Carta «Res omnes»

Carta nº 3. Sobre la misión sobrenatural y apostólica de los miembros del Opus Dei en medio del mundo, también designada por el íncipit Res omnes, lleva la fecha del 9 de enero de 1932 y fue enviada el 21 de enero de 1966

1a La Obra en la Iglesia
Todo lo que es o parece nuevo, tanto si se refiere a la doctrina como al modo de comunicarla a los hombres y a la manera de llevarla a la práctica, debe abrir un camino nuevo –al menos en apariencia–, aunque lo que enseñe o lo que haga corresponda por completo al recto saber cristiano y a la tradición.

1b Conviene por eso que os diga una vez más que la Obra no viene a innovar nada, ni mucho menos a reformar nada de la Iglesia: acepta con fidelidad cuanto la Iglesia señala como cierto, en la fe y en la moral de Jesucristo. No queremos librarnos de las trabas –santas– de la disciplina común de los cristianos. Queremos, por el contrario, ser con la gracia del Señor –que Él me perdone esta aparente falta de humildad– los mejores hijos de la Iglesia y del Papa.

1c Amor a la libertad
Para conseguir este intento es necesario amar la libertad. Evitad ese abuso que parece exasperado en nuestros tiempos –está patente y se sigue manifestando de hecho en naciones de todo el mundo– que revela el deseo, contrario a la lícita independencia de los hombres, de obligar a todos a formar un solo grupo en lo que es opinable, a crear como dogmas doctrinales temporales; y a defender ese falso criterio con intentos y propaganda de naturaleza y substancia escandalosas, contra los que tienen la nobleza de no sujetarse.

2a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas
Instaurare omnia in Christo 1, dice San Pablo a los de Éfeso, renovad el mundo en el espíritu de Jesucristo, colocad a Cristo en lo alto y en la entraña de todas las cosas. Venimos a santificar cualquier fatiga humana honesta: el trabajo ordinario, precisamente en el mundo, de manera laical y secular, en servicio de la Iglesia Santa, del Romano Pontífice y de todas las almas.

2b Para lograrlo, hemos de defender la libertad. La libertad de los miembros, pero formando un solo cuerpo místico con Cristo, que es la cabeza, y con su Vicario en la tierra. Parece que han sido desgarradas las cosas celestiales de las del mundo, y que no tenían ya cabeza. Pero Dios puso como cabeza de todas las cosas a Cristo encarnado. Por tanto, se llegará a la unidad, a una unión armónica, cuando todas las cosas estén sometidas a una sola cabeza, que es Cristo.

2c Diremos con San Ireneo: hay un solo Dios Padre, (…) y un solo Cristo, Jesús Señor Nuestro, que pasa por toda la economía y recapitula todo en sí: en este todo está comprendido el hombre, criatura de Dios. Él, pues, recapitula al hombre en sí mismo. El invisible se hizo visible; el incomprensible, comprensible; el impasible, pasible; y el Verbo se hizo hombre, resumiendo todas las cosas en sí mismo. Y así como el Verbo de Dios es el primero entre los seres celestiales y espirituales e invisibles, así también tiene la soberanía sobre el mundo visible y corporal, asumiendo toda la primacía; y haciéndose Cabeza de la Iglesia, atrae hacia sí todas las cosas a su debido tiempo 2.

2d Llevar el mundo a Dios
Ahora comprenderemos la emoción de aquel pobre sacerdote, que tiempo atrás sintió dentro de su alma esta locución divina: et ego, si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum 3; cuando seré levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré a mí. A la vez, vio con claridad la significación que el Señor, en aquel momento, quería dar a esas palabras de la Escritura: hay que poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas. Entendió claramente que, con el trabajo ordinario en todas las tareas del mundo, era necesario reconciliar la tierra con Dios, de modo que lo profano –aun siendo profano– se convirtiese en sagrado, en consagrado a Dios, fin último de todas las cosas.

3a Santificación del trabajo
Hay un paréntesis de siglos, inexplicable y muy largo, en el que sonaba y suena esta doctrina a cosa nueva: buscar la perfección cristiana, por la santificación del trabajo ordinario, cada uno a través de su profesión y en su propio estado. Durante muchos siglos, se había tenido el trabajo como una cosa vil; se le había considerado, incluso por personas de gran capacidad teológica, como un estorbo para la santidad de los hombres.

3b Yo os digo, hijas e hijos míos, que a cualquiera que excluya un trabajo humano honesto –importante o humilde–, afirmando que no puede ser santificado y santificante, podéis decirle con seguridad que Dios no le ha llamado a su Obra.

3c Habrá que rezar, tendremos que rezar, tendremos que sufrir, para quitar de la mente de las personas buenas ese error. Pero llegará el momento, en el cual, a base del trabajo humano en todas las categorías tanto intelectuales como manuales, se alzará en una sola voz el clamor de los cristianos diciendo: cantate Domino canticum novum: cantate Domino omnis terra 4; cantad al Señor un cantar nuevo: que alabe al Señor toda la tierra.

4a Para abrir una brecha en la conciencia de los hombres, después de tantos siglos de error o de olvido de los deberes del cristiano, tenéis que ser amigos del trabajo. Sin el trabajo no nos santificaremos: no es posible, porque el trabajo es la materia que hemos de santificar y el instrumento para la santificación.

4b Necesidad de las virtudes humanas
Habéis de ser fieles, habéis de ser fuertes, habéis de ser dóciles, necesitáis virtudes humanas, corazón grande, lealtad. Con esto, yo no os pido cosas extraordinarias; os pido sencillamente que toquéis el cielo con la cabeza: tenéis derecho, porque sois hijos de Dios. Pero que vuestros pies, que vuestras plantas estén bien seguras en la tierra, para glorificar al Señor Creador Nuestro, con el mundo y con la tierra y con la labor humana.

4c Contemplo ya, a lo largo de los tiempos, hasta al último de mis hijos –porque somos hijos de Dios, repito– actuar profesionalmente, con sabiduría de artista, con felicidad de poeta, con seguridad de maestro y con un pudor más persuasivo que la elocuencia, buscando –al buscar la perfección cristiana en su profesión y en su estado en el mundo– el bien de toda la humanidad.

5a Amor a toda clase de trabajo
Hemos de amar toda clase de trabajo humano, porque el trabajo es el medio para la santificación de las almas y para la gloria de Dios. Si el trabajo, cualquier trabajo humano honesto, es el medio, nadie será capaz de poner orillas a este mar inmenso de apostolado, a este panorama humano y divino que se presenta ante nuestros ojos.

5b Cuando llegue el tiempo de cristalizar canónicamente –con las leyes de la Iglesia– este apostolado nuestro, diremos lo mismo: que es un mar sin orillas, pero señalaremos alguna labor concreta, porque es corriente señalarla.

5c Vosotros y yo sabemos y creemos que el mundo tiene como misión única dar gloria a Dios. Esta vida sólo tiene razón de ser en cuanto proyecta el reino eterno del Creador. Por eso escribe San Pablo: todo cuanto hiciereis, tanto de palabra como de obra, hacedlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por mediación de Él 5. Y se lee en la primera Epístola a los Corintios: ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios 6. Estamos, pues, todos nosotros obligados a trabajar: porque el trabajo es un mandato de Dios, y a Dios hay que obedecerle con alegría: servite Domino in laetitia 7.

6a La santificación personal en la ocupación diaria
De este modo se hace sobrenatural el trabajo, porque su fin es Dios, y el trabajo se hace pensando en Él, como un acto de obediencia. No debemos abandonar el sitio, en el que nos ha sorprendido la llamada del Señor. Tenemos que convertir en servicio de Dios nuestra vida entera: el trabajo y el descanso, el llanto y la sonrisa. En la besana, en el taller, en el estudio, en la actuación pública, debemos permanecer fieles al medio habitual de vida; convertirlo todo en instrumento de santificación y en ejemplo apostólico, sin servirnos nunca de la Iglesia ni de la Obra: cada uno con responsabilidad personal.

6b En el trabajo ordinario, en el seno de la familia y de la sociedad, tenemos el compromiso personal de buscar la santidad, a la que estamos llamados por el mero hecho de ser cristianos, ya que están claras las palabras del Maestro: sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto 8.

6c Mirad lo que escribía San Juan Crisóstomo: la verdad es que todos los hombres tienen que subir a la misma altura; y lo que ha trastornado toda la tierra es pensar que sólo el monje está obligado a mayor perfección, y los demás pueden vivir a sus anchas. ¡Pero no es así! 9.

7a Hemos de procurar que entiendan todas las gentes que no hay que dividir a los hombres en dos categorías: los que trabajan, y los que piensan que se rebajan trabajando. Porque hoy está claro que el trabajo es un servicio que estamos obligados a prestar todos los cristianos, por amor, a Dios y, por Él, a la humanidad entera.

7b A los que no quieren comprender, me atrevo a decirles: qui parce seminat, parce et metet: et qui seminat in benedictionibus, de benedictionibus et metet 10; quien siembra escasamente, escasamente recogerá: y quien siembre a manos llenas, a manos llenas recogerá. Con esto os acabo de decir, con palabras del Apóstol, que no basta trabajar mucho, sino que hay que trabajar con visión sobrenatural: porque, si no, no recibiremos bendiciones del cielo.

7c Hijas e hijos míos, os quiero contar una pena, una pena grande: no me entienden. Llevo ya cuatro años diciendo lo mismo: y no entienden. Están como impermeabilizados. Parece que no les cabe, ni en la cabeza ni el corazón, tanto heroísmo cristiano sin espectáculo. Pero nuestra generosidad, aunque sea completa, es bien poca comparada con esa generosidad infinita y amorosa del Dios-Hombre, que se entrega al sacrificio por nuestra salvación, dando hasta la última gota de su sangre, hasta el último aliento de su vida. Por eso hemos de procurar también entregarnos sin cicaterías, pendientes del amor de Dios, aunque no falten las dificultades.

8a Vocación al apostolado en medio del trabajo
Nos cuenta San Mateo: Jesús iba recorriendo todas las ciudades y villas, enseñando en sus sinagogas y predicando el Evangelio del reino de Dios y curando toda dolencia y toda enfermedad. Y al ver aquellas gentes, se compadecía entrañablemente porque estaban malparadas y abandonadas, aquí y allá como ovejas sin pastor. Entonces, dijo a sus discípulos: la mies es verdaderamente mucha, pero pocos los obreros; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe a su mies operarios 11.

8b Desgarra el corazón este clamor del Hijo de Dios, que se lamenta porque la mies es mucha y los obreros son pocos. Pedid conmigo al Señor de la mies, para que envíe obreros, gente de todas las razas y de todas las profesiones y clases sociales, a trabajar en esta Obra, con este sentido sobrenatural: rogate ergo Dominum messis, ut mittat operarios in messem suam! De este modo serán muchas las almas que sentirán esta llamada divina, que enciende en nosotros el deseo de buscar la perfección en medio del mundo.

9a Cómo se nota la llamada divina
Si me preguntáis cómo se nota la llamada divina, cómo se da uno cuenta, os diré que es una visión nueva de la vida. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros; es un impulso misterioso, que empuja al hombre a dedicar sus más nobles energías a una actividad que, con la práctica, llega a tomar cuerpo de oficio. Esa fuerza vital, que tiene algo de alud arrollador, es lo que otros llaman vocación.

9b Consecuencias
La vocación nos lleva –sin darnos cuenta– a tomar una posición en la vida, que mantendremos con ilusión y alegría, llenos de esperanza hasta en el trance mismo de la muerte. Es un fenómeno que comunica al trabajo un sentido de misión, que ennoblece y da valor a nuestra existencia. Jesús se mete con un acto de autoridad en el alma, en la tuya, en la mía: ésa es la llamada.

9c La vocación es un tesoro
Se hacen realidad aquellas palabras del Apocalipsis: he aquí que estoy a la puerta de tu corazón y llamo: si alguno escuchare mi voz y me abriere la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo 12. Esta llamada de Dios es algo preciosísimo. Se me viene a la boca la parábola que, en el capítulo trece de su Evangelio, nos relata San Mateo: el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que si lo halla un hombre, lo encubre de nuevo, y va gozoso del hallazgo, vende todo cuanto tiene, y compra aquel campo. El reino de los cielos es también semejante a un mercader, que trata en perlas finas. Y viniéndole a las manos una de gran valor, va, y vende todo cuanto tiene, y la compra 13. Es pues nuestra llamada, cuando la hemos sabido recibir con amor, cuando la hemos sabido estimar como cosa divina, una piedra preciosa de valor infinito.

10a Elección divina
Esta llamada es un tesoro escondido que no encuentran todos. Lo encuentran aquellos a quienes Dios verdaderamente elige: se pedirá cuenta de mucho a quien mucho se le entregó 14. Cuando hayáis sentido esa gracia de Dios, no os olvidéis de la parábola del tesoro escondido: quem qui invenit homo, abscondit, et prae gaudio illius vadit, et vendit universa quae habet, et emit agrum illum: ¡es tan humano y tan sobrenatural esconder los favores de Dios!

10b Ejemplos del Evangelio
Mirad cómo busca el Señor a los que quiere que le sigan. A Pedro, y a Andrés su hermano, que eran pescadores, cuando estaban echando las redes en el mar. Escuchad qué les dice: venite post me, et faciam vos fieri piscatores hominum 15; venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Y Pedro y Andrés, continuo, dejando todas las cosas inmediatamente, le siguieron.

10c Hay otro que no ha sido llamado –nos lo cuenta San Mateo en el capítulo octavo, versículos 19 y 20–: Magister, Maestro, afirma, sequar te quocumque ieris, te seguiré dondequiera que vayas. El Señor le respondió: las raposas tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene sobre qué reclinar la cabeza. No hay que asustarse –hijas e hijos míos– ante los peligros, ante las contradicciones, ante la dureza en el servicio de Dios.

10d Señor –le ruega uno de sus discípulos–, permíteme que, primero que te siga, vaya a dar sepultura a mi padre. Jesús le contestó: sígueme tú, y deja que los muertos entierren a sus muertos 16. Y al que le dijo: yo te seguiré, Señor, pero primero déjame ir a despedirme de mi casa, le respondió Jesús: ninguno que, después de haber puesto la mano en el arado, vuelve los ojos atrás, es apto para el reino de Dios 17.

11a Malos consejeros sobre la vocación
Antes de ir adelante, a los que tenéis esa luz en el alma, a los que os sentís empujados interiormente a buscar la perfección cristiana en el mundo, os digo que el que esté ligado a un vínculo o compromiso espiritual –por la llamada–, si no quiere engañarse, es necesario que renuncie a cualquier consejero, a cualquier proyecto que no esté dentro de aquel vínculo. Obrando de otro modo, se comenzarían tantos grupitos cuantos fueran los individuos, y el vínculo sobrenatural y civil quedaría sin efecto y hasta podría hacerse dañoso, porque se destruiría la obediencia.

11b Amplitud de nuestro camino
Hijos míos, ¡cuántas veces se meten a juzgar en las almas de los demás, a aconsejar a otros, gentes que nunca sintieron la inquietud personal de aquel clamor divino: venite post me! 18. Tened un hondo agradecimiento por haber recibido la llamada, y pensad que la verdad –la llamada vuestra– no tiene más que un camino; y dentro de este camino se puede andar despacio, pasear con apresuramiento, correr, o saltar: en la Obra no cuadriculamos las almas, ni metemos a las criaturas en moldes de acero, con gestos, modos y palabras que están fuera de la realidad del mundo: porque nosotros vivimos en el mundo para Dios.

12a Llamada a la santidad en medio del mundo
A los que dicen que esto es una utopía, les respondo con la experiencia que tengo de bastantes almas y con estas palabras del Crisóstomo: ¿dónde están ahora los que dicen no ser posible conservar la virtud quien vive en medio de la ciudad, sino que es menester retirarse y vivir en los montes? Como si no fuera posible ser virtuoso quien gobierna una casa, y tiene mujer y cuida de sus hijos 19.

12b En todos los estados, en todas las tareas honestas, para adquirir la santidad, no teniendo vocación de religiosos, no hay que huir del mundo. Estamos bien en el lugar que ocupamos en la tierra. Tengo certeza de que la llamada –la llamada específica de que vengo hablando en esta carta–, es para muchos: porque en la Obra no hay clasismos, porque interesan todas las almas; y, por lo tanto, se necesitan toda clase de instrumentos. Iterum simile est regnum caelorum sagenae missae in mare, et ex omni genere piscium congreganti 20; también es semejante el reino de los cielos a una red barredera, que echada en el mar, recoge todo género de peces.

13a Vocaciones a la Obra
Cuando, por boca de Jeremías, el Señor predice la futura liberación del pueblo hebreo que está en el exilio, y hace notar que, si antes les había sacado de Egipto, ahora sacará a sus siervos de terra Aquilonis et de cunctis terris 21, pienso en que habrá muchas llamadas a la Obra de Dios, sin discriminación. El Señor los traerá de todas las clases sociales, de todos los talentos, de los que están arriba, de los que están abajo, y –como vuelve a decir Jeremías– de los que están en las entrañas de la tierra.

13b Oíd al profeta: yo voy a mandar muchos pescadores, palabra de Yavé, que los pescarán; y después muchos cazadores, que los cazarán por todos los montes, por todas las colinas, y por las cavernas de las rocas. Porque están a mi vista todos sus caminos 22.

13c Somos instrumentos en las manos de Dios, qui omnes homines vult salvos fieri 23, que quiere que se salven todos los hombres. Mis hijos, por la formación verdaderamente contemplativa de nuestro espíritu, han de sentir dentro de su alma la necesidad de buscar a Dios, de encontrarle y de tratarle siempre, admirándolo con amor en medio de las fatigas de su trabajo ordinario, que son cuidados terrenos, pero purificados y elevados al orden sobrenatural; y han de sentir igualmente la necesidad de convertir toda su vida en apostolado, que fluye del alma para traducirse en obras externas: caritas mea cum omnibus vobis in Christo Iesu 24, mi cariño para todos vosotros en Cristo Jesús.

14a Unidad de vida
De lo que acabo de escribir, se deduce que es necesaria, para los hijos de Dios que Él ha llamado a su Obra, la unidad de vida. Una unidad de vida que tiene simultáneamente dos facetas: la interior, que nos hace contemplativos; y la apostólica, a través de nuestro trabajo profesional, que es visible y externa.

14b Os lo volveré a decir: nuestra vida es trabajar y rezar, y al revés, rezar y trabajar. Porque llega el momento en el que no se saben distinguir estos dos conceptos, esas dos palabras, contemplación y acción, que terminan por significar lo mismo en la mente y en la conciencia.

14c Mirad lo que dice Santo Tomás: cuando de dos cosas una es la razón de la otra, la ocupación del alma en una no impide ni disminuye la ocupación en la otra… Y como Dios es aprehendido por los santos como la razón de todo cuanto hacen o conocen, su ocupación en percibir las cosas sensibles, o en contemplar o hacer cualquier otra cosa, en nada les impide la divina contemplación, ni viceversa 25.

15a Rectitud de intención
Para no perder esta unidad de vida, pongamos al Señor como fin de todos nuestros trabajos, que hemos de hacer non quasi hominibus placentes, sed Deo qui probat corda nostra 26; no para agradar a los hombres, sino a Dios que sondea nuestros corazones. Además hemos de buscar la presencia de Dios: quaerite Dominum et confirmamini, quaerite faciem eius semper 27; buscad al Señor y haceos fuertes, buscad siempre su rostro.

15b Levantad el corazón a Dios, cuando llegue el momento duro de la jornada, cuando quiera meterse en nuestra alma la tristeza, cuando sintamos el peso de este laborar de la vida, diciendo miserere mei Domine, quoniam ad te clamavi tota die: laetifica animam servi tui, quoniam ad te Domine animam meam levavi 28; Señor, ten misericordia de mí, porque te he invocado todo el día: alegra a tu siervo, porque a ti, Señor, he levantado mi alma.

16a Filiación divina
Somos siervos de Dios e hijos de Dios. Como siervos suyos, podemos gozarnos al escuchar aquellas palabras de los Hechos de los Apóstoles: ciertamente, sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días, derramaré mi Espíritu, y profetizarán 29. Como hijos de Dios, podemos contemplar con alegría lo que escribe San Pablo a los Gálatas: digo además: que mientras el heredero es niño, en nada se diferencia de un siervo, a pesar de ser dueño de todo; sino que está bajo la potestad de los tutores y curadores, hasta el tiempo señalado por su padre.

16b Herederos de Dios
Así nosotros, cuando éramos todavía niños, vivíamos en servidumbre, bajo los elementos del mundo; pero cumplido que fue el tiempo, envió Dios a su Hijo, formado de una mujer, y sujeto a la ley, para redimir a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto vosotros sois hijos, envió Dios a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual nos hace clamar: ¡Abba, Padre mío! Y así ninguno de vosotros es ya siervo, sino hijo. Y siendo hijo, es también heredero de Dios 30.

17a Lealtad y valentía
Hay en el Evangelio dos figuras que –a la hora de la cobardía general– son valientes: José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque oculto; y un hombre rico, Nicodemo. En medio de este terror general, de este abandono en que había quedado Cristo Jesús, sólo rodeado de mujeres –de su Madre, de aquellas santas mujeres– y de un adolescente –de Juan–, ellos, que se ocultaban mientras vivía el Maestro, vuelven a aparecer, según nos cuentan los Evangelistas. José, para pedir a Pilatos que le deje recoger el Cuerpo. Nicodemo, para llevar una confección de mirra y áloe, como cien libras: sería bastante dinero.

17b Nacer de nuevo
Sin embargo, aunque trataban y amaban a Jesús, acordaos de aquel pasaje de San Juan en el capítulo III, del versículo uno al diez, cuando el Señor dice a Nicodemo: nisi quis renatus fuerit denuo, non potest videre regnum Dei; quien no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios o tener parte en él. Nicodemo contesta: quomodo potest homo nasci, cum sit senex?; ¿cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? No os voy aquí a repetir todo el pasaje. Nicodemo no era un ignorante. Jesús le pregunta: tu es magister in Israël et haec ignoras? Nisi quis renatus fuerit, había adoctrinado el Maestro, ex aqua et Spiritu Sancto non potest introire in regnum Dei; ¿tú eres maestro en Israel, e ignoras estas cosas?; quien no naciere por el bautismo del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios. Y en otra parte: sic est omnis qui natus est ex spiritu, eso mismo sucede al que nace del espíritu.

18a Amor de Dios
La filiación divina está clara. Ellos no lo entendían. Dad gracias, porque sabéis que sois verdaderos hijos de Dios, porque sabéis, como escribe San Juan, que Dios es justo; y sabéis igualmente que quien vive según justicia, ejercitando las virtudes, es hijo legítimo de Dios 31.

18b Os seguiré amonestando con San Juan: mirad qué tierno amor hacia nosotros ha tenido el Padre, queriendo que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos en efecto. Carísimos, nosotros somos ya ahora hijos de Dios 32. Nos confirma San Pablo en esta creencia, cuando escribe: era cosa digna que aquel Dios, para quien y por quien son todas las cosas, habiendo de conducir a muchos hijos adoptivos a la gloria, consumase o inmolase por medio de la pasión y muerte al autor y modelo de la salvación de los mismos hijos, Jesucristo Señor Nuestro. Porque el que santifica y los que son santificados, todos traen de uno su origen, es decir, todos tienen la naturaleza humana. Por cuya causa, no se desdeña de llamarlos hermanos, diciendo: anunciaré tu nombre a mis hermanos: en medio de la Iglesia cantaré tus alabanzas. Y en otra parte: yo pondré en él toda mi confianza. Y añade: he aquí yo y mis hijos, que Dios me ha dado 33.

19a Confianza en Dios
Pero si no procuramos vivir como hijos de Dios, perderemos la confianza en Él, que es perder una buena parte del Amor, y nos resultará la vida dura y amarga. No olvidéis que no solamente somos hijos de Dios, sino hermanos de Jesucristo: primogenitus in multis fratribus 34. Y que todo aquel que nació de Dios no hace pecado, porque la semilla de Dios, que es la gracia santificante, mora en él; y, si no la echa de sí, no puede pecar, porque es hijo de Dios: en esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo 35.

19b Llenaos, por tanto, de confianza, porque de tal manera amó Dios al mundo que no paró hasta dar a su Hijo Unigénito, a fin de que todos los que crean en Él no perezcan, sino que vivan vida eterna. Pues no envió Dios a su Hijo al mundo, para condenar al mundo, sino para que por su medio el mundo se salve: y para que todo aquel que crea en Él no perezca, sino que logre la vida eterna 36.

20a Amor al Papa
Como somos hijos de Dios, nuestro más grande amor, nuestra mayor estima, nuestra más honda veneración, nuestra obediencia más rendida, nuestro mayor afecto ha de ser también para el Vice-Dios en la tierra, para el Papa. Pensad siempre que después de Dios y de nuestra Madre la Virgen Santísima, en la jerarquía del amor y de la autoridad, viene el Papa. Por eso, muchas veces digo: gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón.

20b Tengamos, pues, una confianza plena, completa, en la Iglesia y en Pedro. Yo no he dejado de tenerla, aunque algunas personas han procurado, diremos mejor, el demonio ha procurado a través de ciertos hombres sembrar recelos y sombras, para tratar de hacer disminuir en mí –sin conseguirlo– esta confianza y este amor.

20c Una anécdota
Hijos míos, os voy a contar esta pequeña anécdota. Me dará tanta alegría que alguno de vosotros, cuando pueda, la viva: desde hace años, por la calle, todos los días, he rezado y rezo una parte del Rosario por la Augusta Persona y por las intenciones del Romano Pontífice. Me pongo con la imaginación junto al Santo Padre, cuando el Papa celebra la misa: yo no sabía, ni sé, cómo es la capilla del Papa, y, al terminar mi Rosario, hago una comunión espiritual, deseando recibir de sus manos a Jesús Sacramentado.

