Padres de la Iglesia

CIRILO DE JERUSALÉN
Procatequesis

Índice de las Catequesis

Catequesis V. La fe

Pronunciada en Jerusalén, sobre «la fe». El punto de partida es Hb 11, 1-2: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores»1

El paso del orden de los catecúmenos al de los fieles
1. La grandeza de la dignidad que Dios os ha otorgado al haceros pasar del orden de los catecúmenos al de los fieles la expresa el apóstol Pablo al decir: «Fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su hijo Jesucristo» (1Co 1, 9). Pero, si a Dios se le llama «fiel», también tú recibes este calificativo al haber crecido en dignidad. Pues así como a Dios se le llama bueno, justo, omnipotente (además de señor de todo) y creador de todas las cosas, también se le llama «fiel». Piensa, por tanto, a qué dignidad eres promovido, puesto que habrás de participar de este apelativo divino.
2. Aquí se busca si hay alguno entre vosotros que ya sea fiel en lo íntimo de su conciencia2 Pues, «un hombre fiel, ¿quién lo encontrará?» (Pr 20, 6). No se trata de que me descubras tu conciencia, pues has de ser juzgado en circunstancias humanas, sino de que muestres la sinceridad de tu fe al Dios que escruta los riñones y los corazones (cf. Sal 7, 10) y «conoce los pensamientos del hombre» (Sal 94, 13). Gran cosa es ciertamente un hombre fiel, y es más rico que todos los ricos aunque se encuentre privado de todas las riquezas3, y todo ello precisamente por el hecho de despreciarlas. Pues los que son ricos en lo exterior, aunque posean muchas cosas, son torturados por su pobreza interior: cuantas más cosas reúnen, más les mortifica el deseo de poseer lo que les falta. Pero el hombre fiel -y esto es lo más admirable- es rico en su pobreza sabiendo que lo único necesario es vestirse y alimentarse y, contento con ello (1Tm 6, 8), desprecia las riquezas.

La fe genera comunión y confianza y es expresión de ellas
3. Tampoco hay que pensar que el prestigio de la fe sólo se da entre quienes nos amparamos bajo el nombre de Cristo, sino que todo lo que se hace en el mundo, incluso por parte de quienes están lejos de la Iglesia, queda penetrado por la fe4 Por medio de una fe, dos personas extrañas se unen por las leyes nupciales; personas ajenas una a otra entran en la comunión de cuerpos y bienes mediante la fe que se hace presente en el contrato matrimonial. También en una cierta fe se apoya el trabajo agrícola, pues no comienza a trabajar quien no tenga esperanza de recibir frutos. Con fe recorren los hombres el mar cuando, confiando en un pequeño leño, cambian la solidez de la tierra por la agitación de las olas, entregándose a inciertas esperanzas y mostrando una confianza más segura que cualquier áncora. En la confianza, finalmente, se apoyan los negocios de los hombres, y esto no sólo sucede entre nosotros, sino también, como se ha dicho, entre quienes son ajenos a lo nuestro. Pues, aunque no aceptan las Escrituras, tienen doctrinas propias que aceptan con confianza5

Fuerza de la fe en situaciones diversas
4. A la verdadera fe os llama también la lectura de hoy indicándoos el camino por el que podéis agradar a Dios, pues señala que «sin fe es imposible agradarle» (Hb 11, 6). Pero, ¿cómo se resolverá el hombre a servir a Dios si no cree en él como remunerador? ¿Cómo mantendrá una muchacha su propósito de virginidad o será casto un joven si no creen en la corona inmarcesible de la castidad? La fe es el ojo que ilumina toda la conciencia y favorece la intelección, pues dice el profeta: «Si no creéis, no entenderéis»6La fe, según Daniel, cierra la boca de los leones (cf. Hb 11, 33), pues de él dice la Escritura: «Sacaron a Daniel del foso y no se le encontró herida alguna, porque había confiado en su Dios» (Dn 6, 24).
¿Hay acaso algo más terrible que el diablo? Pues contra él no tenemos otra clase de armas que la fe (cf. 1P 5, 9): un escudo incorpóreo frente a un enemigo invisible, que lanza múltiples venablos y acribilla con saetas a quienes, en la noche oscura, no están vigilantes. Pero, aunque reine la oscuridad y el enemigo no esté a la vista, tenemos como armadura la fe, como dice el Apóstol: «embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno» (Ef 6, 16). A menudo lanza el diablo el dardo encendido del deseo voluptuoso, pero la fe lo extingue iluminando nuestro juicio y aligerando nuestra mente7

