1339 Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 149).
1340 La Madre de Dios, que buscó afanosamente a su Hijo, perdido sin culpa de Ella, que experimentó la mayor alegría al encontrarle, nos ayudara a desandar lo andado, a rectificar lo que sea preciso cuando por nuestras ligerezas o pecados no acertemos a distinguir a Cristo. Alcanzaremos así la alegría de abrazarnos de nuevo a El, para decirle que no le perderemos mas (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios, 278).
1341 (Por la conversión de un pecador) hay mayor gozo que por un justo que se mantiene en su ser; a la manera que un capitán estima al soldado que en la guerra, habiendo vuelto después de huir, ataca con mas valor al enemigo, y estímale aun mas que al que nunca huyo pero tampoco mostró valor alguno; igualmente, el labrador prefiere mucho mas la tierra que, después de haber producido espinas, da abundante mies, que la que nunca tuvo espinas pero jamas dio mies abundante (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 34 sobre los Evang.).
1342 Igual que el Señor en quien se cree es signo de contradicción, también el hombre convertido sentirá con frecuencia rupturas y separaciones, pero también gozos, que Dios concede sin medida (CONC. VAT. II, Decr. Ad gentes, 13).
1343 Nada hay tan grato y querido por Dios, como el hecho de que los hombres se conviertan a el con sincero arrepentimiento (SAN MAXIMO, Carta 11).
1344 Habiendo ya recibido al hijo en paz, habiéndole ya besado, manda le den el mejor vestido, la esperanza de la inmortalidad en el bautismo. Manda le den el anillo, prenda del Espíritu Santo; y calzado para sus pies, el evangelio de la paz, para que fuesen hermosos los pies de los anunciadores del bien (SAN AGUSTÍN, Sermón 11).
1345 La renovación de la Iglesia y la difusión del Evangelio no pueden basarse en un proceso de reforma –más o menos radical– de algunas estructuras externas, sino que ha de tener su raíz y comienzo en algo interior, en una renovación de las almas, en una búsqueda incesante de Jesucristo, que dará contenido y eficacia a las reformas de estructura que sean convenientes (A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, p. 50).
1346 Solamente podemos llegar al reino de Cristo a través de la metanoia, es decir, de aquel intimo cambio de todo el hombre –de su manera de pensar, juzgar y actuar– impulsados por la santidad y el amor de Dios, tal como se nos ha manifestado a nosotros este amor en Cristo y se nos ha dado plenamente en la etapa final de la historia (PABLO VI, Const. Poenitemini).
1347 El Señor da siempre los auxilios oportunos. Acudid al medico mientras podéis, no sea que después queráis y no podáis (SAN JUAN DE NAPOLES, Sermón 7).
1348 El joven rico no tuvo bastante valor para contener el vino nuevo teniendo un odre viejo, y se rompió por la tristeza (SAN CIRILO, en Catena Aurea, vol VI, p. 313).
1349 ¡Ahora! Vuelve a tu vida noble ahora.-No te dejes engañar: " ahora " no es demasiado pronto... ni demasiado tarde (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino, 254).
1350 [...] cuanto mas retrasamos salir del pecado y volver a Dios, mayor es el peligro en que nos ponemos de perecer en la culpa, por la sencilla razón de que son mas difíciles de vencer las malas costumbres adquiridas. Cada vez que despreciamos una gracia, el Señor se va apartando de nosotros, quedamos mas débiles, y el demonio toma mayor ascendiente sobre nuestra persona. De aquí concluyo que, cuanto mas tiempo permanecemos en pecado, en mayor peligro nos ponemos de no convertirnos nunca (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la conversión).
1351 Recorramos todas las etapas de la historia y veremos como en cualquier época el Señor ha concedido oportunidad de arrepentirse a todos los que han querido convertirse a el (SAN CLEMENTE, Carta a los Corintios, 7).
1352 No hay momento tan precioso para pedir a Dios nuestra conversión como el de la Santa Misa (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la Santa Misa).
1353 Debemos rogar, no solo no caer en el mal cuando no hemos caído, sino también ser libres de el cuando hayamos caído (SAN AGUSTÍN, Sobre el Sermón de la Montaña, 2).
1354 En la oración tiene lugar la conversión del alma hacia Dios, y la purificación del corazón (SAN AGUSTÍN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 352).
