Padres de la Iglesia

SAN JUAN CRISÓSTOMO

Catequesis 6

"Del mismo autor1, continuación para los que van a ser iluminados, y clara explicación de lo que en el divino bautismo se realiza de modo simbólico y en figura" 2.

La extraordinaria generosidad de Dios

1. Pues bien, conversemos un poquito nuevamente con los que se han inscrito en la propiedad de Cristo, y mostrémosles tanto el poder de las armas que están a punto de recibir como la inefable bondad que en favor del género humano muestra el Dios amador de los hombres, y así podrán acercarse con gran fe y plena seguridad, y gozar con más abundancia de su generosidad. Pues considera, querido, el exceso de su bondad ya desde los mismos comienzos. Efectivamente, si juzga dignos de don tan grande a los que aún no han trabajado, ni han mostrado nobleza alguna, y si perdona las faltas cometidas en todo tiempo; si vosotros, bien dispuestos después de tanta generosidad, queréis contribuir con lo que está en vuestras manos, ¿de qué recompensa no es de razón que seáis considerados dignos por parte de ese Dios de bondad?
2. Ciertamente, en los asuntos humanos, jamás se pudo ver algo parecido, al contrario, muchos, después de numerosos trabajos y de sufrimientos soportados con la esperanza de las recompensas, regresan a casa tantas veces con las manos vacías, bien porque aquellos de quienes se esperaba la recompensa se han vuelto ingratos para con los que han padecido tantas fatigas, bien incluso, muchas veces, porque fueron arrebatados prematuramente de en medio y no pudieron cumplir su propósito. En cambio, respecto de nuestro Señor, no sólo no es posible sospechar nada por el estilo, sino que incluso antes de comenzar nosotros los trabajos y de mostrar nuestra colaboración, ya se adelanta El a dar pruebas de su propia generosidad, con el fin de inducirnos, a fuerza de beneficios, a tener cuidado de nuestra propia salvación.

