En diálogo con el Señor

Contexto e historia
Fuentes y material previo
Contenido
Texto: Los pasos de Dios
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Contexto e historia

Esta meditación, en el aniversario de la fundación de la Sección femenina del Opus Dei y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, tuvo lugar en el oratorio de Pentecostés. El diario dice que «el Padre dirige la oración por la mañana, en el Oratorio del Consejo» 1. No sabemos si san Josemaría había preparado de antemano lo que iba a decir o bien se trató de una oración espontánea en voz alta, como dan a entender sus primeras palabras.

Fuentes y material previo

EdcS, 69-76; Med1970, 5, 262; Cro1975, 218-227; Not1975, 193-199; Cro1976, 853-858; Not1976, 860-866. Como material previo se conserva una transcripción con varias versiones mecanografiadas (en AGP, serie A.4, m6402l4): la 20 (dos copias); una copia a ciclostil con su matriz; una copia carbón con el título “El Padre. Infancia” y una fotocopia desvaída de otra versión mecanografiada con una fecha equivocada, corregida a lápiz. El 1 de diciembre de 1966 predicó a las mujeres de la Obra en Roma una meditación muy parecida, quizá siguiendo el mismo guión.
San Josemaría no revisó por entero esta meditación, pero sí bastantes de sus párrafos, que se incluyeron en las revistas entre 1970 y 1975. En 1976, salió entera en Crónica y Noticias bajo la supervisión del beato Álvaro del Portillo. Esta vez la firma “Mariano” no aparecía en la habitual reproducción caligráfica, sino en “Bodoni” cursiva, el tipo de letra que se utilizaba y se sigue empleando para las palabras del fundador del Opus Dei. El título se puso en esta ocasión.
Al revisar en 1976 este texto se realizaron algunas pequeñas correcciones sobre párrafos que san Josemaría había revisado ya para ser utilizados en los libros de Meditaciones o en artículos de Crónica y Noticias. Esas frases sueltas habían sido retocadas para ser leídas fuera de su contexto original, por lo que no todas se podían devolver a su lugar sin alguna adaptación. De ahí que se repasara unitariamente todo el texto, introduciendo alguna ligera modificación.
La labor de corrección fue excelente en este sentido, sobre todo en aquellos fragmentos que san Josemaría no había podido controlar. Intervino adecuándose lo más posible al modo de corregir que empleaba el fundador. En algún texto ya visto por san Josemaría hizo pequeñas correcciones, volviendo a recuperar algo de las transcripciones originales.
Como en el caso de la meditación del 1 de abril de 1962, los editores hemos mantenido las correcciones introducidas por el beato Álvaro, en aquellas partes de las transcripciones que san Josemaría no había verificado.
En los textos que sí habían sido corregidos por el Autor, el trabajo crítico ha requerido contrastar las diversas versiones y sopesar si las pequeñas modificaciones introducidas por Álvaro del Portillo restauraban el texto en su contexto original o bien era preferible mantener la versión que había aparecido en las revistas antes del fallecimiento de san Josemaría.
Para ilustrar mejor cómo se ha llevado a cabo este trabajo crítico, pongamos algún ejemplo. En un fragmento aparecido en 1975, antes de su muerte, san Josemaría se refiere a los años de juventud en que Dios le iba disponiendo interiormente en vistas de la misión que un día habría de manifestarle. Dice textualmente: «El Señor me fue preparando a pesar mío, con cosas aparentemente inocentes de las que se valía para despertar en mi alma una sed insaciable de Dios». Esa misma frase, al reincorporarse a la meditación en 1976, tras la muerte de san Josemaría, se corrigió del siguiente modo (la cursiva es nuestra): «El Señor me fue preparando a pesar mío, con cosas aparentemente inocentes, de las que se valía para meter en mi alma esa inquietud divina». El cambio introducido en 1976 intentaba contextualizar el recuerdo del fundador, subrayando que Dios le iba preparando hacia la fundación del Opus Dei, como san Josemaría había explicado otras veces. Pero la versión de 1975 dice algo distinto: «Una sed insaciable de Dios». Estas cinco palabras no se encuentran en la transcripción y probablemente fueron introducidas por san Josemaría de su puño y letra, cuando le pasaron ese párrafo. En este caso, parece sin duda preferible esta versión, porque el protagonista está narrando un suceso muy íntimo y elige qué palabras emplear para hacerlo.
Un ejemplo más, pero contrario al anterior. En otro pasaje, aparecido en Crol975, 219, san Josemaría está evocando aquellos años en que Dios le preparaba por medio de intervenciones significativas, y se lee que el Señor le mandaba «cosas que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la penitencia»303. En la revisión, se acomodó esta frase al tenor de la transcripción, porque en Cro1975, 219 esas palabras habían aparecido fundidas con otras frases provenientes de meditaciones distintas, que se habían encadenado para formar un solo texto. La transcripción, además, contenía algún detalle que se había perdido al realizar esa amalgama de frases y valía la pena recuperarlo. De manera que el texto de 1976 quedó así: «También a mí me han sucedido cosas de este estilo, que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la confesión... y a la penitencia». En este caso, nos parece que vale la pena mantener esta versión corregida por el sucesor de san Josemaría en 1976, porque supone una restauración de la frase original y es más completa.
El aparato crítico –como se verá, más nutrido que en otras meditaciones– informa de estas incidencias y de las diversas fuentes de procedencia de los textos.

