Padres de la Iglesia

SAN JUAN CRISÓSTOMO

Catequesis 3

"Del mismo. Habiendo tratado en la Catequesis anterior sobre los juramentos, pronunció ésta volviendo sobre el mismo tema, y muestra que no sólo el perjurar, sino también el jurar según ley merece castigo, y que fue provechoso el que Cristo resucitase al cabo de tres días". Insistencia sobre la necesidad de no jurar nunca1
1. ¿Verdaderamente habéis desterrado de vuestras bocas la mala costumbre de los juramentos? Porque yo no me he olvidado, ni de lo que yo mismo dialogué con vosotros, ni de lo que vosotros me prometisteis acerca de este tema. En efecto, yo disertaba, y vosotros prometíais, si no de palabra, cierto, sí al menos con vuestros elogios de lo dicho. Ahora bien, esta promesa es mejor que la hecha de palabra, pues muchas veces el que promete de palabra asiente con la lengua, pero no con la voluntad; en cambio, el que aprueba lo que se ha dicho realiza el asentimiento desde su alma. ¿En verdad, pues, habéis limpiado vuestra lengua de aquella grave mancha? ¿Entonces habéis desterrado la suciedad de vuestra sagrada alma? Yo supongo que la habéis limpiado, porque estáis a punto de recibir a un gran rey, y de saborear la abundante enseñanza espiritual de padres bastante entendidos. Por otra parte, el plazo es suficiente, y el término prefijado para la enmienda se acerca ya al final, y vosotros sois dóciles y obedientes, pues dice el Apóstol: Obedeced y someteos a vuestros dirigentes 2, y vosotros le hacéis caso en todo. Basándome en todo esto, creo que el éxito es total. Sin embargo, yo no quería suponerlo ni creerlo, sino saberlo con toda claridad, para, en tal caso, entregarme con más ardor a discursos más místicos, descargado ya de la preocupación por los juramentos: os hubiera introducido en el santuario mismo y os hubiera mostrado al Santo de los Santos con todo lo que allí se contiene: no una vasija de oro con maná 3, sino el cuerpo del Señor, el pan del cielo; os hubiera mostrado, no un arca de madera con las tablas de la ley, sino la carne irreprochable y santa que contiene al legislador en persona; os hubiera mostrado en su interior, no una oveja irreprochable degollada, sino al cordero de Dios sacrificado, mística víctima que hace temblar a los mismos ángeles cuando la miran; os hubiera mostrado, no a Aarón entrando con vestimenta de oro 4, sino al Unigénito que entra, que tiene la primicia de nuestra naturaleza 5 y que manifiesta a su Padre la grandeza de su éxito: Porque no entró Cristo -dice- en su santuario hecho de mano, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora en la presencia de Dios 6 Hay allí un velo, no tal cual lo tenía el templo judío, sino mucho más terrible. Escucha, pues, qué clase de velo es éste, para que aprendas cómo era aquel Santo de los Santos, y cómo es éste: Puesto que tenemos -dice- mucha confianza para entrar en el santuario por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros a través del velo, esto es, de su propia carne 7 ¿Ves cómo este velo es más terrible que aquél? En todo esto quería iniciaros hoy.
2. Pero, ¿qué va a ser de mí? La inquietud por los juramentos no me abandona, y me consume el alma. Y sé bien que muchos condenarán por exagerado lo que acabo de decir, al escuchar que consume mi alma, pues ellos creen que es un pecado leve: pero justo por eso yo me lamento más. Los otros pecados, efectivamente, son graves, pero también se piensa que son graves, como ocurre con el homicidio y el adulterio: son graves y se cree que son graves; en cambio, el juramento es grave, ciertamente, pero no se cree que sea grave. Por eso me lamento y tengo miedo de este pecado. Esto, en efecto, esto es lo propio de la estratagema del diablo: introducir encubierto el pecado y, como si mezclara veneno con el alimento habitual, se las ingenia para ocultar el juramento entre los preconceptos 8 de los hombres. Entonces, ¿qué? ¿Vamos a gastar para el juramento toda la enseñanza y todo el tiempo? De ninguna manera, sobre todo porque supongo a algunos de vosotros ya corregidos. Efectivamente, lo mismo que cuando salió el sembrador no toda la simiente cayó entre los espinos, ni toda entre las piedras, sino que mucha también fue a parar a la buena tierra 9, así también ahora es imposible que, después de tanta enseñanza, no haya entre tal muchedumbre nadie que pueda mostrar el fruto. Así pues, ya que se han corregido muchos, aunque no todos, repartamos también nosotros el discurso. Era, en efecto, necesario que los no corregidos tampoco escuchasen por entero las palabras misteriosas; sin embargo, en atención a los más diligentes, complaceremos a los más negligentes, para que no se vean defraudados, pues mucho mejor es complacer a éstos en atención a aquellos, que perjudicar a los más diligentes por causa de los negligentes.