20d No os extrañe que me den una santa envidia aquellos que tienen la fortuna de estar cerca del Santo Padre materialmente, porque pueden abrirle el corazón, porque pueden manifestarle la estimación y el cariño.

21a Unión con el Ordinario del lugar
Esa unión que vivimos con el Romano Pontífice, hace y hará que nos sintamos unidísimos en cada diócesis al Ordinario del lugar. Suelo decir, y es cierto, que tiramos y tiraremos siempre del carro en la misma dirección que el Obispo. Si alguna vez, un Rvmo. Ordinario no lo entendiese así, y pretendiese ver incompatibilidades que no pueden existir, a mí me daría mucha pena; pero, mientras no tocase lo esencial, cedería: y deberíais ceder también vosotros, sin dificultad. Porque sólo nos mueve a nuestra entrega el deseo de dar a Dios toda la gloria, sirviendo a la Iglesia y a todas las almas, sin buscar gloria para la Obra y sin buscar nuestro provecho personal.

21b Arte sagrado
Previendo estas posibles dificultades, aunque me parecen inverosímiles, para obtener del Señor desde el principio de la Obra esta unión interna y externa con el Ordinario del lugar, y con todas las almas que trabajan en cualquier clase de tarea apostólica, vosotros sabéis que rezamos cada día pro unitate apostolatus. Una unidad que sólo da el Papa, para toda la Iglesia; y el Obispo, en comunión con la Santa Sede, para la diócesis.

22a Sueño, hijas e hijos míos, con esos oratorios, con esos sagrarios, que se repartirán por todos los rincones del mundo, para llevar este espíritu de Dios –de la Obra de Dios– a todas las almas. Y os pido que sigáis la costumbre, el modo de hacer del lugar donde estéis, en la parte material de los edificios. Pero me da mucha pena ver esas iglesias como garajes, esas imágenes que son una caricatura, que son una burla: no las pongáis nunca en nuestros oratorios.

22b El arte sagrado debe llevar a Dios, debe respetar las cosas santas; está ordenado a la piedad y a la devoción. Durante muchos siglos, el mejor arte ha sido el religioso, porque se sometía a esa regla; porque salvaba, en todo, la naturaleza propia de su fin. Esas imágenes modernistas, caricaturescas, son tan poco oportunas como las imágenes relamidas de pasta flora: lo feo y poco respetuoso es tan malo como lo untuoso y lo cursi.

22c Ninguno de estos dos extremos sirve para nuestra piedad. El arquitecto, el escultor, el pintor que quiera contribuir con su arte personal al culto divino, ha de atenerse a unas reglas claras. Con esto no digo que sea necesario pintar el cielo de rodillas, como Fra Angélico, pero sí que es preciso pintarlo con respeto, con unción, con devoción.

23a Laicismo y clericalismo
En estos tiempos de laicismo, resaltan dos tipos de personas: los que atacan a la Iglesia desde fuera y los que la atacan desde dentro, sirviéndose de la misma Iglesia. Los unos –los que atacan desde fuera–, son laicistas, dicen; los que atacan desde dentro, no sé cómo llamarlos: vamos a llamarlos pietistas. El espíritu de la Obra es no servirnos de la Iglesia: servir a la Iglesia.

23b No servirnos de la Iglesia
Y para esto no involucrar la Iglesia con las cosas terrenas; por ser hijos de la Iglesia, y haber recibido la llamada específica de Dios, llevamos a Dios todas las cosas de la tierra, pero a nuestras obras no las llamamos católicas: ya lo ve todo el mundo que lo son.

23c No ponemos nombres de santos a nuestras tareas de apostolado, porque no es necesario ni conveniente. Si lo fuera, ya lo hacen otros: a nosotros, que nos dejen servir a la Iglesia Santa con nuestro propio riesgo personal, sin comprometerla. Lo contrario –servirse de la Iglesia, para ampararse en Ella en la vida profesional, social, política– me parece un falso amor a la Esposa de Jesucristo: y, humanamente, un modo de obrar poco limpio, feo.

24a No usar apelativos católicos
Sin embargo, hay quienes no nos entienden, y algunos incluso con recta intención: creen que la Iglesia perderá prestigio, si nuestras futuras obras, nuestras labores, nuestras tareas no llevan el apelativo de católicas. Esta opinión se cae sola, no tiene fuerza ninguna, porque todo el mundo verá que serán ciudadanos católicos los que harán la labor; y que, por lo tanto, en honor de la Iglesia redundará su tarea. Otros piensan que así estaremos menos sujetos a la autoridad eclesiástica: estaremos sujetos como los que más. Siempre queremos vivir y procuramos vivir dentro de las disposiciones, a las que han de sujetarse los cristianos.

24b Desearía que estas personas, que casi en los comienzos de nuestro trabajo no nos entienden, abrieran la Sagrada Escritura, en el Génesis, capítulo XXXII, y vieran las disposiciones que tomó Jacob, cuando temió que su hermano Esaú destruyera su familia y sus riquezas. Cuenta la Escritura que hizo dos grupos con las gentes de su pueblo, y sus rebaños, para que uno fuera de una parte y otro de otra; y pensó razonablemente: si viene Esaú contra un grupo, el otro se salvará.

24c Aunque no sea éste el motivo por el cual el Señor ha suscitado la Obra –el motivo es recordar a todos los hombres su deber de santidad, a través de su trabajo ordinario en el mundo, en su profesión, y en su estado–, aun cuando no sea éste el motivo, nadie me podrá negar que las circunstancias de hoy, como todas las de los siglos pasados –y no podemos esperar más de los tiempos venideros–, hacen que juzguemos muy prudente la decisión que tomó Jacob.

25a Nuestras obras no llevan nombres de santos
Querría también que esas personas, con incapacidad para comprendernos, echaran una mirada alrededor –no en un país, sino en todos o en casi todos los países que son o han sido cristianos–, y que se fijaran en tantas empresas privadas, comerciales, industriales, hoteleras, etc., que llevan nombre de santo.

25b Respeto la experiencia contraria, pero realmente sufro al contemplar que en no pocas ocasiones el apelativo del santo, o de católico o de cristiano, puede servir como un pabellón para encubrir la mercancía averiada. No me importa poner por escrito lo que digo tantas veces de palabra: que, cuando leo –porque las hay, ¡las hay!– en una tienda de comestibles, tienda, o casa, o comercio de San… –de un santo– pienso enseguida con poco temor de equivocarme, que allí tienen el quilo de novecientos gramos.

26a Hijos míos, no ha sido murmuración, no he recargado las tintas; he contado una parte de lo que he visto, porque me ha parecido necesario, para evitar el escándalo de los que no se escandalizan de aquellos que tienen el cristianismo o el catolicismo como un instrumento oficial para sus empresas y sus ambiciones.

26b Servir
Pero, dejémoslos y vamos a pensar despacio qué hay en la entraña de nuestra labor profesional. Os diré que es una sola intención: servir. Porque en el mundo, ahora, la importancia de la misión social de todas las profesiones está clara: hasta la caridad se ha hecho social, hasta la enseñanza se ha hecho social.

26c Sobrenaturalizar el trabajo
Para todo lo que sea servir al prójimo, hay una técnica que el Estado procura coger en las manos. Por eso, cada uno de los hijos de Dios en su Obra debe sobrenaturalizar el ejercicio de su trabajo, de su oficio, sirviendo de veras con sentido sobrenatural al prójimo, a la patria, a Dios. Si se sirve directamente a la Iglesia –no, a los eclesiásticos–, servidla sin cobrar; que son muchos los seglares que no trabajan por la Iglesia, si no les pagan. Esta es la consigna que os doy, la que hemos recibido de Dios: no cobrar, sirviendo a la Iglesia; pagar, pagar, pagar aun dando toda nuestra vida.

27a Dar doctrina
Hemos hablado de servir: el mejor servicio que podemos hacer a la Iglesia y a la humanidad es dar doctrina. Gran parte de los males que afligen al mundo se deben a la falta de doctrina cristiana, incluso entre los que quieren o aparentan querer seguir de cerca a Jesucristo. Porque hay quienes, en lugar de dar buena doctrina, se sirven de la ignorancia de los demás, para sembrar confusiones. Así se llega hasta negar la existencia de la ley natural, impresa por Dios en cada alma. Y el ambiente del mundo se llena de indolencia religiosa, que en realidad no es más que ignorancia o presunción; no es el satánico non serviam, sino la más absoluta carencia de luz.

27b La ciencia y la Fe
Hay personas que se hacen pasar por sabios, y afirman que la religión y la ciencia son cosas antitéticas, que se ha abierto un abismo que parece incolmable: es el dominio del materialismo en todas sus formas. Pero ese abismo lo sabe colmar, llenar, cualquier persona piadosa. Nosotros, hijos de Dios en su Obra, hemos de procurar con la gracia del Señor y con el estudio que desaparezca esa oposición, haciendo, con la ciencia profana, unida al conocimiento teológico y al ejemplo de nuestra vida, la apología de la Fe.

28a Catequesis con don de lenguas
Toda nuestra labor tiene, por tanto, realidad y función de catequesis. Hemos de dar doctrina en todos los ambientes; y para eso necesitamos acomodarnos a la mentalidad de los que nos escuchan: don de lenguas. Don de lenguas que nos obliga a hablar con contenido: en efecto, hermanos, escribe San Pablo, si yo fuese a vosotros hablando lenguas, ¿qué os aprovechará si no os hablo instruyéndoos con la Revelación, o con la ciencia, o con la profecía, o con la doctrina? 37. Luego, hay obligación de formarse: obligación de formarnos bien doctrinalmente, obligación de prepararnos para que entiendan; para que, además, sepan después expresarse los que nos escuchan.

28b Continúa San Pablo: si la lengua que habláis no es inteligible, ¿cómo se sabrá lo que decís?: no hablaréis sino al aire. El don de lenguas nos obliga a comprender a los demás. Es también el Apóstol el que adoctrina: hay en el mundo muchas diferentes lenguas, y no hay pueblo que no tenga la suya. Si yo, pues, ignoro lo que significan las palabras, seré bárbaro o extranjero para aquel a quien hable, y el que me hable será bárbaro para mí 38.

28c Necesidad de dar ejemplo
No basta dar doctrina de un modo abstracto, despegado: antes os he dicho que es necesario hacer la más fervorosa apología de la Fe, con la doctrina y con el ejemplo de nuestra vida, vivida con coherencia. Hemos de imitar a Nuestro Señor, que hacía y enseñaba, coepit facere et docere 39: el apostolado de dar doctrina está manco e incompleto, si no va acompañado por el ejemplo. Hay un refrán que deja, con la sabiduría del pueblo, muy claro lo que os estoy diciendo. Y el refrán es éste: fray ejemplo es el mejor predicador.

29a Humanismo sin Dios
No he creído nunca en la santidad de esas personas a las que llaman santos laicos. De ellos afirman que llevan una vida íntegra, y que a la vez se profesan ateos. Pero el Espíritu Santo dice por San Pablo que las perfecciones invisibles de Dios, incluso su eterno poder y su divinidad, se han hecho visibles después de la creación del mundo, por el conocimiento que de ellas nos dan sus criaturas 40. Por eso, en el mejor de los casos, respetarán algunos preceptos de la ley natural –ni siquiera todos, porque la ley natural les impone admitir la existencia de Dios–, pero su vida no da luz, porque se han apartado de la luz de Cristo, lux vera, quae illuminat omnem hominem; luz verdadera, que ilumina a todos los hombres.

29b Imitación de Jesucristo
Es, pues, necesario imitar a Jesucristo –os decía–, para darlo a conocer con nuestra vida. Sabemos que Cristo se hizo hombre a fin de introducir a todos los hombres en la vida divina, para que –uniéndonos con Él– viviésemos individual y socialmente la vida de Dios. Oíd cómo lo dice San Juan: non enim misit Deus Filium suum in mundum ut iudicet mundum, sed ut salvetur mundus per ipsum 41; no envió Dios su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que por su medio el mundo se salve.

30a Trabajo secular y laical
Correspondiendo a la llamada que de Dios hemos recibido, el ejemplo que hemos de dar, para corredimir con Cristo, exige de nosotros –de vosotros y de mí– una labor realizada de un modo laical y secular: para hacer un trabajo eclesiástico –propio de eclesiásticos– ya están los sacerdotes y religiosos. Nuestra tarea no hemos de realizarla en las iglesias, sino en la entraña de la vida civil, en medio de la calle. De ahí nuestro deber de hacernos presentes, con el ejemplo, con la doctrina y con los brazos abiertos para todos, en todas las actividades de los hombres.

30b Asociaciones piadosas
Veo con alegría a los seglares que se ponen al servicio de la Iglesia, para llevar, junto a los sacerdotes, una vida de trabajo en las distintas asociaciones piadosas de fieles. Pero el Señor a nosotros nos pide un apostolado capilar, de irradiación apostólica en todos los ambientes. No podemos tener una vida chata, mediocre, de compromiso. Con esto no quiero decir que los fieles que trabajan junto a los sacerdotes en labores eclesiásticas tengan la vida chata, porque de otro modo hacen también una gran tarea.

31a Nuestro trabajo en medio del mundo
Nuestro trabajo se desarrolla, cada día, en medio de los centenares de personas con las cuales nos encontramos en contacto desde que nos despertamos por la mañana, hasta que se acaba la jornada: los parientes, la servidumbre, los colegas de trabajo, los clientes, los amigos. En cada uno de ellos hemos de reconocer a Cristo, hemos de ver en cada uno de ellos a Jesús como nuestro hermano; y así nos será más fácil prodigarnos en servicios, en atención, en cariño, en paz y en alegría.

31b Acercar las almas al trato con Dios
Ese ideal nuestro, cuajado en obras, acercará muchas almas a la Iglesia, y muchos jóvenes, muchos hombres maduros, y muchas personas de edad, con generosidad y con valentía, vendrán también a unirse codo con codo con nosotros en el servicio de Dios en su Obra.

32a Hay que rechazar el prejuicio de que los fieles corrientes no pueden hacer más que limitarse a ayudar al clero, en apostolados eclesiásticos. El apostolado de los seglares no tiene por qué ser siempre una simple participación del apostolado jerárquico: a ellos, especialmente a los hijos de Dios en su Obra, porque tienen una llamada divina, como miembros del pueblo de Dios, les compete el deber de hacer apostolado. Y esto no porque reciban una misión canónica, sino porque son parte de la Iglesia; esa misión –repito– la realizan a través de su profesión, de su oficio, de su familia, de sus colegas, de sus amigos.

32b Fieles corrientes
Sin embargo, la mayoría de la gente no acierta a ver la eficacia apostólica de la actuación de los seglares como fieles corrientes, cuando se dedican simplemente a su trabajo ordinario y dan así ejemplo con su vida, sirviéndose de todas las circunstancias para dar doctrina. Los que así piensan se quedan cortos en su visión, y aún añado que se quedan más cortos en nuestro caso: porque llegaremos a toda esa eficacia que ellos apenas entrevén, a través de nuestra entrega completa, por nuestra correspondencia a la llamada divina que hemos recibido del Señor: ecce ego quia vocasti me 42.

33a Apostolado de la amistad
Quien no vea la eficacia apostólica y sobrenatural de la amistad, se ha olvidado de Jesucristo: ya no os llamo siervos, sino amigos 43. Y de la amistad con sus apóstoles, con sus discípulos, con la familia de Betania: con Marta, María y Lázaro. Y de aquellas escenas que nos cuenta San Juan, antes de la resurrección de Lázaro, aquel et lacrimatus est Iesus: olvida las palabras llenas de confianza de las dos hermanas cuando quieren comunicar a Jesucristo la enfermedad de Lázaro, y le envían este mensaje: Señor, mira que aquél a quien amas está enfermo 44.

33b Hay en la Escritura, hijas e hijos de mi alma, multitud de textos en los que se habla de la amistad, pero sólo os voy a decir uno, que aparece en la primera epístola de San Pedro; en el capítulo V, versículo 13, cuando, refiriéndose a Marcos, le llama: Marcus filius meus.

33c Amistad leal
Con la amistad leal y desinteresada, el apostolado del ejemplo se hace más eficaz; pero el ejemplo hay que darlo siempre, no sólo a los amigos, sino a los que no nos conocen, y aun a los que nos son hostiles. Con el ejemplo, cada uno de vosotros os hacéis otro Cristo, qui pertransiit benefaciendo et sanando omnes 45, que pasó haciendo el bien y sanando a todos.

34a Ejemplo sincero
El ejemplo no se da sólo con buenas palabras, sino con las obras. Los que pretenden hacerlo de otro modo, merecen oír y han de meditar este pasaje de la Escritura: entonces Jesús habló al pueblo y a sus discípulos y les dijo: en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos; practicad, pues, y haced todo lo que os dijeren; pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen lo que se debe hacer y no lo hacen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, pero ellos ni con un dedo tratan de moverlas 46.

34b Unidad de vida
Palabras y obras, fe y conducta, en unidad de vida, hemos dicho ya en otra ocasión. Obrar de otra manera, hacer las cosas por vanidad, para dejarse ver, con espectáculo, ha merecido estas palabras, que salieron de la boca de Cristo: omnia vero opera sua faciunt ut videantur ab hominibus 47, hacen todas las cosas para ser vistos por los hombres.

34c Fe y obras
¿De qué servirá?, pregunta Santiago en su epístola católica, ¿de qué servirá, hermanos míos, el que uno diga tener fe, si no tiene obras?; ¿por ventura a éste esa clase de fe podrá salvarle? Y añade: como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta 48.

34d Es mejor ser cristiano sin decirlo, que decirlo sin serlo. Es una cosa óptima enseñar, pero a condición de que se practique lo que se enseña. Nosotros tenemos un solo Maestro, aquél que habló y todas las cosas fueron hechas; las mismas obras que Él ha realizado en silencio son dignas del Padre. El que comprende verdaderamente la palabra de Jesús, puede entender su mismo silencio; y entonces será perfecto, porque obrará en conformidad con su palabra y se manifestará mediante su silencio 49.

35a Obligación de dar ejemplo
Estáis obligados a dar ejemplo, hijos míos, en todos los terrenos, también como ciudadanos. Debéis poner empeño en cumplir vuestros deberes y en ejercitar vuestros derechos. Por eso, al desarrollar la actividad apostólica, observamos como ciudadanos católicos las leyes civiles con el mayor respeto y acatamiento, y dentro del ámbito de esas leyes nos esforzamos siempre por trabajar.

35b Obligación de dar doctrina
Con la llamada divina y la formación específica, hemos de ser sal de la tierra y luz del mundo 50, porque estamos obligados a dar ejemplo con una santa desvergüenza: vir quidem non debet velare caput suum quoniam imago et gloria Dei est 51. Imagen de Dios somos: por lo tanto, brille así vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos 52. Pero no hemos de hacer alarde, no hemos de ser como esos vendedores de chucherías que llevan toda su mercancía al descubierto, para atraer, sino que hemos de obrar con naturalidad: si lo ven, que lo vean.

36a Acordaos de aquella pregunta de San Pedro al Señor, después de que Jesús explicó la parábola del padre de familia que vigila sobre su casa. Preguntó San Pedro: Señor, ¿dices por nosotros esa parábola, o por todos igualmente? El Señor le respondió: ¿quién piensas que es aquel administrador fiel y prudente, a quien su amo constituye en mayordomo de su familia, para distribuir a cada uno a su tiempo la medida del trigo o el alimento oportuno?

36b Luego todos los que formamos la Obra estamos obligados a administrar a cuantos nos rodean el alimento de la palabra de Dios, de la doctrina de Dios. Y entonces también a nosotros irá derecho lo que el Maestro dijo, como una promesa de premio: dichoso el tal siervo, si su amo a la vuelta le halla ejecutando así su deber 53. Esta administración de la doctrina, con el ejemplo, con la palabra, por escrito, a través de la amistad, etc., esta enseñanza la hemos de hacer con discreción, para que no se alejen de Jesús los que tardan en comprender.

36c El medio ambiente
Tened presente lo que de Él cuenta San Mateo: et sine parabolis non loquebatur eis 54, se acomodaba a la mentalidad del medio ambiente. He dicho que nos hemos de acomodar al medio ambiente, pero no adaptarnos al ambiente, al ambiente mundano: hay peligro de adaptarse, por cobardía, por comodidad o –da tristeza– por satisfacer las malas pasiones. Y entonces nos unimos al grupo de los desalentados. ¡No! No es éste el camino; que no se diga de nosotros: esos tales son del mundo, y por eso hablan el lenguaje del mundo 55, sino lo que Jesús dijo a su Padre: así como tú me has enviado al mundo, así yo los he enviado también a ellos al mundo 56.

37a Ejemplo constante a pesar de los errores personales
Hay otra razón de justicia que nos obliga a dar ejemplo: y es no difamar a nuestros hermanos de la Obra. Aquella sentencia absolutamente ilógica, ab uno disce omnes, es desgraciadamente muchas veces regla corriente para juzgar. Nuestro ejemplo ha de ser constante: todo tiene que ser ocasión de apostolado, medio de dar doctrina, aunque tengamos debilidades.

37b Sin miedo. Y para no tener miedo, no tener culpa. Si hay alguna debilidad, os recomiendo que repitáis las palabras de Pedro a Jesús, que yo repito habitualmente, detrás de cada uno de mis errores: Domine, tu omnia nosti, tu scis quia amo te 57; Señor, tú sabes todas las cosas, tú sabes que te amo.

37c Conocimiento propio
El conocimiento de nuestros errores nos hace humildes, nos hace acercarnos más al Señor. Además hemos de tener en cuenta que, mientras estemos en la tierra, por providencia del Señor, tendremos equivocaciones, errores. Santiago escribe de Elías que era hombre pecador como nosotros; sin embargo, hizo después de nuevo oración, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto 58.

37d Actuación personal y responsable
La actuación de cada uno de nosotros, hijos, es personal y responsable. Debemos procurar dar buen ejemplo ante cada persona y ante la sociedad, porque un cristiano no puede ser individualista, no puede desentenderse de los demás, no puede vivir egoístamente, de espaldas al mundo: es esencialmente social, miembro responsable del Cuerpo Místico de Cristo.

38a Frutos de esta labor
Con esta dedicación al fin que comprende todos los otros fines concretos –que no son más que medios para ese fin, de que he hablado primero, que es dar doctrina–, nuestra labor apostólica contribuirá a la paz, a la colaboración de los hombres entre sí, a la justicia, a evitar la guerra, a evitar el aislamiento, a evitar el egoísmo nacional y los egoísmos personales: porque todos se darán cuenta de que forman parte de toda la gran familia humana, que está dirigida por voluntad de Dios a la perfección.

38b Siembra de paz
Así contribuiremos a quitar esta angustia, este temor por un futuro de rencores fratricidas, y a confirmar en las almas y en la sociedad la paz y la concordia: la tolerancia, la comprensión, el trato, el amor.

39a Sin acepción de personas
Os diré con el apóstol Santiago: no intentéis jamás conciliar la fe de Nuestro Señor Jesucristo con la acepción de personas, porque si entrando en vuestra familia un hombre con sortija de oro y ropa preciosa, y entrando al mismo tiempo un pobre con un mal vestido, ponéis los ojos en el que viene con vestido brillante y le decís: siéntate aquí en este buen lugar, diciendo por el contrario al pobre: tú está allí en pie o siéntate aquí a mis pies, ¿no es claro que formáis un tribunal injusto dentro de vosotros mismos y os hacéis jueces de injustas sentencias? ¿No es verdad que Dios eligió a los pobres en este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que tiene prometido a los que le aman? Vosotros, al contrario, habríais afrentado al pobre. ¿No son los ricos los que os tiranizan y no son esos mismos los que os arrastran a los tribunales? 59.

39b Preocupación por todos
No quiere decir esto que no tengamos obligación de atender a los poderosos: hemos de procurar trabajar también con aquellas almas que influyen más en las masas, en el pueblo, vengan esas gentes de arriba o de abajo: no admitimos, tampoco en eso, acepción de personas.

39c Respetar la libertad de los demás
El apostolado del ejemplo respeta la libertad de todos, pero hace que la gloria de Dios se manifieste y transforme a los hombres, porque el Señor es espíritu y donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad. Y así es que todos nosotros contemplando a cara descubierta, como en un espejo, la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen de Jesucristo, avanzando de claridad en claridad, como iluminados por el espíritu del Señor 60.

40a Corredentores
Os vengo hablando, hijas e hijos míos, de la obligación que nos apremia –caritas Christi urget nos 61– de ayudar a Cristo Señor Nuestro en su divina tarea de Redentor de todas las almas, consumada cuando Jesús murió en la vergüenza y en la gloria de la Cruz –iudaeis quidem scandalum, gentibus autem stultitiam 62; escándalo para los judíos, necedad para los gentiles– y que, por voluntad de Dios, continuará hasta que llegue la hora del Señor.

40b El apostolado es onus et honor de todos los cristianos
Esta obligación incumbe a todos los cristianos: y, por un título especialísimo –la llamada que hemos recibido–, es onus et honor, carga y honor para los hijos de Dios en su Obra. El Señor pide de nosotros que le llevemos, con nuestra conducta ejemplar y con un apostolado constante de dar doctrina, a todos los hombres que se crucen en nuestro camino: apostolado que habéis de hacer en y desde vuestro propio trabajo profesional, en vuestro propio estado.