La bondad de Dios para con el primer hombre

3. Así es, pues, cómo desde el más remoto comienzo 3 Dios continuó colmando de bienes al género humano. Efectivamente, apenas formó al hombre, ya le hizo habitar en el paraíso y le obsequió con aquella vida libre de fatigas, a la vez que le permitió disfrutar de todo cuanto había en el paraíso, con la excepción de un solo árbol. Pero él, por intemperancia 4 y engañado por la mujer, pisoteó el mandato que se le había dado y atentó contra honor tan grande.
4. Sin embargo, mira también aquí la grandeza de la bondad divina para con el hombre. Efectivamente, lo justo hubiera sido que a quien tan ingrato era respecto de los beneficios con que él se había anticipado a colmarle, lo considerase indigno de todo perdón y lo dejara fuera de su Providencia. Pues bien, no sólo no hizo esto, sino que, igual que un padre tiernamente amoroso y que tiene un hijo rebelde, movido por la natural ternura de su amor, no le abruma con los reproches que su falta merece, ni tampoco le perdona del todo, sino que le reprende moderadamente para que no vaya a dar en mayor maldad, así también Dios en su bondad: cuando el hombre mostró abiertamente su desobediencia, ciertamente lo expulsó de aquel género de vida, pero, reprimiendo para en adelante su arrogancia, para evitar que cayese en rebeldía mayor, lo condenó al trabajo y al sufrimiento, poco menos que diciéndole:
5. "La gran relajación y la sobrada licencia te indujeron a tan grave desobediencia y te hicieron olvidar mis mandamientos, y el no tener nada que hacer te predispuso para pensar cosas que sobrepasan tu propia naturaleza, ya que la ociosidad enseña toda maldad 5. Por eso te condeno al trabajo y al sufrimiento, para que, mientras labras la tierra, estés constantemente recordando, no sólo tu desobediencia, sino también la miseria de tu propia naturaleza. Efectivamente, ya que soñaste fantásticas grandezas y no quisiste permanecer en tus propios límites, quiero que vuelvas de nuevo a la tierra de la que fuiste sacado, porque tierra eres -dice- y a la tierra volverás 6".
6. Y para intensificarle el dolor y hacerle sentir vivamente su caída, no le domicilió lejos, sino cerca del paraíso. Pero le cerró el paso de entrada en él, para que, viendo cada día de qué bienes fue desposeído por su propia negligencia, se aprovechase de la continua advertencia y en adelante fuera más firme en la guarda de los mandamientos recibidos. Efectivamente, mientras estamos disfrutando de los bienes, no nos damos cuenta, como deberíamos, del beneficio que se nos hace, pero, en cuanto nos vemos privados de ellos, entonces, por el nuevo hecho de la pérdida, lo sentimos mucho más y sufrimos por ello mayor dolor. Es justamente, lo que entonces sucedió al primer hombre.
7. Sin embargo, para que conozcas, no solamente la maquinación del malvado demonio, sino también la sabiduría y habilidad de nuestro Señor, considera de una parte qué es lo que el diablo quiso hacer al hombre por medio de su engaño, y de otra, qué bondad le demostró su Señor y protector. Efectivamente, aquel perverso demonio, envidioso de su estancia en el paraíso, con la esperanza de una mayor promesa le despojó incluso de lo que tenía en mano, ya que, tras empujarle a imaginarse ser igual a Dios, le condujo al castigo de la muerte. Tales son, efectivamente, sus cebos, y no sólo nos arrebata los bienes que tenemos en mano, sino que además intenta empujarnos hacia un precipicio aún mayor. En cambio, el Dios de bondad ni siquiera en tales condiciones se desentendió del género humano, sino que, mostrando al diablo lo inútil de su empresa y al hombre las pruebas de lo mucho que de él se cuida, le hizo a éste, mediante la muerte, donación de la inmortalidad. Míralo bien: aquél lo expulsó del paraíso; en cambio el Señor lo introdujo en el cielo: la ganancia supera al castigo.
8. Sin embargo, como os decía al comienzo - y por ello también me vi arrastrado a decir lo anterior - , si al que fue un desagradecido respecto de tan grandes beneficios, Dios le juzgó una vez más, digno de tan gran bondad como la suya, si vosotros los soldados de Cristo, os aplicáis con empeño a ser agradecidos por estos inefables dones recibidos y estáis en vela continua para guardarlos, ¿cuán grande no será, dime, la recompensa que de Él conseguiréis después de guardarlos? Él es, efectivamente, quien tiene dicho: Al que tiene se le dará, y le sobrará 7. Y es que quien se hace digno de lo que ya se le ha dado, justo es que disfrute también de bienes mayores.

Los ojos de la fe

9. Por consiguiente, cuantos habéis sido considerados dignos de ser inscritos en este celestial libro aportad una fe generosa y una razón firme. Efectivamente, lo que aquí acontece necesita de la fe y de los ojos del alma, para no atender sólo a lo que se ve, sino, partiendo de esto, imaginarse lo que no se ve. Porque tales son los ojos de la fe, ya que, de la misma manera que los ojos del cuerpo únicamente pueden ver lo que cae bajo el sentido, así también los ojos de la fe, pero, al contrario que aquellos, no ven nada en absoluto de lo visible, sino que ven lo invisible como si lo tuvieran ante ellos. Y es que la fe es esto: adherirse a lo que no se ve, como si estuviéramos viéndolo, pues dice: Fe es fundamento de lo que se espera, prueba de realidades que no se ven 8.
10. ¿Qué significa entonces lo que estoy diciendo, y por qué tengo dicho: no aplicar la mente a lo que se ve sin poseer ojos espirituales? Pues para que, al ver la piscina del agua y la mano del sacerdote 9 posada sobre tu cabeza, no pienses que aquélla es simplemente agua y que únicamente la mano del gran sacerdote se posa sobre tu cabeza. ¿No tenía yo razón al decir que necesitamos de los ojos de la fe en orden a creer lo que no vemos, sin la menor sospecha de materialidad? 10.
11. En realidad, el bautismo es sepultura y resurrección: Efectivamente, el hombre viejo es sepultado junto con el pecado, y resucita el nuevo, renovado a imagen de su creador 11. Nos desnudamos y nos vestimos: nos desnudamos del viejo traje, ensuciado por la muchedumbre de nuestros pecados, pero nos vestimos el nuevo, limpio de toda mancha. Pero, ¿qué estoy diciendo? Nos revestimos de Cristo mismo: Porque -dice- todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estéis vestidos 12