El tiempo del bautismo

3. Ahora bien, quiero que recordéis la promesa que os hice en la plática anterior, pero que no he cumplido porque el discurso nos empujó hacia puntos más necesarios. ¿Qué promesa, pues, era aquélla? Intentaba yo deciros por qué razón nuestros padres, dejando correr todo el año, determinaron que éste era el tiempo oportuno para iniciar a vuestras almas en los misterios. Y decía que la observancia de este tiempo no está dada sin más y al azar. Efectivamente, la gracia es siempre la misma, y en nada la estorba el tiempo, ya que es divina; sin embargo, también la observancia del tiempo tiene algo de misterioso 11 Pues bien, ¿por qué los padres legislaron que esta fiesta fuese ahora? Ahora nuestro rey ganó la guerra contra los bárbaros: bárbaros, y más crueles que los bárbaros son, efectivamente, todos los demonios. Ahora destruyó el pecado; ahora aniquiló la muerte y sometió al diablo e hizo prisioneros. Por lo tanto, en el presente día recordamos aquellos triunfos. Por esto los padres legislaron que los regios dones se distribuyesen ahora, ya que ésta es una ley de triunfo; así obran también los emperadores paganos: nuestros días de triunfo los honran con múltiples festejos. Pero el carácter de ese honor está lleno de deshonor, porque, ¿qué clase de honor son los teatros y lo que en los teatros se hace y se dice? ¿Acaso no está todo rebosando vergüenza y gran ridículo? Este otro honor, en cambio, es digno de la munificencia del que honra. Por eso legislaron que fuese ahora, por valerse de este tiempo para hacerte recordar la victoria del Señor, para que en las fiestas de la victoria haya algunos que lleven los vestidos resplandecientes y entren en la estima del rey. Pero no solamente por esto, sino, además, para que también durante este tiempo te unas al Señor.