40c En la acción apostólica, no debemos dejarnos arrastrar por ninguna acepción de personas, ni podemos excluir ninguna actividad humana, porque todas las ocupaciones honestas, todos los oficios honrados serán para nosotros motivos de santificación, y medio de apostolado eficacísimo, que nos dará ocasión para arrastrar a otras almas a la búsqueda sincera y generosa de la santidad en medio del mundo.

40d Ejemplo en todos los campos de trabajo
Por eso he afirmado, y os lo repito, que habéis de dar ejemplo, siendo así testigos de Jesucristo en todos los campos de la actividad humana, a los que llevaréis la buena semilla que habéis recibido, para ser sembradores de Dios, sal que sazone las almas que no han gustado aún o que han olvidado el sabor del mensaje evangélico, luz que ilumine a los que yacen en las tinieblas del error o de la ignorancia.

40e En todos los campos donde los hombres trabajan –insisto– os habéis de hacer presentes también vosotros, con el maravilloso espíritu de servicio de los seguidores de Jesucristo, que no vino a ser servido, sino a servir 63: sin abandonar imprudentemente –sería error gravísimo– la vida pública de las naciones, en la que actuaréis como ciudadanos corrientes, que eso sois, con libertad personal y con personal responsabilidad.

41a Presencia en la vida pública
La presencia leal y desinteresada en el terreno de la vida pública ofrece posibilidades inmensas para hacer el bien, para servir: no pueden los católicos –no podéis vosotros, hijos míos– desertar ese campo, dejando las tareas políticas en las manos de los que no conocen o no practican la ley de Dios, o de los que se muestran enemigos de su Santa Iglesia.

41b La vida humana, tanto privada como social, se encuentra ineludiblemente en contacto con la ley y con el espíritu de Cristo Señor Nuestro: los cristianos, en consecuencia, descubren fácilmente una compenetración recíproca entre el apostolado y la ordenación de la vida por parte del Estado, es decir, la acción política. Las cosas que son del César, hay que darlas al César; y las que son de Dios, hay que dárselas a Dios, dijo Jesús 64.

41c Ni laicismo ni clericalismo
Por desgracia, es corriente que no se quiera seguir este precepto tan claro, y que se involucren los conceptos, para terminar en dos extremos que son igualmente desordenados: el laicismo, que ignora los legítimos derechos de la Iglesia; y el clericalismo, que avasalla los derechos, también legítimos, del Estado. Es preciso, hijos míos, combatir estos dos abusos por medio de seglares, que se sientan y sean hijos de Dios, y ciudadanos de las dos Ciudades.

42a El apostolado y la política
Política, en el sentido noble de la palabra, no es sino un servicio para lograr el bien común de la Ciudad terrena. Pero este bien tiene una extensión muy grande y, por consiguiente, es en el terreno político donde se debaten y se dictan leyes de la más alta importancia, como son las que conciernen al matrimonio, a la familia, a la escuela, al mínimo necesario de propiedad privada, a la dignidad –los derechos y los deberes– de la persona humana. Todas estas cuestiones, y otras más, interesan en primer término a la religión, y no pueden dejar indiferente, apático, a un apóstol.

42b La Obra no tiene actividad política
La Obra no tiene política alguna: no es ése su fin. Nuestra única finalidad es espiritual y apostólica, y tiene un resello divino: el amor a la libertad, que nos ha conseguido Jesucristo muriendo en la Cruz 65. Por esto, la Obra de Dios no ha entrado ni entrará nunca en la lucha política de los partidos: no es solamente loable, sino un estricto deber para nuestra Familia sobrenatural mantenerse por encima de las querellas contingentes, que envenenan la vida política, por la sencilla razón de que la Obra –vuelvo a afirmar– no tiene fines políticos, sino apostólicos.

42c Los miembros del Opus Dei pueden y deben intervenir en la vida pública activa o pasivamente
Pero vosotros, hijos míos –cada uno personalmente–, no sólo cometeríais un error, como os acabo de decir, sino que haríais una traición a la causa de Nuestro Señor, si dejarais el campo libre, para que dirijan los negocios del Estado, a los indignos, a los incapaces, o a los enemigos de Jesucristo y de su Iglesia.

43a No quiero con esto afirmar que todos los ciudadanos no cristianos sean indignos o incapaces, ni que todos vosotros hayáis de intervenir día tras día en las lides políticas. Muchos –la mayoría–, bastará que tengan un criterio seguro en todo lo que afecte a la Iglesia; que sepan dar la doctrina sana –que no es política, sino religiosa– a sus amigos y compañeros; y, finalmente, que cumplan con rectitud sus deberes cívicos, cuando el gobierno del país se lo pida.

43b Algunos pueden tener vocación para actividades públicas
Otros, en cambio, tendrán inclinación para dedicarse a las cuestiones políticas; no serán politicastros, que viven sólo de expedientes y compromisos con el fin de asegurarse un puesto, del que comen, en la vida pública de su patria, capaces de vender los derechos de primogenitura por un plato de lentejas, sino hombres que a su vida profesional unen un afán de servicio –nunca de dominio– a sus conciudadanos, en la vida política o en las organizaciones sindicales.

43c Cumplir los deberes y ejercitar los derechos
A todos os digo: los que tengáis vocación política, actuad libremente en ese terreno, sin abdicar de los derechos que como ciudadanos os competen; y buscad vuestra santificación ahí, mientras servís a la Iglesia y a la patria, procurando el bien común para todos en el modo que os parezca más adecuado, porque en lo temporal no hay dogmas.

43d Libertad y responsabilidad personal
Los demás, cumplid siempre con fidelidad vuestros deberes, y exigid que se respeten vuestros derechos. Y todos actuad libremente, porque es propio de nuestra peculiar llamada divina santificarnos, trabajando en las tareas ordinarias de los hombres según el dictado de la propia conciencia, sintiéndonos responsables personalmente de nuestras actividades libremente decididas, dentro de la fe y de la moral de Jesucristo.

44a Libremente: porque el vínculo que nos une es sólo espiritual. Estáis vinculados unos a otros, y cada uno con la Obra entera, sólo en el ámbito de la búsqueda de vuestra propia santificación, y en el campo –también exclusivamente espiritual– de llevar la luz de Cristo a vuestros amigos, a vuestras familias, a los que os rodean.

44b La Obra sólo da ayuda espiritual
Sois, por tanto, ciudadanos que cumplen sus deberes y ejercitan sus derechos, y que están asociados en la Obra sólo para ayudarse espiritualmente a buscar la santidad y a ejercer el apostolado, con unos medios ascéticos y unos modos apostólicos peculiares. El fin espiritual de la Obra no distingue entre razas o pueblos –únicamente ve almas–, por lo que se excluye toda idea de partido o de mira política.

44c Y así, en todo: en lo que no se refiere al espíritu y al apostolado de la Obra, no estáis unidos más que por un empeño de fe, de moral y de doctrina social, que es el espíritu de la Iglesia Católica y, por tanto, el de todos los fieles.

45a Denominador común
Este empeño de doctrina y de vida que nos da la Iglesia Católica, y que a vosotros, hijos míos, os empuja a servir a Dios mientras servís a vuestra patria, se concreta en unos puntos de verdad firmes, inconmovibles. Son principios indiscutibles que constituyen el denominador común –vinculum fidei– no vuestro, no de mis hijos, sino de todos los católicos, de todos los hijos fieles de la Santa Madre Iglesia.

45b Catecismo de la doctrina cristiana
Os diré, a este propósito, cuál es mi gran deseo: querría que, en el catecismo de la doctrina cristiana para los niños, se enseñara claramente cuáles son estos puntos firmes, en los que no se puede ceder, al actuar de un modo o de otro en la vida pública; y que se afirmara, al mismo tiempo, el deber de actuar, de no abstenerse, de prestar la propia colaboración para servir con lealtad, y con libertad personal, al bien común. Es éste un gran deseo mío, porque veo que así los católicos aprenderían estas verdades desde niños, y sabrían practicarlas luego cuando fueran adultos.

46a Deberes cívicos
Es frecuente, en efecto, aun entre católicos que parecen responsables y piadosos, el error de pensar que sólo están obligados a cumplir sus deberes familiares y religiosos, y apenas quieren oír hablar de deberes cívicos. No se trata de egoísmo: es sencillamente falta de formación, porque nadie les ha dicho nunca claramente que la virtud de la piedad –parte de la virtud cardinal de la justicia– y el sentido de la solidaridad cristiana se concretan también en este estar presentes, en este conocer y contribuir a resolver los problemas que interesan a toda la comunidad.

46b Por supuesto, no sería razonable pretender que cada uno de los ciudadanos fuera un profesional de la política; esto, por lo demás, resulta hoy materialmente imposible incluso en las sociedades más reducidas, por la gran especialización y la completa dedicación que exigen todas las tareas profesionales, y entre ellas la misma tarea política.

46c Obligación de conocer un mínimo de la vida política del país
Pero sí se puede y se debe exigir un mínimo de conocimiento de los aspectos concretos que adquiere el bien común en la sociedad, en la que vive cada uno, en unas circunstancias históricas determinadas; y también se puede exigir un mínimo de comprensión de la técnica –de las posibilidades reales, limitadas– de la pública administración y del gobierno civil, porque sin esta comprensión no puede haber crítica serena y constructiva ni opciones sensatas.

46d Conviene, por eso, que haya muchas posibilidades de adquirir un hondo sentido social y de cooperación, para lograr el bien común. Ya os hablé de esa medida concreta del catecismo; pero, también en el campo de la pedagogía escolar –de la formación humana–, bueno sería que los maestros, sin imponer criterios personales en lo opinable, enseñaran el deber de actuar libre y responsablemente en el campo de las tareas cívicas.

47a Somos de Dios, en el mundo
Pero volvamos a la Obra y a vosotros, hijos míos. Ya sabéis que, como a Nuestro Señor, a mí también me gusta emplear parábolas, acudiendo sobre todo a esas imágenes de la pesca –barcas y redes–, que tienen un sabor tan evangélico. Nosotros somos como peces cogidos en una red. Nos ha pescado el Señor con la red de su amor, entre las olas de este mundo nuestro revuelto; pero no para sacarnos del mundo –de nuestro ambiente, de nuestro trabajo ordinario–, sino para que, siendo del mundo, seamos a la vez totalmente suyos. Non rogo ut tollas eos de mundo, sed ut serves eos a malo 66; no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal.

47b Además, esta red, que nos une a Cristo y nos mantiene unidos entre nosotros mismos, es una red amplísima, que nos deja libres, con responsabilidad personal. Porque la red es nuestro común denominador –pequeñísimo– de cristianos que quieren servir a Dios en su Obra; es la formación católica, que nos lleva a acatar con la máxima fidelidad el Magisterio de la Iglesia.

47c No involucrar a la Iglesia ni a la Obra en la actuación política
Porque somos libres como peces en el agua, y porque estamos cogidos en la red de Cristo, no confundimos a la Iglesia con los errores personales de ningún hombre, y no toleramos que ninguno confunda nuestros propios errores personales con la Iglesia. No hay derecho a involucrar a la Iglesia con la política, con la actuación política más o menos acertada, y siempre opinable de cada uno: eso es muy cómodo y muy injusto. Tampoco hay derecho a involucrar a la Obra con los errores o aciertos de cada uno de vosotros.

48a Si hay errores, se deberá en parte a que es casi imposible no cometerlos, tratándose de una tarea tan compleja, en la que nadie puede tener completamente en su mano los innumerables datos que intervienen en cualquier problema serio. Pero, aun cuando se trate de errores que se hubiesen podido evitar –errores debidos a negligencias, a falta de prudencia, etc.–, tampoco entonces la Iglesia o la Obra deberá cargar para nada con esta responsabilidad.

48b Porque lo cierto es que, si hay equivocaciones de este género, será siempre a pesar de la Iglesia, a pesar de la Obra, que impulsan a todos sus hijos a hacer con la mayor perfección humana posible –porque, sin esa perfección humana, no pueden aspirar a la perfección sobrenatural– todas sus tareas personales.

48c Libertad de acción, personalmente responsable
En resumen: debéis estar activa, libre y responsablemente presentes en la vida pública. Os estoy hablando de la obligación de trabajar en este terreno, del modo que mejor corresponda a la mentalidad de cada uno, a las circunstancias y necesidades del país, etc. Si os hablo de este tema, es porque tengo el deber de daros criterio, y lo hago como sacerdote de Jesucristo y como Padre vuestro, sabiendo que a mí me toca estar por encima de las facciones y de los intereses de grupo.

48d Libertad de opinión
Nunca os he preguntado, ni os preguntaré jamás –y lo mismo harán, en todo el mundo, los Directores de la Obra–, qué piensa cada uno de vosotros en estas cuestiones, porque defiendo vuestra legítima libertad. Sé –y no tengo nada que decir en contra– que entre vosotros, hijas e hijos míos, hay gran variedad de opiniones. Las respeto todas; respetaré siempre cualquier opción temporal de cada uno de mis hijos, con tal de que esté dentro de la Ley de Cristo.

49a Los sacerdotes no manifiestan sus criterios políticos
Mis criterios personales, en cuestiones políticas concretas, no los conocéis, porque no los manifiesto: y, cuando haya sacerdotes en la Obra, deberán seguir la misma regla de conducta, ya que su misión será, como la mía, exclusivamente espiritual.

49b Respeto mutuo
Por lo demás, aunque conocierais esos criterios personales míos, no tendríais ninguna obligación de seguirlos. Mi opinión no es un dogma –los dogmas sólo los establece el Magisterio de la Iglesia, en lo que toca al depósito de la fe–, y vuestras opiniones tampoco son dogmas. Seríamos inconsecuentes si no respetásemos otras opiniones diferentes a la que cada uno de nosotros tenga: como lo serían también mis hijos, si no ejercitaran el derecho a manifestar sus orientaciones políticas, en asuntos de libre discusión.

49c Ya os he dicho por qué: porque si en esos asuntos temporales no intervienen los católicos responsables –con un completo acuerdo sobre su denominador común, y con sus distintas maneras de juzgar en lo opinable–, es difícil que este campo no quede en manos de personas que no tienen en cuenta los principios del derecho natural, ni el verdadero bien común de la sociedad, ni los derechos de la Iglesia: en manos de gentes que además no tienen costumbre de respetar las opiniones contrarias a las suyas. Es decir, que, sin este espíritu cristiano de consideración de los principios intangibles y de la legítima libertad de elección en lo opinable, no puede haber en la sociedad ni paz, ni libertad, ni justicia.

50a La Obra no puede imponer criterios políticos
No hablo jamás de cuestiones contingentes de política, y os he explicado que lo hago así porque mi misión es exclusivamente espiritual. Pero hay otra razón: y es que nunca los Directores de la Obra pueden imponer un criterio político o profesional –temporal, en una palabra–, a sus hermanos.

50b Un deber de la jerarquía episcopal
En la Iglesia, es sólo la Jerarquía eclesiástica ordinaria la que tiene el derecho y el deber de dar a los católicos orientaciones políticas, de hacerles ver la necesidad –en el caso de que efectivamente juzgue que haya tal necesidad– de adoptar una determinada posición en los problemas de la vida pública.

50c Y cuando la Jerarquía interviene de esa manera, eso no es de ningún modo clericalismo. Todo católico bien formado debe saber que compete a la misión pastoral de los obispos dar criterio en cosas públicas, cuando el bien de la Iglesia lo requiera; y saben también los católicos bien formados que esa intervención corresponde únicamente, por derecho divino, a los obispos; porque sólo ellos, estando en comunión con el Romano Pontífice, tienen función pública de gobierno en la Iglesia: ya que Spiritus Sanctus posuit episcopos regere Ecclesiam Dei 67, el Espíritu Santo puso a los obispos para regir la Iglesia de Dios.

51a Unidad y libertad de los católicos
Ved, hijos de mi alma, la gran necesidad que hay de formar a los católicos con un fin determinado: el de conducirles a la unidad en las cosas esenciales, dejándoles al mismo tiempo que usen de su legítima libertad, con caridad y comprensión para todos, en las cuestiones temporales. Libertad: no más dogmas en cosas opinables.

51b No va de acuerdo con la dignidad y con la psicología misma de los hombres ese fijar arbitrariamente unas verdades absolutas, donde por fuerza cada uno ha de contemplar las cosas desde su punto de vista, según sus intereses particulares y con su propia experiencia personal. Por lo demás, un solo partido –consecuencia necesaria de haber implantado una sola opción posible– no sirve para llevar adelante mucho tiempo la vida pública de un país, porque acaba gastándose, acaba perdiendo la simpatía y la confianza de la gente, aunque la gestión haya sido en su conjunto positiva, y no haya habido inmoralidades. Lealmente pienso que las cosas son así, pero puedo equivocarme: no sería la primera vez.

52a Católicos oficiales
Otra advertencia, hijos, aunque quizás es superflua, porque, si tenéis mi espíritu, difícilmente querréis actuar así en la vida pública. La advertencia es ésta: que no seáis católicos oficiales, católicos que hacen de la religión un trampolín, no para saltar hacia Dios, sino para subir hasta los puestos –las ventajas materiales: honores, riquezas, poder– que ambicionan. De ellos decía con buen humor una persona seria, quizá exagerando, que ponen los ojos en el cielo, y las manos donde caigan.

52b Tiranía de los pequeños grupos de un color determinado
Esos católicos, que hacen de llamarse católicos una profesión –una profesión, en la que ellos tienen el derecho de admitir a algunos y de rechazar a otros–, quieren negar el principio de la responsabilidad personal, sobre la que se basa toda la moral cristiana: porque el que no puede hacer uso de su legítima libertad, no tiene derecho a la remuneración por sus acciones buenas, ni puede recibir el castigo por sus acciones malas o sus omisiones.

52c Niegan el principio de la responsabilidad personal, os decía, y pretenden que todos los católicos de un país formen un bloque compacto, renuncien a todas sus libres opiniones temporales, para apoyar masivamente un solo partido, un solo grupo político, del que ellos –los católicos oficiales– son los amos, y que por tanto también es oficialmente católico.

53a Partido político confesional
Pero, ¿cómo van a conseguir que los demás ciudadanos católicos abdiquen habitualmente de sus derechos, para someterse a un monopolio que no tiene razón de ser? Lo consiguen, muchas veces, con lo que vamos a llamar un engaño, aunque yo no quiero juzgar de la buena fe con que actúan. El engaño es el de confundir a los católicos, pidiéndoles esta inútil y absurda unidad en lo opinable, en nombre de la necesaria y lógica unidad en lo que atañe a la fe y a la moral de la Iglesia.

53b Con campañas políticas bien organizadas, consiguen desconcertar a la opinión pública, haciendo creer que sólo ellos pueden ser baluarte, defensa de la Iglesia en aquellas circunstancias concretas de su país. En ocasiones, llegan a crear –y a mantener después todo el tiempo que puedan– una situación artificiosa de peligro, para que se convenzan más fácilmente los ciudadanos católicos de la necesidad de sacrificar sus libres opciones temporales, y apoyen al partido que ha asumido oficialmente la defensa de la Iglesia.

53c No os extrañe que, a veces, el engaño sea tan hábil que hasta las mismas autoridades eclesiásticas no se den cuenta, y lleguen a apoyar de alguna manera ese partido confesional, reforzando así oficialmente su carácter y su pretensión de imponerse a las conciencias de los fieles.

54a Consecuencias del partido oficial católico
No quiero decir que todos los partidos oficialmente católicos hayan de basarse en este engaño: los hay que cumplen de veras una función de servicio, de defensa de los intereses de la Iglesia, dando forma unitaria y fuerza a los ciudadanos católicos. Pero me parece casi imposible –las experiencias son muy claras– que un partido oficialmente católico, aunque nazca sirviendo a la Iglesia, no acabe sirviéndose de la Iglesia.

54b Porque tarde o temprano la situación excepcional, que ha hecho necesaria una especial unidad entre los católicos en la vida pública, tiende a normalizarse, y tiende por tanto a desaparecer la necesidad del partido único y obligatorio de los católicos.

54c Y entonces suele pasar una cosa muy humana, pero muy desagradable: que los católicos oficiales que mandan en ese partido no están dispuestos a perder su situación de privilegio, e intentan mantenerla a toda costa. Para esto, no es difícil que lleguen a hacer un chantaje moral: o siguen ellos en el poder, con el apoyo de la Jerarquía, o todo se viene abajo, porque tendrán el camino abierto los enemigos de la Iglesia.

54d Tienen razón: con su política exclusivista, tiránica, han conseguido atrofiar y poner fuera de juego todos los demás organismos y grupos compuestos por católicos, y sólo ellos están en condiciones de actuar con una cierta fuerza. Viene así el momento, en el que la Iglesia se siente comprometida, atada con doble cuerda al destino del partido católico oficial.

55a No servirse de la Iglesia
No os asombre que pueda pasar una cosa de este género. Pensad, hijos míos, que el poder temporal suele deformar, con el tiempo, al que lo posee y lo ejercita. No tiene nada de particular, por tanto, que algún católico con poca formación doctrinal y poca vida interior sienta la tentación de utilizar cualquier medio, para conservar el puesto al que ha llegado en la vida pública: y que acabe haciendo imposibles para mantenerse en el poder, aun bajando a compromisos con la propia conciencia, deformándola.

55b Comprendemos claramente que cuanto he dicho pueda suceder; pero no podemos tolerar que suceda, porque así toda la Iglesia termina por ser prisionera: prisionera la Jerarquía, atada al carro del partido oficial; y prisioneros los fieles, impedidos en el ejercicio de su legítima libertad.

55c Hemos de deducir de aquí, hijos míos, que tenemos el deber de amar la libertad de todos, y de servir a la Iglesia, evitando todo lo que pueda significar servirse de la Iglesia para fines políticos de parte. De la Iglesia sólo podemos servirnos para encontrar las fuentes de la gracia y de la salvación; esto supone renunciar a intereses propios, sacrificarse gustosamente para que Cristo reine en la tierra, tener pureza de intención. Con esta mentalidad deberán ir a la política los hijos míos que tengan esa noble inclinación: a servir a su patria, a defender las libertades humanas y a extender el reinado de Jesucristo.

55d Por eso evitarán ser católicos oficiales, y procurarán luchar lealmente con las mismas armas que los demás, presentarse como lo que son: ciudadanos corrientes iguales a los otros, católicos responsables, que guardan con los demás católicos la unidad en lo esencial, pero no quieren crear dogmas en lo accidental, en las cuestiones temporales opinables.

56a Necesidad del pluralismo político
Esta es la razón limpia y transparente, por la que entre estos hijos míos habrá siempre –es lógico y es bueno que las haya– distintas maneras de entender cuáles son los medios más aptos, en cada circunstancia, para procurar el bien común de la sociedad en que viven.

56b Tirarán todos del carro en la misma dirección –Dios, bien común de todos los hombres–, pero con diversos estados de ánimo, con muy diversas –y aun opuestas– opiniones en lo temporal opinable. Así no pueden comprometer a la Iglesia, así no pueden comprometer a la Obra.

56c A pesar de todo, algunos –bastantes de las personas con las que he hablado– parece que no quieren entender estas ideas, que son tan claras. Tengamos paciencia, dejemos correr el tiempo, y pidamos a Dios que les dé luces, y ya llegarán a comprender.

57a Peligros de la política
Os he hablado tan largamente sobre este punto de la política, porque a vosotros, mis hijos, os corresponde afirmar el reinado de Jesucristo, en todos los campos de la actividad humana, en todas las tareas temporales. Además, porque los que libremente trabajéis en la cosa pública, debéis tener muy en cuenta los peligros de la política.

57b Ya he hecho alusión a esos riesgos: os he hablado del peligro de que el ejercicio del poder llegue a deformar la conciencia, del peligro de no respetar la justa libertad de los demás y del peligro de comprometer a la Iglesia o a la Obra. Pero hay peligros aún más generales: el de la ambición, el de las pasiones –nacionalismo, partidismo, etc.–, el de perder la visión sobrenatural y olvidar la acción divina en el mundo y en los corazones.

57c Aquí vienen como anillo al dedo las palabras de la Sagrada Escritura: todas las cosas hizo buenas en su tiempo, y entregó el mundo a la disputa de los hombres, para que el hombre no halle la obra que hizo Dios desde el principio hasta el fin 68; es decir, sin que el hombre pueda comprender la admirable sabiduría, que brilla y brillará en las obras del Creador, desde el principio del mundo hasta el fin. Con las discusiones y rivalidades políticas, se olvida fácilmente el hombre de que es el Señor el que hace, el que impulsa todo lo bueno, y el que nos ha hecho libres.

58a Cómo evitar esos peligros
Para evitar ese veneno, esos peligros –que no os han de apartar de esa tarea a los que tengáis esa vocación específica, que es siempre un trabajo profesional–, la triaca está en los medios ascéticos, de los que disponen todos los hijos de Dios en su Obra para santificarse en medio del mundo, en la calle: el espíritu de pobreza, desprendimiento verdadero de los bienes temporales; y el espíritu de humildad, desprendimiento de las glorias humanas, del poder: que son los frutos sabrosos del alma contemplativa en la acción profesional.

58b Humildad
Insisto especialmente en el espíritu de humildad: porque sabéis –os lo repito continuamente– que el amor propio y el orgullo son, para el alma, mucho más insidiosos y mucho más nocivos que la concupiscencia de la carne y la concupiscencia de los ojos 69, que son peligros más fáciles de descubrir y de combatir. Por eso pido a mis hijos que estén vigilantes y que no se dejen seducir por esa gloria vana, por esos humos de soberbia, de los que está cargada la atmósfera de la vida pública. Mirad lo que nos dice San Pablo: nemo se seducat. Si quis videtur inter vos sapiens esse in hoc saeculo, stultus fiat ut sit sapiens 70. Nadie se engañe a sí mismo. Si alguno de vosotros se tiene por sabio según el mundo, hágase necio a los ojos de los mundanos, a fin de ser sabio a los de Dios.