Finalidad y simbolismo del exorcismo

12. Mas, como quiera que ya está a la puerta el momento en que vais a gozar de tan grandes dones, ¡ea! en la medida de lo posible os enseñaremos las causas de cada uno de los actos, para que podáis saberlas y os retiréis de aquí dueños de una certidumbre mayor.
Es, pues, necesario que sepáis por qué motivo, después de la instrucción cotidiana, os enviamos a las voces de los que os exorcizan. Esto, efectivamente, no ocurre porque sí y al azar, sino que, puesto que vais a recibir de huésped al Rey celestial, por esa razón, después de nuestra amonestación, os reciben los que están designados para esto, y como quien prepara la casa para un rey que está para llegar, así ellos purifican vuestra mente mediante aquellas terribles voces con que destierran de ella toda maquinación del Maligno y la tornan digna de la presencia del Rey. Efectivamente, es imposible que un demonio, por feroz y cruel que sea, no se aparte a toda prisa de vosotros después de aquellas terribles voces y de la invocación del común Señor de todas las cosas Por otra parte, junto con esto, el acto mismo deposita en el alma una gran piedad y la conduce a una copiosa compunción.
13. Y lo admirable y paradójico es que aquí se elimina toda desigualdad y toda diferencia de honores: efectivamente, si ocurre que uno se halla investido de una dignidad mundana o envuelto por el halo de la riqueza, o se ufana de su cuna o de la gloria de su vida presente, también éste queda en las mismas condiciones que el mendigo y el andrajoso, y - como tantas veces - que el ciego y el cojo, y no se enfada por ello, pues sabe que en lo espiritual todo eso está eliminado y que sólo se busca la buena disposición del alma.
14. ¡Así de grande es el provecho que producen aquellas terribles y admirables voces e invocaciones! En cambio, el gesto de llevar descalzos los pies y de extender las manos significa algo distinto. De igual manera que los que sufren la cautividad de aca muestran también por sus gestos la tristeza del infortunio que los atenaza, así también éstos, cautivos del diablo: puesto que están a punto de ser liberados de la tiranía de éste y de entrar bajo el yugo beneficioso, comienzan por recordarse a sí mismos, por ese gesto, su anterior condición, para así poder saber de quien son liberados, pero también hacia quién se apresuran, y tener en esto mismo la base para un mayor agradecimiento y una mejor disposición.

Los padrinos en el bautismo

15.¿Queréis que además dirijamos la palabra a los que responden de vosotros, para que ellos también puedan saber de qué recompensas se hacen dignos si demuestran gran preocupación por vosotros, y qué condena se les seguirá si os descuidan? 13. Considera, querido, a los que salen fiadores de alguien en asuntos de dinero: ellos están sujetos a un peligro mayor que el mismo que ha de rendir cuentas y recibe el dinero. Efectivamente, si el que toma el préstamo se muestra bien dispuesto, aligera la carga de su fiador, pero, si en cambio resulta ingrato ¡vaya catástrofe que le prepara! Por eso cierto sabio exhorta diciendo también: Si has dado fianza, tente por deudor 14. Por consiguiente, si los que salen fiadores de alguien en asuntos de dinero ellos mismos se hacen responsables de la integridad de la suma, con mayor razón los que salen fiadores de alguien en asuntos espirituales y en el compromiso de la virtud deben dar prueba de una gran vigilancia y exhortar, aconsejar, enmendar y mostrar cariño de padres.
16. Y no vayan a pensar que lo que se hace es casual, sino sepan con toda exactitud que entrarán a la parte de la buena fama si por medio de sus personales advertencias los van llevando de la mano hacia el camino de la virtud, pero que, si son descuidados, sobre ellos caerá muy grave condena. Por esta razón, efectivamente, es también costumbre llamar a los tales padres espirituales: para que por los hechos mismos aprendan qué gran cariño deben mostrarles al instruirlos en lo espiritual. En efecto, si bueno es ir encaminando al celo de la virtud a los que nada tienen que ver con nosotros, con mucha mayor razón debemos cumplir el mandato respecto de aquel que acogemos en calidad de hijo espiritual. También vosotros, los fiadores, habéis aprendido así que no es pequeño el peligro que pende sobre vosotros si sois negligentes.

