Catena Áurea

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"Os digo, pues, que cualquiera que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Al contrario, quien me negare ante los hombres, negado será ante los ángeles de Dios. Si alguno habla contra el Hijo del hombre, este pecado se le perdonará; pero no habrá perdón para quien blasfemare del Espíritu Santo. Cuando os conduzcan a las sinagogas, y a los magistrados, y a las potestades, no paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder o alegar; porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel trance lo que debéis decir". (vv. 8-12)


Beda
Había dicho antes el Salvador que todas las acciones y las palabras ocultas habrían de publicarse; y ahora añade que esta publicación no se verificará en una reunión cualquiera, sino en la ciudad eterna y en presencia del rey y juez eterno; por eso dice: "Os digo, pues, que cualquiera que me confesare", etc.

San Ambrosio
Excitando también manifiestamente a la fe, la colocó como fundamento de las virtudes; porque así como la fe es estímulo de la virtud, así también la virtud constituye la firmeza de la fe.

Crisóstomo, homil. 35, in Matth
No se contenta el Señor con una fe interna, sino que pide una confesión exterior de ella, instándonos a la confianza y al mayor afecto. Y como esto es útil para todos, habla en general, diciendo: "Cualquiera que me confesare".

San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Dice San Pablo (Rm 10, 9): "Si confiesas con la boca a Jesús, tu Señor, y crees en tu corazón que Dios le ha resucitado de entre los muertos, te salvarás". Todo el misterio de Cristo se expresa en estas palabras. Conviene, pues, confesar primero que el Verbo nacido de Dios Padre, esto es, el unigénito de su misma naturaleza, es el Señor de todas las cosas; es decir, no como habiendo recibido o usurpado este dominio, sino siendo verdadera y naturalmente Señor como lo es el Padre. Conviene confesar después, que Dios lo resucitó de entre los muertos. Es decir, que el mismo que se hizo hombre padeció en su carne por nosotros y resucitó de entre los muertos. A cualquiera, pues, de nosotros, que confesare así a Jesucristo delante de los hombres -esto es, como Dios y como Señor-, Jesucristo le confesará delante de los ángeles de Dios cuando baje con ellos en la gloria de su Padre al fin del mundo.

San Eusebio, in Cat. graec. Patr
¿Qué cosa habrá de mayor gloria que el mismo Verbo, unigénito de Dios, dé testimonio por nosotros en el juicio divino, y merecerlo así en remuneración del testimonio que de El dimos confesándolo? Porque no estará fuera de aquel de quien dará testimonio, sino que habitando en él y llenándolo de su luz será como lo confesará. Cuando los hubo fortalecido con la dulce esperanza por tantas promesas, los mueve después con terribles amenazas; diciendo: "Al contrario, quien me negare ante los hombres, negado será ante los ángeles de Dios".

Crisóstomo ut supra
Respecto de la condenación se ofrece mayor castigo y, respecto de las buenas obras, mayor premio; como diciendo: Tú me confesarás o me negarás aquí, pero yo allí. El pago de las buenas y de las malas acciones os aguarda con exceso en la otra vida.

San Eusebio, ut sup
Hace esta amenaza oportunamente para que no dejasen de confesarle menospreciando la pena de ser negado por el Hijo de Dios. Lo cual equivale a ser negado por la sabiduría y a perder la vida, a ser privado de la luz y de todos los bienes, a sufrir todo esto delante del Padre que está en los cielos y de los ángeles de Dios.

San Cirilo, ubi sup
Los que lo niegan son primeramente los que pospusieron la fe por temor a una inminente persecución, y después los doctores de la herejía y discípulos.

Crisóstomo, ut sup
Hay también otros modos de negar a Jesucristo, como explica San Pablo cuando dice (Tt 1, 16): "Confiesan que conocen a Dios, pero le niegan con las obras". Y en otro lugar ( 1Tim 5, 8): "Si alguno no cuida de los suyos y particularmente de sus domésticos, reniega de la fe, y es peor que un infiel". Y también ( Col 3, 5): "Huid de la avaricia, que es idolatría". Por tanto, puesto que hay tantos modos de negar, es claro que hay otros tantos de confesar. Esos modos, practicados por el hombre, lo harán digno de oír aquella voz beatísima con la que Jesucristo alabará a todos los que lo hubieren confesado. Fijémonos en la elección de estas palabras. En el texto griego dice: "Cualquiera que confesare en mí", manifestando que ninguno puede confesar a Jesucristo por sus propias fuerzas, sino ayudado por la gracia del Señor. Pero cuando se trata del que lo niega, no dijo en mí, sino a mí, porque el que lo niega carece de la gracia. Sin embargo, es culpable, porque si se le priva de la gracia es porque él se separa de ella -o lo que es lo mismo, se le priva por su propia culpa-.

