Flp
Flp 1, 1-11. Introducción
Flp 1, 1-2. Saludo epistolar
Pablo asocia en el saludo a Timoteo, que era muy conocido de los filipenses y había trabajado entre ellos (v.1; cf. Flp 2, 19-23). Aquí, dado el afecto que le profesan los filipenses, no necesita apelar a su condición de "apóstol," como en otras ocasiones (cf. 2Co 1, 1; Ga 1, 1); le basta con presentarse simplemente como "siervo de Jesucristo" e incluso colocarse en la misma línea que su auxiliar Timoteo.
La carta va dirigida a todos los fieles de Filipos, a quienes denomina "santos," conforme es su costumbre, en cuanto que, purificados de sus pecados por el bautismo, están llamados a llevar una vida santa, según lo que exige la fe que han recibido (v.1; cf. Rm 1, 7; 1Co 1, 2; 1Co 16, 1). Hace mención especial de los "obispos" y "diáconos" (?tps??p??ß ?a? d?a??????), términos que aparecen ' aquí por primera vez en las cartas de San Pablo, pero de los que se habla luego en las cartas pastorales como de algo regularmente establecido en todas las iglesias (cf. 1Tm 3, 2-13; Tt 1, 7-9). Ni debe extrañar que el Apóstol hable de "obispos" en plural, aunque se trate de una sola iglesia; pues el término "obispo" no tiene aún el sentido técnico que adquirirá más tarde, sino que es equivalente de "presbítero," como explicamos al comentar Hch 11, 30 y 1Tm 3, 1-7. En cuanto al término "diácono," véase el comentario a Hch 6, 1-7. La fórmula "gracia y paz" (v.2) es la usual en sus cartas (cf. Rm 1, 7).
Flp 1, 3-11. Acción de gracias y oración por los filipenses
Al saludo epistolar sigue la acostumbrada acción de gracias a Dios por los beneficios concedidos a los destinatarios, cuyo elogio suele hacer.
Aquí alaba su "comunión" (???????a) en el Evangelio "desde el primer día hasta ahora" (v.5). Parece que el Apóstol alude a la cooperación de los filipenses a la expansión del Evangelio ya desde los primeros momentos de su conversión, no sólo con su ayuda pecuniaria a los que tienen la misión de propagarlo (cf. Flp 4, 10-18), sino también con sus padecimientos por Cristo (cf. Flp 1, 29-30). Está seguro de que Dios, que comenzó en ellos la buena obra de la santificación, la continuará y hará progresar "hasta el día de Cristo Jesús," cuando se manifieste glorioso acompañado de los suyos (v.6; cf. 1Co 1, 8; 2Co 1, 14; 2Ts 1, 7). Y "es justo" que sienta así de todos ellos, con esa confianza, pues los ve "participantes de su gracia" (v,7), es decir, cooperadores de su apostolado, incluso cuando está entre cadenas, como lo han demostrado ahora con los socorros que le han enviado. La expresión "en la defensa y confirmación del Evangelio" (v.7), aunque pudiera referirse en general a los trabajos apostólicos de Pablo, unida a "en mis prisiones," es probable que sea una alusión a los últimos acontecimientos de su proceso ante el tribunal imperial, donde él había vuelto a hacer valer sus razones en defensa y confirmación del Evangelio; de ahí esa su confianza en una pronta liberación (cf. Flp 1, 26; Flp 2, 24). En confirmación de cuan verdaderos son los sentimientos que acaba de manifestar hacia los filipenses, el Apóstol, con una especie de juramento (cf. Rm 1, 9; 2Co 1, 23), pone a Dios por testigo de cuánto les ama "en las entrañas de Cristo Jesús" (v.8); expresión esta última con la que quiere dar a entender que su afecto hacia ellos no es un sentimiento natural y humano, sino una disposición sobrenatural, el amor de un corazón unido a Cristo y lleno de su caridad (cf. Flp 1, 21).
Sigue ahora (v.9-11), cosa normal en un corazón que ama, una súplica a Dios por los filipenses, consistente aquí en que haga crecer su "caridad" más y más cada día "en conocimiento y en toda discreción," para que en cada circunstancia sepan discernir qué es lo mejor, y así presentarse luego en el día del juicio "llenos de frutos de justicia," es decir, de obras buenas, para gloria y alabanza de Dios. Cuando San Pablo, refiriéndose a los filipenses, habla de "vuestra caridad" (v.9), es evidente que no se refiere sólo al amor manifestado en la limosna que le enviaron, sino que toma el término en todo su amplio significado de amor de Dios y del prójimo. El crecimiento de esta "caridad," conforme aquí da a entender San Pablo, va a la par con el crecimiento en el "conocimiento" y "discreción" para discernir las cosas de Dios.
Los términos d???µ??e?? ta d?af????ta y ?tt????s?? y a?s3?s?ß (v.9-10), tan en uso en la cultura helenística de entonces, indican que Pablo sabe utilizar palabras y conceptos en uso.
Flp 1, 12-26. Noticias sobre su situación
Flp 1, 12-20. La cautividad de Pablo está contribuyendo al progreso del Evangelio
Las noticias que los filipenses esperaban, sin duda, con más ansia eran las relativas a la situación actual de Pablo. Y son, efectivamente, terminada la parte introductoria, con las que éste comienza la carta. Sin embargo, es digno de notarse que Pablo habla de su situación sólo desde el punto de vista de la difusión del Evangelio, sin aludir para nada a su salud o a las condiciones materiales, duras o menos duras, de su estado de prisionero, cosas todas que a nosotros hoy nos hubiera gustado conocer. La enseñanza es transparente. Con razón se ha escrito, comentando este pasaje, que "a la pregunta cómo le va, un apóstol debe reaccionar respondiendo cómo le va al Evangelio."
