Nm
Nm 1, 1-54. El Censo de las Tribus
Los c.1-10 relatan los hechos habidos en el Sinaí poco antes de su partida hacia Cades. En ellos se especifican determinadas ordenanzas y censos de las diversas tribus. Estos capítulos pertenecen al texto, que nos presenta a Dios habitando en medio de su pueblo, bajo el símbolo de la nube -gloria de Yahvé- que el día de la inauguración del tabernáculo descendió sobre éste y tomó posesión de él. Yahvé es el Líder Supremo de su pueblo, y aquí ordena a Moisés que, con Aarón y doce personas más, haga el alistamiento de todo el pueblo. Serán los reclutados de veinte años para arriba, todos los que sean capaces de llevar las armas. La organización militar está calcada en la organización social del pueblo, por tribus y por familias. Los jefes de cada tribu serán los generales de las fuerzas de su tribu, y todas juntas constituirán un formidable cuerpo de ejército; los jefes de cada familia serán los encargados de dirigir las fuerzas de cada clan familiar. Todos bajo sus propias enseñas. Son, en suma, doce cuerpos de ejército, cuya cifra total se eleva a 603.550 hombres, un ejército como no lo imaginó el propio faraón ni ningún monarca de Nínive o Babilonia, pero que corresponde bien al poder del "Yahvé de los ejércitos," cuya gloria se propone ensalzar el autor sagrado. Ya verá el lector el carácter artificial de estos censos, que han de interpretarse teniendo en cuenta el género literario hiperbólico, tan querido de los orientales. El autor "idealiza" las situaciones, y presenta al pueblo israelita en sus comienzos como nación organizado militarmente como lo podrían tener los asirios, babilonios o egipcios. Como el templo de Jerusalén es para los autores sagrados el mayor y más rico de la tierra, así el ejército de Israel en los tiempos gloriosos del Éxodo es digno de medirse con las primeras potencias militares de la época. Era digno del "Dios de los ejércitos," que había sacado portentosamente a Israel de Egipto.
Nm 1, 1-4. Orden de Confeccionar el Censo de las Tribus
La orden tiene lugar un mes exacto después de la construcción del tabernáculo. En este mes tuvo lugar la promulgación de las leyes levíticas y el censo. Habían pasado trece meses desde la salida de Egipto y once desde la llegada de los israelitas al Sinaí. Ordena Dios hacer el censo de toda la comunidad israelita según sus tribus y familias o clanes. Sólo se habían de computar los hombres capaces de llevar armas, es decir, de veinte años para arriba. Se trata de organizar un cuerpo de defensa para cuando tengan que vérselas con otros pueblos en su caminar, y adiestrarlos para cuando tengan que abordar el ataque de los cananeos. El armamento debía de ser bien rudimentario, como lo era aún en tiempo de los jueces: hondas, hachas, bastones, quijadas de animales, y raramente armas metálicas, ya que el hierro era todavía desconocido, y las armas de bronce no estaban al alcance de cualquiera. Aarón debe asistir a Moisés en la organización del censo, aunque los de su tribu (levitas) estarán exentos de tomar armas, pues estaban destinados al servicio del tabernáculo. Para facilitar el censo se nombran unos jefes o intendentes que las han de representar.
Nm 1, 5-16. Los Jefes de las Diversas Tribus
Las doce tribus son nombradas según el orden habitual: primero los hijos de Lía, después los de Raquel y, finalmente, los de las esclavas de Jacob. De los nombres, algunos los encontramos en otros libros del Antiguo Testamento anteriores al exilio, mientras que algunos, como Natanael y Gamaliel, son frecuentes en la literatura rabínica. Los representantes de estas tribus son llamados "jefes de millares" en sentido amplio de agrupación grande, sin que millares haya de tomarse al pie de la letra.
Nm 1, 17-46. El Censo de las Tribus
Dios había prometido que multiplicaría la descendencia de Abraham como las estrellas del cielo y las arenas del mar. El autor sagrado quiere poner aquí de relieve el cumplimiento de esta promesa. Las cifras están sistemáticamente desorbitadas, conforme al género literario hiperbólico, idealizando el pasado según tradiciones de épica popular.
El censo coincide con el de Ex 30, 11 y Ex 37, 25. Las cifras de Nm 26, 62 son algo diferentes. Según Nm 2, 32, los israelitas varones adultos que salieron de Egipto fueron 603.550, sin contar gentes no israelitas que se les unieron. Aquí se habla de 603.550 hombres israelitas aptos para las armas, y se excluyen los levitas. En Nm 26, 51 se habla de 601.730 varones. Suponiendo estas cifras, bien puede calcularse una población para la comunidad israelita de 2.500.000 personas, lo que es una cifra desorbitada, pues esta cifra probablemente no fue alcanzada en toda la historia de Israel. No es concebible la movilización de esta masa de gente. En el país de Gosén se dedicaban al pastoreo, lo que supone enrarecimiento de población para encontrar los suficientes pastos para los rebaños. Por otra parte, ¿cómo subsistir esta multitud en las estepas del Sinaí? El maná resolvió milagrosamente algunas veces la situación, pero no consta que fuera un milagro permanente; lo mismo para proveerse de agua se habría requerido un milagro in-interrumpido durante los cuarenta años de vida en la estepa. Por otra parte, ¿cómo una tal masa de gente (más de dos millones) se habría movilizado para salir de Egipto y atravesar el mar Rojo en una noche?¿Es concebible que los israelitas, de ser tan numerosos, hayan retrocedido ante una escaramuza de los cananeos? En el canto de Débora se habla de 40.000 guerreros israelitas de las tribus de Benjamín, Efraím, Manasés, Neftalí, Zabulón e Isacar. En Jc 18, 17 se habla de 600 guerreros de la tribu de Dan. Todas estas cifras más modestas se contraponen a las sistemáticamente exageradas de Nm 1, 46. El P. Hummelauer cree que las cifras están multiplicadas por cien en un afán de los copistas de engrandecer el pasado israelita y presentarlo en parangón con la historia de los grandes imperios mesopotámicos y egipcios. Así, los 603.550 quedarán reducidos a 6.355 varones aptos para la guerra. El P. Lagrange, suponiendo que las cifras de Nm 1, 46 no corresponden a la realidad, concluye que la exageración no es debida al copista (coinciden todas las versiones antiguas en las cifras), sino al redactor inspirado mismo, que idealiza la historia israelita (género midrásico) con propósitos patrióticos y religiosos.
Nm 1, 47-54. Estatuto de los Levitas
Los levitas deben ser eximidos de las armas, porque están destinados a otras funciones en relación directa con el santuario. Son los encargados de mirar por los utensilios sagrados y de trasladarlos en los desplazamientos. Debían acampar junto al tabernáculo, evitando todo contacto profano. Ellos mismos no podían tocar las cosas del altar. Nadie que sea extraño a la tribu de Leví podrá dedicarse a las funciones de los levitas bajo pena de muerte (v.51). En los capítulos siguientes se concretarán las funciones de los levitas en orden al tabernáculo.
Nm 2, 1-34. Orden del Campamento
Un ejército en orden es siempre un bello espectáculo. Los soldados distribuidos con sus enseñas y jefes en un campamento dan impresión de disciplina y de poder. Es lo que aquí el autor sagrado nos quiere demostrar al presentar a los israelitas disciplinados y distribuidos militarmente con sus mandos y enseñas, como convenía al ejército del "Dios de los ejércitos." El centro del campamento israelita lo ocupa el tabernáculo de Yahvé, que es la tienda del General en Jefe y en torno a él acampan los 8.580 levitas, de los treinta a los cincuenta años, encargados del servicio y transporte del tabernáculo, constituyendo como la guardia pretoriana de Yahvé. Luego vienen las otras fuerzas ordenadas: al oriente, Judá, Isacar y Zabulón (186.400 hombres); al mediodía, Rubén, Simeón y Gad (151.450 hombres), bajo sus propias enseñas; al occidente, Efraím, Manasés y Benjamín (108.100 hombres); finalmente, al norte acamparán Dan, Aser y Neftalí (157.600).
Esta distribución artificial obedece a la idea religiosa de presentar a Yahvé como centro de su pueblo. Los levitas son la zona aislante para evitar todo contacto profano. Se ha querido ver en este esquema la proyección en el pasado de un ideal religioso de época postexílica. Sin embargo, tenemos el esquema de la distribución del campamento de Ramsés II (el faraón del Éxodo: S. XIII a.C.) en su guerra contra los hititas, y es similar: en el centro del rectángulo está la tienda del generalísimo, y quizá el santuario religioso del ejército. Así, la descripción del campamento israelita está calcada en la distribución militar de los campamentos egipcios. Los campamentos asirios eran redondos o elípticos.
El autor sagrado no dice nada de los problemas planteados por este despliegue ideal del pueblo israelita como gran ejército. Al levantar el campamento deben guardar el orden descrito, ocupando el centro de la larga columna los levitas con el tabernáculo bajo la dirección de los sacerdotes. De la impedimenta de este ejército, de los elementos de su aprovisionamiento, nada dice el hagiógrafo, como tampoco de la restante masa del pueblo con sus haciendas. Pero ¿cuánto espacio necesitarían para acampar en este orden? Y puestos en marcha en columna de diez en fondo, ¿cuántos kilómetros tendría la columna que formasen y cuánto tiempo necesitarían para ponerse todos en marcha? Un pequeño cálculo nos da las dificultades para entender las cifras bíblicas como suenan. Contando los levitas, forman las fuerzas de varones de Israel 612.000. De diez en fondo forman 61.200 filas de diez hombres; a la distancia de un metro entre ellos nos da 61 kilómetros, sin contar los mayores espacios vacíos que requería el tabernáculo. Todo esto calculado muy por lo bajo, y suponiendo que caminan todos unidos, sin intervalo alguno entre las diversas unidades y sin tomar en cuenta el resto del pueblo, que es el cuádruple por lo menos de los varones. Podemos darnos una idea de la proporción teniendo en cuenta que el censo de los levitas de un mes para arriba alcanza la suma de 22.000, de los cuales sólo son llamados 8.580 (de los treinta a los cincuenta años). Quedan descartados 11.620, a los cuales hay que añadir los recién nacidos, las mujeres y los inútiles. Comenzando, pues, a marchar las primeras filas de la vanguardia, los últimos no podrían ponerse en movimiento hasta que los primeros hubieran recorrido 61 kilómetros (en el supuesto de que vayan de diez en fondo), para lo que se requerían dos días. Por todas estas dificultades, debemos concluir que nos hallamos ante un género literario especial, en el que el hagiógrafo, más que comunicarnos datos históricos, se propone realzar la gloria de Yahvé, el "Dios de los ejércitos."
La situación de la tribu de Judá, al oriente, es privilegiada, ya que está delante de la fachada del tabernáculo, paralela a los sacerdotes que guardan la entrada. Junto a Judá, Isacar y Zabulón, hijos de Lía. En el occidente está Efraím con Manasés y Benjamín, descendientes de Raquel. Efraím está nombrado antes de su hermano mayor Manasés en razón de la bendición de Jacob. El norte estaba reservado a Dan, Aser y Neftalí, descendientes de las esclavas. Dan es el primogénito y preside a los otros. Esta distribución es esquemática y artificial. Ezequiel se inspirará en ella para reconstruir idealmente la futura distribución de la Tierra Santa; los distintos grupos están distantes del santuario según su categoría: sacerdotes, levitas y tribus.
Nm 3, 1-51. Número y Oficio de los Levitas
En el censo anterior -destinado sólo a las gentes que podían llevar armas- no entraban los levitas, que estaban por oficio consagrados a las exigencias del tabernáculo. Por eso ahora se hace el censo de ellos, empezando por la clase sacerdotal. Los levitas son considerados como porción selecta en sustitución de los primogénitos de Israel. Esta idea de elección del sacerdocio levítico es fundamental para la comprensión de la organización de la teocracia de Israel.
Nm 3, 1-4. Los Sacerdotes
Aunque se habla de la descendencia (lit. "generaciones": toledot) de Aarán y de Moisés, sólo se habla de los hijos de aquél, y no se mencionan después los de Moisés. Por Ex 18, 1-6 sabemos que los dos hijos de Moisés son llamados Gersom y Eliezer, de los que no vuelve a hacerse mención en el Pentateuco. Son los hijos de Aarón los que recibieron la unción como sacerdotes. De los cuatro, Nadab y Abiú murieron fulminantemente por haber usado fuego extraño, no santificado para el uso litúrgico. Al no dejar descendencia, el sacerdocio quedó confinado a la descendencia de Eleazar e Itamar. El primero, como primogénito, tuvo siempre la supremacía en el culto. Sin embargo, en 1S, 1 se dice que el sumo sacerdote de Silo, Helí, era de la descendencia de Itamar. En tiempos de David y de Salomón volverá a tener la supremacía la rama de Eleazar, representada en Sadoc, frente a Abiatar, de la rama de Itamar. Según Ezequiel, en el templo futuro serán los descendientes de Sadoc los servidores del altar.
Nm 3, 5-10. Funciones de los Levitas
Los levitas son auxiliares de los servicios del tabernáculo en las cosas que no afectan directamente al santuario, donde está el altar de los perfumes y el santo de los santos. No pueden ofrecer sacrificios. En el v.g se dice que estos levitas son dados (en hebreo netunim) a Aarón. Algunos autores ven en este nombre de netunim una relación con los netinim de los tiempos de Esdras, los natineos o prisioneros de guerra reservados a los sacerdotes y a los levitas. Pero es sólo una coincidencia de nombre. Los levitas que se arrogaran funciones sacerdotales serían condenados a muerte (v.10).
Nm 3, 11-13. Los Levitas, Primogénitos de Israel
Los levitas son ante Yahvé como los primogénitos del pueblo elegido. Yahvé se reservaba los primogénitos de los hombres y animales. En Canaán era frecuente la inmolación de los primogénitos humanos. En la legislación mosaica, la pertenencia de los primogénitos a Dios era simbolizada en un rescate en dinero, de forma que jamás se permitieron sacrificios humanos. Los levitas sustituyen a los primogénitos que debían ser consagrados al servicio de Yahvé. En lugar de los primogénitos consagrados al servicio del culto, Yahvé prefirió escoger una tribu, a la que pertenecía el legislador Moisés, que fuera la continuadora de la obra teocrática de éste. En el incidente de la apostasía del becerro de oro, los levitas son los que respondieron más fielmente a Yahvé. Quizá esto contribuyó a su elección como guardianes del santuario. Por otra parte, la reserva de los primogénitos a Yahvé (aparte de las razones atávicas que hubiera, reflejadas en otros pueblos) tiene una nueva razón, histórica: recuerdan a los primogénitos egipcios muertos por el ángel de Yahvé. Entonces fueron preservados los primogénitos de Israel, y por eso le son reservados como especial pertenencia. Ahora los levitas sustituyen a los primogénitos en la pertenencia o especial vinculación a Yahvé. El autor acumula razones para justificar la elección de los levitas y dejar bien asentada su elección en medio del pueblo de Israel.
Nm 3, 14-39. Censo de los Levitas
La lista de levitas es idéntica a la de Ex 6, 16-19 y 1Cro 6, 16-19. Los gersonitas acampaban al oeste del tabernáculo, detrás de él, teniendo en cuenta que éste se orientaba hacia el este. Se asignan los oficios de las tres grandes familias levíticas: los gersonitas cuidarán del santuario y de la tienda, de la cobertura de pelo; los caatitas, acampados al sur del tabernáculo, se encargarán del arca de la alianza, la mesa de los panes de la proposición, el candelabro y los utensilios que usaban los sacerdotes en los sacrificios y el velo del santuario, que separaba el santo del santo de los santos. Los meraritas acampaban al norte del tabernáculo, y les está confiado el armazón de madera del santuario. Al este del santuario estaban los sacerdotes, aaronitas, encargados de la guardia del santuario.
La suma de los levitas son veintidós mil (v.39), aunque, atendiendo a las sumas parciales, salen 22.300. El error parece proviene del v.28, donde se lee 8.600 en vez de 8.300. Como se ve, la suma de levitas da un número mucho más reducido que el de las otras tribus. Quizá esto haya influido también para su elección para el santuario.
Nm 3, 40-51. Los Levitas y el Rescate de los Primogénitos de Israel
Los levitas sustituyen ante Yahvé a los primogénitos de Israel y lo mismo sus ganados. El total de los primogénitos de un mes para arriba es de 22.273, que resulta muy bajo en comparación de los 600.000 varones de veinte años para arriba de Nm 1, 46. Se quiere explicar diciendo que se trata de los primogénitos de las esposas legítimas, no de las concubinas, o que se trata de los primogénitos tomados en el sentido estricto, los primeros de una mujer, no los varones que hayan nacido después de que la madre haya tenido una hija (así se insiste en que el primogénito es el que aperit vulvam matris). Con todo, ya hemos indicado que las cifras han de ser tomadas siempre con cierta reserva. Como el número de levitas es inferior al de los primogénitos, el resto (273) sería rescatado por cinco siclos por cabeza. La suma percibida de 1.365 siclos fue entregada por Moisés a los sacerdotes.
Nm 4, 1-49. Obligaciones de los Levitas
El capítulo se divide en dos secciones: a) orden de hacer el censo y obligaciones (1-33); b) ejecución de la orden (34-49). En muchos versos es un duplicado del anterior.
Nm 4, 1-20. Los Caatitas y sus Funciones
En el capítulo anterior se hacía el censo de los levitas escogidos por Yahvé como rescate de los primogénitos; ahora se trata de los levitas que han de prestar servicio en el santuario, incluidos los de treinta a cincuenta años. El censo empieza por los caatitas, porque a ellos les concierne el servicio relativo a las cosas más preciadas del tabernáculo. En Nm 8, 23-26, la edad para entrar en servicio de los levitas es la de veinticinco años. Quizá después cambió Moisés porque necesitaba más personal del que al principio había calculado. Los hijos de Caat debían transportar las cosas más santas del tabernáculo: el arca, la mesa de los panes de la proposición con sus utensilios, el candelabro, el altar de oro y el altar de los holocaustos. Todos han de ser recubiertos por los sacerdotes antes de ser transportados con un paño violeta (de jacinto), excepto el altar de los holocaustos, que debía ser recubierto por un paño de púrpura; y sobre ellos una piel de tejón. Para el arca y la mesa de los panes de la proposición se añadía un paño escarlata, sin duda para distinguirlos de los demás en el traslado. Todos estos objetos debían ser transportados a mano, colocándolos sobre barras o angarillas. El arca debe ir cubierta con el velo que separaba el santo del santo de los santos (v.5). Los levitas no debían tocarlos antes de ser recubiertos, y se encarece a los sacerdotes que vigilen sobre este detalle, pues de lo contrario se expone a aquéllos a la muerte
Nm 4, 21-28. Los Gersonitas y sus Oficios
Los hijos de Gersón tendrán a su cargo partes del tabernáculo menos nobles que los caatitas, pues les compete guardar y transportar los toldos y cubiertas del mismo. Todos estarán a las órdenes de Itamar, hijo de Aarón.
Nm 4, 29-33. Los Meraritas y sus Funciones
Los meraritas deben transportar el armazón de madera del tabernáculo: columnas, travesanos, etc. En Nm 7, 8 se dice que utilizarán para ello carros. Estarán también bajo la dirección de Itamar, hijo de Aarón.
Nm 4, 34-49. Censo de los Levitas
El censo de levitas comprendidos entre treinta y cincuenta años (8.580) resulta normal en la proporción respecto al número total de 22.000 primogénitos.
Nm 5, 1-31. Leyes y Ordenaciones Varias
Después de haber organizado militarmente el personal del campamento, el legislador aborda la organización moral de las gentes que en él conviven conforme a determinados postulados religiosos. Así, en este capítulo se trata de: a) exclusión de los impuros (1-4); b) restitución de lo mal adquirido (5-10); c) ley sobre los celos (11-31). En este mosaico de leyes, sin duda que hay infiltraciones legislativas de épocas posteriores a la estancia en el desierto de los israelitas.
Nm 5, 1-4. Exclusión de los Ritualmente Impuros
El campamento estaba organizado en torno al tabernáculo de Dios, como centro de su vida religiosa, y por eso era en cierta manera cosa sagrada. El arca de la alianza era símbolo de la presencia de Dios, la cual santificaba el territorio ocupado por el campamento. Por tanto, debían ser excluidos de esa zona todos los que de cualquier modo hubieran contraído impureza ritual, como el leproso, el que padeciera de gonorrea o hubiera tocado un cadáver. En el fondo de estas prescripciones hay razones de higiene (necesarias sobre todo en una vida campamental) y razones religiosas ancestrales, tomadas del ambiente tribal de la época. Los contaminados por alguna de estas impurezas no debían residir en el campamento, ya que lo contaminaban, y podía desencadenarse la ira abrasadora de Yahvé.
Nm 5, 5-10. Restitución de los bienes mal Adquiridos
Esta perícopa parece fuera de lugar, y es paralela a la sección de Lv 5, 20ss, en que se trata de la misma materia. Como allí, se recarga en un quinto la indemnización de los perjuicios causados al prójimo y se añade el sacrificio de un carnero en expiación del pecado cometido contra Dios. Si faltase la persona perjudicada u otra heredera de sus derechos, para que el infractor no se beneficie de su culpa, entregará la restitución a Yahvé, representado en el caso por los sacerdotes. Todo robo es un delito contra Dios, pues afecta a los derechos divinos, ya que Dios es el único dueño de los bienes y los distribuye a su beneplácito. De ahí la necesidad de un sacrificio en reparación. Después el legislador habla de los derechos de los sacerdotes en los sacrificios y ofrendas.
Nm 5, 11-31. Ley de los Celos
Aquí tenemos un verdadero juicio de Dios, una ordalía. La fe simplista en la justicia de Dios dio origen a muchos de estos métodos bárbaros de averiguar la verdad, cuando no poseían otros medios seguros para lograrlo ni se querían resignar a la ignorancia de ella. Estos medios, empleados por el vulgo, podían ser ocasión de muchos abusos, y la religión intervino para regular su empleo. En las colecciones de la liturgia antigua tenemos muchos formularios que tienden a regular las ordalías inventadas por la superstición popular. Tales son el juicio por el fuego, por el agua, por la reja de arado candente. El ritual bíblico es bastante inofensivo en comparación con estas prácticas brutales: se hacía beber agua con un poco de polvo del santuario, con la ceniza de una hoja de papiro en que iban escritas ciertas maldiciones. El formulario tiende a impresionar a la mujer y obligarla a confesar su crimen ante el santuario. Entre los babilonios y asirios, el Éufrates y el Tigris, como otras tantas divinidades, tenían el poder de discernir la verdad, ahogando al culpable y salvando al inocente.
La mujer debe presentar una ofrenda modesta de cebada (unos tres kilos y cuarto: la décima parte de un efá), sin aceite ni incienso, como era lo normal, pues no tiene la finalidad de presentarla en homenaje a Dios, sino más bien para impetrar el auxilio divino para que aclare la sospecha; es "oblación de celos" (v.15). El agua santa (v.17) aparece sólo aquí en todo el Antiguo Testamento. Los LXX leen "agua pura viviente," es decir, corriente. El vaso que la contiene debe ser roto después del rito. En señal de deshonra, el sacerdote descubre la cabellera de la mujer. El "agua amarga" se llama así por la amargura que va a sufrir la culpable. Después el sacerdote conjura a la mujer para que se manifieste su culpabilidad o inocencia. Este rito refleja una mentalidad muy arcaica en la historia de Israel, eco de costumbres ambientales de la estepa del Sinaí. De hecho apenas se menciona en épocas posteriores en la historia israelita.
Nm 6, 1-27. Ley del Nazareato
Esta institución persistió durante toda la historia de Israel, y así la encontramos en tiempo de los jueces y aun en los tiempos de Cristo.
Nm 6, 1-8. Obligaciones del Nazareato
El nazareato era una consagración especial a Yahvé, que imponía ciertas normas de abstinencia. Los datos de la Escritura nos dicen que había varias formas de hacer esta consagración; pero son insuficientes para darnos a conocer su naturaleza precisa y el desarrollo histórico de esta institución, que sin duda no fue siempre igual. Cuando el ángel anuncia a la madre de Sansón el nacimiento de su hijo, le ordena abstenerse de toda bebida inebriante y de comer cosa inmunda; le añade que la navaja no tocará la cabeza del hijo, porque será nazareo de Dios desde el vientre de su madre. Ana, madre de Samuel, pide a Dios un hijo y promete consagrarlo a Yahvé todos los días de su vida y que la navaja no tocará su cabeza. El profeta Amos enumera entre los favores hechos por Dios a Israel, después de la salida de Egipto, haber suscitado profetas de entre sus hijos y nazareas de entre sus mancebos, y, no obstante, obligaban a callar a los profetas y forzaban a beber vino a los nazareos. Según el profeta, Yahvé, Dios de Israel, tenía derecho a enviar profetas y suscitar nazareos consagrados a Él; pero el pueblo no corresponde e induce a éstos a quebrantar sus votos. El voto de nazareo es, pues, aquí símbolo de fidelidad y entrega a Dios.
El nazareato podía ser vitalicio o temporal. La devoción inducía a los fieles a buscar la unión más estrecha con Dios durante algún tiempo. Para ello se abstenían del fruto de la vid y de toda cosa impura, y no se cortaban el cabello. El día que terminaba el voto, el cabello se cortaba en el santuario y se echaba al fuego, que consumía el sacrificio. Si el nazareo asistía a una muerte repentina, debía raparse la cabeza y empezar de nuevo el voto de nazareato. El término del voto se cerraba con unos sacrificios en el templo, aunque en casos excepcionales se realizaban fuera de él. Esta práctica de consagración a la divinidad por la conservación del cabello no era exclusiva de Israel. San Cirilo de Alejandría dice que los hebreos lo tomaron de los egipcios. En los árboles de Palestina y Transjordania aún se pueden ver mechones de pelo consagrados al genio del árbol, y en el Carmelo las madres ofrecen los cabellos de sus hijos en honor del profeta Elías. Por razones especiales para nosotros desconocidas, los antiguos hebreos atribuían al cabello del nazareo una fuerza sobrehumana. La palabra nazareo viene del hebreo nazir, que significa separado en el sentido de consagrado, y supone la abstención de determinadas cosas, como el vino. El vino y las bebidas alcohólicas en general estaban prohibidas a los sacerdotes mientras están en funciones. Los recabitas, en tiempo de Jeremías, se abstenían sistemáticamente de toda bebida fermentada. Diodoro de Sicilia dice lo mismo de los árabes nabateos. Esto parece indicar que es una reacción de las poblaciones nómadas contra las de las regiones sedentarias, como las cananeas, donde abundaba la vid. Así, los nazareos eran como un recuerdo viviente entre los hebreos establecidos en Canaán de otro género de vida menos corrompido moral y religiosamente en el desierto. El rito de no cortarse los cabellos quizá sea también un recuerdo de costumbres del desierto, como reacción contra el refinamiento de la cultura cananea. A los sacerdotes se les prohíbe rasurarse el pelo y parte de la barba en señal de duelo.