Bautismo y cruz

Él fue -dice- crucificado en el madero 12: crucifícate tú mediante el bautismo, pues cruz -dice- es el bautismo, y muerte, pero muerte del pecado y cruz del hombre viejo 13
4. Escucha, pues, lo que dice Pablo, cómo declara ambas cosas acerca del bautismo, a saber: que es muerte del pecado y cruz: ¿O ignoráis que todos cuantos fuisteis bautizados en Cristo, fuisteis bautizados en su muerte? 14 Y de nuevo: Nuestro viejo hombre fue crucificado junto con Él, para que sea anulado el cuerpo del pecado 15 Sin duda, para que, al escuchar "muerte" y al oír "cruz", no tengas miedo, añadió que la cruz es muerte del pecado. ¿Ves de qué manera el bautismo es cruz? Pues sabe que Cristo también llamó bautismo a la cruz, dándote y tomando en cambio el nombre del bautismo. Tu bautismo lo llamó cruz. "Mi cruz -dice- la llamo bautismo" ¿Y dónde dice esto? Un bautismo tengo, para ser bautizado, que vosotros no conocéis 16 ¿Y de dónde sacamos la evidencia de que está hablando de la cruz? Se le acercaron los hijos de Zebedeo, o mejor, la madre de los hijos de Zebedeo, que dijo: Di que estos dos hijos míos se sienten, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda en tu reino 17 Es la petición de una madre, aunque desatinada. ¿Y qué responde Cristo? ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, y ser bautizados con el mismo bautismo con que yo soy bautizado? 18 ¿Estás viendo cómo llamó bautismo a la cruz? ¿De dónde resulta esa evidencia? ¿Podéis -dice- beber el cáliz que yo he de beber? Llama cáliz a su pasión, y por eso dice: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz 19 ¿Ves cómo llamó bautismo a la cruz y cáliz a la pasión? Ahora bien, los llamó así, no porque Él mismo se purificara (¿cómo iba a hacerlo, efectivamente, el que no hizo pecado, ni hubo engaño en su boca 20?) sino porque la sangre que de allí corría purificaba al universo entero. Y por esta razón dice también Pablo: Si fuimos plantados juntamente con Él, a la semejanza de su muerte, por medio del bautismo... 21 No dijo: en la muerte, sino: a la semejanza de su muerte: muerte es aquélla, efectivamente, y muerte es ésta pero no de lo mismo: la una, del cuerpo; la otra, del pecado. De ahí la semejanza de la muerte.

Sepultura y resurrección de Cristo

5. Entonces, ¿qué? ¿Solamente morimos con el Señor, y solamente en las cosas tristes nos unimos a Él? Ante todo: ni siquiera eso es triste, el tener parte en la muerte del Señor. Sin embargo, espera un poco y verás que también tienes parte con Él en las cosas provechosas: Si efectivamente morimos con Él -dice- , creemos que también viviremos con Él 22 Sí, en el bautismo y al mismo tiempo están juntas sepultura y resurrección: deja abajo al hombre viejo, y toma el nuevo y resucita, como Cristo resucitó por la gloria del Padre 23 ¿Estás viendo cómo nuevamente habla de la resurrección? Mas, ¿por qué razón nuestra resurrección, nuestra sepultura y nuestra muerte se dan al mismo tiempo (a la vez, efectivamente, somos sepultados y resucitamos), y en cambio la del Señor se retardaba tanto? Resucitó, en efecto, al cabo de los tres días. ¿Por qué, pues, nuestra resurrección es instantánea, y en cambio la del Señor más lenta? Sí, lo fue, y muy a propósito, para que aprendas que la lentitud no se debe a la debilidad, pues el que en breve instante pudo resucitar al criado 24 con mayor razón podía resucitarse a sí mismo. Entonces, ¿por qué motivo la lentitud? ¿Por qué razon la sepultura de tres días? Porque, al prolongarse la muerte y gracias a esa lentitud, la prueba de la resurrección resulta inconcusa. Efectivamente, cuando incluso ahora, después de semejante prueba, hay hombres que dicen que padeció en apariencia, si no hubiera habido tan acusada lentitud, ¿qué no hubieran dicho ésos? Porque el diablo no quería conspirar solamente contra el relato de la resurrección, sino también contra la fe en la muerte, pues sabía, y sabía claramente, que la muerte del Salvador era común remedio del universo, y se apresuraba a arrancarla de la fe de los hombres, para eliminar la salvación. Por esta razón el Señor se retarda en su resurrección, y los judíos se acercan diciendo: Danos soldados para que podamos guardar el sepulcro 25 ¡Qué desvergüenza! ¿Cuándo viste, oh judío, un muerto bajo custodia? Porque, si el crucificado era un muerto común y mero hombre, ¿por qué tomas tan extraña y paradójica medida? ¿Por qué tienes miedo y tiemblas y reúnes centinelas? Por lo demás, Dios ni siquiera esto impidió, al contrario, dejó que le custodiasen, y así el pecador quedaría atrapado en las obras de sus propias manos. Aquellos, efectivamente, decían: Danos soldados, para que no le hurten sus discípulos y digan que resucitó 26, Sucedió, sin embargo, lo contrario: tomaron soldados, efectivamente, para que, al resucitar Él, no dijesen que los discípulos le habían hurtado y que no había resucitado, y lo que habían conseguido por intriga contra la resurrección se les volvió en favor de la resurrección, y a los mismos conspiradores Cristo los hizo testigos de su resurrección, para así truncar la excusa que alegaran el día aquel.