La primera afirmación de Pablo es que su "situación ha contribuido al progreso del Evangelio" (v.12). Luego (v.13-18) va explicando en qué sentido. Primeramente, porque "en todo el pretorio y a todos los demás (e? d?? t? p?a?t????? yai t??? ???p??? p?s??) se ha hecho patente cómo llevo mis cadenas por Cristo" (v.13). ¿A quiénes alude aquí San Pablo? Primitivamente el "praetorium" era el espacio del campamento romano reservado al praetor o general en jefe del ejército. Pronto el sentido fue evolucionando en dos direcciones diferentes, prevaleciendo bien la acepción militar (cohortes pretorianas, guardia pretoriana), bien la acepción local ("pretorio" de Herodes; cf. Hch 23, 35). En nuestro caso, mencionado el término sin más aditamentos ni explicaciones, todo hace suponer que se trata del Castro Pretorio (Castra Praetoria), como todavía hoy se llama en Roma el lugar donde estaban alojados en su mayor parte los 12.000 pretorianos imperiales. Uno de estos soldados, que iban haciendo el servicio por turno, era el encargado de hacer la custodia militaris al preso Pablo (cf. Hch 28, 16); muy pronto, gracias a ese continuo relevo, el caso de Pablo era conocido "en todo el pretorio." La expresión "y a todos los demás" parece que es simplemente una locución enfática para significar amplia difusión, como dando a entender que, merced a ese encarcelamiento y proceso, la noticia del Evangelio llegó a círculos y esferas sociales donde, de otra manera, quizá hubiera sido muy difícil llegar.
Otra forma cómo ha contribuido la situación de Pablo al progreso del Evangelio es porque, con su encarcelamiento, muchos se han movido a predicar a Cristo (v.14-17). Unos "con buena intención" (v.15), estimulados con su actitud y quizá también porque veían que no era molestado por las autoridades romanas en la defensa del Evangelio, antes bien la marcha del proceso presentaba buenas perspectivas; otros "por espíritu de envidia y competencia" (v.15), deseosos de hacer resaltar cada uno sus propios valores, pensando "añadir tribulación" a sus cadenas (v.17), al ver que adquirían una gloria que Pablo, impedido por su condición de prisionero, no podía conseguir. Creen algunos que hay aquí una alusión a los judaizantes, cristianos demasiado apegados al judaísmo, que por todas partes perseguían al Apóstol, tratando de deshacer su obra, que consideraban ofensiva para la Ley mosaica (cf. Hch 15, 2; Hch 21, 20; Ga 2, 12). Sea como sea, San Pablo da claramente a entender que no predicaban doctrinas erróneas; era más bien la rectitud de intención la que fallaba. Por eso él, cuya grandeza de alma no sabían medir sus adversarios, exclama que, aunque los procedimientos sean mezquinos, con tal que Cristo sea dado a conocer, se "alegra y se alegrará" de ello (v.18). Y, como dando la razón profunda de que nadie le podrá quitar esa alegría, dice que está seguro de que Dios, que hace todo concurrir al bien de sus escogidos (cf. Rm 8, 28), hará también concurrir todo esto al bien de su alma, y Cristo será glorificado en él, o "por vida o por muerte" (v.19-20). Si sigue viviendo, por medio de su vida y de la predicación; y si le condenan a muerte, con el martirio, supremo testimonio de amor. No funda, sin embargo, esta confianza en méritos propios, sino en las "oraciones" de los filipenses y en la "donación del Espíritu," que le dará fuerzas para ello. Se ha hecho notar cómo no dice el Apóstol que él glorificará a Cristo, sino que "Cristo será glorificado" en él (v.20), como dando a entender que la victoria será obra de la gracia y pertenece a Cristo.
Flp 1, 21-26. Confianza de próxima liberación
Expone aquí el Apóstol sus sentimientos en relación con la alternativa propuesta en el último versículo de la narrativa anterior, al decir que Cristo sería glorificado en él, o por vida o por muerte.
Comienza (v.21) con la afirmación básica de que para él "el vivir es Cristo, y el morir, ganancia" (t? ??? ???st?? ?a? t? ?p?^a?e?? ???d??). Pocas frases como ésta resumen de manera tan admirable toda la existencia de Pablo, antes y después de su muerte; con razón han sido las palabras elegidas para ser esculpidas en torno a su sepulcro en Roma. Al decir que su "vivir es Cristo" no incluye sólo el sentido ontológico, aplicable a todo cristiano, de que nuestra vida sobrenatural es vida divina recibida de Cristo (cf. Rm 6, 3-11; Rm 11, 24; 1Co 12, 27; Ga 2, 20; Ef 1, 22-23; Col 2, 7), sino que le da más bien sentido dinámico, con referencia a ser Cristo el móvil de todas sus acciones y el término de todas sus aspiraciones (cf. Flp 3, 7-10; 2Co 5, 15). De ahí que el "morir sea ganancia," pues es la entrada en el gozo del Señor, la posesión total de Cristo, no ya por la fe, sino en visión cara a cara (cf. 2Co 5, 6-8).
Supuesto esto como verdad fundamental, Pablo contempla las dos cosas: la vida, trabajando por ganar almas para Cristo, y la muerte, entrando en el gozo del Señor. Ambas cosas le atraen; por eso, entre la vida y la muerte no sabe qué elegir (v.22-24). Notemos la unión que el Apóstol establece entre "morir" y "estar con Cristo" (v.23; cf. 2Co 5, 6-9); por ninguna parte aparece que haya un tiempo intermedio de espera hasta la parusía o juicio final. Una cosa es el triunfo total de la Iglesia, como colectividad, que tendrá lugar en la parusía, y otra, la entrada personal de cada uno en la gloria, que, de no mediar obstáculo a causa de nuestros pecados, tendrá lugar en seguida después de la muerte.
Aunque Pablo, si hubiera de elegir entre la vida y la muerte, no sabría qué preferir, por el momento está "firmemente persuadido" (pep??3?? ??da) de que continuará viviendo para provecho espiritual de los filipenses (y de otros también), a fin de que avancen más y más en la vida cristiana con su segunda ida a ellos (v.25-26). Este convencimiento que aquí parece mostrar el Apóstol de que continuará viviendo, no consta que sea un caso de inspiración profética, con garantía divina de infalibilidad. De hecho, no sólo anteriormente (v.20), sino también después, vuelve a dejar traslucir la posibilidad del martirio (cf. Flp 2, 17). Se trata, pues, de una afirmación en que hay mucho de conjetura o presentimiento, como en (Hch 20, 15); con la diferencia de que allí no se realizó lo presentido, mientras que aquí fue una realidad el hecho de su liberación.
Flp 1, 27-Flp 2, 18. Exhortación a llevar una vida digna
Flp 1, 27-30. Constancia en el combate por la fe
Después de hablar de sus cosas y de la situación en que se encontraba, el Apóstol continúa su carta con una serie de exhortaciones a los filipenses a que lleven una vida digna de cristianos.
