Catena Áurea

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Y después de esto salió, y vio a un publicano, llamado Leví, sentado en la oficina de los impuestos, y le dijo: "Sígueme": Y levantándose, dejó todas sus cosas, y le siguió. Y le hizo Leví un gran banquete en su casa, y asistió a él un grande número de publicanos y de otros que estaban sentados con ellos a la mesa. Y los fariseos y los escribas de ellos murmuraban, diciendo a los discípulos de El: "¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?" Y respondiendo Jesús, les dijo: "Los sanos no necesitan de médico, sino los que están enfermos. No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia". (vv. 27-32)


San Agustín, de cons. evang. 2, 26
Después de la curación del paralítico, sigue hablando de la conversión del publicano, diciendo: "Y después de esto, salió y vio a un publicano, llamado Leví, que estaba sentado al banco". San Mateo es ese Leví.

Beda
Pero San Lucas y San Marcos, queriendo honrar al Evangelista, callan su nombre vulgar. San Mateo al principio de su Evangelio, acusándose a sí mismo, se llama Mateo y publicano; para que ninguno desespere de su salvación por la enormidad de sus pecados, puesto que él, de publicano que era, fue mudado en Apóstol.

San Cirilo
Leví era, pues, publicano, hombre avaro, desenfrenado en cuanto a las cosas superfluas, apetecedor de lo ajeno (esto es, pues, el oficio de los publicanos). Mas de las oficinas de la malicia es arrancado por el llamamiento de Cristo; de donde sigue: "Y díjole: Sígueme".

San Ambrosio
Manda que le siga, no con el movimiento del cuerpo, sino con el afecto del alma. Y así, llamado él por medio de la palabra, abandona lo propio el que antes tomaba lo ajeno. De donde prosigue: "Y levantándose, dejó todas sus cosas y le siguió".

Crisóstomo, in Mat. hom 31
En lo que puede verse el poder del que llama y la obediencia del llamado. Y no se resistió, ni siquiera vaciló, sino que en seguida obedeció; y no quiso siquiera volver a su casa a contar a su familia lo que le sucedía, como tampoco lo hicieron los pescadores.

San Basilio
Y no sólo abandonó la recaudación de contribuciones, sino que también menospreció los peligros que podían venirle, tanto a él como a su familia, por no rendir en debida forma las cuentas de la recaudación.

Teofilacto
Y así Jesucristo recibió tributo del que lo cobraba a los que pasaban; no recibiendo dinero, sino asociándolo a sí enteramente.

Crisóstomo, ut sup
El Señor honró el llamamiento de Leví, aceptando inmediatamente el convite que éste le hizo; esto le inspiraba más confianza. Por lo que sigue: "Y le hizo Leví un gran convite en su casa". Y no estuvo solo con él, sino que había muchos más. Por lo que sigue: "Y asistió a él un grande número de publicanos y de otros que estaban sentados con ellos a la mesa". Habían venido los publicanos a casa de Leví, a ver a su compañero y a un hombre de su misma clase, pero Leví, gloriándose de la presencia de Jesucristo, los convidó a todos a comer. Jesucristo empleaba todo género de medios para obtener la salvación de los hombres; y así no sólo disputaba, y curaba las enfermedades, sino que también reprendía a los que tenían envidia. Y aun cuando estaba comiendo, corregía también los errores de alguno; enseñándonos así que cualquier ocupación y cualquier tiempo puede sernos útil. Ni evitó la sociedad de los publicanos, por la utilidad que seguiría; como un médico que no curaría la enfermedad si no tocase la llaga.

San Ambrosio
En el mero hecho de haber comido nuestro Señor con los pecadores, nos autoriza para asistir al convite con los gentiles.

Crisóstomo
Con todo, el Señor fue argüido por los fariseos, que le tenían envidia y querían separar los discípulos de Jesucristo. De donde prosigue: "Y los fariseos murmuraban, diciendo: ¿Por qué coméis con los publicanos?"

San Ambrosio
Voz de serpiente es ésta. La serpiente fue la primera que pronunció esta voz, diciendo a Eva: "¿Por qué os dijo Dios: No comáis" (Gn 3, 1.), etc. Luego difunden el veneno de su padre.

