3560 (La misericordia es) lo propio de Dios, y en ella se manifiesta de forma máxima su omnipotencia (SANTO TOMÁS, S.Th. II-II, q. 30, a. 4).
3560b Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición vétero-testamentaria de la misericordia divina. No solo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la misericordia. A quien la ve la encuentra en él, Dios se hace concretamente "visible" como Padre "rico en misericordia" (JUAN PABLO II, Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, n. 2).
3561 Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre y dispuso aquella victoria que iba a conseguirse por el Verbo. Al mostrarse perfecta la fuerza en la debilidad, se puso de manifiesto la bondad y el poder admirable de Dios (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 3).
3562 Os aseguro que habrá en el cielo gran alegría por un pecador que se convierta. Con este fin, a aquel hombre que cayó en manos de los ladrones, que lo desnudaron, lo golpearon y se fueron dejándolo medio muerto, El lo reconfortó, vendándole las heridas, derramando en ellas aceite y vino, haciéndole montar sobre su propia cabalgadura y acomodándolo en el mesón para que tuvieran cuidado de él, dando para ello una cantidad de dinero y prometiendo al mesonero que, a la vuelta, le pagaría lo que gastase de más (SAN MÁXIMO, Carta 11).
3563 Se da prisa en buscar la centésima oveja que se había perdido [...] ¡Maravillosa condescendencia de Dios que así busca al hombre; dignidad grande la del hombre, así buscado por Dios! (SAN BERNARDO, Sermón 1 Dom. Adviento, 7).
3564 Como nuestros pecados nos impiden en ocasiones dirigirnos a El, viene El a nosotros: viene a sembrar su palabra misericordiosa, y lo hace copiosamente (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 95).
3565 Si recorréis las Escrituras Santas, descubriréis constantemente la presencia de la misericordia de Dios: llena la tierra (Sal 33, 5), se exiende a todos sus hijos, "super omnem carne". (Si 18, 12), se multiplica para ayudarnos (Sal 36, 8), y continuamente ha sido confirmada (Sal 117, 2). Dios, al ocuparse de nosotros como Padre amoroso, nos considera en su misericordia (Sal 25, 7): una misericordia suave (Sal 109, 21), hermosa como nube de lluvia (Si 35, 24) (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 7).
3566 Debemos comprender, si no somos insensatos, los sentimientos de bondad de nuestro Padre; El nos habla, enseñándonos cómo debemos acercarnos a El, porque no quiere que le busquemos por caminos desviados (Epístola de Bernabé, 2).
3567 El mismo Jesucristo, que conocía la malicia de los fariseos, condescendió con ellos para ganarlos, a semejanza de los buenos médicos, que prodigan más remedios a los enfermos más graves (SAN CIRILO, en Catena Aurea, vol. VI, p. 46).
3568 ¡ Qué grande es la misericordia de nuestro Creador! No somos ni siervos dignos y nos llama amigos. ¡Qué grande es la dignidad del hombre al ser amigo de Dios! (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 27 sobre los Evang.).
3569 La suprema misericordia no nos abandona ni aun cuando la abandonamos (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 36 sobre los Evang.).
3570 En ocasiones, Dios no desdeña visitarnos con su gracia, a pesar de la negligencia y relajamiento en que ve sumido nuestro corazón [...]. Tampoco tiene a menos hacer nacer en nosotros abundancia de pensamientos espirituales. Por indignos que seamos, suscita en nuestra alma santas inspiraciones, nos despierta de nuestro sopor, nos alumbra en la ceguedad en que nos tiene envueltos la ignorancia, y nos reprende y castiga con clemencia. Pero hace más: se difunde en nuestros corazones para que siquiera su toque divino nos mueva a compunción y nos haga sacudir la inercia que nos paraliza (CASIANO, Colaciones, 4).
3571 Todos los que vivimos esta vida mortal tenemos nuestras aflicciones. Vosotros tenéis vuestras pesadumbres; pero cuando estéis afligidos y las olas parezcan elevarse y estar prontas a sumergiros, haced un acto de fe, un acto de esperanza en vuestro Dios y Salvador. Os llama Aquel que tiene su boca y sus manos llenas de bendiciones para vosotros. Dice: Venid a Mi todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré (Mt 11). Todos los que estáis sedientos –dice por su profeta– venid a las aguas... Nunca entre en vuestra mente la idea de que Dios es un amo duro, severo. Día llegará, es verdad, en que vendrá como justo Juez, pero ahora es tiempo de misericordia. Beneficiaos de él, aprovechad el tiempo de gracia. Mirad que ahora es el tiempo grato, mirad que ahora es el día de la salvación (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón para el Domingo IV después de Epifanía).
