En diálogo con el Señor

Introducción general

Primera parte: La predicación de san Josemaría
1. Primeros pasos en la difusión del mensaje del Opus Dei
2. Un estilo propio de predicación
2.1. Las meditaciones
2.2. Las tertulias
2.3. Algunos trazos característicos
3. Etapas de la predicación de san Josemaría
3.1. Los años de DYA
3.2. La Legación de Honduras
3.3. Años 40 en España
3.4. Roma: los dos Colegios Romanos
3.5. Años 60 y 70: los directores del Opus Dei
4. Difusión de la predicación del Fundador entre los fieles de la Obra
4.1. Noticias
4.2. La Hoja Informativa
4.3. Crónica y Noticias
4.4. Los tomos de Meditaciones
5. Fuentes para el conocimiento de la predicación de san Josemaría
5.1. Notas breves o fichas
5.2. Las transcripciones
5.3. Grabación de meditaciones y tertulias
5.4. Textos revisados por san Josemaría

Segunda parte: Génesis y contenidos de En diálogo con el Señor
6. Génesis de En diálogo con el Señor
6.1. Publicación de textos de san Josemaría
6.2. Un filial "forcejeo"
6.3. Textos de san Josemaría como editoriales
6.4. La Causa de canonización
6.5. En diálogo con el Señor
7. Algunos aspectos del mensaje de En diálogo con el Señor
7.1. Los temas de la predicación de san Josemaría en este volumen
7.2. Algunas claves interpretativas sobre el contenido
    7.2.1. La identificación con Cristo
    7.2.2. La filiación divina y el Amor a Dios
    7.2.3. La oración y la vida contemplativa
    7.2.4. La búsqueda del amor en la vida ordinaria
    7.2.5. La humildad del barro
    7.2.6. Formación y caridad fraterna

Tercera parte: La presente edición
8. Contenido de la edición
9. Algunas características de la edición
9.1. Uso de las fuentes
9.2. Aparato crítico
9.3. Otras informaciones sobre la edición

Notas


INTRODUCCIÓN GENERAL

Este libro inicia la publicación de los textos procedentes de la predicación oral de san Josemaría. Por este motivo, los editores hemos creído oportuno abrirlo con una Introducción que va más allá de la génesis y estructura del libro mismo. Hacía falta una visión de conjunto de la predicación del fundador del Opus Dei: sus características, las diversas etapas por las que ha pasado, y el modo como ha llegado hasta nosotros; a todo esto hemos dedicado la primera parte de la Introducción.
En la segunda parte, hemos procedido a estudiar ya los aspectos principales de En diálogo con el Señor. Primero, la historia de la composición del libro: la publicación inicial de las meditaciones del fundador en las revistas destinadas a los miembros del Opus Dei; su agrupación en un volumen preparado para la Causa de canonización; y, finalmente, el libro pro manuscripto, para uso de los fieles de la Obra, que se tituló En diálogo con el Señor. Después, se ofrece un resumen de su contenido, a grandes líneas.
La tercera parte de la Introducción, más breve, describe las características técnicas de esta edición, dentro de la colección de Obras Completas de san Josemaría.

PRIMERA PARTE
LA PREDICACIÓN DE SAN JOSEMARÍA

El 2 de octubre de 1928, durante unos días de retiro, san Josemaría Escrivá de Balaguer vio –esa era la expresión que solía emplear– lo que Dios quería de él: difundir, entre todas las personas, la llamada universal a la santidad, cada uno en el propio estado; y junto a este mensaje, la puesta en marcha de una institución, el Opus Dei, que fuera el instrumento, con la vida y el apostolado de sus miembros, para la difusión de esa doctrina 1.
«Nos ha elegido el mismo Jesucristo, para que en medio del mundo –en el que nos puso y del que no ha querido segregamos– busquemos cada uno la santificación en el propio estado y –enseñando, con el testimonio de la vida y de la palabra, que la llamada a la santidad es universal– promovamos entre personas de todas las condiciones sociales, y especialmente entre los intelectuales, la perfección cristiana en la misma entraña de la vida civil» 2.
Todo cuanto ocurrió el 2 de octubre fue para el fundador del Opus Dei el punto de inflexión de su existencia, que daría razón de todo su actuar en los años venideros. A partir de ese momento, comprendió que su vida tenía como fin la realización de la misión que Dios le había encomendado: la proclamación de la llamada universal a la santidad, y la puesta en marcha de la Obra. En palabras suyas de una meditación de 1962, «desde ese momento no tuve ya tranquilidad alguna, y empecé a trabajar, de mala gana, porque me resistía a meterme a fundar nada; pero comencé a trabajar, a moverme, a hacer: a poner los fundamentos» 3.
Ese «trabajar» se materializó, de modo principal, en formar a las personas que se iban acercando a su apostolado, instruyéndoles en la palabra de Dios, y de modo específico, en cuanto comportaba la llamada universal a la santidad.
La predicación ocupará un lugar de relieve en su vida desde 1928 hasta el día mismo de su muerte, el 26 de junio de 1975, en que había estado hablando de Dios a un grupo de mujeres de la Obra.

1 PRIMEROS PASOS EN LA DIFUSIÓN DEL MENSAJE DEL OPUS DEI

En seguida se puso a buscar gente que hiciera suyo ese ideal. Y poco a poco, muy despacio al principio, fueron llegando hombres y mujeres que comprometieron su vida para llevarlo a cabo.
A medida que iba tratando a más personas, el principal empeño de san Josemaría era transmitirles ese mensaje que llenaba su oración personal, y los proyectos concretos para sacar adelante el Opus Dei. Pepe Romeo, uno de los primeros jóvenes a quienes explicó la Obra, en junio de 1929, recordaba:
«Por aquellos días el Padre y yo dábamos grandes paseos y algunas veces, recalábamos para merendar en "El Sotanillo", donde, además de tomar bocadillo y cerveza, me ilustraba el Padre día por día, acerca de proyectos e ideas, maravillosos, fantásticos» 4.
Otro de los jóvenes estudiantes que le conocieron en esos años era Pedro Rocamora. En sus recuerdos, describe sus paseos por las calles de Madrid, la chocolatería… y sobre todo, la impresión que le causaba la conversación sobre la Obra y los grandes ideales de san Josemaría:
«En esos paseos el Padre hablaba de la Obra como un hombre inspirado. Impresionaba su profunda fe en que él tenía que hacer "aquello".
Nos asombraba a los que estábamos junto a él, su conciencia plena de que tenía que entregar su vida a aquella idea. Había asumido tal empresa como el que sabe que tiene que cumplir una especie de sino
determinado en su vida» 5.
También Vicente Hernando Bocos, otro de los estudiantes que le trataron en esos primeros años 30, rememoraba sus paseos, y sobre todo, el tono sobrenatural que sabía dar a las conversaciones más normales:
«Era frecuente tener las charlas con D. Josemaría paseando por la calle, que él convertía fácilmente en ocasión de darnos doctrina y formación. Es muy de señalar la capacidad de D. Josemaría de tomar ocasión de cualquier asunto para llevar enseguida la conversación, a partir de las cosas cotidianas, hacia temas interesantes, formativos espiritual y humanamente» 6.
Rocamora subrayaba, cuando habían pasado ya más de cuarenta años, el atractivo de su trato y conversación:
«Los que en aquellos momentos no nos entregamos plenamente a su obra no podíamos dejar de sentirnos atraídos por una fuerza espiritual que había en él y que le hacía distinto a todos los demás. Yo veía a un hombre dotado de extraordinarias cualidades sobrenaturales y pensaba que sólo a través de éstas, es decir por un verdadero milagro, podrían llegar a convertirse en realidad aquellos sueños y aspiraciones que, en largos paseos por Madrid, me iba confiando» 7.
José María González Barredo, uno de los primeros miembros del Opus Dei, que conoció a san Josemaría en 1930, recordaba de esos años iniciales:
«Desde el principio ya comenzamos a tener lo que llamamos ahora tertulias en la casa del Padre. Hablábamos de cualquier cosa e incluso cantábamos canciones (…). Después de la tertulia, con la mayor naturalidad, el Padre hacía el comentario del Evangelio; no empleaba un libro pequeño, sino el misal que se emplea en la Misa. El comentario era siempre incisivo, práctico, nos movía a mejorar nuestra vida interior (…). Teníamos también tertulias en "El Sotanillo", cerca de la Puerta de Alcalá (…). Allí nos reuníamos para charlar y conocer gente. Nunca se hablaba de política en esas tertulias; el Padre daba siempre el tono sobrenatural y humano que ha sido desde entonces una característica tan clara de las labores de la Obra» 8.
Así empezó san Josemaría a difundir el espíritu y el mensaje del Opus Dei: en conversaciones itinerantes por las calles de Madrid, o en reuniones con uno o varios jóvenes en la casa donde vivía con su madre y hermanos, o en la chocolatería El Sotanillo 9. En todos los casos, distendida y familiarmente.
En enero de 1933 comenzó una serie de encuentros con jóvenes universitarios, en forma de clases, con periodicidad semanal 10. Al primero acudieron tres estudiantes, y a lo largo de los seis meses que quedaban de ese curso académico, nueve 11. En los dos cursos siguientes aumentaron las clases y el número de participantes.
En esas sesiones trataba de transmitir a sus jóvenes oyentes el mensaje de la llamada universal a la santidad en medio del mundo, ayudándoles a vivirlo con enseñanzas prácticas y concretas. Así lo describe uno de los asistentes:
«Nos iba hablando ordenadamente –y de forma sencilla– de los temas clásicos de la vida espiritual: la oración, la presencia de Dios, el espíritu de mortificación, el apostolado, la Misa o los Sacramentos, etc. Su manera de exponer era, sin embargo, peculiar, nueva en aquel tiempo, ya que sin retórica accidental apuntaba directamente al tema: las ideas que exponía eran así para nosotros, profundas y claras» 12.
El aspecto que más subrayan quienes participaron en esos encuentros es siempre el mismo: el modo singular, profundo y sencillo al mismo tiempo, y siempre incisivo, de tratar los temas clásicos de la vida cristiana. Ese enfoque particular les hacía muy atractivas sus enseñanzas.
En marzo de 1934 comenzó a reunir a esos jóvenes universitarios, para tener una vez al mes un retiro espiritual 13. En esas ocasiones, san Josemaría solía impartir varias meditaciones. Así lo recuerda Ricardo Fernández Vallespín, que le había conocido el año anterior:
«El Padre gestionó con los P.P. Redentoristas, que tenían –y creo que todavía tienen–, en una calle cercana, la Iglesia del Perpetuo Socorro, que nos cediesen un local y nos facilitaran los medios materiales, incluso la comida, y allí tener un día al mes de retiro, que el Padre nos dirigía dando, creo recordar, tres o cuatro meditaciones. (…) Las enseñanzas del Padre, en las meditaciones que daba y en los círculos, se referían a temas de vida interior y a la santificación del trabajo (para estos chicos, del estudio), dirigido todo a aumentar el deseo de santidad» 14.
Eduardo Alastrué, que participó en esos años en la labor apostólica del fundador del Opus Dei, guardaba en la memoria su estilo propio de predicar:
«En estas pláticas del Padre se observaba la misma ausencia de retórica pomposa que en las charlas de San Rafael; las palabras sonaban a auténticas, eran simplemente el vehículo de la idea. Y por eso mismo brillaban diáfanas, enérgicas, eficaces; se articulaban en una oratoria de una elocuencia sentida y natural, muchas veces vehemente y emotiva, con una emotividad nada sentimental porque provenía de la misma verdad, hondamente contemplada. En un plano completamente distinto al de las clases de San Rafael, con un tono y un lenguaje lógicamente diferentes, el Padre llevaba a cabo la misma labor fecunda de formación que en aquellas charlas; en estas pláticas, simplemente, nos acercaba a las fuentes más verdaderas de la vida interior, con una invitación apremiante, como si dijera: "Gustad y ved"» 15.
Todos esos recuerdos subrayan que las enseñanzas del fundador del Opus Dei, fueran conversaciones informales, o clases y meditaciones, giraban siempre en torno a un núcleo de doctrina: la llamada universal a la santidad, cada uno allí donde se encuentra, en su situación, con su trabajo, en su vida cotidiana.
De este modo encontramos, ya en la primera mitad de los años 30, el germen de las modalidades en que se materializará su predicación: las reuniones más informales, como son las tertulias; las clases, más académicas y expositivas; y las meditaciones, con un carácter más ascético. Detengámonos en estas últimas, que constituyen el contenido principal de este libro, aunque las tertulias, como se verá, también están presentes.

2. UN ESTILO PROPIO DE PREDICACIÓN

2.1. Las meditaciones
El tipo paradigmático en la predicación de san Josemaría son las meditaciones. Este género, clásico en la oratoria espiritual, lo empleaba de una forma muy personal, muy viva. No era una simple plática, sino que procuraba llevar a sus oyentes hacia la oración mental, por la vía de la meditación 16.
Hablaba casi siempre en una capilla u oratorio y ante el sagrario, de ordinario durante una media hora o un lapso de tiempo similar, en el que procuraba meditar, y hacer meditar a los asistentes, al hilo de sus palabras, sobre algún aspecto de la vida cristiana, y fomentar así propósitos concretos, personales. En palabras suyas, dirigidas a los sacerdotes del Opus Dei:
«El sacerdote que dirige la meditación, ha de tener presente que hace entonces su oración personal, cuajando en ruido de palabras –como suelo decir– la oración de todos, ayudando a los demás a hablar con Dios –si no, se está perdiendo el tiempo–, dando luz, moviendo los afectos, facilitando el diálogo divino y, junto con el diálogo, los propósitos» 17.
En el caso específico de san Josemaría, solía partir de la consideración de alguna escena del Evangelio, sobre la que volvía a lo largo de la media hora, para situar a quienes le escuchaban delante de Cristo y facilitar que Él les interpelara personalmente. Se dirigía en singular a los oyentes, aunque fueran muchos. Así lo mencionan algunos de los que le escucharon:
«La exposición de las meditaciones era un estilo directo, muy bíblico y con interpretación muy práctica de la Palabra de Dios. Solía hablar en singular y con la expresión que te tenía atento: "¡Mira!, a ti te digo", ayudaba a fijarse» 18.
«Lo vital de estas sus charlas estaba en que no explanaba sus pensamientos con palabras redondeaditas y conceptos alambicados, ni tampoco con eslóganes de la sabiduría humana, sino con los y las que le salían del corazón portando sus propias vivencias oracionales. Recalcó mucho sobre la [oración] personal de tú a tú, de plena confianza con el Señor» 19.
José Luis Soria, que convivió con san Josemaría en Roma en los últimos años de su vida, anota que «predicaba con calma, espaciando y dando peso a sus palabras, y ayudaba a hacer oración también con sus silencios» 20. Y así lo describe Eduardo Alastrué, que le escuchó en multitud de ocasiones, antes, durante y después de la Guerra Civil Española:
«Todos estábamos pendientes de sus palabras y con razón, porque allí se nos hablaba un lenguaje nuevo, (…) vivo, actual, eficaz; no desdeñaba modismos populares y empleaba las voces, las frases que oíamos en nuestras casas, en las aulas, en la calle. De él estaba ausente por completo toda vana retórica y, sin embargo, tenía un noble y grato sonido, quizás porque resultaba la expresión directa de verdades grandes y elevadas. Tenía, en mi opinión, este estilo oral del Padre un rasgo muy peculiar: afluían en él, espontáneamente, términos sabrosos y castizos que le prestaban un característico acento varonil. Sí, era un lenguaje varonil, recio, coloreado por esas palabras contundentes y expresivas que usa el pueblo en su trato común y, por tanto infaliblemente ameno. Puesto al servicio de su ardoroso espíritu, su efecto era seguro» 21.
No se ha podido hacer aún un estudio exhaustivo sobre el contenido de esa predicación, a la espera de la publicación de todo el material que se conserva. Sin embargo, los textos que ya han sido editados y los recuerdos de tantas personas que le escucharon, muestran cómo su exposición recogía, como no podía ser de otro modo, los temas clásicos de la vida cristiana, con un énfasis particular en la santificación del estudio y del trabajo. Junto a esto, destacan también algunos aspectos más característicos de las enseñanzas del fundador del Opus Dei, como son las cosas pequeñas, el ejemplo de los primeros cristianos, o la unidad de vida.
2.2. Las tertulias
Además de las meditaciones, san Josemaría aprovechó las conversaciones informales, tertulias, después de una comida, en un café o durante un descanso, para dar doctrina, para formar en la vida cristiana, y específicamente en el espíritu del Opus Dei, a los que le acompañaban.
En efecto, no se trataba sólo de pasar un rato agradable en compañía: para san Josemaría, la tertulia era además un instrumento de formación. Con ocasión de un suceso, o de un comentario, aprovechaba para dar criterio cristiano a los que le escuchaban. Así lo describe Juan Larrea, que convivió con él en Roma entre 1949 y 1952:
«¿Quién podría enumerar la multitud de meditaciones, pláticas, días de retiro, cursos de varios días de retiro, convivencias, etc., dirigidos por el Padre? Pero, además de esos medios él empleaba todas las horas del día en formar a sus hijos: las tertulias, que eran ratos de verdadero descanso, de intensa vida de familia, llenas de amable alegría y sencillez, eran también los momentos de mayor intensidad formativa: en ellas el Padre no dejaba de dar doctrina, de instruir, advertir, grabar las enseñanzas con anécdotas y ejemplos, salpicándolo todo con gracejo notable. En las tertulias, casi sin querer, se iba asimilando el espíritu de la Obra, se sacaban nuevas energías para la lucha ascética, para el apostolado, se conocía la historia de la Obra, se aprendía a amar más a la Iglesia» 22.
Los que estaban con san Josemaría tenían la clara conciencia de encontrarse junto a una persona de gran talla espiritual, que era además el fundador del Opus Dei. Aprovechaban todas las circunstancias –y las tertulias no eran una excepción– para preguntarle y mejorar su formación. Pero también hacían oración, casi sin darse cuenta. Entre otros testimonios, Julián Urbistondo rememoraba lo que sucedió en una de esas tertulias largas en Madrid, en el año 1945 o 1946:
«Era un día de fiesta de la Obra en que el Padre vino al comedor cuando estábamos acabando, hacia las 3 de la tarde, y nos quedamos allí mismo oyéndole hasta cerca de las 9, con una breve interrupción para merendar. Hacia el final hubo uno que le preguntó al Padre cuándo haríamos la oración. El Padre le respondió: "Hijo, ¿qué otra cosa hemos estado haciendo toda la tarde?"» 23.
Con el transcurrir de los años, el carácter de entretenimiento o descanso de las tertulias fue dejando paso, de modo paulatino, a un contenido cada vez más formativo, o mejor dicho, ascético y doctrinal. No era infrecuente que, tras unos minutos en los que se intercambiaban noticias y comentarios varios, san Josemaría tomara la palabra y empezara a hablar de temas más espirituales (de la vida interior, de fidelidad a la Iglesia, de apostolado, etc.), dando lugar, de hecho, a verdaderas meditaciones, aunque tuvieran lugar en una sala de estar.
A estos efectos, escribía Rafael Balbín que, en una ocasión, durante una tertulia en Roma el 20 de diciembre de 1960, alguien le preguntó a san Josemaría «que cuándo nos daría la meditación, y dijo que la meditación nos la daba siempre que nos hablaba; y allí, en la tertulia» 24.
En diversas ocasiones, el propio san Josemaría interrumpió el desarrollo normal de la tertulia para anunciar que quería dar unos puntos de meditación, o comentar unos textos del Evangelio que llevaba anotados, o frases parecidas. Así lo leemos, por ejemplo, en la narración de una tertulia de la noche de Navidad de 1967, en el Colegio Romano de la Santa Cruz:
«Es ya un poco tarde. El Padre nos dice que va a darnos algunos puntos para la meditación y que después se marchará. Nos acercamos para no perder palabra. El Padre saca de la agenda una ficha escrita a mano, y nos explica que leerá unos textos tomados de la Sagrada Escritura. Después comienza a hablar» 25.
Lo que siguió fue, de hecho, una meditación, claramente distinta del rato de tertulia que la había precedido.
Dos años más tarde, en las mismas circunstancias, y tras comentar que estaban cantando un villancico, el cronista del diario anota:
«Cuando termina, el Padre se inclina hacia adelante y saca unas fichas de la agenda…
–Yo me tendré que marchar pronto; por eso quisiera deciros antes unas palabricas» 26.
Y también en esta ocasión, el comentario del contenido de esas fichas constituyó una verdadera meditación.
Los que le escuchaban eran muy conscientes de que allí había habido un cambio, y de hecho consideraban esa segunda parte de la tertulia como un rato de oración 27.
Consideración aparte merecerían los encuentros multitudinarios, que pueden llamarse tertulias en modo sólo análogo, y que abundaron en los últimos años de la vida de san Josemaría. Eran millares las personas que querían oír al fundador, buscando en sus palabras confirmar la propia fe, en años de crisis y de desorientación doctrinal. Constituyen lo que el propio san Josemaría llamó sus grandes catequesis por España, Portugal y varios países de América, entre 1970 y 1975. Afortunadamente, muchas de esas reuniones se filmaron, y nos ha quedado ese testimonio directo de su predicación 28.
2.3. Algunos trazos característicos 29
«Las obras de los grandes santos suelen ser precisamente obras de gran altura literaria: basta pensar en Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, en España, en Francisco de Asís y Alfonso María de Ligorio, en Italia, en la misma Biblia, que rebosa páginas estilísticamente extraordinarias» 30.
Con estas palabras enmarcaba Cornelio Fabro el estilo literario del fundador del Opus Dei. Y poco más adelante, en el mismo texto, señalaba que «su lenguaje no es áulico y acompasado, sino directo y vivaz, preciso y sobrio en lo estrictamente teológico de los misterios y de los principios de vida espiritual; siempre vivo y directo en las digresiones, en el uso del lenguaje corriente y en los ejemplos de su propia vida» 31.
Pedro Cantero, arzobispo de Zaragoza de 1964 a 1977, escuchó a san Josemaría en los primeros años 40, en una de las muchas tandas de ejercicios espirituales que predicó a sacerdotes y religiosos en esa época. Mucho tiempo después lo evocaba así:
«Todo el caudal espiritual que anidaba en su alma, se manifestaba en su predicación: admiraba su peculiar forma de hablar de Dios. El Amor se transparentaba en cada una de sus palabras. Su elocuencia hacía que presentase una imagen fuerte y viva del Señor con palabra matizada, cálida y vibrante. Tenía una enorme fuerza de persuasión, de arrastre, como fruto de la autenticidad de su fe. Sabía captar y transmitir el sentido profundo de las escenas del Evangelio que en sus palabras cobraban toda su actualidad: eran una realidad viva ante la que era necesario reaccionar» 32.
El modo expresivo de presentar las escenas del Evangelio es un aspecto que, de un modo u otro, subrayan todos los que le escucharon. De «relato jugoso y actualísimo y en el cual cada uno de nosotros se sentía convertido en protagonista, en personaje vivo», lo califica José Orlandis 33. Salvatore Garofalo, uno de los teólogos que, por encargo de la Congregación para las Causas de los Santos, estudió el conjunto de los escritos de san Josemaría, explica a este respecto:
«Tiene gran interés el modo característico de Escrivá de utilizar los textos evangélicos, nunca citados per transennam o en el estado, me atrevo a decir, de lugar común, resultando así evidente la honda meditación y la atenta exploración de los pliegues de la
Palabra de Dios. (…) Mons. Escrivá "entra" y "hace entrar" en el Evangelio» 34.
El impacto que tenía en quienes le oían era profundo. Mons. Cantero señalaba cómo impulsaba «a hacer actos de amor y desagravio, a formular propósitos concretos de mejora de vida» 35. Y el ya mencionado Orlandis subrayaba cómo el «oyente se sentía movido al encuentro cara a cara con Jesucristo vivo, como un personaje más de los Evangelios: era movido a dar respuestas personales y a tomar determinaciones generosas, capaces de comprometerle plenamente con el Señor» 36.
Sabina Alandes, que oyó al fundador del Opus Dei por primera vez en unos ejercicios espirituales en Madrid, en junio de 1944, aseguraba que «provocaba unos deseos sinceros de mejorar y un arrepentimiento y al mismo tiempo un optimismo para ir adelante, así que salía fortalecida y con deseos de santidad, y eso cada vez más» 37.
Comentarios parecidos se leen en los recuerdos que escribió Fernando Maycas, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei, que conoció a san Josemaría en 1940, siendo estudiante universitario en Madrid:
«La predicación del Padre –centrada siempre sobre los textos de la Sagrada Escritura, de la Liturgia, de los Padres– no producía una exaltación pasajera, sino que calaba en lo profundo del alma llevando a descubrir que Dios estaba allí, como Padre amoroso» 38.
Se adivina que leía las Escrituras y los textos de la Liturgia con profundidad, y sabía sacar fruto de esas riquezas y ayudar a quienes le escuchaban a hacer lo mismo. Comenta, en este sentido, Carlos Cardona, que fue desde 1961 Director espiritual del Opus Dei y colaboró muy estrechamente con el fundador durante casi quince años:
«El Padre obtenía del rezo diario de la Liturgia horarum abundante materia para su oración personal, para la meditación, para el ejercicio de la presencia de Dios, y también para la predicación. No era raro que saliesen con naturalidad, incluso en una conversación –y mucho más cuando predicaba– algún versículo de un Salmo, una frase o concepto de las lecturas del Officium lectionis, etc.» 39.
Su estilo llano colocaba al oyente frente al Señor, invitándole a entablar un diálogo personal 40. Esa era su intención, como él mismo declaraba:
«Este rato de charla que hacemos juntos, pegadicos al Sagrario, producirá en ti una huella fecunda si, mientras yo hablo, tú hablas también en tu interior. Mientras yo trato de desarrollar un pensamiento común que a cada uno de vosotros haga bien, tú, paralelamente, vas sacando otros pensamientos más íntimos, personales» 41.
Se entiende bien que sus oyentes señalaran años después que «todo lo que el Padre dijo era para mí, aunque estuviéramos más personas. Tenía la sensación de que solo predicaba para mí» 42.
Esa profundización en el Evangelio, el poner a sus oyentes frente a Cristo, la llevaba a cabo de tal manera que facilitaba que cada uno se sintiera personalmente interpelado. José Luis González–Simancas, que le escuchó en unos ejercicios espirituales en diciembre de 1942, escribía en las notas que tomó esos días que san Josemaría era un sacerdote «que da fuerte, que le sacude a uno; pero que le anima haciéndole ver cuánto mejor es ir encaminándose, siendo muy humano; haciéndole comprender que Jesús nos ama mucho. En las pláticas, más a lo práctico, más sencillas; ¡qué rasgos de simpatía, alegría, buen humor, sabe colocar en el momento oportuno!» 43.
Pío María Calvo, fraile jerónimo, participó en unos ejercicios espirituales que san Josemaría predicó en el monasterio de Santa María de El Parral de Segovia, en noviembre de 1942. Subrayaba, de su modo de predicar, el estilo llano, sencillo, positivo y exigente a la vez:
«Predicaba con una seguridad y convencimiento muy grandes, que no eran, ni podían ser meramente humanos. Hablaba como si no hubiese más que uno en la capilla, con un lenguaje directo, concreto, sugerente, animoso, nada frecuente entonces. Estaba, sobre todo, muy pendiente del Sagrario. Era un nuevo modo de predicar, debido sin duda a su fe. En él no había artificio ni grandilocuencia. Era una predicación sumamente viva y también exigente. Me ha llamado mucho la atención el modo concreto de materializar, con ejemplos, anécdotas de la vida del Señor, y la exposición de las virtudes cristianas» 44.
En este mismo sentido escribía Jesús Enjuto, un sacerdote de Segovia que tomó parte en los ejercicios espirituales en el seminario diocesano, en julio de 1942, en los que «predicaba D. Josemaría, de una manera propia, sin rigideces de esquema, pero con toda riqueza de contenido. En sus palabras había cariño, amor, espiritualidad» 45. Y subraya, de modo particular, cómo le impresionó el tono positivo, optimista y esperanzado del predicador:
«No empleaba las disyuntivas tremendistas al uso, desalentadoras a veces, y que presentaban la santidad como algo inasequible. Todo lo contrario. La predicación de D. Josemaría no era –insisto– la repetición de un esquema frío, sino algo vivo, con contenido: el contenido de su corazón, de lo que había entre Dios y él. Una predicación estimulante, que a todos, sin excepción, nos movió, nos entusiasmó. Nos presentaba la santidad, no huraña, sino muy humana» 46.
Muchos de los que le escucharon subrayan el amplio y jugoso uso que hacía de las imágenes, sacadas a veces de la propia Sagrada Escritura, de sus recuerdos personales, o incluso de obras clásicas de la literatura universal 47.
El beato Álvaro del Portillo, posiblemente la persona que en más ocasiones escuchó a san Josemaría, resume de algún modo todas estas consideraciones, en pocas palabras:
«Su predicación fue siempre muy práctica; movía a las almas a la conversión. Tenía el don de aplicar los pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento a las situaciones concretas de los que le escuchaban. No trató nunca de ser original, porque estaba convencido de que la Palabra de Dios es siempre nueva, y conserva intacta su irresistible fuerza de atracción si se la proclama con fe. En sus labios, el Evangelio no era jamás un texto erudito o una fuente de meras citas o lugares comunes» 48.
Podrían multiplicarse los testimonios en este sentido. Uno tras otro, y con matices variados, coinciden en señalar algunas características, que podrían resumirse en estos tres aspectos:
– su discurso partía del Evangelio, y a él volvía una y otra vez, de modo que la Sagrada Escritura constituía como el hilo conductor de la meditación;
– un uso amplio de ejemplos e imágenes, siguiendo en esto el modo de hacer de Jesucristo en sus discursos evangélicos. Así lo recomienda el propio fundador;
– un lenguaje llano y asequible, nada ampuloso o solemne, aunque al mismo tiempo rico, que le hacía particularmente cercano a los que le escuchaban.
Son las mismas características que señalaba Mons. Álvaro del Portillo en la Presentación al primer volumen de homilías de san Josemaría, publicado en 1973 49.
El resultado era que lograba situar al oyente a solas delante de Dios, aunque estuvieran juntas muchas personas, invitándole a establecer con el Señor un trato personal, íntimo, lleno de consecuencias para la vida diaria de cada uno.