La fe en la historia de Abraham, Padre de las naciones
5. Muy ampliamente podría hablarse de la fe y nunca habría tiempo suficiente para terminar de hablar de ella. Pero, de las figuras de la antigua Ley, nos bastará con Abraham, puesto que hemos sido adoptados como hijos también por su fe (cf. Rm 4, 11 b). El no fue justificado sólo por sus obras, sino también por su fe (St 2, 24; cf. 2, 14-26)8 Pues había hecho muchas cosas correctamente, pero nunca había sido llamado «amigo de Dios» hasta después de que creyó9, y toda su actuación alcanzó su consumación mediante la fe. Por la fe abandonó a sus parientes; por la fe dejó patria, región y casa (Hb 11, 8-10). Y, como él fue justificado, también tú serás justificado10 Su cuerpo estaba ya agotado, pero así habría de recibir posteriormente hijos: siendo él mismo anciano, tenía una esposa anciana, Sara, pero ya sin esperanza de hijos. Pues bien, es a este anciano a quien Dios promete una futura prole. Pero él «no vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor» (Rm 4, 19), sino que atendió al poder del que se lo prometía, «pues tuvo como digno de fe al que se lo había asegurado» (Hb 11, 11). Por ello, como de unos cuerpos muertos y en contra de lo pensado, recibió un hijo (cf. Hb 11, 12; Rm 4, 18-22). Después, al recibir la orden de ofrecer el hijo recibido (Gén 22), a pesar de que había oído aquello de «por Isaac llevará tu nombre una descendencia» (Gn 21, 12b), ofreció a su hijo único a Dios, pues «pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos» (Hb 11, 19). Y después de haber atado a su hijo y colocarlo sobre la leña, lo sacrificó ciertamente en su voluntad, pero recobró vivo a su hijo por la bondad de Dios que en el mismo lugar puso un cordero que sustituyera a su hijo. Y así, teniendo verdaderamente fe, «recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que poseía siendo incircunciso» (Rm 4, 11, que utiliza Gn 17, 11), una vez aceptada la promesa de que se convertiría en padre de muchas naciones (cf. Gn 12, 2-3); 15, 5, 18; 17, 5; Rm 4, 11)11
6. Veamos ahora cómo Abraham fue padre de muchas naciones. Claramente lo es de los judíos, según la descendencia de la carne. Pero si, al explicar la profecía, atendiéramos a la descendencia carnal, nos veríamos obligados a entender equivocadamente el oráculo; pues no es, según la carne, padre de todos nosotros. Sin embargo, el ejemplo de su fe nos hizo a todos hijos de Abraham (cf. Rm 4, 12). ¿Por qué así? Entre los hombres es increíble que alguien resucite de entre los muertos, del mismo modo que es igualmente increíble que brote descendencia de un seno estéril. Pero cuando se anuncia que Cristo, que fue crucificado en el madero, resucitó de entre los muertos, lo creemos. Por la semejanza de la fe llegamos a ser hijos adoptivos de Abraham. Y entonces, después de la fe, recibimos el sello espiritual. Somos circuncidados en el lavatorio por medio del Espíritu Santo, pero no en el prepucio sino en el corazón, según lo que afirma Jeremías: «Circuncidaos para Yahvé y extirpad los prepucios de vuestros corazones» (Jr 4, 4) o, según el Apóstol, de quien son estas expresiones: «Por la circuncisión en Cristo... Sepultados con él en el bautismo» (Col 2, 11-12), etc.

