Est
Est 1, 1-22. El Gran Banquete Real y Sus Incidencias
Est 1, 1-3. Mardoqueo en escena
Estos versículos pertenecen a la parte deuterocanónica del libro. En ellos presenta el autor al verdadero héroe del libro, Mardoqueo. Se habla del año segundo del reinado de Artajerjes. San Jerónimo y Eusebio lo identifican con Artajerjes II (405-362); pero modernamente prevalece la opinión de los que consideran el nombre de Artajerjes como una traducción falsa del nombre Asuero, que corresponde a Jerjes I (486-465). De ahí que algunos exegetas, en vez de hablar de Artajerjes, emplean constantemente los nombres de Asuero (Barucq.) o de Jerjes (Vaccar1). Fue Jerjes hijo de Darío I Hystaspes, conocido principalmente por su campaña contra Egipto (485) y por su derrota por las tropas griegas en Eurimedón (470 a.C.). Más cortesano que guerrero, entregóse a una vida de molicie y de placeres, como atestiguan el libro de Ester y el historiador Heródoto. Muerto en una conspiración (465), le sucedió su hijo Artajerjes I Longímanos.
El sueño de Mardoqueo tuvo lugar el primero de Nisán (Ne 2, 1; Est 3, 7), en cuyo mes empezaba el año (marzo-abril). Como a José (Gn 37, 5-11; Gn 40, 8; Gn 41, 1), el porvenir se manifiesta a Mardoqueo por medio de los sueños. Con esta noticia se llama la atención de los lectores sobre la intervención palpable de Dios en los hechos que narra a continuación. Todo el libro, incluso el texto hebraico, demuestra un sentimiento religioso profundo y una confianza sin límites en los destinos de la Providencia. El nombre de Mardoqueo deriva del babilónico Marduk. El simple hecho de que este judío auténtico (Est 2, 5) escogiera el nombre de Mardoqueo, no autoriza la conclusión de que en un tiempo rindiera culto al dios Marduk. Toda la historia del libro demuestra lo contrario. Entre los deportados a Babilonia había algunos que llevaban este mismo nombre (Esd 2, 2; Ne 7, 7).
La genealogía de Mardoqueo se repite en Est 2, 5. Por 1S 15, 7-9 sabemos que Saúl, hijo de Quis y del linaje de Benjamín, triunfó sobre Agag, rey de Amalee. Esta coincidencia sugiere la sospecha de que el autor sagrado no pretende fijar la ascendencia inmediata de Mardoqueo, sino hacer ver cómo un benjaminita que encarna el alma judía se impone y triunfa de un enemigo de Israel. Este varón ilustre moraba en Susa, que antiguamente fue capital de Elam y que se convirtió en residencia invernal de los reyes de Persia (Ne 1, 1). Conquistada en 596 por los persas, fue fortificada y embellecida por Darío I.
Mardoqueo fue llevado cautivo por Nabucodonosor a Babilonia, junto con Jeconías (Jr 24, 1; Jr 27, 20; Jr 28, 4), llamado también Joaquín (2R 24, 8.15), el año 597. Con el fin de concordar el hecho de la presencia de Mardoqueo en la corte de Asuero o Herejes (hacia los años 484-482) y la fecha de su deportación por Nabucodonosor, algunos exegetas interpretan el texto en el sentido de que era descendiente de alguno que fue deportado en aquel tiempo. Tales anomalías textuales las hemos visto también en el comentario al libro de Judit, lo que nos invita asimismo a preguntarnos si el autor sagrado busca la máxima precisión en los datos cronológicos que refiere.
Est 1, 4-10. Sueño de Mardoqueo
Mardoqueo oye en la lejanía voces y tumultos acompañados de truenos (bronta1) y terremotos (seísmos), que presagiaban algo trágico que se avecinaba. En efecto, aparecen dos dragones en actitud de acometerse uno a otro. A un rugido suyo, todas las naciones de la tierra (paseznós) acometieron a la nación de los justos (dikaion eznós). Los primeros síntomas anunciadores de este combate recuerdan la escena del Sinaí (Ex 16, 18; Ex 20, 18) o la descripción que los profetas hacen del juicio (Is 22, 5; Jr 30, 5). Según interpretación del mismo Mardoqueo, los dos dragones simbolizaban a él y a Aman.
Est 1, 10-12. Propuesta del rey y negativa de Vasti
El día del banquete ocurriósele a Asuero exhibir a Vasti delante del pueblo y de los grandes. Esta noticia parece indicar que los tres banquetes se celebraban simultáneamente en lugares distintos, ya que el rey quiere mostrar a los representantes del pueblo y a los nobles la belleza de la reina, acto con el cual se pondría término al suntuoso festín. ¿Por qué Asuero determinóse a exhibir a Vasti? El texto griego supone que el rey en esta ocasión quería coronarla; lo más probable es que, siguiendo una costumbre persa (Est 5, 1), quisiera presentar a los comensales, a petición de éstos, a la reina, que gozaba de gran reputación por su belleza. Puede ser que en la frase "mostrar la belleza" haya un eufemismo (Ez 16, 25). Según Plutarco, al finalizar el banquete retirábanse las esposas y entraban las concubinas y danzarinas. A consecuencia de la negativa de Vasti, el rey "se irritó mucho y se encendió en cólera" (Jdt 1, 12; Dn 3, 13; Dn 6, 15), porque, además de una desobediencia a sus órdenes, su negativa le ridiculizaba ante los comensales, los cuales podían llevarse la impresión de que las mujeres eran las que mandaban en palacio.