El significado del exorcismo

6. La razón, pues, de que los padres mandaran realizar en este tiempo la iniciación a los misterios os la expuse de manera suficiente (yo al menos lo creo) a través de lo que llevo dicho. Quiero, sin embargo, saldar con vosotros otra deuda - si es que no os cansáis ya de escuchar - y deciros por qué razón de aquí os enviamos desnudos y descalzos a las voces de los exorcistas. Y en verdad, también aquí aparece otra vez el mismo motivo, a saber, que el rey ganó la guerra e hizo prisioneros: y tal es la indumentaria de los prisioneros. Escucha, pues, qué dice Dios a los judíos: De la manera que anduvo mi siervo Isaías, desnudo y descalzo, así caminarán hacia la cautividad los hijos de Israel, desnudos y descalzos 27 Pues bien, porque quiere recordarte la anterior tiranía del diablo, se vale de la indumentaria para llevarte a ti al recuerdo de tu anterior origen vil. Por esta razón estáis de pie, no solamente desnudos y descalzos, sino también con las palmas de las manos abiertas hacia arriba: para que también confeséis la ulterior soberanía de Dios, a la que ahora os estáis acercando. Despojos y botín de guerra sois todos vosotros. Y de estos despojos hace mención Isaías mucho antes del cumplimiento de los hechos, al anunciar de antemano así: Él mismo repartirá despojos del fuerte 28; y luego: Vino a proclamar libertad a los cautivos 29 y con él, David, profetizando esta cautividad, decía: Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad 30
Pero no te amusties, al oír "cautividad", pues nada hay de mayor dicha que esta cautividad. En efecto, la cautividad de los hombres lleva de la libertad a la esclavitud; ésta, en cambio, hace pasar de la esclavitud a la libertad; la de los hombres priva de la tierra patria y lleva a la extraña; en cambio, esta cautividad expulsa de la tierra extraña y lleva a la patria, la Jerusalén de arriba; la cautividad de los hombres priva de la madre; ésta, en cambio, te conduce a la madre común de todos nosotros; aquélla, en fin, separa de parientes y de conciudadanos, mientras que ésta lleva hacia los ciudadanos de arriba. Dice, en efecto: Sois conciudadanos de los santos 31 Esta es, pues, la razón de la indumentaria.
7. Mas, ¿por qué motivo las voces, terribles y estremecedoras voces, de los exorcistas te hacen recordar al común Señor, el castigo, la venganza, la gehena? Por causa de la desvergüenza de los demonios. Y en efecto, el catecúmeno es una oveja sin marcar, un albergue solitario, una posada sin puertas, abierta simplemente a todos, guarida de bandoleros, madriguera de fieras y morada de demonios. Pues bien, ya que plugo al rey, por su inmensa bondad, que este albergue solitario y sin puertas, esta guarida de bandoleros, se convirtiese en palacio real, por esta razón nos mandó preparar al albergue a nosotros, los que enseñamos, y a los otros, los exorcistas. Y nosotros, los que enseñamos, consolidamos con nuestra enseñanza las paredes ruinosas, pues dice: Todo el que me oye estas palabras, y las practica, será comparado a un hombre prudente que edificó su propia casa sobre la peña 32 Vamos echando los cimientos bien sólidos, hasta que se presente el rey. Si en alguna parte vemos algo de suciedad o de barro, lo quitamos, porque tal es la costumbre del pecado: hedionda y sucia. Escucha, pues, cómo describe David su naturaleza: Como carga pesada se han agravado sobre mi. Hedieron y se pudrieron mis llagas, por causa de mi locura 33 Nosotros quitamos la hediondez y ponemos el perfume espiritual, y los exorcistas, por su lado, con aquellas terribles voces, van mirando alrededor, no sea que en alguna parte aparezca una fiera, una serpiente, una víbora o un escorpión; y es que, después de escuchar aquella temible voz, la fiera, por dañina que sea, no puede ocultarse hundiéndose o deslizándose, antes, bien, se levanta y escapa, aunque no quiera.