De nuevo, la fuerza de la fe
7. Si guardamos esta fe, nos veremos libres de la condenación y adornados de todo género de virtudes. Pues la fe tiene poder para mantener a los hombres andando sobre las aguas. Pedro era un hombre semejante a nosotros, formado de carne y sangre y que se alimentaba con los mismos alimentos. Pero cuando Jesús le dijo: «Ven», por la fe «se puso a caminar sobre las aguas» (Mt 14, 29-31), teniendo sobre ellas en la fe un cimiento más firme que cualquier otro; el peso del cuerpo era suprimido por la agilidad de la fe. Y mientras creyó, anduvo con paso firme sobre las aguas; pero cuando dudó, comenzó a hundirse (14, 30). Al alejarse y disminuir poco a poco la fe, era arrastrado hacia el fondo. Cuando Jesús se dio cuenta de la dificultad, él, que es capaz de curar las aflicciones íntimas del alma, exclamó: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» (14, 31). Y con la fuerza de él, que le cogió la mano derecha, con lo que recobró la fe, llevado de esta mano por el Señor, continuó como antes andando sobre las aguas. Indirectamente habla de esto último el Evangelio cuando señala: «Subieron a la barca...» (14, 32). No dice que Pedro subiera después de nadar, sino que nos insinúa que el espacio que recorrió hasta Jesús lo hizo andando y, tras recorrerlo de nuevo, subió a la barca.
8.La fe tiene tanta energía como para no sólo salvar a quien cree, sino para que se salven unos por la fe de otros. Pues no tenía fe aquel paralítico de la ciudad de Cafarnaún, pero sí tenían fe quienes lo transportaban o introdujeron a través del tejado. El alma del enfermo sufría juntamente con el cuerpo la enfermedad. No creas que temo que él me acuse, pues el mismo Evangelio dice: «Viendo Jesús», no la fe de él, sino «la fe de ellos, dice al paralítico: Levántate»12 Los que lo llevaban (al paralítico) eran quienes creían y la curación sobrevino al que estaba paralítico13

Algunos se han salvado por la fe de otros
9. ¿Quieres conocer todavía con mayor seguridad que algunos se salvan por la fe de otros?: Murió Lázaro y habían pasado un día, un segundo día y un tercero; al muerto se le habían debilitado los nervios y la putrefacción ya hacía mella en el cuerpo. ¿Cómo podía creer un muerto de cuatro días y suplicar para sí un libertador? Pero lo que en vida le faltó al difunto, lo suplieron sus hermanas. Pues una de ellas, al llegar el Señor, se inclinó a sus pies y, cuando él dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» y ella respondió: «Ya hiede de cuatro días», él exclamó: «Si crees, verás la gloria de Dios» (Jn 11, 17 ss). Es como si dijera: haz tú las veces del muerto en lo que respecta a la fe. Y tanto pudo la fe de las hermanas como para sacar al muerto de las fauces del hadeas. Así, pues, teniendo fe unos por otros, pudieron resucitar muertos. Y tú, teniendo fe para ti mismo, ¿no sacarás un provecho mucho mayor? Pero si no tienes ninguna fe, o la tienes escasa, clemente es el Señor para volverse propicio hacia ti cuando te conviertes. Con sencillez y de corazón, di simplemente: «Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad» (Mc 9, 23). Pero si crees que tienes fe, aunque todavía de modo imperfecto, es necesario que tú también digas con los Apóstoles: «Señor, auméntanos la fe» (cf. Lc 17, 5). Pues ya tienes algo en ti, pero recibirás algo de lo mucho que en él se contiene.

La fe «objetiva» junto con la fe como actitud
10. Por su nombre la fe es única, pero es en realidad de dos clases. Hay una clase de fe que se refiere a los dogmas, que incluye la elevación y la aprobación del alma con respecto a algún asunto. Ello reporta utilidad para el alma, como dice el Señor: «El que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio» (Jn 5, 24) y, además: «El que cree en él (en el Hijo), no es juzgado» (Jn 3, 18), «sino que ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5, 24)14 ¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los justos agradaron a Dios con el trabajo de muchos años. Pero lo que ellos consiguieron esforzándose en un servicio a Dios durante largo tiempo, esto te lo concede a ti Jesús en el estrecho margen de una sola hora. Si crees que Jesucristo es Señor (Cf. Rm 10, 9; Flp 2, 11) y que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo (Rm 10, 9; cf. Rm 1, 4 ss; cf. 1Co 12, 3) y serás llevado al paraíso por quien en él introdujo al buen ladrón (Lc 23, 43). Y no desconfías de que esto pueda hacerse, pues el que salvó en este santo Gólgota al ladrón tras una fe de una sola hora, ese mismo te salvará a ti también con tal de que creas.

