1Tm

1Tm 1, 1-2. Saludo epistolar

Esta fórmula de saludo, en sus líneas fundamentales, es la misma que hemos visto ya en cartas anteriores (Rm 1, 1-7; 1Co 1, 1-3; Ef 1, 1-2).
Hay, sin embargo, algunos términos nuevos, y son los siguientes: Primeramente el apelativo "Salvador" aplicado al Padre, (1Tm 1, 1). En las otras cartas encontramos ese nombre aplicado a Cristo (Ef 5, 23); (Flp 3, 20), pero en las pastorales lo encontramos no sólo aplicado a Cristo, (2Tm 1, 10); (Tt 1, 4; Tt 2, 13; Tt 3, 6), sino también al Padre (1Tm 1, 1; 1Tm 2, 3; 1Tm 4, 10; Tt 1, 3; Tt 2, 10; Tt 3, 4), que nos ha salvado por medio de Cristo (1Co 1, 21; 2Co 5, 18; Ef 2, 8). Nuevo es también el que, en la fórmula misma de saludo, se hable de Cristo nuestra "esperanza" (1Tm 1, 1), como tratando de hacer resaltar ya desde el principio que sólo en Cristo, no en la Ley ni en otra parte alguna, hemos de poner el objeto y fundamento de nuestra esperanza (Col 1, 27). Igualmente es nuevo el término "misericordia" (2Ts 2, 2), añadido a los usuales "gracia" y "paz" (Rom 1, 7); quizás el Apóstol trate de hacer resaltar nuestra extrema indigencia, indicando, además, la fuente de que provienen esa "gracia" y esa "paz."
Notemos también el adjetivo verdadero (???s??), aplicado a Timoteo como "hijo" de Pablo en la fe (1Tm 1-2). El mismo término se aplica luego a Tito (Tt 1, 4). Probablemente ambos habían sido bautizados por Pablo, y eran sus "hijos" espirituales; pero, aparte de eso, ambos habían demostrado en la práctica ser genuinos hijos espiritualmente de Pablo, al contrario de otros que se habían mostrado hijos o secuaces indignos, como Himeneo y Alejandro (1Tm 1, 19-20).

1Tm 1, 3-11. El peligro de los falsos doctores

Toda la carta, tan acertadamente resumida luego al final, (1Tm 6, 20), es una recomendación a Timoteo a que sea fiel transmisor del mensaje de Cristo. No todos interpretaban bien ese mensaje, y en Efeso concretamente habían surgido falsos predicadores que lo desfiguraban, enseñando "doctrinas extrañas" (?te??d?das?a?e??) y ocupandose en "fábulas" (µ???ß) y "genealogias inacabables" (?e?ea????a? ap??a?t??), mas a propósito para sembrar discordias entre los fieles que para favorecer el plan de bendición de Dios mediante la fe; contra todo eso había de luchar Timoteo, y a ese fin lo había dejado Pablo en Efeso (1Tm 1, 3-4).
¿Cuáles eran concretamente esas doctrinas extrañas que el Apóstol trata de proscribir y a las que, de una u otra manera, alude varias veces (1Tm 4, 3; 1Tm 6, 4); (Tt 1, 14; Tt 3, 9) en estas cartas pastorales? Se ha hablado de las doctrinas gnósticas del siglo II, con sus interminables discusiones sobre emanaciones y genealogías de eones, siendo ésta precisamente una de las principales razones en que se apoyan muchos críticos para negar la autenticidad paulina de estas cartas. Sin embargo, como ya expusimos en la introducción, nada hay en los textos que nos autorice a suponer esa identificación. Creemos que se trata de los mismos agitadores combatidos ya, hacía dos o tres años, en la carta a los Colosenses (Col 2, 4-23). Eran de procedencia judía y tenían en gran aprecio la Ley (1Tm 1, 7), pero su judaismo era mucho menos cerrado que el de las escuelas rabínicas de Jerusalén, mezclando elementos helenistas con elementos judíos. Parece pertenecían, como ya indicamos en la introducción a la carta a los Colosenses, a la misma corriente esenia que encontramos en Qumrán. Las "fábulas y genealogías" (1Tm 1, 4), más que alusión a las generaciones de eones, cosa por esas fechas todavía poco en boga, serían una alusión a las especulaciones sobre genealogías de los patriarcas y demás héroes bíblicos, cosa de que entonces gustaban mucho los judíos, como es buena prueba el Libro de los Jubileos.
De todo eso, San Pablo dice que era "más a propósito para engendrar disputas que para el plan de salud de Dios mediante la fe" (1Tm 1, 4), y encarga a Timoteo que "requiera" (??a tta?a??e??t) a los que enseñan tales doctrinas que no lo hagan (1Tm 1, 3). Lo que añade, diciendo que "el fin del requerimiento (t? de t???ß t?ß tta?a??e??aß) es la caridad" no es del todo claro. Parece que el Apóstol trata de hacer notar no que él hace ese encargo movido de la caridad o que Timoteo debe proceder con caridad, sino que la naturaleza y como esencia del mensaje cristiano es la caridad (Rm 13, 10; 1Co 13, 1-13; Ga 5, 6-14). Para la vida y desarrollo de esa caridad, Pablo habla de tres condiciones: corazón puro, conciencia buena y fe sincera (v.s). Precisamente por no tener eso en cuenta vienen esas desviaciones de los falsos doctores, que ponen todo su empeño en los preceptos de la Ley y se quedan "en vaciedades" (1Tm 1, 6-7).
A continuación, el Apóstol describe el verdadero papel de la Ley (1Tm 1, 8-11). De este punto ya trató ampliamente en la carta a los Romanos y en la de los Gálatas (Rm 4, 13-16; Rm 7, 7-12; Ga 3, 19-25). Aquí prácticamente se limita a considerarla bajo el aspecto penal, y en ese sentido puede decirse que "no es para los justos, sino para los inicuos". En realidad los cristianos no están bajo la Ley ni necesitan de Ley, pues su vida está inspirada y dirigida desde dentro por el Espíritu; Ga 5, 18.23. En la enumeración de pecados (1Tm 1, 9-10), San Pablo va siguiendo el orden del Decálogo, que los prohibe (Ex 20, 3-17). Semejantes listas de pecados encontramos también en otros lugares (Rm 13, 13; 1Co 6, 9-10; Ga 5, 19-21; Ef 5, 3-5; 2Tm 3, 2-5). La expresión "sana doctrina" (1Tm 1, 10), recalcando que hay un cuerpo de verdades que deben ser aceptadas y guardadas, es característica de estas cartas pastorales (1Tm 6, 3; 2Tm 1, 13; Tt 1, 9.13; Tt 2, 1.8). En sentido medicinal del término, esa "doctrina" es el antídoto de las doctrinas erróneas que propagan los falsos doctores.