Sentido de la renuncia a Satanás

17. Pero vengamos ya a dialogar con vosotros acerca de los misterios mismos y de los pactos que van a ser concluidos entre vosotros y el Señor. Efectivamente, como en los negocios de esta vida, cuando uno quiere confiar a alguien sus asuntos es necesario que se estipulen documentos entre el que otorga la confianza y el que la recibe, de la misma manera también aquí, puesto que estáis a punto de que se os confíe de parte del Señor del universo, no unas realidades perecederas ni corruptibles ni caducas, sino espirituales y celestiales. Por esto, efectivamente, se llama fe también, puesto que nada tiene de visible y en cambio todo puede ser escrutado con los ojos del espíritu. Realmente se hace necesario que intervenga la conclusión de pactos, no en papel y con tinta, sino en Dios mediante el Espíritu, porque, efectivamente, las palabras que pronunciáis aquí se van registrando en el cielo, y los pactos que vais apalabrando permanecen imborrables en el Señor.
18. Ahora bien, vuelvo a considerar aquí el gesto de la cautividad: después de introduciros los sacerdotes, os mandan que oréis de rodillas y con las manos tendidas hacia el cielo, y así, mediante ese gesto, os recordaréis a vosotros mismos de quién sois liberados y a quién os vais a consagrar. Luego el sacerdote va pasando junto a cada uno de vosotros y os pide vuestros pactos y vuestras confesiones 15, y os dispone para pronunciar aquellas terribles y espantosas palabras: "¡Renuncio a ti, Satanás!".
19. Ahora me vienen ganas de llorar y de gemir con fuerza, pues me acuerdo del día en que yo mismo fui también considerado digno de pronunciar esta palabra, y al calcular el peso de los pecados que he ido acumulando desde entonces hasta ahora, se me confunde la mente y mi razón siente la mordedura de ver cuánta vergüenza he derramado sobre mí por mi negligencia después de aquello. Por eso también os exhorto a todos vosotros a que demostréis para conmigo un poco de generosidad y, puesto que vais a encontraros con el Rey - Él os recibirá, efectivamente, con gran efusión, os revestirá la túnica regia y os deparará cuantos y cuales dones queráis, con tal que busquemos solamente lo espiritual - , pedid una gracia también para nosotros: que no nos pida cuentas de nuestros pecados, antes bien, que nos dé su perdón y en adelante nos haga dignos de su auxilio. Mas no dudo de que lo haréis, pues amáis tiernamente a vuestros maestros.
20. Pero bueno, atengámonos al hilo de nuestro discurso. Entonces, pues, el sacerdote os dispondrá para que digáis: "¡Renuncio a ti, Satanás, a tus pompas, a tu culto y a tus obras!". ¡Pocas palabras, pero de una fuerza enorme! Efectivamente, los ángeles que os asisten y las potestades invisibles, gozosos por vuestra conversión, recogen las palabras que salen de vuestra lengua y las suben al común Señor de todas las cosas, y entonces las escriben en los libros celestiales.
21. ¿Ves cómo son los documentos de los pactos? Efectivamente, después de renunciar al Maligno y a todo lo que interesa al Maligno, de nuevo el sacerdote os manda decir: "¡Y me adhiero 16 a ti, Cristo!" ¿Viste mayor exceso de bondad? Aunque de ti no ha recibido más que las palabras te confía un tesoro tan grande de realidades y se olvida de toda ingratitud anterior y no te recuerda tu pasado, antes bien, se contenta con estas breves palabras.