Los carismas que brotan de la fe
11. Pero hay otra clase de fe, que es dada por Cristo al conceder ciertos dones. «Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones...» (1Co 12, 8, 9). Esta fe, dada como una gracia por el Espíritu, no es sólo dogmática, sino que crea posibilidades que exceden las fuerzas humanas. Pero quien tenga esta fe, dirá «a este monte: "Desplázate de aquí allá", y se desplazará» (Mt 17, 20). Y cuando alguno, al decir esto mismo, «crea que va a suceder lo que dice» «y no vacile en su corazón» (Mc 11, 23), recibirá aquella gracia. De esta fe se dice: «Si tuviereis fe como un grano de mostaza» (Mt 17, 20). Pues el grano de mostaza es de un volumen muy reducido, pero dotado de una fuerza como fuego y, sembrado en un espacio estrecho, hace crecer grandes ramas y se desarrolla, pudiendo albergar a las aves del cielo (cf. Mt 13, 32). Del mismo modo, también la fe obra grandes cosas en el alma en rapidísimos instantes. Pues, una vez que se le ha infundido la luz de la fe, se hace una imagen acerca de Dios y piensa en cómo es en la medida en que puede entenderlo. Abarca los extremos de la tierra y, antes de la consumación de este mundo, ya ve el juicio y la concesión de los bienes prometidos. Ten, pues, esta fe que está en ti y a él se refiere, para que también de él recibas la que está en él y que actúa por encima de las fuerzas humanas15

La confesión de la fe en el Símbolo
12. Al aprender y confesar la fe16, debes abrazar y guardar como tal sólo la que ahora te es entregada por la Iglesia con la valla de protección de toda la Escritura. Pero, puesto que no todos pueden leer las Escrituras —a unos se lo impide la impericia y a otros sus ocupaciones—, para que el alma no perezca por la ignorancia, compendiamos en pocos versículos todo el dogma de la fe. Quiero que todos vosotros lo recordéis con esas mismas palabras y que os lo recitéis en vuestro interior con todo interés, pero no escribiéndolo en tablillas, sino grabándolo de memoria en tu corazón17 Y cuando penséis en esto meditándolo, tened cuidado de que en ninguna parte nadie de los catecúmenos escuche lo que se os ha entregado.
Os encargo de que esta fe la recibáis como un viático para todo el tiempo de vuestra vida y que, fuera de ella, no recibáis ninguna otra: aunque nosotros mismos sufriésemos un cambio, y hablásemos cosas contrarias a lo que ahora enseñamos o aunque un ángel contrario, transformado en ángel de luz (cf. 2Co 11, 14), quisiera inducirte a error. Pues «aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!» (Ga 1, 8)18
La fe que ahora estáis oyendo con palabras sencillas, retenedla en vuestra memoria; considera cuando sea oportuno, a la luz de las Sagradas Escrituras, el contenido de cada una de sus afirmaciones. Esta suma de la fe no ha sido compuesta por los hombres arbitrariamente, sino que, seleccionadas de toda la Escritura las afirmaciones más importantes, componen y dan contenido a una única doctrina de la fe19 Y así como la semilla de mostaza desarrolla numerosos ramos de un grano minúsculo, también esta fe envuelve en pocas palabras, como en un seno, todo el conocimiento de la piedad contenido tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Así, pues, hermanos considerad y conservad las tradiciones que ahora recibís y grabadlas en la profundidad de vuestro corazón (cf. 2Ts 2, 15).
En este momento parece entregar Cirilo el Símbolo, pero se transcribe al terminar totalmente la catequesis y aparte. El Símbolo jerosolimitano no se encuentra directamente en el texto de las catequesis.

Guardar celosamente la fe que se entrega en el Símbolo
13. Vigilad piadosamente que en ninguna parte el enemigo asalte a ninguno por estar pasivo o perezoso; que ningún hereje corrompa nada de lo que os ha sido entregado. Porque la fe20 es como plata que os habíamos prestado y que se devuelve al prestamista. Pero Dios os pedirá razón del depósito. Os «conjuro», como dice el Apóstol, «en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, a que conservéis sin mancha esta fe que os ha sido entregada hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo»21
«Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén». (1Tm 6, 15-16)