Por ser un consagrado a Dios, el nazareo no podía tener contacto con un cadáver, aun de sus parientes más próximos.
Nm 6, 9-12. Interrupción del Voto de Nazareato
Tan esencial es para el nazareo el no tener contacto con un cadáver, que, si repentinamente muriese alguno ante él, su voto quedaba interrumpido y debía comenzar de nuevo. Debía cortar su cabellera el día séptimo después de haberse contaminado. Estas costumbres existían en otros pueblos de la antigüedad. Así, en Hierápolis no podía entrar en el templo de Astarté el que hubiera visto un cadáver; sólo podía hacerlo al día siguiente después de haberse purificado. Según Luciano, los parientes no podían llevar alimentos al santuario sino treinta días después de la muerte del familiar, y habiéndose cortado la cabellera. En la India, el final del duelo se cerraba con el acto de cortar uñas y cabellera.
El nazareo debía ofrecer un sacrificio de dos pichones o tórtolas al octavo día, uno en sacrificio por el pecado y otro en holocausto. Así, su cabeza quedaba consagrada de nuevo y debía empezar su voto. Como víctima de consagración, ofrecerá un cordero primal en reparación (asam: "pro delicto") por su falta ritual.
Nm 6, 13-21. Fin del Período de Nazareato
Al terminar el plazo de su voto, el nazareo debe ofrecer un triple sacrificio: un cordero en holocausto en honor de Dios, una oveja por los pecados cometidos durante el tiempo de su voto y un carnero en acción de gracias. Además debe hacer la ofrenda de un cestillo de panes ázimos (v.15), como en los sacrificios pacíficos. Después el nazareo se cortará su cabellera a la entrada del tabernáculo y la quemará en el fuego del sacrificio pacífico (v.18). La razón de ello radica en que los cabellos del nazareo son algo sagrado, y, por tanto, no deben profanarse. No se trata de un sacrificio a Dios de la cabellera, como en otros pueblos primitivos. El sacerdote pondrá en manos del oferente la espalda del carnero y hará el balanceo ante Yahvé, símbolo de entrega a Dios. Después seguía el banquete eucarístico con los familiares, a base de las partes de la víctima no quemadas ni reservadas al sacerdote.
Nm 6, 22-27. La Bendición Sacerdotal
Esta perícopa no tiene relación alguna con lo que precede y lo que sigue. Pero es uno de los pasajes más hermosos del Pentateuco. Por la mañana y por la tarde, el sacerdote ofrecía el incienso en el altar de los perfumes, y al salir bendecía al pueblo. La fórmula de bendición no pide los bienes materiales, que en Lv 26, 1ss se prometen a los observantes de la Ley; lo único que se pide es la gracia de Dios, la benevolencia y la paz y la bendición. En estos bienes están comprendidos todos los que a Dios podemos pedir. Nos traen a la memoria las palabras de San Pablo: "Él reino de Dios no consiste en comida ni en bebida, sino en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo." La fórmula de la bendición recalca la idea de plenitud y perfección al repetirse tres veces el nombre de Yahvé. Pero no hay alusión al misterio de la Trinidad, como han supuesto algunos Santos Padres. La faz de Yahvé que resplandece sobre el fiel israelita equivale a su benevolencia, y consecuencia de ella la paz, que es el resumen de todas las otras bendiciones materiales y espirituales; por eso el reino mesiánico es presentado ante todo como un reino de paz. El nombre de Yahvé debe ser invocado por los sacerdotes sobre el pueblo (v.27), no como mágico talismán, sino como símbolo de las buenas relaciones de Yahvé con su pueblo, que es su posesión. Por otra parte, el nombre simboliza la persona, y así el nombre de Yahvé es el símbolo de lo que el Dios de Israel ha sido en la historia para su pueblo.
Nm 7, 1-89. Las Ofrendas de los Príncipes
Esta enumeración de ofrendas refleja en el autor sagrado el interés en destacar la liberalidad de los israelitas en el desierto en tiempos difíciles. Sin duda que también aquí los datos se exageran sistemáticamente para ponderar ante los contemporáneos del redactor la abundancia de provisiones y riquezas del santuario, como en otras ocasiones se pondera la magnificencia del tabernáculo según el módulo idealizado del templo de Jerusalén. No pocos autores consideran este capítulo desplazado de su lugar normal, es decir, que parece secuela normal de Ex 40, en que se habla de la erección del tabernáculo, o de Lv c.8-10, donde se habla de la consagración e instalación de los sacerdotes.
Nm 7, 1-9. Ofrendas de Carros y Bueyes para el Servicio
Según Ex 40, 17, Moisés consagró el tabernáculo el día primero del mes primero del año segundo. Quizá el relato ha sido retardado para no interrumpir la legislación levítica, o se deba a otra fuente complementaria. Estos príncipes son los mismos jefes que dirigieron la organización del censo. Primeramente ofrecieron seis carros y doce bueyes para el servicio del tabernáculo y su transporte. El hagiógrafo procura resaltar la liberalidad de éstos en orden al santuario para no desdecir de la esplendidez del pueblo, que ofreció los materiales necesarios para la construcción del tabernáculo. Moisés repartió los carros y bueyes según las necesidades del servicio: dos carros y cuatro bueyes a los hijos de Gersón, y el resto a los hijos de Merarí, que tenían que transportar cosas más pesadas. A los hijos de Caat no se les dio, porque debían transportar los utensilios sagrados sobre sus hombros.
Nm 7, 10-89. Ofrendas de los Príncipes
La ofrenda de todos es una misma, y la suma total de los objetos donados son: 12 platos de plata, cada uno pesaba unos 1.800 gramos (el siclo varía de 12 a 15 gr.); 12 jarras de plata, llenas de flor de harina, cuyo peso era de unos 1.000 gramos; 12 tazas de oro de unos 150 gramos, llenas de perfumes; y sobre esto, para ofrecer en holocausto, 12 novillos, 12 carneros, 12 corderos primales y 12 machos cabríos para los sacrificios expiatorios. Para el sacrificio pacífico (en el que participaban muchos comensales), 24 bueyes, 6o machos cabríos y 6o corderos primales. Así queda demostrada la liberalidad de los jefes de Israel para el santuario, un ejemplo a imitar en la posteridad.
El v.89 no tiene conexión con lo que precede y sigue. En diversas formas nos habla el texto sagrado de la intimidad de Dios con su profeta Moisés. En Ex 33, 11 se dice que "Yahvé hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre a su amigo." Es ésta una expresión muy realista. Lo que se nos dice aquí es el cumplimiento de lo que Dios había prometido a Moisés en Ex 25, 22: que le hablaría desde el propiciatorio, en medio de los querubines, pues el arca de la alianza era el símbolo de la presencia sensible de Yahvé en su pueblo. Así se presenta Yahvé dando órdenes al profeta desde el propiciatorio o tapadera del arca de la alianza.
Nm 8, 1-26. Ordenaciones Diversas
En este capítulo encontramos agrupadas diversas secciones de tipo legislativo y narrativo. La concatenación no es muy ceñida, y parece un mosaico en el que se yuxtaponen diversos elementos, algunas veces en orden cronológico, y otras en secuencia más o menos lógica.
Nm 8, 1-4. El Candelabro de Oro
Estos versos son en parte repetición y en parte complemento de lo que sobre el candelabro se dice en Ex 25, 31-39 y Ex 37, 17-24. Cuanto a la disposición que el candelabro había de tener, el texto no está muy claro; lo que parece colegirse es que el plano que forman los siete mecheros ha de estar paralelo a la cortina que separa las dos partes del santuario. El candelabro debía proyectar su luz hacia la parte septentrional, donde se encontraba la mesa de los panes de la proposición. Las siete lámparas son símbolo de plenitud y perfección.
Nm 8, 5-22. Consagración de los Levitas
La causa de esta consagración de los levitas no es otra que la de los sacerdotes. Sin ser de los que "se acercan a Dios," o sea, de la clase sacerdotal, al fin, están destinados a servir a Dios en su santuario, bajo la autoridad del sacerdocio, y necesitan una especial santificación. El rito de ésta es digno de notarse y responde a lo expuesto en Nm 3, 4ss sobre la sustitución de los primogénitos de Israel por los levitas. Una vez purificados éstos, el pueblo pone las manos sobre ellos. El sentido de tal imposición es claro. El pueblo delega en ellos sus deberes de servir a Yahvé, su Dios; la nación sacerdotal (Ex 19, 5) traslada a la tribu de Leví sus deberes, y con ellos, sus derechos. Luego Aarón hace ofrenda de los mismos levitas a Yahvé, que los admite para servirle en el ministerio del santuario. Lo que no declara el autor sagrado es la forma cómo se verifica esta ceremonia ("ofrenda mecida") con los miles de levitas que entraban en servicio en sustitución de todos los primogénitos de Israel.
Antes eran rociados con "agua expiatoria" (v.7) (lit. "agua de pecado"), que debe ser agua tomada del recipiente del santuario para las purificaciones. Después los levitas debían rasurarse el cuerpo entero, como en el caso de la purificación del leproso. Según Herodoto, los sacerdotes egipcios debían rasurarse todo el cuerpo cada dos días para estar puros en el servicio ritual del templo. También los levitas deben lavar sus vestidos, sin que se exija un vestido nuevo como para los sacerdotes. Después deben sacrificarse dos novillos: uno por el pecado de los levitas (v.12) y otro en holocausto. Puestos los levitas ante el tabernáculo de la reunión, el pueblo imponía sus manos, solidarizándose con ellos, que son sus sustitutos ante Yahvé. Pero la entrega oficial a Yahvé la hará el propio Aarón, meciendo simbólicamente a los levitas (v.11), como se hacía con ciertas partes de las víctimas. Quizá se los hacía avanzar y retroceder ante el altar. Después los levitas imponen sus manos sobre los dos novillos que se han de sacrificar. Finalmente, Moisés colocaba ante Aarón a los levitas, como destinados a su servicio.
Los v.16-18 son repetición de Nm 3, 12-13 y parecen adición redaccional. En el v.19 se recalca la idea de sustitución y se insiste en que los levitas protegen al pueblo contra la cólera de Dios, pues expían por él al dedicarse al culto divino, si bien sometidos a los sacerdotes.
Nm 8, 23-26. Duración del Servicio de los Levitas
Aquí se fija la edad de los levitas para comenzar el servicio a los veinticinco años, pero esto no concuerda con Nm 4, 3, donde se determina la edad de treinta a cincuenta años. Es una de tantas variantes que reflejan los cambios que ha sufrido la ley mosaica, a través de los tiempos, según las circunstancias.
David fijará la edad en veinte años, sin duda para poder disponer de más personal. A los cincuenta años quedan cesantes, pudiendo servir de auxiliares a los otros levitas.
Nm 9, 1-23. Últimos Días en el Sinaí
Nm 9, 1-14. La Pascua en el Sinaí
La primera Pascua se había celebrado cuando la salida de Egipto; ahora, en el desierto del Sinaí, se celebra la segunda con el mismo ritual prescrito en la primera. Con esta ocasión se promulga una ley suplementaria en favor de aquellos que no pudieron celebrarla el mes primero. Estos lo harán al mes siguiente, en el día catorce, y conforme al mismo ritual: panes ácimos, lechugas amargas, sin quebrar ninguno de los huesos del cordero pascual y no dejar nada de éste sin comer (v.12). En 2Cro 30, 2 se nos cuenta cómo en tiempo del rey Ezequías (S. VIII a.C.) celebraron los israelitas la Pascua el segundo mes por no haber podido celebrarla en el tiempo regular. Según Nm 19, 11, la impureza proveniente del contacto con un cadáver dura siete días, precisamente los que dura la fiesta de los Ácimos. Además, la participación en cualquier sacrificio, y el cordero pascual lo era, exige a toda costa el estado de pureza ritual en el que hubiera de participar de él. El rito de la celebración será el mismo en todo tiempo. Considerada esta fiesta como nacional, quien no la celebre quedará, por lo mismo, excluido de la nación. Una vez más son admitidos los extranjeros que habitan en medio de la comunidad israelita. Pero ante todo se exige la circuncisión, con lo cual los extranjeros quedaban incorporados al pueblo escogido, a su alianza y a las promesas. Era ésta una puerta que se abría en el nacionalismo de Israel por la que los gentiles venían a participar de las esperanzas mesiánicas.
Nm 9, 5-23. La Nube, Guía de Israel
Esta perícopa es una ampliación de Ex 40, 36. Una vez que Yahvé tomó posesión de la tienda para habitar en medio de Israel, por la nube, que de noche se vuelve luminosa y que es la imagen de la gloria de Yahvé, el Señor se ha constituido en Líder Supremo, General en Jefe, y, por consiguiente, en conductor oficial de su pueblo a través del desierto. La nube es la que, alzándose, da la orden de levantar el campo y partir, y es ella también la que determina el momento de detenerse y de fijar el campo. En suma, "a la orden de Yahvé acampaban y a la orden de Yahvé partían..." (v.23). Hablando en lenguaje religioso, Dios era el conductor de su pueblo por el desierto hacia la patria que le tenía destinada; pero esta idea muy espiritual ha de hacerse sensible para acomodarla a la condición humana. La nube era la imagen más apropiada, por cuanto no podían reproducirla, contraviniendo al precepto del Decálogo. En Nm 19, 4, Dios mismo dice que los trajo "sobre alas de águila" hasta el Sinaí. De la misma imagen se sirve Dt 32, 11. Era éste un gran beneficio que con frecuencia viene a la memoria de los salmistas y profetas. También San Pablo recuerda esta historia, que considera como tipo del cristiano que camina hacia la patria celestial.
La nube, pues, parece tener una doble significación: proteger a los israelitas contra los esplendores de la divinidad; era como un velo que ocultaba la gloria de Dios. Además era símbolo sensible de la presencia de Dios en su pueblo para guiarle y protegerle en la azarosa peregrinación por el desierto. Esta nube, de noche, aparece como fuego, símbolo también de la presencia de Dios.
Nm 10, 1-36. Preparación de la Partida
Nm 10, 1-10. Las Trompetas de Plata
En los tiempos primitivos, las señales se hacían con el cuerno de carnero, la corneta. En Lv 25, 9 se dice que el jubileo se anunciará al sonido del cuerno. Pero los documentos posteriores nos hablan de las trompetas de plata, que se hacían sonar así en el templo, para anunciar los actos de culto y las fiestas, como en el campo de batalla. En el arco de Tito, en Roma, figuran también, entre los trofeos de su victoria sobre los judíos, encima de la mesa de los panes, dos trompetas largas. La razón de introducir aquí estas trompetas es, sin duda, para que respondan mejor a la nueva organización de Israel bajo la guía directa de Dios. Las trompetas de plata eran algo más digno que los cuernos de carnero. Las señales convenidas son tres: un toque para convocar a los jefes del pueblo; dos para llamar al pueblo; uno más prolongado para ordenar el levantamiento del campo, y éste se hará a cada una de las partes de él. Fuera de esto, añade que las trompetas tocarán en la guerra, y será su sonido como una llamada a Yahvé para que venga en socorro de los suyos. Este pasaje nos ofrece la explicación de lo que se dice repetidas veces en los Paralipómenos: que los sacerdotes iban delante del ejército de Judá con las trompetas para tocarlas en el momento de comenzar la batalla, y su efecto era tan decisivo, que al instante los enemigos se sentían aterrados y huían, no quedando al ejército otro trabajo que perseguirlos y recoger el botín. También aquí tenemos que advertir la desproporción entre el efecto de las dos trompetas y la extensión del campamento de más de 600.000 hombres. La dificultad la salva, como antes dijimos, el género literario hiperbólico del autor sagrado.
El autor sagrado no describe la forma de las dos trompetas, pero podemos suponer que eran semejantes a las que aparecen en los monumentos egipcios. El uso de las trompetas se prescribe también para las grandes conmemoraciones religiosas (v.10).
Nm 10, 11-28. Partida del Sinaí
Por fin llega la hora de la partida, cuando faltaban sólo diez días para cumplirse el año de la llegada a la montaña santa. El 20 del segundo mes se alza la nube sobre el tabernáculo, y los hijos de Israel levantan el campo y se ponen en marcha. Ninguna mención se hace de las trompetas que según Nm 10, 5 debían intimar la orden de partida a los cuatro lados del campamento. La marcha se realiza en el orden señalado en el capítulo 2 con alguna diferencia. Allí se asigna a los levitas, que llevan el tabernáculo, el centro de la columna; aquí Gersón y Merarí caminan después de las tribus que acampan al oriente, que son las primeras en partir, y Caat marcha después del segundo grupo, que acampaba al mediodía. Y como antes, tampoco aquí se hace mención del resto del pueblo con sus ganados y hacienda. Se ve clara la concepción ideal que el autor sagrado da a esta organización de Israel. Por sus etapas, y guiados por la nube, caminan desde el desierto del Sinaí hasta el de Farán, al sur de Canaán. El v.28 marca bien la conclusión de la perícopa.
Nm 10, 29-32. Invitación de Moisés a su Cuñado Jobab para que le Acompañe
En el texto se insiste en que Yahvé es el guía directo de los israelitas en su peregrinación, y la nube es el signo de su presencia sensible. En cambio, aquí se insiste en que Moisés quiere llevar a su cuñado como guía experto, conocedor de aquellos parajes de la estepa por donde habían de pasar. Moisés le promete participar de los bienes que Yahvé les dé. En Jc 1, 16; Jc 4, 11, se dice que los quíneos se incorporaron a Moisés, y probablemente éstos son los madianitas de que aquí se habla, tribu nómada que pastoreaba entre el Sinaí, Farán y Edom.
Nm 10, 33-36. En Marcha desde el Monte Sinaí
Esta perícopa parece una repetición de Nm 10, 11-28, que se ha de atribuir a otro documento. El pueblo parte del Sinaí y camina tres días buscando dónde acampar. En la primera narración, el arca iba muy envuelta en ricos paños y cubierta por pieles de tejón; aquí parece que va el arca descubierta, como en Jos 3, 5-13, y la nube la acompaña, como en Ex 13, 21ss. Así se explican las palabras de Moisés en las que dice lo que era el arca para el pueblo: el símbolo de la presencia de Dios en medio de Israel para defenderle de sus enemigos. El pasaje de 1S 4, 3-5 nos declara bien este pensamiento: el pueblo se halla enfrente de los filisteos, que les habían infligido una derrota. En vista de esto, resuelven traer el arca de Yahvé. Cuando ésta entró en el campo de Israel, el pueblo "lanzó tan grandes gritos de júbilo, que hacían temblar la tierra. Los filisteos sintieron temor y decían: "Ha venido Dios al campamento. ¡Desgraciados de nosotros!... ¿Quién nos librará de la mano de ese Dios poderoso? ¿Acaso no es Él el que castigó a los egipcios con toda suerte de plagas y de peste?" Así declara el autor sagrado la impresión causada en uno y otro campo por la llegada del arca. A la luz de estas palabras podemos entender lo que significan las de Moisés.
Cuando Israel abandona la llanura de er-Raha en el desierto del Sinaí (la "montaña de Yahvé" designando al Sinaí aparece sólo aquí, pues en otros lugares se llama "montaña de Elohim"), no sabemos la dirección exacta que tomaron. Son muchos los intrincados valles que se abren paso para salir del macizo de los montes del Sinaí, y, por otra parte, no hay ninguna indicación en el texto sagrado que pueda servir de apoyo para trazar el itinerario hasta llegar al vasto desierto de Tih, de Farán o de Sin, en el lenguaje de la Biblia, caminando siempre hacia el norte hasta llegar a la región de Cades, donde Israel se estacionó.
Nm 11, 1-35. Diversos Incidentes en el Camino del Sinai a Cades
Los relatos sobre estos incidentes contados al vivo parecen proceder de distintas fuentes.
Nm 11, 1-9. Descontento del Pueblo
El ambiente del pueblo ha cambiado. En las páginas que preceden, el texto pone de relieve la devoción y generosidad del pueblo hacia el santuario de Yahvé; aquí se nos presenta otra vez al pueblo de dura cerviz, constante murmurador contra su líder, aunque el autor sagrado atribuye esto a la influencia de los extraños en el pueblo hebreo. En medio del desierto se acuerdan de la abundancia de viandas de que disfrutaban en Egipto. Nada más natural que el hambriento se vuelva a los tiempos en que comía a saciedad. ¿Quiénes son estos extraños que inician la rebelión? Lo ignoramos. El texto sagrado hace mención de ellos en diferentes lugares. Serían gentes que, no encontrándose satisfechos en el valle del Nilo, aprovecharon la escapada de los hebreos para juntarse a ellos y recobrar la libertad de que allí no gozaban. ¿Qué significa ese fuego con que Dios abrasó una de las alas del campamento? Lo ignoramos; tal vez alguna descarga eléctrica. El nombre de Tabera significa incendio. Aparece mencionado en Dt 9, 22.
Los israelitas y los extranjeros se acuerdan de la comida de Egipto: pescado, cohombros, cebollas, etc., todo lo que constituye la base de la alimentación de los egipcios. Y desprecian el mana. Sobre su naturaleza véase el comentario a Ex 16, 15. No debía de ser una cosa tan exquisita, cuando los israelitas lo desprecian y añoran otras cosas tan vulgares. Esta opinión de los israelitas sobre el maná parece confirmar la hipótesis de que la famosa comida del desierto era algo parecido al man, secreción de un arbusto de la península arábiga, que preparaban majándolo al mortero (v.8), y aparece por las mañanas como un rocío misterioso (v.9). En Nm 21, 5 se dice que los israelitas se quejaban de aquel "miserable alimento." Los hebreos llevaban consigo rebaños de ovejas, pero sin duda que estas reses no eran suficientes para abastecer normalmente a todos durante tanto tiempo, y por eso tenían que vivir habitualmente de productos miserables de la estepa, que tienen pocos ingredientes nutritivos.
Nm 11, 10-15. Queja de Moisés
Las quejas del pueblo afligen el corazón de Moisés. Pensaba haber realizado una obra grande rescatando a su pueblo de la servidumbre de Egipto, y he aquí que no sólo no lo agradecen, sino que miran esto como una desgracia. Sobre todo, lo que le hubo de herir más fue que con esas quejas desestimaban el favor de Dios, el verdadero Libertador, y además menospreciaban las promesas que les había hecho y hacia las cuales los conducía. Ante esta actitud del pueblo, el ánimo del profeta desfallece, y se queja él también de la misión ingrata que Dios ha echado sobre sus hombros. No se siente con fuerzas para llevar al pueblo en su regazo como la nodriza al niño. Y esta conciencia de Moisés sobre su flaqueza se aviva tanto más cuanto más crecen la impaciencia del pueblo y sus quejas. Como más tarde Elías, pide a Dios, como una gracia, que le lleve de esta vida si no quiere quitarle la pesada carga.
Los v.7-9 son continuación lógica del v.6, de forma que parecen reflexiones del hagiógrafo sobre las diversas formas de preparar el maná para que el lector se haga cargo de que los israelitas no tenían razón para sus quejas contra Moisés. Este, por su parte, se siente apesadumbrado por su ingrata misión histórica. En realidad es Dios quien ha concebido y criado al pueblo hebreo, y, por tanto, a Él le pertenece llevarlo en su regazo, y no a Moisés. Descorazonado, pide a Dios le quite la vida si no le presenta mejores perspectivas.
Nm 11, 16-23. Respuesta de Yahvé
Dios quiere aliviar la carga de Moisés, y por ello propone que elija setenta ancianos como auxiliares suyos. En Ex 18, 25 se dice que Moisés, por consejo de Jetro, eligió oficiales de diez, de cincuenta, de ciento y de mil, que formasen una verdadera jerarquía para entender en los asuntos menores del pueblo, reservándose el profeta los de mayor importancia. Esto significaba una gran ayuda, tanto más cuanto que en estos oficiales tenía el líder consejeros hábiles con quien comunicar los problemas graves que ocurriesen. Teniendo éstos, ya no podía quejarse el caudillo de quedarse solo. Estos ancianos aparecen ya varias veces con ocasión de la salida de Egipto. Ahora parece que se quiere investirlos de nueva autoridad en nombre de Dios, como intendentes (soterim) a las órdenes de Moisés. Llamados al santuario, Dios les comunica el espíritu de Moisés (v.17), que en el v.26 se define como espíritu profético. La palabra profecía en la Sagrada Escritura tiene un sentido muy amplio. Cualquier manifestación carismática del espíritu de Dios puede recibir el nombre de profecía. En este pasaje podemos suponer que se trata del don de consejo para resolver los conflictos del pueblo y mantenerlo en paz. Participaban, pues, del don del consejo del líder Moisés. El autor sagrado concibe así la mente de Moisés como una lámpara que transmite luz a otras, si bien en menos cantidad y en dependencia de aquélla. La afirmación, pues, de esta comunicación de espíritu indica la situación subordinada de los ancianos respecto del gran profeta-dirigente.
Por otra parte, Yahvé responderá a las quejas del pueblo con un nuevo hecho portentoso. Pero antes deben santificarse (v.18), es decir, ponerse en estado de pureza ritual, pues Dios los va a visitar. Les va a dar tal cantidad de carne, que habrán de sentir náuseas de ella (v.19). Así, Dios les castigará por haberle despreciado, añorando la estancia en Egipto. Moisés siente cierto escepticismo sobre la promesa divina, ya que son 600.000 los israelitas que están necesitados de comida. Según Ex 16, 13, Dios envió a los hebreos codornices en gran cantidad en el desierto de Sin antes de llegar al Sinaí. Yahvé, por toda respuesta, recuerda el poder de su brazo omnipotente (v.23), que no se "ha acortado" en poder. Y por eso ha de responder como en otras ocasiones al sacarlos de los dominios del faraón.
