Catena Áurea
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← Lc 15, 25-32 →
"Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó la sinfonía y el coro. Y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello. Y éste le dijo: Tu hermano ha venido y tu padre ha hecho matar un ternero cebado, porque le ha recobrado salvo. El entonces se indignó y no quería entrar; mas saliendo el padre, comenzó a rogarle. Y él respondió a su padre y dijo: He aquí tantos años ha que te sirvo, y nunca he traspasado tus mandamientos, y nunca me has dado un cabrito para comerle alegremente con mis amigos. Mas cuando vino éste tu hijo, que ha gastado tu hacienda con rameras, le has hecho matar un ternero cebado. Entonces el padre le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todos mis bienes son tuyos. Pero razón era celebrar un banquete y regocijarnos, porque éste tu hermano era muerto, y revivió; se había perdido, y ha sido hallado". (vv. 25-32)
Beda
Cuando murmuraban los escribas y los fariseos porque recibía a los pecadores, el Salvador les propuso tres parábolas por orden. En las dos primeras les da a conocer cuánto se alegra con sus ángeles por la salvación de los que se arrepienten; pero en esta tercera, no sólo da a conocer su alegría y la de los suyos, sino que reprende la murmuración de los envidiosos. Dice, pues: "Y su hijo el mayor estaba en el campo".
San Agustín, De quaest.Evang. 2, 33
El hijo mayor es el pueblo de Israel que no marchó a una región distante y sin embargo no está en la casa; está en el campo, esto es, trabaja en la rica herencia de la ley y en la tierra de los profetas. Viniendo del campo fue aproximándose a la casa, es decir una vez reprobado su trabajo servil, empezó a ver la libertad de la Iglesia por las mismas Escrituras. Y prosigue: "Y cuando vino y se acercó a la casa, oyó la sinfonía y el coro", esto es, a los que predicaban el Evangelio con palabras acordes inspiradas por el Espíritu Santo. Sigue, pues: "Y llamando a uno de los criados", etc. Es decir, tomó para leer a alguno de los profetas y le interrogó, por decirlo así, a fin de saber por qué se celebraba esta fiesta en la Iglesia, en la que no se encuentra él. Y el profeta, siervo del padre, le responde como sigue: "Y éste le dijo: Tu hermano ha venido", etc. Como diciendo: Tu hermano se encontraba en la extremidad de la tierra; de aquí la gran alegría de los que cantan un cántico nuevo, porque "su alabanza viene de lo más lejano de la tierra" y a causa de aquel que estaba ausente fue muerto el varón que sabía sufrir la flaqueza y le vieron los que no habían oído hablar de El.
San Ambrosio
El hermano mayor, que era el pueblo de Israel, tuvo envidia del hijo menor (esto es, del pueblo gentil), por el beneficio de la bendición paterna, lo mismo que los judíos cuando Jesucristo comía con los gentiles. Prosigue: "El entonces se indignó y no quería entrar", etc.
San Agustín, ut sup
Todavía sigue indignándose y no quiere entrar. Pero cuando haya entrado la totalidad de los gentiles, saldrá oportunamente su Padre para la salvación de todo el pueblo de Israel. Y prosigue: "Mas saliendo el padre comenzó a rogarle". Esto sucederá cuando sean llamados abiertamente los judíos a la salvación del Evangelio, cuya manifiesta vocación está figurada por la salida del padre a rogar al hijo mayor. Después, cuando le respondió el hijo mayor, deben tenerse en cuenta dos cosas ( Rom 11). Prosigue: "Y él respondió a su padre y le dijo: He aquí tantos años ha que te sirvo y nunca he traspasado tus mandamientos", etc. Se entiende esto de no haber traspasado sus mandamientos, no de todos, sino del más necesario, porque no se debe prestar adoración a ningún otro Dios que no sea el Creador de todas las cosas; y no se entienda que este hijo representa a todos los israelitas, sino únicamente a los que nunca han abandonado al Dios único por los falsos dioses. Así, pues, aunque desease las cosas de la tierra, pedía al verdadero Dios estos bienes que debían serle comunes con los pecadores. Por esto se lee en el Salmo "Me he convertido en un jumento delante de ti, pero siempre he estado contigo" ( Sal 73, 23). ¿Pero cuál es el cabrito que nunca había recibido para el festín? Prosigue: "Y nunca me has dado un cabrito", etc. El pecador puede ser representado por este cabrito.