1Tm 1, 12-20. Digresión personal y amonestación

Las últimas palabras de la perícopa anterior mencionando el "Evangelio a él encomendado" (1Tm 1, 11; Ga 1, 1), llevan a Pablo a introducir una breve digresión personal (Ga 1, 13), para volver luego al tema central del capítulo, recomendando a Timoteo que defienda con valentía la sana doctrina contra los que tratan de desfigurarla (1Tm 1, 18-20).
La digresión es como un desahogo del Apóstol, manifestando a Dios su agradecimiento por todo cuanto ha hecho con él. De modo parecido se expresa en (1Co 15, 9-10; Ga 1, 13-16). La excusa de que "obraba por ignorancia" (1Tm1, 13) es la misma alegada ya por Pedro en favor de los judíos en general (Hch 3, 17), y por Jesucristo en favor de los que lo crucificaban (Lc 23, 34). Ello no significa que se niegue toda culpabilidad, como ya explicamos al comentar Hechos de los Apóstoles (Hch 3, 17). Es muy de notar la fórmula "verdadero es el dicho" (p?st?? ? ?????), característica de las pastorales (1Tm 3, 1; 1Tm 4, 9; 2Tm 2, 11; Tt 3, 8), con que el Apóstol trata de recalcar la verdad o seguridad de una afirmación que se debe tomar muy en serio. Probablemente está tomada del uso vivo de la catequesis oral. Nótese también el interés que pone en hacer ver que lo hecho con él por Jesucristo es para que sirva de estímulo a los demás, por pecadores que sean, y que nadie debe desesperar (1Tm 1, 16). La solemne doxología con que termina la digresión (1Tm 1, 17) es posible que esté tomada del uso litúrgico de las asambleas cristianas, o al menos inspirada en él. Por lo demás, tales doxologías eran frecuentes entre los judíos, y también en San Pablo (Rm 11, 36; Rm 16, 25-27; Ef 3, 20-21; Flp 4, 20).
En cuanto a la amonestación o "requerimiento" a Timoteo (1Tm 1, 18-20), no es sino una repetición en forma más solemne de lo que ya le había encargado en los (1Tm 1, 3-4). El Apóstol parece poner estrecha relación entre rectitud moral o "buena conciencia" y ortodoxia de la "fe" (1Tm 1, 19), y es que, con frecuencia, el error religioso tiene sus raíces en el terreno moral más que en el intelectual. No está claro cuáles sean esas "profecías" a que se alude (1Tm 1, 18). Es posible que se trate simplemente de los augurios que hacían a Pablo los fieles de Listra y de Iconio al recomendarle a Timoteo, ponderando sus buenas cualidades y las esperanzas que ofrecía (Hch 16, 2). Por lo demás, las manifestaciones carismáticas eran entonces frecuentes en la Iglesia (Hch 10, 44; Hch 11, 28; Hch 13, 2; Hch 19, 6; 1Co 14, 26), y de esta clase pueden también haber sido las "profecías" aludidas aquí por Pablo (1Tm 1, 4, 14). Por lo que respecta a Himeneo y Alejandro (1Tm 1, 20), ambos nombres vuelven a aparecer en la carta segunda a Timoteo (2Tm 2, 17; 2Tm 4, 14), y probablemente se trata de los mismos personajes. Pablo toma contra ellos la determinación de "entregarlos a Satanás" (1Tm 1 , 20), especie de excomunión en el sentido ya explicado al comentar (1Co 5, 5).