Beda
Pero para que no se juzgue que están en igual caso los que lo niegan por otras razones -esto es, los que lo niegan por debilidad e ignorancia-, y por ello habrían de ser negados, añadió en seguida: "Si alguno habla contra el Hijo del hombre, este pecado se le perdonará", etc.

San Cirilo, ubi sup
Pero si el Salvador quiere insinuar que, cuando decimos una palabra injuriosa a un hombre cualquiera obtendremos el perdón si nos arrepentimos, no hay dificultad ninguna en estas palabras, porque siendo Dios bueno por naturaleza, enmienda a los que quieren arrepentirse. Pero si estas palabras se vuelven contra el mismo Jesucristo, ¿cómo no ha de ser condenado el que habla contra El?

San Ambrosio
Sabemos ciertamente que el Hijo del hombre es Cristo, que fue engendrado por obra del Espíritu Santo en la Virgen, que es su sola Madre en la tierra. ¿Acaso es mayor el Espíritu Santo que Jesucristo, para que obtengan el perdón los que pecan contra El, y no puedan alcanzar esta misma gracia los que pecan contra el Espíritu Santo? Pero en donde se encuentra la unidad de poder no cabe comparación 1.

San Atanasio, in libro de peccato in Spiritum
Aquellos hombres de la antigüedad, el estudioso Orígenes y el admirable Teognosto, dicen que hay blasfemia contra el Espíritu Santo cuando los que fueron considerados dignos de su don por el bautismo vuelven al pecado; por eso ellos no alcanzarán perdón 2, como dice San Pablo (Hb 6, 6): "Es imposible que aquellos que han sido hechos partícipes del Espíritu Santo sean renovados", etc. Cada uno de los citados autores explana después su idea. Así, Orígenes dice: Dios Padre provee ciertamente a todo y todo lo contiene; la acción del Hijo se extiende sólo a los seres racionales y el Espíritu Santo sólo asiste a los que participan de El por el bautismo 3. Por tanto, cuando pecan los catecúmenos y los gentiles, pecan contra el Hijo que habita en ellos, y pueden, por consiguiente, obtener el perdón si se hacen dignos de la regeneración. Pero cuando pecan después de bautizados, dice que este crimen afecta al Espíritu, al que habían llegado cuando pecaron, por cuya causa su condenación es irrevocable 4. Teognosto, por su parte, dice que el que traspasa el primero y el segundo límite merece menor castigo; pero el que traspasa también el tercero no recibirá más el perdón. Llama primero y segundo límite la doctrina del Padre y del Hijo; y tercero a la participación del Espíritu Santo, según aquellas palabras de San Juan (16, 13): "Cuando venga el Espíritu de verdad, os enseñará toda verdad". Esto es así no porque la doctrina del Espíritu sea superior a la del Hijo, sino porque el Hijo bajó hasta a los imperfectos y el Espíritu Santo es el signo de los que son perfectos. Así, pues, no porque el Espíritu supere al Hijo es imperdonable la blasfemia contra el primero, sino porque los imperfectos pueden ser perdonados, mientras que los perfectos no tienen ninguna excusa. Sin embargo, cuando el Hijo está en el Padre, está en aquellos en quienes está el Padre, sin que falte el Espíritu, porque la Santísima Trinidad es indivisible. Además, si todas las cosas han sido hechas por el Hijo y todas subsisten en El, estará verdaderamente en todas; y entonces es preciso que todo aquel que peca contra el Hijo, peque contra el Padre y contra el Espíritu Santo. Además el sagrado bautismo se da en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y por esto los que pecan después del bautismo blasfeman contra la Santísima Trinidad. Además, si los fariseos no habían recibido aún el bautismo, ¿por qué los reprende como si blasfemasen contra el Espíritu Santo, de quien todavía no se habían hecho partícipes, sobre todo cuando no los acusaba por simples pecados, sino por la blasfemia? Pero hay la diferencia de que el que peca quebranta la ley, en tanto que el que blasfema ofende a la misma Divinidad. Y si a aquellos que pecan después del bautismo no se les perdona el castigo, ¿cómo el Apóstol perdona al penitente de Corinto, y por qué engendra a los gálatas que han retrocedido, hasta que Jesucristo