59a Características de la humildad
Entendedme: vuestra humildad no ha de ser la misma que la de los religiosos, que están llamados por el Señor a huir del mundo, a vivir el contemptus saeculi, el desprecio de las realidades temporales, aunque esas realidades terrenas consideradas en sí mismas no supongan ofensa de Dios. Vuestra humildad, hijas e hijos de mi alma, ha de ser la humildad de los cristianos, que deben amar el mundo, tener aprecio a todas las cosas temporales que Dios ha dado al hombre para que le sirva; vuestra humildad debe ser la de almas llamadas a ser del mundo, pero sin ser mundanas, sin tolerar que las cosas temporales –instrumentos de trabajo, para el servicio de Dios– se apeguen al corazón e impidan el progreso espiritual, que tiende a la perfección de la caridad.

59b El poder, el mando, la autoridad –junto con los honores que deben necesariamente acompañar y sostener esas funciones sociales– no son cosas malas en sí, y mucho menos lo son para los seglares que deben santificarse en medio de ellas. Son cosas buenas, positivas, ordenadas por su misma naturaleza al bien del hombre y a la gloria de Dios. No son un mal necesario, ni un mal menor: ni, en paridad de condiciones, se puede decir que es más perfecto abstenerse de ellas que utilizarlas.

60a La enseñanza de San Pablo es clarísima: toda persona esté sujeta a las potestades superiores: porque no hay potestad que no provenga de Dios, y Dios es el que ha establecido las que hay en el mundo. Por lo cual quien desobedece a las potestades, a la ordenación o voluntad de Dios desobedece… Porque el que gobierna es un ministro de Dios puesto para tu bien… Por esta misma razón les pagáis los tributos, porque son ministros de Dios, a quien en esto mismo sirven. Pagad pues a todos lo que se les debe: al que se le debe tributo, el tributo; al que impuesto, el impuesto; al que temor, temor; al que honra, honra 71. Y, antes, el mismo Jesucristo lo había enseñado, diciendo a Pilatos: no tendrías poder alguno sobre mí, si no te fuera dado de arriba 72.

60b Peligros del poder humano
Pero el poder, siendo como es necesario y bueno, no deja de ser para el hombre caído –pronus ad peccatum, inclinado al pecado– una ocasión más de apego, de vanagloria, de hinchazón, de olvido de Dios, como tantas otras cosas buenas, que se pueden volver malas por la malicia de los hombres.

60c Por eso, los cristianos corrientes que deben santificarse en estas cosas públicas –también vosotros, hijas e hijos míos, si habéis libremente elegido esa actividad profesional, que es parte de vuestra llamada divina– han de estar vigilantes, rectificando constantemente la intención.

61a Rectitud de intención
Aquí viene muy bien que os recuerde esa manifestación tan heroica de la rectitud de intención, de la humildad verdadera en el servicio de Dios, que se ha de vivir siempre en Casa: me refiero a la disposición de todos mis hijos a abandonar la labor personal más floreciente –puede ser también una labor política–, para dedicarse a otras tareas profesionales externamente menos brillantes, si el bien del apostolado lo requiere y los que tienen autoridad en la Obra así lo disponen.

61b Desprendimiento
Esta decisión habitual es una muestra bien evidente de desprendimiento, porque nos da lo mismo trabajar aquí o allí, con tal de saber que nuestra labor es un servicio a Dios y a todas las almas: con este espíritu, mis hijos aprenden a agradar a Dios en todo lo que hacen, y a evitar el contagio del afán desordenado de poder y de las ambiciones personales.

61c Respetar las opiniones ajenas
Porque saben ceder, respetar la legítima opinión ajena, actuar con el estilo de los hijos de Dios en la Obra, en todo, y concretamente en la vida pública, no olvidarán que su misión es servir, sin esperar gratitud ni honores de los hombres, y teniendo sólo el deseo de agradar a Jesús, cui servire regnare est. Así serán indudablemente más eficaces, y sobre todo se santificarán en todas sus actividades personales, que –con la gracia de Dios– habrán sabido convertir en instrumento de santificación y de apostolado, con un radio de acción extensísimo.

62a Cuando os hablo de apostolado del ejemplo, de actuación personal libre y responsable, de no ser nunca católicos oficiales, quizás alguno podría pensar que, para hacer más eficaz esta penetración apostólica en todos los ambientes y dar más fácilmente este ejemplo cristiano, sea conveniente observar secreto respecto al hecho de pertenecer a la Obra.

62b Naturalidad: nada de secreto
Mirad: no es así. Aborrezco del secreto, que muchas veces no sirve sino para hacer el mal, o para que se diluya la responsabilidad. No admito más secreto que el de la confesión: y así lo digo siempre, a todos los que alguna vez se me acercan con la pretensión de contarme algo en secreto.

62c Comienzos de la Obra
Ciertamente, ahora, por estar en los comienzos de esta labor divina, de nuestra Obra de Dios, es absolutamente necesario no divulgar imprudentemente nuestro camino, porque pocos están en condiciones de entender esa novedad. Pero esta temporánea actitud nuestra es la más natural: es el secreto de la gestación.

62d Todos los seres que tienen vida necesitan un cierto tiempo de protección –más o menos largo–, antes de aparecer a la luz; tienen necesidad de unas condiciones particulares que hagan posible su primer desarrollo, su maduración. Esto lo hace la naturaleza con las plantas y con los animales y con los hombres; es, pues, perfectamente natural que tengamos nosotros el mismo cuidado con la Obra, que es un organismo vivo, que está comenzando su actividad. De otra parte, así han comenzado de ordinario todas las instituciones apostólicas: sin espectáculo, sin ruido. Desgraciada o afortunadamente ya se prevé que, de hacer ruido sobre la Obra de Dios, se encargarán otros.

63a Santa impaciencia
Hemos de tener una santa impaciencia por pegar el fuego divino, que el Señor ha hecho arder en nuestros corazones, a todas las almas que están alrededor nuestro, y hasta a las más lejanas: pero, mientras no llegue la aprobación de la Santa Iglesia, conviene que se actúe con prudencia –de acuerdo con el Rvmo. Ordinario del lugar, como hemos hecho siempre–, dando a conocer afirmativamente a la gente la realidad de la Obra. Tened muy claro, sin embargo, que este modo de proceder no es, de ninguna manera, guardar secretos: obramos a la vista de todo el mundo, y de hecho sólo los ciegos y los sordos pueden desconocer nuestra Obra.

63b Incomprensión
Algunos, por lo que veo, llevados de su incomprensión –ya notáis que no soy duro en juzgar–, querrían que mis hijos, por tener esa entrega maravillosa al servicio de Dios, lucieran un cartelón en la espalda que dijera, poco más o menos: conste que soy un buen chico. Y no se dan cuenta de que nosotros –que no somos, ni seremos nunca religiosos–, jurídicamente, canónicamente, trabajamos con sentido sobrenatural, lo mismo que los miembros de una asociación de fieles.

63c Y a nadie se le ocurre hacer, por ejemplo, que un médico, si es terciario, ponga en sus tarjetas de visita: «Fulano de Tal, terciario franciscano, doctor en Medicina». Luego nuestra manera de obrar no puede ser calificada como un secreto: porque no es querer disimular lo que somos. Por el contrario, es sencillamente naturalidad: no querer simular lo que no somos, porque somos cristianos corrientes, iguales a los demás ciudadanos.

64a Trabajar con naturalidad
Para ser eficaces, por lo tanto, debéis trabajar con naturalidad, sin espectáculo, sin pretender llamar la atención, pasando inadvertidos, como pasa inadvertido un buen padre que educa cristianamente a sus hijos, un buen amigo que da un consejo lleno de sentido cristiano a otro amigo suyo, un industrial o un negociante que cuida de que sus obreros estén atendidos en lo espiritual y en lo material.

64b Humildad personal
Debéis trabajar –por tanto– silenciosamente, pero sin misterios ni secreteos, que nunca hemos empleado y nunca emplearemos: porque no se necesitan para servir a Dios, y además repugnan a las personas que tienen claridad en la conciencia y en la conducta. Silenciosamente: con una humildad personal tan honda, que os lleve necesariamente a vivir la humildad colectiva, a no querer recibir cada uno la estimación y el aprecio que merece la Obra de Dios y la vida santa de sus hermanos.

64c Heroísmo en la humildad colectiva
Esta humildad colectiva –que es heroica, y que muchos no entenderán– hace que los que forman parte de la Obra pasen ocultos entre sus iguales del mundo, sin recibir aplausos por la buena semilla que siembran, porque los demás apenas se darán cuenta, ni acabarán de explicarse del todo ese bonus odor Christi 73, que inevitablemente se ha de desprender de la vida de mis hijos.

65a Nosotros hemos de tener muy metidas, en nuestra vida de almas entregadas al servicio del Señor, aquellas palabras suyas: guardaos de hacer vuestras obras buenas en presencia de los hombres, con el fin de que os vean; de otra manera no recibiréis el galardón de vuestro Padre que está en los cielos 74.

65b Esperanza
La virtud teologal de la esperanza nos da un aprecio tan grande del premio que nos ha prometido nuestro Padre Dios, que no estamos dispuestos a correr el riesgo de perderlo por falta de humildad colectiva; no queremos que a nosotros se nos apliquen, por haber buscado el aplauso de los hombres, aquellas otras palabras de Jesús: amen, dico vobis, quia receperunt mercedem suam 75; recibieron ya su galardón. ¡Triste negocio!

65c Por eso no queremos que se nos alabe, ni que se nos pregone: queremos trabajar calladamente, con humildad, con alegría interna –servite Domino in laetitia 76–, con entusiasmo apostólico que no se desvirtúa precisamente porque no se desborda en ostentación, en manifestaciones aparatosas. Queremos que haya en todas las profesiones, en todas las tareas humanas, grupos escogidos de hombres y de mujeres que, sin banderas al viento ni etiquetas llamativas, vivan santamente e influyan en sus compañeros de trabajo y en la sociedad, para el bien de las almas: ése es el afán exclusivo de la Obra.

66a Poco ruido y mucha eficacia
Siempre os digo que hay quienes trabajan como tres, y hacen el ruido de tres mil; nosotros queremos trabajar como tres mil, haciendo el rumor de tres. No estoy diciendo nada peyorativo para nadie; respeto las opiniones contrarias a esa sencillez nuestra, en el modo de hacer el apostolado. Pero estoy convencido de que la unidad espiritual de los cristianos no necesita siempre manifestaciones externas de masas y acciones colectivas ruidosas. La unidad no se logra con congresos y vocerío, sino con la caridad y con la verdad.

66b Defensa de la humildad
Entendéis, por tanto, que la discreta reserva –nunca secreto– que os inculco, no es sino el antídoto contra el faroleo; es la defensa de una humildad que Dios quiere que sea también colectiva –de toda la Obra–, no sólo individual; es también, al mismo tiempo, instrumento de mayor eficacia en el apostolado del buen ejemplo, que cada uno personalmente desarrolla en su propio ambiente familiar, profesional, social.

66c La humildad lleva a la comprensión
Porque no podemos olvidar, hijas e hijos de mi alma, que toda nuestra vida –por llamada divina– es apostolado. De ahí nace –lo estáis experimentando vosotros, y lo experimentarán todos los hermanos vuestros que vengan después– el deseo constante de tratar a todos los hombres, de superar en la caridad de Cristo cualquier barrera.

66d De ahí nace en nosotros la cristiana preocupación por hacer que desaparezca cualquier forma de intolerancia, de coacción y de violencia en el trato de unos hombres con otros. También en la acción apostólica –mejor: principalmente en la acción apostólica–, queremos que no haya ni el menor asomo de coacción. Dios quiere que se le sirva en libertad y, por tanto, no sería recto un apostolado que no respetase la libertad de las conciencias.

67a Comprensión con todas las almas
Comprensión, pues, aunque a veces haya quienes no quieran comprender: el amor a todas las almas os ha de llevar a querer a todos los hombres, a disculpar, a perdonar. Debe ser un amor que cubra todas las deficiencias de las miserias humanas; debe ser una caridad maravillosa: veritatem facientes in caritate 77, siguiendo la verdad del Evangelio con caridad.

67b Caridad
Tened en cuenta que la caridad, más que en dar, está en comprender. No os escondo que yo estoy aprendiendo, en mi propia carne, lo que cuesta el que a uno no le comprendan. Me he esforzado siempre en hacerme comprender, pero hay quienes están empeñados en no entenderme. También por esto, quiero comprender a todos; y vosotros siempre debéis esforzaros en comprender a los demás.

67c No hacer discriminaciones
Sin embargo, no es un impulso circunstancial el que nos lleva a tener ese corazón amplio, universal, católico. Este modo de comportarse es de la misma esencia de la Obra, porque el Señor nos quiere por todos los caminos de la tierra, echando la semilla de la comprensión, de la disculpa, del perdón, de la caridad, de la paz. No nos sentiremos jamás enemigos de nadie. La Obra nunca podrá hacer discriminaciones, nunca querrá excluir a nadie de su apostolado: si no, haría traición a su propio fin, a la razón por la cual Dios la ha querido en la tierra.

68a Salvar a todas las almas
No alcanzo a ver cómo se pueda vivir según el corazón de Jesucristo, y no sentirse enviado, como Él, peccatores salvos facere 78, para salvar a todos los pecadores. La actitud del cristiano, por tanto, no puede ser distinta de la que señala San Pablo: recomiendo, pues, ante todas las cosas, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres… Porque ésta es una cosa buena y agradable a los ojos de Dios Salvador Nuestro, el cual quiere que todos los hombres se salven y vengan en conocimiento de la verdad 79.

68b Comprender a todos
El mismo San Pablo nos ofrece su ejemplo personal para practicar esta doctrina: híceme flaco para los flacos, para ganar a los flacos; híceme todo para todos, para salvar a todos 80. Este es, hijas e hijos míos, el espíritu que os he enseñado a ejercitar. Un espíritu que es manifestación bien real de diversidad práctica, de espíritu abierto, de disponibilidad sin límites.

68c Esta doctrina me la ha dado Dios, para que os la dé a vosotros: y la habéis de vivir siempre con vuestro trabajo en tantas tareas humanas, que se desarrollarán con el tiempo en todos los rincones de la tierra, para contribuir a promover la unidad verdadera, el trato sincero de todos los hombres.

69a Tarea de unidad
Alguna vez el panorama os puede parecer descorazonador: porque advertiréis la pequeñez humana de vuestro esfuerzo, frente a todo un mundo que desconoce la comprensión. Tenéis razón: se ha dicho que el mundo acaba siempre dividido en dos mitades, y una se dedica a hablar mal de la otra. Pero, precisamente porque sobra desunión e incomprensión, nos quiere Dios en todos los caminos de los hombres para vivir personalmente la comprensión de Cristo, y para enseñarla a vivir.

69b Dóciles a la gracia
No pretendemos cambiar todo en pocos días. Os diré más, algo que entristece: quizá nunca los cristianos llegaremos a establecer plenamente en la tierra este clima de unidad. Pero eso no quita que tengamos esta meta delante de los ojos: llegaremos, si somos fieles –dóciles a la gracia de Dios–, hasta donde Dios quiera; por supuesto, mucho más allá de lo que nunca podamos soñar.

69c Si me preguntáis por los medios, para obtener ese fin de caridad, os contestaré que los tenéis en nuestros modos apostólicos peculiares, que son manifestaciones naturales del espíritu sobrenatural de la Obra. Primero, como sabéis, la labor de amistad y de confidencia entre los jóvenes de todas las clases sociales, que son la esperanza, que ahora está cuajando, de la realidad de mañana.

69d Superar los obstáculos
Luego, la práctica constante de las virtudes de la convivencia, ofreciendo a Dios con alegría, sin que se note, los roces inevitables con caracteres, mentalidades, gustos diversos: cum omni humilitate et mansuetudine, cum patientia supportantes invicem in caritate 81; con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros con caridad.

70a No exagerar las dificultades
No exageréis esas dificultades. Un alma contemplativa sabe ver a Jesucristo en los que le rodean, y no le cuesta soportar todo lo que sea molesto en la convivencia con sus hermanos los hombres. Más aún, soportar le parece poco: lo que quiere es edificar, imitar a Jesucristo con su caridad sin límites, con su capacidad de ceder y conceder en todo lo personal, en todo lo que no suponga ofensa de Dios.

70b Y así nosotros, como más fuertes en la fe –os diré con San Pablo–, debemos soportar las flaquezas de los menos firmes, y no dejarnos llevar de una vana complacencia por nosotros mismos. Al contrario, cada uno de vosotros procure dar gusto a su prójimo en lo que es bueno y puede edificarle 82.

70c Discusiones
También os he enseñado, hijas e hijos míos, una regla práctica, esencial para la convivencia, para edificar a los demás en la caridad: no discutir, no pretender convencer a los demás con la dialéctica, ya que muchos no están en disposición de ceder sin sentirse humillados, al reconocer la razón del que habla como adversario.

70d No humillar a nadie
Tratad con caridad al que todavía es flaco o poco instruido en la fe, sin andar en disputas de opiniones 83. Se expone la verdad serenamente, de forma positiva, sin polémica, sin humillar, dejando siempre al otro una salida honrosa, para que reconozca sin dificultad que estaba equivocado, que le faltaba formación o información. A veces, la caridad más fina será hacer que el otro quede con la convicción de que ha llegado, por su cuenta, a descubrir alguna verdad nueva. No discutáis: en cambio, haced estudiar serenamente los problemas, proporcionando doctrina escrita.

71a Entrega verdadera
Con esta disposición entregada, no dudéis de que el Señor nos concederá a los cristianos lo que pedía San Pablo: quiera el Dios de la paciencia y de la consolación haceros la gracia de estar siempre unidos mutuamente en sentimientos y afectos según el Espíritu de Jesucristo, a fin de que no teniendo sino un mismo corazón y una misma boca, glorifiquéis unánimes a Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo 84.

71b Mansedumbre, para ceder en lo personal
Esta entrega, esta comprensión, esta caridad, olvidándonos de nuestros derechos, nos hace ceder –conceder– en todo lo que sea nuestro, en todas nuestras cosas personales, hasta donde llegó Jesucristo. El Señor nos ha dicho que aprendamos de Él: discite a me quia mitis sum et humilis corde 85; para vivir esa mansedumbre, esa humildad, esa santa transigencia con todo lo personal, nos basta contemplar a Jesús, que semetipsum exinanivit formam servi accipiens, in similitudinem hominum factus et habitu inventus ut homo 86; que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los demás hombres y reducido a la condición de hombre.

71c Santa transigencia
No tuvo límites el anonadamiento de Nuestro Señor. Hasta la muerte más ignominiosa llegó su santa transigencia: humiliavit semetipsum factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis 87; se anonadó a sí mismo, siendo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y lo hizo por amor a los hombres, a los que llama amigos suyos, aunque no quieran serlo. Vos autem dixi amicos 88, dice a los discípulos que le van a dejar solo en el momento de la prueba. Amice, ad quid venisti? 89, ¿a qué has venido, amigo?, dice al mismo Judas, que viene a entregarlo.

71d Y por amor a todos –a sus amigos que quieren ser fieles, aunque están llenos de miserias; y a los que no quieren ser amigos suyos–, Jesucristo se deja maltratar, insultar, crucificar. Maiorem hac dilectionem nemo habet, ut animam suam ponat quis pro amicis suis 90; nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

72a Santa intransigencia
Pero Jesucristo no nos ha dado sólo el ejemplo de la santa transigencia; nos ha dado también el ejemplo clarísimo de la santa intransigencia, en las cosas de Dios. Porque Jesús no transige con el error –¡esas reprimendas terribles a los fariseos!–, ni tolera que delante de Él se ofenda impunemente al Creador. Contemplad la santa indignación de Cristo, frente al abuso de los mercaderes en el Templo: habiendo entrado en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían en él, diciéndoles: escrito está: mi casa es casa de oración; pero vosotros la tenéis hecha una cueva de ladrones 91.

72b Por amor de Dios; no por intereses personales
Tampoco podemos tolerar que se ofenda a Dios donde estemos nosotros, pudiéndolo evitar; si es preciso, utilizaremos también una santa coacción, acompañada de toda la suavidad posible en la forma, y siempre respetando la legítima libertad de las conciencias. Es decir, actuaremos de tal modo que quede claro que no nos movemos para defender intereses personales, sino sólo por amor de Dios –zelus domus tuae comedit me 92, el celo de tu Casa me come las entrañas– y por amor a los hombres, que queremos sacar del error, para impedir que condenen neciamente su alma.

73a Fortaleza
Por eso, a veces, hijas e hijos míos, no tendremos más remedio que pasar un mal rato nosotros y hacérselo pasar a otros, para ayudarles a ser mejores. No seríamos apóstoles, si no estuviésemos dispuestos a que interpreten mal nuestra actuación y reaccionen de un modo desagradable.

73b Los santos han sido y son incómodos
Hemos de convencernos de que los santos –nosotros no nos creemos unos santos, pero queremos serlo– resultan necesariamente unas personas incómodas, hombres o mujeres –¡mi santa Catalina de Siena!– que con su ejemplo y con su palabra son un continuo motivo de desasosiego, para las conciencias comprometidas con el pecado.

73c Para los que no quieren tener una vida limpia, nuestra delicadeza en la guarda del corazón ha de ser necesariamente como un reproche, como un estímulo, que no permite a las almas abandonarse o adormecerse. Es bueno que sea así; el hijo mío que no quiera provocar estas reacciones en las almas de los que le rodean, el que desee siempre hacerse el simpático, no podrá evitar él mismo la ofensa a Dios, porque se hará cómplice de los desórdenes de los demás. Vivid de modo que podáis decir: inflammatum est cor meum, et renes mei commutati sunt: zelus domus tuae comedit me 93; mi corazón se inflama y se conmueven mis entrañas: porque el celo de tu casa me devora.

74a El santo es incómodo, os decía. Pero eso no significa que haya de ser insoportable. Su celo nunca debe ser un celo amargo; su corrección nunca debe ser hiriente; su ejemplo nunca debe ser una bofetada moral, dada en la cara de sus amigos. La caridad de Cristo –esa santa transigencia con las personas, de la que os hablaba– debe suavizarlo todo, de modo que nunca se aplique a ningún hijo mío eso que se puede decir –a veces, desgraciadamente, con razón– de ciertas buenas personas: que para aguantar a un santo, se necesitan dos santos.

74b Buscar la paz con todos
Nuestra actitud ha de ser todo lo contrario: no queremos que nadie se aparte de nosotros, porque no hayamos sabido comprenderle o tratarle con cariño. Nunca hemos de ser personas que van buscando pelea. Sigamos el consejo de San Pablo: vivid en paz, si puede ser y en cuanto esté de vuestra parte, con todos los hombres 94.

74c Nos esforzamos por vivir en paz, aun cuando los demás no quieran: bendecid a los que os persiguen: bendecidlos, y no los maldigáis… A nadie devolváis mal por mal, procurando obrar el bien, no solo delante de Dios, sino también delante de todos los hombres 95. No tratamos nunca a nadie como enemigo, porque no podemos ser enemigos de nadie.

75a Amistad con todos
Más aún, vamos positivamente a hacernos amigos, a ganarnos amigos para hacerlos amigos de Jesucristo. El Señor quiere servirse de nosotros –de nuestro trato con los hombres, de esta capacidad nuestra, que nos ha dado Él, de querer y de hacernos querer–, para seguir haciéndose Él amigos en la tierra; como se sirvió de Juan el Bautista para encontrar al otro Juan, el que iba a ser el amigo predilecto, el que vemos recostado en el pecho de Jesús aquella noche entrañable de la Última Cena: erat ergo recumbens unus ex discipulis eius in sinu Iesu, quem diligebat Iesus 96.

75b Vamos a hacernos amigos entre todos nuestros compañeros de trabajo, entre todos los que viven en nuestro ambiente, aunque estén lejos de Dios; incluso os puedo decir que a éstos nos debemos acercar más, porque nos necesitan más. Nos necesitan, primero, los cristianos flojos, los que no viven de acuerdo con la fe que profesan; vamos a acercarnos a ellos con toda nuestra caridad y con toda nuestra comprensión, ofreciéndoles una amistad sincera, auténtica, humana y sobrenatural.

75c No tener miedo al contagio
No os retraiga el peligro del contagio; con nuestra vida contemplativa, con la fidelidad a nuestro espíritu, a nuestras Normas y a nuestras costumbres, estamos inmunizados de sus errores y de sus ejemplos, si no son cristianos. Como los queremos con el corazón de Cristo, está Jesús entre nosotros y ellos, y acabaremos ahogando el mal en abundancia de bien.

76a Paciencia
Necesitáis, sin embargo, mucha paciencia; debéis hacer el propósito firme de no desanimaros, porque la labor no es fácil. Es más milagro, en efecto, la conversión de un mal cristiano –católico o no– que la de un pagano: ya que los primeros tienden a comprender mal, de un modo deformado, todo lo que les digamos de Jesús y de su doctrina, porque delante de sus ojos no ven a Jesucristo, sino una caricatura de Jesucristo.

76b Constancia en la oración
Frente a esa dificultad hemos de poner nuestra constancia en la oración: rogad también continuamente por los otros hombres, pues cabe en ellos esperanza de conversión, a fin de que alcancen a Dios. Haced que, al menos por vuestras obras, reciban instrucción de vosotros… Oponed a sus blasfemias, vuestras oraciones; a sus extravíos, vuestra firmeza en la fe; a su fiereza, vuestra dulzura… Mostrémonos hermanos suyos, por nuestra amabilidad: sólo hemos de esforzarnos en imitar al Señor 97.

