Catena Áurea

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"En cualquier casa que entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa: y si hubiere allí hijo de paz, reposará sobre él vuestra paz, y si no, se volverá a vosotros. Y permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan: porque el trabajador es digno de su salario. No paséis de casa en casa. Y en cualquier ciudad en que entrareis, y os recibieren, comed lo que os pusieren delante; y curad a los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios. Mas si en la ciudad en que entrareis no os recibieren, saliendo por sus plazas, decid: Hasta el polvo, que se nos ha pegado de vuestra ciudad, sacudimos contra vosotros; sabed, no obstante, que se ha acercado el reino de Dios. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma, que para aquella ciudad". (vv. 5-12)


Crisóstomo in Epis. ad Col. 3
La paz es la madre de todos los bienes; sin ella todos los demás bienes son inútiles. Por ello el Señor mandó a sus discípulos que cuando entrasen en alguna casa, inmediatamente invocasen la paz sobre ella, como señal de los demás beneficios que venían a traer, diciéndoles: "En cualquier casa que entrareis, primeramente decid: paz sea a esta casa".

San Ambrosio
Esto es, debemos anunciar la paz y procurar que se celebre nuestra entrada con la bendición de la paz.

Crisóstomo, in Epis. ad Col. 3 et in Sal. 124
Por esto el Pontífice le da a la Iglesia diciendo: "La paz sea con vosotros". Los santos imploran la paz, no sólo la que existe entre los hombres, sino la que debe existir dentro de nosotros mismos. Porque muchas veces llevamos la guerra en nuestro corazón, nos afligimos sin que nadie nos ofenda y se levantan contra nosotros los malos deseos.

Tito Bostrense
Dice, pues: "Paz sea a esta casa". Esto es, a los que habitan en esta casa. Como diciendo: Hablad a todos, a los grandes y los pequeños; sin embargo, vuestro saludo no será dirigido a los indignos. Por lo que sigue: "Y si hubiese allí hijo de paz, reposará sobre él vuestra paz". Como diciendo: Vosotros pronunciaréis la palabra y Yo aplicaré la paz al que juzgue digno de ella. Y si no hubiere ninguno digno, no seréis defraudados, ni se perderá la gracia de vuestras palabras, sino que volverá a vosotros. Por eso añade: "Y si no se volverá a vosotros".

San Gregorio
La paz que se ofrece por el predicador, o descansa en la casa, si en ella hay algúno que esté presto para oírla y sigue la palabra celestial que oye; o si ninguno quiere oírla, el predicador no quedará sin fruto, porque la paz volverá sobre él, como una recompensa que el Señor le da por el trabajo de su obra. Mas si se recibe nuestra paz, entonces somos acreedores a que se nos recompense por aquéllos a quienes facilitamos el camino de la gloria. Por lo que prosigue: "Y permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan". He aquí que El mismo, que prohibió llevar bolsas y alforjas, nos permite percibir estipendio y alimentos por la predicación.

Crisóstomo ut sup
Mas para que alguno no diga: "Consumo mis bienes preparando la mesa a los forasteros", primero hace que aquél al entrar te ofrezca el don de la paz, al cual nada iguala, para que sepas que recibes más de lo que das.

Tito Bostrense
O de otro modo: Puesto que no estáis constituidos jueces de los que son dignos o indignos, comed y bebed lo que os ofrezcan y dejadme a mi el examen de los que os reciben; a no ser que conozcáis que allí no hay hijo de paz, porque entonces tal vez debéis retroceder.

Teofilato
Ved cómo ordenó a sus discípulos que pidiesen limosna y que tuviesen su alimento por salario; pues se añade: "Porque el trabajador es digno de su salario".

San Gregorio in Evang. hom. 17
Los alimentos que sustentan al obrero son ya una parte de su salario, de suerte que aquí se empiece la gracia del trabajo de la predicación, que se completa allí con la visión de la verdad. En lo que debe considerarse que se ofrecen dos premios a nuestro trabajo: uno en esta vida, que nos sustenta en el trabajo; otro en la patria, que nos remunera en la resurrección. La recompensa que en esta vida se recibe debe alentarnos para merecer con más seguridad la otra. El verdadero predicador no debe predicar con el fin de recibir la recompensa de esta vida, sino recibir la recompensa para poder predicar. Todo el que predica con el solo fin de la alabanza o de la recompensa de este mundo, se priva de la del cielo.