Nm 11, 24-30. Efusión del Espíritu sobre los Setenta Ancianos
Moisés salió del tabernáculo, en el que solía tener las comunicaciones de Yahvé, y reunió a los ancianos y los colocó delante del tabernáculo, sin decir el texto cómo hizo la elección. Y Dios, para investirlos de una misión divina ante el pueblo, descendió en forma de nube. La descripción es antropomórfica: Dios tomó del espíritu de Moisés y se lo comunicó a los ancianos (v.25). Y al punto éstos empezaron a profetizar. Abraham es llamado profeta o amigo de Dios, y María, la hermana de Moisés, es llamada también profetisa. Pero el caso de los ancianos es el primer caso de "profetismo" colectivo. Por eso Amos y Jeremías dirán que los profetas existieron en tiempos de Moisés. El texto sagrado no concreta en qué consistió la manifestación profética de los ancianos; pero podemos suponer que se trata de ciertas manifestaciones de entusiasmo religioso, como discursos enardecidos, cantos sagrados, pulsación de instrumentos músicos estimulantes de estas manifestaciones religiosas. Así se reanimaba la fe apagada del pueblo. Estas manifestaciones están en consonancia con la mentalidad primitivista del ambiente. De este modo, el pueblo podía comprobar que, en efecto, el espíritu de Dios se había apoderado de ellos. Y el autor sagrado anota el caso curioso de dos ancianos elegidos por Moisés que, a pesar de no estar junto al tabernáculo, se pusieron a profetizar (v.27). Algunos dieron a conocer el hecho a Moisés, y Josué, su lugarteniente y fiel compañero, quiere evitar esa manifestación pro/ética, pues la considera en competencia con la que Moisés acaba de provocar ante el tabernáculo. Moisés, con buen sentido, declara que esto no compromete su autoridad, y dice que bien quisiera que el espíritu de Yahvé fuera sobre todo el pueblo y que todos se entregaran a manifestaciones proféticas. Joel dirá que en los tiempos mesiánicos habrá una manifestación del espíritu en todas las capas sociales y en todas las edades. San Pedro ve el día de Pentecostés, en la efusión del Espíritu Santo, el cumplimiento de la profecía de Joel.
Nm 11, 31-34. Las Codornices
Para satisfacer las quejas del pueblo, que apetecía carne en abundancia, Yahvé hizo venir, como la vez primera, de la parte del mediodía una gran bandada de codornices, que en la primavera suben del sur en busca de clima más fresco y que, cansadas del largo vuelo, vienen a caer en la península del Sinaí. El salmista idealiza imaginativamente: "hizo soplar en el cielo el viento solano, y con su poder hizo soplar el austro y caer como polvo sobre ellos la carne, como arenas del mar aves aladas." Cubrieron una extensión de un día de camino y con una altura de unos dos codos (un metro). De nuevo tenemos que acudir al género literario hiperbólico para justificar estas exageraciones. También aquí parece que nos encontramos ante un hecho natural, si bien preternatural en cuanto a sus circunstancias (quoad modum), en cuanto que aparecen las codornices en el momento querido por Dios y en la cantidad anunciada. Los israelitas llegaron a recoger el que menos diez jómer (unos 3.640 kilos). La exageración es manifiesta, pero con ella el autor sagrado quiere destacar la abundancia de volátiles tomados. Los israelitas extendieron la caza en el campo para secarla, como hacían los egipcios con los peces y aun con las aves. El autor sagrado relata después el castigo al pueblo glotón, pues estaban aún con la carne en la boca, cuando la ira de Dios se encendió y envió una plaga exter minador a. El texto no concreta en qué consistió el castigo. Quizá una infección general. Por eso se llamó aquel lugar Quibrot-Hat-tawa ("sepulcros de la glotonería"). Desde este lugar, los israelitas continuaron el viaje hasta un oasis llamado Jaserot, comúnmente identificado con Ain Jadra, abundante en agua y recogido entre un círculo de colinas, que le resguardaba contra la intemperie.
Nm 12, 1-16. Castigo de María, Hermana de Moisés
Un nuevo episodio que podemos decir familiar, pues acaece entre los tres hermanos, hijos de Amram y Yoquebed. Pero en él se recalca el ascendiente especialísimo que Moisés tiene ante Dios, y por eso el autor sagrado lo recoge para escarmiento de todos, ya que Yahvé no permite que se ponga en duda la dignidad de profeta del amigo íntimo suyo. Los motivos de la murmuración de María y Aarón son dos: que tenía por mujer a una cusita o etíope y que Moisés era venerado como profeta por el pueblo, como si ellos no tuvieran también sus relaciones íntimas con Dios. Podemos suponer razonablemente que el primer motivo era el objeto de las murmuraciones de María, y el segundo de Aarón, que, después de haber sido elevado a la dignidad del sumo sacerdocio, no veía con buenos ojos el honor que el pueblo rendía a su hermano como principal confidente de Dios. La esposa cusita probablemente es Séfora, madianita, pues los madianitas y cusitas o etíopes aparecen mencionados juntos en la tabla etnográfica. Por otra parte, en ningún otro lugar se alude a un nuevo matrimonio de Moisés. Aarón se considera también portavoz de los oráculos divinos (v.2), y, por consiguiente, no acepta de buen grado el monopolio de los mismos que el pueblo le atribuye. María era también una profetisa que, tocando el tambor, dirigía el canto de las mujeres y enardecía a las tribus de Israel. Además, Aarón era el que consultaba a Yahvé por el urim y el tummim. Todo esto daba pie para sus reclamaciones como dirigente del pueblo en paridad con Moisés. Este, por su parte, era "hombre mansísimo..." (v.5), y recibió esta protesta sin reaccionar violentamente, haciendo valer sus privilegios. Sin embargo, es Dios el que va a reivindicar sus derechos excepcionales, haciendo un castigo ejemplar. Y primeramente proclama a la entrada del tabernáculo que con Moisés se comunica de un modo especial, cara a cara (v.8), como un "amigo a otro amigo," y no en sueños o visiones (v.6), como suele hacerlo con los profetas. Moisés es el confidente excepcional de Yahvé (v.7). Y, por tanto, ¿cómo se atreven a difamarle (v.8b) a él, "que contempla el semblante de Yahvé," es decir, su manifestación gloriosa, sensible? El autor del Eclesiástico hace el elogio de Moisés, diciendo: "Amado de Dios y de los hombres, cuya memoria vive en bendición, le hizo en la gloria semejante a los santos (ángeles) y le engrandeció haciéndole espanto de los enemigos... Cara a cara le dio sus preceptos, la ley de vida y de sabiduría, para enseñar a Jacob su alianza, y sus juicios a Israel." Y el autor de la Epístola a los Hebreos pondera la gloria de Moisés para exaltar la de Jesucristo, que está por encima de aquél, ya que "concentra en sus manos todo el conjunto de la economía de salvación, de la que es el jefe, puesto que es apóstol, sumo sacerdote y, como Moisés, fiel a Dios, que le ha hecho apóstol y mediador." En todo caso, Moisés es el mayor de los profetas del Antiguo Testamento, ya que Dios no le habló en enigmas o figuras, sino a Zas claras. Y Yahvé castigó a María con la lepra por sus murmuraciones (v.10), pero no a Aarón. ¿Por qué? La lepra se compaginaba mal con la santidad sacerdotal, y por eso Dios no quiere presentar al sumo sacerdote como leproso y objeto de desprecio del pueblo. Aarón intercede ante Moisés para curar a su hermana, y Dios, recordando una antigua y conocida costumbre, según la cual el padre escupía al hijo que le hubiera ofendido, y, como consecuencia, el hijo quedaba recluido, "lleno de vergüenza" durante siete días (v.14a), exige que María, herida por Dios con la lepra, sea separada de la comunidad durante siete días (v.14b). María fue admitida sin que se hicieran los ritos de la purificación del leproso. En todo este capítulo se quiere enaltecer la situación privilegiada de Moisés frente a Aarón y los demás futuros profetas. Sin embargo, ya se deja entender que la ponderación de las comunicaciones divinas con Moisés ("cara a cara") es antropomórfica e hiperbólica, que no anula el dicho del evangelista: "A Dios nadie le vio; pero el Unigénito del Padre, que mora en el seno del Padre, ése nos lo dio a conocer."
Nm 13, 1-33. Los Exploradores de Canaán
El relato de los c.13-14 sobre la exploración de Canaán y la rebelión del pueblo es bastante complejo desde el punto de vista literario.
Nm 13, 1-17. Orden Divina de Explorar Canaán
El v.1 es el v.16 del c.12 en los LXX y TM, y sirve de introducción al relato de los exploradores después del incidente del castigo de María. Los israelitas continuaron hacia el norte, llegando al desierto de Farán, sin designar el lugar preciso. Pero en Nm 32, 8-9 se dice que los exploradores partieron de Cades-Barne, la actual Ain Qedeis, a unos 150 kilómetros al sur de Bersabé, en el Negueb. Llegados al mediodía de Canaán, nada más natural que enviar exploradores a la tierra con la doble finalidad de examinar las defensas que tendrían que vencer para adueñarse de ellas y las condiciones de la tierra, a fin de alentar al pueblo en los trabajos de la conquista. Los documentos no nos dicen el número de los exploradores, contando sólo entre ellos a Caleb. El documento tiende a idealizar la historia de Israel, a fin de dar expresión a ciertas ideas religiosas. Así, es Yahvé el que toma la iniciativa y ordena a Moisés que envíe exploradores, que han de ser doce, según el número de tribus. Entre ellos Josué, de la tribu de Efraím, y Caleb, de la tribu de Judá. Los exploradores recorren toda la tierra de Canaán, desde Sin, en el Negueb, hasta Rejob, camino de Emat, de sur a norte durante cuarenta días. Los textos recorren sólo la parte sur de Canaán, lo que es más verosímil. En esa tendencia a idealizar el pasado. Así, los exploradores son los príncipes de cada tribu. La lista incluye 24 nombres, de los cuales 11 no aparecen en otros textos bíblicos. Los más famosos son Caleb y Josué. Aquél era idumeo, pero aquí es presentado como perteneciente a la tribu de Judá, porque los calebitas aparecen especialmente relacionados con esta tribu, apoderándose de Hebrón. En tiempos de David se fusionaron con la tribu de Judá. Josué es primeramente llamado Osea ("salva"), pero se le cambió el nombre en "Josué" (Yehosua: "Yahvé salva") (v. 17-16). No se da razón del cambio del nombre, pero puede suponerse que haya tenido lugar con ocasión de la victoria sobre los amalecitas, en que se mostró Yahvé como salvador de su pueblo.
Nm 13, 18/17-Nm 13, 25/24. Exploración de la Tierra de Canaán
Moisés les encarga inspeccionar las fortalezas y condiciones de la tierra que habían de conquistar. Deben subir por el Negueb hacia la zona montañosa que rodea Hebrón, siendo el Negueb más bien la parte que rodea Gaza, Bersabé y sur de Hebrón. Como en esa zona montañosa de Hebrón habitaban los amorreos, se llamará "montaña del amorreo." La "tierra de Canaán" equivale, más o menos, a lo que llamamos Palestina, limitada al norte por Sidón y al sur por Gaza. Se divide en tres zonas geográficas bien definidas: montaña, Negueb y Sefela, siendo esta última la parte semicostera occidental. Los exploradores deben internarse en la zona sur y percatarse de las posibilidades de ataque y de vivienda, y, como prueba de su incursión, deben volver con frutos del país (v.21). El hagiógrafo puntualiza que era el tiempo de las "primeras uvas," hacia el mes de agosto, cuatro meses después de la partida del Sinaí. El v.22 (21) parece una adición del sacerdotal, que quiere idealizar la incursión de los exploradores, suponiendo que recorrieron el territorio ideal de la tierra prometida en tiempos de la monarquía israelita. El desierto de Sin no es el Sinaí, sino la zona montañosa al norte de la meseta de Tih, continuando hacia el norte el desierto de Farán, y llegando por el este al monte de Akrabim o de los escorpiones. Rejob es la parte septentrional de Canaán cerca del monte Hermón, en la parte superior del Jordán. La "entrada de Jamat" o "camino de Jamat" es una frase estereotipada para indicar los límites septentrionales del reino de Israel, y designa la Beqa o depresión entre el Líbano y Antelíbano, por donde discurría el camino hacia Jamat o Amatu de los textos asirios. El v.23 nos da un recorrido de los exploradores más verosímil: la región que rodea Hebrón, no muy lejos de Cades Barne (unos 250 km.). Hebrón era entonces llamada Quiriat-Arba ("ciudad de los cuatro"), en la que habitaban descendientes de la raza gigante de Enaq. Los nombres Ajinam, Sesai y Tolmai (v.24-23) son probablemente nombres de tribus. Parecen restos de las poblaciones presemíticas de Canaán, a las que la imaginación popular asignaba una estatura gigantesca, atribuyéndoseles la construcción de los monumentos megalíticos. El hagiógrafo, para encarecer la antigüedad de Hebrón, dice que fue fundada "siete años antes que Tanis" o Soán (v.23-22). En realidad no sabemos cuándo fue fundada Tanis en el Delta oriental egipcio, capital de los hicsos, reconstruida por Ramsés II (s.XIII), pero que aparece mencionada en textos de la VI y XII dinastía, es decir, en el tercer milenio antes de Cristo. Los expedicionarios llegaron al valle de Escol, que parece estar no lejos de Hebrón, teniendo en cuenta que Escol es el nombre de uno de los aliados de Abraham. En efecto, los alrededores de Hebrón son fértiles en viñas, higos y granadas, que son justamente los frutos que llevan de vuelta los exploradores. El hagiógrafo encarece hiperbólicamente la calidad y tamaño de los racimos de aquella región, diciendo que los exploradores transportaron uno de ellos entre dos, colgado de un palo (v.24). Escol significa en hebreo racimo, y por eso llamaron a aquella región Najal-Escol ("valle del racimo"). Es una explicación popular del nombre geográfico, que probablemente está relacionado con el nombre propio Escol de Gn 14, 13.
Nm 13, 26-33. Retorno de los Exploradores
Los exploradores tardaron cuarenta días en su misión, cifra estereotipada que indica un lapso considerable de tiempo. Volvieron y se reunieron con los israelitas en Cades, probablemente la actual Ain Qedeis, al sur del Negueb, entre el desierto de Farán y el de Sin, a unos 150 kilómetros al sur de Bersabé. Es una zona donde hay algunos pozos y oasis, muy apta para que los israelitas merodearan con sus rebaños durante los treinta y ocho años de su estancia antes de entrar en Canaán. El relato de los exploradores es muy verídico según la apreciación diversa de cada uno. Los optimistas lo pintan de color de rosa: la tierra explorada es maravillosa por su feracidad, y puede decirse que mana leche y miel (v.29-28); los pesimistas, en cambio, insisten en las dificultades y parte negativa de la tierra: devora a sus habitantes (?·34-33).La expresión manar leche y miel es proverbial para encarecer la feracidad de una tierra. Las madres beduinas prometen a sus hijos leche y miel como lo mejor que pueden ofrecerles. Así es fácilmente concebible la frase en los israelitas, que salían de las estepas calcinadas y misérrimas del Sinaí, al encontrarse con la relativa feracidad de Canaán. Los exploradores encarecen también las fortificaciones de la región habitada por los terribles descendientes de Enaq, los gigantes de la imaginación popular. Los datos arqueológicos modernos confirman las apreciaciones de los exploradores sobre la solidez de las ciudades fortificadas de los cananeos, y los textos egipcios se hacen eco de ello. Las ciudades son muy grandes, calificación que se ha de interpretar a la luz de la mentalidad beduina de los exploradores. En realidad, las ciudades cananeas solían ser acrópolis reducidas para facilitar la defensa. El v.30 parece una adición erudita posterior, en la que se concretan las zonas geográficas habitadas por las distintas razas que estaban asentadas en Canaán. En el Negueb, o parte sur de Canaán (entre Gaza y el mar Muerto), están los amalecitas, gentes que aparecen en tiempos de Abraham en esta misma zona geográfica. Era una población que vivía del pillaje, contra la que tuvieron que luchar constantemente los hebreos aun después de su establecimiento en Canaán. Por eso surgió un odio secular contra ellos. La montaña o zona montañosa que rodea Hebrón hasta Jerusalén está habitada por los jéteos o hititas, población del Asia Menor que aparece en las cartas de Tell Amarna ocupando Canaán; los jebuseos tienen la capital en Jerusalén, expulsados por David; los amorreos, población que en los textos asirios da nombre al occidente semítico (Amurru) desde el Éufrates al Mediterráneo. Los cananeos habitan la costa marítima y el valle del Jordán. La palabra cánamo designa generalmente a los habitantes de toda la región de Canaán (desde Fenicia hasta el desierto de Farán, lindante con Egipto), y en este sentido equivale muchas veces a amorreo. En las cartas del Tell-Amarna (S. XIV a.C.), Amurru es la región de Fenicia, y Canaán es lo que hoy llamamos Palestina.
La narración de los exploradores sembró el terror entre los hebreos, y Caleb se levantó para animarlos al ataque (v.32-31)· Los pesimistas, sin embargo, no quieren entrar en esa región fortificada, en la que habitan gentes temibles, y además es una tierra que devora a sus habitantes, expresión que puede aludir a su pobreza (en contra de lo que habían dicho los optimistas), a los peligros de las fieras que en ella merodean, o mejor, a las poblaciones feroces que la habitan, que se matan entre sí. E insisten recordando la estatura de los gigantes, descendientes de Enaq, en cuya comparación los israelitas son como langostas. En Is 40, 22 se dice que Dios contempla a los hombres desde el cielo y que desde esa altura parecen langostas, expresión gráfica para encarecer su pequeñez y debilidad.
Nm 14, 1-45. Incidentes en Cades.
Nm 14, 1-9. Sedición del Pueblo
La descripción terrorífica de los pesimistas tuvo un efecto derrotista en el pueblo, que se entregó a un llanto desesperado, y de nuevo surge la añoranza de Egipto, donde al menos podían vivir, aunque en opresión. Se quejan de que Dios les haya llevado a una región donde sólo les queda la muerte. Y buscan un jefe que los guíe de nuevo hacia la tierra de los faraones (v.4). Moisés y Aarón se prosternaron ante el tabernáculo, pidiendo ayuda a Yahvé. Mientras tanto, los exploradores Caleb y Josué trataron de convencer al pueblo de que era factible la conquista de Canaán. En un gesto de protesta por el escándalo que el pueblo da al despreciar a su Dios, se "rasgan las vestiduras," signo de duelo y de insolidaridad por lo que el pueblo hace. Y con sentido profundo religioso afirman que, si Yahvé les ayuda, vencerán fácilmente a los cananeos, por fuertes que sean, y por otra parte merece la pena un esfuerzo, ya que la tierra de Canaán mana leche y miel (v.8). En vez de ser devorados por esa tierra, serán los israelitas los que se comerán a los cananeos como pan. Sus divinidades de nada les servirán, de forma que éstos se quedarán sin amparo (lit. "su sombra se retiró de ellos").
Nm 14, 10-25. Intervención de Dios
El pueblo reaccionó violentamente contra los valerosos exploradores, queriendo lapidarlos. Entonces se manifestó la gloria de Yahvé sobre el tabernáculo, es decir, la nube que lo cubría se iluminó inesperadamente, como en otras ocasiones. Esta manifestación gloriosa de Dios tiene unas veces el carácter de anuncio venturoso, y otras de inminente castigo. Por lo que sigue se ve que ahora la manifestación divina es justiciera, y quizá iba acompañada de manifestaciones atmosféricas tormentosas para impresionar más al pueblo culpable, como en el Sinaí. Yahvé amenaza al pueblo por su incredulidad e ingratitud, a pesar de las maravillas obradas al ser liberado del faraón. Por eso los va a aniquilar por la peste o mortandad; pero hará surgir una nueva posteridad más numerosa de la familia de Moisés. Moisés reacciona, pidiendo perdón por los culpables y apelando al honor del nombre de Dios, que será comprometido con el aniquilamiento de su pueblo, ya que sabrán los egipcios y cananeos que no ha podido llevarlos a su destino. Los profetas del exilio utilizarán el mismo argumento para convencer a Dios de que libere a su pueblo de la cautividad babilónica. Al no cumplir su palabra de introducirlos en Canaán, los pueblos paganos acusarían al Dios de Israel de impotencia, ya que no comprenderían las exigencias estrictas de la justicia divina. Por otra parte, Yahvé es rico en misericordia y tardo a la ira, y, por tanto, debe ahora mostrar su carácter misericordioso para con su pueblo, como lo había hecho en otras ocasiones. Yahvé oyó al punto la oración magnánima de Moisés, y perdonó al pueblo por su intercesión (v.20); pero su gloria y justicia exige una compensación y un castigo: los culpables no entrarán en la tierra prometida. Lo han tentado ya "diez veces," es decir, muchas veces (v.22), y, por tanto, no participarán de las promesas anunciadas a sus antepasados. Y Yahvé jura "por su vida y su gloria" de que así ha de ocurrir. Los hombres juran por Dios, pero el Dios viviente de Israel, que se manifiesta en su gloria en la naturaleza ("llena la tierra") y en la historia, castigando y salvando, proclama solemnemente que su vida y su gloria, o manifestación omnipotente y esplendorosa, serán la garantía del cumplimiento de sus palabras. De este castigo será exento Caleb, que ha mostrado su valor y fidelidad en todas sus empresas. En el v.30 se dirá lo mismo de Josué, fiel ejecutor de las órdenes de Moisés. Y en premio a su fidelidad se le concederá la región que exploró, como posesión a su descendencia. La alusión al amalecita y cananeo, que habitan en la llanura, puede ser glosa redaccional, restringiendo la posesión de Caleb, o bien es una preparación para la orden que va a dar Yahvé de que se vuelvan los israelitas al desierto, camino del mar Rojo. Yahvé en ese caso indicaría que, puesto que los amalecitas y cananeos iban a impedir el acceso a Canaán, debían buscar otra ruta de penetración, volviendo sobre sus pasos (v.25b). La orden de volver fue ocasión de otra rebelión del pueblo, que ahora quiere atacar a los cananeos.
Nm 14, 26-38. Anuncio de Castigo contra los Israelitas
Este discurso es la ampliación de la anterior amenaza, puesto en boca de Yahvé. El estilo es solemne y oracular ("palabra de Yahvé," "yo, Yahvé, lo he dicho.") y trata de recalcar la gravedad de la amenaza y acusación. Yahvé quiere castigar no sólo la actual rebelión, sino todas las anteriores, pues se ha colmado la medida de su justicia, y tiene que castigarlos para escarmiento de las generaciones futuras. Todos deben morir en el desierto, sin llegar a la tierra prometida. Todos los que habían sido censados, desde veinte años para arriba (v.29), morirán en el desierto. En este decreto de condenación no están comprendidos los levitas, que no fueron censados ni habían tomado parte en la exploración de Canaán. Así, Eleazar entrará en la tierra prometida con Josué. A Moisés y a Aarón se les excluirá de entrar en Canaán por otra falta misteriosa. Y los hijos de los israelitas, lejos de ser presa de los cananeos, serán los que entrarán en posesión de la tierra prometida. En cambio, sus padres deberán andar errantes durante cuarenta años por el desierto hasta que vaya desapareciendo la generación pecadora (v.33), expiando lentamente sus rebeldías (lit. "prostituciones," en sentido moral, de apartamiento de Dios). El número de años de peregrinación por el desierto equivaldrá al número de días de la exploración de Canaán: cuarenta en total (v.34). La cifra es simbólica e indica una generación. Sin duda que Dios quería formar una conciencia nacional y religiosa nueva en el desierto, y para ello decide que desaparezcan todos los que habían conocido las idolatrías de Egipto, para que no las practicaran en Canaán. La nueva generación será nacida en la teocracia mosaica del Sinaí, y por eso más preparada para resistir a las infiltraciones religiosas cananeas. Así, la permanencia larga en el desierto tiene un sentido de expiación y de profilaxis religiosa. El salmista comenta: "Cuarenta años anduve desabrido con esta generación, y tuve que decirme: Estos son gente de avieso corazón, que desconocen mis caminos. Por esto juré en mi ira que no entrarían en mi reposo."
Nm 14, 39-45. Derrota de los Israelitas en Jormá
Moisés intima al pueblo la decisión divina: la conquista de la tierra prometida se dilata. Los que la despreciaron no la verán con sus ojos, sino sus hijos. Al oír esto la muchedumbre, reacciona en contrario, reconociendo el mal que habían hecho, y quieren mostrar que están dispuestos a obrar valientemente para borrar la cobardía anterior, esperando con ello que Dios cambiara su decisión de dilatar la entrada en Canaán. Moisés les amonesta para que no tomen iniciativa alguna, ya que no les acompañará Yahvé, y, por tanto, la consecuencia será la derrota más vergonzosa. El pueblo, sin embargo, atacó, y fue vencido por los amalecitas y cananeos, huyendo hasta Jorma, localidad identificada con la actual Sbaita, a unos 45 kilómetros al sur de Bersabé. En Jc 1, 1-17 se menciona la ocupación de esta ciudad por las tribus de Judá y Simeón, siendo cambiado su nombre antiguo de Safat por Jorma, que significa anatema, porque la entregaron al anatema.
Nm 15, 1-41. Leyes Relativas a los Sacrificios
En este capítulo encontramos una serie de leyes al estilo del Levítico que han sido puestas aquí sin conexión histórica con el relato, pues son dadas para el tiempo en que Israel esté ya en Canaán.
