Catena Áurea

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"Pues cuando viereis a Jerusalén cercada por un ejército, entonces sabed que su desolación está cerca: Entonces los que están en la Judea, huyan a los montes: y los que en medio de ella, sálganse: y los que en los campos, no entren en ella. Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. ¡Mas ay de las preñadas, y de las que dan de mamar en aquellos días! Porque habrá grande apretura sobre la tierra, e ira para este pueblo. Y caerán a filo de espada: y serán llevados en cautiverio a todas las naciones, y Jerusalén será hollada de los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de las naciones". (vv. 20-24)


Beda
Hasta aquí todo lo que sucedería en el espacio de cuarenta años (antes que viniera el fin). Ahora, con las palabras del Señor, se expone la destrucción que causaría el ejército romano, cuando dice: "Pues cuando viereis a Jerusalén cercada de un ejército", etc.

San Eusebio
Dice la desolación de Jerusalén, porque no volverá a ser edificada por sus habitantes ni según lo prescrito en la ley, así que nadie debe esperar que podrá renovarse después de su sitio y de su destrucción, como sucedió en tiempo del rey de los persas, del ilustre Antioco, y en tiempo de Pompeyo.

San Agustín, ad Hesychium epist 80
Estas palabras del Señor las refirió San Lucas en este lugar para dar a conocer que la abominación de la desolación anunciada por Daniel, de la que hablan San Mateo ( Mt 24) y San Marcos ( Mc 13, 15), acaeció cuando fue invadida Jerusalén.

San Ambrosio
Los judíos, pues, creyeron que la abominación de la desolación tuvo lugar cuando los romanos, burlándose de los ritos de los judíos, habían arrojado la cabeza de un cerdo en el templo.

San Eusebio
Previendo el Señor el hambre que había de padecerse en la ciudad, aconsejó a sus discípulos que no se refugiasen en ella durante el sitio, como en lugar seguro y protegido por Dios, sino que más bien se marchasen y huyesen a los montes. Por esto sigue: "Entonces los que están en Judea huyan a los montes".

Beda
Refiere la historia de la Iglesia que todos los cristianos que se encontraban en la Judea, al hacerse inminente la ruina de Jerusalén, advertidos por Dios, salieron de allí y fueron a habitar a la otra parte del Jordán en una ciudad que se llama Pella, mientras se consumó la destrucción de Judea.

San Agustín, ad Hesychium epist 80
Por esto dijeron San Mateo y San Marcos, "que los que están sobre el techo no bajen a la casa" ( Mc 13, 16), añadiendo "ni entren a tomar algo de la casa"; en vez de lo cual añade San Lucas: "Y los que estén dentro de ella sálganse".

Beda
¿Pero cómo podrían salirse de la ciudad los que estaban dentro de ella, si ya estaba sitiada por un ejército? A no ser que dijera esto no refiriéndose al tiempo mismo del sitio, sino al próximo de él, cuando el ejército romano empezara a invadir las fronteras de Galilea y de Samaria.

San Agustín, ut sup
En cuanto a lo que dijeron San Mateo y San Marcos: "Y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su vestido", lo dice San Lucas con más claridad: "Y los que están en las regiones no entren en la ciudad, porque han llegado los días del castigo", y han de cumplirse todas las profecías.

Beda
Estos son los días del castigo, esto es, los días que piden venganza por la sangre del Señor.

San Agustín, ad Hesychium epist 80
Después continúa San Lucas diciendo como los otros dos evangelistas: "¡Mas ay de las preñadas y de las que dan de mamar en aquellos días!" Y así manifestó San Lucas lo que podía ser incierto, a saber: que lo que se ha dicho acerca de la abominación de la desolación, no se refiere al fin del mundo sino a la destrucción de Jerusalén.

Beda
Dijo, pues: "Ay de las preñadas" (a causa del cautiverio) "y de las que alimentan o dan de mamar" (como algunos interpretan), porque ya sea que sus entrañas o sus manos estén cargadas con el peso de sus hijos, hallarán gran dificultad para poder huir.