Notas

1 El tema de esta catequesis suele definirse como «sobre la fe y el símbolo», pero con frecuencia se le llama «Sobre la fe». Un símbolo en uso en la Iglesia de Jerusalén se transcribe tras la presente catequesis.
2 Cf. 1Co 4, 2-4.
3 Prov 17, ó, según la versión de los Setenta
4 Las lineas que siguen tienen como objetivo más directo explicar que también existe una fe humana, en los contratos, etc., que es utilizada aquí para dar una idea explicativa de lo que puede ser la fe en el ámbito cristiano. Todo el resto del párrafo 3 deja entrever, por otra parte, con bastante claridad la conciencia de distinción que existe entre el cristiano y los que viven fuera de la Iglesia.
5 Doctrinas filosóficas, religiones, sectas, etc.
6 Cf. Is 7, 9, versión de los Setenta. Sobre la dificultad del versículo, , es muy útil, de modo resumido, la nota de la Biblia de Jerusalén. A un teólogo la versión de los LXX, utilizada aquí por Cirilo, le recuerda inevitablemente el planteamiento del teólogo medieval Anselmo de Canterbury sobre la fe como medio que posibilita la penetración en el misterio de Dios (Fides quaerens intellectum).
7 Vid. procat, n. 10, y cat. 16, n. 19.
8 Sobre el tema de la justificación por la fe es determinante, dentro del canon neotestamentario, la amplísima exposición de Pablo en Rom (el núcleo de la carta es tal vez 3, 21-32) y Gál. La exposición de St 2, 14-26 necesita una adecuada exégesis y es, en parte, una respuesta a las exageraciones de ciertos seguidores de Pablo para quienes serían innecesarias las obras de vida eterna, necesaria manifestación de la fe que en rigor, es la única realidad que justifica al hombre. Sobre el tema son muy interesantes los trabajos de O.H. Pesch y F. Mussner contenidos en la exposición de la dogmática Mysterium Salutis, t. IV/2, Madrid 2 1984
9 Gn 15, 6: «Y creyó él en Yahvé, el cual se lo reputó por justicia».
10 Rm 4, 23: «Y la Escritura no dice solamente por él que le fue reputado, sino también por nosotros, a quienes ha de ser imputada la fe...». Sobre los acontecimientos del AT como figura o «tipo» de las realidades cristianas, cf 1Co 10, 1-13.
11 Toda la concepción de Pablo sobre la fe de Abraham tiene relación con el proceso de fe del cristiano. Si se atiende a Rom 4, se observa que como Abraham, el cristiano recibe, en el kerigma y en el proceso de catequización conducente al bautismo, una promesa a la que, como Abraham, responde con la fe. La circuncisión que Abraham recibe cuando en él ha quedado suficientemente probada la fe, es imagen es decir, también «sello» (el sfragis del N T y de las catequesis de Cirilo) del signo bautismal o del «carácter» sacramental del bautismo, del que ya tantas veces se ha hablado. En el fondo, el proceso de cristianización del hombre hasta que en él se hace activo el sello del bautismo, no es más rápido que el hábito maduro de la fe en Abraham.
12 Mt 9, 2. En realidad, en el versículo mencionado las palabras de Jesús al paralítico son: «¡Animo, hijo, tus pecados te son perdonados!» Las palabras «Levántate, vete a tu camilla y vete a tu casa» aparecen en el v. 6, tras la controversia de Jesús con los circunstantes.
13 No todos los códices parecen atribuir el párrafo 8 al texto de las catequesis de Cirilo de Jerusalén, sino, al menos en parte del párrafo, a un comentario de Cirilo de Alejandría al cuarto evangelio. Pero aquí se transcribe el párrafo siguiendo el estado del texto tal como aparece en PG 33, 515 (cf ibid, nota 1).
14 Cuando Cirilo ha indicado que «hay una clase de fe que se refiere a los dogmas», esa fe está concebida como el acto por el que quien cree se pone confiadamente en manos de Dios y acepta todo lo que él manifiesta, además de que le confía su existencia. Este segundo aspecto queda subrayado por las tres citas del evangelio de Juan que aparecen poco más abajo. En el párrafo 11 se entenderá por fe, aunque emparentado con la anterior, más bien el hecho de que Dios reparte gratuitamente sus dones para bien de todos. Estos y otros aspectos brotan del tronco único de la fe.
15 El lenguaje de la catequesis parece como si diese a entender que los carismas, tal vez por lo que a menudo tienen de extraordinario, son como «más difíciles» y como si dependiesen de Dios en mayor medida que la «fe dogmática>. Naturalmente, esto necesitaría mayor precisión de lenguaje.
16 Aquí por «la fe» debe entenderse el Credo o símbolo de la fe que debe memorizarse para la redditio o devolución.
17 La prohibición de la escritura material del Credo, insistida con frecuencia en los primeros siglos del cristianismo, se hacia para evitar que cayese en manos paganas. El contenido del credo formaba parte también de la disciplina del arcano y tampoco debía mostrarse siquiera a los catecúmenos, considerados aquí como tales quienes no habían llegado a las catequesis sobre el Símbolo.
18 «Anatema», puede significar «diana de maldición». Cirilo añade «para vosotros» (:«... sea anatema para vosotros»). Pablo insiste machaconamente en la idea en 1, 9.
19 Puede entenderse también «enseñanza de la fe», con lo que parece entenderse claramente que el credo y la dogmática son fuente de enseñanza, didaskalia, de la fe.
20 Puede entenderse tal vez «el Símbolo de fe» o el Credo, pero quizá más bien la proclamación del Credo como profesión de la fe que se ha llegado a tener.
21 Cita de sobre todo 1Tm 6, 13-14, pero el «conjuro» pertenece a 5, 21 y el «conservéis», en plural, es una adaptación a la pluralidad de oyentes de la catequesis. La «Manifestación» (epifaneia) es un término para expresar la venida en gloria de Jesucristo al final de la historia, que Pablo y amplios círculos de la primera Iglesia creían tal vez cronológicamente próxima.