Est 1, 13-15. A suero se aconseja
Asuero no consultó a los astrólogos propiamente dichos, sino a los que saben dar un consejo en el tiempo oportuno, por razón de que la experiencia diaria les ha familiarizado con la ley de la justicia (1Cro 12, 33). En Esdras se alude a los siete consejeros del rey persa (Esd 7, 14). Su posición en el reino era preeminente; formaban parte de su séquito, "veían la faz del rey" (2R 25, 19) y tenían precedencia. Según Heródoto, se les permitía entrada franca al rey, excepto el caso en que éste se hallara en compañía de sus mujeres. El número siete se usa con profusión (Est 1, 10).
Est 1, 16-20. Consejo de los sabios
En nombre de los siete sabios habló Memucan, presentando la cuestión de Vasti como de interés nacional. Teme un avance del feminismo en caso de quedar impune la conducta de Vasti. Por ser del dominio público la desobediencia, recomienda Memucan que el castigo tenga amplia difusión. A este fin sugiere al rey que publique un decreto irrevocable (Dn 6, 8-10) prohibiendo a Vasti presentarse en adelante delante del rey Asuero, despojándola de la dignidad de reina.
El consejo de Memucan fue aprobado en toda su línea: Vasti fue repudiada y sustituida por otra.
Est 2, 1-4. En busca de una reina
Memucan hizo hincapié en que el decreto fuera irrevocable, acaso porque conocía el afecto que el monarca profesaba a Vasti. El hecho de que el rey estuviera intrigado por estos recuerdos prueba el cariño que sentía hacia la reina, a la cual hubiera devuelto su rango a no mediar la solemne decisión tomada contra ella y las nefastas consecuencias que de semejante proceder se originarían. En la literatura bíblica de inspiración persiana es frecuente el tema de "un decreto irrevocable" (Dn 6, 8-10; Dn 6, 12.16). Sus servidores le propusieron (Est 3, 2-3; Est 6, 3.5) Que se buscara dentro de los límites del imperio jóvenes "vírgenes y bellas" que pudieran suplir la ausencia de Vasti. Asuero aceptó el consejo.
Est 2, 5-7. Mardoqueo y Ester
Hemos visto la presentación de Mardoqueo por el autor del texto griego. El texto hebraico sólo ha hablado hasta ahora de personajes paganos; con estos versículos introduce al personaje central del relato, Mardoqueo el judío, que, en lucha contra el enemigo del pueblo hebraico, Aman, sale victorioso y salva a su pueblo de una catástrofe. En la mente del autor sagrado es Mardoqueo un judío íntegro, recto, patriota, y toda su grandeza radica y deriva del siguiente título honorífico: "El judío Mardoqueo" (Est 5, 13; Est 6, 10; Est 8, 7; Est 9, 29; Est 10, 3). El término judío debe tomarse aquí en sentido racial, y no en el sentido limitado de hombre perteneciente a la tribu de Judá. Aunque judío, era descendiente del linaje de Benjamín. A su cuidado corría una joven judía, huérfana de padre y madre. Hija de Abigaíl (Est 2, 15), la adoptó Mardoqueo como hija a la muerte de los padres, tomándola bajo su tutela y protección. La joven era llamada Hedisa, del hebreo hadassah, mirto, y Ester, que puede derivar del babilónico Ischtar o del persa stareh, estrella. Dice el texto griego que la "había educado con la finalidad de que fuera mujer suya," lo que debe rechazarse.
Est 2, 8-11. Ester en el harén real
El edicto real pronto surgió efecto. Entre las jóvenes "vírgenes y bellas" se encontró a Ester, que desde el primer momento granjeóse la estima de Hegue, siendo objeto de todas sus atenciones. Del hecho de ocultar a Hegue su nacionalidad se deduce que Ester se sometió al mismo régimen dietético que las otras jóvenes reunidas en la casa del rey. Con el fin de disculpar a Ester, el texto griego ha hecho notar que detestaba el lecho de un incircunciso y los banquetes del rey. Para que su ascendencia judía no le creara dificultad para llegar a ser esposa del rey, el astuto Mardoqueo le prohibió revelar a nadie "ni su pueblo ni su condición." Razones políticas (Est 3, 4) aconsejaban este silencio. En el reclutamiento de jóvenes no se tenía en cuenta su nacionalidad; únicamente se exigía que fueran jóvenes, vírgenes y bellas. A Mardoqueo, como a cualquier otro hombre, estaba prohibida la entrada en la casa de las mujeres, pero se le autorizaba "ir y venir al vestíbulo" de la misma. Acaso por su misma juventud y por el hecho de ser huérfana, autorizó Hegue la visita diaria de Mardoqueo a su protegida.
Est 2, 12-14. Régimen de vida en el harén
Es probable que se hiciera la ficha de cada joven a medida que entraban en el harén, anotándose el día de su ingreso. Al cabo de un año, luego de haberse sometido a un régimen especial de belleza, con el empleo de cosmético, la joven era llevada, por turno riguroso, a la presencia del rey. El mismo ceremonial debían observar las mujeres del usurpador Smerdis al acercarse a él.
Est 2, 15-16. Llega el turno a Ester
Hegue percatóse de que Ester descollaba entre todas las mujeres por sus encantos femeninos y barruntó que agradaría al rey. Por lo mismo, ya desde el principio la rodeó de atenciones, preocupóse por sus adornos y alimentación, puso a su disposición siete (Est 1, 10) doncellas escogidas y la aposentó en la mejor habitación de la casa. .Las otras mujeres, al acercárseles el turno de ser presentadas al rey, multiplicaban sus atavíos para realzar su belleza; Ester, en cambio, tenía plena confianza en su hermosura. Pese a lo que dice el texto griego Ester no siente repugnancia por el lecho de un incircunciso, ni manifiesta esta aversión ni a Hegue ni al rey. El autor sagrado refiere escuetamente los hechos, sin pronunciarse por la moralidad de los acontecimientos. Por la importancia política del hecho, el autor especifica el año y el mes en que Ester fue conducida por primera vez a la presencia del rey. Habían transcurrido cuatro años (Est 1, 3) desde el banquete en que se repudió a Vasti.