3. ETAPAS DE LA PREDICACIÓN DE SAN JOSEMARÍA

En la predicación de san Josemaría se observa una sustancial continuidad a lo largo de los años, tanto en el estilo como en los temas que desarrolla. Se puede leer un guión de los años 30 y descubrir ideas, textos de la Escritura, incluso formas de decir, que aparecen también cuarenta años más tarde, ya al final de su vida. Y es que el mensaje de la santificación en la vida corriente, que está presente en los primeros años como en los últimos, es el nervio de su discurso.
De todas formas, se pueden distinguir varias etapas, atendiendo al tipo de personas que le escuchaban y a las circunstancias históricas concretas en las que se desenvolvió.
3.1. Los años de DYA
Poco nos queda de sus palabras antes de la Guerra Civil Española. Existen algunos guiones manuscritos –unos ochenta–, que utilizaba para predicar, que nos señalan temas y contenidos, aunque de forma muy sucinta 50. También disponemos de algunos testimonios de personas que participaron en la labor sacerdotal de san Josemaría, centrada en gran medida en la formación de los estudiantes que frecuentaban la Academia–Residencia DYA en Madrid 51.
Eduardo Alastrué, uno de ellos, escribió en sus recuerdos algunas impresiones de esos momentos. Aunque sea un texto un poco largo, vale la pena reproducir aquí algunos párrafos:
«Se nos comentaba, una y otra vez, el pasaje conmovedor de los discípulos de Emaús; se nos estimulaba con las enseñanzas de las parábolas consoladoras del Evangelio, la del hombre que halla un tesoro, la del hijo pródigo que retorna a su Padre; se nos brindaba el ejemplo de las primeras comunidades cristianas, tal como son descritas en los Hechos de los Apóstoles; se seguían paso a paso, saboreándolas, penetrándose de ellas, las escenas de la Pasión.
Otras veces, pero siempre con gran insistencia, se nos llevaba a gustar del tesoro inextinguible de las Epístolas de San Pablo, en las que el Padre no se cansaba de extraer sentencias luminosas, de insondable profundidad; ¡cuántas de ellas llegaron a sernos familiares porque se entretejían, a cada momento, en sus pláticas como si las llevara grabadas en su interior!
Lo mismo podría decirse de los Salmos, a los que el Padre recurría tan frecuentemente, para ofrecernos, como joyas centelleantes, sus invocaciones, sus acciones de gracias enardecidas o sus expresiones de adoración o de tantas figuras del Antiguo Testamento –Ruth, Tobías, los Macabeos, Job– a las que el Padre nos mostraba como modelo de una determinada virtud, citando los textos venerables que las describen» 52.
Se podrían añadir otros relatos semejantes, porque la predicación de san Josemaría dejaba la misma huella en muchos jóvenes estudiantes que le oían en esos años de DYA. Uno de ellos, por ejemplo, señala que:
«Nos hablaba de trabajo, de estudio, de Amor de Dios. De que era bueno que fuéramos ambiciosos, muy ambiciosos, mucho, pero… ¡por Cristo!, y dicho esto con mucha energía, casi como un grito enérgico, con esa forma peculiar de decir» 53.
Otro de los que acudían a la Academia recordaba:
«En el transcurso de estas "charlas", tanto aquí, como más adelante en Ferraz, nos (…) hablaba de la necesidad de conseguir la perfección, la santidad en el desempeño de nuestras actividades, santificando el trabajo ordinario y convirtiendo éste en oración, recordando que en cualquier momento de nuestra vida estábamos en presencia de Dios» 54.
Y otro más:
«La predicación del Padre era persuasiva, profunda, penetraba adentro, hacía mella. Hacía constantes referencias a las Escrituras y especialmente al Santo Evangelio, haciéndonos "vivir" y sentir desde dentro, como partes interesadas las escenas y circunstancias en ellas narradas» 55.
3.2. La Legación de Honduras
La Guerra Civil Española (1936-1939) supuso un paréntesis en el crecimiento de la labor apostólica de la Obra; pero no en la labor sacerdotal del fundador. Es más, de esa época procede la primera colección de meditaciones recogida de modo ordenado.
En su constante búsqueda de un refugio para huir de la persecución religiosa en Madrid, Josemaría Escrivá estuvo en varios lugares entre julio de 1936 y marzo de 1937. Al fin, consiguió un sitio relativamente seguro en la Legación de Honduras, en el número 51 duplicado de la Avenida de la Castellana, donde se encontraban ya José María González Barredo y Álvaro del Portillo. Allí llegó san Josemaría en día 14 de marzo, con su hermano
Santiago, que tenía 17 años de edad. El día 15 pudo refugiarse también allí Eduardo Alastrué, y el 7 de abril lo hacía Juan Jiménez Vargas 56.
En ese encierro obligado –seis personas en un espacio muy reducido y sin posibilidad de salir a la calle–, con el peligro de acabar en una cárcel o asesinados, san Josemaría se esforzó en mantener alto el espíritu de los que le acompañaban. Organizó un horario con diversas actividades a lo largo de la jornada, entre las que se contaban conferencias sobre cuestiones culturales y científicas –que preparaban e impartían ellos mismos– o el estudio de idiomas. En palabras de Álvaro del Portillo, imprimió «heroicamente un ritmo de "normalidad" humana y espiritual a aquellas jornadas de encierro que para el resto de los refugiados eran sólo motivo de angustia» 57.
Y recuerda Eduardo Alastrué:
«Donde, principalmente, sustentábamos el espíritu sobrenatural que nos permitía afrontar serenamente aquellas circunstancias era en la oración y en la Misa que diariamente nos congregaban en nuestro pequeño y oscuro cuarto. Sentados en los colchones, sumidos en la penumbra que nos envolvía como un tibio manto protector, rodeados de un silencio incomparable, oíamos casi día a día, las pláticas y meditaciones del Padre. Sus palabras, unas veces serenas, otras impetuosas y emotivas, siempre luminosas, descendían sobre nosotros y parecían posarse en nuestra alma con la misma seguridad con que una piedra, atravesando la limpia agua de un estanque, llegaría a su fondo» 58.
Pensando en los que estaban fuera, en Madrid o en otras ciudades, el mismo Eduardo Alastrué, que tenía facilidad de memoria, se encargaba de transcribir lo más fielmente posible las meditaciones. Luego, por medio de Isidoro Zorzano 59, o de los hermanos pequeños de Álvaro del Portillo, sacaban esos papeles del Consulado 60. Esas cuartillas se han conservado y nos permiten conocer el contenido de la predicación de san Josemaría en esas circunstancias tan particulares de la guerra 61.
«Todo en ellas giraba en torno a la persona, la vida, las palabras, la pasión de Cristo, en una referencia más o menos directa. Contemplar despacio y con amor a Cristo, gustar sus palabras, seguir paso a paso sus milagros, sus enseñanzas, sus sufrimientos, eran su materia inagotable. Era como si el Evangelio, grabado en la mente y el corazón del Padre –bien hubiera podido decir, con el Salmista, "tu Ley está en medio de mi corazón"– nos repitiese, en aquel refugio, con fuerte voz, su mensaje. Creo que no podíamos apreciar el privilegio que suponía recibirlo, día a día, a través del Padre, en aquellos días de prueba» 62.
3.3. Años 40 en España
Tras la guerra, san Josemaría retomó con nuevos bríos el desarrollo del Opus Dei, nunca interrumpido, pero sí frenado, en los años anteriores. Además, diversos obispos españoles le pidieron que dirigiera ejercicios espirituales al clero de sus diócesis, y a varias comunidades religiosas.
Todavía en plena guerra, en agosto y septiembre de 1938, dio dos tandas de ejercicios en Vitoria y Vergara, a religiosas y sacerdotes. Al acabar el conflicto, esas tandas se multiplicaron, y entre 1939 y 1945 están documentadas 19 a sacerdotes diocesanos y seminaristas, 3 a religiosos y 16 a otros grupos de personas (miembros de Acción Católica, profesores universitarios, etc.), además de otras 25 dirigidas a las personas de la Obra o que participaban en los apostolados del Opus Dei, en las residencias de
Jenner, Moncloa y Zurbarán 63, o en otros lugares. A todo esto hay que sumar meditaciones sueltas y días de retiro, que en ese mismo período se cuentan por decenas 64.
De ese tiempo se conservan más de 200 guiones, que san Josemaría utilizaba para sus pláticas y meditaciones 65.
3.4. Roma: los dos Colegios Romanos
En junio de 1946 san Josemaría se desplazó a Roma, con el fin de impulsar y resolver las gestiones para conseguir una aprobación pontificia del Opus Dei, que permitiera un régimen interdiocesano y la implantación de la Obra en todo el mundo.
En esos momentos, el Opus Dei estaba comenzando en Portugal e Italia; ese mismo año se habían trasladado algunos estudiantes a Inglaterra, y se estaban preparando grupos de gente que en los años sucesivos irían a Francia e Irlanda (1947), México (1948), Estados Unidos (1949), Argentina y Chile (1950), Colombia y Venezuela (1951), Alemania, Guatemala y Perú (1953) 66.
La estancia del fundador en Roma acabará por convertirse en definitiva, de modo que a partir de ese momento su actividad se centrará en la Ciudad Eterna. Pronto comprendió la necesidad de instalar allí, en la ciudad donde residía el Papa y el gobierno central de la Iglesia, una casa grande, que se convirtiera en la sede de gobierno del Opus Dei para todo el mundo. En la primavera de 1947 adquirió Villa Tevere, una finca espaciosa en el barrio romano del Parioli, y se lanzó a la empresa de construir en ese terreno los edificios necesarios 67.
El 29 de junio de 1948, san Josemaría erigió el Colegio Romano de la Santa Cruz. Se trataba de un centro académico para contribuir a formar en el espíritu de la Obra, junto al fundador, a un buen grupo de estudiantes de todos los países en los que estaba presente el Opus Dei. Al mismo tiempo que recibían esa formación, realizarían estudios de Filosofía, Teología y Derecho Canónico en los ateneos romanos, sobre todo en el Laterano, que pertenecía a la diócesis de Roma, y en el Angelicum, dirigido por los dominicos. Muchos de ellos, al acabar sus estudios, recibieron la ordenación sacerdotal, para dedicarse a partir de ese momento a ejercer su ministerio en los lugares donde iba llegando la labor de la Obra 68.
Pocos años más tarde, el 12 de diciembre de 1953, san Josemaría erigió el Colegio Romano de Santa María, un centro análogo al anterior, para la formación de mujeres. Su sede hasta 1959 fue Villa Sacchetti, los edificios contiguos a Villa Tevere 69.
Desde el primer momento, san Josemaría se involucró personalmente en la formación de los alumnos. Los diarios de ambos Centros 70 dan noticia de las meditaciones que predicaba, así como su presencia en muchas tertulias –esos encuentros informales al mediodía y por la noche–, que aprovechaba para, de una forma entretenida, dar criterio cristiano sobre los diversos temas de actualidad.
De este período –entre 1951, fecha de la primera transcripción más o menos completa que se conserva, y 1959–, nos ha llegado la transcripción de 61 meditaciones de san Josemaría a los alumnos, y 24 a las alumnas. En esos mismos años, y también en Roma, ha quedado constancia de 12 meditaciones a los miembros del Consejo General (todas en 1958 y 1959, como se verá en el epígrafe siguiente), 6 a la Asesoría Central y 4 a las personas que trabajaban en la administración doméstica 71. Mucho más abundantes aún son las tertulias, de las que también se han conservado muchos textos.
De esos datos se desprende que la predicación de san Josemaría, en los años cincuenta, se centró sobre todo en la formación de los fieles de la Obra que estudiaban en los dos Colegios Romanos. Sólo a finales de esa década, con el traslado del Consejo General del Opus Dei a Roma, que tuvo lugar en otoño de 1956, cambiará sensiblemente su dedicación, como veremos enseguida.
3.5. Años 60 y 70: los directores del Opus Dei
A finales de los años 50 tienen lugar dos hechos que determinarán de modo importante la predicación del fundador del Opus Dei. De una parte, en 1959 el Colegio Romano de Santa María interrumpe sus actividades hasta 1963, cuando las reanudará en la nueva sede que se construye en Castelgandolfo 72; por otro lado, siguiendo una resolución del Congreso General 73 celebrado en 1956, el Consejo General del Opus Dei se traslada de Madrid a Roma –la Asesoría Central, el órgano de gobierno de las mujeres del Opus Dei, tenía su sede en Roma ya desde principios de los años 50–. A partir de ese momento, la predicación de san Josemaría se dirige sobre todo a los miembros del Consejo General y de la Asesoría Central, mientras que disminuye el número de sus meditaciones en los Colegios Romanos.
En sus palabras, aparecen de modo más constante cuestiones relacionadas con el gobierno del Opus Dei y la formación de personas. También se hace más presente la preocupación de san Josemaría por la configuración jurídica de la Obra. A finales de los 60, la situación de contestación y crisis de fe con que se encuentra la Iglesia pasa a ser también tema frecuente de sus consideraciones.
De estos años, ha quedado traza de 79 meditaciones predicadas a los directores del Consejo General, y 13 a las directoras de la Asesoría Central. Igual que sucedía en la década precedente, la lectura de los diarios de esos dos centros deja constancia de bastantes más ocasiones en las que san Josemaría habló, de las que, sin embargo, no nos ha llegado el contenido.
A los alumnos de los Colegios Romanos seguirá dedicándoles su atención, pero las meditaciones son menos frecuentes –constan sólo 25 desde 1960, y ninguna después de la Navidad de 1968–, mientras que serán muy numerosas las tertulias, en ocasiones muy largas, en las que san Josemaría abría su corazón, y les hablaba como si se tratara de un rato de oración.
En 1974, el Colegio Romano de la Santa Cruz se traslada a la que será su sede definitiva, en una finca al norte de Roma, cerca de la Vía Flaminia, y deja los edificios de Villa Tevere. Ese nuevo lugar será el testigo de uno de los últimos textos –una larga tertulia– contenidos en este libro, el 19 de marzo de 1975.
Aunque escapa al contenido estricto de este volumen, hay que hacer mención también de las tertulias de san Josemaría en estos últimos años de su vida, durante los viajes de catequesis que realizó a México en 1970, a España y Portugal en 1972 y, en 1974 y 1975, a Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Venezuela y Guatemala. En todos esos países tuvo charlas, en ocasiones ante auditorios muy numerosos, con personas de toda condición, que acudían a escucharle y a hacerle preguntas sobre el modo de vivir la fe. Se trató de una extensa predicación, con una forma muy familiar, pero de gran intensidad catequética 74.