76c Querer comprender, por afán apostólico
Ved, hijas e hijos de mi alma, cuál es el motivo último de nuestro espíritu abierto, de nuestro querer comprender a todos: es el afán apostólico. Si huyéramos de los que no conocen o no practican la fe de Cristo, no les daríamos la posibilidad de contemplar nuestro ejemplo, no les podríamos ofrecer la imagen verdadera de Jesucristo reflejada en nuestras vidas, aun en medio de tanta miseria personal nuestra.

77a Apostolado ad fidem
Hemos de ir con todos, si es preciso, hasta las mismas puertas del infierno: más allá, no, porque allí no se puede amar a Jesucristo. Los atraeremos con nuestra amistad leal, recibiremos en nuestras propias casas hasta a los más lejanos. Por eso, será parte de nuestro amadísimo apostolado ad fidem –que a su tiempo recibirá, no lo dudo, sanción oficial– permitir a nuestros amigos acatólicos asistir a los actos del culto en nuestros oratorios; sin darles demasiadas facilidades, haciéndoselo desear, de modo que se subraye la libertad personal, que es característica principal de nuestros apostolados.

77b Para facilitar esta labor, es más conforme con nuestro espíritu que no pongamos, a nuestros Centros o a nuestras casas, nombres que puedan tener un sentido agresivo o militar, de victoria o de gloria: Deo omnis gloria!, ¡para Dios toda la gloria! Aunque respeto sin inconveniente que otros piensen y obren de otra manera, tened presente siempre que los hijos de Dios, en su Obra, no necesitamos de violencias; nos sentimos protegidos por la Providencia divina, y podemos decir después de haberlo experimentado tantas veces: in umbra manus suae protexit me 98, me cubrió el Señor con la sombra de su mano.

78a Labor apostólica junto con otros ciudadanos
Hasta ahora, hijas e hijos míos queridísimos, os he hecho considerar algunas facetas del apostolado individual que cada uno de vosotros ha de ejercer en su propio ambiente, en el desarrollo de su trabajo ordinario, de su profesión u oficio. Hay, sin embargo, otros tipos de apostolado que, con el tiempo, ejercitarán mis hijos en todo el mundo, asociándose como ciudadanos corrientes a otros ciudadanos, siempre dentro de las leyes del país en el que trabajen.

78b Se asociarán a otros ciudadanos –no tienen por qué ser siempre católicos–, para desarrollar juntos una labor profesional con una finalidad eminentemente apostólica, es decir, que sirva directamente para dar doctrina –éste es siempre nuestro apostolado–, aunque no tenga un carácter exclusivamente espiritual.

78c Tareas culturales, de beneficencia, de prensa
De ordinario se tratará, por ejemplo, de labores culturales, de beneficencia, de prensa, de cine, etc. No deben ser tareas oficialmente católicas, aunque podrá haber alguna excepción, si se viera oportuno. Pero en general han de tener la misma característica que el apostolado personal de mis hijos, del que os acabo de hablar: porque se tratará de trabajo profesional, secular y laical, hecho por ciudadanos entre sus iguales. El problema no está en llamarse católicos, sino en serlo, tanto en la actuación individual, como en las labores de conjunto.

79a Obras corporativas
Deberá haber, finalmente, también otro tipo de apostolados de los que la Obra oficialmente se hará responsable; serán siempre actividades profesionales de carácter plena y exclusivamente apostólico, realizadas por mis hijos. Y como las llevarán a cabo corporativamente los que pertenecen al Opus Dei, las llamaremos obras corporativas.

79b Podrán ser de tipos muy diversos, según las circunstancias y las necesidades de las almas en cada lugar y en cada época: centros de formación para todas las categorías sociales; casas para retiros espirituales y cursos de instrucción religiosa; residencias para estudiantes universitarios; centros profesionales y asistenciales para obreros, campesinos, etc.

79c Carácter profesional
Las hijas y los hijos míos que se harán cargo de estas labores apostólicas deberán dedicarse a ellas profesionalmente, porque para todos los que forman parte de la Obra, sin excepción, el trabajo profesional es el único medio de santificación propia y ajena. Su labor en las obras corporativas será su trabajo ordinario de tipo profesional, aunque tenga una finalidad directa y totalmente apostólica; y, en todo caso, se tratará de una labor igual a la que ejercen muchos otros ciudadanos: maestros, médicos, administradores, directores de residencias de estudiantes, etc.

79d Nuestro trabajo es siempre profesional
Si alguna vez los hijos míos tienen que dejar su ocupación profesional habitual, para dedicarse a tareas de dirección, de formación o de asistencia en alguna labor corporativa, tampoco entonces habrán dejado de vivir la vida ordinaria de la gente de la calle, y su nueva labor será siempre trabajo profesional; puesto que es corriente, en todas partes, que muchas personas cambien con más o menos frecuencia de actividades, por motivos familiares, económicos, sociales, etc. Y hay profesiones –la política, por ejemplo– a las que suelen dedicarse ordinariamente quienes ya se habían ocupado y siguen ocupándose de otras tareas.

80a Pobreza
Las casas y los Centros que son la sede material –el domicilio– de estas labores corporativas no serán nuestras, ordinariamente. Por muchos motivos, no conviene; y además no podría ser, porque somos pobres: la Obra es pobre ahora, en los comienzos, y lo será siempre, porque el Señor no dejará nunca de pedirnos más labores apostólicas, más iniciativas, más gastos de dinero y de personas en su servicio. Trabajaremos en casas alquiladas, o en edificios del Estado, o en sitios de los que tenga la propiedad alguna sociedad formada por algunos hijos míos y por otros ciudadanos que nos quieran ayudar.

80b Responsabilidad
Porque somos pobres, las hijas y los hijos míos llevarán estas labores con un sentido de responsabilidad muy grande, cara a Dios. Les guiará, en cualquier circunstancia que se presente y que no esté expresamente prevista en las normas concretas que voy dando, la fórmula, el criterio seguro que me habéis oído tantas veces: harán lo que haría, en las mismas circunstancias, un padre o una madre de familia numerosa y pobre.

80c Fin espiritual y apostólico
Estas labores corporativas, os decía, excluyen cualquier otro fin que no sea puramente espiritual y apostólico: por eso es posible y necesario que la Obra –cuyo fin es exclusivamente sobrenatural– se haga responsable de la seguridad de su doctrina católica. No difundirán una doctrina o unas opiniones corporativas en asuntos temporales, porque tal doctrina corporativa –os lo he dicho mil veces– no existe, no puede existir. Corporativamente, no tenemos opiniones propias –cada uno, sí las puede tener–, tenemos sólo creencias: la doctrina de la Iglesia que aceptamos sin reservas, y que es lo único que nos une.

81a Nos unen, la doctrina de la Iglesia, y la llamada divina
Efectivamente sólo nos une la doctrina de la Iglesia Santa de Dios, la llamada divina y el deseo de servirla como hijos suyos fieles y agradecidos. Esta es nuestra ambición sobrenatural, que es precisamente lo que más se opone a cualquier ambición humana, a cualquier afán de ventaja personal. No trabajamos para encumbrarnos, sino para desaparecer y, con nuestro sacrificio, poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres.

81b Toda la gloria para Dios
Nuestro lema es el del Bautista: illum oportet crescere, me autem minui 99; conviene que Cristo crezca, y que yo me haga pequeño. Por eso, nuestra ambición más grande –la verdadera gloria de la Obra– es vivir sin gloria humana, para que sólo a Dios vaya la gloria, soli Deo honor et gloria 100.

81c Ya hemos contemplado el ejemplo de Jesucristo. Vamos a verle otra vez, volviendo a un texto maravilloso de San Pablo, que os he citado en otra ocasión: …no debemos dejarnos llevar de humana complacencia de nosotros mismos… Porque Cristo no buscó la propia satisfacción, antes bien, como está escrito, decía a su Padre: los oprobios de los que te ultrajaban vinieron a descargar sobre mí 101.

82a Deseo de servir
No vamos al apostolado a recibir aplausos, sino a dar la cara por la Iglesia, cuando ser católicos es difícil; y a pasar ocultos, cuando llamarse católicos es una moda. De hecho, en muchos ambientes, ser católicos de verdad, aun sin llamarse así, es razón suficiente para recibir todo tipo de injurias y de ataques. Por eso aunque os he dicho alguna vez que a nosotros nos repugnavivir de ser católicos, viviremos, si es necesario, a pesar de ser católicos. Sin olvidar, añado siempre, que nos repugnaría más aún vivir de llamarnos católicos.

82b Nuestra ambición es servir
Ambición de servir: esta ambición tiene unas manifestaciones concretas muy claras, que podríamos llamar también nuestras pasiones dominantes, nuestras locuras. La primera es la de querer ser el último en todo, y el primero en el amor. Al Señor le decimos, en nuestra meditación personal: Jesús, ¡que yo te quiera más que todos! Ya sé que soy el último de tus siervos; ya sé que estoy lleno de miserias: ¡me has tenido que perdonar tantas ofensas, tantas negligencias! Pero tú has dicho que ama menos aquel a quien menos se le perdona 102.

82c Afán de almas
Afán de almas: tenemos el deseo vehemente de ser corredentores con Cristo, de salvar con Él a todas las almas, porque somos, queremos ser ipse Christus, y Él dedit redemptionem semetipsum pro omnibus 103, se dio a sí mismo en rescate por todos. Unidos a Cristo y a su Madre Bendita, que es también Madre nuestra, Refugium peccatorum; fielmente pegados al Vicario de Cristo en la tierra –al dulce Cristo en la tierra–, al Papa, tenemos la ambición de llevar a todos los hombres los medios de salvación que tiene la Iglesia, haciendo realidad aquella jaculatoria, que vengo repitiendo desde el día de los Santos Ángeles Custodios de 1928: omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!

83a Espíritu de reparación
Pero no podemos aspirar a ser corredentores con Cristo, si no estamos dispuestos a reparar por los pecados, como Él lo hizo. Mirad cómo San Pablo aplica a Jesucristo las palabras del Salmo XXXIX: Tú no has querido sacrificio ni ofrenda, pero a mí me has preparado un cuerpo mortal; no te han agradado los holocaustos por el pecado, entonces dije: heme aquí que vengo; según está escrito de mí al principio del libro, para cumplir, oh Dios, tu voluntad 104.

83b Ofrecernos a Dios sin reservas
Queremos ofrecer nuestra vida, nuestra dedicación sin reservas y sin regateos, como expiación por nuestros pecados; por los pecados de todos los hombres, hermanos nuestros; por los pecados cometidos en todos los tiempos, y por los que se cometerán hasta el fin de los siglos: ante todo, por los católicos, por los elegidos de Dios que no saben corresponder, que hacen traición al amor de predilección que el Señor les ha tenido.

83c Ganar almas para Jesucristo
Amar como el que más: ganar para Cristo todas las almas; reparar abundantemente por las ofensas hechas al Corazón Sacratísimo de Jesús: he aquí nuestras ambiciones. Con una locura tan divina, con este celo que nos come las entrañas, zelus domus tuae comedit me 105, ¿qué ambición humana podrá pegársenos en el camino de nuestra vida? Ninguno de nosotros, si mantiene este espíritu de la Obra, puede tener afán de lucirse, de ascender en la escala social, de conseguir puestos, honores, reconocimientos, si no es a pesar suyo y para servir a Dios.

83d Porque si nos moviésemos por esta ambición humana, para satisfacer nuestro amor propio –no faltarán quienes digan falsamente que lo hemos hecho–, entonces tendríamos que renunciar a la aspiración de servir a Dios: nemo potest duobus dominis servire 106, porque nadie puede servir a dos señores: a Jesucristo y a nuestra vanidad.

83e No pensar en hacer carrera
Recuerdo que, apenas ordenado, me dieron este buen consejo: si quiere usted hacer carrera, evite cuidadosamente todo lo que sea trabajar en serio, y, sobre todo, evite escribir cosas claras. Entonces quizá no lo entendí muy bien; ahora veo que, desde un punto de vista humano, tenían razón. Pero doy gracias a Dios, Señor mío, porque me hizo comprender –ya entonces– que no debía hacerles caso: no me interesó nunca hacer carrera, a pesar de mis faltas y de mis miserias personales.

84a No ha habido nunca psicosis de fundación
Tal es mi horror a todo lo que suponga ambición humana, aunque irreprochable, que si Dios en su misericordia se ha querido servir de mí, que soy un pecador, para la fundación de la Obra, ha sido a pesar mío. Sabéis qué aversión he tenido siempre a ese empeño de algunos –cuando no está basado en razones muy sobrenaturales, que la Iglesia juzga– por hacer nuevas fundaciones. Me parecía –y me sigue pareciendo– que sobraban fundaciones y fundadores: veía el peligro de una especie de psicosis de fundación, que llevaba a crear cosas innecesarias por motivos que consideraba ridículos. Pensaba, quizá con falta de caridad, que en alguna ocasión el motivo era lo de menos: lo esencial era crear algo nuevo y llamarse fundador.

84b Así se multiplicaban las obras, con nombres y finalidades que aparentemente nacían –atomizando las tareas apostólicas y mudando frecuentemente sus fines– de ese querer ser cabeza de ratón: y me divertía no poco –he de confesarlo, y pido perdón a Dios, si con eso le ofendí– diciendo para mis adentros, al considerar las finalidades concretas, diminutas, que daban origen a vestimentas chocantes y a familias religiosas iguales a otras muchas que ya existían, puesto que se diferenciaban solamente en el color del hábito, o en el cordón o en la correa ceñida a la cintura: Fundación del Padre Fulano, de hijas de Santa Emerenciana de Tal, para las nietas de viuda bizca, que tengan el pelo rubio. No os extrañe si os cuento que conozco instituciones hechas para corregir jóvenes pervertidas –es un ejemplo entre muchos–, que a los pocos años dejan la labor fundacional, no porque no haya más mujeres desviadas que antes, sino por un motivo de comodidad, para dedicarse a tener escuelas de pago o labores por el estilo.

84c Comienzo de la Obra: sólo por obediencia a una clara voluntad divina
Después, muchas veces –aunque no soy amigo de comedias– he tenido la tentación, el deseo, de ponerme de rodillas, para pediros perdón, hijos míos, porque con esa repugnancia a las fundaciones, a pesar de tener abundantes motivos de certeza para fundar la Obra, me resistí cuanto pude: sírvame de excusa, ante Dios Nuestro Señor, el hecho real de que desde el 2 de octubre de 1928, en medio de esa lucha mía interna, he trabajado por cumplir la Santa Voluntad de Dios, comenzando la labor apostólica de la Obra. Han pasado tres años, y veo ahora que quizá quiso el Señor que padeciera entonces y que todavía siga experimentando esa completa repugnancia, para que tenga siempre una prueba externa más de que todo es suyo y nada mío.

85a Espíritu de servicio
Este es mi espíritu, y éste ha de ser vuestro espíritu, hijas e hijos míos. A la Obra no venís a buscar nada: venís a entregaros, a renunciar, por amor de Dios, a cualquier ambición personal. Todos tienen que dejar algo, si quieren ser eficaces en Casa y trabajar como Dios nos pide, como un borrico fiel, ut iumentum! La única ambición del borrico fiel es servir, ser útil; el único premio que espera es el que le ha prometido Dios: quia tu reddes unicuique iuxta opera sua 107, porque el Señor premia a cada uno según sus obras.

85b Hijos de mi alma: os encontráis aquí, en la Obra, porque el Señor ha puesto en vuestro corazón el deseo limpio y generoso de servir; un celo verdadero, que hace que estéis dispuestos a todo sacrificio, trabajando silenciosamente por la Iglesia sin buscar ninguna recompensa humana. Llenaos de esas nobles ambiciones; reforzad en vuestro corazón esta disposición santa, porque el trabajo es inmenso.

85c Pedir que aumente nuestra ansia de servir
Debemos pedir a Dios, Señor Nuestro, que aumente nuestra ansia de servir, porque messis quidem multa, operarii autem pauci 108; porque los obreros son pocos, y mucha la mies: no tiene orillas el mar de la labor apostólica, y ¡hay en el mundo tan pocas almas que quieran servir! Considerad qué pasaría, si los que queremos servir no nos entregáramos del todo.

85d La vida es corta
Hijos míos, la vida nuestra es corta, tenemos poco tiempo para vivir en la tierra, que es cuando podemos hacer a Dios este servicio. Dice el poeta: al brillar un relámpago nacemos, y aún dura su fulgor cuando morimos, ¡tan corto es el vivir! Mejor lo escribe el Salmista: homo, sicut foenum dies eius, tamquam flos agri, sic efflorebit 109; el hombre, cuyos días son como el heno, florecerá como la flor del campo, que nace con el primer beso del sol y por la noche se marchita. Por eso nos dice San Pablo: tempus breve est 110, ¡no tenemos casi tiempo!

86a El apostolado es servicio
Servir, pues; porque el apostolado no es otra cosa. Por nuestras propias fuerzas, no podemos nada en el terreno sobrenatural; pero, siendo instrumentos de Dios, lo podemos todo –omnia possum in eo, qui me confortat! 111: ¡todo lo puedo en Aquél que me conforta!–, porque Él ha dispuesto, por su bondad, utilizar estos instrumentos ineptos. Así que el apóstol no tiene otro fin que dejar obrar al Señor, hacerse disponible, para que Dios cumpla –a través de sus criaturas, a través del alma elegida– su obra salvadora.

86b El Bautismo
El apóstol es el cristiano que se siente injertado en Cristo, identificado con Cristo, por el Bautismo; habilitado para luchar por Cristo, por la Confirmación; llamado a servir a Dios con su acción en el mundo, por la participación en la función real, profética y sacerdotal de Cristo, que le hace idóneo para guiar los hombres hacia Dios, enseñarles la verdad del Evangelio, y corredimirlos con su oración y su expiación.

86c Ipse Christus
El cristiano dispuesto a servir es guía, maestro y sacerdote de sus hermanos los hombres, siendo para ellos otro Cristo, alter Christus, o mejor, como os suelo decir, ipse Christus. Pero –insisto– se trata de no hacer una labor personal, de no tener ambiciones personales; se trata de servir a Cristo, para que Él actúe; y de servir también a los hombres, porque Cristo no vino a ser servido, sino a servir: non venit ministrari, sed ministrare 112.

87a Servir a todos
Servir a todos los hombres: tenemos, como campo de nuestro apostolado, a todas las criaturas, de todas las razas y de todas las condiciones sociales. Por eso, para llegar a todos, nos dirigimos primero –en cada ambiente– a los intelectuales, sabiendo que a través de ellos pasa necesariamente cualquier intento de penetración en la sociedad. Porque son los intelectuales los que tienen la visión de conjunto, los que animan todo movimiento que tenga consistencia, los que dan forma y organización al desarrollo cultural, técnico y artístico de la sociedad humana.

87b Trabajar sin ambición personal terrena
Hijas e hijos míos: os he insistido en la necesidad de desprendernos de toda ambición terrena y de llenarnos de la preocupación –que es una continua ocupación– de servir. Estamos convencidos de que nada vale, nada tiene consistencia, nada merece la pena, al lado de esa misión sublime de servir a Cristo Señor Nuestro. Pero, precisamente porque hemos aprendido a despreciar el aplauso de los hombres y toda búsqueda vanidosa de espectáculo, nuestro afán por conservar el tesoro de la humildad debe ser aún más atento y delicado.

87c Con humildad
Porque estamos expuestos a un peligro muy sutil, a una insidia casi imperceptible del enemigo, que cuanto más eficaces nos ve, tanto más redobla sus esfuerzos para engañarnos. Ese peligro sutil –corriente, por lo demás, en las almas dedicadas a trabajar por Dios– es, hijos míos, una especie de soberbia oculta, que nace de saberse instrumentos de cosas maravillosas, divinas; una callada complacencia en uno mismo, al ver los milagros que se obran por su apostolado: porque vemos inteligencias ciegas que recobran la vista; voluntades paralizadas que vuelven a moverse; corazones de piedra que se hacen de carne, capaces de caridad sobrenatural y de cariño humano; conciencias cubiertas de lepra, de manchas del pecado, que quedan limpias; almas muertas del todo, podridas –iam foetet, quatriduanus est enim 113–, que recobran la vida sobrenatural.

88a Peligros de soberbia
Y tantos obstáculos humanos superados; tantas incomprensiones vencidas; tantos ambientes conquistados: un trabajo cada vez más amplio y diverso, cada vez más eficaz… Todo eso, hijos míos, puede a veces ser ocasión de una injustificada –pero posible– satisfacción de nosotros mismos. Debemos estar atentos, para que esto no suceda; debemos tener una conciencia muy fina, y reaccionar enseguida.

88b Humildad más honda
No podemos admitir ni por un instante ningún pensamiento de soberbia, por cualquier servicio nuestro a Dios: porque, en ese mismo momento, dejaríamos de ser sobrenaturalmente eficaces. No quiere Dios siervos suyos engreídos, que se complacen en sí mismos; los quiere, al contrario, convencidos de su propia indignidad, y llenos de un santo empeño en no estorbar la obra de la gracia: servite Domino in timore, et exsultate ei cum tremore; aprehendite disciplinam, nequando irascatur Dominus, et pereatis de via iusta 114; servid al Señor con temor –un temor que es amor de hijo, que no quiere disgustar a su Padre– y regocijaos en Él con temblor –con conmoción de amor, traduzco yo–: no sea que alguna vez el Señor se enoje, y perezcáis fuera del camino justo, y perdáis el camino.

88c Evitar el orgullo
Mirad cómo comenta San Agustín esas palabras de la Escritura: No dice: y no vengáis al camino de la justicia, sino: no perezcáis desviándoos del camino de la justicia. ¿Qué pretende con esto, sino avisar –a los que van por la senda de la justicia– que sirvan a Dios con temor, esto es, sin enorgullecerse? Es como si les dijera: no os ensoberbezcáis, sino sed humildes. En otro lugar dice también: no seáis altivos, sino allanaos a los humildes (Rom. XII, 16). Alborócense, pues, en el Señor, pero con temblor; sin gloriarse de nada, porque nada es de nuestra cosecha; y el que se gloría, gloríese en el Señor (II Cor. X, 17-18). No se extravíen del camino justo por donde comenzaron a avanzar, atribuyéndose a sí mismos la gracia de caminar por él 115.

89a Instrumentos de Dios
El espectáculo de los prodigios que obra Dios por nuestras manos debe ser una ocasión para humillarnos, para alabar a Dios y reconocer que todo viene de Él, y que nosotros no hemos hecho más que estorbar o, a lo más, ser pobres instrumentos en las manos del Señor.

89b Debemos pensar que hay muchas otras almas que han trabajado mejor que cada uno de nosotros, que se han sacrificado más y han rezado con mayor perseverancia; pero que el Señor se ha querido servir más de vosotros y de mí que de estas otras personas, para que se vea que es Él el que actúa, para que se note que los instrumentos no cuentan o cuentan muy poco.

89c Porque Dios ha escogido a los necios según el mundo, para confundir a los sabios, y Dios ha escogido a los flacos del mundo, para confundir a los fuertes; y a las cosas viles y despreciables del mundo, y a aquellas que no eran nada, para destruir las que son al parecer más grandes, a fin de que ningún mortal se jacte ante su acatamiento 116.

90a Siervos inútiles
Luego, hijas e hijos míos, cuando os parezca que habéis trabajado mucho en el servicio del Señor, repetid las palabras que Él mismo nos ha enseñado: servi inutiles sumus; quod debuimus facere, fecimus 117; somos siervos inútiles: no hemos hecho más que lo que teníamos obligación de hacer.

90b Examen de conciencia
El resumen que saco siempre al final del día, al hacer mi examen, es pauper servus et humilis! Y esto cuando no he de decir: Josemaría, Señor, no está contento de Josemaría. Pero, como la humildad es la verdad, son muchas las veces que –lo mismo que os sucede a vosotros– pienso: Señor, ¡si no me he acordado para nada de mí, si he pensado sólo en Ti y, por Ti, me he ocupado sólo en trabajar por los demás! Entonces nuestra alma de contemplativos exclama con el Apóstol: vivo autem iam non ego: vivit vero in me Christus 118; no soy yo el que vivo, sino que vive en mí Cristo.

90c Abandono en Dios
Sin humildad no podemos jamás servir eficazmente, porque no sentiremos la necesidad de abandonarnos confiadamente a la acción de la gracia, no tendremos el impulso continuo de acudir a Dios como a nuestra única fuerza. Y no alcanzaremos del Señor los favores que nos tiene reservados, para nuestra santificación y la de nuestros compañeros: quoniam excelsus Dominus, et humilia respicit 119; porque el Señor es excelso, y mira las cosas humildes.

90d Hijos de mi alma: sé que lucharéis por ser humildes; sé que seréis así maravillosamente eficaces, porque seréis instrumentos dóciles en las manos de Dios. Y llevaréis al mundo entero la sal y la luz de Cristo, principalmente con el ejemplo de vuestra vida: emprendamos, pues, vida nueva; hagamos de la tierra cielo y mostremos así a los gentiles de cuán grandes bienes están privados. Porque, cuando vean nuestra conducta ejemplar, contemplarán el espectáculo mismo del reino de los cielos 120.

91a Conclusión
Voy a acabar esta conversación larga con vosotros. Nos han servido, las consideraciones que hemos hecho en la presencia de Dios, para comprender un poco más la hondura, y la hermosura y la vieja novedad de la llamada a la Obra. A la vuelta de tantos siglos, quiere el Señor servirse de nosotros para que todos los cristianos descubran, al fin, el valor santificante de la vida ordinaria –del trabajo profesional– y la eficacia del apostolado de la doctrina con el ejemplo, la amistad y la confidencia.