Est 2, 17-20. Ester, elegida reina
Con palabras que recuerdan el saludo del ángel a María (Lc 1, 30.42), se dice que amó Asuero a Ester más que a todas las mujeres que tenía, y que halló ella gracia y favor más que todas las otras jóvenes que habían estado con el rey. Ester superaba a todas; incluso era mejor que Vasti (Est 1, 19). Para celebrar el acontecimiento dio el rey un festín, que el autor sagrado llama "festín de Ester" por efectuarse en su honor. Según los LXX, el banquete duró siete días. Fueron invitados los príncipes y los servidores de la casa real.
Est 2, 21-23. Aborta un complot contra el rey
Mientras se desarrollaban las fiestas en honor de la nueva reina, dos eunucos del rey preparaban un complot contra él. Este episodio coincide con el que se refiere del texto griego. Los nombres de los dos eunucos difieren en uno y otro texto; en el griego se llaman Gabata y Tarra; en el hebreo, Birgan y Teres. Ambos estaban de guardia en las puertas del palacio real. También Mardoqueo ocupaba un lugar destacado en la real puerta, siéndole fácil descubrir el atentado contra el rey. En el texto griego se dice que el complot estaba motivado por haber confiado el monarca un puesto de responsabilidad y categoría a un judío. Es muy probable que los dos eunucos, de nacionalidad persa, se sintieran humillados por estar sujetos a las órdenes de un judío. Mardoqueo comunicó confidencialmente la noticia a Ester y ésta la retransmitió al rey. Aun en este caso no manifestó la reina el parentesco que le unía con Mardoqueo, lo que hizo más tarde (Est 8, 1). Los dos eunucos fueron ahorcados (Patón) o empalados, suplicio este último muy usado por los antiguos persas. Por sus servicios mereció Mardoqueo que se inscribiera su nombre y lo que había hecho en la crónica real (Esd 4, 15). En prueba de la importancia que el rey concedía al hecho, quiso que se anotara estando él presente, cubriendo con su autoridad la veracidad del relato.
Est 3, 1-6. Mardoqueo y Aman en conflicto
Con la noticia de la elevación de Ester al rango de reina se explica la alegría de los judíos y su pretensión de medir sus fuerzas y aun vencer a sus enemigos. Él final del capítulo anterior hacía presentir que el rey, agradecido a Mardoqueo por haberle salvado la vida, le recompensaría pródigamente. Pero, en vez de la exaltación del judío Mardoqueo, habla el texto de la elevación de Aman, enemigo encarnizado del pueblo judío. De este hecho insólito arrancan las raíces del conflicto. El honor y la religión inducían a Mardoqueo a negar a su enemigo los honores que exigía. Aman quiere castigar la insolencia de Mardoqueo con el exterminio de todos los judíos residentes en Persia. Aman, descendiente de la familia Hamedata, extraño a la sangre de los persas es llamado el agagita (haagagi: Est 3, 10; Est 8, 3.5; Est 9, 24), mientras que Mardoqueo es conocido por el judío (hayyehudi: Est 2, 5; Est 5, 13; Est 6, 10; Est 8, 7; Est 9, 29-31; Est 10, 3). Estos dos personajes, el agagita y el judío, representan dos mundos religiosa y políticamente antagónicos, que se odian y persiguen hasta que el más fuerte, según la apreciación de los hombres, cae víctima del odiado judío. El agagita recuerda el rey Agag (Nm 24, 7; 1S 15, 9).
La actitud de Mardoqueo, al negarse a rendir a Aman las muestras exteriores de respeto que le correspondían por su dignidad, se explica únicamente por un acto de orgullo de raza. ¿Cómo él, el judío, podía doblar la rodilla y postrarse ante un pagano enemigo declarado de su pueblo? El ceremonial persa exigía, según Heródoto (Est 7, 1-34) Que los súbditos doblaran la rodilla y se postraran delante del rey. A este ceremonial se acomodaba Mardoqueo todas cuantas veces se acercaba al monarca; pero rompe con él al tratarse de Aman, aunque lo hubiera mandado Asuero. Cuenta Heródoto (Est 7, 1-36) que los embajadores de Esparta, Espertíes y Bulis, se negaron, por motivos de dignidad, a rendir al rey Jerjes tales muestras de respeto. A los servidores del rey les manifestó Mardoqueo que su condición de judío no le permitía tales reverencias (Est 3, 4). Sin embargo, los judíos se postraban ante los reyes (1S 24, 9; 1R 1, 23; 1R 2, 19; 2R 4, 37) y otros superiores (Gn 23, 7; Gn 27, 29; Gn 33, 3)· El texto griego atribuye la actitud de Mardoqueo al hecho de que Aman reclamaba para sí honores divinos. Según algunos autores (Vaccari, Stummer), cuando los dos verbos doblar la rodilla y postrarse van unidos (2Cro 7, 3; Sal 22, 30; Sal 95, 6), denotan un acto de adoración a Dios. De Ester (Est 8, 3) se dice que, al presentarse ante el rey, "se echó a los pies de Asuero." Otros exegetas explican que Mardoqueo se negó a rendir homenaje a Aman por tratarse de un amalecita, pueblo odiado por Israel; opinión esta que concuerda con el espíritu del libro, pero que no está respaldada por los hechos históricos. Considerada la índole del libro, creemos que Mardoqueo negóse a doblar su rodilla y postrarse ante un enemigo de su pueblo por motivos políticos y religiosos, arrostrando valientemente todas las consecuencias desagradables que pudieran surgir de semejante acto de insubordinación.