En la presente historia les exhorta a "comportarse como ciudadanos (p???te?este) del Evangelio de Cristo" (v.27). Esta expresión tenía para los filipenses, orgullosos de ser "colonia" romana (cf. Hch 16, 12), un significado especial. En consonancia con ella, les exhorta a que, más y mejor que los miembros de una ciudad terrestre, se mantengan "firmes en un mismo espíritu," formando un bloque, "luchando a una" por la difusión del Evangelio, sin dejarse atemorizar por los "enemigos," lo cual será para éstos presagio de derrota, mientras que para ellos presagio de salud, y esto "de parte de Dios" (v.27-28). No parece necesario suponer, para explicar estas frases, que hubiera persecución formal contra los cristianos de Filipos; basta esa oposición que el mundo ha manifestado en todas partes, ya desde el principio, a la doctrina de Cristo, con más o menos acritud, según las circunstancias. Con la expresión "y esto de parte de Dios" (v.28) da a entender San Pablo que en nuestra actuación la fuerza nos viene de Dios, pero esa fuerza no nos faltará; de ahí que no tengamos por qué atemorizarnos ante nada ni ante nadie.
Y aún añade más el Apóstol. Dice a los filipenses que esas persecuciones que están sufriendo, parecidas a las que sufre él, lejos de acobardarlos, deben considerarlas como un don o favor de Dios, que han de añadir al de la fe, pues son prueba de que están unidos a Él y, consiguientemente, prenda de salud (v.29-30; cf. Rm 5, 3; Rm 8, 17; Hch 5, 41).
Flp 2, 1-11. Vibrante llamada a la unidad en la humildad
Esa unidad que el Apóstol pedía a los filipenses en el combate por la fe, al decirles que se mantuviesen "firmes en un mismo espíritu" y "luchasen a una" (cf. Flp 1, 27), es aquí pedida de nuevo, pero con términos más apremiantes. Aún volverá al mismo tema más adelante, con referencia a un caso concreto (cf. Flp 4, 2). Ello deja entrever que, sin que podamos precisar la amplitud del peligro, divisiones intestinas amenazaban la paz de la comunidad de Filipos.
En la presente perícopa podemos distinguir dos partes: una, que es la que constituye propiamente la exhortación, en que directamente pide a los filipenses la unidad de caridad en todo, apelando al afecto que tienen hacia él (v.1-4); otra, que está en función de la primera, en que les propone el ejemplo de Cristo (v.5-11). Este ejemplo mira directamente, no a recomendar la unidad, sino la humildad y abnegación, que es la base de esa unidad, la cual suele fallar precisamente porque nos dejamos llevar de nuestro amor propio, con olvido del bien de los demás. El ejemplo no está tomado de este o aquel gesto particular de Cristo hacia los indigentes de Judea o de Galilea, sino de la aceptación misma ab aeterno de la condición humana con todas sus debilidades, cosa de mucho más profundo significado. Aunque gramaticalmente se trata sólo de proponer un ejemplo, a raíz de una exhortación moral, la doctrina sobre Cristo que aquí expone el Apóstol es de un valor dogmático extraordinario, y constituye, en frase del P. Prat, "la fórmula más precisa y acabada de la cristología paulina." Es un verdadero "himno cristológico," como ya indicamos en la introducción a la carta.
Viniendo a la primera parte (v.1-4), el Apóstol comienza en tono de súplica para así mover más a los fieles: "si alguna consolación., si refrigerio., si comunión., si ternura., haced cumplido mi gozo teniendo todos el mismo pensar., el mismo sentir" (v.1-2). Advirtamos que no todos los autores interpretan en tono de súplica estos versículos, pues la construcción gramatical en el v.1 no es clara; creemos, sin embargo, que la interpretación dada es la más conforme al contexto, considerando los cuatro incisos del v.1 como cuatro motivos en apoyo de la petición del v.2. El sentido vendría a ser el siguiente: Si por amor de Cristo queréis procurarme alguna consolación en mis pruebas, si queréis darme un poco de refrigerio, si queréis hacerme gustar la dulzura de la unión espiritual, si queréis testimoniarme vuestro afecto y compasión., llevad hasta el colmo mi alegría, teniendo todos un mismo pensar y unas mismas aspiraciones. ¿Vais a negarme este favor que alegrará mis cadenas, vosotros mis queridos filipenses? Con lo que añade luego en los v.3-4, aconsejándoles que no hagan nada por espíritu de competencia o vanagloria, sino que, llevados de la humildad, trabajen por el bienestar del prójimo, el Apóstol no hace sino apoyar la petición anterior, yendo al fondo del problema y señalando cuáles suelen ser los obstáculos que se oponen a la unión y concordia mutua. Sabemos, en efecto, que sólo almas verdaderamente humildes son capaces de renunciar a todo egoísmo personal, del que nacen las discordias y la lucha.
A fin de hacer más eficaz su exhortación, les propone el ejemplo de Cristo (v.5-6). La frase que hemos traducido por "tened los mismo sentimientos que tuvo Cristo" (f???e?te e? ?µ?? d ?a? e? ???st?), en el texto griego no es del todo clara. Algunos la interpretan en sentido de comportaos entre vosotros como corresponde a quienes "están en Cristo," es decir, reproduciendo en vuestra vida de comunidad la unión que tenéis como miembros de Cristo. Parece, sin embargo, que está más en consonancia con el contexto la interpretación tradicional reflejada en nuestra traducción, en sentido de alusión a los sentimientos o disposiciones de que mostró estar animado Cristo. Estos sentimientos son los que el Apóstol expone a continuación, y consisten en que, siendo Dios y, consiguientemente, teniendo derecho a los honores de Dios, que habría podido exigir incluso en su existencia humana después de la encarnación, renunció a ellos, tomando una naturaleza con las mismas debilidades y miserias que la de los demás hombres, sometiéndose, además, a una muerte sumamente ignominiosa, como era la muerte de cruz (v.6-8); a esta primera parte de humillación sigue una segunda, la de la exaltación por el Padre, que lo hace sentar a su diestra, dándole el nombre que está sobre todo nombre, de modo que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (v.9-11). Tal es, en resumen, el contenido de esta narrativa dedicada a la persona de Cristo, propuesto como modelo a los filipenses. Dada su extraordinaria importancia dogmática, nos vamos a extender un poco más en el comentario.
Comenzaremos diciendo que el pasaje ha sido minuciosamente comentado por autores de todas las tendencias, católicos y acatólicos. La bibliografía al respecto, aparte los comentarios a la carta, es inmensa. Nuestro comentario lo vamos a ir centrando en torno a las palabras clave del pasaje, que iluminan todo el resto.
