Catena Áurea
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← Lc 6, 20-23 →
Y El, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: "Bienaventurados los pobres, porque, vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando os aborrecieren los hombres, y os apartaren de sí, y os ultrajaren, y desecharen vuestro nombre como malo por el Hijo del hombre. Gozaos en aquel día, y regocijaos; porque vuestro galardón grande es en el cielo, porque de esta manera trataban a los profetas los padres de ellos". (vv. 20-23)
San Cirilo
Después de la reunión de los apóstoles a la nueva vida evangélica, el Salvador renovó a sus discípulos.
San Ambrosio
Empieza a ser sublime al anunciar los oráculos de la Divinidad. Aun cuando estaba en lo llano, sin embargo, elevó sus ojos; por lo que se dice: "Y El, alzando sus ojos hacia sus discípulos". ¿Qué quiere decir levantar los ojos, sino encender la luz interiormente?
Beda
Y aun cuando hablaba generalmente con todos, especialmente fijaba sus ojos en sus discípulos. Y prosigue: "Sobre sus discípulos". Para que aquellos que oyen la palabra con atención del corazón, reciban más gracia interior y más luz.
San Ambrosio
San Lucas puso tan sólo cuatro bienaventuranzas, San Mateo ocho; pero en aquellas ocho se comprenden estas cuatro, y en aquellas cuatro estas ocho. Este puso cuatro bienaventuranzas, representando las cuatro virtudes cardinales, y aquél explicó en estas ocho un orden místico -o número-, porque la octava, que es la perfección de nuestra esperanza, es también la más grande de las virtudes. Que la pobreza es la primera de las bienaventuranzas, lo dicen igualmente los dos evangelistas; en cuanto al orden es la primera de todas, y como la madre de las demás virtudes; porque el que despreciare las cosas del mundo merecerá las eternas; ni puede nadie alcanzar la gloria, si poseído del amor del mundo no llega a desprenderse de él. De donde prosigue: "Decía: bienaventurados los pobres".
Crisóstomo
En el Evangelio de San Mateo, dijo que eran bienaventurados los pobres de espíritu, para que comprendamos que el ser pobres de espíritu es tanto como tener una inteligencia modesta y humilde en cierto sentido. Por lo que dice el Salvador: "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón" ( Mt 11, 29). Aquí dice: Bienaventurados los pobres -sin añadir de espíritu- para designar a los que desprecian las riquezas. Convenía, pues, que cuando predicasen el Evangelio, no pensasen en la codicia, sino que tuviesen su espíritu predispuesto para cosas más elevadas.
San Basilio
No puede llamarse bienaventurado a todo el que es afligido por la pobreza, sino solamente al que prefiere el precepto de Jesucristo a las riquezas mundanas. Hay muchos pobres de bienes, pero que son muy avaros por el afecto; a éstos no los salva la pobreza, pero los condena su deseo. Ninguna cosa que no sea voluntaria aprovecha para la salvación, por la sencilla razón de que toda virtud está basada en el libre albedrío. Es bienaventurado el pobre que imita a Jesucristo, quien quiso sufrir la pobreza por nuestro bien; porque el mismo Señor todo lo hacía para manifestarse como nuestro modelo y podernos conducir a la eterna salvación.
San Eusebio
Pero como el reino de los cielos se alcanza por grados, el primero porque pasan los que suben a él es el de la pobreza; por esto Jesucristo eligió sus primeros discípulos de entre los pobres, y les dice: "Porque de vosotros es el reino de los cielos"; dando a entender que esto se refería a los que tenía presentes, hacia los cuales elevara sus ojos.
Crisóstomo
Después que mandó practicar la pobreza, glorifica las cosas que acompañan a la indigencia. Sucede, pues, que los que viven en la pobreza carecen hasta de lo más necesario, y apenas pueden adquirir su alimento. Pero el Señor no quiere que sus discípulos teman sobre esto; por eso les dice: "Bienaventurados los que ahora tenéis hambre".
Beda
Esto es, bienaventurados los que castigáis vuestro cuerpo y lo reducís a la esclavitud, que en el hambre y la sed os entregáis al ministerio de la palabra, porque habréis de gozar de la abundancia de los goces celestiales.
San Gregorio Niceno, De beatitudinibus, Orat. 4
En un sentido más elevado, del mismo modo que para el alimento del cuerpo, se prefieren diversos manjares, así también, para el alimento del alma, los unos desean un bien imaginario, y otros lo que es naturalmente bueno. Por lo que, según San Mateo, son beatificados los que consideran la justicia como una comida y una bebida; no diré la justicia que es una virtud particular, sino la justicia que es una virtud general; el que tiene hambre de la cual será bienaventurado.
Beda
Nos da a conocer terminantemente el Señor, que no debemos considerar como bueno a cualquiera, sino que hemos de ver que constantemente procure adelantar en el camino de la perfección, a cuya perfección no puede llegarse en esta vida, sino en la otra, como lo dice el Salmista: "Yo me saciaré cuando vea tu gloria" ( Sal 17, 15). De aquí prosigue: "Porque seréis hartos".
San Gregorio Niceno
Promete la abundancia a los que desean la justicia; ninguna de las cosas que se encuentran en esta vida puede saciar suficientemente a los que buscan la justicia; solamente el deseo de la virtud es seguido de una recompensa que inspira en el alma una alegría indeficiente.