4. DIFUSIÓN DE LA PREDICACIÓN DEL FUNDADOR ENTRE LOS FIELES DE LA OBRA

San Josemaría predicó casi siempre a pequeños grupos de personas, que raramente llegaban al centenar. Sin embargo, muy pronto quienes le escuchaban sintieron la necesidad y la responsabilidad de hacer llegar a otros el contenido de sus palabras. Y lo hicieron a través de unas publicaciones realizadas en tono familiar, pero de alto contenido formativo.
4.1. Noticias
Antes aun de que se iniciaran esas publicaciones, en los primeros años del Opus Dei, el propio san Josemaría comprendió que la labor de apostolado que desarrollaba en Madrid, sobre todo entre estudiantes universitarios, no debía interrumpirse con las vacaciones de verano. De hecho, retiros y círculos continuaban en Madrid en los meses de julio, agosto y septiembre. Pero muchos de los participantes habituales transcurrían esos meses fuera de la capital, en sus hogares, o en lugares de veraneo. Para subsanar esto, en el verano de 1934 empezó el fundador a preparar una especie de boletín mensual, que denominó Noticias, que enviaba a todos los chicos que frecuentaban la labor apostólica de la Academia DYA 75.
Realmente, el término boletín resultaría un título demasiado pomposo para designar aquellas hojas impresas, que no eran más que unas cuartillas grapadas –cinco en 1934, nueve en 1935–, escritas a máquina y tiradas a velógrafo 76. El título reflejaba estrictamente su contenido: eran noticias de aquellos estudiantes que frecuentaban la Academia DYA, sacadas de las cartas que escribían a san Josemaría, entremezcladas con algunos comentarios de carácter sobrenatural, animantes, para impulsar en su conjunto la vida de piedad y el apostolado de los estudiantes en esos meses de vacaciones.
Las Noticias se publicaron en los veranos de 1934 y 1935. El estallido de la Guerra Civil, en julio de 1936, impidió que continuaran ese año y el siguiente. Pero en cuanto pudo salir de la zona en la que se perseguía a la Iglesia, san Josemaría se propuso retomar esa publicación, consciente de que los estudiantes a los que se dirigía, dispersos entonces por toda la geografía bélica española, necesitarían aún más su aliento espiritual.
Una vez instalado en Burgos, en enero de 1938, se puso a averiguar dónde se encontraban los antiguos residentes y estudiantes de DYA. Muy pronto, en marzo, aparecía un nuevo número de Noticias, que se abría con estas palabras:
«"NOTICIAS" –Aquella hoja familiar, a velógrafo, que, durante el verano, te ponía al tanto de la vida de los nuestros, vuelve a salir. Saldrá cada mes, en la segunda quincena, como un chispazo de vuestro hogar madrileño, hasta que, lograda –¡pronto!– la paz victoriosa reanudemos las tareas universitarias» 77.
Era una simple cuartilla, que se iría ampliando en los meses sucesivos, a medida que iban llegando datos de las andanzas de unos y otros. Se preparaba cada mes en Burgos y se tiraba en multicopista en León, hasta el final de la guerra, en abril de 1939; y desde mayo hasta septiembre de ese año, ya en Madrid 78.
El inicio de la actividad académica universitaria en octubre de 1939 cerró esta segunda etapa de Noticias, que no se retomó tampoco en los veranos sucesivos 79.
4.2. La Hoja Informativa
En los años siguientes, la continuidad en la labor de formación de los estudiantes que se acercaban al Opus Dei se hizo con viajes a las diversas ciudades de la Península y por medio de cartas personales. Además, pronto empezó a haber personas y centros de la Obra en varias de ellas: Valencia, ya en 1939, Barcelona, Bilbao, Valladolid y Zaragoza en 1940, y así sucesivamente 80.
La expansión del Opus Dei por otros países, algunos años más tarde, planteó la necesidad de retomar, de algún modo, la vieja experiencia de las Noticias.
Como ya hemos apuntado, en 1945 comenzó la labor apostólica de la Obra en Portugal; en 1946 en Gran Bretaña e Italia; en 1947 en Francia e Irlanda; en 1948 en México y en 1949 en Estados Unidos 81. Se hacía necesario un instrumento que sirviera para dar a conocer las distintas labores de la Obra en cada país, impulsar los apostolados y alentar a sus fieles: unas publicaciones que fueran a la vez cartas de familia e instrumentos de unidad.
Y así, a partir de 1948, inició su andadura una nueva publicación, que llevaba por título Hoja Informativa. Se trataba de unos folios, entre doce y veinte según los números, escritos a máquina y copiados a velógrafo, editados con periodicidad mensual.
Su contenido era una evolución de las anteriores Noticias, y reflejaba la progresiva internacionalización que iban adquiriendo los apostolados del Opus Dei. A diferencia de su predecesora, san Josemaría ya no intervenía directamente en su elaboración: la publicación se preparaba en Madrid, donde tenía su sede el Consejo General de la Obra, mientras que el fundador residía ya establemente en Roma. Sin embargo, en seguida se adoptó la costumbre de abrir todos los números con una frase o unas palabras suyas, tomadas habitualmente de su predicación, aunque también, al menos en algunos casos, fueron redactadas expresamente para ese fin 82.
La Hoja Informativa conoció diversas ediciones. Al principio se hizo una dirigida a los miembros varones de la Obra, que durará seis años, hasta 1953. Entre 1950 y 1953, se publicó otra edición distinta, dirigida a las mujeres de la Obra. Y en 1953, se hizo una tercera versión, pensada específicamente para los miembros agregados del Opus Dei.
Al terminar el año 1953, san Josemaría pensó que los tiempos estaban maduros para empezar unas publicaciones de más calidad, y las distintas ediciones de la Hoja Informativa cerraron su periplo 83.
4.3. Crónica y Noticias
En 1949, san Josemaría había escrito un largo elenco –siete folios a mano– de iniciativas que se proponía impulsar 84. Estaban en curso y encarriladas las gestiones para conseguir la aprobación definitiva del Opus Dei por parte de la Santa Sede –llegaría a mediados de 1950–, y el fundador pensaba ya en ulteriores trabajos y labores que habría que acometer.
Entre estas, y bajo el epígrafe de "Publicaciones", se leen las siguientes:
– Una revista general interna.
– Una, para cada obra, duplicadas: San Miguel, San Gabriel, San Rafael, con noticias, guiones de círculos de estudio, temas doctrinales y prácticos. Una hoja especial para las administraciones 85.
– "Cartas de familia": fascículo trimestral.
– "Boletín interno" público, para amigos, simpatizantes y curiosos: estudiar modo y conveniencia.
– Libro con documentos de la Santa Sede –Cartas, telegramas, etc.– y de la jerarquía eclesiástica (comendaticias por el Decretum laudis, aprobación definitiva, etc.).
En ese elenco encontramos, anunciadas, las publicaciones a que nos vamos a referir ahora, junto con otras como Romana, el boletín de la Prelatura del Opus Dei, que no verá la luz hasta 1985, pero que ya en este escrito, de casi cuarenta años antes, ve definidas algunas de sus características principales; y alguna otra que no llegará a realizarse, porque el fundador cambió de opinión, como ese fascículo de Cartas de familia 86.
Nos interesa fijarnos ahora en esas otras publicaciones: la revista general interna, y las que anota como dirigidas a cada obra. El contenido, que describe de un modo muy genérico, respondía de hecho al de la Hoja Informativa, entonces en circulación: noticias, temas doctrinales, cartas de personas de la Obra, etc. Se trataba, en las intenciones de san Josemaría, de profesionalizar esa publicación, y encauzarla del modo que se viera más adecuado.
Catherine Bardinet, que vivía en Villa Sacchetti en esos años, recuerda cómo a mediados de 1953 san Josemaría les hablaba de su ilusión por poner en marcha una revista «en la que habría artículos doctrinales, anécdotas simpáticas sobre el apostolado en los diversos países donde la Obra había comenzado, etc., como una larga carta de familia que aparecería todos los meses
Un día, en diciembre de 1953 o enero de 1954, el Padre nos propuso la cuestión directamente: "¿Os sentís capaces de empezar la revista este mes?" Recuerdo todavía la voz de Encarnita Ortega diciendo: "sí Padre", y eso fue todo» 87.
Esas ilusiones y propuestas llevarán a la preparación y publicación de tres revistas. Dos con periodicidad mensual: Crónica, dirigida a los fieles varones de la Obra, y Noticias, para las mujeres; y la tercera, Obras, más pensada para su difusión entre cooperadores y personas que participaban en las actividades de formación cristiana del Opus Dei, de periodicidad bimestral. Aquí nos interesa centrarnos en las dos primeras.
En enero de 1954, apareció el primer número de Crónica y de Noticias. La primera tenía 64 páginas con 23 artículos, y la segunda 46 páginas con 18 artículos. El contenido se mantendrá a lo largo de los años: colaboraciones, por lo general breves, con noticias de las labores apostólicas de la Obra en todas partes, o historias de personas que se acercaban al Opus Dei, entremezcladas con otras de carácter más doctrinal y ascético. Todos los meses, además, había un artículo editorial, en el que se exponía algún tema de vida interior o apostolado.
Las dos revistas se abrían del mismo modo que lo había hecho hasta entonces la Hoja Informativa: con unas palabras de san Josemaría, escritas a veces para la ocasión, pero habitualmente entresacadas de su predicación. Esta era, en los primeros números, la única presencia explícita del fundador en esas revistas, aunque en realidad su actuación iba mucho más allá. Recuerda Carlos Cardona:
«Al comienzo, el Padre seguía muy de cerca el trabajo de las Publicaciones internas: dándonos criterio, orientándonos e incluso enseñándonos ortografía castellana. Luego, insensiblemente –como le he visto hacer con muchas labores, con muchos apostolados– las iba soltando, cuando veía que ya podíamos hacerlo nosotros, y procuraba que tuviésemos un gran sentido de responsabilidad.
Era frecuente, cuando yo mismo le llevaba los artículos escritos a máquina al cuarto de trabajo de don Álvaro, que allí mismo –o después, al devolverlos, si no los corregía allí en el momento–, indicara correcciones de carácter teológico o jurídico, aspectos importantes del espíritu de la Obra (a veces, con voz fuerte y palabras enérgicas, para que no se me olvidara ya nunca) y a la vez señalara –con largos trazos rojos, para que nos fijásemos– acentos que faltaban, comas (algunas, decía, sólo para facilitar la lectura: para que no se ahoguen al leerlo en voz alta), ortografía, etc.» 88.
Poco a poco, en los artículos doctrinales y ascéticos se fueron incluyendo textos del fundador, al principio breves, y paulatinamente, más extensos. Procedían habitualmente, al igual que la cita de apertura de cada número, de meditaciones o tertulias de san Josemaría, y también, a partir de mediados de los años 60, de sus Cartas a todos los fieles del Opus Dei. Recuerda Ignacio Carrasco de Paula, que en 1961 empezó a trabajar en la redacción de Crónica:
«En 1961, después de mi llegada al Colegio Romano de la Santa Cruz, comencé a trabajar en la Oficina de Publicaciones Internas. Muy pronto pude darme cuenta de la riqueza del material de que disponíamos gracias a los textos de meditaciones y tertulias de nuestro Padre que teníamos en la Oficina y a los que acudíamos para preparar los editoriales y otros artículos doctrinales» 89.
Además de esas páginas más doctrinales, con frecuencia se preparaba un artículo narrativo con noticias de los que vivían en Roma, junto a san Josemaría. También ahí, poco a poco, se fueron incluyendo palabras suyas de tertulias y meditaciones, de las diversas ocasiones en que pasaba tiempo con los alumnos o las alumnas de los dos Colegios Romanos.
Pero fue un proceso laborioso convencerle de la conveniencia de aumentar esos textos: no fue sencillo vencer sus reparos a lo que le parecía un protagonismo innecesario. Lo anotaba Carlos Cardona en sus recuerdos:
«Por años, el Padre mostró una gran resistencia a que abundásemos en la transcripción de frases suyas en las Revistas internas. Decía con buen humor:
– Siempre estáis con el Padre para arriba, el Padre para abajo… Yo no soy la Mistinguett.
Sólo en los últimos años fuimos consiguiendo vencer esa resistencia suya, y publicar meditaciones enteras del Padre, transcripciones completas de tertulias, etc., que es lo que todos ansiaban, y lo que, como es natural, ha hecho más bien en las Revistas» 90.
4.4. Los tomos de Meditaciones
Otra publicación que tiene interés para nuestro tema son unos tomos de Meditaciones, que hizo preparar san Josemaría para que estuvieran en todos los centros del Opus Dei. La idea era ofrecer un texto para cada día del año, de ordinario comentando las lecturas de la Misa, para facilitar la oración personal de los fieles de la Obra. Se trataba de un proyecto que aparecía ya en el elenco de 1949 que hemos mencionado más arriba 91.
A lo largo de los años 1953 y 1954 se hizo un primer intento de redactar esas meditaciones, pero no llegó a puerto 92. En 1962 se volvió a retomar el proyecto, esta vez con más éxito.
En efecto, en 1964 se publicó el primer tomo, que contenía meditaciones para los tiempos de Adviento, Navidad y las semanas previas al domingo de Septuagésima; y en 1966 el segundo tomo, que cubría desde el domingo de Septuagésima hasta la Ascensión 93.
Tras estos dos primeros volúmenes, se vio que los textos para cada día eran excesivamente breves, y que convenía desarrollar mejor los temas, enriqueciéndolos además con palabras del fundador de la Obra. Hasta ese momento aparecían citados solamente Camino y Santo Rosario, sus dos únicas obras de espiritualidad publicadas basta la fecha. Justo en esos mismos años, san Josemaría estaba ultimando la redacción de buena parte de las Cartas, dirigidas a todos los fieles de la Obra, que contenían una amplia y rica exposición del espíritu del Opus Dei 94. San Josemaría autorizó que se hiciera un uso amplio de ese material en los tomos de meditaciones.
Con esos nuevos criterios, en 1967 se publicó el tomo III, y en 1968, el IV 95; los tomos V y VI, dedicados a las fiestas y solemnidades, se imprimieron en 1970 y 1972. Una vez terminada la serie en seis volúmenes, entre 1973 y 1974 se hizo una reedición de los dos primeros, con los criterios que se habían aplicado a los cuatro restantes, aunque al imprimirlos se mantuvo la fecha de la primera versión, 1964 y 1966 96.
Los textos de esos seis tomos incluían ahora numerosos párrafos de san Josemaría, que provenían de Camino y Santo Rosario, de las Cartas, y también de meditaciones y tertulias de sus años en Roma, desde 1950 hasta 1973. En realidad, todo el contenido eran enseñanzas del fundador, hasta el punto de que alguna vez comentó que, «si se quisiera señalar lo que es suyo de lo que no lo es, habría que poner casi todo ese material en letra cursiva, lo cual no dejaría de ser raro» 97.
Entre 1987 y 1991 se preparó una nueva edición, adaptada al calendario litúrgico en vigor 98.

5. FUENTES PARA EL CONOCIMIENTO DE LA PREDICACIÓN DE SAN JOSEMARÍA" 99.

La predicación es un fenómeno que podríamos calificar de efímero, en el sentido de que existe en el momento en que se realiza, y desaparece inmediatamente, apenas concluye. Ciertamente, deja huella en el alma de los oyentes, pero esa huella no nos sirve para conocer su contenido. Sin embargo, hay modos de seguir el rastro de la palabra oral, de forma más o menos directa. La fuente ideal es la grabación, que recoge las palabras mismas, y transmite en buena medida también el tono en que han sido dichas. En su defecto, existen transcripciones, notas, y otros tipos de anotaciones escritas para reconstruir el discurso del orador.
En el caso de san Josemaría, disponemos, en mayor o menor cantidad, de todos estos registros. Pero antes de verlos en detalle, conviene hacer mención de otra documentación que se conserva: los guiones de meditaciones y pláticas, que ya hemos mencionado en el apartado 3.
Para predicar, san Josemaría solía servirse de unos sencillos esquemas autógrafos, casi siempre muy sucintos, que escribía de ordinario en una cuartilla, vertical o apaisada. Nos han llegado alrededor de 300 de estos guiones: el más antiguo de 1930, y el último de 1968 100.
Los guiones, como su nombre indica, ofrecen un texto en estado muy embrionario, por lo que no resultan particularmente útiles a la hora de estudiar el contenido detallado de una meditación. Por otro lado, son pocos los casos en los que disponemos simultáneamente del guión y de las notas o la transcripción de la predicación correspondiente. Sin embargo, cuando sucede –tres veces a lo largo de este libro–, resulta muy ilustrativo seguir el discurso en ese breve esquema previo, al que vuelve una y otra vez a lo largo de la media hora que suele durar la meditación.
5.1. Notas breves o fichas
Desde el principio, los primeros miembros del Opus Dei tuvieron conciencia de que san Josemaría era el fundador, una figura irrepetible, y que sus enseñanzas revestían una importancia singular, porque transmitía el espíritu del Opus Dei en su más plena genuinidad. Es lógico, por eso, que enseguida tuvieran la preocupación de tomar nota de sus enseñanzas, para su meditación personal y para transmitirla a otros.
Singular es, a estos efectos, un cuaderno que se conserva en el Archivo de la Prelatura, que recoge los temas de las primeras clases de san Rafael –charlas de formación cristiana a jóvenes estudiantes–, impartidas por san Josemaría a lo largo de los años 1933, 1934 y 1935 101.Como ya se ha señalado, resultan también particularmente significativas las notas que tomaba Eduardo Alastrué de las meditaciones de san Josemaría en los meses de encierro en la Legación de Honduras, de Madrid, durante la Guerra Civil Española, en 1937, para que las aprovecharan Isidoro Zorzano y los miembros del Opus Dei que estaban en otros lugares.
Pero lo más frecuente era que quienes le escuchaban tomaran nota, más o menos precisa, de ideas y frases, para su uso personal.
A lo largo de los años, en diversas ocasiones se procuró recoger estas notas, para evitar que pudieran perderse, y para facilitar su uso en la labor de formación y de gobierno que desarrollan los directores del Opus Dei: son miles las fichas –en octavillas o en papeles de tamaños singulares, manuscritas o a máquina– que se guardan actualmente en el Archivo de la Prelatura.
La primera recogida de fichas de la que nos ha quedado rastro es de septiembre de 1952. En una breve nota, que firma Álvaro del Portillo, se lee lo siguiente:
«En diversas notas escritas por los nuestros, con frases o anécdotas atribuidas al Padre, he podido encontrar inexactitudes. Creo que, en parte, se deben a que unos copian notas que han tomado otros: y lo que al principio era más o menos fiel, después de ser copiado varias veces termina muy alejado de la realidad.
Conviene, con rapidez y silencio, recoger todo a todos y enviármelo a mí, a mano, o por correo certificado en varias veces. Yo querría revisarlo, corregirlo, y después hacer una publicación interna, que creo sorprenderá agradablemente al Padre, que recoja frases, anécdotas y párrafos de sus cartas» 102.
Cuatro años más tarde, en 1956, volvió a realizarse una recogida de notas, y se le encargó a Pedro Rodríguez, entonces sacerdote recién ordenado, para que preparara una clasificación de ese material. Con fecha 29 de agosto de ese año, firma una breve relación en la que explica el trabajo que ha realizado para organizar y ordenar esas fichas 103.
En 1966, de nuevo se pidió a todos los fieles de la Obra que tuvieran notas de la predicación del fundador que las enviaran a Roma. Habían proliferado mucho esas fichas, con múltiples versiones no siempre bien copiadas, y una vez más, como había sucedido en 1952, se tenía la impresión de que «muchas de esas notas están muy mal tomadas: ponen en boca de Mariano [san Josemaría] frases que no ha dicho nunca» 104.
Tras la muerte de san Josemaría, ya en 1976, y otra vez en 1978, Álvaro del Portillo volvió a solicitar a todas las personas de la Obra que recogieran y enviaran a Roma las fichas y textos inéditos que conservaran de la predicación del fundador 105.
El resultado de esas diversas recogidas de fichas en un ingente volumen de notas, por lo general breves, y muy variadas entre sí.
5.2. Las transcripciones
Cuando san Josemaría se trasladó a Roma, y especialmente tras la puesta en marcha del Colegio Romano de la Santa Cruz, esta labor de anotación en fichas se incrementó notablemente: quienes le escuchaban eran conscientes de que estaban en Roma junto al fundador unos pocos años, para formarse bien y poder colaborar después en la formación de muchos otros. De ahí la importancia de tomar nota de sus palabras, para poder a su vez transmitirlas a los demás.
También las alumnas del Colegio Romano de Santa María, y en general, las mujeres que vivían en Villa Sachetti, empezaron a recoger en fichas la predicación de san Josemaría. A estos efectos, una de ellas, Consolación Pérez, dejó escrito en 1967:
«Todas las anotaciones que mando sobre las meditaciones dirigidas por el Padre, están tomadas mientras él hablaba –cuando todavía no había personas especialmente encargadas de hacerlo a taquigrafía y aún no se había dicho que no se escribiera–. No puedo asegurar que sea absolutamente literal; pero sí está tomada toda la idea de la meditación. Las tomábamos entre varias de las que entonces estábamos allí, en Roma, las revisábamos y las completábamos unas veces con unas y otras con otras: Encarnita, Pilarín N., Victoria L–Amo, Anita C., etc.» 106.
A medida que el número de alumnos de los dos Colegios Romanos fue aumentando, esa labor se fue organizando mejor. Hacia 1954 se habían creado sendos equipos de gente con el encargo explícito de tomar notas de la predicación de san Josemaría, lo más literales posible, aunque no siempre el resultado era el deseado. Recuerda María Luisa Moreno de Vega:
«Nos dirigía varias meditaciones en los Cursos de retiro y en algunas fiestas señaladas: Navidad, San José, fechas memorables para la vida de la Obra: 2 de octubre y 14 de febrero. Como no había medios para grabar en cinta magnetofónica sus palabras, las tomábamos, a taquigrafía, entre cuatro personas. Nos reuníamos para pasar los textos a máquina y se los hacíamos llegar a nuestro Padre, que, divertido comentaba: A ver qué decís que he dicho…» 107.
En el caso de las tertulias era relativamente sencillo. Recuerda José Luis Illanes, uno de los que colaboró en ese encargo:
«Algunos que escribíamos deprisa o que sabían taquigrafía nos sentábamos detrás de donde se sentaba el Padre. (…) Al acabar la tertulia, nos reuníamos y, comparando lo escrito por cada uno, recomponíamos el texto, que resultaba bastante completo» 108.
El resultado final es lo que llamamos transcripción: un texto mecanografiado, que se copiaba con papel carbón para que los directores de la Obra lo emplearan en su tarea de formación. También una copia se destinaba a las dos oficinas de Publicaciones, para la preparación de Crónica y Noticias. En esas oficinas, cada transcripción –sin diferenciar meditaciones y tertulias– recibía un número correlativo y entraba a formar parte de la colección de textos de la predicación oral de san Josemaría 109.
5.3. Grabación de meditaciones y tertulias
La tarea de recoger las palabras del fundador no fue algo exclusivo de los dos Colegios Romanos: también los directores del Consejo General y de la Asesoría Central se empeñaron en esa labor. Recuerda José Luis Soria:
«Durante los primeros años (desde 1959 en adelante) tratábamos de tomar notas manuscritas durante las meditaciones predicadas por nuestro Padre. La tarea no era fácil porque el oratorio del Consejo en esas ocasiones estaba prácticamente a oscuras y porque sin taquigrafía no se podía tomar nota de toda la meditación. Algunas veces tratábamos de completar el texto compilando las distintas notas tomadas por varios de nosotros, pero siempre era insuficiente» 110.
En cuanto hubo posibilidad de conseguir una grabadora, aunque fuera muy elemental, se adoptó ese sistema, más seguro y práctico. Lo explica el mismo testigo:
«Más adelante, ya en los años sesenta, comenzamos a emplear una grabadora. Para que no resultara violento para nuestro Padre, Dan Cummings (que por su cargo como Procurador General se sentaba siempre en el oratorio a la izquierda de nuestro Padre) llevaba siempre al oratorio una grabadora de bolsillo (con frecuencia, nuestro Padre predicaba la meditación sin habernos avisado con antelación, y aprendimos que la grabadora debía estar siempre lista) y se podía hacer la grabación de modo discreto. Luego se hacía la transcripción escrita del texto registrado» 111.
En realidad, ya a mediados de los años 40 se había empleado un sistema de grabación, que había conseguido José María González Barreda en los Estados Unidos. Pero era un aparato muy rudimentario y complejo de manejar: el traslado de san Josemaría a Roma impuso que dejara de utilizarse.
Durante la década de los años 60, y con tecnología más avanzada –en lugar de una máquina voluminosa que empleaba cintas muy grandes existían ya en esos años magnetófonos de bolsillo que funcionaban con microcintas, mucho más manejables 112–, se irá introduciendo paulatinamente la práctica de grabar las meditaciones, clases y tertulias de san Josemaría, praxis que será ya habitual en la década de los 70, tanto con los miembros del Consejo General, como con los alumnos de los dos Colegios Romanos.
Esas grabaciones se mecanografiaban después, de modo que el texto constituía una transcripción más de la colección. Desgraciadamente, con frecuencia la cinta empleada se reutilizaba para una grabación posterior, por lo que en muchos casos no ha quedado rastro del audio de san Josemaría, aunque sí se han conservado algunos. En concreto, y por lo que se refiere a grabaciones hechas en Roma, que es el ámbito del que proceden los textos que conforman este libro, han quedado registradas 16 meditaciones, unas cuarenta clases o charlas, y más de un centenar de tertulias.
Capítulo aparte son, en este aspecto, los viajes de catequesis que hizo san Josemaría en los últimos años de su vida por la Península Ibérica y América latina, ya mencionados, durante los que se realizaron muchas grabaciones, no sólo de audio sino también de vídeo, en particular de los encuentros más numerosos 113.
5.4. Textos revisados por san Josemaría
Dentro de ese conjunto de textos, hay que hacer mención de una particularidad. Ya hemos señalado cómo, con una frecuencia creciente, en las publicaciones destinadas a los fieles de la Obra –Crónica, Noticias, Obras y los tomos de Meditaciones– se fueron incluyendo frases, párrafos e incluso, como veremos en la segunda parte de esta Introducción, el texto completo de meditaciones y tertulias de san Josemaría. Obviamente, esos textos, recogidos por los oyentes, o en algunos casos procedentes de una grabación, se le pasaban antes para que los revisara y corrigiera. Señala uno de sus colaboradores que en alguna ocasión había hecho notar que: «"No se escribe de igual modo que se habla". Por eso, antes de dar a la imprenta un texto, san Josemaría lo revisaba a fondo, lo abonitaba (así solía decir), cuidando con esmero el estilo, el contenido, etc.» 114.
Escribe un conocido crítico literario, en relación a la predicación de san Josemaría:
«Son contados los hombres de letras que "escriben como hablan" –con viveza coloquial–, y contados son también los que "hablan como escriben": con rigor a la vez sintáctico e intelectual. Menos aún –contadísimos– son los que cumplen ambas proezas a la vez: escribir como hablando y hablar como escribiendo. Pues bien, debo confesar que no conozco escritor o expositor alguno que cumpliera esta doble condición con la propiedad de Josemaría Escrivá de Balaguer» 115.
Ciertamente, basta escuchar cualquiera de las grabaciones de esos encuentros multitudinarios del fundador del Opus Dei en los últimos años de su vida 116 para darse cuenta de su capacidad comunicativa. Sin embargo, siendo esto cierto, también lo es que revisaba sus escritos detenidamente, corrigiéndolos una y otra vez, como señalan indefectiblemente quienes colaboraban con él en esas tareas.
Se conservan recuerdos sobre la elaboración de las homilías que forman parte de Es Cristo que pasa y Amigos de Dios, así como las entrevistas de prensa recogidas después en Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer 117.
Como apunta Antonio Aranda en la edición crítico–histórica del primer libro de homilías de san Josemaría, el punto de partida solía ser la transcripción de una meditación, o más frecuentemente, de varias sobre el mismo tema, que se unían para formar un texto único. Así lo describe José Luis Soria:
«Eran las notas de su predicación oral que habíamos tomado, ya fuera a mano ya fuera grabándolas en cinta magnetofónica y transcribiendo luego el texto. Se hacía una síntesis de dos o tres meditaciones sobre el mismo tema, se añadían las oportunas citas bíblicas o patrísticas, se preparaba así el primer boceto, y nuestro Padre lo trabajaba» 118.
Quienes colaboraban con san Josemaría recuerdan que le pasaban los textos completos, acabados, por así decir, escritos a máquina. Él los corregía, introduciendo párrafos nuevos, suprimiendo otros, retocando palabras, o la puntuación… Después se volvía a reescribir el texto, con las correcciones, y se le volvía a pasar, en un proceso que se repetía varias veces. Lo recuerda también Manuel Cabello, que trabajó en Roma con el fundador en los últimos años de su vida:
«Cada homilía podía ser corregida y recopiada cuatro, cinco, seis o incluso más veces. Era frecuente, si no habitual, que entre una versión y otra, sobre todo cuando consideraba que la homilía estaba ya prácticamente lista, nuestro Padre dejara reposar el texto algún día, para poder releerlo de nuevo con un poco de distancia e introducir las últimas correcciones» 119.
Lo anterior hace referencia a las homilías preparadas para ser publicadas para el lector general. En el caso de los textos que preparó para su publicación en Crónica y Noticias, se puede decir lo mismo, con algún matiz.
El origen de la mayor parte de esos textos era el mismo que para las homilías de esos dos libros: las transcripciones de las meditaciones. La diferencia estribaba en que ahora, al ser textos destinados a los fieles del Opus Dei –los mismos, tipológicamente hablando, a quienes habían sido predicadas originalmente esas meditaciones–, los retoques y adaptaciones que había que introducir eran muchos menos.
Cuenta José Antonio Loarte, que se ocupó bastantes años de la publicación de ese material, que el trabajo de la Oficina consistía en «revisar la puntuación y evitar en lo posible la repetición de alguna palabra en el mismo párrafo. (…) Comprobar las citas de la Sagrada Escritura, completar alguna idea que hubiera quedado sin terminar» 120. Después, el texto preparado se pasaba a san Josemaría, para que lo corrigiera personalmente. También José Luis Soria recuerda este modo de proceder:
«Cuando la Oficina de Publicaciones Internas enviaba el texto de un artículo para su aprobación, se pasaba a despacho del Padre si contenía palabras suyas inéditas. Nuestro Padre corregía el texto y me lo devolvía para que escribiera a máquina el texto completado o corregido» 121.
De esta manera, se fue creando, dentro de la colección de textos de la predicación oral de san Josemaría, una distinción entre los textos tomados por los que le escuchaban y los que habían sido revisados por el autor, de modo que, en algunos casos, las transcripciones consisten en un entramado de unos y otros. También sucedía que, en ocasiones, san Josemaría volvía a corregir, de un modo distinto, un texto que ya había revisado anteriormente, incluso años antes, para publicarlo en otro contexto. El resultado es que ahora nos encontramos, de vez en cuando, dos o incluso más versiones distintas de un mismo párrafo, todas ellas revisadas por el Autor.
Lo que describe José Luis Soria refiriéndose a textos breves, intercalados en un artículo más extenso, se aplica, con mayor razón aún, en el caso de fragmentos más extensos y, como es el caso de los textos de este libro, a meditaciones y homilías enteras.
«San Josemaría revisó a fondo los textos que le pasábamos, y esto no una sola vez, sino varias. En este proceso de revisión procedía con una gran creatividad: no sólo corregía pasajes y expresiones, sino que suprimía párrafos o los cambiaba por entero, introducía ideas o desarrollos nuevos, etc.» 122.
El modo de trabajar –recopiado del texto con las correcciones, y destrucción de la versión precedente para evitar confusiones– ha hecho que no quede rastro escrito de las sucesivas versiones de cada meditación: existe solamente la transcripción original, fruto del esfuerzo de los oyentes o de una grabación, y el texto finalmente publicado; se han perdido las distintas versiones intermedias que el Autor haya podido trabajar a lo largo del proceso. De todas formas, una sencilla comparación entre esas transcripciones y el texto publicado es suficiente para darse cuenta de que, en efecto, han sido corregidas, pero por lo general sin demasiados cambios, y de ordinario en cosas de detalle.
Existe también un testimonio singular: el texto de una meditación –el borrador preparado a partir de una transcripción previa–, que se pasó a san Josemaría para que la revisara, tarea que empezó a realizar y que, por algún motivo que desconocemos, no terminó 123. Ese borrador permite apreciar el tipo de correcciones que introducía san Josemaría: algún cambio de palabras o el orden de un párrafo; mejoras en los signos de puntuación, que lógicamente habían tenido que introducir los copistas al pasar del lenguaje oral al escrito, etc. Son las mismas intervenciones que muestran los escasos trozos de borradores que han sobrevivido a las distintas fases de corrección de textos publicados de san Josemaría, como se puede apreciar en la edición crítico–histórica de Es Cristo que pasa y de Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer 124.
* * *
Recapitulando, las fuentes de que disponemos son:
– Guiones de los que se servía en muchas ocasiones para predicar: una cuartilla o incluso una octavilla manuscrita.
– Fichas sueltas, tomadas por los oyentes, que recogen una idea, o una frase. De ordinario, con fecha y nombre del autor, aunque a veces están sin datar, o sin autoría clara.
– Transcripciones, es decir, el texto completo de una meditación, clase o tertulia, obtenido a partir de las notas tomadas por el equipo de encargados, o de la grabación correspondiente. En muchos casos, dentro de ese texto hay partes –frases o párrafos enteros– revisadas por san Josemaría.
– Grabaciones, fundamentalmente de los últimos años, a las que corresponde también una transcripción como las ya mencionadas.
– Textos enteramente revisados por san Josemaría.
Tras el fallecimiento de san Josemaría, el beato Álvaro del Portillo indicó que se empezara a organizar ese material, de cara a una futura publicación. Se encargaron de ese trabajo, inicialmente, Ignacio Carrasco y José Antonio Loarte, que trabajaban entonces en la redacción de Crónica y Obras, después han colaborado también otras personas.
La tarea consistió en estudiar todo el material recogido –además de las transcripciones, se trataba de miles de fichas– y agruparlo según la predicación de procedencia. De esta manera se han clasificado algo más de 300 meditaciones y más de 1.500 tertulias, que contienen, cada una de ellas, la correspondiente transcripción, y un número variable de fichas tomadas de esa misma ocasión, y que con frecuencia matizan o enriquecen el texto, haciéndolo más completo 125. Esta es la documentación que conforma la serie A. 4 del Archivo General de la Prelatura, y el punto de partida para conocer la predicación oral de san Josemaría y proceder a su edición crítico–histórica 126.