1355 Todo pensamiento que nos quita la esperanza de la conversión proviene de la falta de piedad; como una pesada piedra atada a nuestro cuello, nos obliga a estar siempre con la mirada baja, hacia la tierra, y no nos permite alzar los ojos hacia el Señor (RABANO MAURO, Tres libros a Bonosio, 3, 4).
1356 La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante la contrición, esa conversión del corazón que supone el deseo de cambiar, la decisión firme de mejorar nuestra vida, y que –por tanto– se manifiesta en obras de sacrificio y de entrega. Volver hacia la casa del Padre, por medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 64).
1357 Convertirse quiere decir para nosotros buscar de nuevo el perdón y la fuerza de Dios en el Sacramento de la reconciliación y así volver a empezar siempre, avanzar cada día, dominarnos, realizar conquistas espirituales y dar alegremente, porque " Dios ama al que da con alegría (2Co 9, 7). (JUAN PABLO II, Carta Novo incipiente, 8-lV-1979).
1358 El autentico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de animo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo " ven " así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a El. Viven, pues, in statu conversionis; es este estado el que traza la componente mas profunda de la peregrinación de todo hombre por la tierra in statu viatoris ". (JUAN PABLO II, Enc. Dives in Misericordia, 13).
1358b Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio Reino: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva (Mc 1, 15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cfr. Hch 2, 38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1427).
1358c Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que recibe en su propio seno a los pecadores y que, siendo santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es solo una obra humana. Es el movimiento del corazón contrito (Sal 51, 19), atraído y movido por la gracia (cfr. Jn 6, 44; Jn 12, 32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cfr. 1Jn 4, 10) (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1428).
1359 En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera –ese momento único, que cada uno recuerda, en el que se advierte claramente todo lo que el Señor nos pide– es importante; pero mas importantes aun, y mas difíciles, son las sucesivas conversiones. Y para facilitar la labor de la gracia divina con estas conversiones sucesivas, hace falta mantener el alma joven, invocar al Señor, saber oír, haber descubierto lo que va mal, pedir perdón (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 57).
1360 Jesús mismo se había sometido al rito penitencial y estaba orando cuando la voz del Padre le proclamo como Hijo: el que es totus ad Patrem, el que se halla totalmente dedicado al Padre y vive para El, el que esta totalmente empapado en su amor. También nosotros estamos llamados a incorporar en nuestras vidas la actitud de Jesús hacia su Padre. La condición para esto, sin embargo, es la conversión: una vuelta a Dios diaria, repetida, constante, mantenida (JUAN PABLO II, Hom. 13-1-1980).
1360b La conversión se expresa desde el principio con una fe total y radical, que no pone límites ni obstáculos al don de Dios. Al mismo tiempo, sin embargo, determina un proceso dinámico y permanente que dura toda la existencia, exigiendo un esfuerzo continuo por pasar de la vida según la carne a la vida según el Espíritu (cfr. Rm 8, 3-13). La conversión significa aceptar, con decisión personal, la soberanía de Cristo y hacerse discípulo suyo (JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 7-XII-1990, n. 46).
1361 También se da el caso de que algunos, deseando llegar a la cumbre de su gloria temporal, o son víctimas de una larga enfermedad o caen agobiados por las injurias, o son afligidos por graves males, y llegan a comprender por esto que nunca debieron confiar en sus delicias, y reprendiéndose sus propios deseos convierten a Dios su corazón (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 36 sobre los Evang.).
1362 (Mediante la conversión, el hombre) arrancado del pecado, es introducido en el misterio del amor de Dios, quien le llama a entablar una relación personal con El mismo en Cristo. En efecto, el nuevo convertido, con la ayuda de la gracia, emprende un camino espiritual por el que [...] pasa del hombre viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo (CONC. VAT. II, Decr. Ad gentes, 13).
1363 Quien renuncia al dinero debe volverse a Cristo y mirarle de frente (SAN AMBROSIO, Trat. sobre los misterios, 1).
1364 Los que en la vida presente, transformados por el temor de Dios, pasan de mala a buena conducta, pasan de la muerte a la vida y mas tarde serán transformados de su humilde condición a una condición gloriosa (SAN FULGENCIO DE RUSPE, Trat. sobre el perdón de los pecados).
1365 No hay autentico ecumenismo sin conversión interior, ya que los deseos de unidad proceden y maduran por la renovación de la mente, por la abnegación de si mismo y por una efusión generosa de caridad (CONC. VAT. II, Decr. Unitatis redintegratio, 7).