San Cirilo
Sigue a la pobreza, no sólo la falta de las cosas deleitables, sino también la depresión del semblante por la tristeza. Por lo que sigue: "Bienaventurados los que lloráis". Considera como bienaventurados, no precisamente a los que derraman lágrimas -porque esto es propio de todos, tanto fieles como infieles, cuando experimentan alguna contrariedad- sino solamente a aquellos que hacen una vida mortificada, se preservan de los vicios y de las afecciones carnales, menospreciando las complacencias de la vida y llorando porque aborrecen las cosas de la tierra.
Crisóstomo, hom 18, ad prop. Antioch
Cuando la tristeza se experimenta por causa de Dios, ella nos alcanza la gracia de hacer penitencia para poder obtener la salvación. Esta tristeza es el fundamento de la alegría. Por lo que sigue: "Porque reiréis". Cuando nada podemos hacer en bien de aquellos por quienes lloramos, el beneficio recae sobre nosotros. El que llora de este modo los males ajenos, no dejará de llorar sus propios pecados; más aún, no caerá tan fácilmente en el pecado. No nos fijemos en las cosas de esta vida breve, sino suspiremos por las de la eterna; no busquemos las delicias de donde nace muchas veces el llanto y el dolor, sino entristezcámonos con la tristeza que nos alcanza el perdón. Suele suceder que encuentra al Señor el que llora; pero el que ríe no lo encuentra nunca.
San Basilio
Por eso promete la risa a los que lloran, no precisamente el sonido emitido con estrépito, sino la alegría pura y libre de cualquier tristeza.
Beda
Es bienaventurado el que por las riquezas de la herencia celestial, por el pan de la vida eterna, por la esperanza de las alegrías celestiales, desea sufrir el llanto, el hambre y la pobreza, y aun mucho más bienaventurado aquel que no teme guardar estas virtudes en medio de la adversidad. Por ello sigue: "Seréis bienaventurados, cuando os aborreciesen los hombres". Aun cuando aborrezcan los hombres con un corazón malvado, no pueden hacer daño al que es amado por Cristo. Prosigue: "Y cuando os apartaren de sí, apartarán tamibién al Hijo del hombre". Porque El resucita para sí a los que mueren con El, y les hace descansar en la eterna bienaventuranza. Prosigue: "Y cuando desecharen vuestro nombre como malo". En esto se refiere al nombre de cristiano, que fue tan ultrajado por los judíos y por los gentiles, cuantas veces se acordaron de El, y también fue despreciado por los hombres, sin que para ello hubiese otro motivo que el odio que tenían al Hijo de Dios, a saber, porque los fieles quisieron tomar su nombre de Cristo. Luego enseña que habrán de ser perseguidos por los hombres, pero que serán bienaventurados, como más que hombres. De aquí prosigue: "Gozaos en aquel día y regocijaos: porque vuestro galardón grande es en el cielo", etc.
Crisóstomo
Se considera una cosa grande o pequeña según la importancia de la persona que la concede. Examinemos ahora quién es el que promete una gran recompensa. Un profeta o un apóstol, que no son más que hombres, hubiesen dado como mucho lo que es poco; pero aquí es el Señor, que posee los tesoros eternos y las riquezas superiores a toda comprensión, quien ha prometido una grande recompensa.
San Basilio, in Cat. graec. Patr
Unas veces se dice grande en un sentido absoluto, como el cielo es grande, la tierra es grande; otras veces es por comparación, como un gran caballo, un gran buey, comparándolos con otros de su especie; así creo que será grande la recompensa reservada a aquellos que sufren oprobios por Cristo, no por comparación a las cosas que están entre nosotros y conocemos, sino grande en sí mismo y como dada por Dios.
San Juan Damasceno, in lib. De lógica, cap. 49
Todas aquellas cosas, que pueden medirse y contarse, se conceden de una manera limitada; pero lo que por cierta excelencia excede toda medida y número, se dice intencionadamente grande y mucho, como cuando decimos que es mucha la misericordia de Dios.
San Eusebio
Después, queriendo fortalecer a sus discípulos para pelear contra sus enemigos cuando predicasen el Evangelio por todo el mundo, les añade: "Porque de esta manera trataban a los profetas los padres de ellos".
San Ambrosio
Los judíos habían perseguido a los profetas hasta el punto de quitarles la vida.
Beda
Los que dicen la verdad son ordinariamente perseguidos; no obstante, los antiguos profetas no dejaban de predicar la verdad por temor a la persecución.
San Ambrosio
En esto que dice: "Bienaventurados los pobres", tiene la templanza, que se abstiene del mal, holla con los pies el siglo y no busca los placeres. "Bienaventurados los que tenéis hambre". He ahí la justicia; pues el que tiene hambre se compadece del que la tiene; compadeciéndose de él, le favorece; favoreciéndole, se hace justo, y su justicia permanece eternamente. "Bienaventurados los que ahora lloráis"; aquí tenemos la prudencia, que llora lo de todos los días y busca las cosas que son eternas. "Bienaventurados seréis cuando os aborrezcan los hombres". Aquí tenemos la fortaleza; pero no aquella que merece el odio por sus crímenes sino la que sufre persecución por la fe. Así es como se llega a la corona del sufrimiento, si se desprecia la gracia de los hombres, y se sigue la divina. Luego, la templanza produce la limpieza del corazón; la justicia la misericordia; la prudencia la paz; y la fortaleza la mansedumbre. Las virtudes están reunidas de tal modo, que cuando se tiene una parece que se tienen todas. Cada santo tiene una virtud propia; pero la más abundante es la más recompensada. Cuánta caridad tenía Abraham. ¡Cuánta humildad! Pero como sobresalía entre todas su fe, ésta fue la que obtuvo la primacía. Por tanto, cada uno tendrá muchos premios, cuando practique muchas virtudes; pero como siempre se distingue en alguna, por ella obtendrá un premio mayor.