Catena Áurea
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← Lc 22, 28-30 →
"Mas vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis tentaciones: y por esto dispongo yo del reino para vosotros, como mi Padre dispuso de él para mí: para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel". (vv. 28-30)
Teofilacto.
Así como el Señor había dicho "ay" respecto del traidor, así ahora anuncia grandes beneficios para los demás discípulos, diciendo: "Mas vosotros sois los que habéis permanecido conmigo", etc.
Beda.
El alcanzar el reino de los cielos no es para el que empieza a tener paciencia, sino para el que persevera; porque la perseverancia -que se llama constancia o fortaleza del espíritu-, debe extenderse a todo, y ser como el fundamento de todas las virtudes. El Hijo de Dios, pues, lleva al reino de los cielos a los que permanecen con El en las tentaciones; y como hemos sido identificados con El por la semejanza en la muerte, así también nos deberemos parecer a El en la resurrección. Por lo que sigue: "Por esto dispongo para vosotros", etc.
San Ambrosio.
El reino de Dios no es de este mundo. No debe, pues, compararse el hombre con Dios, sino asemejarse a El. Solamente Jesucristo es verdadera imagen de Dios, por la unidad evidente de gloria que tiene con el Padre. El hombre justo está formado a imagen de Dios, cuando menosprecia las cosas del mundo por asemejarse al Señor y conocer sus bondades. Entonces es cuando comemos el Cuerpo de Cristo, para poder participar de la vida eterna; por lo cual prosigue: "Para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino". No se nos ofrece la comida y la bebida como premio, sino como comunicación de la gracia y de la vida celestial.
Beda.
La mesa celestial que se ofrece a todos los santos para que gocen, es la gloria del cielo y de la vida, en la que se saciarán todos los que tienen hambre y sed de justicia, ( Mt 5) gozando del deseado gozo del verdadero bien.
Teofilacto.
No dijo esto refiriéndose a las comidas futuras y materiales, ni refiriéndose a un reino material y futuro. Habrá allí un trato puramente angelical, como predijo a los saduceos ( Mt 22 y Lc 20); pero San Pablo dice (Rm 14, 17) que no es el reino de Dios la comida y la bebida.
San Cirilo., in Cat. graec. Patr.
Pero explica las cosas espirituales aun por aquello mismo que pasa entre nosotros; porque en efecto los que se sientan a la mesa de los reyes son los que gozan con ellos de cierta preferencia; y según el modo de pensar de los hombres, manifiesta que gozarán ante El de los mayores honores.
Beda.
Esta es la idea invariable del Salvador ( Sal 117): los que gozan en servir a sus prójimos, sean alimentados entonces en la mesa sacratísima del Señor con los manjares de la vida eterna, y que aquellos que en las tentaciones son juzgados injustamente permanecen con Dios, allí sean constituidos con El en justos jueces contra sus perseguidores. Por ello sigue: "Y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel".
Teófil.
Es decir, condenando a los culpables de las doce tribus de Israel.
San Ambrosio.
No son los doce tronos como asientos donde se descansa de una manera material; sino que así como juzga el Señor conociendo los secretos del corazón, no preguntando sobre los acontecimientos, sino castigando la iniquidad y premiando la virtud, así los apóstoles son invitados a tomar parte en un juicio espiritual, para que premien la fe y la virtud y castiguen el vicio, reprimiendo el error con firmeza y persiguiendo a los sacrílegos con odio.
Crisóstomo. hom 65, in Matth
¿Acaso se sentará también allí Judas? Pero considera que la ley ha sido dada por Dios, por medio de Jeremías (18, 10): "Si yo te ofrezco lo bueno y tú te haces indigno, te castigaré". Y por ello, dirigiéndose a sus discípulos, no les hizo promesas vanas, sino que añadió: "Vosotros, que habéis permanecido conmigo en mis tribulaciones".
Beda
Judas fue excluido de la sublimidad de este ofrecimiento; porque se cree que salió del cenáculo antes que Jesús dijera esto. También son exceptuados aquellos que, habiendo oído la predicación de tan sublime misterio, se volvieron (Jn 6. 67).