SÍMBOLO JEROSOLIMITANO

La fe santa y apostólica, entregada a los que han de ser iluminados para que la confiesen1
I. Creemos2 en un solo Dios3, Padre4 todopoderoso5, autor del cielo y de la tierra6, de todo lo visible y lo invisible7
II. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios8, nacido del Padre y Dios verdadero antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho9
III. Que vino en carne10 y se hizo hombre de una Virgen y por obra del Espíritu Santo11
IV. Fue crucificado y sepultado12
V. Resucitó al tercer día13
VI. Y ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre14
VII Y ha de venir en gloria15 a juzgar a vivos y muertos16: su reino no tendrá fin17
VIII. Y en el Espíritu Santo Paráclito18, que habló por los profetas19
IX Y en un bautismo de conversión20 para el perdón de los pecados.
X. Y en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica21
XI. Y en la resurrección de la carne22
XII. Y en la vida eterna23

Notas

1 Este Símbolo de la fe o Credo está deducido de distintos lugares de las catequesis de Cirilo. Es el resultado de la elaboración que se explica en Migne PG 33, 533-535. Sobre los avatares redaccionales de la presente versión, cf ibid., 523-531. La denominación de «apostólica» manifiesta que los contenidos de la fe que aquí se expresan coinciden, aunque la formulación pueda parecer distinta, con los que los apóstoles predicaron. Se respetan también aquí las citas bíblicas añadidas en Migne, salvo algún retoque secundario.
2 Cf Jn 14, 1.
3 Is 45, 18; 1Co 8, 6.
4 Rm 8, 15-16.
5 Por ej., Jr 32, 19.
6 Cf. Sal 136. Gn 1, 1-2, 25 contiene los dos relatos clásicos de la creación.
7 Cf. Col 1, 16.
8 Jn 1, 18; 3, 16.
9 Especialmente ilustrativo es Jn 1, 1-2;cf. 1Jn 1, 1.
10 1Jn 4, 2.
11 Cf Lc 1, 35.
12 Cf 1Co 15, 3-4. Los expertos están en general de acuerdes en que muy probablemente 1Co 15, 3-4 transcribe una confesión de fe anterior a la redacción de la carta. De ello se deduciría con claridad que data de los más antiguos tiempos de la Iglesia la costumbre de fijar o de reunir en los credos o símbolos de la fe («símbolo» = concepto = reunión o compendio) las afirmaciones cristianas esenciales.
13 Aparte de los relatos evangélicos, cf. 1Cor 15.
14 Mc 16, 19. Cf Hch 1, 9.
15 Mt 25, 31.
16 Cf. 1Ts 4, 16-17.
17 Cf. Lc 1, 32.
18 Jn 16, 5-15.
19 2P 1, 19-21.
20 El sentido de «un bautismo» es en estos credos antiguos el de «un único» o «un solo bautismo». La idea que con esta unicidad se expresa es que el bautismo no puede recibirse más que una vez, aunque se hubiere caído posteriormente en la herejía. Fue un grave problema de la Iglesia antigua, ante el que ésta decidió con claridad la unicidad del bautismo. «Bautismo de conversión» o de penitencia expresa que el bautismo significa y sella eficazmente la conversión del hombre.
21 Las llamadas «cuatro notas» o características de la Iglesia.
22 De nuevo, I Cor 15.
23 La expresión «vida eterna», aplicada a la vida del mundo futuro, aparece con frecuencia en el NT: por ejemplo, Mt 25, 46; cf. Jn 5, 29; I Cor 15.