La primera de ellas es "forma de Dios" (v.6). ¿Qué quiere significar el Apóstol con la expresión "en forma de Dios"? (e? µ??f? Fe??). No cabe duda que está aludiendo a la condición de Cristo antes de la encarnación, como exige el contraste con "forma de siervo," de que habla luego (cf. v.7). Al decir que existía "en forma de Dios," no parece querer significar otra cosa, sino que es un ser que se presentaba como Dios, que ofrecía el aspecto o manera de ser de Dios. Tal es, en el lenguaje corriente, el significado de "forma" (µ??f?), que Tertuliano traduce por effigies y San Cipriano por "figura" (cf. Mc 16, 12). Indica, pues, más que la naturaleza o esencia del ser, los atributos esenciales que manifiestan al exterior la naturaleza de ese ser. Claro es que, tratándose de Dios, el modo de existir no se distingue realmente de la esencia; de ahí que muchos Padres y teólogos hayan considerado el término "forma" (µ??f?) como equivalente de "substancia" (??s?a) ? de "naturaleza" (f?s?ß). En efecto, el término "forma," respecto de Dios, es necesariamente metafórico. San Pablo habría usado esa expresión porque quería hacer resaltar la gloria radiante del Hijo de Dios antes de la encarnación, en contraste con la "forma" de siervo o manera de ser en su vida de Verbo encarnado.
Otro término clave del pasaje, y que ha sido muy discutido, es el término ??tta?µ??, que nosotros hemos traducido por "codiciable tesoro" (v.6). En todo el Nuevo Testamento sólo aquí aparece este término. Deriva del verbo a?p??? (arrebatar, quitar por fuerza), y hay gran discusión sobre si ha de dársele sentido activo (acto de arrebatar, robo), que es el corriente de los derivados en µ?ß, ? sentido pasivo (presa, botín), cual si fuese sinónimo de ??pa?µa. Los Padres latinos siguiendo el sentido que sugiere la Vulgata con la traducción rapiñara, se inclinan por la primera interpretación. Lo que San Pablo afirmaría es que "el ser igual a Dios" (t? e??a? ?sa Te?) era para Cristo no una "usurpación" sino un bien de naturaleza, algo que le correspondía de pleno derecho. Sin embargo, la mayoría de los autores modernos, y creemos que con fundamento, se inclinan más bien al sentido pasivo, como más conforme con el contexto. San Pablo, en efecto, trata de presentar a Cristo como ejemplo perfecto de humildad y abnegación, y no parece ser ocasión de hacer resaltar sus reivindicaciones, sino sus renuncias a lo que tenía derecho. El sentido sería: Existiendo "en la forma de Dios," es decir, siendo y mostrándose con las prerrogativas de Dios, no reputó "presa" o codiciable tesoro, que ávidamente se retiene, el seguir manifestándose como Dios, con las prerrogativas y honores de Dios, sino que, etc. No se trata, pues, de reivindicar para Jesucristo la igualdad de naturaleza con Dios, diciendo que no es una "usurpación," sino de afirmar que renunció al rango o gloria radiante de Dios, que habría podido reivindicar incluso en su existencia humana. Por lo demás, filológicamente no parece haya dificultad alguna en dar a ??tta?µ?? sentido pasivo, como encontramos muchas veces en los Padres griegos. Desde luego, por lo que respecta a la expresión, en cualquiera de las dos interpretaciones nos resulta un poco extraña. Es posible, conforme hoy defienden bastantes autores, que San Pablo hable de ese modo bajo el influjo, por antítesis, del caso de Adán (cf. Gn 3, 5-22), con quien gusta de establecer paralelismo, como vemos en otras ocasiones (cf. Rm 5, 12-21; 1Co 15, 21-22).
Un tercer término, que ha dado también lugar a muchas discusiones, es el término "se anonadó" (e????se?), con el que están íntimamente relacionadas las expresiones "forma de siervo" (µ??f?? d?????) y "condición de hombre" (s??µat? e??e3e?ß ?ß ??3??tt?ß). Por de pronto no puede admitirse, si es que no queremos poner un craso error en San Pablo, que ese "anonadamiento" o kenosis suponga despojarse de su naturaleza divina o de alguno de sus atributos intrínsecos y esenciales, como ciencia, poder, etc. De lo que se despojó, o lo que es lo mismo, a lo que renunció, fue a todas las prerrogativas de gloria y honor, que tanto convenían a su dignidad de Hijo de Dios. Creemos, no obstante la opinión contraria de algunos intérpretes, que San Pablo pone el "anonadamiento," no precisamente en el hecho de la unión hipostática con la naturaleza humana, sino en el hecho de esa unión con una naturaleza humana pobre, sujeta a penalidades y miserias. También ahora, después de su exaltación por el Padre, el Hijo de Dios tiene unida hipostáticamente la naturaleza humana y, sin embargo, ha terminado su estado de kenosis (cf. v.9-11). No creemos que San Pablo hubiera hablado de kenosis si el Hijo de Dios, al hacerse hombre, se hubiera mostrado rodeado de gloria, como en la transfiguración (cf. Mt 17, 2) o como Yahvé en las teofanías del Antiguo Testamento. Pero se privó de esa gloria, a la que como Hijo de Dios hecho hombre tenía derecho, y en eso estuvo su "anonadamiento." Es así, en consecuencia, como ha de interpretarse la expresión "forma de siervo" (v.7); no simplemente que se hizo hombre, uniéndose hipostáticamente con la naturaleza humana, cosa que también conserva ahora, sino que se hizo hombre pobre y humilde, "semejante" en todo a los demás hombres, es decir, participando de todas las debilidades de la naturaleza humana, a excepción del pecado (cf. Hb 4, 15). Y en esa "condición de hombre" (v.7), no se quedó donde el común de los hombres, sino que bajó más abajo, sometiéndose a la muerte más ignominiosa, como era la muerte de cruz (v.8).