Contenido

San Josemaría recuerda la acción de la Providencia divina en su vida, proporcionándonos varios detalles biográficos. Como en otros aniversarios fundacionales, el tono de sus palabras es de profundo agradecimiento a Dios y de un sentimiento de personal indignidad.
Evoca su infancia en un hogar cristiano, donde recibió una buena formación en la fe, no solo teórica sino práctica. Aprendió de sus padres las virtudes y la confianza en Dios. Su carácter adquirió algunas características, como la de una repugnancia instintiva a llamar la atención. También alude a su innato amor a la libertad, que le fue inculcado en el hogar, gracias a un tipo de educación nada represivo y tendente a estimular la responsabilidad.
Va desgranando los recuerdos de su vocación sacerdotal, con sus dificultades y desafíos, y al mismo tiempo con los dones y gracias de Dios, que nunca le faltaron. Ve los sufrimientos de la vida como parte del plan divino para forjarle.
Por muchas razones se sentía deudor de su familia y, de alguna manera, pensaba que también el Opus Dei les debía mucho. No sólo por la ayuda que efectivamente proporcionaron en los primeros años de la Obra, cediendo buena parte del patrimonio familiar y prestando inestimables servicios, especialmente su madre y su hermana Carmen. Había algo más. Con la perspectiva de los años, al rememorar la figura de su padre y los trágicos sucesos que sacudieron a la familia Escrivá en los años de Barbastro y Logroño, anidó en su mente el pensamiento de que esos sucesos formaban parte del plan de Dios para prepararle a él como instrumento: «El Señor, para darme a mí, que era el clavo –perdón, Señor–, daba una en el clavo y ciento en la herradura. Y vi a mi padre como la personificación de Job» 2.
Rememoraba su juventud como una época de crecimiento interior, de preparación, en la que Dios le iba llevando suavemente hacia El: «Me iba dando una gracia tras otra, pasando por alto mis defectos» 3, «con cosas aparentemente inocentes, de las que se valía para meter en mi alma una sed insaciable de Dios» 4. Poco a poco, comprendió que se le pedía una entrega completa. Entendió que ser sacerdote secular formaba parte de la llamada que le hacía Dios, aunque intuía que había algo más, que todavía no le había sido desvelado. «Aquello no era lo que Dios me pedía –explicaba–, y yo me daba cuenta: no quería ser sacerdote para ser sacerdote, el cura que dicen en España. Yo tenía veneración al sacerdote, pero no quería para mí un sacerdocio así» 5. Pasó sus años de seminarista con la esperanza puesta en que la voluntad de Dios se manifestaría al fin: «Yo, casi sin darme cuenta, repetía: Domine, ut videam! Domine, ut sit!. No sabía lo que era, pero seguía adelante (...) sin cosas raras, trabajando sólo con mediana intensidad... Fueron los años de Zaragoza» 6.
Narra también algunas manifestaciones extraordinarias de Dios en su vida y en la historia del Opus Dei. Son gracias y sucesos sobrenaturales que le proporcionaron luces fundacionales o consuelos interiores en momentos de gran necesidad espiritual. Explica que no eran mérito suyo, y que incluso iban contra sus propias inclinaciones. Le hacían sentirse como «un borrico que Dios ha querido coger de su mano» y llevar adelante, que mira con agradecimiento al Señor, reconociendo que sólo El merece la gloria.

Los pasos de Dios

1a Cuando hago mi oración en voz alta es, como siempre, para que la sigáis por vuestra cuenta y aprovechemos todos un poquito, queriendo buscar la raíz de la vida mía: cómo Dios Nuestro Señor fue preparando las cosas para que mi vida fuese normal y corriente, sin nada llamativo.

1b Me hizo nacer en un hogar cristiano, como suelen ser los de mi país, de padres ejemplares que practicaban y vivían su fe, dejándome en libertad muy grande desde chico, vigilándome al mismo tiempo con atención. Trataban de darme una formación cristiana, y allí la adquirí más que en el colegio, aunque desde los tres años me llevaron a un colegio de religiosas, y desde los siete a uno de religiosos.