91b Valor de santidad de la vida ordinaria
Quiere Jesús, Señor Nuestro, que proclamemos hoy en mil lenguas –y con don de lenguas, para que todos sepan aplicárselo a sus propias vidas–, en todos los rincones del mundo, ese mensaje viejo como el Evangelio, y como el Evangelio nuevo. Nos alegra en el alma –es como una prueba más, aunque no la necesitamos, de la entraña evangélica de nuestro camino– encontrar trazas de ese mismo mensaje en la predicación de los antiguos Padres de la Iglesia.

91c Santificación en el mundo
Os he citado más de una vez, en esta carta, lo que dice el Crisóstomo; escuchad ahora otras palabras suyas: no os digo: no os caséis. No os digo: abandonad la ciudad y apartaos de los negocios ciudadanos. No. Permaneced donde estáis, pero practicad la virtud. A decir verdad, más quisiera que brillaran por su virtud los que viven en medio de las ciudades, que los que se han ido a vivir en los montes. Porque de esto se seguiría un bien inmenso, ya que nadie enciende una luz y la pone debajo del celemín.

91d Alumbrar con la luz de Dios
De ahí que yo quisiera –sigue San Juan Crisóstomo– que todas las luces estuvieran sobre los candeleros, a fin de que la claridad fuera mayor. Encendamos, pues, el fuego, y hagamos que, los que estén sentados en las tinieblas, se vean libres del error. Y no me vengas con que: tengo hijos, tengo mujer, tengo que atender la casa y no puedo cumplir lo que me dices. Si nada de eso tuvieras y fueras tibio, todo estaba perdido; aun cuando todo eso te rodee, si eres fervoroso, practicarás la virtud.

91e Sólo una cosa se requiere: una generosa disposición. Si la hay, ni edad, ni pobreza, ni riqueza, ni negocios, ni otra cosa alguna puede constituir obstáculo a la virtud. Y, a la verdad, viejos y jóvenes; casados y padres de familia; artesanos y soldados, han cumplido ya cuanto fue mandado por el Señor.

91f No importa la clase de trabajo
Joven era Daniel; José, esclavo; Aquilas ejercía una profesión manual; la vendedora de púrpura estaba al frente de un taller; otro era guardián de una prisión; otro centurión, como Cornelio; otro estaba enfermo, como Timoteo; otro era un esclavo fugitivo, como Onésimo, y, sin embargo, nada de eso fue obstáculo para ninguno de ellos, y todos brillaron por su virtud: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, esclavos y libres, soldados y paisanos 121.

91g Llamada general a la santidad
¡Qué clara estaba, para los que sabían leer en el Evangelio, esa llamada general a la santidad en la vida ordinaria, en la profesión, sin abandonar el propio ambiente! Sin embargo, durante siglos, no la han entendido la mayoría de los cristianos: no se pudo dar el fenómeno ascético de que muchos buscaran así la santidad, sin salirse de su sitio, santificando la profesión y santificándose con la profesión. Y, muy pronto, a fuerza de no vivirla, fue olvidada la doctrina; y la reflexión teológica fue absorbida por el estudio de otros fenómenos ascéticos, que reflejan otros aspectos del Evangelio.

92a Misión perenne de la Obra
Al suscitar en estos años su Obra, el Señor ha querido que nunca más se desconozca o se olvide la verdad de que todos deben santificarse, y de que a la mayoría de los cristianos les corresponde santificarse en el mundo, en el trabajo ordinario. Por eso, mientras haya hombres en la tierra, existirá la Obra. Siempre se producirá este fenómeno: que haya personas de todas las profesiones y oficios, que busquen la santidad en su estado, en esa profesión o en ese oficio suyo, siendo almas contemplativas en medio de la calle.

92b Siempre al día
De lo que os acabo de decir se deduce, hijas e hijos míos, que nunca, para la Obra, habrá problemas de adaptación al mundo; nunca se encontrará en la necesidad de plantearse el problema de ponerse al día. Dios ha puesto al día su Obra de una vez para siempre, dándole esas características seculares, laicales, que os he comentado en esta carta. No habrá jamás necesidad de adaptarse al mundo, porque somos del mundo; ni tendremos que ir detrás del progreso humano, porque somos nosotros –sois vosotros, mis hijos–, junto con los demás hombres que viven en el mundo, los que hacéis este progreso con vuestro trabajo ordinario.

93a El Señor hará cristalizar el modo jurídico de la Obra
Sed fieles, ayudadme a ser fiel y a saber esperar: sin prisa, porque –a su tiempo– el Señor, que ha querido su Obra, hará cristalizar el modo jurídico, que de momento no se ve, para que la Iglesia Santa reconozca nuestra manera divina de servirla, en el mundo –en medio de la calle– con agua clara y aire libre, sin privilegios, conservando la esencia de nuestra vocación: sin ser religiosos, puesto que el Señor no nos quiere religiosos.

93b Rezad
Rezad, rezad mucho: no olvidéis que la oración es omnipotente. Recordad que Jesús ha dicho: quodcumque petieritis Patrem in nomine meo, hoc faciam 122; que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, yo lo haré. Y que qui coepit in vobis opus bonum, perficiet… 123; quien ha empezado en vosotros la buena obra, la llevará a cabo. Os he expuesto razones bien sobrenaturales, que me mueven a rezar con fe y a esperar, en vez de buscar ahora una aprobación oficial eclesiástica, que tendría el seguro peligro de empezar a desvirtuar nuestra vocación divina, confundiéndola con la vocación de los religiosos. Y esto, no: porque mi Señor Jesús me pedirá cuenta, y –es también seguro– vosotros desertaríais en masa, y haríais bien, no tolerando que fueran violentadas vuestras conciencias de hijos de Dios en la Obra de Dios.

93c El Opus Dei cumplirá su misión
Tened la completa seguridad, por tanto, de que la Obra cumplirá siempre con eficacia divina su misión; responderá siempre al fin para el cual la ha querido el Señor en la tierra; será con la gracia divina –por todos los siglos– un instrumento maravilloso para la gloria de Dios: sit gloria Domini in saeculum! 124.

93d Os bendice de todo corazón vuestro Padre.

93e Madrid, 9 de enero de 1932


Notas

1 Ef 1, 10.
2 Unus igitur Deus Pater, ( … ) et unus Christus Iesus Dominus noster, veniens per universam dispositionem, et omnia in semetipsum recapitulans. In omnibus autem est et homo, plasmatio Dei: et hominem ergo in semetipsum recapitulans est, invisibilis visibilis factus, et incomprehensibilis factus comprehensibilis, et impassibilis passibilis, et Verbum homo, universa in semetipsum recapitulans: uti sicut in supercoelestibus, et spiritualibus, et invisibilibus princeps est Verbum Dei; sic et in visibilibus, et corporalibus principatum habeat, in semetipsum primatum assumens, et apponens semetipsum caput Ecclesiae, universa attrahat ad semetipsum apto in tempore (S. Irenaeus, Adversus haereses, 3, 16, 6).
3 Jn 12, 32.
4 Sal 96, 1.
5 Col 3, 17.
6 1Co 10, 31.
7 Sal 100, 2.
8 Mt 5, 48.
9 Ad eandem enim ipsam omnes homines ascendere oportet: et quod universum evertit orbem illud est, quod solis monachis illa diligentia opus esse putemus, caeterisque negligenter vivere licere. Non ita sane, non ita est (S. Ioannes Chrysostomus, Adversus oppugnatores eorum qui ad monasticam vitam inducunt 1. 3, 14) {9}.
10 2Co 9, 6.
11 Et circuibat Iesus omnes civitates et castella docens in synagogis eorum et praedicans evangelium regni et curans omnem languorem et omnem infirmitatem. Videns autem turbas misertus est eis, quia erant vexati et iacentes sicut oves non habentes pastorem. Tunc dicit discipulis suis: messis quidem multa, operarii autem pauci; rogate ergo Dominum messis ut mittat operarios in messem suam (Mt 9, 35-38).
12 Ecce sto ad ostium et pulso: si quis audierit vocem meam et aperuerit mihi ianuam, intrabo ad illum et cenabo cum illo, et ipse mecum (Ap 3, 20).
13 Simile est regnum caelorum thesauro abscondito in agro; quem qui invenit homo, abscondit, et prae gaudio illius vadit, et vendit universa quae habet, et emit agrum illum. Iterum simile est regnum caelorum homini negotiatori quaerenti bonas margaritas. Inventa autem una pretiosa margarita, abiit, et vendidit omnia quae habuit, et emit eam (Mt 13, 44 y 45).
14 Omni autem cui multum datum est, multum quaeretur ab eo (Lc 12, 48).
15 Mt 4, 19 y 20.
16 Mt 8, 21 y 22 {16}.
17 Lc 9, 61 y 62.
18 Mt 4, 19.
19 Ubi nunc sunt qui dicunt, non posse quempiam in media civitate versantem virtutem servare: sed opus esse secessu, et montana quadam habitatione: nec posse domui suae praefectum, et uxorem habentem, et filios curantem ac famulos, virtute praeditum esse? (S. Ioannes Chrysostomus, In Genesim Homilia 43, 1) {19}.
20 Mt 13, 47.
21 Jr 23, 8.
22 Ecce ego mittam piscatores multos, dicit Dominus, et piscabuntur eos; et post haec mittam eis multos venatores, et venabuntur eos de omni monte, et de omni colle, et de cavernis petrarum. Quia oculi mei super omnes vias eorum (Jr 16, 16 y 17).
23 1Tm 2, 4.
24 1Co 16, 24.
25 Quando unum duorum est ratio alterius, occupatio animae circa unum non impedit nec remittit occupationem eius circa aliud: (…). Et quia Deus apprehenditur a sanctis ut ratio omnium quae ab eis agentur vel cognoscentur, ideo occupatio eorum circa sensibilia sentienda, vel quaecumque alia contemplanda aut agenda, in nullo impediet divinam contemplationem, nec e converso (S. Thomas, S. Th., Suppl., q. 82, a. 3 ad 4) {25}.
26 1Ts 2, 4.
27 Sal 105, 4.
28 Sal 86, 3 y 4 {28}.
29 Et quidem super servos meos et super ancillas meas in diebus illis effundam de Spiritu meo, et prophetabunt (Hch 2, 18).
30 Dico autem: quanto tempore haeres parvulus est, nihil differt a servo, cum sit dominus omnium; sed sub tutoribus et actoribus est usque ad praefinitum tempus a patre. Ita et nos, cum essemus parvuli, sub elementis mundi eramus servientes; at, ubi venit plenitudo temporis, misit Deus Filium suum factum ex muliere, factum sub lege, ut eos qui sub lege erant redimeret, ut adoptionem filiorum reciperemus. Quoniam autem estis filii misit Deus Spiritum Filii sui in corda vestra clamantem: Abba, Pater. Itaque iam non est servus, sed filius. Quod si filius, et haeres per Deum (Ga 4, 1-7) {30}.
31 Si scitis quoniam iustus est, scitote quoniam et omnis qui facit iustitiam ex ipso natus est (1Jn 2, 29).
32 Videte qualem caritatem dedit nobis Pater, ut filii Dei nominemur et simus. Propter hoc mundus non novit nos, quia non novit eum. Carissimi, nunc filii Dei sumus (1Jn 3, 1 y 2).
33 Decebat enim eum, propter quem omnia et per quem omnia, qui multos filios in gloriam adduxerat, auctorem salutis eorum per passionem consummare. Qui enim sanctificat et qui sanctificantur ex uno omnes. Propter quam causam non confunditur fratres eos vocare dicens: nuntiabo nomen tuum fratribus meis: in medio ecclesiae laudabo te. Et iterum: ego ero fidens in eum. Et iterum: ecce ego et pueri mei, quos dedit mihi Deus (Hb 2, 10-13).
34 Rm 8, 29.
35 Omnis qui natus est ex Deo peccatum non facit: quoniam semen ipsius in eo manet, et non potest peccare, quoniam ex Deo natus est. In hoc manifesti sunt filii Dei et filii diaboli (1Jn 3, 9 y 10).
36 Sic enim Deus dilexit mundum, ut Filium suum unigenitum daret, ut omnis qui credit in eum non pereat, sed habeat vitam aeternam. Non enim misit Deus Filium suum in mundum ut iudicet mundum, sed ut salvetur mundus per ipsum (Jn 3, 16 y 17).
37 Nunc autem, fratres, si venero ad vos linguis loquens, quid vobis prodero, nisi vobis loquar aut in revelatione, aut in scientia, aut in prophetia, aut in doctrina? (1Co 14, 6).
38 Ita et vos per linguam nisi manifestum sermonem dederitis, quomodo scietur id quod dicitur? eritis enim in aëra loquentes. Tam multa, ut puta, genera linguarum sunt in hoc mundo, et nihil sine voce est. Si ergo nesciero virtutem vocis, ero ei cui loquor barbarus, et qui loquitur mihi barbarus (1Co 14, 9-11).
39 Cfr. Hch 1, 1 {39}.
40 Rm 1, 20.
41 Jn 3, 17.
42 1R 3, 6.
43 Cfr. Jn 15, 15 {43}.
44 Jn 11, 3.
45 Hch 10, 38.
46 Tunc Iesus locutus est ad turbas et ad discipulos suos dicens: super cathedram Moysi sederunt scribae et pharisaei: omnia ergo quaecumque dixerint vobis servate et facite, secundum opera vero eorum nolite facere; dicunt enim et non faciunt. Alligant enim onera gravia, et importabilia, et imponunt in humeros hominum; digito autem suo nolunt ea movere (Mt 23, 1-4).
47 Mt 23, 5.
48 Quid proderit, fratres mei, si fidem quis dicat se habere, opera autem non habeat? Numquid poterit fides salvare eum?… Sicut enim corpus sine spiritu mortuum est, ita et fides sine operibus mortua est (St 2, 14 y 26) {48}.
49 Melius est tacere et esse, quam loquentem non esse. Bonum est docere, si, qui dicit, faciat. Unus igitur doctor, qui dixit, et factum est; sed et quae silens fecit, digna Patre sunt. Qui verbum Iesu possidet, vere potest et silentium ipsius audire, ut perfectus sit: ut per ea quae loquitur, operetur, et per silentium suum cognoscatur (S. Ignatius Antiochenus, Epistula ad Ephesios c. 15) {49}.
50 Cfr. Mt 5, 13 y 14 {50}.
51 1Co 11, 7.
52 Sic luceat lux vestra coram hominibus, ut videant opera vestra bona et glorificent Patrem vestrum qui in caelis est (Mt 5, 16).
53 Domine, ad nos dicis hanc parabolam an et ad omnes? Dixit autem Dominus: quis, putas, est fidelis dispensator et prudens, quem constituit dominus supra familiam suam, ut det illis in tempore tritici mensuram? Beatus ille servus, quem, cum venerit dominus, invenerit ita facientem (Lc 12, 41-43).
54 Mt 13, 34.
55 Ipsi de mundo sunt; ideo de mundo loquuntur (1Jn 4, 5).
56 Sicut tu me misisti in mundum, et ego misi eos in mundum (Jn 17, 18).
57 Jn 21, 17.
58 Et rursus oravit, et caelum dedit pluviam, et terra dedit fructum suum (St 5, 18).
59 Nolite in personarum acceptione habere fidem Domini nostri Iesu Christi gloriae. Etenim, si introierit in conventum vestrum vir aureum annulum habens in veste candida, introierit autem et pauper in sordido habitu, et intendatis in eum qui indutus est veste praeclara et dixeritis ei: tu sede hic bene; pauperi autem dicatis: tu sta illic aut sede sub scabello pedum meorum; nonne iudicatis apud vosmetipsos et facti estis iudices cogitationum iniquarum?… nonne Deus elegit pauperes in hoc mundo divites in fide et heredes regni, quod repromisit Deus diligentibus se? Vos autem exhonorastis pauperem. Nonne divites per potentiam opprimunt vos et ipsi trahunt vos ad iudicia? (St 2, 1-6) {59}.
60 Dominus autem spiritus est; ubi autem Spiritus Domini, ibi libertas. Nos vero omnes revelata facie gloriam Domini speculantes in eamdem imaginem transformamur a claritate in claritatem, tamquam a Domini Spiritu (2Co 3, 17 y 18).
61 Cfr. 2Co 5, 14 {61}.
62 1Co 1, 23.
63 Mt 20, 28.
64 Mt 22, 21.
65 Cfr. Ga 4, 31 {65}.
66 Jn 17, 15.
67 Hch 20, 28.
68 Cuncta fecit bona in tempore suo, et mundum tradidit disputationi eorum, ut non inveniat homo opus quod operatus est Deus ab initio usque ad finem (Si 3, 11).
69 I Ioann, 2, 16.
70 1Co 3, 18.
71 Omnis anima potestatibus sublimioribus subdita sit: non est enim potestas nisi a Deo; quae autem sunt a Deo ordinatae sunt. Itaque qui resistit potestati Dei ordinationi resistit… Dei enim minister est tibi in bonum … Ideo enim et tributa praestatis; ministri enim Dei sunt in hoc ipsum servientes. Reddite ergo omnibus debita, cui tributum tributum, cui vectigal vectigal, cui timorem timorem, cui honorem honorem (Rm 13, 1-6).
72 Non haberes potestatem adversum me ullam, nisi tibi datum esset desuper (Jn 19, 11).
73 Cfr. 2Co 2, 15 {73}.
74 Attendite ne iustitiam vestram faciatis coram hominibus, ut videamini ab eis; alioquin mercedem non habebitis apud Patrem vestrum qui in caelis est (Mt 6, 1).
75 Mt 6, 16.
76 Sal 100, 2.
77 Cfr. Ef 4, 15 {77}.
78 1Tm 1, 15.
79 Obsecro igitur primum omnium fieri obsecrationes, orationes, postulationes, gratiarum actiones pro omnibus hominibus… hoc enim bonum est et acceptum coram salvatore nostro Deo, qui omnes homines vult salvos fieri et ad agnitionem veritatis venire (1Tm 2, 1-4).
80 Factus sum infirmis infirmus, ut infirmos lucrifacerem; omnibus omnia factus sum, ut omnes facerem salvos (1Co 9, 22) {80}.
81 Ef 4, 2.
82 Debemus autem nos firmiores imbecillitates infirmorum sustinere et non nobis placere. Unusquisque vestrum proximo suo placeat in bonum ad aedificationem (Rm 15, 1 y 2).
83 Infirmum autem in fide assumite, non in disceptationibus cogitationum (Rm 14, 1).
84 Deus autem patientiae et solacii det vobis idipsum sapere in alterutrum secundum Iesum Christum, ut unanimes uno ore honorificetis Deum et Patrem Domini nostri Iesu Christi (Rm 15, 5 y 6).
85 Mt 11, 29.
86 Flp 2, 7.
87 Flp 2, 8.
88 Jn 15, 15.
89 Mt 26, 50.
90 Jn 15, 13.
91 Et ingressus in templum coepit eiicere vendentes in illo et ementes dicens illis: scriptum est, quia domus mea domus orationis est; vos autem fecistis illam speluncam latronum (Lc 19, 45 y 46).
92 Jn 2, 17.
93 Sal 74, 21; 68, 10 {93}.
94 Si fieri potest, quod ex vobis est, cum omnibus hominibus pacem habentes (Rm 12, 18).
95 Benedicite persequentibus vos: benedicite et nolite maledicere… nulli malum pro malo reddentes, providentes bona non tantum coram Deo, sed etiam coram omnibus hominibus (Rm 12, 14 y 17) {95}.
96 Jn 13, 23.
97 Sed et pro aliis hominibus indesinenter orate. Est enim in ipsis spes poenitentiae ut Deum nanciscantur. Permittite itaque ipsos, saltem ex operibus, a vobis erudiri. Sitis vos adversus iras… adversus efferos mores illorum vos mansueti sitis… imitatores autem Domini studeamus esse (S. Ignatius Antiochenus, Epistula ad Ephesios c. 10, 1-3)?
98 Is 49, 2.
99 Jn 3, 30.
100 1Tm 1, 17.
101 Debemus autem nos firmiores imbecillitates infirmorum sustinere, et non nobis placere… Etenim Christus non sibi placuit, sed sicut scriptum est: improperia improperantium tibi ceciderunt super me (Rm 15, 1 y 3) {101}.
102 Cui autem minus dimittitur, minus diligit (Lc 7, 47).
103 1Tm 2, 6.
104 Ideo ingrediens mundum dicit: hostiam, et oblationem noluisti: corpus autem aptasti mihi. Holocautomata pro peccato non tibi placuerunt. Tunc dixi: ecce venio: in capite libri scriptum est de me: ut faciam, Deus, voluntatem tuam (Hb 10, 5-7).
105 Jn 2, 17.
106 Mt 6, 24.
107 Sal 62, 13.
108 Mt 9, 37 {108}.
109 Sal 103, 15.
110 1Co 7, 29.
111 Flp 4, 13.
112 Mt 20, 28.
113 Jn 11, 39.
114 Sal 2, 11 y 12 {114}.
115 Neque enim ait, et non veniatis ad viam iustam; sed, ne pereatis, inquit, de via iusta: quid ostendens, nisi eos esse commonitos, qui iam ambulant in via iusta, ut in timore Deo serviant, id est non altum sapiant, sed timeant? Quod significat, non superbiant, sed humiles sint: unde et alibi dicit: non alta sapientes, sed humilibus consentientes: exsultent Deo, sed cum tremore, in nullo gloriantes, quando nostrum nihil sit; ut qui gloriatur in Domino glorietur: ne pereant de via iusta, in qua iam ambulare coeperunt, dum sibi hoc ipsum assignant, quod in ea sunt (S. Augustinus, De correptione et gratia c. 9, 24) {115}.
116 Sed quae stulta sunt mundi elegit Deus, ut confundat sapientes; et infirma mundi elegit Deus, ut confundat fortia; et ignobilia mundi et contemptibilia elegit Deus et ea quae non sunt, ut ea quae sunt destrueret, ut non glorietur omnis caro in conspectu eius (1Co 1, 27-29).
117 Lc 17, 10.
118 Ga 2, 20.
119 Sal 138, 6.
120 Novam ergo vitam exhibeamus: faciamus terram coelum: hinc ostendamus gentilibus quot careant bonis. Nam cum nos videbunt recte vitam agentes, eodem aspectu regnum coelorum conspicient (S. Ioannes Chrysostomus, In Matthaeum Homilia 43, 5) {120}.
121 Non dico: ne uxorem ducas, urbes relinque, a rebus urbanis te remove: sed in his versans virtutem exhibe. Mallem quippe eos qui in mediis urbibus versantur virtute florere, quam eos qui montes occupant. Quare? Quia hinc multum lucri accedit. Nemo enim lucernam accendit, et ponit eam sub modio (Mt 5, 15). Idcirco vellem omnes lucernas supra candelabra esse, ut multa lux effunderetur. Accendamus itaque ignem illum, id efficiamus ut ii qui in tenebris sedent, ab errore liberentur. Ne mihi dicas: uxorem habeo, filios, domum, nec possum haec praestare. Etiamsi enim horum nihil haberes, si segnis esses, omnia pariter abscederent; si haec omnia habeas, strenuusque sis atque probus, virtutem coles. Unum quaeritur, animae generosae alacritas: et nec aetas, nec paupertas, nec divitiae, nec moles negotiorum, vel quidquam aliud, impedimento erunt. Nam senes, iuvenes, coniugati, liberos educantes, artifices, milites, praecepta omnia impleverunt. Etenim Daniel iuvenis erat, Ioseph servus, Aquila artem exercebat, purpuraria officinae praeerat, alius custos carceris erat, alius centurio, ut Cornelius; alius infirmus, ut Timotheus; alius fugitivus, ut Onesimus: sed nihil horum cuipiam eorum obfuit, quin recte vitam instituerent, et iuvenes et senes, et servi et liberi, milites et idiotae (S. Ioannes Chrysostomus, In Matthaeum Homilia 43, 5). ?
122 Jn 14, 13.
123 Flp 1, 6.
124 Sal 105, 31.


Aparato crítico

1b –santas– m32,1 i3,3 ] –santas–, v3,113

2a «Instaurare…»: es la versión de la Vulgata de Ef 1,10. En la Neovulgata el verbo utilizado es "recapitulare", más conforme al original griego, por lo que la traducción castellana sería «recapitular todas las cosas en Cristo». | 1 Ef 1,10.

2b-2c cabeza, m31,2 v3,114 ] Cabeza, i3,4 || en la tierra. Parece que han sido desgarradas las cosas celestiales de las del mundo, y que no tenían ya cabeza. Pero Dios puso como cabeza de todas las cosas a Cristo encarnado. Por tanto, se llegará a la unidad, a una unión armónica, cuando todas las cosas estén sometidas a una sola cabeza, que es Cristo. / Diremos con v3,114 ] en la tierra. Diremos con m31,2 i3,4

2c 2 S. IRENEO DE LIÓN, Adversus haereses, III, 16, 6 (SC 211, pp. 313-314).

2d «aquel pobre sacerdote»: se está refiriendo, en tercera persona, a un suceso de su vida, que ocurrió el 7 de agosto de 1931. Fue una nueva luz fundacional, que le descubría el panorama de la santificación de todas las tareas honestas, entre las que destaca el trabajo. Cfr. AVP I, pp. 379-384. | 3Jn 12,32. | que tiempo atrás sintió m32,2 i3,4 ] que hace años sintió v3,115

3a «se había tenido el trabajo como una cosa vil»: puede verse un resumen de esta cuestión, en su desarrollo histórico, en José Luis ILLANES, La santificación del trabajo, Madrid, Palabra, 2001, pp. 46-67.

3b santificado v3,116 ] santificador m31,3 i3,5

3c 4 Sal 96[95],1.

5a honesto, i3,6 ] honesto v3,117 m31,5

5c 5 Col 3,17. | 6 1Co 10,31. | 7 Sal 100[99],2.