1Tm 2, 1-7. En las asambleas litúrgicas: oración por todos los hombres

Manda el Apóstol que se hagan oraciones "por todos los seres humanos" (1Tm 2, 1), y en especial "por los constituidos en dignidad," comenzando "por los reyes" (1Tm 2, 2). La razón de esta mención especial de las personas constituidas en dignidad es porque su conducta implica graves consecuencias para el bien de los demás, dependiendo de ellos en gran parte el que podamos gozar "de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad" (1Tm 2, 2). Nótese que el emperador era entonces Nerón y que es casi seguro que ya había tenido lugar el incendio de Roma del 64 y la subsiguiente persecución contra los cristianos, a pesar de lo cual Pablo no cambia en nada sus ideas de respeto hacia la autoridad expresadas siete u ocho años antes en (Rm 13, 1-7). Sin embargo, es posible que las palabras "a fin de que gocemos de vida tranquila y quieta con toda piedad y honestidad" sean reflejo de temores para el futuro.
La expresión "con toda piedad y honestidad" viene a ser equivalente a la fórmula hebrea "en santidad y justicia" (Lc 1, 75), en la que está resumido todo el ideal religioso de Israel.
A fin de dar más autoridad a su recomendación, Pablo añade que "esto," es decir, el que roguemos por todos y en especial por los constituidos en dignidad, es "bueno y grato ante Dios nuestro Salvador" (1Tm 2, 3). Y da la razón: porque Dios "quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad" (1Tm 2, 4). Es obvio, pues, que si quiere que todos se salven, nosotros, rogando por todos, hacemos una cosa grata a Dios. Enseñanza importante sobre el deber y la eficacia de la oración para cooperar a la voluntad de Dios. Es la oración algo que se introduce entre Dios y la voluntad libre del hombre, a fin de atraer sobre ésta gracias de luz y de fuerza por parte de Dios, que libremente la dobleguen a sus planes salvadores. La expresión "conocimiento de la verdad" viene a equivaler aquí a conocimiento de la verdadera religión, y más que concebir la "verdad" en un orden especulativo, al estilo de la filosofía griega, es concebida en un orden práctico, como orientación vital de toda la personalidad. Es la concepción que suele encontrarse en el Antiguo Testamento.
El razonamiento de San Pablo todavía no se detiene aquí. El Apóstol sigue encadenando verdades, y ahora va a explicar el porqué de esa voluntad salvífica universal de Dios. Dice que no puede ser de otra manera, pues "Dios es uno, y uno también el mediador entre Dios y los nombres, el hombre Cristo Jesús, que se dio a sí mismo como rescate por todos" (1Tm 2, 5-6). Lo que equivale a decir que son dos las razones del universalismo: la unicidad de Dios, primer principio y último fin de todos, y, una vez roto el orden de la Creación por el pecado, la unicidad del Mediador, Dios y Hombre a la vez, que por todos se dio a sí mismo en rescate. El que San Pablo hable de "único mediador," que es Jesucristo, no excluye la mediación de los ángeles y santos, y singularmente la de la Virgen María, conforme ha sostenido siempre la Iglesia, pues esa mediación de los santos supone la mediación de Jesucristo, y en ella se funda y de ella recibe toda su fuerza. El término "mediador," aparte en este lugar, se aplica también a Jesucristo en (Hb 8, 6; Hb 9, 15). La idea, sin embargo, es muy frecuente: por El tenemos acceso al Padre (Ef 2, 18), la paz (Rm 5, 1), la victoria (1Cor 15, 57), etc. La misma concepción de Cristo como nuevo Adán (Rm 5, 12-21) contiene implícitamente la idea de la mediación. Llama la atención el relieve que, al hablar de Cristo Jesús, da el Apóstol a la palabra "hombre" (1Tm 2, 5). Creen algunos que esa afirmación está enderezada contra las primeras manifestaciones del docetismo, el cual sostenía que Cristo había tomado sólo un cuerpo aparente y no era verdadero hombre. Sin embargo, también puede ser que se trate simplemente de hacer resaltar que Jesucristo ejerce ese poder de "mediador" precisamente en cuanto hombre, pues es en cuanto hombre como va a la muerte y paga a Dios el precio de nuestro rescate. Claro que, en realidad, solamente porque también era Dios pudo dar a su muerte un valor infinito, y, por tanto, es en su condición de hombre-Dios como le compete el título de "mediador" único.
San Pablo termina su razonamiento diciendo que la redención del mundo por la pasión y muerte de Cristo fue un "testimonio" o prueba manifiesta de la voluntad salvífica universal del Padre, escondida durante siglos y manifestada ahora en el tiempo por El prefijado (v.ób; Ga 4, 4; Ef 3, 9; Col 1, 26). Para promulgar o extender por el mundo ese testimonio, Pablo ha sido elegido "heraldo y apóstol" (1Tm 2, 7; Ga 1, 15-16; Ef 3, 7-8; 2Tm 1, 11).

1Tm 2, 8-15. Modo de orar

Después de aconsejar que se hagan oraciones por todos y en especial por los constituidos en dignidad, San Pablo indica ahora el modo de orar, distinguiendo entre hombres (1Tm 2, 8) y mujeres (1Tm 2, 9-15).
Por lo que respecta a los hombres, dice que oren "en todo lugar," y que lo hagan "levantando puras las manos, sin ira ni discusiones" (1Tm 2, 8). Se trata, como aparece del contexto, de las oraciones públicas. Ese "en todo lugar" no ha de tomarse, pues, en sentido absoluto, sino "en todo lugar" donde se reúnan las asambleas cristianas (Rm 16, 5; Col 4, 15; Hch 2, 46; Hch 20, 7). La costumbre de orar con las manos levantadas hacia el cielo era la ordinaria entre los judíos (Ex 9, 29; 1R 8, 38; Is 1, 15; Sal 134, 2), y también entre los paganos, como vemos en multitud de monumentos egipcios, asirios, etc. San Pablo quiere que ésa siga siendo la costumbre entre los cristianos; pero que lo hagan con las manos "puras" (pureza moral) y "sin ira ni discusiones," es decir, plenamente dispuestos para la oración (Mt 5, 23-24).
Es interesante, a este respecto, la observación de Tertuliano, quien afirma que, a diferencia de los paganos que elevaban los brazos verticalmente, los cristianos los extienden a lo ancho, a imagen de Cristo crucificado.
En cuanto a las mujeres, que no vayan a la oración como a una exhibición de modas (1Tm 2, 9-15; 1P 3, 3), sino cual conviene a mujeres cristianas (1Tm 2, 10). Conoce muy bien el Apóstol la debilidad humana y la tentación que puede sentir la mujer, incluso al ir a las asambleas litúrgicas, de buscar llamar la atención con sus trajes, peinados y joyas. Y que no traten de dirigir y dar instrucciones, pues eso corresponde a los hombres (1Tm 2, 11-12; 1Co 14, 34-35). En apoyo de lo que les dice y cómo la mujer debe estar sujeta al ser humano, recurre San Pablo a la narración del Génesis, donde claramente aparece la prioridad del hombre en la creación, siendo la mujer, que vino después, ocasión de su caída (1Tm 2, 13-14; Gn 2, 7-22; Gn 3, 2-6). De la misma narración del Génesis se valió también, para una argumentación semejante (1Co 11, 7-12). A estas argumentaciones sacadas de la Biblia, muy en uso entre los judíos, no siempre se les pretendía dar carácter de estricta demostración, sino más bien de ilustración (Ga 3, 16), como quizás sea también en el caso presente.
Por su parte, las mujeres deben mostrar sus propias virtudes femeninas, y San Pablo destaca en particular la maternidad con todo lo que ella entraña de sacrificio y de expiación, como vía normal en la mujer para conseguir la salvación (1Tm 2, 15). Es posible que esta mención especial de la maternidad, como medio de santificación en la mujer, tenga su parte de intención contra los falsos doctores que proscribían el matrimonio (1Tm 4, 3). Desde luego, el que exalte la maternidad como medio de santificación no significa que aconseje que todas las mujeres sigan ese camino; hay otro, el de la virginidad por Dios, que está por encima (1Co 7, 25-35). Pero eso es un don de Dios, no la vía normal (1Co 7, 7). Lo que sí añade San Pablo es que esa maternidad y crianza de los hijos ha de ir acompañada de "fe, caridad, santidad" (e? tt?ste? ?a? a??p? ?a? ???asµ?), sin lo cual de nada valdría en orden a la vida eterna.
Exige, pues, el Apóstol como condición la perseverancia en la fe, una fe verdadera que fructifique en obras de caridad (Ga 5, 6) y de santidad (1Ts 4, 3-7).