Nm 15, 1-16. Oblaciones de Harina y Libaciones en los Sacrificios
El Levítico distingue muy claramente entre el sacrificio, que es la inmolación de una víctima, y la oblación de harina, vino, etc. En esta perícopa se determina la oblación u ofrenda que debe acompañar al sacrificio de un cordero o cabrito (v.4-5), de un carnero (v.6-7) o de un buey (v.8-11). Las especies de ofrenda (harina, aceite y vino) son iguales para cualquier sacrificio, pero la cantidad crece con el volumen de las víctimas. Para un cordero o cabrito, una décima de efá de harina (unos 3,60 litros) con un cuarto de hin de aceite (1,60 litros) o de vino; para un carnero, doble cantidad de harina con un tercio de hin de aceite y vino; pero, si la víctima es un buey, la cantidad de harina se triplica y se duplica el aceite y el vino. Esto parecía natural. Los hebreos no habían caído en el grosero concepto de que Dios comía las ofrendas que se le hacían, como aquellos de quienes tan donosamente se burla el profeta Daniel. Sin embargo, las prescripciones de la Ley aquí y en otros lugares paralelos están inspiradas en las costumbres religiosas generales, y parecen concebir este acto de culto como si con él se quisiera ofrecer un banquete a Dios. Contra tal concepción, que pudiera ser la de las gentes rudas, protesta el salmista cuando dice: "¿Como yo, acaso, la carne de los toros? ¿Bebo yo, acaso, la sangre de los carneros? Ofrece a Dios sacrificios de alabanzas y cumple al Señor tus votos." Esto refleja un estadio cultural superior. La Ley es válida para los israelitas y los extranjeros que vivan con ellos y se sometan como agregados a las leyes de Israel. Es el ger o extraño de otra tribu que abandona los suyos para acogerse a la hospitalidad de otra. Esto en la vida de los nómadas; entre los israelitas, el ger queda asimilado al pueblo de Dios, con los mismos derechos y deberes (v.16). Es un principio de universalismo que culminará en los tiempos mesiánicos.
Nm 15, 17-21. La Ofrenda de las Primicias
Es claro el simbolismo de las primicias como reconocimiento de que los frutos de la tierra son don de Dios. Ya en Gn 2,4 se dice que Caín y Abel ofrecían las primicias, el uno de sus campos, y el otro de sus rebaños. Esto era ley en Israel. Con la oblación de estas primicias a Dios, el hombre se creía autorizado para hacer uso del resto de los frutos. En esta perícopa se determina la forma en que se debe hacer la ofrenda de los primeros panes amasados con el trigo de la cosecha. Esta oblación de los primeros panes, según Lv 23, 15, debía hacerse en la fiesta de Pentecostés. San Pablo nos había de las primicias del pueblo de Israel, que eran santas y prueban la santidad de la masa, la cual vendrá también a Cristo cuando la plenitud de las naciones hubiese entrado en la Iglesia.
Nm 15, 22-31. La Expiación por los Pecados
En Lv c.4-5 se exponen los ritos de los sacrificios expiatorios; aquí se trata de la expiación de los pecados de ignorancia o inadvertencia en que incurren el pueblo o los particulares. En nuestra teología moral distinguimos los pecados graves y los leves. Estos pueden serlo por la parvedad de materia, por la imperfección del conocimiento o advertencia y por la del consentimiento. En las religiones antiguas, en materia de ritos, los dioses exigían su exacta observancia, y tenían por pecado cualquier infracción del ceremonial, aunque fuera por inadvertencia o ignorancia. En Lv 4, 2; Lv 22, 27 se habla también de los sacrificios por el pecado, que son los sacrificios por los pecados cometidos por ignorancia. En la presente perícopa se trata de la expiación de aquellos pecados de inadvertencia contra cualquiera de los mandamientos que Yahvé ha dado por medio de Moisés (v.15). También aquí se distinguen los pecados de la congregación de Israel y los de los particulares. El pecado del pueblo se expiará con el sacrificio de un novillo y de un macho cabrío, acompañados de la correspondiente oblación; para la expiación del pecado de un particular, éste ofrecerá el sacrificio de un cabrito. Pero aquí, como en la perícopa de las ofrendas, la Ley es una para el israelita y para el extranjero que habita en medio de Israel (v.29). El hecho de habitar en la "tierra de Yahvé" le confiere el derecho de tomar parte en su culto. Este precepto, que varias veces hallamos consignado en la Ley, es un dato no despreciable para interpretar los preceptos en que se ordena el exterminio de los cananeos. Es cierto que a veces se reprende a los hebreos por no haber cumplido este mandato; pero este precepto supone no el incumplimiento de la Ley, sino el hecho de que los hebreos ocuparon la tierra por fuerza, y, por consiguiente, con la muerte de parte de la población cananea, mas no con el exterminio total de la población.
Al pecado de inadvertencia se contrapone el de rebeldía o contumacia ("con mano altiva," v.30), el que se opone sistemática y a sabiendas a los preceptos divinos, ultrajando a Yahvé. Para este tal, sea israelita o extranjero, no hay expiación: será borrado de en medio del pueblo, es decir, condenado a muerte. Algunos autores, sin embargo, sostienen que aquí se trata de una excomunión: serán borrados del censo que Dios guarda de los ciudadanos de su pueblo, a quienes tiene hechas sus promesas y de quienes tiene especial providencia. Los quebrantadores del precepto de modo obstinado, "con mano altiva," serán considerados como extraños al pueblo escogido, como excomulgados. Que no haya rito expiatorio, no significa que no haya perdón. Los profetas exhortan de continuo a la penitencia, y ofrecen el perdón a los arrepentidos que lo piden con sinceridad.
"Se ve que la mano alzada simboliza los pecados audaces y escandalosos, que se oponen abiertamente a la autoridad del rey de Israel, y que los poderes públicos deben castigar con la muerte. Por oposición a estos grandes crímenes, cometidos con imperdonable malicia, el error (inadvertencia) abraza el vasto campo de faltas más o menos graves, más o menos voluntarias, que tienen su fuerte en la fragilidad humana. Este campo no se restringe a las faltas de pura inadvertencia: entre la malicia audaz que levanta la mano contra Dios y la inconsciencia absoluta, hay innumerables grados de culpabilidad que necesitan expiación."
Nm 15, 32-36. El Violador del Sábado
Toda la Sagrada Escritura nos da testimonio de la importancia que tiene el precepto sabático en el pueblo israelita. La concepción del precepto es varia. En el Deuteronomio se funda en un sentimiento de humanidad para con la gente trabajadora, pero el texto insiste en el carácter sagrado del sábado en virtud de la bendición de Dios y de su descanso después de la creación del mundo en seis días. Esta concepción es la que vemos prevalecer entre los judíos de la época evangélica. En virtud de este criterio, el sábado es un signo de la alianza de Yahvé con su pueblo, y, por tanto, el que lo quebrante se hace reo de la infracción del pacto divino, y comete, por tanto, un pecado contra Dios y el pueblo, cuya salud está ligada al pacto con su Dios. Por lo mismo, consideramos esta sanción capital como una consecuencia de considerar el sábado como algo sagrado. Pero los profetas nos hablan con frecuencia de la profanación del día santo. En muchos casos, la pena con que se sanciona un pecado, y que suele ser la pena capital, sólo sirve, en la intención del autor sagrado, para significar el aprecio que hace del precepto sabático, y que quiere inculcar en el pueblo. Pero en la legislación primitiva del desierto existía realmente la pena de muerte para el violador del sábado, sanción que se fue atenuando con el tiempo, y de hecho posteriormente no se cita ningún caso en que el infractor sea castigado con la pena capital.
Nm 15, 37-41. El Distintivo de los Hebreos
Dios impone un distintivo a los israelitas para que se diferencien de los gentiles y para que se acuerden de sus mandamientos: unos flecos en los mantos, recogidos por un hilo de Jacinto. Era un distintivo que les recordaba su pertenencia al pueblo de Dios, lo que exigía fidelidad a los mandamientos divinos. Esta ordenación, pues, debe ser una costumbre antigua a la que se da posteriormente un sentido religioso. Según Herodoto, los egipcios llevaban vestidos de lino con flecos sobre las piernas. En los bajorrelieves asirios, los altos personajes llevan flecos en sus mantos. En tiempo de Cristo, los judíos presumían de estos flecos, que traían largos para dar impresión de mayor fidelidad a la Ley, y el mismo Cristo traía estas orlas en su manto. Aún hoy día los judíos en las sinagogas llevan mantos con flecos.
Nm 16, 1-35. La Sedición de Coré y su Castigo
Este capítulo está diversamente dividido en el TM y los LXX y Vg, pues el texto hebreo tiene sólo 35 versos, mientras que el griego y el latino tienen 50. Como en otros casos, seguiremos la numeración de la Vg, poniendo entre paréntesis la numeración del TM a partir del v.35.
Desde el punto de vista literario, este capítulo y el siguiente son muy confusos, y los críticos distinguen al menos dos narraciones. Parece que al menos hay tres sediciones: a) la de los rubenitas, Datan y Abirón, contra los privilegios de Moisés; b) la de los levitas, dirigidos por Coré, contra los privilegios de Aarón y su familia; c) la del pueblo en general contra Moisés y Aarón por haber sido causa del exterminio de parte del pueblo. Los rubenitas, como descendientes del primogénito de Jacob, no soportan el liderazgo de Moisés, que es de la tribu de Levi, y los levitas no admiten los privilegios de la familia sacerdotal de Aarón, hermano de Moisés. Así, las dos sediciones son perfectamente verosímiles en la vida azarosa del desierto, cuando faltaba todo y Moisés se mostraba impotente para introducirlos en la tierra prometida. Ambos movimientos sediciosos debieron combinarse para derribar a Moisés en los momentos más críticos, cuando el pueblo estaba decepcionado por la derrota de Jormá.
Nm 16, 1-14. La Sedición de Coré, Datan y Abirón
En el Deuteronomio se habla de los "sacerdotes levíticos," sin distinguir las dos órdenes de sacerdotes y levitas, el cual atribuye a Aarón y a sus hijos el sacerdocio, el oficio de los que "se acercan a Yahvé." Que estas prerrogativas no se impusiesen sin oposición, se comprende fácilmente. Es el caso de la insurrección de Coré y de muchos levitas con él. Coré era primo hermano de Moisés y de Aarón, y protesta contra los privilegios de éstos, pues todos los de la asamblea son santos (porque Yahvé habita con ellos), y, en consecuencia, pueden acercarse a Dios a ofrecer sacrificios en el altar como los hijos de Aarón (v.5). Moisés propone una prueba, y ya que reclama funciones específicamente sacerdotales, les propone una de las más sagradas, la de quemar incienso delante del altar. Yahvé decidirá si es del agrado su ministerio. Moisés retrasa un día la prueba, sin duda para dar lugar al arrepentimiento, y con palabras reflexivas invita a Coré y a los levitas insurrectos a pensar en su privilegio de ser guardianes del santuario, aunque no sean de la dignidad sacerdotal (v.8).
La rebelión de Datan y Abirón tiene carácter político-social, pues se quejan de que Moisés los haya llevado a un desierto misérrimo, sin poder cumplir la promesa de introducirlos en la tierra que mana leche y miel (v.12). Moisés quiere calmarlos y los llama a sí; pero ellos rehúsan cumplir la orden, porque le consideran como un impostor que ha engañado al pueblo.
Nm 16, 15-35. Castigo de los Insurrectos
Moisés declara que él no se ha aprovechado de su cargo para enriquecerse, y pide a Dios que no acepte el sacrificio de los insurrectos (v.16). Después invita a Coré a que se presente ante el santuario con sus secuaces a ofrecer incienso, para que Dios declare si acepta su servicio sacerdotal (v.18). Con él iba todo el pueblo, ganado en gran parte por él (v.18). Instantáneamente se manifestó la gloria de Dios, quizá en la columna luminosa sobre el santuario5. Dios quiere exterminar a todo el pueblo, porque la insurrección ha sido masiva (v.21); pero Moisés y Aarón interceden, y piden que sean castigados sólo los principales culpables (v.22). El hagiógrafo procura destacar siempre el poder intercesor de Moisés y su espíritu magnánimo al perdón. Yahvé es el Dios del espíritu de toda carne, es decir, el Señor de la vida, que se manifiesta por el espíritu o hálito vital. Moisés insiste en que Yahvé es el Señor de la vida, para que no se complazca en enviar la muerte sin distinción de gentes. Yahvé accede y manda al pueblo que se aparte del lugar donde están los culpables, Coré, Datan y Abirón (v.24). Los v.25-27 parecen continuación de los v.12-15. Al rehusar Datan y Abirón ir junto a Moisés, éste tomó la iniciativa y se fue hacia ellos acompañado de los ancianos o consejeros oficiales (v.25). Ordenó al pueblo que se apartara de las tiendas de aquellos impíos, pues se acerca el castigo divino (v.26). El v.27a parece adición redaccional para fusionar el castigo de Coré y el de Datan y Abirón. El texto es más claro prescindiendo de esa parte del v.27. Moisés proclama que, si Dios envía un castigo sobre los insurrectos, ello será la señal de que es enviado de Yahvé; en caso contrario, un impostor (v.29). Al punto se abrió la tierra y fueron tragados Datan, Abirón y los suyos. En el v.32b se dice que entre ellos estaba Coré. Esto parece glosa redaccional, pues en el v.35 se dice que los que estaban con Coré fueron devorados por un fuego, como pasó a Nadab y Abiú. El redactor posterior ha querido juntar el castigo de los rubenitas y el de los levitas, y de ahí la complejidad redaccional del texto, que resulta algunas veces oscuro.
Nm 17, 1-5. Los Incensarios de los Insurrectos, Incrustados Al Altar
Como los incensarios habían sido utilizados para ofrecer el incienso a Yahvé eran cosa santa, y, por tanto, su material no debía quedar para usos profanos, ya que la santidad de los objetos santifica lo que toca, por eso se ordena al sacerdote Eleazar recogerlos y laminarlos, destinando su material para recubrir el altar. No lo hace el sumo sacerdote Aarón para no contaminarse con lo impuro. Los incensarios, si eran al estilo de los egipcios, eran fáciles de convertir en láminas, pues debían de tener la forma de una paleta con tres rebordes levantados y un mango corto. El altar recubierto de bronce no sería el de los perfumes, que estaba recubierto de oro, sino el de los holocaustos, recubierto de bronce. Ahora el nuevo recubrimiento tenía la finalidad de recordar a los israelitas el castigo de los que se habían atrevido a arrogarse funciones sacerdotales sin ser de la clase sacerdotal.
Nm 17, 6-15. Nueva Insurrección y Exterminio de Israelitas
Gran parte del pueblo, en lugar de sentir respeto por los enviados de Yahvé, Moisés y Aarón, cuya misión había sido confirmada con la desaparición de los rebeldes, culpó a éstos de la muerte de sus hermanos, el pueblo de Yahvé (v.41-6), el pueblo elegido de Yahvé. Moisés y Aarón se refugiaron en el tabernáculo de la reunión (v.42), donde se apareció la gloria de Yahvé, o su manifestación gloriosa en la nube radiante y amenazadora. Dios quiere aniquilar a los murmuradores. En su acostumbrada actitud de intercesor, Moisés manda a Aarón que, como sumo sacerdote, vaya al lugar de la mortandad para aplacar a Dios (v.46). No se indica la naturaleza del castigo. La expiación por el pueblo debe ser por medio del ofrecimiento del incienso por Aarón. La causa de la calamidad había sido el ofrecimiento ilegal de incienso por Coré, y por eso el remedio debe estar en un acto análogo contrario. En efecto, el sumo sacerdote aplacó la cólera divina, y así mostró que era de su agrado, quedando confirmadas sus prerrogativas excepcionales sacerdotales frente a las pretensiones de Coré y los levitas insurrectos y a la faz del pueblo. El sacerdocio legítimo pone remedio a una situación desencadenada por actos de un sacerdocio ilegítimo. Las víctimas fueron 14.700, pero hemos de considerar la cifra como exagerada e inverosímil, según los principios indicados al comentar el censo de los hebreos.
Nm 17, 16-28. La Vara Florida de Aarón
A pesar de los prodigios anteriores en favor de la situación privilegiada del sacerdocio aaronítico, Dios quiere hacer aún otro más manifiesto que confirme a las claras sus prerrogativas excepcionales. Por orden divina, los príncipes de cada tribu entregan una vara o bastón, símbolo de su autoridad, a Moisés. En cada una debe estar escrito el nombre de la tribu que representa, y en la de Leví el nombre de Aarón. Supuesto el desdoblamiento de la tribu de José en Manasés y Efraím, tenemos con la de Leví trece varas. Estas son colocadas ante el testimonio, o tablas de la Ley, guardadas en el arca de la alianza, llamada también arca del testimonio. La vara que milagrosamente florezca mostrará que el representante de esa tribu es el elegido como sumo sacerdote ante Yahvé. No se trata aquí de un procedimiento de adivinación o suertes por las varas, o rabdomancia, utilizado por los árabes, sino de un hecho milagroso, como el contexto indica. La vara de Aarón floreció y dio frutos de almendro. Moisés hizo que contemplaran el prodigio y vieran cómo Dios confirmaba los privilegios de la familia de Aarón. Para recuerdo del hecho, mandó que la vara florecida fuera colocada ante el testimonio; de este modo quedaba afirmada ante las generaciones futuras la elección de la familia de Aarón para el sacerdocio. Todos estos episodios son otros tantos documentos sobre la lucha que hubo de sostener Aarón por establecer el privilegio del sacerdocio en Israel. Se comprende esta lucha del pueblo por la dignidad sacerdotal, que constituía una categoría social honorable; era natural que muchos aspiraran a ella y que vieran con malos ojos esa dignidad vinculada a una rama especial del pueblo, con exclusión de las demás. Los v.12-13 parecen desplazados y probablemente son continuación de Nm 16, 35, donde se habla de la muerte trágica de los secuaces de Coré. Así se concibe la angustia del pueblo ante el tabernáculo, donde aquéllos murieron: cuantos pretenden acercarse al tabernáculo perecen (v.13). La trasposición quizá sea debida a facilitar el tránsito al capítulo sobre los deberes y derechos levíticos.
Nm 18, 1-32. Deberes y Derechos de los Levitas
Este capítulo se nos presenta con cierta unidad, aunque contiene algunas cosas ya dichas anteriormente. Los deberes de los sacerdotes y los de los levitas, agregados a éstos como adjuntos y auxiliares de aquéllos, se resumen en una frase: "llevar la iniquidad del santuario." Siendo Yahvé un Dios santo, su santidad se comunica al santuario y a cuanto en el santuario se realiza. Los sacerdotes y los levitas, cada grupo en la parte que le correspondía, estaban obligados a cuidar de que esa santidad no fuese en modo alguno profanada, ni por ellos ni por el pueblo. Recordemos que el día de la Expiación se purifica, con las personas, también el santuario. De esta conservación de la santidad del santuario eran responsables los sacerdotes y los levitas, y en esto se resume su ministerio.
Nm 18, 1-7. Funciones de los Sacerdotes y Levitas
Dios se dirige solemnemente a Aarón, como representante de la tribu de Leví, y le encarece que él y sus hijos son los responsables de las faltas que se cometan contra la santidad del santuario (la iniquidad del santuario, v.1) y contra su sacerdocio como institución sagrada. Después delimita las funciones de los sacerdotes y de los levitas (v.3). Para que no se descargue la ira de Dios sobre el pueblo e hijos de Israel que se acerquen ante la tienda de la reunión (v.35), Yahvé especifica las funciones de la tribu consagrada especialmente al santuario. Los levitas, o miembros de la tribu de Leví, que no pertenezcan a la familia de Aarón, serán adjuntos o auxiliares de los sacerdotes propiamente tales. No debían tocar los objetos del santuario: el altar de los perfumes y el de los holocaustos y otros objetos, que debían ser cuidadosamente recubiertos al ser transportados por los levitas en las marchas por el desierto. Los sacerdotes son responsables de las negligencias de los levitas en estas cosas. La infracción llevaba consigo la muerte. Ningún profano o extraño a la clase levítica podrá ser considerado como adjunto oficial de los sacerdotes (v.4). Los sacerdotes tendrán cuidado de los objetos del santuario o santo con su altar. Los levitas entregados a Yahvé son a su vez un don que Yahvé hace a los sacerdotes (v.6), sin que éstos hayan hecho méritos para ello. Deben ocuparse los sacerdotes del altar y del velo adentro (el santo de los santos o santísimo, al que entraba el sumo sacerdote el día de la Expiación), y en sentido amplio el santuario, al que tenían acceso todos los sacerdotes.
Nm 18, 8-19. Ingresos de los Sacerdotes
En correspondencia a estas cargas, los sacerdotes y levitas reciben su salario. Es principio de ley natural el mencionado por el Apóstol: "El que sirve al altar tiene derecho a vivir del altar." Y ésta ha sido la ley de todos los tiempos. Bien conocida es la tarifa de Marsella, procedente de un templo fenicio de Cartago, donde se señalan los derechos de los sacerdotes en los diversos actos de su servicio.
A los sacerdotes se les asigna como derechos suyos: a) las ofrendas de harina, aceite, vino, etc., que los fieles hacían por voto o de su libre voluntad. De éstas se quemaba una pequeña porción, y el resto era para el sacerdote; b) la ofrenda que acompañaba al sacrificio; c) una porción en el sacrificio pacífico, y otra mayor en el expiatorio; d) eran también suyas las primicias; e) el rescate de los primogénitos de los animales impuros y, además, las carnes de los que se sacrificaban; e) el producto del rescate de los primogénitos humanos, es decir, cinco siclos de plata. Todas estas cosas sólo podían ser comidas por el sacerdote y su familia.
A los sacerdotes les pertenecen las cosas santísimas, llamadas así porque en principio pertenecen a Dios (v.9), y son en las oblaciones, los sacrificios por el pecado y por el delito, las cosas no consumidas por el fuego. También lo son los "panes de la proposición," que no se mencionan aquí. Las podrán comer sólo los varones de la familia del sacerdote y en lugar sagrado, o departamento del tabernáculo. Las cosas santas podían ser comidas por todos los miembros de la familia sacerdotal, con tal de que no estuvieran impuros legalmente, La ofrenda mecida o balanceada ante el altar son el pecho y el pernil derecho. Las primicias de aceite, vino y trigo pertenecen al sacerdote, y lo que es condenado al anatema o consagración voluntaria de algún bien, a Dios. También los primogénitos de animales y hombres pertenecen a Yahvé, quien lo entrega al sacerdote. Los de los animales impuros deben ser rescatados con una cantidad de plata no determinada, y los de los hombres con cinco siclos. Los animales puros ofrecidos en sacrificio (bueyes, ovejas, cabras) pertenecen a los sacerdotes, excepto las partes grasas que se quemaban en el altar. Todas estas ordenaciones son una alianza de sal (v.19), es decir, perpetua. Según las costumbres nomádicas, los que han participado en el mismo banquete y comido la misma sal están ligados por una alianza. "La sal, como principio conservador contra la corrupción, es símbolo de la duración y de la fidelidad de sentimientos amistosos."
Nm 18, 20-24. Ingresos de los Levitas
En el reparto de la tierra, la tribu de Leví no obtuvo parte alguna; su porción sería el mismo Yahvé, es decir, sus derechos como dueño de la tierra, que El cedía en favor de los ministros de su santuario. Siendo la tierra de Yahvé, tenía pleno derecho a una renta o tributo, que estaba tasado en el diezmo de los frutos, y tal diezmo era de los levitas.
Si Yahvé era la heredad o porción (v.20) de los levitas, se sigue que éstos deben vivir entregados totalmente a su servicio, lo que exigía por parte de los israelitas la obligación de mostrarse generosos con ellos. Las ciudades asignadas a los levitas no les pertenecían en propiedad, sino en usufructo, como mero lugar de habitación, y eran, en realidad, de las tribus donde estaban enclavadas. Como salario, Yahvé les otorga el diezmo de todo lo que le pertenece.
Los levitas serán consagrados al servicio del santuario, y así evitarán que los del pueblo común se acerquen al altar y perezcan por efecto de la cólera divina (v.22), y serán responsables de sus faltas en el servicio divino, llevando sobre sí la iniquidad o faltas en dichos actos de culto.
Estas disposiciones parece que no tuvieron fiel cumplimiento. De hecho, la situación económica de los levitas era muy precaria, por lo que sabemos por las narraciones del tiempo de los jueces y por las exhortaciones del Deuteronomio a los fieles para que sean generosos con los levitas. En realidad, la ley de los diezmos tuvo en Israel muy diversas interpretaciones, y en esto hemos de reconocer la ley de progreso en la legislación del Pentateuco. En efecto, según Gn 14, 20, Abraham ofreció el diezmo del botín a Melquisedec, sacerdote de El-Elyón; Jacob hizo voto de ofrecer el diezmo, sin que sepamos cómo lo llevó a cabo. En el Deuteronomio se hace mención de un doble diezmo: uno anual, que el oferente consumirá ante el Señor, en el santuario, y otro cada tres años, en el llamado año del diezmo, el cual se reparte entre los necesitados del lugar, el levita, el huérfano, la viuda y el extranjero. En todo el libro no se hace mención de este diezmo en favor de toda la tribu de Leví, de donde hemos de colegir que semejante ley es de época posterior, aplicación nueva del principio arriba mencionado de que "quien sirve al altar debe vivir del altar." En general, la legislación levítica del libro de los Números parece reflejar la época postexílica, y trata de salvar y aumentar los derechos de los sacerdotes.
Nm 18, 25-32. El Diezmo de los Ingresos de los Levitas, para los Sacerdotes
Del diezmo recogido por los levitas deben éstos entregar la décima parte a Aarón. Sólo después de haber entregado este diezmo podrán los levitas disfrutar de los diezmos recibidos, como los israelitas en general no pueden comer sus frutos hasta que hayan entregado el diezmo al santuario. Los levitas, una vez satisfecha su obligación de entregar la décima parte a los sacerdotes, podrán comer el resto en cualquier parte con sus familias, pues no son cosas santas, como la parte de las víctimas reservadas a los sacerdotes en ciertos sacrificios.
Nm 19, 1-22. El Agua Lustral
Una de las causas de impureza legal es el contacto con un cadáver. Como medio de purificación de ella, el legislador instituye un agua lustral conseguida con especiales ritos, sin duda calcados en costumbres ancestrales del desierto.