Unción y bautismo de los catecúmenos

22. Luego, después de este pacto, de esta renuncia y de esta incorporación 17, puesto que confesaste su soberanía y mediante las palabras de tu lengua te incorporaste a Cristo, ahora, como a un soldado y como a uno alistado para el estadio espiritual, el sacerdote te unge la frente con el crisma espiritual y te estampa el sello mientras dice: "Fulano es ungido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"
23. Sabe, en efecto, que desde ahora el enemigo está loco furioso, rechina los dientes y anda rondando como león rugiente 18, al ver a los que antes se hallaban bajo su tiranía rebelados en masa y no sólo desertando de él, sino pasándose a Cristo y demostrando su incorporación a Él, y por eso el sacerdote les unge sobre la frente y les estampa el sello, para que aquél desvíe su mirada. Efectivamente, aquél no se atreve a mirar de frente si ve el resplandor que irradia de allí y que le deslumbra los ojos. Y es que, desde ese momento, se entabla una lucha y una oposición del uno contra el otro, y por esa razón, como atletas de Cristo, os introduce en el sentido espiritual por medio de la unción.
24. Luego, después de esto y cuando ya es de noche, el sacerdote os hace desnudar por completo y, como quien va a introduciros en el mismo cielo por medio de lo que se está realizando, dispone que todo vuestro cuerpo sea ungido con aquel aceite espiritual, de tal modo que todos vuestros miembros queden robustecidos y se hagan invulnerables a las flechas que dispara el enemigo.
25. Así pues, tras esta unción, os hace bajar a las aguas sagradas y al mismo tiempo entierra al hombre viejo y resucita al nuevo, renovado a imagen del que lo creó. Entonces justamente, por medio de las palabras y de la mano del sacerdote, sobreviene la presencia del Espíritu Santo 19, y en lugar del anterior, surge otro hombre limpio de toda mancha de pecado, desnudo del antiguo vestido del pecado y revestido con el traje regio.
26. Y para que también de aquí aprendas que la substancia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es una sola, la administración del bautismo se hace de la siguiente manera. Mientras el sacerdote pronuncia las palabras: "Fulano es bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", por tres veces le sumerge y le saca la cabeza, y así, mediante este misterioso rito, le dispone a recibir el descenso del Espíritu Santo sobre él. Y es que, en realidad, no es el sacerdote sólo quien le toca la cabeza, sino también la diestra de Cristo. Y esto se demuestra también por las propias palabras del que bautiza, porque no dice: "Yo bautizo a Fulano", sino: "Fulano es bautizado", con lo cual demuestra que él es únicamente ministro de la gracia y que se limita a prestar su propia mano, ya que para esto ha sido ordenado de parte del Espíritu Santo. Ahora bien, quien realiza todo es el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo: la indivisible Trinidad. Por consiguiente, la fe en ésta nos agracia con el perdón de los pecados, y esta confesión es la que nos hace el regalo de la adopción filial.
27. Y en cuanto a los actos que siguen, se bastan para enseñarnos de quiénes fueron liberados y qué bienes han alcanzado los que se consideró dignos de esta misteriosa iniciación. Efectivamente, apenas emergen de aquellas sagradas aguas, todos los presentes los abrazan, los saludan, los besan, los felicitan y comparten su alegría, porque los que antes eran esclavos y cautivos, de repente son libres e hijos, y son convidados a la mesa del Rey.
Efectivamente, tan pronto como salen de allí, se los conduce a la mesa terrorífica 20 que rebosa de bienes, y gustan el cuerpo y la sangre del Señor, y se convierten en morada del Espíritu Santo, y caminan como quienes se han revestido de Cristo mismo, pues en todas partes se muestran como ángeles terrestres y deslumbran a los mismos rayos del sol.