1Tm 3, 1-7. Elección de ministros sagrados: los obispos

Dentro del tema del culto, de que el Apóstol viene hablando, ocupan un lugar importante los ministros sagrados. De ellos va a hablar ahora, y primeramente de los "obispos" (1Tm 3, 1-7).
Comienza diciendo que "si alguno aspira al episcopado, desea una buena obra" (?a??? ????? ep???µe?) e introduce la afirmación con la fórmula verdadero es el dicho (t?st?? s Aóyos), que ya explicamos al comentar (1Tm 3, 1-15). ¿Qué intenta significar el Apóstol bajo la expresión "buena obra" y por qué ese empeño en afirmar que la aspiración al episcopado es "buena obra"? Parece, en cuanto a lo primero, que "buena obra" equivale a oficio noble y excelente, pues la misión del "obispo" es la de cooperar con Dios a la salud de las almas y difundir el reino de Cristo. No es ya tan claro el porqué de esa afirmación aquí. Probablemente ese cargo de "obispo," en contraste con los dones brillantes de curaciones o de glosolalia (1Co 12, 8-10; 1Co 14, 1-5), era poco apetecido en Éfeso, pues carecía de todo aliciente humano y sólo representaba trabajo humilde y lleno de sinsabores. De ahí que Pablo trate de poner las cosas en su punto, haciendo hincapié en la excelencia del "episcopado." Sin embargo, debido precisamente a esa excelencia, el cargo de "obispo" exige un mínimo de condiciones, que el Apóstol enumera (1Tm 3, 2-7). En esta enumeración, más que en las virtudes típicamente cristianas, como fe, esperanza y caridad, que sin duda se presuponen, se insiste en virtudes humanas, de inmediata repercusión en el trato con los demás. La mayoría de los términos son suficientemente claros y no hay por qué detenerse en explicarlos. Nos fijaremos únicamente en dos: "marido de una sola mujer" (1Tm 3, 2) y "no neófito" (1Tm 3, 6). Quiere San Pablo que el elegido para "obispo" no esté casado en segundas nupcias. La misma condición pone también para los "diáconos" (1Tm 3, 12) y para las "viudas" inscritas como tales en el registro de la Iglesia (1Tm 5, 9). Sin embargo, para los fieles en general no condena las segundas nupcias (1Tm 5, 14; 1Co 7, 39). La razón de esa exigencia, aunque San Pablo nada dice al respecto, parece ser porque las segundas nupcias no eran bien vistas, incluso entre los paganos, siendo consideradas como una falta de fidelidad a la primera mujer y como una falta de dominio de sí mismo. Más tarde, desde principios del siglo IV, la Iglesia latina irá más lejos y a sus ministros, sacerdotes y diáconos exigirá el celibato completo, como más conveniente a la entrega total que tal ministerio requiere (1Co 7, 32-33). En cuanto a la otra condición, es decir, "no neófito," la razón es obvia; pues un "neófito" o recién convertido a la fe no podrá tener normalmente la ciencia y autoridad necesarias para regir la comunidad. Sin embargo, San Pablo indica otro motivo: el de que, al verse elevado tan rápidamente, participe de la suerte de Lucifer, que cayó por soberbia. Todavía vuelve a hablar del diablo y de sus ardides, al referirse a la "buena fama" de que el obispo debe gozar ante los no cristianos (1Tm 3, 7; 1Co 5, 12; 1Ts 4, 12). Estas referencias al diablo son frecuentes en las Pastorales (1Tm 1, 20; 1Tm 3, 6-7; 1Tm 4, 1; 2Tm 2, 26) y también en las otras cartas paulinas (Rm 16, 20; 1Co 5, 5; 1Co 7, 5; 1Co 10, 20-21; 2Co 2, 11; 2Co 6, 15; 2Co 11, 14; 2Co, 71; Ef 6, 11; 1Ts 2, 9.18).
Así explicado el pasaje, queda aún por resolver la cuestión central: ¿qué entiende San Pablo bajo el término "obispo"?
De este punto ya tratamos ampliamente en la introducción a la carta. Como entonces dijimos, creemos que también aquí, en las pastorales, lo mismo que en los anteriores escritos del Nuevo Testamento, el término "obispo" sigue siendo sinónimo de "presbítero," sin que tenga todavía el sentido técnico que adquirirá más tarde.