A ese estado de anonadamiento sucede un estado de exaltación o apoteosis (v.9-11; cf. Jn 8, 50-54). Es el reverso de la kenosis: Cristo recibe del Padre, como premio de su humillación, la gloria a que tenía derecho y a la que había renunciado en la encarnación. Es evidente que esta apoteosis, antítesis de la kenosis, no afecta a los atributos intrínsecos de la divinidad, que nunca dejó, sino exclusivamente a sus manifestaciones externas. Así ha de interpretarse la expresión "el nombre sobre todo nombre" (v.9), expresión de sabor abiertamente semítico, donde "nombre" está en lugar de la cosa o dignidad conferida a Cristo (cf. Ef 1, 21), dignidad que está por encima de toda otra dignidad o rango, y no es otra que la dignidad divina que Cristo ya tenía (v.6), pero a cuyo honor o gloria extrínseca había renunciado (v.7), y ahora le es otorgada por el Padre con la resurrección y exaltación a su diestra en los cielos (cf. Hch 2, 24-33; Jn 17, 5). No otra cosa quiere decir el título de "Señor" (??????), que es como la designación personal de Cristo a raíz de su triunfo y está como reemplazando el nombre inefable divino (v.11; cf. Rm 10, 9-13; 1Co 8, 6).
Con la expresión "en los cielos, en la tierra y en los abismos" (v.10) San Pablo quiere hacer resaltar la amplitud del "señorío" de Cristo, al que presenta como distinto de la universalidad de los seres creados y superior a todos ellos, separación y trascendencia que sólo a Dios competen (cf. Is 45, 18-24). Hay autores que suponen estar ahí aludidos solamente los seres inteligentes (ángeles, hombres y demonios); pero más bien parece que San Pablo está pensando con amplitud cósmica, incluyendo todas las criaturas, racionales y no racionales (cf. Ef 1, 10; Col 1, 16). Todas esas potestades cósmicas (cf. Ef 1, 21; Col 2, 10-15), que hasta ahora esclavizaban a la humanidad, deben doblar la rodilla "al nombre de Jesús" (v.10), es decir, ante la persona de Jesús, cuyo "señorío" universal y divino ha sido proclamado por el padre. Se ha producido en el cosmos un cambio de dominio.
La última expresión "para gloria de Dios Padre" (e?? d??a? Te?? ?at???, ?.11) es interpretada por algunos autores como alusiva, no a la glorificación del Padre, sino a la del Hijo, que entra a compartir la gloria divina de Dios Padre. Sin embargo, juzgamos que debe retenerse la interpretación tradicional, más conforme con el tenor de las palabras y que en modo alguno contradice al contexto. Cierto que se viene hablando de la glorificación de Cristo; pero es corriente en San Pablo, y también en los demás autores sagrados, referir todo, como a fin último, a la gloria del Padre, fuente y origen primero de todo (cf. Rm 11, 36; 1Co 15, 28; Ef 1, 14; Jn 17, 1).
Flp 2, 12-18. Vida de santidad en medio de un mundo perverso
San Pablo exhorta a los filipenses a trabajar con perseverancia y generosidad en la propia santificación. Es como una consecuencia práctica de cuanto acaba de decir sobre Cristo, primero sumiso y humillado y ahora glorioso en los cielos.
Cuando los exhorta a trabajar "con temor y temblor" (µet? f?ß?? ?a? t??µ??) por su salud (?.12) no quiere decir que hayan de hacerlo con miedo y angustia de ánimo, cosa que se opondría a ese "gozo" que constantemente les pide (cf. v.18; Flp 3, 1; Flp 4, 4), sino que es algo de fórmula ya hecha (cf. 2Co 7, 15; Ef 6, 5), recomendando atención diligente a lo que se hace, solícitos de no ofender al que está sobre nosotros. Y esto es tanto más necesario, tratándose de la obra de la salud, dado que en este trabajo es Dios mismo quien actúa en nosotros "el querer y el obrar según su beneplácito" (v.13). Nuestra dependencia de Él es total. Hay, pues, que mirar mucho a no resistir a esa acción divina que es la acción de la gracia, sin la cual nada podríamos hacer en orden a nuestra salvación (cf. Jn 15, 5). Esto no quiere decir que hayamos de permanecer pasivos y esperarlo todo de Dios, pues eso estaría en abierta oposición con el trabajad (?ate????este) del versículo anterior.
Consecuencia de esto es que no deben "murmurar" contra Dios, aunque encuentren dificultades en su camino, como murmuraron los israelitas en el desierto (cf. 1Co 10, 10), ni "discutir" los planes de su Providencia, obra de su libre beneplácito (v.14). Es así únicamente como se mostrarán "irreprensibles" e "hijos de Dios sin mancha," luciendo cual antorchas en medio de este mundo perverso (v.15; cf. Ef 5, 8; Mt 5, 14-16), llevando en alto la "palabra de vida," que es el mensaje evangélico, con lo que no sólo alcanzarán ellos la salud, sino que serán para Pablo, su padre en la fe, un motivo de gloria en el "día de Cristo" o parusía (v.16; cf. Flp 1, 6).
Y aún añade más el Apóstol: aunque él tenga que morir, coronando así todos esos trabajos por el Evangelio, existe motivo para alegrarse mutuamente (v.17-18). Que haya aquí una alusión a la posibilidad de su martirio, no parece caber duda. Hay autores que interpretan esa "libación," no de la muerte, sino de los trabajos apostólicos en general, que son una especie de muerte continua (cf. 2Co 4, 10); pero creemos que tal interpretación hace violencia al texto. Era la "libación" una ceremonia muy en uso, lo mismo en los sacrificios de los paganos que en los de los judíos (cf. Nm 28, 14), consistente en derramar sobre el altar en que se había ofrecido la víctima, o a su alrededor, un vaso lleno de licor. San Pablo se vale de ese lenguaje, aplicándolo metafóricamente al culto espiritual de los nuevos tiempos, igual que suele hacer en otras ocasiones (cf. Flp 3, 3; Flp 4, 18). Su muerte sería como una "libación" destinada a perfeccionar el sacrificio que son los fieles mismos de Filipos, cuya vida debe ser un acto de perenne adoración a Dios. No está claro si San Pablo se considera él mismo como oferente de ese sacrificio que tiene como víctima la "fe" de los filipenses, o, por el contrario, considera a los filipenses como oferentes ellos mismos del sacrificio de su vida de fe. En apoyo de esto último podría citarse (Rm 12, 1), donde los fieles son exhortados a ofrecer ellos mismos sus cuerpos como sacrificio agradable a Dios; mientras que, en apoyo de lo primero, puede citarse (Rm 15, 16-17), donde es Pablo mismo quien ofrece a Dios, como sacrificio agradable, la fe de los gentiles por él convertidos. No es fácil decidirse por una u otra de las interpretaciones. Ambas ofrecen buen sentido en este contexto.