Est 3, 7. Fecha memorable
Aman ha decidido destruir al pueblo judío. Sólo le faltaba determinar el día y el mes. Nos hallamos en el año 12 del reinado de Asuero (474 a.C.), cinco años después de la exaltación de Ester (Est 2, 16). Es muy probable que ignorase Aman la ascendencia judía de la reina Ester. Bajo la mirada de los dioses, como dice Luciano, echó Aman el pur, palabra extranjera, acaso acádica: puru = suerte; o persa: para = pedazo, fragmento, que, según el autor hebraico, corresponde a goral. Es probable que la palabra pur sea una glosa introducida con el fin de señalar anticipadamente la etimología de la fiesta de Purim (Est 9, 24-26).
Est 3, 8-11. Aman delibera con Asuero
Aman no puede por sí mismo desencadenar una persecución contra los judíos. Los reyes persas, en general, se mostraron tolerantes con las prácticas religiosas de los pueblos sometidos a su autoridad. Sólo en momentos de ira cometió Jerjes actos sacrílegos. Las acusaciones de Aman contra los judíos son lugares comunes que se manejan en todos los escritos de la época helenística: 1) viven segregados de los otros pueblos; 2) se rigen por leyes propias (Dn 1, 8; Jdt 12, 1); 3) no cumplen los decretos reales (Dn 3, 8-12; Esd 4, 12-16). De ello concluye Aman que, por interés del rey y seguridad del imperio, no se les debe dejar en paz. De las acusaciones pasa Aman a solicitar del rey, empleando la fórmula habitual de cortesía, el exterminio del pueblo judío. Con el fin de compensar el erario real de la pérdida económica que acarrearía la matanza de los judíos, ofrece de su propio peculio la elevada cantidad de diez mil talentos de plata. En moneda moderna su oferta equivalía a dieciocho millones de dólares.
Est 3, 12-13. Publicación del edicto real
Para el día 13 de Nisán, día nefasto, que coincidía con la fiesta judía de Pascua (Ex 12, 6), convocó Aman a los escribas reales (Est 2, 23; Est 8, 9) para que copiaran el edicto contra los judíos que él les dictaría. El decreto real, sin embargo, surtiría su efecto el 13 del duocécimo mes. Las cartas dirigidas a las autoridades mencionadas fueron repartidas por los harasim, "los corredores." Fueron los persas los que crearon un servicio perfecto de correos con el fin de comunicar el palacio real con los pueblos del inmenso imperio. Los empleados utilizaban caballos veloces para cubrir enormes distancias. Nada ni nadie podía detener al correo en el cumplimiento de su deber, ni los fenómenos atmosféricos ni la oscuridad de la noche. Para asegurar el servicio existían fortalezas y puestos militares junto a los puentes y las zonas fronterizas. Calcula Heródoto que un correo cubre la etapa ("camino real") de Sardes a Susa en noventa días (Est 5, 53). La mención de un correo rápido en Est 8, 10 parece indicar que Aman tenía mucho interés en que la orden llegara rápidamente a conocimiento de los que debían ejecutarla. Dios concedió a los judíos un largo lapso de tiempo para salvar sus vidas y poner sus bienes en lugar seguro.
Est 3, 14-15. Promulgación del decreto
A la carta dirigida a las autoridades provinciales acompañaba una copia (patsegen) del decreto real, que debía colocarse en lugar público, para que la población estuviera apercibida para el día de la matanza. Puede entenderse el texto en el sentido de que debían las autoridades sacar copias del decreto real y divulgarlo entre la población. La primera copia se fijó en la ciudadela de Susa, de modo que la noticia llegó pronto a la capital, sembrando el pánico entre la población judía. Entretanto, invitaba el rey a su fiel ministro a celebrar conjuntamente con sendas copas de vino el exterminio del pueblo judío.
Est 4, 1-3. Consternación de los judíos
Los judíos de Susa leyeron el decreto real que decidía su suerte, pero ignoraban otros detalles. En cambio, un secreto servicio de información había contado detalladamente a Mardoqueo la manera como Aman había arrancado al rey aquel decreto, la cantidad en metálico que había ofrecido al tesoro (Est 4, 7) y otros pormenores. Ya que Mardoqueo había provocado con su conducta arrogante la catástrofe que se avecinaba, justo era que tomara él la iniciativa para contrarrestar el golpe. Primeramente quiso asegurarse el apoyo de Ester. Para ello, en señal de profundo duelo, rasgó sus vestiduras, se vistió de saco, puso ceniza sobre su cabeza y, a grandes gritos lanzóse a la calle, caminando en dirección al palacio real. Por el hecho de andar Mardoqueo con hábitos de penitencia exteriorizando su dolor por la orden real, podía correr peligro su vida. Pero Aman, seguro de la presa, toleró que Mardoqueo continuase en su actitud (Est 5, 9-15)· Los dioses, además, habían ya fijado el día y mes en que debía actuar, y no era posible contravenir su voluntad (Est 3, 7) adelantando los acontecimientos.