sea formado de nuevo en ellos ( Gál 3)? ¿Por qué reprochamos a los novacianos el que no hagan penitencia después del bautismo? El Apóstol, dirigiéndose a los hebreos, no destituye la penitencia por los pecados; sino que para que no creyesen que según el rito de la ley, y como penitencia, podía repetirse el bautismo todos los días, les aconseja que hagan penitencia, haciéndoles ver que no hay más que una sola renovación por el bautismo. Considerando estas cosas, apelo a la misericordia de Jesucristo, que siendo Dios, se hizo hombre. Es decir, consideremos cómo Dios resucitaba a los muertos y cómo, revestido de la carne, tenía sed, trabajaba y sufría. Por tanto, cuando algunos, considerando su humanidad, ven que el Señor tiene sed y que padece, y hablan contra el Salvador como hombre, pecan ciertamente. Pero pueden -cuando se arrepientan- recibir bien pronto el perdón, alegando como causa la fragilidad humana. Y cuando los que, considerando las obras de la Divinidad, dudan de la naturaleza de su cuerpo, pecan también gravemente, pero es fácil perdonar en seguida a estos penitentes, porque merecen excusa por la magnitud de sus obras. Ahora, cuando las obras de Dios se atribuyen al diablo, atraen sobre sí la sentencia irrevocable. Ellos creen que el diablo es Dios y que el verdadero Dios no tiene más participación en sus obras que el diablo. Los fariseos habían llevado su perfidia hasta este punto: manifestando el Salvador las obras del Padre, resucitando a los muertos, iluminando a los ciegos y haciendo cosas semejantes, los fariseos decían que éstas eran obras de Beelzebub. Podían también decir, viendo el orden del mundo y la providencia que lo rige, que el mundo había sido creado por Beelzebub. Por otro lado, fijándose en su humanidad, quedaban ( Mt 13, 55) pasmados y decían: ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ( Jn 7, 15) ¿Cómo puede conocer las Escrituras, si no ha estudiado? El Señor los toleraba como pecadores contra el Hijo del hombre; pero cuando dijeron en su demencia que las obras de Dios son las de Beelzebub, no pudo tolerarlos más. De la misma manera, toleraba a sus padres, mientras murmuraban por la carencia del pan y del agua; pero después que fundieron el becerro de oro y le atribuyeron todos los beneficios que habían recibido del Señor, fueron castigados, primero con la muerte de no pocos de ellos, y después diciendo: "Y yo en el día de la venganza visitaré también este pecado de ellos" ( Ex 32, 35). Los fariseos oyen ahora una sentencia parecida, porque los condena al fuego dispuesto para el diablo, en donde serán atormentados con él. No dijo Jesucristo esto comparando la blasfemia contra El a la proferida contra el Espíritu Santo, como si el Espíritu Santo fuese más grande; sino para manifestar que de las dos blasfemias proferidas contra El mismo, una es más grave que la otra; puesto que, mirándole como un hombre, lo vituperaban y decían que sus obras eran de Beelzebub.

San Ambrosio
Así, pues, piensan algunos que debemos entender que el Hijo y el Espíritu son el mismo santo, salvo la distinción de personas y la unidad de la sustancia; porque Cristo Dios y hombre, es uno con el Espíritu Santo; así está escrito (Lm 4, 20): "El Espíritu que está delante de nosotros es el ungido 5 del Señor". El es igualmente santo, pues de la misma manera que el Padre es Dios y el Hijo Señor, y el Padre Señor y el Hijo Dios, así también el Padre es santo, el Hijo es santo y santo el Espíritu. Por tanto, si Cristo es uno y otro, ¿por qué esa diferencia, sino para que comprendamos que no nos es permitido negar la divinidad de Jesucristo?

Beda
El que dice que las obras del Espíritu Santo son de Beelzebub no será perdonado ni en esta vida, ni en la otra. No porque neguemos que pueda ser perdonado por Dios si hace penitencia, sino para que nos convenzamos que el blasfemo no llegará nunca a tener los méritos necesarios para ser perdonado, ni a hacer frutos dignos de penitencia; según estas palabras ( Is 6, 10 y Mt 12): "Cegó sus ojos para que no se conviertan y no los salve yo".