Flp 2, 19-30. Proyectos de Viajes
Flp 2, 19-24. Probable viaje de Timoteo, y posiblemente también de Pablo, a Filipos
Con toda naturalidad, como suele hacerse en las cartas familiares, el Apóstol cambia de tema y de tono, dejando la exhortación y comenzando a hablar de sus proyectos sobre viajes a Filipos.
Confía en que podrá ir él personalmente (v.24); pero de momento piensa enviarles a Timoteo, una vez que conozca el resultado de su causa (v.23), y así tener noticias de ellos, que le alegrarán (v.19). Con esta ocasión hace un bello elogio de Timoteo (v.20-22), a quien los filipenses ya conocían, pues había acompañado a San Pablo cuando la evangelización de aquella ciudad (cf. Hch 16, 1-3; Hch 17, 14), y posteriormente parece que había vuelto a pasar por allí, al menos dos veces (cf. Hch 19, 22; Hch 20, 4-6). No sabemos si, en efecto, este viaje de Timoteo se llevó o no a la práctica.
Extraña un poco la afirmación tan general de que, a excepción de Timoteo, "todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo" (v.21). No es la única vez que Pablo se queja de la falta de colaboración (cf. Col 4, 11; 2Tm 4, 10), e incluso en esta misma carta critica la falta de pureza de intención en muchos (cf. Flp 1, 15-17;) pero no son afirmaciones tan absolutas. Es evidente que en ese "todos," aun refiriéndolo exclusivamente al grupo de sus colaboradores entonces con él, hay que poner gran parte de hipérbole. La intención de Pablo es hacer resaltar la excelente disposición de Timoteo, el más "unido a él," y preocupado "sinceramente" por los intereses de los filipenses.
Flp 2, 25-30. Viaje de Epafrodito, restablecido ya de su enfermedad
Al paso que el viaje de Timoteo era todavía sólo proyecto, había ya un viaje decidido a Filipos, y era el de Epafrodito (v.25).
De este Epafrodito no tenemos más noticias que las que da el Apóstol en este breve pasaje de su carta. Vemos que pertenecía a la comunidad de Filipos y había sido enviado por aquellos fieles para llevar ayuda material a Pablo preso. El Apóstol se muestra agradecidísimo con él y no se cansa de repetir que le ha prestado grandes servicios. Había estado enfermo de gravedad, y de ello se habían enterado los filipenses; ahora, restablecido ya de la enfermedad, tiene deseos de volver a sus compatriotas, y Pablo se lo envía, "para que, viéndole de nuevo, os alegréis y yo quede más tranquilo." Al enviárselo, no se olvida de recomendarles que lo reciban "con toda alegría" y que le muestren estima, pues ha trabajado tan solícitamente "por el servicio de Cristo."
Flp 3, 1-Flp 4, 9. Exhortación Final
Flp 3, 1-16. Cuidado con los judaizantes
Es posible que San Pablo pensase terminar aquí su carta, con esa nueva recomendación a la alegría (v.1a; cf. Flp 2, 18). Así parece insinuarlo la expresión "por lo demás" (t? ???p??), fórmula que suele emplear en sus cartas cuando se acerca al final (cf. 2Co 13, 11; Ef 6, 10; 2Ts 3, 1). Sin embargo, pruebas seguras no las hay. Sea, pues, que pensase terminar y de momento le viniese a la mente la necesidad de prevenir a los filipenses contra el peligro de los judaizantes, sea que ya de antemano pensase tocar ese tema, lo cierto es que añade una nueva sección, en vista sobre todo a prevenir el peligro judaizante. Como ya indicamos en la introducción, algunos comentaristas creen que se trata de una nueva carta de Pablo, que posteriormente habría sido unida a la primera.
La frase "escribiros siempre lo mismo" (v.1), no está claro a qué se refiera. Algunos autores la refieren al precedente "alegraos," dada la insistencia con que en esta carta recomienda el Apóstol la alegría (cf. Flp 2, 18; Flp 4, 4); sin embargo, parece más obvio referirla a los avisos que siguen. En este caso, es necesario suponer que Pablo había tratado ya de este tema con los filipenses, sea de palabra, sea en cartas hoy perdidas. El peligro judaizante, con más o menos fuerza, era algo que estaba extendido por todas partes (cf. Hch 15, 1; Hch 21, 18-26; 2Co 11, 22; Ga 2, 11-14; Ga 5, 1; Col 2, 16).
En la actual invectiva contra los judaizantes tiene el Apóstol términos muy duros. Los llama "perros," "malos obreros," "mutilación" (v.2). Nada tiene de extraño que les llame "malos obreros," pues su labor en la obra del Evangelio era destructiva, más que constructiva; pero ¿qué quiere significar el Apóstol con los términos "perros" y "mutilación"? Suponen muchos que, llamándoles "perros," trata de devolverles con ironía el epíteto con que el judaísmo solía designar a los paganos (cf. Mt 15, 26), o que usaba ese término como sinónimo de "despreciables" o de "descarados." Más probable parece que no debe urgirse el significado del término y la frase "ojo a los perros" (ß??pete t??? ???aß) no es sino el cave canem que se leía a la entrada de las casas romanas, tratando el Apóstol de dar a entender a los filipenses que debían tener mucho cuidado con los judaizantes. En cuanto al término "mutilación" (?atat?µ?), abstracto por el concreto, es un juego de palabras despectivo con "circuncisión" (pe??t?µ?), la cual, una vez venido Cristo, pierde todo su valor moral y queda asimilada a una simple mutilación, como en los cultos paganos (cf. Rm 18, 28) o en las operaciones quirúrgicas (cf. Ga 5, 12). Para San Pablo la verdadera circuncisión es la espiritual de los cristianos, que constituyen el verdadero Israel, y ponen su confianza en Cristo y no en la circuncisión carnal y en ser descendencia de Abraham (v.3; cf. Rm 1, 28-29; Rm 9, 6-7; Ga 6, 15-16).