2a Todo normal, todo corriente, y pasaban los años. Yo nunca pensé en hacerme sacerdote, nunca pensé en dedicarme a Dios. No se me había presentado el problema porque creía que eso no era para mí. Pero el Señor iba preparando las cosas, me iba dando una gracia tras otra, pasando por alto mis defectos, mis errores de niño y mis errores de adolescente...

2b Este camino por el que Dios me llevaba ha hecho que tenga repugnancia al espectáculo, a lo que parece que se sale de lo ordinario, configurando de esta manera una de las características de nuestro espíritu: la sencillez, el no llamar la atención, el no exhibir, el no ocultar. Como lo manifiesta aquella anécdota que os he contado tantas veces: cuando vestía un traje nuevo, me escondía debajo de la cama y me negaba a salir a la calle, tozudo...; y mi madre, con un bastón de los que usaba mi padre, daba unos ligeros golpes en el suelo, delicadamente, y entonces salía: por miedo al bastón, no por otra cosa.

2c Nunca me pegaron en casa: sólo una vez mi padre me dio un cachete, que no debió de ser muy fuerte. Nunca me imponían su voluntad. Me tenían corto de dinero, cortísimo, pero libre. El Señor y Padre de los cielos, que me miraba con más cariño que mis padres, permitía que yo padeciera también humillaciones: las que puede sufrir un niño, ya no tan pequeño; tenía por aquel entonces doce o trece años.

2e Yo he hecho sufrir siempre mucho a los que tenía alrededor. No he provocado catástrofes, pero el Señor, para darme a mí, que era el clavo –perdón, Señor–, daba una en el clavo y ciento en la herradura. Y vi a mi padre como la personificación de Job. Perdieron tres hijas, una detrás de otra, en años consecutivos, y se quedaron sin fortuna. Yo sentí el zarpazo de mis pequeños colegas; porque los niños no tienen corazón o no tienen cabeza, o quizá carecen de cabeza y de corazón...

2f Y fuimos adelante. Mi padre, de un modo heroico, después de haber enfermado del clásico mal –ahora me doy cuenta– que según los médicos se produce cuando se pasa por grandes disgustos y preocupaciones. Le habían quedado dos hijos y mi madre; y se hizo fuerte, y no se perdonó humillación para sacarnos adelante decorosamente. Él, que habría podido quedar en una posición brillante para aquellos tiempos, si no hubiera sido un cristiano y un caballero, como dicen en mi tierra.

2g No creo que necesite sufragios; si los necesita, yo los hago en este momento. Le vi sufrir con alegría, sin manifestar el sufrimiento. Y vi una valentía que era una escuela para mí, porque después he sentido tantas veces que me faltaba la tierra y que se me venía el cielo encima, como si fuera a quedar aplastado entre dos planchas de hierro.

2h Con esas lecciones y la gracia del Señor, quizá haya yo perdido en alguna ocasión la serenidad, pero pocas veces.

3a Pasó el tiempo y vinieron las primeras manifestaciones del Señor: aquel barruntar que quería algo, algo. Nació mi hermano cuando mis padres estaban ya agotados por la vida. Tenía yo quince o 7 8 dieciséis años, cuando mi madre me llamó para comunicarme: vas a tener otro hermano. Con aquello toqué con las manos la gracia de Dios; vi una manifestación de Nuestro Señor. No lo esperaba.

3b Mi padre murió agotado. Tenía una sonrisa en los labios y una simpatía particular. No me ofusca mi cariño filial, pues yo no era un hijo ejemplar: me rebelaba ante la situación de entonces. Me sentía humillado. Pido perdón.

3c Dios Nuestro Señor, de aquella pobre criatura que no se dejaba trabajar, quería hacer la primera piedra de esta nueva arca de la alianza, a la que vendrían gentes de muchas naciones, de muchas razas, de todas las lenguas.

3d Acuden a mi pensamiento tantas manifestaciones del Amor de Dios. El Señor me fue preparando a pesar mío, con cosas aparentemente inocentes, de las que se valía para despertar en mi alma una sed insaciable de Dios. Por eso he entendido muy bien aquel amor tan humano y tan divino de Teresa del Niño Jesús, que se conmueve cuando por las páginas de un libro asoma una estampa con la mano herida del Redentor. También a mí me han sucedido cosas de este estilo, que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la confesión... y a la penitencia.