6b 8 Mt 5,48.

6c 9 S. JUAN CRISÓSTOMO, Adversus oppugnatores eorum qui ad monasticam vitam inducunt, 1, III, 14 (PG 47, col. 374).

7b 10 2Co 9,6.

8a 11 Mt 9,35-38.

9a «una visión nueva de la vida»: sobre la especificidad de la vocación al Opus Dei, ver Fernando OCÁRIZ, "La vocación al Opus Dei como vocación en la Iglesia", en El Opus Dei en la Iglesia. Introducción eclesiológica a la vida y el apostolado del Opus Dei, Madrid, Rialp, 2014, pp. 133-193. | misterioso, m32,9 i3,9 ] misterioso v3,121

9c 12 Ap 3, 20. | 13 Mt 13,44-45.

10a 14 Lc 12,48. | «quem qui invenit … emit agrum illum»: «que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo».

10b 15 Mt 4,19-20. | Andrés, v3,123 ] Andrés m31,10 i3,11

10c octavo, v3,123 ] ocho, m31,11 i3,11 || 19 y 20–: m32,11 i3,11 ] 19–: v3,123

10d 16 Mt 8,21-22. | 17 Lc 9,61-62. | Señor –le ruega uno de sus discípulos–, permíteme que, primero que te siga, vaya a dar sepultura a mi padre. Jesús le contestó: m32,11 i3,11 ] Señor –le ruega uno de sus discípulos–, permíteme que, primero que te siga, vaya a dar sepultura a mi padre. Jesús le contestó: v3,123

11a «es necesario que renuncie»: san Josemaría quiere expresar la radicalidad de la llamada al Opus Dei, que pide una dedicación exclusiva, como tantos fenómenos vocacionales dentro de la Iglesia. De ahí que exhorte a que quien libremente elije seguir a Dios en la Obra renuncie a otros compromisos espirituales o a formas de dedicación a Dios que puedan distraer de ese objetivo. Por la misma razón, aconseja pedir orientación a quienes entienden lo que supone ese compromiso y pueden ayudar a sostenerlo, siempre –como explica en el siguiente párrafo– con una amplia libertad de espíritu. | buscar la perfección cristiana v3,124 ] llevar una vida de perfección m31,11 i3,11 || sobrenatural y civil v3,124 ] sobrenatural m31,12 i3,12

11b 18 Mt 4,19.

12a 19 S. JUAN CRISÓSTOMO, In Genesim Homilia, 43, 1 (PG 54, col. 396).

12b 20 Mt 13,47.

13a «de terra Aquilonis et de cunctis terris»: «de tierras del norte y de todas las tierras». | 21 Jr 23,8.

13b 22 Jr 16,16-17.

13c 23 1Tm 2,4. | 24 1Co 16,24.

14a que es necesaria, m33,14 ] que en el Opus Dei es necesaria, v3,127 i3,14

14c 25 S.Th., Suppl., q. 82, a. 3 ad 4.

15a 26 1Ts 2,4. | 27 Sal 105[104],4.

15b 28 Sal 86[85],3-4. | diciendo v3,128 ] diciendo: m31,15 i3,15

16a 29 Hch 2,18.

16b 30 Ga 4,1-7.

17a para pedir m32,17 i3,16 ] a pedir v3,130 || para llevar m32,17 i3,16 ] a llevar v3,130

17b Israël i3,17 ] Israel m31,17 v3,130

18a 31 1Jn 2,29.

18b 32 1Jn 3,1-2. | 33 Hb 2,10-13. | yo pondré m32,18 i3,17 ] Yo pondré v3,131 || en él m32,18 i3,17 ] en El v3,131

19a 34 Rm 8,29. | 35 1Jn 3,9-10. | resultará m32,18 i3,18 ] será v3,132

19b 36 Jn 3,16-17.

20a «gracias, Dios mío … en mi corazón»: se trata de una cita literal del nº 573 de Camino, que a su vez reproduce una anotación de los Apuntes íntimos del 31 de octubre de 1933 (ver Camino, OC,I/1, in loc., pp. 722-723).

20c desde hace m32,20 i3,19 ] durante v3,133 || he rezado y rezo m32,20 i3,19 ] he rezado v3,133 || pongo m32,20 i3,19 ] ponía v3,133 || celebra m32,20 i3,19 ] celebraba v3,133 || Rosario, hago m32,20 i3,19 ] rosario, hacía v3,133

21a Esa m31,20 v3,134 ] Esta i3,19 || hace y hará m32,20 i3,19 ] hace v3,134 || tiramos y tiraremos m32,20 i3,19 ] tiramos v3,134 || deberíais m32,20 i3,19 ] debéis v3,134

21b «rezamos cada día pro unitate apostolatus»: se refiere a una de las invocaciones de las preces que recitan cada día los miembros del Opus Dei para pedir por la unidad de la Iglesia y de la Obra, a la que se responde con palabras tomadas de la oración sacerdotal de Jesús (Jn 17, 21-22): «Ut omnes unum sint, sicut tu Pater in me et ego in te: ut sint unum, sicut et nos unum sumus».

22c «Fra Angélico»: Fra Giovanni da Fiesole (1395?-1455), más conocido como Fra Angélico o el Beato Angélico, fue uno de los pintores más importantes del quattrocento italiano. De él se cuenta que no tomaba los pinceles si antes no había hecho oración (Giorgio VASARI, Le vite de’ più eccellenti pittori, scultori ed architetti, Torino, Einaudi, 1986, p. 364). No sabemos de dónde tomaría san Josemaría esta anécdota, que tal vez sea de origen popular. La menciona Juan Ramón Jiménez: «… como un cuadro de Fra Angelico, el que pintaba la gloria de rodillas», cap. 10, "¡Ángelus!", Platero y yo, Sevilla-Moguer, Facediciones, 2012, p. 24.

23b esto m31,22 v3,135 ] esto, i3,21 || son. / No m32,22 i3,21 ] son. No v3,136

24a quienes m32,22 i3,21 ] muchos que v3,136 || nuestras futuras m32,22 i3,21 ] nuestras v3,136 || verá que serán m32,22 ] ve que son v3,136 i3,21 || harán m32,22 ] hacen v3,136 i3,21 || estaremos menos m32,22 i3,21 ] estamos menos v3,136 || estaremos sujetos m32,22 i3,21 ] estamos sujetos v3,136

24c motivo por m32,23 i3,22 ] motivo, por v3,137 || venideros–, m32,23 i3,22 ] venideros– v3,137

25b Respeto la experiencia contraria, pero realmente sufro al contemplar que en no pocas ocasiones el apelativo m32,23 i3,22 ] Respeto las excepciones, pero realmente el apelativo v3,137 || puede m32,23 i3,22 ] suele v3,137

26a me ha parecido necesario, m32,24 i3,22 ] es necesario decirlo, v3,138

26b hecho social. m32,24 i3,22 ] hecho profesional. v3,138

26c «Para todo lo que sea … toda nuestra vida»: en este párrafo se encuentran reunidas varias ideas yuxtapuestas, cuya significación puede no resultar clara a primera vista. Una explicación podría ser la siguiente: el Estado se encarga ya de realizar múltiples servicios sociales (como la "caridad social" o la educación, de las que ha hablado en el párrafo anterior, por medio de los sistemas de previsión social y de instrucción pública); lo que se pide al miembro del Opus Dei –y al cristiano en general– es que sirva a su prójimo y a la Patria, y también a la Iglesia, por un motivo sobrenatural, santificando su quehacer, sin buscar el beneficio personal. Eso significará algunas veces ayudar a la Iglesia sin cobrar por ello.

28a 37 1Co 14,6. | don de lenguas i3,24 ] don de lenguas v3,139

28b 38 1Co 14,9-11.

28c 39 Cfr. Hch 1,1.

29a 40 Rm 1,20. | «lux vera, quae illuminat omnem hominem»: Jn 1,9.

29b 41 Jn 3,17. | darlo v3,141 ] darle m31,27 i3,25 || Cristo m32,141 i3,25 ] Cristo, v3,141

30a eclesiástico –propio de eclesiásticos– m32,27 i3,26 ] eclesiástico v3,142 || las iglesias, m32,27 i3,26 ] la Iglesia, v3,142

31a 31. add. m32,28 || se desarrolla, m32,28 i3,26 ] está, v3,142

32a «Hay que rechazar…»: desde los orígenes del Opus Dei, el Autor predicó que el cristiano corriente está llamado al apostolado por vocación, por un «mandato imperativo de Cristo» (cfr. Camino, nº 942; Instrucción, 19 de marzo de 1934, nº 27). El magisterio pontificio (especialmente el de Pío XI y Pío XII) al hablar de la Acción Católica había impulsado a los laicos a participar en el apostolado jerárquico, en función de un mandato o misión canónica. Ese planteamiento, a pesar de sus límites, supuso un gran progreso en el papel eclesial de los laicos en aquellos momentos. Pero san Josemaría invita aquí a superarlo, porque los seglares son «miembros del pueblo de Dios», «parte de la Iglesia». Es lo que enseñó el Concilio Vaticano II, al mostrar que los laicos cumplen su labor de apostolado porque son parte de la Iglesia, en virtud de su vocación bautismal. Sobre este tema, ver Conversaciones, OC,I/3, nº 21, pp. 194-195. | 32. add. m32,28

32b En este lugar, en la versión final, san Josemaría suprimió dos párrafos, que aparecían en la versión del volumen: «… dar doctrina. Hay algunos que se preguntan ¿habrá que hacer entrar, en el apostolado de los seglares, por ejemplo, la educación dada por la madre de familia, por los maestros y maestras santamente celosos en la práctica de su profesión pedagógica; o la conducta del médico reputado y francamente católico, cuya conciencia no transige jamás, cuando la ley natural y divina están en juego, y que milita con todas sus fuerzas en defensa de la dignidad cristiana de los esposos, de los derechos sagrados de su descendencia; o la acción de un hombre de Estado en favor de una amplia política de la vivienda, para los menos dotados de fortuna? / Se quedan cortos en la contestación, diciendo que sí: incluso muchos se inclinarán hacia la negativa, al no ver en todo esto sino el simple cumplimiento muy loable, pero no obligatorio, de los deberes de estado. Sabemos, sin embargo, el poderoso e irremplazable valor, para el bien de las almas, de este simple cumplimiento del deber del propio estado por millones y millones de fieles concienzudos y ejemplares. He dicho que se quedan cortos en la contestación y aún añado…». | «ecce ego quia vocasti me»: «aquí estoy porque me has llamado». | 42 1R 3,6. | dar doctrina. Los que así piensan se quedan cortos en su visión m32,29-30 i3,27 ] doctrina. / Hay algunos que se preguntan ¿habrá que hacer entrar, en el apostolado de los seglares, por ejemplo, la educación dada por la madre de familia, por los maestros y maestras santamente celosos en la práctica de su profesión pedagógica; o la conducta del médico reputado y francamente católico, cuya conciencia no transige jamás, cuando la ley natural y divina están en juego, y que milita con todas sus fuerzas en defensa de la dignidad cristiana de los esposos, de los derechos sagrados de su descendencia; o la acción de un hombre de Estado en favor de una amplia política de la vivienda, para los menos dotados de fortuna? / Se quedan cortos en la contestación, diciendo que sí: incluso muchos se inclinarán hacia la negativa, al no ver en todo esto sino el simple cumplimiento muy loable, pero no obligatorio, de los deberes de estado. Sabemos, sin embargo, el poderoso e irremplazable valor, para el bien de las almas, de este simple cumplimiento del deber del propio estado por millones y millones de fieles concienzudos y ejemplares. / He dicho que se quedan cortos en la contestación excl. v3,144 || y aún añado m32,30 ] y aun añado i3,27 | y añado v3,144 || llegaremos m32,30 i3,27 ] llegamos v3,144

33a 43 Cfr. Jn 15,15. | «et lacrimatus est Iesus»: «y Jesús lloró» (Jn 11,35). | 44 Jn 11,3. | Y de aquellas m32,30 i3,28 ] Y aquellas v3,145 || Iesus: olvida las palabras m32,30 i3,28 ] Iesus. Las palabras v3,145

33b versículo 13, cuando, m32,30 i3,28 ] verso 13, cuando v3,145

33c 45 Hch 10,38.

34a 46 Mt 23,1-4. | oír i3,28 ] oir m31,31 v3,145 || y han de meditar m32,31 i3,28 ] y meditar v3,145

34b 47 Mt 23,5. | palabras, que m32,31 i3,29 ] palabras que v3,146

34c 48 St 2,14.26.| servirá?, m32,31 i3,29 ] servirá? v3,146 || su epístola católica m32,31 i3,29 ] la epístola primera v3,146

34d 49 S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epistula ad Ephesios, c. 15, 1-2 (SC 10, p. 71).

35b 50 Cfr. Mt 5,13-14. | «vir quidem non debet … imago et gloria Dei est»: «el hombre, en efecto, no debe cubrirse la cabeza, puesto que es imagen y gloria de Dios». | 51 1Co 11,7. | 52Mt 5,16. | atraer, v3,148 ] atraer; m31,32 i3,30

36a «Señor, ¿dices … alimento oportuno?»: Lc 12,41-42.

36b 53 Lc 12,43. | la Obra m32,33 i3,30 ] el Opus Dei v3,148 || enseñanza m31,33 v3,149 ] enseñanza, i3,31 || tardan en m32,33 i3,31 ] no pueden v3,149

36c «sine parabolis non loquebatur eis»: «nada les solía hablar sino en parábolas». | 54 Mt 13,34. | 55 1Jn 4,5. | 56 Jn 17,18.

37a «ab uno disce omnes»: «por uno solo los conocerás todos». La expresión –unas veces con omnes y otras con omnis– procede de la Eneida de Virgilio (2, 65-66). Refiriéndose al desleal engaño que urdieron Ulises y sus compañeros para conquistar Troya, Eneas descalifica a todos los griegos diciendo: «et crimine ab uno disce omnis». Es un ejemplo, como subraya Escrivá, de un modo de juzgar injusto, pues de un solo caso particular extrae una regla general.

37b 57 Jn 21,17.

37c 58 St 5,18. | hizo después m31,34 v3,150 ] después hizo i3,32

38a doctrina–, m32,34 i3,32 ] doctrina– v3,150

39a 59 St 2,1-6. | mismos m32,35 v3,151 ] mismos, i3,33 || mundo m32,35 v3,151 ] mundo, i3,33

39c 60 2Co 3,17-18. | espejo, m32,36 iro,34 ] espejo v3,153

40a 61 Cfr. 2Co 5,14. | 62 1Co 1,23. | que, por voluntad de Dios, m32,36 i3,34 ] que por voluntad de Dios v3,153

40b recibido–, m32,36 i3,34 ] recibido v3,153 || ld40b onus et honor i3,34 ] onus et honor v3,153

40d «en todos los campos de la actividad humana»: comienza aquí la parte dedicada a la misión de los cristianos en la vida pública, en la que usa expresiones muy similares a las de las entrevistas de Conversaciones, (ver, por ejemplo, los nn. 48 y ss., referidos sobre todo a la libertad en política de los miembros del Opus Dei, etc.). Sus planteamientos podrían resumirse en tres ideas: espíritu de servicio, libertad en todo lo opinable, sana laicidad y "anticlericalismo bueno". Respecto al Opus Dei, escribe esta afirmación categórica: «la Obra no tiene política alguna» (42b).

40e 63 Mt 20,28.

41b 64 Cfr. Mt 22,21. | tanto privada como social, m31,37 v3,154 ] tanto la privada como la social, iro35 || Las cosas … dárselas a Dios, v3,154-155 ] Las cosas … dárselas a Dios, m31,38 i3,35

41c desgracia, m32,38 i3,36 ] desgracia v3,155

42b 65 Cfr. Ga 4,31.

42c míos –cada uno personalmente–, m32,39 i3,36 ] míos, cada uno personalmente, v3,156

43b «su primogenitura por un plato de lentejas»: cfr. Gn 25,29-34.

44a «exclusivamente espiritual»: el Autor subrayó en diversas ocasiones que la vinculación espiritual entre los miembros no debe favorecer la ayuda mutua en lo profesional, o propiciar una estrategia común, política, económica o de cualquier tipo. En estos campos, insistía, cada uno es libre de seguir sus propias opiniones, que pueden ser contrarias a las de otros miembros del Opus Dei. Cfr. Conversaciones, nn. 19c, 27c, 48d, OC,I/3, pp. 189-190, 218, 272.

44b la Obra sólo m33,40 ] el Opus Dei sólo v3,158 i3,38 || idea de partido o de mira política. m32,40 i3,38 ] idea o mira política o de partido. v3,158

44c que no se v3,158 ] que se m31,40 i3,38 || Católica y, por tanto, m32,40 i3,38 ] Católica, y por tanto v3,158

45b al bien m32,41 i3,39 ] el bien v3,159

46a oír i3,39 ] oir m31,41 v3,159 || justicia– m32,41 i3,39 ] justicia–, v3,159

46c la que m32,42 i3,39 ] que v3,159 || unas circunstancias v3,159 ] las circunstancias m31,42 i3,39

47a 66 Jn 17,15. | redes–, m32,42 i3,40 ] redes– v3,160

48b esa perfección m32,44 i3,41 ] la perfección v3,162

48c la vida pública. m32,44 i3,41 ] las estructuras de la vida pública. v3,162

48d harán, m32,44 i3,41 ] hacen y harán v3,162

49a sacerdotes en la Obra, m33,44 ] sacerdotes hijos míos en la Obra v3,162 i3,42

49c que, sin m32,45 i3,42 ] que sin v3,163

50c 67 Hch 20,28.

52a «católicos oficiales»: sus palabras sobre el pluralismo y la libertad en la vida pública coinciden con las afirmaciones de las entrevistas de los años 1966-1968 y con la homilía en el Campus de la Universidad de Navarra, que se reunirían en el libro Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer (ver Conversaciones, nn. 12, 77, 117-118, OC,I/3, pp. 174-175, 366-368, 496-498). En la introducción de la edición apenas citada (pp. 97-101) se explican las circunstancias que propiciaron que el Opus Dei y su fundador –a través de comunicados oficiales– se pronunciaran enérgicamente en defensa de la libertad política y temporal de los miembros. Como síntesis del pensamiento de san Josemaría en estas cuestiones, puede verse Jean-Luc CHABOT, "Libertad en las cuestiones temporales", en DJE, pp. 741-747; Pablo SÁNCHEZ-OSTIZ, "Política", en DJE, pp. 980-984; Antonio DUCAY REAL, "Mentalidad laical", en DJE, pp. 829-833. | Católicos oficiales i3,44 ] Católicos oficiales v3,165

53b desconcertar a la ] desconcertar la m31,48 v3,166 i3,45

54c esto, m32,49 i3,46 ] esto v3,167 || Jerarquía, v3,167 ] Jerarquía; m31,49 i3,46

55c política m32,50 i3,47 ] política, v3,169

56a en que m31,51 v3,169 ] en la que i3,47

56c –bastantes de las personas con las que he hablado– m32,51 i3,47 ] –bastantes– v3,169 || quieren v3,169 ] querrán m31,51 i3,47

57a «afirmar el reinado de Jesucristo»: para san Josemaría, hacer efectivo ese reinado requiere la actuación de los católicos en una sociedad que respeta las libertades de todos. Por muchos años, desde mitad del siglo XIX hasta nuestros días, se dieron interpretaciones muy distintas sobre el significado del reinado de Cristo en el orden temporal, que se identificaban con la confesionalidad y la construcción de un orden católico impregnado de clericalismo, sin mucho margen para la legítima autonomía de las cuestiones temporales. Cfr. Luis CANO, Reinaré en España, Madrid, Encuentro, 2007. San Josemaría invita a superar esas visiones. | tareas m32,51 i3,47 ] estructuras v3,170

57c 68 Qo 3,11. | Creador, m32,52 i3,48 ] Criador, v3,170

58a tarea m32,52 i3,48 ] tarea, v3,171

58b 69 1Jn 2,16. | 70 1Co 3,18. | la concupiscencia de la carne y la concupiscencia de los ojos ] la concupiscencia de la carne y la concupiscencia de los ojos m31,53 v3,171 i3,49 || y que no m32,53 i3,49 ] y no v3,171 || vana, m32,53 i3,49 ] vana; v3,171

60a 71 Rm 13,1-6. | 72Jn 19,11. | desobedece… Porque v3,173 ] desobedece… porque m31,54 i3,50

61a «abandonar la labor personal más floreciente»: en el Opus Dei, los miembros numerarios tienen la disposición de cambiar de lugar de residencia o de trabajo para poder atender mejor las labores formativas o de apostolado, allí donde se necesite. Como sabemos, el texto tiene su origen en ideas maduradas durante los años treinta, cuando los únicos miembros del Opus Dei eran un pequeño grupo de numerarios. Cuando revisó este texto, en los años sesenta, existían ya millares de agregados y supernumerarios, hombres y mujeres, para quienes dicha disponibilidad es más difícil o imposible de practicar, por razones familiares o de otro tipo. Sin embargo, san Josemaría quiso escribir «todos», aunque la puesta en práctica o no de esa posibilidad depende de las circunstancias objetivas de cada persona y de su libertad, pues una sola y misma vocación se adapta a las muy diferentes situaciones de cada cual (cfr. Codex iuris particularis Operis Dei, nn. 7-11; en Itinerario, pp. 629-630).

61c «cui servire regnare est»: «a quien servir es reinar» (Missale Romanum, Missa votiva pro pace, Postcommunio; también en la Memoria de San Casimiro, Collecta). En la forma servire Deo regnare est se ha usado como proverbio y a veces como lema heráldico, para significar que servir a Dios no humilla, sino enaltece. | el estilo v3,174 i3,51 ] el estilo m31,55 || la Obra, m32,55 i3,51 ] la Obra: v3,174

62b Aborrezco del m32,56 i3,52 ] Aborrezco el v3,175

62c «el secreto de la gestación»: para explicar esta expresión, vale la pena reproducir aquí un texto de san Josemaría, escrito en sus Apuntes íntimos el 29 de mayo de 1934, cuando conoció que se le acusaba de esconder una asociación clandestina: «¿somos clandestinos? De ninguna manera. ¿Qué se diría de una mujer grávida, que quisiera inscribir en el registro civil y en el parroquial a su hijo nonnato?… ¿qué, si quisiera, si intentara matricularlo como alumno en una Universidad? Señora –le dirían– espere Vd. que salga a la luz, que crezca y se desarrolle… Pues, bien: en el seno de la Iglesia Católica, hay un ser nonnato, pero con vida y actividades propias, como un niño en el seno de su madre… Calma: ya llegará la hora de inscribirlo, de pedir las aprobaciones convenientes», Apuntes íntimos, nº 1192, en DYA, p. 225. | nuestra Obra de Dios, i3,52 ] nuestra Obra de Dios m32,56 | nuestro Opus Dei, v3,175 || temporánea actitud m32,56 i3,52 ] actitud v3,175

62d largo–, m32,56 i3,52 ] largo– v3,175 || con los animales m32,56 i3,52 ] los animales v3,175 || con los hombres; m32,56 i3,52 ] los hombres; v3,175

63a la realidad de la Obra. m32,57 i3,52 ] el fenómeno pastoral de la Obra. v3,176

63b Algunos, por lo que veo, m32,57 i3,53 ] Algunos, v3,176 || notáis m32,57 i3,53 ] véis v3,176 || un cartelón v3,176 i3,53 ] un cartel m31,57

63c Medicina». m31,57 i3,53 ] medicina». v3,176

64b «sin misterios ni secreteos»: el paralelismo de esta enseñanza con el nº 641 de Camino es claro: «Discreción no es misterio, ni secreteo. –Es, sencillamente, naturalidad». Ver la explicación sobre el tema de la discreción en Camino, OC,I/1, pp. 778-780. Varios puntos de ese capítulo se remontan a anotaciones de los años 1933-1938. Sobre el tema de la discreción, ver Pau AGULLES, "Naturalidad", en DJE, pp. 879-884. Ver nota a Carta nº 1, 7a-7c.

64c «bonus odor Christi»: «el buen olor de Cristo». | 73 Cfr. 2Co 2,15.

65a 74 Mt 6,1. | metidas, m32,58, i3,54 ] metidas v3,178

65b 75 Mt 6,16. | quia receperunt m32,59 i3,54 ] receperunt v3,178

65c «servite Domino in laetitia»: «servid al Señor con alegría». | 76 Sal 100[99],2.

66d libertad y, por tanto, m32,60 i3,56 ] libertad, y por tanto v3,180

67a 77 Cfr. Ef 4,15.

67b «la caridad, más que en dar, está en comprender»: la frase está literalmente en Camino (nº 463). El Autor había practicado heroicamente la caridad del "dar" en su dedicación a los pobres, enfermos y niños de las barriadas de Madrid. Y, sin embargo, aquella experiencia parece haberle hecho descubrir la excelencia aún mayor de esa otra forma de caridad que es la comprensión, el perdón, la búsqueda de la paz y la tolerancia, hasta afirmar, en el punto siguiente, que «este modo de comportarse es de la misma esencia de la Obra». | «la libertad de las conciencias»: san Josemaría utilizaba la distinción ya empleada por Pío XI en 1931 (enc. Non abbiamo bisogno, 29 de junio de 1931, III) entre libertad de las conciencias, es decir, «que a nadie le es lícito impedir que la criatura tribute culto a Dios» y la libertad de conciencia, es decir la total autonomía respecto a la ley divina, «que equivale a avalorar como de buena categoría moral que el hombre rechace a Dios», Amigos de Dios, nº 32, OC,I/6, pp. 236-237.