A partir del v.4, el Apóstol entra personalmente en escena, alegando su experiencia personal, como previniendo la objeción que podían hacerle de que, si despreciaba el judaísmo, religión tan venerable, era porque no lo conocía. Empieza, pues, enumerando sus títulos, no sólo de judío, sino de judío de pura cepa y con extraordinario celo por las tradiciones patrias (v.2-6; cf. 2Co 11, 22; Ga 1, 13-14; Hch 22, 3-5). A pesar, sin embargo, de esa su ascendencia judía y de ese sincero celo desplegado, todas esas prerrogativas, que antes consideró como "ventaja," hoy las tiene por "daño" y "estiércol," una vez que ha conocido que sólo de Jesucristo nos viene la justificación y la salud (v.7-11). Pensar de otra manera y dar valor a esas cosas, y a los bienes terrestres en general (v.8), como si de ellos dependiera nuestra salud, sería hacer una injuria a Cristo, mediador único y necesario (cf. Ga 2, 21; Col 2, 6-12). Cuando el Apóstol habla de "conocimiento" de Cristo (v.5-10), se entiende no de un conocimiento puramente abstracto, sino de un conocimiento que, como es usual en el mundo bíblico, abarca todas las fuerzas del hombre, y en este caso implica transformación interior del que lo adquiere, al irse "conformando" más y más cada día a Cristo paciente, hasta llegar a la resurrección gloriosa (cf. Rm 4, 25; Rm 6, 3-11; 2Co 3, 18; 2Co 4, 10). La oposición que establece entre las dos justicias, la que se busca en la Ley y la que procede de Dios por la fe (v.9), es tema que ha tocado sobre todo en las cartas a Romanos y Calatas (cf. Rm 1, 17; Rm 4, 1-5; Rm 9, 30-33; Ga 2, 16; Ga 3, 11-14).
Llegado a este punto de su razonamiento, el Apóstol confiesa humildemente que, no obstante haber sacrificado todo por Cristo, todavía no ha llegado a la "perfección" en la vida espiritual, mediante la configuración paulatina con la muerte de Él; de ahí que continúa luchando por alcanzar esa meta (v.12-14). El lenguaje está inspirado en las carreras del estadio, ordinarias en las ciudades griegas. Se imagina a sí mismo el Apóstol corriendo hacia Damasco para encadenar a los fieles; pero detrás de él salió otro corredor: Cristo, que le dio alcance y le apresó (v.12). A partir de ese momento, que dividió su vida en dos mitades, se lanza a una nueva carrera detrás de Cristo, no para perseguirlo, sino para poseerlo; y, aunque ya se unió a él, todavía no lo bastante; por eso corre, buscando apresarle y poseerle más plenamente. La expresión "dando al olvido lo que ya queda atrás" (v.13), como el corredor que no piensa más que en la meta, no significa que el cristiano no deba recordar y agradecer las bondades pretéritas de Dios con él, como han hecho los santos y como hace el mismo San Pablo (cf. 1Co 15, 10; 2Co 11, 23); lo quiere significar es que la vida cristiana es esencialmente progreso hacia una unión cada vez más estrecha con Dios, y pararse en lo conseguido como si fuera ya la meta final sería la ruina. Hay, pues, que olvidar todo lo que suponga relajación de esfuerzo en la carrera; mas no aquello que contribuya a estimular ese esfuerzo.
Los v.15-16 constituyen una especie de conclusión para los filipenses sobre el modo de enfocar el ideal cristiano. Les dice que cuantos son "perfectos," es decir, cristianos ya formados (cf. 1Co 2, 6; 1Co 14, 20), lo cual no supone que hayan alcanzado la "perfección" (v.12), deben concebir el ideal cristiano de ese modo que él ha expuesto; si ellos, por no ser todavía perfectos, piensan de otra manera, también en esto, como en otras cosas, Dios les hará ver la verdad (v.15). Pero, de cualquier modo, sea cual sea el punto a que hayamos llegado en nuestra carrera hacia la perfección, sigamos adelante, caminando según la misma regla, como si estuviéramos aún en el principio (v.16). Tal parece ser la interpretación más probable de estos dos versículos, cuyo texto no es del todo claro.
Flp 3, 17-21. Cuidado con los que aspiran a lo terreno
Continúa el Apóstol tratando de orientar a los filipenses ante los peligros que amenazaban su vida de cristianos. Y, como norma de carácter general, les propone su propio ejemplo y el de sus íntimos colaboradores (v.17), ya que ellos a su vez imitan a Cristo, (cf. 1Co 11, 1).
Luego, concretando más, se refiere a una clase de hombres, que dice ser "muchos" y a quienes con lágrimas en los ojos se ve precisado a describir como "enemigos de la cruz de Cristo., su Dios es el vientre y su gloria en su vergüenza, que tienen el corazón puesto en las cosas terrenas" (v.18-19). No es fácil saber a quiénes alude aquí San Pablo. Bastantes autores creen que sigue hablando de los judaizantes, como en la perícopa anterior. Lo de "su Dios es el vientre," sería una alusión a las prescripciones sobre alimentos, a lo que tanta importancia se daba en la religión judía (cf. Rm 14, 14-15; Ga 2, 12; Ga 2, 16); y lo de "su gloria en su vergüenza," aludiría a la circuncisión, realizada en el prepucio y tenida por máxima gloria entre los judíos. Parece, sin embargo, más probable que no se trata ya de los judaizantes, peligrosos por sus doctrinas, sino de cristianos indignos, amantes del buen vivir, peligrosos por su conducta (cf. 1Co 5, 1-2; 1Co 6, 13; 1Co 15, 32). Ni ello significa que de tales cristianos hubiese "muchos" en la comunidad de Filipos; pues el Apóstol habla en general, incluyendo también otras comunidades, y sabemos que incluso entre sus más cercanos colaboradores existieron tales cristianos (cf. 2Tm 4, 10). Según esto, las expresiones "cuyo Dios es el vientre" y "cuya gloria en su vergüenza" conservarían su significado normal, con referencia al apetito sensual y a poner la gloria en cosas que nos convierten en esclavos y de las cuales más bien nos deberíamos avergonzar.
En contraste con esa clase de hombres que tienen el corazón puesto únicamente en las cosas terrenas, están los auténticos cristianos, que miran el cielo como patria propia, de donde esperan la venida de Jesucristo, que transformará sus cuerpos mortales en cuerpos gloriosos (v.20-21). Esta imagen de "ciudadanía" (p???te?µa), muy expresiva para los filipenses, ya la había usado San Pablo anteriormente en v.1, 27; es una ciudadanía jurídica, a la que es preciso hacer honor con una conducta correspondiente. En cuanto a la transformación de nuestros cuerpos, que tendrá lugar en la parusía, es tema que el Apóstol trató extensamente en 1Co 15, 35-53.