Nm 19, 1-10. Preparación del Agua Lustral
Sin especificar para qué está destinada el agua lustral, el hagiógrafo nos relata el rito de su preparación. Los israelitas deben traer una vaca roja sin defecto, que no haya sido utilizada para el laboreo. El color rojo parece aludir al color de la sangre, vehículo de la vida. Eleazar debe degollarla fuera del campamento. No interviene Aarón, sumo sacerdote, para no exponerse a una contaminación ritual con el cadáver de la vaca. Eleazar debe hacer siete aspersiones en dirección del tabernáculo, sin duda para indicar que la víctima ha sido sacrificada en honor de Yahvé. Después se quemará la víctima entera con su sangre y se echará madera de cedro, de hisopo y unos hilos de púrpura en el fuego en que se abrasa la víctima. En el rito de la purificación del leproso aparecen estos tres ingredientes, que parecen significar: el cedro, la incorruptibilidad, a causa de su larga duración; el hisopo, la pureza, a causa de la virtud purificatoria que se atribuía al hisopo, y la púrpura parece aludir al color de la sangre, símbolo de la energía vital. Después, los que inmolaron la víctima deben lavar sus vestidos y bañarse, quedando impuros hasta la tarde (v.7). La vaca es "un sacrificio por el pecado" (v.9) y quizá se la considera impura, como el macho cabrío, cargado con los pecados el día de la Expiación. En todo caso, Eleazar y su ayudante en el sacrificio de la vaca quedan contaminados, y por eso las cenizas deben ser recogidas por otro que esté ritualmente puro (v.10). Las cenizas deben ser conservadas fuera del campamento, en un lugar no contaminado.
Nm 19, 11-22. Ritos de Purificación por el Agua Lustral
El contacto con un cadáver humano hace inmundo al que lo tocare por siete días; el contacto con el de un animal hace inmundo hasta la tarde. Esta creencia sobre la impureza contraída al contacto con un cadáver aparece en todos los pueblos primitivos, y se ha querido explicar relacionando al cadáver con el espíritu del difunto. En la legislación hebraica no se alude nunca a esta creencia. El cadáver, por su descomposición natural, es causa de pestes y contaminaciones, y quizá en esto radiquen las precauciones y lavatorios después de haber estado en contacto con él. El legislador hebreo establece como medio de purificación el agua lustral, que se ha de emplear el día tercero y séptimo de la impureza del afectado. Los números tres y siete son sagrados y simbólicos e indican perfección. No sabemos la razón por qué esa agua mezclada con cenizas, cedro, hisopo y púrpura tenía ese efecto purificador, pero hay que suponer que se trata de costumbres ancestrales recogidas por el legislador hebraico. En todo caso, la vaca sacrificada por el pecado tenía un valor expiatorio, que, unido a la virtud purificativa del agua, servía para hacer desaparecer la impureza ritual. El impuro que no empleara el agua lustral será borrado de Israel (v.15), expresión que puede tener el sentido de excomunión (privación de los derechos civiles) o de muerte. El legislador determina los casos en que se contrae impureza. No se requiere contacto físico; basta entrar en una tienda donde haya un cadáver, y todos los objetos que hay en ella quedan contaminados (v.14) por siete días. En el campo, todo contacto con un cadáver asesinado o muerto naturalmente o con un sepulcro, produce impureza legal (v.16). Para quitar la impureza se exige derramar agua con ceniza de la víctima; pero el agua tiene que ser viva, es decir, proveniente de manantial, no de cisterna; es "fecundante, principio de vida para las plantas, alimento de los hombres y de los animales, saludable a los enfermos es una de las más maravillosas manifestaciones del mundo sensible," y apta para quitar las máculas rituales. La aspersión debía hacerla un hombre del pueblo (no un sacerdote, para no contaminarse) en estado de pureza legal, en el día tercero y séptimo; después el impuro lavará sus vestidos, se lavará y a la tarde queda puro. El que no se purifique debe ser borrado de la asamblea, para que no contamine al campamento donde habita Yahvé con su pueblo. El que había hecho la aspersión debía también purificarse, lavando sus vestidos (v.21). El principio religioso que preside estos ritos es que el Dios santísimo debe ser servido por un pueblo santo en sentido ritual y moral. No se dan razones de tipo supersticioso, como en otros pueblos, sino que las leyes obedecen a principios teológicos muy elevados.
Nm 20, 1-29. Diversos Incidentes en el Desierto
Los C.20-21 nos relatan una serie de incidentes históricos difíciles de localizar geográficamente. Los israelitas permanecieron cuarenta años en el desierto, y después de la derrota de Jormá estuvieron vagando desde Cades Barne al golfo de Elán. En todo este período hay un gran vacío histórico. Sólo quedan algunos incidentes muy verosímiles y perfectamente ambientados en la vida esteparia; pero no sabemos cuándo tuvieron lugar, si en los primeros años o en los últimos. Sabemos que existían unos anales épicos llamados las Guerras de Yahvé, que se han perdidos, y probablemente relataban muchos hechos de esta época larga que para nosotros representa un inmenso vacío. Según Dt 1, 46, los israelitas permanecieron largo tiempo en Cades, lo que es verosímil teniendo en cuenta que allí hay abundantes aguas y algunos ricos oasis; pero, como trashumantes, sin duda que vagaron por aquellas regiones, llegando hasta Asiongaber, en el golfo elanítico.
Nm 20, 1-13. Las Aguas de ?eriba
El pueblo estaba reagrupado en la zona de Cades, en el desierto de Sin, en el primer mes, sin indicación de año. No sabemos si fue en los primeros años de estancia en aquella región o más tarde. Conforme a la sentencia divina, Israel había de morar en el desierto hasta que feneciera la generación rebelde que había dado motivo para el castigo. Pero la generación como unidad cronológica suele ser de cuarenta años, el tiempo que dura la vida activa del hombre, cuando éste goza de representación social, desde la mayoría de edad hasta que la vejez le fuerza a retirarse. Durante los años que Israel moró en Cades no hemos de entender que hiciera allí vida sedentaria. Se movía de una a otra parte, según lo pedían las circunstancias, pero teniendo por centro de sus actividades esta región de Cades.
En este lugar murió María, la hermana de Moisés. El texto sagrado hace varias veces mención de ella (Miryam), que veló sobre la suerte de aquél cuando fue echado a las aguas del Nilo, que dirigió las danzas de las mujeres de Israel como profetisa (llevada de transportes extáticos) el día grande de su victoria sobre Egipto y que fue castigada con la lepra por murmurar de la conducta de su hermano. Ahora el texto registra el hecho de su muerte, sin aludir a funerales solemnes, como se harán por Moisés y Aarón. En Ex 17, 1ss se nos cuenta un primer milagro de Moisés, en proveer de agua a Israel. Aunque en la región de Cades hay algunos pozos y oasis, sin embargo, en años de sequía el agua puede faltar, sobre todo teniendo en cuenta el gran consumo que harían los muchos israelitas que allí habían acampado. El pueblo, como en otras ocasiones, se subleva al no encontrar agua suficiente, y añora la tierra de Egipto, pues temen morir de sed con sus ganados. Desean haber muerto con los sediciosos seguidores de Coré. Moisés y Aarón, como siempre, se retiran hacia el tabernáculo a implorar auxilio a Dios (v.6). Yahvé les escucha y manda a Moisés que tome el bastón de los prodigios de Egipto, con el que había sacado agua en Rafidim. El profeta libertador, antes de golpear la roca, dirige un discurso a la turba, reprochándoles su mala conducta y considerándoles inmerecedores de un nuevo prodigio: ¿Podremos nosotros hacer brotar agua de esta roca? (v.10). Son tantas las rebeldías de Israel, que le parece imposible que Dios acceda a un nuevo prodigio, aunque sabe que Yahvé es omnipotente. El autor sagrado ve en las palabras de Moisés una cierta incredulidad, pues en v.12 Yahvé le reprocha a él y Aarón: "No habéis creído en mí, santificándome ante el pueblo." El salmista dice de Moisés que en esta ocasión profirió "palabras imprudentes." Algunos autores creen que la falta está en haber golpeado la roca dos veces (v.12), como desconfiando de la omnipotencia divina. Al dudar de su misericordia o longanimidad para con el pueblo, no le habían santificado, es decir, no habían reconocido ante el pueblo su carácter santo y omnipotente. Como consecuencia de esta falta, Aarón y Moisés son excluidos de entrar en la tierra de promisión (v.12b). En Dt 1, 37 se atribuye este castigo a una supuesta y desconocida falta de Moisés con ocasión de la insurrección de los israelitas después de la exploración de Canaán. En el relato de este castigo a los dos grandes caudillos de Israel se encuentra un indicio de historicidad de los documentos, pues un falsario posterior no se habría atrevido a inculpar de incredulidad a los dos grandes creadores de la teocracia hebraica, tan venerados por el pueblo. El lugar de la rebelión del pueblo se llamó Meribá, o de la querella (de rib: "disputar") En todo caso son de admirar los juicios inescrutables de Dios al privar al gran caudillo hebreo de lo que éste tan justamente había deseado. El salmista comenta: "Le irritaron (a Yahvé) también en las aguas de Meribá, y fue castigado Moisés por culpa de ellos. Porque turbaron su espíritu, y profirió palabras imprudentes."
Nm 20, 14-21. Negativa de Edom a dar paso a los Israelitas
Son bien conocidos por Gn 25, 29ss los orígenes de Edom, llamado también Seír y Esaú, así como su estrecho parentesco con Israel. Eran su morada los montes de Seír, que se prolongan al sudeste del mar Muerto y separan el desierto de Farán del norte de Arabia. Hallándose Israel en Cades, podían, atravesando los montes de Seír, llegar en pocos días a las tierras situadas al oriente del mar Muerto y avanzar hacia Canaán.
Moisés, respetuosamente, teniendo en cuenta los antecedentes de parentesco, pide permiso para pasar por el territorio edomita. Diplomáticamente recuerda los lazos de parentesco y los sufrimientos pasados en Egipto, cuyo eco supone habrá llegado a oídos de los edomitas, como también su salida gloriosa gracias al ángel de Yahvé (v.16), que los ha dirigido en tan azarosa empresa. Y promete no causar daños a los campos y viñas, ni siquiera beber el agua de los pozos, tan preciosa en regiones secas, sino avanzar por el camino real, o ruta caravanera (v.17). Pero el rey de Edom, desconfiado, rehúsa el paso. Los israelitas insisten en que no saldrán del camino, pero de nuevo recibieron la negativa por respuesta. En Dt 2, 1-8 no se alude a esta petición de paso innocuo por parte de Moisés, pero parece suponerse.
Las relaciones históricas de Israel y Edom fueron siempre hostiles. En tiempos de la monarquía, Edom fue mucho tiempo reino vasallo de Israel. Los profetas pronuncian graves oráculos contra Edom por su enemiga contra el pueblo de Dios. Este incidente es el primero enojoso entre los dos pueblos, considerados hermanos por su origen.
Nm 20, 22-30. Muerte de Aarón
Dios había dado sentencia contra Aarón que no entraría en la tierra prometida por su rebelión en el incidente de las aguas de Meribá. Ahora se narra su muerte poco tiempo después de haberse desplazado el pueblo de Cades. Según Nm 33, 37-39 este hecho tuvo lugar a los cuarenta años de la salida de los israelitas de Egipto, cuando Aarón tenía ciento veintitrés años. El lugar de su muerte hay que buscarlo cerca de Cades, camino del golfo de Elán. A 17 kilómetros al nordeste de Cades hay un arroyo llamado wady Haruniye (arroyo de Aarón). Así, el monte Hor se halla en los límites meridionales de la tierra prometida, como el monte Nebo se hallará en los confines orientales de Canaán. En el primero muere Aarón, y en el segundo, Moisés. La muerte de Aarón en el monte Hor, aislado del pueblo, después de entregar sus vestidos pontificales a su hijo Eleazar en presencia de Moisés, creador de la teocracia hebrea y del sacerdocio levítico, tiene un aire de solemnidad muy en consonancia con la perspectiva histórica. Yahvé anuncia primero la muerte con la frase consagrada de que va a "reunirse con su pueblo," equivalente a la otra "reunirse con sus padres," y que significa el último viaje hacia la región de los muertos, el seol, donde continuarán su vida juntos con los antepasados, si bien en un estado de sombras. Eleazar era el hijo mayor de Aarón, después de la muerte de Nadab y Abiú, y, por tanto, a él le corresponde sucederle en el sacerdocio. Como tal, debe llevar los vestidos sacerdotales durante siete días después de su unción. Para no contaminarlos con un cadáver, Moisés debe despojar a Aarón de sus vestidos pontificales antes de morir y entregarlos a su hijo, de forma que éste se presente al pueblo revestido ya de la autoridad suprema sacerdotal. Con toda solemnidad, y "a la vista de toda la asamblea" subieron al monte Moisés, Aarón y Eleazar, y en la cima Moisés despojó a Aarón de sus hábitos pontificales y se los entregó a Eleazar. Después murió Aarón, y, sin dar noticias sobre su enterramiento, el texto dice que descendieron Moisés y Eleazar, y el pueblo, al no ver con ellos a Aarón, dedujo que había muerto y le había sucedido Eleazar, que aparecía con los hábitos pontificales. La narración no puede ser más esquemática y artificial. Todo sucede conforme a un plan previsto y según una escenificación preparada, resaltando sólo el hecho principal de la muerte de Aarón y su sucesión legítima en el pontificado. Como Moisés recibe en el monte Sinaí las tablas de la Ley, la carta magna de la nueva teocracia, así ahora Aarón, el primer sumo sacerdote, muere en el monte, aislado de su pueblo, rodeado en el final de su vida de misterio, con una muerte solemne, digna del primer sumo sacerdote. Durante treinta días hizo el pueblo duelo por él.
Nm 21, 1-35. Camino de Moab
Sigue la narración con una serie de incidentes, algunos de ellos, como la victoria sobre los cananeos, desplazados de su contexto histórico; pero, en conjunto, los hechos resultan perfectamente verosímiles en la azarosa marcha de los israelitas hacia la tierra de Canaán.
Nm 21, 1-3. Victoria Sobre el Rey de Arad
Este relato está, sin duda, fuera de lugar. Generalmente, los críticos creen que se trata de un incidente posterior que tuvo lugar cuando las tribus israelitas entraron a sangre y fuego en Canaán. En Jc 1, 17 se dice que las tribus de Judá y Simeón conquistaron una ciudad al sur del Negueb, llamada Safat, a la que cambiaron el nombre en Jormá, o condenada al "anatema" (jérem). Quizá se trate del mismo hecho, y el hagiógrafo haya trasladado esta victoria al tiempo de Moisés para deshacer el mal efecto de la derrota que los israelitas sufrieron en Jormá al querer atacar a Canaán por el sur. Israel, vencido en alguna escaramuza por el rey cananeo de Arad en el Negueb, en el camino de Atarim, que debía de ser la ruta caravanera que iba de Cades al Negueb, se rehizo y volvió a la lucha, haciendo voto a Yahvé de entregar al anatema o destrucción, (jérem) las ciudades conquistadas si obtenía la victoria. Según las leyes de la guerra entonces vigentes, el vencedor se creía dueño de las vidas y haciendas de los vencidos. Por eso se apropiaba los Henes y reducía a esclavitud a las personas que hubieran quedado con vida. Con este voto, Israel renuncia a esas ventajas dé la guerra, y consagra a su Dios por la destrucción los bienes conquistados, haciendo de ello un don a su Dios. Era la ley del jérem o anatema, costumbre bárbara seguida por Israel y tomada del ambiente histórico, dándola un supuesto sentido religioso. En la inscripción del rey de Moab, Mesa, leemos: "Y Camós (dios de Moab) me dijo;
Ve y toma a Nebo contra Israel. Y partí de noche y la combatí desde la aurora hasta el mediodía y la tomé. Y los maté a todos: siete mil hombres, jóvenes, mujeres y doncellas y esclavas, porque yo había hecho el jérem a Astor-Camós." No podemos decir, pues, que esta ley sea privativa de Israel, sino que es una de tantas costumbres bárbaras de los antiguos, practicada también por Israel.
Nm 21, 4-9. La Serpiente de Bronce
Israel partió del monte Hor, en que dejó enterrado a Aarón, en dirección sudeste, hacia el mar Rojo. El camino que sigue es el del Araba, o sea, la prolongación del valle del Jordán y del mar Muerto, que va a terminar al golfo elanítico o de Akabah. Es terreno mísero e inhóspito y sin agua. Y no es de maravillar que el pueblo, fatigado, protestase, según era costumbre en todas las contrariedades, añorando la abundancia de Egipto y despreciando el "maná," ligero manjar (?.6), ? de poco valor nutritivo6. Dios, en castigo, les envió serpientes venenosas, lit. "quemadores," por las fiebres altas que producían sus picaduras, que no son raras por la estepa. Reconociendo en ello un castigo, los israelitas piden a Moisés que les libre de esta plaga. Por orden divina hace una serpiente de bronce, y la levanta en un palo, para que los israelitas al verla consigan la curación. Se ha querido ver en este relato un vestigio de la ofiolatría, o culto a las serpientes entre los orientales. En Gezer se ha encontrado una serpiente metálica; en Susa y en Babilonia se han descubierto diversos amuletos en forma de serpiente. Y en las minas de cobre de Fuñón (cerca del lugar donde tuvo lugar el incidente bíblico) se han encontrado láminas metálicas en forma de serpiente, preparadas sin duda para usos supersticiosos. De aquí se ha querido deducir que el hagiógrafo asocia estos restos metálicos de aquella región con un milagro de Moisés relacionado con las mordeduras de las serpientes. Desde luego que el hagiógrafo no atribuye un valor mágico a la serpiente de bronce levantada por Moisés, sino que ve en ella un símbolo del poder curativo de Dios. La serpiente siempre ha sido relacionada con la medicina, porque a ella se atribuían determinadas virtudes curativas. El autor del libro de la Sabiduría hace la exégesis del pasaje bíblico: "La serpiente era un símbolo de salvación que otorgaba la salud, no por la virtud de la figura que tenían bajo sus ojos, sino por Aquel que es el Salvador de todos." Los israelitas, en tiempo de Ezequías, daban culto a una serpiente de bronce llamada Nejustan (de nejóset, bronce), y la consideraban como la utilizada por Moisés para curar a los israelitas. El piadoso rey la hizo despedazar para evitar los abusos idolátricos. Jesucristo alude al hecho del desierto, y ve en la serpiente levantada por Moisés un tipo de su elevación en la cruz: "Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en El tenga la vida eterna." Los Santos Padres han desarrollado este simbolismo manifiesto en el poder curativo de la serpiente y de Cristo en la cruz. En todo caso, Moisés, al levantar la serpiente, no creía emplear un procedimiento mágico para curar, sino destacar y simbolizar la omnipotencia divina, que curaba a los israelitas. A nuestra mentalidad resulta extraña la elección de este símbolo, pero debemos trasladarnos a la mentalidad oriental de los antiguos israelitas para comprenderlo, como tenemos que ser comprensivos con, otros ritos extraños del Antiguo Testamento.
Nm 21, 10-20. Itinerario a Través de Edom
Continuando su camino por el Araba, Israel llegó a Asiongaber (golfo de Elán), para volver luego hacia el norte, siguiendo la frontera oriental de Edom y Moab, hasta el Amón, que separaba el reino de Moab del amor reo Seón. El itinerario es incompleto, y hay que llenar el vacío con textos de Dt 10, 7 y Nm 33, 1-56. La primera estación, Obot, es difícil de identificar; pero se propone un lugar al este de Edom. lye-Abarim significa "ruinas de Abarim," y se la ha querido identificar con jhbet-Ai, el ??a del mapa de Madaba. El "torrente Zared" es identificado con Wady el-Hesa, al sudeste del mar Muerto. El Amón es identificado comúnmente con Seil el-Mogib, que tiene un lecho profundo, y así señala el límite septentrional de Moab. El texto cita a continuación un relato épico del libro Guerras de Yahvé, en el que se cantaban las gestas de Yahvé en favor de su pueblo, y quizá sea el mismo libro llamado Libro del Justo, también de carácter épico, citado en otros lugares. Las localidades de Vaheb y Sufá son desconocidas; en cambio, Ar debe de ser Ar-Moab, la antigua capital del país. La nueva estación de Beer, que significa pozo, debe de aludir a un alumbramiento inesperado de agua, debido a la intervención milagrosa de Yahvé (v.1 6). Con este motivo, un poeta, en el momento solemne en que los jefes de las tribus descubrían con sus bastones el pozo recién abierto y tapado para la inauguración solemne, declaraba la pertenencia del pozo a una tribu: "pozo cavado por los príncipes, alumbrado por los nobles del pueblo con sus cetros, con sus bastones" (v.18). En la poesía beduina popular son frecuentes estos cantos cuando se inaugura un pozo: "¡Brota, corre a borbotones agua...!" Es el paralelo del ¡Mana, pozo! del v.17b. Matana y Najaliel son localidades no identificadas. Bamot puede ser el Bet Bamot de la estela de Mesa. Los llanos de Moab es la meseta moabítica al norte del Amón. La "cima de Fasga" es identificada con Ras es-Siaga, a cuatro kilómetros del monte Nebo, y "domina el desierto" o yesimon, región al pie del Fasga, cuyo nombre puede rastrearse quizá en el Sueimeh (Jirbet) actual.
Nm 21, 21-35. Victoria Sobre los Amorreos
Llegados a la meseta de Moab, Moisés envió mensajeros para pedir paso por el territorio del rey amorreo, Seón (v.21). La denominación de amorreo es bastante genérica, y designa una población semítica occidental que estaba extendida por Palestina, Siria y Transjordania. El rey amorreo niega el paso, y sale al encuentro de los israelitas, los cuales le vencen en Yahsa, la "Yahas" de la estela de Mesa, situada entre Mádaba y Dibón, al nordeste del mar Muerto. Los hebreos conquistaron todo el país moabita desde el Amón hasta el torrente Yaboq (Wady ez-Zerqa), al nordeste del Jordán septentrional, línea fronteriza con el reino de Og, rey de Basan, dividiendo en dos partes el territorio de Galaad. Era también línea fronteriza con el reino de Amón, que primitivamente comprendía el territorio desde el Amón al Yaboq, pero que había sido rechazado al oriente por los amorreos. Yazer es identificada con la actual Sar, al sur de Aman. Hesebón es la actual Hesban. El redactor inserta aquí un antiguo canto de guerra que era cantado por los trovadores o mesalim, especie de poetas que en forma sentenciosa y gnómica se dedicaban a exaltar las gestas de las tribus. No se sabe si el canto es de origen israelita o amorreo. Es un canto irónico contra los vencidos de la ciudad destruida de Ar-Moab por el rey amorreo Seón. Puede ser un canto israelita en el que se recuerda a Moab su antigua derrota a manos de Seón, que, a su vez, fue vencido por los hebreos. Así entendido el poema, parece una invitación a los israelitas a reedificar Hesebón, destruida por ellos, porque de Hesebón partió el fuego devorador de Moab, enemigo tradicional de Israel (v.27). Caraos, dios nacional de los moabitas, ha abandonado a su pueblo (v.29). Sus hijas cautivas pueden ser las mujeres moabitas, o las ciudades dependientes de la capital Ar-Moab (v.28).
El v.30 es muy oscuro, y las versiones muy diversas. El TM dice: "Nosotros los hemos atravesado de flechas, Hesebón ha perecido hasta Dibón, y nosotros los hemos devastado hasta Nofaj, que está, junto a Mádaba." Los LXX: "Y su raza perecerá, Hesebón hasta Dibón. Y las mujeres aún encienden el fuego sobre Moab." Lagrange propone, corrigiendo el TM: "Y nosotros les atravesamos con flechas desde Hesebón hasta Dibón. Y los devastaremos mientras el fuego haya devorado a Mádaba." La Vg: "Su yugo ha perecido desde Hesebón hasta Dibón; han llegado fatigados a Nofé y hasta Mádaba." Dibán está a cinco kilómetros al norte del Amón, y en esa localidad se encontró la estela de Mesa, rey de Moab, en 1868, actualmente en el museo de Londres. Mádaba es mencionada también en esta estela, y está a ocho kilómetros de Hesebón.
Continuando hacia el norte, los israelitas tuvieron que hacer frente al rey de Basan, Og, que reinaba desde el Yaboq hasta el Hermón. Es la Batanea de la época romana (del arameo Batan). Según Dt 3, 11, Og era descendiente de los gigantes o refaim. El choque tuvo lugar en Edray, la actual Edreaat o Derat, al sudeste de Genesaret. La victoria fue de los israelitas, y la ciudad condenada al anatema, matando a todos sus habitantes. La victoria sobre Seón, rey de Hesebón, y sobre Og, rey de Basan, fue cantada en la épica popular, y sus ecos aparecen en muchos salmos. Con estas conquistas, Israel, a quien había prometido Dios la tierra de Canaán, limitada al oriente por el Jordán y mar Muerto, empieza a adueñarse de estas regiones orientales, en las que vendrán a instalarse las tribus de Rubén, Gad y Manasés.
Nm 22, 1-41. Historia de Balaam
Con este capítulo se abre la última parte del libro de los Números, y el relato de la intervención del adivino Balaam resulta enigmático y plantea muchos problemas de tipo redaccional literario y teológico y aun histórico-geográfico.
Nm 22, 1-14. Primera Embajada a Balaam
Conquistada por Israel la tierra de los reyes amorreos Seón y Og, Moab queda atrás. El pueblo pasó por el oriente de sus fronteras sin molestarle. Sin embargo, es razonable suponer que la desaparición de los dos reinos amorreos, y el hecho de que Israel se asentara en el territorio de éstos, le hace temer por su seguridad. No atreviéndose a medir las armas con Israel, acude a los medios supersticiosos, cosa nada extraña entre los pueblos primitivos. Los textos indican que Balac, rey de Moab, se juntó con Madián (v.4.7) y con Amón, lo que viene a complicar la narración, de suyo poco clara.
El v.1 parece ser continuación del itinerario trazado en Nm 21, 10-11. Los israelitas acamparon en los llanos de Moab, entre el Jordán y los montes Abarim, una zona de terreno bastante fértil, donde los israelitas se darán al culto licencioso de Baalfegor, a ejemplo de moabitas y madianitas.