3e Un buen día le dije a mi padre que quería ser sacerdote: fue la única vez que le vi llorar. El tenía otros planes posibles, pero no se rebeló. Me dijo: -Hijo mío, piénsalo bien. Los sacerdotes tienen que ser santos... Es muy duro no tener casa, no tener hogar, no tener un amor en la tierra. Piénsalo un poco más, pero yo no me opondré. Y me llevó a hablar con un sacerdote amigo suyo, el abad de la colegiata de Logroño.

3f Aquello no era lo que Dios me pedía, y yo me daba cuenta: no quería ser sacerdote para ser sacerdote, el cura que dicen en España. Yo tenía veneración al sacerdote, pero no quería para mí un sacerdocio así.

3g Pasó el tiempo, y sucedieron muchas cosas duras, tremendas, que no os digo porque a mí no me causan pena, pero a vosotros sí que os la darían. Eran hachazos que Dios Nuestro Señor daba para preparar –de ese árbol– la viga que iba a servir, a pesar de ella misma, para hacer su Obra. Yo, casi sin darme cuenta, repetía: Domine, ut videam!, Domine, ut sit! No sabía lo que era, pero seguía adelante, adelante, sin corresponder a la bondad de Dios, pero esperando lo que más tarde habría de recibir: una colección de gracias, una detrás de otra, que no sabía cómo calificar y que llamaba operativas, porque de tal manera dominaban mi voluntad que casi no tenía que hacer esfuerzo. Adelante, sin cosas raras, trabajando sólo con mediana intensidad... Fueron los años de Zaragoza.

3h Domine, ut sit!; y también, Domina, ut sit! Hoy es un día de acción de gracias. Porque el Señor ha tenido mucha paciencia conmigo, y, desde el punto de vista sobrenatural, me ha hecho santificar a los que tenía a mi alrededor. Y yo estoy como estoy, en esta fecha.

4a Y llegó el 2 de octubre de 1928. Yo hacía unos días de retiro, porque había que hacerlos, y fue entonces cuando vino al mundo el Opus Dei. Aún resuenan en mis oídos las campanas de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, festejando a su Patrona. El Señor, «ludens... omni tempore, ludens in orbe terrarum» 9que juega con nosotros como un padre con sus niños pequeños, aunque ya no seamos criaturas de poca edad, viendo mi resistencia y aquel trabajo entusiasta y débil a la vez, me dio la aparente humildad de pensar que podría haber en el mundo cosas que no se diferenciaran de lo que El me pedía. Era una cobardía poco razonable; era la cobardía de la comodidad, y la prueba de que a mí no me interesaba ser Fundador de nada.

4b Y no era entonces mejor que ahora; era un pobre hombre. No podía haber jamás de mi parte, cuando sucedía esto, algo que ni de lejos pudiera parecer cosa mía. Era un amor, una muestra de Amor de Dios, que se salía de los cauces de la Providencia ordinaria –porque ha habido intervenciones extraordinarias, cuando era menester; si yo dijera lo contrario, mentiría– y que yo recibía con miedo. Cuando sucedía eso, inmediatamente sentía aquel soy Yo. Con mi cabeza, cuando lo examinaba con frialdad, no veía allí nada de nervios. Era una cosa de Dios, y me iba al confesor tranquilo, aun vacilando.

4c Para que no hubiera ninguna duda de que era Él quien quería realizar su Obra, el Señor ponía cosas externas. Yo había escrito: nunca habrá mujeres –ni de broma– en el Opus Dei. Y a los pocos días... el 14 de febrero: para que se viera que no era cosa mía, sino contra mi inclinación y contra mi voluntad.

4d Yo iba a casa de una anciana señora de ochenta años que se confesaba conmigo, para celebrar Misa en aquel oratorio pequeño que tenía. Y fue allí, después de la Comunión, en la Misa, cuando vino al mundo la Sección femenina. Luego, a su tiempo, me fui a mi confesor, que me dijo: esto es tan de Dios como lo demás.

4e Esas intervenciones del Señor eran cosas que me conmovían, que me turbaban, que me llevaban –a pesar de mis cuatro cursos, quizá seis, de Sagrada Escritura con las mejores calificaciones– a ignorar en aquel momento todo lo que dice el Evangelio. ¡Ay, Dios mío, esto es el diablo! Y, en una ocasión, fui desde Santa Isabel a casa de mi madre para ver qué estaba escrito en el Evangelio. Y encontré todo exacto...

4f Cuando estaba comido de preocupaciones, ante el dilema de si debía pasar, o no, durante la guerra civil española, de un lado a otro, en medio de aquella persecución, huyendo de los comunistas, viene otra prueba externa: esa rosa de madera. Cosas así: Dios me trata como a un niño desgraciado al que hay que dar pruebas tangibles, pero de modo ordinario.