1Tm 3, 8-13. Los diáconos

Después de hablar de los "obispos" (1Tm 3, 1-7), San Pablo pasa a hablar de los "diáconos" (1Tm 3, 8-13).
A ellos se refirió ya en (Flp 1, 1). Probablemente el origen de los "diáconos" lo tenemos en la narración de (Hch 6, 1-6), a cuyo comentario remitimos. Muchas de las condiciones que Pablo exige en ellos son las mismas que para los "obispos." Notemos únicamente que en lugar del genérico "no codicioso" (?f?????????), que pone para los "obispos" (1Tm 3, 3; 1Tm 3, 8) habla de "no dado a torpes ganancias" (µ? a?s????e?de??), sin duda porque los "diáconos," encargados de la administración de bienes materiales y de la distribución de limosnas, estaban más expuestos a esa tentación. El "misterio de la fe" que deben guardar (1Tm 3, 9) no parece aludir a otra cosa que a la verdad evangélica considerada como un cuerpo de doctrina (1Tm 4, 6; 1Tm 6, 10.20). Lo de "probados primero" (1Tm 3, 10) no significa que haya de preceder un auténtico período de probación, sino que es una recomendación a que se observe bien antes su conducta, para ver si son dignos de tal cargo.
La intrusión de las "mujeres" del (1Tm 3, 11) resulta totalmente inesperada, dado que antes (1Tm 3, 8-10) y después (1Tm 3, 12-13) se habla de "diáconos." Creen algunos que es una alusión a las esposas de los "diáconos," las cuales debían cooperar, con su buen nombre y fidelidad, a la labor de sus maridos. Sin embargo, juzgamos más probable, como suponen otros (M. Sales, Ricciotti, Dornier), que se trata de "diaconisas," al estilo de Febe, mencionada en (Rm 16, 1), adscritas al servicio y asistencia material de las mujeres. Con ello, la ilación del pensamiento resulta más lógica: también los diaconos-mujeres. Nótese, en efecto, que el vocablo d??????? lo mismo puede ser masculino (Rm 13, 4) que femenino (Rm 16, 1), de ahí que San Pablo designe a las diaconisas simplemente como "las mujeres," suponiendo que aún pertenecen a la misma categoría (diáconos) de que viene hablando. Si se refiriese a las cualidades de las esposas de los "diáconos," ¿por qué antes habría omitido hablar de las cualidades de las de los "obispos"?
La observación final (1Tm 3, 13) parece estar destinada a dejar bien claro que, no obstante el carácter subalterno de su cargo, los diáconos que cumplan bien sus funciones ocupan una posición honorable en el seno de la comunidad. En el fondo es lo mismo que había dicho respecto de los obispos (1Tm 3, 1). No parece, en contra de lo que sostienen algunos autores, que Pablo esté apuntando a la posibilidad de promoción al presbiterado-episcopado, si cumplen bien sus funciones. Sería un modo de animar la generosidad muy poco conforme con el proceder y entrega desinteresada de San Pablo. De otra parte, en la Iglesia primitiva el diaconado era considerado como grado propio y permanente, y no como simple paso o etapa hacia el presbiterado, como sucedió después.

1Tm 3, 14-16. La Iglesia, columna y sostén de la verdad

Estos versículos, haciendo resaltar la grandeza de la Iglesia, constituyen una especie de colofón a lo dicho sobre los ministros sagrados, cuya misión es la de estar al servicio de la misma.
El Apóstol dice expresamente a Timoteo que si le da las instrucciones que le viene dando es "para que sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y sostén de la verdad" (1Tm 3, 14-15). Magnífica descripción de la Iglesia. Si habla de Dios "vivo" es, sin duda, para caracterizarlo como el verdadero Dios, en contraposición a los ídolos (1Ts 1, 9; 2Co 6, 16). La metáfora de la "casa" puede tomarse en dos sentidos: en cuanto que la Iglesia es como un edificio espiritual formado por piedras vivas que son los fieles (Ef 2, 21; Ef 4, 12; 1P 2, 5), o en cuanto que los fieles, por su condición de hijos de Dios, constituyen como la familia o casa de Dios (Ga 6, 10; Ef 2, 19; Hb 3, 5-6). Es posible que en la mente de San Pablo, al escribir "casa de Dios," anduviesen aleteando juntos ambos significados. La expresión "columna y sostén de la verdad," para caracterizar la misión de la Iglesia, es otra imagen tomada de la construcción. El sentido es claro: como el basamento sostiene las columnas y las columnas sostienen y muestran a vista de todos las estatuas de los héroes, así la verdad de Dios, contenida en el mensaje evangélico, está sostenida y presentada al mundo por la Iglesia. Quien se aleja de la Iglesia no está en la verdad.
En el v.16, San Pablo hace como un resumen de esa "verdad" de Dios confiada a la Iglesia para su custodia y difusión en el mundo, y que es tema constante en las Pastorales (1Tm 2, 4; 2Tm 2, 15-18; 2Tm 2, 25; 2Tm 3, 7; 2Tm 4, 4; Tt 1, 1.14). La llama "misterio de la piedad", expresión prácticamente equivalente a "misterio de la fe," de que se habló en el (1Tm 3, 8-13) . El término "misterio" indica que se trata de una verdad por largo tiempo oculta en Dios y manifestada ahora (Ef 3, 9). En qué consista ese misterio "de la piedad" (t?ß e?s?ße?a?) ? del verdadero culto a Dios, lo dice el Apóstol a continuación, valiéndose de una estrofa de un himno cristiano primitivo, que parece copia literalmente. La estrofa es un canto a Cristo y consta de seis miembros distribuidos en tres pares antitéticos: carne-espíritu, ángeles-naciones, mundo-gloria. Maravilloso resumen de la vida y obra de Cristo: toma carne humana ( Jn 1: 14), mostrado como quien es mediante el testimonio del Espíritu (Jn 1, 32; Jn 16, 8; Hch 10, 38), contemplado por los ángeles (Lc 2, 13; Mt 4, 11; Mt 28, 2; Ef 1, 21), predicado a las naciones (Hch 1, 8), creído en el mundo (Hch 5, 14; Hch 15, 3), ensalzado en la gloria (Hch 1, 9; Flp 2, 9-11).
Podemos ver aquí la formulación primitiva del misterio del Verbo encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre. La primera antítesis evoca el encuentro de dos mundos, el humano y el divino, en la persona de Cristo; la segunda presenta la proclamación a dos mundos, el celeste y el terrestre, de ese misterio de Cristo; la tercera, al igual que en Flp 2, 9-11, completa la evocación del misterio de Cristo, recordando su exaltación a la gloria. A buen seguro que Timoteo y sus fieles, meditando este himno, se sentirían santamente orgullosos de su condición de cristianos.