El rey de Moab, al ver que los israelitas acampaban cerca de su territorio, se alarmó, y perdió las esperanzas de que continuaran por el norte después de la conquista de Basan. Sin duda que había pensado anexionarse los territorios del rey de Hesebón, derrotado por aquéllos; pero ahora tiene que mirar por la defensa de su territorio contra aquellas hordas fanatizadas que subían del desierto del Sinaí. Tomó consejo con los ancianos de Madián (v.4), pueblo nómada que estaba más al oriente, pero que trashumaba con sus rebaños también por zonas moabíticas. En la imposibilidad de hacer frente a los hebreos, deciden llamar a un famoso adivino, llamado Balaam, que habita en Petur, junto al río (v.5). Se suele identificar Petur con el Pitru de los documentos cuneiformes, en la Alta Mesopotamia, a orillas del Eufrates, que es el llamado el río por excelencia en la Biblia. Esta localización queda reforzada por la indicación de Dt 23, 5, que sitúa a Petur en Aram Naharyim, es decir, la Alta Mesopotamia. Contra esta identificación está la dificultad de la gran distancia entre Petur y Moab (unos 600 kms.). Por eso algunos autores buscan una localidad cercana a Moab, y prefieren la lección de algunos manuscritos hebreos del Pentateuco Samaritano, la Peshitta y la Vulgata, que leen "en el país de los hijos de Amón." Balaam, hijo de Beor, no parece que tenga nada que ver con Bela, hijo de Beor, rey de Edom. Aquí se trata de un adivino, no de un rey, al que se atribuyen especiales conocimientos mágicos, como intérprete de la voluntad de su dios, de forma que su bendición o maldición sobre un pueblo representa la victoria o derrota de éste (v.5). Aparece más tarde muerto por los israelitas en Madián, lo que parece insinuar que era madianita, y así se explican mejor los viajes de los emisarios de Balac. Estos le llevan el salario de la adivinación, como era costumbre. El autor sagrado nunca le da a Balaam el título de profeta, sino el de adivino. Como adivino, quiere utilizar signos mágicos y, por otra parte, carece de la entereza de carácter de los profetas de Israel. Lo curioso del relato es que quiere dar el oráculo a los emisarios en nombre de Yahvé (v.8), al que llama mi Dios (v.18). ¿Cómo interpretar esto? Quizá se trata de una sustitución de los copistas monoteístas hebreos, que sustituyeron a su Dios, Yahvé, por la divinidad del propio Balaam. Como en realidad será Yahvé el que le comunicará el oráculo en beneficio del pueblo hebreo, el copista en el relato pone en boca de Balaam el nombre de Yahvé como su Dios. Otra interpretación posible es, teniendo en cuenta el eclecticismo religioso de los pueblos politeístas, que admitían la existencia de verdaderos dioses además de los propios, que haya oído hablar del Dios de los israelitas, Yahvé, al que se le atribuían las grandes victorias sobre los amor reos, y entonces el adivino haya querido utilizar con sus procedimientos mágicos a Yahvé, Dios de los israelitas, en beneficio propio. Simón Mago quiere comprar con dinero el poder taumatúrgico de los apóstoles, que curaban en nombre de Jesús. Así Balaam pudo intentar consultar al Dios de los israelitas para conocer el destino de éstos. En sueños recibe la orden de no responder a los requerimientos de los enviados del rey de Moab (v.12). Así se lo comunica a éstos, los cuales se vuelven a su rey con la respuesta negativa del adivino.
Nm 22, 15-20. Segunda Embajada ante Balaam
Balac cree que con una embajada más numerosa e ilustre y con presentes más ricos logrará hacer venir al adivino. Así, le hace las mejores promesas. Todo le parece poco para el servicio que cree puede prestarle en beneficio de su reino (v.17). La respuesta de Balaam es digna y enérgica: todo el oro y la plata que le puedan ofrecer no le moverán a actuar contra la voluntad de su Dios (v.18). En su aparición anterior, Yahvé le había dicho que Israel sería bendito (v.17), y, por tanto, no puede ir a maldecirle en beneficio del rey de Moab. Pero invita a los emisarios a que esperen otra noche, pues quizá su Dios le dé otra respuesta más satisfactoria para ellos (v.19). Durante la noche, en efecto, el adivino recibe la orden de acompañar a los emisarios, pero a condición de que no profiera ningún oráculo sin el consentimiento de Dios (v.20).
Nm 22, 21-35. Viaje Accidentado de Balaam
A pesar de la autorización para el viaje, ahora Dios se muestra enojado contra Balaam por haberse puesto en camino. La oposición divina radique en los cálculos mercantilistas del adivino, que esperaba conseguir con su viaje pingües presentes, aunque no maldijera a Israel, como se le pedía. El viaje lo hace en un asna, lo que es un indicio de que no vivía lejos de Moab, pues para distancias largas hubiera utilizado el camello. Cuando estaba en camino, el ángel de Yahvé, para cerrarle el paso (lit. "impedirle": lesatán), se puso ante el asna. Ni Balaam ni sus acompañantes se dan cuenta de ello, y así golpean al animal porque se sale del camino. La escena se repite una y otra vez, hasta que, por fin, el asna toma la palabra y pide cuentas al amo por su conducta irracional. El diálogo entre ambos discurre con naturalidad, hasta que, al fin, Balaam se apercibe de la presencia del ángel de Yahvé, que quiere cerrar el paso. El adivino, al punto, le reconoce, y está dispuesto a emprender el regreso; pero Dios le permite continuar, con tal de que no diga sino lo que le sugiera. Tal es el famoso relato bíblico. ¿Cómo interpretarlo? Teniendo en cuenta que pertenece al documento de estilo folklórico, bien podemos ver aquí una escenificación dramática de la oposición de Dios a la misión de Balaam para resaltar más los designios divinos de cambiar la maldición sobre Israel en bendición. El hagiógrafo, pues, parece que se hace eco de narraciones populares sobre la intervención de Dios en la historia de Balaam, el adivino pagano que bendecirá a Israel. Algunos autores quieren mantener la historicidad del relato, si bien atenuando la fuerza del mismo. Así suponen que el asna no profirió sonidos articulados humanos, sino simples rebuznos, por los que el mago Balaam conoció (acostumbrado por arte de magia a interpretar religiosamente signos exteriores) el sentido de los mismos. En 2P 2, 16 se dice que "una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la insensatez del profeta." Como en otras citas de los autores del Nuevo Testamento, la fuerza de la argumentación va sobre el elemento religioso, no sobre la historicidad del hecho, respecto al cual se acomoda a la mentalidad y creencias de sus destinatarios los judeocristianos. Por nuestra parte, creemos que, aunque es posible a la omnipotencia divina hacer hablar a las bestias, sin embargo, en el relato hay indicios de inverosimilitud suficientes para tomar el relato en sentido de parábola o ficción didáctica del hagiógrafo, con vistas a una enseñanza religiosa.
Nm 22, 36-41. Balaam es Recibido por el Rey de Moab
El rey de Moab, informado de la próxima llegada del adivino, sale a su encuentro a la misma frontera de Ir-Moab, en la parte septentrional, cerca del Amón, y le echa en cara su tardanza en llegar. Pero Balaam, astutamente, sin decir que Dios le había prohibido maldecir a Israel (v.12), le indica que está a su disposición y que proferirá fielmente lo que Dios le comunique. Quiere recibir los presentes prometidos, sin comprometerse totalmente. Después continuaron hasta Quiriat-Jusot ("ciudad de las calles"), localidad desconocida, y Balac le dio parte de los sacrificios que ofreció. Al amanecer del día siguiente, la hora más propicia para la adivinación, le llevó a un monte desde el que se divisara el pueblo israelita acampado. El lugar se llama Bamot-Baal, que, como su nombre indica, parece suponer la existencia de un santuario o alto lugar dedicado a Baal, dios cananeo. Se le ha identificado con una de las cimas que rodean el monte Nebo, donde abundaban los monumentos megalíticos.
Nm 23, 1-30. Oráculos de Balaam
El autor ha preparado ya toda la escenificación para la glorificación de Israel por un extranjero. El adivino pagano será un portavoz de los designios divinos, y la intención de Yahvé es pregonar ante los enemigos tradicionales -Moab, Edom- las bendiciones de que se propone colmarle. De análoga manera vemos en el libro de Daniel que Nabucodonosor y Darío el Medo proclaman al Dios de Israel como el único verdadero Dios. En el de Ester, Artajerjes declara la perfección de las leyes por las que se gobierna el pueblo judío, y en el de Judit, el amonita Ajior confiesa que nadie puede con Israel cuando se muestra fiel a su Dios. Esta glorificación de Israel por los paganos forma parte de un género literario propio bíblico surgido de la conciencia de superioridad de los israelitas sobre los otros pueblos como nación elegida por Yahvé para designios históricos trascendentales. Y los extraños se ven obligados a pregonar la gloria de Dios y de su pueblo. Los oráculos de Balaam, pues, pertenecen a esta literatura de exaltación nacional proclamada por los gentiles.
Nm 23, 1-12. Primera bendición de Balaam
El adivino pide que se levanten siete altares y preparen siete novillos y siete carneros. El número siete es sagrado e implica plenitud y perfección. Cree Balaam que a este número y a estos sacrificios va inherente una virtud mágica que obligará a Yahvé a comunicarle su oráculo. Seguramente utilizaron como altares los dólmenes megalíticos que abundan en aquella región. Para rodearse de más misterio, el adivino se aísla de Balac, al que exige esté junto a los holocaustos como representante de las ofrendas ante Dios (?.3). Y se va hacia "un monte desnudo" para observar mejor los fenómenos naturales y entrar en relaciones con la divinidad en lugar solitario. Dios correspondió a los sacrificios y salió al encuentro de Balaam (v.4). El adivino le declara que ha sido munificente con El al ofrecerle tantos sacrificios, y, por tanto, espera corresponda a sus deseos (v.4). Yahvé "puso en boca de Balaam su palabra," fórmula que indica la transmisión del espíritu proj'ético. El hagiógrafo, pues, considera a Balaam como profeta que transmite un oráculo relacionado con el pueblo elegido. No obstante, a la comunicación oracular de Balaam se llama "parábola" (masal), vocablo jamás aplicado al oráculo profético (que suele llamarse ne'um). Masal indica comparación, proverbio, sátira, discurso alegórico-sapiencial, pero sobre todo frase sentenciosa rítmica. En efecto, el discurso de Balaam es un poema rítmico con paralelismo regular sinónimo. Los seis primeros versos resumen la historia del capítulo anterior, y nos confirman la idea de que Balaam era arameo (v.7). Ha sido traído para maldecir a Jacob-Israel8, pero no puede plegarse a los deseos del rey de Moab, ya que no puede maldecir ni execrar si Dios-Yahvé no maldice y execra. Sus encantamientos mágicos son inútiles para hacer frente a los impulsos divinos (v.8). No sólo no maldice a Israel, sino que se ve obligado a bendecirle, movido por el espíritu de Dios. Desde lo alto de las rocas y collados contempla las tiendas de Israel, que le parece un pueblo singular que tiene aparte su morada (v.9), aislado entre las naciones gentiles, con una misión única histórica como "pueblo santo" y "sacerdotal". Por sus leyes debe vivir aislado de los demás pueblos, con su Dios único y su culto singular; debe vivir separado, como porción elegida de Dios. Toda contaminación con los otros pueblos es profanar su carácter de pueblo elegido y ser infiel a su misión histórica. Es la primera gran idea mesiánica que el hagiógrafo pone en labios del adivino extranjero. Los autores romanos hacen burla de este particularismo y singularidad del pueblo judío. En la época postexílica se destaca esta concepción de Israel como pueblo aparte entre todas las naciones; es precisamente este sentimiento de insolidaridad con los otros pueblos lo que ha salvado la conciencia histórica del pueblo judaico. En realidad, este particularismo del pueblo elegido remonta a las promesas hechas a Abraham y a la alianza del Sinaí. Una segunda idea mesiánica en la bendición de Balaam es el anuncio de la numerosa posteridad de Israel, a pesar de estar como aislado de todos los pueblos: el polvo de Jacob..., las miríadas de Israel." Dios había anunciado a Abraham una posteridad innumerable como el polvo de la tierra. El adivino pagano siente envidia de los miembros de este pueblo singular y desea morir con la muerte de los justos... (v.106), es decir, lleno de días bajo la protección de Yahvé, Pero Balaam morirá trágicamente a manos de los mismos hebreos por él bendecidos.
El rey de Balac se indigna con estas predicciones venturosas, y protesta, ya que lo había traído precisamente para facilitarle la victoria sobre los israelitas. Estos ahora, con su inesperada bendición, serán más difíciles de vencer (v. 11-12). Pero Balaam contesta que no puede traicionar a lo que Yahvé ponga en sus labios. Se siente portavoz mecánico del oráculo divino y no puede negarse a proferirlo.
Nm 23, 13-24. Segunda Bendición de Balaam
Con el ritual anterior, Balaam profiere una nueva bendición sobre Israel. El lugar donde ahora profetiza se llama zofim (centinelas), sobre el Fasga, dedicado a Baalfegor. El anterior estaba dedicado a Baal. Balac, sin duda, esperaba que, a fuerza de sacrificios a los distintos númenes, había de obtener un oráculo favorable a él. Pero Balaam de nuevo dice que no puede traicionar a Dios, que no es un hombre, para que mienta..., para arrepentirse (v.19). Es el modo de hablar de los profetas de Israel. No puede, por tanto, cambiar Dios la bendición anterior en maldición, como un caprichoso mortal, hijo de hombre. Y comienza la alabanza de Israel: No ve iniquidad en Jacob ni perversidad en Israel (v.21). El pueblo elegido está a una altura moral superior a todos los pueblos, y, por tanto, merece la protección divina. El v.22 coincide con 24,8a, y parece desplazado de este último lugar. Yahvé ha sacado a Israel, manifestando su omnipotencia, que es comparada a la "fuerza del unicornio" o búfalo, símbolo del poder en la literatura sapiencial. Por tanto, no necesita Israel recurrir a la hechicería y a la adivinación (v.23) para atraerse la benevolencia y poder divinos ni para conocer los designios secretos de Dios, el cual los da a conocer por comunicaciones a los profetas: A su tiempo se lo dirá a Jacob... lo que Dios va a cumplirle (v.23b). Sobre Israel hay un designio histórico superior, que le da la victoria sobre los otros pueblos: es como una leona que se yergue para comer la presa (v.24). En su voracidad es insaciable: no se acostara sin haber devorado su presa, sin haber bebido la sangre de las víctimas. Con estas palabras, Balaam anuncia al rey de Moab que no tiene nada que hacer frente a Israel, pues le espera la derrota segura.
Nm 23, 25-30. Nueva Tentativa de Maldecir a Israel
Balac pide al adivino que, si no puede maldecir a Israel, al menos no lo bendiga, pues para eso no lo trajo de su tierra. Sin embargo hace una nueva tentativa para que el adivino maldiga a Israel, llevándole a otra cima. En realidad parece que hay una gradación ascendente en los oráculos de Balaarn: anuncio de una posteridad numerosa a Israel, que heredará un país fértil y tendrá un rey poderoso que aniquilará el reino moabita. Es la maldición definitiva contra Balac, pronunciada por el adivino que había llamado para maldecir a Israel. Así, podemos considerar el c.24 como la culminación del pensamiento iniciado en los c.22-23: la glorificación de Israel por boca de un adivino gentil.
Nm 24, 1-25. Nuevos Vaticinios
Nm 24, 1-9.Tercera Bendición de Balaam
Convencido Balaam de que Yahvé le impulsaba a bendecir a Israel, no fue en busca del presagio, como en las otras ocasiones, sino que, vuelto hacia el desierto, profetizó, poseído por el espíritu de Yahvé (v.2). Ante sus ojos está el campamento de los israelitas, acampados en la llanura o desierto entre el Jordán y el monte Fogor o Fasga. La comunicación divina, debida a la posesión de Balaam por el espíritu de Yahvé, parece tener lugar en un transporte extático al estilo de los grandes profetas de Israel. Antes se le había revelado Yahvé en sueños, bajo la forma de ángel en el camino, y le había puesto palabras en su boca. Ahora es poseído del espíritu de Yahvé, contemplando por revelación el futuro del pueblo que tiene a su vista. Al comunicar su oráculo (en heb. ne'um, que significa transmisión íntima de un mensaje divino), se presenta como el hombre de los ojos cerrados, aludiendo quizá a su anterior ceguera en el camino que no le permitía ver al ángel de Yahvé, o quizá declarando que su comunicación la recibe interiormente sin auxilio de los sentidos externos; así resalta que transmite la palabra de Dios. La introducción es enfática, para preparar a los oyentes para las grandes revelaciones que va a comunicar. Ahora no habla al rey de Moab, sino que solemnemente declara a todos las visiones del Omnipotente o Saday (v.4). Está como fuera de sí, extraño al mundo sensible, atento sólo a las comunicaciones divinas, y al caer en estado de éxtasis se le abrieron los ojos para contemplar los designios divinos sobre Israel (v.4). El espectáculo que se le ofrece a su perspectiva profética es maravilloso: ¡qué bellas son tus tiendas, oh Jacob...; tus tabernáculos! (v.5). Balaam contempla a Israel ya establecido en la tierra prometida, como un jardín a lo largo del río... Israel, como nación, crecerá como aloe plantado por Yahvé, como cedro junto a las aguas (v.6). La feracidad es desbordante por la abundancia de aguas (v.7a).
Aparte de la feracidad de su suelo, Israel descollará entre las naciones por su poder, y las vencerá: yérguese sobre Agag, su rey (v.7b). Aquí Agag -rey vencido por Saúl- es el símbolo de los enemigos de Israel. Era rey de los amalecitas, que fueron los primeros en oponerse a Israel al salir de Egipto. La liberación milagrosa, realizada por Yahvé, de Egipto es prenda de que Israel devorará a las naciones enemigas (v.8). Israel será como un león que tritura la presa, y ningún enemigo podrá inquietarle en su paz victoriosa.
El v.6b parece adición inspirada en Gn 27, 29: Sera "bendecido" el que le "bendiga," y "maldito" el que le "maldiga."
Nm 24, 10-25. Vaticinio Final de Balaam
El rey de Moab invita al adivino a volver a su tierra, pues no ha hecho sino lanzar bendiciones sobre Israel. Balaam se reafirma en su posición de fiel intérprete del mensaje de Yahvé, y desprecia los dones que le ofrecía Balac, por no traicionar al oráculo divino. Y solemnemente anuncia la suerte que le está reservada a su pueblo al fin de los tiempos, frase que en el lenguaje profético indica la era mesiánica. Con toda solemnidad y presentándose como el profeta del Altísimo (Elyón) y del Omnipotente (Saday), epítetos arcaicos del Dios de los hebreos, anuncia la aparición de un astro en Israel que aplastará a Moab y someterá a los edomitas. El adivino lo anuncia como lejano: lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca (v.17a). Ante sus ojos proféticos atónitos aparece una estrella que sale de Jacob y un cetro que sale de Israel, que aplasta las sienes de Moab... (17c). Aunque el texto no lo diga expresamente, parece que esa estrella y ese cetro están encarnados en una persona. Es corriente en la antigüedad comparar a los reyes a un astro o lucero, que ilumina con sus iniciativas el imperio. Aquí Balaam predice la victoria de un futuro Rey que ha de surgir de Israel sobre Moab y Edom-Seír (v.18), que se había opuesto al paso de los israelitas por su territorio. Pero en el futuro de Israel saldrá un dominador que arrasará el territorio edomita: devasta de las ciudades las reliquias. Es el prenuncio de las devastaciones que vaticinarán los profetas.
Después sigue el oráculo contra los amalecitas, pueblo considerado como muy antiguo: la primera de las naciones (v.20), mencionado en la historia de Abraham, pero no aparece en la tabla etnográfica. Su fin como nación está decidido En Dt 25, 17-19 se ordena "borrar la memoria de Amalee bajo el cielo." Por haberse opuesto a los israelitas al salir de Egipto, eran los primeros en ser odiados, y ellos impidieron la penetración en Canaán por el sur, y después no cejaron en la lucha contra los hebreos cuando éstos entraron en Canaán. Fueron vencidos por Saúl y David, y los restos del pueblo perecieron en tiempos de Ezequías. Es el cumplimiento literal de este vaticinio puesto en boca de Balaam.
A continuación sigue el oráculo contra los quenitas (v.21-22), tribu emparentada con los madianitas, de la península sinaítica, y que no se opusieron a la marcha de los isrealitas por el desierto. Parte de ella fue asimilada a la tribu de Judá, y parte a la de Neftalí; pero la mayor parte siguió en la estepa conviviendo junto a los amalecitas; por eso ahora se nombra a continuación de éstos. Y quizá por esto se les asocia en la maldición, a pesar de que muchos quenitas tuvieron buenas relaciones con los israelitas en tiempos de la monarquía. Balaam anuncia aquí que serán llevados cautivos por Asur, la gran potencia militar que en el siglo VIII antes de Cristo invadió el Oriente Próximo. En la gran redada de Te-glatfalasar III fueron llevadas poblaciones de quenitas que se habían instalado en Canaán septentrional. El profeta presenta a los quenitas teniendo su nido en las rocas. Es un juego de palabras entre qeni (quenita o cineo) y qen (nido). Quizá aluda a su morada en la zona rocosa-montañosa que bordea a Edom.
Oráculo contra Asur y Eber: el texto es oscuro. Se anuncia la llegada de un pueblo invasor-vengador, en naves de Quitim o Chipre (nombrado así por su ciudad Kition), colonia fenicia. El nombre designa también en sentido amplio a los países costeros del Mediterráneo. Aquí el profeta anuncia la destrucción de Asiria y Eber (designación genérica de Mesopotamia?) por un pueblo invasor mediterráneo. Quizá aquí Asur y Eber designen un imperio meso-potámico oriental, que puede ser el persa, y el invasor sería entonces Alejandro Magno. Este oráculo, como los dos anteriores, sobre los amalecitas y quenitas, es considerado como adición tardía al texto primitivo de los vaticinios atribuidos a Balaam. El oráculo contra Amalee sería de la época del exterminio de los amalecitas por Ezequías (S. VIII a.C.), y el oráculo contra los quenitas reflejaría también esta época de supremacía asiria, mientras que el oráculo contra Asiria sería posterior.
Interpretación Mesiánica del Vaticinio de Balaam.
Muchos autores niegan todo carácter mesiánico al oráculo de Balaam sobre Israel y creen que el contexto sólo alude a las victorias de David sobre los moabitas. Se trataría, pues, de una "prophetia post eventum" puesta en boca de un legendario adivino gentil de los tiempos mosaicos. Otros admiten un sentido mesiánico, en cuanto que el triunfo de David sobre los moabitas es tipo de un triunfo más espectacular del Mesías sobre los enemigos tradicionales de Israel. La tradición judía da un sentido netamente mesiánico al vaticinio. Así lo supone el Targum de Onkelos, el de Jonatán; y así lo entendió Bar Kokeba ("hijo de la estrella") al apropiarse este nombre en su lucha contra Adriano (132 d. C.). La tradición cristiana es unánime en mantener el sentido mesiánico del vaticinio. Los exegetas Ortodoxos admiten el mesianismo del fragmento, que deducen de la frase profético-mesiánica al fin de los días (v.14). En este supuesto, Moab y Edom son en el vaticinio sólo tipo de los enemigos de Israel en los tiempos mesiánicos, que han de ser vencidos por el Mesías, en sentido espiritual, por su doctrina. Otros opinan que el vaticinio se refiere primariamente a David, que someterá a los moabitas; pero esta sujeción es tipo de la sujeción espiritual impuesta por el Mesías a los pueblos paganos. Ceuppens distingue en el vaticinio distintas perspectivas: a) v.17a-b se refiere directamente al Mesías; b) I7C-19 alude a Moab, que ha de ser castigado por Israel. En la literatura profética, los moabitas y edomitas son símbolo de los enemigos del reino de Dios, del reino de Israel. Bien puede, pues, aquí el profeta ver en el castigo histórico sobre los moabitas del tiempo davídico una proyección simbólica hacia los tiempos mesiánicos, en que el Mesías de Israel someterá a todos los enemigos del pueblo de Dios.
Respecto de la persona histórica de Balaam, la tradición judeocristiana ha sido dura con él. En Nm 31, 16 se dice de él que pervirtió al pueblo israelita en la apostasía de Baalfegor. Y muere trágicamente cuando estaba entre los madianitas. Su figura, sin embargo, queda como el tipo del vate gentil que reconoce por inspiración divina el futuro glorioso de Israel. La tradición profética aparece así vinculada a un personaje legendario que, a pesar de su mentalidad gentílica, reconoce el poder insobornable del verdadero Dios de Israel. Sus palabras, calcadas en gran parte en el vaticinio de Jacob, son el eco de una creencia israelita en el futuro mesiánico del pueblo elegido. Algunos autores han supuesto que el vaticinio de Balaam es obra de un profeta postexílico, pero en realidad la noción monoteísta del Dios de Israel que se refleja en él es ciertamente anterior al destierro, y aparece claramente expuesta en los profetas escritores del siglo VIII antes de Cristo. Es difícil saber cuál es el núcleo primitivo del vaticinio y la parte redaccional profética de los tiempos de la monarquía israelita.