4g Así, por procedimientos tan ordinarios, Jesús, Señor Nuestro, el Padre y el Espíritu Santo, con la sonrisa amabilísima de la Madre de Dios, de la Hija de Dios, de la Esposa de Dios, me han hecho ir para adelante siendo lo que soy, un pobre hombre, un borrico que Dios ha querido coger de su mano: « Ut iumentum facttis sum apud te, et ego semper tecum» 10.

4h Un sacerdote ha criticado recientemente Camino diciendo que él no es el cacharro de la basura, que el cuerpo ha de resucitar. No se acuerda de lo que escribe San Pablo: «Todas las cosas las miro como basura» 11, y en otro lugar: «Somos tratados como las heces del mundo, como la escoria de todos» 12. Y las muchas veces que enseña la Escritura Santa que somos de barro, formados del polvo de la tierra 13. A mí el Señor me lo hizo entender muy claro, de modo que ni siquiera el cubo, sino lo que hay dentro del cubo: eso es lo que me siento. Perdón, Señor, perdón.

5a Vamos a terminar. Llegó el 14 de febrero de 1943. No había manera de encontrar la solución jurídica adecuada para nuestros sacerdotes. Mientras, arreciaba la persecución –no hay otra palabra en el diccionario para expresar lo que ocurría–, en la que ya no era el cacharro de la basura, sino la escupidera de todo el mundo. Cualquiera se sentía con derecho a escupir sobre este pobre hombre; y es verdad que tenían derecho y lo siguen teniendo, pero lo ejercitaban los que se llamaban buenos y los que no lo eran tanto.

5b Vuestros hermanos eran unos santos todos; pero yo elegí para el sacerdocio a tres que económicamente ayudaban mucho... Y otra vez en la Misa, el Señor me hizo ver la solución, con otra prueba tangible: lo que llamamos el sello, y el nombre de Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. No se enteró nadie, excepto Álvaro, a quien se lo conté enseguida, y dibujé el sello.

5c Hijos míos, ¿qué os quiero decir? Que demos gracias a Dios Nuestro Señor, que lo ha hecho todo muy bien, porque yo no he sido nunca el instrumento apropiado. Pedid al Señor conmigo que a todos, por los méritos e intercesión de su Madre, que es la Madre nuestra, nos haga instrumentos buenos y fieles.

Comentarios

1b «padres ejemplares»-, se llamaban José Escrivá Corzán (1867-1924) y María Dolores Albas Blanc (1877-1941). Los datos biográficos que conocemos de ellos nos los presentan como unos padres cristianos, de virtudes arraigadas, que dejaron en el fundador una honda huella, como puede comprobarse en las ocasiones en las que refería sucesos de su infancia. Sobre el papel providencial de la familia de san Josemaría, ver AVPI, cap. I y II.

2c Nunca me imponían ... pero libre, Med1970, 5,261 ||| voluntad. Me tenían Med.1970, 5,261] voluntad; me tenían Cro1976, 854 EdcSJQ.

2e Yo he hecho sufrir siempre mucho a los que tenía alrededor ... Y vi a mi padre como la personificación de Job, Med1970, 5, 262.
«Yo he hecho sufrir...»: son palabras que hay que atribuir más a la humildad de san Josemaría que a hechos concretos. Por lo que sabemos de su vida de niño y de adolescente, fue un muchacho aplicado en el estudio y que se comportaba bien en casa. Puede que aludiera a una cierta rebeldía, de la que habla después (cfr. 3b), pero es más posible que pensara –así lo manifiesta a continuación– que los sufrimientos familiares (la pérdida de tres hermanas, la ruina familiar...) formaban parte del plan divino para forjarle a él como fundador.

2f «Si no hubiese sido un cristiano y un caballero»: ante la quiebra del propio negocio, José Escrivá satisfizo a los acreedores con sus bienes particulares, a pesar de no estar obligado, y quedó totalmente arruinado. Los hechos están explicados en AVPI, pp. 59-62. Sobre el contexto de la infancia de san Josemaría, ver también Cario PIOPPI, “Infanzia e prima adolescenza di Josemaría Escrivá, Barbastro 1902-1915. Contesti, eventi biografici, stato delle ricerche e prospetdve di approfondimento”, en SetD 8 (2014), pp. 149-189.

2g Lo vi sufrir con alegría ... dos planchas de hierro. Med1970, 5,262. ||| Le vi Cro1976, 854 EdcSJ1] Lo vi Med1970, 5, 262.

