"No te pido que los saques del mundo,
sino que los guardes del maligno" (Jn 17, 15)
Después de haber tratado el doble aspecto de la finalidad última de nuestra vida –la glorificación de Dios (con la búsqueda del reino de Cristo y la edificación de la Iglesia: temas de la Parte I) y la perfección del cristiano como hijo de Dios (la identificación con Cristo por la caridad y las demás virtudes, con el ejercicio de la libertad: temas de la Parte II)–, hablaremos ahora, en la Parte III, de su realización en el camino de la vida presente. Concretamente, una vez estudiada la finalidad última, que tiene su coronación en la vida eterna, vamos a examinar los aspectos de su búsqueda que están exclusivamente ligados a la vida en esta tierra y que, por tanto, no tienen su plenitud en la gloria: son únicamente camino hacia la gloria.
Para señalar cuáles son estos aspectos, resulta útil comparar la vida cristiana a un viaje a pie. El fundamento de la comparación se encuentra en diversos lugares de la Sagrada Escritura, como en la Primera Carta de san Pedro, donde se habla de la vida del cristiano como de una peregrinación hacia la patria celestial (cfr. 1P 1, 17).
Pero antes de servirnos de esta comparación conviene que señalemos sus límites. Quien se desplaza materialmente a pie de un lugar a otro, por lo general tendrá presente en su interior la meta a la que se dirige, pero se tratará sólo de una presencia intencional: en la mente y en el deseo. En cambio, quien camina hacia el Cielo posee ya, por la gracia, una cierta incoación o anticipo de la gloria, su meta final. Además, cuando avanza hacia la santidad, él mismo va siendo transformado, identificado paulatinamente con Cristo por la acción del Espíritu Santo (cfr. 2Co 3, 18). Por esto, para exponer la vida cristiana en la enseñanza de san Josemaría hemos hablado de su fin y del sujeto antes que del camino, porque sólo así se entiende lo que ocurre en éste. Si no hubiéramos estudiado, por ejemplo, qué significa "santificación", difícilmente podríamos hablar ahora de "santificación del trabajo" y nos encontraríamos ante una confusa madeja de conceptos. Con razón hace notar Illanes que "la teología del trabajo requiere plantear claramente el problema del fin último del existir humano –es decir, la ordenación del hombre a Dios–, y, desde ahí, volver sobre el trabajo mismo, para poner de manifiesto el lugar que ocupa en el despliegue de esa ordenación o llamada" 1.
Veamos ahora la comparación a que nos referíamos, que puede servirnos, a pesar de sus límites, para mostrar el esquema de esta Parte III.
En un viaje, sobre todo si es a pie, se pueden considerar tres aspectos (dejando aparte la finalidad, de la que ya hemos tratado): el terreno por el que se camina, el esfuerzo que hace falta para recorrerlo y los medios con los que cuenta el caminante. En correspondencia con estos tres aspectos se encuentran los tres capítulos de esta Parte: el primero (séptimo del total) sobre la vida ordinaria y especialmente el trabajo profesional como "terreno" o "materia" del camino de santificación; el segundo (octavo del total) sobre la "lucha" necesaria para recorrer ese camino; y el tercero (noveno del total) sobre los "medios" de que dispone el cristiano para avanzar por él.
Con estos tres temas no sucede lo mismo que con el fin último. Éste se encuentra presente a lo largo del camino de la vida cristiana en esta tierra y se alcanza en la gloria; en cambio, la materia de santificación, la lucha y los medios, son realidades exclusivas del camino y cesan al llegar a la meta. En la vida eterna no habrá trabajo propiamente dicho, porque la creación habrá llegado a su perfección última; ni será preciso luchar, porque el enemigo ya estará vencido; ni habrá que emplear medios para la unión con Dios, porque se gozará de la visión de Dios cara a cara. Son, pues, realidades propias de la vida en este mundo, necesarias para alcanzar la vida eterna. No son el fin último, pero constituyen el camino en el que éste se realiza hasta llegar a la meta definitiva.
Dentro de estos tres aspectos –que conceptualmente se pueden asimilar a los principios material, formal y eficiente– puede encontrar cabida cualquier otro más particular que quiera considerarse. Se trata de un esquema general. Un esquema que podría ser válido, en principio, para exponer las enseñanzas de cualquier maestro de vida espiritual sobre el camino de santificación y apostolado de un cristiano corriente. Pero no todos los autores necesitan un planteamiento omnicomprensivo, porque no tratan de todos los temas: por ejemplo, bastantes no hablan del "terreno" (el trabajo profesional, la vida familiar y social); o bien, cuando se refieren a los "medios" destacan sólo alguno de ellos (generalmente, la oración) pero no se ocupan con detalle de otros. San Josemaría se refiere de modo expreso y ampliamente, como veremos, a todas estas cuestiones. Por eso, sólo un esquema general podía ser adecuado para exponer sus enseñanzas sobre el camino de la vida cristiana. A la vez, hemos de decir que la elección de los tres capítulos mencionados no ha sido pensada a priori y después aplicada a san Josemaría, sino que está inspirada en sus mismas enseñanzas. Quien tenga familiaridad con sus obras, aunque no las haya estudiado teológicamente, probablemente reconocerá que la santificación del trabajo, la lucha cristiana y los medios de santificación son temas "estructurales" de su doctrina.