Nueva exhortación contra los juramentos

8. Quería decir también otra cosa, que justamente no había prometido decir. Pero era necesario aclarar por qué razón nosotros nos llamamos fieles y, en cambio, los no iniciados catecúmenos. Y en efecto es realmente vergonzoso y ridículo que quien recibe una dignidad no sepa siquiera el nombre de tal dignidad. Pero, ¿qué me está pasando? ¡Otra vez se me ha presentado la preocupación por los juramentos, que me acusa de lentitud y arrastra hacia ella mi discurso! Por esta razón dejemos para el próximo día lo que estábamos tratando y volvamos ahora a la exhortación sobre los juramentos. ¡Cosa terrible el juramento, querido! Terrible y dañina: remedio fatal, veneno intolerable, herida oculta, llaga invisible, pastizal totalmente sombreado y que lleva el miasma hasta el alma, dardo satánico, flecha encendida, alfanje de doble filo, espada aguzada, yerro inexcusable, delito sin posible defensa, abismo profundo, precipicio escarpado, trampa poderosa, red extendida, atadura indisoluble, nudo corredizo sin posible escape 34
Pues bien, ¿os basta lo dicho para que creáis que el juramento es algo terrible y más peligroso que todos los pecados? Fiaos de mí, os lo ruego, fiaos. Pero si alguno no cree, desde ahora mismo ofrezco la demostración: ningún pecado posee lo que precisamente tiene este pecado. Efectivamente, si no transgredimos los demás mandamientos, estamos libres de castigo; pero el juramento, tanto si lo guardamos como si lo violamos, muchas veces somos castigados por igual. ¿Quizá no habéis comprendido lo dicho? Pues bien, entonces es necesario repetirlo más claro. Muchas veces alguien juró realizar una acción inicua, y cayó dentro de un nudo corredizo indisoluble: en adelante le era necesario guardar el juramento y transgredir la ley, o bien no guardar el juramento y ser condenado bajo acusación de perjurio. Así, por uno y otro lado el precipicio se hizo profundo: por uno y otro lado, la muerte inexorable, tanto si guardaba el mandamiento como si no lo guardaba. Por consiguiente, ¿hay algo más fatal que esto, lo mismo cuando se cumple que cuando no se cumple?