3572 ...En los momentos de angustia he invocado al Señor... Libra, oh Señor, mi alma de los labios mentirosos, de las lenguas que engañan. ¡Señor!, me refugio en ti (Sal 120, 12 y Sal 7, 2). Conmueve esta insistencia de Dios, nuestro Padre, empeñado en recordarnos que debemos acudir a su misericordia pase lo que pase, siempre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hom. Lealtad a la Iglesia, 4-6-1972).
3573 Recordáis que el endemoniado dijo: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Hijo de Dios? ¿ Has venido aquí a destiempo para atormentarnos? (Mt 8). La venida de Cristo no era confortadora para ellos [...] Porque a los hombres les destina bienes y, sabiendo y sintiendo esto, los hombres son atraídos hacia El. No Irán a Dios hasta estar seguros de esto. Deben creer que es no sólo omnipotente, sino también misericordioso. La fe está fundada en el conocimiento de que Dios es omnipotente; la esperanza lo está en el conocimiento de que Dios es misericordioso. Y la presencia de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos mueve a esperar tanto como a creer, porque su nombre, Jesús, significa Salvador, y porque fue tan amante, dulce y bondadoso cuando estuvo en la tierra (CARD. J. H. NEWMAN, Sermón para el Domingo IV después de Epifanía).
3574 No conviene a una Misericordia tan grande como la vuestra olvidarse de una tan grande miseria como la nuestra (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 16).
3575 Pedid y recibiréis... (cfr. Mt 7, 7-8): lo repite para recomendar a justos y pecadores la confianza en la misericordia de Dios, y por eso añade: todo el que pide recibe; es decir, ya sea justo, ya sea pecador, no dude al pedir, para que conste que no desprecia a nadie [...]. No puede concebirse que Dios, cuando manda la gran obra de caridad de hacer bien a los enemigos, imponga a los hombres el deber de que hagan lo que El no hiciera, siendo bueno (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. 1, pp. 428-429).
3576 Ninguno es suficientemente fuerte por sus solas fuerzas, sino que está seguro por la misericordia de Dios (SAN CIPRIANO, en Catena Aurea, vol. 1, p. 360).
3577 Para caer había muchos amigos que me ayudasen; para levantarme, hallábame tan sola que ahora me espanto cómo no me estaba siempre caída, y alabo la misericordia de Dios, que era solo el que me daba la mano (SANTA TERESA, Vida, 7, 8).
3578 Te ves tan miserable que te reconoces indigno de que Dios te oiga... Pero, ¿y los méritos de María? ¿Y las llagas de tu Señor? Y... ¿acaso no eres hijo de Dios? Además, El te escucha " quoniam bonus..., quoniam in saeculum misericordia ejus ": porque es bueno, porque su misericordia permanece siempre (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 93).
3579 De la misma forma que los cuidados del médico se manifiestan en los enfermos, así Dios se manifiesta en los hombres (SAN IRENEO, Trat. contra las herejías, 3).
3580 ¿Dónde me esconderé de Dios? ¿Dónde te esconderás, hermano? En su misma misericordia. Nadie puede huir de Dios más que refugiándose en su misericordia (SAN AGUSTÍN, Sermón 351).
3581 Mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré pobre en méritos mientras El no lo sea en misericordia. Y porque la misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y aunque tengo conciencia de mis muchos pecados, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (SAN BERNARDO, Sermón sobre el Cantar de los Cantares, 61).
3582 La profundidad del pozo de la miseria humana es grande; y si alguno cayera allí, cae en un abismo. Sin embargo, si desde ese estado confiesa a Dios sus pecados, el pozo no cerrará su boca sobre él [...]. Hermanos, hemos de temer esto grandemente [...]. Desdeñada la confesión de los pecados, no habrá lugar para la misericordia (SAN AGUSTÍN, Coment. sobre el Salmo 68).
3583 Dios, el pastor supremo y verdadero agricultor, es poderoso tanto para hacer volver a la oveja al buen camino, como para injertar el sarmiento desgajado (SAN AGUSTÍN, Sermón 46, sobre los pastores).
3584 No dudéis del perdón, pues por grandes que sean vuestras culpas, la magnitud de su misericordia perdonará, sin duda, la enormidad de vuestros muchos pecados (SAN JERÓNIMO, Coment. sobre el profeta Joel).