Flp 4, 1-9. Llamada a la concordia y al gozo espiritual
A las exhortaciones precedentes, de carácter general, a las que sirve como de conclusión el v.1 de este capítulo 4, añade ahora el Apóstol algunas otras recomendaciones.
Primeramente, una de índole particular, referente a dos mujeres cristianas de Filipos, Evodia y Síntique, a las que pide concordia y que vivan en buena inteligencia (v.2). No sabemos en qué consistía la discrepancia. Únicamente sabemos que habían sido colaboradoras de Pablo, "luchando a su lado por el Evangelio" (v.3). ? fin de facilitar esa concordia pide la ayuda de una persona que es llamada "fiel compañero" (???s?e s????e), aunque este último término podría ser también un nombre propio, Sizigos. Trátese de nombre propio o no, no sabemos quién sea este personaje, tan particularmente unido a Pablo y a su obra. Tampoco sabemos quién sea ese "Clemente," citado entre sus colaboradores (v.3). Orígenes, al que luego hicieron eco muchos autores, supuso que era el Clemente, papa romano, del que poseemos la conocida carta a la iglesia de Corinto. Pero no hay pruebas. El nombre de Clemente era entonces frecuentísimo, y en las mismas inscripciones encontradas en Filipos aparece repetidas veces. En cuanto a la expresión "el libro de la vida" (v.3), es una metáfora usada, ya en el Antiguo (cf. Ex 32, 33; Sal 69, 29; Dn 12, 1), ya en el Nuevo Testamento (cf. Lc 10, 20; Ap 3, 5; Ap 20, 15), como si Dios, al igual que solía hacerse en las familias y en los Estados, escribiese en un libro o registro el nombre de sus fieles. Ello significaba que eran como miembros de su familia y habían de juntarse luego con El en la vida eterna. Sin embargo, esto no implica nada en el asunto de la predestinación, pues el Apóstol no pretende afirmar, como algo que se le hubiese revelado, su salud final.
Terminados los avisos individuales, de nuevo el Apóstol, con un afecto paternal desbordante, da diversas recomendaciones generales respecto de la "alegría" cristiana (v.4; cf. Flp 2, 18; Flp 3, 1), de la "benevolencia" (?.6), de la confianza en la Providencia (v.6; cf. Mt 6, 25-34), de la "paz" (v.7; cf. Col 3, 15; Jn 14, 27). La frase "el Señor está próximo" (v.5), intercalada en este contexto, parece tener por finalidad reavivar el ánimo de los filipenses con el pensamiento de la proximidad del Señor, cosa que suele hacer con frecuencia el Apóstol en sus exhortaciones (cf. Rm 13, 11-14).
Finalmente, como alimento de esa alegría y de esa vida de paz que nunca deben faltar en el cristiano, les propone un hermoso programa: donde quiera haya algo verdadero, algo noble, algo bueno., tenedlo en cuenta y hacedlo vuestro, informándolo de la savia cristiana (v.8-9). Principio éste de extraordinarias consecuencias. Todo lo humano: riquezas, ciencia, arte, literatura., separado de Cristo, no vale nada (cf. Flp 3, 8); pero, si lo informamos de la savia de Cristo, puede tener gran valor.
Flp 4, 10-20. Agradecimiento por los socorros recibidos
San Pablo no quiere terminar su carta sin agradecer expresamente a los filipenses la generosidad de sus limosnas. Es admirable la delicadeza y altura con que muestra esa gratitud, donde no faltan palabras llenas de amor y reconocimiento, pero manteniéndose siempre en el plano de independencia apostólica necesario.
La afirmación que quiere vaya en primer lugar es la de que sus limosnas le han causado gran gozo, pues demuestran el afecto que le tienen (v.10). Y aún añade, con delicadeza exquisita, que ese afecto es de siempre, pero no habían tenido ocasión de demostrárselo (v.11a). No crean, sin embargo, que lo que le mueve a hablar así es el haber podido satisfacer a sus necesidades materiales, pues sabe pasar hambre y sabe abundar, siendo Cristo quien le da fuerzas para todo (v.11b-13). Dicho en otras palabras: tiene completa libertad de espíritu para no estar atado a cosas materiales, ni de los filipenses ni de nadie.
Salvada esa su independencia apostólica y como tratando de evitar la mala impresión que pudieran haber producido sus palabras, cual si estimase en poco la ayuda recibida, reanuda el elogio de los filipenses y agradece su acción, trayendo a la memoria otras ayudas pasadas, y que sólo de ellos había aceptado (v.14-16). El lenguaje de "dado y recibido" (?.16) es lenguaje comercial, que Pablo aplica a su caso. A las iglesias por él fundadas daba bienes espirituales, pero era opuesto a recibir de ellas, en cambio, bienes materiales, a fin de no poner obstáculo alguno a la difusión del Evangelio; únicamente hizo excepción con los filipenses, lo que era prueba de que tenía gran confianza en ellos (cf. 1Co 9, 12; 2Co 11, 7-12; Hch 18, 3; Hch 20, 33-34).
Todavía vuelve a insistir en que lo que realmente le alegra no es la "dádiva" o limosna que le han entregado, sino el "fruto" que esa dádiva produce a favor de los filipenses; ella es como un sacrificio ofrecido a Dios en olor de suavidad, y Dios es el que se encargará de la recompensa, colmándoles de toda clase de bendiciones (v.17-19).
Digno remate de esta hermosa perícopa es la doxología final, que brota espontánea en el corazón de Pablo ante el pensamiento de la liberalidad divina (v.20).
Flp 4, 21-23. Saludos y bendición final
La parte dedicada a saludos es muy breve. San Pablo no menciona a nadie en concreto, sino que saluda a "todos" los fieles de Filipos en general (v.21a). Igualmente, manda saludos de los "hermanos" que están con él, sin mencionar a ninguno de estos colaboradores en particular (v.21b), y de "todos" los fieles de la ciudad en que se encuentra. Entre éstos hace mención especial de los de la "casa del César" (v.22); quizás con la finalidad de animar a los filipenses, como dándoles a entender que hasta en el mismo palacio imperial había penetrado el Evangelio. No es probable que se trate de miembros de la familia imperial, de que no quedan testimonios, sino más bien de funcionarios, esclavos y libertos, al servicio del emperador.
La despedida o bendición final (v.23) es la corriente de sus cartas (cf. Ga 6, 18), Probablemente es autógrafa, constituyendo esa especie de firma o garantía de autenticidad, de que expresamente habla en otros lugares (cf. Col 4, 18).