1Tm 4, 1-16. Los falsos doctores y modo de combatirlos

Ya al principio de la carta había puesto en guardia a Timoteo contra los falsos doctores (1Tm 1, 3-4). Ahora vuelve de nuevo al tema, insistiendo en el peligro y señalándole cuál debe ser su norma de conducta.
Comienza informándole de que la aparición de esos falsos doctores, "embaucadores" y de "cauterizada conciencia," ha sido anunciada ya de antemano por el Espíritu (1Tm 4, 1-3). El Apóstol no dice cómo, pero sabemos que en la primitiva iglesia eran frecuentes esas predicciones carismáticas del Espíritu (Hch 11, 28; Hch 13, 2; Hch 20, 23; Hch 21, 9; 1Co 12, 4-11).
Además, tengamos en cuenta que ya en los profetas veterotestamentarios, a partir sobre todo de Ezequiel, se anuncia un recrudecimiento de las fuerzas del mal, venciendo a las cuales se establecerá por fin el reino de Dios. Es la idea que encontramos también en los evangelios (Mt 24, 24; Mc 13, 22) y se recoge en los demás escritos neotestamentarlos (2Ts 2, 3-11; 2P 2, 1-10; 1Jn 2, 18-19; Ap 13, 4-8). Había, pues, una larga tradición que, aun en caso de no existir otras revelaciones particulares, permitía a Pablo afirmar que el Espíritu Santo había anunciado expresamente para los últimos tiempos un levantamiento de las fuerzas del mal. La expresión "en los últimos tiempos" (1Tm 4, 1) no se refiere propiamente al fin del mundo, sino a los tiempos mesiánicos (1Co 10, 11; 1P 1, 5), que van desde la venida de Cristo hasta la parusía, sean cortos o largos, cosa que Pablo ignora (1Ts 5, 1-3). Aparte lo que ya sabemos de "fábulas y genealogías" (1Tm 4, 1- 4; 1Tm 4, 7), esos falsos doctores enseñaban, entre otras cosas, que había que abstenerse del "matrim onio" y del uso de determinados "alimentos" (1Tm 4, 3), errores similares a los propagados por los judaizantes de Colosas; Col 2, 16-23. Contra ellos dice Pablo que tanto el matrimonio como los alimentos todos son de suyo buenos, y debemos usar de ellos con hacimiento de gracias, como criaturas que son de Dios (1Tm 4-5; 1Co 10, 30; Mt 15, 11). Decir que con el hacimiento de gracias o bendición quedan "santificados" los alimentos (1TM 4, 5), no obstante ser ya "criaturas buenas" de Dios (1Tm 4, 4; Gn 1, 4-27), parece estar suponiendo que esas criaturas, solidarias de alguna manera con el pecado de Adán (Gn 3, 17; Rm 8, 19-23), han sido marcadas con el signo del pecado (Rm 8, 21; Ef 6, 12), y es mediante la bendición o hacimiento de gracias como las arrancamos del mundo malo presente y las introducimos en la "nueva creación" realizada por Cristo (Col 1, 3; Ef 4, 24; 2Co 5, 17). No otra es la significación de las bendiciones y exorcismos actuales de la Iglesia.
Luego (1Tm 4, 6-16) va dando a Timoteo una serie de normas sobre cómo oponerse a esos falsos doctores. Notemos la recomendación: "ejercítate en la piedad (??µ?a?e de sea?t?? upog e?s?ße?a?); porque la gimnasia corporal es de poco provecho, mientras que la piedad es útil para todo, teniendo a su favor promesas para la vida presente y para la futura" (1Tm 4, 7-8). Ya en otras partes el Apóstol ha recurrido a imágenes de las competiciones atléticas (1Co 9, 26-27; Ga 2, 2; Ga 5, 7; Flp 3, 13-14). Lo mismo hace aquí, aconsejando a Timoteo que se someta a la "gimnasia" espiritual, por penosa que sea, a fin de conseguir la piedad (1Tm 4, 7). Al paso, añade (1Tm 4, 8), que la "gimnasia corporal," de que tanto se ufanan muchos, sólo sirve para poca cosa (vigorizar el cuerpo o conseguir un premio efímero en el estadio); la piedad, conseguida en la gimnasia espiritual, es útil para todo, sea en esta vida, dándonos paz y alegría, sea sobre todo en la futura, con la felicidad eterna. Bien se ve que Pablo, sin negar, ni mucho menos, la utilidad que pueda tener la gimnasia corporal (1Tm 4, 8) sabe dar a las cosas su justo valor con la fórmula ya conocida (1Tm 4, 1-15), recalca los buenos efectos de la verdadera piedad.
Parece que la "piedad" (e?s?ße?a), término frecuentemente usado en las Pastorales, está concebida como actitud religiosa profunda que orienta hacia Dios, con veneración y amor, todas las acciones del cristiano.
Pensando luego en que algunos quizá consideraran a Timoteo demasiado joven -tendría entonces de treinta y cinco a cuarenta años- para el puesto que desempeñaba, le recomienda que su virtud supla la falta de edad (1Tm 4, 12) y que se aplique diligentemente a la "lección, exhortación y enseñanza" (1Tm 4, 3). Estas últimas palabras reflejan el temario, modelado en el de las sinagogas, que solía seguirse en las asambleas cristianas (Hch 13, 15), cuya dirección quiere Pablo que Timoteo prepare diligentemente. Insiste todavía en recomendar a Timoteo que cumpla cuidadosamente su oficio, pues así lo pide la gracia (t? ????sµa) que le fue conferida en la ordenación (1Tm 4, 14). No parece caber duda que tal es el sentido de este importante (1Tm 4, 14) refiriéndose a la gracia de la consagración, que lleva desde que recibió la investidura oficial para el apostolado. Pablo dice que ese don o "gracia" se le dio a Timoteo en una circunstancia determinada y que es algo permanente en él, aunque lo "descuide," cosa que no debe hacer. La circunstancia en que le fue conferida esa "gracia" a Timoteo la indica el Apóstol con las expresiones "mediante profecía" (d?a p??f?te?a?), "con imposición de las manos del colegio de presbíteros" (µet? ep???se?? t?? ?e???? t?? tt?esß?te????). No sabemos en que momento preciso de la vida de Timoteo tuvo lugar todo eso; mas esto importa menos. La "profecía" aludida es casi seguro que sea la misma mencionada en (1Tm 1, 18). En cuanto a la "imposición de manos" por parte de los presbíteros, se ha hecho notar que el Apóstol usa la preposición con (µet?), mientras que refiriéndose a la "imposición de manos" que hizo él (2Tm 1, 6), usa la preposición por (d?a); ésta es esencial y produce el efecto, mientras que aquélla es sólo concomitante y a título subordinado. La Iglesia ha conservado aún este rito en la ordenación de los presbíteros.

