve a usar la misma expresión en (2Ts 3, 6-7). Lo más probable es que se trate de fieles que, ante la soñada inminente parusía, no querían trabajar, llevando una vida ociosa, fuera del común orden social. Tampoco es claro si la expresión: "tal es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros" (v.18), ha de referirse sólo a "dad gracias por todo", que es lo que precede inmediatamente, o al conjunto de las tres recomendaciones: gozo-oración-acción de gracias. Quizás sea más probable esto último. Lo de en Cristo Jesús trata de señalar o que Dios nos ha manifestado su voluntad en Cristo y por medio de Cristo (así unos), o que quiere nuestra santificación, no aisladamente, sino unidos a Cristo cabeza (así otros).
Finalmente, por lo que se refiere a los consejos para las asambleas litúrgicas, San Pablo recomienda: que no impidan a los carismáticos la libre manifestación de lo que el Espíritu les inspira (v.19; cf. 1Co 12, 7-11; 1Co 14, 26-33); que, de modo particular, tengan en la debida estima las profecías (v.20; cf. 1Co 14, 1-3), pero examinando antes todo y viendo si los que hablan son de verdad profetas o solamente ilusos (cf. 1Co 12, 3; 1Co 14, 29; Ga 1, 8-9); que se abstengan de todo mal y de todo lo que se le parezca (v.22; cf. 1Ts 2, 3; Rm 14, 15; 1Co 8, 13). Probablemente este último consejo, aunque enunciado en forma general, está aludiendo al justo discernimiento de los carismas, donde tan fácilmente pueden entrar las ilusiones y el error.

1Ts 5, 23-28.Epilogo

1Ts 5, 23-24. Oración por los tesalonicenses

El Apóstol sabe muy bien que los tesalonicenses, con sus solas fuerzas, no podrán poner en práctica cuanto les ha venido aconsejando, pues la santificación, dejada a salvo nuestra libertad, es obra principalmente de Dios. Por eso pide para ellos que Dios los "santifique cumplidamente" (????sa? ?µ?? ???te?e?ß), de modo que en todo su ser (espíritu-alma-cuerpo) se mantengan irreprochables, y así aparezcan luego cuando llegue el momento solemne de la parusía o segunda venida de Jesucristo (v.23). Ni deben jamás desconfiar de Dios, pues es Él quien les ha llamado a la fe y, consiguientemente, se ha como obligado a cumplir todo lo que sea necesario para llevar hasta su término esa primera llamada (v.24; cf. Rm 4, 20-21; 1Co 1, 9; Flp 1, 6).
Aunque la idea general del pasaje, conforme acabamos de exponer, es clara, no así esa enumeración de "espíritu-alma-cuerpo", en que el Apóstol descompone el ser del hombre (v.23). Es evidente que no pretende proponer ninguna teoría filosófica sobre si la constitución del ser humano es unitaria o dicotómica o tricotómica; pero también es evidente que algo pretende indicar con esas tres palabras y que alguna diferencia establece entre el significado de cada una de ellas. La diferencia entre cuerpo y alma es fácilmente explicable; pero ¿en qué se diferencian el espíritu y el alma? Parece ser, a juzgar por el modo de hablar en otros muchos lugares de sus cartas (cf. Rm 8, 1-11; 1Co 2, 13-15; 1Co 15, 44-46; Ga 5, 16-17), que, para San Pablo, el "espíritu" y el "alma" son la misma realidad, aunque connotando aspectos diferentes. Esa parte más íntima y noble del hombre, contrapuesta al cuerpo, se llama "espíritu" (p?e?µa) en cuanto principio motor de acciones morales y campo de acción del Espíritu Santo (cf. Rm 8, 4-11) y se llama "alma" (????) en cuanto principio de vida sensitiva con su cortejo de pasiones y concupiscencias.

1Ts 5, 25-28. Ultimas recomendaciones y bendición final

Tres cosas pide San Pablo a los tesalonicenses: que rueguen por él (v.25; cf. Col 4, 3; 2Ts 3, 1), que se saluden con el ósculo santo (v.26; cf. Rm 16, 16; 1Co 16, 20; 2Co 13, 12), y que lean la carta públicamente (v.27). Esta última recomendación la hace con toda solemnidad y en nombre de Jesucristo. Ello es debido probablemente a que teme que surjan tergiversaciones y si dijo o dejó de decir esto o aquello. Que tenía razón en sus sospechas lo vemos por su segunda carta (cf. 2Ts 2, 2; 2Ts 3, 17).
La bendición final (v.28) es la acostumbrada en sus cartas (cf. Rm 16, 20; 1Co 16, 23; Col 4, 18).