San Ambrosio
El pueblo judío pide un cabrito y el cristiano un cordero; por tanto, Barrabás es entregado a los primeros y el cordero es inmolado para nosotros. Lo cual parece que se da a conocer en el cabrito, porque los judíos habían perdido el rito del antiguo sacrificio y los que piden el cabrito esperan al Anticristo.
San Agustín, ut sup
Pero yo no comprendo el objeto de esta frase, porque es un gran absurdo que aquel de quien se dice después: "Tú estás siempre conmigo", pidiese a su padre que creyese en el Anticristo; y no es posible creer que este hijo represente a ninguno de los judíos que han de creer en el Anticristo. Y si ese cabrito figura al Anticristo, ¿cómo podía hacer con él un banquete aquel que no creía en el Anticristo? Pero si el alegrarse por la muerte del cabrito equivale a alegrarse de la perdición del Anticristo, ¿cómo dice el hijo a quien el padre recibió que no se le había concedido esto, cuando todos sus hijos deben alegrarse de su perdición? Se queja, por tanto, de que le ha sido negado el mismo Señor en un festín, porque le cree un pecador; pues como es un cabrito para aquellas gentes -esto es, como le juzgan violador y profanador del sábado-, no mereció alegrarse en su convite.
San Gregorio
Cuando dice "con mis amigos", debe entenderse el pueblo con respecto a la persona de los príncipes, o el pueblo de Jerusalén respecto de los demás pueblos de Judá.
San Jerónimo, in tract. de filio prodigo
O bien, dice: "Nunca me has dado un cabrito", es decir, ni la sangre de ningún profeta o de sacerdote nos libró de la dominación romana.
San Ambrosio
Aquel desvergonzado hijo se parece al publicano que se justificaba; porque observaba la ley conforme a la letra, acusaba sin piedad a su hermano por haber gastado toda su fortuna con mujeres de mundo. Prosigue: "Mas cuando vino éste tu hijo, que ha gastado su hacienda con rameras", etc.
San Agustín, ut sup
Las rameras son las supersticiones de los paganos, con quienes disipa su fortuna aquel que, una vez abandonada la verdadera alianza con el Dios único, vive con el demonio en sus vergonzosas pasiones.
San Jerónimo, ut sup
En lo que dice: "Y le has hecho matar un ternero cebado", confiesa que ha venido Jesucristo, pero que por su envidia no quiere salvarse.
San Agustín, ut sup
No le reprende el padre como si mintiese, sino que, aprobando su constancia en estar con él, le invita a la perfección de una vida mejor y más satisfactoria. Y prosigue: "Mas él le dijo: Tú siempre estás conmigo".
San Jerónimo, ut sup
Lo que había dicho era pura jactancia y no verdad, con lo que el padre no se conformó, sino que le ataja con otra razón diciéndole: "Estás conmigo", esto es, eres obligado por la ley, no porque no haya pecado, sino porque el Señor siempre le detuvo por el castigo. Y no nos llame la atención que mienta a su padre quien tiene envidia del hijo.
San Ambrosio
Pero este buen padre quería todavía salvarle diciendo: "Tú siempre estás conmigo", como judío, por la ley, o como justo, por la comunión.
San Agustín, ut sup
¿Qué es lo que quiere decir cuando añade: "Y todos mis bienes son tuyos"? Como si no fueran también de su hermano; pero los hijos perfectos e inmortales poseen todas las cosas como si perteneciesen a todos en común y a cada uno en particular. Así como la codicia nada posee sin angustia, así la caridad todo lo tiene sin ella. ¿Pero por qué dice todas las cosas? ¿Acaso se habrá de creer que Dios hubiese dado a tal hijo la posesión de los ángeles? Si por posesión se entiende que el poseedor sea dueño de la cosa poseída, no podrá decirse que todas las cosas, porque no seremos dueños, sino más bien consortes de los ángeles. Pero si se entiende la posesión en el sentido de que nuestras almas posean la verdad, no encuentro razón para que no podamos tomarlo al pie de la letra; porque no decimos con esto que las almas son dueñas de la verdad. Ahora, si el nombre de posesión nos impide tomarlo en este sentido, prescindamos de él, porque el padre no le dice: "Todo lo posees", sino "todas mis cosas son tuyas" y esto no es declararle dueño de ellos. En efecto, el dinero que tenemos puede ser para alimento de nuestra familia, o para honor suyo, o cosa semejante. Y en realidad, cuando puede decir que el mismo padre es suyo, no hallo razón para que no pueda llamar suyas también las cosas que son de aquél. Puede llamarlas también suyas, aunque bajo diferente aspecto, porque cuando obtengamos aquella beatitud serán nuestras las cosas superiores para contemplarlas, las iguales para vivir con ellas y las inferiores para dominarlas. Regocíjese, pues, y esté muy seguro el hermano mayor.