1Tm 5, 1-16. Modo de comportarse con los fieles

Pablo pasa ahora a dar a Timoteo algunos consejos particulares sobre la conducta que debe seguir con las diversas clases de personas. En la presente narración se refiere primeramente a los fieles en general, luego a las viudas.
Respecto de los fieles en general (1Tm 5, 1-2), pide que a los ancianos, de uno y otro sexo, se les trate con respeto; a los jóvenes, en cambio, como a iguales, dentro de la gran familia de Cristo.
Es la aplicación de un principio general: puesto que la Iglesia de Dios es una familia (1Tm 5, 16). es la imagen de la familia la que debe servir de modelo a las relaciones entre los cristianos.
Por lo que toca a las viudas (1Tm 5, 3-16), distingue tres clases: las que han perdido el marido, pero la Iglesia no tiene por qué encargarse de ellas, pues tienen parientes que deben asistirlas (1Tm 5, 4-8); las que la Iglesia se encarga de asistir, por ser viudas "de verdad," que han quedado "desamparadas" en el mundo (1Tm 5, 5); las que, asistidas o no por la Iglesia, son llamadas por ésta a desempeñar ciertas funciones oficiales, particularmente en la ayuda material a fieles necesitados (1Tm 5, 9-10). A estas últimas podríamos llamar viudas "canónicas" y, a juzgar por lo que se dice en los (1Tm 5, 12.15), parece que contraían el compromiso formal de no volver a casarse. Aunque es casi seguro que se trata de una institución distinta de la de las "diaconisas" (1Tm 3, 11), debían de constituir un grupo análogo, destinado también a obras de misericordia y asistencia social.
Para entrar en este grupo o institución de viudas "canónicas," exige San Pablo un mínimo de sesenta años, que era la edad de la vejez para los antiguos, y da dos razones: peligro de que en las jóvenes ese deseo de consagrarse de por vida a Cristo sea un entusiasmo pasajero, y peligro también de que, llenas todavía de vida y actividad, se entrometan peligrosamente en la intimidad de las familias, dando pretexto a los de fuera para atacar la fe cristiana (1Tm 5, 11-15; 1Tm 3, 7; 1Tm 6, 1; Tt 2, 5-8). Su recomendación a que se casen de nuevo (1Tm 5, 14) no se opone a lo dicho en (1Co 7, 39-40), pues allí se da a los fieles un principio general, mostrando Pablo sus preferencias del celibato sobre el matrimonio, mientras que aquí se trata de condiciones para entrar en una institución o grupo social concreto dentro de la Iglesia. Por lo demás, también en la carta a los Corintios recomienda Pablo a las viudas casarse de nuevo, si no se sienten con fuerzas para vivir en celibato (1Co 7, 8-9).

1Tm 5, 17-25. Los presbíteros

Ya antes, en la introducción a la carta, explicamos qué haya de entenderse por el nombre "presbítero" y cómo este término es equivalente al de "obispo." Aquí San Pablo manda que sean tenidos en honor (1Tm 5, 17-18) y encarga a Timoteo que, en el caso de tener que corregirlos, se proceda con ejemplaridad e imparcialidad (1Tm 5, 19-21), teniendo, además, previamente sumo cuidado en la selección (1Tm 5, 22-25).
No está claro qué signifique la expresión "en doble honor" (1Tm 5, 17). Desde luego, se incluye la retribución debida a los presbíteros por su ministerio, como claramente se deduce del ?.?d; pero no es claro si San Pablo trata simplemente de indicar que el respeto que se les debe por su caracter sagrado se añada la ayuda material, o quiere más bien significar que la retribución u "honorarios" sea abundante "doble" = abundante (Is 40, 2; Jr 17, 18). No que se convierta el ministerio sagrado en negocio, cosa que San Pablo reprueba enérgicamente (1Tm 6, 5), sino sencillamente que se procure un decoroso sustento a los que desempeñan tales ministerios (Dt 25, 4) alegado también en (1Co 9, 9; Lc 10, 7). Eso no impide que razones de oportunidad o de caridad aconsejen renunciar libremente a este derecho (1Co 9, 3-18; 1Ts 2, 7-9).
Como los presbíteros están expuestos a las críticas y aversión de aquellos cuyos vicios habrán de corregir, San Pablo manda a Timoteo (1Tm 5, 19) que esté muy prevenido cuando haya acusaciones contra ellos, poniendo en práctica la prudente norma prescrita en la Ley (Dt 19, 15) y sancionada por Cristo (Mt 18, 16). Pero si se prueba la culpa, que la corrección se haga en público, a fin de que resulte más ejemplar (1Tm 5, 20). Y esto se lo vuelve a repetir con una especie de conjuro solemne (1Tm 5, 21; 1Tm 6, 13; 2Tm 4, 1), dando así a entender lo importante que consideraba el asunto. Todavía va más lejos. Dado que radicalmente el problema está en la selección, San Pablo (1Tm 5, 22) encarga a Timoteo que, en asunto tan importante como es la elección de buenos presbíteros, no "imponga las manos" de ligero a nadie, para que no entre en participación de pecados ajenos.
Luego, en el (1Tm 5, 23), viene un encargo de carácter muy particular, que da la impresión de estar aquí fuera de sitio. Sin embargo, el versículo está en todos los manuscritos. Timoteo, por razones ascéticas o por otras que ignoramos, había determinado no beber vino; y Pablo le aconseja, porque así le conviene para su salud, abandonar esa decisión. Esto completa lo dicho antes sobre la "gimnasia corporal" (1Tm 4, 8), pues Pablo quiere que se aprovechen todos los medios que capaciten o ayuden al cumplimiento del deber. Para la medicina antigua el uso moderado del vino era considerado como remedio saludable en determinadas enfermedades, particularmente en la acidez de estómago.
En (1Tm 5, 24-25) vuelve al tema de la selección de candidatos para presbíteros, haciendo notar la necesidad de cuidadosa información, dado que a veces tanto las deficiencias como las buenas cualidades de una persona son manifiestas, pero otras veces están ocultas y sólo aparecen después de atento examen. No hay, pues, que precipitarse ni en un sentido ni en otro.