SEGUNDA PARTE
GÉNESIS Y CONTENIDOS DE EN DIÁLOGO CON EL SEÑOR

En la primera parte de esta Introducción hemos hecho un breve recorrido por la predicación de san Josemaría: sus modalidades, sus etapas, y el modo en que nos ha llegado. En esta segunda interesa centrarnos ya en el libro que tenemos entre manos, que recoge precisamente una parte pequeña de esa predicación. Pequeña, pero sin duda importante, porque reúne en un volumen todas las meditaciones que el fundador del Opus Dei revisó para su publicación.

6. GÉNESIS DE EN DIÁLOGO CON EL SEÑOR

6.1. Publicación de textos de san Josemaría
Retomamos aquí la narración que habíamos dejado interrumpida en el apartado 4.3 de la Introducción: el progresivo aumento de los textos de san Josemaría en las publicaciones dirigidas a los fieles de la Obra.
El interés que suscitaban entre los lectores de Crónica y Noticias los relatos de la vida junto al fundador es fácil de imaginar, y poco a poco esos artículos se fueron ampliando y enriqueciendo, con detalles de las tertulias en el Colegio Romano de la Santa Cruz –las mujeres en Villa Sachetti y, más adelante, también en Villa dele Rose–.
Con ocasión de la estancia de san Josemaría en Pamplona en 1960, para la erección de la Universidad de Navarra, y en 1964 y 1967, para la concesión de doctorados honoris causa, las tres revistas recogieron 127 ampliamente, en sus números de diciembre de esos años, las intervenciones del fundador en diversos actos y reuniones.
En 1970, la estancia de san Josemaría en México, de casi un mes de duración, fue recogida en el número de octubre de Crónica y Noticias, más extenso de lo habitual. Fueron más de 150 páginas de artículos en los que los fieles de la Obra de México –y de algunos países vecinos, que viajaron hasta allí- contaban sus impresiones al conocer y escuchar al fundador. Entremezcladas con esos relatos se publicaron abundantes palabras de san Josemaría, de sus encuentros con fieles del Opus Dei, familiares y amigos, con campesinos de la zona de Monte falco, con estudiantes, etc.
6.2. Un filial "forcejeo"
En efecto, ese era el sistema que los redactores de las revistas habían encontrado para vencer la resistencia de san Josemaría a aparecer demasiado en ellas: preparar artículos narrativos, en los que se iban trenzando frases del fundador con la narración de los acontecimientos y comentarios del articulista.
Esta técnica se aprecia particularmente en los artículos que cuentan, cada año, la Navidad en Roma junto a san Josemaría. Eran fechas en las que estaba con frecuencia con sus hijos o sus hijas, predicando alguna meditación, pero sobre todo en largas tertulias, en las que se mezclaban noticias de un lugar y otro, anécdotas divertidas y villancicos, con palabras de san Josemaría en las que exhortaba a quienes le escuchaban a crecer en amor de Dios y a vivir con profundo sentido cristiano esas fiestas.
Ya desde el primer año de las revistas, en 1954, se publicaron artículos de ese estilo, muy breves al principio. Paulatinamente, fue aumentando su extensión, y con ella creció también la amplitud de los textos de san Josemaría. Los que se encargaban de las revistas eran conscientes, como anota uno de ellos, de que «lo que nos decía no podía quedar reservado a quienes le escuchaban directamente en el Colegio Romano: era preciso hacer llegar ese rico material de meditación, del modo oportuno, a todas las Regiones» 128.
Por fin, con ocasión de la Navidad de 1967, se publicó por vez primera el contenido completo de una tertulia. Era la Nochebuena de ese año y, tras la cena, san Josemaría estuvo con los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz en una larga velada. Después de comentar noticias de diversos lugares, y cantar algunos villancicos, anunció que, antes de irse, quería darles unos puntos de meditación. Fue, en la práctica, una meditación sobre el sentido de la Navidad, ligada al momento histórico de la historia de la Iglesia y de la Obra que estaban viviendo. En la Crónica siguiente, de enero de 1968, se recogieron íntegras esas palabras, interrumpidas de vez en cuando por comentarios y explicaciones del articulista, dentro de un largo artículo que describía la Nochebuena en Villa Terere.
Unos días más tarde, el 9 de enero de 1968, fecha en la que cumplía 66 años, pronunció una homilía en la Misa que celebró en el oratorio de Santa María de la Paz –actualmente, la Iglesia Prelaticia del Opus Dei–, en la sede central de la Obra. En el número de Crónica de febrero de 1968, se publicó también íntegramente esa homilía, de nuevo dentro de un artículo narrativo más largo, y con comentarios que interrumpían visualmente el conjunto.
La experiencia resultó buena, porque facilitaba que fieles de la Obra en todo el mundo pudieran beneficiarse de la predicación de san Josemaría. El fundador, al que llegaban noticias de la ayuda que suponían esos artículos para la vida espiritual de los lectores, aceptó que siguieran apareciendo textos más bien largos.
A finales de ese año de 1968, predicó una meditación el día 25 de diciembre por la tarde a los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz. Se recogió en la Crónica de enero de 1969, aunque no por completo, y, una vez más, dentro de un largo artículo que contaba toda la Navidad en Roma.
Un año más tarde, en diciembre de 1969, se repetía la experiencia. En este caso, un extenso artículo, aparecido en Crónica en febrero de 1970, describía, entre otras cosas, la tertulia que tuvieron los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz con san Josemaría en la Nochebuena. Habían llevado a la sala de estar una talla del Niño Jesús, réplica ampliada de la imagen que hay en el convento de Santa Isabel de Madrid y a la que tanto aprecio tenía 129. Tras escuchar algunos villancicos, el fundador dijo que se iba a marchar, pero que antes quería decirles «unas palabricas». Lo que siguió fue un rato largo de oración en voz alta. El artículo que se publicó recogía íntegras esas palabras, aunque de nuevo entrecortadas por comentarios.
Algo similar encontramos en el ejemplar de Noticias de enero de 1970, con un extenso artículo que recoge abundantes párrafos de las tertulias de san Josemaría en Villa Sachetti esos mismos días de Navidad.
6.3. Textos de san Josemaría como editoriales
Un año más tarde, se dio el paso decisivo en esta progresión para incluir en las dos revistas, con mayor amplitud, textos procedentes de la predicación del fundador.
En la Navidad de 1970, san Josemaría estuvo de tertulia con los alumnos del Colegio Romano el 24 por la noche, el 25 por la mañana, el 27, fiesta de la sagrada Familia, y los días 1, 6 y 9 de enero. Una parte consistente de esas tertulias se recogió en Crónica, como en años anteriores, en dos largos artículos en los números de enero y febrero de 1971. Lo mismo sucedió con varias tertulias con las mujeres en Villa Sachetti, los días 25, 26 y 31 de diciembre, que se recogieron, en gran medida, en los ejemplares de Noticias de enero de 1971.
El día 1 de enero, además, el fundador había tenido la meditación en el oratorio de Pentecostés ante los miembros del Consejo General 130. En la tertulia de esa mañana les dijo a los alumnos del Colegio Romano que también les predicaría a ellos. Fue al día siguiente, 2 de enero, pero no se trató de una meditación en el oratorio, sino de un rato de charla en la sala de estar, en la que, después de un breve intercambio de noticias, comentó unos textos del Nuevo Testamento que traía anotados, y que habían constituido también el hilo conductor de la meditación del día anterior 131.
Unos días más tarde, el 8 de enero, los que trabajaban en la redacción de Crónica plantearon una propuesta novedosa a Carlos Cardona, director espiritual de la Obra en esos años: publicar la parte central de esa tertulia del día 2 –una meditación, así la llaman– como editorial del número siguiente, de enero de 1971. Escribían: «Pensamos que se puede publicar, en lugar del editorial de Crónica 1-71, el texto de la meditación que nos dio el Padre el día 2 de enero. Son unos 8 ó 9 folios, con una estructura unitaria muy bonita, alrededor de tres textos de la Sagrada Escritura. Nos parece que quedaría muy bien en el número de enero, como lo que el Padre dice a todos sus hijos para 1971. De igual modo que se publican en revistas externas las homilías del Padre, pensamos que en Crónica podemos hacer lo mismo con esta meditación» 132.
En efecto, para esas fechas, se habían editado, en varios periódicos y revistas, siete homilías de san Josemaría, fruto de meditaciones anteriores ampliamente revisadas pensando en un público general 133. Posiblemente, esas publicaciones estaban detrás de la propuesta que ahora se hace, bien concreta:
«Si usted da "luz verde", podríamos pasar el texto de la meditación del Padre, para el número de Enero, antes de 4 horas» 134.
La respuesta de Carlos Cardona –que lo consultó con san Josemaría– fue escueta: «luz verde, pero deprisa. Carlos, 8.1.71».
La meditación se publicó con el título "Ahora que comienza el año", no ya en enero de 1971, sino en el número de diciembre de 1970 de Crónica y Noticias, que se estaba terminando de preparar en esos días. Quizá para que no chocara, se le puso como fecha un genérico diciembre de 1970 en lugar de la real.
Se trataba un paso decisivo: por fin se editaba un texto largo y completo de san Josemaría, no como parte de un artículo narrativo y con glosas y comentarios intercalados que disimularan de alguna manera el conjunto, sino con un título propio y con la firma impresa, como lo que era realmente: un texto del fundador, que asumía con particular relieve la función del editorial.
La acogida que tuvo esa novedad entre los lectores de las revistas fue muy buena, y abrió la puerta para que fueran apareciendo, de la misma forma, otros textos suyos. En concreto:
Crónica y Noticias, III–1971 "San José, nuestro Padre y Señor", del 19-III-1968
Crónica, X–1971 y Noticias, XI–1971 "En un dos de octubre", del 2-X-1962
Crónica, VII–1972 y Noticias, VIII–1972 "El camino nuestro en la tierra", del 26-XI-1967
Crónica y Noticias, X–1972 "En las manos de Dios", del 2-X-1971
Crónica y Noticias, XI–1972 "La lógica de Dios", del 6-1-1970
Crónica y Noticias, XII–1972 "La oración de los hijos de Dios", del 4-IV-1955
Noticias, V–1974 y Crónica, VI–1974 "Con la docilidad del barro", del 3-XI-1955
Noticias, X–1974 y Crónica, XI–1974 "Señal de vida interior", del 10-11-1963
Crónica y Noticias, I-1975 "De la familia de José", del 19-III-1971
Crónica y Noticias, VI–1975 "Vivir para la gloria de Dios", del 21 -XI-1954. Además de esas meditaciones, san Josemaría indicó que se publicaran también los textos de algunas tertulias que había tenido con los fieles de la Obra que vivían entonces en Roma. Tras darles forma de meditación, y completarlos en algún caso con frases de otras tertulias de esos mismos días, aparecieron:
Crónica y Noticias, I-1973 "Tiempo de acción de gracias", del 25-XII-1972
Crónica y Noticias, I-1974 "La alegría de servir a Dios", del 25-XII-1973
Crónica, I-1975 y Noticias, VII–1975 "Ut videam! Ut videamus! Ut videant!", del 25-XII-1974
Crónica, III–1975 y Noticias, VII–1975 "Los caminos de Dios", del 19-III-1975. Al mismo tiempo, quiso aprovechar ese espacio en las revistas para tocar algunos temas de particular interés, y preparó, directamente para publicar, tomando ideas y palabras que procedían de tertulias y meditaciones de esos meses, otros tres textos que, por su origen, no tienen otra fecha que la de su publicación:
Crónica y Noticias, II-1972 "Tiempo de reparar"
Crónica y Noticias, IV–1972 "El talento de hablar"
Crónica y Noticias, VI–1972 "El licor de la sabiduría". También los tomos de Meditaciones que hemos mencionado antes se beneficiaron de la posibilidad abierta con esos editoriales. En la reedición del primer volumen, en 1973, se incluyó, para el primer día del año litúrgico que abría el tomo –y la colección entera–, una meditación completa de san Josemaría, predicada el 3 de diciembre de 1961, primer domingo de Adviento e inicio del año litúrgico, sobre la necesidad de recomenzar en la lucha ascética. Era un texto más, que se añadía a los que estaban apareciendo en esos años en Crónica y Noticias.
En ese mismo tomo, y para el día de Navidad, se volvió a recoger íntegramente la tertulia del 24 de diciembre de 1967 en el Colegio Romano de la Santa Cruz, que ya había sido publicada en Crónica de enero de 1968 135.
* * *
En el momento del fallecimiento del fundador, en junio de 1975, habían salido un total de 22 textos completos, incluyendo los tres que se habían publicado antes dentro de artículos narrativos, y el que abría el tomo I de Meditaciones.
Un último texto vio la luz en el número de Crónica y Noticias de julio de ese año. Se trata de la meditación que había predicado el 27-III-1975, la víspera del día en que celebraba sus bodas de oro sacerdotales, que había aparecido casi completo en las revistas en abril y mayo de 1975, dentro de dos artículos más extensos sobre la Semana Santa y el 50° aniversario de la ordenación sacerdotal de san Josemaría. Se reeditó con el título de "Consumados en la unidad".
La mayor parte de esos textos corresponden a su predicación dirigida a varones –alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz y directores del Consejo General–: su predicación a mujeres se recoge sólo en algunas meditaciones compuestas a partir de varias tertulias. Probablemente se deba a que quienes proponían la publicación eran de hecho los redactores de Crónica, y el material de que disponían para su trabajo era principalmente el correspondiente a los varones.
6.4. La Causa de canonización
En 1981 se abrió el proceso de canonización de san Josemaría. Entre otros muchos trabajos, el postulador de la Causa, Mons. Flavio Capuci, preparó –entre 1981 y 1986– una colección de todas las obras del fundador del Opus Dei, publicadas e inéditas, para entregar a la Congregación para las Causas de los Santos. Entre esas obras se incluyó un volumen que, bajo el título de Scritti inediti (7). Meditaciones (textos de la predicación oral a sus hijos), agrupaba precisamente las meditaciones que había revisado y corregido para su publicación en Crónica y Noticias 136.
En la presentación –sin firma– que se incluyó al inicio de ese volumen se daba razón del origen de esos textos:
«De la abundantísima predicación oral del Siervo de Dios, en este volumen se recoge la transcripción de 23 textos, con palabras dirigidas a los miembros del Opus Dei: se trata de meditaciones predicadas a sus hijos del Consejo General del Opus Dei o a los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz; de charlas confidenciales dirigidas, en la intimidad de la vida familiar, a esas mismas personas; de retazos de su oración personal en voz alta delante del Sagrario. Habitualmente, alguno de los asistentes tomaba la precaución de apuntar taquigráficamente o, en los últimos años de la vida del Siervo de
Dios, de grabar en cinta magnetofónica las palabras vivas del Fundador, mina inagotable de enseñanzas ascéticas y apostólicas.
Los textos que se presentan aquí son los que se transcribieron en su día y aparecieron impresos en las revistas (Crónica para la Sección de varones y Noticias para la Sección femenina) que se publican, para uso interno, con el fin de alimentar la formación doctrinal y la vida espiritual de los miembros. Abarcan un arco de tiempo que va desde noviembre de 1954 al 27 de marzo de 1975, víspera de las bodas de oro sacerdotales del Siervo de Dios, pocos meses antes de su marcha al Cielo» 137.
El volumen, de un total de 205 páginas, quedaba constituido por los siguientes veintitrés textos, ordenados no por el orden de aparición en Crónica o Noticias, sino por la fecha:
• Vivir para la gloria de Dios (21-XI-1954)
• La oración de los hijos de Dios (4-IV-1955)
• Con la docilidad del barro (3-XI-1955)
• ¡Que se vea que eres tú! (1-IV-1962)
• En un dos de octubre (2-X-1962)
• Señal de vida interior (10-11-1963)
• Los pasos de Dios (14-11-1964)
• El camino nuestro en la tierra (26-XI-1967)
• Los sueños se han hecho realidad (9-1-1968)
• San José, nuestro Padre y Señor (19-III-1968)
• Rezar con más urgencia (24-XII-1969)
• La lógica de Dios (6-1-1970)
• Ahora que comienza el año (31-XII-1970)
• De la familia de José (19-III-1971)
• En las manos de Dios (2-X-1971)
• Tiempo de reparar (11-1972)
• El talento de hablar (IV–1972)
• El licor de la sabiduría (VI–1972)
• Tiempo de acción de gracias (25-XII-1972)
• La alegría de servir a Dios (25-XII-1973)
Ut videam! Ut videamus! Ut videant! (25-XII-1974)
• Los caminos de Dios (19-III-1975)
Consumados en la unidad (27-III-1975)
Abría el volumen la breve presentación, ya mencionada, y lo cerraba un sencillo sumario. El libro recogía las diecinueve meditaciones –aunque en algún caso, como ya se ha señalado, se trataba en realidad de una larga tertulia, o bien de un texto redactado ad hoc– editadas a modo de editoriales en Crónica y Noticias hasta ese momento, y dos de los textos que, como ya hemos visto en el apartado anterior, habían aparecido en las revistas antes de que, en 1971, se adoptara el sistema de publicar las meditaciones de san Josemaría en el lugar del editorial: del 9 de enero de 1968 y de la Navidad de 1969.
A esos textos se añadieron otros dos que habían salido posteriormente a junio de 1975, y que recogían dos textos del fundador que no habían sido revisados por él en su totalidad 138:
Noticias, VI–1976 y Crónica, VII–1976
"Los pasos de Dios", del 14-11-1964. Bastantes párrafos de esta meditación habían sido recogidos en diversos artículos; en esta ocasión se recogió íntegra, incluyendo también los pocos párrafos aún inéditos.
Crónica y Noticias, XII–1982
"¡Que se vea que eres tú!", del l-IV-1962. Se trataba de una meditación a los miembros del Consejo General del Opus Dei, ya en gran parte contenida en el editorial de Crónica y de Noticias de enero de 1970. En ese rato de oración san Josemaría había recorrido las distintas etapas del camino jurídico de la Obra, que entonces –diciembre de 1982– estaba culminando.
Quedaron fuera de ese volumen dos textos que, por sus características, podrían haber sido incluidos: la meditación de diciembre de 1961 que había aparecido en el tomo I de los libros de Meditaciones–, y la tertulia de la Navidad de 1967, que, como ya hemos visto, se había publicado entera en Crónica de enero de 1968, dentro de un largo artículo sobre esas fiestas en el Colegio Romano. Anota al respecto José Antonio
Loarte, que ayudó en la selección de textos, que esos dos se les pasaron por alto, probablemente por estar publicados en un lugar y de un modo distintos del resto 139.
6.5. En diálogo con el Señor
En enero de 1994, ya después de la beatificación del fundador, Roberto Dotta, en esos años miembro del Consejo General del Opus Dei, hizo llegar a Mons. Álvaro del Portillo la sugerencia de publicar en un volumen dirigido a los fieles de la Obra «unas meditaciones o charlas de nuestro Padre que han aparecido como editoriales de Crónica en los años 1970-75» 140. Se refiere, como es fácil adivinar, a los textos de los que estamos tratando en esta edición.
Mons. Javier Echevarría, entonces vicario general de la Prelatura, anotó sobre esa propuesta que ya se habían preparado para la Positio, y señaló que se estudiara el modo de hacer una edición como la que se sugería en esa nota 141. El fallecimiento del beato Álvaro del Portillo poco después, el 23 de marzo, interrumpió momentáneamente ese proyecto.
Unos meses más tarde, en noviembre de ese mismo año, llegó de la Comisión regional de España una propuesta similar. Señalaban que esos textos de san Josemaría, que tanto bien hacían a quienes los meditaban, no estaban al alcance de muchas personas de la Obra, ya que en muchos lugares no estaban los ejemplares de Crónica de los años 70 y anteriores 142 .
José Antonio Loarte –que estaba en esos años al frente de la oficina de las publicaciones– preparó un informe sobre la propuesta: señalaba que «es un proyecto de fácil realización, porque ese volumen ya se preparó y fue presentado en su momento a la Congregación para las Causas de los Santos» 143. Haciendo suya la sugerencia recibida, proponía editar el volumen completo, añadiendo un breve prólogo del prelado, e incluyendo en unas notas a pie de página, «junto con la fecha, una breve explicación de las circunstancias históricas (tres o cuatro líneas), que ayude a encuadrar cada uno de esos textos» 144. La propuesta era que el volumen pudiera estar en todos los centros de la Obra en junio de 1995, 20° aniversario del fallecimiento de san Josemaría.
El 1 de diciembre de 1994 el prelado, entonces Mons. Javier Echevarría, aprobó el proyecto 145. A partir de ese momento se preparó todo con rapidez. El 23 de diciembre estaban escritas la presentación de Mons. Javier Echevarría y las breves notas introductorias. José Antonio Loarte, que era quien se estaba encargando del trabajo, propuso incluir unos «ladillos para facilitar la lectura del texto» 146. También sugirió incluir al principio del libro una foto de san Josemaría.
En una nota posterior, del 7 de febrero de 1995 147, junto a otros detalles, se proponían diversos títulos para el libro, todos seguidos del mismo subtítulo, Textos de la predicación oral:
• Tesoros de oración
• De la mano de nuestro Padre
• Al tiempo de la oración
• Para estar con Cristo
• Al compás de la oración
• Siempre junto a Jesús.
Mons. Echevarría, tras consultar a varios miembros del Consejo General tachó esos títulos, y escribió al lado el que finalmente quedó: En diálogo con el Señor, manteniendo en cambio el subtítulo propuesto 148.
Tal como se había previsto, en una nota a pie de página situada al inicio de la primera de las meditaciones, se señalaba que «para facilitar la meditación y lectura se han introducido ladillos o subtítulos, tanto en éste como en los demás textos que se recogen en este libro. También, cuando era conveniente, se han resumido a pie de página, en pocos trazos, algunas circunstancias históricas que ayudan a entender con mayor profundidad las palabras de nuestro santo Fundador» 149.
El tomo vio la luz en junio de 1995. Se trata de un volumen de 231 páginas, con los mismos veintitrés textos que se habían preparado para el proceso de canonización, precedidos por un sumario y la presentación escrita por Mons. Javier Echevarría, que lleva la fecha de 9 de enero de 1995 150. Entre los meses de julio y septiembre se distribuyó a los centros del Opus Dei en todo el mundo.
En los años sucesivos, el volumen se tradujo al alemán (1997), francés (2000), inglés (2002), portugués (2003) e italiano (2013), siempre para uso de los fieles del Opus Dei en los diversos países en los que se hablan esas lenguas.