El juramento de Herodes

9. Y para que aprendáis que esto es así y que muchos se hicieron acreedores muchas veces al castigo, no sólo violando el juramento, sino también guardando el juramento voy a relataros algo parecido. Herodes estaba una vez festejando su cumpleaños y celebraba el día de su nacimiento 35 Como quería hacer espléndido aquel día, invitó a la hija de la reina a que bailase para él, sin percatarse de que así deshonraba más bien aquel día. Y en efecto, cuando lo que necesitaba era dar gracias al Dios bondadoso por haberle creado de la nada, por haberle dado un alma, por haberle introducido en este augusto espectáculo de la creación, por haberle hecho espectador de esta hermosísima y maravillosa creación; cuando era necesario, digo, que honrase el día con himnos y acciones de gracias al Señor, él, sin embargo, lo honró con el deshonor. Efectivamente, ¿hay algo más deshonroso que el baile? Y ese día bailó la hija de Herodías. ¡Escuchad, hombres y mujeres, todos cuantos con tales bailes y tales cantares honráis lo mejor de vosotros mismos! No son pequeños estos males, aunque parezcan ser indiferentes. Por eso precisamente son males grandes: porque parecen ser indiferentes y por ello tampoco se benefician de especial precaución. Efectivamente, la enfermedad grande y que se cuida desaparece; en cambio la que parece pequeña, al ser descuidada por esto mismo, se hace grande. ¿Qué estás diciendo? ¿Alguien se atreve a meter el baile en la casa de un fiel y no teme que un rayo de lo alto caiga y todo lo abrase? Esto lo digo también a las mujeres, para que hagan entrar en razón a sus maridos y los aparten de semejante diversión. Aquel día, la hija de la reina entró y bailó. ¡Dios bendito! ¡Hacia qué gran templanza hiño que se volviera nuestra vida! Escuchad, fieles, a qué esposo os estáis acercando: al que adornó con pudor, templanza y recato vuestra vida, muy degradada antes de esto: lo que entonces la reina no se avergonzó de hacer, ahora no querría soportarlo una simple criadita. Bailó, pues, aquélla, y después del baile cometió otro pecado más grave: persuadió al mentecato aquel a que le prometiera con juramento darle lo que ella pidiese. ¿Estáis viendo cómo el juramento hace también mentecatos? ¡Juró él, sin más, darle justamente lo que pidiese! Pues bien, ¿qué hubiera pasado si ella hubiera pedido su cabeza? ¿Y qué, si hubiese pedido el reino entero? Solamente que él de nada de esto era consciente: el diablo se había presentado junto a él con un fuerte lazo y, en cuanto el rey acabó el juramento, puso el lazo y extendió la red por todas las partes, y entonces sugirió aquella petición que haría inevitable la presa: Dame -dice- sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista 36, ¡Desvergonzada la petición! ¡Insensata y fatal la donación! ¡Culpable de ambas, el juramento! ¿Qué se debía, pues, hacer? Recordad lo que yo os decía: que somos igualmente castigados, tanto si guardamos el juramento, como si lo violamos. ¿Era necesario dar la cabeza del profeta? ¡En tal caso el castigo habría sido insoportable! ¿No darla, entonces? ¡Sobrevendría la acusación de perjurio! ¿Ves cómo el precipicio se abre a uno y otro lado? Dame -dice- aquí, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. ¡Oh petición maldita! ¡Y sin embargo logró persuadir, y con ello creía acallar aquella sagrada lengua que, por el contrario, aún ahora sigue gritando! En efecto, cada día, pero sobre todo en cada iglesia, a través del Evangelio escucháis a Juan advertir a gritos: ¡No te es licito tener la mujer de tu hermano! 37 (Mt 14, 3 - 4). Cortó la cabeza, pero no cortó la voz. Acalló la lengua, pero no acalló la reprobación. 10. Ya veis lo que hace el juramento: corta cabezas de profetas. Viste el cebo: teme tu pérdida. Viste la red: no caigas en ella. Sólo que, en adelante, será necesario andar con talento para evitar que el corte se haga más profundo: en adelante, será necesario detener la mano y el hierro ensangrentado, y reducir a silencio el discurso referente a las heridas del perjurio. Sí, recordad esto y nunca pecaréis: tanto si guardáis el juramento como si no lo guardáis, seréis igualmente castigados. ¿Dónde están ahora los que decían: "¿Y si juro por un justo?". Porque, ¿cómo puede esto ser justo, si hay transgresión de la ley? ¿Cómo justo, si Dios lo prohíbe pero tú lo haces? En adelante, empero, soportad que nosotros os vendemos las heridas, porque incluso el vendaje tiene su tanto de doloroso. Efectivamente, grave es el castigo, tanto del perjurio como del juramento guardado, ya antes de nuestra enseñanza: pero será mucho más grave después de nuestra enseñanza. Dice, en efecto: Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; mas ahora no tienen excusa de su pecado 38 También es posible decir esto refiriéndolo a vosotros: en adelante, no tendréis disculpa alguna si erráis. Lo cierto es que ahora el bautismo, aunque encuentre perjurio, juramento legal, fornicación, adulterio o cualquier otra maldad, lo limpia y lo purifica todo con el máximo rigor.
¡Ojalá en lo porvenir también vosotros conservéis esta limpieza, libres ya de toda mancha, y nosotros podamos participar de alguna confianza por vuestras oraciones! En adelante, efectivamente, os está permitido rogar también por vuestros maestros, porque, de hecho, dentro de muy poco vais a aparecer ante nosotros desde el cielo, resplandeciendo con mayor luminosidad que las mismas estrellas. ¡Ojalá, pues, todos nosotros participemos, por vuestras oraciones, de segura confianza delante del tribunal de Cristo, por el cual y con el cual se dé gloria al Padre, junto con el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos! Amén.