Est 4, 4-8. La noticia en palacio
Mardoqueo consiguió lo que se propuso: llegar a las puertas del palacio e interesar a la reina en el asunto. La extraña indumentaria y los gritos de dolor despertaron la curiosidad de los servidores de palacio, los cuales, al reconocer a Mardoqueo, y conociendo su parentesco con Ester, lo anunciaron a la reina. Esta, tras de ofrecer a Mardoqueo otros vestidos, trató de introducirlo en palacio, pues a nadie estaba permitido traspasar el umbral del palacio vestido de saco. Mardoqueo rehusó el ofrecimiento. No pudiendo convencerle, Ester dispuso que el eunuco Hatac se entrevistara con Mardoqueo para que éste le explicara lo que ocurría. Mardoqueo se lo contó al detalle, entregándole además una copia del edicto para que se lo diera a la reina. Terminó su entrevista con el eunuco exigiendo a la reina Ester que se presentara al rey e intercediera por el pueblo judío.
Est 5, 1-5. Petición de Ester
Se dice que tres días después presentóse Ester ante el rey. El día tercero tiene un valor simbólico en la Biblia (Gn 22, 4; Ex 19, 16; Jos 1, 11; Os 6, 2). La reina avanzó majestuosa hacia el atrio interior, desde donde se divisaba el trono, deteniéndose ante el departamento real. Del texto puede deducirse que Ester, desde allí, pidió audiencia a Asuero, que se la concedió. La petición de Ester podía parecer al rey de escasa trascendencia e interpretarla como un capricho de la soberana, pero, en realidad, tenía un alcance capaz de cambiar totalmente la escena. Así lo comprendió la sagacidad del rey, como aparece por Est 5, 6, intuyendo que la proposición de Ester ocultaba algo que rebasaba el significado de sus palabras.
Est 5, 5-8. El primer festín
El rey invita a Ester a que abra su corazón. Espera que con ocasión del festín abra Ester su boca y vacíe todo cuanto le acongoja. Dice el texto hebraico que preguntó Asuero a la reina "en el festín del vino," a saber, hacia finales del banquete, en que el vino alegraba a los invitados y soltaba su lengua. La respuesta de Ester está encaminada a diferir el desenlace del drama. En el caso de denunciar a Aman, en esta ocasión no tendría lugar el encubrimiento de Mardoqueo y la humillación de Aman.
Est 5, 9-14. Contrariedad y alborozo de Aman
Salía Aman del banquete alegre y con buen humor (tob leb, 1S 25, 36), cuando divisó a Mardoqueo ocupando de nuevo su puesto junto a la puerta real (Est 2, 19-21; Est 3, 2; Est 5, 13; Est 6, 10-12). También él había acabado los días de penitencia y, como tenía de costumbre, no se levantó ni se movió al pasar el primer ministro (Est 3, 1-5). Zeres y los consejeros recomiendan a Aman cuelgue de una horca (Est 2, 23; Est 6, 4; Est 7, 9; Est 8, 7; Est 9, 13) a Mardoqueo. Parece exagerada la altura de cincuenta codos, que corresponde a veinticinco metros. Una muerte inminente amenaza a Mardoqueo, por cuanto puede Aman pedir al rey que se anticipe la fecha señalada para la ejecución de Mardoqueo, reservando para el día y mes señalado por la suerte el exterminio del pueblo judío. El término Zeres es de origen iraniano, y significa la dorada, la de los cabellos de oro.
Est 6, 1-5. El insomnio del rey
No es probable que los sucesos del día narrados en el capítulo anterior quitaran el sueño a un monarca acostumbrado a resolver negocios mucho más trascendentales. El texto griego expresa claramente lo que aparece de manera velada en el original hebraico. No es de extrañar que al rey se le antojara llenar las horas de insomnio con la lectura de las crónicas de su reinado (Est 2, 23; Est 10, 2; Esd 4, 15), aunque tuviera al alcance otros pasatiempos. Del atentado de los dos eunucos se habla en Est 2, 21-23. El texto hebreo ignora, o al menos no menciona, la recompensa que recibió Mardoqueo por sus servicios.
Est 6, 6-11. Asuero se aconseja con Aman
Solían los reyes persas recompensar espléndidamente a sus bienhechores. Según Herodoto (Est 8, 8-5), había en Persia unos hombres llamados orosangai, bienhechores del rey. Aman gozaba de la confianza real, y por lo mismo le admite en su presencia sin necesidad de pedir audiencia. Ni que decir cabe que su ida a palacio en aquellas primeras horas del día fue por disposición providencial de Dios. Nótese que el rey no nombra a Mardoqueo al pedir su parecer a Aman. El autor del libro cuenta los hechos con reticencias y palabras equívocas para hacer más apasionante la narración. Es difícil creer que Aman propusiera al rey se concedieran honores reales a aquel a quien el rey quería honrar. No puede concebirse que el orgullo llevara a Aman a proponer tales honores a un ministro de la corona. Aman cumple la orden de Asuero (v.10-11). En la respuesta hace el rey hincapié en que no se omita ningún detalle del ceremonial que le ha propuesto. Sabe el rey que Mardoqueo se hallaba habitualmente en la puerta del palacio real (Est 2, 19; Est 3, 2; Est 5, 9).
El autor ama los contrastes. Mardoqueo vuelve a la puerta real, confiado más que nunca en el éxito de las gestiones que ha emprendido Ester; Aman, corrido, marcha a su casa a ocultar la humillación que ha sufrido, ¡Qué diferencia entre ayer y hoy! Sus amigos y aun su mujer le predicen la derrota. El presagio de Zeres iba a cumplirse fatalmente y más pronto de cuanto podía sospechar. La presencia de los eunucos en casa, llevándose apresuradamente a Aman, indica que el desenlace final se aproxima. El banquete que antes esperaba con ansia (Est 5, 14), será el anzuelo en el que quedará prendido. Entre el primer banquete y el segundo corre el espacio de veinticuatro horas. Por lo cual vemos difícil que en tan poco tiempo se hayan podido desarrollar los acontecimientos que se narran en el capítulo 6.