7. ALGUNOS ASPECTOS DEL MENSAJE DE EN DIÁLOGO CON EL SEÑOR

7.1. Los temas de la predicación de san Josemaría en este volumen
Como ya se ha explicado, estos textos tienen muchos puntos de contacto con las homilías publicadas del Autor. Pero también hay diferencias. Las homilías fueron saliendo a la luz en distintos momentos y después la mayoría se reunió en dos volúmenes, y en ese proceso de composición san Josemaría siguió un plan unitario 151. Con Es Cristo que pasa, deseaba recorrer el año litúrgico, desde el Adviento hasta la solemnidad de Cristo Rey; en Amigos de Dios, en cambio, quiso trazar «un panorama de las virtudes humanas y cristianas básicas» 152.
La realidad de En diálogo con el Señor es distinta: no hubo una unidad de intención al componerlo, ni tampoco se pensó en una posible estructura, o en un hilo conductor. Los diferentes textos fueron apareciendo a lo largo de unos ocho años, sin un plan determinado. Cuando, después de la muerte de san Josemaría, se reunieron en un volumen para presentarlo en la causa de canonización y más tarde, en los años noventa, para facilitar su acceso a los fieles del Opus Dei, tampoco se pensó en ordenarlos de acuerdo con un esquema temático.
No se pretendió seleccionar las palabras más significativas de su predicación a los miembros del Opus Dei ni las que exponen de forma más completa su mensaje. De hecho, temas muy importantes en otros escritos y enseñanzas del fundador están menos desarrollados aquí y, en cambio, se abordan con más extensión otras cuestiones que están relacionadas con el momento en que hablaba –una fiesta litúrgica, un aniversario de la Obra…– o con la situación de sus oyentes.
Le escuchaban miembros del Opus Dei que se encontraban en Roma por razones de gobierno o de formación. Por tanto, habla del espíritu de la Obra a personas que ya lo conocen y lo viven, exhortándoles a llevar una vida santa, correspondiendo a la llamada de Dios que han recibido.
Hay por eso numerosas menciones a virtudes como la sinceridad, la docilidad o la humildad, útiles para todos los cristianos, pero subrayadas para quienes se encontraban en un periodo más intenso de formación espiritual, como era el caso de los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz que le escuchaban.
Esto no quiere decir que la presente edición crítico–histórica se dirija exclusivamente a los fieles de la Obra. Las características de estos textos los hacen interesantes para un grupo de lectores mucho más amplio. No sólo por razones históricas –conocer lo que Escrivá de Balaguer predicaba– sino también por motivos teológicos, espirituales y vitales.
En la historia de la espiritualidad ha ocurrido muchas veces que palabras pronunciadas ante un auditorio restringido han tenido después una utilidad muy amplia, e incluso se han difundido como clásicos de espiritualidad, válidos para todos. Baste mencionar a santa Teresa de Jesús, cuyos escritos a sus monjas han tenido un influjo universal.
En el caso de san Josemaría, nos encontramos con una predicación que –de por sí– se adapta a variadas situaciones. La mayor parte de sus enseñanzas, tal como las leemos aquí, tienen utilidad para quienes deseen buscar la santidad en medio del mundo, obedeciendo a la exhortación del Concilio Vaticano II, aunque no pertenezcan al Opus Dei ni participen de su orientación espiritual.
Un ejemplo, entre muchos, puede ilustrar la anterior afirmación. En uno de los párrafos de este volumen, san Josemaría plantea gráfica y profundamente la espiritualidad del hombre y de la mujer del Opus Dei, que buscan vivir en plenitud su vocación cristiana en medio de la vida ordinaria:
«Hemos de estar –y tengo conciencia de habéroslo dicho muchas veces– en el Cielo y en la tierra, siempre. No entre el Cielo y la tierra, porque somos del mundo. ¡En el mundo y en el Paraíso a la vez! Esta sería como la fórmula para expresar cómo hemos de componer nuestra vida, mientras estemos in hoc saéculo. En el Cielo y en la tierra, endiosados; pero sabiendo que somos del mundo y que somos tierra» 153.
Parece evidente que no es preciso pertenecer al Opus Dei para sacar provecho espiritual de una recomendación como esta: basta querer practicar una intensa vida cristiana en el mundo. Lo que dice san Josemaría es que no cabe separar la unión con Dios del "ser mundo" y "ser tierra". En otras palabras, está refiriéndose a la "unidad de vida", de la que tanto habló 154.
En esa misma óptica, enseña que las normales circunstancias de la vida no deben apartar del diálogo constante con Dios:
«Debemos ser en el mundo, en medio de la calle, en medio de nuestro trabajo profesional, cada uno en lo suyo, almas contemplativas, almas que estén constantemente hablando con el Señor, ante lo que parece bueno y ante lo que parece malo: porque, para un hijo de Dios, todo está dispuesto para nuestro bien» 155.
La santificación del trabajo ocupa un lugar central en esta visión, porque es un elemento clave del espíritu enseñado por san Josemaría. La ocupación profesional, como todo lo demás, es instrumento que sirve para unirse más a Dios:
«El trabajo, si lo realizamos con el orden debido, no nos quita el pensamiento de Dios: nos refuerza el deseo de hacerlo todo por El, de vivir por El, con El, en El» 156.
La vida secular, unida al sacrificio eucarístico de Cristo, sube a Dios como una ofrenda agradable. El mundo, para san Josemaría, es lugar en el que el cristiano corriente "restituye" al Padre la creación, sirviéndole y ofreciéndole un sacrificio de adoración. El mundo entero, dice audazmente, «es altar para nosotros. Todas las obras de los hombres se hacen como en un altar, y cada uno de vosotros, en esa unión de almas contemplativas que es vuestra jornada, dice de algún modo su misa, que dura veinticuatro horas» 157.
Son sólo algunos ejemplos del porqué estos textos tienen un interés espiritual y vital para un público amplio. Digamos algo ahora sobre los periodos que abarcan.
La predicación que se recoge en el presente volumen cubre casi veinte años: desde 1954 a 1975, aunque los textos fueron revisados por san Josemaría en el último periodo de su vida. Transmiten, por tanto, su plena madurez espiritual. A lo largo de ese tiempo, se observan algunas constantes en los temas que trata, pero también aparecen de vez en cuando aspectos nuevos, que se conectan con el momento histórico que estaba viviendo el mundo, la Iglesia y el Opus Dei.
Los tres primeros textos, entre 1954 y 1955, proceden de meditaciones a los alumnos del Colegio Romano de la Santa Cruz, y tratan de cuestiones como la oración mental, la docilidad en la labor de acompañamiento espiritual, la vida contemplativa, la libertad en el Opus Dei, la necesidad de formación para la santidad y el apostolado, la fecundidad de la obediencia, etc. «postconciliar desde unos treinta años después de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo: desde el Concilio de Jerusalén» 158.
En una entrevista de 1968 declaró que una de sus mayores alegrías había sido «ver cómo el Concilio Vaticano II ha proclamado con gran claridad la vocación divina del laicado» 159. En los textos de este volumen nunca atribuye al Concilio la turbulenta situación que se creó después. San Josemaría se lamenta de la "contestación" a la jerarquía eclesiástica, patente en la opinión pública especialmente desde 1968, y también deplora las desviaciones doctrinales, los abandonos vocacionales de tantos sacerdotes y religiosos, los abusos contra los sacramentos, la pasividad de quienes deberían corregir esos errores y no lo hacen… Se trata de realidades bien conocidas, que le dolían profundamente y que no sólo afectaron a la Iglesia Católica 160.
La reacción de san Josemaría ante esos hechos fue muy sobrenatural. Confiando en el auxilio de Dios, recuperaba la paz:
«No es posible considerar estas calamidades sin pasar un mal rato. Pero estoy seguro, hijas e hijos de mi alma, de que con la ayuda de Dios sabremos sacar abundante provecho y paz fecunda. Porque insistiremos en la oración y en la penitencia. Porque afianzaremos la seguridad de que todo se arreglará» 161.
Una última observación general sobre los temas de este libro. En él encontramos abundantes referencias autobiográficas, que constituyen una fuente interesante sobre la vida del fundador y sobre la conciencia que él tenía acerca de su misión. Sobresalen en este sentido los dos únicos textos de 1975, que parecen una despedida de quien, tal vez, presentía ya cercana su partida.
En esas ocasiones, era común que manifestara su asombro ante la eficacia de la Providencia divina; sentía también la necesidad de dar gracias a Dios y de pedirle perdón. El 27 de marzo de 1975, por ejemplo, decía:
«Una mirada atrás… Un panorama inmenso: tantos dolores, tantas alegrías. (…) Gratias tibi, Deus, gratías tibí! Un cántico de acción de gracias tiene que ser la vida de cada uno. Porque ¿cómo se ha hecho el Opus Dei? Lo has hecho Tú, Señor, con cuatro chisgarabís… "Stulta mundi, infirma mundi, et ea qua non sunt" ( 1Co 1, 27-28). Toda la doctrina de San Pablo se ha cumplido: has buscado medios completamente ilógicos, nada aptos, y has extendido la labor por el mundo entero» 162.
7.2. Algunas claves interpretativas sobre el contenido
Veamos ahora algunas de las líneas fundamentales del mensaje que san Josemaría transmite en estos textos.
7.2.1. La identificación con Cristo
Al comienzo del volumen, en una frase de 1954, nos da una explicación cabal de la vida cristiana: «Seguir a Cristo (…) es nuestra vocación. Y seguirle tan de cerca que vivamos con El, (…) que nos identifiquemos con El, que vivamos su Vida» 163. Cristo está en el centro del camino de santidad que propone: seguirle, amarle, compartir su vida, identificarse con Él en la vida cotidiana, civil y secular, ser alter Christus, aún más, ipse Christus.
Sus palabras están presididas por un gran amor al Verbo encarnado. Cristo llama y requiere una respuesta libre por parte de cada persona: en este contexto se desarrollan sus reflexiones sobre el sentido de la vocación al Opus Dei, que es una determinación de la vocación del cristiano que vive en medio del mundo.
El amor a Cristo no aparece nunca como un postulado teórico, sino que se despliega en un trato afectuoso con la Humanidad Santísima, con el Jesús de carne y hueso, Dios y Hombre verdadero 164. Habla de Él y con Él como se hace con un amigo, con un hermano muy querido. No ama una idea, un dogma, o un personaje de la historia. Su cariño no es tampoco el resultado de un esfuerzo artificial. Es simplemente afecto a una Persona concreta, que contempla en sus principales misterios: el Nacimiento, la vida oculta en Nazaret, su vida pública, la Pasión y la Cruz… y naturalmente la Eucaristía, donde lo ama de manera más intensa.
Como ya se ha dicho, el Evangelio es su principal fuente de meditación y de predicación 165. Se entretiene a gusto en las diversas escenas, descubriendo aspectos muy provechosos para la vida cristiana 166.
Su modo de contemplar el Evangelio es muy personal, incluso «puso de relieve aspectos nuevos, a veces inadvertidos durante siglos» 167. Pero al mismo tiempo, su predicación se mueve en el surco de la tradición espiritual católica. Concretamente, en esa corriente que principalmente en la Edad Media y en la Edad Moderna 168 ha llevado a tantos santos y santas, y a numerosos maestros espirituales, a elegir como itinerario espiritual la Humanidad Santísima de Cristo. Así lo afirma san Josemaría:
«Para llegar a Dios hemos de tomar el camino justo, que es la Humanidad Santísima de Cristo» 169.
7.2.2. La filiación divina y el Amor a Dios
Junto al amor por Jesucristo, otro tema central es la experiencia de la filiación a Dios Padre y la confianza con el Espíritu Santo. San Josemaría propone una vida espiritual cristocéntrica y a la vez profundamente trinitaria. Su trato amoroso con las Tres Personas divinas aparece ligado a su veneración por la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Es más, habla de un itinerario que va "de la trinidad de la tierra a la Trinidad del Cielo".
Destaca su sentido de la filiación a Dios Padre, que consideraba un tema fundamental en la vida cristiana y que ha sido objeto ya de variados estudios teológicos 170. Como ponen de manifiesto las páginas de En diálogo con el Señor, san Josemaría lo consideraba un elemento fundacional del Opus Dei. En 1967, decía, por ejemplo:
«Ha querido Dios que seamos hijos suyos. No me invento nada, cuando os digo que es parte esencial de nuestro espíritu la filiación divina: todo está en las Santas Escrituras. Es verdad que, en una fecha de la historia interna de la Obra, hay un momento preciso en el que Dios quiso que nos sintiéramos sus hijos, que al espíritu del Opus Dei incorporásemos ese espíritu de filiación divina. Lo sabréis a su hora. Dios ha querido que, por primera vez en la historia de la Iglesia, fuera el Opus Dei el que corporativamente viviese esta filiación» 171.
Dos años después, en 1969, se refirió a aquel suceso con más detalle:
«Aprendí a llamar Padre, en el Padrenuestro, desde niño; pero sentir, ver, admirar ese querer de Dios de que seamos hijos suyos…, en la calle y en un tranvía –una hora, hora y media, no lo sé–; Abba, Pater!, tenía que gritar.
(…) Aquel día quiso de una manera explícita, clara, terminante, que, conmigo, vosotros os sintáis siempre hijos de Dios, de este Padre que está en los cielos y que nos dará lo que pidamos en nombre de su Hijo» 172.
Su biógrafo Vázquez de Prada sitúa el episodio el 16 de octubre de 1931 173. La relación filial con Dios, tan vivamente percibida desde ese año, influye sobre múltiples aspectos de la vida espiritual que el fundador ha transmitido a los miembros del Opus Dei. En realidad, se podría decir que presenta la entera relación con Dios bajo un prisma particular. Pero entre las diversas manifestaciones positivas que esa actitud induce, hay una a la que san Josemaría se refiere frecuentemente en estas meditaciones. Se trata de la primacía del Amor en el trato con Dios.
El Dios que predica no infunde miedo, sino deseos de amar. Ante la realidad del pecado, el fundador no se detiene a ponderar su fealdad ni el castigo que se merece; prefiere hablar de la confianza en un Dios misericordioso que nos ama con locura:
«Cada uno, en el fondo de su conciencia, después de confesar: Señor, te pido perdón de mis pecados, puede dirigirse a Dios con confianza absoluta, filial; con la confianza que merece este Padre que –no me canso de repetirlo– nos ama a cada uno de nosotros como una madre a su hijo… Mucho más, no como; mucho más que una madre a su hijo y que un padre a su hijo primogénito» 174.
La conciencia del amor que Dios nos tiene, amor paterno y materno, es el fruto maduro, para el Autor, de la constatación de ser hijos de Dios. Y el amor llama al amor: hace brotar en la criatura el deseo de corresponder, o al menos, el impulso para volver a la casa del Padre sin miedo, para recibir la acogida del perdón. San Josemaría es muy consciente de la grandeza de Dios y del respeto y veneración que merece, pero da una interpretación muy personal al timor Domini 175, derivada de lo que estamos diciendo: «Bienaventurado el hombre que teme al Señor, bienaventurada la criatura que ama al Señor y evita darle un disgusto. Este es el timor Domini, el único temor que yo comprendo y siento» 176.
La vida espiritual, tal como la predica san Josemaría a los fieles del Opus Dei en estas páginas, se delinea claramente como una vía de amor a Dios Nuestro Señor. Sólo ese amor da razón de ser a la vida en el Opus Dei, y explica el seguimiento de Jesucristo. El apostolado, la vida de oración, la lucha interior, la santificación del trabajo, la práctica de las virtudes… son otras tantas manifestaciones de ese único principio, que lo debe llenar todo y que debe ser su motor: «Lo esencial es que cada uno (…) viva de Amor, y trabaje por Amor, y se sienta siempre sostenido con ese Amor, con esa fortaleza de Dios» 177.
Hace ver que la vida cristiana no es mera oposición, no es sólo combate negativo. Es, ante todo, un esfuerzo de enamoramiento, de correspondencia al cariño de Dios, que nos quiere con locura 178. Es lo que garantiza la fidelidad, para san Josemaría, porque es en última instancia lo que da sentido a una vida de entrega a Dios y la preserva de los peligros que pueden arruinarla: «Sólo llenando de amor el corazón podemos tener la seguridad de que no se encabritará ni se desviará, sino que permanecerá fiel al amor purísimo de Dios» 179.
El Amor da importancia a lo que verdaderamente la tiene a los ojos de Dios. Participa –si se puede hablar así– de la percepción divina de las cosas. «Todo es grande»: he aquí otra clave interpretativa para profundizar en las enseñanzas de nuestro Autor 180. Muchas cosas en la vida, buenas o malas, son objetivamente pequeñas, pero subjetivamente pueden convertirse en cuestiones de entidad. Para una persona enamorada, una pequeñez puede adquirir una importancia grande. Cuanto más enamorada está, más relevancia le dará. Si pensamos que quien nos ama no sólo está enamorado, sino que es el Amor mismo, se comprende mejor la afirmación de Escrivá de Balaguer.
Como consecuencia de esta espiritualidad basada en el Amor y en el sentido de la filiación divina, sus meditaciones hablan de la vocación en el Opus Dei como de una existencia imbuida de confianza en Dios, llena de paz y de alegría. Nada más lejano de su pensamiento que una vida cristiana agitada, angustiada por las dificultades o por un malentendido perfeccionismo, y mucho menos atormentada. Paz y serenidad, por tanto, ante los sucesos y ante las propias debilidades.
7.2.3. La oración y la vida contemplativa
Un tema al que san Josemaría dedica bastantes párrafos es la oración y la vida contemplativa. A este último tema nos referiremos más extensamente en las introducciones a las meditaciones 2 y 9, pero digamos algo ahora. ¿Qué es la oración para el Autor? Es una «conversación amorosa con el
Amor eterno» 181; un «rato de tertulia» 182 con Dios, llevado con sencillez, «como se habla con un hermano, con un amigo, con un padre» 183.
Sus meditaciones no eran meras pláticas formativas o instructivas, sino verdaderos ratos de oración, en los que trataba de ayudar a sus oyentes a mantener una conversación íntima con Dios: «Cuando hago mi oración en voz alta es, como siempre, para que la sigáis por vuestra cuenta y aprovechemos todos un poquito» 184, decía.
Aunque no seguía un "método" propio y animaba a tener una gran libertad interior en la oración 185, es posible reconocer un cierto esquema, que se repite con alguna frecuencia:
• comienza siempre con una breve oración preparatoria, que reza despacio, sopesando las palabras 186;
• terminada la preparación, toma casi siempre, como punto de partida, algún pasaje bíblico o un texto litúrgico;
• cuando el texto proviene del Evangelio, el Autor pone en juego la imaginación, para representarse la escena de una manera viva, como si fuera una película o una obra teatral;
• a menudo pasa a considerarse un actor en esa escena, eligiendo un papel que le inspira la vida de infancia espiritual, y que le lleva a verse a sí mismo como un niño u otro ser ingenuo y humilde (un borrico, un perrito fiel, etc.);
• ese proceso intelectivo, muy rápido e intuitivo, le lleva a explayarse en actos de amor a Dios, especialmente con la Santísima Humanidad de Jesucristo y con María y José, la "trinidad de la tierra";
• como consecuencia de esas reflexiones, surgen deseos, propósitos de mejora o actos de contrición, y también acciones de gracias o peticiones…;
• al acabar el tiempo de la meditación, que es de una media hora, san Josemaría concluye con una plegaria final, siempre la misma, simétrica a la del principio.
Él mismo hace una descripción sintética de esa forma de oración, que se coloca en el surco de la tradición espiritual católica, aunque con una cierta originalidad: «Te representas la escena o el misterio que deseas contemplar; después aplicas el entendimiento, y buscas enseguida un diálogo lleno de afectos de amor y de dolor, de acciones de gracias y de deseos de mejora. Por ese camino debes llegar a una oración de quietud, en la que es el Señor quien habla, y tú has de escuchar lo que Dios te diga» 187.
Veamos un ejemplo en el que se puede reconocer esa estructura, tomada de un comentario al misterio de la Epifanía:
«Han llegado los Magos a Belén. (…) Hijos míos, vamos a acercarnos al grupo formado por esta trinidad de la tierra: Jesús, María, José. Yo me meto en un rincón; no me atrevo a acercarme a Jesús, porque todas las miserias mías se ponen de pie: las pasadas, las presentes. Me da como vergüenza, pero entiendo también que Cristo Jesús me echa una mirada de cariño. Entonces me acerco a su Madre y a San José, este hombre tan ignorado durante siglos, que le sirvió de padre en la tierra. Y a Jesús le digo: Señor, quisiera ser tuyo de verdad, que mis pensamientos, mis obras, mi vivir entero fueran tuyos. Pero ya ves: esta pobre miseria humana me ha hecho ir de aquí para allá tantas veces… (…) Delante del Señor y, sobre todo, delante del Señor Niño, inerme, necesitado, todo será pureza; y veré que si bien tengo, como todos los hombres, la posibilidad brutal de ofenderle, de ser una bestia, esto no es una vergüenza si nos sirve para luchar, para que manifestemos el amor; si es ocasión para que sepamos tratar de un modo fraterno a todos los hombres, a todas las criaturas. Es necesario hacer continuamente un acto de contrición, de reforma, de mejora» 188.
En otro ejemplo, vemos a san Josemaría identificarse con el borrico, un animal muy querido para él y lleno de significado en su vida espiritual 189.
En este caso, representa el personaje del asno durante la huida a Egipto y en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, durante el Domingo de Ramos:
«Me ha conmovido la figura del borriquito, que es leal y no tira la carga. Soy un borriquito, Señor; aquí estoy. No creáis, hijos míos, que esto es una necedad. No lo es. Os estoy planteando el modo de orar que empleo yo, y que va bien.
Y presto mis espaldas a la Madre de Dios, que lleva en brazos a su Hijo, y nos vamos a Egipto. Más tarde le prestaré de nuevo mis espaldas para que se siente El encima: perfectus Deus, perfectus Homo! (Symb. Athan). Y me convertiré en el trono de Dios.
¡Qué paz me dan estas consideraciones! Qué paz nos debe dar saber que nos perdona siempre el Señor, que nos ama tanto, que conoce tanto de las flaquezas humanas» 190.
Otro tema fundamental en estas páginas es la contemplación a lo largo de la jornada: «Los hijos de Dios en su Opus Dei han de ser contemplativos, almas contemplativas en medio del mundo», afirma, deben mantener «una continua vida de oración, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana» 191. Lo veremos con más detalle al tratar de "El camino nuestro en la tierra", de 1967, que más tarde amplió y corrigió, con el título de "Hacia la santidad", y que era para él una falsilla que podía guiar a los miembros del Opus Dei hacia esa meta de contemplación.
7.2.4. La búsqueda del amor en la vida ordinaria
Aunque para san Josemaría era importante progresar en las virtudes y luchar contra las malas inclinaciones, da la impresión de que en este libro insiste más en la correspondencia a la gracia, en la contemplación y en la búsqueda del amor de Dios en la vida ordinaria 192. Tal vez por eso habla de «esta ascética nuestra, que es mística» 193.
Las palabras que acabamos de citar son de 1971 y parecen un replanteamiento del tema que había dejado en suspenso en 1967: «¿Ascética? ¿Mística? No lo sabría decir» 194. Ahora parece afirmar que la lucha por amor a Dios –"la ascética"– es ya unión mística con Dios, precisamente porque es un acto de amor 195.
Habla de lucha interior con tono vigoroso, mostrando a sus oyentes la responsabilidad que tienen de no ceder ante el enemigo de su santidad o ante las propias flaquezas. Pero su lenguaje incluye siempre una referencia al motivo que impulsa ese esfuerzo: el amor a Dios, la fidelidad a su llamada, la lealtad a la Iglesia… La lucha que propone tiene poco de voluntarismo perfeccionista: se trata de un esfuerzo por amar más, secundando la gracia y abandonándose humildemente en la misericordia de Dios 196. Sin actitudes blandengues, con una batalla constante por ser fieles a Dios y derrotar al egoísmo: «No intentéis nunca compaginar una conducta floja, con la santidad que os exige la Obra» 197, dice.
Se requiere, por tanto, un empeño serio, una "determinada determinación" 198 como diría santa Teresa de Jesús, para no cejar nunca, para ir siempre adelante, procurando no desviarse del camino que lleva al Cielo:
«Soy muy amigo de la palabra camino, porque todos somos caminantes de cara a Dios; somos viatores, estamos andando hacia el Creador desde que hemos venido a la tierra. Una persona que emprende un camino, tiene claro un fin, un objetivo: quiere ir de un sitio a otro; y, en consecuencia, pone todos los medios para llegar incólume a ese fin; con la prisa suficiente, procurando no descaminarse por veredas laterales, desconocidas, que presentan peligros de barrancos y de fieras. ¡A caminar seriamente, hijos! Hemos de poner en las cosas de Dios y en las de las almas el mismo empeño que los demás ponen en las cosas de la tierra: un gran deseo de ser santos» 199.Todo eso sin pretender heroicidades clamorosas ni empresas muy difíciles; al contrario, perseverando día a día en santificar las situaciones ordinarias de la vida: «Dios os exige a vosotros, y me exige a mí –explica–, lo que exige a una persona normal. Nuestra santidad consiste en eso: en hacer bien las cosas corrientes» 200.
La suya es una "ascética deportiva" –la metáfora viene de san Pablo– que se apoya en la humildad, virtud a la que se refiere a menudo. Sobre esta deportividad en la vida cristiana, trataremos en otro lugar 201.
7.2.5. La humildad del barro
Podría hablarse también de una "ascética del barro", porque san Josemaría usa mucho esta comparación –también de resonancia paulina– con distintos significados: humildad, docilidad, saberse frágiles, posibilidad de recomponerse –como la loza quebrada– después de una caída, etc.
El barro es, en principio, un material pobre: por sí mismo habla de humildad. Es algo corriente y hasta despreciable. Además, ensucia: mancharse de barro es para el Autor una imagen negativa del pecado. Pero también existe la arcilla, que en manos de un alfarero puede convertirse en enseres de diverso tipo y hasta en piezas artísticas. La arcilla tiene para él un significado positivo: es un material que se deja moldear, y aunque sea de poco valor, permite que lo trabajen con maestría.
También la Sagrada Escritura lo utiliza con diversos significados. Jeremías presenta a Dios como el alfarero que modela a su pueblo, según sus designios ( Jr 18, 1-12). El barro recuerda la creación del género humano, cuando Yavé modeló al primer hombre usando tierra húmeda (cfr. Gn 2, 7). En otros pasajes de la Biblia ( Si 33, 10-13 e Is 29, 16; Is 45, 9), se escarnece la soberbia de la arcilla que reniega del alfarero, su Creador, mientras que en Is 64, 7 esa humilde materia reconoce su filiación y llama Padre a su Dios, acordándose de su propio origen y poniéndose confiadamente en sus manos. En esa misma línea, san Pablo emplea la imagen de la arcilla y del artesano para explicar la dependencia del hombre respecto a su Hacedor y la necesidad de confiar en los designios de la Providencia, sin rebelarse o querer entenderlo todo (cfr. Rm 9, 19-24).
Tomándola de san Pablo (cfr. 2Co 4, 7), san Josemaría emplea la imagen de la vasija de cerámica para explicar que los hombres llevamos los dones de la gracia y la santidad en un recipiente quebradizo. La arcilla, una vez cocida en el horno, llega a adquirir una gran consistencia. Pero esa dureza esconde, sin embargo, una gran fragilidad. Aunque si se quiebra, también puede recomponerse y seguir sirviendo para algo.
De todo esto, como veremos, san Josemaría saca ejemplos para referirse a la humildad: «Os recordaré con San Pablo, para que nunca os coja de sorpresa, que llevamos este tesoro en vasos de barro: habemus autem thesaurum istum in vasis fictilibus (II Cor. IV, 7). Un recipiente tan débil, que con facilidad puede romperse (…). Hemos de mantener el vaso íntegro, para que no se derrame ese licor divino» 202. La lucha interior, para el Autor, debe prevenir que ese vaso se quiebre y pierda su rico contenido, que es la gracia. Es preciso preservarlo –con una vigilancia atenta– de los peligros que pueden destrozarlo 203.
Un significado parecido lo encontramos en la imagen de los pies de barro, que está inspirada en el pasaje de la estatua descrita en Dn 2, 31- 43, y que ha pasado a la sabiduría popular. San Josemaría la emplea para recordar la fragilidad humana, a pesar de la fortaleza aparente, que debe mover a la humildad y a la confianza en los medios que Dios nos brinda para ayudarnos, como el sacramento de la confesión: «Hijos, escuchad a vuestro Padre: no hay mejor acto de arrepentimiento y de desagravio que una buena confesión. Allí recibimos la fortaleza que necesitamos para luchar, a pesar de nuestros pobres pies de barro» 204.
Ya hemos recordado que el relato antropomórfico del Génesis nos presenta a Dios creando al ser humano a partir de la tierra húmeda, a la que después insufla un hálito de vida. El Autor explica que el recuerdo de nuestros orígenes –«somos de barro, formados del polvo de la tierra» 205– es un motivo de humildad y, a la vez, de confianza en Dios: «Qué paz nos debe dar saber que nos perdona siempre el Señor, que nos ama tanto, que conoce tanto de las flaquezas humanas, que sabe de qué barro tan vil estamos hechos. Pero también sabe que nos ha inspirado un soplo, la vida, que es divino» 206.
La experiencia y el propio conocimiento le daban la prueba de la debilidad humana. «Conozco (…) el barro vuestro y el mío» 207, decía, y se refería a ese conjunto de defectos y malas inclinaciones que empujan hacia lo más pobre y material de nuestro ser, «que tiran hacia el barro» 208, como dice en otro lugar: «Humildes, humildes. Porque conocemos muy bien el barro de que estamos hechos, y percibimos al menos un poquito de nuestra soberbia, y un poquito de nuestra sensualidad… Y no lo sabemos todo» 209. Para san Josemaría, la fragilidad se vuelve fortaleza gracias a la humildad de saberse barro de poco valor, «de una pasta muy frágil: de barro de botijo» 210. Usa también la metáfora de las lañas, esas grapas que antiguamente se utilizaban para unir los fragmentos de los cacharros rotos, para referirse a la contrición, como veremos en otro lugar 211.
A lo largo de estos textos se encuentran otras exhortaciones a fomentar una serena humildad que proviene del propio conocimiento. Hablaba a personas que llevaban años esforzándose por seguir a Cristo y les prevenía frente al posible desconcierto que puede surgir ante la evidencia de las bajezas que cada uno experimenta. En estos casos, la humildad lleva a buscar la ayuda de Dios y a poner los remedios que la prudencia aconseja: sinceridad en la dirección espiritual y en la confesión, para obtener orientación y aliento, o en su caso, el perdón sacramental. «No os asustéis de nada», exhorta san Josemaría. «Evitad que vengan los sustos, hablando claro antes; y si no, después» 212.
Sólo aceptando los propios límites y profundizando en la humildad es posible evitar la desesperación ante una derrota. La soberbia reacciona mal ante esa realidad: «Vosotros y yo no nos vamos a maravillar si encontramos que, en todas las cosas –no sólo en la sensualidad, sino en todo–, tenemos una inclinación natural al mal. Algunos se maravillan, se llenan de soberbia y se pierden» 213.
La humildad, para Escrivá de Balaguer, es productiva, pues evita los dos extremos de infecundidad a los que lleva la soberbia, esto es, deprimirse por las propias miserias o vanagloriarse de los éxitos: «Nos daremos cuenta de que todas las cosas grandes, que el Señor quiere hacer a través de nuestra miseria, son obra suya. (…) Luego no nos hemos de admirar (…) si sentimos bullir las pasiones –es lógico que esto ocurra, no somos como una pared–, ni si el Señor, por nuestras manos, obra maravillas, que es cosa habitual también» 214.
Cuando arrecia la tentación, aconseja no perder la serenidad, acudir a la misericordia de Dios y a la intercesión de su Madre. De este modo, todo tiene arreglo: «Después, echaos a reír: ¡me trata Dios como a un santo! No tiene importancia ninguna: persuadíos de que en cualquier momento puede levantarse la criatura vieja que todos llevamos dentro. ¡Contentos, y a luchar como siempre!» 215.
7.2.6. Formación y caridad fraterna
Entre los temas que más trata, teniendo presente la situación de los miembros del Opus Dei que le escuchaban, está la necesidad de la formación y de la caridad fraterna. En la primera meditación que recoge este volumen, pronunciada en 1954, el fundador recuerda por qué en el Opus Dei es absolutamente necesaria la formación doctrinal:
«Los fines que nos proponemos corporativamente son la santidad y el apostolado. Y para lograr estos fines necesitamos, por encima de todo, una formación. Para nuestra santidad, doctrina; y para el apostolado, doctrina. Y para la doctrina, tiempo, en lugar oportuno, con los medios oportunos. No esperemos unas iluminaciones extraordinarias de Dios, que no tiene por qué concedernos, cuando nos da unos medios humanos concretos: el estudio, el trabajo. Hay que formarse, hay que estudiar. De esta manera, os disponéis a vuestra santidad actual y futura, y al apostolado, cara a los hombres» 216.
La formación que deseaba para los miembros del Opus Dei no debía ser puramente libresca. Les hablaba de una sabiduría que sólo puede dar el Espíritu Santo, como fruto de un trato familiar con Dios. «Para ser verdaderamente sabios –os lo he dicho muchas veces–, no es preciso tener una cultura amplia. Si la tenéis, bien; y si no, igualmente estupendo, si sois fieles, porque recibiréis siempre la ayuda del Espíritu Santo» 217.
En el contexto de la vida del Opus Dei, habla bastante de la gran comprensión y cariño, verdadero afecto familiar, que debe existir entre sus miembros: «Que os comprendáis, que os disculpéis, que os queráis, que os sepáis siempre en las manos de Dios (…). Nunca os sintáis solos, siempre acompañados, y estaréis siempre firmes: los pies en el suelo, y el corazón allá arriba, para saber seguir lo bueno» 218.
Esa caridad, humana y sobrenatural a la vez, se debe extender a todos, también a quienes parecen más alejados de la Iglesia o de la práctica cristiana: «Caridad, hijos, con todas las almas. (…) con las personas que están equivocadas hay que procurar, por medio de la amistad, que salgan del error; hay que tratarlas con cariño, con alegría» 219.
Por último, cabe referirse al conjunto de cuestiones autobiográficas e históricas que trata, siempre con gratitud a Dios y contrición. Recorre su vida y la de la Obra, considerando que la amorosa Providencia de Dios ha guiado la historia. Reconoce una y otra vez, con frases semejantes, lo que expresaba en una meditación de 1971: «Siento de verdad la humillación de que no tengo, ni tenía, ni he tenido nunca las condiciones personales necesarias para hacer una labor tan divina» 220. Se sentía guiado por Dios, en medio de una existencia corriente y maravillosa a la vez: «Jesús, Señor Nuestro, el Padre y el Espíritu Santo, con la sonrisa amabilísima de la Madre de Dios, de la Hija de Dios, de la Esposa de Dios, me han hecho ir para adelante siendo lo que soy: un pobre hombre, un borrico que Dios ha querido coger de su mano» 221.