Nm 25, 1-19. La Prevaricación de Baalfegor
Israel continúa acampado en Setim, parte septentrional de la meseta de Moab, entre el Wady Kefrem y Wady Hesbán, zona muy apta para el pastoreo, donde acampaban moabitas y madianitas con sus ganados. Allí se juntaron con los israelitas, los cuales se prostituyeron con las moabitas en sentido material, de unión fornicaria, y espiritual, de adoración de sus ídolos. En Nm 31, 16 se dice que fue con las madianitas y por instigación de Balaam; pero, como hemos indicado, ambas tribus se daban cita en aquella zona de pastos. Allí se daba culto a Baal-Peor (o Baal-Fegor, según los LXX), divinidad local moabita, al parecer de carácter voluptuoso, como dios de la fecundidad, estilo de Astarté de Canaán. Muchos creen que era el mismo dios Gamos, aunque éste tenía más bien un carácter guerrero; pero en la mentalidad sincretista de sus adoradores podía tener diversas facetas religiosas. Los cultos a Baalfegor llevaban anejas prácticas licenciosas, como en Canaán. Las moabitas incitaron a los israelitas a participar en los actos cultuales orgiásticos del lugar. Los hijos de Israel, cansados de la intransigencia moral de su Dios, encontraban atractivas estas manifestaciones religiosas, y, en su mentalidad ruda religiosa, no tenían inconveniente en asociar en su corazón otros dioses al de su pueblo, creyendo deber adorar a la divinidad de cada localidad. Así se explica la prevaricación de Baalfogor al término de la peregrinación del desierto, en la que había experimentado la protección de Yahvé y su justicia intransigente con los prevaricadores. Al punto estalló la cólera divina contra su pueblo, y, para aplacarla, Yahvé exigió el castigo ejemplar de los principales, "colgándolos del patíbulo." "ante Yahvé, cara al sol," como escarmiento general para el pueblo. En 2S 21, 6ss se dice que siete descendientes de Saúl "fueron colgados en presencia de Yahvé" para expiar los pecados de la casa de Saúl. Moisés encargó la ejecución de la sentencia a los jueces del pueblo, eligiendo los culpables. Estos parece que fueron remisos en cumplir el encargo, y entonces Yahvé castigó a todo el pueblo con una plaga o mortandad misteriosa, cuya naturaleza no se concreta. El pueblo, conmovido por el castigo divino, lloraba a la entrada del tabernáculo (v.2), y en ese momento entraba un hebreo con una madianita y la introdujo en su tienda. Al punto Finés, hijo del sumo sacerdote, llevado del celo por la gloria de Yahvé e indignado por lo que consideraba una profanación del campamento, fue tras ellos y los alanceó a entrambos (v.8). De nuevo tenemos aquí expresado cómo la intervención de uno de la familia sacerdotal, celoso de su Dios, detuvo la cólera divina contra Israel, como ocurrió con ocasión de la rebelión de Coré. En efecto, cesó la mortandad, si bien después de haber sucumbido 24.000 israelitas. Aquí pretende realzar la acción beneficiosa de Finés, que salvó al pueblo de una mortandad total. En premio a su acción, Yahvé le promete el sacerdocio eterno (?.13) y a su descendencia. Sucedió a Eleazar, y aparece en tiempo de los jueces como sumo sacerdote, cuando las las once tribus declararon la guerra a Benjamín para vengar el crimen de Gabaon." En tiempo: de Helí, el sacerdocio pasó a la rama de Itamar, pero en tiempos de Salomón volvió a la línea de Eleazar, y en ella se perpetuo hasta el siglo II antes de Cristo. Yahvé había hecho alianza de paz con Finés (v.12), es decir, promesa de protección y benevolencia, al considerarle como amigo y defensor de su propio celo.
Moisés recibe la orden de atacar a los madiamtas por haber sido ocasión de la prevaricación de Israel (v.17), anticipación de los hechos que se narrarán en el c.31.
Nm 26, 1-65. Nuevo Censo de Israel
En el Sinaí se hizo el primer censo del pueblo, el cual nos dio la misma cifra de varones mayores de veinte años que leímos en Ex 12, 37, a 1a salida de Egipto: 603.250. La sentencia dada por Dios condenaba a morir en el desierto a los mayores de veinte años. La peregrinación por el desierto duró cuarenta años. Por eso, los que ahora son sometidos a censo constituyen otra generación, un pueblo nuevo. Como estaban a punto de entrar en Canaán y de repartirse la tierra entre las tribus, era preciso un nuevo empadronamiento, y se precisaba saber cuántos eran capaces de empuñar las armas para la conquista de la tierra prometida.
Nm 26, 1-4. Orden de Confeccionar el Censo
La orden es similar a la dada para el primer censo, y como en el primero aparece Aarón, aquí es su sucesor, Eleazar, el que ayuda a Moisés en la ardua tarea. El autor menciona la intervención de los representantes de la familia aaronítica en la formación del pueblo israelita. La lista es más compleja, ya que no sólo se nombra al jefe o príncipe de la tribu, como en el primero, sino que se dan listas genealógicas de las familias, que son paralelas a las que leemos en otros lugares. La grafía a veces es diversa en las diversas genealogías, como lo es en el Pentateuco Samaritano y los LXX, lo que se debe a errores o principios de trasliteración diferentes.
Nm 26, 4-51. Censo de Tribus y Familias de Israel
Las cifras particulares de las tribus y familias varían algo respecto de las cifras del censo anterior, pero la suma total es sólo menor en 1.820 varones. En efecto, han descendido Rubén, Simeón, Gad, Efraím y Neftalí, pero han subido Judá, Isacar, Zabulón, Manasés, Benjamín, Dan y Aser. También subió en un millar el número de los levitas (v.57-62). Esto significa que, a pesar de los azotes con que Dios los castigó, se conservó firme la promesa de la multiplicación de Israel (v.63-65). Tal debe ser la primera intención del autor sagrado al redactar este censo. Otra, que se halla consignada expresamente en el texto, es preparar el reparto de la tierra prometida, el cual debía hacerse según la cifra de los individuos que componían cada familia o clan, dando más parte a las familias más numerosas (v.53). En esta cuenta no entraba la tribu de Leví, que tendría por heredad a Yahvé, es decir, los emolumentos de su servicio, que pertenecían a los sacerdotes; más el diezmo de las otras tribus, que era de los levitas.
La primera tribu es la de Rubén, por ser el primogénito. Tiene 2.700 menos que el primer censo, quizá por el número de los que perecieron con Datan y Abirón. La tribu de Simeón da también un censo inferior de 37.100 menos. Como uno de los principales causantes de la prevaricación de Baalfegor fue un simeonita, sin duda que perecieron muchos de esta tribu en aquella mortandad. La tribu de Gad tiene en el nuevo censo 5.150 menos. En cambio, la tribu de Judá aumenta en número: 1.900 más. La de Isacar aumenta en 19.900; la de Zabulón aumenta en 2.900; la de Manasés aumenta en 20.500; en cambio, la de Efraím disminuye en 8.000. La de Benjamín aumenta en 9.800. La de Dan aumenta 1.700; la de Aser aumenta 12.900; en cambio, la de Neftalí disminuye en 8.000. El total del nuevo censo es de 601.730, frente a 603.550 del anterior. La suma, pues, es casi idéntica a pesar de las vicisitudes del desierto. Gomo hemos indicado al comentar el primer censo, todas estas cifras están sistemáticamente exageradas por el procedimiento literario de la glorificación e idealización del pasado. Para aproximarnos a la realidad habría que suprimir dos ceros a las diferentes cifras, y entonces todavía tendríamos la cifra respetable de unos 6.000 varones aptos para la guerra, prescindiendo de los de la tribu de Leví. La cifra de guerreros que da el texto no la tuvo Alejandro Magno, y quizá ni el propio Jerjes. Es la suma de la movilización total moderna de una nación de unos 8.000.000 de habitantes.
Nm 26, 52-56. Instrucciones Sobre la Repartición de la Tierra Prometida
El legislador quiere ser justo en la distribución de la tierra, que en Nm 33, 51 es la de Canaán. Dos principios deben regir la distribución: a) según el número de individuos de cada tribu se determinaba la extensión de cada porción; b) por suertes se determinaba la región que correspondía a cada una. Este sistema de suertes evitaba toda susceptibilidad o favoritismo, y, dada la mentalidad de los antiguos, la suerte era la expresión de Dios: "en el seno se echan las suertes, pero es Yahvé quien da la decisión".
Y aparece que a suertes se debían echar los lotes de cada clan dentro de la misma tribu (v.55). Aún hoy día en Palestina los terrenos comunales son divididos en lotes según su dimensión y calidad, y después se echan a suerte, utilizando pequeñas piedrecitas O con el nombre del posible adjudicatario.
Nm 26, 57-62. Censo de los Levitas
Como los levitas no tenían derecho a una heredad o lote territorial en la tierra prometida, no se hizo el censo de ellos con el conjunto de la tribu. Se enumeran las tres familias levíticas conocidas por textos anteriores y otras cinco no registradas anteriormente, pero cuyos epónimos nos son conocidos. La familia de Caat es más prolijamente detallada, porque de ella provienen Moisés y Aarón, forjadores de la teocracia hebraica. El número total de levitas es de 23.000, es decir, un millar más que en el censo anterior.
El autor sagrado destaca cómo en el nuevo censo no quedaba ninguno, excepto Caleb, Josué y el propio Moisés. Los levitas, que no habían sido incluidos en el primer censo y no habían participado en la exploración de Canaán, no caían bajo la maldición de morir en el desierto. Así, Eleazar entra en la tierra prometida como auxiliar de Josué.
Nm 27, 1-23. Disposiciones Suplementarias
Nm 27, 1-11. Ley de las Herencias
En el capítulo precedente se ordena que la tierra se divida entre los incluidos en el censo, que son los varones, y cada uno según su familia. Esta medida, que sin duda tiende a prevenir un conflicto social, deja sin solución el caso, que no sería único, del que falleciese sin dejar posteridad masculina. Este caso viene a resolverlo, la presente ordenación. En los pueblos orientales antiguos y aún hoy día, las hijas no gozan de la consideración jurídica que los hijos ni pueden ser herederas de sus hermanos. Esta ley regía también en Israel, donde las hijas quedaban incorporadas a la familia del marido. Había una excepción cuando el padre carecía de descendencia masculina. Era el caso de Salfad, y por eso sus hijas piden a Moisés la porción de la tierra que le corresponde a su padre, que vendría a ser de sus hijas. Así no perecería la memoria de Salfad de en medio de su pueblo. Con este motivo se anunció la ley sobre la transmisión de las herencias cuando faltan los hijos. A falta de herederos varones, heredarán las hijas; a falta de éstas, los hermanos del padre, y si aun éstos faltaren, los parientes más próximos. En el capítulo último de los Números se vuelve sobre el mismo asunto y se dan algunos complementos a esta disposición. Esta ley ya se hallaba grabada en una estatua de Gudea, patesi de Lagas, en Sumeria, a mediados del tercer milenio antes de Cristo: "En la casa sin hijos varones será la hija la heredera." Esta disposición se vino a perpetuar en Caldea y en Nuzu (Alta Mesopotamia).
Nm 27, 12-23. Elección de Josué como Sucesor de Moisés
Los dos hermanos Moisés y Aarón habían sido condenados a no pisar la tierra prometida por un pecado que no alcanzamos a definir claramente. Aarón había quedado sepultado en el desierto. Ahora se le anuncia a Moisés la proximidad de su fin. Pero Yahvé le concede el consuelo de contemplar la tierra de las promesas desde la cima del monte Nebo. Como Aarón había muerto sobre el monte Hor, con la solemnidad digna de su supremo pontificado, así ahora Moisés morirá sobre el monte Nebo a la vista de la tierra prometida. El monte Abarirn es la cordillera al nordeste del mar Muerto, a la que pertenece el monte Nebo, donde, según Dt 32, 49, muere Moisés. La tradición coloca sobre el Ras-Siaga la escena de la contemplación de la tierra prometida por el caudillo hebreo. Desde allí se divisa, con su trágico panorama, el desierto de Judá, la llanura ubérrima de Jericó y la cordillera de montañas que desciende desde Samaría hacia el sur. Según Dt 2, 23-28, Moisés suplicó a Yahvé que le dejara entrar en Canaán. Se puede comprender las ansias y la pena del caudillo al no poder ver coronados sus esfuerzos por liberar a su pueblo.
Ante el anuncio de que va a morir, Moisés no se preocupa sino de asegurar un sucesor a su pueblo para que culmine su obra de libertador. Quiere como sucesor a un líder o dirigente que los guíe, para que no sea Israel como un rebaño sin pastor. Conocía las veleidades de su pueblo y sabía lo necesario que era un jefe enérgico y de iniciativa, sobre todo ahora que tenían que hacer frente a los temibles cananeos para instalarse en su tierra. Llama a Yahvé Dios de los espíritus de toda carne (v.16), autor de la vida, que vivifica los cuerpos y conoce los espíritus y corazones, y, como tal, pide intervenga en la elección de su sucesor. Dios señala a Josué, que ya nos es conocido como auxiliar del caudillo hebreo. Como tal había mostrado cualidades excepcionales de arrojo y decisión. Sobre él reside el espíritu (v.18), es decir, la acción carismática de Yahvé, que, según Is 11, 2, es espíritu de sabiduría, de inteligencia, de consejo y fortaleza, las cualidades ideales para un líder. Y le ordena imponer las manos sobre él, signo de transmisión de poderes. Para que Israel le reconozca como caudillo, debe presentarlo ante la asamblea del pueblo y del sumo sacerdote (v.19). Moisés gozaba de plenos poderes excepcionales, que dimanaban de su elección especial y de su intimidad como profeta con Dios, el cual le hablaba "cara a cara, como un amigo a otro amigo." Esto no sería heredado por Josué, pues era carisma personal; por eso éste, al no ser profeta, debe consultar las decisiones al sumo sacerdote, el cual conocerá la voluntad divina echando a suertes por el urim y el tummim. Van a terminar la era de las comunicaciones directas con Dios; sin embargo, en algunas circunstancias Yahvé dará instrucciones directamente a Josué en la conquista de Canaán.
Nm 28, 1-31. Fiestas, Sacrificios y Oblaciones
En muchos pasajes hemos visto ya ordenaciones diversas sobre las fiestas que se celebrarán en Israel. La comparación de semejantes ordenaciones nos ofrece una prueba evidente de un hecho muy natural: el desarrollo progresivo de semejantes fiestas y ritos. En estos dos capítulos, en que la serie de fiestas es más completa, se fija sobre todo la forma litúrgica de celebrarlas en el santuario. Si ahora buscamos las razones de estas fiestas, hallaremos que son varias. Supuesta la creencia en Dios o en los dioses, se sigue la necesidad de rendirles culto. Otra razón de las fiestas está en la necesidad que siente el hombre del descanso de su trabajo y de romper la monotonía de la vida cotidiana. Así son las fiestas días de vacaciones. Una razón más religiosa radica en la necesidad de consagrar a Dios una parte del tiempo de la vida que El nos otorga. En el sacrificio y en las ofrendas se consagra a Dios una parte de los bienes que el hombre recibe de Él; por las fiestas le consagra una parte del tiempo, que también es don suyo. Es el principio que rige en el precepto sabático. Se manda descansar el día séptimo, porque Dios lo bendijo y santificó; es decir, lo reservó para sí en su honor. Una cuarta razón de las fiestas es más mística y se acerca más al Evangelio. Dice Cristo que es necesario orar continuamente, en todo tiempo. No se ha de entender esto en sentido material, sino que debemos vivir habitualmente con el espíritu levantado a Dios. Para adquirir y fomentar ese hábito de oración es preciso practicar ésta con frecuencia. Ahora bien, las fiestas son aptas para una más íntima comunicación con Dios. Las impresiones que dejan en el ánimo estas solemnidades contribuyen a que el hombre viva habitualmente con el corazón más levantado hacia El. Esto, por lo que toca al individuo. Pero el sacerdote cumple él un ministerio público en nombre de su pueblo y a favor del mismo, rindiendo el culto que le es debido y suplicando por las necesidades del pueblo. Todas estas razones están en la base de la legislación mosaica, y reiteradamente se declaran.
Nm 28, 1-8. El Sacrificio Cotidiano
Las ordenaciones litúrgicas están puestas siempre en boca de Dios, según el procedimiento literario legislativo propio de una concepción teocrática de la sociedad. Yahvé llama al sacrificio su alimento o pan (lejem); a las ofrendas se las llama qorban (lit. "lo que se acerca al altar"), y es el término genérico del Levítico y Números en la parte del documento para designar la simple ofrenda de sacrificios de todo género. La expresión mi alimento... de olor suave para mí (v.2) es antropomórfica y tiene su origen en las concepciones antiguas de que los sacrificios eran alimento de la divinidad. En la mentalidad espiritualista del legislador hebreo no cabe esta concepción tomada al pie de la letra, pero designa la satisfacción con que Yahvé recibía los sacrificios. Pero éstos tenían que ser de combustión, o pasados por el fuego, para que le fueran agradables. Exigía la destrucción total o parcial de las víctimas u ofrendas, para que el fiel mostrara su desprendimiento y generosidad hacia El. En Gn 8, 21 se dice que Dios "aspiró el suave olor" del sacrificio de Noé. Es una concepción primitivista religiosa, que refleja la aceptación de los sacrificios por parte de la divinidad.
El sacrificio cotidiano o perpetuo consistirá en dos corderos primales sin defecto, que se ofrecerán uno por la mañana y otro por la tarde, acompañados de la oblación de harina y aceite. El fuego consumiendo la víctima era un signo ininterrumpido de adoración a Yahvé. Era un sacrificio holocausto, es decir, en el que se quemaba la víctima totalmente en el altar, excepto la piel, que quedaba para los sacerdotes. El sacrificio debe ir acompañado de la oblación o minjah, u ofrenda de productos vegetales que son comestibles para el hombre. Debe ser de flor de harina amasada con aceite (estas tortas eran corrientes en los cultos asirios, egipcios, griegos y romanos). La cantidad: un décimo de efá de flor de harina (unos 3, 60 1.) y un cuarto de hin (1, 60 1.) de aceite.
El v.6, en que se alude al holocausto del Sinaí, es considerado generalmente como glosa, porque interrumpe el contexto.
Se completaba con una libación de vino (un cuarto de hin) como se hacía en otros pueblos semitas, como los fenicios y cananeos.
Nm 28, 9-15. Sacrificios del Sábado y del Primero del Mes
El sábado, día santo y signo de la alianza de Yahvé con su pueblo, debían añadir al cotidiano, o sacrificio perpetuo, el de otros dos corderos primales con su correspondiente oblación de dos décimas de flor de harina. Esta prescripción no aparece en las legislaciones anteriores, y no es mencionada antes del exilio, y por eso no pocos autores creen que es de imposición reciente.
La aparición de la luna nueva señalaba el principio del mes. Era la neomenia, que debía ser recordada con sacrificios especiales: dos novillos, un carnero y siete corderos primales, cada uno con su correspondiente oblación de flor de harina, aceite y libación de vino. Además, un macho cabrío en expiación por los pecados del pueblo. También estos sacrificios son una ordenación nueva. Según Nm 10, al principio de mes se debían hacer sonar las trompetas. En el catálogo de fiestas de Lv 13 no se mencionan, pero aparecen en tiempos de la monarquía. No se mencionan en el código de la alianza ni en Dt y Lv. La fiesta de la nueva luna era corriente en Asiria, Egipto y entre los nómadas, y se concibe que haya sido adaptada a la religión monoteísta israelita, imponiendo el sacrificio expiatorio para poner al pueblo como nación en estado de pureza legal. La determinación de la nueva luna debía hacerse por cálculos empíricos.
Nm 28, 16-25. Los Sacrificios en la Fiesta de los Ácimos o Pascua
Después de la celebración de la Pascua en el 14 del primer mes o Nisán (marzo-abril), desde el día 15 y durante siete días se comería pan sin levadura, y se sacrificarían cada día las víctimas prescritas para la neomenia, además de las del holocausto perpetuo.
Nm 28, 26-31. Sacrificios en la Fiesta de las Primicias o Pentecostés
En Lv 23, 15-22 se habla de la fiesta de las Semanas, y aquí se llama de las Primicias, porque se ofrecían las primeras espigas de trigo; por eso se denomina también fiesta de la recolección. Se presentaban dos panes con levadura y se hacían los mismos sacrificios que en la neomenia, además del perpetuo o cotidiano.
Nm 29, 1-39. Las Fiestas de Otoño
Eran las del mes séptimo, la de la Expiación en el día décimo del mes, y la de los Tabernáculos, del 15 al 21 del mes. Además estaba la de las Trompetas, el día primero del mes, y otra fiesta el día 24.
Nm 29, 1-6. Fiesta de las Trompetas
El novilunio del mes séptimo es principio del año civil, y es preciso celebrarlo con especiales sacrificios para obtener de Yahvé un feliz año nuevo. Será ese día santo y se abstendrán de todo trabajo. En Babilonia era este día muy solemne, porque en él se reunían los dioses para fijar los destinos de la ciudad en el año que comenzaba, y, por tanto, era muy importante tenerlos propicios en ese día con sacrificios y oraciones. Entre los hebreos había un sentido de la Providencia divina mucho más alto, y no creían que en ese día se decidiera fatalmente la suerte del año, pero era muy importante entrar en buenas disposiciones religiosas en el nuevo año, y de ahí los sacrificios para aplacar a la divinidad. Además de los sacrificios del nuevo mes o neomenia, se ofrecen otros nuevos, específicos de la fiesta. El mes séptimo era sabático y era particularmente santo, y su carácter sagrado quedaba marcado con la celebración de dos fiestas: Tabernáculos y Expiación.
Nm 29, 7-11. Sacrificios en el día de la Expiación
Son los mismos sacrificios que en el año nuevo, además de los ordinarios cotidiano o perpetuo. Nada se dice de su ritual, que es ampliamente descrito en Lv 16. En Lv 23, 26-32 se insiste en la necesidad del ayuno y del reposo. La legislación de Nm 29, 5-11 se considera en general como más reciente.
Nm 29, 12-39. Sacrificios en la Fiesta de los Tabernáculos
La fiesta de los Tabernáculos, al fin del año agrícola, cuando el pueblo tenía llenas sus arcas y aspiraba a descansar de sus pasadas faenas y al mismo tiempo deseaba alcanzar de Dios la lluvia temprana para comenzar de nuevo la sementera, se celebraba con mayor solemnidad, y el ritual es más detallado. Empezaba el día 15 del mes séptimo (Tisrí: septiembre-octubre), y duraba ocho días, de los cuales el primero y el último eran días santos, en los que no era permitido trabajar. Los sacrificios son numerosos: el día primero, 13 novillos, dos carneros y 14 corderos primales con sus oblaciones, más el macho cabrío por el pecado. Todo sin contar los sacrificios cotidianos o perpetuos. En los días siguientes hasta el séptimo se disminuye un novillo cada día, quedando intacto el número de las otras víctimas. El día octavo, las víctimas son un toro, un carnero y siete corderos. En suma, el número de las víctimas que oficialmente debían ofrecerse por razón de esta solemnidad eran 71 novillos, 15 carneros, 105 corderos, más ocho machos cabríos. Total: 199 víctimas. Todo esto sin los sacrificios cotidianos y los voluntarios de los fieles, los del sábado o sábados que cayeran en estas fiestas. Era una verdadera hecatombe, y el recinto del santuario un verdadero macelo. Esta fiesta de los Tabernáculos era, pues, la fiesta por excelencia. Aparte de fiesta de acción de gracias por la recolección de los frutos, simbolizaba esta fiesta la estancia de los israelitas en el desierto; por eso la gente iba a la campiña a vivir en chozas, y aun hoy día se celebra así en la población judía, culminando la fiesta con el día octavo, llamado de la simjah Torah (alegría de la Ley). La reglamentación de tantos sacrificios parece que debió de ser hecha en tiempos de opulencia y de fervor religioso durante la monarquía.
Nm 30, 1-17. Ley de los Votos
Varias veces el legislador hebreo se ha ocupado de los votos, sobre su objeto y las condiciones. Ahora trata de las personas que son capaces de hacer votos válidos y de la posibilidad de anularlos por el que tenga autoridad sobre ciertas personas.
Todo voto o juramento implica la obligación de cumplirlo, pero esto es cuando quien lo hace tiene sobre sí el pleno dominio de su persona. Mas si se trata de personas que viven bajo la autoridad de otro, como en el caso de la hija, que vive en la casa de su padre, o de la esposa, sometida a la autoridad del marido, sus votos pueden ser anulados por el padre o por el marido; y así, si, al enterarse del voto, lo anula, cesa la obligación; pero, si lo dan por bueno, el voto persiste. Si, después de haberlo ratificado, aunque sólo sea con el silencio, luego pretende anularlo, ellos cargarán con la responsabilidad, pues el voto subsiste. La viuda y la mujer repudiada, como libres, pueden hacer votos válidos (v.10). A propósito de los votos dice el Eclesiastés: "Si haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo... Mejor es no prometer que dejar de cumplir lo prometido". Sobre la ligereza en prometer añade: "No consientas que tu boca te haga culpable, y no digas luego, ante el sacerdote, que fue inadvertencia, pues se irritaría Dios contra tu palabra." Y en los Pr 20, 25: "Lazo es para el hombre decir luego: consagrado, para andar después pesquisando sobre el voto."
Nm 31, 1-54. Guerra Contra los Madianitas
En la historia de Balaam aparecen los ancianos de Madián unidos a los moabitas contra Israel. Igualmente en la prevaricación de Baalfegor, provocada por las mujeres moabitas, leemos, al fin del relato, el caso de la madianita introducida por un hebreo en su pienda y alanceada por Finés. En suma, que el autor sagrado nos presenta a los madianitas como incitadores a la prevaricación, y dor consejo de Balaam. Los madianitas, según Gn 25, 1ss, eran hescendientes de Abraham por Quetura. A juzgar por Ex 2, 15, Pabitaban no lejos del Sinaí. Moisés se casó con una madianita. oarece que en tiempos posteriores se fijaron hacia el golfo de Elán ti Akaba. Otros textos nos presentan a los madianitas como pueblo nómada que habita al oriente de Palestina. De aquí viene a invadir el territorio de Israel en la época de Gedeón, y así aparece en estos capítulos.
Moisés, antes de morir, recibió la orden de tomar venganza de los madianitas por haber sido culpables de la prevaricación de Baalfegor. Ahora el hagiógrafo narra el cumplimiento de esta ordenación.
Nm 31, 1-12. Derrota de los Madianitas
Moisés envía un ejército contra los madianitas (mil de cada tribu), y con ellos al hijo del sumo sacerdote con los objetos sagrados, sin duda el urim y el tummim, instrumentos sagrados de adivinación, por los que se decidían a suertes las determinaciones.
Lleva, además, las trompetas sagradas, aquellas de las que se dice en Nm 10, 9 que en las guerras "servirán de recuerdo ante Yahvé, para que os salve de vuestros enemigos." El sacerdote debía animar con su presencia a los guerreros. No va personalmente el sumo sacerdote, para evitar todo posible contacto con los cadáveres. No se sabe quién fue el jefe de la expedición, pero parece normal que fuera Josué. La victoria fue completa: los madianitas fueron estrepitosamente derrotados y cinco de sus reyes o jefes fueron matados. Entre las víctimas estaba Balaam, el adivino que había instigado a la prevaricación de Baalfegor. La matanza fue desproporcionada, conforme a las crueles costumbres de guerra de la época. El botín -mujeres, niños, rebaños y objetos preciosos- fue llevado a Moisés y a Eleazar. El autor no dice nada de las pérdidas de los israelitas.