Est 7, 1-4. Petición de la reina
Corría el segundo día del banquete. Una vez servida la comida, empezóse a escanciar el vino (Est 5, 6). Barruntaba el rey que Ester ocultaba algo muy interesante en su corazón, que no se atrevía a manifestar. Conforme a la pregunta del rey (v.2), Ester pide que se le conceda la vida y manifiesta el deseo de que viva también su pueblo. La noticia de que su vida estaba en peligro debió de impresionar al rey. ¿Es posible que perezca la reina que Asuero ama, y a la cual permitió el acceso espontáneo a sus aposentos sin que le aplicara la ley? Ester resume el contenido del decreto, que conocía a través de Mardoqueo (Est 4, 8). Ella y su pueblo están vendidos por el precio de diez mil talentos (Est 4, 7); corren peligro de ser exterminados, degollados, aniquilados; tres verbos que se empleaban en el mencionado decreto (Est 3, 13). Aman había invocado motivos de Estado para matar a los judíos. Ester, en respuesta a las sugerencias de Aman (Est 3, 8), hace ver en primer lugar las desventajas políticas y económicas que supone tal medida.
Est 7, 5-7. Ester delata al traidor
Asuero montó en cólera y quiso saber quién se había atrevido a proponer semejante despropósito. Es imposible que el rey no recordara la existencia del decreto contra los judíos y su contenido, al menos en líneas generales. El autor sagrado no describe la escena tal como sucedió realmente, sino de una manera dramática, buscando para ello el procedimiento literario que más impresionara al lector. No revela Ester el nombre del conspirador ni da a entender que se trata de una persona concreta, individual. Pero el rey, en su respuesta, se interesa inmediatamente por el nombre del traidor, queriendo averiguar su paradero. La pregunta del rey está formulada en relación al contexto siguiente. ¿Quiere saber quién es el opresor de los judíos y el que atenta contra los intereses económicos de la nación? Ahí lo tiene; a su lado está, banqueteando con él y gozando de su amplia confianza. Podía el rey repetir: "Si un enemigo me agraviara, de buena gana le sufriría. Si quien me odia se me alzara, de él me pondría a cubierto; pero eres tú, un otro yo, mi amigo, mi íntimo (Sal 55, 15), quien acecha contra mí." El episodio recuerda el momento en que Cristo desenmascara al traidor (Mt 26, 23). No pudiendo el rey soportar la presencia de Aman, salióse al jardín. Aman se sobrecogió de temor: Ester le había señalado con su nombre. Ante ella aparecía como opresor y enemigo de su raza; ante el rey, como enemigo de la prosperidad del imperio. Si Aman hubiera conocido la ascendencia de Ester, ¿se hubiera atrevido a implorar del rey el exterminio de los judíos? El autor ha logrado dramatizar la escena, aunque deja en el aire algunas cuestiones. Por la actitud del rey comprendió Aman que su suerte estaba echada; sólo la intervención de la reina podía salvarlo. Pero ¿cómo atreverse a pedir perdón a Ester, cuya perdición tramaba?
Recuperada la serenidad, entró de nuevo Asuero en la sala. Al ver a Aman postrado a los pies de la reina, montó en cólera. El texto hebreo supone que la reina estaba tumbada sobre el diván; Aman, a sus pies, imploraba clemencia. El texto griego añade: "Suplicaba perdón cogido a las rodillas de la reina." No es que Aman tuviera intenciones menos rectas; no era el momento más apropiado para ello; pero la gravedad de la situación le hizo olvidar las reglas de la etiqueta. Puede darse también que el autor sagrado haya consignado esta circunstancia insólita para amontonar nuevos delitos sobre el odiado Aman. A este crimen se añadió otro: el de haber preparado una horca para colgar de ella a Mardoqueo, a quien el rey acababa de honrar. Harbona (Est 1, 10) conocía el hecho y lo delata al rey, quien, avaro en palabras, ordena "que cuelguen de ella a Aman." Cambio total de escena: el rey se apacigua, Ester celebra su triunfo, Mardoqueo ve desaparecer a su enemigo. A la tempestad sucede la calma; al temor, la confianza. Una vez más reaparece en este texto el tema bíblico de la rehabilitación del justo y oprimido (Pr 11, 8; Pr 26, 27; Pr 28, 10; Qo 10, 8; Si 27, 26; Sal 7, 16, etc.)
Est 8, 1-2. Exaltación de Mardoqueo
Los acontecimientos se precipitan de manera asombrosa. El rey, voluble, brusco y expeditivo en sus negocios, se deja fácilmente llevar por el último que le habla, aunque sean sus cortesanos (Est 1, 21; Est 5, 5; Est 6, 10; Est 7, 5). En un día cambia de favorito, dando muerte al que ocupaba el segundo lugar en el reino y elevando al mismo rango a un empleado de la puerta real. A Asuero le duele la traición de Aman. A más de condenarle a muerte, dispone que Mardoqueo administre en adelante los bienes de la casa de Aman (Gn 39, 4; Gn 44, 1-4; 1R 13, 8) y vigile los movimientos de sus familiares hasta que la justicia disponga de otra cosa. Aman era rico (Est 5, 11) y tenía muchos hijos (Est 9, 10). Según las leyes, la propiedad de los ajusticiados pasaba al Estado. El rey entrega la casa de Aman a Ester como prueba de confianza, y ésta la traspasa a Mardoqueo. Empiezan los judíos a enriquecerse a costa de su enemigo.