TERCERA PARTE
LA PRESENTE EDICIÓN

8. CONTENIDO DE LA EDICIÓN

Este libro se presenta como una edición corregida, aumentada y comentada del volumen que, con textos de la predicación oral de san Josemaría, se preparó en 1995 para uso de los fieles del Opus Dei, y de cuya historia nos hemos ocupado en la primera parte de esta Introducción general 222.
Casi todos los textos habían sido publicados ya en Crónica y Noticias entre 1969 y 1975, antes del fallecimiento de san Josemaría, y habían sido corregidos por el Autor. Sólo dos de ellos aparecieron en esas revistas después de su muerte 223, aunque habían sido ya vistos parcialmente por san Josemaría en distintos momentos: se ocupó de la revisión general el beato Álvaro del Portillo 224.
Se trata también de una edición aumentada porque, como ya se ha señalado, hemos incorporado dos textos que pasaron inadvertidos a los primeros editores en 1986 y 1995 y que reúnen las mismas características de los demás 225.
Se han mantenido las notas originales numeradas, ya aparecidas en las publicaciones de 1986 y 1995, que hacen referencia habitualmente a citas de la Escritura o de la Liturgia. En algún caso –lo advertimos en su lugar–, hemos añadido otras referencias bíblicas o litúrgicas, porque la fuente original no las traía.
Las demás notas de los editores no forman parte del texto: son explicaciones o datos históricos. Para distinguirlas de las que sí forman parte del texto las hemos colocado en otra caja distinta de las referencias (bíblicas, litúrgicas, patrísticas, etc.) y usan la numeración marginal para indicar el lugar que se comenta.
Cada texto va precedido por una introducción que la sitúa históricamente, señala las fuentes que existen y, en su caso, el material previo 226 (transcripciones, grabaciones, etc.), y hace una sucinta descripción de sus contenidos principales. En cada caso, se señala la fecha y el lugar de la predicación, así como el público a quien se dirigía. También se ha anotado la fecha y la publicación en que apareció por primera vez.
Al inicio de este volumen se han incluido facsímiles de los guiones de predicación que empleó san Josemaría en tres de estas meditaciones, y algunas fotografías.
Las dos ediciones provisionales del libro contaban con sendas presentaciones, la primera sin firmar, la segunda escrita por Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei. Las hemos incluido como apéndices 1 y 2.
Al final del libro se ofrecen tres índices –de Sagrada Escritura, de personas citadas, y uno de contenido analítico o temático– que no aparecían en las dos ediciones previas: son los apéndices 3, 4 y 5. Cierran esta edición la Bibliografía empleada para la elaboración de la Introducción y las notas, y el Índice general de la obra.

9. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LA EDICIÓN

9.1. Uso de las fuentes
Las fuentes de este volumen son la edición para uso de los fieles de la Prelatura de En diálogo con el Señor (1995) y los volúmenes de Crónica, Noticias y Meditaciones en los que aparecieron originalmente esos textos.
Además de esos escritos impresos, contamos con un material compuesto por las transcripciones mecanografiadas de las meditaciones, tertulias y homilías de san Josemaría. También disponemos de cinco grabaciones magnetofónicas, y de guiones manuscritos que san Josemaría utilizó para predicar en tres de esas ocasiones. Se conservan también algunas fotografías de la Misa en que el Autor pronunció la homilía "Los sueños se han hecho realidad", del 9 de enero de 1968, y de varias tertulias.
Este material ha sido utilizado para resolver dudas de crítica textual, para proporcionar detalles complementarios a la predicación, que se incluyen en nuestros comentarios y también, aunque no era el objeto específico de esta edición, para conocer cómo corregía san Josemaría su propio discurso oral.
9.2. Aparato crítico
Como es natural, las transcripciones contienen digresiones o incisos que son usuales en el lenguaje oral y que el Autor suprimió al revisar ese material, porque rompían el hilo conductor o simplemente no quedaban bien en un texto escrito. En las notas de comentario nos hacemos eco de algunos de esos párrafos suprimidos, que contienen detalles de interés histórico o espiritual, tanto para comprender mejor sus palabras como para recuperar noticias que sólo proporcionan esas fuentes. Lógicamente no forman parte del texto, entre otras cosas, porque san Josemaría no los hizo suyos e incluso es posible que los excluyera expresamente, por algún motivo: hay que tener presente que las transcripciones son imperfectas, habida cuenta de que muchas se hicieron sin la ayuda de una grabación magnetofónica 227.
Nuestro trabajo, según la orientación dada a esta colección por el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá de Balaguer, ha consistido, ante todo, en fijar un texto críticamente seguro.
El punto de partida ha sido En diálogo con el Señor, de 1995, pues como ya hemos dicho nuestro objetivo es realizar una edición destinada al público en general de esos textos inéditos, es decir, sólo conocidos por quienes reciben asistencia espiritual y formación por parte del Opus Dei. Aunque estemos hablando de muchos miles de personas que han leído la publicación de 1995, es siempre un texto técnicamente inédito.
Hemos cotejado esa versión con las versiones que salieron en Crónica, Noticias y Meditaciones. Los textos que se publicaron allí antes del 26 de junio de 1975 pueden considerarse a todos los efectos como aprobados por el fundador, pues para que se utilizaran sus palabras era necesario someterlas previamente a su revisión. Tienen, por lo tanto, un valor crítico mayor, en el plano estrictamente técnico, que cualquier otro material. Por lo tanto, una primera tarea de crítica textual ha sido depurar el texto de esta edición, tras un cotejo cuidadoso, de posibles erratas o divergencias respecto al texto aprobado. Se trata de detalles muy pequeños, en su mayoría, como se puede ver en el aparato crítico, que explicaremos a continuación.
Este criterio ha tenido en cuenta algunas excepciones: la versión de 1986 o 1995, por ejemplo, corregía algunas erratas del texto original, añadía notas donde faltaban, etc. En esos casos, lógicamente, hemos dado por buenas esas correcciones, informando de todo ello al lector.
Un caso especial, más complejo técnicamente, se ha presentado en relación con cuatro textos que san Josemaría no había revisado en su totalidad.
Nos hemos encontrado con que la parte que había revisado san Josemaría presentaba varias versiones, lo que se explica conociendo el modo de trabajar en aquellos años. La redacción de las revistas le presentaba un artículo dedicado, por ejemplo, a comentar un tema espiritual determinado, dentro del cual se incluían –claramente diferenciados por el tipo de letra– algunas citas tomadas de la predicación oral del fundador.
San Josemaría revisaba y corregía esos párrafos teniendo en cuenta el contexto de ese artículo, escrito por los redactores. Una vez aprobado, se tomaba nota de ese texto ya corregido, pero era posible que algunos años después le pasaran otra vez ese mismo párrafo, incluido en otro artículo distinto, y que lo volviera a corregir, dando lugar, aunque fuera solo en cosas de detalle, a una nueva variación. Ese conjunto de versiones de textos parciales está cuidadosamente registrado y ha sido muy útil en nuestro trabajo de edición. Pero ¿qué opción elegir?
Hemos optado por efectuar un discernimiento caso por caso, con flexibilidad. En la mayoría de los textos la versión preferible es la más moderna, porque nos ha parecido que una corrección de san Josemaría puede haber precisado o enriquecido una expresión más antigua.
Pero hay que tener en cuenta que ese criterio no siempre sirve. El lugar en el que se encontraba cada texto parcial, cuando el Autor lo revisó, influyó en el tipo de enmiendas que efectuó. Si, por ejemplo, un párrafo que le habían pasado en 1965 se lo volvían a entregar en 1970, dentro de un artículo muy distinto al de 1965, es posible que lo modificara para respetar la concordancia o para adaptarlo a ese nuevo entorno. Cuando ese condicionamiento ha sido preponderante en la realización de la versión más moderna, hemos considerado que era preferible tomar la más antigua, que estaba mejor situada en su contexto original.
En los cuatro textos que sólo parcialmente había revisado san Josemaría se realizó una labor de recomposición, que requirió adaptar, aunque fuera en cosas mínimas, textos ya vistos por san Josemaría. Este trabajo lo realizó con cuidado y con el hondo conocimiento que poseía de la doctrina y la expresión del fundador, el beato Álvaro del Portillo. Hemos dado por buenas esas adaptaciones, excepto en algunos pocos casos –se trata de detalles pequeños, que señalamos en el aparato crítico–, donde la comparación con las fuentes nos ha llevado a apoyar otra solución, y a recuperar alguna de las versiones parciales revisadas por san Josemaría, con la idea de limitar a lo estrictamente necesario las adaptaciones que no eran de su mano.
Otros criterios para la elección entre dos versiones, prácticamente equivalentes, han sido: preferir el texto que más se acerca a la transcripción y en su defecto, el más perfecto gramatical y sintácticamente.
En estos cuatro textos, parcialmente póstumos, el beato Álvaro del Portillo tuvo que revisar también aquellos párrafos que san Josemaría no había podido ver. Obró tratando de respetar al máximo el tenor literal de las transcripciones, y allí donde, por deficiencia de esos documentos no era posible, interpretando el pensamiento del fundador, que conocía muy bien. También dominaba la forma que tenía san Josemaría de corregir sus textos, después de haber sido su más estrecho colaborador durante decenios y de haberle ayudado en la redacción de múltiples escritos. En las correspondientes introducciones, explicamos con más detalle cómo son esas correcciones.
Digamos por adelantado que en principio las hemos dado por buenas, sin pretender realizar una versión diferente que se apoyara en una comparación de las transcripciones –lagunosas y peor reportadas precisamente en aquellos pasajes donde Álvaro del Portillo intervino más a fondo– que no llegaría a un resultado mejor que el que ya tenemos. Por tanto, hemos preferido dejar como está el texto revisado por el beato Álvaro y distinguir en el aparato crítico aquellas partes que sí habían sido corregidas por san Josemaría, para que el lector y el estudioso lo tengan en cuenta.
Como ya se ha señalado, la mayor parte de los textos de En diálogo con el Señor (1995), en adelante EdcS, habían sido publicados en Crónica y Noticias, con un título propio. En cambio, los textos que se habían incluido dentro de un artículo más general carecen de esos títulos. Al ponerlos en el volumen de 1986, y luego en EdcS, por coherencia con el resto de textos, se les añadió un encabezamiento, que obviamente no proviene de san Josemaría. Hemos decidido mantener esos títulos, poniéndolos entre corchetes, pues nos parece claro que el Autor hubiera preferido que se pusieran a que no llevaran ninguno. Hemos actuado también así con los dos textos que no estaban en esas ediciones anteriores.
Hemos suprimido, sin embargo, los titulillos que se introdujeron en la versión de 1995. La razón es que no estaban en Crónica y Noticias: el Autor no los introdujo, a pesar de que era normal que los editoriales de las revistas los llevaran. Otra razón para no ponerlos es que se trataría de una intervención demasiado invasiva en el texto por parte de los editores, aun poniéndolos entre corchetes, pues una edición crítica debe evitar añadir nuevos elementos que no estén justificados y sean estrictamente necesarios.
Hemos adaptado el texto a las reglas ortográficas vigentes actualmente 228: por ejemplo, se ha puesto en mayúscula la primera letra de una cita textual después de dos puntos, como está preceptuado; también hemos colocado la tilde sobre mayúsculas y corregido la forma "Nazareth" por la castellana "Nazaret". Hemos respetado, en cambio, algunas mayúsculas que san Josemaría usaba, aunque no sean obligatorias.
En la introducción a cada texto, en el apartado de "Fuentes y material previo", hemos señalado el número y las páginas de Crónica y Noticias donde apareció. En el aparato crítico, para no complicarlo innecesariamente, se ha hecho referencia solamente a la versión de Crónica, una vez comprobado que coincide plenamente con la de Noticias.
Veamos cómo se recogen las diversas incidencias en el aparato crítico:
– Cuando no se dice nada, se sobreentiende que no hay diferencias con EdcS ni con otras fuentes.
– Cuando se quiere señalar de qué fuente proviene un determinado párrafo que revisó san Josemaría (esto sucede en las cuatro meditaciones que sólo corrigió parcialmente) se pone el íncipit y el final del párrafo en cuestión, y la fuente se señala en cursiva. Esta parte del aparato crítico, cuando existe, aparece en primer lugar y se separa del resto por tres rayas verticales: | | |
– Si existen diferencias entre varias fuentes, en primer lugar aparece la lección canónica (es decir, la que adoptamos en esta edición). Luego va un corchete derecho y la variante (desechada). La referencia a las respectivas fuentes se indica siempre en cursiva. Si la lección canónica no indica fuente alguna, quiere decir que se trata de una versión nuestra (es lo que hacemos, por ejemplo, cuando corregimos una errata). En el caso de que exista más de una variante desechada, referida siempre al mismo pasaje, se separa una de otra por una barra vertical: |
– Cuando en el mismo párrafo hay otras incidencias, pero referidas a frases distintas de las que se acaba de hablar, se separan una de la otra con una doble barra vertical: || A partir de ahí, se procede del mismo modo que hemos explicado, en caso de existir variantes (utilizando corchetes derechos y barra simple, etc.).
– Puede ocurrir que todo lo anterior afecte no al texto principal, sino a las notas o referencias bíblicas, etc. que puso el Autor. Para diferenciar las correcciones o variantes de esta parte del aparato crítico utilizamos cuatro barras verticales: ||||
Expliquémoslo con un ejemplo, tomado de la meditación 5:

5g Señor, te pedimos que no te escondas, que vivas siempre con nosotros, que te veamos, que te toquemos, que te sintamos: que queramos estar siempre junto a Ti, en la barca y en lo alto del monte, llenos de fe, confiadamente y con sentido de responsabilidad, de cara a la muchedumbre: «Ut salvi fiant», para que todos se salven.