San Ambrosio
Se añade otra virtud: no andar de casa en casa con vaga facilidad; pues sigue: "No paséis de casa en casa". Esto es, que seamos constantes en la hospitalidad y no disolvamos fácilmente los vínculos de la amistad.

Beda
Después de haber hablado de cómo deben portarse sus discípulos en las casas, pasa ahora a enseñarles cómo deben portarse en las ciudades. A saber, comunicar en todo con los piadosos y apartarse enteramente de la sociedad de los impíos. Por lo que prosigue: "Y en cualquier ciudad en que entrareis y os recibieren, comed lo que os pusieren delante".

Teofilato
Aún cuando sea poco y vil lo que allí se encuentre, no pidáis más. Díceles también que, obrando milagros, atraigan a los hombres a sus predicaciones. Por lo que añade: "Y curad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios". Porque si curáis primero y después enseñáis, vuestra predicación producirá sus frutos y los hombres creerán que se aproxima el reino de los cielos, pues no se curarían si esto no lo hiciese alguna virtud divina. Además, cuando se curan en cuanto al alma, se acerca a ellos el reino de Dios, el cual está lejos de aquél a quien domina el pecado.

Crisóstomo, in Mat. hom. 33
Observa la dignidad de los apóstoles. No se les advierte que lleven cosa alguna material como a Moisés y a los profetas (esto es, bienes terrenos), sino cosas nuevas y admirables, esto es, el reino de los cielos.

San Máximo
Dice "se acercó", no para demostrar la brevedad del tiempo, porque el reino de Dios no viene con advertencia; sino que demuestra la disposición de los hombres para recibir el reino de Dios, el cual está en potencia en todos los que creen, y en acto en los que desprecian la vida corporal y eligen sólo la espiritual. Estos son los que pueden decir: "No soy yo quien vivo, sino Cristo que vive en mí" (Ga 2, 20).

San Ambrosio
Después les dice que deben sacudir el polvo de sus pies, cuando en alguna ciudad crean que no se les quiere recibir, diciéndoles: "Mas en la ciudad en que entrareis, si no os recibieren, sacudid el polvo", etc.

Beda
O para hacer constar el trabajo físico, que vanamente se tomaron por ellos, o para demostrar que hasta tal punto no buscan nada terreno de ellos, que ni el polvo de su tierra quieren que se les pegue. O por los pies se significa el trabajo y la marcha de la predicación, y el polvo que los cubre representa la ligereza de los pensamientos terrenos, de la cual no se ven libres ni aún los más grandes doctores. Aquellos, pues, que despreciaren la doctrina, los trabajos y los peligros de los que les enseñan, se exponen al testimonio de su condenación.

Orígenes
Sacudiendo contra ellos el polvo, les dicen en cierto modo: "El polvo de vuestros pecados con razón vendrá sobre vosotros". Y obsérvese que todas aquellas ciudades que no reciben a los apóstoles, ni su celestial doctrina, tienen plazas, según estas palabras: "Ancho es el camino que conduce a la perdición" ( Mt 7, 13).

Teofilato
Y así como a los que reciben a los apóstoles se dice que se acerca el reino de Dios para su beneficio, así se dice para perjuicio de los que no los reciban. Por esto añade: "Esto no obstante, sabed que se os acerca el reino de Dios". Como sucede cuando viene un rey a una ciudad, que viene para bien de unos y para mal de otros. Por lo que tratando de su castigo, añade: "Os digo, en verdad, que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma", etc.

Eusebio
Porque en la ciudad de Sodoma los ángeles no carecieron de hospitalidad, sino que Loth fue considerado como digno de recibirlos ( Gén 19) 1. Si, pues, a la llegada de los discípulos, no hay uno siquiera en la ciudad que los reciba, ¿cómo no será peor que la ciudad de Sodoma? Este lenguaje les enseñaba a abrazar con confianza la regla de la pobreza, pues no podía existir ciudad, villa ni aldea, sin algún habitante amigo de Dios. Ni Sodoma subsistiría, no hallándose en ella Loth; por eso, apenas la abandonó, pereció toda de repente.

Beda
Los sodomitas mismos, aunque fueron hospitalarios en medio de los desórdenes de la carne y del alma, sin embargo, no se hallaron entre ellos huéspedes como los apóstoles; pues aunque Loth era justo en su proceder y en su trato ( 2Pe 2, 3), no se dice que hubiera enseñado ni obrado prodigios.

Notas

1. Ver Gn 19, 1-3.

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