San Agustín, De cons. Evang., lib. 2, cap. 27
Parece que San Lucas contó esto algún tanto diferente de los otros Evangelistas, porque no dice que el reproche de comer con los publicanos haya sido dirigido al Señor, sino a los discípulos, lo cual se entendía de uno y otros. San Mateo y San Marcos dicen que esto se refería a Jesucristo y a sus discípulos -porque todos comían con los publicanos y con los pecadores- pero que especialmente se dirigía al Señor, a quien imitaban siguiéndole en todo. Es una misma sentencia, tanto mejor insinuada, cuanto que -permaneciendo la verdad- varían las palabras.

Crisóstomo, ut sup
El mismo Señor les volvió el argumento contra ellos mismos, manifestando que no era pecado el tratar con los pecadores, sino conforme a la misericordia propia, de donde prosigue: "Y Jesús les respondió, y les dijo: Los sanos no necesitan de médico sino los enfermos". En lo cual les advierte que ellos también están enfermos, y demuestra que pertenecen al número de los paralíticos; pero que El es el verdadero médico. Prosigue: "Yo no he venido a llamar a los justos a penitencia, sino a los pecadores".

Gregorio Niceno
Como diciendo: No detesto a los pecadores, porque sólo he venido para bien de ellos; no para que sigan pecando, sino para que se conviertan y se hagan buenos.

San Agustín, de cons. evang. 2, 27
Por esto añadió, "A penitencia". Como para explicar mejor la frase, no fuese que se creyera que Jesucristo amaba a los pecadores por lo mismo que pecaban. Ya había dado a entender en aquella semejanza de la enfermedad, qué es lo que quería decir el Señor llamando a los pecadores como el médico llama a los enfermos, esto es, para curarlos de sus pecados como de una enfermedad.

San Ambrosio
¿Pero cómo amó el Señor la justicia ( Sal 10), y cómo David no vio jamás un justo abandonado, si el justo es abandonado y el pecador llamado? Debe entenderse que aquí llama justos a aquellos que presumen de la ley, y no buscan la gracia del Evangelio. Nadie se justifica por la ley, sino que se redime por la gracia. Por tanto, no llama a aquellos que se titulan justos, porque los usurpadores de la justicia no son llamados a la gracia; pues si la gracia viene de la penitencia, el que rechaza la penitencia abdica la gracia.

Beda
Llama pecadores a aquellos que, reconociéndose de malas acciones y no creyendo que pueden santificarse por medio de la ley, se someten a la gracia de Jesucristo, arrepintiéndose.

Crisóstomo, ut sup
Llama justos a aquéllos en sentido irónico, como cuando se dice: "He ahí Adán como uno de nosotros" (Gn 3, 22). Que no había un justo en la tierra, lo demuestra San Pablo diciendo: "Todos pecaron y necesitan de la gracia de Dios" (Rm 3, 23).

San Gregorio Niceno
O dice que no necesitan de médico los sanos y los justos, esto es, los ángeles, sino los que obran mal y son pecadores, esto es, nosotros, porque hemos adquirido la enfermedad del pecado, que no se conoce en el cielo.

Beda
Por la elección de San Mateo se expresa la fe de los gentiles, que antes suspiraban por las cosas mundanas, y ahora alimentan el cuerpo de Jesucristo con una tierna devoción.

Teofilacto
O publicano es el que sirve al príncipe del mundo, y paga su tributo a la carne: los manjares si es goloso, el placer si es adúltero, y lo demás si es otra cosa. Cuando el Señor le vio sentado en el banco de la recaudación, esto es, no dirigiéndose a cosas peores, lo separó del mal, siguió a Jesús, y le recibió en la casa de su alma.

San Ambrosio
El que recibe a Jesucristo en su alma experimenta toda clase de complacencia. Y así el Señor entra, y descansa en su afecto, pero enseguida se levanta la envidia de los malos, y se representa la pena eterna; cuando los justos coman en el reino de los cielos, sufrirán los pérfidos la pena del ayuno.

Beda
También se representa aquí la envidia de los judíos, que tanto sienten la salvación de los gentiles.

San Ambrosio
También se da a conocer la diferencia que hay entre los que hacen ostentación de cumplir con la ley y los que reciben la gracia, porque los primeros sufrirán hambre eterna intelectual, pero los que han recibido la palabra de Dios en lo más recóndito de sus almas, alimentados por la abundancia del manjar celestial y de la fuente divina, no podrán ya tener hambre ni sed. Por esto murmuraban los que ayunaban de espíritu.


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