3a- Pasó el tiempo ... penitencia. Cro1975, 213. ||| quería algo, algo. m6402l4- Cro1976, 855 EdcSJX] algo de mí. Cro1975, 213. || quince o dieciséis años Cro1975,213 ] dieciséis años Cro1976,855 EdcS,7\ || para despertar en mi alma una sed insaciable de Dios Cro1975,219 ] para meter en mi alma esa inquietud divina Cro1976,855 EdcS,72 || También a mí me han sucedido cosas de este estilo, Cro1976,855 EdcSJ2 add. || que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la confesión... y a la penitencia. m640214-20 Cro1976, 855 EdcSJ2]: cosas que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la penitencia. Cro1975, 219. «aquel barruntar que quería algo»: san Josemaría usaba ese verbo -o el sustantivo “barruntos”- adaptando el sentido que le atribuye el DRAE («prever, conjeturar o presentir alguna señal o indicio») al entrever la voluntad de Dios, su llamada, su Amor.
«mi hermano»: Santiago Escrivá de Balaguer nació el 28 de febrero de 1919. Con la decisión de san Josemaría de ser sacerdote, sus padres quedarían privados de un hijo varón que sacara adelante a la familia. Por eso, suplicó a Dios que diera a sus padres otro hijo. Meses más tarde, cuando su madre le anunció que iba a tener un hermano, comprendió que era un don de Dios. Ver AVPI, pp. 101, 108-109.

3b «Mi padre murió agotado»: falleció repentinamente el 27 de noviembre de 1924, a los cincuenta y siete años de edad, sin aparentes síntomas de enfermedad. Sobre las circunstancias de su muerte, ver AVP I, pp. 182-188.
«me rebelaba»: probablemente, como sugiere Vázquez de Prada, experimentaba una resistencia interior al no entender el sentido de los sufrimientos que se abatieron sobre su familia. Cfr. AVP I, p. 62.

3d «una estampa con la mano herida del Redentor»: el episodio se encuentra en la autobiografía de la santa carmelita: «Un Domingo, mientras estaba mirando una estampa de Nuestro Señor en la Cruz, quedé impresionada por la sangre que caía de una de sus manos Divinas. Sentí inmensa pena pensando que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla. Me resolví a permanecer en espíritu al pie de la Cruz para recibir el rocío divino que de ella goteaba. Y pensaba que yo luego tendría que derramarla sobre las almas...», Manuscrito A, 45, 4-5 v.°, 21, en Teodoro H. MARTIN, Historia de un alma: manuscritos autobiográficos de Santa Teresa de Lisieux, Madrid, BAC, 1997, pp. 93-95. La referencia a las páginas de un libro aparece en la versión de Historia de un alma que circuló durante muchos años, antes de que se realizara el estudio crítico de los manuscritos de santa Teresa de Lisieux. Allí se escribía que la estampa se encontraba en el misal de Teresa y se deslizó de sus páginas al final de la Misa, cayendo bajo sus ojos y produciendo el efecto descrito. Cfr. Claude LANGLOIS, Hiérese de Lisieux, L’autobiographie de Thérése de Lisieux: édition critique du manuscrit A, 1895, Paris, Cerf, 2009, p. 387.
«También a mí me han sucedido cosas de este estilo»: cabe mencionar el episodio de las huellas en la nieve de los pies descalzos de un carmelita, que vio en las calles de Logroño, y que le llevaron a preguntarse qué hacía él por Dios. Cfr. AVPI, p. 96.

3e «Es muy duro no tener casa»: en alguna ocasión, refirió que en esto su padre se equivocaba, porque «no podía imaginarse lo que sería la vida del fundador del Opus Dei, rodeado del cariño humano y sobrenatural de sus hijos espirituales; y también en el sentido de que un sacerdote enamorado de Dios jamás siente soledad, pues va siempre acompañado de su Amor», AVP I, p. 101

3f «el cura que dicen en España»: es decir, el sacerdote secular por antonomasia, generalmente destinado a la atención pastoral de alguna parroquia. Por el contexto, se estaría quizá refiriendo a la figura del clérigo con pocas aspiraciones de santidad, rutinariamente instalado en su status.

3g Pasó el tiempo, y sucedieron muchas cosas duras ... Fueron los años de Zaragoza. Cro1975, 222. || el tiempo, Cro1975, 222] el tiempo Cro1976, 856 EdcSJ2 || intensidad... Cro1975, 222] intensidad. Cro1976, 856.
«Domine, ut videam!, Domine, ut sit!»: «¡Señor, que vea!», «¡Señor, que sea!». Son jaculatorias que compuso en esos años -la primera tomada del ciego del Evangelio: cfr. Lc 18, 41- para conocer la voluntad de Dios y pedir su efectivo cumplimiento. Cfr. AVPI, pp. 100 y ss.