Teofiactus
Dicen algunos que el Señor dio a entender con esto que se comerían a sus hijos, como refiere Josefo.

Crisóstomo
Después expone la causa de cuanto va dicho, diciendo: "Porque habrá grande tribulación sobre la tierra e ira para este pueblo". Fueron tales las desgracias que les cupieron, que ninguna otra pudo compararse con ellas, según refiere Josefo.

San Eusebio
Gran número de judíos pereció por la espada cuando vinieron los romanos y tomaron la ciudad. Por esto sigue: "Y caerán a filo de espada"; pero incluso murieron muchos más de hambre. Todo esto sucedía primero bajo el dominio de Tito y Vespasiano, y después de éstos, en tiempo de Adriano, emperador de los romanos, cuando fueron expulsados de su patria los judíos. De donde sigue: "Serán conducidos cautivos a todas las naciones". En efecto, los judíos fueron dispersados por todo el orbe llegando hasta los confines de la tierra, y en tanto que los extranjeros ocupan su tierra, se ha hecho ésta inaccesible para ellos solos. Prosigue, pues: "Jerusalén será hollada por los pies de los gentiles hasta que se cumpla el tiempo de las naciones".

Beda
Esto es lo que refiere el Apóstol cuando dice: "Una parte de Israel ha quedado ciega hasta que entre la plenitud de las gentes y sea salvo así todo Israel" (Rm 11, 25-26). Cuando alcance la salud prometida es de esperar que volverá a su suelo patrio.

San Ambrosio
Místicamente, la abominación de la desolación es la venida del Anticristo, porque manchará el interior de las almas con infaustos sacrilegios, sentándose en el templo, según la historia, para usurpar el solio de la divina majestad. Esta es la interpretación espiritual de este pasaje; deseará confirmar en las almas la huella de su perfidia, tratando de hacer ver por las Escrituras que él es Cristo. Entonces se aproximará la desolación, porque muchos desistirán cansados de la verdadera religión. Entonces será el día del Señor, porque como su primera venida fue para redimir los pecados, la segunda será para castigarlos, a fin de que no incurra la mayor parte en el error de la perfidia. Hay otro Anticristo, que es el diablo, el cual trata de sitiar a Jerusalén (esto es, al alma pacífica), con la fuerza de su ley. Así, pues, cuando el diablo se halla en medio del templo, es la abominación de la desolación. Pero cuando brilla en nuestros trabajos la presencia espiritual de Cristo, huye el enemigo y empieza a reinar la justicia. El tercer Anticristo es Arrio y Sabelio y todos los que nos seducen con mala intención. Tales (los que desistan cansados de la verdadera religión) son las embarazadas, de quienes se dijo: ¡ay de ellas! las cuales prolongan la ruina de su carne y disminuyen la velocidad de su marcha en lo íntimo de sus almas, de modo que son incapaces para la virtud y fértiles para los vicios. Pero ni siquiera aquellas embarazadas que se hallan fundadas en el esfuerzo de las buenas obras, y que todavía no han producido ninguna, están libres de la condenación. Algunas conciben por temor de Dios; pero no todas dan a luz; algunas hacen abortar la palabra antes de dar fruto; y otras tienen a Cristo en su seno, pero sin que llegue a formarse. Por tanto, la que da a luz la justicia, da a luz a Cristo. Así, pues, apresurémonos a destetar a nuestros niños, para que no nos sorprenda el día del juicio o de la muerte antes de que estén formados. No sucederá así, si conserváis en vuestro corazón todas las palabras de justicia y no esperáis al tiempo de la vejez, y si concebís luego en la primera edad la sabiduría y la alimentáis sin la corrupción del cuerpo. Al fin del mundo se someterá toda Judea a las naciones creyentes por la palabra espiritual, que es como una espada de dos filos ( Ap 1, 16; Ap 19, 15).


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