San Ambrosio
Si deja de tener envidia, verá que todo es suyo y porque como judío tendrá los sacramentos del Antiguo Testamento y como bautizado los del Nuevo.
Teofilacto
O en sentido enteramente distinto, la persona del hijo, que parece murmurar, representa a todos los que se escandalizan por los adelantos repentinos y por la salud de los perfectos, así como la persona, de que habla David, que se escandalizaba de la paz de los pecadores.
Tito Bostrense
Pero el hijo mayor, como el labrador, continuaba cultivando, no la tierra, sino el campo de su alma y plantando árboles de salvación, que son las virtudes.
Teofilacto, super Senior filius
Estaba en el campo, esto es, en el mundo, cultivando su propia carne para que se sacie de panes y sembrando en lágrimas para coger en alegrías. Pero conociendo lo que sucedía, no quería tomar parte en la alegría común.
Crisóstomo
Se pregunta si es presa de la pasión de la envidia el que siente la prosperidad de los demás y, a lo cual se debe contestar que ninguno de los santos se aflige por tales cosas. Antes al contrario, considera todos los bienes ajenos como propios. No conviene, pues, tomar al pie de la letra todo lo que dice una parábola, sino que, sacando el sentido con que ha sido dictada, no debemos buscar otra cosa en élla. Esta parábola ha sido compuesta para que los pecadores no desconfíen de poder convertirse, sabiendo que alcanzarán grandes beneficios. Por esto presenta a los que, turbados a la vista de estos bienes, aparecen como atormentados de los celos, porque los que vuelven son honrados de tal modo, que se hacen objeto de envidia para los otros.
Teofilacto
O bien, el Señor reprende la intención de los fariseos por la presente parábola y los llama justos por hipócritas, como diciendo: Supongamos que sois verdaderamente justos y no quebrantáis ninguno de los mandamientos, ¿acaso por esto no se deberá admitir a los que se convierten de los pecados?
San Jerónimo, in lib. de filio prodigo
Toda justicia en comparación con la justicia de Dios es injusticia. Por esto dice San Pablo (Rm 7, 24): "¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?". Por esto los apóstoles se indignaron cuando oyeron la petición de la madre de los hijos de Zebedeo ( Mt 20).
San Cirilo
Esto mismo nosotros lo experimentamos también a veces, porque algunos observan una vida excelente y perfecta, mientras que otros se convierten a Dios en la ancianidad, o borran sus culpas por la misericordia del Señor en el último día de su vida. Algunos menosprecian estas cosas por una pusilanimidad inoportuna, puesto que no tienen en cuenta el propósito del Salvador, que goza con la salvación de los que están a punto de perecer.
Teofilacto
Dice, pues, el hijo a su padre: en vano he pasado la vida entre penas, molestado siempre por los pecadores enemigos y nunca has mandado matar un cabrito por mí, para que yo disfrutase un poco. Esto es, nunca mandaste matar al pecador que me perseguía. En este sentido, Ajab fue la víctima respecto de Elías, que decía ( 1Re 19, 10): "Señor, han matado a tus profetas".
San Ambrosio
O de otro modo, se dice que el hermano venía de la granja, esto es, que había estado ocupado en las labores de la tierra, ignorando las cosas del Espíritu de Dios y por último, que se queja de que nunca se hubiese matado un cabrito en obsequio suyo; porque no ha sido sacrificado el cordero por envidia, sino por el perdón del mundo. El envidioso busca el cabrito y el inocente desea que se sacrifique por él un cordero. Por tanto, el mayor es llamado así, porque la envidia anticipa la vejez y permanece fuera, porque la malicia lo excluye. Por esto no puede oír el coro ni la sinfonía, lo cual no significa el incentivo lascivo del teatro, sino la concordia del pueblo que canta manifestando la dulce suavidad de su alegría por la salvación del pecador. Porque los que se creen justos se indignan cuando se concede el perdón al pecador que confiesa sus pecados. ¿Quién eres tú, pues, para oponerte a que el Señor perdone los pecados, cuando tú los perdonas a quien quieres? Pero nosotros debemos aplaudir la remisión de los pecados después de la penitencia, no sea que, si envidiamos el perdón de otros, no lo merezcamos nosotros de Dios. No tengamos envidia a los que vienen de lejanas tierras, porque también nosotros estuvimos muy lejos.