3h «Domina, ut sit!»: muchos años más tarde tuvo una prueba material de esa oración suya, cuando le hicieron llegar una imagen de la Virgen del Pilar que le había pertenecido en Zaragoza y en cuya base había grabado esta misma invocación, con la fecha de 1924. Es una pequeña escultura de escayola que está expuesta en Roma, en la sede central del Opus Dei, en una vitrina con recuerdos de san Josemaría.

4a Y llegó el 2 de octubre de 1928. ... la prueba de que a mí no me interesaba ser Fundador de nada. Cro1975, 225 ||| Nuestra Señora EdcSJ3] Santa María Cro1975, 225 Cro1976, 856 || El Señor, «ludens... Cro1975, 225] El Señor «ludens... Cro1976, 856 EdcSJ5 || Fundador de nada. Cro1975, 225] fundador de nada... Cro1976, 856 EdcS, 72.
«Y llegó el 2 de octubre de 1928»: san Josemaría estaba realizando los ejercicios espirituales preceptuados para el clero de la diócesis de Madrid, en la Casa Central de los Paúles, situada en la calle García de Paredes. La parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles se encuentra a 1,2 km en línea recta, en la calle Bravo Murillo 93. El sonido de esas campanas fue siempre para él un recuerdo sensible de la inspiración interior que Dios le comunicó al hacerle ver el Opus Dei. Por eso, solía evocarlo, como en esta ocasión, cuando rememoraba el nacimiento de la Obra. El 2 de octubre de 1931, por ejemplo, escribía: «Hoy hace tres años (recibí la iluminación sobre toda la Obra, mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé –estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática– di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el tocar de las campanas de la parroquia de Sra. de los Ángeles) (...) Ese día el Señor fundó su Obra», Apuntes íntimos, 306, en Itinerario, p. 26.
«viendo mi resistencia y aquel trabajo entusiasta y débil a la vez»: sobre esos primeros momentos de la fundación, ver AVPI, pp. 315 y ss.

4b «ha habido intervenciones extraordinarias»: raramente hablaba de estos asuntos. No sólo por humildad, sino también porque quería recalcar que el amor a la vida ordinaria constituye uno de los fundamentos del espíritu del Opus Dei. Si se refería a sucesos sobrenaturales, como en este caso, era por obediencia, como recordaba Mons. Álvaro del Portillo: «De acuerdo con las indicaciones expresas de la Santa Sede, nos hablaba de estos temas pensando en el bien de nuestras almas, pero contando el mínimo indispensable», Álvaro DEL PORTILLO, Entrevista, p. 216.

4c Para que no hubiera ninguna duda ... contra mi inclinación y contra mi voluntad. Med1970, 5,117 Cro1975, 223. ||| hubiera ninguna duda Med1970,5,\ 17 Cro1975, 225 ] hubiera duda Cro1976, 857 EdcS,7A || días... el 14 de febrero: Med1970, 5, 117 Cro1975, 225 ] días..., el 14 de febrero, Cro1976, 857 EdcS JA.
«el 14 de febrero»: ese día, de 1930, Dios le mostró que también las mujeres cabían en la Obra.

4d Yo iba a casa de una anciana señora ... esto es tan de Dios como lo demás. Med1970, 5, 117. || Luego, a su tiempo, EdcS JA] Al acabar Cro1976, 857 || me fui] me fui corriendo EdcS JA Cro1976, n.57.
«una anciana señora»: era doña Leónides García San Miguel y Zaldúa, Marquesa de Onteiro y madre de Luz Rodríguez Casanova, la fundadora de las Damas Apostólicas. Ver AVPI, p. 323 y ss.
«me fui a mi confesor»-, san Josemaría está hablando de memoria de un suceso muy lejano en el tiempo. Por sus Apuntes íntimos (n. 1871), más cercanos al hecho que narra, queda claro que el “al acabar” que aparece en Cro1976, 857 no es exacto, pues no fue inmediatamente a hablar con el P. Sánchez, sino en un segundo momento: «Di gracias, y a su tiempo me fui al confesonario del P. Sánchez. Me oyó y me dijo: esto es tan de Dios como lo demás». Cfr. AVP I, p. 323. La corrección que introduce EdcS “Luego, a su tiempo” –tomada de ese texto del fundador, más próximo temporalmente a los hechos– nos parece oportuna. Por coherencia, hemos suprimido también el “corriendo” que se había mantenido en EdcS. En las transcripciones que se conservan se lee: «Desde allí fui corriendo al confesonario de aquel padre Valentín Sánchez, que ha muerto hace un par de meses», m640214-A.