5g Señor, te pedimos… «ut salvi fiant». Crol965, 7, 59 Cro1970, 14 ||| junto a Ti Cro1970, \4 ] junto a ti Cro1965, 7, 59 EdcS, 54 || y en lo alto del monte, m620401- A, B, C Cro1965, 7, 59 \ Cro1970, 14 EdcS, 54 del. || llenos de fe, confiadamente y con sentido de responsabilidad, Crol970, \4 EdcS, 5 4 add. || muchedumbre: Cro1965, 7, 59 ] muchedumbre, EdcS, 54 || para que todos se salven Cro1970, 14 EdcS, 54 add.

El ejemplo pertenece a uno de los textos que había sido publicado sólo parcialmente en vida de san Josemaría. El aparato crítico señala en primer lugar la procedencia de las frases que sí han sido revisadas por el Autor: en este caso, casi todo el párrafo había aparecido en Crónica de 1965 Cro1965, 7, 59 quiere decir esa revista, número 7, es decir julio, en página 59. Después volvió a salir otra vez en 1970 Cro1970, 1A, aquí ya no hay indicación del mes, porque se había adoptado ya entonces una doble numeración de páginas, una anual, que aquí seguimos, y otra propia de cada ejemplar. A continuación, tras una triple barra, se indican las variantes existentes. Ante todo, vemos que en Cro1970, 1 A. San Josemaría puso con mayúscula el "Ti" referido a Dios, que en Cro1965, 7, 59 había escrito con minúscula. Inexplicablemente, tal vez porque no era necesaria gramaticalmente, esa mayúscula se transformó en minúscula en EdcS. Los editores hemos preferido volver a ponerla en mayúscula, tal como se lee en la última versión revisada por san Josemaría. Por eso, la lección canónica aparece a la izquierda del corchete.
En el mismo párrafo, pero en frase diferente (por tanto, separada de la anterior anotación por una barra doble ||) encontramos las palabras "y en lo alto del monte" que se encontraban en la versión de Cro1965, 7, 59, pero que fueron suprimidas tanto en Cro1970, 1A como en EdcS, 5A. Nos ha parecido a los editores que esa supresión podía haberse debido a una necesidad de contexto de Cro1970, 14 que ya no era necesaria en la publicación integral de la meditación. Además, mantenerla tenía a su favor el hecho de que las transcripciones la reportan como se encuentra en Cro1965, 7, 59. Por eso incluimos la referencia m620401–A, B, C que indica tres versiones de la misma transcripción concordantes en ese fragmento y que corroboran esa lección. Se trata de uno de los pocos casos en que hemos citado las transcripciones como fuente, precisamente para apoyar una decisión de los editores que suponía una restauración del texto. La sigla del. significa deletum, es decir, que había sido borrado por otra versión, en este caso Cro1970, 14 y EdcS, 54.
Curiosamente, en seguida encontramos el caso opuesto, siempre dentro del mismo párrafo, pero en frase diferente (separada por tanto con doble barra ||). Aquí la fuente Cro1970, 14 y EdcS, 54 añaden una frase (add. = additum) que no estaba en la versión de Cro1965, 7, 59. Simplemente lo hacemos notar, porque no hay variantes.
También en el mismo párrafo hay otras dos incidencias: un cambio de puntuación (se sustituyeron dos puntos por coma, y hemos preferido seguir la versión de 1965, es decir, mantener los dos puntos) y un añadido "para que todos se salven" que apareció en Cro1970, 4 y en EdcS, 54 y que no presenta variantes.
Veamos otro caso (meditación 22):

2b Es razonable. Los que se quieren, procuran verse. Los enamorados sólo tienen ojos para su amor. ¿No es lógico que sea así? El corazón humano siente esos imperativos. Mentiría si negase que me mueve tanto el afán de contemplar la faz de Jesucristo. « Vultum tuum, Domine, requiram, buscaré, Señor, tu rostro. Me ilusiona cerrar los ojos, y pensar que llegará el momento, cuando Dios quiera, en que podré verle, no «como en un espejo, y bajo imágenes oscuras… sino cara a cara»5. Sí, hijos, «mi corazón está sediento de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y veré la faz de Dios?».

4 Cfr. Sal 26, 8.
5 1Co 13, 12.
Cfr. Sal 41, 3.
2b del Dios vivo. ¿Cuándo…] del Dios vivo, ¿Cuándo Cro1974, 5 | del Dios vivo: ¿cuándo EdcS, 200 mi 4 Cfr. AXXVI, 8. ] Sal . 26, 8. EdcS, 200 || 6 Cfr. Sal 41, 3. ] 6 Sal 41I, 3. EdcS, 200.

Aquí se trata de un texto corregido enteramente por el Autor, que fue recogido en EdcS después de haber salido en Crónica y Noticias de 1974. Como se puede imaginar, el número de incidencias críticas es mucho menor aquí que en el caso que hemos analizado antes. Afectan a una sola frase del texto principal, en una pequeña cuestión. En Crol974, 5 había una errata, pues aparecía una mayúscula después de una coma y el signo de apertura de interrogación. En EdcS, 200 se corrigió esa errata poniendo la mayúscula en minúscula y sustituyendo la coma por dos puntos. Los editores hemos optado por poner un punto, seguido de mayúscula. La razón es que la traducción de la Biblia que aquí emplea san Josemaría es la de Nácar–Colunga 229 y esa versión castellana del salmo 41 de la Vulgata pone un punto después de "vivo", a la vez que coincide literalmente en todo lo demás. Otro motivo es que la elección de los dos puntos en ese lugar supone atribuir al Autor un recurso estilístico muy personal, y esto se hace sin que existan elementos de juicio suficientes para deducir esa posible elección. Lo más probable es que se trate simplemente de un error de cajista, que cambió un punto por una coma. Por ese motivo, aparece en primer lugar la versión de los editores, sin referencia a una fuente, y separada por corchete derecho encontramos las dos versiones anteriores, separadas a su vez una de otra por la barra simple | para indicar que son dos variantes.
A continuación, vemos cuatro barras para indicar que las que siguen son anotaciones críticas sobre las notas originales del texto. En la relativa a la nota 4, los editores proponemos introducir un "Cfr." porque la cita de Sal 26I, 8 de la Vulgata no es literal, ya que el " Vultum tuum, Domine, requiram" no se encuentra así en la Vulgata, donde se lee "Faciem, tuam Domine, requiram" (ni ha sido introducido en la posterior Neovulgata) sino que se encuentra en el Missale Romanum 230. Algo parecido ocurre con la nota 6, donde el texto citado no es literal, por lo que hemos introducido el "Cfr.".
Por último, sigue un raro ejemplo de un párrafo cambiado de sitio en alguna de las versiones del texto. Proviene de la meditación del 19 de marzo de 1975, 24. En este caso escribimos sólo la nota de aparato crítico:

2e No vengo aquí a predicar… Dios se servirá de esto para vuestro bien y para el mío.

Cro1975, 358 ] Cro1975, 800 cam. EdcS, 218 del.

El aparato crítico indica que la frase señalada, publicada en la versión de Crónica de 1975, pág. 358, apareció cambiada de lugar cuando se volvió a publicar unos meses más tarde (pág. 800), y se suprimió en EdcS. Simplemente, en Cro1975, 800 se había sacado del texto y se había colocado entre las palabras introductorias que había escrito la redacción de las revistas. Luego, al pasar a EdcS se olvidó ese párrafo. En este caso, simplemente lo hemos recuperado y vuelto a poner en el lugar en el que estaba la versión revisada por san Josemaría, tras haber comprobado con la grabación de esa tertulia que su lugar es ese.
9.3. Otras informaciones sobre la edición
Aunque en la publicación original de estos textos no se incluyó, hemos añadido una numeración marginal, como en otras ediciones crítico-históricas de esta colección. En esa numeración hemos asignado una letra minúscula para cada párrafo, de modo que resulte sencillo referirse a un texto concreto en las notas de los editores.
Las notas de comentario aparecen siempre debajo de las de crítica textual y generalmente comienzan con un íncipit entre comillas y en cursiva, que señala la parte que se está comentando. Además, se pone también la referencia al número y a la letra del párrafo que sea.
Para su predicación, san Josemaría empleaba con frecuencia frases de la Sagrada Escritura en latín. De ordinario son citas de la Vulgata, pero también las tomaba directamente del Misal Romano o de la Liturgia de las Horas. En otras ocasiones, usaba traducciones castellanas de la Biblia, principalmente la de Nácar–Colunga 231, que ya hemos mencionado, y, más antiguamente, las de Torres–Amat 232, de Carmelo Ballester 233 o de Felipe Scio de San Miguel 234.
Las notas de la Escritura o patrísticas se han mantenido como estaban, corrigiendo algunos errores y añadiendo alguna que faltaba. En la publicación original, estas notas iban unas veces dentro del texto y otras a pie de página, y en algún caso faltaban en absoluto. El criterio adoptado en 1995 fue unificarlas, poniendo todas a pie de página y con el estilo antiguo de citar la Biblia, que empleaba san Josemaría en sus escritos, es decir con abreviaturas latinas de los libros de la Escritura y con números romanos para los capítulos. Hemos mantenido ese sistema, también cuando ha habido que añadir alguna nueva referencia. Se ha mantenido también la numeración de los Salmos según la Vulgata.
En algunos casos, las citas bíblicas difieren de la Vulgata o de los textos de la Liturgia, según las ediciones que se empleen, en detalles marginales, como el uso de acentos, la sustitución de "J" por "I" en palabras como Iesus, o Ioseph, o algunos cambios en los signos de puntuación. Hemos optado por mantener los modos de citar de san Josemaría, sin señalar en cada caso la diferencia. Cuando se ha tratado de algo de mayor entidad –ausencia de una palabra, por ejemplo–, lo hemos indicado en el aparato crítico.
En Crónica y Noticias, las citas de la Escritura y todo aquello que normalmente debería ir en cursiva se ponía en negrita. En la presente edición hemos sustituido la negrita por letra redonda entre comillas bajas y hemos utilizado la cursiva allí donde procedía, según las reglas tipográficas en uso.