67c de la Obra, m32,61 i3,56 ] del Opus Dei, v3,181

68a 78 1Tm 1,15. | 79 1Tm 2,1-4.

68b 80 1Co 9,22.

68c y la habéis de vivir siempre m32,62 i3,57 ] y la estáis viviendo v3,182

69a y para enseñarla m32,62 i3,58 ] y enseñarla v3,182

69d 81 Ef 4,2.

70b 82 Rm 15,1-2.

70d 83 Rm 14,1. | llegado, por su cuenta, m32,64 i3,59 ] llegado por su cuenta v3,184

71a 84 Rm 15,5-6.

71b 85 Mt 11,29. | 86 Flp 2,7. | ceder –conceder– en todo v3,185 ] ceder en todo m31,65 i3,60

71c «Vos autem dixi amicos»: «os he llamado amigos». | 87 Flp 2,8. | 88 Jn 15,15. | 89 Mt 26,50.

71d 90 Jn 15,13.

72a 91 Lc 19,45-46.

72b 92 Jn 2,17. | tal modo v3,187 ] tal forma m31,66 i3,61

73a apóstoles, v3,187 ] apóstoles m31,66 i3,62 || y reaccionen m31,66 v3,187 ] y a que reaccionen i3,62

73b «¡mi santa Catalina de Siena!»: san Josemaría tuvo una especial devoción por esta santa. Entre otras manifestaciones, llamó catalinas a sus Apuntes íntimos (cfr. Pedro RODRÍGUEZ, "Apuntes íntimos", en DJE, p. 132) y la nombró intercesora del Opus Dei en 1964 (cfr. Johannes GROHE, "Santa Caterina da Siena, san Josemaría Escrivá e l’apostolato dell’opinione pubblica", SetD 8 (2014), pp. 125-145.

73c 93 Sal 73[72],21; 69[68],10. | estímulo, m32,67 i3,62 ] estímulo v3,188

74b 94 Rm 12,18.

74c 95 Rm 12,14.17.

75a «erat ergo recumbens … quem diligebat Iesus»: «estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba». | 96 Jn 13,23.

75c «nuestras costumbres»: se refiere al conjunto de prácticas piadosas de los miembros del Opus Dei, complementarias a las Normas del plan de vida (cfr. nota a Carta nº 2, 18a).

76b 97 S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epistula ad Ephesios c. 10, 1-3 (SC 10, p. 67).

77a «nuestros amigos acatólicos»: sobre este tema ver Fernando OCÁRIZ, "La Prelatura dell’Opus Dei: apostolato ad fidem ed ecumenismo", en Eduardo BAURA DE LA PEÑA (ed.), Studi sulla prelatura dell’Opus Dei. A venticinque anni dalla Costituzione apostolica «Ut sit», Roma, Edizioni Università della Santa Croce, 2008, pp. 111-126. | más allá, no, v3,192 ] más allá, no; m31,71 i3,65 || atraeremos m32,71 i3,65 ] atraemos v3,192 || leal, v3,192 ] leal; m31,71 i3,65 || casas m32,71 i3,65 ] casas, v3,192 || ad fidem –que a su tiempo recibirá, no lo dudo, sanción oficial– permitir m31,71 v3,192 ] ad fidem permitir i3,65 || de modo que se subraye v3,192 ] de este modo se subraya m31,71 i3,65 || ld77a ad fidem i3,65 ] ad fidem v3,192

77b 98 Is 49,2. | Dios, en m32,71 i3,65 ] Dios en v3,192

79a al Opus Dei, m31,72 v3,194 ] a la Obra de Dios, i3,66

80c responsable de la seguridad de su doctrina católica. m32,74 i3,68 ] responsable de ellas. v3,196

81a la llamada v3,196 i3,68 ] la llamada m31,74

81b 99 Jn 3,30. | 100 1Tm 1,17.

81c 101 Rm 15,1.3.

82a ataques. Por eso aunque os he dicho alguna vez que a nosotros nos repugna vivir de ser católicos, viviremos, si es necesario, a pesar de ser católicos. Sin olvidar, añado siempre, que nos repugnaría más aún vivir de llamarnos católicos. m33,75 ] ataques; por eso os he dicho alguna vez que a nosotros nos repugna vivir de ser católicos: vivimos a pesar de ser católicos. Y nos repugnaría más aun vivir de llamarnos católicos. v3,197 | ataques; por eso os he dicho alguna vez que a nosotros nos repugna vivir de ser católicos: viviremos, si es necesario, a pesar de ser católicos. Y nos repugnaría más aún vivir de llamarnos católicos. i3,69

82b «Ambición de servir»: es una expresión antigua en san Josemaría; la encontramos por ejemplo en la Instrucción del 9 de enero de 1935: «Venimos a servir –nuestra ambición es servir: serviam!–» (nº 13). | «el último en todo, y el primero en el amor»: esta frase se encuentra ya en Camino, nº 430 y procede de sus Apuntes íntimos, concretamente de una anotación del 3 de diciembre de 1931 (ver Camino, OC,I/1, pp. 592-593). | 102 Lc 7,47. | miserias: ¡me has m32,75 i3,69 ] miserias. ¡Me has v3,197

82c «al dulce Cristo en la tierra»: expresión que aparece, con diversas variantes, en los escritos de santa Catalina de Siena. Cfr. GROHE, "Santa Caterina da Siena", pp. 127, 130-131. | 103 1Tm 2,6.

83a 104 Hb 10,5-7. Cfr. Sal 40[39],7-9.

83c 105 Jn 2,17.

83d 106 Mt 6,24. | hecho–, i3,71 ] hecho– m31,77 v3,199

83e hacer carrera i3,71 ] hacer carrera v3,200

84a algunos –cuando no está basado en razones muy sobrenaturales, que la Iglesia juzga– por m32,78 i3,72 ] algunos por v3,200 || en alguna ocasión el motivo m32,78 i3,72 ] el motivo v3,200 || ld84a psicosis de fundación i3,72 ] psicosis de fundación v3,200

84b «se multiplicaban las obras»: este fenómeno es característico de la época, hasta el punto que «con frecuencia se ven surgir hasta diez y doce Congregaciones en un mismo ámbito geográfico y en un espacio de tiempo muy reducido. Y frecuentemente, también con las mismas o muy parecidas finalidades», Jesús ÁLVAREZ GÓMEZ, Historia de la vida religiosa, vol. III, Madrid, Instituto Teológico de Vida Religiosa, 1990, p. 528. Esta proliferación fue sin duda manifestación del renacimiento de la vida religiosa del momento y representaba una respuesta a necesidades concretas del mundo moderno, según los carismas que el Espíritu Santo suscitaba. Pero también es cierto que ser un "fundador" aparecía a veces como un título que se ambicionaba lucir en el propio curriculum eclesiástico (cfr. Federico M. REQUENA, "Vida religiosa y espiritual en la España de principios del siglo XX", AHIg 11 [2002], pp. 47-48). San Josemaría, que tanto amor demostró a la vida religiosa (ver, por ejemplo, los testimonios publicados en Un hombre de Dios, Ediciones Palabra, Madrid, 2001) no quería ser un "fundador" de esa clase, de ahí su «repugnancia a las fundaciones» y su ironía hacia la multiplicación innecesaria de algunas de ellas. | Emerenciana de Tal, m32,78 i3,72 ] Emerenciana, v3,201 || ld84b def. i3,72 ] Atomización de las obras apostólicas, quizá por deseos de singularizarse v3,201

84c he tenido la tentación, el deseo, de ponerme de rodillas, m32,78 i3,72 ] me he puesto de rodillas, v3,201 || de la Obra. m32,79 i3,73 ] del Opus Dei. v3,201 || tres años, m32,79 i3,73 ] unos años, v3,201 || entonces y que todavía siga experimentando m32,79 i3,73 ] entonces v3,201 || ld84c sólo v3,201 ] Sólo i3,73

85a 107 Sal 62[61],13.

85c 108 Mt 9,37.

85d «al brillar … el vivir!»: son versos de Gustavo Adolfo BÉCQUER (1836-1870), Rimas, nº 49, en Rimas y Leyendas, ed. de Rosa FERNÁNDEZ URTASUN, Madrid, Editex, 2013, p. 52. | 109 Sal 103[102],15. | 110 1Co 7,29. | homo, v3,203 ] homo m31,80 iro,74 || sic efflorebit m32,80 i3,74 ] ita floret v3,203

86a 111 Flp 4,13. | fuerzas, v3,203 ] fuerzas m31,80 i3,74 || sobrenatural; pero, … Dios, v3,203 ] sobrenatural, pero … Dios m31,80 i3,74 || Aquél m32,80 i3,74 ] aquél v3,203

86c «ipse Christus»: «el mismo Cristo». | 112Mt 20,28. | Ipse Christus i3,75 ] Ipse Christus v3,204

87a «los intelectuales»: se refiere a quienes trabajan en el mundo académico y en el de la cultura, desde donde contribuyen a pensar y a dar forma a la sociedad humana.

87c «iam foetet, quatriduanus est enim»: «ya huele muy mal, porque lleva cuatro días». | 113Jn 11,39.

88a cada vez más amplio y diverso, cada vez más eficaz… m32,82 i3,76 ] siempre más amplio y diverso, siempre más eficaz… v3,206

88b 114 Sal 2,11-12. | cualquier servicio m32,82 i3,76 ] ese servicio v3,206 || ese mismo m32,82 i3,76 ] este mismo v3,206 || disciplinam, nequando irascatur Dominus, v3,206 ] disciplinam ne quando irascatur Dominus m31,83 i3,76 || en Él m32,83 i3,77 ] en él v3,206

88c 115 S. AGUSTÍN DE HIPONA, De correptione et gratia liber unus, c. 9, 24 (CSEL 92, pp. 247-248). | desviándoos del camino v3,207 ] en el camino m31,83 i3,77 || y el que se gloría, v3,207 m31,83 ] el que se gloría, i3,77

89b muchas otras v3,208 i3,78 ] otras muchas m3,84 || que se han m32,84 i3,78 ] y se han v3,208

89c 116 1Co 1,27-29.

90a 117 Lc 17,10.

90b 118 Ga 2,20. | sucede m32,84 v3,209 ] sucederá i3,78

90c 119 Sal 138[137],6.

90d 120 S. JUAN CRISÓSTOMO, In Matthaeum Homilia, 43, 5 (PG 57, col. 463).

91a santificante v3,210 ] santificador y santificante m31,85 i3,80

91c otras palabras suyas: m32,86 i3,80 ] otra frase suya: v3,211

91f 121 S. JUAN CRISÓSTOMO, In Matthaeum Homilia, 43, 5 (PG 57, col. 464). | Daniel v3,212 ] David m31,87 i3,81

91g han entendido v3,212 ] entendieron m31,87 i3,81

92a su Obra, m32,87 i3,82 ] el fenómeno pastoral de su Obra v3,213 || existirá la Obra. m32,88 i3,82 ] habrá Opus Dei. v3,213

92b encontrará en m32,88 i3,82 ] encontrará el Opus Dei en v3,213 || vuestro v3,214 ] nuestro m31,88 i3,82

93b 122 Jn 14,13. | 123 Flp 1,6. | vocación divina, m33,89 ] vocación divina, v3,214 i3,83

93c 124 Sal 104[103],31. | la Obra m32,89 i3,83 ] el Opus Dei v3,215 || la ha m32,89 i3,83 ] lo ha v3,215

nt9 Adversus oppugnatores eorum qui ad monasticam vitam inducunt 1. III, 14). v3,119 ] Adv. oppugn. 1. III, n. 14). m31,90 | Adv. oppugn. III, 14). i3,8

nt16 21 y 22. ] 21 y 22. i3,11 | 21. m31,91 v3,124

nt19 In Genesim Homilia v3,125 ] In Gen. Hom. m31,91 i3,12

nt25 sentienda, v3,128 i3,14 ] sentienda m31,92 || (S. Thomas, S. Th., i3,14 ] (S. Th., v3,128 | (S. Th., m31,92

nt28 3 y 4. v3,128 ] 3 y 4. i3,15 | 3. m31,92

nt30 tempore haeres ] tempore heres m31,92 i3,16 | tempore heres v3,129 || haeres per Deum ] heres per Deum m31,92 i3,16 | heres per Deum v3,129

nt39 Cfr. Act. I, 1. v3,140 ] Act. I, 1. m31,94 i3,25

nt43 Cfr. Ioann. XV, 15. i3,27 ] Ioann. XV, 15. v3,145 m31,94

nt48 14 y 26). i3,29 ] 14, 26). m31,94 | 14, 26). v3,146

nt49 Epistula ad Ephesios c. 15). v3,147 ] Epist. ad Ephes. 15). m31,95 i3,29

nt50 Cfr. Matth. V, 13 y 14. ] Cfr. Matth. V, 13 y 14. i3, 30 | Matth. V, 13 y 14. m31,95 | Matth. V, 13 y 14. v3,147

nt59 sta illic v3,152 ] sta illic i3,33 | sta illis m31,95

nt61 Cfr. II Cor. V, 14. ] II Cor. V, 14. m31,96 i3,34 | II Cor. V, 14. v3,152

nt65 Cfr. Galat. IV, 31. v3,156 ] Cfr. Galat. IV, 31. i3,36 | Galat. IV, 31. m31,96

nt73 Cfr. II Cor. II, 15. v3,178 ] II Cor. II, 15. m31,97 i3,54

nt77 Cfr. Ephes. IV, 15. ] Ephes. IV, 15. m31,97 i3,56 | Ephes. IV, 15. v3,180

nt80 infirmis infirmus, ut v3,182 ] infirmis infirmus, ut i3,57 | infirmus, ut m31,97

nt93 Ps. LXXII, 21; v3,188 ] Ps. LXII, 21; m31,98 i3,62 || LXVIII, 10. v3,188 ] LXVIII, 10. i3,62 | LXXXVIII, 10. m31,98

nt95 bona non tantum v3,189 ] bona non tantum i3,63 | bona tantum m31,98

nt97 indesinenter orate. ] indesinenter orate. i3,64 | indesinenter Deum orate. m31,99 | indesinenter Deum orate. v3,191 || adversus iras… adversus efferos mores illorum vos mansueti sitis… imitatores autem Domini studeamus esse ] adversus iras… adversus efferos mores illorum vos mansueti sitis… imitatores autem Domini studeamus esse i3,65 | adversus iras… ad blasphemias ipsorum inveniamur in mansuetudine: imitatores autem Dei studeamus esse m31,99 | adversus iras… ad blasphemias ipsorum inveniamur in mansuetudine: imitatores autem Dei studeamus esse v3,191 || Epistula ad Ephesios c. 10, 1-3) v3,191. ] Epist. ad Ephes. X, 1-3). m31,99 | Epist. ad Ephes. 10). i3,65

nt101 firmiores ] firmiores i3,69 | firmiores, m31,99 | firmiores, v3,197

nt108 Matth. IX, 37. ] Matth. IX, 37. i3,72 | Matth. IX, 38. m31,99 | Matth. IX, 38. v3,202

nt114 Ps. II, 11 y 12. v3,206 ] Ps. II, 11 y 12. i3,77 | Ps. II. m31,100

nt115 excl. v3,207] Talibus Deus diligentibus eum omnia cooperantur in bonum, usque adeo prorsus omnia, ut etiam si qui eorum deviant et exorbitant, etiam hoc ipsum eis faciat proficere in bonum, quia humiliores redeunt atque doctiores. Discunt enim in ipsa via iusta se exultare debere, non sibi rogando tamquam de sua virtute fiduciam permanendi, nec dicendo in abundantia sua, non movebimur in aeternum: propter quod eis dicitur: servite Domino in timore et exultate ei cum tremore, ne quando irascatur Dominus, et pereatis de via iusta. m31,100 | Talibus Deus diligentibus eum omnia cooperatur in bonum, usque adeo prorsus omnia, ut etiam si qui eorum deviant et exorbitant, etiam hoc ipsum eis faciat proficere in bonum, quia humiliores redeunt atque doctiores. Discunt enim in ipsa via iusta cum tremore se exultare debere, non sibi arrogando tamquam de sua virtute fiduciam permanendi, nec dicendo in abundantia sua, non movebimur in aeternum: propter quod eis dicitur: servite Domino in timore et exultate ei cum tremore, ne quando irascatur Dominus, et pereatis de via iusta. i3,77 || ne pereatis ] ne pereatis i3,77 | ne pereatis, m31,100 | ne pereatis, v3,207 || de via iusta: ] de via iusta: i3,77 | de via iusta: m31,100 | de via iusta: v3,207 || De correptione et gratia c. 9, 24). v3,207 ] De Corrept. et Gratia, C. 9, 24). m31,100 | De corrept. et gratia, 9, 24). i3,77

nt120 In Matthaeum Homilia 43, 5). v3,210 ] In Matth. hom. 43, 5). m31,101 i3,79

nt121 In Matthaeum Homilia 43, 5). v3,212 ] In Matth. hom. 43, 5). m31,102 i3,81

Carta «Res omnes»

Contexto e historia

El 9 de enero de 1932, día en el que está fechada esta Carta, san Josemaría cumplía treinta años. En algunas ocasiones, como esta, el fundador escribía a los miembros del Opus Dei 1, para pedirles que se unieran a él con la oración, reforzando los vínculos de filiación. Era un día de fiesta de familia, que se festejaba con alegría, como sucede también ahora. Por tanto, resultaba muy natural que una Carta como esta llevara esa fecha.
Respecto a las circunstancias de su composición, no conocemos casi ningún detalle, excepto que estaba terminada a finales de 1965 o comienzos de 1966.

Fuentes y material previo

En AGP, serie A.3, 91-3, se conserva el manuscrito original mecanografiado (m3) en cuartillas apaisadas de papel fuerte, algo amarillento. Estuvieron grapadas en dos cuadernillos de 21, 5 x 16 cm, el primero de los cuales contenía cincuenta y una páginas y en cuyo encabezamiento se puede leer, escrito a mano por san Josemaría, «Res omnes. Madrid, 9-1-32.». Falta la página 26, y la 29 es sólo una tira de papel de unos 5 cm de ancho.
El segundo cuadernillo, de cuarenta y nueve páginas, empieza en la nº 52 –donde está escrito a mano por el Autor «Res omnes, (2).»– y acaba en la nº 102. Hay un error en la numeración de las páginas: salta la nº 68, pero no falta ninguna parte del texto. Las notas, tanto las referencias bibliográficas como las transcripciones latinas de algunos textos bíblicos o patrísticos, están situadas al final del manuscrito.
También en este manuscrito se observan los mismos tipos de enmiendas autógrafas de san Josemaría que hemos visto hasta aquí. Hemos designado las tres clases de correcciones como m31, para aquellas que son anteriores a la primera edición, m32 para las que presumiblemente se realizaron en 1969 y que pasaron a un manuscrito hoy perdido, que sirvió de pauta para la impresión de 1985, y m33 para las que san Josemaría hizo en un momento posterior, probablemente en 1974-1975.
En el volumen nº I de 1967 (v3) esta Carta ocupa las páginas 111 a 215.
En AGP se conservan dos ejemplares de la versión realizada en 1985, encuadernados en cartulina amarilla e impresos en un papel ahuesado claro (i3). Cuenta ochenta y cuatro páginas, con características semejantes a las anteriores.
No hay hojas sueltas con erratas, ni tampoco otro material previo: anotaciones, fichas o guiones.
Sin realizar una búsqueda sistemática, que hoy día no resulta posible, se han identificado algunos textos de su predicación oral que son muy semejantes. Por ejemplo, lo que dice en 66d sobre la tolerancia coincide con una frase de la meditación del 7 de junio de 1964 2 y parte del párrafo 67a, sobre la caridad y el perdón, repite, con muy pequeñas variaciones, un texto de la frase inicial Del Padre en Cro1957, 08, 5. También se encuentran paralelismos con fragmentos de sus escritos publicados. Veamos algunos ejemplos.
La expresión de 4b, sobre la cabeza en el cielo y los pies en la tierra, es muy parecida a la de Amigos de Dios, 75, aunque puede ser que san Josemaría la haya repetido en varias ocasiones. El nº 47a, con su parábola de la pesca, es muy semejante a un párrafo de una meditación predicada el 16 de abril de 1954. Los párrafos nn. 67b-c, sobre el modo de entender la caridad, se encuentran de modo muy parecido en Es Cristo que pasa, 124; lo mismo vale para el nº 68a, sobre el sentirse enviados para salvar a los pecadores, que guarda gran similitud con Es Cristo que pasa, 121; también en ese libro de homilías, en el nº 120, encontramos una versión semejante al del nº 86b de esta Carta.

Cuestiones de crítica textual

La mayor parte de las diferencias entre las fuentes son mínimas, análogas a las que hemos visto en las dos Cartas anteriores.
En general, se han recuperado algunos cambios y mejoras de la versión del volumen, que se habían perdido. Por ejemplo, en 3b se leía en m3 que no tendrá vocación en la Obra quien piense que el trabajo «no puede ser santificador y santificante». Había aquí una redundancia, que san Josemaría corrigió dejando «no puede ser santificado y santificante». Esa misma redundancia vuelve a presentarse en 91a, cuando habla del «valor santificador y santificante de la vida ordinaria», que esta vez corrigió, eliminando "santificador" en v3.
Se han contrastado también las correcciones autógrafas posteriores al 1967, que no se habían recogido en el volumen. Por lo general, aportan precisión o matizan alguna expresión, sin cambiar su sentido, o son pequeñas mejoras de puntuación. Todas las incidencias se señalan convenientemente en el aparato crítico.

Contenido

San Josemaría trata en esta Carta de variadas cuestiones del espíritu del Opus Dei, pero el hilo temático es la misión de servicio a Dios, a la Iglesia y a todos los hombres que sus miembros están llamados a realizar en medio del mundo.
Como en otros escritos de esta naturaleza, san Josemaría procede con gran libertad, sin someterse a un esquema compositivo rígido. Repite en varios momentos las ideas que desea remachar más, sin pretender realizar un tratado sistemático. Es, como ya hemos dicho, un escrito de tono familiar, una conversación del fundador con sus hijas e hijos espirituales. Hay, de todas maneras, un cierto orden expositivo, que se puede resumir en las ideas siguientes.
En los primeros párrafos (nn. 1-7) describe cuál es el fin del Opus Dei: servir a la Iglesia y al Papa, respetando y defendiendo la libertad de los católicos en lo que es opinable, sin caer en «dogmas doctrinales temporales». Este tema volverá a ser retomado varias veces, a lo largo del escrito, en el que se contienen algunas exposiciones de san Josemaría acerca de la laicidad, de la legítima autonomía de las cuestiones temporales y de la libertad del cristiano en las cuestiones opinables, junto a una condena de los abusos a los que ha llevado el clericalismo.
Una segunda parte (nn. 8-22), además de otros temas misceláneos (unidad de vida, rectitud de intención, filiación divina, fe, etc.) describe el llamamiento al Opus Dei, usando metáforas que permiten captar la especificidad de esa vocación laical: «Si me preguntáis cómo se nota la llamada divina, cómo se da uno cuenta, os diré que es una visión nueva de la vida. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros; es un impulso misterioso, que empuja al hombre a dedicar sus más nobles energías a una actividad que, con la práctica, llega a tomar cuerpo de oficio. Esa fuerza vital, que tiene algo de alud arrollador, es lo que otros llaman vocación» (nº 9a).
Un tercer grupo de párrafos (nn. 23-40) giran en torno al espíritu de servicio a la Iglesia, que mueve al Opus Dei. Detalla aquí algunas manifestaciones concretas del apostolado de los miembros, en su tarea de llevar el evangelio a todos los ambientes del mundo, con un espíritu plenamente laical.
En la parte central de la Carta (nn. 41-61) san Josemaría aborda temas de interés, no sólo para quienes están en el Opus Dei, sino para todos los cristianos: el servicio al bien común en las actividades de relevancia pública y social, incluida la política. Da respuestas a quienes se preguntan cuál debe ser la actuación pública de los católicos en ambientes que han perdido muchos de los antiguos valores cristianos. Los criterios-guía del fundador se basan en el respeto al pluralismo y a la libertad. Además, aprovecha para aclarar con toda energía que «la Obra no tiene política alguna: no es ése su fin. Nuestra única finalidad es espiritual y apostólica, y tiene un resello divino: el amor a la libertad, que nos ha conseguido Jesucristo muriendo en la Cruz» (nº 42b).
Trata también, en una sección sucesiva, del apostolado personal (nn. 62-77), donde se destacan algunas ideas como la naturalidad, la comprensión con los demás, la búsqueda de la unidad con todos, la capacidad de adaptarse a cada persona, sin discriminación ninguna, ni prejuicios o rigideces, haciéndose «todo para todos, para salvarlos a todos» (1Co 9, 22), como enseña san Pablo.
Después de dar unas breves orientaciones sobre algunos apostolados corporativos del Opus Dei (nn. 78-80), entra de nuevo en la cuestión del espíritu de servicio (nn. 81-90). Encontramos en estas páginas orientaciones válidas para todos los cristianos que trabajan en política, en tareas de impacto social o que conllevan responsabilidades de gobierno. Enseña cómo han de santificarse esas tareas, manteniendo la humildad y el deseo de servir a la comunidad.
La Carta termina con un epílogo (nn. 91-93) en el que san Josemaría vuelve a tratar de la misión apostólica que lleva a cabo el Opus Dei, recordando la llamada universal a la santidad.

Notas de las introducciones al texto crítico anotado

1 Por ejemplo, escribió en esa fecha dos de las tres Cartas circulares que mandó a los miembros de la Obra durante la guerra civil: el 9 de enero de 1938 y de 1939, respectivamente. Cfr. MÉNDIZ, "Tres cartas circulares…", pp. 353-377.
2 En AGP, serie A.4, m640607.