Exhortación final

28. Todo esto no os lo he anticipado en vano y sin razón en mi enseñanza a vuestra caridad 21, sino más bien para que, antes de gustarlo, en alas de la esperanza vayáis catando el inmenso goce, adquiráis un espíritu digno de lo que está sucediendo y, como exhortó el bienaventurado Pablo, penséis en las cosas de arriba 22 y trasladéis vuestra reflexión de la tierra al cielo, de las cosas visibles a las que no se ven, ya que éstas las vemos con los ojos espirituales más claramente que se ve con los ojos sensibles.
29. Mas, como quiera que os halláis cerca de los regios umbrales y estáis a punto de llegaros al trono mismo en que se sienta el Rey que distribuye los dones, mostrad una generosidad total en vuestras peticiones, y no pidáis nada de terrestre, nada de humano, sino haced peticiones dignas del que da. Por consiguiente, al salir de aquellas aguas divinas y mostrar por medio de ese gesto el símbolo de la resurrección, pedidle que sea vuestro aliado para que podáis demostrar vuestro empeño en guardar los dones que os ha hecho y os tornéis invulnerables a las asechanzas del Maligno. Abogad por la paz de las iglesias, suplicad por los que andan todavía extraviados, prosternaos por los que están en pecado, y así nosotros seremos considerados dignos de algún perdón. Efectivamente, el que os ha comunicado confianza tan grande, os ha inscrito entre sus primeros amigos y os ha elevado a la adopción filial, a vosotros que antes erais cautivos y esclavos y privados de toda confianza, no se negará a vuestras peticiones, antes bien, os otorgará todo, con lo cual, incluso en esto, imitará su propia bondad.
30. Y sobre todo, de esta manera os lo ganaréis para una mayor benevolencia. Efectivamente, cuando vea el cuidado tan solícito que tenéis de los que son vuestros miembros 23 y vuestra preocupación por la salvación de los demás, también por esto os juzgará dignos de una confianza mayor, pues, efectivamente, nada le alegra tanto como el que seamos compasivos con nuestros miembros, demos pruebas de vivo afecto para con los hermanos y tengamos gran preocupación por la salvación del prójimo.
31. Así pues, queridos, sabedores de esto, disponeos con alegría y alborozo espiritual a recibir la gracia, para que también vosotros gustéis sin tasa el don bautismal, y todos a una demos pruebas de una conducta digna de la gracia, y merezcamos alcanzar los bienes eternos e inefables, por la gracia y la bondad de nuestro Señor Jesucristo, por medio del cual se dé al Padre, juntamente con el Espíritu, la gloria, la fuerza, el honor, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Notas

1 Es la segunda Catequesis prebautismal editada por WENGER (op. cit. pp. 133 - 150, de la que traduzco), y probablemente la última de la serie que tuvo san Juan Crisóstomo por la Pascua de 390, pues presenta numerosas semejanzas con la tercera y cuarta editadas por Papadopoulos (cf. WENGER, Introd, p. 40); como en las anteriores, tampoco el título es el de Crisóstomo, y resulta difícil de señalar su procedencia (cf. amplios datos en la larga nota 1 de WENGER, p. 133).
2 He traducido "en figura" el adverbio Typikos, según la acepción que da al vocablo E. AUERBACH, Figura, en "Studi su Dante", Milán 1963, p. 176ss.
3 Así traduzco la expresión redundante anothen kai ex arches.
4 Traduzco así el término akrasía, siguiendo a WENGER (P. 135, n. 1): no se trata de una imperfección o flaqueza de la naturaleza, como interpretan Ireneo o Gregorio de Nisa desde una filosofía ajena a san Juan Crisóstomo; para éste es mera intemperancia del vientre (cf. Hom. I in Genes.: PG 53, 23 C).
5 Si 33, 28
6 Gn 3, 19
7 Mt 25, 29.
8 Hb 11, 1.
9 Wenger (p. 138, n. 3) hace notar con razón la dificultad para identificar al ministro de los diversos ritos bautismales: hieréus, como el latín sacerdos, puede designar tanto al presbítero como al obispo (éste designado quizás con archiereus, sumo sacerdote, pontífice).
10 En la traducción de esta frase, Wenger - a quien sigo - es más preciso y fiel al texto que Harkins; Brigatti suprime la frase entera.
11 Cf. Col 3, 9 - 10.
12 Ga 3, 27.
13 Sigo el sentido interrogativo dado por Wenger y Harkins.
14 Si 8, 13
15 Posiblemente se refiera a la profesión de fe, pero no es seguro (cf. WENGER, nota I, p. 144)
16 Literalmente: me junto contigo, me pongo a tus órdenes.
17 Cf. nota precedente.
18 Probable alusión a 1P 5, 8.
19 La terminología utilizada alude claramente a la bajada del Espíritu Santo en forma de paloma (cf. v. gr. Mt 3, 16).
20 Sobre el valor de este adjetivo, que refleja la disciplina del arcano, tan viva en tiempos de Crisóstomo, cf. WENGER, Introd. p. 71ss.
21 El término ágape lo traduzco por "caridad" muy inferior a él en valor semántico, a falta de otro mejor.
22 Col 3, 2
23 Alusión evidente al cuerpo místico de Cristo; cf. 1Co 12, 12 ss