Notas

1 Cfr. José Luis ILLANES, "DOS de octubre: alcance y significado de una fecha", en AvVv, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer y el Opus Dei, Pamplona, EUNSA, 1982, pp. 59-99; Antonio ARANDA, "Fundación del Opus Dei", en DSJEB, pp. 552- 561.
2 San Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, Carta 14-11-1944, 1 (en AVPI, pp. 304-305).
3 números marginales de los párrafos: en este caso –6.3c–, se trata de la meditación n.° 6, párrafo 3c.
4 Recuerdos de José Romeo Rivera, redactados en 1934 (AGP, serie A.2, 34-3-10). Los hechos que describe se sitúan en junio de 1929.
5 Recuerdos de Pedro Rocamora Valls, fechados en 1977 (AGP, serie A.5, 241-1-5). Los hechos que narra corresponden al curso 1929-1930.
6 Recuerdos de Vicente Hernando Bocos, de 1975 (AGP, serie A.5, 219-2-4).
7 Recuerdos de Pedro Rocamora Valls (AGP, serie A.5, 241-1-5).
8 Recuerdos de José María González Barreda, fechados en 1975 (AGP, serie A. 5, 216-3-11).
9 Cfr. AVPI, p. 309.
10 Cfr. Fernando CROVETTO POSSE, "Los inicios de la obra de San Rafael. Un documento de 1935", en SetD 6 (2012), pp. 395-412.
11 Los asistentes a las clases fueron Vicente Hernando Bocos, Juan Jiménez Vargas, José María Valentín Gamazo, Eloy González Obeso, Jaime Munárriz Escondrillas, Ángel Cifuentes Martín, Joaquín Herrero Fontana, Gil Padillo y Jacinto Valentín Gamazo (cfr. AGP, serie A.2, 40-1-1).
12 Recuerdos de José María Valentín Gamazo, escritos en 1975 (AGP, serie A.5, 251-1-5).
13 Cfr. AVPI, p. 514 y relato sobre el primer retiro mensual (AGP, serie A.2, 40-1-3).
14 Recuerdos de Ricardo Fernández Vallespín, datados en 1975 (AGP, serie A.5, 211-2-1).
15 Recuerdos de Eduardo Alastrué Castillo, de 1978 (AGP, serie A.5, 191-3-6). Las "charlas o clases de San Rafael" que menciona son las clases a que nos hemos referido en la página anterior.
16 Sobre el concepto de "meditación" existe una vasta literatura en el ámbito de la Teología espiritual. Puede verse un amplio panorama en la voz de Josef SUDBRACK, "Méditation" en DSp 10, col. 906-934. Como señalamos ahora, san Josemaría hizo una aplicación muy personal de esa práctica.
17 San Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, Carta 8-VIII-1956, 27 (AGP, serie A.3, 94- 1-2).
18 Testimonio de Félix Carmona Moreno OSA, en AA.VV., Josemaría Escrivá de Balaguer: un hombre de Dios. Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Madrid, Palabra, 1994, pp. 310-311.
19 Testimonio de José Llamas Simón, en AA.VV., Josemaría Escrivá de Balaguer: un hombre de Dios. Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Madrid, Palabra, 1994, p. 352.
20 Recuerdos de José Luis Soria Saiz sobre las notas tomadas en meditaciones y tertulias, redactados en 2007 (AGP, serie A.3, 87-2-7).
21 Recuerdos de Eduardo Alastrué Castillo (AGP, serie A.5, 191-3-6).
22 Recuerdos de Juan Larrea, escritos entre 1975 y 1979 (AGP, serie A.5, 222-2-7). Cfr. también Juan LARREA HOLGUIN, "Dos años en Ecuador (1952-1954): recuerdos en torno a unas cartas de San Josemaría Escrivá de Balaguer", en SetD 1 (2007), pp. 113- 125.
23 Recuerdos de Julián Urbistondo, de 1975 (AGP, serie A.5, 349-2-8).
24 Recuerdos de Rafael María Balbín Behrmann, escritos en 1975 (AGP, serie A.5, 313- 1).
25 Crónica 1968, p. 39. Crónica, Noticias y Obras, como se explica en el apartado 4.3 de esta Introducción, son tres revistas periódicas dirigidas a los fieles del Opus Dei. Se conserva una colección completa de estas publicaciones en la biblioteca del Archivo General de la Prelatura (AGP, biblioteca, P.01, P.02 y P.03 respectivamente). Hasta 1967, las revistas llevaban una única numeración de página, que recomenzaba en cada número: las citaremos indicando año, mes y página (Noticias 1954, III, p. 15); a partir de 1967, además de esa numeración mensual, se incluyó otra continuada para todo el año: en esos casos las citaremos anotando sólo el año y la página (Noticias 1967, p. 235).
26 Crónica 1970, pp. 144-145.
27 Como veremos más adelante, cuando se plantee, en enero de 1971, la oportunidad de publicar en Crónica un texto completo de san Josemaría, se hablará de «la meditación que nos dio el Padre», en referencia a una tertulia del día 2 de enero de ese año (vid. Epígrafe 6.3).
28 Cfr. Juan José GARCIA-NOBLEJAS, "Grabaciones audiovisuales", en DSJEB, pp. 575-579.
29 Cfr. José Antonio LOARTE, "Predicación de san Josemaría", en DSJEB, pp. 1004-1007. Vid. también la Presentación que escribe el mismo autor en el libro Por las sendas de la fe. Selección de textos de la predicación, Madrid, Ediciones Cristiandad, 2013, pp. 12-22.
30 Cornelio FABRO, "El temple de un Padre de la Iglesia", en AA.VV., Santos en el mundo. Estudios sobre los escritos del beato Josemaría Escrivá, Madrid, Rialp, 1992, p. 56.
31 Ibid.
32 Pedro CANTERO CUADRADO, en Aa. Vv., Josemaría Escrivá de Balaguer: un hombre de Dios. Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Madrid, Palabra, 1994, p. 75.
33 José ORLANDIS ROVIRA, Años de juventud en el Opus Dei, Madrid, Rialp, 1993, pp. 46-47.
34 Salvatore GAROFALO, "El valor perenne del Evangelio", en Santos en el mundo. Estudios sobre los escritos del beato Josemaría Escrivá, Madrid, Rialp, 1992, p. 142.
35 Pedro CANTERO CUADRADO, en Aa.Vv., Josemaría Escrivá de Balaguer: un hombre de Dios. Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Madrid, Palabra, 1994, p. 75.
36 José ORLANDIS ROVIRA, Años de juventud en el Opus Dei, Madrid, Rialp, 1993, pp. 46-47.
37 Recuerdos de Sabina Alandes Caldés, fechados en 1975 (AGP, serie A.5, 191-3-5).
38 Recuerdos sobre san Josemaría de Fernando Maycas Alvarado, escritos entre 1975 y 1978 (AGP, serie A.5, 334-2-8).
39 Recuerdos de Carlos Cardona Pescador, fechados en 1975 (AGP, serie A.5, 203-1-2).
40 Así lo manifiesta Federico Suárez, que le había tratado en los años 40 en Madrid: «Nos enseñaba prácticamente a hablar con Jesús en la oración». Recuerdos de Federico Suárez Verdeguer, escritos en 1975-1976 (AGP, serie A.5, 247-3-2).
41 En diálogo con el Señor, 2.4c.
42 Recuerdos de Sabina Alandes Caldés, fechados en 1975 (AGP, serie A.5, 191-3-5).
43 Recuerdos de José Luis González–Simancas Lacasa, de 1975, en los que copia las notas que tomó en los ejercicios de diciembre de 1942, de donde proviene el texto citado (AGP, serie A.5, 217-3-1).
44 Pío María CALVO BOTAS, en AA.W., Josemaría Escrivá de Balaguer: un hombre de Dios. Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, Madrid, Palabra, 1994, p. 304.
45 Recuerdos de Jesús Enjuto Ortega, escritos en 1975 (AGP, serie A.5, 209-3-3).
46 Ibid.
47 Lo pone de relieve Félix Carmona, religioso agustino, en sus recuerdos de las meditaciones escuchadas a san Josemaría en unos ejercicios espirituales: «Las anécdotas y ejemplos tremendamente gráficos con que ilustraba su exposición doctrinal quedan más en mi recuerdo que en mis apuntes. Empleaba un estilo directo, muy bíblico, y con interpretación muy práctica de la Palabra de Dios». Félix Carmona Moreno, O.S.A., "Un santo de nuestro tiempo", en AA.VV., Así le vieron. Testimonios sobre Mons. Escrivá de Balaguer", Madrid, Rialp, 1992, p. 44.
48 Álvaro DEL PORTILLO, Entrevista, p. 149.
49 Cfr. la Presentación del beato Álvaro del Portillo en Es Cristo que pasa, Madrid, Rialp, 1973.
50 Se conservan en AGP, serie A.3, 186. Vid. Apartado 5 de esta Introducción, y también Camino, ed. crít.-hist., pp. 133-136.
51 Vid. José Luis GONZÁLEZ GULLÓN, "Academia y Residencia DYA", en DSJEB, pp. 57-61. Ver también la monografía detallada del mismo autor: DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939), Madrid, Rialp, 2016 (en adelante, DYA).
52 Recuerdos de Eduardo Alastrué Castillo (AGP, serie A.5, 191-3-6).
53 Recuerdos de Fernando Alonso–Martínez Saumell, escritos en 1976 (AGP, serie A.5, 192-1-10).
54 Recuerdos de Miguel Ortiz de Rivera, fechados en 1975 (AGP, serie A.5, 1248-3-11).
55 Recuerdos de Miguel Deán Guelbenzu, escritos entre 1975 y 1978 (AGP, serie A.5, 206-3-6).
56 Cfr. AVPII, pp. 62-124.
57 Álvaro DEL PORTILLO, Entrevista, p. 114.
58 Recuerdos de Eduardo Alastrué Castillo (AGP, serie A.5, 191-3-6).
59 Isidoro Zorzano Ledesma (1902-1943), miembro del Opus Dei desde 1930, podía circular con cierta libertad en el Madrid de la Guerra Civil por tener nacionalidad argentina, y servía de enlace entre el fundador y los demás miembros de la Obra durante esos meses que permanecieron escondidos.
60 «Era yo capaz de reproducir con bastante aproximación las pláticas del Padre al término de cada día. Las meditaciones escritas –junto con otra correspondencia del Padre– llegaban, con las precauciones precisas, a los otros socios de la Obra o a quienes se habían acercado a su dirección espiritual, por medio de Isidoro Zorzano que por su nacionalidad argentina tenía libertad para moverse por Madrid»; recuerdos de Eduardo Alastrué Castillo (AGP, serie A.5, 191-3-6).
61 Vid. Camino, ed. crít.-hist., pp. 124-126.
62 Recuerdos de Eduardo Alastrué Castillo (AGP, serie A.5, 191-3-6).
63 Jenner, Moncloa y Zurbarán eran tres residencias de estudiantes que puso en marcha san Josemaría al poco de terminar la contienda, las dos primeras para universitarios –Moncloa reemplazó a Jenner cuando esta se cerró–, y la tercera para universitarias.
64 Cfr. Constantino ÁNCHEL, "La predicación de san Josemaría. Fuentes documentales para el periodo 1938-1946", en SetD 7 (2013), pp. 125-198.
65 Cfr. Camino, ed. crít.-hist., pp. 133133-134 y Nicolás ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS, "San Josemaría, predicador de ejercicios espirituales a sacerdotes diocesanos (1938-1942). Análisis de las fuentes conservadas", en SetD 9 (2015), pp. 277-321. De esta extensa predicación procede también un libro, publicado por Félix Carmona, religioso agustino, en el que recoge las anotaciones que tomó en unos ejercicios espirituales que predicó san Josemaría en El Escorial en septiembre de 1944: Félix CARMONA MORENO, O.S.A., Apuntes de Ejercicios Espirituales con San Josemaría Escrivá, San Lorenzo de El Escorial, Ediciones Escurialenses, 2003.
66 Cfr. Fernando CROVETTO, "Expansión apostólica del Opus Dei: visión sintética", en DSJEB, pp. 480-482.
67 Cfr. Alfredo MÉNDIZ NOGUERO, "Villa Tevere", en DSJEB, pp. 1274-1277.
68 Cfr. Luis CANO, "Colegio Romano de la Santa Cruz", en DSJEB, pp. 235-241.
69 Un estudio sobre los primeros años de actividad de ese Centro se puede encontrar en María Isabel MONTERO, "L'avvio del Collegio Romano di Santa María", en SetD 7 (2013), pp. 259-320. Vid. también Gertrud Lutterbach, "Colegio Romano de Santa María", en DSJEB, pp. 241-244.
70 La colección de diarios se conserva en AGP, en la serie M.2.2 los del Colegio Romano de la Santa Cruz, y en la serie U.2.2 los del Colegio Romano de Santa María.
71 Los apuntes y transcripciones de la predicación oral de san Josemaría se encuentran en AGP, serie A.4.
72 Cfr. María Isabel MONTERO, "L’awio del Collegio Romano di Santa María", en SetD 7 (2013), p. 284.
73 El Congreso General del Opus Dei es una asamblea formada por fieles de la Obra de todos los países para colaborar con el presidente general (actualmente, con el prelado). En esa época se reunía cada 5 años (actualmente, cada ocho). El primer Congreso General tuvo lugar en Molinoviejo (Segovia) en 1951; y el segundo, al que estamos haciendo referencia, en Einsiedeln (Suiza) en 1956 (cfr. Mercedes MORADO GARCÍA, "Organización y gobierno del Opus Dei", en DSJEB, pp. 917-924).
74 Cfr. José Antonio LOARTE, "Catequesis, labor y viajes de", en DSJEB, pp. 221-223.
75 Cfr. AVPI, pp. 520-521.
76 Cfr. Fernando CROVETTO POSSE, "Los inicios de la Obra de San Rafael. Un documento de 1935", en SetD 6 (2012), p. 406. Se conservan ejemplares de los diversos números de Noticias en AGP, serie A.2, 7-4.
77 Noticias, marzo 1938 (AGP, serie A.2, 10-1-1).
78 Cfr. AVPII, pp. 282-283.
79 Hay una colección completa de Noticias de los años de la guerra en AGP, serie A.2, 10-1 y 10-2.
80 Cfr. Julio MONTERO, "España", en DSJEB, pp. 416-418.
81 Cfr. Fernando CROVETTO, "Expansión apostólica del Opus Dei: visión sintética", en DSJEB, pp. 480-482.
82 Hay en el Archivo de la Prelatura varias octavillas y papeles de tamaños variados con algunas de esas frases manuscritas por san Josemaría, con indicación del número de la Hoja Informativa en la que van a publicarse (AGP, serie A.3, 185-2-6).
83 Se conserva una colección completa de la Hoja Informativa, en sus diversas ediciones, en AGP, serie A.2, 20.
84 AGP, serie A.3, 176-1-43.
85 Desde 1932, san Josemaría había determinado organizar los apostolados de la Obra en tres grandes grupos, que llamará obra de san Rafael –apostolado con jóvenes–, obra de san Gabriel –apostolado con profesionales y adultos en general–, y obra de san Miguel –la labor con los fieles del Opus Dei que han recibido la llamada de Dios al celibato apostólico–. Todas estas labores, como anota en el guión que estamos comentando, están duplicadas, es decir, existen para varones y para mujeres. Con el término de "administraciones" hace referencia a las mujeres que trabajan en la atención doméstica de las sedes de los centros de la Obra.
86 La idea era recoger en esa publicación cartas escritas o recibidas por personas de la Obra, en las que se pusiera de manifiesto su labor de apostolado en el trabajo, en la familia, etc. No llegó a realizarse, quizá porque esas cartas constituyeron de hecho la materia prima con la que se prepararon, al menos en los primeros años, las otras revistas de las que hablaremos a continuación. A partir de 1990 se han publicado, para su uso en los centros del Opus Dei, unos tomos que llevan ese mismo título –Cartas de familia–, pero cuyo contenido es netamente distinto: recogen las cartas que escribe el prelado del Opus Dei a los fieles de la Obra.
87 Recuerdos de Catherine Bardinet, escritos en 1975 (AGP, serie A.5, 1419-1-15).
88 Recuerdos de Carlos Cardona Pescador (AGP, serie A.5, 203-1-2).
89 Recuerdos de Mons. Ignacio Carrasco en relación con escritos de san Josemaría (AGP, serie A.3, 87-2-4).
90 Recuerdos de Carlos Cardona Pescador (AGP, serie A.5, 203-1-2). La Mistinguett era el nombre artístico de Jeanne Bourgeois (1875-1956), vedette, cantante y actriz francesa, de las más populares en el primer tercio del siglo XX, con amplia presencia en las revistas de sociedad de la época.
91 AGP, serie A.3, 176-1-43. En concreto, el elenco señalaba 8 posibles tomos: «Meditaciones: 1/ Adviento 2/ Navidad 3/ Cuaresma 4/ Pasión 5/ Resurrección 6/ Pentecostés 7/ Fiestas de la Virgen 8/ Fiestas de Patronos y especiales de la Obra». Cuando se elaboraron, ya en los años 60 y 70, se organizaron de otra forma en seis volúmenes.
92 AGP, serie E.3.1, leg. 7648.
93 Como es lógico, esos tomos seguían el calendario litúrgico vigente en esos años, anterior a la reforma promovida por el Concilio Vaticano II, que entrará en vigor en 1970.
94 Sobre esas Cartas se puede consultar el artículo de José Luis Illanes, "Obra escrita y predicación de san Josemaría Escrivá de Balaguer", en SetD 3 (2009), pp. 203-276; y también, del mismo autor, "Cartas (obra inédita)", en DSJEB, pp. 204-211.
95 El tomo III abarcaba desde la Ascensión hasta el domingo XII después de Pentecostés; y el IV, desde el domingo XII después de Pentecostés hasta el sábado anterior al domingo I de Adviento.
96 AGP serie E.3.1, leg. 5550 y 7648.
97 Recuerdos de José Inés Peiro Urriolagoitia, fechados en 1981 (AGP, serie A.5, 237-1- 2). La referencia a la letra cursiva responde a que, desde hacía un tiempo -1966 en concreto–, en las publicaciones destinadas a los fieles de la Obra los textos de san Josemaría se editaban con un tipo particular de letra: Bodoni cursiva.
98 En concreto, en 1987 aparecieron los tomos I (Adviento, Navidad y semanas 1 a 8 del Tiempo ordinario), II (Cuaresma y Pascua) y III (semanas 9 a 20 del Tiempo ordinario); en 1989 el tomo IV (semanas 21 a 34 del Tiempo ordinario); en 1990 el tomo V (fiestas de enero a junio) y en 1991 el tomo VI (fiestas de julio a diciembre). En 2011 se editó un nuevo volumen, con textos para otras efemérides del año que no aparecían en los anteriores. Un ejemplar de cada volumen, en todas sus ediciones, se encuentra en AGP, biblioteca, P.06.
99 Sobre este tema puede consultarse el artículo de José Antonio LOARTE, "La predicación de san Josemaría. Descripción de una fuente documental", en SetD 1 (2007), pp. 221-231, en el que nos hemos basado.
100 Cfr. Camino, ed. crít.-hist., pp. 133-134. Los guiones de predicación de san Josemaría se encuentran en AGP, serie A.4, serie A.3, 186.
101 Primeros círculos de san Rafael: cuadernos de las reuniones (21-1-1933 a 27-III- 1935), en AGP, serie A.2, 40-1-1.
102 Nota de Álvaro del Portillo, de 12-IX-1952 (AGP, serie A4, 45-1-1). Esa publicación a la que hace referencia no llegó a prepararse. En cambio, todo ese material fue ampliamente usado en la redacción de las revistas de las que se ha hablado en el apartado 4 de esta Introducción.
103 AGP, serie A.4, 45-1-4. Pedro Rodríguez (1933), es autor, entre otras obras, de las ediciones crítico–históricas de los dos primeros libros de san Josemaría: Camino y Santo Rosario.
104 Comunicación del Consejo a la Comisión Regional de España, 16-11-1967, en AGP, serie A.4, 45-1-1. "Mariano" era un nombre que a veces usaba san Josemaría, por devoción a la virgen y por haberlo recibido en su bautizo.
105 AGP, serie A.4, 45-1-2 y 3.
106 AGP, serie A.4, 45-1-1. Las personas que menciona, que –como dice– vivían en Villa Sachetti en esos años, son Encarnación Ortega Pardo, Pilar Navarro Rubio, Victoria López– Amo y Anita Castillo.
107 Recuerdos de María Luisa Moreno de Vega, de 1975 (AGP, serie A.5, 336-1-14).
108 Recuerdos de José Luis Illanes Maestre en relación con las obras o escritos de san Josemaría, 2004 (AGP, serie A.3, 87-2-1). También Mons. Ignacio Carrasco describe, en sus recuerdos, la misma metodología (AGP, serie A.3, 87-2-4).
109 Cfr. Recuerdos de José Antonio Loarte sobre los textos inéditos de san Josemaría, fechados en 2014 (AGP, serie A.3, 87-2-7). José Antonio Loarte, sacerdote, trabaja en Roma desde 1964. Cuando, tras el fallecimiento del fundador, se fueron recogiendo y clasificando todos esos textos, la colección como tal fue desmembrada, aunque se ha conservado, con otro orden, todo su contenido.
110 Recuerdos de José Luis Soria Saiz sobre las notas tomadas en tertulias y meditaciones de san Josemaría, de 2007 (AGP, serie A.3, 87-2-7).
111 Recuerdos de José Luis Soria, en AGP, serie A.3, 87-2-7.
112 Cfr. Recuerdos de José Antonio Loarte sobre los textos inéditos de san Josemaría (AGP, serie A.3, 87-2-7).
113 Cfr. Juan José GARCIA–NOBLEJAS, "Grabaciones audiovisuales", en DSJEB, pp. 575-579.
114 Cfr. Recuerdos de José Antonio Loarte sobre los textos inéditos de san Josemaría (AGP, serie A.3, 87-2-7).
115 José Miguel IBÁÑEZ LANGLOIS, Josemaría Escrivá como escritor, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2002, p. 88.
116 Cfr. Juan José GARCIA–NOBLEJAS, "Grabaciones audiovisuales", en DSJEB, pp. 575-579.
117 Cfr. Conversaciones, ed. crít.–hist. y Es Cristo que pasa, ed. crít.–hist.
118 Recuerdos de José Luis Soria Saiz (AGP, serie A.3, 87-2-1).
119 Manuel Cabello, Algunos recuerdos sobre mi colaboración en la preparación de la publicación de Homilías de nuestro Padre, fechados en 2007 (AGP, serie A.3, 87-2-4).
120 Recuerdos de José Antonio Loarte sobre los textos inéditos de san Josemaría (AGP, serie A.3, 87-2-7).
121 Recuerdos de José Luis Soria Saiz (AGP, serie A.3, 87-2-7).
122 Recuerdos de José Luis Illanes (AGP, serie A.3, 87-2-4).
123 La meditación, que no llegó a publicarse, lleva la fecha de 12 de marzo de 1961 (AGP, serie A.4, m610312).
124 Cfr. Es Cristo que pasa, ed. crít.–hist. y Conversaciones, ed. crít.–hist.
125 José Antonio LOARTE, "La predicación de san Josemaría. Descripción de una fuente documental", en SetD 1 (2007), pp. 221-231.
126 En el momento de la publicación de este volumen, ese trabajo de organización de fichas está sustancialmente completo para los años 50 en adelante. Cuando se emprenda el estudio del material anterior aumentará el volumen de textos, aunque ciertamente las fichas que hay de los años 40 son, por lo general, más escasas e incompletas.
127 Sobre esos doctorados honoris causa, cfr. Yolanda CAGIGAS OCEJO, "Los primeros doctores honoris causa de la Universidad de Navarra (1964-1974)", en SetD 8 (2014), pp. 211-284.
128 Recuerdos de José Antonio Loarte sobre los textos inéditos de san Josemaría (AGP, serie A.3, 87-2-7).
129 Sobre el Niño Jesús del convento de Santa Isabel, cfr. AVPI, pp. 406-416, y la introducción a la meditación 10, "Rezar sin interrupción", en este mismo volumen.
130 Cfr. Diario del centro del Consejo General, 1-1-1971 (AGP, serie M.2.2, 430-18).
131 Cfr. Diario del Colegio Romano de la Santa Cruz, 1 y 2-1-1971 (AGP, serie M.2.2, 429-16).
132 Consulta de fecha 8-1-1971 (AGP, serie E.3.1).
133 En concreto, habían aparecido en una revista francesa –La Table Ronde–, en seis españolas –Los Domingos de ABC, Ama, La Actualidad Española, Mundo Cristiano, Palabra y Telva–, y en una italiana –Studi Cattolici–. Esas homilías fueron apareciendo también en diversos países y en varios idiomas, en forma de folletos, y tres años más tarde aparecerían formando parte del libro Es Cristo que pasa (Cfr. Es Cristo que pasa, ed. crít.-hist., Apéndice 3).
134 Consulta de fecha 8-1-1971 (AGP, serie E.3.1).
135 Ambos textos volverán a aparecer en la reedición que de los tomos de Meditaciones se hará a finales de la década de los 80, adaptados al nuevo calendario litúrgico.
136 El conjunto de obras presentadas comprendía, junto a los libros publicados de san Josemaría, varios volúmenes con las Cartas e Instrucciones colectivas escritas a los fieles del Opus Dei, el epistolario, un tomo con escritos varios, y el que estamos tratando aquí con las meditaciones (CFR. Flavio Capucci, San Josemaría Escrivá de Balaguer. Itinerario de la Causa de Canonización, Madrid, Rialp, 2002; y AGP, serie J.2.JEB).
137 Presentación del volumen de meditaciones preparado para la Causa de Canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer en 1986. El texto completo de esa Presentación se encuentra en el Apéndice 1 de esta edición.
138 Más adelante nos ocuparemos de esta cuestión con más detalle.
139 Recuerdos de José Antonio Loarte sobre los textos inéditos de san Josemaría (AGP, serie A.3, 87-2-7).
140 Propuesta de Roberto Dotta, del 20-1-1994 (AGP, serie A.4).
141 Ibid.
142 Comunicación de la Comisión regional de España al Consejo General, 5-XI-1994 (AGP, serie A.4). La Comisión regional –y la Asesoría regional para las mujeres– son los consejos que ayudan en el gobierno de la Obra a los vicarios del prelado del Opus Dei en las diversas circunscripciones en que se organiza la Prelatura (cfr. Mercedes MORADO GARCÍA, "Organización y gobierno del Opus Dei", en DSJEB, pp. 917-924).
143 Consulta de fecha 1-XII-1994 (AGP, serie A.4).
144 Ibid.
145 Ibid.
146 Consulta de fecha 23-XII-1994 (AGP, serie A.4).
147 Consulta de fecha 7-II-1995 (AGP, serie A.4).
148 Ibid. Los autores de esta edición preguntamos a Mons. Echevarría el motivo de ese título: explicó que lo escogió porque era una expresión que san Josemaría empleaba mucho. En efecto, a lo largo de las meditaciones del libro aparece en diversas ocasiones la palabra diálogo, referida siempre a la oración, que ha de ser «un diálogo lleno de afectos de amor y de dolor, de acciones de gracias y de deseos de mejora» (1.2a), un «diálogo de amor» (2.3c).
149 En diálogo con el Señor, ed. de 1995, p. 17, nota 1.
150 Como sucedía con el volumen de 1986, del que este de 1995 no es sino una reelaboración, seguían ausentes los mismos dos textos de 1961 y 1967.
151 Ver José Luis ILLANES, Obra escrita…, en SetD 2 (2009), p. 263.
152 Beato Álvaro DEL PORTILLO, presentación a Amigos de Dios, Madrid, Rialp, 14.a ed., 1988, p. 12.
153 25.4b. Como ya se ha dicho, los textos de san Josemaría de este libro se citan indicando en primer lugar el número de orden de la meditación y después los números marginales.
154 Sobre la "unidad de vida" trataremos en la introducción a la meditación 20.
155 13.2a.
156 23.1c.
157 12.3h.
158 CIT. POR SALVADOR Bernal, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei, Madrid, Rialp, 1976, p. 233.
159 Conversaciones, 72. Ver otros ejemplos en ibid. 26, 47.
160 Cfr. Hugh MCLEOD, The religious crisis of the 1960s, Oxford (UK), New York, Oxford University Press, 2007.
161 21.4b.
162 25.2a-2b.
163 l.lb–lc.
164 Ver sobre este tema José María YÁNGUAS SANZ, "'Amar con todo el corazón' ( Dt 6, 5). Consideraciones sobre el amor del cristiano en las enseñanzas del Beato Josemaría Escrivá", Romana 14 (1998), pp. 144-157; Luis ROMERA, "Amor a Dios", en DSJEB, pp. 105-110; Joaquín PANIELLO PEIRÓ, "En torno al núcleo de la mirada cristológica de S. Josemaría Escrivá de Balaguer", AnTh 18 (2004), pp. 449-468; Flavio CAPUCCI, "Dios en sus santos. El radicalismo cristiano del Beato Josemaría Escrivá", ScrTh 24 (1992), pp. 439-455.
165 Sobre este tema, ver José María CASCIARO RAMÍREZ, "La lectura de la Biblia en los escritos y en la predicación del beato Josemaría Escrivá de Balaguer", ScrTh 34 (2002), pp. 133-167; Bernardo ESTRADA, "Sagrada Escritura", en DSJEB, pp. 1097-1102; Francisco VARO PINEDA, "San Josemaría Escrivá de Balaguer, «Palabras del Nuevo Testamento, repetidas veces meditadas. Junio - 1933»", SetD 1 (2007), pp. 259-286; Francisco VARO PINEDA, "La Sagrada Biblia en los escritos de san Josemaría Escrivá", en Gonzalo ARANDA PÉREZ – Juan Luis CABALLERO GARCÍA (eds.), La Sagrada Escritura, palabra actual: XXV Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona, Universidad de Navarra. Servicio de Publicaciones, 2005, pp. 525-547; Scott HAHN, "Passionately Loving the Word: The Use of Sacred Scripture in the Writings of Saint Josemaría", Romana 18 (2002), pp. 382-390; Santiago AUSÍN OLMOS, "La lectura de la Biblia en las «Homilías» del beato Josemaría Escrivá de Balaguer", ScrTh 25 (1993), pp. 191-220; Es Cristo que pasa, ed. crít.-hist., Introducción general, pp. 24-28; Joaquín PANIELLO PEIRÓ, Las «homilías» de san Josemaría Escrivá, meditaciones del ministerio de Cristo. Un análisis de forma y contenidos de "Es Cristo que pasa" y "Amigos de Dios", Roma, Pontificia Universitá della Santa Croce, 2004.
166 Cfr. Álvaro DEL PORTILLO, Entrevista, p. 149. Para Benedicto XVI, «cada santo es como un rayo de luz que sale de la Palabra de Dios» y concretamente aplicaba esta afirmación a san Josemaría, al referirse a «su predicación sobre la llamada universal a la santidad», Exhort. Verbum Domini, 30-IX-2010, 48.
167 Álvaro DEL PORTILLO, Entrevista, p. 148.
168 Cfr. André RAYEZ – Tomás DE LA CRUZ, "Humanité du Christ", en DSp7, cois. 1064-1095 y 1096-1108.
169 9.3c.
170 Ver: Ernst BURKHART – Javier LÓPEZ DÍAZ, Vida cotidiana y santidad (II); Francisco FERNÁNDEZ CARVAJAL – Pedro BETETA LÓPEZ, Hijos de Dios: la filiación divina que vivió y predicó el Beato Josemaría Escrivá, Madrid, Palabra, 1995; Fernando OCÁRIZ BRAÑA – Ignacio DE CELAYA URRUTIA, Vivir como hijos de Dios: estudios sobre el Beato Josemaría Escrivá, Pamplona, Eunsa, 1993; Catalina BERMÚDEZ MERIZALDE, "Hijos de Dios Padre en la vida cotidiana. El sentido de la filiación divina en las enseñanzas del beato Josemaría Escrivá de Balaguer", Pensamiento y cultura: revista del Instituto de Humanidades (2002), pp. 155-167; Antonio ARANDA LOMEÑA, «El bullir de la sangre de Cristo»: estudio sobre el cristocentrismo del beato Josemaría Escrivá, Madrid, Rialp, 2001, especialmente pp. 27-30; Antonio ARANDA LOMEÑA, "Llamados a ser hijos del Padre. Aproximación teológica a la noción de filiación divina adoptiva", en José Luis ILLANES MAESTRE (ed.), El Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo: XX Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona, Universidad de Navarra. Servicio de Publicaciones, 2000, pp. 251-272; José Luis ILLANES MAESTRE, "Experiencia cristiana y sentido de la filiación divina en san Josemaría Escrivá de Balaguer", PATH: Pontificia Academia Theologica 7 (2008), pp. 461-475; Lucas Francisco MATEO SECO, "Dios Padre", en DSJEB, pp. 334-339; Johannes STÓHR, "La vida del cristiano según el espíritu de filiación divina", ScrTh 24 (1992), pp. 879-893; Francisco Javier SESÉ ALEGRE, "La conciencia de la filiación divina, fuente de vida espiritual", ScrTh 31 (1999), pp. 471-493; Jutta BURGGRAF, "El sentido de la filiación divina", en Manuel BELDA PLANS, etal. (eds.), Santidad y mundo: actas del simposio teológico de estudio en torno a las enseñanzas del beato Josemaría Escrivá (Roma, 12-14 de octubre de 1993), Pamplona, Eunsa, 1996, pp. 109-127.
171 10.2b.
172 13.3a-3c.
173 Cfr. AVPI, pp. 388-389.
174 14.3a.
175 Esta convicción proviene de una vivencia espiritual sucedida en otoño de 1931, en un momento de intensas experiencias de la filiación divina y de pruebas interiores. Todo está muy bien relatado en Camino, ed. crít.-hist., com. al 435. Ver también AVPI, pp. 392-393.
176 12.4b.
177 24.4b.
178 Cfr. Luis ROMERA, "Amor a Dios", en DSJEB, pp. 105-110.
179 16.2b.
180 La expresión se encuentra ya textualmente en Camino: «Hacedlo todo por Amor. – Así no hay cosas pequeñas: todo es grande», 813.
181 2.2d.
182 16.3g.
183 2.3g.
184 8.1a.
185 En Amigos de Dios se lee: «Cada uno de vosotros, si quiere, puede encontrar el propio cauce, para este coloquio con Dios. No me gusta hablar de métodos ni de fórmulas, porque nunca he sido amigo de encorsetar a nadie», 249.
186 Ver nota a 4.1a.
187 1.2a.
188 14.4a-5a.
189 Ver Camino, ed. crít.-hist., com. a los 606 y 998; Luis CANO, "San Josemaría, peregrino a Santiago", Compostellanum 56 (2011), pp. 295-298.
190 14.5b-5d.
191 1.5b.
192 Cfr. Francisco Javier SESÉ ALEGRE, "Mística", en DSJEB, pp. 837-841, p. 839.
193 17.2d.
194 9.4f.
195 Cfr. Javier LÓPEZ DÍAZ, "Lucha ascética", en DSJEB, pp. 769-775.
196 Cfr. José María GALVÁN, "Gracia", en ibid., pp. 579-585.
197 19.5f.
198 Santa TERESA DE JESÚS, Camino de perfección, 21, 2.
199 15.4a.
200 15.4c.
201 Ver introducción a la meditación 7.
202 20.2a.
203 Ver 12.4c.
204 18.7h.
205 8.4h.
206 14.5d.
207 24.2a.
208 19.2c.
209 4.1f.
210 22.6b.
211 Ver introducción a la meditación 15.
212 15.3e.
213 15.3c.
214 15.5d-5e.
215 19.2b.
216 1.3a; ver un texto semejante en: 3.4d-4e.
217 20.1d.
218 17.4e.
219 1.6e.
220 17.2e.
221 8.4g.
222 Como hemos dicho, en 1986 se habían reunido los textos para el Proceso de beatificación y canonización de san Josemaría en un volumen, aunque no llevaba ese título. Para todos los efectos de esta edición, cuando nos referimos a En diálogo con el Señor, aludimos al libro de 1995, no al de 1986.
223 Los 5 y 8.
224 Otros dos textos más, los 24 y 25, aparecieron en dos versiones cada uno: una, en vida de san Josemaría y otra, más ampliada, meses después de su fallecimiento. Junto a los 5 y 8, la edición de estos textos plantea algunas cuestiones particulares de crítica textual que explicamos a continuación y en la introducción de cada uno de ellos.
225 Concretamente, se trata de la meditación del 3 de diciembre de 1961 que hemos titulado "Un día para recomenzar" (n. 4 de este volumen) y una parte de la tertulia del 24 de diciembre de 1967 que hemos llamado "Rezar sin interrupción" (n. 10 de este libro).
226 Entendemos por "material previo" el conjunto de testimonios documentales que ayudaron al Autor a formar el texto, mientras que las fuentes son, en propiedad, los textos de En diálogo con el Señor y de las publicaciones dirigidas a fieles del Opus Dei.
227 A veces muestran lagunas o frases poco comprensibles, consecuencia del método con que se tomaban las notas, por fallos de memoria, etc. Cuando se pudo utilizar un aparato magnetofónico, había veces en que la grabación no salía bien o san Josemaría hablaba en voz más baja de lo ordinario y alguna frase no se entendía del todo.
228 Cfr. Real Academia Española, Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa libros, 2010.
229 Sagrada Biblia, versión de Eloíno NÁCAR FUSTER y Alberto COLUNGA, Madrid, BAC, 1961, 11.a ed. Sobre las versiones de la Biblia que usaba san Josemaría, ver el siguiente epígrafe.
230 Concretamente, de la Antiphona ad Introitum del Domingo II de Cuaresma y de la misma antiphona del Domingo VII de Pascua.
231 Sagrada Biblia, versión de Eloíno NÁCAR FUSTER y Alberto COLUNGA, Madrid, BAC; de esta versión se encuentran tres ediciones de la Biblia completa (de 1949, 1953 y 1955) y dos del Nuevo Testamento (1948 y 1964). Cfr. Jesús GIL SÁENZ, La biblioteca de trabajo de san Josemaría Escrivá de Balaguer en Roma, Roma, EDUSC, 2015, p. 388.
232 Félix TORRES AMAT, La Sagrada Biblia traducida de la Vulgata Latina. Nueva edición corregida con esmero, Barcelona, Viuda e hijos de J. Subirana, 1876; y Los cuatro evangelios de Nuestro Señor Jesucristo, Versión de la Vulgata latina, por el limo, don Félix Torres Amat, con anotaciones del padre Eusebio Tintori, O.F.M., Bilbao, Pía Sociedad de San Pablo, 1938. Ambas obras se encontraban en la biblioteca de san Josemaría (cfr. Jesús Gil Sáenz, op. cit., P. 462).
233 Carmelo BALLESTER NIETO, El Nuevo Testamento de Nuestro Señor Jesucristo, Tournai, Desclée y Cía., 1936. También un ejemplar de este libro estaba en la biblioteca de san Josemaría (cfr. ibid., p. 256).
234 Felipe SCIO DE SAN MIGUEL, La Sagrada Biblia: Antiguo Testamento. Traducida al español de la Vulgata latina, Barcelona, Trilla y Sierra, 1878, 4 vols.; y La Sagrada Biblia: Nuevo Testamento, traducida al español de la Vulgata latina, Barcelona, Sociedad editorial La Maravilla, 1867, 2 vols. También están estos volúmenes en la biblioteca de san Josemaría (cfr. ibid. p. 429).