4e «Y, en una ocasión...»; se refiere a un episodio del 4 de febrero de 1932, que describió así en sus Apuntes íntimos: «Esta mañana, como de costumbre, al marcharme del Convento de Santa Isabel, me acerqué un instante al Sagrario, para despedirme de Jesús diciéndole: Jesús, aquí está tu borrico... Tú verás lo que haces con tu borrico... -Y entendí inmediatamente, sin palabras: “Un borrico fue mi trono en Jerusalén”. Este fue el concepto que entendí, con toda claridad. (...) Estaba yo algo apurado, porque recordaba solamente el pasaje del cap. 21 de S. Mateo y creí que Jesús montó en un asno para entrar en Jerusalén, abro ahora mismo el Santo Evangelio (¡cuánta exégesis me hace falta!) y leo en el cap. 11 de S. Marcos, versículos 2, 457: Et ait illis: ite in castellum, quod contra vos est, et statim introeuntes illuc, invenietispullum ligatum, (...) Et duxeruntpullum ad lesum: et imponunt illi vestimenta sua, et sedit super eum», en Apuntes íntimos, 543, del 4-1-1932 (en AVPI, p. 416, nota 208).

4f «esa rosa de madera»: otro suceso bien conocido de la biografía de san Josemaría (cfr. AVP II, p. 184 y ss.). Alude a la rosa de madera estofada que encontró en la iglesia de Pallerols, el 22 de noviembre de 1937, durante el paso de los Pirineos, huyendo de la persecución religiosa. El hallazgo fue para él una prueba de que esa fuga era grata a Dios.

4g Así, por procedimientos tan ordinarios ... et ego semper tecum. Med1970, 5A17- 118. || adelante siendo lo que soy: Med1970, 5, 118] adelante, siendo lo que soy, Cro1976, 857-858 EdcSJ 5.

4h «ni siquiera el cubo, sino lo que hay dentro del cubo»: está haciendo un juego de palabras con lo que se afirma en el 592 de Camino: «No olvides que eres... el depósito de la basura. –Por eso, si acaso el Jardinero divino echa mano de ti, y te friega y te limpia... y te llena de magníficas flores..., ni el aroma ni el color, que embellecen tu fealdad, han de ponerte orgulloso. –Humíllate: ¿no sabes que eres el cacharro de los desperdicios?». La transcripción añade algún detalle más: parece que se trataba de un sacerdote americano que había rechazado publicar algunos libros –entre ellos Camino– de una editorial irlandesa en la que trabajaban algunas personas de la Obra. No aceptaba la rotunda afirmación de humildad que san Josemaría hace en el 592: «Este pobre americano –se lee en la transcripción–, no lo entiende. Y a mí me lo hizo entender el Señor muy claro. Y la pobre conversa Irene de Orange, calvinista de siglos, tiene todos los días Camino en sus manos y se sentía el cubo de la basura. Yo, ni eso: lo de dentro del cubo, me siento. Perdón, Señor, perdón», m640214-20. La princesa Irene de Orange-Nassau, a la que se refiere en la transcripción, había hecho pública su conversión al catolicismo unas semanas antes, el 29 de enero de 1964, durante un viaje por España (cfr. ABC [30-1-1964], p. 31). Por lo que se lee en la transcripción, tenía un ejemplar de Camino.

5b «yo elegí para el sacerdocio a tres que económicamente ayudaban mucho...»: se trataba de los tres primeros miembros del Opus Dei que recibieron la ordenación sacerdotal: Álvaro del Portillo, José María Hernández Garnica y José Luis Múzquiz. Los tres eran ingenieros y por su trabajo profesional obtenían buenos ingresos, que ayudaban a la Obra en aquellos momentos de escasez de medios.
i> «el Señor me hizo ver la solución»-, remite a una nueva luz fundacional, el 14 de febrero de 1943, que abriría las puertas del sacerdocio en el Opus Dei y a su primera aprobación por parte de la Santa Sede. En esos momentos, san Josemaría vio también el sello de la Obra (una circunferencia con una cruz en el centro) que representa, en sus propias palabras, «el mundo y, metida en la entraña del mundo, la Cruz» (AVP II, p. 609).

Notas

A la introducción
1 Diario del centro del Consejo General, 14-11-1964 (AGP, serie M.2.2, 430-12).
2 8.2e.
3 8.2a.
4 8.3d.
5 8.3e-3f.
6 Ver también la narración de 17.1b
7 8.3g.
8 8.4g
Al texto
9 Pr 8, 30-31.
10 Sal 73, 23.
11 Flp 3, 8.
12 1Co 4, 13.
13 Cfr. Gn 3, 19; Gn 18, 27; Jb 10, 9.