Est 8, 3-6. Ester intercede por su pueblo
Ester y Mardoqueo estaban a salvo, pero era menester revocar el edicto de exterminio que pesaba sobre el pueblo judío desparramado por todo el imperio. El patriotismo de Ester se manifiesta de nuevo al presentarse por segunda vez al monarca sin haber sido llamada previamente. Por un artificio literario manifiesto, todo el capítulo 8 es una repetición, casi palabra por palabra, de lo dicho en Est 3, 8-4, pero a la inversa. El paralelismo es perfecto entre la conducta de Aman en sus relaciones con el rey, la intervención de Ester para liberar al pueblo y las gestiones hechas por Mardoqueo. Señalamos las siguientes equivalencias: Est 8, 5b-8 = Est 3, 8-11; Est 8, 9-12 = Est 3, 12-13; Est 8, 13-14 = Est 3, 14-15; Est 8, 15-17; Est 4, 1-4.
Est 8, 7-8. El rey, bien dispuesto
Asuero se encuentra en situación embarazosa. Se ha puesto incondicionalmente de parte de Ester y Mardoqueo. Pero, como el edicto era irrevocable por llevar el sello real (Dn 6, 9; Dn 13, 16), sugiere que se busque una solución para neutralizar con otro lo que se prescribía en el primero. La solución consistió en otorgar a los judíos autorización y medios no sólo para repeler la agresión, contando con el apoyo de los órganos gubernativos, sino para vengarse de sus enemigos.
Est 8, 9-10. Manos a la obra
Esta sección corresponde exactamente a Est 3, 12-15. La diferencia principal está en que el remitente es Mardoqueo; entre los destinatarios se mencionan los judíos. Antes eran ellos las víctimas. Estamos en el mes de Si van (nombre de origen babilónico), por lo cual han transcurrido dos meses y diez días desde el edicto de Aman (Est 3, 12). Durante este tiempo se desarrollaron los hechos narrados en Est 4, 1 - Est 8, 2. El uso que hace el autor de los números prueba que maneja libremente la narración.
Est 8, 11-13. Privilegios a los judíos
En el edicto anterior (Est 3, 13) se amenazaba a los judíos con el exterminio total; ahora se les autoriza a reunirse para defenderse, matar, destruir, exterminar a cuantos les ataquen (Dn 6, 25). Se les autoriza asimismo para incautarse de los bienes de sus perseguidores. Otros textos permiten a los judíos no sólo defenderse, sino pasar al ataque (Est 8, 13; Est 9, 1-16). Esta matanza tendrá lugar el 13 del mes de Adar, coincidiendo con el día señalado por Aman para acabar con los judíos (Est 3, 13).
Est 8, 14-17. Renace la alegría
Una vez hubo Aman arrancado del rey el edicto de exterminio de los judíos, púsose a banquetear con Asuero (Est 3, 15)· Mardoqueo, en paridad de circunstancias, abandonó el palacio y marchó a su casa. Anteriormente, con ocasión de su exaltación por Asuero (Est 6, 11), había vestido Mardoqueo vestiduras reales; pero en la actualidad lleva los vestidos que corresponden a su posición de gran visir. Entre los persas tenían éxito los vestidos amplios y multicolores. No son motivos nobles los que impulsan a los paganos a abrazar el judaísmo; pero el temor puede ser el principio de una conversión total. Nótese cómo el autor establece la antítesis entre el pueblo judío próximo a desaparecer (Est 4, 13) y la situación privilegiada de que goza en la actualidad. El autor ha probado suficientemente que Dios, tarde o temprano, se acuerda de su pueblo; que castiga a sus opresores y da su gracia a los que viven según el pacto de la alianza. A pesar de su apariencia laica, el texto original hebraico se muestra en el fondo extraordinariamente religioso y adicto a la mentalidad tradicional hebraica.
Est 9, 1-19. Venganza de los judíos
Est 9, 1-4. Los judíos, en situación ventajosa
A consecuencia de la carta de Mardoqueo cambió totalmente el cariz de los acontecimientos señalados para el 13 del mes de Adar (Est 3, 12). Desde el edicto de Mardoqueo hasta el citado día transcurrieron, según Est 8, 9, nueve meses, durante los cuales pudieron los judíos reunirse (Est 8, 11), organizarse para mejor repeler la agresión, ¿Atreviéronse los persas a molestar a los judíos? Conociendo el contenido del decreto real y sabiendo que Mardoqueo era "poderoso en palacio," que su fama iba en aumento, no es probable que los persas atacaran a los judíos, salvo pocas excepciones.
Est 9, 5-10. Matanzas en Susa
Los términos del texto sugieren claramente que había algo más que una defensa. Todos los que se habían mostrado contrarios a los judíos eran víctimas de los mismos. Aquellos que les resistieron fueron objeto de malos tratos: "trataron como quisieron a los que les eran hostiles." ¿Hubo víctimas de parte de los judíos? Sin duda (Est 9, 16), porque no todos se resignaron a morir pasivamente.
Est 9, 11-16. Ansiedad del rey
Llegó la noticia de la hecatombe a oídos del rey, quien se alarmó por las proporciones que tomaba la reacción judía. Llevado por dos sentimientos, de ansiedad uno y de satisfacción el otro, se dirigió a la reina, diciéndole: "¿Qué más pides?" esperando que Ester le manifestara su gratitud y satisfacción por haber escuchado su ruego. Pero ¡cuál no fue su asombro al escuchar de labios de Ester la petición de prórroga de la matanza por espacio de otro día! Pero no quiso contrariarla y accedió a su ruego. La ansiedad del rey estaba muy justificada por las noticias alarmantes sobre la gran cantidad de víctimas. El texto hebraico habla de setenta y cinco mil muertos; los LXX los reducen a quince mil, y Luciano a diez mil ciento siete. Como hemos anotado, se exageran extraordinariamente las cifras con el fin de demostrar a los pueblos e individuos que, en caso de molestar a los judíos, se exponen a sufrir un castigo ejemplar.