1Tm 6, 1-2. Los siervos

Este tema de los siervos lo ha tocado ya San Pablo en varias ocasiones (1Co 7, 21-23; Ef 6, 5-9; Col 3, 22-Col 4, 1). Aquí insiste en la idea de que los siervos deben cumplir fielmente sus deberes para con los amos, sean éstos paganos (1Tm 6, 1) o cristianos (1Tm 6, 2).
La razón alegada, al referirse a los amos paganos, es clara: "para que no sea deshonrado el nombre de Dios ni su doctrina." Es decir, para que la mala conducta de los siervos cristianos no sea ocasión de que sufra daño ante los infieles el honor de Dios y de la religión cristiana. No es ya tan clara la razón alegada al referirse a los amos cristianos: "por cuanto son fieles y amados los que reciben el beneficio" (oí t?ß e?e??es?a? a?t??aµßa??µe???). Probablemente el Apóstol se refiere a que el hecho de que los amos sean cristianos, y, por tanto, "hermanos" en Cristo de sus siervos, no debe ser motivo para que éstos les tengan menos respeto que si fuesen paganos; al contrario, precisamente por ser cristianos y amados de Dios los que reciben "el beneficio" (= buenos servicios que prestan los siervos), deben esforzarse por servirles mejor. De la conducta de los amos para con los siervos, es decir, del otro aspecto de la cuestión, aquí no habla San Pablo.

1Tm 6, 3-19. Nueva puesta en guardia contra los falsos doctores

Vuelve San Pablo a tocar el tema de los falsos doctores, de que ya anteriormente (1Tm 1, 3-4; 1Tm 4 1-3). Hace hincapié en que están labrando su propia ruina con ociosas disputas y especulaciones, de donde surgen gran cantidad de males, convirtiendo la religión en materia de lucro (1Tm 6, 3-5; 1Ts 2, 5; Tt 1, 11).
Las expresiones "saludables palabras., doctrina., piedad" (1Tm 6, 3) son características de las Pastorales (1Tm 1, 10; 1Tm 4, 7-8), y están refiriéndose al mensaje cristiano (1Co 1, 18; 1Ts 1, 2; 2Ts 3, 1).
Para contrarrestar su acción, el Apóstol hace resaltar la necesidad de proceder con espíritu desinteresado, evitando la avaricia, "raíz" de todos los males, por cuanto ese apego al dinero ahoga en el alma cualquier anhelo de cosas más altas (1Tm 6, 10). Las ideas sobre los bienes terrenos aquí expuestas por San Pablo son recordadas frecuentemente en la Biblia (Jb 1, 21; Qo 5, 14; Sal 49, 18; Lc 12, 15), e incluso eran frecuentes en el mundo intelectual grecorromano de entonces, particularmente entre los estoicos. Entre éstos era muy ensalzada la virtud de la "autarquía," término que también usa Pablo (2Co 9, 8; Flp 4, 11), designando aquella disposición de ánimo que hace sepamos contentarnos con lo que tenemos, sea una u otra nuestra situación.
En los (1Tm 1, 1-16) se dirige en forma directa a Timoteo, exhortándole a una vida santa y valiente (1Tm 1, 11-12), teniendo ante la vista el ejemplo de Cristo (1Tm 6, 13), y pensando en la gloria que nos espera (1Tm 6, 14). Listas de virtudes, semejantes a la que aquí presenta a Timoteo, encontramos también en otros lugares (2Tm 2, 22; Tt 2, 2; Ga 5, 22; 1Ts 1, 3). No es claro a qué circunstancia de la vida de Timoteo se aluda en el (1Tm 6, 12) al recordarle el Apóstol su "bella profesión de fe delante de muchos testigos." Es probable que sea una alusión a la confesión fundamental cristiana hecha en el bautismo, proclamando que Jesús es Señor (Hch 8, 37; Rm 10, 9), con que el ser humano responde a la llamada de Dios y entra a participar de la vida divina en Cristo (Rm 1, 6; 1Co 1, 24-26; Ef 1, 18; 2Ts 3, 1). Por lo demás, también es posible que esa profesión de fe se repitiera solemnemente en la ordenación sacerdotal-episcopal, que Timoteo ciertamente tenía (1Tm 4, 14). Tipo de esta profesión de fe cristiana es la que hizo Jesucristo ante Pilato, proclamando su realeza mesiánica y su oficio de revelador de la Verdad (1Tm 6, 13; Jn 18, 36-37). Las frases de la doxología (v. 15-16) son de gran majestad literaria, y es posible que sean cita de alguna composición litúrgica primitiva (1Tm 1, 17; 1Tm 3, 16). Las expresiones están profundamente enraizadas en el Antiguo Testamento, y nada se opone a que pueda ser un himno de origen judío, como suponen algunos autores, adaptado luego por los cristianos.
Con un nuevo toque de alerta sobre las riquezas termina San Pablo esta narración: (1Tm 6, 19).

1Tm 6, 20-21. Epílogo: "¡Guarda el depósito!". La gracia sea con vosotros

Breve conclusión de la carta y también resumen de sus principales ideas. Pablo supone que la Iglesia está ya constituida. A Timoteo, y lo mismo vale para los demás ministros del Evangelio, toca guardar "el depósito" (pa?a ????), luchando para que falsos predicadores no lo alteren. El término "depósito" no puede ser más expresivo: algo recibido de otros y destinado a ser fielmente transmitido a otros. Tal es, y ha sido siempre, la divisa de la tradición católica. Esta "tradición" (1Co 11, 23; 1Co 15, 1-3; Ga 1, 9; 2Ts 2, 15), tiene su punto de partida en Cristo, culminación de la revelación divina (Hb 1, 1-3). Lo cual ha de entenderse, más que como referencia al conjunto de verdades y doctrinas que El enseñó, como referencia al conjunto todo de su persona y de su obra, tal como fue interpretada por los Apóstoles, bajo la luz del Espíritu Santo. Pablo mismo se halla dentro de esta corriente de tradición.
La bendición final, augurando "la gracia" sobre los destinatarios, es particularmente breve y va dirigida a toda la comunidad, lo que da a entender que la carta, no obstante estar dirigida a Timoteo, es de carácter público.