San Cirilo in Cat. Graec. Patr
Por lo que si el Espíritu Santo fuese criatura y no de la sustancia divina del Padre y del Hijo ¿cómo las ofensas que se le hacen habían de provocar una pena tal cual la que se anuncia a los blasfemos contra Dios?

Beda
No obstante, los que dicen que no es Santo y que no es Dios, sino que es menor que el Padre y que el Hijo, no son reos del crimen irremisible de blasfemia, porque esto lo hacen llevados por la ignorancia humana, no por la diabólica envidia, como los príncipes de los judíos.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 1
Si aquí se dijese: "El que profiriese alguna blasfemia contra el Espíritu Santo", deberíamos entender toda blasfemia; pero como se dice, "el que blasfemare contra el Espíritu Santo", se ha de entender no un blasfemo cualquiera sino aquel que nunca puede ser perdonado. Por esto se ha dicho ( Stgo 1, 13): "Dios no tienta a nadie", aunque no se habla aquí de toda tentación, sino sólo de cierto tipo. Veamos ahora cuál es esta manera de blasfemar contra el Espíritu Santo. El principal beneficio de los creyentes consiste en recibir en el Espíritu Santo el perdón de los pecados. El corazón impenitente blasfema contra este don gratuito. Así pues, esta impenitencia es blasfemia contra el Espíritu, la cual no se perdona ni en este mundo ni en el otro, porque la penitencia alcanza el perdón en esta vida, el cual vale para la otra.

San Cirilo, ubi sup
Habiendo infundido el Señor tanto temor, y habiendo preparado a sus discípulos para resistir con valor a los que se separan de la verdadera fe, les mandó que no se cuidasen de sus respuestas. Porque el Espíritu, que habita en los que están bien dispuestos, les inspirará -como doctor- lo que deban decir. Por lo cual prosigue: "Cuando os conduzcan a las sinagogas no paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder".

Glosa, interlin
Dice, pues, "cómo", en cuanto al modo de hablar; y "que" en cuanto a pensarlo. Es decir, "cómo" habéis de responder a los que os pregunten, o "qué" habéis de decir a los que quieran llegar a saber.

Beda
Cuando somos llevados a causa de Jesucristo ante los jueces, únicamente debemos ofrecer nuestra voluntad por El, porque lo que hemos de responder ya nos lo inspirará el Espíritu Santo. Por esto añade: "Porque el Espíritu Santo, os enseñara".

Crisóstomo, in Matth homil. 34
En otro lugar se dice ( 1Pe 3, 15): Estad preparados para responder a todos los que deseen conocer de vosotros la causa de la esperanza que os alienta. Porque cuando se suscita entre amigos una disputa o una cuestión, nos manda que meditemos; pero cuando estamos ante el terror de un temible pretorio, nos da fuerzas para que nos atrevamos a hablar sin turbarnos.

Teófil
Como nuestra debilidad nace de dos causas -porque huimos del martirio por temor del dolor y porque somos ignorantes y no podemos dar cuenta de la fe-, excluye uno y otro. Con respecto al miedo del dolor, dice: "No temáis a los que matan el cuerpo"; y con respecto al terror de la ignorancia: "No paséis cuidado de lo que o cómo habéis de responder".

Notas

1. El Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 1864 dice lo siguiente comentando Lc 12, 10: "No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo. Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna".
2. "Por medio del sacramento de la Penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia. Los padres (de la Iglesia) tuvieron razón en llamar a la penitencia 'un bautismo laborioso' (San Gregorio Nac., or. 39.17). Para los que han caído después de Bautismo, es necesario para la salvación este sacramento de la Penitencia, como los es el Bautismo para quienes aún no han sido regenerados (Cc. de Trento: DS 1672)" Catecismo de la Iglesia Católica, 980.
3. Opinión particular de Orígenes que es incorrecta. "Dios, que ha creado el universo, lo mantiene en la existencia por su Verbo, 'el Hijo que sostiene todo con su palabra poderosa' ( Hb 1, 3) y por su Espíritu Creador que da la vida" Catecismo de la Iglesia Católica, 320.
4. Ver nota 11.
5. Lat. Christus.

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