3585 He aquí que llama a todos los que se han manchado, desea abrazarlos, y se queja de que le han abandonado. No perdamos este tiempo de misericordia que se nos ofrece, no menospreciemos los remedios de tanta piedad que el Señor nos brinda. Su benignidad llama a los extraviados, y nos prepara, cuando volvamos a El, el seno de su clemencia. Piense cada cual en la deuda que le abruma, cuando Dios le aguarda y no se exaspera con el desprecio. El que no quiso permanecer con El, que vuelva; el que menospreció estar firme a su lado, que se levante, por lo menos después de su caída [...]. Ved cuán grande es el seno de su piedad, y considerad que tenéis abierto el regazo de su misericordia (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 33 sobre los Evang.).
3586 El nos ha prometido el perdón de los pecados y no puede faltar a su palabra, ya que, al enseñarnos a pedir que sean perdonados nuestras ofensas y pecados, nos ha prometido su misericordia paternal y, en consecuencia, su perdón (SAN CIPRIANO, Trat. sobre la oración, 18).
3587 Te contemplo, Señor, en aquel patíbulo en el que parecías hallarte sin auxilio alguno, y considero de qué manera envías delante a tu reino al buen ladrón en virtud de tu sublime potestad. Con esta elección nos enseñas de un modo bien manifiesto cuánto provecho has producido en los desamparados, de entre los cuales éste fue el primero que, coronado de gloria, fue constituido, en el mismo día, ciudadano del paraíso y amigo de la curia celestial (PSEUDOCIPRIANO, De cardinalibus operibus Christi).
3588 (Dios a todos) los pecadores les promete misericordia para que se animen a levantarse (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 34 sobre los Evang.).
3589 Consideremos cuán grandes son las entrañas de su misericordia, que no sólo nos perdona nuestras culpas, sino que promete el reino celestial a los que se arrepienten de ellas (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 19 sobre los Evang.).
3590 Este cometió muchos pecados, y se hizo gran deudor; el otro hizo pocos por haberle llevado Dios de la mano. Si, pues, el uno le atribuye la remisión de los cometidos, atribúyale también el otro el no haberlos cometido (SAN AGUSTÍN, Sermón 99).
3591 Salió un sembrador a sembrar... Se acercó a nosotros vistiéndose de nuestra carne. Como no podíamos penetrar donde El se hallaba, porque los pecados oponían un muro a nuestro acceso, hubo de venir El a nosotros. Y, ¿a qué salió? ¿A destruir la tierra plagada de espinas? ¿A castigar a los labradores? De ningún modo. Salió a labrarla, a cuidarla y a sembrar la palabra de la piedad (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 44).
3592 ¡Qué cercano está Dios de quien confiesa su misericordia! Si; Dios no anda lejos de los contritos de corazón (SAN AGUSTÍN, Sermón 11).
3593 No suelen los ricos ir a casa de los pobres, aunque tengan la intención de hacerles algún bien. Eramos nosotros los que teníamos que ir a Jesús; pero se interponía un doble obstáculo. Nuestros ojos estaban ciegos [...]. Nosotros yacíamos paralizados en nuestra camilla, incapaces de llegar a la grandeza de Dios. Por eso nuestro amable Salvador y Médico de nuestras almas descendió de su altura (SAN BERNARDO, Sermón 1 Dom. Adviento, 78).
3594 Nadie ha experimentado como la Madre del Crucificado el misterio de la cruz, el pasmoso encuentro de la trascendente justicia divina con el amor: el " beso " dado por la misericordia a la justicia. Nadie como Ella, María, ha acogido de corazón ese misterio: aquella dimensión verdaderamente divina de la redención, llevada a efecto en el Calvario mediante la muerte de su Hijo, junto con el sacrificio de su corazón de madre, junto con su " fiat " definitivo. (JUAN PABLO II, Enc. Dives in Misericordia, 9).
3595 María, pues, es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es. En este sentido la llamamos también Madre de la misericordia: Virgen de la misericordia o Madre de la divina misericordia; en cada uno de estos títulos se encierra un profundo significado teológico, porque expresan la preparación particular de su alma, de toda su personalidad, sabiendo ver primeramente a través de los complicados acontecimientos de Israel, y de todo hombre y de la humanidad entera después, aquella misericordia de la que "por todas las generaciones" nos hacemos participes según el eterno designio de la Santísima Trinidad (JUAN PABLO II, Enc. Dives in Misericordia, 9).