Para ofrecer una visión de conjunto más precisa, vamos a describir cada uno de estos tres temas teniendo como trasfondo la comparación con un viaje.
Primero, el "terreno" del viaje. En el caso de un cristiano llamado por Dios a santificarse en medio del mundo, el "terreno" de su camino de santificación está formado por las actividades propias de su existencia cotidiana –el trabajo profesional, las tareas familiares, la participación en la vida social– que constituyen la "materia de santificación" de que dispone. Avanzar hacia la santidad consiste en santificar esas actividades, realizándolas para la gloria de Dios y buscando en ellas la identificación con Jesucristo. Al hacerlo así, bajo la acción del Espíritu Santo, no sólo va siendo transformado en otro Cristo, en el mismo Cristo, sino que también el "terreno" se renueva, embellece y mejora con la huella de sus pasos. No permanece igual cuando un cristiano lo recorre porque, al tomarlo como materia de santificación, además de crecer él mismo en santidad y de ayudar a los demás a santificarse, perfecciona esas mismas realidades –familiares, sociales y profesionales– infundiéndoles espíritu cristiano. Todo este tema será objeto del capítulo 7º: "La santificación del trabajo profesional y de la vida familiar y social", donde veremos que el camino de santidad que propone san Josemaría es un "camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano" 2. La mención del trabajo profesional en primer lugar se debe a que constituye en su enseñanza el "eje" de la santificación personal y de la transformación de la sociedad y del mundo con el espíritu del Evangelio.
El segundo aspecto que resalta en un viaje a pie, es el esfuerzo que se requiere para recorrer el camino. En el itinerario de la santidad sucede algo semejante: no es posible avanzar sin esfuerzo porque, como consecuencia del pecado, el cristiano ha de superar una debilidad interior y la oposición de unos enemigos que actúan desde fuera de él. Por una parte, ha de afrontar la inclinación al mal dentro de sí, que es como un peso, un freno para su marcha; por otra, están las instigaciones al pecado que provienen de fuera de sí mismo: las tentaciones del diablo y las que proceden de la presencia del mal en el mundo. A este tema se dedicará el capítulo 8º: "La lucha por la santidad". Una lucha para vencer esos obstáculos, cooperando con la gracia del Espíritu Santo. En la enseñanza de san Josemaría, la lucha es una cualidad del amor a Dios en esta tierra, pues los actos de amor a Dios –y eso son nuestros pasos hacia Él– han de vencer la resistencia del amor propio desordenado. La lucha por la santidad no es negación, ni mero agere contra. Es una lucha positiva, de conquista: una lucha de hijos de Dios que buscan configurarse con Cristo por la caridad y las demás virtudes, y corredimir con Cristo. De ahí el sentido afirmativo de la mortificación cristiana y de la penitencia, términos teñidos de oscuro por la cultura hedonista, pero que brillan con toda su energía liberadora en la enseñanza de san Josemaría.
En tercer lugar, quien desea realizar un viaje debe considerar con qué medios o instrumentos cuenta. De ahí el tema que estudiaremos en el capítulo 9º: "Los medios de santificación y de apostolado" de que dispone el cristiano para avanzar por el camino de la santidad y ayudar a los demás a recorrerlo. El concepto de "medio" necesita una clarificación porque el término se puede usar de diversos modos. En sentido amplio, "medio" es todo lo que sirve al cristiano para alcanzar el fin último, la santidad. En este sentido se puede llamar medios, por ejemplo, al trabajo y a las actividades de la vida ordinaria, así como a la lucha interior, temas que se estudian en los capítulos anteriores. Pero en sentido estricto, como los entenderemos aquí, son "medios" para la santidad aquellas acciones que en sí mismas (por su objeto) se ordenan a la santificación y al apostolado 3. Entendidos así, los medios que trataremos son tres: la participación en los sacramentos, la oración y la formación cristiana. A través de ellos recibimos la mediación de Cristo en la Iglesia. La enseñanza de san Josemaría despliega la riqueza de estos medios y pone de manifiesto su intrínseca unidad, de la que deriva la importancia de usarlos conjuntamente, como elementos de un "plan de vida espiritual" que se pone en práctica de modo habitual, por amor a Dios.
Después de estos tres capítulos, el volumen concluye con un epílogo sobre la "unidad de vida", concepto clave para san Josemaría, con el que se puede resumir de algún modo toda su enseñanza.