Est 9, 17-19. Día conmemorativo
Señala el autor las razones históricas que dieron origen a la fiesta de Purim. Los judíos cumplieron matemáticamente la orden contenida en la carta de Mardoqueo. El 13 de Adar, los judíos de las provincias se vengaron a placer de sus enemigos, apoyados por las autoridades, exterminando a cuantos se habían mostrado contrarios a ellos. La petición de Ester hizo que se prorrogara otro día la matanza en Susa, destinando uno a los antijudíos de la ciudadela y otro a los de la población de Susa. Con ello se explica el porqué, en tiempos del autor, las gentes de provincia anticipaban en un día la fiesta de la liberación. Acaso se trata de una explicación popular de un hecho que no tiene justificación histórica.
Est 9, 20-22. Institución de la fiesta de Purim
Nos hallamos en la parte jurídica del libro de Ester. Algunos creen que la sección Est 9, 20-32 procede de una fuente distinta de la del resto del libro, presentando un estilo propio, que se caracteriza por las repeticiones e insistencia en los mismos temas. Según Patón, pudo el autor encontrar esta sección en una antigua historia judía.
Mardoqueo, en su calidad de jefe religioso, se dirige a todos los judíos de cerca y de lejos (Is 57, 19; Jr 25, 26; Dn 9, 7), encareciéndoles la celebración de la fiesta de la liberación. El día del triunfo de los judíos se celebrará con ruidosos banquetes (Est 9, 17), en los cuales se beberá vino en abundancia, permitiéndose la bebida hasta el límite de no poder distinguir entre las palabras "maldito sea Aman" y "bendito sea Mardoqueo." La fiesta tuvo siempre un carácter profano, alcanzando proporciones comparables a la de los carnavales, vistiendo las mujeres trajes de hombre y adoptando éstos la indumentaria femenina. En un principio prescribía el Talmud (Meg. 2a) que en los pueblos se leyera el libro de Ester el día 14 de Adar, y en ningún caso antes del 11 ni después del 14. La lectura en las sinagogas era interrumpida con imprecaciones contra los enemigos del pueblo judaico. En conmemoración del ayuno de Ester (Est 4, 3-16) se observó un día de ayuno.
Est 9, 23-28. Adopción oficial de la fiesta
Los judíos se habían adelantado a los deseos de Mardoqueo, ya que celebraban la fiesta con anterioridad y conforme a lo que se les dijo en la carta. Pero, al recibir el nuevo escrito de Mardoqueo, determinaron prorrogar la fiesta un día más,
Est 9, 29-32. Intervención de Ester en favor de la fiesta
La carta escrita por Mardoqueo (v.23-24) iba refrendada por Ester con el fin de asegurar más su cumplimiento. ¿Supone esto que la primera carta de Mardoqueo (v.20-22) no consiguió la finalidad que pretendía? Como el lector puede observar, presenta el texto gran número de repeticiones, que engendran confusión. A partir de Est 9, 19 se habla de la doble manera de celebrar la fiesta de purim. En g.26b se la considera como de origen tradicional, y en Est 9, 20.26a.29 como institucional. Tres cartas se mencionan: dos de Mardoqueo (Est 9, 20-22; Est 9, 24-26) y una de Ester (Est 9, 29-32). En esta última aparece la noticia inesperada de que los judíos deben prepararse a esta fiesta con ayunos y abstinencias. La fiesta de Purim celebróse desde muy antiguo. La recuerdan el 2M 15, 36-37, con el nombre de "día de Mardoqueo," y Flavio Josefo. Según el Talmud, el día 13 había reunión en la sinagoga y se distribuían limosnas a los pobres.
La mención del tributo tiene como finalidad poner de relieve la grandeza del imperio persa, que se extendía desde la India hasta Etiopía, abarcando también las islas costeras del Asia Menor. De todo este inmenso poderío y de los hechos más salientes del rey queda una relación pormenorizada en los anales de los reyes medos y persas. En aquellas crónicas se han consignado los hechos de Mardoqueo, y allí se inspiró nuestro autor para componer el libro. Acaso esta noticia tenga sólo un valor literario, llevado su autor por el afán de imitar el estilo empleado en los libros de los Reyes (1R 11, 41; 1R 14, 19-29, etc.).
El libro de Ester quiere ser una apología del pueblo judío. La raza judía no morirá, por encarnizados que sean sus enemigos. Al contrario, quien se atreva a maquinar su ruina recibirá un justo castigo. Porque, aunque Israel sea una nación despreciable a los ojos de los hombres, es en realidad invencible, porque cuenta con la protección de su Dios. Sean o no históricos muchos de los pormenores del libro, no podrá negarse que el libro de Ester encierra una lección provechosa, tanto para el pueblo judío como para sus enemigos. Israel no debe perder nunca sus esperanzas ni temer su aniquilamiento; sus enemigos deben escarmentar en la cabeza de Aman, porque todo el que tocare a Israel será barrido, como lo fue aquél. Aunque parezca lo contrario, Dios vela siempre por su pueblo, al cual defiende y protege tan pronto como implora su auxilio. Como la madre no puede olvidar a su hijo, tampoco Yahvé olvidará a Israel.