Notas

1 Esta Catequesis, editada por PAPADOPOULOS, op. cit. pp. 154 - 156 (del que traduzco), fue pronunciada diez días después de la segunda durante la cuaresma del año 388 (cf. la n. I de la segunda Catequesis, y WENGER, Introd. pp. 28 - 29 y 64); el título es el que presenta el códice de la Biblioteca Sinodal de Moscú n. 129, del siglo X.
2 Cf. Hb 13, 17.
3 Cf. Ex 16, 32 - 34.
4 Cf. Ex 28, 6 ss.
5 Quizá alusión indirecta a St 1, 18.
6 Cf. Hb 9, 24.
7 Cf. Hb 10, 19 - 20; para el significado de "terrible, tremendo" aplicado a lo sagrado y al bautismo, cf. WEN - GER, Introd. p. 71ss
8 Traduzco asé el singular prolepsis, probable derivación estoica.
9 Cf. Mt 13, 3 ss.
11 Como en otras ocasiones, así traduzco mystikós, según la acepción originaria del término
12 Cf. Ga 3, 13 (referencia a Dt 21, 23).
13 Cf. Rm 6, 6, citado más explícitamente casi a continuación (n 15).
14 Rm 6, 3.
15 Rm 6, 6.
16 Cf. Lc 12, 50; Mt 20, 22; Mc 10, 38: Papadopoulos sugiere la posibilidad de que sea un agraphon (aparato crítico, p. 158)
17 Mt 20, 20 - 21.
18 Mt 20, 22; Mc 10, 38.
19 Mt 26, 39.
20 Cf. 1P 2, 22 (con referencia a Is 53, 9).
21 Cf. Rm 6, 5.
22 Cf. Rm 6, 8.
23 Rm 6, 4.
24 Cf. Mt 8, 6 - 13; Lc 7, 1 - 15.
25 Cf. Mt 27, 62 - 66; Evangelio de Pedro. 30 (ed. de A. DE SANTOS OTERO, Madrid 1979, B.A.C. 148, pp. 387 - 388).
26 Cf. Mt 27, 64 y nota anterior.
27 Cf. Is 20, 3 - 4.
28 Cf. Is 53, 12.
29 Cf. Is 61 - 1
30 Sal 68, 19: la versión de los Setenta calca servilmente la paronomasia o figura etimológica, del hebreo (cf. JOUON, Grammaire de l'Hebreu biblique, Roma 1965, par. 125 q); san Juan Crisóstomo la hace suya.
31 Ef 2, 19.
32 Mt 7, 24.
33 Sal 38, 5 - 6
34 Nótese la larga enumeración, cuyo fin es poner de relieve la peligrosidad del juramento.
35 Cf. Mt 14, 6 - 12.
36 Cf. Mt 14, 8.
37 Cf. Mt 14, 3 - 4.
38 Jn 15, 22