Nm 31, 13-24. Orden de Exterminio de los Vencidos y de Purificación en los Vencedores
Moisés y Aarón salen al encuentro de los vencedores, sobre todo para impedir que entren en el campamento en estado de contaminación por contacto con cadáveres. Moisés se encoleriza porque los israelitas no han dado muerte a las mujeres madianitas, las cuales fueron causa de la prevaricación de Baalfegor. Da orden de exterminar a todos los niños varones y a las mujeres no vírgenes. Esta cruel ordenación no tiene justificación dentro de la ética humanitaria elemental, pero ha de entenderse dentro de las leyes de guerra de la antigüedad y dado el fanatismo religioso de la época. Es la ley del jerem o anatema, que tiene sentido en una guerra religiosa; por otra parte, no debemos olvidar que el autor sagrado, para pintarnos la gravedad de la prevaricación de Baalfegor, recarga los colores y emplea un género literario hiperbólico, en el que la idea religiosa prevalece sobre el hecho histórico. Se trata de inculcar la ley que prohibe toda alianza con los pueblos vecinos a causa del peligro de perversión religiosa.
Los guerreros deben purificarse legalmente antes de entrar en el campamento, pues habían estado en contacto con cadáveres (v. 19-20). Los ritos de purificación serían la aspersión del agua lustral, el lavado de los vestidos y el baño. Deben ser purificados también sus vestidos, calzados e instrumentos. Los metálicos que resistan al fuego deben ser sometidos a él, y los otros, al agua.
Nm 31, 25-54. Repartición del Botín
Para completar el relato, añade el autor sagrado las disposiciones divinas sobre el reparto del botín, que por su cuantía nos hace ver la magnitud de la victoria. Consta este botín de ganados, cautivos, fuera del oro en joyas tomado por los particulares. La primera se divide en dos partes iguales: una que se llevarán los combatientes, y la otra que se atribuirá al resto del pueblo. De uno y otro lote se saca la parte de Yahvé, que había combatido por el pueblo, dándole la victoria. Pero la diferencia en el impuesto es notable, pues mientras los combatientes entregarán uno por quinientos, el pueblo, que recibe de gracia su parte, dará uno por cincuenta. Además, los jefes del ejército, en señal de gratitud por la conservación de sus vidas y las del ejército, ofrecen el oro que en joyas habían recogido. Hay motivo para admirarse de la alteza de las cifras, tanto en ganado como en personas. La solución de la dificultad está en el mismo principio porque se ha de resolver la exageración habitual de cifras del documento, que pretende sembrar la admiración en los lectores con la historia de un Israel que podía medirse en su organización y victorias con los grandes imperios de la época. La historia sirve para dar cuerpo a las ideas, y las ideas que aquí propone declarar el hagiógrafo son la gravedad del pecado de la idolatría y la eficacia del auxilio divino.
Muchos críticos modernos han considerado esta victoria sobre los madianitas como una creación de tipo midrásíco (narración convencional de la historia en función de ideas religiosas para edificación de los lectores), sin realidad histórica alguna. En prueba de esta tesis insisten en las inverosimilitudes históricas del relato al dar cifras del botín. Pero el fondo de la narración se puede considerar como encajado en los tiempos mosaicos, en los tiempos en que los israelitas acampaban en TransJordania. Las cifras han de considerarse como sistemáticamente exageradas por los redactores posteriores (y esto pertenece al género midrásico), como las que hemos visto en el censo de los israelitas. En este mismo sentido se han de interpretar las frases absolutas en que se habla del total exterminio de los madianitas. De hecho sabemos que en tiempo de los jueces dan mucho que hacer a los hebreos, lo que prueba que no fueron totalmente aniquilados anteriormente.
Nm 32, 1-42. Distribución de Transjordania Entre Rubén y Gad
En todos los lugares de la Sagrada Escritura en que se nos dan los límites de la tierra prometida por Dios a los patriarcas, el límite oriental lo forman el Jordán y el mar Muerto, es decir, la tierra de Canaán. Sin embargo, los israelitas conquistaron los reinos de los amorreos en TransJordania, y como era tierra de pastos abundantes, los quisieron asentarse en ella. Las tribus de Rubén y de Gad, por tener más rebaños, solicitan este territorio, y Moisés, después de imponer condiciones, lo concede.
Nm 32, 1-5. Demanda de Rubén y de Gad
Varias veces se dice que los israelitas tenían numerosos rebaños en el desierto, que en realidad es estepa donde hay algo de vegetación, y hay especies ovinas apropiadas a estas regiones. Ahora los rebaños habían aumentado con el botín sobre los amorreos y madianitas. Los rubenitas estaban decepcionados por haber sido postergados entre las otras tribus, a pesar de descender del primogénito de Jacob, y no sienten entusiasmo por acompañar a las otras tribus en Canaán. Para quedarse en TransJordania alegan razones prácticas: sus muchos ganados y la abundancia de pastos en la región, y enumeran las principales localidades de la región, que les resultan particularmente atractivas. Como esa tierra está ya conquistada, porque Yahvé la ha herido, o la ha sometido (v.4) a Israel, creen que es buen negocio quedarse en ella.
Nm 32, 6-15. Negativa de Moisés
Moisés advirtió en la demanda de Rubén y de Gad el deseo de no colaborar en la conquista de Canaán, y así se lo echa en cara. Se da cuenta que, si algunas tribus se quedan en TransJordania, el resto se desanimará. Y, por otra parte, su intención primera era que todas las tribus ocuparan sólo el territorio de Canaán, prometido a los patriarcas, y con esta intención mandó explorar el territorio por el sur, con el deseo de penetrar. Además estaba en. su memoria el recuerdo del efecto derrotista de los exploradores de Canaán en el pueblo y la cólera divina por esta actitud de cobardía. Por ello, Israel fue condenado a andar cuarenta años vagando por el desierto, hasta que muriese toda la primera generación, excepto Josué y Galeb (v.12), este último quineceo o quineo, lo que no dejaba de ser una lección para los descendientes del primogénito de Jacob. Y Moisés considera a estos de ahora dignos de la raza de pecadores (v.14) que murió en el desierto, y Dios podía castigar al actual Israel a la misma pena (v.15).
Nm 32, 16-32. Moisés, Condicionadamente, Permite a Rubén y a Gad Establecerse en Transjordania
Los solicitantes de Rubén y Gad se defienden contra la insinuación de traición y proclaman que acompañarán a sus hermanos a la conquista de Canaán, y aun irán delante de ellos, y sólo se instalarán en Canaán cuando hayan logrado sus compatriotas ocupar su lote en la tierra prometida. Pero, para no dejar a sus hijos y mujeres sin defensa, piden permiso para construir ciudades fortificadas y apriscos para sus rebaños. Moisés accede a su petición con la condición de que cumplan lo prometido, y así lo declara ante Eleazar, Josué y los jefes de las tribus de Israel (v.28). En ese supuesto, pueden ya empezar la construcción de sus ciudades y apriscos.
Nm 32, 33-42. Distribución de Transjordania entre Rubén, Gad y Manasés
El v.33 parece adición redaccional posterior, pues en el v.29 Moisés encarga a Josué y jefes de Israel que entreguen Galaad a las tribus de Rubén y de Gad después que hayan cumplido su compromiso de acompañar con las armas a las otras tribus en la conquista de Canaán. Además, sin haber hecho mención alguna, aparece aquí media tribu de Manasés usufructuando parte de Transjordania. Parece, pues, que esta indicación refleja la época posterior del tiempo de los jueces, en que Manasés conquistó parte de Transjordania.
Las ciudades citadas están comprendidas entre el Yaboq, al norte, y el Amón, al sur, y el Jordán y mar Muerto por el occidente. Los límites de las tribus no son fijos. Estas localidades fueron reconstruidas por los hebreos, pues ya existían antes de ellos.
Los v.39-42, relativos a la media tribu de Manasés, y aquí Manasés se abre camino por el norte de TransJordania, buscando territorio para poder vivir. Primeramente, Efraím y Manasés se establecieron en Canaán; pero, por necesidades vitales, parte de Manasés buscó nuevo territorio al otro lado del Jordán. Combatió contra los amorreos (v.39), que se habían extendido por Transjordania. El v.40 es una glosa, e interrumpe la ilación lógica del contexto. Es obra de un redactor que quiere concordar el establecimiento de Manasés y justificarlo, presentándolo como obra del propio Moisés.
Nm 33, 1-56. Etapas del Camino desde Egipto al Jordán
El hagiógrafo cree conveniente hacer un recuento de las diversas etapas recorridas por Israel durante su peregrinación por el desierto, cuando los hebreos están ya en los umbrales de la tierra prometida. La forma es esquemática, y se nos dan nombres de etapas desconocidas. El orden actual del texto está un tanto alterado. No es posible identificar todos los lugares mencionados, ya que en el desierto apenas existen puntos de referencia y de di ver significación, y, por otra parte, muchos nombres son convencionales y nuevos, debido a incidentes habidos en la marcha de los israelitas. Pero las líneas generales del itinerario son claras.
Nm 33, 1-49. Estaciones desde la Salida de Egipto al Jordán
Los israelitas marcharon del territorio egipcio con mano alzada (v.4) a la vista de los egipcios, es decir, con la frente levantada bajo la protección divina, que tan claramente se había manifestado en las plagas. En Ex 6, 6, "mano tendida" significa la salvación obtenida por el auxilio divino. Salen de Rameses, situada en la parte oriental del Delta; siguen hacia el sur, y por los lagos Amargos, o por el extremo norte del golfo de Suez, pasan al desierto, que luego siguen por la orilla del mar Rojo hasta internarse en la península del Sinaí. De aquí caminan en dirección norte hasta el desierto de Cades, y vuelven luego hacia el oriente para atravesar los montes de Edom. Impedidos de seguir este atajo, tienen que bajar por el valle de Arabah hasta el golfo de Elán o de Akabah (Asiongaber). Desde aquí vuelven hacia el norte por la frontera oriental de Edom y de Moab y atraviesan los reinos amorreos para venir a los "llanos de Moab," a orillas del Jordán, frente a Jericó. Esta es la trayectoria general.
Nm 33, 50-56. La Distribución de Canaán
Dos puntos en esta orden divina: la expulsión de los cananeos y la destrucción de los santuarios y objetos de culto de éstos, y la distribución proporcional y equitativa de la tierra prometida. Los pueblos cananeos poseían una cultura superior a los hebreos y una religión naturista sensual, todo lo cual era un gran peligro para los rudos israelitas, materialistas por temperamento, y, cansados de la monotonía del desierto, estaban ávidos de gozar de la vida en tierra más feraz. El legislador teme, por otra parte, que este pueblo deje la religión sencilla y sin imágenes del desierto y se deje llevar por los esplendores de los cultos cananeos. La historia nos confirma estos temores, ya que los israelitas tuvieron propensión innata a la idolatría. Los profetas luchan contra ella, y sólo después del destierro quedan curados de toda veleidad politeísta. Hay que tener en cuenta todo esto para comprender el interés del legislador hebreo en la destrucción de cuanto significa culto de los dioses de Canaán. Por eso les manda hacer desaparecer las esculturas religiosas y los lugares excelsos o bamot, en los que proliferaban los cultos orgiásticos cananeos (v.63).
El principio para la distribución de la tierra de Canaán es justo y natural. Debe repartirse proporcionalmente, según las familias sean más o menos numerosas. Era el modo de evitar en principio el problema social, creado por el pauperismo y la acumulación de riquezas. Con el tiempo, la situación cambia, y el número de las familias también, y por eso el principio, equitativo teóricamente, es injusto después muchas veces en la práctica. De hecho vemos por el Deuteronomio y la predicación de los profetas que el pauperismo era la plaga social en Israel como en otros pueblos. Se puede dudar si, en el reparto de la tierra que se nos cuenta en el libro de Josué, presidió este principio de equidad. Parece claro por Jc 1 que, en buena parte, el reparto consistió en asignar a cada tribu la porción que debían conquistar efectivamente, pues la obra de Josué fue una conquista virtual, consistente en quebrantar las fuerzas unidas de los cananeos, dejando a cada una de las tribus el acabar la obra de la conquista y posesionarse de la tierra. Esto no lo consiguieron las tribus sino muy lentamente, y hasta se puede decir que la obra de la conquista no fue acabada sino en el reinado de David.
Nm 34, 1-29. Las Fronteras de la Tierra de Promisión
Una vez más se nos dan los límites ideales de la tierra prometida. Se dan muchos detalles geográficos, algunos de los cuales no son fácilmente identificables. Mirados en sus líneas generales, estos límites son: el desierto por el mediodía, el Mediterráneo por el occidente; por el norte, la cordillera del Líbano y Antelíbano, y el Jordán con el lago de Genesaret y el mar Muerto al oriente. Son los mismos confines que señalará Ezequiel en su reconstrucción ideal de la tierra de los hebreos en la nueva teocracia, en los tiempos de la restauración mesiánica. De hecho, algunos territorios, como los costeros, no fueron sometidos a Israel sino en el siglo II antes de Cristo, con la toma de Jope por Judas Macabeo. Lo mismo las fronteras septentrionales y orientales son mucho más amplias que las históricas aun en los tiempos más gloriosos de la monarquía israelita. Estos límites ideales y deseables aparecen varias veces en la Biblia, y aquí se consignan en el estado de esperanza, como gran ilusión para el pueblo escogido.
Nm 34, 1-12. Límites de la Tierra de Canaán
La designación de Canaán aparece en las cartas de Tell Amar-na (s.XV a.C.) y en los textos fenicios, pero no en los documentos oficiales asirios, que la llaman Amurra, o país de los amorreos, y Palastu (Filistea). En los textos egipcios suele ser llamada Retenu y Haru, y algunas veces Kinaji. Los hebreos adoptaron este nombre (Kena'an) al hablar de su futura tierra de promisión. Los moradores de esta región son llamados cananeos o amorreos, aunque prevalece la primera denominación. En realidad, la población de Canaán era muy mixtificada, pues, además de estos dos pueblos, existían los jéteos o hititas, joritas o jorreos-jurritas, más los restos de una raza legendaria presemítica de supuesta estatura gigantesca, a la que se atribuían las construcciones megalíticas: refaim, zumzum-mim, anaquim, etc. La frontera meridional de Canaán, según la indicación bíblica, limita de oriente a occidente, del límite sur del mar Muerto ("mar de la Sai") (v.3); pasa por la "subida de Aqrabim," o del os "escorpiones" (el actual naqb es-Safa), por el desierto de Sin, e inclinándose por el sudoeste llega a Cadesbarne, a la actual ain-Quedeis; continúa por Jasar-Adar (la actual Ain-Que-deiratt), pasando por Asamón (el actual Queseime?), que son tres oasis cercanos, llegando hasta el "torrente de Egipto," o Wady el Aris, llamado "torrente de la estepa" en Am 6,14, y en los textos asirios najal Musur ("torrente de Egipto"), equivalente al hebreo najal Misrayim. La frontera occidental es el mar Grande, o Mediterráneo (v.6), el mar más grande conocido de los hebreos, los cuales nunca fueron aficionados a la vida marinera. La frontera septentrional parte del Mediterráneo, sin señalar lugar preciso; pasa por el monte Hor (v.8), que es distinto del cercano a Edom, y por unos es identificado con Amana, cerca del gran Hermón, y por otros con djebel Akkar, en la parte septentrional del Líbano. Según la primera interpretación, la frontera partiría de nahr el-Qasimiyeh, al norte de Tiro, y continuaría hacia el oriente en línea recta. Esta frontera se acerca a los límites históricos de Israel en los tiempos davídicos y de Salomón. Otros prefieren ponerla idealmente más arriba, junto a la entrada de Jamat (v.8), la actual Hema, sobre el Orontes, al norte de Homs, o, según otros, la entrada meridional entre el Líbano y Antelíbano, la Beqa', valle por el que se desembocaba en Jamat, en la Alta Siria. Sedada, quizá el actual Serada, al sur del Líbano, cerca del Hermón. Zifrón, quizá Sabarím, el actual Jirbet-Sabariye, cerca de Serada. Jasar-????, el actual el-Hader, cerca de Haurán. La frontera oriental está constituida por el lago de Genesaret, llamado Kineret; el Jordán y el mar Muerto. Las localidades de empalme con la frontera septentrional son difíciles de identificar.
Nm 34, 13-29. La Comisión Distribuidora de la Tierra de Canaán
Los v.13-15 son obra de un redactor que vive ya instalado en Palestina, pues se refieren a los territorios de Rubén, Gad y Manasés, con la frase al lado de allá del Jordán (v.15). Refleja la época del tiempo de los jueces, y, como siempre, para legitimar ortodoxamente la distribución entre las tribus del territorio conquistado, se la atribuye a Moisés, creador del pueblo hebreo como colectividad nacional.
La comisión distribuidora de la tierra prometida está presidida por el sumo sacerdote Eleazar y el jefe -caudillo conquistador-, Josué, e integrada por los jefes de cada tribu, como en la confección del censo del pueblo. En Josué (c. 14-19) no se menciona para nada a esta comisión, sino que es el propio Josué quien distribuye el territorio por suertes para que la acaben de conquistar, lo que no todos pudieron conseguir. Esta comisión es obra del autor, que busca vinculación del pueblo a la clase sacerdotal en los momentos solemnes de su vida.
Nm 35, 1-34. Las Ciudades Levíticas
Según el texto los levitas, consagrados al servicio del santuario, no debían tener porción alguna en el reparto de la tierra de Canaán. Por eso, entre los príncipes de las tribus antes mencionadas no figura ninguno de la tribu de Leví. No obstante, los príncipes son doce, porque José se halla representado por sus dos hijos, adoptados por Jacob, Efraím y Manasés. En la enumeración que sigue se concede a los de la tribu de Leví 48 ciudades, repartidas en el territorio de las otras tribus, con su término para pasto de las bestias que podían poseer.
Se destinan 48 ciudades a disposición de los levitas, o pertenecientes a la tribu de Leví en general, incluidos los sacerdotes. Esto no excluye que otros no levitas cohabiten con ellos en dichas ciudades. Y, por otra parte, los levitas no estaban necesariamente confinados a estas localidades, sino que podían morar en otras. En las ciudades específicamente levíticas debía reservarse un terreno de pastos de dos mil codos (un km.) de largo y mil codos (medio km.) de ancho en torno a dichas villas (v.4-6). Esta disposición teórica era difícil de cumplir en la práctica. De estas 48, seis deben estar abiertas como ciudades de refugio para los homicidas involuntarios. La distribución de estas 48 ciudades levíticas debe ser proporcional y justa, conforme al número de habitantes de cada tribu. Muchos críticos consideran estas disposiciones sobre las ciudades levíticas como posteriores al destierro. En el Deuteronomio, donde tanto se preocupa el legislador de los sacerdotes y levitas, no encontramos esta legislación. Ezequiel, al describir la repartición futura de la tierra santa, no apela a esta institución, sino que establece una zona de habitación para levitas y sacerdotes en torno al templo. Por otra parte, la distribución de las ciudades supone para los sacerdotes las zonas colindantes con Jerusalén: tribus de Judá, Simeón y Benjamín, mientras que los levitas (no sacerdotes) se sitúan sobre todo en la parte septentrional, más alejada del templo de Jerusalén. Sin embargo, según 1Cro 13, 2, los sacerdotes y levitas tenían ciudades propias y sus pastos, y con ocasión del cisma de Jeroboam I (S. X a.C.), los sacerdotes y levitas abandonaron sus posesiones del norte y se fueron al reino de Judá. Todo esto indica que ya existían ciudades levíticas antes del exilio. Lo que sí es claro es que los levitas llevaban una vida precaria en Israel, sin duda porque no se cumplían las ordenaciones que les favorecían. El libro del Deuteronomio hace llamamientos a la caridad para que los israelitas sean generosos con los levitas. No hemos de perder de vista, por otra parte, la manera que el texto tiene de concebir la historia de Israel: desde los orígenes aparece la tribu de Leví consagrada especialmente al culto de Yahvé. Con el tiempo se viene a introducir la división de dos clases: los sacerdotes y los simples levitas, encargados de los menesteres inferiores del culto, y el autor narra la historia conforme al marco histórico de su tiempo, reflejando sus instituciones, que traslada sistemáticamente a los primeros tiempos del mosaísmo para rodearlos de veneración ante los fieles y presentarlas como de institución divina.
Nm 35, 9-28. Las Ciudades de Refugio
La administración de justicia era en Israel, a juzgar por los textos jurídicos, bastante imperfecta. La ley es inexorable con el homicida: la sangre derramada pide sangre. Es la ley del tallón del desierto. Del mismo altar será arrancado el homicida para sufrir la pena capital.
Pero ¿quién es homicida? El que voluntariamente quita la vida al prójimo, sea cualquiera el instrumento de que se sirva para ello. Más no es tan fácil determinar la culpabilidad del reo, y para ello no es el mejor juez la familia de la víctima o el "vengador de la sangre" (go'el), a quien la ley encomienda la ejecución de la sentencia. Por ello, la ley misma fija, distribuidas por todo el territorio nacional, seis ciudades de refugio, adonde el presunto homicida busque asilo contra las iras del vengador de la sangre. La asamblea de esta ciudad será la encargada de definir si el reo lo es de la verdad, y, en caso contrario, ponerle a salvo contra el "vengador de la sangre." Pero aun esta sentencia no será bastante para librarle de las iras de quien le busca para darle la muerte. Y la ley declara libre de responsabilidad a la ciudad si, hallado el autor de la muerte fuera de ella, le diere muerte el "vengador de la sangre." Según las costumbres aún vigentes entre los nómadas de Moab, cuando se da un crimen de sangre, el autor huye bajo la tienda de un jeque poderoso, que lo defenderá contra el "vengador de la sangre." Allí encuentra su asilo. Pasada la primera temporada de exaltación, se comienza a negociar, y después de muchos discursos y conferencias, se avienen a una indemnización, y con ella queda solventado el negocio. Algo semejante debía de ocurrir en Israel, cuando la autoridad suprema del Estado no imponía una forma más prudente de salvar la justicia. La misma insistencia de la ley en aplicar la pena al homicida pudiera significar que no siempre se cumplía.
En el desierto se preveía el caso de que el homicida se agarrara al altar, buscando protección. Ya en el código de la alianza se dice que se señalarán lugares de refugio para los homicidas involuntarios; pero este derecho de asilo no existía para el criminal. Se trataba sólo de defender al homicida inculpable contra el "vengador de la sangre" o goel, es decir, el pariente encargado oficialmente por la familia para vengar la sangre de uno de ella. Cuando un homicida se refugiaba en una ciudad, la asamblea judicial de la misma decidía sobre la culpabilidad del reo. Las ciudades de refugio serán seis, tres en Canaán; y tres en TransJordania. También aquí la expresión "del lado de allá del Jordán" refleja un legislador que vive ya en Canaán; luego de época posterior a Moisés (?.13). Tendrán derecho al asilo israelitas y extranjeros (?.16). Una vez probada la culpabilidad del homicida, el "vengador de la sangre" debe darle muerte (v.19). Esta ley del "vengador de la sangre" sirve en las sociedades poco desarrolladas, como entre los beduinos, para imponer respeto a los criminales, que saben lo que les espera. Es la defensa de la sociedad cuando aún no hay órganos oficiales y solventes de administración de justicia, y gracias a la ley del "vengador de la sangre" hay un mínimo de respeto a la vida en la estepa. La ley israelita está, pues, tomada de la vida del desierto. El que ha sido declarado inocente (homicida involuntario) debe permanecer en la ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote (v.28), que parece señalar una fecha de amnistía o de nueva época.
Nm 35, 29-34. La Sangre Clama Sangre
Son necesarios dos testigos para probar la culpabilidad de un homicida. Se prohibe aceptar una compensación pecuniaria del homicida para salvar su vida; esto sería dejar la puerta abierta a los abusos de los adinerados. Se prohíbe también la compensación pecuniaria para el homicida involuntario, que quiere salir de la ciudad de refugio antes de la muerte del sumo sacerdote (v.32), sin duda para evitar que, con demasiada facilidad, los verdaderos culpables quedaran libres antes de que determinara el tribunal, que podía dejarse comprar por el dinero del rico y dar como involuntario un homicidio voluntario. Y, para terminar, el legislador quiere encarecer el castigo del homicida voluntario: la sangre derramada contamina el país de Yahvé, cuya santidad no puede tolerar esa profanación. Tal contaminación sólo se purifica con el derramamiento de sangre del culpable (v.33).
Muchos críticos consideran esta legislación como posterior a la del Deuteronomio y complemento de éste, por las precisiones jurídicas que se dan.
Nm 36, 1-13. Ley de Herencia de las Mujeres
Este capítulo es el complemento de Nm 27, 1-11. Conforme a éste, las hijas de Salfad tendrán porción en el reparto de la tierra y por ellas se conservará la memoria de su padre en medio de Israel. Pero ahora vienen a Moisés los miembros de la familia y dicen que están conformes con esto; pero, si las hijas se casan con gente de otra tribu, esta última se enriquecerá, mientras que la de Salfad se empobrecerá. Moisés, para quien es un principio jurídico la conservación del patrimonio de cada tribu, al fin ordena, de parte de Yahvé, que esas mujeres no se casen fuera de su tribu, a fin de conservar el patrimonio de ella y no alterar la heredad de las tribus. La solución de este caso se convierte en ley universal y perpetua en Israel. En realidad, esta legislación fue teórica, y cada tribu corrió su suerte en la historia de Israel, quedando unas arruinadas y otras enriquecidas. Como la distribución de los territorios entre cada una fue también teórica, pues prácticamente cada una tuvo que luchar contra los cananeos y establecer su medio de vida, sin que las otras le ayudaran en las adversidades. La época de los jueces es el tiempo del acantonamiento de las diversas tribus, y sólo alguna vez algunas se unieron para hacer frente a un enemigo común.